Inundaciones en la Provincia de Tucumán Enero 2007 Evaluación rápida de impacto y necesidades El 11 de enero de 2007 amplios sectores de la provincia de Tucumán fueron afectados por una inundación de gran magnitud. Las áreas más afectadas fueron la zona sur y noroeste de la provincia. Según reportes oficiales las precipitaciones en la semana del 1 al 10 de enero superaron las marcas históricas para todo el mes (promedio 60 a 160mm según las zonas). Los informes oficiales señalan pérdidas por 2500 millones de pesos, 25.000 damnificados, 5.000 evacuados y 3 muertos. Especialistas en salud ambiental y organizaciones ecologistas han señalado que, más allá de los efectos del cambio climático global, los cambios en los patrones de lluvias y sus efectos más devastadores están directamente relacionados con la deforestación en los pedemontes realizado para transformar áreas de selva en terrenos cultivables. Médicos del Mundo Argentina realizó una evaluación rápida de necesidades entre los días 17 y 22 de enero de 2007 con el objetivo de determinar el impacto de las inundaciones sobre la situación de salud y la magnitud real de riesgos sanitarios y eventuales necesidades de intervención. Por informes previos, reportes oficiales y una primera evaluación de la situación en el área se pudo determinar que la zona sur de la provincia seguía siendo la más afectada. Fueron evaluadas in situ la ciudad de Concepción (cabecera del Departamento Chicligasta, 47.693 habitantes) y la ciudad de Aguilares (cabecera del Departamento de. Río Chico, 85 Km. al sur de la capital de la provincia). Fue elegida la localidad de J.B.Alberdi (730 km² , 29.000 habitantes, 38,6 hab/km²) por ser una de las zonas crónicamente afectadas y de mayor impacto. Un equipo de tres personas realizó visitas generales de evaluación en varias poblaciones de la localidad encuestándose en forma directa a 40 viviendas pertenecientes a las Comunas de Donato Álvarez , Los Guayacanes, Los Arroyos, Marapa, y también pertenecientes al Barrio Central de J. B. Alberdi. Las mismas fueron elegidas por haber sido las más afectadas en el relevamiento general y señaladas por más de un informante. Dado que algunas de las comunas son muy pequeñas, el muestreo no fue randomizado excepto en la Ciudad de J. B. Alberdi sino que se entrevistaron la mayoría de las familias presentes en cada población. Se utilizó un cuestionario standarizado para evaluar número de residentes, tipo de vivienda, diferentes lesiones, daños materiales y en la salud. La encuesta fue realizada puerta a puerta una semana después del pico de la inundación. La tasa de respuesta en la muestra randomizada en la Ciudad de J. B. Alberdi fue de un 90%. Las causas de no respuesta fueron ocasionadas por personas que estaban realizando tareas de reparación en sus domicilios u otras con problemas de tipo psicológicos. En las comunas evaluadas en forma completa, la tasa de respuesta fue del orden del 80%. La única razón de no respuesta fue la presencia de casas deshabitadas. Se entrevistaron 293 personas residentes de 40 viviendas. La evaluación global de las localidades mostró que la causa principal del daño fue la entrada de barro y agua. La población afectada superó el 90%, todos residentes permanentes en la zona. Los caminos de acceso estaban transitables al momento de la evaluación en todas las áreas aunque se tuvo conocimiento de dos localidades próximas todavía aisladas por falta de vehículos adecuados. No hubo detección de brotes epidémicos durante la evaluación, ni evidencias de aumento de la mortalidad. En toda el área del Departamento de Alberdi se encontraron tres centros de salud de atención primaria, inutilizados por las mismas inundaciones de forma prolongada. El resto de los centros de salud funcionaban normalmente y poseían suministros adecuados. El acceso de los pobladores al sistema de salud estaba restablecido a niveles preinundación. No se encontraron depósitos adecuados con suministros para la distribución en casos de emergencia. El aprovisionamiento de combustible, comida y productos de limpieza en el área fue normal, al igual que el funcionamiento de bancos y sistemas de transporte. En el análisis intensivo de las 40 viviendas encuestadas se pudo observar que solamente 3 eran habitadas por una única persona, el resto eran familiares correspondientes a una o más familias. El número promedio de habitantes por vivienda era 6,3 3,1 personas (rango 1 a 15, promedio de adultos 5,7 1,9, promedio de menores de 12 años 6,6 2,3). De las 40 viviendas, en el 37.5%, el jefe de familia tenía ocupación, en el 50% de los ocupados el trabajo era intermitente o migrante, el 37.5% tenían como único ingreso un subsidio (Plan Jefes y Jefas de Hogar o pensión por familia numerosa), el 10% eran jubilados y el otro 10% subocupados. En 35 de las 40 viviendas ingresó agua y barro durante la inundación. Los niveles de agua fueron entre 50 y 140 cm de altura (los niveles más elevados se registraron en el Barrio Central de Ciudad Alberdi). En el 85% de las viviendas ya habían sufrido una inundación de similar envergadura el 10 de diciembre. Un 50% de las viviendas reportaron sufrir inundaciones dentro del domicilio al menos una vez al año en los últimos 10 años. La entrada del agua a las viviendas se produjo en forma simultánea (aproximadamente a la 1.00 AM) y rápida (tiempo promedio desde la entrada hasta el límite máximo 20 minutos) excepto en la localidad de Los Guayacanes donde la inundación se produjo a las 6.00 AM., la causa de la misma se debió muy probablemente a la interrupción de la Ruta Nacional Nº 38, para permitir el descenso del agua en las zonas urbanas de Alberdi produciendo la desviación de la misma hacia esta comuna. Los pobladores de esta localidad no fueron advertidos de esta medida y el agua los sorprendió en la madrugada. El tiempo promedio de estadía del agua en las viviendas fue de 4 horas (rango 2 a 8 horas). Solamente 10 familias (25% de los encuestados, 28.7% de los inundados en domicilio) se evacuaron. El 90% fueron autoevacuados que buscaron refugio en escuelas y centros de salud. Solamente 3 familias reportaron haber sido rescatadas por equipos de emergencia. Las familias inundadas no querían ser evacuadas por las siguientes razones: confianza en que el agua bajaría en pocas horas (20%), temor a los saqueos (55%) e imposibilidad de abandonar el área por inutilización de los caminos (25%). El promedio de tiempo de evacuación fue 1,8 0,9 días (rango 1 a 3 días). En el 90% de las viviendas se produjeron pérdidas cuantiosas. Más del 80% de los encuestados perdió al menos un electrodoméstico (heladera, cocina, radio) y en más del 75% se inutilizó el mobiliario parcial o totalmente. La electricidad fue interrumpida a los 40 minutos de iniciada la entrada del agua por no más de 3 horas. Hubo localidades en que no se interrumpió el suministro eléctrico o se lo hizo en forma no programada durante la lluvia intensa, por explosiones en las distribuidoras. En 10 viviendas hubo alteraciones del suministro de agua aproximadamente por 8 horas (rango 2 a 12hs). Un 27.5% de las viviendas no tiene suministro regular de agua potable. En la localidad de Los Arroyos existe agua de red pero el suministro se interrumpe normalmente de 8.00 a 21.00 hs. Solamente el 50% de las familias estaba realizando clorinación o hervido del agua. Un 80% de las familias que la realizaban habían recibido instrucciones de los equipos de salud y suministro de hipoclorito de sodio. Un 70% de las familias recibieron aportes de agua mineral (2 botellas por familia) o de agua provista por camiones del municipio. Solamente una de las 40 viviendas evaluadas fue considerada totalmente inhabitable, 70% de las mismas requieren reparaciones estructurales de medianas a mayores (reparación de sistemas de excretas, rotura de techos) y el 95% tenían condiciones de limpiado defectuoso (humedad considerable, marcas de ácaros en las paredes). En el 32.5% el sistema de excretas disponible son letrinas, en el resto hay baños instalados pero solamente 9 familias tienen red cloacal, las demás instalación corresponde a pozos ciegos. Un 90% de las letrinas y un 70% de los pozos ciegos fueron inutilizados por la inundación. En el momento de la encuesta 4 familias (10%) no tenían sistema de excretas disponibles debiendo utilizar las instalaciones de vecinos. En la mayoría de los casos, la reparación de las letrinas y pozos ciegos estuvo a cargo de los propios habitantes de las viviendas y no recibieron financiamiento ni apoyo técnico. Solo 3 familias buscaron ayuda médica. Un 57.5% reportó haber recibido alguna ayuda de parte de entidades diversas, después de la inundación. En todos los casos se trató de un colchón, una frazada, una bolsa de productos alimenticios y dos botellas de agua mineral. La misma provino de organizaciones religiosas (Caritas), la Municipalidad o candidatos a puestos políticos. Si bien el equipo en terreno verificó la presencia de camiones con ayuda de la Nación, ninguna de las familias entrevistadas estaba en el grupo asignado. Hubo marcadas diferencias en la asignación de la ayuda, el 100% de las familias entrevistadas de la Ciudad de Alberdi y Donato Álvarez reportaron haber recibido ayuda, mientras que las localidades más alejadas o rurales tuvieron mayor porcentaje de familias que no recibieron ningún tipo de ayuda. Ninguna de las familias recibió una visita de evaluación, de autoridades de nivel municipal o provincial para evaluación formal de daños o estado de salud. En el 77.5% de los grupos familiares hubo algún miembro de la familia que sufrió consecuencias sobre su salud, aunque no se registraron eventos mayores. Afección Casos (familias afectadas) Porcentaje Diarrea 4 11 Enfermedad crónica reagudizada 3 8.8 Heridas cortantes 2 58 Lesiones cutáneas 13 38 Enfermedad respiratoria 4 11 Trastornos emocionales 8 23 Hubo un caso de hepatitis A. Las lesiones cutáneas más comunes fueron micosis (30% de los individuos entrevistados, 58% de las familias entrevistadas), dermatitis de contacto y picaduras de insectos impetiginizadas. Los trastornos emocionales más frecuentes fueron insomnio, ataques de pánico y ansiedad extrema. Las dos lesiones traumáticas estuvieron relacionadas con reparaciones de las viviendas y no fueron de gran seriedad. No se verificaron hasta el momento casos de rubéola, diarrea persistente, tétanos o síndrome febril prolongado. En el 85% de las viviendas evaluadas había nidos de mosquitos. Un 30% de las familias entrevistadas reportó haber visto ofidios pero de especies de bajo nivel de peligrosidad. No hubo reportes concretos de especies peligrosas (Lacrodectus o alacranes) pero sí marcada proliferación constatable de insectos comunes (moscas, mosquitos, arañas, etc) e invasión de hormigas por inundación de los hormigueros. En el 100% de los hogares reportaron que se había interrumpido casi totalmente hasta la fecha la recolección de residuos, solamente 50% de las familias los enterraba o quemaba. Las necesidades más frecuentemente reportadas fueron reparación de sistemas de excretas, reparación de techos de chapa, provisión de mobiliario básico y control de mosquitos. Ninguna de las familias reportó haber recibido instrucciones para la evacuación, educación sobre medidas para disminuir el impacto de las inundaciones o medidas preventivas para disminuir el daño a la vivienda o la casa. No hubo (ni antes ni durante nuestra estadía en el terreno) avisos televisivos sobre preparación para la emergencia. Ninguna vivienda recibió repelentes o mosquiteros y no se realizó fumigación. Conclusiones: 1. Evaluación de los riesgos sanitarios: No se verificaron brotes epidémicos aunque por el momento sólo podrían registrarse para las enfermedades de período de incubación inferior a 5 días. Un número muy importante de familias sufrió impacto menor sobre la salud (principalmente lesiones cutáneas) pero el acceso a los centros de salud y medicamentos es el mismo que el pre-inundación No se verificaron condiciones estructurales de alto riesgo para el desarrollo de brotes de hepatitis, tétanos o shigelosis. No hay cólera en el área y no parece constituir un riesgo. Hay proliferación de mosquitos y es zona de Aedes. No hay casos reportados desde hace tiempo, pero las condiciones epidemiológicas son propicias para el desarrollo de dengue. El riesgo sin embargo puede considerarse bajo. 2. Evaluación de las necesidades inmediatas: No hay necesidades inmediatas no cubiertas en asistencia sanitaria. El sistema de salud local es continente. Hay enormes necesidades de reparación de viviendas y principalmente de sistemas de excretas. Hay necesidades de provisión de mobiliario Hay necesidades de control de mosquitos y de recolección de basura. 3. Evaluación de la respuesta: De las fases de la respuesta a un desastre (prevención, mitigación, preparación, respuesta, recuperación y rehabilitación) puede decirse que la respuesta fue eficiente pero en algunos casos tardía e incompleta. La recolección de datos y tarea de evaluación a nivel central parece eficiente. Sin embargo, la ayuda fue insuficiente y en algunos casos llegó tardíamente. La respuesta del sistema de salud fue efectiva. No hubo en absoluto ni preparación ni prevención. La población (pese a ser un área de inundaciones repetidas) no tiene educación formal en materia de preparación. Tampoco los trabajadores de la salud. No hay elementos suficientes a nivel comunal o individual para la respuesta inmediata y el rescate. Ninguna familia tiene kits de emergencia y no hay medios de transporte adecuados para la evacuación y rescate. La prevención de las inundaciones es nula. Son necesarias tareas estructurales de envergadura (tratamiento de los canales, relocalización de pobladores, etc.) que no han sido encaradas en años, pese a que ciertas áreas sufren inundaciones repetidas desde hace más de 25 años. No hay líneas crediticias para la vivienda ni para la adecuación de las mismas a una zona de inundaciones. Recomendaciones finales: La reflexión sobre la situación en la provincia de Tucumán en estas inundaciones no puede realizarse sino desde el análisis de contexto de anteriores inundaciones en la provincia y de los desastres naturales que están teniendo lugar en la Argentina en los últimos años. Es sabido que los cambios globales ambientales están exacerbando amenazas existentes y se están configurando nuevos escenarios de riesgo que deben ser considerados por los Estados bajo la perspectiva de reconocer que el riesgo de desastres es un proceso acumulativo en el cual se combinan amenazas naturales con debilidades humanas en el manejo y construcción del hábitat. La comunidad internacional de expertos está de acuerdo en que riesgos y desastres no solamente no han disminuido, sino que han aumentado y tenderán a seguir aumentando en los próximos años y décadas. No sólo han surgido nuevas amenazas socio-naturales por el cambio ambiental sino que los impactos financieros y económicos ligados a los fenómenos de globalización y apertura comercial, están generando nuevos escenarios de riesgo. En la Argentina como en otros países de diferentes niveles de desarrollo el círculo vicioso de la exclusión social está contribuyendo a aumentar las condiciones de vulnerabilidad de las poblaciones marginadas, potenciando los factores de riesgo tal como es claramente visible en las inundaciones de la provincia de Tucumán. No puede ni debe olvidarse que los desastres no son ocasionados por actos divinos, sino por causas factibles de evitar, para las cuales existe algún grado de control por parte del ser humano, lo cual implica que algo se "puede" y por ende se “debe” hacer en relación con la mayoría de los riesgos. Es ampliamente conocido que los desastres son producto de una mezcla compleja de acciones ligadas a procesos inadecuados de desarrollo, a programas de ajuste y proyectos de inversión económica que no contemplan el costo social ni ambiental de sus acciones. Hace ya años que sabemos que la mayoría de los desastres se pueden evitar y que éstos no son “naturales”. Saber que el riesgo depende de una realidad preexistente, en la cual participa el factor humano, obliga a los Estados a buscar estrategias de desarrollo basadas en procesos de reducción de riesgos de desastres con miras a la sostenibilidad. La experiencia internacional indica que la clave para prevenir, mitigar y hasta evitar el impacto de los desastres es, en primera instancia, reducir el riesgo antes de que ocurra un desastre y en caso de que ocurra, contar con una buena preparación para la respuesta y con una rápida, efectiva y apropiada reconstrucción. Estas acciones claves han estado sistemáticamente ausentes en las políticas de la provincia de Tucumán (y otras provincias del territorio argentino) pese a que han sufrido desastres “naturales” de alto impacto social, financiero y sobre la dignidad de las personas en forma repetida y predecible. El estado provincial tucumano (en sus niveles locales y central) y el Estado nacional argentino deben recordar que la gestión del riesgo (como parte integral del derecho a la protección de la vida, sus modos de vida y de la propiedad) es una responsabilidad irrenunciable e indelegable del Estado, como es también irrenunciable e indelegable el deber ciudadano de exigirla y de participar de manera activa y decisoria en crear las condiciones que la hagan política y socialmente factible Ante la serie de “desastres naturales” que ha vivido la Argentina en años recientes es necesario e imperativo que el Estado argentino se plantee el objetivo de reducir la vulnerabilidad existente (acumulada por procesos históricos a través de la implementación de prácticas insostenibles de desarrollo) y promueva procesos que impidan las condiciones que generen nuevos escenarios de riesgos de desastres en el futuro. Los distintos niveles de gobierno tienen la indeclinable obligación de actuar sobre las causas estructurales del desarrollo que generaron el riesgo y no sólo sobre sus síntomas, como ha sido la tendencia en los últimos años. Estas estrategias deben incluir el desarrollo de nuevas políticas económicas, de créditos y préstamos que incentiven a todos los actores a invertir en la prevención y reducción de desastres y a la promoción de políticas de sanción a los proyectos o acciones que deterioren el ambiente. El Estado argentino no puede éticamente limitarse a la mera fase de la respuesta, muchas veces insuficiente e inefectiva (cuando no discriminatoria o políticamente oportunista), sino que tiene el compromiso ético de integrar la reducción del riesgo como política pública y de desarrollo en los sectores económicos, sociales, culturales y ambientales, con una debida administración, mecanismos de seguimiento transparente y asignación de competencias y recursos al ámbito local. Apelar a la naturaleza impredecible de los desastres es una falacia éticamente inaceptable y argumentar los elevados costos que requeriría la prevención es igualmente censurable. Ningún esfuerzo, por imposible que éste parezca, puede ser considerado suficientemente grande si su objetivo es evitar catástrofes humanas y garantizar una mayor armonía entre las personas, las sociedades y el ambiente La República Argentina como signataria de la Declaración de Manizales, elaborada en Colombia en noviembre de 2004 con motivo de la “Conferencia Interamericana sobre Reducción del Riesgo de los Desastres”, se ha comprometido formalmente a promover las Recomendaciones de la Conferencia que incluyen promover la asignación de responsabilidades y la implementación, obligatoriedad y transparencia de las políticas de gestión de riesgos. Trabajar en la mitigación, prevención y preparación para los desastres es mucho más costo-efectivo econonómicamente que generar gastos en la respuesta y rehabilitación. Pero ante la prevalencia de argumentos que plantean que la reducción de riesgos es excesivamente costosa desde una perspectiva del costo-beneficio, es esencial recordar que existen otros criterios no-económicos para evaluar las medidas de prevención y mitigación. Son las poblaciones pobres las que nunca quedarán reivindicadas por el análisis de costo- beneficio desde el punto de vista económico pero el enfoque desde una perspectiva ética y de los derechos humanos obliga a pensar la reducción de riesgos como una sabia inversión y no sólo como un costo analizable por variables económicas. Las limitaciones presupuestarias o las crisis financieras de la macroeconomía nacional no son un argumento válido para evitar que el Estado cumpla con las obligaciones adquiridas. Tal como lo señala el Committee on Economic, Social and Cultural Rights encargado de monitorear el cumplimiento de las obligaciones de los Estados miembro, hay obligaciones centrales de las que ningún país y en ninguna circunstancia pueden excusarse. Estas obligaciones básicas incluyen asegurar el acceso a una cantidad suficiente de alimentos nutricionalmente adecuados para evitar la malnutrición y la disponibilidad de vivienda y condiciones de saneamiento adecuadas con aporte suficiente de agua potable. El mandato moral y los compromisos político-legales contraídos ante la comunidad internacional no le permiten a ningún país disculparse del cumplimiento de estas obligaciones. Es difícil imaginar entonces cómo podrá un país ubicado en el puesto 36 del índice de desarrollo humano y con un PBI per capita de 5000 dólares explicar el no cumplimiento de este contrato social y moral permitiendo que un sector de sus ciudadanos considere una letrina decente como un lujo inalcanzable por la destrucción repetitiva que le ocasionan los desastres “naturales” . Desde ese marco teórico, este equipo evaluador estima pertinentes las siguientes recomendaciones:. 1. Recomendaciones para el sistema de salud pública a. Debe implementarse la vigilancia epidemiológica para brotes de enfermedades habituales en el contexto de inundaciones b. No tiene sentido implementar la vacunación masiva contra el tétanos o la hepatitis c. Debe vigilarse especialmente la posible aparición de dengue en cuyo caso deberán implementarse medidas enérgicas de control del mosquito diurno 2. Recomendaciones para las instancias de gobierno a. Son imprescindibles obras estructurales serias que disminuyan la repercusión de la inundaciones en daños materiales de viviendas y fuentes de trabajo b. Debe realizarse un estudio por expertos del impacto potencial de las obras para evitar perjudicar otros pobladores c. Deben evaluarse a nivel provincial y nacional medidas preventivas sobre el desmonte y la deforestación d. Es imprescindible iniciar de inmediato y dada la alta prevalencia y repetitividad del fenómeno de las inundaciones tareas de preparación y prevención. En cuanto a la prevención deberán implementarse acciones que incluyan acciones globales (como conservación de las cuencas hidrográficas con el fin de evitar el proceso de las inundaciones, programas de investigación de los fenómenos potencialmente peligrosos con elaboración de mapas de amenazas y legislación sobre las actividades que incrementan los riesgos de inundaciones) y acciones locales como planes sensatos de desarrollo urbano, programas de inversión para la construcción y reconversión de canales de agua para distintos usos, construcción de diques y represas en áreas expuestas a inundaciones o desbordamientos de ríos o canales, reubicación de asentamientos humanos hacia zonas de menor peligro, reforzamiento de edificaciones e infraestructura vulnerable. Estas acciones requieren una participación activa del Estado porque es su responsabilidad y porque se trata de poblaciones de alta vulnerabilidad social que no pueden afrontar los costos de la relocalización o mejoramiento de infraestructura por sus propios medios. En cuanto a la preparación es esencial que se implemente a la máxima brevedad la capacitación de pobladores, funcionarios civiles, rescatistas y personal de salud para la respuesta inmediata a la emergencia que minimice el costo en vidas y pérdidas materiales. Deben implementarse medidas que ni siquiera son de alto costo como una clara definición de funciones de los organismos participantes, una mejor identificación de las amenazas y áreas vulnerables, la provisión y localización estratégica de recursos y suministros necesarios para la primera respuesta a la emergencia, la determinación y señalización de rutas de evacuación y áreas para alojamiento temporal. Las personas deben saber qué hacer exactamente si se produce la inundación (como afectados o como personal de ayuda) y contar con los elementos para afrontar la emergencia si esta es realmente inevitable. Equipo en terreno: Coordinación – Dra. Silvia Quadrelli Co-Coordinación - Marta Idiart Logística - Jorge Radesca