La formación de los grandes comunicadores

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La formación de los grandes comunicadores
Joseph S. Nye
Quizás el ejemplo más notable de liderazgo basado en la capacidad de comunicarse sea
Barack Obama, que ha dado tres veces la cantidad de entrevistas que George W. Bush y ha
sostenido cuatro veces más conferencias de prensa que Bill Clinton en esta etapa de sus
respectivas presidencias. Algunos críticos ahora se preguntan si, a fin de cuentas, tanto hablar
es algo bueno.
Todos los líderes inspiradores se comunican con eficacia. A menudo, Winston Churchill atribuía
su éxito a su buen dominio del idioma inglés. Los antiguos griegos tenían escuelas de retórica
para afinar sus destrezas ante las multitudes de las asambleas. Cicerón dejó su marca en el
Senado Romano tras estudiar oratoria.
Las buenas habilidades retóricas ayudan a generar poder blando. Woodrow Wilson no fue un
estudiante brillante de niño, pero estudió oratoria por sí mismo porque consideraba que era
esencial para un líder. Martín Luther King se benefició de crecer en una tradición religiosa
afroamericana de gran riqueza de ritmos de la palabra hablada. Clinton fue capaz de combinar
cierta teatralidad con historias narrativas y una habilidad general de comunicar argumentos.
Según su equipo, a lo largo de su carrera ha desarrollado y mejorado esta característica de
manera gradual.
Sin embargo la oratoria y la retórica inspiradora no son las únicas formas de comunicación con
las cuales los líderes enmarcan los problemas y comunican significado a sus seguidores. No se
puede decir que Alan Greenspan, ex presidente de la junta de la Reserva Federal, haya sido un
orador inspirador, pero los mercados y los políticos estaban pendientes de cada una de sus
palabras, y adaptaba los matices de su lenguaje para reforzar la dirección en que deseaba
guiar la política monetaria. Lamentablemente, como lo demostró la crisis financiera de 2008,
habría sido mejor si los comités del Congreso lo hubieran presionado a comunicarse con mayor
claridad.
Las señales no verbales son también un componente importante de la comunicación humana.
Los símbolos y ejemplos pueden ser muy eficaces. Algunos líderes inspiradores no son
grandes oradores (pensemos, por ejemplo, en Mahatma Gandhi). Sin embargo, el simbolismo
de su sencilla vestimenta y estilo de vida decía más que cualquier palabra.
Si uno compara esas imágenes con fotografías de un joven e inseguro Gandhi vestido de
correcto abogado británico, puede ver cuán profundamente comprendió la comunicación
simbólica. Se aseguró de que acciones tales como la famosa marcha de la sal de 1930
mantuvieran un ritmo lento, que permitiera ir elevando gradualmente el drama y la tensión. La
marcha fue diseñada para la comunicación, no para el motivo manifiesto de resistirse a la
prohibición del gobierno colonial de fabricar sal.
T.E. Lawrence (“Lawrence de Arabia”) también comprendió cómo comunicarse con símbolos.
Cuando acudió a la Conferencia de Paz de París al término de la Primera Guerra Mundial,
vestía un traje beduino para subrayar la causa árabe. Un año después, en una conferencia en
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El Cairo que negociaba las fronteras de la región, pasó a vestir el uniforme de oficial británico
mientras participaba en intensas y difíciles negociaciones. O, para tomar un ejemplo
contemporáneo, el empresario británico Richard Branson superó la dislexia y los malos
resultados académicos utilizando eventos y ardides publicitarios para promover sus marcas
Virgin.
Además de comunicarse con públicos distantes, los líderes necesitan la habilidad de
comunicarse cara a cara o en grupos pequeños. En algunos casos, esa comunicación cercana
es más importante que la retórica pública.
Las destrezas organizacionales -la habilidad de atraer e inspirar un círculo interno eficaz de
seguidores- pueden ayudar a compensar las deficiencias retóricas, tal como una retórica
pública eficaz puede en parte compensar la escasez de destrezas organizacionales. Hitler tenía
buenas destrezas para comunicarse tanto con públicos distantes como con pequeños círculos
de allegados. Stalin confiaba principalmente en estos últimos. Harry Truman era un orador
modesto, pero compensaba esto atrayendo y manejando de manera muy capaz un grupo de
notables asesores.
Una buena capacidad narrativa es una excelente fuente de poder blando, y la primera regla
que aprenden los escritores acerca de una buena narrativa es "mostrar, no contar". Franklin
Roosevelt usó la historia ficticia de prestar una manguera de jardín a un vecino cuya casa
estaba en llamas para explicar su complejo programa de préstamo-alquiler al pueblo americano
antes de la Segunda Guerra Mundial. Ronald Reagan era un maestro de la anécdota bien
seleccionada.
Dar el ejemplo correcto es otra manera crucial de comunicación para los líderes. Previendo una
reacción pública escéptica cuando Singapur elevó los salarios de los empleados del gobierno
en 2007, el Primer Ministro Lee Hsien Loong anunció que renunciaría al aumento que le
correspondía. Tras la reciente crisis financiera, los ejecutivos de algunas empresas redujeron
voluntariamente sus salarios como forma de comunicar preocupación por sus empleados y la
opinión pública.
Durante la campaña electoral de 2008, Obama demostró ser un comunicador talentoso. No
sólo su estilo retórico fue eficaz, sino que, cuando los comentarios radicalizados de su pastor
amenazaron con afectar su campaña, pronunció uno de los mejores discursos sobre temas
raciales en Estados Unidos desde los días de King.
Como presidente, Obama sigue comunicándose eficazmente, pero los presidentes
estadounidenses tienen un problema de públicos dobles. Algunas veces la retórica que suena
bien en casa -como el segundo discurso inaugural de Bush- suena hipócrita a oídos
extranjeros. En contraste, el discurso inaugural de Obama fue bien recibido tanto en casa como
en el extranjero.
Tras una serie de discursos sobre política exterior, principalmente el que dio en El Cairo
dirigido al mundo musulmán, las encuestas demuestran que Obama ha sido capaz de
restablecer parte del poder blando de Estados Unidos. Todo esto está muy bien, pero el
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liderazgo eficaz también se comunica mediante acciones y políticas. En esta etapa es
demasiado temprano para determinar si las políticas de Obama reforzarán o socavarán los
efectos de sus palabras. Mientras esperamos los resultados, sirve de ayuda recordar la
complejidad de la relación entre un liderazgo eficaz y las técnicas de comunicación.
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Joseph S. Nye, Jr. es Profesor con Servicios Distinguidos de la Universidad de Harvard y autor
de The Powers to Lead.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Publicado por www.project-syndicate.org argitaratua
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