Azorín, crítico literario de Leopoldo Alas

Anuncio
Enrique Rubio Cremades
Azorín, crítico literario de Leopoldo Alas
Los escritos azorinianos sobre la literatura española son copiosísimos.
Azorín fue un incansable lector a la par que paciente analista de todo
nuestro complejo contexto literario. El minucioso recorrido por las
distintas etapas literarias demostrará que Azorín no sólo anotó
pacientemente sutiles y breves comentarios en los márgenes de los libros
pertenecientes a su biblioteca particular, ejemplares que se conservan en
la Casa-Museo de Azorín en Monóvar, sino que también a lo largo de su vida
publicó numerosos artículos que abarcan un amplio espacio literario, desde
Berceo o don Juan Manuel hasta los escritores más representativos de
nuestro siglo XX, como Baroja, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Pérez de Ayala
o Gabriel Miró1.
Azorín tuvo, como es lógico, sus preferencias, de suerte que el Siglo de
Oro ocupa un lugar privilegiado en sus artículos de crítica literaria.
Cervantes es el escritor preferido por Azorín si nos atenemos a sus
publicaciones. Lope de Vega y los representantes del culteranismo y
conceptismo, así como la mística y la dramaturgia barroca tendrán también
un lugar preferente en sus ensayos. Si prescindimos de los artículos
azorinianos sobre el siglo XVIII y analizamos la división de conjunto que
protagoniza nuestro siglo XIX apreciamos que Clarín y Galdós son los dos
escritores preferidos por nuestro crítico, sin desdeñar, como es lógico,
sus ensayos sobre E. Pardo Bazán, Pereda, Alarcón o el mismo Valera.
Azorín, incluso, analiza el complejo conglomerado literario del siglo XIX,
desde las diversas corrientes ideológicas hasta los distintos géneros
literarios, alternando el minucioso estudio de la prosa costumbrista de un
Larra hasta el comienzo del realismo y la polémica planteada en torno al
naturalismo español.
Azorín sintió siempre una gran admiración por la obra de don Leopoldo
Alas, en particular por la novela Su único hijo y por sus cuentos.
Esta admiración, recíproca, se remonta hacia el año 1897 cuando Clarín
define al entonces anarquista Azorín como persona que «tiene más enjundia
literaria que muchos afectados escritores festivos que hacen alarde de no
tener ni pizca de sustancia»2. En el mismo Palique Clarín afirmará que si
Martínez Ruiz publica muchos trabajos como el titulado Mi crítico se
convertirá en una de las esperanzas de la literatura satírica. Los
artículos de Azorín publicados en El País son, pues, elogiados por Clarín,
circunstancia que supone el inicio de una profunda amistad y el
acatamiento moral del discípulo por la obra y personalidad de Clarín. A
partir de este preciso momento Azorín reconocerá públicamente el
magisterio ejercido por Leopoldo Alas. El crítico más reputado y temido de
la época se mostrará comprensivo y elogioso a la hora de juzgar la obra de
Azorín. En posteriores ocasiones la correspondencia mantenida entre ambos
demostrará el fervor y entusiasmo que Azorín sintió por Clarín a quien
llamó «maestro de la juventud» en el tercer número de El Progreso, en la
sección conocida con el nombre Avisos del Este. En la misma dedicatoria
del libro Soledades de Azorín hará gala una vez más de su amistad y
admiración hacia Clarín al encabezar el libro con la siguiente
dedicatoria: «Para el maestro Leopoldo Alas. Recuerdo de un discípulo que
sigue y agradece sus consejos».
La proyección de Clarín en J. Martínez Ruiz3 se manifiesta en todos los
sentidos, tanto en el plano afectivo como en el literario. El epistolario
de Azorín o su primer encuentro con Clarín revelarán siempre esta sentida
emoción y admiración, calificando siempre a Clarín como «el primer
literato español de su siglo». Si en la intimidad nacen estos elogios
-como hemos podido observar en las copiosas e interesantes anotaciones de
los ejemplares pertenecientes a su biblioteca particular y en el
epistolario- no menos revelador es lo publicado en sucesivos ensayos que
analizan la obra literaria de Clarín4. En «Asturias», El paisaje de España
visto por los españoles Azorín rememora los comienzos del invierno de
1897, su primer encuentro con Clarín y la asistencia al estreno de una
comedia de Benavente. José Martínez Ruiz hablará pausada y detenidamente
de su maestro, enjuiciando su labor crítica, novelística y cuentística.
Gran razón tiene Azorín cuando afirma que Leopoldo Alas y Valera son los
dos grandes críticos de la España del siglo XIX, aunque las raíces y
ascendencia literarias sean distintas. Clarín, a tenor de lo dicho por J.
Martínez Ruiz, entroncará con el sentido crítico, mordaz y agudo de Larra;
Valera, por el contrario, con Ventura de la Vega. Para cerciorarnos de
este aspecto nada mejor que lo analizado y estudiado por Azorín en sus
artículos para observar el talante agudo y mordaz de un Fígaro en estrecha
concomitancia con Clarín5. En la amplia semblanza realizada por Azorín en
Asturias afirmará que fue extremadamente condescendiente o «excesivamente
bondadoso para los escritores de su tiempo que contaban ya con la sanción
del público»6. Creemos que el comentario de Azorín no se ajusta a la
realidad. Un ejemplo, de los muchos existentes, sería el juicio emitido en
torno a Alarcón a raíz de la publicación de su novela El Niño de la Bola.
Clarín recorre minuciosamente la peripecia argumental de la novela,
censurándola por la inverosimilitud de los caracteres y por la ausencia de
un estilo correcto. Arremete incluso contra la prensa del momento -el
periódico El Globo- por las alabanzas desmesuradas que otorgan a dicha
novela. Como contrapunto elogiará los Episodios nacionales de Galdós,
monumento de nuestra literatura contemporánea, según el sentir de Clarín.
No debemos olvidar que Alarcón era uno de los novelistas más famosos y
leídos en la segunda mitad del XIX como lo demuestran las numerosas y
sucesivas ediciones de sus obras. Afirmar, pues, como lo hace Azorín, que
fue condescendiente con los escritores que gozaban de fama en esta época
no nos parece cierto. Otro ejemplo lo veríamos en la crítica a Doña Luz de
Valera, pues si bien reitera que éste es «el mejor artista del idioma
castellano» no duda en afirmar que «esta novela es inferior a otras obras
del autor, reincidiendo Valera en el defecto de decírselo él todo o casi
todo, y hasta cuando son los personajes los que hablan, se oye la voz del
consueta»7. Clarín tanto en sus artículos como en su epistolario fue claro
y objetivo. Recordemos, por ejemplo, la carta que Clarín escribió a Valera
con motivo de la publicación de Juanita la Larga. A Clarín no le debió
parecer lógico el idilio amoroso entre Juanita y don Paco a causa de la
considerable diferencia de edad, opinión que motivó que el propio Valera
escribiera el 23 de enero de 1896 una carta a Clarín para justificar estos
amores8.
Mayor viso de realidad cobran las palabras de Azorín cuando se refiere a
sus novelas y cuentos: «Lo que de Alas quedará incólume son sus novelas y
sus cuentos. El cuento ha sido la forma natural de este espíritu. Leopoldo
Alas, ante todo, principalmente, casi exclusivamente, es un moralista.
Todo cuento de Clarín es una idea moral. Todo cuento de Clarín se
desenvuelve absurda, inverosímilmente. Pero Clarín salta por encima de
toda absurdidad y tal inverosimilitud para llegar a su idea, a su lección
moral o psicológica. Lo de menos en el cuentista es la verdad; el
objetivo, la exteriorización en forma amena y pintoresca de una visión
espiritual de las cosas»9.
En El paisaje de España, «Asturias», encontramos también un emotivo
recuerdo de Azorín a raíz de la visita que el autor realizó en 1905 a
Oviedo10. Una rápida visión de la casa de Clarín para pasar a renglón
seguido al paisaje asturiano y enlazar con el argumento de Doña Berta que
a juicio de Azorín es la novela corta «que ha expresado el paisaje, el
ambiente, el espíritu de Asturias con más hondo sentir»11.
En Madrid12 J. Martínez Ruiz realizará una breve semblanza de su maestro
al rememorar su encuentro con Clarín y la tertulia que tenía lugar en el
Salón de Conferencias del Congreso, en la que, precisamente, participaba
don Jenaro, hermano de Clarín. Azorín no se detendrá en esta ocasión en el
análisis de su obra, sino en su oratoria e independencia espiritual. En lo
concerniente al primer punto Azorín afirmará que su oratoria no era
expeditiva y que «su discurrir era como el sacar cerezas de un cesto. Una
se enreda con otra, y la otra tira de dos o tres más. En la oratoria de
Clarín, al ofrecerse un inciso, se presentaba en seguida otro que se
incluía en el primero. Y todavía, después de este segundo inciso o
consideración lateral, venía un tercero, que se insertaba en el segundo.
El auditorio seguía la oración trabajosamente. La sustancia que se le
ofrecía era excesiva para su nutrimento. Ninguna oratoria como ésta puede
arrastrar menos a las muchedumbres, que apetecen de lo unilateral y
rectilíneo. Ninguna conviene más a lo recoleto y reflexivo de una cátedra.
Los asuntos tienen múltiples aspectos. Y todos esos incisos y
contraincisos no son más que caras diversas de un mismo problema. Leopoldo
Alas era un maestro admirable»13.
En lo referente al segundo aspecto, Azorín definirá a Clarín como persona
serena y equilibrada. Tales calificativos están presentes en la carta que
Leopoldo Alas escribió a Azorín en enero de 1897. Según Azorín la carta
refleja «la bella serenidad, el equilibrio y la independencia espiritual,
la verdadera independencia a la que había llegado en sus últimos tiempos
el maestro. Ser independiente abrazando una idea nueva, celebrada por los
figureros de lo nuevo, lo que los ingleses llaman snobs-figureros los
llama Gracián-; ser independiente en esa forma es cosa fácil. Lo difícil
es tener el valor de abrazar y sostener lo que la grey de los figureros
-ayudada a veces por espíritus selectos- repudia y condena»14.
Azorín en Andando y pensando volverá a hablar del carácter, formación y
personalidad de Clarín. En el capítulo titulado «Clarín y la literatura»
destacará su peculiar comportamiento desde la perspectiva satírica y
hombre hondamente sensibilizado por las ciencias sociales, la filosofía y
la poesía. Incluso Azorín destaca de su maestro el amor por España,
sentimiento que nace del conocimiento profundo de nuestro entramado
histórico, inmerso en luchas fratricidas y en un mar de envidias y
rencores. Azorín elogia el artículo de Leopoldo Alas «La educación del
rey», así como su estudio sobre El descubrimiento de América de Castelar y
sus ensayos sobre la unidad católica insertos en Ensayos y Revistas. El
perfecto acoplamiento entre el pasado histórico y la savia de los hombres
como Clarín hará posible el progreso y la innovación; es decir, España, la
actual, la viva, no desligada de una tradición de siglos y de
generaciones. La percepción del tiempo y de la eternidad engrandecerán
siempre al creador literario, condicionamientos que se perciben -según
Azorín- en los cuentos y en las novelas de Leopoldo Alas y, en especial,
en Superchería y en Doña Berta.
Si Azorín analizó inteligentemente la obra literaria de Clarín, no menos
cierto es que le defendió de los ataques de ciertos sectores de la época.
Precisamente en el capítulo siguiente a Andando y pensando, «De la vida de
Clarín», Martínez Ruiz comentará con toda suerte de detalles el episodio
protagonizado por el obispo de Oviedo -Martínez Vigil- al publicar éste
una pastoral en la que se afirmaba que don Leopoldo Alas había regalado a
los alumnos de la cátedra de Derecho Romano un libro saturado de erotismo,
de escarnio a las prácticas cristianas y de alusiones a personas honradas;
incluso el citado obispo define a Clarín como «salteador de honras
ajenas». Por supuesto que todas estas alusiones nacen a raíz de la
publicación de La Regenta, novela que provocó un gran malestar en ciertos
círculos sociales y, en especial, entre los representantes eclesiásticos.
La respuesta de Clarín ante la publicación de la pastoral de Martínez
Vigil no se hizo esperar, contestación atinadísima que merece el
beneplácito del propio Azorín que, al mismo tiempo, juzga o califica este
episodio de «interesantísimo». La carta de Clarín, publicada en El Eco de
Asturias el 12 de mayo de 1885 es revisada pormenorizadamente por Azorín,
seleccionando varios párrafos de la misma para probar la honradez, el
ingenio y la sinceridad de Clarín. El párrafo al que Azorín presta mayor
atención es aquel en el que Clarín demuestra que sus personajes se deben a
la ficción y no a la descripción de seres reales de la ciudad de Oviedo:
«Yo creo que mi novela es moral, porque es sátira de malas costumbres, sin
necesidad de aludir a nadie directamente. Ni para bien ni para mal aludo a
nadie. Así, por ejemplo, entre mi obispo don Fortunato Camoirán y el
actual obispo de Oviedo, nadie podrá ver ni el más lejano parecido. Usía
ilustrísima usa coche; mi don Fortunato no lo tiene; Camoirán gasta los
zapatos remendados, y usía ilustrísima calza bien. Las virtudes que yo me
complazco en reconocer que adornan a usía ilustrísima serán superiores a
las de mi Fortunato; pero son otras. Mi Camoirán más se parece, por
ejemplo, al inolvidable Benito Sanz y Forés, arzobispo de Valladolid,
digno antecesor de usía ilustrísima. Pues si bajamos algo más en
jerarquía, encuentro que mi don Fermín del Pas, canónigo y provisor, no se
parece a ningún señor canónigo de Oviedo; pues yo atribuyo a mi héroe
imaginario unos vicios que aquí nadie tiene, y un talento que tendrán
muchos prebendados de aquí, pero no en el grado superior, casi de genio,
que yo me complazco en atribuir al hijo de mi fantasía»15.
Azorín no sólo se limita a enjuiciar determinados pasajes de la vida de
Clarín sino que también analiza en reiteradas ocasiones su obra crítica y
de ficción. Esta es también la impresión que nos producen las anotaciones
del propio Azorín, como es el caso de Su único hijo, novela con
anotaciones y acotaciones realizadas en distintas ediciones. En lo
referente a las ediciones de las obras de Clarín aconsejará al director de
la casa editorial Renacimiento -don Gregorio Martínez Sierra- la
publicación de las obras de Clarín. Esta apreciación la encontramos en su
obra Clásicos y modernos, editada en 1913 por la editorial Renacimiento,
fecha en la que precisamente se inicia la publicación de las Obras
Completas de Clarín16 por la mencionada editorial. A raíz de la muerte de
Clarín la crítica parece olvidarse de su obra. Azorín es consciente de
este mutismo, de ahí su ruego al director de la editorial Renacimiento en
Clásicos y modernos y de la exposición bibliográfica en torno a los
estudios dedicados a Clarín. El juicio de Azorín cobra actualidad en el
momento presente cuando se trata, sobre todo, de reivindicar una de las
figuras más importantes de nuestra historia literaria. De ahí que Azorín
afirme que Leopoldo Alas «visto ahora a la distancia que ha transcurrido
desde su muerte, se nos aparece como destacándose considerablemente de sus
coetáneos. No se trata de que Alas sea más que los otros o mayor en tal o
cual característica de literato; no es una diferencia de cantidad lo que
le separa de sus coetáneos, sino de cualidad. "Clarín" es una cosa
distinta, aparte, de los novelistas, críticos, periodistas que vivían
cuando él vivía. Estudiando el tono medio de la novela, el cuento y la
crítica en su tiempo, se ve claramente -como en el caso de Stendhal- que
"Clarín" no podía ser en aquellos días gustado ni comprendido plenamente.
Hoy, al cabo de veinte o treinta años, con ser otras las tendencias y la
orientación de las nuevas generaciones, acaso no estemos más que en el
comienzo de la comprensión de "Clarín"»17.
Azorín, sin lugar a dudas, es el escritor que mayor fervor puso en la
reivindicación de la obra de Clarín, censurando no sólo los ataques
vertidos en la prensa del momento sino, incluso, criticando actitudes poco
comprensivas y carentes de rigor crítico, como las vertidas por el padre
Blanco García en su conocida Historia de la Literatura Española
Contemporánea. Azorín insistirá por estas fechas -1913- que no existe
ningún trabajo crítico, ni siquiera simplemente biográfico que le sitúe en
el lugar que le corresponde, tan sólo la Revista Popular18 publicó un
número especial dedicado a Clarín, homenaje que según el sentir de Azorín
predomina «la discreción y el buen sentido». Azorín afirmará en Clásicos y
modernos que La Regenta es una novela excesivamente larga que «puede ser
reducida a un volumen»19, juicio que le aproxima al vertido por el propio
Blanco y García que afirmaba que La Regenta era un «disforme relato de dos
mortales tomos». Esta opinión -excesiva extensión de La Regenta- fue
señalado por varios críticos, como es el caso de Rafael Altamira al
afirmar que «como novelista, es opinión de muchos críticos que excede a
casi todos los españoles, no faltando quien tenga La Regenta (expurgada de
varios pasajes que la alargan excesivamente) por la mejor novela española
contemporánea»20. Azorín se identificará, pues, con este juicio crítico
aunque alejándose de todo aquello que actuara en detrimento de Clarín. La
actitud de Blanco y García es completamente opuesta a Azorín y nada más
interesante al respecto que transcribir uno de los muchos juicios vertidos
por el propio Blanco y García para demostrar el distanciamiento entre el
citado crítico y Azorín: «Hace bastante tiempo que está agotado hasta el
ingenio de mala ley con que alucinaba a sus devotos, y cada vez se va
desprestigiando más entre ellos, sobre todo desde la inolvidable polémica
con Federico Balart. Sin duda se han recrudecido en Clarín habituales
dolencias hepáticas, o bien comienza a ser víctima de un lamentable
reblandecimiento cerebral»21. Lo cierto es que el propio Clarín advirtió
este juicio generalizado entre los críticos de la época. La carta que
escribió a Octavio Picón demuestra el interés que prestó Clarín a este
punto: «El defecto en que todos están conformes, o los más, es la pesadez,
lo largo de la obra, y tiene razón. Si la hubiera escrito con más tiempo y
con el borrador de lo escrito ya a la vista hubiera sido más corto, pero
según iba escribiendo iba mandando el original y tenía que fiarlo todo a
la memoria»22.
Las acertadísimas palabras vertidas por don Mariano Baquero Goyanes en su
reciente edición de La Regenta, edición que coincidió con la muerte de
este prestigioso crítico y profesor, pueden servirnos como apunte final en
lo referente a la extensión de La Regenta: «Nada en ella -tan trabada y
coherente en su estructura- parece superfluo. Una Regenta abreviada nos
parece hoy algo tan absurdo como un Quijote que no fuese justamente el
"dilatado" que Cervantes quiso y supo ofrecer a sus lectores»23.
Azorín cree que La Regenta está impregnada de alusiones, citas, matices,
etc. de Derecho Romano y, en general, de estudios relacionados con la
carrera de jurisprudencia. Incluso observa otra influencia en la novela de
Clarín relacionada en esta ocasión con la corriente naturalista de la
época y con el cientificismo propio del naturalismo. Todo ello convierte a
La Regenta en «dos volúmenes gruesos, compactos, atiborrados de análisis,
desbordantes de minuciosa observación»24. Todos estos elementos apuntados
por Azorín actuarán en detrimento de La Regenta, ya que falta uno de los
puntos más esenciales e inherentes a la consecución de la obra perfecta:
la simplificación. «Clarín, a tenor de los juicios emitidos por Azorín,
pintará la realidad como un fin»25, circunstancia que no se da en gran
parte de los cuentos de Leopoldo Alas, convirtiéndose aquí la realidad en
un medio, en un recurso, para expresar una idea. Incluso llega a afirmar
que casi todos los cuentos de Clarín son inverosímiles, no en el sentido
de que sean fantásticos, sino en el de que falta en ellos una coherencia,
una congruencia real. Para Azorín en casi todos los cuentos de Alas se
detectan varios elementos, como la observación moral, el humorismo
psicológico o la ironía filosófica. Todo ello conduce a Azorín a la
conclusión o afirmación siguiente: «A Leopoldo Alas se le podría
clasificar entre los escritores moralistas, tomando este vocablo en su
acepción corriente en el siglo XVII francés, o sea, el de un observador
del espectáculo humano, un escritor analítico que deduce de sus
observaciones unos corolarios irónicos o simplemente impasibles»26.
El estudio dedicado a Clarín en Clásicos y modernos finaliza con unas
puntualizaciones relacionadas con su ideología. Según sus palabras
Leopoldo Alas se convierte de furibundo defensor del naturalismo en
idealista fervoroso, conclusión a la que llega Azorín después del
escrutinio de los textos clarinianos27, conclusión que le induce a creer
que en el pensamiento de Clarín existe un espiritualismo cristiano, un
espiritualismo profundo, a la manera de Cousin, Villemain o de Victor
Duruy. Esta gradación va a ir aún más lejos en el sentir de Azorín que
considera finalmente a Clarín impregnado de un panteísmo estético o de un
esteticismo panteísta a la manera de Flaubert28.
Años más tarde Azorín analizará de nuevo la obra crítica y literaria de
Alas. En 1954 publica A voleo, artículos que comprenden un largo
paréntesis de la vida de Azorín (1905-1953). En la citada obra encontramos
inestimables y sugerentes apreciaciones de Azorín. Así en el Prólogo a las
Páginas escogidas de «Clarín»29 afirma rotundamente que «su fama irá
creciendo con el tiempo, y mientras palidezcan y se esfumen muchas figuras
coetáneas de "Clarín" que pasaron por eminentes, los libros de Alas
-singularmente sus cuentos y novelas- serán gustados y vueltos a gustar
por los entendimientos selectos»30. En el citado Prólogo Azorín realiza
una división de la obra de Clarín, clasificándola en varios apartados y
entremezclando el apunte literario con lo anecdótico. Cinco grandes grupos
establece J. Martínez Ruiz. El primero el Clarín satírico de los Paliques,
escritos que fustigaron las inepcias literarias de la época. Azorín
descubre en el trasfondo de estos trabajos, publicados en su mayoría en El
Madrid Cómico, un espíritu meditativo, culto y de gran experiencia ante la
vida. No hay chabacanería, ni análisis de lo nimio, sino un espíritu
elegante, lleno de un gran ingenio y mordacidad.
El Clarín crítico es también de trascendental importancia en opinión de
Azorín. Nadie mejor que Alas supo analizar las rupturas generacionales y
las distintas innovaciones literarias; incluso sus estudios, algunos
demoledores, son imprescindibles para conocer la proyección y sentido de
autores como Echegaray, Castelar, Núñez de Arce, Pereda, Alarcón y, en
especial, a Pérez Galdós. Azorín se lamenta del estado actual de la
crítica y en especial de la orfandad crítica del siglo XIX. La perspectiva
temporal de Azorín le permite afirmar en esta época que nuestro siglo XIX
está todavía sin desbrozar, lamento extensivo a la obra del mismo Alas,
autor que a su juicio es una de las primeras figuras literarias de la
época y que, sin embargo, la crítica apenas se ha ocupado de él31.
En un tercer apartado Azorín analiza al Clarín moralista, pensador
impregnado de un «espiritualismo laico» semejante al de un Castelar o
Renán. De este último opina Azorín que «de Renán lo que tomaba Alas era la
espiritualidad, el sentido humano, comprensor, desinteresado del mundo y
de los hombres. Aunque otra cosa parezca, se desprende del gran escritor
francés, por encima de su escepticismo, una preocupación religiosa que es
lo que a "Clarín" le subyugaba. Esta finura, esta delicadeza, esta ironía
tenue, este decir y sentir de modo tan sutil, tierno y elegante, ¿qué son
sino marcas indelebles de un espíritu profundamente religioso?»32
Clarín como autor de novelas aparece destacado en este estudio. Azorín,
según nuestra opinión, cree que Su único hijo es la mejor novela de Alas.
En este breve apunte no aparece ninguna nota negativa, todo es elogio y
alabanza, La Regenta y Su único hijo son frutos del ingenio literario. Si
Azorín había criticado en otras ocasiones la excesiva extensión de La
Regenta, ahora opinará que su «extensión era señal de fuerza»33. Sin
embargo, como ya hemos apuntado Su único hijo es considerada como la obra
maestra, la novela capaz de expresar todo un período de la vida española;
incluso, según el juicio de Azorín, necesaria para comprender nuestro
romanticismo. Estas puntualizaciones las hemos visto también en las
anotaciones que Azorín realizó a la primera y segunda edición de Su único
hijo, escribiendo en los márgenes signos de admiración y utilizando las
palabras admirable e insuperable entre admiraciones. En Ejercicios de
castellano, Azorín confesará haberla leído cuatro o seis veces, afirmando
que es un auténtico «curso de romanticismo provinciano y retrasado»34.
Estos juicios los emitirá siempre Azorín convencido de que se trata de la
novela maestra de Alas.
Un último apartado cierra la clasificación: el cuentista. Aunque en las
Páginas... no encontramos alusiones a Doña Berta, creemos que este es su
relato preferido a tenor de los artículos escritos por Azorín. Así, por
ejemplo, en Tiempos y cosas se referirá al mencionado cuento con el
calificativo de «maravillosas páginas»35 y en Ejercicios de castellano,
capítulo «Una lección de estilo» -además de considerarla pieza maestra- la
identificará con el propio Clarín: «Doña Berta, con su idealismo, con su
misticismo, ¿no es el Clarín idealista y místico?»36.
En reiteradas ocasiones elogiará esta creación literaria tan
característica de don Leopoldo Alas, afirmando rotundamente Azorín en
Ultramarinos que «lo que ha hecho la fama de Clarín, lo que perdurará de
su obra, son los cuentos; en este género, Alas no tenía rival. No hay nada
tan espiritual en la literatura española del siglo XIX; los cuentos de
Clarín son pequeñas y maravillosas obras de un espíritu parejo al de
Federico Amiel o Ernesto Renán»37. Sin embargo en las Páginas su autor
realiza una parcial selección de los cuentos de Clarín al considerar El
sombrero del señor cura y Reflejos como representación genuina del propio
escritor. Para Azorín estos cuentos representan el espíritu del autor, los
dos contienen reminiscencias autobiográficas y la profundidad de su
pensamiento.
Como hemos tenido ocasión de comprobar, Azorín analizó todo el corpus
literario y crítico de Clarín, incluso su producción dramática, Teresa,
que pasó desapercibida ante los ojos de la crítica, encontró en Martínez
Ruiz un puntual crítico. La Teresa de Clarín fue la única pieza teatral
escrita por Alas, aunque tenía en preparación un drama, La millonada. De
su afición por el arte dramático tenemos constancia por varios
testimonios, así se desprende de las opiniones vertidas por el alicantino
Rafael Altamira que atestiguan que Clarín pensaba dedicarse al teatro en
la última etapa de su vida.
Teresa, estrenada en el teatro Español el 20 de marzo de 1895, fue un
auténtico fracaso a tenor de lo escrito en la prensa y reacción del
público asistente. Azorín arremete contra los detractores de Alas e,
incluso, contra la sociedad de buen tono que no vio con buenos ojos una
historia de amor entre personajes de desigual condición social, insertos
en un contexto infraurbano y paupérrimo. A tenor de lo descrito por Azorín
debió causar pavor que en la elegante y aristocrática asistencia de El
Español apareciera el miserable chamizo de un obrero y «en ese chamizo, un
jergón, nada menos que un jergón. Aquello era intolerable»38. Con singular
ironía analiza Azorín la actitud de este público, argumentando, entre
otras cosas, que éste no entendió el drama de Clarín, auténtica y altísima
lección moral en el que la mujer, a pesar de su triste destierro, se
aferra al hogar aun a costa de soportar las vejaciones del marido. Teresa,
la protagonista, encuentra el consuelo en la fe, de ahí que Azorín afirme
que se trata de un cuadro intenso, conmovedor y de la más alta
espiritualidad, elementos en pugna y contradicción con los gustos
imperantes de la época, como era el teatro de Núñez de Arce o del mismo
Campoamor. Aún así Azorín pondrá de manifiesto las deficiencias de estilo
y de técnica dramática y, sobre todo, la vetusta y arcaica tesis que se
desprende de la obra, pues «no es señal de estos tiempos la resignación
cristiana; ni es el cristianismo de hoy el mismo de hace mil años. ¿En
virtud de qué se predica la sumisión de la esposa ante la infamia, la
injusticia, el crimen?»39. Azorín está en contra del planteamiento de
Teresa por considerar que la insurrección contra el opresor es justa en
todos los niveles de la vida. Practicar lo contrario -subordinación de
Teresa a un marido brutal- es ir contra los tiempos presentes. Por ello
Azorín le reprocha a Leopoldo Alas su cambio de actitud, al justificar
éste la insurrección personal en un artículo publicado en El Heraldo de
Madrid40. El cotejo de los distintos textos publicados por Azorín en su
longeva vida literaria nos permiten ver su cambio ideológico. El Azorín
anarquista está en contra de la equívoca tesis que mantiene Clarín en
Teresa; con los años Azorín olvidará estos juicios para afirmar
rotundamente lo contrario. El único punto invariable fue su admiración y
fervor hacia el maestro, nunca figuró en las filas de aquellos críticos
prestos a la denigración y al ataque virulento en torno a la figura de
Clarín. Martínez Ruiz tuvo a Clarín como maestro indiscutible de ahí que
arremeta aún en su época anarquista contra la crítica que juzgó el estreno
de Teresa: «Pero la injusticia no la cometió el público, la cometió la
crítica periodística; la cual, entregada en manos de personas
incompetentes y poco escrupulosas, o se calló, cometiendo así un acto de
descortesía para con una de nuestras más grandes figuras literarias o
trató a "Clarín" como se puede tratar a cualquier autorcillo de
vaudevilles»41.
La trayectoria de Azorín respecto a Leopoldo Alas demuestra que tras los
primeros ataques contra el escritor y crítico afamado, surge la admiración
y el respeto. Las sátiras y críticas insertas en Buscapiés o en Literatura
no impidieron que Clarín considerara a Azorín como una de las promesas
literarias del momento. A partir del conocimiento mutuo, Azorín fue el
mejor valedor de la obra de Clarín, preocupado no sólo por las ediciones
de sus obras sino también por la justa reivindicación del corpus literario
de Clarín.
2006 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales
____________________________________
Facilitado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Súmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y la difusión de la
Biblioteca Virtual Universal www.biblioteca.org.ar
Si se advierte algún tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite
el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario
Descargar