Underground: Origen y ¿futuro? del movimiento

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Underground: Origen y ¿futuro? del movimiento
subterráneo
Autor: Daniel Meléndez Márquez
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Underground: Origen y ¿futuro? del movimiento subterráneo
Daniel Meléndez Márquez
Medellín, 6 de febrero de 2016
«Lo mainstream llega a ti, pero tú debes ir a buscar lo underground»
Frank Zappa
El término underground o subterráneo se utiliza para describir varias culturas alternativas
que se consideran a sí mismas diferentes a la corriente dominante en una sociedad o cultura
específica, o que es considerada diferente por otros. La connotación original del término
alude a la historia de los movimientos de resistencia que siempre han existido en los
regímenes totalitarios y dictatoriales y al sigilo necesario para que estos movimientos
sobrevivan.
La escena subterránea
La escena underground –que en sus orígenes fue un movimiento británico de
contracultura– se desarrolló desde mediados de la década de 1960, muy cercana al
movimiento hippie de Estados Unidos. Desde un principio, esta escena desarrolló sus
propias revistas y periódicos –los fanzines– bandas, clubes, y estilos de vida alternativos,
asociados inicialmente al cannabis y el LSD, con una fuerte agenda sociopolítica enfocada
en crear una sociedad alternativa al modelo dominante.
El naciente movimiento de la cultura subterránea se alimentó principalmente de los
escritores de la generación beatnik de la década inmediatamente anterior, como Allen
Ginsberg y William Burroughs y el psicólogo experimental Timothy Leary. El primer
periódico underground, International Times, comenzó a publicarse en 1966 por estudiantes
de Oxford y Cambridge. Por su postura contestataria, las manifestaciones del movimiento
subterráneo eran acosadas por la policía, que los consideraba “freaks”, una palabra que
inicialmente fue utilizada como insulto pero que la escena underground de aquel entonces
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tomó para sí como un título que usaban con orgullo, desafiando esas mismas convenciones
sociales a las que se oponían.
Algunas de las agrupaciones de la escena underground que se presentaban de manera
gratuita apoyando distintas causas eran PINK FLOYD (cuando aún tenían en sus filas a Syd
Barrett) y HAWKWIND (con Lemmy antes de MOTÖRHEAD). Muchos de los artistas de
esta escena underground solían reunirse en un café londinense llamado Mountain Grill,
lugar que llegó a ser tan importante que los mismos HAWKWIND le dedicaron el álbum
“Hall of the Mountain Grill”.
“Mi propio sentir es que no es sólo el sexo, sino también que la rabia y la violencia
son parte y parcela del rock and roll. El concierto de rock puede obrar como una
alternativa para la violencia, una expresión de violencia. Y en aquel entonces había
muchas cosas por las cuales sentirnos con rabia, y nada podíamos hacer para
cambiar la manera en que el gobierno las hacía. Hacer cosas para que nos
encarcelaran era nuestra manera de expresar nuestra rabia, y queríamos un cambio.
Creí que tomando una guitarra, y no un arma, traería ese cambio. Es como lo que
solía decir Germaine Greer sobre el underground: no es un club al que puedas
unirte; estás dentro o estás fuera… es como ser un criminal” (Mick Farren. The
strange days interview Retrieved, 26 de abril de 2006).
Qué es contracultura
Un movimiento contracultural expresa el ethos (costumbres y conductas) y las aspiraciones
de una población específica durante una era específica. Ejemplos de movimientos
contraculturales son el Romanticismo (1790-1840), la Bohemia (1850-1910), la
contracultura fragmentada de la generación beat (1944-1964), y tal vez la más famosa, la
contracultura de los años 1960 (1964-1974), que suele asociarse con la subcultura hippie.
Tal vez por ello se conoce como contracultura a la revolución social que recorrió América
del Norte, Latinoamérica, Europa Occidental, Australia y Nueva Zelanda durante esa
misma década.
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Como se indicó previamente, la contracultura se define en oposición a la cultura
mainstream, o cultura mediática, o a la cultura y valores de la clase media, casi siempre
conceptualizada en términos de conflicto generacional y el rechazo de valores de la
generación anterior. Cuando las fuerzas en conflicto alcanzan el punto de masa crítica, la
contracultura puede activar cambios culturales dramáticos y, si bien los movimientos de
contracultura tienden a desvanecerse, dejan un impacto duradero en los valores de la cultura
mainstream. Después de un ciclo de rechazo de valores tradicionales, crecimiento,
aceptación y asimilación, las sombras culturales del romanticismo, la bohemia, la cultura
beat y los hippies siguen visibles en la cultura de Occidente.
El conflicto entre la generación del “baby boom” de la posguerra (los nacidos después de la
Segunda Guerra Mundial y que, para 1966, tenían 20 años) y su generación inmediatamente
anterior, marcó el inicio del movimiento de contracultura que, para muchos, comenzó con
la muerte de John F. Kennedy (símbolo de la promesa de cambio para toda una generación,
truncada con su asesinato) y vio su punto más alto en el movimiento de resistencia a la
guerra en el sureste asiático. Esta primera oleada de contracultura terminaría siendo
absorbida por la cultura popular con la renuncia de Richard Nixon. Pese a haber sido
absorbido, ese primer movimiento de contracultura sirvió de modelo y manantial para
movimientos futuros similares.
La contracultura logró grandes cambios que hoy en día damos por sentado, pero que son
todos ellos hijos de la década de 1960: los Derechos Civiles, las libertades civiles, la
“Nueva Izquierda”, los movimientos antibélicos y antinucleares, el feminismo, el
movimiento gay y la equidad de género, el ambientalismo, los festivales de rock, el arte
avant-garde y el anti-arte, el neopaganismo, la revolución sexual, el hard rock y los medios
de comunicación alternativos. Su expresión más conocida es el Festival de Woodstock que
tuvo inmensas repercusiones culturales en toda América: el Festival de Avandaro en
México fue de tal magnitud que el gobierno mexicano reprimió este tipo de eventos en los
años 1970); y en Colombia es de obligada mención el Festival de Ancón, que estremeció a
la timorata sociedad colombiana de finales de los años 60.
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La contracultura fuera de Occidente
Este movimiento contracultural tardó un poco en llegar a otras zonas del planeta. Luego de
la caída del comunismo, inició en la antigua Unión Soviética un movimiento que promovía
acciones por fuera de la cultura convencional: el uso de lenguaje explícito, descripciones
gráficas de sexo, violencia y actividades ilícitas, y una serie de conductas que la “cultura
del optimismo” impuesta en la Unión Soviética desde la década de 1970 había considerado
como tabú y como muestra de la degeneración de Occidente (el divorcio, el abuso de
alcohol y drogas), pero que comenzaron a “normalizarse” con el glasnost y la perestroika.
Por su parte, la contracultura en Asia se manifestó desde la década de 1990 oponiéndose
tanto a la invasión desde la cultura capitalista de Occidente como al emergente de
movimientos de avivamiento. Por eso no es coincidencia que justo en esta época haya
surgido con fuerza el fundamentalismo islámico; es más bien una reacción a lo que Asia
considera “invasión cultural” por parte de Occidente, reprimiendo lo que ellos consideran
sus manifestaciones más representativas, entre ellas la cultura de las drogas y, obviamente,
el rock (en todas sus vertientes).
Prensa underground
La prensa underground, subterránea o clandestina, hace referencia a cualquier publicación
que se produce sin aprobación gubernamental, de manera ilegal o contra los deseos de un
grupo dominante (gubernamental, religioso o institucional). En Occidente, este término
hace referencia a los periódicos y publicaciones hechas de manera independiente y
asociadas a la contracultura de finales de la década de 1960. Igualmente, hace referencia a
los periódicos producidos de manera independiente en regímenes opresivos: desde los
pasquines de la Resistencia en los territorios ocupados por Alemania durante la Segunda
Guerra Mundial, hasta la impresión ilegal en Polonia y la Unión Soviética de material
censurado, como un movimiento interno de disidencia durante la Guerra Fría.
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Los pasquines impresos por el movimiento de contracultura fueron considerados “material
subversivo” por la policía de finales de los 60, allanando las imprentas y decomisando el
material, pero lo único que logró dicho acoso policial fue fortalecer la prensa subterránea, y
una confirmación de que lo que estaba haciendo el movimiento era percibido como un
”peligro” por la institucionalidad.
La prensa underground ha mutado en lo que hoy en día se conoce como “medios
alternativos”, en tanto disienten y se alejan de los medios establecidos o dominantes, tanto
en formato como en contenido, en cómo se producen y cómo se distribuyen. Los medios
alternativos pueden asumir cualquier formato: video, audio, medios impresos, Internet, y el
arte callejero. Mientras los medios mainstream representan los intereses gubernamentales y
corporativos, los medios alternativos tienden a ser proyectos no comerciales que defienden
los intereses de quienes son excluidos del mainstream, dándole voz y difusión a puntos de
vista ignorados, desestimados o poco conocidos, casi siempre relacionados a una subcultura
específica, antihegemónica, desafiando el sistema de valores y creencias dominante,
definiéndose también cómo y dónde se producen, y de la dinámica de quienes la crean y las
utilizan.
Música underground
Se entiende como música underground (subterránea) a cualquier género, forma o
manifestación musical que están más allá de la música mainstream; cualquier canción que
no sea comercializada legalmente se considera underground. Este tipo de música suele
expresar ideales comunes, como el alto valor que se le da a la sinceridad e intimidad de la
música, la libertad de expresión creativa en contraposición a la expresión de fórmulas de
composición habituales en la música comercial, y la apreciación de la individualidad
artística en oposición a la conformidad con las tendencias mainstream contemporáneas.
Algunas expresiones musicales underground nunca abandonaron dicho estado, como el
hardcore punk británico tipo DISCHARGE, mientras que otros estilos terminaron en el
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mainstream, como versiones estilizadas del pop, como le sucedió al hip-hop underground
de principios de los años 1980.
Sin embargo, el auge de Internet y de las tecnologías de la música digital, ha facilitado los
medios de distribución de la música underground mediante podcasts y servicios de
streaming, llevando a algunos a afirmar que “el underground ya no existe”, ya que Internet
ha puesto la música underground al alcance de cualquiera a tan sólo un click de distancia.
Lo que antes requería pasar una serie de “filtros” y “guardianes” para acceder a este tipo de
música, ahora omite este paso, yendo directamente del creador al mainstream.
Pese a esta afirmación, la música underground no estaría relacionada a la disponibilidad,
accesibilidad o facilidad en los medios de distribución y adquisición, sino a los valores
asociados a ella, de “honestidad” y “autenticidad” de su música, en oposición al “brillo y
marketing prefabricado” que suele envolver a la música mainstream; la sinceridad e
intimidad, y la libertad de expresión creativa, son mucho más valoradas que el éxito
comercial de la propuesta musical; el arte se aprecia como una forma profundamente más
significativa, y la música permanecerá “oculta” en tanto la escena se mantiene alejada de
“gente menos comprometida” que trivializan la música y la cultura relacionadas con esta
propuesta.
Metal subterráneo
Mientras las generaciones anteriores del Metal buscaban ser aceptadas, el Metal
subterráneo buscaba justo lo contrario; quería removerse y alejarse de la mentalidad
mainstream (además de ser demasiado extremo como para ser „vendido‟ propiamente). Las
bandas subterráneas querían crear un sistema alternativo de grabar, publicar y distribuir
música. Haciendo difusión mediante el intercambio de cassettes y fanzines (revistas hechas
de manera casera, fotocopiadas y de baja distribución), el metal subterráneo ganó una
audiencia mundial de fieles fanáticos. Después de algunos años de desarrollo en la segunda
mitad de los años 80, el Metal subterráneo se manifestó propiamente en tres formas: el
death metal, el black metal y el grindcore.
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El death metal logró evadir ser asimilado por fuerzas externas, pero terminó degenerándose
por dentro: la sobresaturación de bandas, sellos y zines obligó a muchas bandas a recurrir a
“innovaciones” para distinguirse del montón, incorporando de manera voluntaria elementos
propios de la música mainstream, mientras que los sellos existentes vieron una oportunidad
de capitalizar mediante híbridos del death metal y la música rock, que produjeron el “death
n roll” y otra serie de híbridos que dejaron atrás el poder de la propuesta inicial del death
metal en favor de ideas socialmente más aceptables, y convenciones estéticas y musicales.
Por su parte, el black metal subsistió ignorado por casi una década, hasta florecer a
principios de los 90. Mientras el death metal se enfocaba en estructuras complejas, el black
metal buscaba crear atmósferas. Las bandas de esta generación trabajaron deliberadamente
su producción para que su música sonara como la peor grabación de garaje posible,
incorporando ruido y distorsión a su propuesta musical.
El grindcore, una fusión del hardcore punk y el Metal, nació en 1985 con los demos de
REPULSION y NAPALM DEATH, llegando al culmen de su creatividad musical a
mediados de los años 90. Hoy en día, el grindcore continúa, innovando más en la parte
estética que en la musical.
El black metal surgió como respuesta a la degradación del death metal y a su asimilación
por parte del mainstream. Con el auge del black metal, el Metal subterráneo heredó el
rechazo de la sociedad industrial que, en su momento, caracterizó al thrash y al death
metal, convirtiéndose en una oposición a la modernidad misma.
Ante un mundo en el que las ideas liberales se volvieron tan opresivas como sus
equivalentes conservadoras, en el que la globalización pretende homogeneizar para
asegurar mercados, el black metal se convirtió no sólo en la forma más articulada de Metal
hasta el momento, sino también en la más popular en emerger del underground. Después de
una serie de eventos relacionados con asesinatos y políticas tabú, el black metal terminaría
siendo capturado por hipsters que buscan tener lo extremo de la imagen del black metal
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pero dándole visos de aceptación social, sin las temáticas tabú que lo caracterizaron en
principio.
Esta
sociedad
moderna,
homogeneizante,
que
ha
tomado
estos
subgéneros
estandarizándolos y convirtiéndolos en productos unificados como hamburguesas de
McDonalds, es precisamente la razón por la que los músicos de la cultura subterránea
deciden hacer su música tan oscura, lo-fi (de baja fidelidad) y violenta como sea posible.
Sin embargo, el black metal terminó siendo presa de bandas que adaptaron su sonido y su
estilo a otros géneros, fabricando versiones de black más fáciles de digerir, en una síntesis
con el rock indie a finales de los 90, al punto de que el género se ha convertido en poco más
que un estilo estético, lo que explica el que haya sido abandonado por sus creadores
iniciales.
Lo underground en la era digital
Como se apuntó en líneas anteriores, el estatus de subterráneo en la era digital no se
relaciona con medios de difusión y distribución, sino con el contenido de dicha expresión,
generalmente anticomercial.
Si bien plataformas como Twitter, Facebook y la blogosfera no se crearon con este fin, hoy
en día se utilizan para difundir ideas e información que no tienen eco en los medios
mainstream, actuando como medios alternativos en potencia, sirviendo de canal de difusión
para la información y las perspectivas que sus usuarios consideran importantes.
Internet ofrece un espacio alternativo para la movilización social mediante la construcción
de redes interpersonales, la acción colectiva hacia el cambio social, haciendo la
información mucho más accesible. Estas plataformas de Internet permiten la creación de
comunidades nuevas y alternativas que pueden darle una voz a quienes tienen puntos de
vista desviados, disidentes o no tradicionales: en suma, a quienes son por lo general
marginados por los medios mainstream.
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Internet también ha llevado a formas alternativas de programación que permiten tanto a
profesionales como aficionados subvertir o evadir las restricciones políticas y comerciales
al acceso libre a la información y a las tecnologías de la información. Ejemplos de ello son
los movimientos de software y sistemas de código abierto y mecanismos para compartir
información.
Por último, Internet también ha generado una nueva manera de crear y difundir el
conocimiento, especialmente el conocimiento popular, que difiere de la manera vertical que
se utilizaba en el pasado. Busca y fomenta la participación de usuarios múltiples,
promoviendo manifestaciones de producción de conocimiento colaborativo y folcsonomías;
un excelente ejemplo de esto lo constituye Wikipedia.
Por qué el metal debe permanecer underground – el ¿futuro? del metal subterráneo
Puede afirmarse que una contracultura ha sido asimilada cuando sus valores, considerados
como tabú, dejan de ser motivo de pánico moral, en tanto ya no suscitan controversia ni
desafían las bases de la cultura dominante. En lugar de generar temor, comienzan a generar
tendencias que los artistas y los medios no tardan en imitar.
Hace algún tiempo era frecuente ver y escuchar a metaleros quejarse de no ser aceptados y
que su música no fuera entendida y aceptada. Hoy en día es prácticamente aceptada, con
cabida en festivales estatales y, a simple vista, el Metal parece inofensivo. El peligro para el
Metal subterráneo es justo ese: ser aceptado. Cuando las bandas de Metal comienzan a
imitarse, el sonido se estanca y se separa del significado que alguna vez tuvo. Ese es el
peligro de la aceptación social.
Cuando un grupo de personas encuentran una nueva idea, se mofan de ella, luego tratan de
destruirla para, finalmente, terminar por aceptarla. Pero una vez la idea es aceptada,
comienza el proceso de calcificación; cuando la sociedad asimila la idea despojándola de
sus métodos y, aún peor, la naturaleza de tener la idea aceptada implica un proceso de
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compromiso que, poco a poco, va eliminando los elementos que pueden resultar ofensivos a
ciertos segmentos de la sociedad. La aceptación social destruye las ideas mediante la
imitación y el compromiso; suavizan no tanto la música, sino el mensaje de la misma, para
hacerla más digerible, más inofensiva, más “aceptable”.
Esto puede enlazarse con los criterios de inclusión y selección de bandas de Metal en los
festivales financiados con dineros públicos; ítems como “capacidad de comunicación a
través de la música”, “coherencia de la propuesta” y, especialmente, “viabilidad de la
propuesta en medios”, apuntan a que estos criterios tienen en cuenta “a lo que no agreda
visualmente, a que su lírica no sea desdeñosa y a que sus ritmos se enmarquen en lo
socialmente digerible, ignorando que el mismo Rock surgió como respuesta a eso, como
contraposición a lo popular (pop) que sí tiene gran acogida y que vende a granel a la masa
polimorfa” (Melodías en Acero, 31 de diciembre de 2007).
El Metal nació cuando, mediante su propuesta musical, BLACK SABBATH reaccionó
contra el aire feliz de la cultura hippie que les rodeaba, rompiendo con el discurso del buen
ciudadano que caracterizó a la década de los 50 y a la imagen de las primeras bandas pop
de los 60. Claro, el mensaje feliz de las bandas pop siempre ha significado mejores ventas.
La aceptación y la inclusión generan dividendos y aseguran las ventas; si no en dinero,
cuando menos en capital social, por lo que el mensaje comienza a ser inocuo, inofensivo.
Las ideas originales se han perdido en un marasmo de imitaciones. Los ciclos de creación y
destrucción en el Metal se han dado con cada generación; el death metal destruyó los
cánones del black, sucumbiendo en la plétora de imitadores; el black rompió con los
paradigmas del death metal, siendo absorbido en la marejada de emuladores.
La actual imitación de la escena black metal de los 90, o de la escena thrash de los 80, es
una completa farsa. Es una emulación superficial del pasado. Lo único que le queda al
Metal subterráneo es el nihilismo total, la negación de valores, o elegir nuevos valores para
que no pueda comprometerse y, por ende, no pueda ser asimilado por la sociedad. Esta es la
razón por la que, mientras la institucionalidad intenta imponer criterios y estándares, la
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facción subterránea del Metal se aleja más de ello, abrazando el lo-fi, las grabaciones en
live session, el recrudecimiento de sus letras y su estética, haciéndose más extremo y
contestatario.
Quejarse de que el Metal tiene cada vez menos participación en los festivales estatales es
un sin sentido; el Metal subterráneo nunca ha buscado ser aceptado, mucho menos ser
entendido. De serlo, quedaría destruida su esencia misma, siendo reducido a un estándar
más de conformismo, marchando por el mismo camino recorrido por la generación anterior.
Cruda, básica, basta, cargada de energía y visceralidad, que le habla a una ciudad y a un
país inmersos en la miseria y la desigualdad, a una sociedad drogada con fútbol, reinados y
realities, en la que sus miembros se desgastan debatiendo sobre lo que parecen ser sus
únicos temas de conversación: jugadores, partidos, candidatas y concursos. ¿Es a ese
público al que se quiere llegar?
Si el Metal subterráneo tiene cada vez menos cabida en los festivales financiados con
dineros públicos, deberíamos estar agradecidos por ello. Si se le cierran las puertas, si se
ignora y desestima de manera deliberada la historia y los representantes de este género, si
se pone en tela de juicio la “evolución” del Metal, si hablan de repetición y “falta de
innovación” porque las bandas siguen sonando a Metal, tanto mejor. Si la estilística musical
se hace más “ruidosa” y extrema, si el contenido de las letras se hace cada vez más
“ofensivo” y “políticamente incorrecto”, ese es el camino a seguir. Porque el Metal no hace
parte de una “cultura”; por su misma naturaleza, por erigirse y ser estandarte de valores que
no comulgan con los de la cultura dominante, el Metal subterráneo es una contracultura.
Ceñirse a que lo midan con “la viabilidad comercial de la propuesta” es un insulto a la
naturaleza misma del Metal, y quienes se ciñan a esos criterios son unos vendidos.
El arte en general, y el rock en particular –haciendo énfasis en la música subterránea– ha
sido capturado y convertido en un producto, que sólo puede impactar a quien lo compre, lo
venda o participe en su distribución. Y para disfrazar dicha captura, se habla ahora de que
el rock, el metal, la cultura subterránea, es un asunto de ciudad; se habla de gestores de
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cultura, de constructores de convivencia, apelando al Estado y a los estamentos públicos,
para que las “propuestas artísticas” del rock subterráneo sean aceptadas y patrocinadas por
estas instancias, doblegándose a las políticas públicas y sometiéndose a ser convertidos en
productos a la venta del mejor postor. No nos llamemos a engaños. No son gestores de
cultura. Son gestores de mercancías.
Cuando los mismos músicos se dejaron comprar por los dineros públicos, porque “el
Estado los trata dignamente” o “tienen un pago digno” (es decir, por dinero), atendiendo los
criterios de selección de estos certámenes, comprometen su integridad y el contenido de su
propuesta. Lejos quedaron los días en que el Metal subterráneo era contestatario; ahora sólo
posan de rebeldes bajo el ala asistencialista y paternalista del Estado al que tanto dicen
combatir, arrastrándose para comer de las migajas que les arroja el estamento al que tanto
dicen oponerse.
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