CAPITULO I LAS RAICES HISTORICAS Y LEGALES DEL DOLAR EN PANAMA La presencia del dólar en Panamá tiene raíces históricas que datan de su circulación paralela al peso colombiano desde mediados del Siglo XIX, a lo que debe sumársele el trauma de la hiperinflación que sufrió Colombia y con ella el Istmo, durante la guerra civil llamada de los Mil Días entre 1899 y 1902. Estos antecedentes desembocan en la adopción formal del dólar como moneda de curso legal en 1904 en base a un convenio con los Estados Unidos y a la aprobación de disposiciones constitucionales y legales sobre la materia, todavía vigentes. En este capítulo se examinan los antecedentes en referencia, al mismo tiempo que se analiza la medida en que tales acuerdos y bases legales permiten enfrentar las principales limitaciones que se señalan hoy día a la utilización del dólar, tales como la pérdida del señoreaje, la falta de la herramienta monetaria como medio para implementar la política económica y la carencia de un prestamista de último recurso. A. La Circulación del Dólar en el Siglo XIX Con el descubrimiento de oro en California en 1849 se inicia una gran afluencia de transeúntes que viajaron por mar del este de los Estados Unidos hasta la desembocadura del Río Chagres en la costa atlántica del Istmo, el cual atravesaban navegando río arriba y luego en lomo de mula hasta la ciudad de Panamá, en donde se embarcaban nuevamente hacia California. Pocos años después, se completó la construcción del ferrocarril transístmico entre la Isla de Manzanillo en el Atlántico (la actual ciudad de Colón) y Panamá en el Pacífico. El tránsito por ferrocarril oscilaba anualmente entre 25,000 y 40,000 pasajeros y se mantuvo en ese nivel entre 1855, cuando se inauguró y 1869, año en que se completó el primer ferrocarril transcontinental en los Estados Unidos. La concesión del ferrocarril transístmico representó un pago anual al Estado colombiano de US$250,000 más US$2.00 por pasajero. Además, los pasajeros hacían gastos en la economía local ya que usualmente debían permanecer varios días en la Ciudad de Panamá hasta que abordaban la embarcación que los llevaría a California. Esta afluencia de dólares fomentó el establecimiento de hoteles, centros de diversión, almacenes de comercio, la edición de diarios en inglés y otros servicios para los viajeros. Después de 1869 disminuyó el número de transeúntes, aunque continuó la circulación paralela del dólar por razón del trasiego de mercancías a través del ferrocarril y por la presencia recurrente de las fuerzas militares de Estados Unidos en Panamá entre 1856 y 1880, amparada en las disposiciones del tratado que en 1846 suscribieron dicho país y Colombia para el mantenimiento del orden en el Istmo (Tratado Mallarino-Bidlack). Entre 1881 y 1889 y luego en el período 1894-1898, también hubo una gran afluencia de divisas al territorio panameño a causa del proyecto iniciado por los franceses para la construcción del Canal Interoceánico (Sosa y Arce, 1971; Pizzurno, 1990). B. La Experiencia Hiperinflacionaria Entre octubre de 1899 y noviembre de 1902 se libró en Colombia una guerra civil conocida como la Guerra de los Mil Días en la que el Istmo de Panamá fue un teatro de guerra importante. La conflagración alcanzó una magnitud considerable en proporción a la población y a los recursos del país, ya que el tamaño promedio de los ejércitos alcanzó unos sesenta mil hombres en cada bando y diversos historiadores colombianos estiman el número de muertos entre 80,000 y 100,000, tanto en combate como por las epidemias a causa de la guerra, cifra ésta de consideración dado que la población se calculaba en unos cuatro millones de habitantes. El Gobierno colombiano de la época recurrió a diversos mecanismos para el financiamiento del esfuerzo bélico, entre ellos la emisión desmesurada de papel moneda. Mientras la moneda en circulación al inicio de la guerra se estimaba en el orden de cuarenta millones de pesos, para 1903 había alcanzado novecientos millones. El tipo de cambio en 1899 estaba en 412% con referencia a 1886 y para octubre de 1902 se encontraba al 18,900% de la base. La inflación alcanzó niveles exorbitantes y la producción agrícola e industrial estaba desquiciada. Al momento de su separación de Colombia, Panamá se encontraba sumida en una profunda depresión económica a consecuencia de la destrucción que la guerra causó en el Istmo, de las exacciones del Gobierno para sufragar la guerra y de los estragos económicos y morales de la hiperinflación. Estos antecedentes son un factor importante para entender la actitud de los dirigentes políticos del país y de la población en general ante la opción que se les presentó de adoptar el dólar de Estados Unidos como la moneda de curso legal a pocos meses de constituida la nueva República (Pizzurno, 1990; Uribe, 1987). A. Los Fundamentos Legales del Sistema y el Convenio Monetario de 1904 Dados los antecedentes históricos de dolarización y la reciente experiencia del país con la hiperinflación, no es de extrañar que la Convención Constituyente de la nueva República incorporase en la Constitución Política adoptada en febrero de 1904 disposiciones encaminadas al logro de la estabilidad monetaria. Así, en el Artículo 116 se le otorgó de manera exclusiva a la Nación la facultad de emitir moneda de curso legal y el Artículo 117 consignó la fórmula que se ha mantenido a lo largo del presente siglo que reza "No podrá haber en la República papel-moneda de curso forzoso". 2 La lectura en conjunto de ambos artículos se ha interpretado en Panamá en el sentido que el Estado no puede emitir papel-moneda de curso forzoso, ni puede establecer la circulación obligatoria de un instrumento de ese tipo emitido por otro Estado. La cuestión se centra por tanto en el alcance de la expresión "papel-moneda de curso forzoso.” El Diccionario de Economía Política de Napoleoni (1962) define el concepto como "un sistema de dinero completamente fiduciario e inconvertible, es decir, sin cobertura metálica y no comprensivo, entonces, del derecho de cambio de los títulos monetarios en dinero metálico o metal. El curso monetario se transforma entonces de "legal" en forzoso, teniendo los billetes de banco el poder jurídico de circular como dinero verdadero" (Napoleoni, 1962). Por su parte, el uso del término en Panamá se ha debido haber derivado de las experiencias de la historia monetaria colombiana, ya que los miembros de mayor influencia intelectual en la Convención Constituyente habían sido participantes activos en la vida política y económica de Colombia, e incluso miembros del Congreso de ese país. En efecto, la historia colombiana de las últimas décadas del Siglo XIX distingue entre el papel moneda y la moneda metálica o respaldada por algún metal precioso (Uribe, 1992). Sin embargo, el Artículo 117 de la Constitución de 1904 añade una segunda frase que reza "En consecuencia, cualquier individuo puede rechazar todo billete o cédula que no le inspire confianza, ya sea de origen oficial o particular". Está claro que este segundo elemento se refiere al carácter de curso legal que debe tener una moneda para poseer poder liberatorio, es decir, para que tenga el efecto de cancelar deudas cuando se dé en pago de las mismas sin que el acreedor tenga derecho a negarse a recibir dicha moneda. Ello quiere decir que el Estado no podía emitir papel moneda de curso forzoso ni de curso legal y por el contrario si podría emitir instrumentos monetarios bajo el sistema monetario del patrón oro, de lingote oro (Gold bullion standard) o de base divisa oro (Gold exchange standard) ya que ninguno de estos constituye papel-moneda de curso forzoso. Es evidente que la segunda frase del Artículo 117 es innecesaria ya que la sola prohibición al papel moneda de curso forzoso prohibe al mismo tiempo la emisión de papel moneda de curso forzoso con poder liberatorio. Así, en la reforma constitucional de 1941 la norma se limitó a la expresión "No podrá haber en la República papel moneda de curso forzoso", eliminándose la frase que hacía referencia al curso legal. La norma se ha mantenido igual en las subsiguientes reformas a la Constitución y sigue vigente en la actualidad. Al mismo tiempo, los Estados Unidos se organizaban para acometer la tarea de la construcción del Canal Interoceánico. En marzo de 1904 el Presidente Roosevelt nombró a los integrantes de la Comisión Istmica del Canal a cuyo cargo estaba la organización y dirección de la obra y en mayo del mismo año emitió la orden ejecutiva colocando a la Comisión bajo la supervisión directa del nuevo Secretario de Guerra, William Howard Taft (McCullough, 1977). Entre las tareas iniciales que se planteó la Comisión estuvo la de llegar a un acuerdo con la República de Panamá en cuanto a su sistema monetario con miras a que existiese paridad entre las monedas nacionales de ambos países. El propósito principal era el de garantizar la estabilidad monetaria en 3 Panamá y facilitar las compras locales de la Comisión así como los pagos a los obreros que se emplearían en la construcción del Canal, los cuales harían la mayor parte de sus gastos en la economía panameña. Para tales efectos el Secretario Taft puso de manifiesto los intereses de la Comisión a las autoridades panameñas quienes designaron a los Señores Ricardo Arias y Eusebio A. Morales para llevar adelante las negociaciones del caso. Así fue como el 20 de junio de 1904 se produce el canje de notas entre los delegados panameños y el Sr. Taft que constituye el Convenio Monetario de 1904. El acuerdo dispone que la República de Panamá se compromete a: 1. La definición de la unidad monetaria de la República en oro (en términos iguales a los del dólar de Estados Unidos); 2. La adopción del dólar de Estados Unidos como moneda de curso legal en Panamá en equivalencia con la moneda nacional; 3. Igualdad de denominaciones y especificaciones con las del dólar para las monedas metálicas que emita la República; 4. Emisión inicial por Panamá suficiente para retirar la moneda colombiana en circulación, hasta por tres millones de plata colombiana; 5. Emisión por Panamá después del primero de julio de 1905 por US$1,500,000 "conforme lo solicite del Poder Ejecutivo de la República el Secretario de Guerra de los Estados Unidos". 6. Para asegurar la "paridad y equivalencia" de la moneda fraccionaria de plata, la República deberá depositar con alguna institución bancaria de los Estados Unidos una suma en dólares equivalente al 15% del valor nominal de la emisión más el señoreaje producto de la misma menos los costos de acuñación y transporte; 7. La República, en consulta con la Comisión del Canal, girará sobre dichos depósitos cuando sea necesario para evitar que la paridad con el patrón oro sea alterada; y 8. La acuñación deberá hacerse en alguna casa de moneda de los Estados Unidos. Por su parte, el Secretario de Guerra se compromete a nombre de la Comisión Istmica del Canal y bajo la dirección del Presidente de los Estados Unidos a: 1. Adoptar la moneda nacional panameña como moneda de curso legal en la Zona del Canal: 2. Uso por la Comisión, a su juicio, de la moneda panameña para los pagos que deba efectuar; y 3. Cooperación de la Comisión con la República a fin de mantener la paridad de su moneda de plata con el patrón oro. Mediante la Ley No. 84 de 1904 sobre moneda se adoptó la definición de la moneda nacional en términos de oro en igualdad con el dólar de los Estados Unidos, se aprobó su circulación como moneda de curso legal en condiciones de igualdad con la moneda nacional y se autorizó al Ejecutivo para aprobar las disposiciones del Convenio 4 Monetario, acto que se formalizó mediante el Decreto No. 74 de 6 de diciembre de 1904. Estas disposiciones continúan vigentes en la actualidad (Artículo 1171 del Código Fiscal). En su esencia, el Convenio Monetario estableció el patrón oro en Panamá; la circulación del dólar como moneda de curso legal y de la moneda nacional en la Zona del Canal y su uso por la Comisión Istmica del Canal; el retiro de la moneda colombiana; y un mecanismo para mantener la paridad de las monedas de plata con la colaboración de la citada Comisión. En la práctica el sistema empezó a funcionar con emisiones de monedas de oro y de plata, aunque las emisiones en oro se descontinuaron en los años treinta cuando los Estados Unidos abandonaron el patrón oro. Las emisiones de monedas de plata se ciñeron a las disposiciones del Convenio Monetario, coordinándolas con las autoridades de Estados Unidos y acuñándolas en una casa de moneda de ese país, hasta la década de los cincuenta. A partir de los sesenta las acuñaciones se han realizado en forma autónoma. La República no ha emitido billetes, excepto por un breve período en 1941 cuando funcionó lo que en esencia fue, en términos modernos, una caja de conversión o de base divisa oro (Gold exchange standard), en el que los billetes de Balboas estaban plenamente respaldados por dólares y eran redimibles en dicha moneda. En la actualidad circulan en Panamá billetes de dólar estadounidense y monedas fraccionarias de dólar y de balboa, el cual es para todo efecto práctico una unidad de cuenta equivalente en valor al dólar de Estados Unidos. Se podría argüir que esta situación no cumple con la prohibición de emitir papel moneda de curso forzoso según el alcance de tal expresión a principios de este siglo, ya que ni el dólar ni el Balboa están respaldados por reservas con un valor intrínseco desde que los Estados Unidos abandonaron el sistema de reservas de oro en 1971. La respuesta a esta objeción estaría en la adecuación del concepto a las condiciones que imperan en el mundo de hoy en base a que el dólar de los Estados Unidos es la principal moneda de reserva y por tanto el sistema panameño continúa siendo uno de base divisa oro (Gold exchange standard) en el cual la base es la divisa dólar cuya aceptación es universal y cuyo valor es conocido y estable. En realidad en 1971 los Estados Unidos abandonaron el sistema que habían establecido en 1934 en el que el dólar estaba respaldado sólo parcialmente por reservas de oro. El abandono del patrón oro en 1934 y de la reserva parcial en 1971 sustrae la razón de ser del Convenio Monetario de 1904 que era el mantener la paridad de la moneda panameña con el dólar de los Estados Unidos, definidos ambos en términos del mismo contenido de oro. El Convenio Monetario dejó de tener efectos prácticos desde 1934, lo que se reafirma en 1971. Recapitulando lo planteado hasta aquí, se debe destacar que el Convenio Monetario de 1904 con los Estados Unidos, estableció el sistema monetario formalmente, la gran afluencia de dólares durante los diez años que tomó la 5 construcción del Canal facilitó su lanzamiento y las bases jurídicas internas que adoptó inicialmente la República y que ha mantenido desde entonces, han asegurando su permanencia. B. El Sistema Panameño y los cuestionamientos a la dolarización Las crisis financieras de los noventa han llevado a la consideración de las autoridades y estudiosos del tema la opción de adoptar el dólar como moneda de curso legal o dolarización como se le llama hoy día comúnmente, en especial en América Latina, como un medio idóneo para alcanzar la estabilidad monetaria. Alrededor de esta idea se ha suscitado un intenso debate que ya lleva varios años con argumentos a favor y en contra de la propuesta. Tal como se señaló a inicios de este capitulo, entre las cuestiones que se señalan como aspectos negativos de esta opción están el hecho de que un sistema dolarizado implicaría una pérdida de señoreaje, que no se contaría con el sistema monetario como instrumento de política económica anticíclica o para enfrentar "shocks" externos y que sería sumamente difícil contar con un prestamista de último recurso. Cabe plantearse entonces cómo opera el sistema monetario panameño en términos generales y si el Convenio Monetario de 1904, que es su punto de partida, los consideró. La respuesta escueta es que ninguno de esos elementos fueron contemplados en el Convenio en forma alguna y que las normas jurídicas adoptadas por la República tampoco los consideran. En esencia, la circulación de los billetes de dólar en Panamá, significan un costo por pérdida de señoreaje cuyo monto se estima en el Capítulo IV de este informe. Tampoco se cuenta con el instrumento monetario para enfrentar "shocks" externos. En este informe también se analiza el desempeño de la economía panameña ante los "shocks" de las últimas tres décadas. Por último, en el sistema bancario panameño, cuando un banco pierde su solvencia las únicas salidas viables son su recapitulación, la absorción por otra institución bancaria que cuente con capacidad adecuada para ello o la liquidación del banco. En las últimas tres décadas se han liquidado siete bancos, todos ellos de menor importancia relativa, con la consecuente pérdida de parte de los fondos depositados. El sistema impone una especie de moral hazard a la inversa que exige a los banqueros un manejo cuidadoso y con altos niveles de liquidez y a los depositantes el requisito de informarse sobre la calidad de su banco. Las contrapartidas a estas limitaciones se encuentran en la estabilidad de las tasas de interés que prevalecen en la plaza, la disponibilidad de crédito incluyendo el hipotecario a largo plazo, niveles muy bajos de inflación, una tasa de cambio real estable, la exigencia de disciplina fiscal, la ausencia de pérdidas cuasi-fiscales y el coeficiente de profundización financiera más elevado de la región. Todos estos aspectos se examinarán más adelante. 6 CAPITULO II EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓN FINANCIERA COMO BASE PARA ENTENDER EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA MONETARIO PANAMEÑO El régimen monetario panameño tiene dos componentes que lo caracterizan: la libre circulación del dólar durante casi un siglo y un sistema bancario integrado al resto del mundo, formalmente desde 1970. Como se demostrará en este documento, la conjunción de estos dos elementos produce los resultados macroeconómicos observados y determina sus mecanismos de ajuste. A. Relación entre el Régimen Bancario y el Sistema Monetario La libre circulación del dólar norteamericano en la República de Panamá estuvo acompañada desde sus primeros años por la libre movilización de fondos a través del sistema bancario, aunque éste sólo se integró internacionalmente a partir de 1970 con la eliminación formal de los techos a las tasas de interés activas. Aunque en términos prácticos, las limitaciones a las tasas de interés no se aplicaban antes de 1970 - salvo en contados episodios , fue la promulgación de la Ley Bancaria en ese año la que liberó los intereses de mercado de manera formal y definitiva. La comprensión de cómo se relaciona el régimen bancario con el sistema monetario, ha estado en un proceso de evolución en el último tercio de siglo y no es hasta años recientes que se ha llegado a entender cómo entre ambos definen el sistema “panameño”. Los primeros trabajos académicos sobre el tema demostraron la flexibilidad del sistema bancario panameño, pero señalaron su preocupación por algunas de sus debilidades, en particular por la ausencia de un prestamista de último recurso en caso de que la banca internacional perdiera importancia en el país. Harry Johnson (1972) estableció que el sector bancario del país podría convertirse en un centro financiero y mejorar el aporte a la economía, pero que se requería un mejor dominio del inglés por parte de los panameños, mayor eficiencia laboral y una mejor infraestructura de comunicaciones y de transporte. Al margen de estos comentarios generales, fue el primero en señalar la ineficacia de establecer como en efecto existía - un encaje bancario en un sistema donde no existe un banco central; el perjuicio de los límites a la fijación de los tipos de interés; y las 7 discriminaciones de la legislación de 1970 entre los depósitos extranjeros y los residentes. El encaje bancario sobre los depósitos locales (pero no sobre los externos) fue una de las “conquistas” de la Ley Bancaria de 1970, aunque fue abolido para ambos en la Ley de 1998. Los límites a las tasas de interés pasivas fueron desapareciendo en la última década; y las diferencias que la Ley de 1970 estableció entre captaciones nacionales y extranjeras para propósitos del encaje y de la liquidación de los bancos desaparecieron en la reciente legislación. En ese mismo año de 1972 ocurrió uno de los eventos potencialmente más importantes en la historia monetaria del país después de 1904, pero que ha quedado olvidado en los archivos de los historiadores. A raíz de la terminación de los acuerdos monetarios de Bretton Woods, el Gobierno de Panamá se preguntó cuál sería el futuro del sistema monetario bajo el nuevo régimen mundial de tipos de cambios flexibles, en sustitución del tipo de cambio fijo que estableció dicho acuerdo. Como se mencionó en el capítulo inicial, el sostener esta paridad balboa-oro era uno de los objetivos del Convenio Monetario con los Estados Unidos. El dilema para Panamá era mantener el balboa en paridad con el dólar (ahora fluctuante con respecto a otras monedas) o mantenerlo en paridad con el oro. En el primer caso se continuaría a la par con la moneda del mayor socio comercial del país a costa de una mayor volatilidad internacional; en el segundo caso, el balboa se apreciaría en ese momento respecto al dólar pero se sostendría la estabilidad cambiaria. Para esa época el centro financiero empezaba a florecer en el país y por ende se decidió mantener la paridad del balboa con respecto al dólar, pero se aprovechó la coyuntura para explorar el viejo dilema de cómo captar ingresos por señoreaje que el Gobierno perdía. Robert Mundell (1972) recomendó emitir monedas metálicas (en vez de papel moneda) de hasta 1,000 balboas con el fin de que las arcas nacionales pudieran recibir la diferencia entre su valor facial y su contenido metálico. Por razones de conflictos internos en las fuerzas militares que gobernaban el país, este proyecto no prosperó (Mundell, 1972). Larry Sjaastad (1976), al analizar el sistema monetario-bancario después de varios años de vigencia de la Ley, concluyó que el crecimiento de la economía nacional dependía de la tasa de crecimiento de los flujos de las variables monetarias. En períodos en que los saldos monetarios reales crecían y la demanda por crédito se contraía, el aporte negativo de la banca al gasto interno explicaba las contracciones de la economía. Fernández (1986) encontró que este enfoque keynesiano explicaba mejor los efectos del lado del crédito que del lado del dinero. Harberger (1976) concluyó que un banco central en Panamá sería una institución útil por la posibilidad del cobro del señoreaje - que él estimó en menos del 1% del PIB - que el país perdía por no tenerlo. A pesar de ello, el autor reconoció que la inversión nacional y extranjera veía en un sistema como el panameño una 8 estabilidad macroeconómica que otros países con banco central no tenían. Concluyó su trabajo recomendando un Fondo Nacional de Estabilización en reemplazo de un banco central, financiado con los ingresos que provendrían de los nuevos Tratados del Canal. Su temor era que los bancos extranjeros se retiraran del país y con ellos los prestamistas de último recurso del sistema y la estabilidad del sistema monetario. Lessard y Tschoegl (1984), al examinar las perspectivas del centro financiero panameño, señalaron la necesidad de un mejor marco regulador, pero con énfasis en los bancos que toman depósitos del público, dejando a los bancos internacionales la regulación de su casa matriz. La reforma del entonces ente regulador financiero, la Comisión Bancaria Nacional, fue su recomendación principal, dentro de un marco consistente con lo que eventualmente ocurrió en 1998 con la creación de la Superintendencia de Bancos. Fernández (1986) extendió el modelo presentado por Sjaastad y concluyó que la independencia de depósitos y créditos se había presentado aún después de la crisis de América Latina de inicios de los ochenta. En un trabajo lúcido sobre el tema, Juan Luis Moreno (1998) demostró que el mecanismo de ajuste de la economía panameña a perturbaciones externas se realiza a través de los flujos de capitales desde y hacia el sistema bancario. Para este autor, la fortaleza del sistema bancario nacional se basa en la presencia de la banca internacional en Panamá, la cual puede actuar sin restricciones en la captación y asignación de recursos. La pregunta que queda por responder es si el sistema financiero –y en particular el bancario- vigente en Panamá es endógeno al sistema monetario, es decir si nació como resultado de la dolarización o si pudo haberse creado bajo un sistema monetario propio. La contestación a esta inquietud tiene que ver con el efecto de la integracióncum-dolarización sobre ciertas magnitudes económicas: • La inflación baja y las tasas de interés nominales semejantes a las internacionales se pueden conseguir con un régimen el tipo de cambio fijo: no es necesaria una dolarización. Por supuesto, la sostenibilidad del sistema de tipo de cambio fijo requiere de alta credibilidad y de disciplina fiscal. Un sistema como el panameño, sin embargo, no requiere ni lo uno ni lo otro. • Los bancos internacionales que operan en Panamá manifiestan que la estabilidad cambiaria y de precios son características importantes para definir su localización en la plaza. Pero existen otros dos elementos de igual importancia: la libertad de movimientos de capitales y la no tributación a las utilidades provenientes del extranjero. Ninguno de estos dos son atribuibles de forma exclusiva a la dolarización. • Los bancos extranjeros tienen ciertas ventajas sobre los nacionales: proveen recursos internacionales a sus clientes(son prestamistas de último recurso “de mercado”) y pueden operar internacionalmente desde la plaza nacional 9 sin pagar impuestos sobre la renta (es decir, pueden resgistrar ciertas operaciones de crèdito e inversiones en Panamá en vez de hacerlo en otras jurisdicciones). Ninguna de estas ventajas está asociada directamente a la dolarización. • El común denominador de estas características es la estabilidad de precios y la estabilidad de leyes relacionadas con el sector financiero, las cuales coexisten en Panamá. Los bancos establecidos en Panamá antes de los setenta, sin duda tuvieron en cuenta que una economía dolarizada les permitía hacer negocios sin intervenciones estatales en la fijación de precios y créditos. Los bancos que llegaron al sistema después de la promulgación de la ley bancaria, y que crearon la verdadera integración financera del sistema, lo hicieron por las ventajas que les ofrecían las normas que empezaron a regir en la banca a partir de ese momento. B. El Sistema Bancario Panameño antes de 1970: Antes de la promulgación de la Ley Bancaria en 1970, la actividad de la banca en Panamá era principalmente doméstica y de poco volumen. La principal limitación a la profundización e integración internacional se encontraba en en la legislación que ponía topes máximos a las tasas de interés que podían cobrar los bancos en sus operaciones de crédito. Desde 1935 se habían introducido reformas al Código Civil estableciéndose “como interés máximo en las obligaciones comerciales el siete por ciento (7%) annual y en las civiles el nueve por ciento ( 9%) anual. Hasta mediados de los sesenta, el mercado era atendido casi en su totalidad por la banca oficial y por unos pocos bancos extranjeros (dos norteamericanos y uno francés). El 75% del crédito lo otorgaban los bancos extranjeros. La banca privada nacional era incipiente. Hasta 1964 no se registraron préstamos al exterior y los saldos crediticios internos eran inferiores al 40% del ingreso nacional. En la segunda parte de la década inician operaciones algunos bancos colombianos, que se establecen principalmente para atender clientes de su país, con lo cual comienzan a registrarse préstamos al exterior. También se establecieron un banco español y otro ecuatoriano. Al aprobarse la nueva Ley Bancaria, en el país existían sólo 15 bancos: los dos oficiales (Banco Nacional y Caja de Ahorros); once (11) bancos privados de licencia general ( hoy hay 56) y dos (2) con licencia internacional (hoy hay 26) y no existían bancos con licencia de representación, de los cuales hoy existen 12. 10 C. Naturaleza de la Ley Bancaria de 1970 En 1970, el Gobierno Nacional promulgó el Decreto de Gabinete 238 conocido como la Ley Bancaria, el cual creó la Comisión Bancaria Nacional, primer intento de regulación estatal de las operaciones bancarias en el país. La Ley formalizó la presencia de la banca internacional en Panamá, permitiéndole realizar tanto operaciones locales como operaciones “off-shore”, de acuerdo a los intereses de cada institución. Los bancos dedicados exclusivamente a transacciones “off-shore”, sin embargo, podían realizar colocaciones interbancarias locales, lo cual creó un mercado interbancario muy activo, que es la base del sistema aún en el día de hoy. Esta Ley se movía a contrapelo de la estructuración de los sistemas bancarios de la región caracterizada por controles estatales y poca competencia internacional. La intervención del Estado en la asignación de recursos era limitada; y sólo dos bancos de la plaza nacional eran estatales: el Banco Nacional de Panamá y la Caja de Ahorros. El primero, depositario de los recursos financieros del Gobierno y de los fondos del encaje bancario; y el segundo, dedicado fundamentalmente a operaciones hipotecarias. La Ley establecía muy pocas limitaciones a los negocios bancarios y establecía pocas restricciones para la determinación de la asignación de la cartera y la fijación de los tipos de interés pasivos y activos. La ley regía la emisión de licencias bancarias, creaba un mecanismo de estabilización de liquidez para auxiliar a bancos en problemas y establecía los procedimientos para la liquidación de bancos insolventes. La ley no tocaba los temas de adecuación de capital, ni calificación de cartera y sobre todo, mantenía en pleno derecho las normas de secreto bancario que ordenaba el Código de Comercio. Más importante aún, liberaba a cada banco para que determinara las tasas activas y pasivas, sin intervención de las autoridades. De esta forma, el crédito local quedó conectado a los mercados internacionales de una manera nunca vista antes. Esto quiso decir que la disponibilidad del crédito dejó de estar influida por la disponibilidad de depósitos locales, pues los bancos podían obtener recursos del extranjero sin restricciones de ninguna índole. Los bancos del sistema estaban sujetos a pocas limitaciones: al menos el 85% de los depósitos de residentes debía invertirse en el territorio nacional y los depósitos internos tenían prioridad sobre los externos en caso de liquidación del banco. Cada banco mantiene el nivel de liquidez que sus operaciones y su experiencia le recomiendan. Los bancos que son sucursales de bancos extranjeros operan como una oficina integrada con la casa matriz; los bancos con casa matriz en Panamá deben actuar con una prudencia mayor que los bancos extranjeros. No es de extrañarse que bajo estas condiciones, el Centro Bancario se convirtiera en una fuente importante de valor agregado y de empleo de alta remuneración. Mientras que en los sesenta, la participación del sector financiero en el PIB fue del orden del 1.8% y en los setenta de 3.6%, en los noventa la intermediación financiera alcanza el 11% del PIB. 11 Al 31 de diciembre de 1998 existían 59 bancos creadores de dinero en la plaza nacional (26 de licencia internacional), de los cuales 27 tenían sus casas matrices en Panamá y el resto en 18 países diferentes1. El Cuadro No. II-1 presenta los balances consolidados del sistema bancario panameño, de la banca panameña privada, de los bancos oficiales y de la banca de capital extranjero a diciembre de 1998. El “sistema bancario” incluye los bancos que tienen autorización para captar depósitos locales (“creadores de dinero” en la terminología del FMI). Los bancos que sólo realizan operaciones internacionales no están contabilizados en estas cifras. El total de activos medios del sistema bancario entre 1997 y 1998 equivalió a 3.2 veces del PIB de 1998. En ese año en los bancos del sistema laboraban 11,131 empleados, de una población total empleada en el país de 938,190, o el 1.2% del total de ocupados. D. Estructura de la Banca Los bancos de la plaza pueden obtener sus fondos en el mercado interno, en el mercado interbancario nacional o extranjero, o mediante depósitos extranjeros. El Cuadro No. II-2 presenta la comparación en dos puntos del tiempo de estas fuentes para el período de 1975, cuando empezaron a publicarse estas cifras, a 1998. Los depósitos externos han sido importantes ya que representan el eslabón fundamental con el mercado global. A inicios de la operación del sistema, el 85.7% de los pasivos estaban representados por depósitos externos. El desarrollo de nuevos instrumentos de captación aumentó la importancia de los pasivos de origen local; aún así, en 1998 los depósitos externos representaron el 29.4% del total de pasivos. El mercado interbancario ha sido siempre muy activo. El total de depósitos interbancarios internos y externos representó el 74% de los pasivos en 1975 y el 31% en 1998. Notable ha sido el crecimiento de los depósitos entre bancos que operan en la plaza. Las tasas de interés del mercado interbancario no están disponibles en las cifras oficiales; sin embargo, el Cuadro No. II-3 muestra las tasas de interés pasivas para los bancos nacionales y extranjeros entre 1992 y 1998. Como el centro bancario panameño tiene su tasa de referencia en el mercado de eurodólares (LIBOR), el cuadro compara estas tasas con las tasas LIBOR a seis meses. Los márgenes entre la tasa local y la tasa LIBOR comparable han sido relativamente estables, en el orden de 1 a 1.5% anual. La mayoría de los bancos internacionales “mezcla” fondos locales e internacionales en su política de obtención de 1 Holanda, España, Colombia, Brasil, Costa Rica, Israel, Francia, Italia, Estados Unidos, Alemania, Corea, Reino Unido, Japón, Taiwán, China, Ecuador y Canadá, además de los bancos multinacionales BLADEX y COLABANCO. 12 recursos; otros bancos internacionales, sin embargo, operan bajo la instrucción de su casa matriz de obtener recursos internos para financiar los créditos locales; por último, los bancos panameños recurren a los fondos locales para financiar sus activos y por ello deben pagar un “premio” para conseguirlo. Al margen, sin embargo, la decisión de “funding” de la banca internacional depende de las políticas generales de la casa matriz. E. Crédito y Dinero en Panamá La nota sobresaliente del sistema bancario panameño es el alto nivel de depósitos y de créditos. La cartera de créditos al sector privado como porcentaje del PIB es la más elevada de América Latina (cuadro No. II-4). En Panamá no existe intervención estatal en la asignación de la cartera de créditos e inversiones. Con base en la Ley Bancaria de 1998, se establecerá por parte de la nueva Superintendencia de Bancos una clasificación de cartera que complementará la ponderación por riesgo de los activos productivos. La relación entre depósitos locales (dinero) y créditos locales ha sido variable a través del tiempo (Cuadro No. II-5). Hasta la crisis política de 1988-1989 que culminó con la invasión de Panamá por el Gobierno de los Estados Unidos, esta relación había sido significativamente superior a la unidad. Esta relación empezó a reducirse en los noventa, como consecuencia de la menor participación de la banca internacional en el crédito local. Al aumentar la importancia de la banca nacional en el otorgamiento de crédito, también aumentó la importancia de los depósitos locales. Un fenómeno que explica parte de este cambio en la tendencia a raíz de la crisis mencionada que significó el cierre de la banca por varias semanas, los bancos panameños tuvieron que incrementar las tasas de interés pasivas para evitar la fuga de depósitos y para atraer aquellos que se habían ido del país durante el cierre bancario. En los últimos cinco años, por primera vez desde que se tienen cifras disponibles, la cartera de créditos locales ha sido inferior a los depósitos locales, a pesar del crecimiento de los préstamos. Este fenómeno tiene dos explicaciones. La primera tiene que ver con el hecho de que en años recientes, los balances de los bancos han venido cambiando su estructura tradicional con el incremento de las operaciones de inversiones en relación a los préstamos tradicionales. El efecto de esta incorporación sería incrementar a más de la unidad esta relación para los bancos privados, aunque aún sería inferior a la unidad para los bancos estatales cuyas operaciones activas son, en su mayoría, préstamos al sector público. Una segunda explicación tiene que ver con el desarrollo de la banca “off-shore”, que operan como subsidiarias de bancos localizados en la plaza nacional. Este auge empezó a fines de la década anterior, como respuesta a las demandas de los clientes locales por una mayor seguridad en caso de un posible cierre bancario como el 13 ocurrido en 1988. En esa época, los bancos “off-shore” pudieron continuar sus operaciones, mientras que la banca que operaba localmente tuvo que cerrar por disposiciones administrativas. Por ello, el registro de operaciones nacionales o extranjeras no depende necesariamente de la verdadera nacionalidad del cliente, sino de otras consideraciones, incluyendo algunas de carácter tributario. F. Determinantes de la cantidad de dinero La cantidad de dinero (depósitos, circulante, ) está determinada por variables de la demanda (PIB, tasas de interés de otros países), y no por factores de oferta (política monetaria nacional o extranjera). Panamá es una típica economía abierta y pequeña. La oferta monetaria consiste de reservas en el sentido de que tanto los depósitos como el numerario (salvo una pequeña parte de moneda fraccionaria panameña) son, de hecho, pasivos externos. La diferencia entre los activos internos y los pasivos internos constituye un componente del financiamiento neto extranjero a Panamá, y la diferencia entre los cambios de ambas magnitudes representa una entrada neta de capitales que se registra en la cuenta de capital de la balanza de pagos. Los períodos de gran financiamiento externo por esta vía se reflejan en elevados déficits en la cuenta corriente. Si bien la cantidad de dinero está determinada por factores de demanda, el crédito no lo está necesariamente. La razón es que los bancos obtienen una parte de sus fondos del mercado internacional, en el cual las tasas de interés (costos de fondos) fluctúan (también en buena medida en los mercados locales). Los préstamos locales están relacionados a la tasa LIBOR, aunque el margen varía de banco a banco, siendo menor para los bancos extranjeros. G. La duración media de los préstamos en el sistema No existen estadísticas sobre las condiciones de tiempo en los préstamos de la banca. Una forma indirecta de calcularlo es la siguiente, siguiendo a Sjaastad (1976): Si la cartera de créditos crece a una tasa g, de los préstamos la duración media, m, es constante, entonces: m=-[ ln (A/L)]/ g , donde: A es la amortización y L, los créditos nuevos concedidos De los datos suministrados por la Superintendencia de bancos se desprenden los siguientes resultados: 14 a. Entre 1971 y 1981, el crédito privado creció a una tasa media de 18.3% anual, de manera bastante uniforme. La tasa de repago de préstamos (A/L) fue de alrededor de 86%, muy estable salvo en años 1975 y 1976 en los cuales subió a casi 100% por la reducción del “exposure” debido a la desaceleración económica del país. El valor de “m” para el período se estimó en .824, o sea una duración media de casi 10 meses en promedio. b. A partir de 1982, el crecimiento de la cartera de crédito fue 16.6% y la tasa de repago de alrededor de 80%; por tanto, la duración media de los préstamos fue de 1.3 años, algo superior a lo calculado para la década de los setenta. Este promedio de duración esconde un hecho importante en el sistema panameño: la cartera de préstamos ha tenido en años recientes tres componentes relevantes: los créditos al comercio, especialmente a la Zona Libre de Colón, de corto plazo; los préstamos al consumo, con una duración de mediano plazo; y los préstamos hipotecarios, de largo plazo. Los bancos en Panamá, tanto nacionales como extranjeros, hacen préstamos hipotecarios a plazos entre 15 y 30 años. Realizando este ejercicio separadamente para los períodos 1971 - 1976 y 1990 1997, se llega a la conclusión de que los préstamos a la vivienda tuvieron un período medio de 6 años y los del comercio de tres meses, datos que indican que los bancos segmentan sus colocaciones en función de las características de la demanda por préstamos. H. Definición de Integración Financiera Internacional Intuitivamente, un sistema está integrado al resto del mundo si los agentes financieros locales pueden acceder a recursos internacionales (fondos, productos, información,..), a costos competitivos y sin limitaciones legales o administrativas. A menudo, el concepto de integración se vincula a restricciones macroeconómicas y los efectos de la integración o falta de ella se analizan en función de problemas de flujos capitales, movimientos en el tipo de cambio real, etc.. Otro enfoque es medir la integración en función de la operación diaria de los sistemas financieros internos. En realidad, un enfoque de integración debe contemplar ambas esferas: los recursos internacionales de capitales llegan a los países a través del sistema bancario principalmente, y la salida de estos recursos se hace desde el sistema bancario. Por tanto, la macroeconomía de los flujos de capitales no debe analizarse con independencia de los sistemas financieros locales que los procesan. (Véase Hausmann y Gavin, 1997). 15 La integración financiera en Panamá surge de la ausencia de un Banco Central que establezca cualquier tipo de restricciones para la entrada o para la salida de fondos a o desde los bancos del sistema. La decisión de cómo financiar las nuevas solicitudes de crédito, al margen, depende de una decisión financiera de los banqueros y no de una decisión económica de las autoridades. Es decir, la integración panameña es el resultado de la ausencia de restricciones macroeconómicas y de decisiones empresariales microeconómicas. Debido a ello, las tasas de interés pasivas son semejantes a las del mercado internacional, con un leve margen por consideraciones de riesgo país. A esta tasa, la oferta de fondos es elástica y la cantidad de dinero está determinada por consideraciones de demanda, tal como se mencionó en la sección anterior. El crédito interno depende del crecimiento actual y esperado de la economía y de la tasa interna de retorno de la inversión. La diferencia entre crédito y dinero equivale exactamente a un cambio neto en la posición externa del sistema bancario, sin que medie transacción alguna con un banco central. En Panamá no existen mecanismos de estabilización de capitales (esterilización) ni restricciones a su salida. Al no haber un banco central, no existen pérdidas cuasi-fiscales. Las ganancias o pérdidas del Banco Nacional de Panamá surgen de sus operaciones normales de captaciones y de crédito (microeconómicas) y no del manejo de los instrumentos de política monetaria (macroeconómicas). Cuando la cantidad de dinero aumenta, pero la demanda por crédito aumenta menos, la posición externa neta del sistema mejora, de acuerdo a la acción individual de cada banco. Cuando la demanda por dinero cae, pero la de crédito sube, cada banco recurre a sus “reservas internacionales” (depósitos en el extranjero) para satisfacerla: su posición externa se deteriora. La suma de las posiciones de cada banco es igual a la posición de “reservas” del sistema. En las estadísticas del Fondo Monetario Internacional, las “reservas internacionales” de Panamá son iguales a la posición neta externa del Banco Nacional de Panamá. 16 CAPITULO III HECHOS MACROECONOMICOS BASICOS En el presente capítulo se consideran los hechos macroeconómicos básicos en las últimas tres décadas, tanto para Panamá como para los países Centroamericanos y para una muestra de otros países Latinoamericanos. Los temas que se examinan incluyen el desempeño del PIB y del empleo; el nivel de precios; el tipo de cambio real; las tasas de interés reales; y el coeficiente de profundización financiera. En todos los casos se analizan las tasas promedios registradas en el período 19711997, para un período de menos duración cuando no se tuvo datos disponibles o para la década de los noventa con el fin de captar mejor los efectos de la crisis financiera regional de 1995 y la internacional de 1997. También se calculó el coeficiente de variación para cada una de las variables como una forma de medir su volatilidad. A. Comportamiento de la variables reales La tasa promedio de crecimiento del PIB real de Panamá entre 1971 y 1997 fue de 4.3% (Cuadro No. III-1) superada por Chile (4.9%). Estas tasas se calcularon eliminando de los datos de cada país el año de mayor crecimiento y el año de menor crecimiento en el período. Este ajuste era necesario, en el caso de Panamá, porque 1979 presentó una tasa de crecimiento muy elevada (9.8%) por razón de un cambio de la contabilidad nacional requerida por la entrada en vigencia de los Tratados del Canal. De igual forma, en 1988, la caída del PIB en 13.4% fue el resultado de una crisis política interna acompañada de sanciones económicas internacionales. La volatilidad del crecimiento del PIB de Panamá es una de las más bajas de los países analizados; sólo Colombia mostró menor variabilidad de crecimiento promedio durante el período analizado. En este trabajo se demostrará que esta relativa estabilidad es el resultado del sistema monetario-bancario de Panamá. La razón de las elevadas variaciones del crecimiento en América Latina ha sido estudiada en otros trabajos (Hausmann y Gavin ,1996, por ejemplo). Las diferencias en la volatilidad del PIB en las economías latinoamericanas respecto a las industrializadas están explicadas en un 60% por las políticas monetarias, por cambios en la profundización financiera y por la existencia de un tipo de cambio fijo. En el caso 17 panameño no existe una política monetaria autónoma, la profundización financiera es alta y estable, aunque opera con tipo de cambio fijo. El resultado de esta combinación en el caso panameño es una relativa estabilidad en el crecimiento. En este trabajo se demostrará que la existencia de un tipo de cambio fijo-cumintegración financiera atenúa, en vez de acentuar, los “shocks” que afectan al crecimiento de la economía. Corresponderá a otro trabajo analizar la razón de la volatilidad de las tasas de cambio del PIB en Panamá (véase Banco Mundial, ILADES, 1996). La tasa promedio de desempleo abierto urbano de Panamá durante el período es en definitiva la más alta de la muestra con 15.4% (Cuadro No. III-2). El alto nivel de desempleo panameño es de tipo estructural y estuvo creciendo en los setenta y ochenta a partir de la adopción a principios de los setenta de una legislación laboral protectora del empleo, elevada protección arancelaria y marcada injerencia estatal en el funcionamiento de la economía. Con las reformas a las políticas microeconómicas en 1994-1998, la tasa de desempleo ha empezado a disminuir. B. Inflación La tasa promedio de inflación para 1971-1997 en Panamá ha sido por un margen amplio la más baja de la muestra, siendo el único país con una tasa de un sólo dígito (Cuadro No. III-3). La inflación panameña ha fluctuado comparativamente más que los otros países pero alrededor de un nivel mucho más bajo, casi siempre de un solo dígito. El cálculo del IPC en Panamá, de acuerdo a las cifras oficiales, incorpora un porcentaje importante de bienes no-transables (servicios, alquileres, bienes protegidos con altas tarifas arancelarias, etc.). Los precios de estos bienes y servicios están determinados por las condiciones internas de oferta y demanda más que por el comercio internacional. Aún así la relación entre los cambios en los precios internos en el país y la inflación externa es estrecha, lo cual sugiere que la política interna de precios, cuando existía una Oficina de Control de Precios (hasta 1996) consistió en convalidar los aumentos solicitados por productores y comerciantes, más que en mantener los precios “controlados”. La relación estadística entre el cambio en el IPC de Panamá (y) y el cambio de los precios internacionales, medidos por el Indice de Precios de Exportación de Estados Unidos (x), se resume en la siguiente ecuación: y = 0.92 + .53 x (.05) El coeficiente de determinación fue 88% y el coeficiente de x es significativamente diferente de cero. 18 La relación de causalidad entre baja inflación y dolarización en Panamá se puede describir mediante el siguiente proceso: la inflación, en general, es un fenómeno de naturaleza monetaria caracterizado por una expansiòn de la oferta de los medios de pago superior al crecimiento de su demanda. En un sistema como el panameño, el aumento de la oferta monetaria que se produje como resultado de un saldo positivo en la balanza de pagos, no puede ser superior a la demanda por dinero, ya que cualquier diferencia se reflaeja automáticamente en una cambio en la posición externa del sistema bancario. Los cambios en los precios relativos de los bienes que confroman el IPC puede provenir de diversas fuentes: en el caso de bienes transables, los precios internos que son el resultado de los ajustes en los precios externos por razón de las restricciones arancelarias y no aracelarias y por las modificaciones en el tipo de cambio. Como el tipo de cambio es fijo (por naturaleza del sistema monetario) y las variaciones en los impuestos de introducción son pequeñas y esporádicas, entonces los precios nacionales de los transables se mueven en tándem con sus precios internacionales. En cuanto a los precios de los no transables, como se mencionó, éstos forman un porcentaje importante del IPC, pero muchos bienes no transables, a su vez, tienen un alto componente de insumos importados. C. El tipo de cambio real El tipo de cambio real es un instrumento analítico que se calcula multiplicando la tasa de cambio nominal (un balboa por dólar en el caso panameño) por la relación de precios externos a externos. Un aumento de la TCR significa que habido una depreciación real de la moneda local, lo cual mejoraría la competitividad de las exportaciones; por el contrario, una disminución en la TCR significa la apreciación real de la moneda local. La TCR de equilibrio (la que es compatible con el equilibrio interno y con un déficit externo sostenible) varía a través del tiempo por la influencia de los cambios en los términos de intercambio, la productividad de los factores y de otras variables reales. En el corto plazo, la TCR puede variar con el uso de instrumentos monetarios, cosa que no sucede en Panamá. Por lo tanto, se debería esperar una mayor estabilidad del TCR en Panamá que en países que pueden afectarlo con políticas cambiarias de corto plazo. 19 El Cuadro No. III-4 muestra que balboa real se ha apreciado frente al dólar norteamericano (real) en un promedio de 1.0% en las últimas tres décadas. Sólo El Salvador muestra una mayor apreciación real de su moneda, mientras que los demás países muestran una depreciación de su signo monetario. El coeficiente de variación del TCR para Panamá es 9.1%, el menor de la muestra, lo cual era de esperarse por la ausencia de una política cambiaria autónoma. La estabilidad relativa del TCR se debe en buena parte a la importancia de los servicios dentro del total de la producción. Estos servicios están caracterizados por una oferta elástica, alta productividad que permite expandir el valor agregado sin un incremento en costos, elevado desempleo estructural y alta capacidad instalada. (Juan Luis Moreno, 1997, página 9). D. Tasas de interés Tanto Costa Rica, como El Salvador y Honduras registran tasas reales promedio sobre préstamos para los ochenta y noventa menores a la panameña que fue para 1986-1997 de 10.6% (Cuadro No. III-5). Los demás países tienen promedios mayores, aunque Venezuela (1984-1997) y México (1978-1984) tuvieron tasas negativas. En el Cuadro No. III-6 se muestran los mismos datos para el período 1990-1997 a fin de poder hacer la comparación para el mismo período. Los resultados son casi iguales a los del cuadro anterior. En este caso también la volatilidad de las tasas de interés en Panamá fue muy inferior a la de los demás países. Las tasas de interés real sobre depósitos (Cuadro No. III-7) son las más bajas para los que tienen tasas positivas (Chile y Colombia), mientras que todos los demás tienen tasas negativas. Este hecho se refleja en el alto coeficiente de profundización financiera de Panamá (Sección E. de este capítulo) ya que el nivel de las tasas parece no incentivar los depósitos bancarios y la asignación de los recursos para préstamos en países con tasas reales negativas, posiblemente se ajuste más por el lado del monto de la cartera crediticia que sobre las tasas de interés. El panorama para las tasas de interés pasivas (Cuadro No. III-8) en el período 1990-1997 refleja el mismo patrón del cuadro anterior tanto para las tasas como para el coeficiente de variación, siendo el menor el panameño. Costa Rica, El Salvador y México tienen una volatilidad muy elevada que está entre 300% y casi 400%. Al igual que en el cuadro anterior algunos países tienen coeficientes de dispersión negativos y de magnitud considerable. Las tasas reales de interés en Panamá están formadas por tasas nominales que dependen de los mercados internacionales, pero con tasas de inflación menores que las internacionales para el dólar norteamericano. Las tasas reales son relativamente elevadas por el fenómeno de integración financiera; las tasas activas corresponden a 20 tasas pasivas reales ajustadas por un margen bruto de intermediación que ha fluctuado históricamente alrededor del 3%-4%. Las tasas de interés nominales responden al paradigma de una economía pequeña y abierta, en donde no pueden persistir ni tasas inferiores ni superiores a las internacionales. Esta característica no es la de una economía dolarizada, sino la de una economía abierta a los flujos de capital, tal como han existido desde los inicios de la República (Gráfica III-1). E. Profundización financiera El índice de profundización financiera (Cuadro No. III-9) se ha calculado como la razón entre la cartera crediticia doméstica más las reservas internacionales netas del sistema bancario y el PIB. La definición del numerador busca acercarse lo más posible a los activos totales del sector bancario (no publicado por el IMF) a fin de captar otras formas de facilidades de crédito que no sean préstamos. Para 1990-1997 y para 1997 el coeficiente de Panamá es a todas luces el más alto. Con excepción de Chile que tiene el segundo coeficiente más alto, el coeficiente de Panamá es del orden de dos a cinco veces el de todos los demás países. 21 CAPITULO IV LOS COSTOS POTENCIALES DE LA DOLARIZACION A. La pérdida de señoreaje Uno de los costos de un sistema como el panameño es la pérdida de señoreaje del Banco Central, el cual en la práctica representa una pérdida fiscal. El señoreaje es el ingreso que percibe el Gobierno como consecuencia del derecho a crear dinero de alto poder. Emitir dinero prácticamente no tiene costo, pero los billetes y las monedas que emite el Banco Central se intercambian por bienes y servicios, que tienen un valor. En un régimen de tipo de cambio fijo, el señoreaje se mide como el rendimiento medio de las reservas que respaldan a la base monetaria. En diferentes estudios se ha tratado de medir la pérdida de ingresos fiscales que resulta de no tener un banco central en Panamá. Mundell (1972), Harberger (1976), Fernández (1986 ) y Moreno Villalaz (1998 ) realizaron cálculos sobre la pérdida de señoreaje que fluctuaron entre el 1% y el 2.5% del PIB por año. Todos estos trabajos enfatizaron que para efectos de calcular la situación, el primer año de la conversión, los ingresos por señoreaje equivalen al rendimiento de las reservas internacionales que resultan de la conversión por una sola vez del dinero de alto poder denominado en dólares por moneda nacional. Además, el señoreaje representa un ingreso bruto del banco central, al cual habría que deducir los costos de operar el banco y cualquiera pérdida adicional por concepto de programas de estabilización monetaria. Cálculo de la pérdida de señoreaje en Panamá Los pasos para calcular la pérdida del señoreaje ocasionada por un sistema basado en la circulación completa del dólar norteamericano, requieren extraer una cantidad de dinero en poder del público, la que se encuentra en las bóvedas de los bancos y los depósitos netos de los bancos en el extranjero. Se tratará al Banco Nacional de Panamá como el nuevo banco central del país para efectos de este ejercicio, así que los ingresos de señoreaje corresponden al cambio de dólares por “balboas” del resto de los bancos del sistema. 22 • La cantidad de billetes y monedas en poder del público se debe calcular de manera indirecta, ya que no existen cifras al respecto. Una forma de hacerlo es estimar la cantidad de efectivo (billetes y monedas) respecto al tamaño de la economía que ocurre en países similares a Panamá es términos del ingreso por habitante. Se utilizaron datos de las Estadísticas Financieras Internacionales para realizar esta estimación. Durante los últimos tres años esta relación ha sido: 4.9% para Costa Rica; 3.3 % para Uruguay; 3.0% para Chile; 4.0% en Argentina y 2.1% en Venezuela (Cuadro No. IV-1). No es aventurado pensar que en Panamá esta relación es del orden del 3.5% del PIB nominal, o alrededor de US$ 320 millones en 1998. • La cantidad de dólares en las arcas de los bancos (Sin incluir las del Banco Nacional de Panamá) a fines de 1998 era de US$ 330 millones, de acuerdo a estimaciones basadas en cifras oficiales de la Superintendencia de Bancos de Panamá. • Los depósitos de los bancos de licencia general (nacionales y extranjeros, diferentes del Banco Nacional de Panamá) netos de pasivos externos llegaban a US$ 1,540 millones a fines de 1998. Se debe suponer que una fracción de los dólares “capturados” por el banco central en el proceso de conversión deben permanecer en sus arcas para respaldar cualquiera conversión que desee hacer el público. Este porcentaje no debería ser inferior al 15% de los depósitos que en promedio mantiene el sistema actualmente. Luego, del total calculado de las tres fuentes anteriores, alrededor de US$ 2,140 estarían sujetos a los beneficios de ingresos por intereses. La tasa media de rendimiento para la liquidez a corto plazo se estimó en 4% en 1998. Por tanto los ingresos por señoreaje en un año dado pueden ascender a un máximo de US$ 86 millones , o alrededor del 1% del PIB ó 4.6% de los ingresos corrientes del Gobierno, cifra consistente en otros estudios realizados en el pasado. Este es el límite superior de la pérdida del fisco por mantener al dólar como moneda circulante. Esta pérdida es en realidad una transferencia de los tenedores de dinero nacional al fisco y no debe confundirse con el “impuesto inflacionario” que resulta de la capacidad del gobierno de emitir sin respaldo para adquirir bienes y servicios. Aún sin inflación, el gobierno obtendría los ingresos por señoreaje. Moreno (1997) demostró que el sistema financiero en un país con moneda propia requiere de más reservas que un sistema como el de Panamá, aunque las “reservas” de aquél puedan producir un rendimiento a las arcas del Estado, obtiene algún rendimiento sobre las mismas. 23 B. Prestamista de último recurso Los bancos sufren de cuando en cuando crisis de liquidez que pueden convertirse en crisis de insolvencia. Los sistemas bancarios operan normalmente con ciertos mecanismos para paliar los problemas de liquidez temporal. Los más comunes son líneas de crédito garantizadas con el Banco Central para el redescuento de papeles o líneas de crédito contingentes que se utilizan para enfrentar problemas sistémicos. Estas líneas pueden provenir de fondos públicos o de fondos de instituciones internacionales. En un país sin banco central, estas facilidades no existen en la práctica. Cada banco debe mantener en todo momento la liquidez suficiente para satisfacer la demanda por efectivo de sus clientes. Las sucursales de los bancos internacionales (e inclusive sus subsidiarias) tienen el recurso de utilizar créditos de sus casas matrices en el extranjero. Sus necesidades de liquidez se miden en función del banco como un todo y no sólo de sus agencias en el extranjero. Sin embargo, los bancos de capital panameño deben utilizar otros mecanismos. El temor de los analistas del sistema panameño durante los setenta era, precisamente, las dificultades que el sistema bancario enfrentaría si los bancos internacionales (con casas matrices en el extranjero) se retiraran del país por cualquier motivo. En esta circunstancia, la liquidez del sistema sería igual a la de los bancos nacionales, incluyendo la del Banco Nacional de Panamá, el cual es también tomador de dinero del público. La ley bancaria de 1970 creó el “crédito de contingencia” que consistía en una garantía bancaria emitida por un banco de primera línea fuera de las fronteras nacionales, que podía ser requerida por la Comisión Bancaria Nacional cuando un banco en particular, o el sistema en general, sufrieran un período de iliquidez temporal. En las siete ocasiones que algún banco tuvo estos problemas, este mecanismo probó ser ineficaz por, al menos dos razones: de una parte, por problemas de falta de supervisión, los problemas individuales fueron de mayor tamaño que los fondos de contingencia que ese banco había contratado; y de la otra, muchos bancos habían establecido estas líneas con subsidiarias no reguladas del mismo banco o - en el caso de los bancos internacionales- con sus casas matrices, las cuales habían sido la causa de los problemas del banco en Panamá y por tanto no pudieron hacer buena esta facilidad crediticia contingente. Algunos analistas pensaban que los fondos del encaje bancario –depositados por ley en el Banco Nacional de Panamá en una cuenta especial- eran un complemento del fondo de contingencia. Por supuesto que no: con los retiros de los depósitos de los bancos en problemas, el monto de los encajes también caen, y además cuando la crisis de liquidez no sólo era de un banco sino de todo el sistema –como ocurrió en 1988 – el mismo BNP sufrió una corrida importante, ya que él recibe también depósitos del público. 24 La definición de quién es el prestamista de último recurso en el modelo panameño es clave para entender cómo funciona éste. Aquí la diferencia importante tiene que ver con la nacionalidad del banco y con la extensión de la integración financiera. Las sucursales de los bancos internacionales son agencias de sus casas matrices y por ende su liquidez y la de aquella se funden. De los 40 bancos internacionales “creadores de dinero” que operaban a fines de 1998, la mitad eran sucursales de casas matrices en el extranjero. Las subsidiarias de los bancos internacionales, a pesar de ser corporaciones locales con independencia jurídica, tienen vigentes líneas de redescuentos de papeles o de tesorería con sus casas matrices que actúan como préstamos de contingencia de rápida utilización. Los bancos de capital nacional presentan un problema diferente: no tienen casa matriz en el extranjero y las líneas de crédito abiertas representan un porcentaje bajo de su capital total. Para estos bancos, las necesidades de liquidez deben ser provistas por sus propias tesorerías de acuerdo con la experiencia pasada y con las expectativas hacia el futuro. Tres bancos panameños de tamaño pequeño han resultado insolventes en la última década, por diversas razones. Como en Panamá no existe ni un seguro implícito ni explícito sobre depósitos - salvo el implícito para los dos bancos estatales - el cierre de los bancos significó una pérdida para los depositantes y para los accionistas. La Ley Bancaria de 1998 abolió cualquier mecanismo de crédito de contingencia y de encaje bancario. Cada banco manejará de ahora en adelante su liquidez de acuerdo a las normas de prudencia que su administración determine, y las estipulaciones de la Ley. En Panamá no existe un prestamista de último recurso para el sistema como un todo. Los bancos internacionales tienen a las tesorerías de sus casas matrices como sus líneas de liquidez contingente. Los bancos nacionales crean estas líneas con sus bancos corresponsales, pero deben depender fundamentalmente del buen juicio individual para mantener la liquidez necesaria para evitar problemas de corridas de depósitos, sin poner en peligro la rentabilidad del banco. La debilidad estructural del sistema bancario anotada al inicio de lo que se conoce como el Centro Bancario en los setenta, sigue siendo válida: la presencia de los bancos internacionales de gran tamaño (Chase Manhattan Bank, Citicorp, BankBoston, Dresdner Lateinamerika, entre otros,… ) es indispensable para que la integración financiera en Panamá se mantenga y perfeccione. El desarrollo reciente de la banca panameña, si bien es positiva en términos del valor agregado que puedan generar, no debe ocultar el elemento principal del sistema: la integración se debe a la competencia internacional y a la libre movilidad de capitales que ella garantiza. La banca extranjera ha funcionado como prestamista de último recurso de hecho al sistema frente a choques externos, manteniendo su cartera doméstica a pesar de la pérdida de depósitos, para lo cual ha utilizado recursos de sus casas matrices. También han dado apoyo a la banca total, ya sea comprándole cartera o 25 proporcionándole líneas de crédito. Tales actuaciones han tenido un efecto estabilizador del sistema bancario en tiempos de dificultades. De las propuestas previas de un Fondo Nacional de Estabilización (Harberger (1976) o del Crédito de Contingencia (Ley Bancaria de 1970) o de un Fondo Nacional de Redescuento (propuesta inicial de la Ley Bancaria de 1998) sólo la segunda fue acogida, pero con poco éxito al momento de ponerla a prueba. C. Limitaciones de la Política Económica Las autoridades nacionales no pueden utilizar los instrumentos de expansión monetaria para estabilizar los ciclos económicos: es el ejemplo de una economía abierta y pequeña. Esto ha producido una gran volatilidad en períodos de baja demanda interna por crédito. Las autoridades tampoco pueden modificar el tipo de cambio nominal para incrementar la competitividad de las exportaciones a corto plazo. Los ajustes en el tipo de cambio real se producen por cambios en la productividad u otros factores reales. Las principales exportaciones de Panamá se generan por las ventas de servicios al extranjero y son poco sensitivas a los cambios en los precios internos. La política fiscal tiene un límite presupuestario determinado por la capacidad de endeudamiento del Gobierno en los mercados financieros, especialmente en los internacionales. El fisco no tiene el recurso de tomar deuda con el banco central. En una economía con tipo de cambio flexible, el nuevo endeudamiento provocaría un ajuste en el tipo de cambio nominal y real; en una economía con tipo de cambio fijo, el endeudamiento representará una pérdida de reservas proporcional a la nueva deuda; en Panamá, el endeudamiento del gobierno con el Banco Nacional de Panamá significaría una reducción de los activos netos del banco en el extranjero, los cuales representan una fracción muy pequeña de las verdaderas reservas del sistema. El gobierno debe, en lo principal, tomar deuda externa para financiar sus déficits, y los mercados internacionales se encargan de establecer los límites razonables de este endeudamiento. En términos de la política salarial, las reducciones en los salarios reales que se producen por un aumento de los salarios nominales inferiores a la inflación anticipada no son “velos monetarios” que afectan las negociaciones entre las partes. Los ajustes salariales inferiores a la inflación son el resultado de las condiciones de alto desempleo en el segmento de menor calificación en mercado laboral panameño. 26 CAPITULO V EL SISTEMA BANCARIO Y LAS CRISIS ECONÓMICAS Y FINANCIERAS En esta sección se repasará la experiencia de los ajustes en la economía panameña frente a diferentes a las diferentes situaciones de “crisis” que la afectaron. La primera que se estudiará será la ocurrida a raíz del aumento en los precios del petróleo entre 1973 y 1974. Esta se analizará en conjunto con la ocurrida entre 1979 y 1980. En 1976, la economía se desaceleró a tasas no vistas en décadas anteriores. Esta crisis de carácter interno, también se analizará. Se presentarán los mecanismos de ajuste en 1982 –la llamada crisis de la deuda latinoamericana-, la crisis de fines de los ochenta, los impactos de la devaluación de Méjico a fines de 1994 y las más recientes de los países asiáticos, Rusia y Brasil. Se mostrará en todos los casos, como los flujos de crédito a través del sistema bancario actuaron como mecanismos estabilizadores o profundizadores de los efectos económicos de estos fenómenos. El cuadro No. V-1 muestra los activos netos en el extranjero del sistema bancario, el crédito al sector privado y los cambios en ambas magnitudes, los cuales se usarán para ilustrar los eventos que a continuación se describen. A. Las Crisis Petroleras de 1973-1974 y de 1979-1980 El precio del crudo entre 1973 y 1974 subió en los mercados mundiales de US$ 3.14 por barril a US$ 11.22 dólares por barril. Panamá es un importador neto de petróleo. La inflación en Panamá, medida por el cambio en el índice de precios al consumidor fue 6.8 % en 1973 y 16.2 % en 1974 (en la década anterior había sido de 4 % anual), como consecuencia inicial del traslado del aumento en el precio del petróleo a los consumidores de producto final. En compensación parcial, la deuda externa real cayó en el equivalente a 4% del PIB. (Juan Luis Moreno, 1998). La tasa de inflación de referencia, la de los Estados Unidos, subió en 6.3% y 11.2% en esos años. 27 A pesar de estos impactos, el Producto Interno Bruto de Panamá creció en 4.6% en 1973 y en 5.4% en 1974, debido a la expansión de la industria de la construcción y del extenso programas de inversiones del Estado, ambos financiados con una importación de fondos por parte del sistema bancario equivalente al 9.5% del PIB en 1973 y al 16.5% del PIB en 1974. En 1973, la demanda real por dinero cayó en 5.9%, pero el crédito real al sector privado aumentó en 20.3%; es decir, los agentes económicos disminuyeron sus tenencias reales de dinero, pero recibieron préstamos para compensar la caída de ingreso real originada por los aumentos en el precio del petróleo. La diferencia entre el gasto y el ingreso reales se financió con una reducción de 137.7 millones de dólares en los activos netos externos del sistema. Un fenómeno semejante ocurrió en 1974, cuando la banca “importó” 273.3 millones de dólares para financiar el crédito interno ante un estancamiento real de los depósitos. En 1977 y 1978, cuando los depósitos locales volvieron a aumentar, la banca volvió a incrementar sus saldos externos, es decir, recogió parte de la liquidez entregada al sistema en los años anteriores. En 1979-1980, el precio del petróleo volvió a subir de US$ 12.95 por barril a US$ 29.22 por barril. Los activos netos externos de los bancos en 1979 (sus “reservas”) cayeron en 452.6 millones de dólares (la más alta registrada en la historia), las cuales financiaron el incremento de US$287.1 millones en el crédito privado y de US$ 48.9 millones en el crédito al sector público. Gracias a la sostenibilidad de la demanda por crédito (especialmente en los sectores del comercio en la Zona Libre de Colón), el PIB en 1979 creció en 9.8% y en 1980 creció en 4.5%, aunque estas tasas fueron afectadas por el aumentos de una sola vez en los ingresos al país por concepto de los nuevos tratados sobre el Canal con los Estados Unidos, firmados a fines de 1977 y que entraron en vigor en octubre de 1979. La respuesta a las perturbaciones externas del lado de la oferta fue en ambos casos un ajuste de la posición externa neta de la banca que “importó” recursos para satisfacer la demanda por crédito en la economía interna. Los movimientos de capital hacia el país no están controlados por las autoridades y son la respuesta financiera de la banca cuando enfrenta una creciente demanda por préstamos cuando los depósitos caen. Se debe recordar que este no es un proceso coordinado, sino de carácter individual de cada banco en la búsqueda de la maximización de sus utilidades. Nótese las similitudes de los ajustes ante ambas crisis: a pesar de una transferencia del país al extranjero por los mayores precios del petróleo, la banca “trajo” recursos del extranjero en una cantidad mayor a aquélla para satisfacer la creciente demanda por crédito. En el primer período, para financiar el auge de la construcción; en el segundo, para satisfacer la expansión de la Zona Libre de Colón y del comercio local. 28 B. La Crisis Interna de 1976 En 1976, la tasa de crecimiento del PIB se desaceleró respecto a la de los cinco años anteriores, en lo que se consideró la primera caída de este tipo desde 1964, la cual había sido el resultado de los enfrentamientos entre tropas de los Estados Unidos y estudiantes panameños y la consecuente ruptura de relaciones entre los dos países. El PIB creció en 1976 en sólo 1.7%, mientras que el ritmo de los años anteriores había sido superior al 5% anual. El crédito al sector privado se detuvo en 1976 después de incrementos elevados entre 1972 y 1974. Es necesario indagar si esta caída fue debida a una menor oferta por crédito o una menor demanda por crédito. El factor principal parece haber sido la caída de la demanda por préstamos para vivienda, mercado que no pudo sostener los niveles de expansión ocurridos entre 1973 y 1974, ante la aparente situación del mercado, en especial para las unidades de precios medios-altos y altos. La caída en 1975 del crédito al sector comercial fue el resultado de una sobretasa que se introdujo a este tipo de préstamo en ese año. Del lado de la oferta una explicación pudo ser que los bancos grandes deterioraron su portafolio en viviendas durante el “boom” de 1972-1974 y tuvieron que mejorar sus portafolios: para ello tuvieron que ser más estrictos en sus nuevos préstamos. El tema central es hasta qué punto los bancos extranjeros tienen límites de riesgo en Panamá y enfrentan una limitación de cupos para Panamá. La respuesta es que sí, y ello se reflejó en la “crisis de la construcción” que ocurrió en Panamá en ese época. Como contraparte a este período hay que anotar que una situación exactamente opuesta ocurrió entre 1990 y 1998, cuando los bancos internacionales volvieron a establecer “cupos” de crédito para préstamos hipotecarios y los créditos a este sector subieron de manera significativa. La situación de 1976 es un ejemplo de un “acomodo” de los créditos bancarios a las caídas en la demanda interna. C. La Crisis de la Deuda de 1982 A mediados de 1982, culminó un proceso regional de desequilibrios externos financiados con créditos al sector oficial, que se ha denominado “la crisis de la deuda latinoamericana”que dio inicio a la “década perdida”. El impacto en Panamá fue el siguiente: La demanda real por crédito interno privado cayó en 1%. Las tasas de interés internacionales superaron el 12% y esto redujo la demanda por préstamos. Las restricciones macro-financieras del Gobierno nacional, que había tenido déficits del orden del 11% del PIB en los doce meses anteriores, impidieron que el gobierno fuera el mecanismo compensador de la economía. El crecimiento de la economía de 5.3% en 29 ese año fue el resultado de la expansión del primer semestre del año, especialmente en el desarrollo de grandes proyectos del sector público. En 1983, por primera vez desde que se tenían registros al respecto, la cartera de préstamos al sector privado cayó, al ser las amortizaciones superiores a las nuevas colocaciones. Además, los depósitos locales también cayeron, aunque levemente. El resultado fue una reducción de los activos netos externos del sistema de cerca de 300 millones de dólares que se utilizaron por la banca local para aumentar la liquidez local. La contracción en el crédito real provocó una caída de la actividad general de 4.5%, especialmente en el sector de la construcción (por la disminución de la inversión pública ), en la Zona Libre de Colón (por la reducción de la demanda externa por importaciones) y en el turismo. La crisis de 1982 enseña que en un sistema como el panameño, la disciplina fiscal está relacionada con la capacidad el gobierno de endeudarse para financiar los déficits netos. En Panamá, este déficit es exactamente igual al incremento de la deuda pública (externa e interna). Al no poder el gobierno recurrir a créditos con un banco central, tiene que hacerlo con los mercados bancarios o de capitales. Si éstos no proveen los recursos demandados , el mecanismo de ajuste fiscal es la reducción del déficit por la vía del recorte del gasto en el corto plazo. (especialmente los de inversión o los atrasos en el servicios de la deuda vigente). Esto sucedió en 1985, cuando el déficit del sector público cayó a 3% del PIB, (del 11% en 1982, 6% en 1983 y 7.2% en 1984, respectivamente). Así como el sistema panameño no puede utilizar la política monetaria para estabilizar al ciclo, tampoco la política fiscal es un instrumento automático de ajuste. Lo podrá ser sólo en la medida en que las finanzas del sector público le permitan acceder a los mercados de capitales. D. La Crisis del Régimen de Noriega En marzo de 1988 los bancos del país cerraron sus puertas; por primera vez, los temores de Harberger, Mundell y otros se cumplieron. Los bancos internacionales cesaron operaciones –al menos respecto al mercado local- y los bancos nacionales, al no tener un prestamista de último recurso, tuvieron que cerrar las ventanillas. El Entorno de la Crisis La liquidez media de los bancos de licencia general a fines de 1987 era de un 34% del total de sus pasivos. En este coeficiente de liquidez sólo se incluyen los fondos en efectivo y los depósitos a la vista, puesto que otras formas de liquidez – 30 como las Letras del Tesoro de Panamá – no fueron redimidas por el gobierno. Este coeficiente se considera adecuado en un centro bancario en el cual no existen formas expedidas de obtener recursos líquidos, especialmente para los bancos que no tienen casas matrices en el extranjero. Esto, por supuesto, siempre pueden proveerse con rapidez de líneas de tesorería de emergencia. Los últimos meses del año 1987 fueron de gran ansiedad en los mercados financieros nacionales. En el mes de junio de ese año se había iniciado la protesta civilista en contra del gobierno militar encabezado por Manuel A. Noriega. Durante el tercer trimestre del año se retiraron del sistema bancario alrededor de 940 millones de balboas de los depósitos locales, que equivalían al 20% del total. En ese mismo período, el Gobierno dejó de pagar a los bancos comerciales internacionales y a las Instituciones Financieras Internacionales las cuotas correspondientes a sus compromisos externos, con la promesa de realizar una renegociación en el primer trimestre de 1988. La crisis política iba acompañada de una crisis fiscal. Los bancos corresponsales de la banca local endurecieron sus condiciones de crédito: se suspendieron los avances abiertos de tesorería (“clear advances”), aunque se mantuvieron las líneas de crédito para la confirmación de cartas de crédito. En algunos casos, se congelaron estas líneas al nivel de su uso en el momento de la congelación. De igual manera, se incrementaron para algunos bancos locales los costos del dinero en los mercados internacionales. Se percibió en el mercado local un aumento del “riesgo panameño”. Los tipos de interés empezaron a subir de manera importante hacia el mes de octubre, lo cual contribuyó al reingreso de algunos fondos a corto plazo que aprovecharon esta coyuntura favorable. Ya en diciembre, se había recuperado alrededor de B/.290 millones en depósitos, o el 30% de los fondos fugados en el segundo trimestre. A este repunte temporal contribuyó sin duda la reubicación de capitales que se produjo como resultado de la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York en octubre de 1987. Sin embargo, este reflujo de fondos no fue suficiente para restituir los niveles deseados de liquidez: la de la banca privada panameña – la que no tenía recursos de tesorería con una casa matriz foránea – bajó a 32%; la liquidez de la banca del sector público a fin de año era de 19%. (El hecho de que la liquidez de la banca extranjera hubiera subido en el segundo semestre de 1987 parece indicar la existencia de una transferencia de depósitos hacia esos bancos que sí tenían casas matrices en el extranjero). La reacción natural de los bancos del sistema fue reducir su exposición crediticia para convertirla en liquidez. La coincidencia de un menor flujo de préstamos y de un estancamiento de las finanzas públicas por razón de la crisis fiscal (que ya estaba latente desde 1982), produjo una reducción en el PIB de 1.8% en todo el año de 1987, a pesar de que el primer semestre se había caracterizado por un importante nivel de actividad. 31 La causa Inmediata de la Crisis El jueves 25 de febrero de 1988 hacia el final de la tarde, el presidente de la República Eric Delvalle anunció por televisión la destitución del Comandante de las Fuerzas de Defensa, Manuel A. Noriega, como colofón a un proceso de tirantez entre el gobierno civil del país y la jefatura militar. En principio, se percibía que la actitud de Delvalle estaba respaldada por algunos miembros importantes del partido de Gobierno y por la embajada de los Estados Unidos. La reacción inmediata de la Comandancia fue ocupar militarmente la ciudad de Panamá y las cabeceras de las provincias principales e impedir la movilización de Delvalle, quien quedó preso en su residencia. Una de las primeras reacciones de los panameños el viernes 26 de febrero fue retirar sus ahorros de los bancos para mantenerlos en sus casas y para avituallarse de comestibles en anticipación a la profundización de la crisis política. Frente a cada sucursal bancaria aparecieron largas filas de clientes que buscaban retirar sus depósitos. Ese mismo día, los grupos civilistas organizados convocaron a un paro nacional de brazos caídos. La banca panameña sufrió casi de inmediato una combinación de la retirada masiva de efectivo, la caída de ingresos de los negocios y la inasistencia de los empleados por una combinación de aprehensión y de apoyo tácito al civilismo. Los banqueros nacionales empezaron a convocar a reuniones de alto nivel para establecer una estrategia común frente a la inminente crisis de liquidez. El sábado 27 de febrero abrieron sus puertas – como de costumbre – los bancos hipotecarios nacionales, puesto que la ley le concedía esta autorización únicamente a los bancos calificados en esta categoría. El resto de la comunidad bancaria buscaba en la actitud de los clientes ese sábado una señal de estabilización de los retiros, lo cual no sucedió. Para la banca nacional quedó claro ese fin de semana que el sistema no podría satisfacer la demanda anticipada por efectivo de la siguiente semana, particularmente cuando se empezarían a vencer depósitos a plazo fijo de gran tamaño, los cuales muy probablemente se retirarían de la plaza. El lunes 29 de febrero de 1988 (el “odd-day” del año bisiesto) el país amaneció virtualmente paralizado en su actividad comercial y con la noticia de que el Gobierno de Estados Unidos congelaría – por orden del gobierno paralelo de Delvalle, reconocido aún por la Administración Reagan – los fondos del Banco Nacional de Panamá en ese país. Esta congelación se produjo efectivamente el 1º de marzo por un monto de US $54 millones depositado en el Republic National Bank de New York, el Irving Trust, el Marine Midland Bank y el Bankers Trust. Además, el Gobierno de EEUU aplicó otras sanciones comerciales a Panamá, entre ellas el no pago de sus compromisos 32 referentes a la operación del canal y la prohibición a las empresas norteamericanas de pagar sus impuestos locales, entre otras). Aunque en una reunión del fin de semana con las autoridades de la Comisión Bancaria Nacional (CBN), un grupo de bancos nacionales y extranjeros había planteado la necesidad de un cierre temporal del sistema para evitar su colapso total, fue la excusa de la congelación de fondos del BNP la que produjo el Acuerdo No. 1-88 de la CBN del 4 de marzo, mediante el cual se suspendía temporalmente –por primera vez en la historia- la atención al público por parte de los bancos de licencia general, es decir, de los tomadores de depósitos. Los bancos de licencia internacional (“off-shore”) podían – y debían – seguir operando sin restricciones. La suspensión “temporal “ no significaba un cierre de las puertas de los bancos, sino únicamente de sus “ventanillas” de transacciones. Los bancos interpretaron este Acuerdo de diferente manera, unos con mayor rigidez que otros, lo cual produjo una división en el público entre “bancos buenos” y “bancos malos” en su relación con los clientes, la cual perduró por los meses siguientes durante todo el proceso de liberalización parcial. Con el fin de aclarar las diferentes versiones que del cierre tuvieron los diferentes bancos, el Acuerdo No.2-88 del sábado 5 de marzo de 1988 estableció que “… ningún banco establecido en Panamá podrá realizar operaciones de ninguna naturaleza, con ninguna persona y por ningún medio” El Proceso de Intermediación sin Intermediarios Formales El cierre bancario coincidió con una escasez de billetes norteamericanos por razón de la prohibición del Gobierno de Estados Unidos de suministrarlos al Banco Nacional de Panamá, quien en los últimos años era el encargado de hacerlo. La Ley de Gresham empezó a funcionar, y los agentes económicos locales se dedicaron a atesorar billetes norteamercianos y a transar en vales o promesas de pago creadas adhoc. (Inclusive, los billetes que circulaban eran los más deteriorados, hasta el punto de que a mediados de 1988 las notas de baja denominación parecían verdaderos papiros.) El destino de los cheques personales fue similar al de los billetes. Al momento del cierre de la banca, había en el proceso de compensación una buena cantidad de cheques girados contra las reservas de cada banco. Además en los días siguientes al cierre se emitieron otros cheques para cancelar transacciones entre privados. Aparecieron tres problemas fundamentales en la operación del sistema de canje: primero, cómo producir un sistema de compensación eficiente en ausencia de una cámara central que hasta entonces funcionaba en el BNP. El segundo problema era qué hacer con los cheques girados contra un banco después de la fecha de cierre. El tercero, qué hacer con las demandas del BNP (es decir, del Gobierno) de que se hicieran efectivos mediante compensación los cheques girados contra un banco cualquiera para pagar los servicios públicos o los impuestos. Aunque los cheques del 33 Gobierno se utilizaban para pagar estos servicios mediante simple endoso, la amenaza del corte de estos servicios obligó a los panameños a girar cheques contra sus cuentas congeladas. El primer tema se solucionó mediante la compensación bilateral entre los bancos del sistema, con créditos o débitos netos, según fuera el caso, de la forma que los mismos bancos acordaran. Se usaron diversos sistemas, como la apertura de cuentas de un banco en otro, la compensación acumulada de varios días para evitar transacciones diarias, la emisión de cheques de gerencia contra terceros bancos, etc. En este proceso se “privatizó”la cámara de compensaciones. Los cheques girados después de la fecha de cierre fueron devueltos a los bancos contra los que fueron girados, aunque era claro que muchos cheques que llegaban a la compensación en los días siguientes al cierre estaban pre-fechados. Este aspecto se fue solucionando automáticamente con el transcurrir de los días. El problema más serio fue la exigencia del BNP de que los bancos compensaran en efectivo los saldos deudores de la compensación diaria que casi siempre les eran favorables, ya que las empresas de servicios básicos (“utilities”), en ese entonces de propiedad del Estado, aceptaban cheques de bancos privados en pago de las cuentas de sus clientes, aunque las empresas privadas no siempre aceptaban los cheques del Estado. El 25 de marzo, la Asociación Bancaria de Panamá manifestó en un comunicado que: “… no estamos de acuerdo con que el Gobierno Nacional utilice estos fondos para tratar de solucionar parcialmente un problema de índole fiscal … a través de medidas que pondrían en peligro la estabilidad del sistema bancario.” El 28 de marzo de 1988, la Comisión Bancaria Nacional emitió el Acuerdo No. 888 que sentó las bases de la naturaleza de congelación de fondos en el sistema e inauguró un proceso de extensión de esta congelación que puso en vilo a banqueros y a ciudadanos por igual. Este acuerdo restringió por 90 días (renovables) los depósitos a término en los bancos, pero puso un tope a los retiros permitidos en las cuentas corrientes y de ahorro. Estableció, además, la continuidad de la acumulación de intereses sobre los depósitos y permitió la compensación de préstamos contra depósitos existentes (“back to back”). Luis H. Moreno Jr. (1988) calculó que del total de 428 millones de balboas en cuenta corrientes al 29 de febrero, podrían girarse un máximo de 66 millones de 34 balboas por mes. De los B/. 500 millones en cuentas de ahorro, se retirarían alrededor de B/.25 millones mensuales. Se congelaron, además, alrededor de B/.1,500 millones de depósitos a término. No es posible calcular directamente el total de efectivo en poder del público en ese momento. Una cifra razonable equivalía en ese entonces al 5% del PIB corriente, o sea alrededor de US $ 265 millones a inicios de 1988. Si se acepta esta cifra, entonces se puede concluir que la congelación de 1988 fue del orden del 92% del dinero más el cuasi-dinero, es decir, de los medios de pago en su definición más amplia, puesto que lo único que prácticamente quedó por fuera de la congelación fue el efectivo en manos privadas. Con una reducción del circulante “formal” aparecieron instrumentos novedosos de liquidación de transacciones comerciales. Algunas eran primitivas, pero eficaces. La empresa A pagaba parcialmente a sus empleados con bonos de comidas del supermercado B, el cual los usaba para pagar a la empresa C quien era deudora de A. La triangulación cerraba el ciclo. Fue muy común participar en reuniones de empresarios que tenían como objetivo el triangular, cuadrangular o “poligonar” deudas para finiquitar transacciones. Una buena parte del tiempo empresarial se dedicó en esos meses a perfeccionar los esquemas de liberación de cuentas entre los diversos agentes económicos. De otra parte, los bancos más grandes del sistema emitieron unos nuevos instrumentos llamados Certificados de Depósitos e Inversión (CEDI) con respaldo de los pasivos congelados. Estos CEDI – a diferencia de los depósitos a término que eran su respaldo – eran transferibles por simple endoso y pronto alcanzaron a formar un interesante mercado secundario, con descuentos que dependían de la calidad percibida respecto al banco emisor y del uso que se le podía dar como mecanismo de cancelación de créditos. La aparición de este nuevo título llegó acompañada de una incertidumbre de índole legal respecto a la obligatoriedad de su aceptación por parte del emisor para cancelar deudas o al nivel de prelación que le correspondía en caso de una liquidación del banco. A pesar de estas y otras inquietudes, los CEDI se convirtieron en medios de pago para ciertas transacciones especiales como adquisición de bienes y raíces, de artículos de consumo durable o, simplemente, de intercambio por otros valores financieros. No todos los bancos emitieron CEDI, pero los que lo hicieron incluyeron tanto a bancos nacionales como extranjeros, a bancos hipotecarios como a comerciales. Los descuentos fluctuaron entre 5% y 25%, de acuerdo a las variables mencionadas. Se puede afirmar que se creó un mercado bastante transparente de estos papeles, a pesar de aún no existía en Panamá una bolsa de valores organizada. Los “brokers” privados se encargaron de crear el mercado. 35 Otros bancos del sistema, especialmente los extranjeros, nunca cerraron sus puertas. Algunos de ellos liquidaron sus pequeñas posiciones locales y cancelaron su licencia general para convertirla en una licencia internacional; otros, simplemente otorgaron préstamos a corto plazo a sus mejores clientes, préstamos estos que fueron cancelados a su vencimiento contra los depósitos que ellos mismos – o sus empresas relacionadas – tenían en ese banco. El Mecanismo de Ajuste de la Economía Panameña ante un Cierre Bancario. Los temores de que la crisis político-financiera de 1988 fuera permanente –o al menos muy prolongada – llevó a algunos analistas internacionales y a la CEPAL a considerar la situación como casi irreversible. Por supuesto que una cosa es analizar la situación viéndola por el espejo retrovisor de la historia y otra es la sensación que se experimenta cuando se tiene el abismo al frente. Por ello, los escritos de la época de la crisis tendían a darle a ésta un carácter más dramático del que en realidad tuvo, no por sus efectos adversos – que fueron evidentemente graves – sino por la percepción de su duración. El ajuste de 1988 se produjo en varios frentes de la economía: (1) La actividad económica se redujo y los inventarios prácticamente desaparecieron. Las exportaciones desde la Zona Libre de Colón cayeron oficialmente en 6.9%, pero actuaron como uno de los principales mecanismos proveedores de dólares a la economía. La economía interna fue la que más sufrió por el proceso de desintermediación. (2) El valor real de los activos fijos cayó como consecuencia de la reducción en el valor presente del flujo esperado de los ingresos que esos activos generaban. El más importante por su visibilidad fue el valor de las propiedades. En algunos casos, el valor de los inmuebles cayó entre 15 y 25 % en 1988. Como esta actividad es muy apalancada financieramente, el ajuste provino de una reducción pari-passu en el valor de la deuda que se realizó cuando los bancos hipotecarios aceptaron la cancelación de deudas sobre estos inmuebles con CEDI que fueron comprados a descuento parecidos a la caída del valor del activo. (3) Las importaciones de bienes en 1988 cayeron en 42.5%: se paralizó la compra de bienes durables y semidurables importados. La mediana de salarios cayó en todos los rubros en 1988 y de nuevo en 1989. (4) El crecimiento en los precios internos se estancó prácticamente en esos dos años en Panamá, a pesar de que los precios aumentaron en los Estados Unidos en 3.0% durante la crisis. Los precios relativos se alteraron durante este período, pero el índice general de precios, aunque se desaceleró, no cayó. (5) Los depósitos totales habían disminuido en 81.4 millones de balboas en 1987 (3.8% del total), una caída que ocurría por primera vez desde 1983 (cuando habían disminuido, pero en menos de un millón de balboas). A pesar de ello, el crédito 36 en ese año había subido en 52.9 millones de balboas, especialmente durante la primera mitad del año, pero la paralización de las construcciones y la incertidumbre política provocaron una desaceleración importante en la segunda mitad del año. Por supuesto, los activos netos de la banca en el extranjero cayeron en 262.6 millones de dólares respecto al año anterior. En 1988, la cartera de créditos interno cayó en 560 millones de balboas (aunque una parte pudo haber ocurrido como consecuencia de cambios en los registros de los bancos internacionales) y una disminución de los depósitos de 630 millones de dólares con el resultado de una disminución de los recursos externos de 263 millones. Las enseñanzas de este importante período de la historia económica –y política de Panamá- se pueden resumir así: • Muchos sectores de la economía, incluyendo la banca, percibieron la situación como temporal. La caída de las ventas locales y los ajustes internos de los precios relativos, definieron una serie de nuevas oportunidades – especialmente en el sector financiero- que fueron aprovechadas por algunos agentes económicos “forward-looking”. Los exportadores de bienes y de servicios sufrieron menos impactos negativos. El sector financiero local redujo sus colocaciones locales, pero en menor proporción que la pérdida de depósitos, necesitando para ello de un financiamiento externo neto. • El cierre bancario no produjo la quiebra de ningún banco cuando las actividades bancarias se reinauguraron. Los analistas de la época vaticinaban un caos bancario al momento de la descongelación de fondos. Cuando ello sucedió de manera completa en 1990, el sistema se equilibró de manera rápida y ha seguido creciendo desde entonces. • El sistema monetario-bancario panameño ha tenido la característica histórica de que en él han cerrado bancos sin que el sistema se hubiese contagiado; y que ha cerrado el sistema sin que ningún banco hubiese desaparecido como consecuencia de ello, aún en ausencia de seguros explícitos o implícitos de depósitos. La presencia de la banca extranjera y de bancos nacionales fuertes han sido la clave de este éxito. E. El Efecto Tequila La crisis cambiaria de México permeó algunos mercados financieros de América Latina en un importante contagio internacional. Pero en Panamá en 1995, el crédito real al sector privado subió en 10.8% respecto al año anterior y los depósitos locales aumentaron en 382 millones de dólares, o en 6%. El sector real creció a sólo 1.8% respecto al año anterior, después de cuatro años consecutivos de crecimiento superiores al 3%. 37 El sector más afectado fue la Zona Libre de Colón - cuyos clientes principales son Colombia, Venezuela, Ecuador, México y Brasil- cuyas ventas cayeron en 0.3%. después de que éstas habían subido en 13.3% anual durante los cinco años anteriores. El desarrollo portuario, producto de las recientes privatizaciones, se convirtió en el motor de la economía. El Canal, el turismo y la construcción también tuvieron crecimientos importantes. En términos de la asignación global de recursos, la economía nacional no resintió la crisis: el crédito privado se expandió en 10.8% y los depósitos internos aumentaron en 5.8% respecto al año anterior. Esto permitió al sistema bancario incrementar sus activos externos netos en 1% del PIB. F. La Crisis Asiática, Rusa y Brasileña No es el objetivo de este documento explorar los orígenes y consecuencias estas crisis (Banco Mundial, 1998; Calvo, 1998), pero a grandes rasgos se puede explicar que se inició en 1997, con una perturbación en los mercados cambiarios internacionales, que se dio en llamar la “crisis asiática”, por el punto de inicio de la misma, y que llegó, por contagio a otras regiones. Rusia se declaró en moratoria de pagos en agosto de 1998 y el capital salió de los países en desarrollo. En Latinoamérica, la presión se concentró en Brasil y el impacto de la crisis brasileña afectó comercialmente al resto de los países vecinos. En 1998, la economía panameña creció en 3.9%, algo menos que en 1997. Donde el efecto de la crisis se sintió con más fuerza fue en la Zona Libre de Colón y en un menor tránsito de barcos por el Canal de Panamá. Las ventas en la Zona Libre cayeron en 4.5% y el tránsito de barcos refleja una disminución de 1.8% con respecto al año anterior. El crédito bancario aumentó entre 1997 y 1998 en 18.5%. Los depósitos internos aumentaron en 10.2%. Los principales rubros de préstamos fueron los créditos personales, siguiendo la tendencia de la banca nacional y extranjera, y el financiamiento de viviendas. Las tasas de interés no aumentaron en el período, en la captación de bancos extranjeros, pero sí en los bancos nacionales. La inflación, con apenas 0.6%, fue la más baja en los últimos cinco años, por efecto de la devaluación cambiaria de los países asiáticos. 38 CAPITULO VI TEMAS ESPECIALES En este capítulo se examinan algunos temas que son objeto de especial interés por parte de los estudiosos de la dolarización. Tales temas incluyen la interrogante de si es necesario contar con un tratado monetario con los Estados Unidos para el suministro de billetes; las diferencias entre los sistemas de caja de conversión, dolarización y dolarización con integración financiera; el mercado de capitales y de préstamos a largo plazo en una economía dolarizada e integrada; y los efectos de contar con un sistema dolarizado e integrado en la determinación del riesgo-país. A. ¿Hace falta un tratado monetario con los Estados Unidos para el suministro de billetes? La respuesta simple a la pregunta del epígrafe es que no hace falta un convenio monetario con los Estados Unidos para asegurar el suministro de billetes de dólar. En el caso de Panamá esta función la llevó a cabo por muchos años un banco comercial privado – The Chase Manhattan Bank – el cual reemplazaba los billetes gastados o deteriorados y proporcionaba a los distintos bancos las cantidades de billetes que requiriesen para su normal funcionamiento. Desde fines de los setenta es el Banco Nacional de Panamá, un banco comercial de propiedad del Estado que es a la vez el depositario de los fondos oficiales, el que brinda este servicio. Para ello tiene un acuerdo con el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, con el que mantiene una cuenta para efectos de facilitar el reaprovisionamiento de billetes de dólar. Además, algunos bancos comerciales, incluso sin ser Estados Unidos su país de origen, proporcionan este servicio a otros bancos de la plaza. La crisis financiera causada por la inestabilidad política panameña de fines de los ochenta dio pábulo al cese de las relaciones diplomáticas normales entre Panamá y Estados Unidos, incluyendo la imposición severas sanciones económicas y comerciales por parte del último, así como la suspensión del reabastecimiento de dólares al Banco Nacional de Panamá por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York. En esas difíciles circunstancias el suministro de dólares continuó funcionando a través de bancos comerciales internacionales que proporcionaron el servicio, aunque no con la eficacia con que se había estado prestando hasta fines de 1987. Una vez superada la 39 crisis política y restablecidas a su normalidad las relaciones con Estados Unidos, se reinició también el suministro de billetes por la vía oficial. La respuesta menos simple a la pregunta que nos ocupa es que aunque no es necesario un tratado monetario con los Estados Unidos para el suministro de billetes, si es conveniente contar con un acuerdo entre las instituciones monetarias y financieras oficiales de más alto nivel de ambos países y mantener relaciones diplómaticas fluidas y armoniosas. Existen otras áreas como son la cooperación efectiva para prevenir el lavado de dinero y en general para la prevención y persecución de otros delitos que son importantes para facilitar una disposición positiva de las autoridades estadounidenses hacia el suministro de billetes. B. Diferencias importantes entre caja de conversión y dolarización con integración financiera La discusión sobre el “modelo” de régimen monetario que debe prevalecer en un país se ha popularizado en meses recientes con el planteamiento hecho por el Presidente Menem, por Ricardo Hausmann, (1999), por Rudiger Dornbusch (1999) y por Robert Barro (1999), entre otros, sobre las bondades de la dolarización para la región. En este aparte se presentarán algunas diferencias sobre tres formas de “dolarizar” una economía formalmente. No discutiremos la “dolarización “ que proviene de la circulación paralela de dos monedas en una economía (FMI, 1998). Moneda en Circulación. La caja de conversión permite la circulación de moneda local (llamémosla el “peso”) con el respaldo completo de una moneda internacional de reserva (llamémosla el “dólar”). La libre convertibilidad debe garantizar el respaldo de cada peso de la base monetaria con dólares u otros instrumentos en el Banco Central. La confianza de los tenedores dinero es clave para sostener el nivel correspondiente de dinero en circulación. En el caso panameño, el dólar es la moneda de curso legal. Puede existir moneda fraccionaria de emisión nacional, pero esta representa un bajo porcentaje de los medios de pagos. Inclusive, las denominaciones de la moneda paralela nacional pueden diferir de las del dólar norteamericano, sin perjuicio de la convertibilidad, como es el caso de Cuba con el “dólar” convertible. C. Señoreaje El gobierno recibe ingresos por señoreaje en el caso de una caja de conversión, pero no en una economía de circulación del dólar. Este costo fiscal se compensa por el hecho de que el sistema panameño no requiere de grandes “reservas para operar”. 40 D. Mecanismos de ajustes Ante una retirada de depósitos locales, un sistema de caja de conversión pierde reservas automáticamente. Para evita una fuga masiva las tasas de interés internas deben subir hasta convertirse en el mecanismo estabilizador que detenga este flujo y eventualmente los revierta. Las alzas de las tasas de interés producen un deterioro de la cartera activa o una restricción cuantitativa del crédito (Stiglitz, 1998). En el caso panameño, la reducción de depósitos internos no afecta la capacidad de suministrar crédito a la economía ya que a la tasa de interés internacional, los préstamos nuevos pueden ser satisfechos con depósitos externos interbancarios. E. El Mercado de Capitales y de préstamos a largo plazo en una economía dolarizada e integrada El Cuadro No. VI-1 presenta la participación relativa de los préstamos hipotecarios en Panamá desde 1970 a la fecha. Se aprecia que este tipo de préstamos ha sido importante en todas las etapas del sistema bancario. La contraparte de estos préstamos deberían ser unos pasivos de duración media al menos igual a la de las colocaciones. Sin embargo, tal no ha sido el caso en Panamá. Los bancos de mayor presencia hipotecaria has dependido para su financiamiento de sus fondos de capital y de depósitos de corto plazo. Este descalce ha sido más notorio en los bancos de capital panameño. Dos explicaciones se pueden encontrar a este fenómeno: la primera, es que los depósitos, especialmente los de ahorros han mostrado ser muy estables a lo largo del ciclo. En segundo lugar, los banco internacionales como el Chase Manhattan Bank, el Citibank y otros han establecido en el pasado una estrategia corporativa global de asignar ciertos montos al segmento de créditos hipotecarios que son de elevada rentabilidad. Como estos bancos operan como sucursales, no existe una limitación para ellos representada en la maduración de sus depósitos locales. Un desarrollo más reciente apunta en la misma dirección: el crecimiento de la cartera de inversiones de los bancos en relación con los préstamos tradicionales. Estas inversiones representan compra de papeles corporativos locales emitidos por los mismos clientes y adquiridos por el banco. Si se sumaran estas inversiones a otros activos de largo plazo, el aparente “descalce” sería mayor. El Cuadro No.VI-2 presenta el flujo de recursos en los últimos cinco años, en donde se demuestra la importancia creciente de estas colocaciones. De nuevo, para el caso de los bancos extranjeros, este aparente desfase no existe, aunque para los bancos nacionales sí es un problema potencial. Sin embargo, en los últimos tres años los bancos panameños han colocado emisiones de deuda a mediano y largo plazo en los mercados internacionales de capitales. 41 F. Efectos de contar con un sistema dolarizado e integrado en la determinación del riesgo-país A propósito del debate sobre dolarización que ha venido dándose desde fines de 1997, la prensa internacional de tiempo en tiempo trae declaraciones atribuidas a funcionarios de las agencias calificadoras de riesgo en el sentido que un sistema dolarizado no implica en forma automática una buena calificación de riesgo-país. Tal afirmación tomada a su valor nominal tiene mérito ya que el uso del dólar como moneda de curso legal no garantiza que una economía dada tenga las condiciones que ameriten una buena calificación. Ello no obstante, si es de prever que en circunstancias similares la economía dolarizada tenga ciertas ventajas respecto a buena parte de las que no lo estén y más aún, que el contar con el dólar como moneda de curso legal facilite el logro de las condiciones básicas asociadas con una calificación positiva. Para ello conviene distinguir entre las políticas microeconómicas y las macroeconómicas. Un factor de peso importante en el establecimiento de la calificación es el estado general de salud de la economía, su desempeño en términos de la tasa de crecimiento de la producción, el nivel de empleo, la dotación de capital humano, el dinamismo de las exportaciones, la capacidad para atraer inversión directa extranjera y la visión que tienen del futuro de esa economía los actores internos y externos. Para que exista un panorama positivo de la economía en los términos mencionados es necesario un clima que promueva la productividad lo cual, a su vez requiere, entre varios elementos, de una política microeconómica coherente como un factor de gran importancia en la gestión económica. La dolarización por su parte no garantiza que la política económica sea eficaz ni que tenga coherencia, aunque si tiene el efecto de eliminar los velos que permiten suponer que las políticas monetarias y cambiarias puedan superar condiciones que son de naturaleza estructural. Un sistema dolarizado posiblemente haga más imperativo enfrentar la realidad. El impacto más significativo de la dolarización en cuanto al riesgo-país está en las cuestiones que atañen a la gestión macroeconómica. En una economía dolarizada el fisco no tiene acceso a un banco de emisión que facilite el financiamiento de los déficits y se encuentra limitado a un nivel de déficit igual al que los prestamistas estén voluntariamente dispuestos a otorgarles. Ello nos dice que como regla general una economía dolarizada tendería a tener déficits menores que una que no cuente con un banco central que sea en verdad independiente. Por supuesto, siempre puede darse el caso de que el fisco tenga acceso a recursos no del todo voluntarios como serían las reservas de la seguridad social o que exista una disponibilidad extraordinaria de financiamiento externo al sector público como ocurrió en los setenta. Estos dos tipos de situaciones promoverían el relajamiento de la disciplina fiscal, sin que ello desvirtúe el hecho de que en una economía dolarizada haya un condicionamiento intrínseco hacia el logro del equilibrio fiscal. El bajo nivel de inflación asociado a una economía dolarizada como es el caso de Panamá, es un elemento positivo para los propósitos de la evaluación que hacen las 42 calificadoras de riesgo. Una inflación de poca monta sumada a la ausencia de volatilidad cambiaria que caracteriza a un sistema dolarizado, son dos factores básicos para el logro de una de las tareas básicas de la gestión pública como lo es la estabilidad de la economía. En la práctica, Panamá tiene mejor calificación de riesgo que la de la mayoría de los emisores latinoamericanos, excepto Chile, Colombia y Uruguay, lo que en alguna medida refleja que Panamá sólo reestructuró su deuda comercial en 1996 y obtuvo su primera calificación en 1997. Los márgenes o “spreads” de Panamá respecto a los Bonos del Tesoro de Estados Unidos han sido ha sido desde 1997 inferiores a los de los principales emisores de la región (Gráfica VI-1) En un sistema dolarizado el fisco recauda en divisas y por tanto el problema del servicio de la deuda externa es en esencia una cuestión fiscal y no de acceso a dólares en competencia con las necesidades del resto de la economía. En síntesis, aunque la dolarización no garantiza una buena calificación de riesgo-país si la facilita haciendo evidente la necesidad de promover la productividad de la economía a través de políticas microeconómicas coherentes, induciendo el equilibrio fiscal, manteniendo la estabilidad y disponiendo el acceso directo del fisco a las divisas. 43 44