La victoria del Rosario en la batalla de Lepanto

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La capilla del Rosario en Venecia honra
La victoria del Rosario
en la batalla de Lepanto
por John Vennari
El 7 de octubre de 1571, el Papa San Pío V estaba reunido en Roma con sus
Cardenales en la Basílica Dominicana de Santa Sabina.
De repente el Papa se puso de pie, miró intensamente a través de la ventana, volvió
a sus prelados y dijo, “Esto no es momento para negocios; apresurémonos a dar gracias a
Dios, porque nuestra flota en este momento ha ganado una gran victoria contra los turcos”.
El Papa Pío en este momento tuvo una visión en la que Nuestra Señora le mostraba
la Victoria marítima de Lepanto, aunque las noticias del triunfo no llegarían a Roma por
canales normales hasta dos semanas después.
El Papa Pío se había preparado bien para la batalla. Además de las preparaciones en
el orden natural, San Pío V había utilizado medios sobrenaturales. Exhortó a los católicos a
lo largo y ancho de Europa a rezar el Rosario, rogando por la ayuda y protección de Nuestra
Señora. Nuestra Santísima Madre respondió. La fecha de la batalla – el 7 de octubre – es
actualmente celebrada como la fiesta del Santo Rosario.
Unos pocos años después de la batalla, en Venecia, se dedicó una magnífica capilla
votiva a la Señora del Rosario en acción de gracias. Ubicada dentro de la gran basílica de
Santi Giovanni e Paolo, la capilla permanece hoy como un testimonio espléndido del poder
del Rosario.
¿Por qué es que la capilla está ubicada en Venecia? Porque la flota veneciana era
una de las tres principales fuerzas marítimas que consiguieron la victoria contra los turcos
en Lepanto.
La amenaza del Islán
El Islán ha sido una religión de conquista desde su comienzo. Los conflictos en
España que duraron 700 años, la derrota de Constantinopla, el saqueo de Jerusalén que
lanzó a las Cruzadas como una contra-ofensiva: todo esto y mucho más han sido
manifestaciones de la incesante agresión musulmana.
En el siglo anterior a la batalla de Lepanto, el Mediterráneo fue considerado como
un “lago musulmán”. Los turcos otomanos eran implacables en sus iniciativas de conquista.
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A partir del siglo XVI, no había ningún poder marítimo mayor que la armada islámica
turca.
Los musulmanes saquearon, asesinaron, violaron y destruyeron todos los lugares
que procuraron conquistar. Secuestraron niños y niñas esclavizándoles para la lujuria
perversa de musulmanes en Constantinopla y en otros lugares. Asesinaron civiles inermes a
los miles, y forzaron a los cristianos capturados a ser remeros en sus buques de guerra.
En Ciprés, no mucho antes de la batalla de Lepanto, 500 soldados venecianos de la
guarnición se rindieron en un pacto con los musulmanes. Una vez que las entradas de la
ciudad fueron abiertas, sin embargo, los turcos asediaron la ciudad, asesinaron a la
guarnición, y brutalmente atacaron y violaron a los civiles. Incontables atrocidades, aún
peores, aumentaron con persistencia. Tal era el peligro musulmán que amenazaba a toda
Europa.
La Cristiandad sabía que el Islán estaba planeando la conquista de Europa, y de
Roma en particular. El autor católico Christopher Check escribe que “el sueño más grande,
el sueño de todos los turcos”, el sueño por el cual los soldados del conquistador Soleiman
“brindaron antes de partir para cualquier campaña era la conquista de Roma”.
San Pío V
Papa San Pío V, el dominicano erudito y santo que subió a la Silla Pontificia en
1566, comprendió la amenaza. Su abordaje no era aquel moderno de la cobardía disfrazada
de diálogo, antes confrontación varonil contra el mal. “Estoy tomando las armas contra los
turcos”, prometió, “pero la única cosa que me puede ayudar es la oración de los sacerdotes
de una vida pura”.
El historiador veneciano John Julius Norwich escribe: para Pío, “el objetivo
primario de la cristiandad debería ser reestablecer el control del Mediterráneo central,
aislando los territorios africanos del Sultán de aquellos de Europa y Asia, de este modo
dividiendo su imperio en dos partes”.
Para lograr este objetivo, en la primavera de 1571 el Papa Pío fundó la Santa
Alianza – una armada de buques de guerra para enfrentar la flota marítima del Islán. La
Alianza constataba de buques de guerra de Génova, los Estados Papales, España, y
Venecia. La participación de la República de la isla de Venecia, que alardeó de siglos de
pericia marítima, fue considerada crucial al éxito de la Alianza.
La unificación de Papa Pío de estas fuerzas no fue ningún logro pequeño, porque en
aquel entonces varias facciones de contrincantes fastidiaron Europa. Venecia casi rehusó
participar a causa de una disputa con España sobre territorios cerca de Milán. Francia y
Polonia, los cuales podrían haberse unido a la Alianza, nunca lo hicieron. Se decía que la
Inglaterra protestante estaba enviando apoyo a los turcos, mientras la nuevamente inventada
administración anglicana tampoco tenía amor alguno para con Roma Pontificia; y nada
unifica a la gente como un enemigo común.
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No obstante, la Santa Alianza se formó. Lo más importante, el Papa Pío se sirvió de
medios sobrenaturales. Exhortó a toda Europa a rezar el Rosario por la victoria sobre los
musulmanes. En esto, Europa atendió el llamamiento.
En alianza con el cielo
Don Juan de Austria, el hermano ilegítimo del rey de España Felipe II, fue elegido
para liderar la flota. Era un católico piadoso de 26 años, extraordinariamente guapo y un
líder natural de hombres, se le había distinguido el año anterior por acabar con la
sublevación morisca en España.
Como Pío V, Don Juan dio cuenta de que, sin la ayuda del Cielo, la flota estaba
condenada. Se sirvió de todas las armas espirituales disponibles.
Don Juan prohibió a las mujeres abordar a los buques, proclamó que la blasfemia
sería castigada con la ejecución, y él y toda su flota hicieron un ayuno de tres días.
San Pío V concedió una Indulgencia Plenaria a las tripulaciones y soldados de la
Santa Alianza. Los sacerdotes de varias Órdenes y Congregaciones estuvieron presentes en
las cubiertas de los buques celebrando la Santa Misa y escuchando confesiones. Don Juan
regaló un Rosario a cada hombre de la flota.
La batalla
La Batalla de Lepanto se libró en lo que ahora se llama el Golfo de Corinto, cerca
de Grecia. En el día de la batalla, Don Juan tomó el centro con 64 buques; el ala derecha
con 54 fue bajo la Andrea Doria de España que navegó hacia el interior de la batalla ese día
con una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe a bordo; el flanco izquierdo consistía en
los 53 buques de Venecia bajo el comando del veneciano Augustino Barbarigo. Otros
buques cristianos también se unieron a la batalla.
Llamado el más grande combate marítimo desde la Batalla de Actium en 31 AC, la
Batalla de Lepanto empezó al amanecer. Los Sacerdotes estaban escuchando confesiones
hasta el momento del conflicto, y probablemente también durante el conflicto.
El Padre Ladis Cizik explica: “en batallas marítimas entre buques provistos de
remos, el ‘posicionamiento’ es sumamente importante mientras un buque procura chocar
contra el enemigo en el lado para naufragarlo. Además de eso, las fuerzas católicas tuvieron
un número de buques con las características innovadoras de cañones montados en los lados;
otra vez el posicionamiento era importante. Los buques turcos estaban ordenados en la
forma de una medialuna islámica, unas tres millas en longitud. Los buques católicos
estaban ordenados en la forma de la Santa Cruz de Nuestro Señor. En ese día histórico, fue
literalmente la Cruz de Cristo contra la Medialuna del Islán”.
En el momento decisivo de la batalla, el viento misteriosamente cambió de
dirección 180°. Los musulmanes de repente se hallaron con el viento en contra de ellos, que
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provocó desorden en la flota turca. La batalla duró cinco horas, la flota cristiana fue
victoriosa y algunos de los13.000 remeros esclavizados a bordo de los buques musulmanes
fueron liberados.
Un triunfo del Rosario
Como mencioné, San Pío V recibió una comunicación milagrosa de Nuestra Señora
al momento de la victoria de la batalla. El Papa Pío después agregaría el título “Auxilio de
los cristianos” a los títulos de Nuestra Señora en las letanías. El 7 de octubre llegaría a ser
la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria, que después cambiaría a la Fiesta de Nuestra
Señora del Rosario.
El Padre Cizik escribe, ‘La paz se consiguió por medio de la fuerza en la Batalla de
Lepanto cuando el poder del Rosario impelió a las fuerzas católicas listas-para-combate a
una victoria histórica y decisiva”.
Historiador John Julian Norwich observó: “la batalla de Lepanto había resultado
una victoria aplastante. De acuerdo con los cálculos más fidedignos, sólo perdieron 12
buques y uno fue capturado; las pérdidas turcas fueron 113 y 117 respectivamente. Las
bajas fueron pesadas para ambos lados, que era inevitable, porque mucho de la lucha era
mano a mano; pero, mientras las pérdidas cristianas a lo mejor no sobrepasaron 15.000, se
cree que los turcos perdieron el doble de ese número, excluyendo los 8.000 que fueron
tomados prisioneros”.
Entre los heridos cristianos en Lepanto estaba Miguel de Cervantes de España que
sobreviviría para escribir la obra clásica Don Quixote.
Debidamente llamada “La Batalla que Salvó el Occidente Cristiano”, Lepanto
señaló el fin de la supremacía islámica marítima, y exitosamente detuvo la invasión
islámica de Europa (los musulmanes ahora vuelven en grandes números por medio de la
inmigración poco exigente e invasión de refugiados – vea la página 41).
Lepanto también transformó el combate marítimo para siempre. Buques provistos
de remos chocando uno contra el otro fueron ahora reemplazados con buques esgrimiendo
la pólvora y cánones montados, iniciando un reposicionamiento total de barcos de marina
de guerra.
Lo más importante, la Batalla de Lepanto, ganada por el poder del Rosario, fue una
lección a una cristiandad desanimada de que el Islán no era invencible.
Un mes después de Lepanto, el 11 de noviembre de 1571, el Secretario Estatal de
Venecia Juan Luis de Alzaomora escribió a Don Juan de Austria: “No hay ningún hombre
en la corte que no haya percibido en ella la mano del Señor, y a todos nosotros nos parece
como un sueño, donde nunca antes se ha visto u oído de una batalla tal”.
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Igualmente, el historiador
veneciano Paolo Paruta resumió el
sentimiento público en su oración
funeraria en San Marcos, Venecia,
para aquellos que fallecieron en
batalla: “Nos han enseñado con su
ejemplo que los turcos no son
insuperables,
como
habíamos
anteriormente creído… Por eso se
puede decir que, para nosotros, al
principio de esta guerra era un
momento de ocaso, que nos dejaba
en la noche perpetua, ahora el valor
de estos hombres, como un sol
verdadero dando vida, nos ha
otorgado el día más alegre y
hermoso que esta ciudad, en toda su
historia, ha visto jamás.”
El pueblo de Venecia ha
visto esta victoria como la disipación
repentina de la pesada nube negra que
le había ensombrecido durante dos
siglos cuando habían pensado que sus
días estaban contados.
En Venecia la procesión victoriosa en San
Marcos después de la Batalla de Lepanto.
La capilla del Rosario
En la Basílica de Santi Giovanni e Poalo, los católicos de Venecia poco tiempo
después dedicaron la magnífica capilla votiva de la Señora del Santo Rosario en acción de
gracias. La capilla fue construida por el gran veneciano Alessandro Vittoria; su techo
pintado por el renombrado Paolo Veronese.
Trágicamente, en agosto de 1867, un fuego destruyó completamente la capilla
original, junto con algunas grandes obras de arte que estaban almacenadas en el edificio.
El trabajo de restauración empezó poco tiempo después, y la capilla fue
solemnemente reabierta al público en 1959.
A partir del momento de entrar en la capilla del Rosario hoy, el visitante queda
impresionado por el ambiente católico, interior espectacular, y la presencia hermosa y
dominante de la estatua de Nuestra Señora sosteniendo al Niño Jesús, ubicada sobre el altar
principal. Apenas echar una mirada a Su santa imagen en esta magnífica capilla veneciana
uno se llena de esperanza y seguridad. Todo sobre el lugar exhala un aire de reverencia y
admiración, unido al elemento de la intimidad divina.
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La capilla es un monumento perenne al poder de Nuestra Señora y Su Santo
Rosario.
Nos recuerda que, contra toda superioridad insuperable, las fuerzas del catolicismo
– armadas con el Rosario, el liderazgo genuino católico, la fe verdadera y la renuncia al
pecado – pueden prevalecer sobre el enemigo más feroz.
Que conceda Nuestro Señor pronto un Papa como San Pío V cuyos esfuerzos
primarios a favor de la paz mundial, se hallarán no en la sabiduría mundana, ni en diálogo
con las entidades paganas tales como las Naciones Unidas.
Más bien que sea bendecida pronto nuestra generación indigna con un Papa que
confía primero en Nuestra Señora del Rosario y enseguida obedezca Sus peticiones de
Fátima.
Tal obediencia resultará en el período prometido de paz concedido al mundo sin la
necesidad de batallas o del derramamiento de sangre humana. Este triunfo del Inmaculado
Corazón de María será una victoria aún más trascendental que aquella conseguida por
Nuestra Madre Santísima en Lepanto.
Bibliografía selecta: A History of Venice, John Julius Norwich; The Imperial Age of Venice 1380-1580, D.S.
Chambers; Ten Dates Every Catholic Should Know, Diane Moczar; Venice and the Defense of Republican
Liberty, William J Bouwsman; “Our Lady and Islam: Peace Through Strength,” Father Ladis J. Cizik,
Catholic Family News, nov. de 2015; “The Battle that Saved the Christian West,” Christopher Check, This
Rock, marzo de 2007; Además de detalles recogidos por el autor durante un viaje a Venecia en julio de 2015.
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La batalla de Lepanto por Veronese. Encima: la Virgen María con San Roch,
San Pedro, Santa Justina, San Marcos y un grupo de ángeles presentes – como
un todo, la pintura presenta la victoria de Lepanto como la intervención
divina.
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