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“2016 Año del Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional” (S-2912/16)
PROYECTO DE DECLARACION
El Senado de la Nación
DECLARA
Que expresa su reconocimiento y rinde homenaje a los estudiantes,
académicos y docentes universitarios víctimas de la represión de la
dictadura militar, al cumplirse 50 años de la llamada “Noche de los
Bastones Largos, del 29 de Julio de 1966,
a un mes del
derrocamiento del Presidente Arturo Illia, que signara un ciclo
autoritario de bloqueo cultural y científico, de retroceso de la
educación pública, de prohibición de la actividad política y supresión
de las libertades y garantías ciudadanas, más oscuros de la historia
argentina.
Ángel Rozas.- Julio C. Cobos.FUNDAMENTOS
Señora Presidente
Se cumplen 50 años de la llamada “Noche de los Bastones Largos”,
un triste episodio de represión violenta contra los estudiantes
universitarios, docentes y académicos, con el que se inauguró una
oscura etapa de autoritarismo, que pretendió suprimir la política y
arrastró a la decadencia nuestra educación pública, atropellando
libertades civiles y garantías ciudadanas, que nuestra historia
contemporánea recuerda como una verdadera noche de la democracia
argentina.
El 29 de Julio de 1966, a solo un mes a un mes del golpe militar que
derrocara al Presidente Arturo Illia, los Policías Montados Federales
irrumpieron a caballo en la Universidad de Buenos Aires, ordenaron a
los estudiantes y a los docentes que la desalojaran, usando sus
bastones con ferocidad y de manera indiscriminada, haciendo
centenares de detenciones, con tal violencia que más de sesenta
universitarios tuvieron que ser hospitalizados.
Luego de ello, cerca de tres mil académicos, entre ellos, algunos de
los estudiosos más eminentes
de la Argentina, renunciaron y
abandonaron el país en tropel, mientras la protesta estudiantil fue
reprimida sin contemplaciones.
Al ataque de aquella noche en Buenos Aires, siguió el recurso a la
violencia política, con una creciente presencia militar en todo el país,
“2016 Año del Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional” que contribuyó a empujar a la juventud hacia el campo de la oposición
nacional y popular. Dos meses después la policía de Córdoba
proporcionó a los movimientos de protesta el primer mártir al herir
mortalmente a Santiago Pampillòn durante una manifestación
estudiantil.
Las universidades y el mundo de la cultura en general fueron
agredidas bajo la lógica totalitaria del régimen que censuraba todo
aquello que no correspondiera con su modelo autoritario e integrista.
Las ocho universidades nacionales fueron “intervenidas”, anulando el
principio de autonomía, con un verdadero asalto a la libertad
académica, que intentaba reformar la educación superior en interés de
los grupos económicos y de poder dominantes.
Se prohibió toda actividad política de los estudiantes y se anuló su
derecho a participar, junto con los académicos y graduados, en el
tradicional sistema tripartito de administración y gobierno universitario.
El Acta de la Revolución Argentina, documento fundacional del
gobierno militar del general Onganìa, justificaba las medidas de fuerza
en función de un supuesto “vacío de poder” del que responsabilizaba a
las “rígidas estructuras políticas y económicas anacrónicas”, que
afectaban la “tradición occidental y cristiana”.
Al asumir Onganìa había dicho “Estamos frente a una nueva
concepción de la gran política nacional”, en nombre la cual se
destituyó al presidente y al vicepresidente, a los gobernadores e
intendentes, se clausuró el Congreso Nacional y las legislaturas
provinciales, se disolvieron los partidos políticos, se prohibió su
actividad y se confiscaron sus bienes, suprimiendo “por decreto” la
política. Todas medidas que implicaban la ruptura de las instituciones
democráticas argentinas.
Años más tarde, uno de los propios protagonistas del golpe militar, el
general Alejandro Agustín Lanusse, escribió su autocrítica en “Mi
Testimonio” expresando: “Todos los responsables- Onganìa y yo entre
otros- no supimos ver que la política existía y que nada sería más
peligroso que la soberbia de considerarla inexistente”.
La historia registra con claridad que el golpe de 1966 se realizó
después de un largo y cuidadoso periodo de preparación que incluyó
un vasto programa de acción psicológica desplegada a través de la
prensa existente e incluso de medios periodísticos creados
especialmente para ese fin. Se proponía transformar profundamente la
sociedad argentina y, por primera vez, los militares no se planteaban
un golpe que restituyera un poder civil afín a sus intereses, sino
permanecer largo tiempo en el gobierno, pretendían “normalizar” el
“2016 Año del Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional” país. Se creyeron autores de una nueva legitimidad política, que
terminó empujando al país al desastre institucional y a su más franca
decadencia y que iba a conducirnos a la mayor tragedia de nuestra
historia.
Como recuerda Félix Luna, aunque uno de los motivos alegados para
justificar el golpe de 1966 fueron la infiltración comunista y los
incipientes brotes guerrilleros de los años anteriores, paradójicamente
resultó ser el gobierno de la llamada “Revolución Argentina” el que iba
a presenciar la transformación de esa guerrilla romántica e ineficaz en
organizaciones temibles por su preparación técnica, su fervor y - lo
que es peor- , la receptividad que empezó a tener la violencia como
método político en amplios sectores de nuestra población.
No podemos olvidar esa noche de la democracia argentina que ya
cumple 50 años, entre los gérmenes político-culturales que en su
despliegue histórico bloquearon el desarrollo material e intelectual de
nuestro país, alimentaron pasiones descontroladas, suprimieron
libertades y derechos, y cobrando muchas vidas trágicamente,
destruyeron los valores de la convivencia.
Ángel Rozas.- Julio C. Cobos.-
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