Elogio de lo mecánico. V. Sama.

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ELOGIO DE LO MECÁNICO
Elogio de lo mecánico
Valentín Sama
RESUMEN
Esta página de opinión se centra en la crítica de los nuevos instrumentos
digitales de registro de imágenes y el intento de simulación de los modos y sensaciones
de la mecánica de las cámaras clásicas. Para ello, el autor analiza la mágica y
fascinante construcción de las cámaras mecánicas, así como el torpe intento de los
diseñadores de artefactos digitales por copiar su apariencia mediante sonidos de
síntesis.
PALABRAS CLAVE: fotografía, mecánica, imitación, máquina, mecanismo, electrónico,
síntesis.
Parece evidente que el hombre es un
animal que usa herramientas. No es el único
animal que las usa, pues otros, considerados
por él mismo más primitivos, también lo
hacen, y por cierto no sin una clara dosis de
elegancia. Pero dejando a un lado esas
diferencias de nivel, lo que sí parece claro es
que existe otra gran diferencia, y es que –
para bien o para mal– el hombre es un
animal
que
ama
las
herramientas.
Si
asumimos esa realidad, todo puede llegar a
Marisa Hidalgo de Caviedes
entenderse, y hasta resulta probable que
podamos encontrar justificación en comportamientos que de otra forma,
podrían rayar en lo ridículo.
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ELOGIO DE LO MECÁNICO
La mayor parte de las máquinas inventadas por el hombre sirven
para algo, aunque no sea más que para entretener, que no es poco,
pero uno de los factores que me parece más curioso es que al hombre
llegue a fascinarle el cómo funcionan esas máquinas, el funcionamiento
de su mecanismo, independientemente de que realicen su función de
forma más o menos eficiente.
Cómo hasta hace no mucho tiempo, la mayor parte de las
máquinas o herramientas (es una cuestión de complejidad, de numero
de piezas…) no incorporaban componentes electrónicos, esas nuevas
partes que funcionan en silencio casi absoluto y en ausencia de
movimiento visible, quizá no nos habíamos dado cuenta de lo importante
que es, para mantener ese casi atávico placer de usar las máquinas, el
que sean, al menos en gran parte, ¡puramente mecánicas!
La cámara fotográfica
Resulta difícil imaginar una máquina más interesante que la
"cámara
fotográfica":
un
aparato,
herramienta,
o
máquina,
que
incorpora, además de las habituales en otros artefactos, nada menos
que… ¡partes funcionales transparentes! No es de extrañar que las
pasiones que pueden despertar las cámaras rivalicen con las que pueden
despertar
los
vehículos
a
motor
e
incluso
–en
determinadas
circunstancias– el sexo.
Si tomamos como ejemplo uno de los tipos más populares de
cámara, la denominada "réflex monocular", nos encontramos ante un
aparato compuesto, según modelos, por entre 650 y 1500 piezas, la
mayor parte de ellas de carácter mecánico. Podríamos decir que, piezas
que se interrelacionan en movimiento: engranajes, piñones, palancas,
levas, excéntricas, pasadores, pistones, volantes de inercia, muelles,
flejes, tambores, tirantes, limitadores, cortinillas, laminillas…
Es como para hacer que un amante de la mecánica comience a
soñar…
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La traición
Y sin embargo, una tendencia preocupante se inició hace tiempo, y
es la de sustituir piezas de elegantes y funcionales formas, realizadas en
nobles metales, tales como el acero, bronce, latón o aluminio, por fríos y
externamente inertes componentes electrónicos, depositados capa a
capa sobre un plano soporte de silicio. Todo ello, supuestamente, en
aras de "mejores" prestaciones, pero en realidad, para abaratar costes
de producción, y ello a costa de algo grave, muy grave, que no es sino
encerrar en esos caparazones de silicio, arsénico, tántalo, galio y
plástico, el conocimiento, la posibilidad de con una simple apreciación
visual, entender el cómo y el porqué del funcionamiento de ese conjunto
de componentes. Donde antes, el observador y experto mecánico –aún
sin conocimiento previo del aparato ante sus ojos– era capaz de seguir
el juego de las levas, la alineación de los engranajes en su transmisión,
de abarcar con la mirada la lógica de un diseño quizá ajeno, pero nunca
hermético, hasta comprender la causa de su posible fallo, quizá la
necesidad de limpieza, ajuste y lubricación, ahora lo único que se abre a
su mirada es un laberinto de planas cañerías que sólo abriría sus
secretos a los poseedores de las claves electrónicas intencionadamente
ocultas
por
sus
creadores.
Para
la
mayoría
de
esas
partes
multicomponentes no existe reparación posible pues, ¿cómo podríamos
volver a pintar los minúsculos trazos internos que se encargan de
conducir, desviar y retener los electrones que hacen que cumplan sus
más o menos caprichosas funciones? Y lo peor de todo, es que tampoco
podremos, llegado el caso, construirlos, mecanizarlos a partir de la
materia prima, con el sabio manejo del torno o la fresa, como podríamos
hacer con la inmensa mayoría de los componentes de una cámara
mecánica. Y es que de lo que estamos hablando es de las modernas
cámaras de control electrónico, frente a las clásicas cámaras de control
mecánico. Parece que tanto los diseñadores como los usuarios se olvidan
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ELOGIO DE LO MECÁNICO
de que –por el momento– existen dos únicos mecanismos capaces de
controlar el flujo de esos convenientes "cuantos de luz" hacia la película
o soporte sensible: el obturador y el diafragma. Y para realizar ese
control –finalmente mecánico– no hacen falta tantos "modos" de
exposición como ofrecen los enloquecedores aparatos electrónicos a la
moda. Pero lo peor, es el habernos privado del sonido de la mecánica
fina. Eso no podemos perdonarlo.
El sonido y el pálpito de lo mecánico
Cuando pulsamos el disparador de una cámara de control
mecánico, desencadenamos una cascada de acontecimientos ordenados
que se traduce en un sonido, que es música para un animal amante de
las herramientas. El espejo de una cámara réflex sube a gran velocidad
y es acogido por un ajustado pistón neumático o un paciente y sosegado
volante de inercia, delicados pestillos liberan la fuerza de elegantes y
brillantes muelles que abrazan finos tambores, momento en el que
resistentes, flexibles, ligeras y finamente guiadas cortinillas, emprenden
raudas e imposibles carreras una en pos una de la otra, para ser
frenadas
y
recogidas,
casi
amorosamente…
y
ser
finalmente
reconducidas ordenadamente a su posición original a través de una
cascada de engranajes que transmiten al pulpejo de nuestro dedo la
precisión de su ajuste y la suavidad que se deriva de la sintetización de
los metales. Se trata de algo tan complicado y perfecto mecánicamente,
como las refinadas trampas de los "cartoons" de "Tom & Jerry". Las
modernas cámaras electrónicas y otros artefactos similares, nos privan,
con sus partes de plástico, sus motores eléctricos y sus componentes
electrónicos, del placer del sonido de lo puramente mecánico. Nos privan
no ya de la posibilidad de arreglo futuro que las mantenga en
funcionamiento para poderlas transmitir de generación en generación,
sino también del gozo de intuir esa maravilla del ciclo mecánico de su
funcionamiento. Y buena prueba de esa atávica necesidad de oír, sentir,
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ELOGIO DE LO MECÁNICO
imaginar lo mecánico, es que los diseñadores de artilugios electrónicos,
llevados probablemente por el sentimiento de culpabilidad de ser causa
de semejante privación, se han atrevido a introducir, en la construcción
de algunos de sus aparatos, torpes sonidos sintetizados que tratan de
emular el paraíso perdido del sonido de lo mecánico.
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