LA DECLARACIÓN UNIVERSAL SOBRE EL GENOMA HUMANO Y LOS DERECHOS HUMANOS QUINCE AÑOS DESPUÉS DE SU APROBACIÓN Vanesa Morente Parra Profesora-Coordinadora del Área de Derecho de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente (Cali-Colombia). El día once de noviembre del año en curso se cumplen 15 años de la aprobación en el seno de la UNESCO de la Declaración Universal sobre Genoma Humano y Derechos Humanos (DUGHDU). El origen de esta norma jurídica internacional se encuentra en la decisión que en 1993 adoptó el Comité Internacional de Bioética de la UNESCO –presidido por la jurista francesa Noëlle Lenoir- de dar comienzo a los trabajos preparatorios para la elaboración de un instrumento jurídico internacional que regulara y protegiera el genoma humano. Para ello se creó una Comisión Jurídica integrada por veintiún miembros, los cuales estaban presididos por el reputado jurista chileno Héctor Gros Espiell. Una vez que dicha Comisión obtuvo un borrador más o menos definitivo, se abrió un espacio de opinión tanto para los representantes gubernamentales de los ciento ochenta y seis Estados integrantes de la UNESCO, como para los representantes de organismos gubernamentales y no gubernamentales, así como para los representantes de la comunidad científica internacional. Cuatro años después, el 11 de noviembre de 1997, la Conferencia General de la UNESCO aprobaba, en su 26ª sesión plenaria, la DUGHDH con carácter universal, ya que fue firmada por todos los Estados miembros de la UNESCO. Como es sabido, lo que motivó la aprobación en el seno de la UNESCO de una norma jurídica de carácter universal que regulara y garantizara las técnicas biotecnológicas, que tuvieran por objeto al “genoma humano”, fue el imparable avance de la biología fundamentalmente. Es innegable que la ciencia biotecnológica y biomédica ha experimentado un asombroso avance en los últimos cincuenta años, dando como origen lo que ha venido a denominarse la Nueva genética. En el marco propio de la Nueva genética se han desarrollado de manera vertiginosa las prácticas de análisis genéticos, las tecnologías de manipulación e ingeniería genética –cuyo material de trabajo es el ADN recombinante-, y la técnica de la clonación de organismos complejos. No obstante, para poder avanzar y profundizar en estas técnicas biotecnológicas es preciso conocer en profundidad la composición genética humana, es decir, la receta biológica que nos hace humanos. Precisamente por ello, en el último cuarto del siglo pasado, se puso en marcha el ya conocido como Proyecto Genoma Humano (PGH). Si bien es cierto que este proyecto, iniciado a mediados de los años 80, se convirtió en una de las más importantes apuesta científicas del siglo XX, no lo es menos el hecho de que, en realidad, nació con una finalidad meramente militar como consecuencia de una iniciativa adoptada por el Departamento de Energía de los EE.UU. (DOE). Transcurridos unos años el PGH adoptó unas dimensiones científicas de mucho mayor calado de las previstas en su inicio, de ahí que a partir de un determinado momento la institución que pasó a liderar el desarrollo del proyecto hasta su conclusión fue la National Institute of Health, ya que se trataba de una institución más familiarizada con la biomedicina. En 1991 el PGH adoptó dimensiones internacionales por lo que se crea, en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, la Organización del Genoma Humano, la HUGO (Human Genome Organization) perteneciente a la UNESCO, con una finalidad coordinadora de los diversos proyectos de investigación existentes en el mundo al respecto. Finalmente, el día 26 de junio de 2000, el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, el señor Clinton, conjuntamente con el Primer Ministro británico, el señor Blair, informan al mundo de la conclusión del proyecto, a través de la publicación del cartografiado completo del genoma humano. Del mismo modo, piden la colaboración internacional para abordar las implicaciones jurídicas, sociales y éticas del conocimiento del genoma humano y garantizar un uso responsable de la información. Es por ello que solo dos años después, en el año 2002, la UNESCO somete a evaluación la implementación de la DUGHDH a todos los Estados miembros, a efectos de calibrar en qué medida éstos han adaptado sus legislaciones internas a la literalidad de los derechos humanos y de los principios que en la DUGHDH se contemplan. Y ¿qué derechos humanos específicos se reconocen en la DUGHDH? La Declaración abre su articulado afirmando que: “El genoma humano es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su dignidad intrínseca y su diversidad. En sentido simbólico, el genoma humano es el patrimonio de la humanidad”. Y prosigue afirmando que: “cada individuo tiene derecho al respeto de su dignidad y derechos, cualesquiera que sean sus características genéticas. Esta dignidad impone que no se reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete el carácter único de cada uno y su diversidad”. Por tanto, la dignidad humana es el criterio axiológico vertebrador de la DUGHDH, y esa dignidad humana se entiende como una cualidad intrínseca a la especie humana, la cual viene definida por una determinada composición biológica y que no es otra que el genoma humano. Simplificando el contenido y la estructura de la DUGHDH, podría afirmarse que la dignidad humana se canaliza a través de cuatro principios básicos que, a su vez, se manifiestan en determinados derechos humanos. A) Principio de no discriminación por razones genéticas: de una parte, supone la prohibición de reducir a una persona a sus meras características genéticas; de otra parte, supone no discriminar a ninguna persona por sus cualidades genéticas. B) Principio de respeto a la autonomía individual: por un lado, supone la obligación de obtener previamente a la realización de cualquier investigación científica el consentimiento libre e informado del sujeto paciente; de otro lado, se reconoce el derecho a no conocer los resultados obtenidos tras la realización de un análisis genético. C) Principio de respeto a la integridad genética: supone la rotunda prohibición de aquellas técnicas de intervención genética que sean o puedan ser contrarias a la dignidad humana. D) Principio de respeto a la intimidad: en todo caso el tratamiento que se le debe dispensar a la información genética debe ser confidencial y secreto. Llegados a este punto podríamos preguntarnos si estos principios básicos y los derechos humanos a la autonomía, integridad e intimidad en los que aquéllos se concretan se encuentran garantizados en la actualidad. Es decir, transcurridos quince años desde la aprobación de la DUGHDH y diez desde su evaluación por parte de los Estados miembros, ¿podemos afirmar que no ha cambiado nada en el panorama científico de estos últimos quince años que pueda poner en riesgo real a los derechos humanos reconocidos en la DUGHDH? Para poder dar respuesta a estas cuestiones, primero, habría que analizar cuáles son las vías de desarrollo de la ciencia actual. En este sentido, podría afirmarse que el avance científico en materia de genética humana ha puesto su acento en los últimos años en desarrollar y perfeccionar, fundamentalmente, tres técnicas científicas: a) los análisis genéticos; b) las intervenciones genéticas; y c) la clonación. Un análisis genético es aquel “procedimiento destinado a detectar la presencia, ausencia o modificación de un gen o cromosoma en particular, lo cual incluye las pruebas indirectas para detectar un producto genético u otro metabólico específico que sea indicativo ante todo de un cambio genético determinado”. Como consecuencia de esta práctica o técnica clínica se obtiene lo que se ha venido a denominar “información genética”, derivada directamente del “ADN codificante”, es decir, de la parte de nuestra carga genética –sólo un 10%- que nos identifica e individualiza como seres únicos e irrepetibles. Este tipo de información clínica presenta la peculiaridad de ser una información excepcional, ya que se trata de una información involuntaria; permanente e inmutable; indestructible; diacrónica, pues nos habla del pasado, del presente y del futuro biológico de una persona; singular ya que hace único e irrepetible a cada ser humano; familiar, pues conecta al sujeto fuente con una familia biológica determinada; y, por último, étnica, ya que puede identificar la procedencia racial o étnica del sujeto fuente. Parece que la Conferencia General de la UNESCO enseguida se hizo consciente de la excepcionalidad que presentaba la información genética humana y, por consiguiente, de la necesidad de aprobar, a nivel universal, un instrumento jurídico ad hoc que regulara y garantizara la protección de la información genética humana. De ahí que el 16 de octubre de 2003 se aprobara la Declaración internacional –no es universal porque no fue firmada por todos los Estados miembros de la UNESCO- sobre los Datos Genéticos Humanos (DIDGH), que se entiende viene a profundizar y complementar lo enunciado en la DUGHDH. Si bien es cierto que la DIDGH viene a delimitar qué debe entenderse por “datos genéticos y proteómicos humanos” y qué tipo de tratamiento y protección jurídica requieren, no es menos cierto el hecho de que deja sin resolver algunas cuestiones. Una de estas cuestiones sin resolver es el tratamiento de “dato sanitario” que se le otorga al dato genético, cuando en realidad la información genética no sólo proporciona datos relativos a la salud del sujeto fuente, sino que también nos puede informar acerca de su procedencia racial o étnica, tal y como hemos afirmado anteriormente. Otra de esas cuestiones sin resolver es la falta de garantía jurídica de la que es objeto la información genética al encontrarse regulada y custodiada por derechos humanos que presentan una clara naturaleza individualista, cuando, como ya se ha indicado, la información genética puede ser tridimensional, ya que se trata de una información personal, familiar e incluso étnica. Por último, otra de las problemáticas jurídicas que se ha presentado en los últimos años en relación también con la información genética es la que se ha derivado de un estudio científico reciente -realizado en la última década- tras el cual se ha podido concluir que el denominado “ADN no codificante”, en realidad no es “ADN basura”. Hasta la fecha, este tipo de ADN solo proporcionaba un reconocimiento de nuestro perfil genético, pero no un conocimiento de nuestras características genéticas particulares. Actualmente, y gracias a este estudio científico realizado en la comunidad universitaria española, este tipo de ADN presenta funciones hasta el momento desconocidas, pero que podrían ser de especial relevancia biológica. Dichas funciones consisten groso modo en constituir espacios de unión para las proteínas reguladoras específicas, las cuales serán las encargadas de controlar la expresión de determinados genes. La función de estas proteínas reguladoras es esencial para el correcto funcionamiento de las células, de los tejidos y del organismo en general. Parece por tanto, que el tratamiento que se le debería dispensar a la información derivada del ADN no codificante debería ser similar, sino igual, al que se le dispensa a la información derivada del ADN codificante, ya que también parece proporcionar conocimiento de características genéticas concretas y, por tanto, información biológica de carácter personal. Sin restarle importancia a la técnica del análisis genético, podría afirmarse que quizá el ámbito científico que goza en la actualidad de verdadero protagonismo es el ámbito propio de lo que se ha denominado “manipulación genética”. Dentro de la categoría general de “manipulación genética”, encontramos una técnica biotecnológica concreta denominada “ingeniería genética” y que se encuentra integrada por aquel conjunto de técnicas que operan con “ADN recombinante”. El ADN recombinante son moléculas de ADN que provienen de fuentes distintas y que han sido artificialmente cortadas y ensambladas entre sí in vitro –es decir, fuera de un organismo vivo-para formar una molécula híbrida de ADN que normalmente no se encuentra en la naturaleza. Las intervenciones genéticas sobre el genotipo de un ser humano pueden tener una doble finalidad. Por un lado, pueden tratarse de intervenciones genéticas con finalidad terapéutica, es decir de terapias génicas sobre células somáticas. Por otro lado, puede tratarse de intervenciones con finalidad perfectiva o de mejora. La terapia génica, en un sentido amplio, consiste en la práctica de “una técnica terapéutica mediante la cual se inserta material genético -un gen funcional- en las células de un paciente humano para corregir un defecto genético o para dotar a las células de una nueva función”. Por su parte, las intervenciones genéticas perfectivas buscan la manipulación de ciertos genes para potenciar cualidades que se entienden deseadas por la sociedad actual, como es el caso del aumento del coeficiente intelectual. Tanto si se trata de terapias génicas, es decir de intervenciones genéticas con finalidad terapéutica, como si se trata de técnicas de intervención genética perfectivas, se afecta a lo que se ha denominado “patrimonio genético”. El patrimonio genético queda protegido en la DUGHDH tanto en su dimensión colectiva, como en su dimensión individual. En su artículo primero, la DUGHDH determina que el genoma humano es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y, en sentido simbólico, entiende el genoma humano como el patrimonio de la humanidad. Por su parte, la protección del genoma humano en su dimensión individual podemos localizarla en el artículo 10 de la DUGHDH donde se afirma que “ninguna investigación relativa al genoma humano ni ninguna de sus aplicaciones, en particular en las esferas de la biología, la genética y la medicina, podrá prevalecer sobre el respeto de los derechos humanos, de las libertades fundamentales y de la dignidad humana de los individuos o, si procede, de grupos de individuos”. No obstante, parece que las controversias éticas planteadas en la actualidad vienen determinadas en su gran mayoría por las intervenciones genéticas de carácter perfectivo. Este tipo de intervenciones se apoyan en ideologías liberales de carácter radical que llegan a considerar la mejora o el perfeccionamiento de la prole como un deber moral de los progenitores. La filosofía del “Human Enhancement” viene a reivindicar este tipo de intervenciones genéticas con la finalidad de que la humanidad cumpla con su deber moral de mejorar a la especie eludiendo la enfermedad, la senectud e incluso la muerte. Si atendemos a la literalidad de la DUGHDH ha de afirmarse que esta norma no entra a regular en profundidad las técnicas de intervención genética con finalidad perfectiva, únicamente se limita a poner un límite moral y legal de carácter general que viene determinado por la dignidad humana y los derechos humanos. Pero ¿podemos entender que las técnicas de intervención genética perfectivas vulneran la dignidad humana y los derechos humanos? A priori, no podemos afirmarlo, sobre todo si lo que las técnicas de mejora genética buscan es potenciar cualidades psicofísicas que se entienden muy valiosas en las sociedades occidentales actuales, como es el caso de gozar de un elevado coeficiente intelectual. Es por ello que las manifestaciones normativas de la UNESCO al respecto han sido hasta la fecha ciertamente insuficientes, sobre todo si tenemos en cuenta que el discurso del perfeccionamiento cada vez adquiere mayor apoyo científico. Una oportunidad perdida para la UNESCO de regular las intervenciones genéticas perfectivas ha sido la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos aprobada el 19 de octubre de 2005 (DUBDH). En este instrumento jurídico, la UNESCO se limita a reiterar el principio de respeto a la dignidad humana y a los derechos humanos, así como a incidir de nuevo en que los intereses y el bienestar de la persona deberían tener prioridad con respecto al interés exclusivo de la ciencia o la sociedad. No obstante, la DUBDH sí procede a reforzar la garantía del genoma humano en un sentido colectivo -entendido éste como patrimonio de la humanidad- a través de una especial protección de las generaciones futuras. Dicha protección jurídica especial y expresa de las generaciones futuras se manifiesta en el artículo 16 de la DUBDH, donde se afirma que “se deberían tener debidamente en cuenta las repercusiones de las ciencias de la vida en las generaciones futuras, en particular en su constitución genética”. Si llegáramos a entender que cualquier intervención perfectiva realizada en el genotipo de un individuo concreto podría afectar a la composición del genoma humano entendido éste como patrimonio de la humanidad, entonces habríamos de concluir que, en pro del respeto a la integridad genética de las generaciones futuras, cualquier intervención de mejora genética debería estar prohibida por todos los Ordenamientos jurídicos de los Estados miembros tanto actualmente como a futuro. Por su parte, la técnica de la clonación reproductiva sí ha quedado taxativamente prohibida por la DUDHGH al entenderla como una técnica contraria a la dignidad humana. Por ello, insta a los Estados miembros y a las organizaciones internacionales competentes a que cooperen para identificar estas prácticas y a que adopten en el plano nacional o internacional las medidas que corresponda, para asegurar el cumplimiento de lo establecido en la propia DUGHDH. Ha de entenderse, por tanto, que la clonación que ha sido conceptualizada como “clonación terapéutica” no sólo no queda prohibida por la DUGHDH, sino que ni siquiera se alude a ella, quizá por entender que todos los Estados miembros la contemplan como una técnica legal por tener una clara finalidad terapéutica. No obstante, la diferenciación entre clonación reproductiva y clonación terapéutica es un tanto superflua, ya que según la Enciclopedia de Bioética y Bioderecho debemos entender por clonación terapéutica, o no reproductiva, “la aplicación de las técnicas de la clonación (gemelación, transferencia de núcleos) con la finalidad de dar origen a cultivos de tejidos y de órganos, partiendo de células troncales del embrión así originado”. Es decir, que incluso la clonación terapéutica requiere de la reproducción de un genotipo dado, a través de la creación deliberada de un embrión que será el que suministre el material genético. Precisamente por eso, resulta un tanto incomprensible cómo la DUGHDH pudo eludir la regulación y delimitación de una técnica que no ha dejado de ser controvertida dentro de la comunidad científica universal, ya que, como se acaba de señalar, conlleva la creación de un embrión ad hoc derivado del núcleo de una célula somática adulta. No obstante, parece que la dinámica biotecnológica actual está encaminada a potenciar más el desarrollo terapéutico de las células pluripotentes inducidas -que poseen la capacidad de convertirse en cualquier tipo de célula especializada- y de las células madre adultas, cuyo núcleo guarda toda la información genética necesaria para el desarrollo de un ser adulto, un clon, siendo en esta capacidad equivalente a un cigoto recién fecundado. Estas nuevas técnicas de clonación terapéutica están cosechando éxitos cualitativa y cuantitativamente notables, mientras que la investigación con células troncales embrionarias, tras más de diez años de trabajo, no han proporcionado resultado terapéutico alguno. Precisamente por la indeterminación científica y normativa al respecto, la UNESCO debería pronunciarse sobre estas cuestiones aprobando una norma jurídica de carácter universal que proporcionara los parámetros normativos internacionales a los que se deberían ajustar todos los Ordenamiento jurídicos de los Estados miembros. Todo ello con la única finalidad de encauzar las investigaciones sobre clonación terapéutica y generar así mayor seguridad jurídica al respecto.