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MATEO
MARTINIC
BEROS
Jatalonia,
matoria y
o~Jíritu
PUNTA ARENAS - CHILE
MATEO
MARTINIC
SEROS
patagonla,
y
~ateria
espíritu
Conferencia pronunciada por el
Rector del Instituto de la Patagonia,
Mateo Marlinic Beros, al inaugurarse
el período académico 1970 de este
plantel de estudios e investigaciones.
ES UNA PUBLICACION DE LA CORPORACION DE MAGALLANES
Hacen exactamente hoy cuatrocientos cincuenta años que
un atrevido almirante daba con sus naves frente a una costa yerma y escasamente atractiva; muchas singladuras se habían sucedido desde su salida del puerto gaditano de San Lúcar de Barrameda en obedecimiento a una misión que le había llevado cada
vez más hacia el sur. Era él Fernao de Magalhaes en su hablar
patrio, Hernando de Maga llan es en la lengua del monarca español su actual soberano, y a cuyo alto servicio había ingresado;
su tarea , encontrar el paso hacia la mar del sur de Balboa, para
alcanzar la meta codiciada de las islas de la especiería.
La tierra hosca que recién pisaba la vio poblada, a poco
andar, de hombres membrudos y de aventajada estatura, que se
les antojaron gigantes a los marinos de la expedición; por eso
la llamaron "Tierra de Gigantes", pero C0:110 tambi én observaron
más tarde las grandes huellas que sus pies calzados dejaban en
la nieve de la estepa, el cronista de la Armada, caballero Antonio
Pigaffetta, los llamó "patones" o "patagones" y al solar que los
albergaba "tierra de los patagones", nombre que el tiempo haría prevalecer como "Patagonia" .
Se incorporaba así a la geografía y a la historia de los
pueblos una región singular que sucesivos descubrimientos y
reconocimientos revelarían enorme en su vastedad, disímil en su
conformación física, distinta en su contenido vital.
¡Patagonia, cómo habría de mentarse el nombre a lo largo
de los siglos! Objeto de pasiones encontradas, denuestos y elogios, sobre ella, sus recursos, sus gentes, habr ía d e escribirse una
de la más copiosas bibliografías que sobre región del planeta se
haya ocupado el Hombre.
¿Cómo y cuánto es y qué significa la Patagonia? En un
esfuerzo de síntesis esbozaré sus rasgos geográficos, su potencialidad económica, su historial, y apreciaremos cómo existen varias Patagonias en su inmensidad, pero que en su conjunto con-
f iguran un multifacét ico país.
Su vastedad es tal v ez la primera de las caracter ísticas
físicas que llaman la at ención . Para comprend erla nad a m ejo r
q ue u n v iaje ima gi nario a lo largo d e su in m enso p e rím etro . Entrando por la b oca d el río N egro , en e l A t lánt ico, y remontand o
su curso ha sta alca n zar e l N euq uén y a travé s de é l, siem p re sub iendo ar ribare mos a la cordillera d e lo s Andes, sig u iendo una
d irección g en era l d e sudori en te a norponiente. En lo alto d el
ma ci zo an di no dob lar emos b rusca m en te h ecia el sur, saltaremo s
de p ico en p ico hasta ver las fue ntes d e ag ua q ue cae n al fi o rd o
de Reloncav í, en la v er t ien te occ iden tal; t ras h ab er d escen d id o
con e llas y ya en el ma r n av eg aremos h acia e l sur salien do al
Pacífico fren te a las b ocas d e l H uaf o y segu iremos la co sta brumosa, abrupta y rocosa hast a e l grad o 52 ? d e latit ud austral, en
d onde tomaremos la ru ta d el Lev ante, p en etrando en e l estrecho de M agallanes cuyo curso com pl eto seguiremos hast a salir
al Atlántico al d oblar e l cab o Dungen ess, de allí siempre al no rte sigu iendo la cos ta to m aremos al p u nto d e p art id a en la d esembocad u ra d el río N egro.
En tan vasto p erím et ro se encie rran un m ill ón d e kilómet ro s cu ad rados d e territo rio, to do un p aís d ist in to en sus co m pon entes fí sico s, rico ha sta lo inconrr.ensu rable en recursos y aún
escasame nte pob lado. De l lado d el A t lán t ico , un a tierra llan a,
d e v eg et ació n rala, q ue se d esar ro lla en te rra zas escalonadas q ue
desc ienden ha ci a el océano; zon a d e este p a d ond e seño rea el
vien to im petuoso, esa es la Patag on ia o r iental , la d e la imaqen
clásica. De l lado d e l Pacíf ico la t ier ra lla na, entera y m aciza d el
or iente, se d esh ace en m i llar es d e isla s y costa f irm e resq ueb rajad a casi al in fi nito, con un a topografía enl oqueci da, quebrad a
y ab ru pta, d on d e se d esarr o ll a una v eg e tac ión u bé rr ima g raci as
a 1:1 l lu vi a p er m an en te ; el in ter ior y las alt uras son un d o m in io
sob erb io d e n ieves y gla cia res, re in o abso lu to del sil enc io bl anc o .
Es la Patag on ia occ identa l, en nada sem ejante a la an te ri or. A llá
largos y tr anquil os ríos cortan profundos la reseca este pa,
acá cursos turb u lentos q ue ate so ran ene rgía drenan e l exceso d e
agu a. A l o ri en te se d isf ru ta de la sens acion extrañamente grata
de ti erra in mensa hasta la infinitud y en donde la m irada se p ierd e en e l hor izont e ; al occidente los m ur os rocosos que limitan
la v ista y ob li g an al cauto naveg ar, conf iguran horizontes d e cercano térm in o y con ducen la mirada hacia las al t uras para adm irar la arq u itect ura p rod ig io sa de las montañas. Es all í donde por
momen tos se p iensa que el Cread o r d et uvo su obra en el segund o d ía separando las fo rmas del caos .
Ent re ambas Patag o n ias vinc ulándo las fu ert emente se desarro lla la Pctag on ia interior o and ina . Los caracteres acusados y
hasta ru dos d e las anteriores se dulcifican aq uí, se modera el v iento, se hac en p r ud en tes las ll uvias, lo s bo sq ues crecen v igorosos
y los p astos excelentes; la t ierra es salud ab le al Hombre q ue se
ha afi ncado en ella con pred ilección , en los ricos v all es que transcu rr en d esd e N ah ue lh uap i, pasando por las hoyas de l Simpson
y d el Bak er, y las cuen cas lacustres interiores, hasta llegar a las
tie rras d e U lt im a Esperan za. Es la reg ión m arav illosa d onde las
bellas mon tañ as se reflejan en las ag uas d e lo s no menos hermosos lagos and ino s.
De norte a su r, particularmente por el oriente, el curso
d e los grandes r íos p atag ó n icos en m arca n uevas subdivisiones del
territorio . A sí d esd e su té rmi no boreal, que algunos extienden y
con fu ndada s razon es al río Co lo rad o, y hasta el Ch ubut se desarroll a la Patag on ia Sep ten tr ional, alterna t ivamente la más seca y
la más f ér t il , y tamb ién la más pob lada ; ent re el últim o río y el
Desead o está la Patag on ia central , la de las grandes cuencas petro leras ; f inalmente al su r y hasta llegar a las riberas del estrecho d e M ag all an es se extiende la Patag oni a austral o m eri dional ,
la que leg ar a su nombre a todo el en orm e pa ís, f amosa p or la
ex celenc ia d e sus tierras pastoril es.
En tan d ist in to como vari ado territ orio la Pro v id encia derramó ab undosa riqueza que d ep ara halagüeño presente y auspicioso p o rven ir a las n acion es que lo com pa rten . Energ ía hídrica cuyo p oten cial causa v ér t ig o, p etról eo con producción d e t res
cua rtos d e sigl o y con p er sp ect iv as para otro tanto más; ga s na -
tural en depósitos cuyo v ol u me n abr uma, carbón con reserv as
de proporc iones mu nd ial es; ca lizas y mármo les en ma sas que
han d esplazado a la t ierra para af lora r como eno rmes isl as, t"l es
su magni tud . Pero e l reino m in eral no se ag o ta con este recuen to y han de sumarse cobre, p lomo, oro, arci llas y un sin n úmero
de o tros el emen to s q ue p er m iten ap re ciar la g en er os id ad d el patr im on io no renovable . Y el recuen to pro sig ue co n lo s recu rsos
na t ura les ren ovab les y lo s in t roducidos p or el ho mbre: ag uas fluv iales y marinas riq u ísimas en p eces, m ar iscos y algas; t ierra s
pob ladas de mam íferos y v o lát i!es, bosq ues inmensos, d epó sitos
verdes de v ida y reserv as ingentes d e m ad e ra ; pastos sin fin q ue
sostiene n a 25 .000.000 d e o ve jas y 700.000 va cunos . Va ll es f eraces y su e los agríco las aptos, sin o abundosos al menos sufici entes pa ra entre g ar aprec iad o f ruto. A grég uen se tod avía las usin as
y plan tas fabri les que el afán cr ead or ha estableci do p or d oq u ier
y se compl etará e l bos quejo eco n ómico d e la reg ión. Q u ien haya oido este apretado rec uen to co mpre nder é en to nces muy b ien
por q ué se califica a la Patag o ni a co mo la t ier ra d e l futu ro , so b re
todo si se aprec ia q ue el Hombre en p oten te esfuer zo aprovech a só lo pa rte d e tan to p atr im on io, y cómo p ara lo g ra r su d esarro llo integ ral y compl et o es ind isp ens ab le in cr em entar sust ancia lm ente la poblac ión, porq ue tan enorme reg ión t ien e ape nas
casi tan tos habitantes como kilómetros cuadrad o s d e superf ici e
p osee, hab itando la Pateg on ia chilen a unos d osc ien tos m il, m ien tras la argentina, más v asta, está p ob lad a po r u na cant id ad tres
v eces su pe ri or, p ob lacion es in su fi cientes en am bos caso s para
el cumplim ien to d e la m agna tar ea.
Si grandioso y rico es e l escenario n o lo es m enos la h isto ria d e lo s hombres q ue ll egaron a señ orearlo a lo lar g o d e los
siglos. Es la Patagon ia histó r ica cu yos co m ien zos se si túa n quince o más m il en ios atrá s cuand o aún p ar te d e l ter r it o r io en su
reg ión m er id iona l v iv ía el t érmino d e la última ép oca glacial .
En lenta em ig ració n terrestre lo s seres h um anos fueron
ba jando haci a e l su r, v ini end o d esd e el centro d el cont in ente, pob lando los lug ares más a propósit o para la v ida . En casi par al e la
emig raclo n otros h om b res d escend ier on p or la v ía d el mar en
medi o de co ndicion es en ex t remo d uras y difícil es. A q uell os fueron cazadores p edestres, ésto s canoeros. Sucesiva s o leada s de inmigran tes fu er on sustituyendo con el correr d e los siglos a los
prim er os y a q ui en es tras e llos f ueron arr ib ando, hasta lle gar al
alborar d e los ti em p os históri cos, p ara nosotros la época d el Descubrimi en to , qu e n os m uestr an en el o riente continental y en la
Tierra d el Fueg o p ro p iam ente tal a tri bus cazadoras del g rup o
racial pámp ido , en tan to q ue en e l m undo marino d el occide nte
cont in ental e insu lar a los grupos d e indígenas de extracción racial f uégu ida .
El re lat ivam en te tranqui lo y rud o pasar d e estos seres se
vio interr um p id o por la ll egada de extraños ho mbres barbad os,
surg idos d esd e e l fond o d el ho ri zonte, que en sus nav es barrigud as silen ciosam en te con torn eab an las costas . La índole p acíf ica d e los aboríg en es h izo q ue n o se suscitaran en general luchas
entre reci én ll eg ad os y residentes. El europeo más bien ob servó
con curiosid ad a lo s nat ural es, se impresionó por su estatura o les
atri bu yó caract er es simioides como en el caso de los canoeros
f ueg uinos, reparando con asombro en las particulari da des ex trañas del m ed io f ísico y en los animales que lo hab itaban . De
las v ersion es d e tan tas im p resiones fueron gestándose y n utriéndose las ley en d as que p ob laron a la Patag on ia y a la Tierra d el Fu eg o d e g igantes y hombres coludos, de en driagos y
dra gon es, f an tasías que co lmaron las me ntes d e la Europa de los
siglos XVI al XVI II y con tr ib uy eron a crear esa imag en f ab u lo sa e irreal per o f uertem en te persisten te que los exp loradores y
serios v iajeros tardarían cen turias en d isip ar. El indígena mismo
no f ue ajen o al orig en e inc reme nto de lo s m itos; su s am biguas
respu estas a p reg un tas acerca d el dest ino de las expediciones
ná ufrag as, co mo sus afirma ciones engañosas sobre la exi sten cia
de min eral es p reciosos contr ibu yeron en m uch o al origen y ma ntenimi ento d e la más soste ni d a d e las fantasía s y ley endas patagónicas ; la d e la exi ste ncia d e la Ci ud ad d e los Césares, q ue
en medio d e áu reo esp len dor y co lma da d e riq uezas fue sit ua-
d a al p ie oriental de la Cord ill era en la parte cen tral. En su in útil b úsqueda se afanaron incontabl es ex pe d icio ne s y el primer
m isionero y mártir de la f e cristiana , Padr e N icol ás M ascard i, del
Co leg io Jesuíta d e Castr o , p erd ió su v id a por tal causa.
Las ley end as y la necesid ad d e d esentrañ ar su misterio,
como la d e conocer los caract er es d el ex traño pa ís mov iero n a
los exp lo radores. El com endador Jofré de Loayza, el cab all ero de
Alcazaba y los h erman os Noda l por el sur y la costa atlán t ica;
lo s p ilo tos Cor tés d e O jea y Ladr iller o p or lo s canal es d el occ iden te y los sen os in teriores; el ten az y d esv ent urad o Sarm ien to
d e Gamboa por las costas del Estrecho ; el conq u istador Francisco de V il lagra, el padre Rosales, el ya n ombrad o M ascard i y los
m isioneros Elg uea, Z úñ ig a, Lag un as y M en énd ez, traspon iendo
la Cord ill era vi n iendo d el Ch ile viejo, en las tierras del N euq uén
y Nah uelh uapi; lo s re lig ios os Str obel, Q u iro ga y Card iel, p enetrando al interior desde el Atlántico, los ins ig ne s p ilot os y cap itanes M o raleda , Có rd oba y Ma lasp ina a lo largo d e las cost as,
en fi n no son sin o alg un os d e lo s m uch os h ombres que mov id os
p o r la f e, la cod icia, la sed d e ave ntu ra, el afán d e conqu ista o
la ser ena in v estigación cien tíf ica pret end ieron y alcan zaron a
develar parte del m ist er io d e la Patag on ia.
Los in te n to s de colonización y p ob lam ien to que los esp añoles p ro cu ra ron rea lizar en las ti erra s p atagón icas tuvi eron en
g en era l tri ste fi n . Las p en urias, h ambres y miser ias h umanas ~e­
li aro n el desastroso destin o d e Nombre de Jesús y Rey Don Feli pe sob re el estr echo d e M ag allanes; los reiterados alzami en tos
in dí genas marcaron el fi n de las m isiones de Nah uelh uap i ; la
so ledad y fa lta d e ap oy o im pi diero n el desarro ll o y forzaron el
abandono de las colon ias d e San Ju li án, Deseado y San José en
la costa o rie n tal. Sólo sobrev iv ió com o mu estra d e tan to in fru ctuoso esfuerzo el f uerte d el Carmen d e Patag on es, sob re las
márgenes del río N egro , en e l ex tre mo septentriona l, único p unto
habitado p or hombres b lanc os q ue alcanzó al siglo XIX. Los sufr imientos y d esv enturas sin cu ento, las desil usiones y los f racasos cons t it uyeron poderoso freno p ara cualq u ier intento colo-
nizador de alg un a en vergadura por parte de la Corona de España a lo largo d e las cost as, mientras que en el interior del terri torio patagóni co e l ancestral viv ir y con tend er de las tri bus se
enriquecía con el domin io del cab all o , aportado por lo s españoles establ ecid os en las orillas del Plata. A sí para los libres
teh uelches su milenario trash umar pedestre se transformó en
ecuestre, mov iéndose d e paradero en parad ero, de "a ik'n" en
"aik'n ", donde abu n da ba n las tropas de guanacos y av estruces,
aguadas y b uen abrig o, asomá ndose d e tarde en tarde p or las
costas donde los f ug aces esta bl eci mien tos de cristia nos, b ien para in terc ambiar con ellos o para medrar a su costa o aún para
asaltarl os y roba rl os .
As í la Patagon ia arribó al sig lo d e la Ind ep endencia am ericana en el hecho co mo un enorme y casi d escon ocido er ial,
posesión más apa ren te que efectiva del Reino de Ch ile y con
jurisdicción d el V irre ina to de Buen os A ires sobre sectores de la
costa ori enta l.
Entrad o el siglo y transcurridas las prim eras décad as del
mismo, d e pro n to los ojos d e las nac iones imperiale s de Europa
se tornaro n a la Patag on ia, sus ti erras y sus ag uas; tamb ién las
nacient es rep úb licas de Ch i le y A rg ent in a volvieron sus mi radas
hacia los territo r ios d el su r, reco rdan do h istóricas jurisdi ccio ne s.
La carrera por la ocu pación, si tal p uede llamársela , la inició Ch ile qu ien reiv ind icó , siguien do la inspi rada in sistencia d el gran
O'Higgins, el dom in io de l Estrecho y sus t ierra s aled añ as establ eciendo al promed iar la centuria sus colonias d e Fuerte Bu ln es pri mero, y d e Pun ta Aren as, alg o más tar de ; serían ell as, sobre todo
la última las punt as d e lanza de la p en etración y co nquista del
país ignoto. A rg ent in a, estab lecida ya d esde fines del siglo anter ior sobre el río N eg ro , se asen tó jun to al Ch ub ut y sobre el
Santa Cr uz en p lan d e col on ización . Q uedó plan teada así la contienda en tre las dos jóvenes naciones por el dom inio d el solar patagónico, conti enda p acíf ica en que los instrumentos y el emen tos d e lucha fu eron el esforzar pione ro de los co lo nos y los actos efectivos d e soberan ía nacional . El conf licto jur isd iccion al,
de airada discusión por momentos, halló tranquilo término al Concluir el siglo, div idi én dose ambos p reten d ien tes el territor io de
la discordia. Chile quedó con la Patag on ia occi d ental, parte importante de la Patag on ia interior y un p eq ueñ o sector d e la
oriental, en tanto que A rg en t in a recibió el resto d el vast ísimo
erial.
Entre tanto se definía el dominio ju risdiccional se d esarrollaban las epopeyas d el reco nocimiento geográfico-ci en tíf ico,
del pobla miento y de la civilización . En la prim era de estas em presas destacaron M usters, Simpson, Steffens, Fonck , Moreno,
Moyano y Lista entre muchos, permiti endo su inapreciabl e esfuerzo hacer al fin luz sobre la realidad g eográfica d el inter ior
patagónico. En las empresas del pobl amiento colonizador, d el d esarro llo económico y social -que alc anzaron proporci on es increibles para la época y el duro me dio geográfico- d est acaron
los pioneros, varones de fib ra excepci onal , h ijos d e d ist in tas razas cuyos h echos colman los anales pacíficos d el sur y cuy as figuras señeras fueron O scar V iel, Luis Pied ra Buena, Lew is Jones,
José Menéndez y M au ricio Braun y junto a ellos un mill ar d e
hombres anónimos cuya pu janza no por menos afamada f ue menos d ecisiva . Mención especial ísima merece en el campo d e la
civi lización y del d esarrollo religioso y social la obra d e San Juan
Bosco, por antonomasia el Santo d e la Patag on ia, que crey ó en
ella sin verla, profetizando su prodigioso progreso, y envió a sus
hi jos a contribuir a su conquista esp iritual y f ísica. Entre ell os
destacaron como palad ines hombres de la talla de Cagliero, Fag nano y Milanesio, sembradores todos de fecun da simiente esp iritual y civilizadora .
En el esfuerzo poblador y en el del d esarro ll o econ óm ico
y social d e la Patag on ia cupo un papel fun damental y d ec isivo a
Pun ta A renas, la modesta colonia d el Est recho , cuyos habitan tes
fueron los portadores del aliento vita l y los factores d e la m aravill osa empresa, atribuyéndo le a la m ism a un rol protag ón ico
que elev ó a niveles impensados su prosperi da d y adelanto, brin dándole un lustre mereci do como v erd ad era ge nera dora del pro-
greso austral.
A sí el afán labo rio so que no conoció límites ni d esmay o s
hizo florecer y producir la t ierra , fu ndó pueblos y ciu d ad es, levantó fábricas, creó fl o tas y m u lt iplicó los esta blecimien to s ru rales, promov ió la en señ an za e hizo surg ir la cu lt ura, y g eneró trabajo y prosperidad por doq u ier . Y las d ur as este p as y cordill eras hasta entonces infecundas se abri er on g en erosas al sudor v ivifi cador d e quien es hallaron en ell as la paz que p ro po rciona el
trabajo creador, y que en in fati ga ble anda r ab rie ro n anch o el
camino del progreso a las p oster iores g en eracion es q ue v ieron la
luz en la n ueva tie rr a d e prom isión , y a lo s hom b re s y m u jeres
que arribados al su el o aust ral suma ron su esfuerzo productivo al
constante prosp erar .
¿Qué prod u jo el m ilag ro d el afi ncamiento humano d onde
antes los ana les só lo hab ían reg ist rad o fra caso y d esv entu ra ?
Sin duda la d ist in ta motivación q ue impu lsó a los colonos que no
im agi naron la fác il riqueza que buscaron sus an tec eso res deslumbra dos p or la dorada leyenda. Tal v ez si por lo m ism o y porq ue
vieron que la ti erra no era precisam en te d e pan lleva r y porq ue
com prendieron b ien que era me ne ste r m ucha d ed icación y m ás
tenaci dad y constancia para o btene r el éxito. As í la Patag on ia v encid a po r el afecto de estos m od ernos conquistadores se d ejó fe cund ar y comenzó a entregar ex cele nte y cont in uad o frut o .
Este es el momento para reco rd ar con u nción al hombre
y a la m ujer patag ó n ico s, los que arribad os y establecid os en el
sue lo aust ral , en libre d ec isión, que para m uch os ha parecido haber car ecid o d e lógica , constituyer on con su p resenc ia y acción
el al ien to vivificador q ue in f und ió espí ritu a la mater ia d esp reciada e infamada por estéri l. El varón , ejem pl o v iv o d e p ujanza y
co raje, d on d e qu iera act uó , fuera en frenta n do la di f ícil Na t ura leza hasta domeñarla, fu era en el d iar io breg ar en el sen o d e la
b ullen te y a veces conflictiva com un id ad ur bana; la m ujer, adm ir ab le com pañera que ya desde antañ o d io p rueba sin igual d e
ente re za y v alo r al d ar a luz sus hi jos en la carreta pi on era o al
cui dar e l so litario hog ar cuan do el hombre lejano lab oraba d uro
par el mejor porvenir de los suyos. ¡Admirable conjunción y
complementación!, de ellos, de su fuerza espiritual y de su reciedumbre física se nutrieron sus hijos y los hijos de sus h ijos,
que han formado y forman la mejor riqueza que atesora la Patagonia , su mayor y más pura reserva, y cuya vivencia con f o rma el alma permanente de la tierra.
Mas si encomiable en grado superior la labor real izada,
la obra del Hombre en la Patagonia está todavía incompleta . En
lo económico, aguardan aún el aprovechamiento integral d e sus
recursos, inmensa reserva como es para el porvenir grandioso de
dos naciones, mediante la aplicación de más trabajo y n uev as
tecnologías, y en lo humano, el esfuerzo integrador, factor como ha sido, es y será el territorio austral de asociación íntima en tre los dos pueblos hermanos, estribando en ello sin duda su
más trascendente destino.
Para las comunidades del sur, la Patagonia es la patria ch ica en la patria grande; para unos y para otros, chilotes cont in en tales, aiseninos, magallánicos, santacruceños, chubutenses, ríon egrinos y neuquinos es lugar de nacimiento o de adopción, sit io
de afanes, amores y dolores, solar de ensueños, mañana de esperanzas.
Buscando el secreto de la consubstanciación que se ad vierte entre la tierra patagónica y el Hombre, hurgando en el
por qué del porfiado afincar, acaso demos con la razón que resume el encanto que emana de esta maravillosa región que se ex tiende inmensa al cabo del mundo, amparada eternamente
desde lo alto por la Cruz del Sur, visible en la fugaz ser enidad de la bruma occ idental o en el claro firmamento de la
estepa ; razón que tal vez tenga su mejor expresión y síntesis y
quizás la clave del secreto en aquella frase de hondo contenido
del explorador al emán, pronunciada al momento de la desped ida: "¡Patagonia, eres la tierra del hombre fuerte y d el alma libre!" .
Punta Arenas, 19 de Abril de 1970.
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