El problema sucesorio

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Fuente del Maestre en el inicio del reinado de Isabel II
Manuel García Cabañas
A la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, le sucede su hija Isabel II que en
ese momento contaba con tres años de edad. Su tío, Carlos María Isidro, hermano del rey, que
se consideraba su sucesor, no aceptó los derechos de su sobrina al trono. Los seguidores del
pretendiente Carlos se levantaron en armas dando comienzo a una larga guerra civil que
duraría siete años y que dividió política y socialmente a España.
Ante la minoría de edad de Isabel, su madre,
María Cristina de Borbón, asumió la regencia. Pese a
intentar seguir manteniendo el absolutismo, la regente se
vio obligada a buscar apoyo en los partidos liberales al
ser estos la única fuerza capaz de mantenerla en el trono.
Llamó a Martínez de la Rosa, un liberal moderado, a
formar un gobierno que hiciera frente a la insurrección
carlista. Martínez de la Rosa emprendió una serie de
reformas políticas y administrativas muy moderadas:
Estatuto Real en 1834, división administrativa de España
en 49 provincias, libertad de prensa y asociación muy
recortadas o establecimiento del sufragio censitario, por
el que solo podían votar aquellos que dispusieran de
Retrato de Isabel II, niña
unas rentas procedentes de propiedades y/o que pagaran
una cantidad determinada de impuestos, lo que se
traducía en el 0,15 % de la población.
En el verano de 1835, con la pretensión de derogar el Estatuto Real, se produce un
levantamiento revolucionario por parte de los liberales progresistas o exaltados, de tendencia
más radical que los liberales moderados, lo que se traduce en disturbios y quemas de
conventos. María Cristina entrega el gobierno al progresista Juan Álvarez Mendizábal, quien
decreta la supresión de las órdenes religiosas que no se dedicaran a la sanidad o la educación.
Seguidamente, inicia la incautación y venta por parte del Estado de los bienes pertenecientes
al clero y a algunos otros propietarios como nobles y ayuntamientos.
En ese año, el alcalde de Fuente del Maestre era D. Martín Fernández Muro, natural
del Pedroso, en La Rioja, hijo de Martín Fernández Pérez y de María Santos Muro. Se
estableció en La Fuente y se casó con la fontanesa Carmen Guerrero de Luna Diosdado.
Sobrevivió a su esposa y murió el 27 de marzo de 1851.
Durante su mandato el primer teniente de alcalde fue D. Alonso Merchán y el segundo
D. Francisco Guerrero Baena. El resto de la Corporación municipal lo formaban siete
regidores y un procurador del Común.
La Fuente contaba con 4.680 habitantes y ocupaba el undécimo lugar entre los
municipios más poblados de la provincia, por encima de localidades como Mérida o Zafra.
A pesar de su numerosa población, La Fuente, al igual que hoy, estaba mal
comunicada, así que aquellos vecinos que querían viajar a la capital de la provincia y no
disponían de caballería o carruaje propios, se tenían que trasladar a Villafranca y desde allí,
por Almendralejo, a la ciudad de Badajoz. En Villafranca eran recogidos por Manuel de Silva
Morera, quien hacía un viaje todas las semanas en un carro entoldado tirado por dos
caballerías mayores. En el carro, según anunciaba su propietario, se “conduce personas y
arrobas todo a precios equitativos”. En la capital tenía su parada en la fonda del caballo
Blanco en la calle de la Soledad.
A mediados de junio de 1835 se
fugaron de la prisión de La Fuente ocho
presos. La cárcel, situada en los
soportales del Ayuntamiento, ocupaba la
mitad del recinto porticado hacia la calle
del Espíritu Santo.
Al conocerse la fuga, el alcalde
mayor juez del partido judicial de Zafra
solicita “a los encargados de policía y
demás justicias de esta provincia
procedan en sus respectivos distritos a la
busca
de
los
referidos
reos”.
Seguidamente, relaciona los nombres y
las características personales de cada uno
de los presos, cuyas edades oscilaban
entre los veinte años del más joven y los
cuarenta y ocho del de mayor edad.
No sabemos si fueron detenidos
Lugar que ocupaba la cárcel en 1835
todos los fugados, pero sí conocemos que
uno de ellos, Diego Guerrero, vecino de La Fuente, fue encarcelado poco después en
Almendralejo en su Real Cárcel, de la que nuevamente se fugó; por lo que, en la primera
semana de julio, el juez del partido judicial, para hacer más fácil su captura, detalla los rasgos
físicos del fugado: “edad de 24 años, estatura pequeña, pelo negro, no muy poblado de barba
y color trigueño”.
La situación de las cárceles en España era tan precaria que la reina gobernadora, al
conocer las condiciones de insalubridad e inseguridad de las mismas, nombró un visitador
“con amplias facultades para examinar los edificios de las cárceles del reino”.
Por su parte, el gobernador civil se dirige a los ayuntamientos para conocer el estado
de los edificios destinados a cárceles, de qué fondos se pagan sus obras o la ración que se da
a los presos. Termina el escrito solicitando a los alcaldes que debido a su experiencia sugieran
cuantas observaciones crean oportunas “para mejorar las cárceles como desea S.M. y exige la
justicia y humanidad”.
Por otro lado, la guerra entre carlistas e isabelinos continúa y, “para evitar que se
pasen al bando carlista” los partidarios del pretendiente, se recibe en el ayuntamiento un
escrito del gobernador civil prohibiendo al alcalde que expida pasaporte a aquellos vecinos
que quieran trasladarse a las cuatro provincias sublevadas.
Los que se pasaban al bando carlista o conspiraban contra el Gobierno, además de
embargarles los bienes que tuvieran, eran castigados duramente: a un vecino de Guadalupe
por “haber dicho que quería morir por Carlos V”, se le condenó a cumplir cuatro años en un
presidio de África; a Pedro Carrasco, de Villafranca de los Barros, “por haber vertido
expresiones subversivas”, se le desterró dos años a Puerto Rico.
En nuestro pueblo debió de existir un numeroso grupo a favor de las ideas carlistas. Al
gobernador civil de Badajoz le llegan varios escritos de denuncias contra algunos vecinos por
difundir opiniones políticas “que le persuaden acerca del mal espíritu público que reinaba en
el pueblo de Fuente del Maestre”, por lo que comisiona al juez de primera instancia del
partido de Zafra “para que procediese a la averiguación de aquellos hechos que pudiesen
calificarse de desafección a las instituciones liberales”.
El juez se persona en La Fuente y comienza a tomar declaraciones a los vecinos. El
diario El Español, en octubre de 1837, en su tercera página, se hace eco de la llegada del juez
y publica “que si hemos de dar crédito a la porción de declaraciones prestadas,
indudablemente el espíritu público se encontraba sobradamente viciado”. Se formó causa a
D. Manuel Cayetano González, alcalde constitucional a la sazón, y a otros vecinos se les
envió a prisión y se le embargaron los bienes.
El Sr. González, de profesión escribano público, se dirigió a las Cortes el 26 de febrero
de 1837 quejándose de los procedimientos judiciales seguidos contra él y otros vecinos por
disposición gubernativa del jefe superior político de Badajoz. El que fuera alcalde considera
que el juez de primera instancia había quebrantado varios artículos de la Constitución y pedía
a las Cortes que exigieran la responsabilidad a quien hubiese lugar.
La comisión de infracciones de la Constitución considera no haber lugar a exigir la
responsabilidad al juez de primera instancia del partido de Zafra porque las Cortes “saben que
en las difíciles y escabrosas circunstancias en que la nación se encuentra, no es posible que
la libertad se conserve con un ciego respeto a las fórmulas establecidas”. La comisión
termina su exposición argumentando que si
el juez se ha limitado a lo que previenen las
leyes y a cumplimentar la tarea encargada
por el jefe político, habrá cumplido con su
deber.
Como resultado de las diligencias
abiertas se decretó la prisión del teniente de
la milicia provincial D. Cipriano Guerrero de
la Quebrada, al que consideraban implicado
en la causa de conspiración contra el trono
legítimo de Isabel II. Al no poderse llevar a
cabo la prisión “por su ausencia repentina”
de Fuente del Maestre, e ignorándose su
dirección, el gobernador ordena a los alcaldes
de esta provincia que, en caso de que sea
detenido, lo pongan a disposición del
expresado juez, publicando en el boletín
oficial de la provincia las señas personales
del conspirador: “estatura mediana, como de
dos varas escasas, edad de 30 a 34 años,
color blanco, escaso de pelo, gasta peluca o
bisoñé, su traje de paisano sin divida militar,
alguna vez botas de becerro blanco y
calzonas, sombrero chambergo de uso
moderno”.
La guerra civil no solamente trastocó
la
vida
de aquellos que tomaron partido por
Retrato de la Regente María Cristina de Borbón
uno u otro bando, sino que afectó a aquellos
41 jóvenes fontaneses que formaron parte del
contingente de soldados que fueron llamados a filas. Conocemos los nombres de los quintos
que quedaron exentos del servicio ordinario del ejército con el pago de 4.000 reales de vellón
o la aportación de un caballo y 1.000 reales, pero por falta de espacio lo dejaremos para otra
ocasión.
El año 1835 finalizaba con unos festejos organizados por el Ayuntamiento “para
celebrar los faustos días de nuestra Augusta Soberana”. Con tal motivo, la Corporación
adquirió dos retratos: uno de S.M. Doña Isabel II, que costó 20 reales, y otro de la reina
gobernadora, de cuerpo entero, con traje de gran gala, por un importe de 30 reales.
Para festejar el santo de la reina, el Ayuntamiento publicó un bando en el que
ordenaba a todos los vecinos que el día 19 de noviembre, festividad de Santa Isabel de
Hungría, iluminaran sus casas en la noche de ese día y en la del día siguiente; a la vez que
comunicó al cura párroco que “disponga se repiquen las campanas de la parroquia,
conventos, capillas y demás santuarios dependientes de la iglesia matriz, desde las 7 a las 9
de dichas noches”.
Igualmente, el alcalde ordena que se de una abundante comida a los presos y detenidos
en la cárcel nacional para celebrar tan feliz día y, al resto del vecindario, los dispensa de
cumplir las ordenanzas municipales de buen gobierno que prohíben las rondas, bailes y demás
después de las diez de la noche, por lo que da libertad para que los festejos que se celebren en
las dos noches referidas puedan durar hasta las doce.
En la parroquia se celebraron los actos religiosos, consistentes en una misa cantada, a
la que se invitó a los oficiales de la Guardia nacional y a los retirados del ejército. El
encargado de pronunciar el sermón fue el sacerdote de Almendralejo D. Francisco Gallardo,
un “eclesiástico de ilustración y conocidas ideas y adhesión a la justa causa de la inocente
Reina”, quien disertó sobre el derecho al trono de Isabel II, a la vez que exhortaba a los
eclesiásticos a borrar la mancha de aquellos clérigos que “olvidados del carácter de paz y de
verdad de su ministerio, habían encendido y sostenían la tea de la discordia y de la guerra
civil con falsedades y preocupaciones”.
Los actos civiles programados consistieron en colocar en el balcón principal de las
casas consistoriales un dosel donde se colocaron los retratos de la reina y de su madre, la reina
gobernadora, custodiados por la Guardia nacional, y que serían descubiertos cuando se inicie
el repique de campanas. Al día siguiente, para la función de iglesia, los retratos fueron
llevados a la parroquia -el de Isabel II por el presidente de la corporación municipal y el de la
reina gobernadora por el oficial de mayor graduación, D. José Baena- y colocados en otro
dosel construido al efecto.
Terminada la función religiosa, los retratos fueron llevados al dosel del balcón del
ayuntamiento por el alcalde D. Martín Fernández Muro y por el coronel D. José Baena. A
continuación, se colocó, al lado de los reales retratos, la correspondiente guardia y, en
seguida, por los tiradores que había armados y uniformados, mandados por el capitán de la
Guardia nacional de esta villa, D. Pedro Quiñones, se hizo la correspondiente salva de
ordenanza acompañada del repique general de campanas.
A los festejos de la segunda noche asistió la esposa del gobernador civil, quien fue
invitada por la corporación municipal a escuchar los himnos marciales tocados por la
orquesta. Los festejos terminaron, cuando después de un rato de diversión, la señora
gobernadora civil “con una demostración singular de agradecimiento fue acompañada hasta
su casa dando mil parabienes”.
BIBLIOGRAFÍA:
http://www.historiasiglo20.org/HE/10a-2.htm
BOP nº 137 de 8-12-1835
Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes (de 17-10-1836 a 4-11-1837)
Diario “El Español”, Madrid, 31-10-1837, nº 729
Carmen Fernández-Daza Álvarez: “De Villoslada de Cameros a Extremadura”. Badajoz 2004.
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