La sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, al entender en

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S.e. N. 1, L XliX
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suprem a
C o rt e:
La sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, al entender en el
presente proceso.. e;n·sirtUd . de la queja por el rechazo de los recursos de casación
interpuestos por los imputados conrra el auto de procesamiento, dispuso remitir las
actuaciones al tribunal de origen para que se pronunciara sobre la prescripción de la
acción pena! por aplicación de la doctrina sentada en el precedente de la misma sala in
re "Arana, Miguel s/recurso de casación" del 30 de diciembre de 2011 (fs. fs. 3/4).
Contra ese pronunciamiento la parte querellante interpuso recurso extraordinario federal con base en la doctrina de la arbitrariedad (fs. 6/18 vta.). En particular, la
recurrente sostiene que la decisión del a quo, en la medida en que dispone que sólo la
sentencia de condena constituiría "secuela del juicio" en el sentido previsto por el artículo 67, cuarto párrafo, del Código Penal (texto según ley 25.188), no constituye una
derivación razonada del derecho aplicable al caso.
La cámara, a su turno, declaró inadmisible esa impugnación con fundamento
en que no se dirigía contra una sentencia definitiva o equiparable a tal (fs. 59 y vta.).
Ese rechazo motivó la presente queja (fs. 6lí66 na.).
-II-
Como he sostenido ya en el marco de este mismo proceso pena! -al
mantener la queja del Fiscal General ante la Cámara Federal de Casación Penal
registrada en el expediente D.749JCLVIII, "Demaria, Jorge Luis y otros s/causa n°
14358", dictamen del 8 de abril de 2013- si bien es cierto que la decisión atacada no es
definitiva en sentido estricto, pues no pone fin a! proceso, pienso que en el caso
concurren razones que justifican su equiparación a talo, al menos, que V.E. prescinda
de ese óbice foonal a fin de asegurar una correcta administración de justicia.
En este sentido, no puede perderse de vista que se trata, en éste, como en los
otros tantos casos análogos a! presente, de procesos que han venído tramitando
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regularmente, con arreglo a la inteligencia acordada por todos los actores del sistema de
administración de justicia a las normas vigentes como resultado de una práctica
jurisprudencial muy extendida, y que han visto ahora desbaratada su marcha y
paralizado su avance en razón de una interpretación sorpresíva.
Pienso además que la intervención del Tribunal que en su queja intenta el
recurrente es necesaria para evitar un daño de otro modo insanable, en términos de
tiempo irremediablemente perdido y agotamiento de un plazo razonable que toma en
cuenta las dilaciones imputables a los órganos estatales, perjudicando en definitiva tanto
el interés general en la investigación y castigo de los delitos, como el derecho de los
involucrados a obtener una respuesta jurisdiccional a sus pretensiones.
Por otra parte, también aprecio que la cuestión que se halla en debate
trasciende del marco de la causa para proyectarse sobre la buena marcha de la
administración de justicia. La doctrina sentada por el a qua en la sentencia a la que
refirió la decisión apelada, aplicable por principio a todo caso anterior a la reforma de la
ley 25.990, pondría en crisis toda la actividad desarrollada por los órganos de la
persecución penal hasta la fecha de esa ley, y conduciría a una paralización masiva de
procesos y, en los hechos, a una declaración general de prescripción en un sinnúmero de
ellos, en perjuicio, como se ha dicho, en definitiva, del interés general en la aplicación
de la ley penal y el derecho a la jurisdicción. El caso compromete así la confianza en la
administración de justicia, en la regularidad y estabilidad de los procedimientos y, en
fin, la seguridad jurídica en el acceso a la justicia.
Estas consideraciones en las que se ha sustentado la procedencia de la
instancia extraordinaria no son novedosas, sino que cuentan con antecedentes de larga
data en la jurisprudencia de la Corte, que ha equiparado a definitiva decisiones que
implicaban --como en el caso en examen- violaciones flagrantes del debido proceso,
cuya salvaguarda exige asegurar una inobjetable administración de justicia (d. Fallos:
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310:1924; 321:1385 y 3679), Y también ha superado los óbices formales cuando ha
juzgado que la gravedad institucional que reviste el caso justifica la inmediata
intervención del Tribunal en aras de la pronta obtención de una resolución que ponga fin
a la discusión suscitada (Fallos: 307:770; 312:1010; 314:1714; 314:1761; 316:766 y
919, entre muchos otros),
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En cuanto al fondo de la cuestión, encuentro razón en el agravio de la recurrente, Como lo he desarrollado al dictaminar en el caso, sustancialmente análogo al
actual, G.651.XLVIII, "Guerra, Roque y otros s/causa nO 13931", dictamen del 7 de
noviembre de 2012, al proponer la inteligencia extremadamente restringida de la voz
"secuela del juicio" según la cual ella sólo designa a la sentencia de condena, el a qua
desconoció la práctica jurisprudencial dominante en la justicia nacional desde la adopción de la regla en 1949, que asigna a esa voz un alcance más amplio; no dio cuenta del
hecho de que la propia Corte ha convalidado esa interpretación al reconocer aptitud para
interrumpir la prescripción a actos procesales anteriores a la sentencia de condena (cí.,
por ejemplo, Fallos: 316:1752; 323:982 y 3699); Y desvirtuó la fmalidad perseguida por
el Congreso al sancionar la ley 13.569 que introdujo la cláusula en disputa, y al mantenerla invariada al aprobar la ley 25.188 a la luz de esa jurisprudencia.
Todo ello -opino-- obliga a descalificar el fallo como acto jurisdicciOlíal
válido, pues se aparta inequívoca e injustificadamente de la solución normativa prevista
para el caso (Fallos: 308:1796; 311:1656 y 2548; 312:1036).
Esa solución, en efecto, no está determinada por el mero tenor literal del
texto del artículo 67 del Código Penal introducido por la ley 13.569, que estableció que
la prescripción de la acción penal se interrumpía por "la secuela del juicio". No fue ese
sentido literal el que le dieron a la expresión quienes proyectaron la regla, ni los legisladores que la incluyeron en la reforma de 1949. Antes bien, la expresión ésta fue incluida
allí "como la emplea[ba] adulteradamente el argot judicial argentino, esto es, como trá-
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mite mismo de la causa, como sustanciación del proceso" (Luis Jiménez de Asúa, El
criminalista, Buenos Aires, 1946, IV, pág. 393, ciL por Eugenio Raúl Zaffaroni, "La
«secuela del juicio» es la sentencia", en David Baígún et al. [eds.], De las penas. Ho-
menaje al profesor Isidoro De Benedetti, Buenos Aires, 1997, pág. 577; cf. también
Raúl Alberto Ramayo, "La «secuela del juicio» y la interrupción de la prescripción de la
acción penal", La Ley, t 109 [1963], págs. 1069-1077, esp. 1075; Sebastián Soler, De-
recho Penal argentino,
n, 5° ed., Buenos Aires, 1987, pág. 547 Y nota 25).
Durante las más de cinco décadas de jurisprudencia nacional que siguieron a
la sanción de la ley 13.569 hasta la derogación de la cláusula, se le asignó naturalrnente
ese mismo significado peculiar o técnico a la expresión "secuela del juicio"; y así, en
virtud de esa regla, los tribunales atribuyeron masivamente aptitud para interrumpir la
prescripción de la acción penal a actos procesales anteriores a la sentencia de condena
(cL referencias jurisprudenciales, por ejemplo, en Esteban Righi, "Interrupción de la
prescripción de la acción penal por la <<secuela del juicio»", en David Baígún el al.
[eds.], De las penas. Homenaje al profesor Isidoro De Benedetti, Buenos Aires, 1997,
págs. 435-449).
Los antecedentes parlamentarios de la ley 25.990, que sustituyó la regla de
la "secuela del juicio" por una lista taxativa de cuatro actos procesales con capacidad de
interrupción de la prescripción -tres de los cuales son anteriores a la sentencia de condena-, dan cuenta de esa situación jurisprudencial y de la finalidad 'principalmente
aclaratoria de la reforma sancionada. Antes del voto unánime del Senado, el miembro
informante en esa cámara, senador Agúndez, expuso: "La jurisprudencia ha venido diciendo cuáles son las secuelas del juicio. ¿Qué es lo que se ha querido hacer acá? Una
interpretación restrictiva y estable. Por eso dice: «La prescripción se interrumpe solamente por: Ca) La comisiÓn de otro delito». Esto ya estaba. Después hace referencia a
las secuelas del juicio, que se dividen en: «(b) El primer llamado efectuado a una perso-
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e J""" Carlos si e,::a:a ,·-causa nO 14359-
na, en el marco de un proceso judicial ...»; «(e) El requerimiento acusatorio de apertura
o elevación a juicio ... »; «(d) El auto de citación a juicio ...»; y «(e) el dictado de sentencia condenatoria ... ». Esto lo venía diciendo la jurisprudencia, pero cada vez que se
hacía referencia a «secuela del juicio», en términos globales existían problemas. Por
eso, lo que ha hecho el autor del proyecto [el diputado Jobnson] es determinar cuáles
son las verdaderas causas de interrupción de la prescripción. Nosotros hemos acordado
con esta posición ... Esta reforma al artículo correspondiente a la interrupción de la
prescripción lo ha aclarado y mejorado." (Cámara de Senadores de la Nación, 36°
Reunión, 29 0 Sesión ordinaria, 16 de diciembre de 2004).
Al resolver como lo hizo, el a quo se apoyó en un argumento meramente li-
teral que prescindió de la historia legislativa de la regla que interpretaba y de décadas de
hermenéutica jurisprudencial que habían consolidado un sentido completamente distinto
de aquel que la sala proponía. Esa total desconsideración del conjunto de actos de los
órganos legislativos y jurisdiccionales que han confluido a lo largo de generaciones a
fijar el significado de la regla en cuestión vicia de tal modo la fundamentación del pronunciamiento de la cámara, que no puede contar --en mi opinión- como acto jurisdiccional válido. Pues, como lo ha escrito el teórico del derecho Ronald Dworkin, "[c]ada
juez debe concebirse, al decidir un nuevo caso llevado a su consideración, como un participante en un complejo emprendimiento encadenado, cuya historia está formada por
esas iunumerables decisiones, estructuras, convenciones y prácticas; es su tarea conti-·
nnar esa historia hacia el futuro mediante lo que hace hoy. Él debe interpretar lo que ha
ocurrido antes porque tiene la responsabilidad de desarrollar el emprendimiento que está
en sus manos, en lugar de hacerlo comenzar otra vez en una nueva dirección que él haga
propia... El deber de un juez es interpretar la historia jurídica que encuentra, no inventar una historia mejor" (Ronald Dworkin, "Law as Interpretation", Texas Law Review,
voL 60 [1982], págs. 527-550,543-4).
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Al incumplir ese deber, la cámara socava la autoridad del derecho y las condiciones de una adecuada administración de justicia, desbaratando, a su vez, las expectativas de los órganos de la persecución penal acerca de los actos procesales que podrían
interrumpir la prescripción, razonablemente apoyadas como estaban en la larga historia
jurídica que el tribunal desatendió.
-IVSin perjuicio de que lo dicho hasta aquí, según lo aprecio, es suficiente para
dejar sin efecto el pronunciamiento apelado, creo importante agregar -como lo he hecho también al dictaminar en el ya citado caso "Guerra" (G.651.XLVIII, sección IV) y a
diferencia de lo que sugiere el a quo en el precedente que cita en apoyo de su decisión- que el reconocimiento del derecho constitucional que asiste a todo acusado a ser
juzgado dentro de un plazo razonable no exige adoptar una lectura determinada de la
voz "secuela del juicio", ni a fortiori una extremadamente restrictiva como la propuesta
por la cámara.
En efecto, como lo ha interpretado V.E., ese derecho fundamental es independiente de los plazos generales que el legislador ordinario establece, teniendo en miras clases de casos, como plazos de prescripción dentro de los cuales el Estado debe
materializar su pretensión de condena. El plazo razonable que la Constitución garantiza
ha de ser determinado judicialmente en cada litigio, tomando en consideración los ras-
gos particulares del caso concreto, y sea cual fuere el plazo que de ese modo se declare,
su cumplimiento determinará la extinción de la pretensión punitiva a pesar de que los
plazos de prescripción dispuestos en la ley ordinaria indiquen 10 contrario (cí., en especial, Fallos: 327:327 y voto de los jueces Petracchi y Boggiano en Fallos: 322:360 al
que remite la sentencia anterior).
Si bien es cierto que el régimen de prescripción de la acción penal es un
vehículo habitualmente idóneo para tutelar el derecho a ser juzgado en un plazo razona-
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ble -como lo ha afirmado explícitamente la Corte en muchos de sus precedentes relevantes para la euesti6n (cf., por ejemplo, Fallos: 323:982 y 329:445}- él no restringe,
ni mucho menos agota el derecho que la Constitución garantiza (cf. dictámenes en los
easos S.47LXLVIII, "SchIenker, Alan slcausa 13590", y B.555.XLVIII, "Barmack,
Gabriel si causa 14327", ambos del 17 de agosto de 2012).
-vPor todo lo expuesto, entiendo que corresponde hacer lugar a la queja,
declarar procedente el reeurso extraordinario interpuesto y dejar sin efecto el
pronunciamiento apelado.
Buenos Aires, 2. 2.. de octubre de 2013.
ES COPIA
EDUARDO EZEQUIEL CASAL
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