Riva Palacio, Raymundo, "Estrictamente Personal. Complot minero

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Riva Palacio, Raymundo, "Estrictamente Personal. Complot minero", El Universal,
México, 16 de abril de 2007.
Consultado en:
http://www.eluniversal.com.mx/columnas/64661.html
Fecha de consulta: 09/04/2012.
Intereses oscuros a favor del Grupo México llevaron al gobierno foxista al límite de la
legalidad con el sindicato de los mineros
La historia detrás de lo que está sucediendo en el interior del sindicato minero poco tiene
que ver con la vida sindical. Atrás de las maniobras ilegales de altos personeros de la
administración foxista para destituir y reemplazar liderazgos sindicales, se oculta la lucha
entre dos magnates de la minería que utilizaron como peones de ajedrez a Napoleón Gómez
Urrutia y a Elías Morales, la colusión de varios miembros del gabinete de Vicente Fox con
uno de ellos, el pánico de su ex superasesor Ramón Muñoz de que la desgracia en la mina
de Pasta de Conchos -que sucedió en el contexto de esa lucha- fuera utilizada
electoralmente por Andrés Manuel López Obrador, y el choque de agendas personales
dentro de un equipo de gobierno donde el ex presidente había perdido el control.
¿Confundido?
El episodio de la restitución de Gómez Urrutia al frente del sindicato minero comienza con
una estrategia empresarial que nada tenía que ver con él. En la segunda parte de 2005,
Germán Larrea, accionista más poderoso del Grupo México, decidió buscar la compra de
Altos Hornos de México (AHMSA), de Alonso y Jorge Ancira, nada transparentes al igual
que Larrea, y el segundo de los hermanos prófugo de la justicia. El problema de Larrea era
que sus últimas operaciones, particularmente en Sudamérica, habían sido cuestionadas por
la poca transparencia de sus actos y resultado muy onerosas, por lo que una nueva compra,
ante sus eventuales futuros financiadores, tendría que ser muy bien explicada y
debidamente justificada. En esa ruta estratégica, Gómez Urrutia era un estorbo.
Cuando los Ancira se dieron cuenta de los intereses de Larrea, pusieron en movimiento a
Gómez Urrutia. No les costó mucho trabajo. No sólo el dirigente de los mineros era muy
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cercano a Jorge Larrea, sino que su hijo, Alejandro Gómez Casso, quien como el padre se
encuentra en Canadá por el presunto fraude de 55 millones de dólares, era empleado de
AHMSA. Gómez Urrutia, que nunca fue minero, había sido reconocido como líder de los
mineros por el primer secretario de Trabajo foxista, Carlos Abascal, en un trabajo jurídico
que realizó su entonces subsecretario, Fernando Franco, a quien hizo posteriormente
magistrado de la Suprema Corte.
Pese a las denuncias de los mineros contra Gómez Urrutia, Abascal lo apoyó. Podría ser
coincidencia que en el lapso del respaldo, tras torcer la ley, el sindicato minero,
históricamente combativo -de hecho, es uno de los pies de crianza de esta nación-, aceptara
sin mayores problemas las privatizaciones en la industria. Pero el interés de Larrea en
AHMSA y en encontrar un dirigente sindical que le diera, precisamente, las reformas al
contrato colectivo para hacer viable y factible la operación, agotaron la vida sindical de
Gómez Urrutia a ojos del gobierno foxista. Larrea venía primero.
A principios de febrero, en una acción que se mantuvo en secreto hasta muy recientemente,
la Secretaría del Trabajo, para entonces al encargo de Francisco Salazar, un títere de
Abascal -ya nombrado secretario de Gobernación-, que tenía como subsecretario a una
figura central en este episodio, Emilio Gómez Vives, gente muy cercana a Larrea, hicieron
la toma de nota del nuevo líder minero, Elías Morales, lo que significaba la destitución
legal de Gómez Urrutia. Todo se hubiera podido consumar con una adquisición hostil de
AHMSA, salvo que el día 19 se dio la explosión en Pasta de Conchos, una mina operada
por el Grupo México, que hizo quedar atrás los intentos de compra. Los secretarios de
Gobernación y del Trabajo se toparon con una situación de vulnerabilidad y altamente
delicada. Incluso, días después de la tragedia, Salazar reconocía públicamente a Gómez
Urrutia como líder, aunque en realidad ya habían falsificado firmas para destituirlo días
atrás.
Pasta de Conchos tenía conmocionado al país cuando el superasesor de Fox, Ramón
Muñoz, recibió en Los Pinos al consultor político Dick Morris, quien al ilustrarle el
problema político que les representaba la pasividad en plena campaña presidencial, le pidió
que pensara qué sucedería "si al día siguiente llegara López Obrador a Pasta de Conchos a
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rascar la tierra con sus propias manos" sumándose al rescate. Muñoz no lo pensó mucho.
Lo que se vino fue una acción muy violenta contra Gómez Urrutia, presionando por todos
lados para que actuaran en contra del líder, llegando el ex presidente a solicitarle al
gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, estado donde se encontraba la mina y la sede
del dirigente sindical, que lo arrestara. Muñoz no sabía lo que se traían entre manos
Abascal y Salazar, y no se sabe si Fox estaba enterado. Sin embargo, un alto funcionario
del gobierno calderonista estima altamente improbable que el ex presidente no estuviera al
tanto.
Las secciones sindicales leales a Gómez Urrutia reaccionaron con violencia cuando el
gobierno foxista los embistió. Cuando uno de sus lugartenientes, Juan Linares Montúfar fue
detenido en el aeropuerto -y liberado después por deficiencias en el procedimiento-,
lanzaron acusaciones contra Abascal de que los había traicionado al haber incumplido su
promesa de no aprehender a ninguno de los mineros acusados de fraude, asociación
delictuosa y lavado de dinero, además de restituir a su líder, a cambio de levantar el paro en
la planta de Sicartsa, en Michoacán. Lo que no sabían era que la virulencia contra el
dirigente prófugo no había sido ordenada por Abascal, sino por Muñoz, aunque en efecto,
las extrañas relaciones de los secretarios de Gobernación y del Trabajo con Larrea en su
intento de compra de AHMSA habían dado pie a la defenestración de Gómez Urrutia.
Este episodio que nació de la protección a un empresario y la lucha de otro por el control de
mineras, que dejó muertos en el camino y trastocó por completo la vida sindical, hoy ha
saltado a otro nuevo estadio. ¿Qué va a hacer el gobierno de Felipe Calderón? El secretario
del Trabajo, Javier Lozano, dice que serán los sindicalistas quienes decidirán a quién
desean como líder. Bien, pero insuficiente. Abascal, Salazar, Franco y Gómez Vives, por
mencionar a cuatro personajes importantes, tienen mucho que explicar no ante la opinión
pública sola, sino ante las autoridades. Desde septiembre pasado, el entonces procurador
Daniel Cabeza de Vaca, hoy asesor jurídico en Los Pinos, encontró los peritajes de las
firmas falsificadas para dar la toma de nota a Elías Morales. No se actuó: Abascal y Salazar
eran miembros del gabinete. ¿El presidente Fox? Él calló. Es inverosímil que tanto se
jugara frente a sus ojos sin que supiera o se diera cuenta. Desde el 12 de febrero pasado, la
Secretaría de la Función Pública inició auditorías en la Secretaría del Trabajo sobre este
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caso. Nadie lo dice abiertamente en el gobierno, pero quieren ir judicialmente en contra de
los funcionarios responsables de las ilegalidades. Y al menos un secretario foxista está en la
mira.
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