El palacio de los Guzmanes, en León

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EL PALACIO DE LOS GUZMANES, EN LEON
En la sesión celebrada por esta Real Academia el día 18 de febrero de 1963 fue
aprobado el dictamen emitido por la Comisión Central de Monumentos, siendo po~
nente el Excmo. Sr. D. Luis Menéndez Pidal, relativo a la inclusión en el Tesoro
Artístico Nacional del palacio de los Guzmanes, en León.
El magnífico palacio de los Guzmanes, en León, fue construido por D. Juan de
Quiñones y Guzmán, leonés que fue obispo de Calahorra, teólogo en Trento, que
desempeñó altos cargos eclesiásticos, como dice Roa en la descripción del palacio
que remite el ilustre presidente de la Comisión Provincial de Monumentos de León
en la propuesta que ahora consideramos. La construcción del palacio se comenzó
en el año 1559, seguramente bajo las trazas del gran arquitecto montañés Rodrigo
Gil de Hontañón.
Ocupa una superficie de 2.000 metros cuadrados, con su fachada principal, orientada al Oeste, de 58,20 metros; la fachada lateral Sur, de 44,70 metros, y la orientada al Este, con 16,90 metros en su desarrollo lineal.
Las tres fachadas han sido construidas con buena piedra de Boñar y están adornadas con sobriedad; las ventanas y balcones se apoyan en pilastras con escudos,
hojas de acanto y otros elementos heráldicos. Son de notar las hermosas y gruesas
rejas de forja en ventanas y balcones. Tanto hierro allí empleado y las vastas proporciones del edificio hicieron exclaman a Felipe II, jugando con el vocablo, cuando se le informó de la construcción que realizaba el obispo Guzmán : « ¡ En verdad
que ha sido mucho yerro para un obispo ! »
En su planta baja o basamental se abren grandes ventanales, protegidos con voladas rejas; en las pequeñas ménsulas de sus guarniciones están labrados primorosamente los blasones de la ilustre familia del fundador: los linajes de Guzmán y
Quiñones.
El palacio perteneció siempre a los descendientes de la familia Guzmán, hasta
que la Diputación Provincial lo adquirió en 1882, por la suma de 105.000 pesetas,
a los Condes de Peñaranda Bracamonte. La restauración del palacio se debe a la
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intervención de los dos ilustres arquitectos leoneses D. Juan Bautista Lázaro y don
Juan Torbado.
La planta principal o noble se manifiesta en fachadas con grandes huecos en
balcones volados de hierro forjado, enmarcando a los vanos con variadas guarniciones de cantería, según su importancia dentro de la composición de fachadas.
La extensa fachada principal, comprendida entre dos torres extremas, hoy día
incompletas, está coronada en su planta alta por esbelta galería cerrada con arcos
de medio punto, y la cubierta vierte aguas en todas las fachadas por enormes gárgolas con variadas figuras imaginarias de animales de torcido cuello.
La gran portada principal de acceso al edificio está cerca del ángulo que enfrenta con la plaza de San Marcelo y centrada por el gran arco de la puerta, flanqueado por esbeltas columnas jónicas estriadas, y sobre ellas sendas esculturas de
guerreros, a modo de remate lateral de la portada. En los arranques del arco, ya
dentro de las archivoltas del mismo, aparece el doble orden de hojas de acanto, insertadas al modo de los capiteles corintios, detalle éste muy característico en todas
las obras renacentistas del gran arquitecto Hontañón.
Son realmente notables los huecos de ángulo situados en la esquina del edificio
con la calle del Cid, donde la galanura del detalle va unida a las bellísimas proporciones y trazas de cuantos elementos intervienen en su arquitectura.
También es de notar el modelado en esviaje que ofrecen todos los voladizos y
abultados de estos huecos, así como en las preciosas ménsulas esculpidas bajo las
rejas en los huecos de planta baja o basamental.
El precioso patio interior abierto, con paso desde el zaguán, donde arranca la
noble escalera de honor del edificio, tiene dos órdenes en arquería abierta y una
tercera planta moderna sobrepuesta. La Diputación ha cerrado con vidrieras emplomadas y policromadas por Merille todos los vanos de arquería alta, que apoya sobre
ricos antepechos de piedra profusamente decorados a base de cartelas, muy al modo
renacentista alemán, que recuerdan a las hermosas alegorías de muchos mapas de
los cartófagos del Norte de Europa y las de algunas estampas en libros ilustrados
del siglo xvi.
El orden jónico de la arquería de planta baja soporta la superior con arcos rebajados y capiteles del orden compuesto. Sobre la volada cornisa terminal que cierra el patio sobresalen las gárgolas, de fantástica fauna animal creada por el entallador, todavía medieval. En el centro del patio se eleva el brocal del pozo allí existene, con sus herrajes sobre la cantería labrada de aquél.
Las tres torres del palacio aparecen ahora incompletas, a falta de su último piso 5
donde sólo quedan las grandes chimeneas, que alcanzaban la altura total de
aquéllas.
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La excepcional importancia que tiene dentro de la arquitectura civil española
el precioso ejemplar del palacio de los Guzmanes, llegado a nuestros días casi completo, merece ser valorada oficialmente como monumento nacional de interés histórico-artístico, muy principalmente por reunir todas aquellas cualidades de la obra
renacentista del gran arquitecto medieval, que, al tiempo de seguir todavía las puras
trazas del gótico en las grandes catedrales donde interviene, se aparta de aquel estilo y acepta el nuevo, renacentista, como en el palacio de los Guzmanes que ahora
consideramos.
Aunque implícitamente esté ya valorado el palacio dentro del conjunto monumental de la ciudad de León, dado el grandísimo interés que ofrece el palacio de
los Guzmanes, esta Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de acuerdo
con la moción que hace el ilustre presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, interesa del Estado la expresada declaración de Monumento nacional.
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