CONFORMACIÓN DE LA FAMILIA TRANSNACIONAL Y

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Nueva Época Año 2 No. 1
Enero-Junio2012
CONFORMACIÓN DE LA FAMILIA TRANSNACIONAL Y REORGANIZACIÓN DE
LA UNIDAD DOMÉSTICA
MILDRED ZULEIKA MEJÍA GARCÉS
JOSÉ LUIS ARRIAGA ORNELAS
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El siguiente artículo derivó de la investigación realizada durante 2004 y 2005, en
Porfirio Díaz, Estado de México; su objetivo fue conocer la reorganización de la
unidad doméstica y los mecanismos que en ella operan a consecuencia de la
migración de alguno(s) de sus integrantes. Los resultados evidenciaron un tipo de
familia trasnacional, cuyas relaciones entre los miembros distan de las familias
tradicionales; del mismo modo que las proyecciones de cada una de ellas.
INTRODUCCIÓN
La movilidad geográfica ha caracterizado al ser humano desde el momento mismo
de su aparición sobre la tierra y ha perdurado hasta convertirse en un fenómeno
mundial, de tal relevancia que ha sido objeto de numerosas investigaciones, tema
central en las agendas internacionales y en eventos como el que ahora nos convoca.
El interés más frecuente en los estudios de migración se centra en el acto
mismo de cambiar de lugar de residencia, así como en los factores que lo
determinan; también preocupan las dificultades que aquejan al migrante en el lugar
de arribo, pero es menor la atención brindada a lo que ocurre con las personas que
se quedan, aquellas que enfrentan la ausencia de quien, apartándose de su lugar de
origen y su familia, se traslada a otro lugar, generalmente en busca de una actividad
redituable económicamente. Esas familias que experimentan la partida de alguno de
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sus integrantes, y cuya unidad doméstica permanece en el lugar de origen, se
vuelven espacio digno de estudio.
Para entender esto de mejor manera es necesario precisar la diferencia entre
familia y unidad doméstica. El concepto de familia hace referencia a “individuos que
comparten vínculos de sangre, adopción y matrimonio; a un conjunto de personas
que se reconocen parte de una red de descendencia culturalmente reconocida”
(Acosta 2003:5). El tipo de familia que predomina en la sociedad actual es la nuclear
o elemental, constituida por el esposo-padre, la esposa-madre y los hijos solteros de
ambos. No obstante, también es posible encontrar grupos mayores, en cuanto a
miembros, a los que se conceptualiza como familia extensa, integrada por personas
de
tres
o
hasta
cuatro
generaciones,
que
pueden
incluir
parientes
no
consanguíneos.
Autores como Acosta afirman que la noción de familia es próxima, aunque no
idéntica a la de unidad doméstica, con todo y que por lo general coinciden y hasta
suelen confundirse (2003). La unidad doméstica no necesariamente constituye una
familia como tal, pero las familias generalmente tienden a constituir unidades
domésticas. Así, unidad doméstica se puede definir “como un grupo corresidencial
que comparte el consumo, asegurando su reproducción material a través de un
gasto común al cual todos aportan su porción” (Selby 1994:95).
De esta forma, utilizar el concepto de unidad doméstica resulta analíticamente
pertinente, porque, acotando la dimensión del parentesco, se destaca la de la
convivencia y las formas de relaciones de intercambios y solidaridad cotidiana entre
los miembros del grupo que conforma tal unidad.
Tomando como punto de partida esta distinción, resulta particularmente
interesante analizar el tipo de impacto que se experimenta al interior de este grupo
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con la ausencia (permanente, temporal o estacionaria) de uno de sus miembros.
Ante esta situación surgen varias preguntas, ¿qué consecuencias provoca la
migración internacional en la organización interna de la unidad doméstica?1, ¿puede
hablarse de una reorganización?, ¿qué tipo de familia resulta de ello? y ¿qué
características adquiere la sociedad para hacer posible la aceptación de ese nuevo
tipo de familia?
Así pues, los objetivos principales de este trabajo son, por un lado, determinar
los elementos más importantes de la reorganización de la unidad doméstica a partir
de la migración de uno de los integrantes de la familia y su consecuente
desprendimiento de la unidad doméstica. Y, por el otro, describir las características y
futuros escenarios de la familia transnacional, es decir, aquella que persiste más allá
de las fronteras nacionales, debido a que uno o varios de sus miembros se aparta de
la unidad doméstica, pero continúa formando parte de la familia, sólo que de un
nuevo tipo de ella.
El presente texto es producto de la investigación realizada en Porfirio Díaz,
una localidad del municipio de Villa Guerrero, Estado de México,2 durante 2004 y
1
Al igual que en el caso de la familia, existe una extensa tipología del fenómeno migratorio. Sin
embargo, para fines de esta investigación se hace referencia a la migración internacional de México
hacia Estados Unidos, que se favorece por las dificultades que actualmente enfrenta la función
productiva de las familias, principalmente en zonas rurales de México; así como por la diferencia de
salarios en un país y otro, por la incapacidad de brindar trabajo en nuestro territorio a la creciente
población joven, que ve en Estados Unidos una mejor calidad de vida. De modo que, condiciones
externas a la familia inciden en su dinámica interna, especialmente al considerar la migración como
estrategia de reproducción.
2
Esta entidad federativa se ubica en una zona que puede ser llamada de la nueva cantera migratoria,
o con indicios de una migración internacional que se incrementó recientemente, pues aunque los
primeros datos que registran la emigración hacia el país del norte son de principios del siglo XX, es
hasta la década de los ochenta, cuando la región cobró fuerza en este sentido. En 1944 los
mexiquenses representaron 3% de la migración nacional hacia Estados Unidos, pero 1964 sólo 1.2%,
lo que explica el alcance y la difusión del Programa Bracero. En 1974 fue de 1.3%; en 1980, 2.8%; en
1987, 2.4%. En 1988 se registró el mayor indicador de esa década (4.2%) y descendió nuevamente al
año siguiente (2.4%). Al inicio de la siguiente década se registró un porcentaje de 2.8; en 1995, al
recrudecerse la crisis, se registró un importante incremento hasta alcanzar 7.2%. Finalmente, en
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2005. A tal investigación la animó una inquietud antropológica por acercarse a la
dinámica interna de la unidad doméstica y los mecanismos que en ella se ponen en
marcha a consecuencia de la migración que, en un principio, fue una estrategia de
subsistencia; pero, después, se convirtió en una forma de vida, que no sería posible
sin una modificación del concepto de familia que la sitúe en la categoría de
comunidad transnacional. Cabe mencionar que la investigación privilegió la voz de
los integrantes de las unidades domésticas como fuente de información, debido al
interés de exponer la vivencia y percepción de cada uno de ellos con relación a este
proceso cada vez más extendido en el territorio mexiquense.
VER LA FAMILIA A TRAVÉS DE LA UNIDAD DOMÉSTICA
En la unidad doméstica es posible observar impactos trascendentales que son
generados
por
los
procesos
migratorios.
La
familia
puede
diferenciarse
analíticamente de la unidad doméstica, porque esta última se refiere a las personas
que, de manera permanente, son moradores de la vivienda, participantes del
consumo y gasto común, y no es necesaria la relación de parentesco entre los
miembros. Así pues, el migrante forma parte de una familia, pero justamente con su
partida, se desprende de la unidad doméstica que había conformado con sus
familiares. Incluso, es muy frecuente que en su lugar de destino se integre a una
nueva unidad doméstica (con paisanos, compañeros de trabajo, parientes de
segunda generación, etc.), lo cual no significa automáticamente que está fundando
una nueva familia y dejando de ser parte de aquella que dejó en el lugar de origen.
Más bien hace falta dar cuenta de las cosas que hacen posible la existencia de
2000, el Estado de México representó 8.1% de la migración nacional hacia Estados Unidos (González
2002:118).
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familias integradas por personas que se encuentran separadas geográficamente y
de cómo ello es posible mediante una reorganización de la unidad doméstica.
Con esta precaución metodológica, es posible acercarse al fenómeno de
migración internacional pensando que los miembros de la familia que se quedan en
la localidad mexicana de origen conforman una unidad doméstica y, al mismo
tiempo, cada una de tales unidades forma parte de un tipo de familia, la familia
transnacional que, en palabras de Alejandro Canales, son “familias estructuradas en
hogares localizados tanto en las comunidades de origen como en las de destino en
Estados Unidos” (2005:152). Constituyen grupos familiares en los que, a pesar de la
distancia geográfica entre el migrante y su familia, las relaciones no se fracturan, al
contrario, se apuntalan de distinta manera echando mano de dos elementos de
suma importancia por su contribución como mecanismos de enlace: los medios de
comunicación y las remesas.
La contribución de este trabajo consiste en proporcionar un acercamiento a la
realidad de estas familias, a través de la descripción relativa a las unidades
domésticas, que permita entender y explicar las diversas situaciones derivadas de la
ausencia de algún(os) miembro(os) de la familia y que, al mismo tiempo, haga
posible identificar los mecanismos de continuidad que operan en ésta, en un
contexto de migración internacional.
Para fines de la investigación se eligieron ocho familias con características
comunes, predominantes en la localidad donde se realizó el estudio; se trata de
familias nucleares que desde el inicio del matrimonio han tenido una residencia
neolocal. Además se eligieron considerando las etapas del ciclo de vida familiar en
la que se encuentran, es decir, se procuró analizar la situación de la familia durante
cada una de dichas etapas, las cuales son:
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1. Formación (desde el inicio del matrimonio hasta la procreación de los hijos).
2. Expansión (cuando los hijos tienen menos de siete años de edad).
3. Consolidación (cuando los hijos tienen entre siete y diecisiete años de edad).
4. Consolidación avanzada (cuando los hijos han cumplido la mayoría de edad).
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Durante la etapa de formación, el padre es el principal proveedor económico del
hogar, porque desde pequeño lo han preparado para ello, enseñándole la actividad
que realizaba su padre: agricultura, floricultura, albañilería, etc.3; en cuanto a la
madre, normalmente sus funciones están estrechamente ligadas a las actividades
domésticas y al cuidado de los hijos, labores a las que se dedica de tiempo
completo, siendo el hogar su ámbito de mayor importancia. Su colaboración en el
cultivo de la flor (actividad productiva de gran relevancia en la localidad Porfirio Díaz)
o su participación en asociaciones religiosas de la localidad se considera
secundaria; además dedican poco o nulo tiempo a la recreación y el ocio.
Como parte del proceso de investigación, se realizó una encuesta para
obtener datos sobre las características de los migrantes, en ella se observó que en
60% de los casos, los varones incurren en la migración desde que son solteros,
quienes, al llegar al matrimonio con este antecedente muy probablemente no
suspenderán sus traslados y estancias en Estados Unidos, motivo por el que su
esposa tendrá que asumir inmediatamente la jefatura del hogar.
Ante la migración, los roles tradicionales se flexibilizan y con ello la unidad
doméstica entra en una dinámica reorganizativa. En la mayoría de los casos, las
3
Adiestramiento que los padres migrantes (por su ausencia prolongada) ya no proporcionan a sus
descendientes, lo que provoca una significativa disminución de la participación del padre en la crianza
de los hijos. “El padre migrante suele ser semipresencial; puede, por temporadas cortas, intervenir en
la crianza de los hijos, pero se da más la imposición de reglas que espera sigan vigentes durante su
ausencia” (Schmukler 1998:308).
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esposas
de
los
migrantes
administran
los
gastos;
realizan
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actividades
remuneradoras (principalmente el comercio); asumen la jefatura de dicha unidad,
pero todo ello se incorpora a sus obligaciones tradicionales como esposa y madre;
de hecho en la vida cotidiana las mujeres asumen la responsabilidad de tomar
decisiones sin que haya necesidad de consultar a su esposo, a menos que se trate
de asuntos considerados más importantes o trascendentes para la familia.
Es entonces que los medios de comunicación habilitados para sostener los
vínculos familiares toman un papel protagónico. En Porfirio Díaz, el teléfono se ha
convertido en el instrumento que facilita la comunicación directa entre los integrantes
de la familia, que hace fluir la información desde la unidad doméstica hasta el padre
que se encuentra ausente, pero que consigue así, mantener su presencia como
miembro de la familia.
Concluida la etapa de formación, inicia la de expansión; en ella, tanto el padre
como la madre experimentan una mayor presión en cuanto al cumplimiento de sus
funciones, pues ambos carecen de la ayuda de sus hijos, dado que éstos son
todavía muy pequeños. La madre disminuye el tiempo dedicado a los quehaceres
domésticos, y se dedica al cuidado de sus hijos. Aunque en el periodo inmediato
posterior al parto, la mujer recibe ayuda de su madre, su hermana o su suegra,
después las cosas se complican, porque la mayoría de las familias en la comunidad
tienen una residencia neolocal y además los hijos comienzan a asistir a la escuela,
lo que genera nuevos gastos.
Debe decirse, sin embargo, que cuando el padre está ausente por haber
migrado en busca de mejores ingresos económicos, la relación entre madre e hijos
es muy estrecha, sobre todo durante los primeros años de vida de los infantes: ellos
pasan todo el tiempo con su madre, mientras ella realiza las labores domésticas. Al
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llegar el momento en que los hijos deben asistir a la escuela, la madre contrae más
responsabilidades, como llevarlos a la institución, asistir a juntas y festivales, por
mencionar algunas. Además las mujeres que tienen hijos en la escuela destinan
parte del dinero que les envía su esposo a inscripciones, útiles escolares, uniformes
y materiales que les piden; así como a las cooperaciones que se hacen dentro de la
institución escolar o el refrigerio de sus hijos. Debido a que hay familias con hasta
siete u ocho hijos, estos gastos se multiplican y aun son mayores cuando los hijos
continúan sus estudios en otra localidad, porque tendrán que pagar renta,
transporte, alimentos e inscripciones o colegiaturas; aparte de los gastos propios de
un estudiante.
Generalmente a las mujeres no les agrada que sus esposos se vayan a
Estados Unidos; pero tienen que aceptarlo, porque en el pueblo no hay trabajo más
que en el campo, el cual es temporal e insuficiente, y la demanda de fuerza de
trabajo es baja en comparación con la oferta. Un problema aun mayor es la
percepción de quien trabaja en el campo, que gana en promedio $2,400 mensuales.
¿Qué haría con ello si tuviera que pagar un parto de cesárea cuyo precio en la
cabecera municipal es de $10,000? No se necesita ser economista para decidir
trabajar en los Estados Unidos, donde reciben una paga por hora.
La madre, en ausencia del esposo, es responsable del cuidado de los bienes,
de vigilar lo relacionado con la instrucción escolar de sus hijos y de velar por su
salud llevándolos al doctor cuando sea necesario –ya que no hay quien la sustituya
en estas actividades–, desde luego, sin descuidar sus labores en el hogar, porque se
trata de una reorganización que tiene como objetivo conseguir que la familia
continúe cumpliendo sus funciones sociales. La madre, entonces, juega un papel
destacado dentro de la economía familiar, debido a que se vuelve administradora de
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los envíos monetarios de su esposo y es responsable de adquirir los bienes
directamente.
En los casos sometidos a estudio, la familia recurre a la migración como
principal o única fuente de ingresos, pues ha dejado de ser una unidad económica
de producción para convertirse en una unidad de consumo. La migración es vista
como la estrategia de reproducción a través de la cual se generan los ingresos
económicos necesarios para que la familia cumpla su función como unidad
económica, lo que genera una creciente dependencia de la migración.
Cuando los hijos crecen y la familia ha establecido una relación duradera,
inicia una nueva etapa: la de consolidación. Durante los primeros años de ésta, las
cosas no son muy diferentes a las de la etapa anterior; el padre continúa siendo el
único proveedor económico, aunque la familia ya puede disponer de más recursos
humanos al incorporar a los hijos a actividades productivas.
Las hijas ayudan a su madre en las labores domésticas y en el cuidado de
sus hermanos menores; ello contribuye a la incorporación de la madre en
actividades agrícolas, siempre y cuando el esposo esté de acuerdo. Por su parte, los
hijos pueden trabajar algunos días de la semana en la floricultura o ayudar también
en los quehaceres domésticos, en labores específicas como barrer, tender camas,
lavar trastes o llevar a pastar a los animales.
Cuando los hijos llegan a la adolescencia, sus padres les insisten en que
vayan a la escuela hasta terminar la secundaria, debido a que los muchachos ya han
manifestado su inquietud por irse a trabajar a los Estados Unidos al concluir la
educación básica. La otra alternativa que tienen los hijos de estas familias es
trabajar en su localidad hasta cumplir la mayoría de edad.
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Diferentes autores se han ocupado de mostrar cómo la migración de uno de
los miembros de la familia puede ser sólo el primer eslabón de una cadena que
terminará llevando a todo el grupo familiar al lugar de residencia del padre. Por
ejemplo, Schmukler afirma que “a medida que la migración se hace permanente se
tiende a llevar a la pareja y a los hijos a Estados Unidos, lo cual abre un contexto
diferente y otras perspectivas para el desarrollo de la familia y la paternidad”
(1998:308). En el caso de las familias de Porfirio Díaz, esto sucede en los últimos
años de la etapa de expansión y/o en los primeros años de la de consolidación,
cuando las condiciones son propicias para que una familia completa decida
trasladarse a los Estados Unidos. De no darse en este momento sería más difícil
hacerlo después.
Vale la pena detenerse en ciertos detalles presentes en esta comunidad que,
como en muchas otras, las familias se desenvuelven en un contexto migratorio en el
que ha aumentado el grado de escolaridad de las hijas. De las familias incluidas en
el estudio, 50% tienen casos de mujeres adolescentes que, después de concluir su
educación básica, han ingresado a instituciones escolares de niveles medio y
superior, lo cual implica un desplazamiento hacia el exterior de la localidad y gastos
mayores. Otro 25% de los casos cuenta con niñas que, aun cuando se encuentran
en el nivel educativo básico, han decidido –junto con sus padres– que deberán
proseguir con sus estudios, que consideran su principal responsabilidad.
Las personas que fueron entrevistadas con motivo de la investigación
explicaban este fenómeno con base en la idea de que es su obligación propiciar la
superación personal de sus hijos y procurar un bienestar para ellos en lo futuro, pues
ya no habrá ni tierra ni trabajo que heredarles. Además, para el caso de las hijas
argumentan que, al contar con estudios, pueden aspirar a un trabajo bien
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remunerado y, con ello, obtener un nivel de vida adecuado, aunque todo esto no las
exime de la ayuda que tienen que brindarle a su madre en las labores domésticas
mientras permanezcan en casa.
En el caso de los hijos varones las cosas son diferentes. El estudio reveló que
los adolescentes, al concluir su educación básica, no tienen como principal
aspiración el continuar estudiando. De hecho en 59% de los casos de varones
migrantes, su primer traslado tuvo lugar entre los 15 y 19 años de edad, lo cual no
parece modificarse en las generaciones actuales: los hijos, incluso con el apoyo de
los padres, comenzarán a planear su migración hacia los Estados Unidos desde
temprana edad, principalmente porque el papel que se les ha asignado sigue siendo
el de convertirse en fundadores de nuevas familias, cuya función será la de
proveedores económicos. Así que su prioridad, concluida la educación básica, será
ingresar al mercado laboral y su primera opción es migrar, aprovechando, incluso,
las redes sociales ya establecidas a ambos lados de la frontera.
Con todo y lo anterior, una de las cosas que reveló el estudio es que hay una
paulatina modificación en los procesos migratorios en la localidad de Porfirio Díaz.
Actualmente, la migración no sólo implica el éxodo de los hombres, sino también,
ahora, el de algunas mujeres adolescentes y jóvenes. En la encuesta antes referida
se aprecia que 7.3% de los casos de migrantes corresponde a personas del sexo
femenino. Esta incorporación al mercado laboral plantea la posibilidad de que en el
futuro, cuando ellas se casen, también asuman el papel de proveedoras
económicas.
Finalmente llega la etapa de consolidación avanzada de las familias, en la que
el matrimonio superó ya una infinidad de obstáculos con el fin de preservar la familia
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y cumplir las funciones deseadas. Para entonces, es posible que otros miembros de
la familia se asuman como proveedores económicos: el padre ya no tiene esa
responsabilidad de forma exclusiva y seguramente suspenderá sus traslados a
Estados Unidos y permanecerá definitivamente en la localidad.
Igualmente es probable que varios de sus hijos ya se encuentren laborando
en los Estados Unidos (de algún modo ocupando el lugar que el padre ha dejado) y
envíen dinero para gastos cotidianos de la unidad doméstica –conformada ahora por
padre-esposo, madre-esposa, hijos menores y quizá hasta una nuera–; para invertir
en cultivos, si es que poseen terreno o si rentan alguno; o bien para invertir en algún
comercio del cual se hará cargo la madre, si se trata de una miscelánea, de una
dulcería, de una papelería, o simplemente vender antojitos mexicanos. Cabe señalar
que las hijas que no continúan estudiando también se emplean en algún trabajo, si
es que son solteras con el objetivo de contribuir al ingreso familiar.
Si la mayoría de los hijos ha abandonado el hogar de sus padres, la carga de
trabajo para la madre disminuye, pero si aún hay varios hijos en casa, con el dinero
que le envían sus hijos o hijas podrá pagar los servicios de una persona que le
ayude ocasionalmente con los quehaceres del hogar.
EMERGENCIA DE LA FAMILIA TRASNACIONAL
En suma, la investigación realizada ha permitido obtener evidencia de que en el
caso específico de la localidad sometida a estudio, la situación de la familia en un
contexto de migración internacional es la siguiente: por un lado, la división sexual del
trabajo que caracteriza a la familia tradicional, en general, se ha mantenido. Este
modelo tradicional se caracteriza por “una división rígida de derechos y deberes, de
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espacios y de ámbitos de acción de acuerdo al género y edad, ello se evidencia en
el hecho de que las madres sean amas de casa de tiempo completo, así como que
el hombre se erija como el proveedor único de la familia” (Estenoi 1996).
Por otro lado, estas familias se acercan más al modelo moderno que propone
Martine Segalen. Se trata de un grupo nuclear en el que el hogar y el trabajo están
separados; el hogar es el centro de consumo, los hijos no heredan en automático el
estatus y el rol de los padres, por lo que la movilidad geográfica y social son
importantes para lograr la propia posición social.
En cuanto a la variante de familia que se especuló podía existir en estas
circunstancias, se concluye que se refiere a un tipo de familia transnacional, aquella
que se configura a partir de hogares situados a uno y otro lado de la frontera entre
México y Estados Unidos, constituyendo nuevas realidades sociales por encima, o
más allá, de la separación geográfica de los lugares de procedencia o de destino de
los migrantes. Este tipo de familia se caracteriza por los siguientes elementos:
a) La desterritorialización de las relaciones familiares: la distancia y los
periodos de migración, aunque sean prolongados, no provocan la desarticulación de
la familia. Sí hay una reorganización de la unidad doméstica, pero ello persigue
precisamente mantener a la familia ejerciendo plenamente sus funciones. Esto no
sería posible sin la habilitación de algunos instrumentos como canales de
comunicación: en el caso de la localidad Porfirio Díaz, el teléfono y, en menor
medida, el servicio postal hacen posible la comunicación frecuente entre el migrante
y la unidad doméstica que sigue formando su familia en el lugar de origen.
Sumado a esto se encuentran las remesas de dinero, que son indispensables
para la reproducción de la unidad doméstica y la conservación de las relaciones del
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migrante con su familia. Además, cuanto más estrecha sea la relación de
parentesco, menos probable será que la distancia afecte de modo adverso a la
familia, aunque sí lo haga a la unidad doméstica, propiciando su reorganización.
b) La conyugalidad a distancia: se manifiesta en la unión de los cónyuges
sostenida a distancia, en la obligatoriedad de fidelidad (sobre todo femenina), en el
cuidado y la atención que las mujeres deben prodigar a los hijos y a los bienes
materiales de la familia que se encuentran en la unidad doméstica, así como en el
desempeño del esposo en su papel de proveedor económico y cabeza de familia,
aun sin su presencia física.
La naturalización de este estado en la localidad ha conseguido el
reconocimiento público de las familias con relaciones desterritorializadas. Hoy existe
tal legitimidad de la conyugalidad a distancia, la cual se refuerza mediante llamadas
telefónicas, el envío de cartas, de enseres domésticos y regalos adquiridos en
Estados Unidos. Ninguna de las mujeres que permanece sola o con sus hijos es
mal vista por el resto de la comunidad, debido a que la concepción de familia se ha
modificado en el imaginario de los habitantes de Porfirio Díaz al grado de incluir
aquellas con una conyugalidad a distancia.
c) La paternidad semipresencial: mientras el esposo-padre continúe fungiendo
como proveedor económico de la familia –aunque para ello se vea compelido a
separarse de la unidad doméstica de manera temporal o permanente–, tendrá el
reconocimiento como figura de autoridad. Así, las negociaciones entre esposos para
la toma de decisiones (mediadas por el teléfono, el correo y las propias remesas de
dinero que envía) se mantienen vigentes y son continuas; incluso, en algunos casos,
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el esposo mantiene sus imposiciones, sin que ello sea contrarrestado por su
ausencia.
Esta autoridad de la que el padre goza, aun sin estar presente físicamente en
la unidad doméstica, la asumen tanto los hijos como la esposa –que inclusive puede
ser respaldada por los abuelos– y se convierte en mecanismo de continuidad de la
familia en el caso de Porfirio Díaz.
d) Reproducción económica y social con base en el envío de remesas: las
remesas conforman un fondo salarial que establece la articulación económica entre
distintos miembros de una misma familia. Este flujo de recursos económicos
adquiere un carácter transnacional y se convierte en un elemento sustancial para los
procesos de reproducción cotidiana de la familia, desplazando significativamente a la
agricultura que ya no se desarrolla en la unidad doméstica como fuente de
financiamiento que involucre a todos los miembros de la familia.
Estos cuatro elementos que caracterizan al nuevo tipo de familia en Porfirio
Díaz son el resultado de un proceso a través del cual la migración pasó de ser una
estrategia de subsistencia complementaria para convertirse en una estrategia de
reproducción. Esto es, inicialmente, cuando los recursos obtenidos por medio de la
agricultura comenzaron a resultar insuficientes para el sostenimiento de la familia, se
buscaron otras estrategias de carácter económico. Se recurrió a la migración para
satisfacer las necesidades familiares; se trataba de una medida extrema, pero
complementaba la agricultura. Con el paso del tiempo, la migración se perpetuó y,
paulatinamente, se convirtió en una estrategia de reproducción que desplazó en
importancia a la agricultura.
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La conjunción de los factores anteriores, inevitablemente, culmina en la
modificación del concepto de familia, en la cual los miembros no necesariamente
están juntos. A consecuencia de ello la unidad doméstica se reorganiza a partir de la
separación de uno o varios de sus miembros de forma temporal o permanente.
Gracias a la aceptación de esta nueva familia es posible mantener el flujo migratorio
sin quebrantar la unidad funcional de la familia y el papel social de ésta.
Esta pervivencia de la familia posibilitada por la reorganización de la unidad
doméstica detona una serie de procesos que ahora sólo pueden advertirse, pero que
el tiempo permitirá ver sus reales expresiones. La investigación que da vida a este
trabajo únicamente admite sostener que, en la medida que la migración se
mantenga como estrategia de reproducción, la familia transnacional seguirá
predominando. Si los jóvenes se incorporan al fenómeno migratorio a temprana
edad, habrá mayor probabilidad de que al formar una familia residan con ella en el
extranjero. Esto porque, en primer término, con la paternidad semipresencial se
debilita el dispositivo que servía para transmitir de padres a hijos una herencia
consistente en el arraigo a la tierra, el aprendizaje de un oficio o la transmisión del
estatus. Acaso la herencia que ahora se otorga tiene que ver más con las redes
sociales que sostienen los flujos migratorios y con la experiencia necesaria para
desenvolverse en el otro lado, que con la actividad agrícola o los oficios por
desempeñar en el lugar de origen.
En segundo término, el incremento en el grado de escolaridad de las hijas,
financiado por las remesas de dinero, amplía una brecha entre ellas y sus
potenciales maridos, dado que éstas adquirirán con el estudio aspiraciones de
autonomía y autosuficiencia, las cuales las harán poco compatibles con los varones
de su propia localidad que se convierten en migrantes desde la adolescencia y
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esperan contraer matrimonio y, formar una familia con mujeres que cumplan el papel
de amas de casa, situación que ya no será tan segura. Las nuevas generaciones de
mujeres estudian con el propósito de incorporarse al sector laboral en el futuro, lo
que provoca el aplazamiento del matrimonio y la maternidad, porque se están
habilitando para convertirse en proveedoras económicas, siempre y cuando se unan
a un varón que esté de acuerdo con ello.
Así que, dependiendo del contexto que mayor influencia tenga sobre los
varones migrantes de las nuevas generaciones, será la situación de su cónyuge,
pues en Estados Unidos es común que las mujeres aun casadas trabajen fuera del
hogar; en cambio, en Porfirio Díaz los hombres son educados bajo la consigna de
que ellos deben ser los proveedores económicos.
En estos momentos existe cierta divergencia en la educación según el sexo,
porque mientras a los hombres se les asigna una papel tradicional en cuanto a sus
deberes y derechos; a la mujer se le brinda la oportunidad de estudiar hasta un nivel
superior de educación formal, lo que implica modificar sus funciones, que
necesariamente se manifestarán cuando estas generaciones decidan formar su
propia familia.
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