“La ingeniería es el arte de tomar decisiones, partiendo de datos incompletos e inexactos, a la hora de buscar de entre las posibles soluciones de un problema, aquella que es la más adecuada.” Por lo tanto, el ingeniero en su profesión acostumbra a tener que tomar decisiones y compromisos, siempre con el objetivo de encontrar soluciones y resolver problemas. Cuando se habla de un ingeniero la gente se imagina con gran inmediatez, personas muy estudiosas y relacionadas con la alta tecnología, y en cierto sentido es así, pero se debe tener en cuenta que el ser ingeniero es mucho más que eso, es una forma de vida, en donde la persona que ejerce este cargo debe ser capaz de tener en claro qué es lo que debe hacer en su trabajo, es decir, debe ser competente y eficaz. El encontrar una definición para ingeniero nos tomaría bastante, quizás ni siquiera logremos definirla satisfactoriamente, es muy cierto que este término es muy amplio, y que la gente tiene noción de lo que podría ser, pero no sabe de manera concreta todo lo que abarca la ingeniería. Ser un profesional de la ingeniería significa “saber hacer” determinadas tareas específicas en un campo concreto de la técnica, pero además significa estar en condiciones de “saber” en un determinado campo del hacer, de tener modelo para poder crear, de afrontar los problemas de una determinada manera y de optar preferentemente por las soluciones llamadas prácticas. Ser de la profesión de la ingeniería quiere decir ser concreto. No cuadriculado sino concreto. Analizar los problemas para encontrar una solución factible, económica y útil. La más útil con relación al coste. Ser ingeniero significa cerrar los encargos. Es decir, no le basta con que un proceso o producto estén “casi terminados” sino que han de estar “terminados del todo”. De aquí su obsesión por la planificación, por la exactitud y por la formalización de los procedimientos. No se trata tanto de ser meticuloso como de ser preciso. No se trata de ser empecinado sino eficaz. No se trata de despreciar la poesía sino de hacerla posible. El ingeniero y la ingeniera tienen su razón de existir en función de su capacidad de resolver los problemas “del hacer productivo” que en cada momento la sociedad le propone”. Ética del Ingeniero Si bien suele hablarse de Ética Profesional para todas las áreas del trabajo, existen algunas para las cuales hablar de moralidad resulta más común o evidente. Así sucede, por ejemplo, con la profesión de los médicos o de los periodistas. Sin embargo, si consideramos que la ética implica el comportamiento adecuado con miras a alcanzar un bien, resulta lógico que ésta puede, y debe, aplicarse a todas las profesiones. Aún más, la ética ayuda a comportarnos en sociedad, a fin de ser beneficiados no sólo nosotros mismos, sino también los demás. En este sentido, toda profesión al repercutir de una u otra manera en los otros, es necesariamente ética. Es así como la Ingeniería no escapa a la ética. Los profesionales de esta área no sólo se relacionan con instrumentos tecnológicos, sino que su trabajo a través de éstos se orienta, finalmente, al beneficio de la sociedad. Si consideramos que un ingeniero es, por excelencia, el ejecutor de las prácticas transformadoras del mundo que nos rodea, es evidente que el ejercicio de su profesión posee una carga moral. Especialmente en este siglo, en el que los cambios parecen más rápidos y abrumadores, el criterio del ingeniero cobra mayor importancia. Muchos son los casos en los que los profesionales se enceguecen en el progreso y los adelantos, buscándolos por sí mismos, desligados de sus repercusiones. A esto nos referíamos cuando hablábamos de utilizar la tecnología como un medio, y de no dedicarnos a ella sin buscarle un beneficio para otros. Ante esto, el profesional de la Ingeniería debe estar consciente de que cada una de sus decisiones, invenciones y ejecuciones conllevan una responsabilidad social y ética, pues su trabajo no resulta indiferente ni para sí mismo, ni para el resto de la sociedad. Después de todo, el progreso consiste en el perfeccionamiento del mundo humano, no sólo en el ámbito técnico, sino desde una visión que considera la calidad de vida de las personas. Cada profesión –y en esto debemos considerar a la Ingeniería- debe ejercerse, por una parte, buscando el bien para el mismo profesional. De esta manera, a través de su trabajo, el profesional logrará perfeccionarse no sólo en el ámbito laboral, sino también en relación a su persona, es decir, en un sentido integral. Por otra parte, si consideramos que la persona es un ser social, el hecho de que ella misma se beneficie redunda a favor de los demás; así el profesional que se desempeña éticamente bien, ofrece un servicio laboral a la sociedad y la ayuda a perfeccionarse en su totalidad. Sin embargo, la práctica ética de la Ingeniería no consiste sólo en cumplir con ciertas normas legales o con un determinado reglamento laboral, simplemente, porque así se le impone al ingeniero. Si bien esta conducta no sería en lo absoluto reprochable, carece de la motivación necesaria para no sólo cumplir con lo mínimo, sino que para intentar hacer lo mejor. El ingeniero que actúa éticamente bien no es sólo quien no entra en problemas legales, sino quien es consciente de que su trabajo puede beneficiar a su persona y a los demás. Al fin y al cabo, en el ingeniero está la posibilidad de transformar su alrededor para sacar verdadero provecho de él, mejorarlo y beneficiar la calidad de vida de todos nosotros. Es así como, cualquiera sea la especialidad de la Ingeniería, esta profesión debe cuidar su trabajo no sólo procurando que su ejecución técnica sea la correcta, sino que tomando conciencia de la labor ética, personal y social que implica. Por esta razón, hasta los más mínimos detalles de la actividad laboral deben ser bien ejecutados y en ellos debe atenderse a su contenido ético. Así, desde el deber de todo trabajador de ser puntual, responsable y abocado a su trabajo, hasta la honestidad, la lealtad y el espíritu de superación que debe poseer como profesional, serán importantes en su tarea. Por otra parte, y especialmente en un mundo como el de la Ingeniería, en el que constantemente se aprecian los avances técnicos, resulta importante para el profesional la permanente actualización de sus conocimientos, que se logra, al fin y al cabo, si en él existen los deseos de superarse y perfeccionarse. De esta manera, cada aspecto bien hecho del trabajo diario permite hacer de él una labor que no sólo rendirá en términos económicos, sino que también en términos personales. Después de todo, ser un buen profesional no significa sólo poseer los conocimientos necesarios para ejecutar determinadas tareas, sino que supone a una persona integral, de recta formación, con cuya confianza pueden contar tanto sus compañeros de trabajo, como sus clientes y, en términos generales, la sociedad que podrá sacar provecho de sus aportes. El problema en que nos encontramos actualmente, es que a muchos profesionales de la ingeniería les falta humildad. Solamente el hecho de ser llamado ingeniero debe ser, para algunos, objeto de culto. Nada más lejos de la realidad. No se puede negar que es una carrera que requiere de mucho estudio y mucho trabajo, pero el ser un profesional integral y con un gran sentido de humanidad también requiere de mucho esfuerzo