MENU SALIR UNIVERSIDAD DE MÁLAGA FACULTAD DE DERECHO HISTORIA LEGISLATIVA Y DOCTRINAL DE LA CESSIO BONORUM Y DE LA CESIÓN DE BIENES Tesis para aspirar al grado de Doctora en Derecho de la Licenciada Doña Patricia Zambrana Moral, dirigida por el Prof. Dr. Manuel J. Peláez MÁLAGA 1999 MENU SALIR MENU SALIR ÍNDICE 1. Status Quaestionis --------------------------------------------------------------------------------1 2. Conceptualización jurídica de la cessio bonorum en el Derecho Romano. La insolvencia en otros Derechos de la antigüedad ------------------------------------------------------------------- 71 3. Historia externa e interna de la cesión de bienes en los Derechos peninsulares ------------------------------------------------------------- 211 4. La cesión de bienes en el Derecho común europeo ------------------------------------------------------------------------------------------ 317 5. La cesión de bienes en algunos de los Derechos nacionales anterioresa la codificación--------------------------------------------------- 377 6. La cesión de bienes en la Teología Moral Histórica y en la Doctrina Canónica ------------------------------------------------------------------ 431 7. Naturaleza jurídica de la cesión de bienes en el Derecho codificado español---------------------------------------------------------------- 477 8. La crisis de la institución. Panorama de la cesión de bienes en el Derecho codificado comparado de Europa ------------------------------------------------------------------------------------------- 545 9. Conclusiones ----------------------------------------------------------------------------------- 587 10. Bibliografía ------------------------------------------------------------------------------------ 597 • Catálogos, fuentes documentales y literatura jurídica clásica ---------------- 597 • Bibliografía general ---------------------------------------------------------------------- 629 MENU SALIR MENU SALIR 1. STATUS QUAESTIONIS Aconsejaba con frecuencia Álvaro d’Ors y Pérez-Peix que, a la hora de realizar estudios sobre una institución jurídica, se procediera de manera inversa a como es habitual y ordinario dentro de los trabajos de investigación, es decir, fijarse en el nacimiento de la institución en el mundo primitivo o romano, estudiarla luego en el derecho bizantino, en el común, en la doctrina de los siglos XVII y XVIII, en la codificación francesa y luego en la española. Ponía como ejemplo un artículo sobre el acueducto forzoso, recogido en el homenaje a su discípulo Alfonso Otero Varela1. Aunque realmente útil desde el punto de vista metodológico 1 “Notas para la historia del acueducto forzoso”, en Homenaje al profesor Alfonso Otero, Santiago de Compostela, 1981, pp. 193-219, y en el nº 2 del año 1991 de la Revista de Derecho de Minas y Aguas; luego recogido en Parerga Histórica, Pamplona, 1997, pp. 239-270. Aquí señala algo que ya conocíamos como opinión particular suya: «la Historia, y también la del Derecho, consiste en textos y sólo en textos» (p. 270) —idea ésta sobre la que volveremos seguidamente—. El planteamiento que realiza parte del estudio —en primer lugar— de la servidumbre legal de acueducto en el Código Civil de 1889, para pasar ulteriormente al Proyecto de García Goyena de 1851, a la Ley de Aguas de 1849, a la correspondiente Ley de Aguas francesa de 29 de abril 1845, al artículo 622 del Código Civil de Cerdeña, a las Consuetudines Mediolani de 1216, o a los ForiFurs de Valencia, los Fueros de Aragón, el Fuero General de Navarra, los Bronces de Contrebia y las Leyes de Platón. Consideramos como sumamente interesante —y así se ha puesto de manifiesto en varias ocasiones, por algunos autores— la “Carta a Alfonso Otero” que Carl Schmitt, tan variopinto y contradictorio en su itinerario intelectual, le dedica en su homenaje donde resalta la importancia de la historia del derecho privado con afirmaciones, aparte de las específicas que contribuyen a la vanagloria del prof. Otero Varela, como la que reproducimos a continuación: «Savigny, el más famoso de los historiadores del Derecho, el olímpico, podía considerarse aún como el maestro indiscutido y el ideal intocable de toda Ciencia jurídica. En cuanto a la vigencia del Derecho romano, pude citar, con aplauso general, un bonmot que dice más o menos: no hay que preocuparse por el prestigio del derecho romano tradicional, porque el Derecho romano es como un pato, que a veces bucea, pero con toda seguridad vuelve a emerger. Pero ya entonces, en 1944, el método de Savigny es más bien un símbolo reaccionario. Parece que actualmente un utopismo desbordante se considere más moderno que el método de una Ciencia jurídica y una -1- MENU SALIR iushistórico-privatístico, es reducida su comunicación —aunque sugerente— a la IVª Semana de Historia del Derecho convocada, dirigida y planeada por Rafael Gibert y Sánchez de la Vega en 19832, donde constata el fracaso personal suyo Jurisprudencia que observa como el Derecho —igual que el lenguaje— surge en un crecimiento lento e inconsciente del espíritu popular» (p. 13). Qué duda cabe que Federico Carlos de Savigny (1779-1861) es uno de los más grandes juristas de todos los tiempos, aunque muchos de sus métodos han merecido crítica por parte de sectores doctrinales romanísticos en la segunda mitad del siglo XX. Pero, además, añade: «La enemistad profunda entre el historiador Savigny y el filósofo de la Historia Hegel pertenece a la situación histórico-espiritual del tiempo moderno. Incluso es una situación clave, que nos puede llevar a un conocimiento más profundo del siglo XIX» (p. 14). Esto nos recuerda el camaleonismo del Derecho Romano en la Historia de que hablaba Wenceslao Roces. Sin embargo, entre los numerosos trabajos de historia del derecho privado de Alfonso Otero no se encuentra ninguno que aborde la temática del derecho concursal. En su mayor parte hacen referencia a temas específicos de Derecho Civil y en torno a una única fuente del Derecho. No obstante, para aviso de historiadores del Derecho meridionales, es bueno que se sepa que Álvaro d’Ors conoció la obra de Carl Schmitt a través de su padre Eugeni d’Ors i Rovira, quien ya en “Signe de Joan Maragall en l’història de la cultura”, como “Pròleg” al vol. XXIII de las Obres Completes, Barcelona, 1936, y en Obres Completes. Obra Catalana, Barcelona, 1981, p. 1254, mencionaba a Carl Schmitt denunciando el oportunismo en la política. 2 “La incidencia institucional en la historia de los textos jurídicos”, en Parerga Histórica, pp. 69- 74. Resaltamos cuatro afirmaciones categóricas de este artículo de d’Ors: 1ª) «Partimos de la idea de que, si toda historia tiene por objeto los textos, también así la historia del derecho versa sobre textos jurídicos. Por eso, en nuestra opinión, también la historia jurídica debe ser ante todo filológica, pues presupone una crítica y una hermenéutica de los textos» (p. 68). 2ª) «Las instituciones no son seres vivos de los que sea posible trazar una biografía, sino entes abstractos que no presentan una continuidad biológica. Porque un hombre nace, vive y muere, pero eso que llamamos “instituciones” son abstracciones incorporales sin existencia ni desarrollo vital. La ley como fuente del derecho, por ejemplo, o el contrato de compraventa no son seres que nazcan, crezcan y mueran, y sobre ellos no cabe una biografía. Lo único que podemos decir sobre ellos es lo que determinados textos, principalmente textos legales, pero también documentales o de todo tipo, nos dicen sobre tales instituciones» (p. 72). 3ª) «Los textos jurídicos objeto del estudio del historiador del derecho proceden unos de otros, y lo que precisamente interesa al jurista no es tanto la derivación ulterior que un texto, al servir de modelo, haya podido tener, sino, por el contrario, los modelos que un texto determinado ha seguido o de los que más o menos deliberadamente se ha desviado. En otras palabras, la historia del derecho debe ser una historia de precedentes y no de subsiguientes: una historia retrospectiva» (p. 73). 4ª) «Si esto que decimos -2- MENU SALIR «de hacer historia retrospectiva (que) ha sido desatendido por la mayoría de los doctorandos de cuya tesis he tenido noticia. Les domina la rutina de empezar por los orígenes, lo que nunca haría un explorador prudente, que parte de la desembocadura de un río para llegar al manantial, y no al revés, entre otras razones, porque un río puede tener varios orígenes distantes»3. Para d’Ors se ha de partir en sentido cronológico distinto, o sea, desde la codificación hacia atrás. Así, por ejemplo, para una institución de Derecho Civil —la elaboración en este caso y el itinerario es nuestro, no de d’Ors— habría que ver su moderna regulación en las leyes especiales, luego el Código Civil de 1889, el Code civil de Napoleón de 1804, la unificación que por medio de ordenanzas y disposiciones normativas de distinto rango se produjo en Francia durante la segunda mitad del siglo XVII y la resistencia que a la misma ofrecieron algunos juristas notables4, la doctrina de Robert Joseph Pothier (1699-1772)5 y de Jean Domat (1625-1696)6, el vale, en mi opinión, para el historiador del derecho en general, mucho más necesario me parece todavía cuando se trate de servir a los estudiosos del derecho actual una historia de las instituciones, pues el jurista moderno toma siempre como punto de partida un texto de derecho vigente, y, si se interesa por la historia, es precisamente para interpretar mejor tal texto vigente por sus precedentes, empezando por los más inmediatos. En este sentido hay una experiencia clamorosa de los civilistas españoles que reconocen encontrar en las Concordancias de García Goyena sobre el Proyecto de 1851 y luego en el Código de Napoleón los instrumentos más eficaces para una recta interpretación del Código civil que ellos deben manejar» (pp. 73-74). De otro lado, la identificación de la Historia de las Instituciones con la Historia del Derecho público o la Historia de la Administración la vemos en Francia en obras y planteamientos como los de Romuald Szramkiewicz y Jacques Bouineau, Histoire des institutions, 1750-1914, Paris, 1992, 632 pp. (4ª ed., 1998, 693 pp.) y de Gérard Sautel y Jean-Louis Harouel, Histoire des institutions publiques depuis la Révolution française, Paris, 1997, 522 pp. 3 4 Parerga Histórica, p. 74, en nota. Ver J. Van Kan, “L’unification du droit et les résistances des jurisconsultes sous l’ancien régime”, en Mélanges Paul Fournier, Paris, 1929, pp. 363-374. 5 En la nota del editor de las Oeuvres de Pothier, de su Traité des obligations, Paris, 1825, se precisa que «l’étude de la science du jurisconsulte étoit jadis longue et difficile; de nos jours, elle réclame touts les efforts de l’esprit humain. Mais qu’importe aux ames élevées? L’exemple offert par les Charles Dumoulin, les Furgole, les Domat, et les Pothier, ne-rappelle-t-il pas que le triomphe est aubout de la carrière?» (p. VIII. La cursiva es del autor del “avis de l’éditeur”). R. J. Pothier -3- MENU SALIR derecho común y la codificación justinianea, de esta forma hasta llegar al derecho romano preclásico o a las instituciones primitivas, tanto por lo que hace referencia a España como al Derecho comparado histórico. Nosotros, sintiéndolo mucho, sin dejar de perder nuestra admiración, cada vez más acrecentada con el tiempo y la lectura de sus obras, hacia el prof. d’Ors, no vamos a seguir este camino y la ruta marcada por él; sólo la asumiremos usque ad certum puntum ocasionalmente, aunque nos parezca que se trata de un valioso y sugerente planteamiento analítico. La razón de no meternos en ese itinerario no es otra que por las dificultades que el mismo comporta. Nuestro trabajo, por otra parte, aun circunscribiéndose en buena medida a nuestro derecho nacional, nos obliga a huir de él en no infrecuentes ocasiones, ya que tratándose de una institución común a varios de los Derechos nacionales próximos a nuestro país y habiendo sido recogida en el ius commune es un instituto jurídico que no pertenece en exclusiva a las diversas formulaciones jurídicas que se han dado en lo que hoy recibe el nombre de Estado español. Por demás, vincular el derecho común y el derecho comparado parece una metodología saludable y recomendada, dentro del Derecho privado histórico, pese a que tenga sus evidentes peligros7. Por tanto, dedica al beneficio de cesión las pp. 334-340 (nº 709-714) del vol. X, Traité de la Procedure civile, de sus Oeuvres, Paris, 1848, así como el cap. III del vol. I, Coutume d’Orléans, Paris, 1845, pp. 627-630, nº 122-138 (sobre todo, nº 122-127). 6 Especialmente, su obra Legum delectum ex libris Digestorum et Codicis ad usum scholae et fori, 2 vols., Siena, 1776-1777. 7 Un profesor de la Facultad de Derecho de Génova había señalado: «Questo ius commune, a base latina, debe servirsi anche del diritto comparato, con tendenze a uguagliare, nei limiti possibili, i diritti dei vari popoli. Questo punto è molto delicato. Niun dubbio che noi latini e mediterrane dobbiamo conservare come base il diritto romano, addatandolo, ampliandolo, modificandolo secondo gli attuali ordinamenti, come fecero i giuristi dei secoli passati che convertirono il diritto romano in un ius commune che fu accolto anche da popoli nordici. Così intesa è una cosa vera e reale l’autarchia giuridica, la quale però non esclude che tra i varii popoli si facciano, nella parte di bisogni che hanno comune, delle convenzioni per un diritto internazionale privato uniforme, come si è fatto per il diritto aeronautico» (Pietro Cogliolo, “Sul metodo nelle ricerche di diritto privato”, en Scriti varii di diritto privato, Milano, 1940, 7ª ed., pp. 83-86, ad casum p. 86 y nota 1). Raoul C. Van Caenegem, en Introduction historique au droit privé, Bruxelles, 1988, no rompe con el método -4- MENU SALIR cronológico para constatar la evolución de las instituciones de Derecho privado, pero modifica lo que habitualmente la doctrina ha considerado como grandes etapas. Desde la publicación del Code Civil de 1804 sí que se han producido en el mundo del Derecho civil europeo notables mutaciones. El célebre jurista y catedrático de la Universidad de Burdeos, Léon Duguit publicó una colección de trabajos, que mereció traducción castellana a cargo de Carlos G. Posada, sobre Las transformaciones generales del Derecho privado desde el Código de Napoleón, Madrid, 1913, donde advierte las modificaciones experimentadas en el ámbito particular del Derecho de propiedad y el abuso del Derecho. Así, constataba Duguit que «los civilistas clásicos han sostenido enérgicamente el principio de la propiedad, derecho absoluto... Otros, no sin vacilaciones, han aceptado la idea de una limitación al derecho de propiedad. Pero limitar el derecho de propiedad fuera de las servidumbres de utilidad pública, ¿no es una cosa muy grave? ¿No es destruir el derecho de propiedad mismo? Y por otra parte, ¿cómo fundamentar esta limitación, cómo determinar su medida? ¡Cuántas discusiones y distinciones escolásticas que no han podido conducir a nada!... Estas contradicciones y dificultades se ha creído evitarlas construyendo una teoría seductora a primera vista, que todavía tiene un gran crédito, que en los Códigos civiles alemán y suizo está consagrada expresamente en un artículo... Ha sido un procedimiento inventado por los juristas (se refiere Duguit al abuso del derecho) para salvar las consecuencias que proceden lógicamente del carácter absoluto del derecho de propiedad y mantener al mismo tiempo ese carácter. Por eso es por lo que esta teoría del abuso del derecho no ha logrado verdadera aplicación más que para el derecho de propiedad. El mismo procedimiento se ha empleado con gran éxito, es verdad, para someter a la intervención judicial los actos discrecionales de la administración. El imperium administrativo, considerado como absoluto, justifica todo acto administrativo realizado según las formas prescritas por el funcionario competente para ello, sea cual fuere el fin en vista del cual lo realice. Con gran habilidad, el Consejo de Estado ha introducido la noción de desviación de poder. Después, poco a poco, esta noción se confunde con la de exceso de poder, que es idéntica. El funcionario se excede también en sus poderes tanto cuando realiza un acto que no es de su competencia, como cuando realiza un acto que es, en la forma, de su competencia, pero con un fin distinto del que la ley tenía presente. La desviación de poder y el abuso del derecho han sido los procedimientos inventados para reaccionar contra las consecuencias del carácter absoluto atribuido al imperium y al dominium. Se ha llegado a reconocer que la desviación de poder es idéntica al exceso de poder; debe reconocerse que abusar del derecho de propiedad o excederse de los límites del derecho de propiedad, son idénticamente la misma cosa. He aquí por qué la teoría del abuso del derecho no resuelve en modo alguno el problema de la responsabilidad del propietario, y por qué los partidarios de esta teoría están tan desorientados como los que dicen simplemente que el derecho de propiedad tiene en sí mismo sus límites» (pp. 191-195). Sobre la difícil relación entre juristas y sociedad escribió páginas importantes André-Jean Arnaud, Les juristes face à la société du XIXe siècle à nos jours, -5- MENU SALIR hemos seguido un método que recurre con frecuencia inusitada al Derecho comparado, ya que nos apuntamos decididamente, en el debate entre los movimientos en pro de la uniformización de los derechos por países y materias o áreas jurídicas o temáticas específicas y los movimientos de diferenciación decididos a incidir en las particularidades nacionales o regionales, en favor de los primeros8. Creemos que hay que hacer en Derecho privado Historia del derecho comparado o europeo, sin perder de vista el derecho nacional y teniendo siempre Paris, 1975; trad. italiana de F. Di Donato, Napoli, 1993. Por otro lado, el contraste entre los Códigos civiles del XIX, el derecho precodificado y la aventura de la decodificación es otro fenómeno importante en la evolución de la Historia del Derecho Privado. Lo ha reflejado de manera sintética Arrigò D. Manfredini, en “Codici e giuristi: riflessioni di uno storico”, que constituye el texto de una ponencia presentada al Congreso European Legal Tradition and Israel (Jerusalen, 20-23 diciembre 1992), publicado en Annali dell’Università di Ferrara, Scienze Giuridiche, VI (1992), pp. 147-154. Aquí señala: «Si discute infatti se l’esperienza codicistica nei paesi di civil law sia in fase di fisiologica consunzione perché i codici ottocenteschi e anche quelli più tardi erano espressione dello stato centralizzato e del predominio della classe borghese. L’accelerazione della storia, per usare una nota frase di Halévy, da una parte ha mutato i rapporti sociali con la piena integrazione, nelle singole società nazionali, del così detto quarto stato; dall’altra, ha intensificato i rapporti sovranazionali provocando un fenomeno di extrastatualità del diritto privato. Il confronto dei codici ottocenteschi e più tardi con questa mutata realtà appare sempre più difficile. Si parla, con riguardo alla presente, di età della decodificazione. Molti auspicano un diritto civile più conforme alla ragione e alla natura delle cose rispetto a quello contenuto nei codici» (p. 147). Y, más adelante, vuelve a repetir utilizando la misma figura naturalística que «oggi si sostiene che il fenomeno codicistico è in fisiologica consunzione perché è sempre meno espressione dei rapporti reali, perché quella della legge certa e semplice, che non ha bisogno di interprete, è un’utopia. Ed è infatti un’utopia. Una celebre frase di Giustiniano dice: humani vero iuris condicio semper in infinitum decurrit, perché è la vita degli uomini, perché sono le loro esigenze di nuove forme giuridiche, che si rinnovano all’infinito. Ma tutto questo non condanna senza appello la codificazione, strumento insostituibile per il diritto certo; ne sancisce semplicemente la relatività e l’imperfezione storica. Al giurista il compito, altrettanto insostituibile, di denunciare le insufficienze a mano a mano che il codice si allontana dalla dinamica socioeconomica del presente» (p. 153). 8 Explica con claridad dichas dos tendencias Gino Gorla, en “Prolegomeni ad una storia del diritto comparato europeo” que fue su ponencia en el Congreso de la Asociación Italiana de Derecho Comparado (25-27 mayo 1979) y se publicó tanto en Foro Italiano, en 1980 como en Diritto comparato e diritto comune europeo, Milano, 1981, pp. 875-899. -6- MENU SALIR presente las dificultades que implica estudiar una institución en el Derecho comparado presente y pasado, no sólo por las diferencias en el idioma sino también por la complejidad que supone acceder a la normativa histórica de otros países. Pese a todo y teniendo en cuenta la imposibilidad de recoger en su totalidad las diferentes normas que han regulado o contemplado, en todos los ordenamientos jurídicos, la figura de la cesión de bienes, que constituye el objeto de nuestra memoria doctoral, estimamos preferible recoger la mayor parte de preceptos a los que hemos tenido acceso para dar una visión global y generalizada de diversos tratamientos jurídicos siendo conscientes de que es imposible agotar en este punto la materia. Sin duda, hemos abordado un ambicioso proyecto, más que nada por la dimensión temporal y espacial que abarcamos, lo cual nos impide acotar un momento histórico concreto y profundizar en el mismo, pero hemos preferido mostrar una visión amplia de la institución objeto de análisis desde sus orígenes hasta nuestros días y —como hemos apuntado— en el ámbito de Derecho comparado para que nuestras conclusiones queden justificadas desde una óptica comprensiva de un horizonte doctrinal y legislativo que se pierde en sus confines. El trabajo se complicaba aún más al comprobar que nuestro punto de mira no quedaba limitado a una sola rama del derecho, sino que, por el contrario, se hacía extensivo al ámbito civil, penal, mercantil y, por supuesto, al procesal, sin obviar otras conexiones más difusas, por ejemplo, con el derecho tributario. Todo ello no hizo sino interesarnos aún más. El desafío estaba servido. Antes de entrar en materia no podemos dejar de recordar algo que no nos cansaremos de repetir a lo largo de nuestra exposición y es que —en todas las épocas y en todos los países— han existido deudores morosos y acreedores deseosos de cobrar y ello desde que el hombre existe en sociedad y entabla relaciones con los demás, lo cual se ve incrementado por la aparición y desarrollo de las transacciones comerciales. Cada situación es diferente y — consecuentemente— habrá que tener en cuenta las circunstancias particulares que rodean cada supuesto y sobre todo la actitud previa y la predisposición del deudor al pago. Pese a todo, el ordenamiento jurídico se ha visto obligado a -7- MENU SALIR contemplar de forma más o menos desarrollada y con pretensiones de generalidad los casos de insolvencia e incumplimiento de obligaciones y obviamente la regulación dependerá del momento histórico concreto, siendo acorde con los valores y principios imperantes en la sociedad. El objeto de nuestro trabajo es una institución concreta, la cesión de bienes concebida como una forma de pago dirigida a la extinción de las obligaciones y ubicada en la mayoría de los ordenamientos jurídicos actuales en el Derecho Civil y Procesal por su posible carácter ejecutivo. Sin embargo, constituye, en sus orígenes, un precedente claro de la quiebra cuando aún no se establecía una distinción precisa entre deudor comerciante y no comerciante y todos recibían idéntico tratamiento. De ahí que hayamos tenido que consultar numerosa bibliografía en materia mercantil relacionada con la suspensión de pagos y la quiebra y planteemos, en parte, nuestro estudio como un análisis del derecho concursal histórico. Por otro lado, nos centramos en una cesión de bienes en favor de acreedores porque con la misma éstos pueden ver satisfechas —aunque no sea en su totalidad— sus pretensiones legítimas de cobrar las cantidades debidas, y ello en contraposición a lo que podríamos denominar cesión de bienes en fraude de acreedores entendiendo por tal la “cesión”, en el sentido literal del término, de elementos patrimoniales que hace un sujeto deudor a un tercero —con independencia de la relación que pueda tener con el mismo— con tal de eludir el pago a sus legítimos acreedores con el consiguiente fraude que ello implica para los mismos y las acciones de las que dispondrían éstos para reaccionar en estas situaciones. Entraríamos en los supuestos en los que interviene la culpa o el dolo y que pueden llegar a ser constitutivos de una tipología delictiva contemplada en los diferentes Códigos Penales, dentro de la que podríamos considerar, por ejemplo, el alzamiento de bienes. Sin embargo, no entramos en profundidad en esta “cesión fraudulenta” por estimar que se aparta de la figura jurídica concreta de cesión de bienes stricto sensu, aunque, a veces, nos veamos obligados a hacer ciertas alusiones a la misma. Precisamos ya desde el comienzo que tampoco es nuestro objetivo la cesión de créditos, la cesión de acciones, la cesión de contratos y, ni tan siquiera, la cesión de derechos (salvo que incluyamos éstos en -8- MENU SALIR el concepto patrimonial de bienes en sentido amplio) por constituir —aunque pueda haber ciertos elementos comunes— institutos distintos con un régimen jurídico propio. Nos remontamos a los derechos más primitivos donde tan sólo descubrimos ciertas formas ejecutivas —veremos algunos ejemplos del Código de Hammurabi y del derecho hebreo—, ya que no será hasta el Derecho Romano cuando haga su aparición la denominada cessio bonorum. A partir de ahí, contemplaremos su evolución en los derechos nacionales peninsulares, en el derecho común donde juega un papel relevante la literatura jurídica, en el derecho comparado previo a la Codificación, en el derecho codificado y en la jurisprudencia y descubrimos una vertiente, un tanto desconocida en nuestro ámbito de trabajo intelectual, de interconexión de la institución con la Teología Moral. Nos servirá como base el estudio directo de las fuentes integradas por las normas concretas que han reglamentado la cesión de bienes en los diferentes periodos históricos con independencia de su posición jerárquica, además de las denominadas fuentes indirectas como los documentos de aplicación del derecho —pese a ser escasísimos los localizados en relación a la cesión de bienes— y por supuesto la literatura jurídica. Al hilo de esta última hemos analizado diversos comentaristas del Código y el Digesto, como Azzo9, Irnerio10, Andrea Alciato11, Cino da Pistoia (Guittoncino dei Sighibuldi)12, Bartolomeo da Saliceto13, Bartolo da Sassoferrato14, o Angelo Ambrogini, conocido como Poliziano, en sus glosas al Digestum Novum, 9 Ver, en cuanto a la cesión de bienes, su Summa Aurea, Lyon, 1557 [reed. anastática, Frankfurt am Main, 1968], In sep. Lib. Cod., Rub. “qui bonis cedere possunt”, pp. 202-203, núms. 17. Hay otra ed. en Lyon, 1596. 10 Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, ed. de Hermann Fitting, Berlin, 1894. 11 Parerga Iuris, Basel, 1571. 12 In Codicem et aliquot titulos primi Pandectorum tomi, id est, Digesti Veteris doctissima commentaria, Frankfurt am Main, 1578, fols. 476v-477v y reed. anastática, Torino, 1964, 2 vols. Hay ediciones de sus comentarios al Código anteriores publicadas en Pavia, 1483; Venezia, 1493; Lyon, 1517 y 1547. 13 Commentaria in Codicem, Perugia, 1474; Venezia, 1483; Lyon, 1549; Frankfurt am Main, 1615. 14 In duodecim libros Codicis, Basel, 1562. -9- MENU SALIR Venezia, 1485, además de otros que veremos en su oportuno momento como Alberico da Rosciate, Giacomo de Puteo, Arnold Vinnen, Luis de Molina, Francesco Accolti d’Arezzo, Giovanni Nicoletti da Imola o Bartolomeo Soccini. En particular y al respecto de las Instituciones de Justiniano son destacables los comentarios sobre la cessio bonorum de Johann Harprecht15, o los realizados por Lucio Ferraris cuando desarrolla la restitutio, que bien podrían integrarse en el referido capítulo de Teología Moral por cuanto establece una clara distinción de los efectos de la cesión en el fuero interno y externo del cedente16. No por ser ulteriores en el tiempo revisten menor interés las obras clásicas de juristas de la talla de Jan Voet17, Hugo de Groot (1583-1645)18, Simon von Leeuwen (16261682)19, Ulrik Huber (1636-1694)20, Robert Joseph Pothier21, Ludwig Arndts22, C. F. Mühlenbruch23 y Jacques Cujas (1522-1590)24. 15 Commentarius in IV Libros Institutionum Juris Civilis divi Justiniani, Imperatoris Sacratissimi; multis insignibus quaestionibus adauctus, atque omnibus non solum Jurisprudentiae Alumnis, Interpretibus, Consulentibus, Advocatis & Judicibus, sed aliarum etiam facultatum Studiosis & Professoribus, propter varias in illis materias dilucide ac diligenter pertractatas, oppido quam utilis atque fructuosus, 4ª ed., Lausanne, 1748. 16 Bibliotheca canonica, juridica, moralis, theologica, necnon ascetica, polemica, rubricistica, vol. V, Roma, 1766. Hay una ed. anterior de Roma, 1757-1762, en 8 vols. y ulteriores de Venezia, 1770, 10 vols.; Roma, 1844-1855, 7 vols.; Paris, 1852-1857, 8 vols. 17 18 Commentarium ad Pandectas, Venezia, 1852. Inleidinge tot de Hollandsche rechts-geleerdheid, Leiden, 1952, 3, 51, pp. 327-329; trad. inglesa, y comentarios de R. W. Lee, 2 vols., Oxford, 1936, pp. 509-511; trad. latina de J. van der Linden, Haarlem, 1962, pp. 171-173. 19 Het roomsch Hollandsch Recht, Amsterdam, 1664; Amsterdam, 1783, pp. 304-310. Se trata de comentarios a la anteriormente referida obra de Hugo de Groot, 3, 51. A este autor también se debe la Censura forensis, Theoretico-Practica id est totius Juris Civilis, Romani, Usuque recepti, & Practici, Leiden, 1662. 20 Rechts-Geleertheyt, Soo elders, als in Frieslandt gebruikelyk, Amsterdam, 1742; 1768, pp. 855-858; trad. inglesa de la 5ª ed. a cargo de Percival Gane, que fue juez del Tribunal Supremo de Sudáfrica, vol. II, Durban, 1939, pp. 356-358. 21 Indice alfabetico ragionato delle Pandette di Giustiniano, Venezia, 1835. De Pothier ya hicimos referencia a sus Oeuvres, en concreto al vol. I, Coutume d’Orléans, Paris, 1845; vol. X, Traité de la Procedure civile, Paris, 1848 por ser de particular interés para nosotros y en los que - 10 - MENU SALIR Dentro de nuestra literatura jurídica histórico-moderna, para la cesión de bienes, las autoridades doctrinales básicas y clásicas son Gaspar Beato25, Juan de Hevia Bolaños, autor de una reiteradísimamente publicada durante doscientos años Curia philípica y Francisco Salgado de Somoza26 cuyo Laberynthus creditorum27 mereció singular aprecio y aceptación en Alemania28, aunque últimamente se haya asociado más la figura de este jurista no a cuestiones tan técnicas como el Derecho procesal, sino a las relaciones Iglesia-Estado y al regalismo29. Algo escribió Amador Rodríguez30, aunque su mayor fama se debe a volveremos a incidir en capítulos posteriores. 22 Trattato delle pandette [versión de Filippo Serafini], vol. II, 3ª ed., Bologna, 1880. 23 Doctrina Pandectarum, Bruxelles, 1838. 24 Paratitla in Libros novem Codicis Iustiniani, vol. VIII, de Opera, Prato, 1839. En otros momentos de su Opera, también se referirá a la cessio bonorum, por ejemplo en In Librum VII Codicis Recitationes solemnes, vol. IX; Ad tres postremos Libros Codicis Justiniani commentarii, vol. X; Paratitla in libros L. Digestorum sive pandectarum, vol. III; Recitationes solemnes ad Herennii Modestini differentiarum libros novem, vol. VI; In librum primum Pauli ad edictum commentarii seu recitationes solemnes, vol. V. 25 De inope debitore ex castellania consuetudine creditoribus addicendo, publicado en el Tractatus illustrium in utraque tum pontificii, tum caesarei iuris facultate Iurisconsultorum universi iuris, Venezia, 1575; Venezia, 1584, tomo III, part. 2, fols. 204r-245r. Él mismo resume su trabajo en los siguientes términos: «Compelli non potest ad praestandum creditori operas, neque ipsi addici debet, quamvis solvendo non sit, sed cedendo bonis liberatur. An iure Hispanico cessio bonorum non liberat cedentem, sed tradi debet creditori, ut operis artificialibus vel reverentialibus creditum, persolvat, et unde hoc sumpserit originem» (fol. 204v). 26 Ver el artículo del profesor titular de Derecho Mercantil, Xavier Añoveros Trías de Bes, “Salgado de Somoza, un precursor de la moderna doctrina del Derecho Concursal”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, Madrid, 1996, pp. 3463-3477. 27 Laberynthus creditorum concurrentium ad litem per debitorem communem inter illos causatam, Venezia, 1653; Venezia, 1701 y Lyon, 1757. 28 Cfr. Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, Un español mal comprendido. Salgado de Somoza en la literatura alemana sobre el concurso de acreedores, Madrid, 1932. 29 Santiago Alonso, El pensamiento regalista de Salgado de Somoza (1595-1655). Contribución a la historia del regalismo español, Salamanca, 1973, 288 pp. No olvidemos que Salgado de Somoza es también autor de un Tractatus de regia protectione vi oppressorum appellantium a causis et judicibus ecclesiasticis, Lyon, 1654 y de otro Tractatus de supplicatione ad sanctissimum - 11 - MENU SALIR sus aportaciones al estudio de la ejecución de sentencias31. Egidio de Castejón en el volumen primero de su célebre diccionario jurídico32, dentro de la voz cessio bonorum, recoge alguna que otra afirmación de la literatura jurídica que ha analizado la institución en diversos aspectos33. Sin olvidar a Bruno, Menochio o Salgado aporta los comentarios de personalidades tan significativas como Diego de Covarrubias y Leiva, Alfonso de Olea34, Antonio Gómez, Tomás Carleval, Riccio, André Tiraqueau, Alfonso de Guzmán, entre otros, aunque no todos van referidos a la cesión de bienes sino que aparecen algunos relativos a la de acciones y derechos. Florencio García Goyena recogería significativas aportaciones a propósito de sus comentarios, entre otras normas, a las Partidas35, del mismo modo que lo haría Juan Matienzo al glosar el libro quinto de la Nueva Recopilación36. consideraciones Alguna de incidencia Jerónimo en Castillo la de cesión de Bobadilla bienes en su tienen las Política de Corregidores37. a litteris apostolicis nequam et importune impetratis in pernicem reipublicae regni, aut regis, aut juris tertii praejudicium, Madrid, 1639. 30 Tractatus de concursu et privilegiis creditorum in bonis debitoris et de praelationibus eorum, Madrid, 1616. 31 Tractatus de executione sententiae et eorum quae parata habent executionem, Madrid, 1613. 32 Alphabetum juridicum, canonicum, civile, theoricum, practicum, morale atque politicum, Lyon, 1583, pp. 89-91. 33 Recoge aspectos relacionados con el sujeto activo de la cesión; su posibilidad en caso de que la deuda se derive de delito, de pérdida de bienes por una actitud dolosa del deudor o de deudas tributarias; la exigencia de garantías; retención del cedente en prisión; negativa de la deuda; renuncia del beneficio, etc. 34 Ver su Tractatus de cessione iurium et actionum, Valladolid, 1652; Roma, 1658; Venezia, 1660; Venezia, 1664; Lyon, 1699; Venezia, 1752; Venezia, 1778. 35 Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, Madrid, 1812. Nos interesa el vol. V, pp. 5-8. 36 Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, 1597. 37 Política de Corregidores y señores de vassallos en tiempo de paz y de guerra, y para juezes eclesiásticos, y seglares, y de sacas, aduanas, y de residencias, y sus oficiales; y para regidores, y abogados, y del valor de los Corregimientos, y Goviernos Realengos, y de las Órdenes, Medina del Campo, 1608; Barcelona, 1616; Barcelona, 1624; Madrid, 1649. - 12 - MENU SALIR En concreto, Antonio Gómez efectúa interesantes comentarios a las Leyes de Toro, aprovechando los dedicados a la Ley 79 para hacer incursiones en materia de cesión de bienes38. Sin embargo, las aportaciones del mencionado Tomás Carleval (c. 1576-1645) son más relativas a la cesión de acciones y derechos39. Son reseñables el intento de conceptualización —poco novedoso en aportaciones— llevado a cabo por Philippe Vicat40 (1715-1770), las reflexiones en materia crediticia de Marco Antonio Savelli41, o las relaciones entre cesión y bancarrota que nos muestra Gabriel Bounyn quien además determina con claridad y erudición la cesión de bienes efectuada por la mujer42. En la doctrina francesa de los primeros momentos bajomedievales, tampoco puede caer en el olvido Jacques de Révigny. Resaltamos, igualmente los comentarios puntuales a nuestra institución llevados a cabo por Giovanni Domenico Gaito en su Tratado de Crédito43, así como los de Baldo degli Ubaldi en su obra Consiliorum sive responsorum44. 38 39 Ver Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Madrid, 1758, Ley LXXIX, pp. 691-693. Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, ad interpretationem regiarum legum regni castellae, & illis similium, tam ex iure neapolitano, quam ex utroque communi civili, & canonico, vol. I, De judiciis, Napoli, 1634; Venezia, 1666; Lyon, 1668; Venezia, 1683; Lyon, 1745; Valencia, 1768. 40 Vocabularium iuris utriusque ex variis ante editis, praesertium ex Alexandri Scoti, Jo. Kahl, Barn. Brissonii et Jo. Gottl. Heineccii accessionibus, Napoli, 1760; Venezia, 1767. 41 Summa diversorum tractatuum in quibus quamplurimae universis iuris selectiores, methodicae, practicae et decisivae conclusiones circa iudicia, contractus, ultimas voluntates, et delicta ad omne forum saeculare, ecclesiasticum, et conscientiae spectantes habentur, tomo III, Bologna, 1685. 42 Les cessions et banqueroutes; et les causes qui ont meu le sage et souverain Sénat et Parlement de Paris de confirmer le jugement du juge de Laval, sur ce qu’il aurait condammé un cédant aux biens de porter le bonnet ou chapeau verd; et sçavoir s’il se peut donner à tous cédants indifféremment; et si aux femmes, au susdit cas, l’on peut donner le chapperon verd ou autre marque, Paris, 1586. 43 Tractatus de credito, ex libris, epistolis, cambiis, apocis, instrumentis publicis, obligationibus penes acta, omnique alia publica inter vivos scriptura, pignore, et hypothecis: in quatuor principaliora capita distinctus, quibus omnia, quae ad contrahendum, probandum, dissolvendumque creditum, in foris dubitari frequentius solent aut possunt, non minus clare quam accurate - 13 - MENU SALIR Las consecuencias de la cesión de bienes en el fuero interno a nivel de la conciencia más íntima del cedente y sus posibles diferencias con las repercusiones en el fuero externo, además de las dificultades del deudor que hace cesión de ingresar en una institución religiosa o de ser promovido a las órdenes sagradas, han sido desarrolladas por la doctrina moral. Sin duda son muchos los que han reflexionado sobre el tema; no obstante, en esta sede nos limitamos a dejar apuntadas a modo de anticipo a Santo Tomás de Aquino45, Domingo de Soto46, Alfonso María de Ligorio47, Antonino da Firenze48, Giuseppe D’Annibale49, Rodrigo de Arriaga, s. j.50, Tomás María Zigliara51, José Ubach52, Pietro Scavini53, Antonio de San José54, Joseph Mausbach y G. Ermecke55, Arturo Vermeersch56, A. Van Kol57, Benedikt Heinrich Merkelbach58 y Domenikus Prümmer59. Normalmente inciden en la idea de culpa a la hora de desencadenar la situación disputantur, et enucleantur, Venezia, 1641; Genève, 1669. 44 Venezia, 1575. 45 Summa Theologiae, IIa-IIae, q. 77 y q. 78. 46 De Iustitia et iure, 10 vols., trad. castellana de Marcelino González Ordóñez, Madrid, 1968. 47 Theologia Moralis, Madrid, 1797. 48 Summa sacrae theologiae, Venezia, 1579. 49 Summa theologiae moralis, 3 vols., Roma, 1908. 50 Disputationes theologiae in Summam S. Thomae, 8 vols., Amberes, 1664. 51 Summa philosophica in usum scholarum, vol. III, Philosophia moralis seu ethica et jus naturalis, 13ª ed., Paris, 1902. 52 Compendium theologiae moralis, Freiburg im Breisgau, 1926. 53 Theologia Moralis Universa ad mentem S. Alphonsi M. de Ligorio episcopi et doctoris, 12ª ed., Milano, 1874, vol. II. 54 Compendium Salmanticense, Universae Theologiae Moralis, 2 vols., Roma, 1787. 55 Teología Moral Católica, trad. castellana de Manuel García Aparisi, 9ª ed., Pamplona, 1974. 56 Theologiae moralis principia consilia responsa, 3ª ed., Roma, 1926. 57 Theologiae Moralis, Barcelona, 1968. 58 Summa Theologiae Moralis ad mentem D. Thomae et ad normam iuris novi quam in usum scholarum, 3ª ed., Paris, 1938. 59 Manuale Theologiae Moralis secundum principia S. Thomae Aquinatis (1907), 5ª ed., revisada por Joaquim Overbeck, O. P., Barcelona-Freiburg im Breisgau-Roma, 1961 y Vademecum Theologiae Moralis in usum examinandorum et confessariorum, 6ª ed., Freiburg im Breisgau, 1947. - 14 - MENU SALIR de insolvencia y en su categorización como pecado además de las conexiones con la teoría del lucrum cessans y damnum emergens y la usura60 o en las incidencias de la cesión de bienes en el momento de realizar el voto de pobreza. Indagando ya en documentación sobre casos concretos, comprobamos que existen en nuestro país folletos impresos diversos de menor entidad de los siglos XVI y XVII referentes a materia de pago por parte de acreedores, situaciones de insolvencia y arbitrajes y mediaciones en materia concursal sin mayores especificaciones en cuanto al instituto de la cesión que nos ocupa. Así, en la Biblioteca Nacional de Madrid descubrimos uno de apenas cinco páginas del siglo XVII, sin precisión mayor de fecha, como Arbitrio que se presenta a la muy ilustre ciudad de Valencia para que tenga con que pagar, con puntualidad, sus acreedores. De 1609 es el también impreso de Cristóbal Monterde, Por la villa de Gandía con los acreedores censalistas:... por quenta de los Duques señores de aquel Estado... La quiebra de Francisco Portero de Vargas motivó el correspondiente auto del Consejo Real de Castilla, y el nombramiento de Juan Bautista de Benavente, del que se hizo un traslado y edición fechada en Madrid en 1680. También hay una Real Cédula publicada de 11 de septiembre de 1606 en impreso de una docena de páginas, sobre acreedores y fiadores prestamistas que llevaban doce años de solicitud de devolución de créditos a Pedro Téllez Girón (1574-1624), duque de Osuna, y que recurrieron al Consejo de Castilla. De fecha posterior, en concreto del día de Navidad de 1691, es la Proposición que hizo a la ciudad de Valladolid D. Juan Díez Criado de la Calle, en que con evidencia se manifiesta quan sin fundamento son las quexas de los gremios, en dezir que no pueden pagar a sus acreedores sin que su Magestad... les conceda prorrogación de la facultad, en que el Común de esta ciudad está contribuyendo para los gastos que causaron los festejos a las reales y felizes bodas de sus Magestades... Aunque —como ya adelantábamos— no son muchos los documentos de aplicación del derecho que hemos encontrado en relación a nuestra institución sí 60 Ver Marco Mastrofini, Tratado de la usura, trad. castellana de Mariano José de Ibargüengoitia, Barcelona, 1859 y André del Vaux, Paratitla iuris canonici sive Decretalium D. Gregorii Papae IX, Köln, 1759. - 15 - MENU SALIR descubrimos en el Catálogo del fondo documental de las MM. Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín (1511-1990) del Monasterio de Santa Ana (Santa Ana Monastegia) publicado por Mª Rosa Ayerbe Iríbar en Gipuzkoa en 1998, algunos expedientes de interés que comentaremos en su momento. En el estudio llevado a cabo por Álvaro d’Ors sobre los documentos del Egipto romano recoge en un apéndice una selección de papiros donde figuran, entre otros, un contrato bancario de préstamo y un Edicto de Adriano concediendo una moratoria a los labradores del Valle del Nilo; sin embargo, no aparece ningún documento relacionado directamente con la cesión de bienes61. En el Derecho romano clásico y justinianeo contamos con no pocos trabajos sobre la cessio bonorum y otras instituciones afines a cargo de Vittorio Bartoletti62, María Federica Lepri63, Giuseppe Brini64, Siro Solazzi65, Gaetano Scherillo66, F. Von Woeb67, Giorgio Carusò68, M. di Paolo69, W. Pakter70, Lucien Guenoun71, 61 Álvaro d’Ors, Introducción al estudio de los documentos del Egipto romano, Madrid, 1948, p. 180 y p. 177 respectivamente. 62 “Un papiro inedito in tema di «cessio bonorum»”, en Antologia giuridica romanistica ed antiquaria, vol. 1, Milano, 1968, pp. 259-267. 63 “I §§ 9-12 del D. 42, 4, 7 (Appunti in tema di «bonorum distractio»)”, en Scritti in onore di Contardo Ferrini pubblicati in occasione della sua beatificazione, Milano, 1947, vol. II, pp. 99-137. Los estudios en honor de Contardo Ferrini fueron recensionados en profundidad por Isidoro Martín Martín, en Anuario de Historia del Derecho Español, XVIII (1947), pp. 543-590, ad casum, 578-579. Fray José López Ortiz publicó en ese mismo número del Anuario un artículo sobre “La beatificación de Contardo Ferrini”, pp. 5-14. 64 “Il fr. 50 Dig XIX, 1 e la cessio bonorum”, en Memorie della R. Accademia delle science dell’Istituto di Bologna, Sezione di scienze giuridiche, 6 (1911-1912), pp. 23-33. También de este autor “Della condanna nelle legis actiones”, en Archivio Giuridico, XXI (1878), pp. 213-278. 65 “In tema di bonorum venditio”, en Iura, 6 (1955), pp. 78-103. Ver también, “Studi sul concorso dei creditori nel diritto romano”, en Atti della R. Accademia dei lincei, vol. XVI, fasc. IX (1920), pp. 545-580 y , sobre todo, Il concorso dei creditori nel diritto romano, 4 vols., Napoli, 1937-1943. 66 67 “La bonorum venditio come figura di sucessio”, en Iura, 4 (1953), pp. 205-214. “Personalexekution und cessio bonorum in römischen Reichsrecht”, en Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), pp. 485-529. 68 Della “cessio bonorum”. Un Istituto del Diritto Giud. Civ. Rom., Roma, 1906, 50 pp. 69 “Alle origine della lex Poetelia Papiria de nexis”, en Index, 24 (1996), pp. 275 y ss. - 16 - MENU SALIR 70 71 “The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), pp. 323-342. La cessio bonorum, Paris, Libraire P. Reuthener, 1920, 101 pp. Fue su tesis doctoral defendida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Paris el 9 de junio de 1920 ante un tribunal compuesto por Paul Fréderic Girard (1852-1926), E. Jobbé-Duval y G. May. El autor tenía buena preparación no sólo en Derecho, sino también era diplomado en Historia. Esta memoria es, sin duda, la más citada de las clásicas francesas sobre la cesión de bienes (en algunos casos, la única). Por demás, aún no siendo la más extensa, el rigor en el tratamiento de las fuentes epigráficas y de los textos jurídicos y literarios es notable en relación a otras. No sólo acoge la pandectística sino los últimos resultados de las investigaciones italianas y un conocimiento bastante acabado de las fuentes griegas contenidas en las Basílicas. La papirología jurídica es materia que no parece desconocer Guenoun. Sin embargo, las conclusiones a las que llega al final de su estudio no resultan especialmente relevantes después de todo el aparato bibliográfico y crítico —desprovisto del mismo la tesis no supera en texto unas veintiocho páginas de un mecanografiado de treinta líneas por folio—, incluidas las interpolaciones de los textos griegos, y de los latinos. Es una lástima que un estudio tan crítico y tan completo con respecto al derecho romano —en lo que a las fuentes se refiere, no tanto en cuanto a la elaboración doctrinal jurídica, respecto de la cual la memoria de Emmanuel Voron proporciona una construcción más sólida del instituto que nos preocupa— no haya aventurado la evolución posterior de la cesión en fuentes altomedievales francesas y su desarrollo precodificatorio, ni siquiera a nivel de mero apuntamiento. Comenta con acierto, aunque poco extensamente, el Breviario de Alarico y el Código Teodosiano. Ignoramos las razones por las que hombre tan cuidadoso y de escrupuloso y documentado análisis bibliográfico parece desconocer —o al menos no recoge— la obra de ese predecesor que dentro de la literatura jurídica sobre la cesión de bienes fue Mateo Bruno —al que aludiremos más adelante—. Inteligente el posicionamiento de Guenoun al suscitar tantos interrogantes en relación a la obra de Lenel sobre el Edicto Perpetuo. Ya de paso, no nos podemos retraer de indicar que Das Edictum Perpetuum. Ein Versuch zu dessen Wiederherstellung, Leipzig, 1883; 1907 y 1927 y reed. anastática, Aalen 1974, recoge una serie de comentarios a la cesión de bienes en páginas 395-399 que pueden complementarse con lo que el propio Lenel dice en su Palingenesia Juris civilis, Leipzig, 1889, vol. II, col. 779, nº 1380. Hemos de señalar, no obstante, que el método utilizado por Guenoun es el que nosotros mismos hemos asumido, si bien es verdad con respecto a una evolución histórica general (no circunscribiéndonos exclusivamente al derecho romano en la Ley Julia, en el Edicto Perpetuo, en el Derecho clásico, en el Bajo Imperio y en el Derecho justinianeo), es decir, la evolución externa a través de la cual contemplamos los aspectos institucionales en relación a los mecanismos de la cesión de bienes, no distinguiendo como dos partes separadas en las que se procediera al examen del proceso evolutivo general y luego al análisis del instituto jurídico correspondiente con sus elementos reales, personales, procesales y penales, pues la variación es accidental y viene determinada en cada caso concreto por unas - 17 - MENU SALIR Enrico Serafini72, Giuseppe Branca73, Alfredo Armuzzi74, Odoardo Carrelli75, K. Triafandil76, Corrado Biondini77, O. Clerici78, M. Marrone79, Emmanuel Alexandre modificaciones que no suponen alteraciones sustanciales que volverían reiterativo el método empleado. Ha acertado aquí Guenoun. Y nosotros hemos empleado esa metodología, incluso antes de haber podido acceder al texto de su tesis doctoral, porque nos pareció ya en un primer momento científicamente la más adecuada. Respecto al método indicaba Guenoun en los preliminares de su trabajo y en el apartado de los agradecimientos: «Mentionnons également le profit que nous avons retiré, tant au point de vue de la méthode que pour certaines de nos discussions, d’un cours de Pandectes sur le titre De verborum significatione, D. 50, 16, professé par notre maître à la Faculté de droit de Paris pendant l’année scolaire 1908-1909» (p. 2). Es decir, que la depurada metodología que afirma seguir, la atribuye Guenoun a las clases que al estudio del Digesto 50, 16 dedicó el profesor P. F. Girard en la Facultad de Derecho parisina durante el curso académico 1908-1909. Debe referirse al programa doctoral, no a las asignaturas ordinarias de Derecho romano durante los tres años que constituían la Licence, que estaban regulados en dos semestres en primer año, y un tercero en el segundo curso, según un Décret de 30 de abril de 1895 y un Arrêté de 20 de julio de 1904. 72 “Intorno al fr. 8 de cessione bonorum XLII, 3. Breve nota”, en Studi giuridici per il XXXV anno d’insegnamento di Filippo Serafini, Firenze, 1892, pp. 435-439. También nos proporciona alguna utilidad su obra Della revoca degli atti fraudolenti compiuti dal debitore secondo il diritto romano, 2 vols., Pisa, 1887-1889. Antes había publicado un breve comentario, “Della revoca degli atti fraudolenti compiuti dal debitore a danno dai creditori”, en Archivio Giuridico, XXXVII (1886), pp. 532-533. 73 “Missiones in possessionem e possesso”, en Studi in onore di S. Solazzi, Milano, 1948, pp. 483 y ss. 74 “Il magister ed il curator nella bonorum venditio (Contributo allo studio del concorso nel diritto romano)”, en Archivio Giuridico, LXXII (1904), pp. 481-506. 75 “Per una ipotesi sulla origine della bonorum venditio”, en Studia et Documenta Historiae et Iuris, IV, nº 2 (1938), pp. 429-483 y “Ancora sull’origine della bonorum venditio”, en Studia et Documenta Historiae et Iuris, X, nº 2 (1944), pp. 302-316. En la segunda entrega modifica parcialmente las conclusiones a que había llegado en la primera, como veremos más adelante. 76 “Du rôle du curator e du magister dans la venditio bonorum”, en Revue de droit et d’economie politique, I (1916), pp. 113 y ss. 77 “La bonorum venditio. Studio di diritto romano”, en Critica Forense, fasc. 11, 12 y 13 (1982), 39 pp. de la separata. 78 Sul beneficium competentiae in diritto romano, Napoli, 1982. - 18 - MENU SALIR Aimé Voron80, Benoît Courtois81, Arnaldo Biscardi82, Laura D’Amati83, Vincenzo Giuffrè84 y Giovanni Rotondi85. Por su parte, Alberto Burdese se ha detenido en el 79 “Note di diritto romano sul c.d. Beneficium competentiae”, en Studi in onore di Andrea Arena, vol. III, Milano, 1981, pp. 1311 y ss. 80 De la cession de biens en droit romain, Lyon, 1890, 87 pp. La tesis fue defendida junto a otra memoria que giraba en torno a la Liquidation judiciaire (Loi du 4 mars 1889 et du 4 avril 1890) en droit français, en la Facultad de Derecho de Lyon el lunes 30 de junio de 1890 y se imprimió también en Lyon por A. Waltener & Cie. ese mismo año. Formaron parte del tribunal, presidido por el Catedrático de Derecho Mercantil Thaller, los profesores Garraud, Ch. Appleton y Berthélemy, de Derecho Criminal, Derecho Romano e Historia Interna del Derecho Civil francés, respectivamente. No hay que confundir a Berthélemy con Blondel, que enseñaba Historia del Derecho Público y Leseur que hacía lo propio con la Historia general del Derecho francés. Aunque más adelante especificaremos más en torno a su trabajo no podemos dejar de apuntar la sistemática seguida por Voron a la hora de analizar la cesión de bienes que serviría de “inspiración” —como veremos posteriormente— a otros autores. Así, aborda los antecedentes en la Ley de las XII Tablas y en la Ley Poetelia Papiria, analiza la ley Julia de cessione bonorum, las condiciones, formas y efectos. Además introduce un capítulo relativo a la cesión de bienes en el antiguo derecho francés (finales del siglo XIII y principios del XIV). A Voron no se le conocen otras obras, ya que al parecer se orientó profesionalmente por diferentes derroteros. No obstante, se le atribuye la autoría de unos comentarios a los estatutos de las Caisses agricoles mutuelles de retraites, Grenoble, 1900, 36 pp. 81 De la bonorum venditio en droit romain, et de la liquidation judiciaire en droit français, Angers, 1894, 367+478 pp. Como tesis fue defendida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Caen ante un tribunal compuesto por los profesores Danjon, Villey, Carré de Malberg y Biville. Aun cuando ya tengamos oportunidad de comentar lo referente a la bonorum venditio (de la que refleja sus orígenes, procedimiento y desaparición) en otro capítulo, no deja de ser interesante que aquí nos hagamos eco brevemente de lo que dice al respecto de la liquidación judicial partiendo del estudio de la Ordenanza de 1673, del Código de Comercio de 1807, de la ley francesa de 28 de mayo de 1838 y de los Decretos de 1848 y 1870 y de la ley de 4 de marzo de 1889. En relación al análisis interno —institucional—, no referido exclusivamente a las fuentes, examina los elementos constitutivos de la liquidación judicial, la buena fe, los requisitos formales y los efectos de la apertura de la liquidación judicial, la hipoteca de masas, la exigibilidad de las deudas, la nulidad de inscripciones de privilegios o hipotecas tomadas individualmente por los acreedores y los agentes o autoridades que intervienen en la liquidación judicial, los convenios, su homologación, la liquidación del activo, la declaración de quiebra, para concluir con un examen crítico de la legislación francesa sobre liquidación judicial señalando sus vicios y en particular las lagunas que presenta la ley de 1889. - 19 - MENU SALIR estudio de la fiducia y el pignus en relación con la lex commissoria y el ius vendendi con las conexiones indirectas que ello puede tener respecto a la cesión de bienes en cuanto a la satisfacción del acreedor, en un libro publicado dentro de la serie de las memorias del Istituto Giuridico de la Università degli studi di Torino86. Bernhard Windscheid, al analizar el derecho de Pandectas, recoge algunos comentarios al Digesto y al Codex sobre la cesión de bienes y se permite escribir sobre el beneficio de competencia como en torno a otras cuestiones relacionadas con el derecho concursal87. Particularmente es deudor de la doctrina de G. Mandry y Bethmann Hollweg, pero no la de los franceses Claude Colombet88 y Claude Joseph de Ferrière89. El tema concreto de la demora del acreedor en el derecho romano fue objeto de estudio por parte del abogado Fabien Cirier en su tesis doctoral presentada en la Facultad de Derecho de la Universidad de París el 16 de diciembre de 1886 ante un tribunal presidido por Garsonnet e integrado por Ducrocq, Alglave y Léon Michel. Llevaba por título De la demeure du créancier en droit romain. Se trataba de un trabajo ciertamente original, ya que tradicionalmente se han escrito más páginas sobre el retraso del deudor en el cumplimiento de su obligación; sin 82 “La Ley Poetelia Papiria y la transfiguración del concepto primordial de obligatio”, trad. de Javier Paricio, en Seminarios Complutenses de Derecho Romano, Madrid, 1990, vol. II, pp. 1-17. 83 “Curator bonorum: una rilettura”, en Bullettino dell’Istituto di Diritto Romano “Vittorio Scialoja”, XXXIII-XXXIV (1991-1992), pp. 440-448. 84 “La c. d. “lex Julia” de bonis cedendis”, en Labeo, 18 (1972), pp. 173-191; “Sulla cessio bonorum ex decreto Caesaris”, en Labeo, 30 (1984), pp. 90-93; “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, en Labeo, 39 (1993), pp. 317-364. 85 Gli atti in frode alla legge nella dottrina romana e nella sua evoluzione posteriore, Torino, 1911, y reed. anastática, Roma, 1971. 86 Lex commissoria e jus vendendi nella fiducia e nel pignus, Torino, 1949, VIII+238 pp. 87 Lehrbuch des Pandektenrechts, 9ª ed., al cuidado de Theodor Kipp, Frankfurt am Main, 1909, reed. anastática, Aalen, 1963, vol. II, p. 108-125, nº 266-272. 88 Pandectes, Paris, 1657, 24 fols.+838 pp. 89 Nova methodica juris civilis tractatio, seu nova et methodica paratitla in quinquacinta libros Digestorum, Paris, 1769, 2 vols., 368+367 pp. - 20 - MENU SALIR embargo, la otra parte —el acreedor— también puede dificultar considerablemente la ejecución de la referida obligación90. Algo posterior es la memoria que cabía intuir valiosa —al menos eso era presumible pensar en principio en un examen superficial— que le permitió alcanzar el grado de doctor en Derecho en la Universidad de Nancy el 11 de junio de 1894 a Paul Bachmann91, De la cession de biens en droit romain, donde bucea por los orígenes de la institución, desde la Ley de las XII Tablas, sus condiciones, elementos formales y efectos, en un total de 52 pp. No obstante, podemos afirmar (tras un detenido examen de su contenido) que sus páginas no resultan demasiado novedosas, ya que tanto la sistemática como el contenido mismo coinciden con el de la tesis doctoral de Emmanuel Voron —de la que ya nos hemos hecho eco en nota anterior— presentada cuatro años antes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lyon y algo más extensa, además de completa en fuentes (87 pp.). Por poner un ejemplo, dentro de los efectos de la cesión y en relación a las ventajas que de la misma se derivan para el deudor, Voron enumeraba en su memoria las siguientes: evitar la prisión, descartar la infamia y el beneficio de competencia; y Bachmann señala exactamente las mismas y en idéntico orden recogiendo los mismos textos y sin citar para nada a su predecesor Voron y respecto a las condiciones incluso encontramos frases idénticas (ver p. 29 90 Cirier se ocupa de cuestiones terminológicas, de la naturaleza de la mora, de las condiciones que debe reunir la oferta de cumplimiento por parte del deudor, para que pueda hablarse de mora del acreedor, de los efectos de la misma y de la oferta y de las causas que ponen fin a la mora del acreedor. Llena un total de 96 pp. En ese mismo acto Cirier presentó otra memoria doctoral L’or et l’argent, en Economía política. Ambas fueron publicadas en 1886 en Paris por Chevalier-Maresq & Cie. 91 Paul Bachmann defendió también en este mismo acto público otra memoria sobre De la condition des personnes en Algérie en droit français ante una comisión formada por los doctores Beauchet, profesor de Procedimiento Civil; Lederlin, profesor de Derecho Romano y encargado también de la enseñanza de Derecho francés consuetudinario y feudal; Bourcart, profesor de Derecho Constitucional y Administrativo y G. Gavet, profesor de Historia del Derecho, todos ellos de la Facultad de Derecho de Nancy. Se publicó en Nancy en la Typographie G. Crépin-Leblond, en 1894. No debemos confundirlo con aquel otro Paul Bachmann, contemporáneo suyo, especialista en el estudio de la teoría de los números y de la naturaleza de las cifras irracionales. - 21 - MENU SALIR de la tesis de Voron y p. 22 de la de Bachmann). No creemos necesario entrar en el detalle de las numerosas coincidencias92 por apartarse del rigor científico que debe perseguirse en un trabajo de investigación, pero hemos creido necesario al menos dejar apuntada la similitud y las numerosas semejanzas que nos llevaron a la sospecha93. 92 Sin embargo, no nos retraemos de apuntar que Paul Bachmann copia en p. 12 a Voron, p. 6 y se observan identidades diversas y coincidencias sorprendentes: Bachmann, p. 14 ≅ Voron, p. 9; Bachmann p. 22 ≅ Voron, p. 29; Bachmann, p. 23 ≅ Voron, p. 26; Bachmann, p. 41 ≅ Voron, p. 60; Bachmann, p. 41 ≅ Voron, p. 61; Bachmann, p. 42 ≅ Voron, p. 64; Bachmann, p. 47 ≅ Voron, p. 67, al precisar la importancia de «certains auteurs allemands» en la distinción entre la excepción in id quod facere potest y el beneficium competentiae. No obstante, las seis breves conclusiones a las que llega en su tesis Bachmann sobre la cesión de bienes son diferentes, tanto en la exposición como en el contenido, de las cuatro que en su momento formuló Voron. 93 Hemos consultado al tristemente desaparecido profesor Paul Ourliac, que con tanto afecto científico trató siempre a nuestra área de conocimiento de Málaga, cuya autoridad moral en Francia en Historia del Derecho y de las Instituciones no ofrece ninguna duda, sobre la posible existencia de este plagio, contestándonos en una sincrética a la vez que muy sugerente carta, que no nos retraemos de reproducir al completo, sobre lo que era una práctica, según él, bastante habitual entre las tesis doctorales francesas, a finales del siglo XIX, que, no obstante, debían ser publicadas, por las razones que él mismo indica en su misiva entre las que no cabe excluir el librarse de un año del cumplimiento del servicio militar, sin olvidar que la tesis venía a constituir un mero trámite sin mayores pretensiones científicas, como Ourliac nos recuerda —pese a ello nos atrevemos a rectificar a Ourliac, que sí existen muy buenos trabajos entre las tesis galas consultadas, quizás no lo suficientemente extensas pero que demuestran bastante capacidad de síntesis y de comprensión del correspondiente instituto jurídico—: «Vous paraissez étonné que des étudiants de doctorat se soient mutuellement copiés. Je ne suis pas sûr qu’ils ne le fassent pas aujourd’hui, mais à la fin du XIXe siècle, c’était chose courante: la thèse était une simple formalité sans prétention scientifique, qui dispensait d’un an de service militaire. Ajoutez que beaucoup des thèses étaient écrites en latin et qu’en 1900 la seule faculté de Toulouse faisait soutenir cent cinquante thèses dans l’année. La question de la cession de biens a été depuis cent ans assez peu traitée; elle appartenait plutôt au droit local. Pour répondre à votre question, les jurys de thése cherchent aujourd’hui á déceler les fraudes ou les copiages et, surtout depuis une vingtaine d’années, les théses, assez peu nombreuses sont mieux vérifiées... mais l’habilité des candidats est sans bornes...» (Archivo Particular F. Valls i Taberner, L-114/98). Nos resulta, por otro lado, bastante llamativo el dato referente al elevado número de tesis que eran defendidas al año a principios de siglo, aspecto éste que podía facilitar considerablemente que pasasen desapercibidos - 22 - MENU SALIR Relevante es la comparación institucional entre la bonorum venditio del Derecho romano y la bancarrota en el Derecho francés efectuada por Henri Mascarel94. Sobre la bonorum venditio destacamos también las tesis doctorales francesas de finales del siglo XIX —por cuanto contienen sobre la cesión de bienes— de Pierre Aussenac95, Georges Duverel96, André Durand97, Raoul Bloch98, Paul François Charles Duval99, Albert Fourcade100, Henri Lecouturier101, ciertos plagios. Pese a todo, no encontramos justificación alguna en la realidad analizada (no vertida en mecanografiado, sino impresa) y más aún en el caso concreto al que nos enfrentamos donde no se aprecia prácticamente ninguna novedad en el segundo trabajo. Sin embargo, la consecuencia es que ambos alcanzaron el grado de doctor y uno de ellos apenas sin esfuerzo. Y es que oportunismo ha existido siempre... 94 De la bonorum venditio en droit romain; de la banqueroute en droit français, Université de Poitiers, Poitiers, 1878, 236 pp. 95 De la “venditio bonorum”, Université de Montpellier, Montpellier, 1891, 81 pp. 96 De la venditio bonorum, Université de Paris, Paris, 1890, 73 pp. La defensa de su tesis doctoral tendría lugar el 20 de junio de 1890 junto con un estudio en torno a Des effets de la saisie immobilière en derecho francés. Los miembros del Tribunal eran Glasson, como presidente, Jalabert, Henry Michel y Jobbé Duval. En total el trabajo alcanzaba 170 pp. 97 De la bonorum venditio, Université de Paris, Paris, 1893, 92 pp. En el mismo acto, celebrado el 7 de junio de 1893, defendería otra memoria doctoral en derecho francés sobre La transcription de la saisie immobilière et de ses effets. La presidencia del Tribunal encargado de enjuiciarla estaba a cargo de Garsonnet y los restantes miembros eran Léon Michel, Sauzet y Weiss. Observamos una absoluta coincidencia temática tanto en derecho romano, como en derecho francés con el trabajo de André Durand que acabamos de referir. 98 Droit romain, de la venditio bonorum. Droit français, des conflits de lois en matière de faillite, Université de Paris, Paris, 1892, 74 pp., la parte relativa al derecho romano, alcanzando un total de 161 pp. La lectura tuvo lugar un viernes, 1 de julio de 1892. Compondrían el Tribunal: Lyon-Caen, como presidente, Laine, Girard y Sauzet. 99 “De bonorum venditione” en droit romain. Des ventes judiciaires d’immeubles après expropiation forcée, faillite et liquidation judiciaire en droit français, Université de Caen, Caen, 1892, 243 pp. (50 pp. de la bonorum venditione). La lectura se llevó a cabo el día 17 de marzo de 1892. El Tribunal estaba formado por Laisné-Deshayes (presidente), Lebret, Cabouat y Gauckler. 100 Droit romain, de la “bonorum venditio”. Droit français, des effets de la cessation de paiments en matière de faillite, Université de Toulouse, Montauban, 1890, 264 pp. La parte referente a la bonorum venditio tiene un total de 131 pp. El Tribunal encargado de sopesar los valores y defectos de ambas memorias estaba integrado por el profesor de Economía política, Arnault quien actuaría - 23 - MENU SALIR Marc Michon102, Gustave Pinta103, G. Rengade104, Louis Sadoul105, Jean Rous106, Henri Silvestre107 y Jules Sporck108 y sobre las vías de ejecución en el periodo como Presidente, Paget, profesor de Derecho romano, Brissaud, profesor de Historia general del Derecho y Despiau, encargado del curso de Historia general del Derecho francés público y privado, todos ellos de la Facultad de Derecho de Toulouse. 101 De la bonorum venditio, Université de Paris, Paris, 1895, 74 pp. La presentación de la tesis se hizo el 23 de enero de 1895 ante un Tribunal compuesto por Glasson, Planiol, Weiss y Jay. En el mismo acto defendería un análisis sobre Les effets de la saisie-arrêt. 102 De la venditio bonorum en droit romain, Université de Lyon, Lyon, 1886, 58 pp. El conjunto total de su trabajo estaba además constituido por otra tesis relativa a Des effets de l’adjudication sur saisie immobilière en droit français, alcanzando 129 pp. Sería leído el 1 de julio de 1886 ante el profesor de Procedimiento civil, Cohendy, en calidad de presidente y los profesores de Derecho romano, Appleton y Audibert y el docente de Derecho civil Flurer. 103 De la venditio bonorum en droit romain, Université de Poitiers, Issoudun, 1889, 92 pp. La lectura de su memoria (junto a De la Surenchère en droit français) se llevaría a efecto el 1 de marzo de 1889 ante un Tribunal formado por el profesor de Derecho civil, Arnault de la Ménardière, como presidente, el docente de la misma disciplina, Thézard y por Parenteau-Dubeugnon y Bonnet, titulares de las cátedras de Procedimiento civil y de Derecho romano, respectivamente. 104 105 De la venditio bonorum, Université de Bordeaux, Agen, 1891, 113 pp. De la bonorum venditio, Université de Nancy, Paris, 1894, 104 pp. El Tribunal estaba compuesto por los profesores Lombard, Lederlin, Gardeil y Bourcart. La defensa se llevó a cabo el 1 de febrero de 1894, junto a otra memoria sobre el Secret professionnel en derecho francés. 106 De la bonorum venditio et ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, Université de Toulouse, Gaillac, 1885, 99 pp. El Tribunal lo formaban el profesor de Procedimiento civil de la Facultad de Derecho de Toulouse, Campistron, Bressolles, profesor de Derecho civil, Deloume, profesor de Derecho romano y Cabouat, encargado de un curso de Derecho civil. En la vertiente del derecho francés presentaría un trabajo sobre el transporte de mercancías que tan sólo referimos por escapar a nuestro interés. 107 De la “bonorum venditio”, Université de Paris, Paris, 1895, 81 pp. La defensa de su memoria se llevó a cabo el 18 de noviembre de 1895 ante los profesores Glasson, Garsonnet y Massigli, integrantes del Tribunal encargado de enjuiciarla junto a otra memoria sobre Des qualités de jugement en derecho francés. 108 De la venditio bonorum, Université de Rennes, Paris, 1894, 69 pp. El presidente de su Tribunal fue Éon y el resto de miembros De Caqueray, Vignerte y Piedelièvre. En el mismo acto — el 8 de mayo de 1894— presentaría un trabajo relativo a Des effets de l’adjudication sur surenchère en derecho francés. - 24 - MENU SALIR formulario las de Lucien Baillou109 y Léon Huguet110. No entramos en más detalles sobre dichas memorias doctorales, ya que no son sobre la cessio bonorum, sino sobre la bonorum venditio o sobre las vías de ejecución en general. Resulta sorprendente, por un lado, el valor de la aportación impresa gala sobre la bonorum venditio lo mismo que sobre la cessio bonorum, como al mismo tiempo que un autor español, Catedrático de Derecho romano de la Universidad de La Coruña111, no haga mención para nada de ninguna de estas tesis, impresas todas ellas, y se limite a denostar las contribuciones francesas al Derecho romano desde principios del siglo XIX, cuando la crisis real se produce con la reforma de los estudios de Derecho de 1954, pero entre 1804 y 1939 se publican en Francia centenares de tesis doctorales de Derecho romano, como en ningún otro país del mundo (en Italia es infrecuentísima la práctica de la publicación de las tesi di làurea, que allí sí que son —eran y siguen siendo— un trámite con las excepciones gloriosas que se deseen) y ello con independencia de que, como acabamos de precisar en nota siguiendo a Paul Ourliac, unas sean mejores, otras peores y algunas incluso excelentes. Un escueto enfoque de la cessio bonorum del Derecho romano y la cesión de bienes del Derecho Civil francés la realiza Louis Adrien Gabriel Michaut en su 109 Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialment du “pignus ex causa judicati captum”, Université de Paris, Paris, 1890, 77 pp. El predidente del Tribunal fue Garsonnet y los restantes miembros Jalabert, Michel y Massigli. La defensa tuvo lugar el 20 de mayo de 1890. En cuanto al derecho francés su trabajo, defendido en el mismo acto, se centraba en De la conversion de saisie inmobilière. 110 Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “Pignus in causa judicati captum”, Université de Montpellier, Montpellier, 1884, 71 pp. En el mismo acto, celebrado el 12 de noviembre de 1884, presentaría un Étude sur la saisie-Arrèt en droit français. Législations comparées. El tribunal lo componían los profesores Glaize, Brémond, Pierron y Massigli, de Procedimiento civil, Derecho administrativo y constitucional, Derecho romano (encargado del curso de Pandectas) y Derecho civil, respectivamente. 111 Ver Alejandrino Fernández Barreiro, Los estudios de Derecho romano en Francia, después del Código de Napoleón, Roma-Madrid, 1970, 135 pp. La manualística gala de Derecho romano, sin embargo, demuestra conocerla a fondo, a pesar de ser el suyo un trabajo de síntesis. - 25 - MENU SALIR tesis que no alcanza el medio centenar de páginas impresas112. En la misma línea —se trata de dos trabajos independientes, uno relativo al derecho romano y el otro al derecho francés aunque presenta las similitudes entre la missio in possessionem y el concurso de acreedores que ocasiona la quiebra— se sitúa la tesis doctoral leída el 28 de febrero de 1873 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Paris por Jules Testard-Vaillant, Droit romain de l’envoi en possession des biens du débiteur. Droit français de l’union des créanciers en cas de faillite du débiteur113. También hemos de tener en cuenta el trabajo —un folleto de 34+4 pp.— de Franz Severin Gordan114, y la tesis doctoral presentada por el abogado Georges Bonnans en la Facultad de Derecho de Toulouse115, ante un tribunal integrado por Molinier, Bressolles, Deloume, Hauriou y Saint-Marc, profesores de Derecho criminal, Derecho civil, Derecho romano, Historia General 112 Ius romanum: de cessione bonorum. Droit civil: de la cession des biens. Droit criminel: de la complicité; Droit de gens: des conventions conclues dans le cours d’une guerre, Université de Strasbourg, Strasbourg, 1845, 44 pp. Se trata de cuatro temas independientes de los que sólo nos interesan los dos primeros. A la cessio bonorum dedica únicamente seis páginas en latín y a la cesión de bienes en el derecho francés de la p. 7 a la 28. El Tribunal estaría compuesto por Rauter, profesor de Procedimiento civil y Legislación criminal, Hepp, profesor de Derecho de gentes, Heimburger, de Derecho romano y Thieriet, de Derecho mercantil y el acto se llevó a cabo en la Facultad de Derecho de la citada Universidad el 31 de Diciembre de 1845. 113 La defensa se efectuó ante un tribunal presidido por Rataud e integrado por los siguientes profesores: Valette, Bonnier, Gide y Boistel. Testard-Vaillant efectúa un estudio sobre la missio in possessionem romana como estadio preliminar de la bonorum venditio. Analiza los acontecimientos que la preceden, cuándo tiene lugar, quién puede solicitarla y las formalidades para llevarla a cabo para pasar seguidamente al examen de la bonorum venditio con la misma sistemática (momento, requisitos formales y efectos) concluyendo el apartado dedicado al Derecho romano con unas brevísimas referencias a la bonorum distractio. Respecto al derecho francés vigente en su momento —al que dedica una extensión más considerable— se ocupa de los supuestos concretos en los que procede la unión (concurso) de los acreedores en caso de quiebra del deudor; la administración de la masa; la venta de los bienes (muebles o inmuebles) y el reparto de los beneficios obtenidos según el carácter privilegiado o no de los acreedores hasta llegar al cierre de la quiebra. 114 De origine et natura cessionis bonorum secundum ius romanum, Breslau, 1863. 115 Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, Université - 26 - MENU SALIR del Derecho y Derecho civil, respectivamente, de la mencionada Facultad de Derecho de Toulouse116. Para una adecuada categorización institucional de la cessio bonorum en Derecho romano, aparte de lo que acabamos de indicar sobre monografías, tesis o artículos específicos en páginas precedentes, no podemos obviar las referencias aisladas —pero no por ello menos valiosas— en obras generales como la de quien fuera profesor de la Facultad de Derecho de Paris, C. Accarias (1831-1903)117, la de Fred Raymond de Fresquet Nomat118, la de Moriz Wlassak119, la de G. Donatuti120, el manual de derecho privado romano de William Warwick Buckland, publicado en Cambridge en 1953 y reimpreso en Aalen en 1981121, la obra de Fritz de Toulouse, Toulouse, 1884. 116 Recoge Bonnans la cessio bonorum (pp. 46-49) como una de las instituciones que modifican los efectos y el funcionamiento de la bonorum venditio junto a la separación de patrimonios (pp. 5054) y a la acción pauliana (pp. 54-56). Sobre la bancarrota desarrolla los aspectos etimológicos e históricos, distinguiendo la bancarrota simple de la fraudulenta y las reglas particulares aplicables a cada una de ellas. Además se preocupa no sólo de la comisión delictiva por parte del deudor sino por otros miembros integrantes de la quiebra, por ejemplo los síndicos, acreedores y posibles terceros implicados. Finalmente, tras un estudio de las disposiciones relativas a la administración de los bienes y a la rehabilitación, efectúa un recorrido de Derecho comparado, en Inglaterra, Alemania (Ley de 1877), Finlandia (Ley de 1868), Suiza (Ley de 1879), España (Código Penal de 1870), Portugal e Italia (Código penal de 1859 y Código de Comercio de 1882). 117 Précis de Droit Romain contenant avec l’exposé des principes généraux le texte, la traduction et l’explication des Institutes de Justinien, Paris, 1886, vol. I, 1334 pp. y vol. II, 1322 pp. Concretamente las referencias aparecen en el primer tomo, en la p. 920, notas 2 y 4 y en el segundo tomo en la página 354, nº 628 encontramos datos sobre las diferencias entre bonorum venditio y cessio bonorum, y en la p. 761, nº 780 se incide en la forma de evitar la prisión por deudas mediante la cesión de bienes, entre otros aspectos de nuestro interés que aparecen en p. 781, nº 788 —sobre las causas de ejecución—, y en pp. 1124-1133, nº 917 y 919. También escribiría sobre la bonorum venditio en pp. 1314-1321, nº 482-485. 118 119 Traité élémentaire de Droit Romain, Paris, s.d. Ver el segundo volumen, pp. 484-485. “Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie Altertumswissenschaft, Stuttgart, 1899 —ver el volumen III/2, cols. 1995-2000—. 120 “Cessio bonorum”, en Nuovo Digesto Italiano, 3 (1938), pp. 62-64. 121 A Manual of Roman Private Law. Ver pp. 388 y 392. - 27 - der classischen MENU SALIR Schulz122, la de Max Kaser123, las voces de enciclopedia de G. Humbert124, Biondo Biondi125 o Giannetto Longo126, el tratado de Theodor Marezoll127, cuya traducción sería realizada por Giuseppe Polignani de la octava edición de Leipzig, el de Rudolph Sohm sobre Derecho privado Romano128, el manual de L. B. Curzon129, el de Edouard Cuq130, la obra de Paul Ourliac y Jehan de Malafosse131, el manual de Mainz132, el de Raymond Monier133, o el de Paul Frédéric Girard134, los manuales 122 Classical Roman Law, Cambridge, 1951, reimp. anastática, Aalen, 1992 —ver p. 214—. Hay traducción castellana bajo el título Derecho Romano Clásico, Barcelona, 1960. Álvaro d’Ors considera el libro de Fritz Schulz como manifiestamente mejorable: «Por desgracia no es rara la desorientación del autor debida, sin duda, a informaciones de carácter sectario, de las que el autor no ha sabido librarse totalmente» [Anuario de Historia del Derecho Español, XXI-XXII (1951-1952), p. 1367]. 123 Das römische Privatrecht erster Abschnitt das altrömische, das vorklassische und klassische Recht, München, 1971, especialmente pp. 482 y 664. 124 “Bonorum Cessio”, en Dictionnaire des antiquités grecques et romaines, 1 (1877), p. 733. 125 “Cessio Bonorum”, en Novissimo Digesto Italiano, 3 (1959), pp. 137-138. 126 “Lex Iulia de cessione bonorum”, en Novissimo Digesto Italiano, 9 (1963), p. 810. 127 Trattato delle istituzioni del diritto romano, 2ª ed., Napoli, 1892. 128 Institutionen. Geschichte und System des römischen Privatrechts, Leipzig, 1908; Leipzig, 1911; München y Lepzig, 1920. 129 Roman Law, London, 1966, 1969, 1974 y 1981, 223 pp. 130 Manuel des institutions juridiques des romains, Paris, 1928, sobre todo pp. 47, en nota 7, 647, 901, 906 y 927. 131 Droit romain et ancien droit, 2 vols., Paris, 1957 y 1961; trad. cast. y notas de M. Fairén, Barcelona, 1960, vol. I, 619 pp.; vol. II, 712 pp. 132 Cours de droit romain, Bruxelles, 1877. 133 Manuel élémentaire de droit romain, 6ª ed., Paris, 1947. Comenta superficialmente la cesión de bienes (p. 171, nº 134), y luego lo hace junto a la bonorum distractio (p. 202, nº 160). Sigue a Guenoun. 134 Manuel élémentaire de droit romain. De esta obra hemos manejado una 6ª edición francesa —Paris, 1918— y otra traducida al italiano con añadidos de Carlo Longo —Milano, 1911—. Sobre el presente libro ha escrito recientemente Jean Gaudemet: «Depuis plus d’un demi-siècle aucun Manuel de droit privé romain n’a été publie en France. Celui de P. Fr. Girard, vieux de plus d’un siècle (1895), reste irremplaçable. Ampleur de l’information, critique rigoureuse des textes, sûreté des analyses juridiques en font une oeuvre exceptionnelle. Mais, depuis sa publication, d’innombrables travaux ont suggéré de nouvelles approches; des documents ont été découverts, - 28 - MENU SALIR polacos de Wieslaw Litewski135, Wladyslaw Bojarski136 y K. Kolanczyk137 o el más reciente de Gábor Hamza y András Földi138. Igualmente aisladas son las reflexiones sobre la cessio bonorum realizadas por Xavier d’Ors en el contexto de una monografía publicada por una entidad científica española que contaba con un instituto para ciencias jurídicas en Roma139. Sobre la influencia del derecho romano en Escocia y su permananencia con el paso del tiempo, versaba la memoria que permitió a André Bérard alcanzar el grado de doctor en Leyes y cuya defensa tuvo lugar el 25 de mayo de 1925, en la Facultad de Derecho de la Universidad de París140. De este trabajo es bien poco lo que nos interesa reduciéndose básicamente a sus escuetas referencias a la anulación de los actos hechos en fraude de acreedores (p. 41) y a la cessio bonorum (p. 42). Ya dentro de la manualística española no podemos obviar a Juan Iglesias141, José Arias Ramos y Juan Antonio Arias Bonet142, Armando Torrent143, Joan Miquel144, José Luis Murga Gener145, Manuel García Garrido146 y Pablo publiés, commentés. D’autre part, l’étude du droit privé romain n’a pas échappé aux méthodes nouvelles, qui, depuis quelque cinquante ans ont orienté les études historiques aussi bien que celles de droit privé» (Droit privé romain, Paris, 1998, p. V). 135 Rzymskie prawo prywatne, Warszawa, 1994, 472 pp., en concreto pp. 394-395 y 423. 136 Prawo rzymskie, Torun, 1994, 256 pp., en particular p. 73. 137 Prawo rzymskie, Warszawa, 1978. 138 A Római Jog Története és institúcioi, Budapest, 1997, 686 pp. 139 El interdicto fraudatorio en el Derecho romano clásico, Roma-Madrid, 1974, 210 pp. 140 La Survivance du Droit romain en Ecosse, Université de Paris, Paris, 1925, 119 pp. El Tribunal encargado de enjuiciarla estaba integrado por Lévy-Ullmann como presidente y por Capitant y Colliner. 141 Derecho romano. Historia e Instituciones, Barcelona, 1993, 11ª ed. 1994, 662 pp. 142 Derecho romano. Parte General. Derechos reales, vol. I, 18ª ed., Madrid, 1986, XXV+554 pp., 4ª reimp., 1994. 143 Manual de Derecho privado romano, Zaragoza, 1987, 680 pp. 144 Curso de Derecho romano, Barcelona, 1987, 431 pp.; Derecho privado romano, Madrid, 1992, pp. 119-120. 145 Derecho romano clásico II: el proceso, Zaragoza, 1980; 3ª ed., 1983, 413 pp. 146 Diccionario de Jurisprudencia romana, Madrid, 1993, 3ª ed., IX+459 pp. - 29 - MENU SALIR Fuenteseca147, entre otros. La obra de Eduardo Volterra148 ha sido vertida al castellano, no con demasiada fortuna, según algún crítico de la misma149. Las referencias a la cesión de bienes son escuetas. El estudio de la acción revocatoria —directamente relacionada con la cesión fraudulenta que antes comentábamos y que en muchas ocasiones sirve como excusa para reflexionar sobre la cesión de bienes— en la literatura jurídica del Derecho intermedio es algo que ha llevado a cabo Vincenzo Piano Mortari en una monografía publicada en 1962, partiendo de un acercamiento más superficial que otra cosa a la Summa Trecensis, la Summa Codicis de Rogerio, la Summa Institutionum Vindobonensis, y otras Summae o comentarios de Piacentino, Azzo, la Glosa Magna de Francesco Accursio150, el Speculum Iuris de Guillermo Durante y el recurso a Iacopo d’Arena, Pierre de Belleperche, Bartolo da Sassoferrato, Baldo degli Ubaldi, Angelo Gambiglioni d’Arezzo y Giasone del Maino, entre otros. Podría completarse con Giacomo Menochio y el Cardenal Giovanni Battista de Luca que de seguro, junto a los anteriores, aportan construcciones doctrinales 147 Derecho privado romano, Madrid, 1978, 614 pp. 148 Instituciones de Derecho romano privado, trad. de Jesús Daza Martínez, Madrid, 1986, 843 149 Ver Manuel García Garrido, en Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Revista pp. Jurídica General, nº 2 (marzo-abril/1988), pp. 102-104. Considera que la traducción de Jesús Daza Martínez está realizada «con desconocimiento de la lengua y de la materia traducida» (p. 104). Añade: «la audacia del traductor le lleva a pretender completar la obra del profesor Volterra... con una nota bibliográfica en la que se hace referencia “a los tratados más conocidos de Derecho público y privado”. No sabemos lo que entiende por “más conocidos”, ya que desconoce una serie de tratados y manuales fundamentales... En cambio, incluye publicaciones suyas totalmente “desconocidas” en la literatura romanística» (p. 104). 150 El estado más reciente de las investigaciones sobre las glosas de Accursio, lo detalla, con gran generosidad bibliográfica (y algún comentario inédito de Pietro Torelli), aunque insinúa más de lo que en realidad dice y es, por su contenido, un artículo que podríamos denominar generalista (del que no hemos podido sacar ningún fruto para nuestro trabajo), Giovanni Diurni, en “La glossa accursiana: stato della questione”, en Rivista di storia del diritto italiano, LXIV (1991), pp. 341-367. Consultar además como fiel reflejo de su pensamiento (el de Accursio, no el de Diurni) Novus sextus tomus in quo haec sequentia extant, Thesaurus Accursianus: dictiones et sententias, Venezia, 1621. - 30 - MENU SALIR significativas sobre la propia acción revocatoria y —según veremos— la misma cesión de bienes en relación con los aspectos morales, aunque estos últimos (así como otras cuestiones relacionadas con la cesión) no han sido tenidos en cuenta por el autor por lo que su trabajo ha resultado de escasa relevancia para nuestro interés particular151. No podemos olvidar las aportaciones al estudio del Derecho Común de Savigny152 con un valor más instrumental que de otro tipo, para poder situar a numerosos juristas del derecho intermedio, no para conocer en sí misma la institución de derecho privado que nos ocupa. No dice tanto, para nuestro interés, sin embargo, Johannes Sichardt153, ni tampoco Fabiano de Monte y Francesco Zoannetto en su tratado de compraventa donde se refieren básicamente a la cesión de derechos154. Para el estudio de la evolución de la cessio bonorum en el Derecho común ha dejado escritas algunas —bien pocas, pero muy sugerentes— páginas Emilio Bussi155, personaje verdaderamente entrañable y que mantuvo, ya en su vejez, algunas relaciones con nuestra área de conocimiento de Historia del Derecho y de las Instituciones de la Universidad de Málaga, donde le publicamos algunos de sus trabajos en italiano y en alemán156. Sin embargo, el autor más importante del 151 Theatrum veritatis et justitiae sive decisive discursus, ad veritatem editi in forensibus controversiis, canonicis et civilibus, in quibus in Urbe Advocatus, pro una partium scripsit, vel Consultus respondit, Köln, 1689. 152 F. C. Savigny, Storia del diritto romano nel medio evo, trad. Emanuele Bollati, Torino, 1857, vol. III (reed. anastática, Roma, 1972). 153 In Codicem Iustinianeum praelectiones, Frankfurt am Main, 1586. 154 Tractatus de emptione et venditione eorumque omnium que ad eandem materiam pertinent, Venezia, 1575. 155 La formazione dei dogmi di diritto privato nel diritto comune. (Diritti reali e diritti di obbligazione), Padova, 1937, pp. 352-366, nº 77, en sentido amplio. Sobre este libro, ver los comentarios de Giuseppe Ermini, en Rivista di storia del diritto italiano, XII (1939), pp. 387-388. 156 Emilio Bussi, “Nostalgie e rimpianti per lo scomparso Sacro Romano Impero durante il Congresso di Vienna”, en Studies in Roman Law and Legal History in Honour of Ramon d’Abadal i de Vinyals on the occasion of the Centenary, Barcelona, 1989, pp. 343-373; “Vom Hirtenstab zum Kayserssymbol”, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, 11 (Enero-1990), pp. 2461-2474; “Novalesa, anno 774: Una data cruciale nella storia - 31 - MENU SALIR Derecho común en el análisis de la cesión de bienes, completamente ignorado por Bussi, y apenas tenido en cuenta entre los estudiosos del ius commune es el italiano, natural de Rimini, Mateo Bruno a quien se debe una sincrética, pero completa, De cessione bonorum157. Francesco Ruffini se encargó de la publicación de una historia del Derecho privado italiano que había dejado escrita el abogado y profesor ordinario de Historia del Derecho de la Universidad de Torino Cesare Nani, a solicitud de la madre de este segundo, para la cual resultaba una ingrata tragedia el que la labor desarrollada por su hijo y puesta por escrito sin haber pasado por los tórculos de la imprenta quedara aparcada sin ver la luz como manual de la materia que había profesado el mismo. La obra tiene un interés enorme —para la evolución de las instituciones jurídicas— y se detiene aunque de forma ocasional dentro del estudio de la extinción de las obligaciones en el arresto personal para los deudores, comentando que la reacción contra la ejecución personal se solucionaba con la cesión de bienes158. La obra monumental de Antonio Pertile159 sobre la historia del derecho italiano, desde la invasión de los bárbaros hasta la codificación del siglo XIX, ofrece algunos elementos sugerentes sobre la cesión de bienes en el volumen correspondiente a la historia del procedimiento, buena parte de cuya autoría cabe atribuirla al antiguo profesor de la Universidad de Pavia Pasquale Del Giudice. Para él, el Derecho intermedio y el estatutario italiano se muestran más exigentes que el Derecho romano en orden a los requisitos de la cesión de bienes, particularmente por lo que respecta a Milán y Florencia. Reproduce también referencias de Padua, Bolonia, Siena, Vercelli, Roma, Nápoles, Casale, Valtellina, Lucca, Piacenza, Génova, Siracusa, Brescia, Bona, Cremona, etc. Completa su d’Italia”, en Cuadernos informativos, 14 (Junio-1992), pp. 3231-3243; “Meditazioni sullo Allgemeines Landrecht für die preussischen Staaten”, en Historia del Derecho Privado. Trabajos en homenaje a Ferran Valls i Taberner, vol. X, Barcelona, 1989, pp. 2981-2998. 157 Tractatus illustrium in utraque tum pontificii, tum caesarei iuris facultate Iurisconsultorum universi iuris, Venezia, 1575; Venezia, 1584, tomo III, part. 2, fols. 179r-204r. 158 Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, Torino, 1902, pp. 457-463. 159 Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 6 vols., Padova, 1873-1888. - 32 - MENU SALIR información con textos de Derecho Canónico. Sin embargo, el conocimiento que tiene de las obras de Mateo Bruno De cessione bonorum y de Francesco Rocco, De decoctione mercatorum es indirecto a través de Fuchs y su libro publicado a inicios de la segunda mitad del siglo XIX160. Por contra, en la historia del derecho italiano dirigida por Pasquale Del Giudice, de la redacción del volumen tercero, dedicado a la historia del procedimiento civil y criminal, se ha encargado Giuseppe Salvioli aunque se limita a proporcionar muy escasa información sobre el procedimiento de cesión con referencia casi exclusiva al capítulo 248 de los estatutos de Como y a una alusión igualmente accidental que se recoge en los estatutos de Treviso161. Un recorrido histórico de la institución de la quiebra —pero circunscrito en un periodo limitado— lo efectúa Umberto Santarelli162. En concreto la cessio bonorum en el reino de Nápoles sería analizada por Sergio Zazzera en un artículo de muy pocas páginas163. Centrado en la legislación genovesa se encuentra el trabajo de Vito Piergiovanni sobre “Banchieri e falliti nelle ‘Decisiones de Mercatura’ della Rota Civile di Genova” integrante de un volumen de Diritto comune, Diritto commerciale, Diritto veneziano que constituye el cuaderno nº 31 de los publicados por el Centro Alemán de Estudios Venecianos a cargo de Karin Nehlsen von Stryk y Dieter Nörr164. Con un sentido netamente distinto, desde una perspectiva actual y no iushistórica, se plantea el problema de la cesión de bienes en la obra de Renato Miccio165 interrelacionando la quiebra y la cesión de bienes dentro del sistema general de garantías que se proyecta sobre el patrimonio del deudor, incidiendo en la naturaleza jurídica, en la estructura y en el fundamento del contrato de cesión, 160 Das Concursverfahren, Marburg, 1863. 161 Pasquale del Giudice, Storia del diritto italiano, vol. III, part. II, Storia della procedura civile e criminale, a cargo de Giuseppe Salvioli, Milano, 1927, pp. 674-675 y 695. 162 Per la Storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, Padova, 1964, 338 163 “«Zitabona». La «cessio bonorum» nel regno di Napoli”, publicado en Sodalitas. Scritti in pp. onore di Antonio Guarino, vol. 8, Napoli, 1984, pp. 3825-3833. 164 Fue editado en Venezia en 1985. En concreto ver pp. 17-38. 165 La cessione dei beni nel concordato, Milano, 1953, 303 pp. - 33 - MENU SALIR además de sus efectos y su ubicación en el concordato preventivo. Miccio es también autor de una obra posterior sobre la Locazione, publicada en Torino en 1967. Relacionada igualmente con el concordato preventivo se encuentra la obra, anterior en el tiempo, de Umberto Pipia166, y la de G. Lo Cascio167, y la más actual de Mario Caffi y Valter Rinaldi168. Dentro de la doctrina italiana reciente destacamos a Aurelio Donato Candian169, F. M. Dominedò170, Antonio Castana171, Renzo Provinciali172 —que dedica una buena parte de su estudio a los aspectos generales y al desarrollo histórico del Derecho de quiebras—, Aristide Foà173, Antonio Brunetti174, Umberto Santarelli175, Alberto Sciumè176, Mario Ghidini177, Ferdinando Salvi178 —quien 166 Del fallimento, del concordato preventivo e dei piccoli fallimenti, Torino, 1931. 167 Il concordato preventivo, 3ª ed., Milano, 1986, 630 pp. 168 Il concordato preventivo con cessione dei beni. Dall’omologa alla chiusura, Milano, 1995, 188 pp. La obra desarrolla, entre otras cuestiones, asuntos relativos a la administración del patrimonio, liquidación, distribución del activo, así como los problemas fiscales que pueden plantearse incluyendo, además, un total de 44 fórmulas de interés para el procedimiento. 169 “Nuove osservazioni sulla cessione dei beni ai creditori”, en Saggi di diritto, Milano, 1949, vol. VI, pp. 175-184. Aurelio Donato Candián también es autor de Il processo di concordato preventivo, Padova, 1937, 359 pp. y Il processo di fallimento, Padova, 1934 y 2ª ed., 1939, 534 pp. 170 “Concordato preventivo, fallimento e privilegio di cui all’art. 773 Cod. Comm.”, en Il Foro Italiano, 1932, pp. 1339-1345. Se trata de una nota jurídica y comentario a una sentencia. 171 La cessione dei beni ai creditori nelle diverse fattispecie, Milano, 1957, 363 pp. 172 Manuale di diritto fallimentare, 5ª ed., Milano, 1969; con Ragusa Maggiore, Istituzioni di diritto fallimentare, Padova, 1988, XXI+979 pp. 173 “Cessione dei beni ai creditori”, en Rivista del Diritto commerciale e del Diritto generale delle obbligazioni, XXXII, nº 1 (1934), 38 pp. de la separata. 174 Diritto fallimentare italiano, Roma, 1932, XXIV+784 pp., trad. de J. Rodríguez, México, 1945, 336 pp.; Diritto concorsuale: lezioni, fallimento, concordato preventivo, amministrazione controllata, liquidazione coatta ammnistrativa secondo la legge 16 marzo 1942, 2ª ed., Padova, 1944, XIX+368 pp. 175 Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, Padova, 1964, 338 176 Ricerche sul fallimento nel Diritto moderno, vol. I, Il momento settecentesco, Milano, 1985, pp. 190 pp. 177 La cessione dei beni ai creditori, Milano, 1956. - 34 - MENU SALIR ofrece una sugerente reflexión en torno a la figura de la cesión de bienes, centrándose en su naturaleza jurídica—, Carlo D’Avack179 —que sitúa su monografía en la naturaleza jurídica de la quiebra desde la doble consideración procesal y administrativa—, Luigi Daniele180, V. Cominelli181, etc., o los comentarios al Codice Civile de 1942 a cargo de Antonio Scialoja y Giuseppe Branca, en concreto al libro cuarto dedicado a las obligaciones y, en particular, los arts. 1977-1986 de la cesión de bienes de los que se ocuparía Ferdinando Salvi182. Resultan igualmente interesantes los comentarios a la jurisprudencia italiana, francesa, belga e inglesa efectuados bajo la dirección de Salvatore Galgano183 quien fuera Director del Istituto di studi legislativi de Roma en una ardua tarea basada en la recopilación de fallos judiciales en materia de Derecho mercantil, marítimo, aeronáutico e industrial, pero la verdad sea dicha aportan mucho sobre la quiebra, pero bien poco sobre la cesión de bienes, por no decir prácticamente nada y eso sin que nos pongamos a hacer valoraciones extremistas. De mayor trascendencia es el estudio de Sergio Sotgia, La cessione dei beni ai creditori, publicado en Torino184, como parte integrante del vol. IX, tomo 3, fasc. 2 del Trattato di diritto civile italiano, dirigido por Filippo Vassali, del que aparece en Barcelona en el año 1961 una traducción al castellano con notas y comentarios de G. Gambón Alix, con el título La cesión de bienes y un total de 259 pp., del que nos interesa sobre todo el capítulo primero que recoge el desenvolvimiento histórico de la cesión de bienes, en el Derecho romano, medieval, francés e italiano, sin menospreciar los capítulos segundo y tercero en torno a la naturaleza jurídica de la cesión o los siguientes dedicados al contrato de cesión o al convenio 178 La cessione dei beni ai creditori, Milano, 1947, 264 pp. 179 La natura giuridica del fallimento, Padova, 1940, XI+215 pp. 180 Il fallimento nel Diritto internazionale privato e processuale, Padova, 1987, XIII+395 pp. 181 La procedura dei piccoli fallimenti secondo le disposizioni recenti, Roma, 1932, 70 pp. 182 La obra fue editada en Bologna y Roma en 1974. 183 Giurisprudenza comparata di Diritto Commerciale-Marittimo Aeronautico-Industriale e d’Autore (Con cenni di Legislazione e Bibliografia Internazionale) vol. I, Roma, 1937; vol. III, Roma, 1938. 184 Torino, 1957, VIII+119 pp. - 35 - MENU SALIR —estructura, elementos, objeto, contenido, forma, efectos, extinción y relaciones con la quiebra—. También entra en materia de cesión Enzo Nardi cuando compara los artículos del Código Civil italiano con sus precedentes en el Derecho romano185, aunque de forma brevísima. En el derecho positivo codificado alemán abundan los trabajos sobre Derecho concursal, entre los que destacaríamos, entre otros, los de W. Selb186 o Gösta Kedner187, con un tratamiento marginal de la cesión. La publicación castellana con numerosas anotaciones sobre el derecho español llevada a cabo por el Catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Murcia, Antonio Pérez Martín, de la obra de Helmut Coing, Europäisches Privatrecht, en dos volúmenes, uno hasta inicios del siglo XIX y otro que cubre buena parte de la codificación y de las transformaciones operadas en el ochocientos dentro del Derecho Civil europeo, nos permite situar los distintos tipos de cesión, pero, la verdad sea dicha, sobre la cesión de bienes es muy escueto y elemental —como en tantos otros casos— lo que aporta el autor; no alcanza a llenar un breve párrafo188 para toda la historia medieval y moderna de la institución. En un plano que nos aventura a una interrelación entre la figura de la cesión y la crisis empresarial, mostrando nuestra institución como favorable al principio de conservación de empresas nos interesa dejar apuntados, sin entrar en mayores desarrollos —ya que quedaría más allá de las fronteras que delimitan nuestra tarea—, algunos trabajos. Así, Michael Moss y Philippe Jobert son los editores de una obra colectiva que tiene por título Naissance et mort des entreprises en Europe, XIXe-XXe siècles, cuya edición ha llevado a cabo la Universidad de Bourgogne a través del Centre Georges Chevrier de Historia del Derecho y de las 185 Codice civile e diritto romano. Gli articoli del vigente codice civile nei loro precedenti romanistici, Milano, 1997, IX+130 pp. 186 Mehrheiten von Gläubigern und Schulnern, Tübingen, 1984, con un total de XXXV+310 pp 187 Företagskonkurser: problem; analys; utvärdering; atgärder, Skanska centraltrykeziet, Lund, 1975, XI+569 pp. 188 Helmut Coing, Derecho Privado Europeo, trad. española de A. Pérez Martín, Madrid, 1996, vol. II, p. 535. - 36 - MENU SALIR Instituciones. El libro apareció en 1995 y en el mismo se recogen estudios diversos de carácter nacional, local y regional a cargo de François Crouzet, JeanClaude Chevallier, T.C. Owen, M. Dritsas, R. Gömmel y F. Stevens, entre otros. En la misma línea e igualmente dentro de un marco comparativístico resulta de interés la consulta de la obra colectiva editada y coordinada principalmente por Maurice Kirby, aparecida en 1994, Business Enterprises in Modern Britain. En el Instituto Europeo Badia Fiesolana de Florencia se ha publicado, en 1991, un resumen de 11 páginas del trabajo de investigación más amplio desarrollado por Jean-Daniel Guigon, sobre Should Bankruptcy Proceedings Be Initiated by a Mixed Creditor Shareholder?, con bibliografía selectiva en sus dos últimas páginas. En lo que respecta al derecho anglosajón es un libro clásico de William A. S. Westoby, quien, en trabajo dedicado al rey Leopoldo I de Bélgica, traza las líneas generales del Derecho comercial inglés, basándose en la jurisprudencia, con claridad meridiana desde el punto de vista conceptual189, aunque siempre el norte de referencia ha de ser volver a Glanvill y a su obra De Legibus et Consuetudinibus Regni Angliae190, o a William Blackstone, con las reservas que sus Commentaires on the Laws of England191 merecen por lo que respecta al Derecho mercantil192, o a trabajos también clásicos como los de W. F. Walsh193 o de H. E. Willis194 y en cuanto a los Estados Unidos destacan algunas referencias no demasiado desarrolladas a la bancarrota en la obra conjunta en dos 189 Résume de Législation anglaise en matière civile et commerciale, Bruxelles, 1854, cap. 18, pp. 245-281. 190 Edición de G. E. Woodbine, New Haven, 1932, IX+306 pp. 191 Hay una traducción francesa de Jognet, Analyse des lois anglaises précédée d’un discours préliminaire sur l’étude des lois, Paris, 1803, LVIII+260 pp. 192 «L’édition de Paris des Commentaires de Blackstone, publié en 1822, est le livre le plus utile et le plus étendu sur les principes généraux du Droit anglais; mais cet ouvrage est devenu insuffisant depuis les modifications récentes apportées à la loi, et puis Blackstone n’a pas traité, ou a traité fort sommairement, plusieurs des points les plus importants de la législation commerciale» (William A. S. Westoby, Résumé de législation anglaise, p. VIII). 193 A History of Anglo-American Law, 2ª ed., Indianapolis, 1932, XIX+447 pp. 194 “Consideration in the Anglo-American Law of Contracts (A Historical Summary)”, en Indiana Law Journal, 8 (Noviembre-1932), pp. 93-115 y 8 (Diciembre-1932), pp. 153-173. - 37 - MENU SALIR volúmenes, de Essel R. Dilavou, profesor de la Universidad de Illinois, y de Charles G. Howard, profesor de la de Oregon195. Un artículo de K. J. Delaney196 analiza un total de 11 quiebras de empresas filiales de Manville Corporation. Es un ejemplo claro sobre la teoría de la hegemonía financiera y la incompetencia de algunos empresarios para resolver los problemas que plantea el mercado. Por otra parte, A. McConnell ha descrito el procedimiento de quiebra de W. Harris, fabricante de instrumentos ópticos en 1830197. Los costes teóricos de la quiebra y la observación empírica de resultados han sido examinados en un detallado estudio promovido por el Solomo Brothers Center for de Study of Financial Institutions de la New York University, que ha llevado a cabo M. J. White198 y con carácter general se contempla la quiebra en el derecho americano por parte de Guido Rossi199, pero no aparece el instituto que nos preocupa, de la cesión de bienes. Una visión de conjunto sobre las leyes de quiebras —al margen de la cesión— en los países occidentales nos la ofrecía A. Stelmachowski en Prawo upadlosciowe ziem zachodnich, Poznan, 1932, mientras que en el Derecho búlgaro Kr. Tihcev ha estudiado el concordato preventivo200. La cesión en el derecho andorrano ha sido abordada de forma parcial por Christa König en Das Zivil- und Verfahrensrecht in Andorra uns die Probleme seiner praktischen Anwendung, publicado en Frankfurt am Main, Bern y Las Vegas201. Encontramos además algunos trabajos recopilatorios de sentencias del Juez de Apelaciones del Principado y del Tribunal Superior de Perpignan donde se 195 196 Principles of Business Law, Washington, 1944, 990 pp. “Control Dusing Corporate crisis: Asbestos and Manville Bankruptcy”, en The Insurgent Sociologist, vol. 16, nº 2/3 (1989), pp. 51-74. 197 “Bankrupcy Proceeding Against William Harris, optician, of Cornhill, 1830”, en Annals of Science, vol. 51, nº 3 (1994), pp. 273-279. 198 Bankruptcy Costs: Theory and Evidence, New York, 1981. 199 Il fallimento nel diritto americano, con “Prólogo” de Mario Rotondi, Padova, 1956, 247 pp. 200 Komentar na zakona za predpaznia konkordat, Sofia, 1932, 180 pp. 201 En concreto nos interesan las pp. 178-179. - 38 - MENU SALIR alude a nuestra institución202. Jean-A. Brutails no sólo la mencionó de pasada203, sino que hizo precisiones útiles en una obra suya muy importante para el conocimiento del Derecho del pasado de los valles. La relación entre la bancarrota y la cesión de bienes y su distinción de la faillite en el derecho medieval y moderno de Francia con anterioridad a la Ordenanza del Comercio Terrestre de 1673 es materia que ha sido estudiada por Armand Guillon en su tesis doctoral defendida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Rennes el 5 de diciembre de 1903204. Por otra parte, es evidente que toda quiebra —al igual que la cesión— produce una serie de consecuencias lógicas en la esfera económico-patrimonial del deudor afectado por la misma y en sus contratos y negocios. Pues bien, los efectos de la quiebra en los contratos del deudor —muchos de ellos extensibles al no comerciante— fueron objeto de investigación en la memoria doctoral presentada por Emile Taillens en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lausanne en 1950, concretamente sobre su existencia y ejecución (207 pp.). En su calidad de miembro de la Asamblea Nacional manifiesta sus diversas opiniones sobre temas paralelos en tan sólo 28 páginas François Simonnet d’Escolmiers, más conocido como Coulmiers, quien fuera párroco de Abbecourt a la vez que participó en la Asamblea Nacional como diputado205. En la Université de Paris II, Panthéon-Assas, defendió en su Facultad de Derecho una tesis de Derecho mercantil, dirigida por J. Foyer, catedrático de dicho 202 Carles Obiols i Taberner, Jurisprudència civil andorrana. Jutjat d’apel.lacions:1945-1966, Andorra la Vella, 1969, 507 pp.; Paul Ourliac, La Jurisprudence civile d’Andorre. Arrêts du Tribunal Supérieur de Perpignan: 1947-1970, Andorra la Vella, 1972, 315 pp. 203 Jean-Auguste Brutails, La Coutume d’Andorre, Andorra la Vella, 1965, 2ª ed., 384 pp.; en particular pp. 106 y 307-309. 204 Essai historique sur la Législation Française des Faillites et Banqueroutes avant 1673, publicada en Paris en 1903. De dicha tesis formaron parte como miembros del tribunal Blondel, Ferradou y Lerebours-Pigeonnière. Las conclusiones a las que llega en pp. 123-125 tratan brevemente de poner en consonancia la Ordenanza de 1673 con el Código de Comercio de 1807, es decir tienen un sentido de continuidad temática pero en nada afecta a la materia desarrollada en el contenido de su propia tesis. 205 Ni banqueroute, ni papier monnaie, Paris, 1790. - 39 - MENU SALIR ateneo, J. Rosabal, sobre L’entreprise individuelle à responsabilité limitée en droit comparé, en 1988, en la que, a lo largo de sus 415 páginas y más de un centenar de referencias bibliográficas, trata de analizar los sistemas normativos que —en Europa y en América Central— han introducido en su derecho positivo la empresa individual de responsabilidad limitada, y en concreto su funcionamiento, desaparición, crisis y liquidación de la misma, bien por vía concursal —que sería la que a nosotros nos interesa— o de tranformación en otra entidad. Muchos años antes se había defendido en dicho Ateneo en el curso 1910-1911 —para ser más precisos el día 8 de junio de 1911— la tesis doctoral de Lucien Kaeuffer206 editada por L. Larose y L. Tenin, siendo miembros integrantes del tribunal encargado de enjuiciar la memoria Saleilles, Massigli y Capitant. Sin embargo, la institución alemana que nos muestra Kaeuffer dista un tanto de la cesión de bienes que a nosotros nos interesa, ya que se trata de una figura sucesoria inter vivos con estipulación de una renta vitalicia (Altenteil) predominante en el ámbito rural y, por tanto, perteneciente al derecho sucesorio agrario como elemento clave de la economía de un país, y reglamentada básicamente por normas consuetudinarias. De hecho, la institución analizada por Kaeuffer persigue la continuidad de la explotación agraria a través de la cesión de la misma a un sucesor adecuado cuando su titular no se encuentre lo suficientemente capacitado para continuarla. Y el contrato que concluye un agricultor con su sucesor —normalmente un miembro de su familia— para transmitirle un bien concreto a cambio de ciertas prestaciones lo denomina Kaeuffer contrato de cesión del bien (Gutsüberlassungsvertrag) y tiene su origen en el antiguo derecho privado germánico. Los posibles perjuicios que puedan sufrir los acreedores del cedente, sobre todo cuando éste actúa de mala fe se tratan de subsanar con la regulación contenida en la ley de 21 de julio de 1879 que impone la anulación de todo acto de un deudor al margen de la quiebra y ofrece las mismas garantías que el artículo 1167 del Código de Napoleón. En cuanto a la naturaleza jurídica de este contrato, la doctrina oscila entre la venta, la donación, la sucesión anticipada, pacto hereditario o acto especial del derecho alemán. No creemos necesario resaltar 206 De la cession de bien allemande avec stipulation d’un Altenteil, Paris, 1911, 124 pp. - 40 - MENU SALIR más aspectos de esta memoria doctoral ya que estimamos que ha quedado suficientemente claro que se aleja de nuestro objeto de estudio, aunque sí hemos visto interesante exponer someramente sus principales características por la afinidad terminológica y ciertas coincidencias formales aunque no en cuanto a finalidad, contexto y requisitos. Más útil e interesante resulta para nuestro estudio la tesis que en la Université de Rennes presentó Jacques Durand sobre La cession de biens volontaire?207, que coincide temáticamente con la de Étienne P. Fabius, De la cession de biens volontaire208, defendida en la Facultad de Derecho de Paris, el día 8 de junio de 1909209 y con la de Paul Fontaine210, De la cession de biens volontaire (concordats amiables), presentada en la misma Universidad de Paris, pocos años antes, concretamente el 27 de mayo de 1903 y con una extensión algo superior a las anteriores que acabamos de indicar211. A la rehabilitación del quebrado tanto en el supuesto de quiebra con consecuencias penales como cuando no cabe apreciar —por las circunstancias concurrentes— la existencia de una conducta delictiva y al margen de la cesión, dedicó un total de 294 páginas H. Roger en su obra La réhabilitation des faillis et 207 Rennes, 1938, 127 pp. 208 El Tribunal ante el que fue defendida estaba formado por Wahl como presidente y por los profesores Massigli y Piedelièvre y publicada por Arthur Rousseau. Analiza el concepto y las ventajas de la institución a partir de la legislación vigente, para pasar a un breve repaso histórico antes de profundizar en su naturaleza jurídica, ámbito de aplicación, condiciones para su validez y efectos, finalizando con una escueta pero valiosa conclusión. 209 Paris, 1909, 147 pp. 210 Conviene no confundir a este Paul Fontaine con otro homónimo contemporáneo, conocido por sus estudios en materia de navegación marítima, ad ex., Les Livres de marine et de navigation, Paris, 1880. En este caso el tribunal que enjuició su memoria doctoral lo conformaban Thaller, Boistel y Colin y la publicación corrió a cargo de Arthur Rousseau, como en el supuesto anterior. Comienza Fontaine con una declaración de propósitos para detenerse luego en el capítulo que verdaderamente nos interesa basado en la evolución histórica en el derecho romano, antiguo derecho francés y codificación. 211 Alcanza las 221 págs. - 41 - MENU SALIR des banqueroutiers, publicada en Paris, a principios de siglo, concretamente en el año 1911. Para un planteamiento general dentro de la historia del derecho privado francés siguen siendo útiles las obras de M. Garaud212 y Paul Viollet, en sus variadas versiones213. El tradicional papel del auditor o comisario contenido en la Ley de 24 de julio de 1966 caracterizado por la permanencia y la no intromisión, así como por la obligación de denunciar cualquier elemento que pudiera descubrir constitutivo de delito sería analizado en la tesis de nuevo doctorado defendida por Michel Aime en la Universidad de Paris II titulada Le commissaire aux comptes et l’état de cessation des paiements, en 1989, que además se detiene en las modificaciones introducidas en la mencionada figura por la ley contable de 30 de abril de 1983 o la ley de 1 de marzo de 1984 encaminada a prevenir las dificultades de las empresas. Resalta también el concepto de suspensión de pagos que ha sido desarrollado jurisprudencialmente y en el que coincidían los tribunales hasta una sentencia del Tribunal francés de casación de 14 de febrero de 1978. La ley de 25 de enero de 1985 establecería definitivamente la suspensión de pagos como la imposibilidad de hacer frente al pasivo exigible con el activo disponible. Con la nueva normativa el auditor dispone de material legislativo y jurisprudencial que le permite intervenir de forma clara en su papel preventivo. Todo este material puede resultar de utilidad cuando el cese en los pagos desemboca en la cesión de bienes. 212 Histoire générale du droit privé français de 1789 à 1804, vol. I, Paris, 1953 ; vol. II, 1958 y vol. III, 1978. 213 Précis de l’histoire du droit français, accompagné de notions de droit canonique et d’indications bibliographiques, vol. II, La famille, les biens et les contrats, Paris 1886, y reimp. 1966, en un sólo volumen del conjunto de la obra en 804 pp.; Droit privé et sources. Histoire du droit civil français accompagnée de notions de droit canonique et d’indications bibliographiques, Paris, 1893, 942 pp.; Paris, 1905 y 3ª ed. reimp. anastática, 1966. A Paul Viollet se debe también un trabajo sobre Les sources des Établissements de Saint Louis, Paris, 1877 que en un total de 101 pp. recoge el texto de un curso impartido en la Acadèmie des Inscriptions et Belles Lettres el 2 de febrero, y el 2, 9 y 23 de marzo de 1877, así como Établissements de Saint Louis, en 4 vols., Paris, 1881-1886. - 42 - MENU SALIR El Centro de Investigaciones del Instituto de Estudios Judiciales de la Universidad de Paris, Panthéon-Assas, publicó en 1993 un estudio en dos volúmenes que llevaría por título Le traitement judiciaire du surendettement des particuliers et des familles: bilan d’application de la Loi nº 89-1010 du 31 décembre 1989. Sobre la misma ley se editaría, con carácter oficial, en 1991 un Rapport sur l’application de la Loi nº 89-1010 du 31 décembre 1989 relative à la prévention et au règlement des difficultées liées au surendettement des particuliers et des familles, con un total de VI+205 páginas, cuya presentación correría a cargo de Roger Leron; un escueto informe de 37 páginas a cargo del Ministerio de Justicia francés, Loi du 31 décembre 1989. Élaboration du plan de redressement judiciaire civil: aspects juridiques et financiers publicado por la Asociación de estudios e investigaciones de la Escuela Nacional de la Magistratura y reeditado por JeanFrançois Goux y Pascal Ancel, y más recientemente, en 1995, y con limitaciones temporales, por parte del Instituto Nacional de Consumo francés una Évaluation de la loi sur le surendettement des particuliers du 31 décembre 1989: analyse de 502 plans amiables et judiciaires sur la période 1991 à 1994, con la participación, entre otros, de Olivier Eon, Bernard Jeannot y Chantal Martin. Dicha ley sería también comentada por Jacqueline Jamet en su obra Le Surendettement des particuliers: commentaire de la loi nº 89-1010 du 31 décembre 1989 relative à la prévention et au règlement des difficultés liées au surendettement des particuliers et des familles que entró en vigor el 1 de marzo de 1990, con 188 páginas, publicada en Paris en 1990 en una colección dedicada a los comentarios de textos jurídicos de actualidad. Sobre su aplicación por parte de los Tribunales se pronunciaría el Centre de recherches critiques sur le droit de Saint-Étienne, L’application de la loi du 31 décembre 1989 par les tribunaux de la région RhôneAlpes, a partir de un encuesta en la que tomaron parte bajo la dirección de Pascal Ancel, Leïla Bounechada, Valérie Jolivet, además de otras destacadas personalidades, a iniciativa del Ministerio de Justicia, cuyo resultado fueron dos volúmenes que vieron la luz en Paris en 1993. Carácter preventivo revestían las 16 páginas que la Organización general de consumidores francesa publicó en 1991 en Bourg-en-Bresse en torno a La prévention du surendettement, así como - 43 - MENU SALIR el trabajo de 176 páginas en el que intervinieron diferentes organismos como el Consejo de Investigación del Ministerio de Justicia francés, el Centro de Investigaciones Éconómicas de l’Université de Saint-Étienne, el Centro de estudios sobre la Moneda, las finanzas y la banca de la Université Lumière Lyon 2, en cuya edición publicada en Paris en 1993, participaron Jean François Goux, Gilles Jacoud, Daniel Ndoumbe y Myriam Normand. Anteriormente había tenido lugar en Amiens, concretamente el 22 de junio de 1989, una jornada de trabajo sobre el tema Colloque Surendettement a cargo del Centro Técnico Regional de Consumo, cuyas actas serían publicadas en la misma fecha con un total de 168 páginas. El Comité Consultivo del Consejo Nacional de Crédito publicaría un informe que abarcaba los años 1994-1995214. Lógicamente la prevención del endeudamiento haría innecesario en numerosas ocasiones el recurso a la cesión de bienes. Una perspectiva más financiera y ambiciosa reflejó Joseph Carles en su obra, Gérer l’endettement: entreprises, collectivités locales, ménages, État215, donde aborda, entre otros muchos, problemas de mayor envergadura como la deuda pública o los préstamos del Estado. El endeudamiento ha sido objeto de numerosos congresos monográficos (a algunos de los cuales ya nos hemos referido). En este momento destacamos el celebrado en Angers los días 5-6 de octubre de 1995 y en concreto Le surendettement des particuliers216, que se publicó en la capital de Francia bajo la dirección de Michel Gardaz y con la participación, entre otros, de Pascal Ancel, Luc Bihl y Christian Bucher o el que tuvo lugar en Metz el 25 de mayo de 1991, organizado por el Centro de formación profesional de los abogados de la Corte de apelación de Metz, La faillite civile d’Alsace-Moselle: de l’héritage au renouveau, cuyas actas se editaron por el Instituto de Derecho Local de Estrasburgo en 1992 dentro de la colección Publications de l’Institut du droit local alsacien-mosellan217. El mismo tema sería examinado en la sesión de formación continua — 214 Apareció en Paris, 1995, V+227 pp. 215 Paris, 1992, XI+256 pp. 216 Paris, 1997, IX+383 pp. 217 Se recogieron en un volumen reducido de 135 pp. - 44 - MENU SALIR Surendettement, état des questions— organizada por la Escuela Nacional de la Magistratura en diciembre de 1991 bajo la dirección de Dominique Francke, Bernard Lagriffoul y Thierry Verheyde, junto a otros especialistas en la materia. La publicación la llevaría a cabo al año siguiente la Asociación de estudios e investigaciones de la mencionada Escuela Nacional218. En otra sesión de formación continua celebrada anteriormente —noviembre de 1991—, a cargo del mismo organismo, se trataría el tema de Consommation et surendettement, esta vez bajo la dirección de Danièle Ferrier y publicada igualmente por la antes aludida Asociación de estudios e investigaciones en 1991219. En el aspecto procedimental se centraría el estudio de la École nationale de greffes220, Le greffier du juge de l’exécution et la procédure de surendettement221, con la colaboración de Aline Galloux o el tomo segundo del volumen primero de Taormina Gilles, Le nouveau droit des procédures d’exécution et de distribution que versa sobre el tema en cuestión, Surendettement et autres contentieux de l’exécution, aparecido hace algunos años222. Un abogado de Amsterdam había estudiado la cesión en el derecho holandés, comparándolo con su regulación en el Código Civil francés de 1804. Fue editado su trabajo en 1812223. Más curiosa resulta la tesis de Oussama Ajouz, que compara —en el ámbito penal— la bancarrota en el derecho francés y el libanés224. Exclusivamente dedicada al delito de bancarrota se encuentra la tesis 218 Bordeaux, 1992, 141 pp. 219 Bordeaux, 1991, 64 pp. 220 A la misma Escuela se debe Le surendettement des particuliers et des familles, Dijon, 1993, publicado por Aline Galloux con la colaboración, entre otros de Béatrice Gayet. 221 Dijon, 1997. 222 Se publicó en Vélizy, 1994, 500 pp. 223 M. W. Y. van Hamesveld, Verhandeling over het Middel van boedelafsveld of cessie, Amsterdam, 1812. 224 La banqueroute en droit compare français et libanais, tesis de doctorado de estado, Université de Lyon III, Lyon, 1974. - 45 - MENU SALIR de Marie-Christ Sordino leída en la Université de Montpellier I en 1993225 que se ha publicado en 1996226. Algo más alejada de nuestra materia se encuentra la tesis del sudafricano Frans Heinrich Grosskopf, Die geskiedenis van die sessie van vorderingsregte, que defendió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Leiden el 13 de enero de 1960, y publicada dentro de la colección “Luctor et Emergo”, esa misma fecha227, en la que contrasta el derecho romano con la tradición romanística y el derecho holandés sobre cesión, aunque referido fundamentalmente a otro tipo de acciones distintas de la propia de la cesión de bienes, además de la novación. La tesis de Dominique Lencou, sobre La faillite personnelle et la banqueroute, con el aval científico de la Université de Bordeaux I en 1978, puede ser consultada al haber sido reproducida por el servicio de edición de tesis de la Université Pierre Mèndes-France de Grenoble II228, aunque no sea útil para la cesión de bienes. En ya la mencionada Universidad de Bordeaux I destaca la Memoria de Diploma de Estudios Superiores de A. M. Borg, De quelques infractions de commission dans le droit comparé de la banqueroute, en el año 1974. Fue en la Université de Montpellier donde en 1925 Paul-Émile Vercier presentó su tesis sobre La clôture de la faillite et de la liquidation judiciaire pour cause d’insuffisance d’actif229. La tesis de Patrick Saint Sever —dirigida por Eddy Bloy— estudia el influjo de la quiebra en la economía230 y la de Christian Guyon, cuya dirección corrió a cargo de Daniel Vitry en la Universidad de Paris II, se ocupa de una nueva forma de análisis y gestión financiera que permita descubrir y prevenir estratégicamente una posible crisis231. En aspectos financieros aunque, esta vez 225 Le délit de banqueroute: contribution à un droit pénal des procédures collectives, tesis nuevo doctorado en Derecho, Université de Montpellier I, Montpellier, 1993. 226 Con un “Préface” de M. Cabrillac, Paris, 1996. 227 Apareció en un volumen de X+164 páginas. 228 Grenoble, 1980, 245 pp. 229 Se publicó en la Imp. Bosc frères & Riu, Montpellier, 1925, 188 pp. 230 Les faillites dans l’économie, tesis de nuevo doctorado, texto mecanografiado, Université de Lyon II, Lyon, 1988. 231 La Trésorerie d’explotation, nouveau concept d’analyse et de gestions financières, tesis de - 46 - MENU SALIR limitado al ámbito bancario, se mueve la tesis de nuevo doctorado de Amine Tarazi, Risque bancaire, deréglementation financière et réglementation prudentielle. Une analyse en termes d’esperance-variance, presentada en 1992 en la Université de Limoges. Es, asimismo, destacable por su relación con las situaciones de dificultad en el pago, la tesis de tercer ciclo defendida, en 1980, en la Universidad de Provence III por Jean-Louis Boisneault que lleva por título De la cessation des paiements à la situation difficile comme critère du déclénchement des procédures collectives de règlement du passif232. Desde otra perspectiva — esta vez penal— se analiza el tema de quiebras y bancarrotas en la tesis doctoral de Gabriel Cognacq233. Un estudio sí directamente relacionado con la cesión de bienes al término del Antiguo Régimen como contribución a la historia de la quiebra ha sido llevado a cabo por Veronique Demars-Sion234, docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lille II (Derecho y Ciencias de la Salud) y vinculada al Centre d’Histoire Judiciare del Centre National de la Recherche Scientifique (URA, nº 1241) que tiene su sede en esta propia Universidad, quien previamente había analizado la institución en los Países Bajos meridionales, perfilando si se trataba de una copia de las soluciones francesas o si por el contrario había servido de modelo a las mismas235. El concepto de cesión en el Derecho francés histórico también es ofrecido por el ya mencionado Claude Joseph de Ferrière236. doctorado de Estado, Université de Paris II, Panthéon-Assas, Paris, 1986. 232 Aix-en-Provence, 1980, 489 folios. 233 Crimes et délits commis à l’occasion d’une faillite par d’autres que le failli, Paris, 1905, 99 pp. 234 “Contribution à l’histoire de la faillite: étude sur la cession de biens à la fin de l’Ancien Régime”, en Revue historique de droit français et étranger, vol. 75, nº 1 (enero/marzo, 1997), pp. 33-89. 235 Veronique Demars-Sion, “La réglementation de la cession de biens dans les Pays-Bas méridionaux: copie ou modèle des solutions françaises?”, en Cahiers du Centre de Recherches en Histoire du Droit et des Institutions, 5-6 (1996) pp. 131-154. 236 Aparte de sus citados comentarios al Digesto, cuenta con un importante y útil Dictionnaire de droit et de pratique contenant l’explication de termes de Droit, d’Ordenances, de Coutumes et de Pratique, avec les jurisdictions de France, Paris, 1769; Toulouse, 1779 y una traducción y anotación de las Instituciones (Les Institutes de l’Empereur Justinian avec des observations pour - 47 - MENU SALIR En el año 1993, Françoise Biotti Barchiesi Drugeon defendería una tesis en la Université de Paris II donde se ocupaba de la evolución de la regulación de la quiebra y bancarrota desde el Renacimiento al fin del Antiguo Régimen, bajo la dirección de Jean Hilaire, actualmente profesor honorario de la citada Universidad y que, en su síntesis introductoria al Derecho mercantil histórico, contempla no sólo la quiebra y la bancarrota sino también la cesión de bienes en el derecho romano (a tenor de lo escrito por Hilaire no nos queda claro que haya sido capaz de conceptualizar adecuadamente esta institución y que distinga con nitidez lo que es la bonorum distractio), en las ferias de la Champagne y la recepción de la cesión en los territorios de derecho escrito del Sur a partir del siglo XIII237. Presenta Biotti Barchiesi un estudio sobre el carácter relativamente reciente del actual derecho de quiebras ya que durante siglos se había producido una confusión entre la materia concursal propiamente dicha con la regulación de los supuestos de incumplimiento contractual. A partir del siglo XVI, el derecho romano, el común, el comercial y el estatutario italiano, permiten sentar las bases para una nueva reglamentación. Así en el siglo XVII tendrá lugar el desarrollo de los procedimientos concursales específicos elaborados básicamente a partir de la práctica, e igualmente aparecerá la primera normativa comercial que recogería las reglas aplicables a la quiebra, incluyendo los supuestos en que era necesaria la intervención del derecho penal por su carácter fraudulento, mientras que en el siglo XVIII —tras un fuerte desarrollo económico— se multiplicarían los casos de quiebras y crisis empresariales sometiéndose a la competencia de los tribunales consulares que permitió un avance decisivo a nivel jurídico; sin embargo, no se llegó ni a una completa despenalización ni elaboración de la materia. En consecuencia, el fin primordial de su trabajo es mostrar como se desarrolla el derecho de quiebras y bancarrotas en cada etapa histórica. l’intelligence de ce qui est obscur, ou de ce qui a été abrogé par le Droit des Novelles, Lyon, 1702, 2 vols., 497+507 pp.). 237 Jean Hilaire, Introduction historique au droit commercial, Paris, 1986, pp. 307, nº 188; p. 314, nº 193; pp. 316-317, nº 195; pp. 321-322, nº 200 y p. 327, nº 203. - 48 - MENU SALIR En conexión con lo anteriormente apuntado en cuanto a la problemática de las crisis de sociedades y compañías encontramos un estudio llevado a cabo por M. Laferrere, en “Histoire d’un site industriel, l’usine Rhône-Poulenc de Roussillon”238 referente a la evolución y crisis experimentada por una empresa química de Isère en el Rosellón, fundada en 1915. La transmisión internacional de la crisis financiera de 1929 y la crisis bancaria de 1931, con sus repercusiones en el ámbito de las crisis de sociedades mercantiles, ha sido brevemente, pero de forma muy certera, en contraste con la crisis de 1983, diseñada por R. Sedillot, en un breve artículo sobre una crisis bancaria239. Por otro lado, J. Gaber en su tesis de tercer ciclo, defendida en el Institut de Gestion de la Université de Rennes I, dirigida por C. A. Vailhen, analiza los gastos de la quiebra de empresas, centrándose en el estudio de cincuenta sociedades francesas, tanto por lo referente al aumento de capital como al endeudamiento creciente240. Algunos autores se detienen en la materia desde la perspectiva del Derecho positivo a través del estudio de normas particulares. Es el caso de la obra en tres volúmenes de Charles Saint-Nexant de Gagemon sobre quiebras y bancarrotas241, o la de Bédarride en dos volumenes, Traité des faillites et banqueroutes, ou commentaire de la loi du 28 mai 1838, cuya primera edición fue publicada en Paris en 1838, y la segunda —en la misma ciudad— diez años más tarde. Preocupado por la protección del deudor —que, en muchas ocasiones, suele ser la parte más débil en toda esta problemática, a salvo digamos de aquellos casos provocados maliciosamente por él mismo perjudicando a sus acreedores de los que se ocupa el Derecho Penal— se muestra Stefan A. Riesenfeld en su extensa obra Cases and Materials on Creditor’s Remedies and Debtor’s Protection242. En torno a la liquidación judicial puede considerarse una elaboración 238 Se publicó en la Revue de géographie de Lyon, vol. 59, nº 4 (1984), pp. 249-259. 239 “La crise bancaire de 1931”, en Eurépargne, vol. 13, nº 6 (1983), pp. 18-20. 240 Défaillance d’entreprise et côut du capital, Université de Rennes, Rennes, 1983. 241 Traité des faillites et banqueroutes d’apres la loi du 28 mai 1838, Paris, Videcog, 1840-1843, 3 vols., XII+464+439+458 pp. 242 St. Paul, Minnesotta, West. Publi. & Co., 1967, XXII+669 pp. - 49 - MENU SALIR cuidada la que realiza Jean Percerou en colaboración con M. Dessertaux243 y en una línea similar aparecen las obras de Jean-François Martin244. La evolución histórica de la quiebra hasta nuestros días se contempla en las 207 páginas que componen la obra de Daniel Desurvire Histoire de la banqueroute et faillite contemporain publicada en 1993 por la editorial L’Harmattan y una visión de un caso concreto de bancarrota histórica la ofrece Edgar Faure, la de Law245. En cualquier caso, seguimos fuera de la cesión. La perspectiva del Código Civil napoleónico nos la presenta un sinfín de trabajos y comentarios entre los que destacamos aquí a Pierre Villeneuve de Santi en Bonaparte et le code civil, publicado en Paris en 1934. Es económica la perspectiva empleada por Luc Marco en las páginas que configuran su trabajo La montée des faillites en France, XIXe-XXe siècles246, donde analiza problemas relacionados con balances, suspensiones de pagos y en general insolvencias. Anteriormente, en 1984, había defendido su tesis doctoral en torno al mismo tema en la Universidad de Paris I, bajo la dirección de Toutain, con el título Le flux économique des faillites en France (1820-1983). Essai sur la mortalite des entreprises. Carácter histórico presenta la tesis doctoral de Marina Loannatou, Affaires d’argent dans la correspondance de Cicéron (L’aristocrace senatoriale face à ses dettes), dirigida por Michel Humbert, presentada en la Universidad de Paris I, en 1997. Nos muestra una visión curiosa del endeudamiento de la aristocracia senatorial definido por el status y el rango social de sus representantes. La posición de los senadores romanos descansaba en la propiedad de las tierras 243 Des faillites et banqueroutes et des liquidations judiciaires, 3 vols., 2ª ed., Paris, 1935-1938, con un total de VII+1070+1055+526 pp. 244 La pratique du règlement judiciaire, liquidation de biens, faillite, banqueroute, 1ª ed., Paris, 1958. La 3ª edición apareció en Paris en 1976 y Redressement el liquidation judiciaires: faillite, banqueroute, 4ª ed., Paris, 1987, 256 pp. 245 246 La Banqueroute de Law: 17 juillet 1720, editado por Gallimard, Paris, 1977, 742 pp. Publicado en Paris, 1989, por L’Harmattan, 191 pp. En 1984 defendió su tesis en la Université Paris I, Le flux économique des faillites en France (1820-1983). Essai sur la mortalité des entreprises. - 50 - MENU SALIR pero, al mismo tiempo, carecían de liquidez y por ello necesitaban recurrir frecuentemente a los préstamos para financiar los gastos inherentes a la dignidad senatorial. Se trata de un endeudamiento dirigido básicamente a mantener una posición social y política y una aparente imagen ostentosa. Los acreedores se reconducían, al menos en parte, al círculo de familiares y amigos. Aparece el ius amicitiae, prestándose auxilio mutuo a través de servicios gratuitos de crédito constituyendo elevada expresión de la solidaridad financiera establecida entre parientes o amigos. Estos préstamos amistosos respondían básicamente a fines utilitarios destinados a hombres deseosos de dominar la escena política, pero no excluían el recurso a especialistas de las finanzas los cuales solían pertenecer a las clases elevadas y garantizaban servicios que constituían una réplica de los servicios bancarios propiamente dichos. Los hombres de carrera aparecen también en el universo de Cicerón aunque socialmente eran poco conocidos. El código de honor de la aristocracia determina la relación entre acreedores y deudores marcada básicamente por dos principios: evitar el recurso a los tribunales y pagar las deudas al vencimiento. La observancia de este código contrasta con la carencias del sistema bancario. Partiendo de un análisis histórico y comparado de la quiebra en Francia, Italia, Inglaterra y Bélgica para luego pasar a la jurisprudencia y la legislación austríaca, húngara, italiana, belga, inglesa y alemana sobre la quiebra en el derecho internacional, Thomas Stelian, que había realizado sus estudios jurídicos en la Universidad de Bucarest, presentó el 30 de junio de 1885 dos tesis en la Facultad de Derecho de la Universidad de París, la primera sobre la plebe en Roma hasta el siglo III a. J. C.247 y la segunda sobre la propia quiebra que mereció ser publicada en Paris en 1885248. De su Tribunal formó parte el famoso historiador del derecho francés A. Esmein y los prof. L. Renault, Rataud y Cauwès. Analiza la historia de la quiebra a través de obras elementales desde el punto de 247 La plèbe a Rome jusqu’au IIIe siècle avant Jésus-Christ, Paris, L. Larose et Forcel, 1885. 248 La faillite. Étude de Législation comparée et de droit international, Paris, L. Larose et Forcel, 1885, 271 pp. En la tesis analiza la naturaleza de la quiebra, los medios legales para evitar su declaración en Francia, Bélgica, Italia e Inglaterra, los efectos del juicio declarativo de quiebra y su - 51 - MENU SALIR vista historiográfico y de mayor utilidad para el derecho del siglo XIX como es la tercera edición del Tratado de Renouard sobre quiebras y bancarrotas, publicado en París en 1857249. La ley de 17 de febrero de 1874 modifica el Código Penal en relación a la bancarrota fraudulenta transformado en otro instituto penal diferente que es objeto de estudio por Stelian. Para el Derecho suizo, con significativas anotaciones históricas, señalamos las tesis presentadas en la Universidad de Zürich en 1958 por Ulrich Leuthard250, y en la Universidad de Berna por Hans Lenhard251; en Lausana por Rathgeb252 sobre el concordato y la de Ernst Jeker, publicada en Zürich al año siguiente de su defensa253, así como la obra de Ernst Blumenstein254. Igualmente relacionada con la materia de derecho concursal destacamos la tesis presentada en la Universidad de Lund por Dan Magnusson, publicada en 1978255. En el derecho belga destaca el análisis del concurso de acreedores efectuado por M. Gragory256, publicado en 1992, y que lleva por título Théorie générale du concurs de créanciers en droit belge, o la obra, mucho más amplia de René Dekkers, a pesar del título manualístico que se le da, Précis de droit civil belge, del que nos interesa, sobre todo, el décimo volumen dedicado a las obligaciones y contratos257. solución. 249 250 Traité des faillites et banqueroutes, Paris, 1857. Die Wirkung der Konkursverlutscheinforderung nach Beendigung des Konkurses, Zürich, 1958, en extracto de 64 páginas. 251 Widerspruchswerfahren und Widerspruchsklage nach den Bestimmugen des Bundesgesetzes vom II. April 1889 über Schuldbetreibung und Konkurs, Zürich, 1945, IV+120 pp. 252 253 Le concordat par abandon d’actif, Lausanne, 1932. Die Zustellung der Betreibungsurkunden nach schweizerisches Schuldbetreibungs und Konkursgesetz, Zürich, 1943, con XVI+120 pp. 254 Handbuch des schweizerischen Schuldbetreibungsrechtes, Bern, 1911. 255 Konkurser och ekonomisk brottsilghet, Stockholm, 1978, 129 pp. 256 Bruxelles, 1992, XXII+493 pp. 257 Bruxelles, 1955, pp. 220-223. - 52 - MENU SALIR Los aspectos procedimentales de la quiebra desde el punto de vista de la crisis empresarial y financiera en India en comparación con el Reino Unido y Estados Unidos —sin entrar para nada en la institución de la cesión— han sido objeto de estudio por Omkar Goswami258. Continuando con las memorias doctorales, pero ahora en nuestro país, merece mención la tesis de Manuel Garreta Solé, El arresto del quebrado, con “Prólogo” del catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Barcelona, Manuel Serra Domínguez. Constituye un interesante enfoque penal de la materia. Para nuestro objeto de estudio destacamos especialmente el capítulo primero dedicado a la “aproximación histórica a la prisión por deudas en el derecho anterior a la codificación”. Fue publicada en Barcelona en 1979. No obstante, los materiales que ofrece son muy básicos y el conocimiento del utillaje bibliográfico exterior que se deduce de su exposición es casi inexistente. En la doctrina española aparecen variadas incursiones en materia concursal —aunque observaremos que la mayoría se ocupan de la suspensión de pagos o de la quiebra obviando, en algunos casos, la cesión de bienes o dedicándole, en otros, someras referencias, en el capítulo de antecedentes o con carácter introductorio, que no suelen aportar demasiado al estudio de la institución— destacando, entre otros, Juan Antonio Alejandre García que realiza un repaso al derecho histórico previo a la codificación en el que sí aparecen un total de 36 pp. dedicadas a nuestra institución, tras contemplar la prisión por deudas259. Por otra 258 259 Les procédures de faillite en Inde. Une étude comparative, Paris, 1996, 137 pp. La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, Sevilla, 1970, XIV+202 pp. Nos resulta algo llamativo que José Martínez Gijón, en Anuario de Historia del Derecho Español, XL (1970), pp. 683-685, al recensionar este libro, apunte que Alejandre tiene «casi obsesión» en orden a «agotar los temas que estudia con rigor» (p. 684), pues este trabajo tiene importantes carencias de la bibliografía extranjera, francesa y alemana, sobre historia de la quiebra (que no vamos a enumerar para no entrar en reiteraciones de monografías que hemos citado en páginas anteriores), si bien es cierto que ya el título circunscribe el estudio al derecho histórico español que evidentemente no agota la materia. Tras una introducción, la obra se divide en tres partes, una primera dedicada a la prisión por deudas, su origen, desarrollo, finalidad y regulación en distintos ordenamientos, una segunda centrada en la cesión de bienes donde contempla brevemente su génesis en el Derecho romano (aquí sí que resulta lamentablemente - 53 - MENU SALIR parte, Mercedes Cordones Ramírez y Adolfo Aurioles Martín, se detienen en el estudio de la quiebra en las Ordenanzas Consulares de Málaga260. El origen de este trabajo está en la memoria para la obtención del grado de Licenciatura de la prof. Cordones, que fue muy elogiada por su originalidad261. Puede decirse que estas dos obras son prácticamente las únicas que han examinado con una relativa profundidad la historia de la quiebra anterior a Sainz de Andino en nuestro país, ya que los trabajos de Basas Fernández o de Josep Maria Madurell i Marimon262 se refieren a quiebras específicas. La cesión de bienes no tiene apenas acogida en escasa su información doctrinal) para centrarse en la época medieval y moderna y una tercera que constituye el núcleo de su estudio cual es —como se adelanta ya desde el título— la quiebra. 260 La Quiebra en las Ordenanzas consulares de Málaga, Málaga, 1987, 239 pp. Sobre esta obra ver recensiones elogiosas de Manuel J. Peláez, en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 73 (1988), pp. 751-755 y de Enrique Mapelli López, en Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, Revista Jurídica General, nº 2 (marzo/abril 1988), pp. 116117. Mapelli considera el presente libro como «una aportación científica muy valiosa para el estudio de la quiebra en el Derecho Mercantil español» (p. 117). Sin embargo, a Carlos Petit —que realizaría su tesis doctoral sobre La Compañía Mercantil bajo el régimen de las Ordenanzas del Consulado de Bilbao 1737-1829, Sevilla, 1979, ocupándose de ciertos aspectos concursales en el capítulo dedicado a la liquidación y disolución de la sociedad— no le ha gustado el libro de Aurioles y Cordones, con ocasión de una publicación suya reciente, calificándolo como «estudio particular de escasa envergadura» (“Derecho mercantil: entre Corporaciones y Códigos”, en Hispania. Entre derechos propios y derechos nacionales, Firenze, 1990, p. 374, nota 144). 261 Mercedes Cordones Ramírez, Régimen jurídico de la quiebra en las Ordenanzas del Consulado de Málaga (1829), Facultad de Derecho, Universidad de Málaga, 1986, 211 pp. Dedica un capítulo al estudio de la quiebra de los comerciantes en las etapas anteriores a las Ordenanzas del Consulado de Málaga, pp. 26-32, deteniéndose en una somera exposición de lo que denomina quiebra en el Derecho romano, aunque luego describa la missio in possessionem, la bonorum venditio, la bonorum distractio y dedique un párrafo a la cessio bonorum. Este capítulo ha sido suprimido en la versión impresa de la obra, cofirmada —esta segunda— con Adolfo Aurioles. Por otro lado, se ha eliminado también el apéndice epistolar de tres cartas de José de Gálvez agradeciendo la erección del Consulado de Málaga. La versión mecanografiada es más extensa en algunas partes que la impresa, teniendo un total de 289 notas, frente a las 196 del texto publicado por la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Málaga. 262 “Quiebras en la vida mercantil catalana. Notas históricas documentales 1300-1761”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), pp. 577-670. - 54 - MENU SALIR ambos estudios. Igualmente sugerente es el Tratado sobre suspensiones de pagos y quiebras de Estasén Cortada263, donde aborda tanto cuestiones teóricas como prácticas, analizando la legislación española sobre la materia. González Montes264 se centra en el proceso penal y resultarán sintomáticos los Tratados de quiebras de González Huebra265 y José A. Ramírez266 y el dedicado a la suspensión de pagos por Torres de Cruells267. Otros trabajos de Derecho concursal aparecen de la mano de José María Garrido268, Arturo Majada269 —con un carácter eminentemente práctico—, Rafael García Villaverde270, José María Sagrera Tizón271, Emilio Beltrán Sánchez272, Carlos Millán273, José Antonio García263 Tratado de las suspensiones de pagos y de las quiebras. Estudio teórico-práctico del sobreseimiento en el pago y cumplimiento de las obligaciones mercantiles según doctrina de la legislación española, Madrid, 1899 y 2ª ed., Madrid, 1908, 670 pp. Ver sobre suspensiones de pagos Antonio Pérez de la Cruz Blanco, “Luces y sombras en la legislación española sobre suspensión de pagos”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, Madrid, 1996, pp. 3607-3627. 264 La calificación civil de la quiebra en el proceso penal, Pamplona, 1974, 316 pp. 265 Tratado de quiebras, Madrid, 1856. 266 Derecho concursal español. La quiebra, 3 vols., Barcelona, 1959, 2ª ed., adaptada y puesta al día por J. M. Caminals y F. Clavé, Barcelona, 1998. Nos interesa el vol. I, 807 pp. y particularmente el capítulo II dedicado a la evolución histórica de la quiebra, pp. 83-154. 267 La suspensión de pagos, Barcelona, 1957, 602 pp., 2ª ed. con Ramon Mas i Calvet y la colaboración de Luis Sánchez Socías, Barcelona, 1995, 988 pp. 268 “El sentido y los excesos de la tutela privilegiada del crédito en la quiebra”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3575-3605. 269 Manual de concurso, suspensión de pagos y quiebra. Tratado práctico de Derecho concursal, Barcelona, 1975, 739 pp.; Práctica concursal (Convenios extrajudiciales. Quita y espera. Concurso de Acreedores. Suspensión de pagos. Quiebra), 2ª ed., Barcelona, 1989, 913 pp., especialmente pp. 4 y 7. 270 “Una forma especial de garantía: los efectos de la declaración de la quiebra y la suspensión de pagos sobre las relaciones jurídicas bilaterales y pendientes de ejecución”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3531-3551. 271 272 Estudios de Derecho Concursal, 1ª ed., Barcelona, 1989, XIII+616 pp. “Hipoteca, ejecución separada y reintegración de la masa”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3479-3512. Se trata de un trabajo que, en palabras de su autor, «se integra en una investigación más amplia sobre la quiebra, en el marco de - 55 - MENU SALIR Cruces González274, Aurora Martínez Flores275, Eduardo María Valpuesta Gastaminza276, José Massaguer Fuentes277, Jorge Luis Tomillo Urbina278, Alberto Salas Reixachs279, Luis Javier Cortés Domínguez280 y Carlos Escribano Bellido281. En un aspecto más concreto se va a detener José Manuel Fínez Ratón282, intentando profundizar en los efectos de la declaración de la quiebra pero no con carácter general sino de modo parcial, situándose en lo que llama contratos bilaterales y del mismo modo Pedro Yanes Yanes283 se ocupa de un tema puntual como es la reapertura de la quiebra. Un reciente e interesante estudio de Derecho un Proyecto de Investigación sobre El derecho de la crisis de la empresa (Perspectiva de reforma del derecho concursal, parcialmente financiado por la Dirección General de Política Científica y Técnica)» (p. 3479). 273 Sobre la oposición de la declaración de quiebra necesaria, Madrid, 1990, 150 pp. 274 “Notas sobre el instituto concursal de la retroacción”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3553-3573. 275 276 Las interdicciones legales del quebrado, Madrid, 1993, 362 pp. “Aspectos concursales en la sociedad irregular”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3643-3667. 277 La reintegración de la masa en los procedimientos concursales, Barcelona, 1986, V+170 pp. 278 El vencimiento anticipado de las deudas en la quiebra, Madrid, 1996, 184 pp. La obra trata de poner en coordinación los aspectos mercantiles y civiles del problema a través del análisis de las relaciones entre los artículos 883.1 del Código de Comercio y 1915.1 y 1129.1 del Código Civil, sin obviar el ámbito objetivo de aplicación a diferentes casos concretos, la compensación de créditos, el descuento, la conexión con la quiebra y algunos supuestos especiales como la quiebra del accionista, la de la sociedad emisora o el vencimiento anticipado del crédito cambiario en casos de quiebra, aunque de todo ello lo que más nos interesa, sin duda, es la perspectiva históricojurídica. Ver también “Vencimiento y exigibilidad anticipada del crédito cambiario en la quiebra”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3629-3641. 279 Las causas de impugnación al convenio en la suspensión de pagos, Barcelona, 1988, 307 280 “La posición del acreedor hipotecario en la quiebra”, en Estudios jurídicos en homenaje al pp. profesor Aurelio Menéndez, vol. III, pp. 3513-3529. 281 Todo sobre la suspensión de pagos y la quiebra, Barcelona, 1993, 157 pp. 282 Los efectos de la declaración de la quiebra en los contratos bilaterales, Madrid, 1992, 318 283 La reapertura de la quiebra, Valladolid, 1992, 263 pp. pp. - 56 - MENU SALIR comparado es el efectuado por Juana Pulgar284, prologado por Alberto Alonso Ureba, destacando en la misma línea comparativista los trabajos del prestigioso procesalista Leonardo Prieto-Castro y Ferrándiz285 y de Juan Jacinto García Pérez286. Igualmente reciente es el estudio del magistrado Ignacio Sancho Gargallo (cuya publicación procede de su tesis doctoral defendida en la Universitat Pompeu Fabra) quien dedica unas páginas a la cesión de bienes cuando contempla la acción pauliana en los precedentes de la quiebra dentro del capítulo dedicado a los antecedentes históricos de la retroacción287. 284 La reforma del derecho concursal comparado y español: (los nuevos institutos concursales y reorganizativos), Madrid, 1994, 335 pp. 285 “El Derecho concursal español y el extranjero”, en Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, nº II-III (Abril-Septiembre/ 1977), pp. 287-342. No obstante, en general, la producción de Prieto mereció en su momento duras apreciaciones de Jaime Guasp Delgado quien llegó a afirmar que «la obra del Sr. Prieto es una obra fracasada —se refiere Guasp a su Exposición del Derecho Procesal Español—; no por la defectuosa asimilación de las doctrinas que se formulan en Derecho Procesal civil, ni por la exposición obscura y confusa de las mismas, sino, lo que es más sensible, por su desconocimiento de preceptos elementales del Derecho positivo, es decir, por ignorancia del derecho vigente español en la materia». Ver Manuel J. Peláez y Concepción Serrano, “Jaime Guasp vs Leonardo Prieto Castro. La Cátedra de Derecho Procesal de la Universidad Central (1943-1944) (Iª Parte)”, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, 18 (Abril-1995), p. 4785, acta nº 15 del 15 de diciembre de 1943. Leonardo Prieto Castro fue un profundo conocedor del Derecho Procesal alemán, del que hizo varias traducciones, aunque —según Jaime Guasp— la confusión de conceptos era notable y la propia obscuridad de sus construcciones era fruto —nos remitimos siempre al criterio del prof. Guasp— más de la ininteligibilidad de aquello sobre lo que estaba escribiendo que de esmeradas y sesudas construcciones intelectuales, con punto referencial al Derecho Comparado. Para Guasp, «Prieto no conoce el Derecho Procesal» (p. 4785) y «cita a autores alemanes de cuarta o quinta fila» (p. 4793). Respecto a los procesos concursales, Prieto los trataba ampliamente, aunque como ordenaciones y no como conceptos. Las “trincas” de Guasp al primer y segundo ejercicio a las oposiciones de la Cátedra de Derecho Procesal de La Universidad Central han restado como modélicas. También las observaciones que Prieto Castro le hizo sobre la vinculación de Guasp al pensamiento de Carnelutti, y que no era un autor tan original, ya que para Prieto la tesis doctoral de Guasp es «un trabajo de segunda mano montado en el aire» (p. 4780). 286 Las deudas de la masa concursal en el derecho español y comparado, Ávila, 1986, 154 pp. 287 La retroacción de la quiebra, con “Prólogo” de José Massaguer, Pamplona, 1997, 303 pp. - 57 - MENU SALIR Continuando con el repaso a las investigaciones de la doctrina española más reciente en materia concursal no podemos obviar aquellos estudios centrados en los aspectos penales destacando, en esta línea, el análisis comparativo entre lo que establecen las normas jurídicas y lo que la realidad social demanda realizado por Carles Viladás i Jené288. Dentro del Diccionario de Jurisprudencia Penal (19811993) (cerrado al 15 de abril de 1993), la Fiscal —y juez en excedencia— Mª Dolores Márquez de Prado y Noriega y el polémico Magistrado —y antiguo vocal del Consejo General del Poder Judicial— Francisco Javier Gómez de Liaño y Botella —ambos con un accidentado paso por la Audiencia Nacional— recopilarían un número considerable de sentencias sobre el alzamiento de bienes intentando desgajar sus elementos, dolo específico, consumación, sujetos del delito, participación, concurso o responsabilidad civil, entre otros aspectos289. Sin embargo, no entran en consideraciones en torno a la cesión de bienes, aunque la mayor parte de los diccionarios jurídicos —por no decir todos— suelen recoger el término sin aportar mucho más aparte del concepto y unas pocas características290. Remitiéndonos a un territorio peninsular con instituciones propias, el Institut d’Estudis Catalans, erigido en 1907, ha definido oficialmente, sin mayores novedades, en su Diccionari la cessió de béns como el «abandó que un deutor fa als seus creditors d’alló que posseeix»291. 288 Los delitos de quiebra: norma jurídica y realidad social, con “Prólogo” de Juan Córdoba Roda, Barcelona, 1982, 373 pp. 289 “Alzamiento de bienes”, pp. 102-129. 290 Ver, por ejemplo, Miguel Ángel del Arco Torres y Manuel Pons González, Diccionario de Derecho Civil, vol. I, ed. Aranzadi, Pamplona, 1984, pp. 230-232; Diego Hernández Juan y Alejandro Rodríguez Seguí, Diccionario de Formularios Generales. Legislación y Jurisprudencia, Barcelona, 1979, pp. 737-742; Ignacio de Casso y Romero y Francisco Cervera y Jiménez-Alfaro, Diccionario de Derecho Privado, vol. I, 3ª reimp., Barcelona—Madrid—Buenos Aires—Río de Janeiro—México—Montevideo, 1967, p. 875. También la obra iniciada por Carlos E. Mascareñas, bajo la dirección de Buenaventura Pellisé Prats, vol. IV, Barcelona, 1981, pp. 57-60. 291 Diccionari de la Llengua Catalana, Barcelona-Palma de Mallorca-València, 1995, p. 392. - 58 - MENU SALIR Muestra de la aludida interdisciplinariedad del tema son los trabajos en materia financiera efectuados por Julián González Pascual292 y el abogado del Estado Luis Sánchez Socías293, así como la aproximación a los diversos procedimientos de conservación de empresas de la mano de Joaquín Bisbal Méndez294, catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Barcelona, o el Análisis económico del derecho concursal español de Francisco Cabrillo Rodríguez publicado en Madrid en 1987 y el examen de El proceso económicoadministrativo de suspensión en el derecho español realizado por Julio Nieves Borrego y editado en Madrid en 1975. El Derecho procesal constituye el punto de mira de la obra de Juan Prat 295 Rubí , pero centrado exclusivamente en la intervención de personas jurídicas en los procesos concursales. De aspectos procesales, pero esta vez desde una consideración mucho más práctica, también se ocupa Carlos Mauro Peña Bernaldo de Quirós en su obra Formularios y práctica jurídica comentada sobre quitas, concursos, suspensiones y quiebras, cuya tercera edición fue publicada en Granada en 1993. Bajo el ambicioso título de La insolvencia, se sitúa la obra de Francisco Javier Orduña Moreno publicada hace algunos años —en 1994— en Valencia, prologada por Luis Díez-Picazo y Ponce de León, con una nota preliminar de Vicente L. Montes Penedés e integrada en los trabajos del Departamento de Derecho Privado de la Universidad de Cantabria pertinentes al Proyecto de 292 Suspensión de pagos y quiebras: aspectos contables, financieros y jurídicos, Madrid, 1994, 337 pp. 293 La hacienda frente a las quiebras y suspensión de pagos, Madrid, 1992, 397 pp. 294 La empresa en crisis y el derecho de quiebras: una aproximación económica y jurídica a los procedimientos de conservación de empresas, Bologna-Zaragoza, 1986, 383 pp. A Bisbal debemos una versión castellana de la obra de Francesco Galgano, Historia del Derecho Mercantil, Barcelona, 1980, libro que ha suscitado numerosas críticas y carece prácticamente de interés para nuestro estudio del Derecho Concursal Histórico. Ver también de este último su Diritto privato, Padova, 1983. 295 Aspectos procesales de la intervención de personas jurídicas en los procesos concursales, Barcelona, 1983 y del mismo autor, Intervención de la persona jurídica en el juicio de quiebra, Barcelona, 1985, 217 pp. - 59 - MENU SALIR Investigación de la Dirección General de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación y Ciencia, ref. PBV91-0298: «El Derecho de la crisis de la empresa (Perspectivas de Reforma del Derecho Concursal)». Rodolfo Soto Vázquez296 se va a ocupar también de situaciones de insolvencia pero, esta vez, intentando conjugar los aspectos civiles y penales de los procedimientos concursales297, desarrollando los supuestos de responsabilidad penal del deudor tras poner de manifiesto la imperiosa necesidad de una reforma del derecho concursal español que permita aligerar y facilitar los procedimientos concursales que, hoy en día, se encuentran en gran parte dificultados y entorpecidos por la gran dispersión de normas existentes sobre la materia. En relación al Derecho concursal en su conjunto existe una copiosa jurisprudencia de la que es exponente la selección realizada por Francisco Javier García Gil298 con la colaboración de Javier García Nicolás. Llegados a este punto, no son tantas las ocasiones en las que nuestro Tribunal Supremo se ha pronunciado sobre la cesión de bienes y que sería la selección jurisprudencial que a nosotros más nos interesa, reflexionando en la mayoría de las ocasiones sobre sus diferencias con la dación en pago. Entre los estudios de casos concretos de relieve producidos en España, cabría señalar el análisis de la suspensión de pagos del Banco de Barcelona efectuada por Bertran i Musitu299 y el de la quiebra de la “Barcelona Traction” realizada por Rodrigo Uría300 y otros en 1953. Sobre el problema de la Barcelona Traction hay otros informes y dictámenes destacables que fueron luego publicados 296 Quiebras y Concurso de Acreedores. Las situaciones de insolvencia y la responsabilidad penal del deudor, Granada, 1994, 538 pp.; Aspectos concursales del patrimonio del insolvente: quiebras y concurso de acreedores, Granada, 1995, 605 pp. 297 «Creo que hay una especie de temor a tratar conjuntamente los aspectos civiles y penales de los procedimientos de insolvencia, todavía más marcado que el afrontar conjuntamente los sustantivos y los procesales. ¡Cómo si esa mezcla no fuese la más frecuente de las consecuencias reales del estado de quiebra, o de concurso de acreedores, siquiera esta última situación se produzca escasas veces en la práctica!» (Quiebras y Concurso de Acreedores, p. 3). 298 La suspensión de pagos y la quiebra en la jurisprudencia, Madrid, 1994, 576 pp. 299 La suspensión de pagos del Banco de Barcelona, Barcelona, 1922. - 60 - MENU SALIR como el de Polo Díez y Manuel Ballbé Prunes301, el de Jaime Guasp302 o el de Alfonso García Valdecasas303. Tienen interés, más por lo que respecto al derecho positivo aportan que por algunas menciones ocasionales que puedan facilitar sobre el Derecho del pasado, algunos libros de conjunto, entre ellos el volumen de Derecho Concursal publicado por el Consejo General del Poder Judicial, dentro de la colección de “Cuadernos de derecho judicial”, en 1992, en un tomo de 665 páginas. Otro Consejo, el General de Colegios de Economistas de España junto con el Consejo General de la Abogacía y el Consejo Superior de Titulares Mercantiles, tomó la inicitiva de la organización de las Segundas Jornadas de estudio de las crisis empresariales y su tratamiento jurídico y procesal, desde el punto de vista de la eficacia económica, bajo el título más general de Crisis económica y Derecho concursal304, desarrolladas en Madrid los días 22 y 23 de octubre de 1987. En parecida línea de trabajo se encontraba el proyecto que Francisco Cabrillo había desarrollado, y que ya mencionamos anteriormente, concretamente para la Fundación Juan March del que se publicó el acostumbrado y sencillo resumen305. En Caracas, Hernán Giménez Anzola publicaría un estudio, escueto pero bastante sistemático y completo, en torno a la materia concursal desde el punto de vista histórico —Mesopotamia, Derecho babilónico, hebreos, indígenas sudamericanos, Roma, Edad Media y Moderna en Italia, España, Francia, Bélgica, Inglaterra y Alemania— incluyendo también un análisis algo más amplio sobre la evolución legislativa y doctrinal en su propio país306. Sin acritud, son muchas las 300 La quiebra de «Barcelona Traction», Barcelona, 1953. 301 La quiebra de la «Barcelona Traction», Barcelona, 1951. 302 La quiebra de la «Barcelona Traction Light and Power Cº Ltd.», Madrid, 1952. 303 Dictamen sobre la quiebra de «la Barcelona Traction Light and Power Cº Ltd.», Madrid, 1953. 304 Se publicaron por el Consejo General de Colegios de Economistas de España, Madrid, 1989, 234 pp. 305 Análisis económico del derecho concursal español, Fundación Juan March, nº 241 de la “Serie Universitaria”, Madrid, 1987, 53 pp. 306 Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), pp. 3-68 de la - 61 - MENU SALIR observaciones que pueden realizarse a este trabajo que no desmerece por haber sido escrito en Venezuela, pero que tiene un desconocimiento casi total de trabajos clásicos como los de Paul Fontaine, Armand Guillon, Benoît Courtois, Emmanuel Voron, Lucien Kaeuffer, André Bérard, Étienne Fabius, Fabien Cirier, Jules Testard-Vaillant o Georges Bonnans, por poner algunos ejemplos, cuando, por otro lado, tampoco la literatura jurídica histórica medieval y moderna es objeto de examen por Giménez Anzola. Para la legislación venezolana, como reiterábamos al principio, puede considerarse como acertado en sus resultados en lo que a la legislación y a la doctrina se refiere, en particular en la glosa a los correspondientes artículos del Código Civil de su país. Por otra parte, el problema de los documentos de aplicación del Derecho, sobre lo que ya nos pronunciamos páginas atrás en este capítulo, nos presenta un rico panorama de expedientes de quiebras y, a partir de un determinado momento, de suspensiones de pagos, pero muy lamentable resulta la falta de documentación sobre cesiones de bienes. En el Derecho contemporáneo, sí hay jurisprudencia sobre cesiones a la que hemos tenido acceso y glosamos, aunque casi toda ella referida a la cesión de bienes civil. Al margen de nuestro país, en los Archives Départementales des Pyrénées Orientales de Perpignan, dentro de la serie 3-U605-642, hay un número bastante notable de dossiers de quiebras relacionados con el territorio del departamento en los que se contiene diversa documentación sobre quiebras concretas y balances de los quebrados con indicación del activo y del pasivo de las correspondientes empresas y que veremos en su momento. Sin embargo, en la documentación de dicha entidad que custodia el antiguo Archive de la Loge de Mer de Perpignan (con competencias judiciales desde 1401 sobre el comercio terrestre) no hay expedientes de cesiones de bienes, que tampoco merecieron privilegios, provisiones u ordenanzas de los monarcas catalanes, los Gobernadores de los condados del Rosellón y la Cerdaña o el municipio de Perpignan sobre la materia. Al menos no los hemos visto en los corpora documentales editados hasta ahora307, o en el que se conserva separata. 307 Llibre de privilegis, usos, styls y ordinacions de Consulat de Mar de la fidelissima vila de - 62 - MENU SALIR manuscrito308. El 12 de octubre de 1826 tuvo lugar la primera declaración sobre la quiebra de la empresa Serre frères de Villefranche sur Saoune. No obstante, entre los fondos a que hemos podido tener acceso de dichos Archivos no hemos encontrado cesiones de bienes a favor de los acreedores. En el Archivo Municipal de Málaga o en el del Consulado de Mar de la misma ciudad no hay tampoco documentación de interés sobre el instituto jurídico que nos ocupa, aunque sí, evidentemente, sobre quiebras. No vamos a entrar en este momento en materia legislativa que será objeto de los sucesivos capítulos. Creemos necesario adelantar que actualmente, en España, la cesión de bienes aparece configurada como una institución civil que se encuentra regulada en el art. 1175 del vigente Código Civil que a su vez remite a la normativa contenida en la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, en cuanto al concurso de acreedores, y por tanto aplicable al deudor común no comerciante al igual que los posibles convenios de quita y espera, mientras que la quiebra y la suspensión de pagos se configuran como instituciones mercantiles de aplicación al deudor comerciante y se rigen por el Código de Comercio de 1885, quedando aún vigente la Ley de suspensión de pagos de 1922 y en materia procesal por la referida LEC, sin olvidar que muchos preceptos del Código de Comercio anterior se entienden aún en vigor por cuanto nunca han sido derogados. Siendo ésta la situación a nivel legal, apuntamos que ha habido un amplio conjunto de propuestas, textos y anteproyectos de ley concursal y pese a que aún no se ha llevado a cabo la reforma en la materia venía reclamándose mucho tiempo atrás destacando Algunas orientaciones para la reforma del Derecho concursal que Andrés de la Oliva Santos y José María de la Cuesta Rute publicaron en la Revista de Derecho Procesal Iberoamericana en 1977 (pp. 643-649) y en la misma sede el Perpinyà, Perpignan, 1651; Arcadi Garcia i Sanz, Llibre del Consolat de Mar, vol. III, Diplomatari, Barcelona, 1984, pp. 271-340, nº 151-186; Manuel J. Peláez, “El Consulado de Mar de Perpignan”, en Historia del Derecho de la Navegación I, Barcelona, 1994, pp. 565-599. 308 Archives Départementales des Pyrénées-Orientales, 13-I-1, Liber privilegiorum Consulatus Maris Villae Perpiniani, manuscrito con copia de documentos por diversas manos desde el siglo XIV al XVIII. - 63 - MENU SALIR artículo de M. Comellas Salmerón, “Consideraciones sobre la reforma del derecho de quiebras” (pp. 39-40) . Ante la tan anunciada reforma del Derecho concursal español —y que parece no llegar nunca, pese a su proclamada necesidad—, se celebraron unas jornadas en la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Madrid, organizadas por la Fundación Universidad-Empresa, y el Departamento de Derecho Mercantil de la Universidad Autónoma de Madrid durante los días 16 a 19 de diciembre de 1980 donde participaría una destacada representación de los sectores doctrinales más preocupados por la problemática de la reforma concursal. La presentación corrió a cargo del catedrático de Derecho Mercantil y director de las jornadas, Juan Luis Iglesias Prada y de Adrián Piera Jiménez, Presidente de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Madrid y Presidente del Patronato de la Fundación Universidad-Empresa quien, a su vez, pronunciaría las palabras previas en el acto de clausura. Colaboraron en las sesiones relevantes personalidades del mundo jurídico y empresarial del momento, destacando, entre otros, Fernando Asúa Álvarez, Consejero Delegado de IBM; Mario Caprile Stucchi, Presidente y Director General de FEMSA; Jorge Carreras Llansana, Catedrático de Derecho Procesal entonces —cuya ponencia versó sobre las funciones del juez y del síndico en el concurso—; José Díez Clavero, Vicesecretario General de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Madrid; Miguel Colina Robledo, Director del Gabinete de Estudios Laborales del Instituto de Estudios Sociales; Luis Díez-Picazo y Ponce de León, Catedrático de Derecho Civil —quien se ocupó de los créditos privilegiados en el concurso de acreedores, a la vez que diferencia entre el deudor común y el comerciante criticando por discriminatoria dicha distinción—; Santiago García Echevarría, Catedrático de Política Económica de la Empresa de la Universidad de Alcalá de Henares; Luís García Velarde, Director Financiero de la Compañía Telefónica Nacional de España; Julio González Campos, Catedrático de Derecho Internacional Privado y Magistrado del Tribunal Constitucional—quien se ocupó de los aspectos internacionales de la situación concursal—; Guillermo Jiménez Sánchez, Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Sevilla y también Magistrado del alto Tribunal —que estudiaría las posibles soluciones jurídicas a la - 64 - MENU SALIR crisis económica—; Gonzalo Rodríguez Mourullo, Catedrático de Derecho Penal; Ángel José Rojo Fernández-Río, Catedrático de Derecho Mercantil —quien habló, en general, sobre el estado de crisis económica—, los Abogados Bernardo M. Cremades Sanz-Pastor (Catedrático de Derecho del Trabajo y con importantes vinculaciones internacionales) y Juan Palao Menor; el Catedrático de la Universidad de Ljubljana (Yugoslavia), Bojan Zabel —encargado de analizar el problema de la cesación de la empresa en los países socialistas de la Europa del Este—; Luis Vacas Medina, entonces Presidente de Sala del Tribunal Supremo; Gerardo Santini309, Catedrático de Diritto Commerciale en la Facultad de Giurisprudenza de la Universidad italiana de Bolonia —quien trató de buscar soluciones jurídicas a la crisis de la empresa en los sistemas de economía de mercado—; José Antonio Segurado García, Presidente de la Confederación Empresarial Independiente de Madrid; Felipe Ruiz de Velasco y Castro, Presidente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid; el Catedrático de Derecho Mercantil Manuel Olivencia Ruiz —quien se encargó de introducir una Mesaredonda sobre los sistemas económicos y las soluciones jurídicas al estado de crisis empresarial y quien ha participado en la redacción de los dos anteproyectos existentes hasta el momento—; el Consejero de Hidroeléctrica Española, Íñigo de Oriol e Ybarra; Alejandro Magro Mas, Director General del Banco Industrial de Bilbao y el Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, José Antonio Pastor Ridruejo. La conferencia de clausura correspondió al Catedrático de Derecho Mercantil Rodrigo Uría González quien disertaría sobre la temática generalista En torno a la reforma de nuestro Derecho concursal y el acto de clausura corrió a cargo del entonces Ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez310. 309 Director de muchas tesis de españoles que se doctoraron en Bolonia y maestro italiano de abundantes mercantilistas nacionales. 310 La reforma del Derecho de quiebra. Jornadas sobre la reforma del Derecho concursal español, ed. Civitas, Fundación Universidad-Empresa, Madrid, 1982, 427 pp. Sobre este volumen se pronunciaría José María Sagrera Tizón, Estudios de Derecho Concursal, Barcelona 1989, 616 pp.: «Evidentemente no es un libro de texto ni tan siquiera de consulta, que venga a resolver determinados problemas, pero sí de fácil y amena lectura para quien quiera iniciarse y profundizar - 65 - MENU SALIR El ya aludido ex Presidente de Sala del Tribunal Supremo, Luis Vacas Medina, quien se ha pronunciado en muy diversas oportunidades sobre el tema311, se referiría en alguna ocasión a “la larga y dificultosa marcha hacia la reforma concursal”, calificando la situación del Derecho Concursal en nuestro país de caótica por no dar satisfacción ni a la sociedad, ni a las posibles partes implicadas —acreedores y deudores—, debido —sobre todo— a la dispersión normativa y a la diversa procedencia, tanto cronológica (no olvidemos —como acabamos de decir— que aún siguen vigentes algunos artículos del Código de Comercio de 1829, además de la Ley de Suspensión de Pagos de 1922) como sustantiva de la legislación en la materia, siendo altamente urgente la reforma, sobre la que no parece existir a estas alturas un acuerdo o consenso, pese a las revisiones a las que se ha visto sometido el anteproyecto aprobado en junio de 1983, generado en parte por la dificultad que supone el llegar a una decisión sobre la finalidad última que debe tener la regulación de la materia concursal, es decir, si debe dirigirse a la conservación de la empresa en crisis o, por el contrario, a su liquidación. La evolución ulterior de los intentos de modificaciones legislativas en materia concursal es conocida, y a nosotros —tanto estas líneas últimas que preceden en la filosofia del Derecho concursal y de las posibles soluciones que allí se apuntan, desarrollando ideas que han presidido la labor de la ponencia encargada de la redacción del Anteproyecto de Ley Concursal, revisado y aprobado ya por la sección de Derecho Mercantil y por el Ministerio de Justicia» (p. 200). La obra de Sagrera Tizón «se divide en dos partes; la primera comprende los diversos trabajos publicados y conferencias dictadas por el Autor y una segunda comprensiva de varias publicaciones de diversos Autores de reconocido prestigio que han visto la luz en las páginas de la Revista General de Derecho en la sección de “Derecho Concursal”, dirigida por el propio José Mª Sagrera Tizón». No entramos a fondo en la valoración que se hace de dichos trabajos aparecidos en esta conocida publicación periódica de Valencia por ser materia que supera nuestro marco de análisis referido a un instituto jurídico concreto y en un proceso de evolución histórica. 311 Ver a título de ejemplo “La reforma del Derecho concursal español”, en Estudios sobre el Anteproyecto de Ley Concursal, en la Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 8 (1985), pp. 47-87. Anteriores son “La reforma de nuestro derecho concursal” en dos entregas, una en Poder Judicial 5 (1982), pp. 53-60 y la otra en Poder Judicial 6 (1983), pp. 71-80. - 66 - MENU SALIR como lo que pudiera decirse al respecto— nos interesan de forma relativa, habida cuenta de que la cesión de bienes en sentido estricto se contempla de forma parcial como una de las posibilidades del convenio. De todos modos compartimos la opinión de que sería necesaria la unificación ya aludida en la materia evitando, por ejemplo, las remisiones de la norma civil a nuestra ley de Enjuiciamiento en la temática concursal y tratando de aunar en un único cuerpo no sólo la legislación referente al deudor comerciante y al no comerciante sino también las normas procesales y sustantivas al respecto, todo lo cual facilitaría la tarea del profesional a la hora de enfrentarse a una problemática crediticia permitiendo una mayor protección y garantía de las partes enfrentadas y evitando la obligada especialización, hasta ahora necesaria, para solucionar cualquier problema al respecto. Así se conseguiría poner cualquier conflicto al alcance de un mayor número de profesionales (en la actualidad son pocos los dedicados al Derecho Concursal en el ejercicio práctico de la abogacía) abaratando la defensa y logrando que la tutela que todos merecen sea realmente efectiva y no una mera enunciación de un derecho sin trascendencia práctica. Del mismo modo, junto con una disminución de los costes procedimentales se podrían acelerar —con la oportuna reforma— los trámites a seguir, corrigendo otro de los inconvenientes de la situación actual que consiste, precisamente, en la lentitud del procedimiento en gran parte ocasionada por la referida dispersión normativa. Además de intentos de reforma del Código de Comercio en materia concursal de 1891 y 1926, hubo un anteproyecto del Instituto de Estudios Políticos de 1959 que constituyó una ponencia con la finalidad reformadora integrada por Pío Cabanillas Gallas, Luis Díez-Picazo y Ponce de León, Manuel Olivencia Ruiz y Luis Vacas Medina. El Anteproyecto fue entregado al ministro de Justicia Iturmendi Bañales y por razones políticas que se nos ocultan (¿qué intereses retardatarios económicos, políticos o coyunturales podría haber en juego?) no llegó a más trámites. Se intentó revisar sin éxito en dos ocasiones, una bajo el ministerio de Francisco Ruiz-Jarabo y otra en 1976 en el seno de la sección de Derecho Mercantil de la Comisión General del Codificación, que incluso redactaría un borrador. Por Orden Ministerial de 17 de mayo de 1978 se nombró una ponencia - 67 - MENU SALIR especial (Manuel Olivencia Ruiz, Luis Vacas Medina, Jorge Carreras Llansana, Guillermo Jiménez Sánchez y Ángel Rojo Fernández-Río) encargada de redactar las bases para un nuevo Anteproyecto que serían aprobadas el 13 de octubre de 1978. El texto articulado se concluyó en 1981, siendo aprobado el 23 de noviembre de 1983312. El mismo perseguía como objetivo —según la Exposición de Motivos— la «unidad legal, de tal modo que una sola ley regule los aspectos materiales y formales del fenómeno concursal; unidad de disciplina, superando la diversidad de régimen jurídico asentada en el carácter civil o mercantil del deudor y unidad de sistema, haciendo confluir en un procedimiento único, flexible y ajustado a las exigencias de la realidad, un tratamiento antes disperso en la pluralidad del concurso y la quiebra, y de los beneficios de la quita y espera y de la suspensión de pagos». La ley se pretendía aplicable al deudor común en situación de crisis económica (art. 1). En el anteproyecto se recogía la posibilidad de un concurso instado por el propio deudor y su obligación de presentarse al mismo en determinados supuestos. La cesión de bienes tenía su lugar en el art. 228, dentro de la primera modalidad del concurso constituida por la posibilidad de un convenio entre el deudor y los acreedores, celebrado según lo prescrito donde se puede pactar la cesión de bienes en pago o para pago de los acreedores siempre que se haga la determinación de los bienes que se cedan. De este modo se sustituía la liquidación forzosa por una liquidación llevada a cabo por los acreedores313. Por ello en el convenio debía fijarse un plazo máximo para la enajenación que nunca podía exceder los tres años, teniendo, salvo pacto en contrario, la facultad de enajenar el síndico. El anteproyecto no derogaba el art. 1175 del Código Civil pero sí los de la Ley de Enjuiciamiento Civil a los que éste remitía. Tenía un total de 398 artículos y fue revisado en 1987. Hubo otros intentos de retomar la reforma en los años sucesivos (así en 1992 el ministro Tomás de la Quadra Salcedo dictó una orden para actualizar el borrador teniendo en cuenta las orientaciones del Derecho 312 Luis Vacas Medina, “La reforma del Derecho concursal español”, p. 50. 313 José María Gondra Romero, “Reflexiones en torno a la funcionalidad del sistema concursal proyectado”, en Estudios sobre el Anteproyecto de Ley Concursal, recogidos en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 8 (1985), pp. 145-177. - 68 - MENU SALIR Comunitario, y más tarde en 1993 y 1994). La segunda propuesta de anteproyecto sería elaborada por Ángel Rojo Fernández-Río y fue entregada al Ministerio de Justicia e Interior el 12 de diciembre de 1995. La finalidad de unificación es idéntica y procede la declaración judicial del concurso en caso de insolvencia del deudor común. La cesión de bienes se entiende incluida dentro de los convenios de cesión de activo para pago de los acreedores, estableciéndose el plazo de venta en dos años. Contaría con un total de 298 artículos. Recientemente la prensa se ha hecho eco de un nuevo intento de reforma con una similar pretensión de procedimiento único e incidiendo en la necesidad de conservación de la empresa en crisis314. Además el borrador pretende lograr la igualdad entre los diversos tipos de acreedores limitando los privilegios de las grandes entidades financieras; a ello se une la dificultad sobreañadida de contentar a toda clase de acreedores315. No obstante, sobre este particular tema de la reforma concursal que el mismo Manuel Olivencia316, como Presidente de la sección especial de la Comisión General de Codificación, ha calificado de «el largo ante de un proyecto» volveremos a reflexionar en capítulos posteriores contando ya con una visión más amplia y digresionando sobre el articulado de los dos principales anteproyectos. En conclusión y para cerrar el presente capítulo nos atrevemos a decir que hasta el momento no se ha llevado a cabo un trabajo sobre la cesión de bienes en los diferentes momentos históricos y con una perspectiva de derecho comparado, sino que los que se han pronunciado sobre el tema lo han hecho referido a una época concreta (fundamentalmente al Derecho romano hasta la codificación justinianea) o en un ámbito espacial delimitado o como antecedente de otras instituciones. Salvar esta laguna, con las limitaciones que conlleva un primer trabajo de investigación, es pues nuestro objetivo. 314 Ver Cinco Días, martes 22 de septiembre de 1998, p. 30. 315 Cinco Días, jueves 24 de septiembre de 1998, p. 29. 316 Cinco Días, martes 22 de septiembre de 1998, p. 30. - 69 - MENU SALIR 2. CONCEPTUALIZACIÓN JURÍDICA DE LA CESSIO BONORUM EN EL DERECHO ROMANO. LA INSOLVENCIA EN OTROS DERECHOS DE LA ANTIGÜEDAD. No resulta fácil intentar conceptualizar una institución, sobre todo cuando se trata de estudiar su perfil a lo largo de la historia y precisamente, por encontrarse indicios de la misma desde muy antiguo, aparecen múltiples definiciones —tanto a nivel legal como doctrinal—, las cuales, si bien coinciden en su esencia, difieren en algunos aspectos que será necesario analizar1. La tarea se complica aún más cuando la institución no se encuadra en una única rama del derecho sino que aparece oscilante entre el Derecho civil, mercantil, procesal e incluso penal por su propia interdisciplinariedad. En Mesopotamia las Leyes de Esnunna (arts. 6 y 22 a 25) anteriores al Código de Hammurabi2, al Éxodo y al Deuteronomio, recogen disposiciones 1 Sobre el concepto, no ya de la institución de la cesión de bienes, sino de cesión en sentido estricto puede servirnos de orientación lo afirmado, varios siglos después al periodo temporal que nos ocupa en el inicio de este capítulo, por San Isidoro en sus Etimologías: «Cessio est propriae rei concessio, sicut est illud: “Cedo iure propinquitatis”. Cedere enim dicimus quasi concedere, id est, quae propria sunt, nam aliena restituimus, non cedimus. Nam cedere proprie dicitur, qui contra veritatem alteri consentit, tu Cicero (Ligar. 7, 22): “Cessit” inquit “amplissimi viri auctoritati, vel potius paruit”» (Etymologiarum, V, 25, 32). De estas acepciones nos interesa, sin duda, la primera que hace referencia a conceder una cosa propia a la que podrían añadirse las características y peculiaridades de la cessio bonorum. 2 La bibliografía sobre el rey Hammurabi cuenta con trabajos clásicos importantes. Por señalar estudios que marcaron época en el momento de su publicación y fueron contribuciones preclaras en el mundo de la asiriología, ver Gottfried Nagel, “Die Briefe Hammurabi’s an Sin-Idinnam”, en Beiträge zur assyriologie und semitischen Sprachwissenschaft, vol. IV, Leipzig, 1902, pp. 434-483; William St. Chad Boscawen, The first of empires, “Babylon of the Bible” in the light of latest - 71 - MENU SALIR relacionadas con penas, tanto pecuniarias como de muerte, pero orientadas, según parece, no contra el deudor sino contra un «embargante sin derecho» que había tomado o retenido de forma ilegal (por no tener crédito) bienes, esclavos o incluso la esposa o hijo de otro3. En el derecho manifestaciones de prerromano, persecución en Egipto de deudas, es posible que caracterizadas existieran de forma particularizada por la brutalidad de los castigos impuestos a los deudores insolventes con coacciones, apremios y hasta es posible que trabajos forzados. La insolvencia en el pago ha existido entre los pueblos antiguos, partiendo de la lógica premisa de que en todas las épocas se detecta la presencia de deudores que no poseían el patrimonio suficiente para hacer frente a sus deudas —o incluso deudores que han intentado, empleando todo tipo de artimañas y otros medios a su disposición, evadir el pago de las mismas— y, en la vertiente opuesta, acreedores que han pretendido cobrar, aunque no siempre existía un procedimiento ejecutivo legalmente previsto. Es probable que en Babilonia se persiguiera tanto violentamente como no a los insolventes, ya que en el Código de Hammurabi4, §119 se contempla —además de los casos en los que el deudor research; an account of the origin, growth, and development of the empire, civilization, and history of the ancient Babylonian empire, from the earliest times to the consolidation of the empire in B. C. 2000, London-New York, 1903. 3 Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, 31 (junio/1965), pp. 6-8 de la separata. Sin embargo, entre los autores que han estudiado el Código de Hammurabi o las leyes babilónicas, tan sólo tiene en cuenta el trabajo de G. R. Driver y J. C. Miles —que referiremos posteriormente—, cuando hay además, entre otros muchos, los de Mirande, Le Code de Hammourabi et ses origines, aperçu sommaire du droit caldeen, Paris, 1913; G. Boyer, Contribution à l’histoire juridique de la première dynastie babylonienne, Paris, 1928; L. Waterman, Business documents of the Hammurabi period from the British Museum, London, 1916; Emile Szlechter, Tablettes juridiques de la première dynastie de Babylone conservées au Musée d’Art et d’Histoire de Genève, 2 vols., Paris, 1963 y Tablettes juridiques et administratives de la IIIe dynastie d’Ur et de la 1re dynastie de Babylone, 2 vols., Paris, 1963 o la obra de Edouard Cuq, Études sur le droit babylonien, les lois assyriennes et les lois hettites, Paris, 1929. 4 Hay muchas y muy buenas ediciones del Código de Hammurabi. Por poner algunos ejemplos, - 72 - MENU SALIR pueda verse obligado a vender a su mujer o hijo o a someterse al acreedor, situación que no podrá exceder de tres años— el supuesto del pago de la deuda mediante la venta de la esclava o de su entrega —con la posible consideración de ésta como bien patrimonial—5, a la vez que existe —en ocasiones— una persecución dirigida más contra el patrimonio que contra la persona. Se recoge, asimismo, la posibilidad del deudor de hacer efectiva su deuda en especie (por medio de cereales, no podemos olvidar que en muchas ocasiones éste era el no excluyentes de otras versiones igualmente logradas, apuntamos las de P. Bonfante, Le leggi di Hammurabi, re di Babilonia, a. 2285-2242 a. C., Milano, 1903; V. Scheil, La loi de Hammourabi (vers 2000 av. J. C.), Paris, 1904; C. H. W. Johns, The Oldest Code in the world, the Code of laws promulgated by Hammurabi, King of Babylon, a. c. 2285-2242, Edinburgh, 1903; F. Harper y A. H. Godbey, Text of the Code of Hammurabi, King of Babylon (about 2250 B. C.), Chicago, 1903; P. Cruveilhier, Commentaire du code d’Hammourabi, Paris, 1938; H. Winckler, Die Gesetze Hammurabis, König von Babylon im 2250 v. Chr., 4ª ed., Leipzig, 1906; C. Edwards, The Hammurabi Code and the Sinaitic Legislation, 3ª ed. revisada, London, 1921 (1ª ed., 1904); W. W. Davies, The Codes of Hammurabi and Moses, with copious comments, index and Bible references, New York, 1916; H. de Souza, Novos direitos e velhos codigos, Recife, 1924; R. Wessely y A. Deimel, Codex Hammurabi, 4 vols., Roma, 1930-1932; J. Kohler y F. E. Peiser, Hammurabi Gesetz, 6 vols., Leipzig, 1904-1923; G. R. Driver y J. C. Miles, The Babylonian Laws, 2 vols., Oxford, 1952-1955; A. Pohl y R. Follet, Codex Hammurabi. Transcriptio et versio latina, Roma, 1950; E. Bergmann, Codex Hammurabi. Textus primigenius, Roma, 1953. Ver también sobre el derecho de Babilonia las consideraciones de Constantin Daniel, Civilizatia asiro-babiloniana, Bucuresti, 1981 y de Maurice Vieyra, Les assyriens, Paris, 1965. 5 Comenta este § 119, junto con el 117 y 118, Daniel Heinrich von Müller, en Die Gesetze Hammurabis und ihr Verhältnis zur mosaischen Gesetzgebung sowie zu den XII Tafeln, Wien, 1903 y reed. anastática, Amsterdam, 1975, pp. 110-111. André Finet, en Le Code de Hammurapi. Introduction, traduction et annotation, Paris, 1983, glosa el § 119 precisando que «le débiteur démuni contraint au remboursement peut se trouver obligé soit de vendre sa femme ou ses enfants, soit de se placer en sujétion. Qu’il les vende à un tiers ou qu’il s’assujettisse chez son créancier, la transaction ou le transfert ne sont pas définitifs: après trois ans les personnes libres recouvrent leur premier statut. Si le débiteur possède un esclave, il est évident qu’il peut le vendre pour apurer sa dette. Mais il peut aussi, s’il préfère, l’assujettir à son créancier. Cependant, s’agissant d’un esclave, la situation est tout autre que pour des personnes libres. D’abord, les prestations de l’esclave n’apurent pas totalement la dette (peut-être seulement les intérêts), de plus, si le maître n’à pas intégralement remboursé son dû après un certain délai, il perd ses droits, - 73 - MENU SALIR principal objeto del préstamo), así como un interés por el aplazamiento del pago, por incumplimiento de la obligación o simplemente por concertar el contrato de préstamo6. También existía una posibilidad de condonación de deudas o impuestos por los reyes babilonios que es anterior al mismo Código. Todo esto patentiza un grado mayor de civilización y de precisión jurídica que la simple idea manejada por algún estudioso nacional desconocedor de los textos de época y que parece no haber leído demasiada literatura extranjera sobre el Código de Hammurabi y el derecho de Babilonia. Como vemos existe cierta similitud entre las Leyes de Esnunna y los parágrafos 113 a 119 del Código de Hammurabi donde también se recogen ciertos embargos ilegales. En una colección de los documentos del Egipto romano7 aparecen —según dijimos— una selección de papiros de los que destacamos por su relación indirecta con la cesión de bienes un contrato bancario de préstamo (167 d. C.) donde se pacta el correspondiente interés y la consiguiente ejecución personal y patrimonial en caso de incumplimiento dejando a salvo el derecho de otros acreedores hipotecarios8, o un Edicto de Adriano (135/6 d. C.) donde se concede una moratoria a los labradores del Valle del Nilo para el pago de los impuestos de cinco, cuatro y tres años según la situación particular de cada zona9. Dentro del reducido elenco de documentos relativos a la cessio bonorum, entre los más primitivos e igualmente relacionados con el Egipto romano, en un tratado sobre La Papirologia se reproduce una copia de un rescripto y de un edicto de Septimio Severo y Caracalla sobre la mencionada institución10. Igualmente se sur l’esclave qui devient la propriété du marchand» (p. 80). 6 § 120 y § 121. 7 Álvaro d’Ors, Introducción al estudio de los documentos del Egipto romano, Madrid, 1948. 8 Ver Álvaro d’Ors, p. 180, n. 10, traducción en pp. 200-201. 9 Ver Álvaro d’Ors, p. 177, n. 8, traducción en pp. 199-200. 10 Orsolina Montevecchi, La Papirologia, Milano, 1988, p. 127. Sigue en este punto la obra de Ludwig Mitteis y U. Wilcken, Grundzüge und Chrestomathie der Papyrusurkunde, Leipzig, 1912, en concreto Chrestomathie de Mitteis, nº 375. Este último sería también aludido por Guenoun, La cessio bonorum, en p. 39, n. 1, y en p. 83, n. 2, junto al nº 71 de la misma colección a propósito del estudio del funcionamiento de la cessio bonorum en el Derecho clásico. Igualmente lo refiere en p. - 74 - MENU SALIR contempla la concesión hecha por Septimio Severo a Alejandría de un magistrado encargado de la administración financiera así como la posible fuga de la magistratura —en el sentido de eludir la ocupación del cargo— mediante la cessio bonorum11. En los derechos primitivos peninsulares la existencia de deudas puede ser que se resolviera de forma no pacífica, aunque nos movemos por puras suposiciones sin fundamento de fuentes literarias o epigráficas. De todos modos, lo que parece estar claro —y en ello suele coincidir la mayoría de la doctrina— es que en el derecho de la Antigüedad no existía un procedimiento de ejecución colectiva, aunque sí se encuentran primitivas prescripciones legales para casos de insolvencia que nos permiten descubrir la existencia de una ejecución singular sin demasiados requisitos formales. En el mundo hebreo aparecen casos, tanto en los textos vetero como neotestamentarios, de situaciones de insolvencia y de prisión por impago de deudas a los acreedores; incluso se ejemplariza con la existencia de la tortura hasta el abono de la deuda, o con la venta del deudor junto a su familia —mujer e hijo— como esclavos; por tanto, son disposiciones caracterizadas por su extrema dureza. Es presumible que se pudiera recurrir a la cesión de los bienes para hacer frente a los compromisos adquiridos por el deudor, pero las referencias de deudas de Prov XXVII, 26 y Ez XVIII, 7 no dan a entender esa posibilidad, que tampoco se explicita, aunque quizás quepa intuir algo al respecto, en Mt XVIII, 24-35, Lc VII, 41 y XVI, 5-12 (aquí probablemente hay un discurso de desprecio hacia el dinero y los bienes materiales en contraposición a la idea de la secta farisea que valoraba una situación económica solvente y al hombre rico en general como un signo de predilección divina, de estar tocado favorablemente por la mano de Yavhé)12. 59, n. 1, p. 66, n. 3, p. 82, n. 2 y p. 85, n. 2. 11 La Papirologia, p. 156 y 162. Aquí recurre de nuevo a la obra de Ludwig Mitteis y U. Wilcken, referida en nota anterior. Grundzüge und Chrestomathie der Papyrusurkunde, en concreto Chrestomathie de Wilcken, n. 402. 12 Sin embargo, no debemos distanciarnos de la idea de que, en la predicación neotestamentaria, «la pobreza que Jesús reclama de sus discípulos está menos ligada a un estado económico que a su estado de ánimo. Por eso su pensamiento está, sin duda, mejor expresado en - 75 - MENU SALIR Otros pasajes sobre deudas o deudores como Neh X, 31, 1 Sal XXII, 2, Mt VI, 12, Rom IV, 4 y Gal V, 3, son, sin duda, menos explícitos respecto a lo que aquí nos interesa por su carácter simbólico-religioso. Mayor relación guarda 2 Rey IV, 7 al establecer el pago de la deuda como prioritario y tan sólo destinar el remanente para que puedan vivir el deudor y sus hijos. No aclara qué sucedería si la deuda agota la totaliadad de los bienes. Por su parte, en Prov XXII, 27 parece aludirse a la posibilidad de dejar al deudor que incumple en la más absoluta miseria13. Distinto problema es el del préstamo con interés, en buena parte ya estudiado en el Derecho talmúdico14. Los poderes de los acreedores respecto a los deudores llegaban hasta límites insospechados respecto a lo que sucede en nuestros días. ¿Habría una cesión voluntaria de bienes? No lo creemos. Lo más seguro es que existiera, en todo caso, la obligatoria, pero sin que ella librara al deudor de la proscripción, de la infamia y de la cárcel y, por tanto, no como cesión propiamente dicha. En Prov XXVII, 26 se hace exclusiva referencia a salir fiador de un deudor, pero quizás se diera la posibilidad de que a la entrada de Jerusalén, en una de las puertas, se administrase justicia y concretamente se pudiera dar el caso de que ante un mediador se produjera la cesión. En Ez XVIII, 7, no obstante, lo que se refleja es la devolución al deudor de su prenda, pero se ha de encuadrar el conjunto del cap. XVIII del libro de Ezequiel dentro del concepto tradicional de la retribución colectiva con un trasfondo de la idea de pecado y con relación a la responsabilidad personal (es decir, que al expresarse en términos de derecho y de justicia, lo que se trasluce es la obediencia a la ley de Yavhé), mientras que Lc XVI, 5-12 lo que describe es la parábola del administrador infiel, y VII, 41 es el supuesto del prestamista con dos deudores al que perdona en su caso quinientos el texto de San Mateo —Beati pauperes spiritu—, que una edición reciente traducía así: “Dichosos los que tienen alma de pobre”» (Georges Chevrot, Las bienaventuranzas, 4ª ed., trad. de Luis Horno Liria, Madrid, 1966, p. 56). 13 «De otro modo, si no tienes con qué pagar, te quitarán de debajo de ti la cama». 14 Ver la tesis doctoral de Abraham Weingort-Bockzo, Le prêt à intérêt dans le droit talmudique, Université de Paris II Panthéon-Assas, Paris, 1979, XXXVIII+484 fols. Hay una interesante obra de edición a cargo de N. S. Hecht, B. S. Jackson y S. M. Passamaneck, An Introduction to the History and Sources of Jewish Law, Oxford, 1996, 484 pp. - 76 - MENU SALIR denarios y en otro cincuenta (el Deuteronomio permitía a los extranjeros cobrarles unos intereses más elevados, aunque respecto al pueblo de Israel la idea que se rechaza es la de aprovecharse de los bienes de un deudor y de la situación difícil por la que pudiera estar pasando, no digamos si se trataba ya de una viuda o de huérfanos). Pero, ¿qué hubiera pasado de no habérselos perdonado? Sin duda, la cárcel como se atestigua en Mt XVIII, 3015, y la tortura en XVIII, 3416, tratándose además de una deuda fabulosa (expresada numéricamente porque el estilo del discurso en forma de parábola empleado por Cristo resulta más esclarecedor utilizando estas concreciones dinerarias), pues diez mil talentos suponían una cantidad de sesenta millones de denarios y el denario venía a equivaler al sueldo de una jornada de trabajo en el campo. Traducido en pesetas actuales, según nuestros cálculos, alcanzaría los trescientos mil millones y su equivalente en euros sería de mil setecientos noventa y seis millones cuatrocientos siete mil cien (al cambio de 167). Si lo vertimos a su equivalencia en dracmas de plata de Grecia la cifra nos parece igualmente inconmensurable, pues alcanzaría los sesenta millones de dracmas, o quince millones de siclos judíos. La venta de todos los bienes que tenía el primer deudor para sufragar parte de la deuda de Mt XVIII, 25 ¿puede asimilarse a una cesión de bienes obligatoria? Pensamos que no. Este pasaje patentiza una visión notablemente intransigente que ha merecido multitud de interpretaciones desde el plano de la misericordia divina con los hombres (reconocimiento del poder de Dios y de la obligatoriedad que tienen los hombres deudores —pecadores o no pecadores— de someterse a Él, en su calidad de benévolo Bienhechor supremo), pero no desde la óptica de la valoración de la crueldad del sistema legal del pueblo de Israel que no daba la apariencia de aceptar el instituto jurídico de la cesión voluntaria con liberación de infamia y prisión. No obstante, el asunto ha de contemplarse con cautela y nos movemos a nivel de textos sobre un plano que las fuentes no aclaran, pero quizás con la tortura del deudor se pretendiese descubrir la existencia de bienes inmuebles o cantidades de dinero cuya realidad no revelaba éste y que, una vez manifiestos 15 «Pero él se negó , y le hizo encerrar en la prisión hasta que pagara la deuda». 16 «E irritado, le entregó a los torturadores hasta que pagase toda la deuda». - 77 - MENU SALIR los primeros o el caudal dinerario de que se tratase, permitieran su entrega a su acreedor, el rey en este caso. Por su parte, San Juan Crisóstomo hace unas reflexiones sobre los pasajes de esta parábola bien distantes de las conclusiones que estamos sacando aquí, y que podemos resumir —al menos así lo pensamos nosotros— en cuatro puntos básicos: 1º) Respecto a la amenaza de venta de la mujer, no hay en este comportamiento «crueldad ni inhumanidad, pues el daño hubiera sido para él, como quiera que la mujer era esclava suya, sino por una inefable solicitud. Lo que el rey pretende con esa amenaza es impresionar al deudor para llevarle a que le suplique, no que haya de ser vendido»17. 2º) El perdón inicial de la deuda era para mostrarle que «las enormes culpas de que le libraba» iban destinadas a que deseaba que —de esta forma— «fuera más blando con su compañero»18. Por decirlo con mayor precisión conceptual y teológica con San León Magno, «no hay ningún vestigio de justicia en aquel corazón donde habita la avaricia»19. 3º) «El siervo no había pedido más que un plazo y dilación de pago, y el rey le concedió más de lo que le pidió: el perdón y el saldo de la deuda entera»20. 4º) La entrega a los atormentadores a fin de que solventara la deuda y «pagara todo lo que debía» la entiende Crisóstomo «para siempre, pues jamás había de pagar», pues no haciéndose «mejor con el beneficio, el castigo se encargará de corregirle»21. Otro aspecto a tener en cuenta en la relación entre las partes es que el acreedor principal es considerado como rey en el versículo 23, pero —a partir de ahí— ya no aparece en el resto del capítulo con esa consideración sino simplemente con la de señor, dominus. A este respecto la consideración del rey, entendido como basileuς aparece en multitud de fragmentos 17 Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, LXI, 3, ed. Daniel Ruiz Bueno, Madrid, 1956, vol. II, p. 277. 18 Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, LXI, 3, ed. Ruiz Bueno, vol. II, p. 277. 19 Sermones, LX, 4. 20 Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, LXI, 3, ed. Ruiz Bueno, vol. II, p. 278. 21 Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, LXI, 4, ed. Ruiz Bueno, vol. II, p. 280. - 78 - MENU SALIR neotestamentarios22. El comentario que hace S. Agustín, carece de interés jurídico y es una exégesis corta que en la relación habla en términos de prórroga e invita al perdón de las deudas y a la limosna distinguiendo entre el perdón que socorre al ofensor y que no cuesta dinero y el socorro material que se proporciona entregándole bienes o dinero a quien carece de ellos23. Por otra parte, en el Deuteronomio se recogen las formalidades que debía seguir el acreedor para cobrar su deuda tomando los bienes de su deudor en prenda y considerando su capacidad económica24. Además existen ciertos bienes sobre los que no se puede constituir prenda y entendemos, por extensión, que tampoco cabe ejecución sobre los mismos; se trata, básicamente de aquellos necesarios para el trabajo, ya que si el deudor se ve privado de ellos no podrá producir lo que necesita para vivir25. El comentario al respecto de San Juan Crisóstomo incide en la conveniencia de fomentar en el pueblo judío sentimientos y actitudes hacia sus semejantes dotadas de una mayor dosis de comprensión y humanidad y no sólo por lo que a las cosas 22 Mt I, 6; II, 1, 2, 3 y 9; V, 35; X, 18; XI, 8; XIV, 9; XVII, 25; XVIII, 23; XXI, 5; XXII, 2, 7, 11 y 13; XXV, 34 y 40; XXVII, 11, 29, 37 y 42; Mc V, 14, 22, 25, 26 y 27; XIII, 9; XV, 2, 9, 12, 18, 26 y 32; Lc I, 5; X, 24; XIV 31; XIX, 38; XXI, 12; XXII, 25; XXIII, 2, 3, 37 y 38; Io I, 49; VI, 15; XII, 13 y 15; XVIII, 33, 37 y 39; XIX, 3, 12, 14, 15 y 19; Act IV, 26; VII, 10 y 18; IX, 15; XII, 1 y 20; XIII, 21 y 22; XVIII, 7; XXV, 13, 14, 24 y 26; XXVI, 2, 7, 13, 19, 26, 27 y 30; 2 Cor XI, 32; 1 Tim, I, 17; II, 2 y VI, 15; Heb VII, 1 y 2; XI, 23 y 27; 1 Pet II, 13 y 17; Apoc I, 5 y 6; V, 10; VI, 15; IX, 11; X, 11; XV, 3; XVI, 12 y 14; XVII, 2, 10, 12, 14 y 18; XVIII, 3 y 9; XIX, 16, 18 y 19; XXI, 24. 23 «Timeamus, observemus, caveamus, dimitamus: Quid enim perdis, ex eo quod dimittis? Veniam das, non pecuniam. Quam in ipsa eroganda pecunia aridae arbores non esse debetis. In eroganda pecunia indigenti tribuis: in danda venia peccanti ignoscis; utrumque Dominus videt, utrumque remunerat, utrumque uno loco commendavit: Dimitte et dimittetur vobis; date, et dabitur vobis» [S. Agustín, Sermo IX, 2 Frangipane (ad Mt XVIII, 21-35)]. La cita última es de Lc VI, 37-38. 24 «Cuando vayas a cobrar de tu prójimo alguna deuda, no entres en su casa para tomarle prenda; sino que te quedarás afuera, y él te sacará lo que tuviere. Mas si es pobre, no pernoctará la prenda en tu casa sino que se la restituirás antes que se ponga el sol, para que pueda acostarse con su manto y te bendiga» y concluye con una apodíctica mención de que «de esta forma tengas justicia ante el Señor tu Dios» (Deuteronomio, XXIV, 10-13). Por justicia se entiende que se le considerará o imputará como mérito ante Dios. 25 «No tomarás en prenda muela de molino, sea la de arriba o la de abajo; porque el que esto te ofrece, te empeña lo necesario para su propia vida» (Deuteronomio, XXIV, 6). - 79 - MENU SALIR materiales se refiere26. Respecto a la ropa y prendas de abrigo era posible su entrega en garantía aunque esta prenda no debía tener demasiados efectos porque debía ser devuelta en el mismo día27. El año del jubileo se extinguían todas las prendas sobre bienes debiendo recuperar todos sus posesiones, e incluso los deudores que, por ejecución sobre su persona, habían quedado al servicio del acreedor, recobraban su primitiva libertad28, lo que se traducía en que —respecto a la tierra— propiamente lo que se había vendido no era otra cosa que el usufructo de la misma. De todas formas, poco tiene que ver la cesión de bienes a los acreedores con la cesión que un padre hace a sus hijos en vida de sus propios bienes. Tomando como ejemplo la parábola del hijo pródigo de Lc XV, 11-16, René Dekkers da la impresión de que la considera como el instituto jurídico al que nos estamos refiriendo y que, incluso, le lleva a afirmar: «Es la cesión de los bienes, practicada entre los hindúes, los burgundios y los húngaros; es la división del ascendiente de los cretenses (Ley de Gortina, 22), de los noruegos (Gulathing, 107) y del antiguo derecho franco»29. No hemos visto semejante interpretación de Lc XV, 11-16 en ningún otro exégeta del siglo XX, ni clásico. El propio Hugo de Groot la considera entre las parábolas de Cristo como «eximia et plena affectuum et pulcherrimis picta coloribus», pero no alude a que en la misma aparezca la cesión de bienes, sino el reparto de la herencia que podía corresponderle al segundo hijo. Tampoco lo interpretaba de esta forma San Agustín, quien ni siquiera lo relaciona con Deuteronomio XXI, 17, en cuanto a los 2/3 otorgados al primogénito y el tercio del segundogénito. La interpretación tradicional del pasaje 26 Juan Crisóstomo, Homiliae in Epistolam primam ad Corinthios, XXI, 3. Hay la ed. clásica de la Patrologia Graeca del P. Migne, vol. 61, cols. 11-61 y una trad. castellana, Madrid, 1945. 27 «Si recibieses de tu prójimo su vestido o manta en prenda, se la volverás antes de ponerse el sol, supuesto que no tiene otro con que cubrirse y abrigar sus carnes, ni con que dormir o arroparse de noche. Si clamare a mí le oiré porque yo soy misericordioso» (Éxodo, XXII, 26-27). 28 «Y santificarás el año quincuagésimo, y anunciarás remisión o rescate general para todos los moradores de tu tierra; pues es el año del jubileo. Cada uno recobrará su posesión y cada cual restituirá a su antigua familia» (Levítico, XXV, 10). 29 El Derecho privado de los pueblos, trad. de Francisco Javier Osset, Madrid, 1957, p. 481. - 80 - MENU SALIR es espiritual, combinando los tres elementos de 1) pecado, 2) misericordia y 3) alegría, y, por tanto, bien ajena a lo que aquí nos ocupa. Centrándonos ya en el Derecho romano y partiendo del presupuesto de un incumplimiento del deudor30, la desaparición de la esclavitud por deudas en Roma es explicada por Tito Livio en base al comportamiento lujurioso y cruel de un usurero (Lucio Papirio, de ahí la denominación de la ley) cuya actuación, movida por bajos instintos libidinosos, sobre un esclavo por deudas (nexum) llamado Gayo Publilio —que se había entregado en lugar de su padre— provocaría la compasión del pueblo y de la curia y la modificación importante de la relación de bilateralidad que se produce en el crédito. El usurero consideraba que posibles prestaciones sexuales del joven esclavo podían constituir un interés añadido al préstamo e intentaría seducirlo, primero con proposiciones deshonestas y posteriormente abusando de su situación de superioridad haciendo uso de amenazas variadas recordándole continuamente su condición. Al comprobar que no tenía éxito, ordenó desnudarlo y golpearlo con varas. El joven saldría a la calle con las señales de la tortura al tiempo que se quejaba de la lujuria y crueldad de Lucio Papirio. Es en este momento cuando el pueblo se compadece y acude primero al foro y desde allí a la curia, hasta el punto de que los cónsules convocan al Senado a la vez que mostraban la espalda lacerada del esclavo. Desde aquel día los cónsules recibirían el mandato de que nadie fuese encadenado ni encarcelado por razón de deudas, de forma que la ejecución se haría efectiva sobre los bienes del deudor y no sobre su cuerpo tomándose las medidas oportunas para hacer realidad esta situación y ordenándose la liberación de los que estaban privados de libertad por razón de débitos31. Esta idea —con referencia a Tito Livio— sería 30 Sobre la mora del deudor o retraso en el cumplimiento de sus obligaciones y su relación con la mora del acreedor, ver la tesis doctoral de Fabien Cirier, De la demeure du créancier en droit romain, Paris, 1886, pp. 19-27. Interesa sobre todo que el deudor pueda demostrar que el retraso se debe exclusivamente a la voluntad de su acreedor. Salvo una mención a la datio in solutum, al hilo de su explicación de la oferta de pago para distinguirlo del pago en sentido estricto (pp. 54-55), no descubrimos ninguna aportación para nuestro objeto de estudio. 31 «L. Papirius is fuit, cui quum se C. Publilius ob aes alienum paternum nexum dedisset; quae aetas formaque misericordiam elicere poterat, ad libidinem et contumeliam animum accenderunt: et - 81 - MENU SALIR también recogida por buena parte de la doctrina al aludir al origen de la ley Poetelia Papiria, surgida como consecuencia de las revueltas populares tras las actuaciones de Papirio sobre el joven Publilio32. Sergio Sotgia apunta que la florem aetatis ejus fructum adventitium crediti ratus, primo perlicere adolescentem sermone incesto est conatus: dein postquam aspernabantur flagitium aures, minis territare, atque identidem admonere fortunae: postremo, quum ingenuitatis magis, quam praesentis conditionis memorem videret, nudari jubet verberaque afferri. Quibus laceratus juvenis, quum se in publicum proripuisset, libidinem crudelitatemque conquerens foeneratoris: ingens vis hominum, quum aetatis miseratione atque indignitate injuriae accensa, tum suae conditionis, liberumque suorum respectu, in forum, atque inde, agmine facto, ad curiam concurrit; et quum consules tumulto repentino coacti senatum vocarent, introeuntibus in Curiam Patribus, laceratum juvenis tergum, procumbentes ad singulorum pedes ostentabat. Victum eo die ob impotentem injuriam unius ingens vinculum fidei: jussique consules ferre ad populum, ne quis, nisi qui noxam meruissset, donec poenam lueret, in compendibus aut in nervo teneretur. Pecuniae creditae, bona debitoris, non corpus obnoxium esset. Ita nexi soluti: cautumque in posterum, ne necterentur» (Tito Livio, Ab urbe condita, VIII, 28, 2-7). 32 Eugéne Henriot, Moeurs juridiques et judiciaires de l’ancienne Rome d’après les poètes latins, vol. 3, Paris, 1865, reimp. Aalen, 1973, pp. 361-362. La referida ley ha dado ocasión a numerosos comentarios por parte de Lucien Guenoun, La cessio bonorum, pp. 5-9 (en relación al comentario de un pasaje de Varron, De lingua latina, 7, 105) y 16-18; Paul Bachmann, De la cession de biens en droit romain, pp. 14-18; Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 8-18; Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 13-19 (a propósito del mismo texto de Varron); Armand Guillon, Essai historique sur la Législation Française des faillites et banqueroutes avant 1673, pp. 13-15; Benoit Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 38-46; Georges Duverel, De la venditio bonorum, p. 3; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 15-18; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 17-18; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 7-8; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, p. 19; Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 4-5 y Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 16-17. Cuando André Magdelain, en “La loi Poetelia Papiria et la loi Iulia de pecuniis mutuis”, en Estudios de Derecho Romano en honor de Álvaro d’Ors, Pamplona, 1987, pp. 811-818, hace una serie de comentarios relacionando ambas leyes, manifiesta un desconocimiento o un olvido consciente de la literatura jurídica francesa en torno a la materia sobre la ley Poetelia Papiria con excepción de la monografía muy conocida de Guenoun. Advierte, sin embargo, que la fórmula utilizada por Tito Livio, al no ser un jurista, carece en algunos aspectos de sentido al omitir el juramento que la ley imponía a los que estaban - 82 - MENU SALIR mayoría de los estudios señalan como origen de la cessio bonorum una «lex Julia, aunque al propio tiempo se reconoce la existencia de precedentes anteriores, de los que el más antiguo se concreta en el denominado juramentum bonae copiae de la ley Poetelia Papiria (año 441 ó 428)»33. A esto añade una idea sobre la que volveremos en el sentido de que «se tiende a encontrar el origen del instituto en la época anterior a la de introducción del procedimiento formulario, del cual se mantiene independiente, discutiéndose también si la lex Julia constitutiva de la cessio se remonta a César o bien a Augusto, y, pese a que existen argumentos en apoyo de ambas soluciones, actualmente se prefiere acoger la segunda en el sentido de que la ley no creó una nueva institución, sino que se limitó a disciplinar una antigua costumbre anterior»34. No dudamos en situar la Lex Poetelia entre los vinculados para liberarse. Precisa Magdelain que Cicerón señala el nombre de Solón, mientras que Tito Livio está indicando la referencia a aliud initium libertatis (p. 811). Por otro lado, advierte que la cesión de bienes no tiene nada que ver con la historia de los nexi en tanto en cuanto para él por parte del autor clásico se está interpretando la ley Poetelia Papiria a la luz de la ley Iulia de pecuniis mutuis (pp. 816-817). Ver el artículo de Fernand de Visscher, “La Lex Poetelia Papiria et le régime des délits privés au Ve siècle de Rome”, en Mélanges Paul Fournier, Paris, 1939, pp. 755765. De esta forma, «les dispositions de la loi Poetelia peuvent être considerées comme une témoignage frappant du régime des délits privés en vigueur au Ve siècle de Rome. Elles confirment non vues quant à l’absence de la notion d’obligation delictuelle à l’époque républicaine» (p. 764). 33 Igualmente, Guenoun afirmaba que no era posible identificar la cessio bonorum con el juramentum bonae copiae. Sin embargo, descubría un principio análogo en el nacimiento de ambas instituciones cual era evitar al deudor el apremio corporal que él identifica con la cárcel en base a C. 7, 71, 1 (La cessio bonorum, p. 8, en nota). 34 Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, pp. 7-8. El autor aclara que todo lo que afirma sobre la cessio bonorum, no se deriva de un análisis directo de las fuentes, sino de los estudios de Wlassak y de Solazzi. Está aquí haciendo referencia Sotgia a la voz “Cessio bonorum” que M. Wlassak publicó en la Realencyclopädie der classischen Altertumwissenschaft, en el vol. III/2, cuya referencia al concepto reproducimos en una nota posterior y al conjunto de los estudios de Solazzi sobre el concurso de acreedores de los que también nos hacemos eco en varias ocasiones en nuestra tesis. No son comparables. Una es una voz de síntesis de la más importante enciclopedia de Derecho romano y de los derechos de la antigüedad y otra la obra no menos importante de uno de los grandes estudiosos del Derecho concursal italiano. En concreto esta opinión es mantenida por Solazzi en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 135. El comentarista de la obra de Sotgia, Germán Gambón Alix - 83 - MENU SALIR precedentes de la Ley Julia concluyendo que vino a suponer la liberación de todos los esclavos por deudas que hacían el correspondiente juramento de solvencia, de modo que los deudores que no disponían de liquidez obtenían su libertad provisional si juraban que tenían un activo superior al pasivo y que pagarían si se les otorgaba el tiempo necesario para realizar sus bienes. Se trata, a nuestro entender, de una especie de moratoria o espera y afinando aún más de una primitiva suspensión de pagos en el sentido más estricto del término. Diferentes interpretaciones de un fragmento de Varrón35 permiten otras explicaciones de las posibles consecuencias de esta ley, derivadas a su vez del referido texto de Tito Livio, de Dionisio de Halicarnaso36, o de Cicerón37 y que giran básicamente sobre si el juramentum bonae copiae era un juramento de solvencia o de insolvencia38. afirma con total contundencia que «fue la lex Julia de bonis cedendis, la que introdujo la radical innovación consistente en permitir al deudor eludir la ejecución personal mediante la espontánea cesión de la integridad de su patrimonio a los acreedores...» (pp. 25-26). 35 «Liber qui suas operas in servitutem pro pecunia quam debebat, dabat dum solveret, nexus vocatur, ut ab aere obaeratus. Hoc C. Poetelio Libone Visolo dictatore sublatum ne fieret, et omnes qui bonam copiam iurarunt, ne essent nexi, dissoluti» (Varron, De lingua latina, 7, 105). 36 Partiendo de una explicación semejante a la ofrecida por Tito Livio en cuanto a la reclamación del esclavo ultrajado por la lujuria del prestamista refiere como —a partir de este momento— sería ratificada una ley por la que todos los romanos esclavizados por deudas recobrarían su antigua libertad (Dionisio de Halicarnaso, Fragm. 16, 5). 37 «Fuerat fortasse aliqua ratio maioribus nostris in illo aere medendi, quae neque Solonem Atheniensem non longis temporibus ante fugerat neque post aliquanto nostrum senatum, cum sunt propter unius libidinem omnia nexa civium liberata nectierque postea desitum; semperque huic generi, cum plebes publica calamitate inpendiis debilitata deficeret, salutis omnium causa aliqua sublevatio et medicina quaesita est» (Cicerón, De re publica, 2, 34, 59). Se deduce la liberación del esclavo por deudas. 38 En la transcripción del texto de Varron, Guenoun omite (entendemos que por un error) la palabra dabat (ver p. 7, nota 1). Algunos traducen Bonam Copiam iurarunt como jurar por la diosa de la Buena Abundancia y no en el sentido de jurar poseer medios suficientes, con lo que la interpretación cambia considerablemente (ver la traducción de Manuel-Antonio Marcos Casquero, Barcelona-Madrid, 1990, pp. 286-287). En este caso transcribe Bonam Copiam y no bonam copiam. Las distintas interpretaciones de este juramento son también recogidas de forma escueta y sin llegar a concluir nada al respecto por Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 40-41 y por Raoul Bloch, De la venditio bonorum, p. 27. - 84 - MENU SALIR En realidad la mayoría de los clásicos refieren una liberación completa de los nexi como consecuencia de la Ley Poetelia, en el sentido de que si el juramentum bonae copiae implica una promesa de solvencia, en realidad, muy pocos nexi habrían estado en condiciones de prestarlo y tal liberación no habría tenido lugar. Cuando hablamos de nexus empleamos el término en el sentido de esclavo por deudas, es decir aquella persona que trabaja como esclavo hasta terminar de pagar una deuda previamente contraída, tal y como especifica en el referido texto Varrón. Para Guenoun la conciliación de los diferentes textos pasaría por admitir un juramento de insolvencia; sin embargo, no queda satisfecho con dicho sentido, sin antes desechar el resto de interpretaciones, en la medida en que existiría otra posible traducción: «jurar que no dispone de recursos suficientes» en relación a la expresión bonam copiam ejurare que se recoge en diversos textos39 (Cicerón40 o Plauto, entre otros)41. Así, autores como Jacques Cujas, con base en los textos aludidos, sustituyen en el pasaje de Varrón el término jurarunt —jurar, afirmar con juramento— por ejurarunt —rechazar solemnemente con juramento y unido a bonam copiam se ha traducido como declararse en quiebra—42. No somos partidarios de esta corrección, ya que la mayor parte de los manuscritos recogen el término jurarunt, y confirmamos estas conclusiones con un texto; se trata de la Tabula Heracleensis vulgo lex Iulia municipalis43 atribuida a César y datada en el año 709, que contiene la expresión jurare bonam copiam. Este texto sitúa entre las causas de indignidad que impiden el acceso a los cargos públicos municipales el acto del «qui bonam copiam iuravit iuraverit», aunque también aparece 39 La cessio bonorum, p. 9. 40 «Tu autem quod mihi bonam copiam eiures nihil est...» (Ad familiares, 9, 16, 7). 41 «Eiuravit militiam» (Fabularum incertarum fragmenta, 11). 42 «Cum enim ex XII Tab. olim debitores creditoribus necterentur et addicerentur, id antiqua lege sublatum fuit, relata a M. Varrone, et liberatis sunt qui bonam copiam ejurassent, ne essent nexi, sicut hac Nov. qui ejurant bonam copiam, id est se non esse solvendo, liberantur carcere cruciatuque omni corporis, imo et cessionis ignominia» (Jacques Cujas, Ad tres postremos Libros Codicis Justiniani commentarii, vol. X de Opera, col. 752). 43 Ver la tesis doctoral de Henri Legras, La table latine d’Héraclée (la prétendue “lex julia municipalis”), defendida en la Université de Paris en 1907. - 85 - MENU SALIR previamente la expresión abiuraverit, apareciendo el término abiuro —negar con juramento—44. La interpretación final de Guenoun es la literal optando por un juramento de solvencia: jurar tener recursos. 44 «...queive in iure [bonam copiam abiuravit] abiuraverit, bonamve copiam iuravit iuraverit», en Fontes Iuris Romani Antejustiniani, ed. de Salvatore Riccobono, J. Baviera, Contardo Ferrini, J. Furlani y Vincenzo Arangio-Ruiz, Firenze, 1968, p. 149, n. 110. Guenoun considera que el texto transcrito (él sigue otra edición distinta) es poco susceptible de haber sido alterado, sin exponer las razones que le llevan a tal afirmación. Para completar la visión del tema recogemos otras posibles interpretaciones transcritas por Guenoun de autores como Gallinger o H. Legras (La table latine d’Héraclée, Paris, 1907) a la hora de traducir el texto de la Tabula Heracleensis que consideran que jurare bonam copiam, tiene el mismo sentido que bonam copiam ejurare, en base a que la expresión jurare calumniam es sinónima de calumniam ejurare, es decir rechazan la sustitución del término pero le atribuyen el mismo significado. Guenoun sostiene que se trata de un argumento fácilmente descartable: «l’expression jurare calumniam n’est employée que dans des textes littéraires, et jamais chez les jurisconsultes, qui disent jurare de calumnia. Si jurare bonam copiam avait le sens elliptique qu’on veut lui attribuer, on devrait trouver chez les jurisconsultes et, à plus forte raison, dans les lois, non la formule abrégée des textes littéraires, mais une formule analogue à jurare de calumnia: de bona copia jurare» (pp. 8-13, ver también la nota uno de las páginas 12 y 13). Opta Lucien Guenoun por una interpretación literal de la expresión —siguiendo la opinión de la mayoría de los romanistas— al indicar que jurare bonam copiam no puede significar otra cosa que «jurar tener recursos», ya que para decir «jurar no tener recursos» existe la expresión ejurare bonam copiam y es imposible que dos expresiones radicalmente opuestas hayan llegado en un momento determinado a ser utilizadas como sinónimas (pp. 13-15). Rechaza igualmente la interpretación de Th. Mommsen en su edición de la Tabula Heracleensis cuando interpola las palabras bonam copiam abjuravit —similar a la edición que hemos manejado— delante de bonam copiam juravit, con lo cual deducía que el texto pretendía dos juramentos, uno primero de insolvencia y un segundo de solvencia por considerarla de difícil justificación porque «il n’est pas prouvé en effet qu’il ait existé une institution où l’action d’ejurare ou abjurare bonam copiam aurait eu une portée juridique». Añade que Cicerón —en el referido texto, Ad familiares, 9, 16, 7— «peut n’avoir voulu faire qu’un jeu de mots, appelé dans son esprit par l’idée symétrique de jurare bonam copiam... Cést pourquoi l’on entend plus habituellement la clause queive in jure... abjuraverit du faux serment d’un défendeur, à qui, devant le magistrat, le demandeur aura déféré le serment nécessaire. Seulement certains auteurs (se refiere a H. Legras en la obra referida) entendent abjurare au neutre, tandis que d’autres lui donnent un complément, en restituant devant [abjuravit] abjuraverit les mots creditum ou rem creditam, ou encore pecuniam creditam» (sigue en este punto la voz clásica de M. Wlassak en la Realencyclopädie y el manual de P. F. Girard) (pp. 15-16, en - 86 - MENU SALIR Otro punto de vista es el de Emmanuel Voron que se plantea el análisis de este juramento a partir de un conjunto de reflexiones relativas a una serie de circunstancias accesorias que pueden añadirse a la simple insolvencia. Así, el deudor dejaría de ser digno de lástima si la imposibilidad de hacer frente a sus obligaciones le es imputable o si rechaza maliciosamente cumplir con las mismas cuando puede hacerlo. El problema es si todos estos matices aparecen contemplados por la Ley Poetelia. Es en este momento cuando Voron se detiene a examinar el texto de Varron, y a determinar el sentido de la expresión juramentum bonae copiae no sin antes precisar la falta de información al respecto y la existencia de un campo abierto a todo tipo de conjeturas45. Recoge tres posibles interpretaciones que no difieren en demasía de lo que acabamos de apuntar, de un lado la que sustituye el término jurare por ejurare: jurar que no puede satisfacer a los acreedores, la cual rechaza en base a tres consideraciones a) por no ajustarse al tenor literal, b) porque en la referida Tabula Heracleensis y en la Novela 135 se habla de juramentum, y c) por resultar poco probable que la ley hubiese impuesto una pueril condición —suponemos que por resultar evidente la dificultad, aunque sólo sea momentánea, de efectuar el pago— al tratamiento de favor que hacía a los nexi. El segundo sistema atribuye a la expresión el sentido de jurar que tiene una fortuna bastante para pagar sus deudas, lo cual no tiene demasiado sentido porque no resulta lógico que un deudor con bienes suficientes se encuentre en una situación de servidumbre. Voron optará por una tercera interpretación al considerar el juramento como una especie de garantía en favor nota). Ver los comentarios de Emmanuel Voron al respecto de este pasaje de Cicerón en De la cession de biens en droit romain, pp. 13-15, así como sus consideraciones en torno a la lex Julia municipalis contenida en la Tabla Heraclea en pp. 16-18. Concretamente señala que esta ley no recoge una cesión de bienes porque prevé casos de infamia y no hay duda alguna de que el principal efecto de la cesión era eximir de la infamia. De ahí que esta norma recoge más bien el juramento contenido en la Ley Poetelia. Sobre el mismo texto de Cicerón consultar igualmente a propósito del juramento Friedrich Von Woeb, “Personalexekution und cessio bonorum in römischen Reichsrecht”, en Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), pp.521-522. Por su parte, Siro Solazzi sigue la opinión de Guenoun respecto al juramento en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 130, nota 4 y p. 131. - 87 - MENU SALIR de los acreedores constituyendo una expresión de buena voluntad por parte del deudor. Por tanto, acaba —al igual que Lucien Guenoun— prefiriendo un análisis literal siendo consciente de la dificultad de determinar de manera exacta el sentido de la expresión por la ausencia de precisión al respecto. Sigue el sistema de los traductores buscando el valor ideológico de los términos latinos dentro de su contexto46. Así el juramento vendría a significar una promesa de haber gestionado bien su patrimonio, de dejarlo en su totalidad a disposición de los acreedores, o ambos al mismo tiempo y con esto cobraría mayor sentido el texto de Varron en la medida en que fueron libres todos aquellos nexi que habían gestionado sus asuntos de manera adecuada47. Nosotros venimos a compartir esta opinión por no considerar adecuadas —como ya indicamos— cierto tipo de correcciones un tanto forzadas en textos originales y por parecernos un tanto ilógico que el juramento suponga una plena disponibilidad de bienes porque en tal caso no se entendería la situación de esclavitud del deudor. Ello no es obstáculo para que no nos resulte desacertado estimar que se refiere simplemente a una falta momentánea de liquidez sin culpa alguna del deudor y a la necesidad de un margen temporal para proceder a la realización de los bienes con lo que se estaría permitiendo la interpretación literal de la expresión, introduciendo aclaraciones al respecto. Por su parte, otros autores señalan, sin aportar nuevos argumentos al respecto, que el fin primordial perseguido por esta ley —Lex Poetelia Papiria— es la supresión de la esclavitud por deudas (nexum)48 —aunque subsista en algunos 45 De la cession de biens en droit romain, p. 11. 46 «Copia veut dire abondance, mais il signifie ressource, fortune. Quant à bonus, c’est un de ces adjectifs élastiques dont on ne peut déterminer le sens que subjectâ materiâ. Or, ici nous avons constaté l’impossibilité de traduire par abondante fortune. Pourquoi n’adopterions-nous pas le sens admis dans bonus paterfamilias, locution qu’on peut rapprocher de celle dont nous nous occupons, et qu’on traduit par diligent, attentif, bon administrateur. On traduirait de même pater bonae familias, maître d’un patrimoine bien géré. Quant à jurare, il signifie tout aussi bien affirmer que promettre, l’un se rapportant au passé, l’autre à l’avenir» (Lucien Guenoun, De la cession de biens en droit romain, pp. 12-13). 47 De la cession de biens en droit romain, p. 13. 48 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 42. Ver también las consideraciones de Emmanuel Voron en torno a la subsistencia de - 88 - MENU SALIR supuestos para las derivadas de delito, es decir aboliría el nexum para las deudas que tuviesen su origen en un contrato y lo mantendría para las de naturaleza delictual con lo que guardaría relación con la buena fe inicial exigida al deudor—. Por otra parte, la addictio permanece aunque el legislador disminuirá considerablemente sus consecuencias49. Otro argumento es el que afirma que la ley se aplicó a toda clase de deudores privados de libertad a causa de su deuda. Como último efecto de la Ley Poetelia todos los esclavos por deudas —nexum— serán declarados libres y los deudores podrán evitar la prisión mediante la promesa hecha bajo juramento de dejar todos sus bienes presentes y futuros a la addictio (De la cession de biens en droit romain, p. 10 y p. 15). Sobre el nexum en general —no en el sentido en el que lo estamos utilizando— como «objeto jurídico híbrido a mitad de camino entre el contrato —fuente de obligaciones— y el derecho real —creador de poder—» consultar Paul Ourliac y J. de Malafosse, Derecho romano y francés histórico, trad. cast. y notas de Manuel Fairén, Barcelona, 1960, vol. I, p. 64, 92, y 99-102; Paul Frédéric Girard, Manuel élémentaire de droit romain, pp. 487-492 y Gaetano Scherillo, “Le definizioni romane delle obbligazioni”, en Studi in onore di Giuseppe Grosso, vol. IV, Torino, 1971, pp. 94-127, sobre todo, pp. 104-105. Henri Lecouturier califica el nexum como la forma antigua de contrato en Roma recogiendo diferentes teorías sobre su naturaleza y concluyendo que es un compromiso de carácter vinculante de trabajo del deudor para el pago de su deuda (De la bonorum venditio, p. 3, nota 2). Marc Michon analiza la etimología del término (De la venditio bonorum en droit romain, p. 6). Más amplio es el panorama relativo al nexus y a sus diferentes formas, ofrecido por Louis Sadoul, al hilo de su análisis del procedimiento de la manus iniectio (De la bonorum venditio, pp. 16-19). Indica que la situación del nexus es ante todo la de un hombre libre ya que conserva sus bienes, la manus sobre su esposa y la paterna potestas sobre sus hijos. Consultar además Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 810; Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 8-11; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 4-6; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 2-3 (lo diferencia de la manus iniectio en que el nexum era el resultado de la convención mientras que la manus iniectio tenía lugar tras un juicio); Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 4-9 (se llevaba a cabo en presencia de cinco testigos y con el empleo de fórmulas rituales y solemnes). 49 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 43. De hecho siempre se ha discutido si la addictio —entendida como la adjudicación del deudor al acreedor— implicaba o no una verdadera esclavitud ya que no era privado de su patrimonio (ver G. Gambón Alix en sus notas a la obra de Sergio Sotgia La cesión de bienes, pp. 24-25). En este mismo sentido, José Luis Murga Gener, Derecho Romano Clásico II: El Proceso, p. 335. - 89 - MENU SALIR disposición de sus acreedores —con ello nos encontramos con una antesala de la cessio bonorum, aunque no podemos olvidar lo señalado anteriormente en el sentido de las divergentes opiniones doctrinales en torno al juramento y de que hay autores que precisan que el mismo va referido a la solvencia del deudor y otros a su insolvencia e incluso a una promesa de trabajo—. Se trata del ya examinado juramentum bonae copiae50, aunque independientemente de su contenido —sobre el cual ya nos hemos pronunciado— no hay duda de que era el único medio de evitar la ejecución personal al menos hasta la aparición de la institución de la cessio bonorum y que, consecuentemente, se encuentra directamente relacionado con los orígenes de nuestra institución. De todos modos, Courtois no deja de apuntar que en la práctica se observan castigos corporales de iniciativa privada hasta Justiniano, aunque serían suprimidos por éste en una de sus Constituciones y por ello la ley Poetelia Papiria, aunque implique una mejoría para los deudores, no lleva consigo una abolición total de la ejecución personal porque presupone la existencia de un patrimonio de modo que en casos de insolvencia absoluta el deudor sería privado de libertad51. Además las prisiones públicas fueron reemplazando progresivamente a las cárceles privadas52. En línea parecida apunta Emmanuel Voron que la Ley Poetelia no acabó de forma definitiva con la prisión, sino que continuaron las cárceles privadas aunque se suavizaron considerablemente los rigores ejecutivos que habían estado vigentes hasta entonces siempre que la deuda no procediese de delito. De hecho esta norma trajo consigo una importante revolución ideológica que se manifiesta en que la ley de las XII Tablas situaba al nivel de los grandes crímenes el incumplimiento de las 50 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 44. 51 Juan Antonio Alejandre García, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 4. 52 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 46. Añade Courtois que la ley Rubria para la Galia cisalpina había prohibido a los acreedores, a excepción de los casos donde cabía addictio, llevar a sus deudores a residencias privadas. Así el derecho de encerrar en casa al deudor fue prohibido, bajo la pena correspondiente al crimen de lesa majestad, por el emperador Zenón, especialmente para la diócesis de Egipto (p. 46). - 90 - MENU SALIR obligaciones, mientras que para la Ley Poetelia la demora y la insolvencia no constituían por sí mismos delitos públicos53. Al margen de lo anterior, lo que sí está claro es que la doctrina no se pone de acuerdo en cuanto a la fecha de la ley Poetelia, ni en cuanto a su contenido exacto y ámbito de aplicación, aunque sí parece haber unanimidad en que mejoró considerablemente la situación del deudor insolvente acabando con ciertos abusos de los acreedores sobre los nexi54 y convirtiendo la ejecución patrimonial en la vía principal de ejecución, perdiendo su carácter accesorio55, pero sin desaparecer la personal. En definitiva, supuso la abolición de la esclavitud por deudas (nexum) 53 De la cession de biens en droit romain, p. 10. 54 Guenoun afirma la existencia de una doble tradición en cuanto a la fecha exacta y a los orígenes de esta ley, de una parte la representada por Varrón que la atribuye a C. Poetelio Libone Visolo, dictador en el año 441 de la fundación de Roma, y la tradición encabezada por Tito Livio que la sitúa en el año 428 de Roma y la atribuye a los cónsules C. Poetelio y L. Papirio, aunque no olvida que hay autores como Paul Huvelin que incluso opinan que es anterior al referido año 428 y otros como Kuebler o Bekker prefieren permanecer en la duda. De hecho Guenoun no se aventura a resolver la cuestión, aunque parece inclinarse por el año 428 de Roma cuando al mencionar por vez primera dicha norma hace alusión expresa a la fecha señalada, aludiendo a la controversia en nota (La cessio bonorum, pp. 5-6, en nota). Las discrepancias doctrinales sobre la fecha exacta de la Ley Poetelia Papiria son recogidas también por Benoît Courtois, en De la bonorum venditio en droit romain, p. 41, en nota. Estudios más recientes parecen situar la ley con base en el mismo texto de Tito Livio 8, 28, empleado por Courtois, en torno al año 326 a. de C. (428 de la fundación de Roma) [Cfr. Juan Antonio Alejandre García, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 4, que, no obstante, no conoce la obra de Courtois, como tampoco la de Guenoun; Mario E. Clemente Meoro, “Término y vencimiento anticipado: antecedentes históricos”, en Anuario de Derecho Civil, XLIV (octubre-diciembre/1991), p. 1550, nota 70, para quien pasan totalmente desapercibidos los resultados a los que había llegado la romanística francesa]. Una diferencia de un año aparece en las consideraciones de Emmanuel Voron, que alude al año 429 de Roma cuando Poetelio era cónsul, según la cronología de Tito Livio y al año 440, bajo la dictadura de Poetelio y no bajo su consulado, siguiendo a Varrón —observamos como se refiere a una sola persona que, al parecer, fue primero cónsul y unos años más tarde dictador—. Se inclina por el año 429 como la fecha más probable (De la cession de biens en droit romain, p. 9). Esta misma cronología había sido manifestada por C. Accarias quien dudaba entre el 429 o el 440 de Roma (Précis de droit romain, vol. II, p. 684, nota 2). 55 De la cession de biens en droit romain, p. 15. - 91 - MENU SALIR pero no se sabe en qué medida, ni exactamente cuándo. En cuanto a los efectos de la ley y su vigencia temporal señalan algunos autores que el juramentum bonae copiae subsistió hasta que la ley Julia de cessione bonorum vino a sustituirlo por el abandono de todos los bienes del deudor a los acreedores, es decir por la cesión propiamente dicha56. Por tanto, lo que venía a ser una simple promesa acabó convirtiéndose en un acto material de desposesión de los bienes y entrega a los acreedores con el correspondiente mandato de liquidación de los mismos. No podemos olvidar que, previamente, en el primitivo Derecho romano la ejecución iba dirigida a la persona del deudor, aunque la mayor parte de la doctrina considera que el acreedor se hacía también con los bienes del deudor una vez que se apoderaba de su persona constituyendo un híbrido entre la ejecución personal y la patrimonial. La regulación básica se contenía en la ley de las XII Tablas (Tabla III)57. Nos referimos al procedimiento ejecutivo de la manus 56 Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 14. 57 «1. AERIS CONFESSI REBUSQUE IURE IUDICATIS XXX DIES IUSTI SUNTO. 2. POST DEINDE MANUS INIECTIO ESTO. IN IUS DUCITO. 3. NI IUDICATUM FACIT AUT QUIS ENDO EO IN IURE VINDICIT, SECUM DUCITO, VINCITO AUT NERVO AUT COMPEDIBUS XV PONDO, NE MINORE, AUT SI VOLET MAIORE VINCITO. 4. SI VOLET SUO VIVITO. NI SUO VIVIT, QUI EUM VINCTUM HABEBIT, LIBRAS FARRIS ENDO DIES DATO. SI VOLET, PLUS DATO. 5. Gellius, 20, 1, 46-47: Erat autem ius interea paciscendi ac nisi pacti forent, habebantur in vinculis dies sexaginta. Inter eos dies trinis nundinis continuis ad praetorem in comitium producebantur, quantaeque pecuniae iudicati essent, praedicabatur. Tertiis autem nundinis capite poenas dabant, aut trans Tiberim peregre venum ibant. 6. TERTIIS NUNDINIS PARTIS SECANTO. SI PLUS MINUSVE SECUERUNT, SE FRAUDE ESTO». Transcribimos el texto de la Tabula III tal y como se recoge en las ediciones consultadas de Salvatore Riccobono, J. Baviera, Contardo Ferrini, J. Furlani y Vincenzo Arangio-Ruiz, pp. 32-33 y César Rascón García y José María García González, Madrid, 1993, pp. 6-8, donde se reproduce con mayúsculas lo que la doctrina considera como original. Encontramos una diferencia entre ambas, la primera señala secum ducito, y la segunda secum deducito. Ver la discusión sobre las XII Tablas entre el jurisconsulto Sexto Cecilio y el filósofo Favorino que nos reproduce Aulio Gelio en sus Noctae Aticae, XX, 1 en torno a la severidad de las mismas comentando, entre otros aspectos, por ejemplo, la proporcionalidad entre el delito cometido y la pena que le corresponde según la ley; la necesidad de tener en cuenta la intención a la hora de castigar al autor de un hecho delictivo, por no ser justo que se castigue de igual forma un acto cometido de forma dolosa e intencionada que uno imprudente; o la - 92 - MENU SALIR iniectio (Gayo 4, 12)58. Insistimos en las fases del procedimiento tal y como lo desarrolla Aulio Gelio, precisando que se establecía un plazo de treinta días cuyo cómputo comenzaba desde que la deuda en particular era reconocida o desde que existía una sentencia que la declarase para que el acreedor pudiese ejercitar la manus iniectio59. Era necesario que en el procedimiento ambas partes se encontrasen presentes. Si, pasados los treinta días, el deudor no pagaba o presentaba a alguien que pagase en su lugar, era llamado por el acreedor para ininmutabilidad de las leyes que cambian según los acontecimientos o el momento histórico, político o social concreto y a las que comparan en tono poético con el mar o el cielo. Pese a que se efectúa un auténtico repaso a los principios básicos del Derecho penal a nosotros lo que realmente nos interesa son los comentarios atinentes al escaso talante humanitario de las leyes que permiten al acreedor la ejecución personal sobre su deudor con la posibilidad incluso de dividir su cuerpo como si de un patrimonio de tratase: «Nam de immanitate illa secandi partiendique humani corporis, si unus ob pecuniam debitam judicatus addictusque sit pluribus, non libet meminisse; et piget dicere. Quid enim videri potest efferatius, quid ab hominis ingenio diversius, quam quod membra et artus inopis debitoris brevissimo laniatu distrahebantur, sicut nunc bona venum distrahuntur?». Se considera la buena fe como una de las principales virtudes que debe estar presente en las relaciones privadas y en los negocios públicos y en ella se basan los treinta días — dies justi— que se deben conceder de margen para abonar una deuda, una vez que ha sido confesada o reconocida judicialmente y durante los cuales no se podía llevar a cabo reclamación legal alguna, es decir no se podía comenzar el procedimiento de la manus iniectio y que como hemos visto se recogen en la Tabla III de la Ley de las XII Tablas. Discuten, igualmente, sobre la Ley del Talión en el sentido de la dificultad de aplicación en sus justos términos ya que es preciso inquirir si el daño concreto ha sido causado o no de forma intencional porque sólo en este caso se podrá alcanzar la necesaria reciprocidad. Para Favorino la ley era severa pero Sexto Cecilio le inquiere ¿qué severidad hay en hacerte lo mismo que tu has hecho al otro? El que sufre el Talión es porque lo ha elegido libremente ya que antes de cometer el hecho conoce a la perfección la pena correspondiente al mismo. 58 «Lege autem agebatur modis quinque: sacramento, per iudicis postulationem, per condictionem, per manus iniectionem, per pignoris capionem». Ver también en cuanto al procedimiento en sí Gayo 4, 21. Sobre la figura de Gayo se puede consultar la obra de E. Glasson, Étude sur Gaius et sur quelques difficultés relatives aux sources du droit romain, Paris, 1885, reed. anastática, Roma, 1965. En particular respecto a las Institutiones, pp. 126-200. 59 Consultar Taubenschlag, “Manus iniectio”, en Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, Stuttgart, 1930, XIV, 2, cols. 1400-1402. - 93 - MENU SALIR que se presentase, junto a él, ante el magistrado, el cual lo trababa con un peso de quince libras al menos y lo adjudicaba al acreedor60. El procedimiento estaba constituido por fórmulas rituales, entre las que destacaba el hecho físico de coger al deudor, por parte del acreedor, que era ratificado por el magistrado, o los términos en los que se debía pronunciar el actor: «Quod tu mihi iudicatus (sive damnatus) es sestertium X milia, quandoc non solvisti, ob eam rem ego tibi sestertium X milium iudicati manum inicio»61 y, a partir de ese momento, el acreedor tenía derecho a retenerlo en su propia casa e incluso a atarlo aunque estaba obligado correr con sus gastos, alimentándolo, o limitándose a darle una libra de trigo o harina por día, quedando siempre al deudor la posibilidad de buscarse su propio sustento. Esta situación se prolongaba por sesenta días en los cuales era llevado a tres mercados donde se proclamaba su deuda para ver si alguien se hacía cargo de la misma, aunque luego podía quedar al servicio del que pagase. Si nadie pagaba, el acreedor tenía el derecho de matar al deudor (aunque sobre este particular la doctrina discrepa en el sentido de que no consideran que el acreedor tuviese la facultad de darle muerte sino todo lo más de utilizarlo para su servicio particular) y, por supuesto, venderlo como esclavo (deportado) al extranjero, “al otro lado del Tíber” (trans Tiberim)62. Siempre cabía la posibilidad de que ambas partes enfrentadas llegasen a un acuerdo sobre el modo de hacer frente a la deuda. Si los acreedores eran varios podían repartirse los restos del cuerpo del deudor, estableciéndose así un tratamiento igualitario de los mismos. Algunos sectores de la doctrina han interpretado esta norma en sentido físico y otros en sentido material, desviando el reparto hacia sus bienes o al importe resultante de la venta como esclavo del deudor. Para otros autores, la norma era 60 En Gayo, 3, 199 en relación al furtum se recoge el supuesto del que se encuentra adjudicado en virtud de sentencia: «Interdum autem etiam liberorum hominum furtum fit, veluti si quis liberorum nostrorum qui in potestate nostra sint, sive etiam uxor quae in manu nostra sit, sive etiam iudicatus vel auctoratus meus subreptus fuerit». 61 Gayo, 4, 21. 62 El traductor y comentarista de la obra de Sergio Sotgia, La cesión de bienes, G. Gambon Alix, señala que la puesta en venta quedaría prohibida «más tarde», sin precisar cuando, existiendo la posibilidad de «redención mediante pago» (p. 24). - 94 - MENU SALIR explícita y se refería al cuerpo del deudor, aunque en la práctica nunca llegó a aplicarse63. Para evitar la manus iniectio, el deudor tiene dos opciones: o bien pagar la deuda en el plazo concedido o bien presentar un vindex que le representaría y defendería en el pleito —para algunos autores, el vindex sería una persona que paga en lugar del deudor haciendo frente a su deuda y no un sustituto procesal como hemos indicado64— aunque, si no lograba demostrar que 63 Aulio Gelio en sus Noctae Aticae, XX, 1, al hilo de la discusión referida entre el jurisconsulto Sexto Cecilio y el filósofo Favorino y tras reproducir el procedimiento de la manus iniectio, plantea el interrogante relativo a si la ley introducía un castigo tan cruel al cual no se podría recurrir nunca. De hecho prácticamente a diario se llevaba a cabo la adjudicación y sujeción del deudor al que no parecían temer y ello porque se desconocía la existencia en la antigüedad de un caso de descuartizamiento, ya que con cierta dosis de probabilidad no se practicó realmente tal castigo. Por su parte Vicenzo Giuffrè, en “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), al referirse a los orígenes de la cessio bonorum consideraba la ejecución por la que el acreedor sometía al deudor a su poder como de marcado carácter patrimonial. Estimaba que era una ejecución en sentido estricto por cuanto iba dirigida a la satisfacción de una pretensión de forma coactiva y justificaba su patrimonialidad en su finalidad de reparar económicamente al acreedor. Para Giuffrè las posibles aptitudes del acreedor, la venta trans Tiberim y la misma exposición en el mercado son diferentes vertientes de la ejecución patrimonial porque van destinadas a la consecución de un logro económico (pp. 318-320). El problema se plantea en relación a la división material del deudor concluyendo el carácter figurado de la norma entendiendo que va referida al reparto del patrimonio del deudor. Además si la ejecución se comprendía exclusivamente en sentido físico no se llegaría a resolver la cuestión de qué podía llegar a suceder con los bienes patrimoniales del deudor, resultando dudoso que alcanzasen a ir a parar a manos de los acreedores (p. 321). Distintas interpretaciones sobre el particular nos ofrece Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 13-15. 64 Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, 31 (junio/1965), p. 14 de la separata. Sobre el procedimiento de la manus iniectio, consultar además obras ignoradas por Giménez Anzola, Paul Bachmann, De la cession de biens en droit romain, pp. 11-18; Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 5-8; Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 11-19; Armand Guillon, Essai historique sur la Législation Française des faillites et banqueroutes avant 1673, pp. 13-15; Benoit Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 18-28; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 4-6; Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 11-15; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les - 95 - MENU SALIR el procedimiento, seguido contra él, era injusto sería condenado a pagar el doble. En principio la manus iniectio, sólo procedía frente al deudor confeso o condenado por sentencia, aunque luego se extendería a otros supuestos. Es posible que el origen de la progresiva desaparición de la manus iniectio, se encuentre en la Lex Iulia de cessione bonorum, aunque influyó considerablemente la institución de la pignoris capio65 y la Lex Poetelia Papiria, tal y como hemos indicado anteriormente. biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, pp. 8-13; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 6-12; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 7-16; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 10-12; Lucien Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialement du “pignus ex causa judicati captum”, pp. 2-3 y Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 11-17. Ver también la escueta referencia de P. Ourliac y J. de Malafosse, Derecho romano y francés histórico, vol. I, p. 92. La figura del vindex y su papel procesal fue objeto de estudio por Gerardo Broggini, “Vindex und Iudex. Zum Ursprung des römischen Zivilprozesses”, en Coniectanea. Studi di diritto romano, Milano, 1966, pp. 97-132. 65 Benoit Courtois encuadra la pignoris capio dentro de las vías de ejecución sobre los bienes del deudor de carácter excepcional en la época de las legis actiones y la define como «una vía de ejecución que permite a ciertos acreedores apoderarse ellos mismos a título de prenda y según las formalidades prescritas, una parte de los bienes que dependerá del patrimonio de su deudor» (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 47). Para Vicenzo Giuffrè, la legis actio per pignoris capionem se formaliza para prevenir posibles abusos y la sitúa como la modalidad más remota de ejecución patrimonial en sentido estricto en cuanto «aprehensión» material de los bienes del deudor [Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), p. 322]. Igualmente descubre una ejecución patrimonial en lo que acontecía como consecuencia del sacramentum en la legis actio in rem, sobre todo cuando se trataba de un falsum sacramentum (p. 322). Henri Lecouturier introduce la pignoris capio en los orígenes de la bonorum venditio como una de las acciones de la ley que no implicaba ningún atentado a la libertad del deudor acercándose a una ejecución sobre los bienes (De la bonorum venditio, pp. 5-8). Además refiere la bonorum sectio como la venta pública de bienes de los ciudadanos que rechazan pagar las multas a las que han sido condenados por el Tesoro Público. Se trataba de una venta en bloque que iba preparando el camino e incluso sirve de inspiración a nivel procedimental a la bonorum venditio a la que califica como una combinación entre la manus iniectio y la bonorum sectio (pp. 8-9). En cuanto a la pignoris capio y la bonorum sectio, Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 19-22 y pp. 23-26 respectivamente. Del mismo - 96 - MENU SALIR Al parecer de todas las leyes promulgadas por Roma para España, tan sólo la Lex Coloniae Genitivae recogía la prisión por deudas por lo que no sabemos con exactitud en qué términos se llevaba a cabo la ejecución personal66. De gran interés es el texto de Quinto Septimio Florencio Tertuliano, Apologeticum 4, 9 donde se refleja la crueldad inicial —tantas veces aludida— respecto al deudor insolvente y el posterior cambio de mentalidad dirigido a lograr un trato más humanitario en el sentido de respetar —al menos— la integridad física —aunque no moral— del mismo67. Al mismo tiempo, tratando de rebatir en su obra los dos delitos principales con que continuamente se acusaba a los cristianos, el de lesa majestad y el de lesa religión, resalta en el lib. IV —a través de sus trece apartados— la iniquidad del odio público y el número no pequeño de leyes que quedaban a los romanos por expurgar, y de que forma los edictos y rescriptos imperiales depuraban muchas normas clásicas, señalando, a su vez como a las leyes «no las avala ni el número de años, ni la dignidad de los que las establecieron, sino solamente su equidad»68. Según hemos visto, el juramentum bonae copiae constituye el más claro precedente de la cessio bonorum, y de ahí nuestro interés. Algunos consideran modo sobre la pignoris capio, Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 2-4 y en cuanto a la bonorum sectio como modelo de la bonorum venditio, pp. 18-20. Igualmente, Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 8-11; Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 18-21; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 12-15. En torno a la bonorum sectio, Lucien Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialement du “pignus ex causa judicati captum”, pp. 12-14; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, pp. 14-15 y Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, pp. 243-246. 66 Juan Antonio Alejandre García, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 4. 67 «También había leyes que permitían a los acreedores despedazar a sus deudores previamente juzgados; pero más tarde, por público consenso, se erradicó semejante crueldad. La pena de muerte se conmutó por una nota de infamia: con la confiscación de bienes, se prefirió que la sangre sonrojara de vergüenza su rostro y no que se derramara» (Apologeticum, 4, 9, ed. castellana de Julio Andión, Madrid, 1997, p. 36). - 97 - MENU SALIR que del mismo se extraen los principios básicos que más tarde desarrollaría la Ley Julia con la institucionalización de la cessio bonorum, hasta el punto de que muchos autores llegan a confundir ambas instituciones69. Por tanto, no hay duda al respecto de que la cesión de bienes fue introducida por la Ley Julia de cessione bonorum (Gayo, 3, 78: «qui ex lege Iulia bonis cedunt»; C. 7, 71, 4: «Legis Iuliae de bonis cedendis beneficium»; C. Th. 4, 20: «qui bonis ex lege Iulia cedere possunt»); la incertidumbre se sitúa —como ya sucediera con la Lex Poetelia Papiria— en la fecha exacta de la ley y, más concretamente, en si se atribuye a César o a Augusto, estando dividida la opinión de la doctrina al respecto70. El juramento, que apareció por vez primera en la ley Poetelia, reaparece nuevamente con César (recordemos la Tabula Heracleensis). En el año 705 de Roma (49 a. de C.)71 autorizó por ley a los deudores a satisfacer a sus acreedores mediante una entrega (datio in solutum) de sus propiedades valoradas según su precio con anterioridad a la guerra civil72. Algunos han querido ver en esta medida una 68 69 Apologeticum, 4, 10. Lucien Guenoun, La cessio bonorum, p. 16. Señala Jean Rous que en ambos casos la fortuna del deudor pasa a sus acreedores y se evita la ejecución personal (De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 85-86). 70 R. J. Pothier sostiene que puede ser tanto de Julio César como de Augusto (Traité de la procédure civile, ed. de M. Bugnet, Paris, 1848, vol. X, p. 334, ch. II, nº 709). Girard estima que es más probable que fuese de Augusto (Manuel élémentaire de droit romain, p. 1063, nota 2) y la misma opinión es mantenida por J. A. Crook, “A Study in Decoction”, en Latomus, 26 (1967), p. 365. Solazzi indica que los argumentos que la atribuyen a César tienen poco peso (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 133) y W. Pakter señala que el debate parece inclinarse a favor de Augusto [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), pp. 325-326]. Por el contrario, Vincenzo Giuffrè afirma que considerada «en abstracto» parece más bien referida a la época de César [“La c. d. “lex Julia” de bonis cedendis”, en Labeo, 18 (1972), p. 178]. 71 Voron habla del año 704 para referirse a este acontecimiento como una de las fechas probables en las que se podía situar la Ley Julia en la vida de César de modo que la cesión sería un capítulo de la ley que autorizó la liberación de los deudores mediante la datio in solutum (De la cession de biens en droit romain, p. 20). 72 «Dictatore habente comitia Caesare, consules creantur Iulius Caesar et P. Servilius; is enim erat annus quo per leges ei consulem fieri liceret. His rebus confectis, cum fides tota Italia esset angustior neque creditae pecuniae solverentur, constituit ut arbitri darentur; per eos fierent - 98 - MENU SALIR especie de cessio bonorum, pero compartimos la opinión de Guenoun de que, si bien supone otro claro antecedente de la misma, su carácter pro soluto, y, por ende plenamente liberatorio de las deudas, hace que se aparte de la esencia última de la cesión (pro solvendo)73 y ello aunque pretenda, en cierta modo, salvaguardar la reputación de los deudores. Obviamente mientras se llevaba a cabo la tasación de las propiedades del deudor, antes de proceder a la entrega, transcurría un periodo de tiempo, durante el cual es de suponer que el deudor era encarcelado al menos con carácter preventivo y era posible que pudiese librarse de esta medida a través del juramentum bonae copiae, aunque no se trata de un tema nada claro74. Existen quienes han considerado que, de la preocupación demostrada por César encaminada a ayudar al deudor que no podía hacer frente a todas sus obligaciones, puede atribuirse al mismo la creación de la cessio bonorum, aunque otros le atribuyen una finalidad exclusivamente política75. Apunta aestimationes possessionum et rerum, quanti quaeque earum ante bellum fuisset, atque eae creditoribus traderentur. Hoc et ad timorem novarum tabularum tollendum minuendumque, qui fere bella et civiles dissenssiones sequi consuevit, et ad debitorum tuendam existimationem esse aptissimum existimavit» (César, De bello civile, III, 1). Este pasaje es comentado por Maria Pia Piazza, “Tabulae novae: osservazioni sul problema dei debiti negli ultimi decenni della repubblica”, en Atti del II Seminario Romanistico Gardesano, Milano, 1980, pp. 91-93. Más extenso es el análisis de Vincenzo Giuffrè, en “La c. d. “lex Julia” de bonis cedendis”, en Labeo, 18 (1972), pp. 183-186. Ver también sobre este asunto Suetonio, Divus Iulius, 42, 2. Habla de la reducción del importe de las deudas a una cuarta parte. Los deudores debían evaluar las propiedades según el precio por el que las habían adquirido antes de la Guerra Civil, deduciendo de la suma total las cantidades que en concepto de interés habían pagado en efectivo o sumado al capital. 73 La cessio bonorum, p. 18. La diferencia entre la dación y cesión aparece ya claramente esbozada en C. 7, 71, 1 y C. 7, 71, 4. Ver sobre la datio in solutum, P. Ourliac y J. de Malafosse, Derecho romano y francés histórico, vol. I, pp. 324-325. No obstante, Suetonio en Divus Iulius, 42, 2 niega una cancelación total de las deudas. 74 Lucien Guenoun, La cessio bonorum, p. 18 y Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 20. 75 Las medidas adoptadas por César son consideradas por Voron de carácter electoral con fines claramente políticos al tratar de encontrar partidarios entre los deudores. Se refiere tanto a la prohibición de ciertos préstamos con interés, como a la modificación de la tasa de usura o a la autorización de la referida datio in solutum ventajosa para los deudores. En esta línea parece - 99 - MENU SALIR Voron otra fecha probable para situar la introducción de la cessio bonorum en la época de César. Se trata, siguiendo a Jules Tambour, del año 708 de Roma en el que aparece una lex Julia judiciaria que incluiría la cesión de bienes76. Sin embargo, la mayoría de la doctrina la sitúa con posterioridad, atribuyéndola a Augusto. Argumenta Guenoun en favor de esta posición que la institución no se menciona en las obras de Cicerón (aunque reconoce que no es un argumento demasiado contundente), que los historiadores de César no recogen estos términos77 y el propio César que intenta justificar, en De bello civili, las medidas adoptadas por él en favor de los deudores no dice nada de la cesión de bienes, ni aparece indicio alguno de la figura en el capítulo 21 de la Lex de Gallia Cisalpina78. Idénticas consideraciones son sostenidas por Emmanuel Voron79. Por su parte, lógico considerar que César no se contentaría con medidas de carácter pasajero sino que habría optado por una reglamentación más duradera que permitiese a los insolventes evitar el cumplimiento efectivo de desagradables amenazas que se cernían sobre sus personas. Sin embargo, en opinión de Voron no es el primero ni será el último político en actuar así: «Cependant il n’y a pas, entre ces idées, de lien nécessaire. César a trés bien pu s’occuper de la situation des débiteurs comme moyen électoral et les oublier une fois au pouvoir; il n’eût été ni le premier, ni le dernier politicien à agir ainsi. Et surtout dans la pénible carrière du dictateur, si des lois de circonstance ont trouvé place, y a-t-il eu assez de temps pour créer une institution qui devait durer des siècles?» (De la cession de biens en droit romain, p. 20). 76 De la cession de biens en droit romain, p. 20. 77 En cambio, Lucien Guenoun refiere un texto de Dion Cassio, 47, 17, 1 y ss. del año 712 de Roma relativo al régimen terrorista del segundo triunvirato donde parecen descubrirse ciertas referencias a la cessio bonorum y la expresión pashς thς ousiaς ekstanti empleada por Dion Cassio podía ser comparada con aquella encontrada en un papiro del año 250 después de J.C. Estas expresiones se traducirían como cedere bonis en los textos de lengua griega relativos al derecho romano. De todos modos, para Guenoun no se trata más que de un aspecto circunstancial que no tiene la suficiente entidad como para datar la institución (La cessio bonorum, p. 20, nota 2). Para Voron, si la ley relativa a la cesión hubiese sido promulgada en la época de César los historiadores lo habrían mencionado no sólo por su valor jurídico sino también por su indudable importancia política (De la cession de biens en droit romain, p. 21). 78 La edición de esta Ley que manejamos, la de Salvatore Riccobono, J. Baviera, Contardo Ferrini, J. Furlani y Vincenzo Arangio-Ruiz, pp. 169-175, la sitúa entre los años 705-712. 79 De la cession de biens en droit romain, pp. 21-22. - 100 - MENU SALIR Guenoun, siguiendo la línea que le caracteriza y que le lleva a contrariar todos sus posicionamientos, afirma que no se dispone, en realidad, de ningún testimonio de peso que permita atribuir la ley que introduce la cessio bonorum a Augusto80. Se dice que la cessio bonorum no se puede asignar a César porque su característica principal era evitar la infamia a la que se veían expuestos, por el contrario, los deudores que hacían uso del beneficio contenido en la Tabula Heracleensis o Tabla Heraclea a la que ya nos hemos referido varias veces en este mismo capítulo81. No obstante, no está probado que la cessio bonorum evitara la infamia desde el principio. Al parecer fue en una Constitución de Alejandro Severo del año 223 donde se da a conocer por primera vez este efecto de la cesión que, si bien no lo presenta como una innovación, tampoco especifica que haya existido siempre82. Un pasaje de las Basílicas (21, 3) parece igualmente establecer que la 80 Voron reconoce que tampoco aparece entre los autores ninguna mención que atribuya la ley a Augusto; aún así esto se justifica porque en el reinado de Augusto los historiadores no fueron ni numerosos ni precisos, ni los documentos tenían la entidad que alcanzaron las cartas de Cicerón o las memorias de César. Además, en la época de Augusto, la ley no habría tenido el mismo carácter político ni la misma trascendencia que con César por no tratarse de una medida urgente aunque habría sido favorable políticamente por adaptarse a las necesidades del momento (De la cession de biens en droit romain, p. 22). Ver también sus explicaciones sobre los inconvenientes del sistema ejecutivo previo a la cesión de bienes ante la aparición de nuevos motivos que llevaron a la ruina de la mayoría de los patrimonios de relieve (lujo, intrigas y guerra civil) —pp. 22-24—. 81 Según Voron, es de sumo interés saber si la lex Julia de cessione bonorum se debe situar antes de la lex Julia municipalis contenida en la referida Tabula Heracleensis y datada en el año 709, ya que en este caso el juramentum bonae copiae del que habla esta ley y la cessio bonorum habrían coexistido temporalmente no siendo demasiado lógica la existencia de dos vías para llegar a un mismo fin, cual es evitar la ejecución personal aunque no se debe obviar que la primera vía sería menos ventajosa y de más difícil acceso que la segunda y que la cesión evita además la infamia y lleva consigo el beneficio de competencia, con lo cual resulta aún menos congruente la coexistencia. Por ello concluye Emmanuel Voron que si el juramentum bonae copiae existía en el año 709 es que la cessio bonorum no se había creado aún (De la cession de biens en droit romain, p. 21). 82 «Debitores qui bonis cesserint, licet ex ea causa bona eorum venierint, infames non fiunt» (C. 2, 11 [12], 11). - 101 - MENU SALIR exclusión de la infamia no se remonta a la Ley Julia83. Otro argumento procede de un Edicto de Tiberio Julio Alejandro, prefecto de Egipto, fechado en el año 68 d. de C., que podría aludir, en opinión de Guenoun, bajo el nombre de boulhsiς tou qeou Σebastou a la ley Julia de cessione bonorum; sin embargo, son las Constituciones imperiales las que se ocuparon de introducir la cessio bonorum en las provincias —así se establece expresamente en C. 7, 71, 484— y el citado Edicto no se ocupa puntualmente de la cesión sino que más bien parece referirse a una constitución de Augusto renovando y confirmando la prohibición de la ejecución sobre la persona que formaba parte del viejo derecho nacional de Egipto, castigando la utilización abusiva de la prisión por deudas. Encuentra Guenoun bastante verosimilitud en los argumentos que atribuyen la ley Julia a Augusto en base a la preocupación de este último por la materia crediticia, sobre todo en los aspectos procedimentales. Wlassak apunta que la cessio bonorum fue institucionalizada por la ley Julia judiciorum privatorum del año 737 de Roma (17 a. de C.) que, en un principio, abolió las legis actiones85. Se trataría de una ley general que regulaba en un capítulo las formas procedimentales y en otro la ejecución. Sin embargo, no se puede obviar —como ya señalamos— que los textos (C. 7, 71, 4; C. Th. 4, 20) se refieren expresamente a una Lex Julia de bonis cedendis de donde se podría extraer el argumento de que la Ley Julia sobre la cesión fue una ley especial, aunque esta conclusión no se impone, ya que, frecuentemente, los textos aluden bajo la denominación de “lex” a una disposición particular de una ley y concluye Guenoun que este precisamente debe ser el caso que nos ocupa86. Para Voron, una vez situada la ley en la época de Augusto, la cuestión de la fecha concreta carece de interés, o si lo tiene, es secundario, aunque precisa que la mayoría de la 83 Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 167-170. 84 «Legis Julia de bonis cedendis beneficium, constitutionibus divorum nostrorum parentum ad provincias porrectum esse...». Ver Guenoun, La cessio bonorum, p. 23 y Von Woeb, “Personalexekution und cessio bonorum in römischen Reichsrecht”, en Zeitschrift der SavignyStiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), pp. 486, nota 2 y 492, nota 4. 85 Consultar Wlassak, “Cessio Bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classsischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1995. Ver Guenoun, La cessio bonorum, p. 24. 86 La cessio bonorum, pp. 24-26. - 102 - MENU SALIR doctrina la sitúa en una lex judiciaria de Augusto del año 728 ó 729 de Roma (observamos una diferencia de 11 ó 12 años respecto a las conclusiones de Guenoun)87. Hoy en día la doctrina no parece albergar duda a la hora de atribuir la ley a Augusto en el año 17 a. de C.88. A título indicativo creemos necesario apuntar que hay autores que descubren incluso la institución de la quiebra ya en el derecho romano89. Aún así, la mayor parte de la doctrina la sitúa en la Edad Media y por ello prescindimos de entrar en esta discusión, aunque no dudamos en afirmar que sus antecedentes más remotos se encuentran en el Derecho romano y prueba de ello es que la mayor 87 De la cession de biens en droit romain, p. 24. 88 Así Ignacio Sancho Gargallo ni siquiera plantea la alternativa y atribuye la lex Iulia a Augusto situándola en el año 17 a. de C. cuando al analizar los antecedentes históricos de la retroacción de la quiebra contempla la cesión de bienes en relación con la acción pauliana como institución que permitía preservar de forma íntegra el patrimonio del deudor (La Retroacción de la Quiebra, Pamplona, 1997, p. 136). Es de lamentar que sus fuentes sobre este particular sean sólo doctrinales sin que aparezca ninguna fuente legal. Pese a ello es en la señalada fecha en la que coincide la práctica totalidad de la doctrina actual. En esta dirección cfr. Renzo Provinciali, Manuale di diritto fallimentare, p. 75; Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la codificación, p. 27; Antonio Guarino, Diritto privato romano, p. 237, nota 20.6, por citar algunos ejemplos. Del año 16 a. de C. habla Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, 31 (junio/1965), p. 22, nota 56. No obstante, Álvaro d’Ors la atribuye a César, Derecho privado romano, Pamplona, 1991, § 116, p. 161 89 Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, 31 (junio/1965), pp. 12-13 y p. 19 de la separata. Para Giménez Anzola, es precisamente en la cessio bonorum donde se encuentra el origen del «actual proceso de quiebra, cuya diferencia fundamental con la cessio bonorum, radica sólo en el predominio actual del interés público sobre el privado» (p. 24). Además indica que «la regulación de la cessio bonorum en el derecho justiniano» era «completa» y «parecida a nuestra quiebra» (p. 19, nota 50). Pese a que Giménez Anzola realiza un estudio completo sobre la evolución histórica en materia concursal resulta criticable que en el epígrafe dedicado al derecho romano (pp. 17-24) no aparezca prácticamente ninguna de las obras que citamos en la siguiente nota (tan sólo Girard, Manuale elementare di diritto romano, a través de la versión italiana, Milano, 1909, del manual del profesor parisino). Es más, la mayor parte de sus referencias bibliográficas consisten en monografías latinoamericanas o tratados generales sobre derecho romano. - 103 - MENU SALIR parte de los mercantilistas que analizan la aludida institución dedican unas páginas de sus obras a la cessio bonorum y otras figuras concursales coetáneas. Centrándonos en el tema que verdaderamente nos interesa, cual es intentar conceptualizar la institución que nos ocupa, advertimos que, con pretensiones docentes, se define la cessio bonorum por algunos romanistas como una oportunidad o beneficio que se otorga a aquel deudor que se encuentra en una situación de insolvencia no buscada de propósito y que consiste en la posibilidad de ceder sus bienes a los acreedores para evitar, de este modo, la ejecución personal. Serán los acreedores quienes cobren sus créditos de forma total o parcial y proporcionalmente vendiendo los bienes (D. 42, 3 y C. 7, 71). No son pocos los trabajos sobre la cessio bonorum en Derecho romano90 y su diferencia 90 Aparte de los trabajos monográficos —en su mayoría tesis doctorales— de Louis Adrien Gabriel Michaut, Ius romanum: de cessione bonorum. Droit civil: de la cession des biens. Droit criminel: de la complicité; Droit de gens: des conventions conclues dans le cours d’une guerre, Strasbourg, 1845, (en este capítulo sólo nos interesa la primera parte de su memoria); F. S. Gordan, De origine et natura cessionis bonorum, Breslau, 1863; Lucien Guenoun, La cessio bonorum, cit.; Sergio Sotgia, La cessione dei beni ai creditori, Torino, 1954 (de ésta manejamos una versión traducida y comentada por G. Gambón Alix); Paul Bachmann, De la cession de biens en droit romain, Nancy, 1894; Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain, cit., hemos de destacar las referencias aisladas, precisas, pero preciosas de: C. Accarias, Précis de Droit Romain contenant avec l’exposé des principes généraux le texte, la traduction et l’explication des Institutes de Justinien, Paris, 1886, tomo I, p. 920, notas 2 y 4 y II, pp. 354, nº 628, en relación a la distinción entre la bonorum venditio y la cessio bonorum, p. 761, nº 780, sobre la forma de evitar la prisión por deudas con la cesión de bienes, p. 781, nº 788 sobre las propias causas de ejecución, y pp. 1124-1133, nº y 917 y 919; Edouard Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, Paris, 1928, 2ª ed., pp. 47, 647, 901, 906 y 927; Adolf Berger, “Cessio bonorum”, en Transactions of the American Philosophical Society. Held at Philadelphia for promoting useful knowledge, vol. 43, part. 2, Enciclopedic Dictionary of Roman Law, Philadelphia, 1953: «A debtor who became insolvent without his fault might voluntarily surrender his property to the creditors in order to avoid an execution by a compulsory sale thereof which involved infamy. The measure was introduced in favor of the debtors by the Lex Iulia de cessione bonorum» (p. 387); J. C. F. Mühlenbruch, Lehrbuch des Handels-Rechts, nach der Doctrina Pandectarum, Halle, 1839, vol. I, pp. 325-331, nº 170-173 y vol. II, pp. 553-555, nº 498; M. Wlassak, “Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, cols. 1995-2000 con base en una cuidada selección legislativa y bibliográfica dado el escaso margen permitido por el contexto - 104 - MENU SALIR en el que se inserta el concepto; G. Donatuti, “Cessio bonorum”, en Nuovo Digesto Italiano, 3 (1938), pp. 62-64; G. Humbert, “Bonorum Cessio”, en Dictionnaire des antiquités grecques et romaines, 1 (1877), p. 733; Biondo Biondi, “Cessio Bonorum”, en Novissimo Digesto Italiano, 3 (1959), pp. 137-138; Giannetto Longo, “Lex Iulia de cessione bonorum”, Novissimo Digesto Italiano, 9 (1963), p. 810; P. Rohland, De cessione bonorum, Halle, 1868; G. Ulbricht, De cessione bonorum, Leipzig, 1826; R. de Fresquet, Traité élémentaire de Droit Romain, Paris, s.d., vol. II, pp. 484-485 quien recoge la doble tradición sobre la cesión de bienes que para unos era una institución que había nacido con Sila y para otros con Julio César, a partir de la Ley Julia; Theodor Marezoll, Trattato delle Istituzioni del Diritto Romano, trad. italiana de Giuseppe Polignani, 2ª ed., Napoli, 1892, que tras unas someras referencias a la Ley Poetelia y al procedimiento concursal, sitúa la cesión de bienes como beneficio introducido por la Lex Iulia (a la que ubica en la época de Augusto), como medio de evitar la infamia y la cárcel a través de una simple declaración hecha por el deudor de su imposibilidad de pagar y siempre que la situación de insolvencia no le fuera imputable (pp. 276-277); R. W. Lee, The Elements of Roman Law with a translation of the Institutes of Justinian, London, 1944, 1ª ed. y 1987, 4ª impresión de la 4ª ed. de 1956, p. 454 y 455, nº 756, que apostilla: «The cessio bonorum already mentioned i. e., a voluntary surrender of the estate for the benefit of the creditors, culminated in a sale as above described, but it was more advantageous to the debtor for: —1, it exempted him from arrest and imprisonment; 2, did not render him infamis; 3, his after-acquired property was not liable beyond the excess over what was necessary for the subsistence of himself and his dependents (beneficium competentiae)» (p. 455); Franz-Stefan Meissel, “Cessio”, en Der Neue Pauly Enzyklopädie der Antike, Stuttgart-Weimar, 1997, vol. II, cols. 1076-1077; Fritz Schulz, Classical Roman Law, Oxford, 1951, y reimp. anastática, Aalen, 1992, p. 214; William Warwick Buckland, A Manual of Roman Private Law, Cambridge, 1953 y reimp. Aalen, 1981, pp. 388 y 392; Paul Frédéric Girard, Manuale elementare di Diritto Romano, trad. con añadidos de Carlo Longo, Milano, 1909, p. 1048, nota 1, p. 1059, nota 4, p. 1062, nota 5 y p. 1091, nota 5; y versión original francesa, 5ª ed., Paris, 1911, p. 1034, nota 1, p. 1045, nota 2, p. 1046, nota 3, p. 1047, nota 3 y p. 1078, nota 3; también de P. F. Girard y F. Senn, Textes de droit romain, 5ª ed., Paris, 1923, 7ª ed. Paris, 1967, a la cual Galo Sánchez, le hizo abundantes observaciones de carencias bibliográficas en un comentario publicado en el Anuario de Historia del Derecho Español, III (1926), pp. 540-542; Max Kaser, Das römische Privatrecht erster Abschnitt das altrömische, das vorklassische und klassische Recht, München, 1971, pp. 482 y 664. Kaser sintetiza perfectamente la distinción clasica entre cessio bonorum y bonorum distractio: «Sit einer lex Julia, wohl des Augustus, kann der Schuldner in bestimmten Fällen durch freiwillige Abtretung seiner Aktiven (cessio bonorum) an die Gläubiger der Personalexekution und manchen Härten der Vermögensexekution ausweichen. Eine Einzelvollstreckung, bei der Sachen der Schuldners gepfändet und verkauft werden (distractio bonorum), kennt hauptsächlich erst die Vermögensexekution des Kognitionsverfahrens. Die der ordentlichen Gerichtsbarkeit läbt sie nur in - 105 - MENU SALIR con instituciones cercanas como la bonorum venditio o la bonorum distractio91, siendo más frecuentes las monografías sobre la bonorum venditio92. Ausnahmefällen zu» (p. 482). En Das Römische Zivilprozessrecht, München, 1996, Max Kaser y Karl Hackl contemplan la cessio bonorum en pp. 405-407, incidiendo con brevedad en los beneficios que comporta. También se ha ocupado del tema Vincenzo Giuffrè, “Sulla cessio bonorum ex decreto Caesaris”, en Labeo, 30 (1984), pp. 90-93; “A margini di tre scritti recenti”, en Labeo, 27 (1981), pp. 250-259, y más recientemente Pakter, “The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), pp. 323-342. Ver también sobre el procedimiento ejecutivo en el peridodo formulario las tesis doctorales de Léon Marie Lucien Ernest Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialment du “pignus ex causa judicati captum”, Paris, 1890; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “Pignus in causa judicati captum”, Montpellier, 1884 y E. Triafandil, Histoire des voies d’exécution en droit romain. Époque des actions de la loi de la procédure formulaire, Paris, 1914. También resultan interesantes ciertas consideraciones sobre las formas de ejecución —personal y universal—en el derecho romano efectuadas por J. Bacon, en Geschichte des Römischen Rechts. Institutionen und Civilprozess, Berlin, 1884, § 214, pp. 435439. No tan precisos resultan Joseph R. Nolan y Jacqueline M. Nolan-Haley, en el Black’s Law Dictionary. Definitions of the Terms and Phrases of American and English Jurisprudence, Ancient and Modern, St. Paul, 1990, al indicar que «cessio bonorum in Roman law, cession of goods. A surrender, relinquishment, or assignment of all his property and effects made by an insolvent debtor for the benefit of his creditors. The term is commonly employed in continental jurisprudence to designate a bankrupt’s assignment of property to be distributed among his creditors» (p. 228). El conocido manual de L. B. Curzon, Roman Law, London, 1981, resume la cessio bonorum, en los siguientes términos: «Under Augustus an insolvent debtor whose insolvency was not the result of his culpa (negligence) could avoid infamia by voluntarily surrendering his property to his creditors» (p. 137, nº 20). Se aventura a concluir que la cesión de bienes se concedía sólo al deudor de buena fe, cuestión que no está del todo delimitada en la doctrina y sobre la que nos pronunciaremos más adelante. 91 Define la bonorum distractio L. B. Curzon, de la siguiente forma: «In the later Roman Law the property of an insolvent debtor was entrusted to a curator bonorum appointed by the creditors. The curator was obliged to sell the property in separate lots and to pay the creditors pro rata. The debitor avoided infamia» (Roman Law, p. 137, nº 21). 92 Henri Mascarel, De la bonorum venditio en droit romain; de la banqueroute en droit français, Poitiers, 1878; Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, Toulouse, 1884; Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, Angers, 1894 (monografía elaborada, aunque carente de la - 106 - MENU SALIR De forma marginal se pronuncian sobre la cessio bonorum Edoardo Volterra93, Joan Miquel94, Armando Torrent95, José Arias Ramos y Juan Antonio Arias Bonet96, Manuel García Garrido97, Juan Iglesias98, Álvaro d’Ors99, Pablo reseña de los resultados de las investigación de la romanística de ese siglo); Pierre Aussenac, De la “venditio bonorum”, Montpellier, 1891; André Durand, De la bonorum venditio, Paris, 1893; G. Duverel, De la venditio bonorum, Paris, 1890; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, Paris, 1892; Paul François Charles Duval, “De bonorum venditione” en droit romain, Caen, 1892; Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, Montauban, 1890; Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, Paris, 1895; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, Lyon, 1886; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, Issoudun, 1889; G. Rengade, De la “venditio bonorum”, Agen, 1891; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, Paris, 1894; Jean Rous, De la bonorum venditio et ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, Gaillac, 1885; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, Paris, 1895; Jules Sporck, De la venditio bonorum, Paris, 1894. La mayoría de estas tesis contienen aparte un estudio centrado en el derecho francés que ya hemos referido y no creemos necesario volver a apuntar en esta sede. Además destacamos el trabajo de A. Ubbelohde, “Ueber das Verhältniss der bonorum venditio zum ordo iudiciorum”, en los Festgabe Wetzell, Marburg, 1890 y el de Vincenzo Giuffrè, “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, en Labeo, 39 (1993), pp. 317-364. 93 Instituciones de Derecho romano privado, Madrid, 1986, pp. 257-258. 94 Curso de Derecho romano, Barcelona, 1987, p. 45 (legis actio per manus iniectionem) y pp. 68-69 (missio in possessionem); Derecho privado romano, Madrid, 1992, pp. 119-120. 95 Manual de Derecho privado romano, Zaragoza, 1987, pp. 175-176. A nuestro modesto juicio, Torrent no precisa con claridad la distinción entre la venditio bonorum y la bonorum distractio, porque se trata de dos instituciones que aparecen en momentos diferentes, hasta el punto de que la distractio, inicialmente surgida para determinadas personas, acaba generalizándose y sustituyendo a la primera. Pese a que Torrent aclara que la distractio consistía en una venta en detalle parece introducirla como una posibilidad dentro del procedimiento ejecutivo de la bonorum venditio. En este sentido, evacuada consulta al profesor Álvaro d’Ors, él, sin embargo, cree que «Torrent sí distingue la venditio bonorum —del patrimonio entero— de la distractio de bienes singulares, aunque no aclara que ésta surgió para casos especiales y sólo se generalizó en el derecho tardío» (Álvaro d’Ors, Pamplona, 7 de febrero de 1999). 96 97 Derecho romano. Parte General. Derechos reales, vol. I, 18ª ed., Madrid, 1994, pp. 209-211. Define y explica la cessio bonorum en los siguientes términos: «Una ley de César o de Augusto introdujo la posibilidad de que cediera los bienes el deudor (cessio bonorum), que se encontraba en una situación de insolvencia sin culpa. Esta cesión evitaba el procedimiento altamente perjudicial de la venditio bonorum, así como la nota de infamia. Es el deudor quien debe - 107 - MENU SALIR Fuenteseca100, o José Luis Murga Gener, Catedrático de Derecho Romano que fue de las Universidades de Zaragoza y Sevilla y actualmente, tras el emeritaje — desgraciadamente—, en doliente e infecunda jubilación101, por señalar doctrina romanística española, italiana vertida al castellano o polaca como es el caso de Wladyslaw Bojarski102, K. Kolanczyk103 y Wieslaw Litewski104, que por tratarse de solicitar la cessio bonorum: “El que quiere hacer cesión de sus bienes no debe ser atendido hasta que reconozca su deuda, sea condenado o haga cesión ante el magistrado” (Ulpiano, 26 ed. D. 42. 3. 8). (El texto en cursiva es de García Garrido). El pretor decretaba la missio in bona, ya que una cessio bonorum extrajudicial no era factible. Otro importante beneficio favorecía al insolvente sin culpa que hiciera cesión de sus bienes: si los acreedores no hubieran cobrado la integridad de sus créditos y reclamasen de nuevo al deudor, éste se encontraba asistido del beneficium competentiae por tiempo indefinido, para hacer frente a sus deudas» (Manuel Jesús García Garrido, Diccionario de Jurisprudencia romana, 3ª ed., Madrid, 1993, p. 65). 98 Derecho romano. Historia e Instituciones, 11ª ed. con la colaboración de Juan Iglesias- Redondo, Barcelona, 1993, pp. 195-198 (en la 9ª ed. de 1986 para la cessio bonorum, sólo dos párrafos aislados en pp. 225 y 232). Iglesias, cuyo manual es en España el que ofrece una más cuidada información bibliográfica, sólo conoce tres artículos sobre la cesión de bienes y ninguna monografía, el de Von Woeb, que tiene un carácter más generalista que referido a la simple cesión, publicado en la Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), pp. 485-529, otro de Biondo Biondi que en realidad es una voz de enciclopedia y el conocido artículo de Giuffrè de la revista Labeo del año 1972. 99 Derecho privado romano, 8ª ed., Pamplona, 1991. Dedica a la cessio bonorum el § 116 al hilo del procedimiento ejecutivo de la bonorum venditio como forma de evitar la ejecución personal (pp. 161-162). Refiere además los créditos privilegiados (§ 116, p. 162). Contempla la figura del bonorum emptor y sus acciones (§ 117, pp. 162-163), el beneficium competentiae (§ 118, p. 163), la distractio bonorum (§ 119, p. 163). 100 Derecho privado romano, Madrid, 1978, p. 75, nº 33, donde lo único que dice sobre la cesión es lo siguiente: «a partir de fines de la República se admitió una cessio bonorum o entrega de bienes realizada por el deudor anticipándose a la bonorum venditio». 101 102 Derecho romano clásico II: El proceso, Zaragoza, 1980, en concreto p. 338. Prawo rzymskie, Torun, 1994. No son muchas sus aportaciones sobre nuestra materia. Destacamos, en particular, las diferentes categorías de missio in possessionem que describe de forma sincrética en no más de doce líneas en p. 73. 103 Prawo rzymskie, Warszawa, 1978. 104 Rzymskie prawo prywatne, Warszawa, 1994, pp. 394-395 y 423. El autor se limita a sondear los principales elementos que rodean la cessio bonorum e instituciones afines sin profundizar en - 108 - MENU SALIR versiones manualísticas nada original aportan que no hubiera sido dicho con anterioridad por autores franceses e italianos, pero que me veo obligada a indicar su existencia por ser autores nacionales y recientes, mientras paralelamente asistimos a la casi completa desaparición de la doctrina gala sobre el particular desde la segunda guerra mundial y mucho más acusadamente tras las reformas jurídicas de 1954 que transformaron e integraron el Derecho romano dentro del conjunto de los denominados Derechos de la antigüedad adscritos (en su enseñanza), además, a la Histoire du droit et des institutions. El polaco Litewski a la cessio bonorum propiamente dicha tan sólo dedica un par de párrafos donde coincide en situar su origen en la lex Iulia de bonis cedendis sin decantarse si se atribuye a César o a Augusto, enumerando seguidamente sus principales efectos105. Otro ejemplo reciente lo tenemos en el libro de Gábor Hamza y András Földi106. Aunque, como hemos visto, hay opiniones contradictorias en cuanto a los orígenes de la cessio bonorum, nosotros no dudamos en situar junto a la práctica totalidad de la doctrina su germen principal en la Ley Julia. Ya Guenoun nos advertía que el texto íntegro no había llegado hasta nosotros pero que se podían entrever algunas de sus disposiciones a través de fragmentos de jurisconsultos clásicos insertados en el Digesto (D. 42, 3, 5 [Paul. 56 ad ed.]; D. 42, 3, 8 [Ulp. 26 ad ed.]; D. 42, 3, 3 [Ulp. 58 ad ed.]; D. 42, 3, 4 [Ulp. 59 ad ed.]; D. 42, 3, 6 [Ulp. 64 ad ed.]; D. 42, 3, 9 [Marcian. 15 instit.]), aunque dudaba sobre la posible reconstrucción por parte de los compiladores de Justiniano107. De la misma ninguno de ellos. Así recoge la missio in bona; la postulatio que debe preceder obligatoriamente a la venditio; las figuras del curator bonorum, del magister bonorum y del bonorum emptor; el beneficium competentiae; la lex bonorum vendendorum y los privilegios entre los acreedores con una somera referencia a la distractio bonorum (pp. 394-395, n. 4). Sobre la infamia y la distractio bonorum volverá a incidir, de forma igualmente escueta, en p. 432, n. 3 y 4. Por su parte, la bonorum venditio había sido referida en p. 297 (en relación al interdictum fraudatorium), 375-376 y 379 (en materia de acciones). 105 Rzymskie prawo prywatne, p. 395, nota 5. 106 A Római Jog Története és institúcioi, Budapest, 1997. 107 La cessio bonorum, p. 3. - 109 - MENU SALIR opinión era Voron que cuestionaba que los fragmentos referidos por Ulpiano, Paulo, Modestino y Marciano fuesen plenamente fieles al tenor literal de la ley original sin que se pueda precisar hasta qué punto fue modificada108. Insistimos de nuevo, aún a riesgo de ser repetitivos, en que son muchas las referencias a esta ley por parte de las fuentes a la hora de tratar el tema de la cesión: Gayo, 3, 78109; C. 7, 71, 4110, C. Th. 4, 20, 1111 y Basílicas, 21, 3. A. Domínguez del Río112 considera que la cessio bonorum contemplada en la Lex Julia es un «fermento de la actual cesión de bienes» y hasta ahí compartimos su opinión. A pesar de ello, no estamos de acuerdo en que dicha cesión sea «equivalente a la solicitud de quiebra hecha por el deudor en materia mercantil, y el concurso voluntario en el orden civil», ya que creemos que de sus palabras se deduce una equiparación entre instituciones que, si bien en el derecho histórico tenían un sustrato común, en el derecho actual, al menos en el ordenamiento jurídico español, aparecen claramente diferenciadas. Así, se pretende configurar la cesión de bienes como figura jurídica independiente —aunque luego no lo sea tanto— como se demuestra en la regulación del artículo 1175 del Código Civil español de 1889 dentro del capítulo dedicado a la extinción de las obligaciones con una rúbrica propia “Del pago por cesión de bienes”. Pese a que luego en los aspectos procesales —que no siempre van a estar presentes— remita a la Ley de Enjuiciamiento Civil y al propio Código Civil en materia de concurso de acreedores. Según Álvaro d’Ors, la cessio bonorum consiste, esencialmente, en la cesión voluntaria por parte del deudor, de sus propios bienes, a los acreedores para que estos los vendan y satisfagan sus créditos. En este punto, nos permitimos apuntar 108 109 De la cession de biens en droit romain, p. 24. «Bona autem veneunt aut vivorum aut mortuorum: vivorum velut eorum qui fraudationis causa latinant nec absentes defenduntur; item eorum qui ex lege Iulia bonis cedunt; item iudicatorum post tempus quod eis partim lege XII tabularum partim edicto praetoris ad expediendam pecuniam tribuitur». 110 «Legis Iuliae de bonis cedendis beneficium...». 111 «Quibus bonis ex lege Julia cedere possunt». 112 Quiebras: culpable, fraudulenta. Ensayo histórico dogmático, 2ª ed., México, 1981, p. 57. - 110 - MENU SALIR un estudio comparativo con el derecho actual (aunque volveremos sobre el mismo más adelante) y si nos situamos en este último, comprobamos que la cesión de bienes no siempre es voluntaria, aunque puede serlo. Así —hoy en día— podemos considerar una cesión de bienes contractual basada en el acuerdo entre el acreedor y el deudor y que se va a regir esencialmente por el contenido de dicho acuerdo y por las normas generales que regulan los contratos y una cesión de bienes judicial que supondría el concurso de acreedores —y especificando aún más sería uno de los convenios a los que el deudor puede llegar con su acreedor dentro del concurso, constituyendo el procedimiento concursal una idea más amplia— y que, a su vez, puede ser voluntaria cuando tiene lugar a instancia del mismo deudor (aunque dicha voluntariedad se nos presenta dudosa, por cuanto el deudor tiene la obligación de presentarse en concurso cuando su pasivo sea mayor que su activo y haya dejado de pagar sus obligaciones corrientes113 y con ello se reducirían las posibilidades ya que —pese a que el concurso tenga lugar a petición del deudor— hay un precepto que le obliga a ello, por lo que sería una especie de “voluntario obligado”) y necesaria cuando son los acreedores los que solicitan el concurso, ejercitando un derecho que les pertenece. La distinción entre cesión judicial y extrajudicial de la que dudan algunos autores114 aparecía ya en el Digesto115. En algunas ocasiones se ha identificado el procedimiento de la cessio bonorum con la bonorum distractio116. Por contra, observamos que Xavier d’Ors117, 113 Código Civil [1889], art. 1913: «el deudor cuyo pasivo fuese mayor que el activo y hubiese dejado de pagar sus obligaciones corrientes deberá presentarse en concurso ante el Tribunal competente luego que aquella situación le fuese conocida». 114 Luis Díez-Picazo y Antonio Gullón, Sistema de Derecho Civil, vol. II, 6ª ed., Madrid, 1990, pp. 198-199. 115 D. 42, 3, 9 (Marcian. 15 instit.). «Bonis cedi non tantum in iure, sed etiam extra ius potest, et sufficit et per nuntium vel per epistolam id declarari». 116 «... Esta nueva legislación (se refiere a la Ley Julia) moderando el rigor inexorable de la antigua, concedió al deudor la facultad de dar en pago de sus deudas bienes raíces por su valor y justa tasación, y deparó a los que no tenían bienes suficientes para satisfacer a todos los acreedores el medio de substraerse a sus reclamaciones, y de conservar la libertad de su persona, abandonando en favor de aquéllos los bienes que poseyeran; beneficio del que disfrutaban - 111 - MENU SALIR al igual que la mayor parte de la doctrina, efectúa una clara distinción —que ya era conocida a través de diversos trabajos y tesis doctorales francesas que él desconoce118— entre ambas instituciones, considerando que la cessio bonorum presenta un régimen distinto a la bonorum distractio119 y que constituye un únicamente los que por su infortunio inculpable habían tenido semejante desgracia, mas no los que hubieran procedido de mala fe, y que leyes posteriores conservaron, habiendo dictado el propio Justiniano varias disposiciones al mismo relativas. En la bonorum distractio (así se denominaba a este procedimiento que aparece en el título III, De cessione bonorum, lib. XLII del Digesto, y el el tít. LXXI, Qui bonis cedere possunt, lib. VII del Código), quedaba el deudor responsable de las deudas para cuyo pago no alcanzasen los bienes gozando del beneficio de competencia, viniendo obligados los acreedores a vender los bienes cedidos si aquél no los rescataba antes de su venta, y pudiendo el cedente celebrar convenios con dichos acreedores y obtener una espera para el pago, ya por acuerdo de la mayoría de ellos, ya por concesión del emperador» (Enciclopedia jurídica española, tomos cuarto y quinto refundidos, p. 1100). Se refieren a D. 42, 3 y C. 7, 71. El título tercero del libro 42 del D. tiene diez apartados extraidos de Ulpiano, Paulo y Modestino. También Provinciali en su Manuale di diritto fallimentare, 5ª ed., Milano, 1969, p. 76, afirma respecto a la bonorum distractio que, en los primeros tiempos del Imperio, estaba reservada a la clase senatorial, que ésta era admisible en cuanto posibilidad de ejecución de bienes singulares, sólo en el caso de la cessio bonorum. 117 El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, Roma-Madrid, 1974, pp. 93-96. 118 Nos permitimos volver a referir algunas pese a que ya nos hicimos eco de la mayoría: Lucien Guenoun, La cessio bonorum; Paul Bachmann, De la cession de biens en droit romain; Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain; Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 46-50; Benoit Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, en concreto, pp. 38-46. En todas estas tesis doctorales aparece la cesión de bienes como institución independiente perfectamente descrita con sus requisistos, condiciones y efectos. 119 Según Ramírez, «este procedimiento consiste en sustituir la venta en bloque de los bienes o patrimonio del deudor, por su venta en detalle o separada, por medio de un curador que el Pretor designa. Pero el nuevo procedimiento —bonorum distractio— no eliminó ni acabó con el antiguo — bonorum venditio—. Aparte de que, en el nuevo procedimiento, subsistía el desposeimiento en bloque del patrimonio del deudor. Y los acreedores, naturalmente, podían optar entre la institución nueva con su curator bonis distrahendis y el sistema o procedimiento de ventas al detalle, y la institución vieja, con el emptor bonorum y la venta del total patrimonio en bloque y de una vez. Desde luego escogido uno de los procedimientos —bonorum venditio o bonorum distractio—, no podia ya pasarse al otro. A través del nuevo sistema, si con la venta de los bienes del deudor no se - 112 - MENU SALIR beneficio que se concede al deudor insolvente para evitar su ejecución personal, aunque en realidad la bonorum distractio tan sólo es la venta en detalle de los bienes que pueden haber sido cedidos con carácter previo. Definirá Xavier d’Ors la cessio bonorum como el «ofrecimiento voluntario de los propios bienes a los acreedores para que éstos puedan venderlos y cobrar sus créditos»120. Vuelve a incidirse en la nota de voluntariedad lo cual nos lleva a la necesidad de concluir que en Derecho romano la cesión de bienes stricto sensu tenía siempre lugar a iniciativa del deudor mientras que lo que hoy conocemos como cesión judicial necesaria (por producirse a iniciativa de los acreedores) se identificaría con la llamada bonorum venditio121, cuya introducción dentro del Derecho romano se atribuye como una iniciativa debida al pretor Publio Rutilio Rufo122, aunque satisfacían o cubrían íntegramente los créditos en su contra, seguía el deudor siéndolo por la diferencia» (La quiebra. Derecho concursal español. La quiebra, vol. I, 2ª ed., pp. 90-91). Sobre la bonorum distractio volveremos en páginas posteriores. 120 El interdicto fraudatorio en el Derecho romano clásico, p. 96. 121 Consultar el viejo trabajo de Alfredo Armuzzi, “Il magister ed il curator della bonorum venditio. (Contributo allo studio del concorso nel diritto romano)”, en Archivio Giuridico, LXXII (1904), pp. 481-506 como también los dos artículos de Odoardo Carrelli, “Per una ipotesi sulla origine della bonorum venditio”, en Studia et Documenta Historiae Iuris, IV, nº 2 (1938), pp. 429-483 y “Ancora sull’origine della bonorum venditio”, en Studia et Documenta Historiae Iuris, X, nº 2 (1944), pp. 302316. 122 Sin embargo hay quien como Mainz, en su Cours de droit romain, Bruxelles, 1877, vol. II, p. 601, atribuye el origen de la bonorum venditio a Publio Rutilio Calvo. Esta discusión doctrinal es recogida igualmente por Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 14. Aunque no parece haber duda de que la bonorum venditio fue obra de un pretor llamado Publio Rutilio, el problema radica en que hubo dos magistrados con este nombre, Publio Rutilio Calvo y Publio Rutilio Rufo. Uno vivió a finales del siglo VI y fue pretor en el año 586 de Roma y el segundo a mediados del séptimo y fue cónsul en el 649. Courtois parece inclinarse por la opinión mayoritaria de la doctrina romanista que sostiene que el pretor al que se refiere el texto de Gayo es Publio Rutilio Rufo y por ello la bonorum venditio tendría su origen en torno la primera mitad del siglo VII (ver también, en nota, la explicación contraria relacionada con la aparición en la Ley Thoria del año 643 de Roma de las figuras del bonorum emptor, curator y magister, aunque para Courtois lo que se recogía en esta ley era una simple costumbre luego elevada a ley por la iniciativa del pretor —p. 15—). La misma opinión es sostenida por Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 26-27; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 1-2; - 113 - MENU SALIR Odoardo Carrelli mantenga —en un primer momento— una posición contraria a la sostenida por las visiones tradicionales que partían de un texto de Gayo, 4, 35 a pesar de que luego él mismo rectifique123 buena parte de sus interpretaciones anteriores en trabajo publicado cuando ya Carrelli había dejado de pertenecer al mundo de los vivos, por lo que puede tenerse como interpretación personal definitiva al respecto. En base a lo anterior podemos afirmar que la cessio bonorum constituye el “germen” del actual concurso de acreedores, mientras que las instituciones de la missio in bona debitoris124, bonorum venditio125 y bonorum Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, p. 18 o Henri Lecouturier, aunque este último no aventura ninguna fecha concreta (De la bonorum venditio, p. 10). Jules Sporck sitúa a Publio Rutilio Rufo en el año 648 y a él atribuye el origen de la bonorum venditio (De la venditio bonorum, p. 5) e igualmente Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, p. 23. Al año 648 de Roma también se refiere André Durand, aunque indica que el nombre del pretor era «Rutilius Publicus» y acaba prefiriendo el 586 como origen de la institución (De la bonorum venditio, pp. 16-18). Raoul Bloch se decanta también por Publio Rutilio Rufo aunque lo ubica en el año 448 (De la venditio bonorum, p. 19). De Publio Rutilio sin más hablaría Alfredo Armuzzi en “Il magister ed il curator della bonorum venditio. (Contributo allo studio del concorso nel diritto romano)”, en Archivio Giuridico, LXXII (1904), p. 482 y a ambos se referirá a propósito de la acción Rutiliana Vicenzo Giuffrè en “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), p. 352, aunque apunta que Rufo fue cónsul en el año 105 a. de C. y pretor en torno al 126, mientras que Calvo sería pretor en el 168 a. de C. En una obra clásica como la de Edoardo Tagliacarne no se aclara a qué Rutilio se refiere (Studio storico-teorico-pratico degli interdetti romani comparati colla legislazione italiana, Firenze, 1877, p. 242). 123 «Riesco in tal modo a rettificare in parte quanto avevo scritto altra volta: pur ammettendo che l’istituto della bonorum venditio abbia avuto il suo completamento avanti al tribunale del pretore urbano, al quale si deve di aver concepito la figura del bonorum emptor, acquirente dell’intero patrimonio del fallito e suo successore a titolo universale, esso ha avuto però la sua scaturigine nel processo fra Romani e stranieri, ove la mancanza di qualsiasi mezzo per costringere l’obbligato recalcitrante ad accipere iudicium indusse il magistrato ad immettere l’istante nel possesso dei beni del resistente; mezzo di coazione che normalmente risultava sufficiente per indurre quest’ultimo a più miti consigli» [Odoardo Carrelli, “Ancora sull’origine della bonorum venditio”, en Studia et Documenta Historiae et Iuris, vol. X, nº 2 (1944), pp. 315-316]. El referido texto es el siguiente: «...Quae species actiones appellatur Rutiliana, quia a praetore Publio Rutilio, qui et bonorum venditionem introduxisse dicitur, conparata est». 124 Este es el nombre con el que se designa la entrega de los bienes del deudor al acreedor —y - 114 - MENU SALIR que podríamos equiparar al actual embargo— cuando tiene lugar en el concurso de acreedores, aunque el envío en posesión de los bienes de una persona en diferentes situaciones, con finalidad ejecutiva o cautelar, se conoce también genéricamente como missio in bona o missio in possessionem: D. 36, 4; D. 2, 12, 2 (Ulp. 5 ad ed.); D. 42, 4; D. 42, 5, 33, 1 (Ulp. 3, reg.). Normalmente se habla de missio in bona en los casos en que va seguida de la liquidación de los bienes y consecuentemente de la bonorum venditio ya sea con carácter inmediato o dilatado en el tiempo a la espera de la concurrencia de determinadas circunstancias y missio in possessionem cuando el envío en posesión no va seguido de venta. Más adelante se empezó a utilizar la expresión missio in possessionem rei servandae causa, para referirse a todas las missiones in bona, terminología que acabará generalizándose. Ver Max Kaser y Karl Hackl, Das römische Zivilprozessrecht, pp. 222-226 y pp. 388-394, nº 57. Insisten ambos en el carácter de missio in bona rei servandae causa y en el procedimiento consiguiente con la necesaria proscriptio, la figura del curator bonorum, independizando esta fase de la venta de los bienes propiamente dicha. Una monografía clásica sobre la missio in bona es la de H. R. Engelmann, Die Voraussetzungen der missio in bona rei servandae causa, Stuttgart, 1911 y destacamos asimismo la tesis doctoral de Paul Ramadier, Les effets de la missio in bona rei servandae causa, Université de Paris, Paris, 1911, defendida el 16 de febrero de 1911 ante un Tribunal que contaba con Girard como presidente, además de Esmein y Audibert. La teoría jurídica general sobre las missiones in possessionem la ha estudiado M. F. Lepri, Note sulla natura giuridica delle missiones in possessionem, Firenze, 1939. Ver también Egon Weiss, “Missio in possessionem”, en Paulys Realencyclöpadie der classischen Altertumswissenschaft, München, 1980, XV, 2, cols. 2054-2057. Consultar también Karl Ritter von Czyhlarz, Lehrbuch der Institutionen des römischen Rechtes, Wien-Leipzig, 1911, p. 137; L. B. Curzon, Roman Law, pp. 137, nº 19 y 200, nº 18 y Antonio Guarino, Diritto privato romano, 6ª ed., Napoli, 1981, pp. 236-237, en particular notas 1, p. 236 sobre las missiones in possessionem y nota 2, p. 236 sobre la missio in bona rei servandae causa. Solazzi mostraría su preferencia por la expresión missio in bona para identificar la primera fase de la bonorum venditio, frente a missio in possessionem —frecuentemente aludida en las fuentes—, con el fin de diferenciarla de otros institutos de derecho sucesorio, precisando que no siempre que se habla de missio in bona rei servandae causa se hace alusión al concurso de acreedores (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, p. 15). 125 Ver Max Kaser y Karl Hackl, Das römische Zivilprozessrecht, pp. 394-401, nº 58. No obvian el resultado infamante para el deudor que se deriva de este procedimiento ni el papel del magister bonorum, el bonorum emptor o la lex bonorum vendendorum, reservando el nº 59 (pp. 401-403) para contemplar el orden de prelación de acreedores. Sobre los trabajos monográficos en materia de bonorum venditio nos remitimos a los referidos en nota anterior, en su mayoría, ni indicados, ni manejados por Kaser y Hackl. - 115 - MENU SALIR distractio126 han de considerarse como el origen del actual juicio universal de la quiebra. Respecto a la bonorum venditio creemos necesario efectuar algunas consideraciones por ser una institución de vital importancia en los orígenes de la materia concursal, aunque sólo sea para deslindarla con precisión de la cessio bonorum. Además debemos tener presente que ciertas fases del procedimiento serán comunes para ambas figuras. Para algunos la aparición de la bonorum venditio se debió a un intento por parte del pretor de salvaguardar los intereses, no ya de 126 los deudores —cuya situación a nivel de ejecución mejoraría Cfr. Max Kaser y Karl Hackl, Das römische Zivilprozessrecht, pp. 404-405, nº 60. Resaltan que la bonorum distractio es una forma de ejecución patrimonial aplicada al furiosus, al prodigus o en supuestos de pupilaridad, lo mismo que entre personas notables de rango senatorial. «Ist der Erbe des Schuldners ein Unmündiger, der keinen Vormund hat, so wird die missio in bona in die noch nicht angetretene Erbschaft erteilt. Der Prätor setzt einen curator bonorum ein, der die Erbschaftsgegenstände veräubert; und wenn nach der Befriedigung der Gläubiger ein Überrest verbleibt, erhält ihn der pupillus. Diese sog. distractio bonorum ex edicto wird von den Juristen auf den furiosus, den prodigus und andere Unfähige erweitert, die keinen curator haben... Mit Senatsbeschlub kann zugunsten von clarae personae, nämlich Angehörigen der senatorischen Familien, ein curator bonorum eingesetzt werden, der einzelne Stücke ihres Vermögens veraubert und den Erlös zur Berfriedigung der vollstreckenden Gläubiger verwendet; distractio bonorum (ex senatus consulto). Die missio in bona und die Infamie werden damit vermieden. Nicht sicher erkennbar ist eine distractio ex privato consilio, bei der sich die Gläubiger in privatem Zusammenschlub dahin einigen, statt die missio in bona zu beantragen, einen curator zu wählen, der die Vermögensstücke des Schuldners veräubert und den Erlös nach dem Verhältnis der Forderungen unter den Gläubigern aufteilt» (pp. 404-405, nº 60, II. 1, 2 y 3). Vincenzo Giuffrè, en “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, en Labeo, 39 (1993), p. 327, resalta que la bonorum distractio fue la «primera, verdadera y propia ejecución forzada sobre los bienes del deudor», pues procede a la venta de dichos bienes para satisfacer a los acreedores dividiendo el conjunto de los bienes y propiedades del deudor en pequeños lotes o grupos a repartir entre los acreedores. René Bouvet en su tesis doctoral De la faillite en droit musulman, defendida en la Université de Paris, el 3 de junio de 1913 ante un Tribunal compuesto por Leseur, Piédelièvre y Allix, se planteaba la relación entre la quiebra musulmana y las instituciones concursales romanas llegando a dudar que el origen se encontrase en la bonorum distractio porque, en tal caso, carecería de sentido que no se hubiese recibido del mismo modo la teoría de la acción pauliana (pp. 106-107). - 116 - MENU SALIR considerablemente— sino de los mismos acreedores (que en todo caso debían ser tenidos en cuenta) para asegurar la satisfacción de su deuda y prevenir un posible incumplimiento ya que en adelante el acreedor podía constituirse en la posesión de la universalidad del patrimonio del deudor y tras la venta obtener el reembolso de la cantidad correspondiente. De este modo la ejecución sobre la persona del deudor era reemplazada por una ejecución sobre los bienes corrigiendo, en cierta medida, la crueldad de etapas anteriores127. Con la venta en masa de los bienes del deudor el pretor trata de conseguir la más estricta igualdad de los acreedores. Para Giuffrè las causas que llevaron a la introducción de esta figura oscilan desde un cambio en la consideración del deudor, hasta razones estrictamente económicas, por cuanto se concedía un margen de esperanza al deudor que le motivaba a acabar satisfaciendo al deudor128. Por otra parte, Courtois conceptualiza claramente la institución y su aplicación tanto al deudor comerciante como no comerciante al señalar que «la Bonorum Venditio es una vía de ejecución sobre los bienes por la cual un acreedor hace vender en bloque el patrimonio de su deudor, comerciante o no comerciante..., tanto en su propio nombre como en el de otros acreedores»129 —en realidad define más bien la segunda fase del procedimiento que llevaba consigo la bonorum venditio ya que, previo a la venta, se encuentra el apoderamiento de la totalidad del patrimonio y la puesta en posesión del mismo en manos de los acreedores (se trata de la primera fase o missio in bona) y sería posteriormente, tras cumplirse ciertos plazos, cuando tuviese lugar la venta en subasta del conjunto por parte del magister bonorum—. De aquí se deduce que la finalidad principal es la constitución de una masa con la totalidad de los bienes del deudor para proceder a su venta en bloque, logrando 127 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 8. Se trata del comienzo de un nuevo periodo que el referido autor cifra en torno a los 400 años de duración. 128 “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), pp. 324-326. No duda de la patrimonialidad de esta forma ejecutiva junto a la bonorum distractio (pp. 324-327), aunque tampoco olvida a aquéllos que califican la bonorum venditio como un “puente” entre la ejecución personal y la patrimonial (p. 328). 129 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 13. - 117 - MENU SALIR de esta forma evitar la dificultad que conllevaría el reparto de los bienes entre los acreedores mediante su conversión en una partida líquida facilmente divisible. Según hemos apuntado, la primera fase de la bonorum venditio está constituida por la missio in bona o missio in possessionem rei servandae causa130. Consiste básicamente en la puesta en posesión de la totalidad del patrimonio del deudor (éste sufre la privación de todos sus bienes y no sólo de los necesarios para satisfacer a los acreedores) ordenada por el magister (cuando hablamos de magister, nos referimos al pretor porque es opinión dominante de la doctrina de que es el único competente para ordenar la aludida puesta en posesión131) en favor del acreedor. Pese a que algunos sectores doctrinales opinan que —en un principio— la missio no iba seguida de la venta, más adelante se le impone una duración temporal. Se trata de un plazo de treinta días cuando el deudor está vivo 130 Paul Ramadier habla de missio in bona rei servandae causa precisando sus características en el procedimiento de la bonorum venditio para posteriormente distinguirla en el de la bonorum distractio. Aclara como punto de partida que la frecuente utilización de la misma hace imposible un estudio pormenorizado, porque daría lugar a un trabajo de dimensiones inabarcables y por ello tan sólo efectúa un rápido análisis de los supuestos previstos en el edicto (Les effets de la missio in bona rei servandae causa, p. 11). 131 Así, apunta Giuffrè, al hilo de la evolución de la figura, que en un principio la missio in bona sólo podía ser decretada por el pretor de Roma o gobernador provincial porque los magistrados locales no estaban dotados del necesario imperium [“Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), p. 331]. Sobre la competencia para decretar la missio in bona, Paul Ramadier, Les effets de la missio in bona rei servandae causa, pp. 13-21. Indica que correspondía a los magistrados superiores porque eran los únicos con imperium para ello y el envío era posible en tanto se mantuviese en el poder. De la misma opinión son Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, p. 25; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, p. 26; Georges Duverel, De la venditio bonorum, p. 29; André Durand, De la bonorum venditio, pp. 3741; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, p. 52 o Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, pp. 142-143. En cuanto a la competencia para proceder a la bonorum venditio, apunta Solazzi dos foros atrayentes, el del domicilio del deudor y el del lugar donde debía pagarse la deuda (p. 144). Se muestra contundente al afirmar que la mayor parte de la doctrina romanista es contraria a exigir que venga precedida de una causae cognitio (p. 137). - 118 - MENU SALIR y de quince días cuando ha fallecido132. Transcurrido este periodo temporal se puede proceder a la correspondiente venta en subasta pública de los bienes. De aquí se deduce que, durante el transcurso de este tiempo, los acreedores tendrán interés en conservar lo mejor posible el patrimonio del deudor para así obtener el máximo líquido posible de la venta y lograr su objetivo inicial cual es la satisfacción de sus deudas. Hay que tener en cuenta que, una vez asentada la institución, eran varios los casos en los que podía tener lugar la missio in bona y en algunos de ellos no iba seguida de la correspondiente venta, por dilatarse en el tiempo o por tener una finalidad preventiva, hablándose normalmente aquí de missio in possessionem133. El listado de hipótesis en las que se aplica es recogido por el Edicto de Juliano, llevado a cabo por encargo del emperador Adriano, el cual reúne un supuesto en el título in ius vocando134 y una serie más completa en el título XXXVIII quibus ex causis in possessionem eatur. Son los siguientes: 1) qui iudicatus prove iudicato erit, 2) quod cum pupillo contractum erit, si eo nomine non 132 «Siquidem vivi bona veneant, iubet ea praetor per dies continuos XXX possideri et proscribi; si vero mortui, per dies XV...» (Gayo, 3, 79). 133 En sentido similar hay quien recuerda que la insolvencia del deudor no constituye presupuesto necesario para el concurso de acreedores pues «la missio in bona se decreta por causas distintas a la insolvencia y sin necesidad de que el acreedor demuestre un situación patrimonial del deudor en que el pasivo sea mayor que el activo» [Mario E. Clemente Meoro, “Término y vencimiento anticipado: antecedentes históricos”, en Anuario de Derecho Civil, XLIV (octubre-diciembre/1991), p. 1548]. Para Hernán Giménez Anzola la missio «constituye el origen de nuestros embargos o secuestros preventivos» y en un principio sólo se pretendía la administración de los bienes, sin que se pudiese llevar a cabo su venta, aunque más tarde se relacionará con la bonorum venditio convirtiéndose en la primera fase del procedimiento [“Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 18]. 134 Se trata del caso del que ha sido llamado a juicio y presenta una garantía de su comparecencia y llegado el momento no se presenta ni se defiende: «Praetor ait: “in bona eius, qui iudicio sistendi causa fideiussorem dedit, si neque potestatem sui faciet neque defenderetur, iri iubebo”» (D. 42, 4, 2, pr. [Ulp. 5 ad ed.]). Ver Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, 2 vols., Paris, 1901; Paris, 1903; reimp. anastática, Paris, 1975, en concreto, vol. I, pp. 80-82. Sobre la interpolación en este fragmento y los intentos de reconstrucción, Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, pp. 17-19. - 119 - MENU SALIR defendetur, 3) qui fraudationis causa latitabit, 4) qui absens iudicio defensus non fuerit, 5) qui ex lege Julia bonis cesserit, 6) cui heres non extabit, 7) de iure deliberandi, 8) si suus heres erit, 9) si heres suspectus non satisdabit, 10) qui capitali crimine damnatus erit135. Así, uno de los supuestos en los que la missio tendría lugar era cuando el deudor iudicatus o confesus in iure hace cesión de bienes. En este caso sus bienes podían ser vendidos, constituyendo el supuesto más normal en el que la missio conllevaba la venta136. Otra hipótesis es la del condenado por sentencia137. Según Lenel, normalmente se asimilaba al confeso aquel que no se defendía en juicio, ni oponía acción alguna; no obstante, la 135 Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 148-161. Ver D. 42, 4. Más amplio es el listado ofrecido por Fernando Betancourt, Derecho Romano Clásico, Sevilla, 1995, pp. 202-204. Un intento previo al de Lenel de reconstrucción del edicto fue el llevado a cabo por Adolf August Friedrich Rudorff, De iurisdictione Edictum. Edicti perpetui quae reliqua sunt, Leipzig, 1869, reed. anastática con presentación a cargo de Rafael Domingo, Pamplona, 1997. Recoge los supuestos de missio in bona, en § 199-206, pp. 187-192, aunque el caso qui bonis ex Lege Iulia cedere possunt, aparece previamente, en el § 196, De re iudicata, p. 183. El encargado de presentar la obra de Rudorf califica la reconstrucción de Lenel como más perfecta y acabada (aunque no definitiva) y que si bien «supera con creces la de Rudorff, no debemos perder de vista que, si Lenel logró semejante perfección, fue porque encontró un firme apoyo en la propuesta por Rudorff, cosa que no puede decirse de la reconstrucción de Rudorff, que partió de reconstrucciones muy inferiores...» (p. VIII). Por su parte, Siro Solazzi ofrece el siguiente listado de las causas edictales que ocasionaban el concurso de acreedores: 1) qui contraxerit, si ita ut oportet non defendetur; 2) qui fraudationis causa latitabit; 3) si absens iudicio defensus non fuerit; 4) qui ex lege Iulia bonis cesserit; 5) qui iudicatus prove iudicato erit; 6) cui heres non extabit; 7) si heres suspectus non satisdabit; 8) qui capitali crimine damnatus erit. Éstas serían las previstas en el título quibus ex causis in possessionem eatur, a las que añade la causa 9) qui se alieno iuri subiecerit, si defensus non fuerit, recogida en el título de restitutionibus (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, p. 111). 136 Gayo, 3, 78: «Bona autem veneunt aut vivorum aut mortuorum: vivorum veluti eorum qui fraudationis causa latitant nec absentes defenduntur; item eorum qui ex lege Iulia bonis cedunt...». Ver también C. 2, 11 [12], 11, donde se habla igualmente de venta de bienes por causa de cesión. 137 Gayo, 3, 78. El comentario que hace a este pasaje Edoardo Tagliacarne es muy superficial (Studio storico-teorico-pratico degli interdetti romano, p. 242, nº 139). Sin duda, mucho más completo es el llevado a cabo por Solazzi al analizar los motivos de la missio in bona rei servandae causa (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol.I, pp. 35-111). - 120 - MENU SALIR confesión judicial que no versaba sobre una cantidad cierta no podía equivaler a un juicio. Entonces al confeso incumbía la obligación de defenderse, caso contrario se aplicaba la ductio o la missio in bona como medida de presión. La situación sería idéntica para los que presentes no se defendían138, por ello el supuesto qui iudicatus prove iudicato erit iría referido a la ausencia de defensa con independencia de que el deudor esté ausente o se oculte fraudulentamente, aunque quedaría en manos del pretor decidir si se abría o no el procedimiento ejecutivo139. En cuanto al deudor ausente, su ausencia podía deberse a varios motivos, por ejemplo cuando el demandado en juicio renunciaba a seguir con el procedimiento y el día señalado no comparecía y estando ausente no se defiende. Aquí, ante el incumplimiento de la palabra dada, la venta podía producirse140, excepto si se trataba de un pupilo o de una persona cuya ausencia estuviese totalmente exenta de culpa141. Ahora bien, si no ha existido vocatio in ius y el deudor se oculta fraudationis causa, entonces no había duda de que los bienes serían vendidos. Es el caso de la latitatio contemplado en el Digesto, 42, 4, 7 (Ulp. 59 ad ed.)142. Lo señalado constituye la regla general, en cuanto a los casos en los 138 En realidad la clave se encuentra en la aplicación de la missio in bona al indefensus, asimilándose las situaciones de indefensión u ocultación del deudor para no comparecer en juicio a la insolvencia, partiendo de la necesidad de asistencia de ambas partes en el procedimiento romano clásico. La falta de defensa puede deberse a la ausencia del deudor —con independencia de que se oculte o no fraudulentamente— o a la negativa a defenderse por sí mismo, o porque habiendo nombrado un vindex para que asuma su defensa no la lleva a cabo [Mario E. Clemente Meoro, “Término y vencimiento anticipado: antecedentes históricos”, en Anuario de Derecho Civil, XLIV (octubre-diciembre/1991), pp. 1548-1550]. 139 Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 149-150. 140 Gayo, 3, 78. 141 Así, por ejemplo, no se pueden vender los bienes del cautivo de guerra hasta su vuelta: «Eius, qui ab hostibus captus est, bona venire non possunt, quamdiu revertatur» (D. 42, 6, 39 in fine [Paul. 5 sent.]). Igual sucede con los ausentes por causa de la República sin dolo malo, según C. 2, 51 [50], 4. 142 «Praetor ait: “qui fraudationis causa latitabit, si boni viri arbitratu non defendetur, eius bona possideri vendique iubebo”». El supuesto se contempla igualmente en Gayo, 3, 78. Lenel considera que en lugar de “possideri vendique”, se leería en Ulpiano “ex edicto possideri proscribi venirique” (Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 151). Sobre lo que debe entenderse por latitatio - 121 - MENU SALIR que la missio iba seguida de venta, pero hay quien apunta que nos movemos en el ámbito de una institución pretoriana donde no está presente la rigidez del Derecho civil, de forma que, en ciertos casos donde la venta —en principio— no debía producirse, el pretor podía ordenarla si la estimaba necesaria, pero cognita causa. De este modo, era posible que los bienes del furiosus y de otros incapaces que se encontraban en manos de un curador fuesen vendidos aunque no llegaran a ser perseguidos fraudationis causa143. Consecuentemente, respecto al furioso, el y la necesidad de la intención de defraudar a los acreedores ver D. 42, 4, 7, 4, 5 y 6 (Ulp. 15 ad ed.). 143 Jules Testard-Vaillant, De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 53. La imposibilidad de venta de sus bienes se recoge en D. 42, 4, 7, 9 (Ulp, 15 ad ed.): «Adeo autem latitatio animum et affectum occultandis se desiderat, ut recte dictum sit furiosum hinc venditionem pati non posse, qui non se occultat, qui suus non est». Maria Federica Lepri, entonces docente de Derecho romano en la Universidad de Florencia, en “I §§ 9-12 del D. 42, 4, 7 (Appunti in tema di «bonorum distractio»)”, en Scritti in onore di Contardo Ferrini pubblicati in occasione della sua beatificazione, pp. 99-137, resume la relación entre el furiosus y la bonorum venditio. El conjunto de la aportación de Lepri lo ha glosado magistralmente Isidoro Martín Martín al señalar: «Recuerda la autora que Ulpiano, párrafos 9-12 del fragmento citado del Digesto, considerando la posición del furiosus indefensus, excluye que se le pueda aplicar la bonorum venditio fundada en la cláusula qui fraudationis causa latitabit y que justifica esta aserción diciendo que en el furiosus falta el presupuesto para la aplicación de esta cláusula, esto es, el ocultarse ne secum actio noveatur. La autora advierte que Ulpiano no dice, sin embargo, que al furiosus no se le pueda aplicar la bonorum venditio, sino que no puede aplicársele en virtud de la cláusula edictal que el jurisconsulto está comentando, precisamente por faltar el presupuesto constituido por la intención de impedir la instauración del proceso. Pero Ulpiano, sabiendo que no es posible agere con el furiosus indefensus, había de admitir que se le aplicasen otras cláusulas edictales que prometen la missio in possessionem. Para investigar el pensamiento de Ulpiano no cree M. F. Lepri que sea necesario suponer la existencia de una cláusula propia para el furiosus o de un procedimiento especial para el mismo, sino que basta recordar que en las fuentes el furiosus es, a menudo, equiparado al absens. Si alguna de estas fuentes ha sufrido graves alteraciones, otras, por el contrario, prueban que también los juristas clásicos, en determinadas relaciones, pusieron en el mismo plano al furiosus y al absens. En definitiva, pues, al furiosus le era aplicable la missio in possessionem propia de qui absens iudicio defensus non fuerit» [Anuario de Historia del Derecho Español, XVIII (1947), pp. 578-579]. Sin embargo, hay otras cosas que I. Martín no dice. Para llegar a sus conclusiones Lepri analiza la figura del filius poniéndola en relación con el absens y el furiosus (pp. - 122 - MENU SALIR envío en posesión no desembocará en venta más que cuando el pretor lo estime necesario, aunque esta idea aparece apuntada ya en D. 42, 4, 7, 11 (Ulp. 15 ad ed.)144. Igual sucede en el caso del pródigo y respecto a aquellos que necesiten curador para administrar sus bienes asimilándose, en este punto, todas estas situaciones145. En cuanto al tema del pupilo hay que distinguir según que sea deudor por una contrato firmado por él o por la persona a la que ha sucedido. Cuando el acreedor ha contratado directamente con el pupilo, la venta no tendrá lugar (el supuesto se asimila a la contratación con un esclavo del pupilo o con el tutor) y caso contrario sí por estimarse injusto esperar a que el pupilo llegue a la pubertad cuando no se contrató de forma directa con él146. En el primer caso, el pupilo tiene derecho a reclamar los alimentos a los acreedores detentadores de sus bienes. Situación distinta es la del menor de veinticinco años que necesita curador en cuyo caso cabe cuestionarse si se somete a la regla contenida en D. 103-105) aunque el peso de su estudio radica en la conexión a nivel legal y doctrinal entre el absens y el furiosus (pp. 106-112). Al mismo tiempo enlaza con la bonorum distractio en cuanto, antes de generalizarse, se aplicaba al pupillus y al furiosus, entre otros incapaces y ello a propósito de si la norma contenida en D. 42, 4, 7, 11 pertenecía o no al derecho clásico, cuestión negada por M. F. Lepri en contraposición a Solazzi (pp. 112-115), aunque con independencia de que el D. 42, 4, 7, 11 pudiera constituir una generalización postclásica, lo que le interesa es que —a nivel procesal— el pupillus era, junto al furiosus, considerado como absens y que el procedimiento ejecutivo contra ambos era idéntico (p. 115). Insiste que en la época clásica no se podía hablar de bonorum distractio como procedimiento peculiar para el pupilo y mucho menos de restitución de un eventual remanente en p. 130. Sobre los §§ 10 y 11 consultar Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. III, pp. 37-42. 144 «Plane interdum bona eius causa cognita vendenda erunt si urgueat aes alienum et dilatio damnum sit allatura creditoribus, ita autem vendenda, ut quod supersit, furioso detur, qui hominis eius status et habitus a pupilli condicione non multum abhorret: quod quidem non est sine ratione». 145 «Idemque et in prodigo dicedum est ceterisque, qui curatorum ope iuvantur: nec enim quisquam propie latitare eso dixerit» (D. 42, 4, 7, 12 [Ulp. 15 ad ed.]). Ver también D. 42, 5, 6, pr. (Paul. 58 ad ed.). 146 D. 42, 4, 3 (Ulp. 59 ad ed.). Esto resultaba aplicable siempre que no hubiese ninguna persona dispuesta a defender al pupilo (D. 42, 4, 5 [Ulp. 59 ad ed.]). Ver Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 151. - 123 - MENU SALIR 42, 4, 7, 12 o se le aplicaría D. 42, 5, 5 (Ulpiano, 60 ad Ed.)147 que autoriza la venta de sus bienes, y en este caso ¿por qué el tratamiento es más severo que para el deudor capaz? Para responder a esta cuestión, Jules Testard-Vaillant efectúa un estudio comparativo de D. 42, 4, 7, 10, 11 y 12 con el referido D. 42, 5, 5, concluyendo que no hay razón alguna para tratar al menor de veinticinco años de manera menos favorable que al pródigo y, de este modo, observa en D. 42, 5, 5 una restricción semejante a la de D. 42, 4, 7, 11, es decir, la venta de bienes de un menor de veinticinco años sólo tendrá lugar cognita causa y cuando el retraso pueda conllevar riesgos148. En los supuestos de capitis deminutio del deudor (casos de adrogatio, manus y mancipium) el pretor considera los créditos subsistentes y, a través de la rescissa capitis deminutione, el acreedor tenía acción sobre los bienes que el deudor en la situación aludida había enajenado149. 147 «Si minor viginti quinque annis, qui habet curatores, a curatoribus non defendatur nec alium defensorem inveniat, bonorum venditionem patitur, etsi non latitet, licet non fraudationis causa latitare videtur, qui sui non est idoneus defensor». 148 De l’envoi en possession des biens du débiteur, pp. 54-55. Contraria es la opinión de Henri Silvestre que no entiende en razón de qué los acreedores del menor de veinticinco años pueden recibir un trato más favorable que los del loco o el pródigo, cuando resultaría lógico que estos últimos estuviesen más protegidos en cuanto a que la minoría es una situación pasajera mientras que la demencia o la prodigalidad pueden extenderse en el tiempo. Sin entrar en mayores discusiones concluye que —en estos casos— la bonorum venditio siempre tendrá lugar (De la bonorum venditio, pp. 28-29). Louis Sadoul estima que, en principio, el menor de veinticinco años y el pródigo escapan a la bonorum venditio porque no se puede decir en sentido estricto que haya habido latitatio de su parte, pero si es totalmente imposible nombrarles un curator o si éste renuncia a defenderlos habrá una venta, pero no se trata de una bonorum venditio propiamente dicha, es decir no consistirá en una venta en masa de los bienes del incapaz, sino tan sólo de algunos bienes, los estrictamente necesarios (De la bonorum venditio, pp. 36-37). André Durand se limita a plantear la contradicción entre los referidos textos del Digesto sin ofrecer solución al respecto (De la bonorum venditio, pp. 31-32). Georges Duverel estima que el menor de veinticinco años tiene más capacidad que el loco o el pupilo y sería justo que sus bienes respondan con más facilidad que los de los demás incapaces (De la venditio bonorum, pp. 45-46). 149 Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 20-21; Jules Testard-Vaillant, De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 55; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 29-30; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 20-21; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, - 124 - MENU SALIR Aquí la venta es siempre posible, o al menos la disposición de los bienes en la forma legalmente prevista150. Otros casos de missio in bona se proyectan sobre el patrimonio hereditario. Si el deudor fallece y no se encuentran herederos la venta se llevará a cabo con toda seguridad en favor de los acreedores de la herencia151. Si hay duda en cuanto a la existencia de heredero, la venta no podrá seguirse en tanto no se resuelva. Se prolongaría, por tanto, la posesión de los bienes para su conservación, e igual sucede cuando uno de los coherederos duda sobre la adición de su parte de la herencia durante el plazo concedido para ello152. La falta de aceptación de la herencia puede derivarse de una condición impuesta al nombramiento de heredero, y dependiendo del tipo de condición, de su cumplimiento y de la disposición del instituido heredero de cara a adir la herencia, pp. 37-38; André Durand, De la bonorum venditio, p. 32; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 35-36; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 31-32; Georges Duverel, De la venditio bonorum, p. 23 y Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 35-36 y 77. 150 Ver Gayo, 3, 84: «Ex diverso quod is debuit, qui se in adoptionem dedit, quaeve in manum convenit, non transit ad coemptionatorem aut ad patrem adoptivum, nisi si hereditarium aes alienum fuerit. Tunc enim, quia ipse pater adoptivus aut coemptionator heres fit, directo tenetur iure; is vero qui se adoptandum dedit, quaeve in manum convenit, desinit esse heres. De eo vero quod proprio nomine eae personae debuerint, licet neque pater adoptivus teneatur neque coemptionator, et ne ipse quidem, qui se in adoptionem dedit quaeve in manum convenit, maneat obligatus obligatave, quia scilicet per capitis deminutionem liberetur, tamen in eum eamve utilis actio datur rescissa capitis deminutione; et si adversus hanc actionem non defendantur, quae bona eorum futura fuissent, si se alieno iuri non subiecissent, universa vendere creditoribus praetor permittit» y Institutiones, 3, 10, 3: «Sed ex diverso pro eo, quod is debuit qui se in adoptionem dedit, ipso quidem iure adrogatur non tenetur, sed nomine filii convenietur et, si noluerit eum defendere, permittitur creditoribus per competentes nostros magistratus bona, quae eorum cum usu fructu futura fuissent, si se alieno iure non subiecissent, possidere et legitimo modo ea disponere». 151 Gayo, 3, 78: «Mortuorum bona veneunt velut eorum quibus certum est neque heredes neque bonorum possessores neque ullum alium iustum successorem existere». Ver Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 153. Es el caso de puesta en posesión “cui heres non extabit”. 152 D. 42, 4, 8 (Ulp. 60 ad ed.) y D. 42, 4, 9 (Paul. 57 ad ed.). Para Lenel se trata de un intento de proteger los intereses de los acreedores poniendo fin a la incertidumbre (Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 154). Ver asímismo Gayo 2, 167. - 125 - MENU SALIR el pretor podrá autorizar o no la venta153. Un último caso en el que la puesta en posesión puede ir seguida de la venta de los bienes hace referencia a si heres suspectus non satisdabit, es decir cuando el heredero es puesto en duda por los acreedores del difunto a los que parece sospechoso y no ofrece caución pese a su exigencia por el pretor tras ser solicitada por los acreedores y comprobar que sus temores son reales154. Ahora bien, si no se puede hacer más reproche al heredero que su pobreza, el pretor rechazará la demanda de los acreedores155. No cabe duda de que el presupuesto básico para que tenga lugar la missio in bona debitoris (entendida como embargo de los bienes del deudor) es la existencia de una sentencia condenatoria y, en última instancia, el incumplimiento de una obligación por parte de un sujeto y ello con independencia de la cuantía de la deuda, del número de acreedores o de que sea verdaderamente solvente o se trate, simplemente, de un caso de iliquidez (aunque no olvidemos que hay un periodo de treinta días que podrían facilitar al deudor solvente y lógicamente no difunto a obtener la necesaria liquidez para evitar todo el procedimiento de la bonorum venditio con sus indeseadas consecuencias; según veremos, es por este 153 D. 42, 7, 1 (Paul. 57 ad ed.) D. 42, 5, 4 (Ulp. 60 ad ed.). Ver los comentarios de Jules Testard-Vaillant, quien sigue las consideraciones de Pothier al respecto de la negativa del instituido heredero a adir la herencia aunque se cumpla la condición (De l’envoi en possession des biens du débiteur). Así podemos leer: «Ce n’est pas là une répudiation proprement dite, dit Pothier, car la répudiation en peut précéder l’accomplissement de la condition; mais on agira comme s’il y avait eu répudiation, cela permettra de vendre les biens» (pp. 55-56). La crítica a D. 42, 7, 1 la llevaría a cabo a propósito de la bonorum distractio Siro Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. III, pp. 1-4. 154 «Si creditores heredem suspectum putent, satisdationem exigere possunt pro suo debito reddendo. cuius rei gratia cognoscere praetorem oportet nec statim eum satisdationis necessitati subicere debet, nisi causa cognita constiterit prospici debere his, qui suspectum eum postulaverunt» (D. 42, 5, 31, pr. [Ulp. 2 de omn. trib.]). «Quod si suspectus satisdare iussus decreto praetoris non obtemperaverit, tunc bona hereditatis possideri venumque dari ex edicto suo permittere iubebit» (D. 42, 5, 31, 3 [Ulp. 2 de omn. trib.]). Ver Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 18-20 155 «Plane si doceatur nihil ex bonis alienasse nec sit quod ei iuste praeter paupertatem obiciatur, contentus esse praetor debet, ut iubeat eum nihil minuere» (D. 42, 5, 31, 4. [Ulp. 2 de omn. trib.]). - 126 - MENU SALIR motivo por lo que algunos sectores doctrinales consideran como presupuesto la insolvencia absoluta). Por tanto se requiere una sentencia favorable al acreedor cuya ejecución se solicitaba a través de una actio iudicati156 —tras el trascurso de un plazo de treinta días desde que se dictaba— dirigida contra el deudor condenado. Si éste niega la validez del iudicatum o no paga es cuando se decreta la missio in bona debitoris157. Lo que también resulta claro es que el magistrado no podía ordenarla de oficio, sino que se requería la solicitud de los acreedores, siendo suficiente la petición de uno sólo, la cual beneficiaría a todos los demás, los cuales podían ir incorporándose a la missio, una vez decretada por el magistrado, a medida que fuesen acreditando su derecho a ello y éste los admitiese. El que solicite la missio in bona debe poseer un título ejecutivo válido o al menos ser verdaderamente acreedor, ya que de lo contrario el decreto no tendría efectos ni 156 El problema de la actio iudicati y su relación con la ejecución patrimonial, más concretamente con la bonorum venditio al respecto de Gayo, 3, 78 y 3, 79 es abordado por Franca La Rosa, “La formula dell’actio iudicati (Contributo allo studio dei poteri del iudex)”, en Studi in onore di Giuseppe Grosso, vol. IV, Torino, 1971, pp. 231-265, en especial pp. 262-265 llegando a plantear la figura del iudicatus en la cessio bonorum a propósito de C. 7, 71, 1 en cuanto le permitía evitar la ejecución personal. 157 Ver Mario E. Clemente Meoro, “Término y vencimiento anticipado: antecedentes históricos”, en Anuario de Derecho Civil, XLIV (octubre-diciembre/1991), p. 1550. Interesantes son también sus consideraciones sobre qué sucede con los acreedores a término en los casos de missio in bona, negándoles la posibilidad de solicitarla cuando aún no ha llegado el vencimiento por carecer de acción para ello precisamente porque la missio in bona no tiene que tener como presupuesto la insolvencia. Además, si el deudor insolvente paga una deuda no vencida, los acreedores defraudados podrían ejercitar el interdictum fraudatorium, aunque el fraude sólo se aprecia si el pago se efectúa tras la missio in bona (D. 42, 8, 6, 7) (pp. 1551-1554). La posibilidad de los acreedores a término o bajo condición de solicitar la missio in bona fue abordada con anterioridad (de lo que no se ha percatado Clemente Meoro) por Jules Sporck, De la venditio bonorum, pp. 2224 y por Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 27-28. Este último se muestra partidario de negar la posibilidad por cuanto el acreedor carecería de acción para solicitarlo. De otro lado, no podemos perder de vista que la actio iudicati debe situarse en el derecho clásico y que constituye un residuo de la manus iniectio (José Luis Murga Gener, Derecho Romano Clásico II: El Proceso, pp. 332-333). - 127 - MENU SALIR siquiera de cara a los verdaderos acreedores158. La missio in bona no otorgaba la propiedad de los bienes a los acreedores ni siquiera la posesión (aunque sobre este punto hay diversas opiniones doctrinales), sino la mera detentación que implicaba funciones de vigilancia y custodia y por tanto la propiedad y la posesión seguían siendo del deudor. Mucio Escévola la considera possessio, pero el mismo Paulo afirma que no es possessio sino custodia et observatio rerum159. En base a ello, tal como hemos indicado, su única función respecto a los bienes sería la conservación de los mismos y entendemos que el deudor podría realizar diferentes actuaciones sobre el patrimonio, siempre que no perjudicasen los derechos de los acreedores o fuesen dirigidas a defraudarlos160. La administración de dichos bienes (o al menos los actos más importantes) corría a cargo del curator bonorum, aunque sobre el auténtico papel realizado por esta figura existen serias dudas ya que hay opiniones en el sentido de que no era necesario y la administración podía correr a cargo de los mismos acreedores en cuanto detentadores de los bienes161. Sin embargo, no podemos olvidar que había ciertos 158 «Cum unus ex creditoribus postulat in bona debitoris se mitti, quaeritur, utrum solus is qui petit possidere potest, an, cum unus petit et praetor permisit, omnibus creditoribus aditus sit. et commodius dicitur, cum praetor permiserit, non tam personae solius petentis, quam creditoribus et in rem permissum videri: quod et Labeo putat. nec videbitur libera persona adquirere alii, quia nec sibi quicquam adquirit, cui praetor permittit, sed aliquid ex ordine facit: et ideo ceteris quoque prodest. plane si is postulaverit, qui creditor non est, minime dicendum est vel eum, qui creditor est, possidere posse, quia nihil egit talis postulatio: aliter atque si creditor, cui permissum est possidere, postea recepit debitum suum: ceteri enim poterunt peragere bonorum venditionem» (D. 42, 5, 12 [Paul. 59 ad ed.]). Sobre este punto concreto, señala Xavier D’Ors que los textos no se muestran demasiado explícitos en cuanto a la necesidad del título ejecutivo y por ello plantea la posibilidad de que los acreedores admitan de forma unánime al acreedor que se encuentra imposibilitado para presentar su título ejecutivo (El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 87, nota 3). 159 D. 41, 2, 3, 23 (Paul. 54 ad ed.) y D. 42, 4, 12 (Pomp. 23 ad Q. Muc.). 160 Sobre los derechos de los que se ve privado el deudor como consecuencia de la missio in bona, André Durand, De la bonorum venditio, p. 48. Le niega no sólo el derecho de disposición, sino también el de administración y disfrute de los bienes. 161 Ver la confrontación entre el curator bonorum y el cognitor in rem suam llevada a cabo por Wladyslaw Rozwadowski en su artículo “Studi sul trasferimento dei crediti in diritto romano”, en Bulletino dell’Istituto di Diritto Romano “Vittorio Scialoja”, 76 (1973), pp. 11-170, en concreto pp. - 128 - MENU SALIR actos que no podían llevar a cabo por ser de la competencia exclusiva del curator y, al parecer, era entonces cuando se recurría al nombramiento del mismo, desplazando a partir de este momento a los acreedores en todos los demás actos de administración (por ejemplo, cuando sea necesaria la venta de algún bien por riesgo de pérdida o deterioro o para ejercer alguna acción del deudor sujeta a plazo o el interdicto fraudatorio162). Solazzi indica que el curator bonorum era 130-131. Ya previamente había planteado su esquema de la cesión de créditos en el Derecho romano situando al cesionario como sustituto o procurator o cognitor in rem suam y al cedente como mandante, implicando la cesión la transmisión de un crédito mediante sustitución procesal (p. 23, nota 49). 162 Xavier d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, señala en sus conclusiones —concretamente en la número tres— que el interdicto fraudatorio era un recurso que se concedía en virtud del Edicto al curator bonorum «como representante de todos los acreedores que eran quienes se beneficiaban de la orden de restitución contenida en el interdicto» (p. 201). Ya indicaba, previamente, que «el curator bonorum no puede considerarse, en el régimen de la bonorum venditio, un órgano concursal ordinario, sino, en todo caso, eventual» (p. 91). También alude a otros supuestos en los que es necesario nombrar un curador: «... missiones que se prolongan más allá de los treinta días mencionados por Gayo, como sucede en el caso del captus ab hostibus sobre cuyo patrimonio concede el pretor a los acreedores la missio in bona, tu non statim bonorum venditio permittatur, sed interim bonis curator detur. Igualmente ha de nombrarse también un curator para el deudor ausente o personas equiparadas al ausente; en especial, al pupillus indefensus y al absens rei publicae causa sine dolo malo, cuyos patrimonios no pueden ser vendidos; o bien cuando la incertidumbre acerca de un heredero se prolonga mucho tiempo, de modo que el pretor, causa cognita, permite a los acreedores la missio en los bienes hereditarios y si res urgeat vel condicio bonorum, debe también nombrar un curator. Las funciones que se atribuyen a este curator bonorum son la custodia et rerum, quae deteriores futurae sunt, venditio» (pp. 90-91). No tiene en cuenta, sin embargo, trabajos clásicos como el de Majerini sobre la revocación de los actos fraudulentos o el estudio de Edoardo Tagliacarne, Studio storico-teoricopratico degli interdetti romani comparati colla legislazione italiana, pp. 239-258, nº 139-144. También atribuyen el ejercicio del interdicto fraudatorio al curator bonorum, P. Ourliac y J. de Malafosse, Derecho romano y francés histórico, vol. I, p. 351. Precisa Solazzi, con carácter general, que el nombramiento del curator se hace necesario cuando los acreedores han obtenido la missio de los bienes del deudor y no están autorizados a venderlos (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, p. 2). Sobre sus competencias y las acciones que estaba facultado a ejercitar viene a concluir que su misión principal era la conservación del patrimonio y por ello le incumbían las acciones sujetas a término, así como la venta de las cosas que se podían deteriorar (pp. 12-16 - 129 - MENU SALIR necesario para enajenar bienes y para el ejercicio de las acciones, ya que los acreedores lo único que podrían vender, en todo caso, eran los frutos pero no otros elementos patrimoniales sujetos a deterioro o destinados a satisfacer deudas gravosas163. También se duda a quien correspondía su nombramiento si a los acreedores o al magister. En este punto, Xavier d’Ors distingue (con carácter provisional) el curator bonorum del simple administrador que se nombraría por unanimidad entre los acreedores —o si no se ponen de acuerdo, causa cognita, por el pretor— para arrendar el predio del deudor o vender sus frutos, cuando hay varios acreedores164. El curator actuaba a veces en interés del deudor y otras en interés de los acreedores. La puesta en posesión debía tener la suficiente publicidad que era conseguida mediante la proscriptio (consistente en un anuncio colocado en lugares visibles de la ciudad)165. De este modo se daba a conocer a todos los posibles interesados —tanto acreedores no conocidos como parientes o amigos dispuestos a ayudar al deudor— y se advertía a los mismos la futura venta de los bienes, es decir, se daba publicidad a la ejecución de deudor mediante la bonorum venditio. Una vez transcurridos los plazos señalados anteriormente tenía lugar la segunda fase del procedimiento, es decir, la bonorum venditio propiamente dicha, ya que se procedía a la venta de los bienes (siempre que no se tratase de alguno de los supuestos en los que ésta estaba excepcionada o y 25-26). 163 Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 26-28. 164 Xavier d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 89 nota 15. 165 Gayo 3, 79; D. 14, 3, 11, 3 (Ulp. 28 ad ed.) y Teófilo, Paráfrasis, 3, 12. Para algunos es precisamente esta publicidad la que implicaba la nota infamante (X. d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, pp. 94 y 96), aunque, a nuestro entender, debía atribuirse más bien a la ficción de muerte del deudor tras sucederle a título universal el bonorum emptor. Siro Solazzi apunta que la infamia era producto de la possessio y la proscriptio durante 30 días (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 166). Según H. Lecouturier, la finalidad de la proscriptio es doble, de un lado dar a conocer la puesta en posesión de los bienes del deudor con la limitación de capacidad que ello implica y de otro atraer posibles compradores (De la bonorum venditio, p. 30). Ver también Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 55-56; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 42-44; André Durand, De la bonorum venditio, pp. 62-64 y Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 52-53. - 130 - MENU SALIR aplazada)166. Si el deudor quería continuar con su defensa debía prestar una garantía, ya que su solvencia quedaba en duda al transcurrir los plazos legales sin haber hecho efectiva su deuda. Normalmente la autorización para proceder a la venta se concedía conjuntamente con la de la toma de posesión. La venta consistía en la adjudicación del patrimonio en bloque (carácter universal) al que ofrecía el precio más alto167. Para Henri Lecouturier, la universalidad abarcaba también los derechos de usufructo del deudor y exceptúa las concubinas, los hijos naturales y las estatuas168. Marc Michon excluye la esclava concubina del deudor, las estatuas levantadas en su honor en lugares públicos, ciertos bienes que por alguna razón especial no pueden ser poseidos de forma efectiva y los bienes que por alguna causa justificada han sido separados del patrimonio del deudor169. Exceptúa Louis Sadoul los derechos intransmisibles170 y Gustave Pinta además los derechos de alimentos del pupilo, pródigo y loco171. Los acreedores son convocados para que procedan al nombramiento, entre ellos, de un magister bonorum, que es el órgano concursal encargado, entre otras funciones172 de llevar 166 En cuanto al magistrado competente para ordenar la venta, consultar H. Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 42-43. 167 Marc Michon apunta que el precio era un dividendo ya que los bienes vendidos nunca iban a ser suficientes para cubrir la totalidad de las deudas (De la venditio bonorum en droit romain, p. 45). La misma idea aporta Raoul Bloch, De la venditio bonorum, p. 64 y Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, p. 84. 168 De la bonorum venditio, pp. 44-45. 169 De la venditio bonorum en droit romain, pp. 28-30. 170 De la bonorum venditio, pp. 55-56. 171 De la venditio bonorum en droit romain, pp. 50-51. 172 Sobre las opiniones doctrinales divergentes en torno a si la tarea del magister se limitaba a las gestiones oportunas para proceder a la venta negando la posibilidad de ejercitar acciones o de efectuar disposiciones patrimoniales o si, por el contrario, podía realizar todos los actos encaminados a la conservación del patrimonio, con base en D. 42, 7, 2, ver Alfredo Armuzzi, “Il magister ed il curator della bonorum venditio. (Contributo allo studio del concorso nel diritto romano)”, Archivio Giuridico, LXXII (1904), pp. 490-495, el cual viene a concluir que el magister es ante todo un órgano que representa la voluntad de todos los acreedores dirigido a obtener la satisfacción de sus derechos mediante la ejecución colectiva consistente en la venta pública de todos los bienes del deudor a una sola persona (p. 496). Siro Solazzi apunta que la doctrina - 131 - MENU SALIR a cabo la venta y de adjudicar los bienes al mejor postor representando, en consecuencia, a los acreedores que lo eligieron. Dado que el magister es uno de los acreedores resulta lógico que si —había un solo acreedor— no era necesario nombrarlo sino que él mismo llevaba a cabo la venta, aunque hay quien opina que considera que en D. 42, 7, 2 no se hace referencia al magister sino al curator bonorum (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 28-30) precisando además que no hay datos para afirmar o excluir que en la asamblea convocada para el nombramiento del magister los acreedores debían limitarse a esta elección sin efectuar ninguna otra deliberación, aunque antes de llevar a cabo la votación se debía realizar una verificación sumaria de los créditos (p. 79). Entre sus facultades añade la posibilidad de reivindicar para la masa todos los bienes pertenecientes al deudor que se encontrasen en manos de un tercero con el fin de hacer la venta más fructífera y ventajosa, llegando incluso a aseverar que —con su nombramiento— cesaba el poder de custodia y administración de los acreedores y del curator dudando de la supervivencia de éste tras la aparición en escena del magister (pp. 85-86). H. Lecouturier sitúa el nombramiento del magister con posterioridad a la proscriptio. Lo considera como un síndico encargado de proceder a la venta y lo distingue del curator, señalando que la diferencia viene a ser la misma que la que hay entre el síndico provisional y el definitivo en la quiebra (De la bonorum venditio, p. 31-34). Henri Silvestre indica que la diferencia entre el curator y el magister radica en que el primero se ocupa tan sólo de los actos de administración y el segundo se encarga de la venta y no de la administración hasta el punto de que los acreedores pueden obviar el nombramiento del curator y administrar ellos mismos los bienes (De la bonorum venditio, p. 57). Otra diferencia es que el curator era elegido por los acreedores y nombrado por el magistrado, mientras que el magister era designado por los acreedores, autorizados por el pretor. Además el magister sólo era necesario cuando la missio iba seguida de venta, mientras que el curator siempre que hubiese que llevar a cabo algún acto de administración (Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, p. 36). Paul-François-Charles Duval plantea la suposición establecida por Cujas y Pothier de que el magister y el curator fuesen una misma persona bajo dos calificativos diferentes, aunque estima que no tiene fundamento, señalando las principales diferencias que coinciden con lo que ya hemos señalado (De bonorum venditione en droit romain, pp. 41-42). En torno a ambas figuras y a su papel en la administración de los bienes durante la missio ver Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 5960; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 59-64 y 67-68; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 51-52; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, p. 61 o André Durand, De la bonorum venditio, p. 66. Un capítulo dedica Siro Solazzi al curator bonorum precisando desde el comienzo que es el personaje menos conocido en todo el sistema concursal (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 1-60). - 132 - MENU SALIR magister habrá siempre173. En primer lugar, el magister realizará un inventario de los bienes del deudor para el cual dispone de un plazo de 10 días si el deudor está vivo o cinco días si ha fallecido174; se trata de la lex bonorum vendundorum la cual debe aceptar el pretor175 y tener publicidad (proscriptio) que se conseguía mediante la fijación de carteles176. Después, en el plazo de treinta o veinte días, según el deudor esté vivo o no177, se llevará a cabo la venditio, o venta en bloque del patrimonio del deudor mediante subasta178. Llegados a este punto nos 173 Henri Silvestre, De la bonorum venditio, p. 57. Siro Solazzi advierte que el silencio de las fuentes no permite argumentar, de forma absoluta, que la regla según la cual el magister tenía que ser uno de los acreedores no admitía excepciones (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, p. 80). 174 Gayo 3, 79: «... Itaque si vivi bona veneant, in diebus X fieri iubet; si mortui, in dimidio». 175 D. 42, 5, 15 (Ulp. 62 ad ed.). Ver Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol II, pp. 163-165. Sobre la necesidad de que sea aprobada por el pretor duda S. Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 97-99. 176 Algunos autores consideran que la lex bonorum vendendorum, era resultado de la asamblea de acreedores convocados para nombrar al magister y no de éste exclusivamente (ver las diferentes opiniones recogidas por S. Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, p. 95). De todas formas debía recoger el nombre del magister bonorum, junto al del deudor, además de un inventario de los bienes y sus cargas, distinguiendo las privilegiadas; el precio inicial de la subasta, un listado de los acreedores con sus respectivos créditos y la fecha de la venta. Respecto al número de proscriptio la doctrina también duda sobre si ascendía a tres o simplemente a dos y en este último caso junto a la missio in bona se haría pública la intención de los acreedores de vender los bienes del deudor (C. Accarias, Précis de Droit Romain, vol. I, pp. 1316-1317). Ver también en cuanto al contenido de la lex bonorum vendendorum H. Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 35-36; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 58-59; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 69-71; André Durand, De la bonorum venditio, pp. 67-68; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 62-63; Georges Duverel, De la venditio bonorum, p. 53; Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 86-87; Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 81-82; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, p. 42bis; Lucien Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialement du “pignus ex causa judicati captum”, pp. 26-27 o Antonio Guarino, Diritto privato romano, p. 238, en nota. 177 Gayo 3, 79: «... Diebus itaque vivi bona XXX mortui vero XX emptori addici iubet». 178 En cuanto al precio de la subasta, la doctrina duda sobre si consistía en una promesa de - 133 - MENU SALIR encontramos con la figura del bonorum emptor179 que sería el máximo licitador que se compromete a pagar la cantidad ofrecida, al cual el magister adjudica el patrimonio en bloque, actuando como auténtico sucesor a título universal del deudor180. Si hay varios licitadores que realizan la misma oferta se establece un pagar una parte proporcional de los créditos en concurso (Teófilo, Paráfrasis, 3, 12) o en un precio cierto (ver Xavier d’Ors, El interdicto fraudatorio en el Derecho romano clásico, p. 92, nota 40). 179 Vid. M. Gebhardt, Römisches Recht. Ein Hilfsbuch für Studierende und Doktoranden, Hannover, 1912, p. 338 sobre la relación entre el bonorum emptor y la deductio. También Karl Ritter von Czyhlarz, Lehrbuch der Institutionen des römischen Rechtes, p. 223. Los efectos de la bonorum venditio respecto al bonorum emptor como sucesor a título universal del deudor los apuntan Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 57-65 y Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 63-68. 180 De todas formas también se plantean discusiones doctrinales en torno a si el bonorum emptor debía pagar la cantidad correspondiente al magister y éste repartirla entre los acreedores, con base en Gayo, 3, 81 y en el referido texto de Teófilo (Edouard Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, p. 903; C. Accarias, Précis de droit romain, p. 1320 y Xavier d’Ors, El interdicto fraudatorio en el Derecho romano clásico, pp. 92-93) o si se subrogaba en la posición del deudor, debiendo, por tanto hacer frente a sus obligaciones por existir una sucesión universal con la consecuente legitimación activa y pasiva en todas las relaciones en las que era titular el obligado [Giuffrè “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), p. 328]. Aquí la fuente legal se sitúa en D. 17, 1, 22, 10 [Paul. 32 ad ed.]. Nos aclara d’Ors que el texto habla de curator en lugar de magister como consecuencia de una interpolación. En realidad no parece haber duda respecto a que el bonorum emptor se obligaba a pagar el pasivo del patrimonio que le era adjudicado y por tanto el precio de la adquisición sería la promesa de pago y no debía pagar más deudas de las indicadas en la lex venditionis (X. d’Ors, p. 93) y suponemos que no respondería con su patrimonio personal sino tan sólo con los bienes adquiridos. Para Accarias podría ser considerado sucesor a título universal del deudor siendo su situación comparable a la de un bonorum possessor pudiendo devenir en propietario mediante usucapión ex iure Quiritium y siendo defendible su posesión por interdictos (Précis de droit romain, pp. 13181319). La misma idea de que el bonorum emptor (a diferencia de lo que ocurre con la bonorum distractio) sólo adquiere la propiedad por usucapión es ofrecida por Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 4-6 y 71-72; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 63-64; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 64-65; André Durand, De la bonorum venditio, p. 80; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 45-45bis; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, p. 79; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 46-47 o Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 131-132. Aprovechamos la - 134 - MENU SALIR orden de preferencia: primero los acreedores (siendo prioritario el que tuviese un crédito mayor), luego los parientes del deudor y, en último lugar, los extraños181. Es también el magister el obligado a pagar a los acreedores los cuales disponen contra el mismo de la acción de mandato182, aunque, como hemos visto, de otros textos se deduce que es el bonorum emptor el obligado a pagar 183 proporcionalmente . Por su parte los ausentes tienen a su disposición la actio negotiorum gestorum, siempre que el magister hubiera tenido intención de actuar por todos los acreedores. Ahora bien, si los presentes ordenan al magister que no pague a los ausentes, estos últimos no podrán dirigirse contra el magister sino contra los acreedores presentes a través de la actio negotiorum gestorum si los presentes conocían la existencia de los ausentes y de la actio in factum sino sabían de los mismos184, aunque hay quien opina que en este caso carecerán de posibilidad de cobrar185. Xavier d’Ors resume las acciones del bonorum emptor en «la acción Rutiliana, acción con transposición de personas en cuya intentio aparece el nombre del deudor y en la condemnatio el del bonorum emptor, y Serviana, acción con ficción con la que reclama como heredero del deudor, mediante las cuales exige las cosas o créditos incluidos en la lex venditionis»186. La mayoría de la doctrina considera que la Rutiliana se llevaba a cabo cuando el deudor estaba vivo y la Serviana si estaba difunto, debiendo juzgar el juez fingiendo que el bonorum emptor era heredero del insolvente187. Añade la oportunidad para indicar que Solazzi desconoce la mayor parte de la doctrina francesa sobre el instituto de la venditio bonorum. 181 D. 42, 5, 16 (Gayo 24 ed. prov.). 182 D. 17, 1, 22, 10 (Paul. 32 ad ed.). 183 Gayo, 3, 81. 184 D. 17, 1, 22, 10 (Paul. 32 ad ed.). 185 C. Accarias, Précis de droit romain, p. 1320, en nota. 186 El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 93. 187 Vincenzo Giuffrè, “Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), p. 352. Consultar sobre la acción Serviana M. Gebhardt, Römisches Recht. Ein Hilfsbuch für Studierende und Doktoranden, pp. 208-209 y la relación con la actio quasi Serviana y la actio pignoraticia in rem. Puede ser igualmente de provecho lo que dice C. Accarias, Précis de droit romain, pp. 1318-1319. Wladyslaw Rozwadowski en su “Studi sul trasferimento dei crediti in - 135 - MENU SALIR posibilidad de un interdicto «quod quidam possessorium vocant para poder entrar en posesión de los bienes que ha comprado»188. La lex venditionis debería recoger además el día y el lugar donde se debía proceder a la venta del patrimonio del deudor en bloque. La venta se efectuaba mediante la subasta pública con el consiguiente efecto infamante que nos recuerda Cicerón189. Hay autores que sostienen la posibilidad de un acuerdo amistoso entre el magister y el comprador190, aunque quizás esto sería incompatible con el periodo de tiempo que debe transcurrir desde la publicación de la lex venditionis hasta que se efectúe la addictio, lo cual sólo se explicaría si existe subasta y consecuentemente licitación. No vamos a entrar en la discusión doctrinal en torno a la posibilidad de que la venta se efectuase por un precio superior al pasivo y que sobrase cierta cantidad que debía, consecuentemente —en todo caso— ser devuelta al deudor ya que las diritto romano”, en Bulletino dell’Istituto di Diritto Romano “Vittorio Scialoja”, 76 (1973), efectúa algunas reflexiones sobre la fórmula Rutiliana a la que sitúa como concesión al bonorum emptor en época del pretor Publio Rutilio Rufo (p. 62). Sobre esta fórmula y la serviana vuelve a insistir en p. 131, atribuyendo esta última al jurista Servio Sulpicio Rufo (p. 159). De la acción serviana se ocupó también Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 173-174. Sobre las acciones Rutiliana y Serviana añadiendo la Publiciana, Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 59-62; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 65-68; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 47-48; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, p. 35; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 72-74; Enzo Nardi, Istituzioni di diritto romano, Milano, 1975, p. 135; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 81-82; Antonio Guarino, Diritto privato romano, p. 238, en nota; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 69-70; Lucien Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialement du “pignus ex causa judicati captum”, p. 29; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 45bis-47; Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 94-95 y S. Solazzi Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 139-146. 188 El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 93. 189 Pro Quinctio, 15, 49-50. 190 C. Accarias, Précis de droit romain, vol. I, p. 1317; Gustave Pinta indica que, aunque otra venta diferente a la subasta parece estar prohibida, sin duda la amigable sería más ventajosa y siempre cabría la posibilidad de negociar sus formalidades; además el modo de realización del activo del deudor estaría subordinado a la entidad de los créditos (De la venditio bonorum en droit - 136 - MENU SALIR fuentes no ofrecen claridad suficiente en cuanto al tema y de hecho no parece existir acción para que el deudor reclamase dicha cantidad y no debemos perder de vista que el patrimonio se vendía en bloque siendo el bonorum emptor sucesor universal del deudor, lo cual no encaja demasiado bien con la posibilidad de que existiese un remanente191. Finalmente en cuanto a los efectos de la bonorum venditio, destacamos —aparte de la desposesión—192 básicamente la infamia del deudor que derivamos del proceso ejecutivo en su conjunto, sin entrar en determinar si se producía con la missio in bona o con la venta propiamente dicha ya que es obvio que —desde el momento en que era conocida la ejecución sobre el deudor— su consideración ante la sociedad se veía seriamente afectada193 al romain, p. 69). 191 Marc Michon no ofrece solución en cuanto a si el posible remanente correspondería al deudor o al bonorum emptor (De la venditio bonorum en droit romain, pp. 45-46). Tampoco entramos en los casos en los que fuese posible una compensación por tener el deudor algún crédito contra alguno de sus acreedores (Solazzi desarrolla ampliamente el tema de la compensatio y la deductio en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 146-182). 192 El deudor conservaría una especie de vestigio de su derecho de propiedad denominado nudum ius ex iure Quiritium ya que la bonorum venditio tan sólo transfiere, como hemos visto, una propiedad incompleta al adquirente que se convierte en plena por el trascurso del tiempo (PaulFrançois-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 43bis-44). 193 Gayo 2, 154: «Unde qui facultates suas suspectas habet, solet servum suum primo aut secundo vel etiam ulteriore gradu liberum et heredem instituere, ut si creditoribus satis non fiat, potius huius heredis quam ipsius testatoris bona veneant, id est ut ignominia, quae accidit ex venditione bonorum, hunc potius heredem quam ipsum testatorem contingat; quamquam apud Fufidium Sabino placeat eximendum eum esse ignominia, quia non suo vitio sed necessitate iuris bonorum venditionem pateretur; sed alio iure utimur». La ignominia es el resultado de la venta de los bienes. Aborda el tema a propósito del sujeto que —ante el temor de ser insolvente— otorga la libertad a un esclavo y al mismo tiempo lo instituye heredero. El fin perseguido es que si no puede satisfacer sus deudas con posterioridad, los bienes serán vendidos a nombre del heredero y consecuentemente será éste el que lleve aparejada la infamia, aunque algunos opinaban que debía quedar exento de la misma porque la venta de los bienes tenía lugar por expresa disposición de la ley y no en base a un hecho imputable al esclavo, aunque, según vemos, Gayo es de la opinión contraria. Giuffrè duda que la infamia acompañase a la institución desde sus orígenes [“Sull’origine della bonorum venditio come esecuzione patrimoniale”, Labeo, 39 (1993), pp. 332335]. Consultar también Cicerón, Pro Quinctio, 15; D. 42, 5, 28 y C. 2, 11 [12], 11. Henri Silvestre - 137 - MENU SALIR margen de que se le aplicase la infamia en sentido jurídico como pérdida de la personalidad del deudor. De todas formas, lo más probable es que la infamia fuese consecuencia, más que de la publicidad del procedimiento, de la capitis deminutio sufrida por el deudor al “heredar” el bonorum emptor todos sus bienes, créditos y deudas llevándose a cabo una ficción de muerte194. Al mismo tiempo, el deudor pierde las acciones ex ante gesto y continúa obligado frente a aquellos créditos no satisfechos en su totalidad y frente a aquellos acreedores anteriores que no han tomado parte en la bonorum venditio195. En realidad este último texto precisa que la infamia no es apreciable con carácter definitivo hasta la venta de los bienes y mientras se encuentra de forma provisional al estar suspendidos los derechos del deudor (De la bonorum venditio, pp. 72-73). Siro Solazzi considera que los textos no precisan de forma exacta las condiciones de las que se derivan la infamia, ni el momento concreto en el que hay que estimar el honor perdido (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 67-68). 194 En torno a la infamia y sus consecuencias, Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 54-56; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 71-74; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 38-39 y 51-53; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 76-78; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 77-78; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, p. 35; Jules Sporck, De la venditio bonorum, pp. 62-64; André Durand, De la bonorum venditio, pp. 85-87; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 67-68; Lucien Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialement du “pignus ex causa judicati captum”, p. 30; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 44ter-45; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 59-60 y Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 90-92. 195 Gayo 2, 155: «Pro hoc tamen incommodo illud ei commodum praestatur, ut ea, quae post mortem patroni sibi adquisierit, sive ante bonorum venditionem sive postea, ipsi reserventur; et quamvis pro portione bona venierint, iterum ex hereditaria causa bona eius non venient, nisi si quid ei ex hereditaria causa fuerit adquisitum, velut si Latinus adquisierit, locupletior factus sit; cum ceterorum hominum, quorum bona venierint pro portione, si quid postea adquirant, etiam saepius eorum bona venire solent». En este pasaje se refleja como, a cambio del perjuicio anterior, se le concede al esclavo el beneficio de reservarse para sí cuanto adquiera tras la muerte del patrono, tanto antes como después de la venta de los bienes. Así, aunque los bienes hereditarios no sean suficientes para cubrir todas las deudas, sus bienes no serán vendidos, a no ser que lo que adquiera sea por razón de la herencia. Por contra, en otros casos de venta de bienes hereditarios se enajena también lo adquirido con posterioridad, de ahí el carácter de beneficio. Ver también D. - 138 - MENU SALIR aparece dentro del título del Digesto dedicado a la cessio bonorum y hace referencia a la posibilidad de que frente al que hace cesión de sus bienes se proceda con posterioridad por las deudas no satisfechas con una bonorum venditio. En cuanto a la posibilidad de que el pretor conceda una segunda venta, no se admitiría cuando lo adquirido con posterioridad no es excesivo determinándose esta cuantía en base a los alimentos o a la satisfacción de necesidades cotidianas196, pudiéndose conceder una segunda venta respecto a todo lo que exceda de esta cantidad197. De todas formas estas obligaciones ex ante gesto tienen el límite del in id quod facere potest durante el año siguiente a la bonorum venditio, es decir el llamado, al parecer posteriormente, beneficium competentiae, siendo esta expresión extraña a las fuentes romanas198. Como veremos se trata de un beneficio que se concede en principio al que hace cesión de sus bienes; sin embargo, la doctrina considera que debe aplicarse también al deudor que dolosamente no cede sus bienes y ocasiona la venta de los mismos199, aunque algunos lo niegan al que oculta su insolvencia y se adelanta a hacer la cesión200. En cuanto al orden de preferencia de los créditos se sitúan en 42, 3, 7 (Mod. 2 Pand.). 196 D. 42, 3, 6 (Ulp. 64 ad ed.). 197 D. 42, 3, 7 (Mod. 2 Pand.). 198 C. 7, 75, 6. Ver sobre la excepción in id quod facere potest C. Accarias, Précis de droit romain, pp. 1124-1133 y O. Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 12, 25, 168 y 172. En cuanto al empleo de la expresión nos interesa Albert Levet, Le bénéfice de compétence, tesis doctoral, Université de Grenoble, Paris, 1927, pp. XV-XVIII. Sobre las diferentes acciones concluye Henri Lecouturier que los acreedores no pueden actuar sobre los bienes nuevamente adquiridos por el deudor por medio de una nueva acción sino que es la misma missio in possessionem que continúa desplegando sus efectos extendiéndose a todas las nuevas adquisiciones la que les permite accionar (De la bonorum venditio, pp. 48-51). 199 D. 42, 1, 51 (Paul. 2 man.). Ver Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 163 a propósito de D. 43, 4, 1 (Ulp. 62 ad ed.). H. Lecouturier recoge los casos en los que se aplica este beneficio (De la bonorum venditio, pp. 52-54). 200 Álvaro d’Ors, Derecho privado romano, § 120, pp. 163-164. Para d’Ors, en este supuesto la missio in bona se publica de forma infamante y se procede, tras un breve plazo, a la venditio bonorum. - 139 - MENU SALIR primer lugar los hipotecarios201, después aquellos privilegiados que por cualquier motivo (disposición legal, del Edicto o Constitución imperial) deben ser pagados preferentemente202 y finalmente los quirografarios que son los que se han reconocido en un documento suscrito por el deudor (quirographa) y, en general y por exclusión, todos los demás. Descubrimos opiniones que afirman que la bonorum venditio liberaba al deudor de todas sus deudas aún cuando el importe de los bienes vendidos no sea suficiente para cubrirlas en su totalidad203 y opiniones en sentido contrario que admiten una segunda venta204. Lógicamente en base a lo expuesto nos decantamos por la segunda opción. El deudor que, como 201 C. 7, 72, 6. 202 Son acreedores o créditos privilegiados, que debían ser pagados íntegramente por el emptor bonorum salvo que la lex bonorum vendendorum determinase lo contrario, los gastos de entierro (D. 42, 5, 17 [Ulp. 63 ad ed.]); la mujer en cuanto a la restitución de la dote (D. 42, 5, 17 [Ulp. 63 ad ed.] y D. 42, 5, 18 [Paul. 60 ad ed.]); el pupilo respecto al tutor y curadores (D. 42, 5, 19, 1 [Ulp. 63 ad ed.]); el que realiza un préstamo para reedificar un edificio o se compromete a realizar la obra (D. 42, 5, 24, 1 [Ulp. 63 ad ed.]); la devolución de los depósitos bancarios (D. 42, 5, 24, 2 [Ulp. 63 ad ed.]); los acreedores con cuyo dinero se pagó a otros acreedores privilegiados (D. 42, 5, 24, 3 [Ulp. 63 ad ed.]); el que hizo un préstamo para construir, equipar o comprar una nave (D. 42, 5, 26 [Paul. 16 brev.] y 42, 5, 34 [Marcian. 5 reg.]) y los créditos a favor del fisco (D. 49, 14, 6, pr y 1 [Ulp. 63 ad Ed.]) y a favor de algunas ciudades (D. 42, 5, 38, 1 [Paul. 1 sent.] y D. 42, 5, 37 [Pap. 10 resp.]). En cuanto a la graduación de los privilegios parece que el lugar más preferente lo ocupaba el fisco (Paul. sent., 5, 12, 10 y D. 42, 5, 34 [Marc. 5 reg.]), aunque algunos textos ubican por delante los gastos de sepelio (Paul. Sent., 1, 21, 15 y D. 11, 7, 45). De todas formas, el orden no quedaba nada claro y en este sentido se pronuncia Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 168-170. Consultar sobre acreedores privilegiados, Otto Karlowa, Römische Rechtsgeschichte, vol. II, Leipzig, 1901, pp. 1415-1416. La contradicción entre D. 16, 3, 7, 2 y D. 42, 5, 24, 2 en cuanto al carácter privilegiado de los depósitos bancarios la mostraba S. Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. III, pp. 110-117. Un completo análisis de los privilegios y acciones reales en el concurso de acreedores lo efectúa Solazzi en vol. III, pp. 102204 y en particular la graduación entre los privilegios considerando la prioridad del fisco (pp. 186192) y otros motivos de preferencia entre acreedores (pp. 194-195). 203 Ramírez, La quiebra. Derecho Concursal español, 2ª ed., vol. I, p. 91, en nota. 204 Juan Antonio Alejandre García, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 26; H. Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra” Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 20. - 140 - MENU SALIR consecuencia de la missio in bona, se había visto sólo privado de la administración de sus bienes, tras la venta pierde además la propiedad. En realidad las diferentes fases de la bonorum venditio y los distintos elementos personales intervinientes son objeto de múltiples y divergentes consideraciones por la doctrina a la hora de interpretar los textos clásicos, en las cuales no vamos a entrar dado que no es la institución objeto de nuestro trabajo, sino que hemos tratado simplemente de esbozar el procedimiento concursal sin detenernos en controversias para luego entrar en la cessio bonorum con una visión de conjunto más amplia. Se discute también si la introducción de la bonorum venditio acabó de forma definitiva con la ejecución personal o si el acreedor podría elegir entre ambos procedimientos de ejecución. Hay quien afirma que el acreedor tiene el derecho a elegir, pero la bonorum venditio se convirtió en el modo ordinario de actuar, aunque la ejecución personal subsistiría para los casos de deudor iudicatus o confesus ya que son los supuestos en los que procede la cessio bonorum que tiene precisamente como fin evitar la prisión al deudor205. Por su parte, la bonorum distractio sitúa su origen a partir de la supresión del sistema formulario con Diocleciano206. La doctrina207 suele cuestionarse si existe alguna relación entre la introducción de un nuevo sistema a nivel procedimental y la aparición de una vía de ejecución también nueva. En este sentido podemos acudir a un texto de Teófilo que conecta la desaparición de la bonorum venditio con la de los conventus. Así en el sistema formulario el juez podía permitirse 205 Henri Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 10-11. Además admite la posibilidad de que tras a venta el deudor puede quedar expuesto a una ejecución personal por la parte no satisfecha (p. 56). 206 «... sed cum extraordinariis iudiciis posteritas usa est, ideo cum ipsis ordinariis iudiciis etiam bonorum venditiones exspiraverunt et tantummodo creditoribus datur officio iudicis bona possidere et prout eis utile visum fuerit ea disponere...» (Institutiones, 3, 12, pr.). 207 Superficial el comentario al respecto de la introducción de la bonorum distractio de Edoardo Tagliacarne en su Studio storico-teorico-pratico degli interdetti romani, p. 143, nº 139. Sobre la desaparición de la bonorum venditio y su progresiva sustitución por la venta singularizada de los bienes, cfr. Jean Gaudemet, Droit privé romain, p. 143. - 141 - MENU SALIR trasladarse por los diferentes territorios sometidos a su jurisdicción evitando desplazamientos a las partes, ya que se limitaba a la aplicación de una fórmula con lo que su tarea se simplificaba enormemente. Cuando se introduce el procedimiento extraordinario, el magistrado se ve obligado a entrar en el fondo de cada asunto que llegue a sus manos con lo que le resulta prácticamente imposible desplazarse. Esto implica la progresiva desaparición de los conventus, haciendo, a su vez, cada vez más inviable la bonorum venditio por la necesaria presencia del magistrado en numerosos momentos del procedimiento ejecutivo (al menos tres veces) hasta dar paso a un sistema de ejecución donde sólo se requiriese una vez la intervención del magistrado208. A nuestro parecer la coincidencia en el tiempo 208 Cfr. C. Accarias, Précis de droit romain, vol. I, pp. 1320-1321. Sobre el particular comentaría Benoît Courtois: «Cette explication de Théophile ne met toutefois qu’imparfaitement en lumière l’assertion de Justinien; car si l’on considère que les conventus se tenaient à de certains intervalles, et qu’ils ne duraient pas tout le temps nécessaire à l’accomplissement d’une procédure de Bonorum Venditio, on constate l’obligation fréquente pour les créanciers de s’adresser au magistrat en dehors de l’époque de ses tournées: en conséquence, l’existence des conventus n’apparaît plus comme une condition tellement indispensable au fonctionnement de la Vente en masse, que celleci n’ait pu survivre à leur disparition» (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 323-324). No menos sugerente es lo que dice Jules Testard-Vaillant, en De l’envoi en possession des biens du débiteur, pp. 75-76. Según Georges Bonnans, bajo el sistema formulario, la venditio era la regla general y la distracto la excepción, sin embargo, poco a poco, la venditio acaba desapareciendo y lo que era una excepción, se convierte en la regla principal. Su explicación de esta sustitución no difiere en demasía de los autores anteriormente referidos: «Théophile, dans sa paraphrase, nous répond par quelques lignes. On interprète ce passage de la manière suivante: lorsque le système formulaire eut cessé d’être en vigueur, les magistrats supérieurs, dont l’autorisation était nécessaire pour les actes de la bonorum venditio, n’allèrent plus dans les divers endroits de la province tenir des assises (conventus). Ils furent remplacés par des magistrats inférieurs qui étaient permanents. Dès lors, la distractio bonorum fut la seule procédure applicable» (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 45-46). Sobre la desaparición de la bonorum venditio y su sustitución por la bonorum distractio ver las apenas cinco páginas que constituyen el último capítulo de la memoria doctoral de H. Lecouturier, De la bonorum venditio, pp. 70-74 e igualmente S. Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 180-183, que desconoce lo que dice Lecouturier. Dentro de las modificaciones de la bonorum venditio recoge Jean Rous la bonorum distractio (De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. - 142 - MENU SALIR de la desaparición de los conventus y de la bonorum venditio es tan sólo casual siendo precisamente el cambio procedimental el punto de partida de la bonorum distractio y, a su vez, el origen de la eliminación de los referidos institutos. Su razón de ser podría situarse principalmente en torno a un intento de corrección de los vicios que llevaba implícitos el antiguo procedimiento de ejecución, ya que, aunque la venta en masa suponía un considerable progreso frente a la addictio — al evitar al deudor la ejecución personal que podía desembocar en la esclavitud o incluso en la muerte y, al mismo tiempo, permitir, mediante una liquidación bastante sencilla la prevención de todo conflicto entre los acreedores— en la práctica conllevaba numerosos inconvenientes para todos los interesados209. Sin lugar a dudas el principal de todos radica en las dificultades que lleva consigo la venta de un patrimonio conjunto. Así, el bonorum emptor se veía, en cierto modo, obligado a la compra de una masa de bienes y esta situación exponía a serias pérdidas en razón de las actuaciones de posibles especuladores. Igualmente, pocos compradores estarían verdaderamente interesados en adquirir un patrimonio en su totalidad y cuando se presentaba la ocasión no se podía evitar que la compra tuviese lugar por un precio bastante inferior al valor real de los bienes. Con esto además de depreciarse el crédito, el acreedor lo más que lograba era un pago parcial sin que pudiese obtener la satisfacción de la totalidad de la deuda. Del mismo modo, se ocasionaban perjuicios para el deudor el cual 80-84). Henri Silvestre aborda la bonorum distractio al cuestionarse la desaparición de la bonorum venditio en conexión con el procedimiento formulario y la desaparición de los conventus (De la bonorum venditio, pp. 76-81). En cuanto a los orígenes de la bonorum distractio indicando sus características principales, Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 55-58; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, pp. 92-94; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 72-74; Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 88-90; Lucien Baillou, Des voies d’exécution sur les biens du débiteur pendant la période formulaire et spécialement du “pignus ex causa judicati captum”, pp. 33-38; Georges Duverel, De la venditio bonorum, pp. 69-73; André Durand, De la bonorum venditio, pp. 88-90 o Jules Sporck, De la venditio bonorum, pp. 66-69 y con carácter más general P. F. Girard, Manuel élémentaire de droit romain, pp. 1066-1067 y 1097, sin hacerse eco de estas tesis francesas. 209 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 324. - 143 - MENU SALIR pese a tener una sola deuda y de una cuantía mínima podía acabar en la ruina y, lo que es más importante, su nombre quedaba ligado a un signo de deshonor y además la universalidad de la ejecución no tenía nada que ver con su insolvencia, es decir, aún siendo plenamente solvente (activo superior al pasivo), vería comprometida la totalidad del patrimonio. Además la infamia imprimía un carácter de pena a la venditio de forma injusta ya que el deudor que debía el origen de su situación a la mala fortuna no era necesariamente un delincuente (pese a que en muchos momentos históricos había sido tratado como tal) y una legislación adecuada debía contemplar la diferencia de matiz existente entre la idea de vía de ejecución y la de pena o castigo y entre la simple fatalidad, la negligencia o el fraude210. El nuevo modo de ejecución sobre los bienes rompe la unidad que aparecía en la venditio, no se dirige contra la persona del deudor ni se pone en venta el conjunto de su patrimonio sino los bienes separadamente, uno a uno (de ahí la denominación de la institución, distrahere). Así, la venta en detalle resultaba más fácil y más barata por suponer menos trámites y, consecuentemente, menos gastos para los acreedores los cuales cobraban más fácilmente su crédito. El deudor, por su parte, encontraba la ventaja superior de evitar la infamia que se derivaba de la publicidad que se infería a su situación a través de la proscriptio o de la capitis deminutio sufrida por el mismo por la ficción de muerte que implicaba el procedimiento y que era precisamente lo que originó el desuso de la venditio. En cuanto a sus orígenes no son demasiado precisos y, al parecer, fue introducida de forma gradual211, utilizándose inicialmente en los casos en que el deudor era impúber y extendiéndose luego a los locos y pródigos212. Según un senado210 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 324-325. Por lo que respecta a los inconvenientes de la bonorum venditio, sigue a Accarias quien precisa, junto a las posibles especulaciones que podía originar el procedimiento, que, a su vez, resultaba también perjudicial para el adquirente quien podría ver aparecer cargas desconocidas en principio sobre los bienes adquiridos con la consiguiente disminución del beneficio. Al mismo tiempo exigiría a los acreedores una armonía y un entendimiento mutuo difícil de alcanzar (Précis de droit romain, vol. I, p. 1320). 211 Renzo Provinciali, Manuale di diritto fallimentare, p. 76. 212 José Luis Murga Gener, Derecho romano clásico II: El proceso, p. 344. Sobre la extensión - 144 - MENU SALIR consulto —cuya fecha precisa no suele ser facilitada por la doctrina, aunque se sitúa en los primeros años del Imperio213—, los bienes de las personas ilustres (clarae personae), por ejemplo senadores o sus esposas, no eran adjudicados por el procedimiento infamante de la venta en masa, sino que para preservar el honor de los expropiados eran vendidos separadamente con la intervención o mediación de un curator hasta completar la extinción de las deudas que los gravaban214. Por ello, la bonorum distractio no surgió de forma espontánea, sino que ya existía a título de excepción durante el periodo formulario, y acabaría extendiéndose hasta llegar al punto de que los acreedores podían elegir al comienzo de sus gestiones entre la venta en bloque o la venta en detalle, sin que una vez hecha la correspondiente elección pudiesen retractarse de la misma215. En realidad la del beneficio a todos los incapaces y la problemática en cuanto a los menores de 25 años, consultar Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. III, pp. 43-48. 213 Ramírez, La quiebra. Derecho Concursal español, 2ª ed., vol. I, p. 90, en nota. Además, S. Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 220-224, relaciona la fecha del senadoconsulto con la conexión entre la distractio y la bonorum cessio indicando que el beneficio de la distractio no era incompatible con el de la cesión de bienes y que, cronológicamente ha podido seguirlo o precederlo. 214 «Curator ex senatus consulto constituitur cum clara persona, veluti senatoris vel uxoris eius, in ea causa sit, ut eius bona venire debeant: nam ut honestius ex bonis eius, quantum potest creditoribus solveretur, curator constituitur, distrahendorum bonorum gratia, vel a pretore, vel in provinciis a praeside» (D. 27, 10, 5 [Gayo, 9 ad Ed. prov.]). 215 D. 27, 10, 9 (Nerat. 1 membr.). Consultar Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 325-327. No podemos olvidar como punto de referencia que la institución es analizada por Courtois dentro del capítulo dedicado a la desaparición de la bonorum venditio que constituye el objeto de su trabajo de investigación. En la misma línea, Jules Testard-Vaillant define la bonorum distractio como la venta en detalle que sustituye la venta en bloque, aunque coexistió bastante tiempo junto a la bonorum venditio aludiendo también a la posible elección entre venditio y distractio, aunque aclara que las fuentes no precisan en qué casos podía tener lugar dicha elección (De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 74). El tratamiento que hace Testard-Vaillant de la bonorum distractio no va más allá de dejar apuntados los rasgos esenciales de la institución sin detenerse en un estudio pormenorizado de la misma. También Georges Bonnans afirma que la bonorum distractio existía de forma paralela a la bonorum venditio y que se trataba de una venta de naturaleza particular que no implicaba infamia, destinada, en principio, a una determinada categoría de personas para las - 145 - MENU SALIR elección del acreedor se definiría en el nombramiento de un magister que procediera a la bonorum venditio, o de un curator que llevase a cabo la bonorum distractio216. En cuanto al procedimiento de la bonorum distractio se distinguen —al igual que hemos indicado anteriormente en relación a la bonorum venditio— dos fases claramente diferenciadas, de un lado la missio in possessionem217, y de otro la venta propiamente dicha. Respecto a los diferentes supuestos de missio in que, según el mencionado autor, la institución era obligatoria mientras que para el resto (sin especificar de quien se trata) era facultativa, aunque una vez hecha su elección el acreedor no podía retractarse de la misma. La define como «la venta de los bienes, uno por uno, en detalle y no en masa» (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 43-44). Tal y como sucediera con Jules Testard-Vaillant, el estudio de Georges Bonnans sobre la bonorum distractio es bastante superficial y no pasa de ser una escueta recopilación de sus principales características. Recordemos la definición de distractio bonorum de L. B. Curzon en Roman Law, p. 137, nº 21 referida en nota anterior en este mismo capítulo. 216 Ver las consideraciones en torno a la elección de Xavier d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 94. 217 La evolución de la missio in bona es explicada por Ramadier quien señala que fue en sus inicios un medio de apremio en manos de los magistrados con el fin de obtener la obediencia a sus mandatos, para pasar a ser una fase preliminar en la bonorum venditio que tendía a acabar en la ejecución y llegar, bajo la distractio bonorum, a constituir un procedimiento independiente destinado a realizar los bienes del deudor embargado en provecho de los acreedores (Les effets de la missio in bona rei servandae causa, p. 168). Nada dice, sin embargo, sobre la missio en caso de cesión de bienes. Sobre la missio in possessionem en la bonorum distractio consultar además Henri Silvestre, De la bonorum venditio, p. 80. Solazzi llega incluso a dudar de su existencia en la distractio bonorum ex Senatus consulto ya que no la considera compatible con la salvaguarda de la estima de las personas a las que se dirige (aunque se permitiría por la distractio pretoria y en el derecho justinianeo). Del mismo modo discute la posibilidad del acreedor de las clarae personae de elegir entre la venditio y la distractio bonorum, y la distinción entre una distractio obligatoria para esta categoría de acreedores y otra por concesión a cualquier deudor por existir un único senadoconsulto (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. II, pp. 199-217 y 224-237). En cuanto a la distractio bonorum ex edicto, vol. III, pp. 1-67 y la distractio ex privato consilio como resultado de la voluntad de los acreedores, vol. III, pp. 68-101, en particular su relación con otros tipos de distractio (pp. 96-97). La extensión de la bonorum distractio a los incapaces la atribuye a razones de índole puramente económicas (vol. III. pp. 66-67). De la missio in bona en el derecho - 146 - MENU SALIR possessionem, según vimos, podía tener lugar cada vez que se producía la indefensio del deudor (la indefensio se refería en principio al demandado que presente en juicio no quiere defenderse y luego se extendió a los casos de ausencia, incapacidad o muerte de un deudor sin dejar herencia), sentencia judicial o confesión del mismo. Una vez iniciado el procedimiento se podía producir la falta de comparecencia del demandado, bien cuando éste se ocultaba para evitar la citación contenida en la correspondiente notificación, o bien cuando tras ser citado no acude a juicio. También puede darse el supuesto de que tras comparecer se niegue a continuar la instancia. En todos los casos señalados se impone la necesidad de recurrir al procedimiento en rebeldía. En consecuencia a petición de la parte demandante, el juez ordena sucesivamente tres edictos en intervalos que oscilan de diez días a un mes en los cuales el deudor demandado tiene la posibilidad de comparecer y presentar su correspondiente defensa218. Si no comparece, una notificación en rebeldía es suficiente para que se entienda debidamente notificado y para que la parte activa del procedimiento pueda continuar con la tramitación de su demanda como si en realidad el deudor hubiese presentado su defensa. Sin embargo, el indefensus que se encuentra en búsqueda o que rehusa a responder no se entiende condenado (damnatus) desde el principio sino que, por el contrario, el demandante está obligado a presentar pruebas de sus reclamaciones y la mera ausencia no implica culpabilidad ni, por tanto, condena si la pretensión planteada no se encuentra suficientemente justificada219. La cuestión radica en determinar si la posibilidad de un juicio en rebeldía implicaría que no va a tener lugar la missio in possessionem hasta que no se produzca la condena. La mayoría de la doctrina considera que el juicio en rebeldía no impide el envío de los bienes del deudor “indefensus” a la posesión del acreedor220. De hecho si el demandado no comparece tras el tercer aviso el demandante tiene las siguientes opciones: o bien continuar la instancia con la justinianeo y sus efectos se ocupa en vol. IV, pp. 189-197. 218 D. 5, 1, 68-72 . Luego los edictos serían sustituidos por tres denuntiationes (C. 7, 43, 9). 219 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 329-331. - 147 - MENU SALIR finalidad de obtener la posesión definitiva del objeto en litigio tras probar definitivamente su derecho, o bien limitarse a realizar una prueba superficial de sus pretensiones y sin sentencia definitiva constituirse provisionalmente en posesión del objeto litigioso221. Por tanto, en un principio, los dos sistemas destinados a asegurar en cierta medida la comparecencia del demandado eran la missio y el procedimiento en rebeldía. Más adelante en lugar de combinarlos para constituir un único procedimiento, Justiniano reprodujo en su compilación las reglas de uno y otro sin suprimir las contradicciones por lo que la única innovación fue relativa al procedimiento de rebeldía por tratar de reforzar la represión contra la negligencia o la oposición sistemática del demandado222. En el Bajo Imperio, tras la desaparición de la manus y del mancipium, los supuestos de minima capitis deminutio que pueden dar lugar a la missio in possessionem se reducen a la adrogatio223. Otro caso diferente que puede desembocar en una missio in possessionem es el relativo a los plazos que ocasionan demora en la ejecución. Así el procedimiento ejecutivo puede encontrarse momentáneamente trabado tras la muerte del deudor o tras su condena efectiva o confesión. De este modo, durante los plazos fijados para hacer inventario, el derecho de ejecución de los acreedores aparece suspendido para permitir deliberar e igualmente, aunque no haya herederos, en los nueve días que siguen a la muerte de una persona está 220 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 331. 221 C. 7, 43, 8. 222 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 331-332. 223 Sobre el particular Courtois señala lo siguiente: «...encore l’adrogeant n’acquiert-il plus qu’un droit d’usufruit sur les biens apportés par l’adrogé. C’est donc uniquement en ce qui touche l'adrogation, que Justinien reproduit le Commentaire de Gaius. Nous retrouvons le même mode de procéder, à cette différence près qu’il n’est plus question de restitutio in integrum: l’action n’est plus donnée contre l’adrogé, elle est accordée directement contre l’adrogeant, qui figure comme attaqué au nom de son fils: “... nomine filii convenietur”. Le résultat de l’action est encore identique: si l’adrogeant ne se porte pas defensor, il donne lieu à l’envoi des créanciers en possession du patrimoine de l’adrogé» (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 332-333). Ver Institutiones, 3, 10, 3. - 148 - MENU SALIR prohibido —por simple decoro— requerir la puesta en posesión224. Recordemos que —en la época clásica— los denominados dies justi concedidos al condenado o al confeso para llevar a efecto el cumplimiento de su obligación, antes de iniciar el procedimiento ejecutivo, se cifraban en treinta, al igual que se establecía en el derecho antiguo. Sobre su extensión en el Bajo Imperio existen diferentes opiniones doctrinales recogidas por Benoît Courtois. Algunas señalan dos meses en base a ciertas Constituciones225 (Godefroy). Otros opinan que los dos meses serían tan sólo una prórroga del periodo inicial de un mes aplicable a casos excepcionales (M. Zimmern226 y Ortolan). Para Courtois, aunque la opinión de Godofrey sólo descansa en conjeturas, de una Constitución de Justiniano parece deducirse que el plazo de dos meses establecido en cierta época como consecuencia de un cambio legislativo acaba convirtiéndose en un plazo general como ocurriría posteriormente con el periodo de cuatro meses que acabaría sustituyéndolo227. Dicho de otro modo, hasta Justiniano no se podía iniciar la ejecución hasta pasados dos meses, término que sería doblado por el citado emperador228, cuestión de la que no duda Accarias229. La solicitud de puesta en posesión sería la siguiente fase dentro del procedimiento que nos ocupa. Puede suceder que el deudor, ante el temor de la bonorum distractio, haya solicitado en vano de sus acreedores un aplazamiento. En este caso tiene la posibilidad de pedir al emperador unas “letras moratorias”, para lo cual era necesario que concurriesen tres requisitos básicos, primero que no se intenten aplazar las obligaciones nacidas de un cuasi delito, ni las de carácter tributario o los intereses. Segundo, el insolvente, con independencia de que sea de buena o mala fe, debe dirigir una solicitud al emperador donde conste 224 C. 6, 30, 22, 11. Respecto al plazo de nueve días, Novela 115, 5, 1. 225 C. Th. 4, 19, 1. 226 Traité des actions ou théorie de la procédure privéé chez les romains, trad. francesa de L. Étienne, Paris, 1843, 550 pp. 227 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 333-335. 228 C. 7, 54, 2 y C. 7, 54, 3, 1 229 Précis de droit romain, vol. II, pp. 761 y 780. - 149 - MENU SALIR la correspondiente súplica con una sincera exposición de los hechos y una explicación de la necesidad del aplazamiento230. Tercero, debe prestar una fianza para garantizar a sus acreedores que, finalizado el plazo de demora concedido, cumplirá todas sus obligaciones231. Al emperador corresponde examinar cuidadosamente el asunto en su consejo privado o remitiendo el tema para su análisis a un juez delegado (esta última opción era la más frecuente) y a continuación puede ordenar, incluso contra la voluntad de los acreedores, la suspensión de todos los trámites durante tres, cinco o incluso más años. Se trata (las “letras moratorias”) de un beneficio del cual sacan provecho los deudores, porque de esta forma pueden descartar la puesta en posesión y a los mismos acreedores porque se encuentran con la posibilidad de obtener, finalizado el plazo, un pago más ventajoso aunque no podrá producirse como efecto la mejora de la situación de unos en detrimento de la de los otros y, por ello, durante el periodo suspensivo los deudores no se encontrarán exentos de pagar los correspondientes intereses. Si no se concede la prórroga no hay nada que impida a los acreedores recurrir a la missio in possessionem232. Es requisito esencial —que ya adelantábamos— el que la puesta en posesión ha de tener lugar a iniciativa de parte y, por ello, debía ser demandada, aunque se admitía que dicha demanda fuese presentada por uno sólo de los acreedores. Así los acreedores menos diligentes que quisiesen unir sus gestiones no estaban obligados a presentar una nueva demanda ya que el beneficio de la missio se ententía general y extensible a todos. Justiniano cambiaría la situación de forma considerable al estimar necesario restringir un derecho un tanto injusto, pues quizás permitía a los más negligentes sacar provecho de la celeridad de sus coacreedores233. En adelante, los que quisiesen compartir con los primeros 230 Cfr. Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 338-339. 231 C. 1, 19, 4. 232 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 339-340. Ver C. Th. 2, 7, 1. 233 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 340-341. - 150 - MENU SALIR acreedores las ventajas y beneficios derivados de la missio in possessionem deberán presentar la reclamación de sus créditos en un plazo máximo cuya extensión dependerá del lugar de domicilio. Así, será de dos años si viven en el lugar y de cuatro años si viven en otra provincia diferente a aquella en la que tuvo lugar la puesta en posesión y además reembolsarán la cuarta parte de los gastos anticipados. Los que se presentasen después de la expiración del plazo de dos o cuatro años perderán, junto a la coposesión de los bienes, todo recurso contra los primeros o sus representantes aunque conservarán el derecho a actuar contra el deudor234. Como consecuencia de lo anterior la venta no podrá tener lugar hasta que transcurran los dos o cuatro años según el caso235. Independientemente de que la solicitud de la missio in possessionem proceda de todos los acreedores, de un grupo o de uno solo se aplican las reglas generales respecto a los días feriados por las cuales cualquier acto de ejecución no podría tener lugar un día festivo — básicamente las fiestas religiosas— a los que se asimilan los días de la fundación de Roma y de Constantinopla y los aniversarios del nacimiento del emperador y de su subida al trono236. En cuanto a la orden concreta de puesta en posesión, debía ser competencia del magistrado. La cuestión estaría en determinar cuál sería competente ratione materiae. Teniendo en cuenta los diferentes magistrados existentes tras las reformas de Constantino lo más lógico es que fuese competente el que había conocido o debía conocer el asunto y en el supuesto de que éste careciese de los poderes necesarios entonces le relevaría su superior jerárquico237. Sin embargo, es de suponer la posibilidad (bastante frecuente) de que el deudor tuviese sus bienes dispersos en varios territorios al mismo tiempo. No hay duda en este caso de que la decisión emanada de un magistrado podía ser ejecutada por otro que fundamentaba su competencia ejecutiva en el carácter atrayente de la situación de 234 C. 7, 72, 10, 1. Interesante precisión la de C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 781. 235 C. 7, 72, 10, 2. 236 D. 2, 12, 2 (Ulp. 5 ad Ed.); C. 3, 12, 6, 7 y 9. Ver Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 341. 237 C. 3, 1, 13, 3. - 151 - MENU SALIR los bienes238. De todas formas y, dado que va a tener lugar una ejecución sobre objetos considerados individualmente, es lógico que estos actos fuesen realizados por magistrados del lugar donde se hallan, ya que así se evitan los posibles inconvenientes que podrían presentarse para el magistrado que llevase a cabo una ejecución en un territorio diferente no comprendido en su jurisdicción. En definitiva y como consecuencia inmediata de lo anterior, de la concreta situación de los bienes del deudor van a depender las reglas de competencia relativas a la puesta en posesión de los acreedores y cada magistrado competente emitirá su particular decisión239. Cuando analizamos la bonorum venditio comprobamos cómo los bienes objeto de envío abarcaban la universalidad del patrimonio del deudor cualquiera que fuese el número de acreedores o la importancia cualitativa de sus créditos. No obstante, con el trascurso del tiempo, se irán introduciendo novedades procedimentales permitidas por el particular talante de la bonorum distractio, de forma que el envío se limitará a la parte del patrimonio indispensable para la entera satisfacción de la deuda en virtud de la sentencia del juez240. La universalidad de los bienes del deudor sólo iba a formar parte de la missio en casos excepcionales como en el supuesto de condena en rebeldía del deudor o cuando de los trámites llevados a cabo resulta demostrado suficientemente el 238 D. 42, 1, 15, 1 (Ulp. 3 de off. cos.), sobre la posibilidad de que los gobernadores provinciales ejecutasen en su territorio las sentencias dictadas en Roma. 239 Se pueden aprovechar con fruto los comentarios de Benoît Courtois sobre la cuestión de la competencia (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 342-343). Precisa además el referido autor que el modo de proceder del magistrado a la hora de conceder la autorización requerida revestía en época de Justiniano la invariable forma de causa cognitio. Tanto los fundamentos de derecho del demandante como los motivos de la puesta en posesión debían ser objeto de un minucioso análisis. En cuanto a los efectos de la autorización indica que el deudor quedaría sin la administración y disfrute de los bienes que eran objeto de la missio. Resultaba para los acreedores un derecho de retención de los bienes acompañado de un derecho de administración de los mismos, siendo posible para este fin el nombramiento de curadores. Por lo demás se aplicarían las mismas reglas que en la bonorum venditio (pp. 344-345). 240 C. 1, 12, 6, 4 y Novela 53, 4, 1. - 152 - MENU SALIR estado ruinoso del deudor241. No obstante, hay quien opina que la missio in bona será general y la venta posterior, llevada a cabo por el curator, atenderá sólo a los bienes necesarios para la satisfacción de los créditos242. A diferencia de la bonorum venditio, el plazo para proceder a la venta en la distractio es único aunque más extenso. La razón es obvia y se deduce de lo que hemos indicado anteriormente ya que, si se concede a los acreedores que no concurren a las primeras fases del procedimiento un plazo de dos o incluso cuatro años para hacerlo, es lógico —como ya señalamos— que la venta se posponga al final de este periodo243. Es precisamente la extensa duración de la missio in possessionem la que obliga en la mayoría de las ocasiones al nombramiento de curadores encargados de la administración de los bienes. En la distractio la doble función de administrar y vender es ejercida por una sola persona y no es necesaria la intervención del magister244. El aludido nombramiento corresponde al magistrado requiriéndose el consentimiento de la mayoría de los acreedores, ya que en caso de no contar con esta mayoría el curador designado por unos cuantos, sólo representaría a aquellos que lo han elegido245. Se pueden nombrar uno o varios curadores y encontrarse éstos en la condición de no ser acreedores246. Según otros autores, los 241 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 346. 242 P. Bonfante, Istituzioni di Diritto Romano, 8ª ed., Milano, 1925, p. 129, 10ª ed. con “Prólogo” de E. Albertario, Torino, 1946, p. 133. 243 C. 7, 72, 10, 2. Cfr. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, pp. 781-782. Courtois sostiene la posibilidad de que la venta se adelante en base a la discrecionalidad del magistrado (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 347). Según E. Cuq, el procedimiento que implicaba la bonorum distractio tan sólo resultaría satisfactorio si el plazo que separa la puesta en posesión de los bienes y la venta no elimina a los acreedores cualquier esperanza de obtener la satisfacción de su crédito (Manuel des institutions juridiques des romains, p. 906). Para Jules Testard-Vaillant la venta anterior a la expiración del plazo no era del todo imposible (De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 77). 244 Jules Testard-Vaillant, De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 76 y Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 57-58. 245 D. 27, 10, 5 (Gayo 9 ed. prov.) y D. 42, 7, 2 (Ulp. 65 ad ed.). 246 D. 47, 7, 2, 4 (Ulp. 65 ad ed.). Ver X. d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano - 153 - MENU SALIR acreedores podían efectuar el nombramiento del curator distrahendorum bonorum gratia sin necesidad de intervención del magistrado, ya que era suficiente con que éste autorizase la venta sin que hubiese que recurrir al mismo en cada acto del procedimiento247. La única restricción del derecho a enajenar del curador se encuentra en la necesidad de autorización previa del magistrado y con ello se simplifican las formalidades judiciales de la venditio, siendo suficiente con que los acreedores soliciten el doble permiso de poseer y vender248. De hecho, tal y como hemos indicado anteriormente, los acreedores no tienen que reclamar en cada acto del procedimiento la intervención del magistrado sino que es suficiente con que éste ordene la venta. También cabe la posibilidad de que dicha venta la lleven a cabo los mismos acreedores sin necesidad de que intervenga ninguna otra persona249. El curador procede a la liquidación bien por bien, en detalle, de tal suerte que en lugar de un único comprador puede encontrar tantos adquirentes como objetos individualmente considerados sean vendidos y por tanto no necesita de una lex bonorum vendendorum con carácter previo a la ejecución250. Por su parte, el curador tiene la libertad de vender de la forma que estime más conveniente, aunque en la mayor parte de las ocasiones eligirá la subasta pública como vía para obtener un precio más elevado aunque puede escoger también la venta «amigable» que no se encuentra prohibida por ningún texto legal sino que, por el contrario, estos llegan a permitir cualquier medio legítimo —distinto de la clásico, p. 94 y C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 767. 247 Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 44. En cuanto a los poderes, número, responsabilidad y reparto de las funciones de los curadores, Courtois remite a la bonorum venditio, sin que podamos apreciar diferencias significativas al respecto (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 350). Sobre el papel del curator en la bonorum distractio consultar las precisiones de Maria Federica Lepri, en “I §§ 9-12 del D. 42, 4, 7 (Appunti in tema di «bonorum distractio»)”, en Scritti in onore di Contardo Ferrini, p. 118. 248 C. 7, 72, 10, 1. 249 C. 7, 72, 10, 2. Al respecto, S. Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 207. 250 C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 767. - 154 - MENU SALIR venta— para proceder a la liquidación251, incluso la entrega de los bienes —en especie— a los diferentes acreedores252, aunque lo más lógico sería que los bienes fuesen repartidos sólo cuando no se encontrase un comprador para los mismos. Pese a todo se hace necesario adoptar ciertas precauciones. Así, el producto de la venta debe ser declarado ante el defensor civitatis, quien debe inscribir esta declaración en presencia de notarios (tabulariis) y del tesorero de la Iglesia si hay un excedente de precio al que debe remitirse el mismo y los curadores deben jurar ante el Evangelio —y en presencia de las antedichas personas— que la enajenación no se ha producido por un precio menor al justo y que ha tenido lugar en las mejores condiciones posibles, es decir que han fijado el precio más adecuado a las circunstancias253. La distractio durará hasta que los acreedores hayan cobrado todos sus créditos, pudiendo proyectarse sobre nuevas adquisiciones del deudor, quedando éste protegido por el beneficium competentiae254. Todo lo realizado por los curadores se considera válido y se les conceden acciones útiles255 Los efectos de la bonorum distractio pueden ser analizados desde un triple punto de vista que coincide con los principales interesados en el procedimiento: el 251 C. 7, 72, 10, 2: «... vendiderint vel alio quocumque legitimo modo omne ius... in alias personas... transtulerint». 252 Institutiones, 2, 19, 1 y 3, 12, pr. Sobre el empleo del término distrahere en este texto en comparación a vendere en Gayo, 2, 154 y el uso de ambos comentando una posible interpolación, ver Paul Ramadier, Les effets de la missio in bona rei servandae causa, pp. 166-168. 253 C. 7, 72 10, 3. Ver al respecto Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 351; Jules Testard Vaillant, De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 77 y E. Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, p. 906, nota 2. Consultar también R. Provinciali, Manuale di diritto fallimentare, p. 77 y C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 782. Para Jules Sporck, el precio en la distractio bonorum no consistía en un dividendo como en la bonorum venditio, sino en el valor completo de la compra (De la venditio bonorum, p. 69). La misma idea es referida por Louis Sadoul (De la bonorum venditio, p. 98). 254 X. d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 94. 255 D. 42, 7, 2, 1 (Ulp. 65 ad ed.). En torno a este fragmento, X. d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 95. - 155 - MENU SALIR deudor, el comprador y los acreedores256. Respecto al deudor la consecuencia más importante es la desaparición de la nota infamante que le estigmatizaba ante sus conciudadanos derivada de la proscriptio257, aunque ya hemos señalado que la infamia era más bien atribuible a la capitis deminutio sufrida por el mismo tras ser sucedido a título universal por el emptor bonorum produciéndose una ficción de muerte. No obstante, su consideración negativa (existimatio) tan sólo disminuye. De hecho se producía un cierto atentado a su reputación o estima258, aunque podría conservar su personalidad jurídica259. Como la venta en detalle no supone una sucesión en los bienes del deudor éste no queda libre de sus antiguas obligaciones y los acreedores conservan el derecho a reclamar hasta completar la totalidad de la suma que queda por pagar. Y sin embargo, este deudor, que aún puede ser perseguido por obligaciones pendientes, ve extinguida cualquier acción que tenga su origen en un hecho anterior a la venta260 y que no haya podido ejercer, por ejemplo por encontrarse aplazada y no haber vencido. Se suele explicar esta regulación no tanto por la transmisión de la personalidad jurídica del defraudator al comprador con todo lo que esto implica, sino más bien por la idea de que todos sus derechos se encuentran comprendidos en la missio in possessionem y su ejercicio se atribuye a los curadores261. A pesar de ello, no hay 256 Seguimos el esquema planteado por Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 352-362. 257 X. d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 94. 258 Jules Testard-Vaillant, De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 77 y Marc Michon De la venditio bonorum en droit romain, p. 58. 259 Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 45. 260 «Imperatores Antoninus et Verus Augusti rescripserunt bonis per curatorem ex senatus consulto distractis nullam actionem ex ante gesto fraudatori competere» (D. 42, 7, 4 [Papir. Iust. 1 constit.]). 261 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 353-354. Esta explicación no le impide calificarlo como una gran injusticia, debida a la influencia de la Venditio (donde el deudor perdía también las acciones ex ante gesto) sobre la Distractio durante el tiempo en que coexistieron. Georges Bonnans lo denomina «inconséquence flagrante» (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 45). - 156 - MENU SALIR que perder de vista que el texto habla de un fraudator al que la doctrina suele identificar como deudor insolvente, lo cual implicaría una ruina completa con liquidación total de su patrimonio, tratándose de un supuesto extremo. Pero puede darse el caso de que el activo sea superior al pasivo y se produzca tan sólo una puesta en posesión parcial. Entonces se estima que el deudor recuperaría el ejercicio de las acciones anteriores a la venta que no hayan sido llevadas a cabo por el curador262. También podríamos interpretar literalmente el término fraudator y entender que la prohibición contenida en D. 42, 7, 4 se aplicaría al deudor que actúa en fraude de sus acreedores. Los efectos respecto al comprador están determinados por el propio carácter especial que reviste la bonorum distractio frente a la bonorum venditio, ya que al establecerse una venta en detalle no tiene lugar la transmisión de la universalidad del patrimonio del deudor —incluidos derechos y obligaciones— a un único adquirente como si de una sucesión se tratase, sino que nos encontramos con una simple venta de objetos individualizados realizada a diferentes adquirentes a título particular que reciben únicamente el bien concreto con todos los derechos y posibles acciones inherentes al mismo, sin perjuicio de que luego puedan repetirlas contra el deudor263. En caso de evicción el adquirente dispondría de los mismos recursos establecidos para el supuesto de la bonorum venditio264. El comprador no posee ninguna acción frente a los oficiales encargados de la venta, ni contra los acreedores a menos que pueda reprocharles algún fraude. Por tanto Sobre D. 42, 7, 4, consultar la interpretación crítica de Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. III, pp. 49-56. 262 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 352-354. Ver también Jules Testard-Vaillant, De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 78. En este punto diferencia la bonorum distractio de la venta de bienes acordada por el pretor causa cognita y regulada en D. 42, 4, 7, 10 a la que se referiría la prohibición anterior. C. Accarias no duda en ningún momento de la posibilidad de ejercer acciones ex ante gesto para el deudor, lo que considera como otra de las ventajas aportadas por la bonorum distractio frente a la bonorum venditio (Précis de droit romain, vol. II, p. 768, nota 2). 263 E. Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, p. 906. 264 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 355. - 157 - MENU SALIR sólo cabe reclamación frente al deudor. Sin embargo, la acción ex empto se admite hasta el total del precio con sus correspondientes intereses hecha deducción de los frutos cuando el comprador no los ha restituido265. Los compradores se convierten en propietarios de los bienes tras abonar el precio al curador quedando liberados de cualquier obligación en este momento, sin que exista, por tanto, ninguna relación entre el adquirente de los bienes y los acreedores ya que será el mismo curador el encargado de distribuir el producto de la venta y, por tanto, contra él debe dirigirse cualquier acción o reclamación de los acreedores266. Por último, nos queda por contemplar los efectos de la bonorum distractio frente a los acreedores. Como es lógico el precio de la venta junto a las sumas obtenidas como consecuencia del ejercicio de las acciones del deudor se destina a la satisfacción de los acreedores dado que esa es precisamente la finalidad del procedimiento ejecutivo. Recordemos que con la bonorum venditio los acreedores debían dirigirse al emptor en reclamación de sus créditos —o en todo caso al magister—. Bajo el sistema de la bonorum distractio las actuaciones se dirigirán a los curadores ya que estos se convierten en acreedores del precio de venta de cada bien siendo los encargados del cobro y de efectuar el reparto. Respecto a las acciones de que disponen los acreedores no difieren en demasía de las que vimos en la bonorum venditio. Podemos distinguir diferentes supuestos según si han participado o no en los actos preparatorios del procedimiento. Así, si tomaron parte en el nombramiento del curador éste se convierte en un mandatario de los acreedores los cuales podrán ejercitar frente al mismo la actio mandati. En caso contrario dispondrán de una actio negotiorum gestorum siempre que el curador actuase con la intención de gestionar un negocio ajeno (entiéndase de los acreedores). Faltando esta intención carecerán, en principio, de cualquier clase de acción frente al curador ya que éste no es ni mandatario ni gestor de sus negocios. La única posibilidad es que los acreedores presentes hubiesen tenido la 265 Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 355. 266 E. Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, p. 906. - 158 - MENU SALIR intención de gestionar los negocios de los ausentes, en cuyo caso la actio negotiorum gestorum podrán dirigirla frente a dichos acreedores. Si los presentes hubiesen creido erróneamente que no había más acreedores, los ausentes sólo podrían ejercer una actio in factum267. De todas formas lo que está claro es que los acreedores que no concurran en el plazo de dos o cuatro años pierden todo derecho de ejercitar acciones frente al curador o frente a los demás acreedores268. Además la distractio necesita la fijación de un orden entre los diferentes acreedores269. También puede suceder que no todos los acreedores vean su crédito satisfecho de forma íntegra a causa de ciertos actos fraudulentos llevados a cabo por el deudor antes o después de la puesta en posesión. En estos casos los acreedores o los curadores disponen de la acción pauliana que permite rescindir los actos perjudiciales y devolver las cosas a su primitivo estado270. Una vez hecho el pago, si hubiese cualquier excedente se deposita en la tesorería de la Iglesia haciendo constar en acta la realización de este depósito. Si más adelante se presenta cualquier acreedor que justifique adecuadamente su crédito el tesorero deberá entregarle la cantidad debida, tras la verificación de sus títulos, y el resto se devolverá al deudor271. 267 D. 17, 1, 22, 10 (Paul. 32 ad ed.). 268 C. 7, 72, 10, 1. 269 Según Jules Testard-Vaillant, el orden de pago es el mismo que el establecido para la venditio: «...d’abord les créanciers privilégiés, puis les créanciers chirographaires; quant aux créanciers hypothécaires, il est à croire que la vente n’a aucune influence à l’égard de leur hypotheque» (De l’envoi en possession des biens du débiteur, p. 79). Ver también Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 44. 270 Sobre la preferencia entre acreedores y el ejercicio de la acción pauliana, Benoît Courtois, De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 355-362. Antes del derecho justinianeo los acreedores disponían de la restitutio in integrum y del interdictum fraudatorium para luchar contra los actos fraudulentos. La relación entre la acción pauliana y la bonorum venditio la ofrece Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 80-84. Sobre la acción pauliana y el interdicto fraudatorio en el procedimiento concursal, efectúa algunas precisiones Otto Karlowa, Römische Rechtsgeschichte, vol. II, pp. 1400-1410. 271 C. 7, 72, 10, 2. - 159 - MENU SALIR Deteniéndonos ya en la cessio bonorum, la doctrina suele utilizar diferentes puntos de vista a la hora de analizarla de los cuales ya hemos aludido a algunos. Por ejemplo, Georges Bonnans, en su memoria doctoral, la contemplaría —de forma escueta y al final de su trabajo— como una de las instituciones, que junto a la separación de patrimonios y a la acción pauliana, implicaron una modificación de los efectos de la bonorum venditio. De hecho la estudia desde el exclusivo punto de vista de la influencia que ejerció sobre la institución que constituye el centro de su trabajo y no aporta demasiadas novedades al tema. Señala así que la cessio bonorum evitaba al deudor la nota infamante que implicaba la bonorum venditio, el cual además se libraba de la ejecución personal que había sobrevivido a la manus iniectio. Sin embargo, no surgió hasta la época de Augusto, y antes, para evitar la coacción personal existía —como hemos visto previamente— el juramentum bonae copiae, objeto de numerosas controversias doctrinales a la hora de interpretar su auténtico sentido, aunque Bonnans considera, sin más complicaciones, que es el mismo juramento extraído del nexus. Incide de forma imprecisa en la introducción de la cesión a partir de una ley Julia atribuible a Cesar o a Augusto y prácticamente repasa las principales características, requisitos y efectos de la cessio que constituyen —según iremos viendo— lugares comunes en la doctrina, sin entrar en mayores desarrollos y sin introducir ningún elemento controvertido u original272. Por otra parte, Benoît Courtois introducía la cessio bonorum entre las hipótesis que podían desencadenar una puesta en posesión dentro del estudio del procedimiento de la bonorum venditio273 y de la bonorum distractio274 incidiendo en las especialidades que implicaba cada una y en las novedades introducidas con la bonorum distractio. La mayor parte de la doctrina suele dedicar unas cuantas líneas a la cessio bonorum normalmente al abordar el procedimiento ejecutivo275. Henri Lecouturier recuerda cómo hay autores que la 272 Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 46-49. 273 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 118-122. 274 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 336-338. 275 Rudolph Sohm, Institutionen. Geschichte und System des Römischen Privatrechts, - 160 - MENU SALIR sitúan entre los casos de bonorum venditio, precisando que él la considera como un medio de evitarla ya que aunque el procedimiento sea el mismo los efectos son totalmente diferentes276. Como una modificación de los efectos de la bonorum venditio tendente a suavizarlos presenta Jean Rous la cessio bonorum277. Henri Silvestre efectúa sus escuetas consideraciones a nuestra institución en su primer capítulo al reseñar los casos en los que los acreedores pueden recurrir a la venta en masa de los bienes de su deudor y concretamente en los supuestos que implican ejecución de una decisión judicial por presuponer un sentencia o confesión de la deuda278, y similar es el tratamiento de Marc Michon279, André Durand280, Léon Huguet281, Albert Fourcade282, Gustave Pinta283, Paul-FrançoisMünchen-Leipzig, 1920, p. 351 (habla de la bonorum venditio, p. 350 y del interdicto fraudatorio y curator bonorum p. 472); P. Bonfante, Istituzioni di Diritto Romano, 8ª ed., pp. 129 y 438, 10ª ed., pp. 133 y 454 (bonorum venditio, pp. 128-129, 10ª ed., pp. 132-134); Filippo Serafini, Istituzioni di Diritto Romano comparato al diritto civile patrio, Firenze, 1876, p. 128 y Nicolas Herzen, Précis de droit romain, Paris, 1906, pp. 135-136, por citar algunos ejemplos. Enzo Nardi, en Istituzioni di diritto romano únicamente le dedica dos breves referencias, una al hilo de la sucesión universal que implicaba la venta en bloque del patrimonio en la bonorum venditio con el cambio que supuso la cessio bonorum (p. 135) y otra al tratar de las excepciones (p. 199). Girard tan sólo lo apunta en notas, Manuel élémentaire de droit romain, p. 1051, n. 1 (en relación al beneficium competentiae), p. 1063, n. 2 (recogiendo sus principales características), p. 1064, n. 3 (respecto a la missio in bona seguida de venta), p. 1065, n. 4 (en cuanto a la infamia) y p. 1097, n. 3 (sobre la aplicación restringida del beneficio). 276 De la bonorum venditio, pp. 68-69. Apenas dos páginas dedica a recordar los efectos de la cessio bonorum como apéndice de su trabajo. 277 De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 11 y 84-91. 278 De la bonorum venditio, pp. 18-22. 279 De la venditio bonorum en droit romain, pp. 15-18. 280 281 De la bonorum venditio, pp. 21-26. Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, pp. 20-23. 282 De la “bonorum venditio”, pp. 31-32 y 73-74. Además la incluye en su apéndice entre las instituciones que modifican los efectos de la bonorum venditio, pp. 98-103 junto a la acción pauliana, pp. 104-111; la separación de patrimonios, pp. 112-117, incluyendo en este último apartado la distractio bonorum, pp. 117-126. - 161 - MENU SALIR Charles Duval (entre los casos de bonorum venditio)284, Louis Sadoul285 (aunque separa la cessio bonorum de los casos de inejecución de condena), Raoul Bloch286 o el de Jules Sporck287. Guenoun, al abordar en su memoria doctoral la cessio bonorum, lamentaba no sólo la escasez de bibliografía al respecto sino también el número limitado de textos dedicados a la materia y la dificultad para interpretar los mismos; aspectos que le impedirían un trabajo tan completo como hubiese deseado, figurando entre sus objetivos un análisis minucioso y una muestra fidedigna del estado de las fuentes e investigaciones en el momento de efectuar su tesis288. El estudio de Guenoun pasa por profundizar en cada uno de los periodos históricos. Sin duda su mayor originalidad radica en analizar el lugar que ocupa en el edicto, recordando en primer lugar que el que cede sus bienes evita la infamia (C. 2, 11 [12], 11) y conectando este particular con la capacidad de postulación289 en el sentido de situarla en la primera parte del edicto —es decir desde que comienza la instancia hasta la litis contestatio — concretamente en el título 6 de postulando en relación a aquellas personas privadas del derecho a postular por estar tachadas de 283 De la venditio bonorum en droit romain, pp. 31-36. 284 De bonorum venditione en droit romain, pp. 24-28. 285 De la bonorum venditio, pp. 39-47. 286 De la venditio bonorum, pp. 26-32. 287 De la venditio bonorum, pp. 15-18. 288 La cessio bonorum, pp. 1-2. Pocas noticias sobre la utilización práctica de la cessio bonorum descubre Pakter, así como una hostilidad de Justiniano hacia la misma. Ello no le impide afirmar que constituyó un sistema mucho más coherente de lo que muchos autores han supuesto y que ninguno de los impedimentos que la doctrina alemana le ha atribuido encontraban base en los textos. La principal preocupación de la ley romana era el fraude y la protección del deudor devenía secundaria [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), p. 357]. Por su parte Giuffrè estima que su aparición se debió a razones socio-económicas y en un principio sería utilizada por pequeños propietarios urbanos o rurales, artesanos e industriales [“La c. d. “lex Julia” de bonis cedendis”, en Labeo, 18 (1972), pp. 175 y 180]. 289 La cessio bonorum, pp. 27-29. - 162 - MENU SALIR infamia290, respecto a las cuales el pretor debería hacer una excepción si habían cedido sus bienes291. Sitúa también la cessio bonorum en la cuarta parte del edicto relativo a la ejecución después de la sentencia. Entre las personas que quedan sustraidas a la ejecución personal aparecen aquellos deudores que hacen cesión de sus bienes, según se contempla en D. 42, 3, 4 (Ulp. 59 ad ed.). Para Guenoun este texto ha podido ser extraido de un desarrollo del título 38 del Edicto, quibus ex causis in possessionem eatur292, o bien puede proceder de un comentario del título 37 qui neque sequantur neque ducantur293, ya que, en efecto, el deudor que cede sus bienes escapa a la ejecución sobre su persona según precisa el propio Lenel294. Es también a la cessio bonorum a la que se suele vincular un fragmento de Gayo definiendo el término solutus295; así, del mismo modo que la ley Poetelia Papiria determinó que los nexi serían libres (soluti), la ley Julia podía haber dispuesto que el addictus sería igualmente solutus tras la formalización de la cessio bonorum296. Para Lenel esta interpretación puede resultar un tanto forzada297 a pesar de que en la primera edición alemana de su Edicto Perpetuo había llegado a la misma conclusión cambiando más tarde de parecer298. En la edición francesa (que es la que manejamos en este caso) considera que la 290 Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. I, p. 87. Consultar además en pp. 89-90 las dificultades para reconstruir el listado de personas infames remontándose a la Tabula Heracleensis. 291 Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. I, p. 89, nota 5. 292 Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. I, p. 153. Según vimos, una de las hipótesis que desembocaban en la missio in bona seguida de venta era la del qui ex lege Julia bonis cesserit. 293 Ver Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 146-148. 294 Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 147. 295 «“Solutum” non intelligimus eum, qui licet vinculis levatus sit, manibus tamen tenetur: ac ne eum quidem intellegimus solutum, qui in publico sine vinculis servatur» [D. 50, 16, 48 (Gayo ad ed. pr. urb. tit Qui neque sequantur neque ducantur)]. 296 Guenoun, La cessio bonorum, pp. 31-32. 297 Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 147. Sigue en este punto a Wlassak quien duda que la cessio bonorum sea posible tras la addictio (“Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1997). - 163 - MENU SALIR fórmula qui neque sequantur neque ducantur no podía ser estimada como sinónima de quos neque sequi neque duci oporteat, que era la que proponía Jacques Cujas por opinar que la rúbrica se refiere a los que, a pesar de la addictio, no han sido objeto de ejecución personal por la concurrencia de diversas circunstancias como, por ejemplo, haber obtenido del acreedor victorioso la liberación299. Concluye Lenel que el fragmento de Ulpiano contenido en D. 42, 3, 4 iría referido a la cláusula qui ex lege Julia bonis cesserit dentro del antedicho título 38 y en materia de ejecución sobre los bienes. Pese a que Guenoun alaba su cambio de actitud añade que no se puede obviar la relación de la institución con la ejecución personal por cuanto es precisamente un medio de evitarla. Para sostener la explicación de Lenel, apunta Guenoun que el título debía haber sido: qui neque secuti neque ducti sint referido a los que están dispensados de la ejecución personal300. Una vez situada la cessio bonorum en el título 38 del Edicto la cuestión radica en determinar si el orden establecido por Lenel301 es el adecuado o por el contrario habría que seguir el fijado por Gayo302. Guenoun estima que no está demostrado que Gayo pretendiera seguir el orden del Edicto en lugar de ofrecer un listado de ejemplos donde el lugar ocupado por cada caso sería meramente aleatorio303. Finalmente Guenoun se cuestiona el lugar ocupado por la cessio bonorum entre las excepciones en relación a la excepción nisi bonis cesserit. Lenel la situaba en la rúbrica quarum rerum actio non datur, aunque dudaba (considerándolo preferible) si su verdadero lugar se encontraba en si 298 Guenoun, La cessio bonorum, p. 32. 299 Ver Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 148. 300 Guenoun, La cessio bonorum, pp. 34-35. Rechaza también la fórmula propuesta por Cujas por el empleo del término oportere que no encuentra apropiado para la terminología edictal (p. 35 especialmente nota 2). Un ejemplo de la utilización de esta palabra por el pretor aparece recogido en Cicerón, Pro Quinctio, 27, 84, aunque Lucien Guenoun lo califica de aislado o antiguo. 301 Lenel sitúa al que cede sus bienes detrás del iudicatus (Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 153). 302 Gayo, 3, 78. Antepone al cedente. 303 Guenoun, La cessio bonorum, p. 37. Se apoya además en que la cláusula que alude al iudicatus no puede ser posterior al año 705 que es cuando se encuentra referida por la Lex Gallia cisalpina. - 164 - MENU SALIR alieno nomine agatur304. Ninguno ofrece una respuesta definitiva que, por otra parte resultaría bastante improbable por la escasez de fuentes al respecto. En cuanto a los requisitos para proceder a la cesión de bienes se exige en primer lugar la existencia efectiva de una deuda y su reconocimiento, lo cual se traduce desde el punto de vista del deudor en una condena judicial o en una confesión del mismo, es decir que el deudor esté judicatus o in jure confessus, que serían, en principio y para la mayor parte de la doctrina305, las dos únicas formas posibles de reconocer la deuda, cerrándose de este modo el paso a una cesión de bienes al margen de la presencia del magistrado. Esto se deduce de un pasaje del Digesto que establece que no puede ser oido el que hizo cesión de bienes antes de reconocer la deuda (sin especificar que sea judicialmente) o de ser condenado o de confesarla en juicio306. Además encontramos en D. 42, 3, 9 (Marcian. 15 instit.) la posibilidad de una cesión de bienes extrajudicial —aunque el texto anteriormente referido alude al reconocimiento de la deuda y no a la cesión propiamente dicha—. De hecho hay quien descubre la permisividad de una confesión extrajudicial del propio D. 42, 3, 8 cuando habla en términos generales de reconocer la deuda sin especificar cómo307. De todas formas hay que tener en cuenta que la cesión no implica una datio pro soluto308, la cual sí haría del todo necesario un reconocimiento de la deuda en su totalidad para evitar cualquier tipo 304 Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, pp. 261-262 y 251-252. 305 C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 762 y Henri Silvestre, De la bonorum venditio, p. 19. 306 «Qui cedit bonis, antequam debitum adgnoscat, condemnetur vel in ius confiteatur, audiri non debet» (D. 42, 3, 8 [Ulp. 26 ad ed.]). 307 Emmanuel Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 25. El problema radicaría en si los términos debitum adgnoscat han sido añadidos como resultado de una interpolación posterior, no encontrándose en el texto original, aspecto que desarrollaremos a continuación. 308 Wladyslaw Rozwadowski aporta una interesante idea en el sentido de considerar la posibilidad de transmisión de un crédito como datio in solutum [“Studi sul trasferimento dei crediti in diritto romano”, en Bulletino dell’Istituto di Diritto Romano “Vittorio Scialoja”, 76 (1973), pp. 123-124, 134, 146 y 149]. Sobre la diferencia entre cessio bonorum y datio in solutum, ver Louis-AdrienGabriel Michaut, Ius Romanum: de cessione bonorum, p. 2. De interés son las consideraciones de Otto Karlowa, Römische Rechtsgeschichte, vol. II, pp. 1380-1383. - 165 - MENU SALIR de error. Así, el deudor insolvente podía simplemente alegar ante las reclamaciones de sus acreedores que las considera mal fundadas pero que como es insolvente no se preocupa por sostener un proceso y por ello abandona simplemente sus bienes para que se arreglen los acreedores entre sí o con el curador que nombraron, prestando un juramento en tal sentido309. Sin embargo, pensamos que la ley prohibe el abandono de la vía judicial para sustituirla por la simple prestación de un juramento. Aquí se afectan los intereses de los acreedores que lógicamente obtendrían menos garantías con una confesión extra ius que con una confesión o condena judicial. En este sentido sería necesario que la deuda fuese reconocida de forma clara, de manera que no quepa duda ni contestación posible siendo indiferente que se haga en vía judicial o extrajudicial aunque en este último caso el reconocimiento debería estar acompañado de otras garantías que lo hagan incontestable. En realidad la opción extrajudicial, aunque menos segura, evitaría numerosos gastos, demoras y molestias a los acreedores310. Lo que está claro es que la norma está ahí y que permite la vía extrajudicial —al menos referida al momento cronológico de la misma y por ello somos partidarios de negarla en un principio— pero no podemos pasar por alto otros estudios del texto de Ulpiano caracterizados por su mayor rigor científico311. La duda radicaría en porqué se menciona expresamente la confessio in iure si por lógica este supuesto se debería entender incluido en la expresión debitum adgnoscere. Para Guenoun esto implicaría un primer indicio de que el texto original ha sufrido una interpolación, siendo otro elemento de apoyo a esta teoría 309 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 26-27. Para Voron esta interpretación sería compatible con la reconstrucción realizada por Lenel en su Palingenesia del fragmento de Ulpiano (ver p. 27). 310 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 27-29. 311 Guenoun tras estudiar los orígenes de la cessio bonorum y determinar el lugar que ocupaba en el Edicto se preocupa de examinar en detalle su funcionamiento a través de un análisis de los diferentes textos con el objetivo de precisar su evolución en la época clásica. Es en este momento cuando se cuestiona —dentro de las condiciones para llevar a cabo la cesión — si el deudor debía estar previamente condenado o confeso, y si era posible admitirla sin cumplir esta condición (La cessio bonorum, pp. 39-77). - 166 - MENU SALIR el hecho de que la expresión debitum adgnoscere es frecuente en el lenguaje de los compiladores312. Además aventura que la finalidad perseguida con la interpolación podría ser un intento de establecer una relación entre el fragmento de Ulpiano y el de Marciano que le sigue que también fue modificado, poniendo el texto de Ulpiano en armonía con la aludida reforma que hacía posible una cesión de bienes extrajudicial313. Se han mostrado partidarios de la interpolación, entre otros, Lenel314, Wlassak315 y Accarias316. En concordancia con la tendencia dominante en la doctrina317 sólo se permitiría en principio la cesión al deudor condemnatus o confesus in jure, lo cual no carece de verosimilitud ya que la cessio permite ante todo evitar la ejecución personal la cual sólo procedería en los antedichos casos. Sin embargo, se reconocen dos posibles objeciones a esta interpretación, de un lado Gayo, 3, 78 que parece recoger la cessio bonorum y el judicatum como dos causas independientes de ejecución sobre los bienes318 y en 312 La cessio bonorum, pp. 42-43 y Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 136. 313 La cessio bonorum, p. 44, nota 1. 314 Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. I, p. 273, n. 2. 315 “Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1999. Apunta la opinión favorable de Godefroy, Jules Tambour y Serafini, entre otros. 316 Précis de droit romain, vol. II, p. 762, nota 3. Indica que el texto del Digesto presenta el simple reconocimiento de la deuda como equivalente al juicio o a la confesión judicial; sin embargo, esto no tendría demasiado sentido porque de hecho cualquier cesión lleva implícito el reconocimiento de la deuda. Por ello concluye que se trata de una interpolación salvo que no se refiera a cualquier clase de reconocimiento sino a aquél llevado a cabo ante un árbitro ex compromisso según se deduce de D. 4, 8, 17, pr. (Ulp. 13 ad ed.). Este último texto contempla la cesión de bienes efectuada en el curso de un procedimiento arbitral. 317 Ver C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 762. Este requisito no implica según Accarias que la cesión sólo sea beneficiosa para los acreedores que están respaldados por una actuación judicial, sino que una vez realizada aprovecha a todos. Godefroy glosa la expresión debitum adgnoscat y la admite por juicio, extrajudical o por sentencia, Corpus Iuris Civilis, ad D. 42, 3, 8, col. 1420, nota z. 318 Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 137. - 167 - MENU SALIR dos textos del Digesto319 se establece la posibilidad del retracto de la cesión mediante una defensio. Esto lleva a Guenoun a afirmar que la cesión no tiene que venir necesariamente precedida de un juicio o acto equivalente y que el fragmento de Ulpiano no refleja las condiciones en las que se puede hacer la cesión sino que aspira, más bien, a la excepción nisi bonis cesserit320. Según vemos Guenoun no opta por una opinión definitiva sino que a todas las conclusiones a las que llega encuentra objeciones que le permiten apartarse de la opción inicial dejando en el aire la solución final. Nosotros nos atrevemos a concluir que la cesión extrajudicial no estaría admitida en un principio sino que devendría con posterioridad y somos partidarios de la interpolación con el fin de coordinar ambos textos, por lo que en un principio sólo se admitiría cuando hubiese confesión judicial o condena que permitiese abrir paso al procedimiento ejecutivo. Llegados a este punto deberíamos preguntarnos si en Derecho romano los deudores tenían la obligación que impone el artículo 1913 de nuestro vigente Código Civil de presentarse en concurso cuando su pasivo sea mayor que su activo y hayan dejado de pagar sus obligaciones corrientes, cediendo sus bienes, con lo que la nota de voluntariedad que parece caracterizar a la cessio bonorum se difuminaría bastante, y, por otra parte, si cabía la posibilidad de una cesión contractual. Esto último parece confirmarse si nos detenemos en el anteriormente citado texto del Digesto donde Marciano habla de una cesión in iure o extra ius aunque se impone la necesidad de volver a reflexionar sobre el auténtico sentido 319 320 D. 42, 3, 4 (Ulp. 59 ad ed.) y D. 42, 3, 5 (Paul. 56 ad ed.). La cessio bonorum, pp. 45-48, especialmente la nota 2, pp. 47-48, donde rechaza otra interpretación encaminada a suprimir la partícula non del texto de Ulpiano, calificándola de corrección arbitraria. Sigue la opinión de Wlassak en cuanto a la excepción (“Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1999). Discrepa S. Solazzi, quien concluye que —bajo el sistema de la bonorum venditio— la cesión no tenía que venir necesariamente precedida de una confesión ni de una sentencia condenatoria (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 138-140). Al respecto, antes que Solazzi y desconocido por él, Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, p. 90. - 168 - MENU SALIR que la cesión extrajudicial tenía en Derecho romano321. Es de interés reseñar el talante público o privado del procedimiento ejecutivo, aunque se trata de ideas que ya han sido apuntadas. Así, en sus orígenes, tuvo un carácter privado e incluso penal322, aunque, según Apodaca323, la Lex Poetelia Papiria324 (en cuya Disposición Transitoria se encuentra, un claro precedente de la cessio bonorum325) 321 D. 42, 3, 9 (Marcian. 15 instit.). En este sentido advierte E. Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, p. 47, que «la cesión de bienes (la traducción del original francés es nuestra), introducida bajo Augusto por la Ley Julia, exige en estos momentos una declaración in jure que fue suprimida en el 386 por Teodosio. Pero ya en el siglo III, Marciano advierte la validez de una declaración por carta o mensajero». Por su parte Georges Bonnans, en cuanto a las formalidades exigibles para llevar a cabo la cesión, mantiene la duda aunque considera que era probable la exigencia de una professio in jure, al menos en un principio, dejando de ser necesaria en época de Marciano, según se deduce del referido texto (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 47). 322 J. A. Ramírez, Derecho concursal español. La Quiebra, vol. I. p. 94 y Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 13. 323 Presupuestos de la quiebra, México, 1945. 324 Recordemos todo lo señalado con carácter previo sobre esta ley. Añadimos dos nuevos comentarios que no hacen sino incidir en lo anteriormente expuesto. Así, Hernán Giménez Anzola apunta que «la Ley Poetelia Papiria fue una de las reformas obtenidas por la plebe contra el sistema de las XII tablas. Tuvo por objeto atenuar el rigor de éstas aumentando la intervención del Estado y eliminando el carácter penal de la ejecución. Prohibió utilizar la manus iniectio contra el no confeso o juzgado y atenuaba el rigor del nexum establecido entre acreedor y deudor como fuente de obligaciones» [“Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 17]. Igualmente resumen la significación de la ley Paul Ourliac y J. de Malafosse, Derecho romano y francés histórico, vol. I, al señalar respecto a la misma que «suavizó la suerte de los vinculados por el nexum y, al hacerlo, quitó todo interés a este acto; al aparecer procedimientos más suaves de ejecución forzosa, sobre todo la ejecución sobre los bienes, el desuso de aquél se acentúa y pronto cae en el olvido» (p. 92). 325 J. A. Ramírez, Derecho concursal español. La Quiebra, vol. I, p. 92. Por otro lado, ya lo señalan también Max Kaser y Karl Hackl, en Das römische Zivilprozessrecht, cuando al hilo de los orígenes de la cessio bonorum y tras situarla en la Ley Julia sin precisar si es atribuible a César o Augusto —pese a que anteriormente Kaser se había mostrado más decidido en la cuestión— indican: «Sie steht dem Schuldner zu, der seine Zahlungsunfähigkeit nicht selbst verschuldet hat, - 169 - MENU SALIR mitiga el carácter privado, determinando una mayor ingerencia del Magistrado. De todas formas la configuración de la cesión como beneficio parece descartar la posibilidad de llevarla a cabo como obligación ya que no tendría demasiado sentido obligar al deudor a la misma y luego concederle las ventajas que llevaba implícitas. En caso de que se obligase al deudor a entregar sus bienes se aplicarían las características del procedimiento ejecutivo ordinario con todo lo que implica326. Por tanto, y a riesgo de ser repetitivos, la obligatoriedad del deudor de presentarse a concurso no parece encajar con la configuración que la Lex Iulia de cessione bonorum hace de la debatida institución, presentándola como un beneficio y un privilegio concedido al deudor327. En este sentido se pronuncia José Luis Murga Gener328 y antes que él tiene una opinión concordante sobre la materia la mayor parte de la doctrina romanística española. Otro de los requisitos para efectuar la cesión de bienes es que el cedente tenga efectivamente los bienes cedidos. Entendemos con ello que debe ser propietario de los bienes en cuanto derecho absoluto que le permite la disponibilidad sobre los mismos, aunque también podría discutirse el valor a efectos económicos de cualquier derecho sobre los bienes. Sin embargo, en este und besteht darin, dab er sein Vermögen freiwillig den Gläubigern abtritt. Erforderlich ist eine Erklärung des Schuldners an den zuständigen Magistrat, der daraufhin die Gläubiger in den Besitz des Schuldnervermögens einweist (missio in bona)» (pp. 405-406, nº 61). 326 De la Novela 135 parece deducirse la posible existencia de una cesión obligatoria aunque, como veremos, no está demasiado claro su auténtico sentido. 327 C. 7, 71, 4: «Legis Iuliae de bonis cedendis beneficium...». 328 «De todos modos, sea cual sea el origen concreto de la venditio bonorum —tanto si su aparición fue independiente de la actio iudicati, como si su inclusión en el edicto fue vista como un desarrollo y una prolongación de la ejecución del ius civile—, lo que sí parece seguro es que en este procedimiento ejecutivo pretorio, la iniciativa había de partir siempre del actor. Así al menos podría deducirse de la lex Iulia de cessione bonorum en donde, de una manera claramente excepcional, era el reo quien solicitaba que se le aplicara el procedimiento ejecutivo de la venta global del patrimonio. Dado que en esta ley, de fecha relativamente tardía, se plantea esta posibilidad como un auténtico beneficio para el reo que, anticipándose al procedimiento ejecutivo, ofrecía él mismo sus bienes, lo lógico es pensar que en todos los supuestos normales sucediera lo contrario y que la venditio bonorum fuera siempre solicitada a instancia del actor, unido a aquellos - 170 - MENU SALIR caso se estaría hablando de una cesión de derechos y no de una cesión de bienes propiamente dicha. Al parecer en el derecho clásico no se permitía hacer cesión de bienes a los hijos de familia que no tenían patrimonio castrense, lo cual fue modificado por Justiniano al permitirse hacer cesión a los filiifamilias tanto de los bienes que tengan como de los que no tengan pero puedan adquirir en el futuro329. Por tanto encontramos una posibilidad de hacer cesión de bienes que no se posean actualmente aunque sería necesario que se adoptasen las garantías suficientes para que dichos bienes futuros puedan quedar sujetos a la satisfacción de los acreedores. Se trata, por tanto, de una excepción al requisito de que los bienes se posean en el momento de la cesión330. otros acreedores que quisieran concursar» (Derecho romano clásico II: el proceso, p. 338). 329 «Cum et filii familias possint habere substantias, quae patribus adquiri vetitae sunt, nec non peculium vel castrense vel quod patre volente possident, quare cessio bonorum eis deneganda sit? cum, etsi nihil in suo censu hi qui in potestate sunt parentum habeant, tamen, ne patiantur iniuriam, debet bonorum cessio admitti. si enim et pater familias admittendus est propter iniuriarum timorem ad cessionis flebile veniens adiutorium, quare filiis familias utriusque sexus hoc ius denegamus? cum apertissimi iuris est et inter patres familias et alieno iuri subiectos, si quid postea eis pinguius accesserit, hoc iterum usque ad modum debiti posse a creditoribus legitimo modo avelli» (C. 7, 71, 7). 330 Precisa al respecto Courtois, insistiendo en la idea anterior, que para efectuar la bonorum cessio, el deudor debía poseer realmente los bienes y que, como hemos indicado, Justiniano admite por excepción en este beneficio, no sólo a los hijos de familia que dispongan de un peculio, sino también a los que no poseen nada actualmente. Este trato favorable se entiende equitativo porque el hijo se encuentra en una situación dependiente respecto al padre de familia que suele sacar provecho de la mayor parte de sus adquisiciones y ello origina que frecuentemente la acción in rem verso, devenga imposible (De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, p. 336). Ver también E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 29; Louis-Adrien-Gabriel Michaut, Ius Romanum: de cessione bonorum, pp. 4-5 y Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 48. Al respecto C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 762, nota 4 y p. 781, donde apunta que esta norma sería inútil si lo que dispone se hubiese permitido en época clásica. A pesar de C. 7, 71, 7, Sergio Sotgia considera dudoso que «pudiera proceder a la cesión el “filius familias”, no sólo de los “bona adventitia” y del peculio castrense, sino incluso de los bienes profecticios y hasta de los futuros en el caso de faltar los actuales» (La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. - 171 - MENU SALIR De otro lado, la cesión debía abarcar el conjunto total de bienes del deudor hasta el punto de que, posteriormente, el cedente podía oponerse a nuevas persecuciones de sus bienes alegando que eran básicos para sus necesidades cotidianas; pero, al parecer, y aunque nos resulte injusto, esta reserva no podía hacerla en un principio, en el momento en que tenía lugar la cesión. Por tanto, la cesión abarcaba la totalidad del patrimonio teniendo el mismo objeto que la bonorum venditio y excluyéndose simplemente ciertos derechos personales331. No se debe perder de vista que la cesión no puede afectar los derechos de terceros como es el caso de los del hijo emancipado. Así, se establece en C. 7, 71, 3 que estos últimos pueden reivindicar su patrimonio si este se encontraba comprendido en la relación de bienes cedidos de su padre332. Igualmente no pueden formar parte de la cesión aquellos bienes que el deudor tiene en su poder, por ejemplo, como depositario, pero que no forman parte de su patrimonio, pero se cederán los bienes presentes, sus intereses y frutos, los créditos condicionales cuando la condición sea realizable y los bienes que se adquieran en el curso del procedimiento antes de que se proceda a la venta de los mismos333. No obstante, insistimos en que no debe confundirse la cesión de bienes con la cesión de derechos o de acciones ya que en el caso que nos ocupa se cede la universalidad de un patrimonio el cual evidentemente comprenderá derechos y acciones, implicando la posibilidad de su ejercicio, mientras que en los otros dos supuestos la cesión sería individualizada y atinente a ciertos derechos y acciones y con una finalidad, requisitos y efectos diferentes. Nos cuestionamos si cuando la bonorum distractio acaba sustituyendo a la bonorum venditio como vía de ejecución se podría permitir una cesión limitada a la cuantía de las deudas334 o si, por el Gambon Alix, p. 8). Sotgia no menciona a ninguno de estos autores franceses. La misma duda es mantenida por S. Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 147-149. 331 332 Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, p. 8. «Si pater tuus bonis cessit propter onera civilia, ipsius facultates oportet inquiri, non patrimonium, quod tibi emancipatae quaesitum dicis, inquietari. Quod ut fiat, implorare aequitatem praesidis debet». 333 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 30. 334 C. 1, 12, 6, 4 y Novela 53, 4, 1. - 172 - MENU SALIR contrario, la cesión debía abarcar la totalidad del patrimonio devolviéndose posteriormente la parte sobrante en bienes o en capital tras la liquidación de los mismos. La doctrina parece decantarse por esta segunda opción ya que hay quien afirma que sólo se podía hacer cesión cuando los bienes del deudor no eran suficientes para cubrir las deudas335. Se trata de una cuestión poco debatida que se suele pasar por alto por el hecho de que la cesión se entiende aplicable al deudor desgraciado que no puede hacer frente a sus deudas, pero ¿qué sucedería con el que tiene bienes suficientes y falta de liquidez y quiere evitar la ejecución personal cuando se admite la bonorum distractio como vía de ejecución? ¿No se le permitiría la cesión por el hecho de superar los bienes las deudas? Y bajo el imperio de la bonorum venditio, una vez hecha la cesión de la universalidad del patrimonio, si se comprueba que los bienes superan a las deudas ¿no sería valida? Creemos que debe admitirse en todos estos supuestos, aunque las fuentes no son claras al respecto. Lo que sucedería en estos casos es que el efecto producido sería el de una dación en pago y no el de una cesión de bienes, ya que la deuda lógicamente quedaría extinguida y por ello la intención inicial del deudor de ceder aparecería transformada en el momento de liquidar en 335 Ver las notas de Gambón Alix a Sergio Sotgia, La cesión de bienes, p. 26. Sergio Sotgia apuntaba que la doctrina rechaza la cesión «realizada por un insolvente (se debe referir a insolvencia en sentido estricto y no iliquidez) o que se contraiga a un activo irrisorio, es decir, que no sea suficiente para legitimarla» (p. 8), siguiendo la opinión de Siro Solazzi quien indica que los bienes cedidos debían constituir una masa adecuada que posibilitase e hiciese conveniente la bonorum venditio (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 147). En línea similar Friedrich Von Woeb, “Personalexekution und cessio bonorum in römischen Reichsrecht”, en Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), p. 520, aunque en el derecho justinianeo la situación cambiaría (p. 528). Contrario a este parecer se manifiesta Walter Pakter por entender que en las fuentes no hay evidencia de que se exigiese esta precondición [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), p. 328]. Para Guenoun incluso en el Bajo Imperio la cessio se extendería a todos los bienes que serían vendidos según el procedimiento de la bonorum distractio, aunque descubre un papiro del año 462 a de C. donde parece reservarse cierta parte al deudor, aunque estima que se trata de una restitución con posterioridad a la cesión y lamenta carecer de suficiente información al respecto (La cessio bonorum, pp. 82-84). - 173 - MENU SALIR una datio pro soluto. En consecuencia es el efecto pro solvendo de la cesión el que lleva a restringirla a los supuestos de bienes inferiores a las deudas. Para algunos sectores doctrinales se exige la buena fe por parte del deudor para que se admita la cesión de bienes, es decir, sólo se aplicaría a los deudores desafortunados336. Sin embargo, otros opinan que sería aplicable a cualquier 336 Restringe Georges Bonnans la cesión únicamente a los deudores desgraciados y de buena fe, aduciendo, entre otras razones que, de lo contrario, no tendría sentido seguir manteniendo ciertas formas de ejecución personal una vez introducida la cesión, aunque también incluye argumentos en sentido adverso. Recoge, de este modo, las opiniones en cierta medida coincidentes como la de G. W. Zimmern, y la contraria de J. Tambour que pese a estimarla como elaborada, no la califica de «victoriosa» por carecer del apoyo necesario (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 48-49). Consultar Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 87-88; Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 19-20, aunque este último reconoce que la distinción entre deudores no se recoge en el Corpus iuris civilis; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 17-18 (refiere la opinión adversa de Jules Tambour calificándola de poco convincente); Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 33-34; Paul-François-Charles Duval, De bonorum venditione en droit romain, pp. 26-27; André Durand, De la bonorum venditio, pp. 23-26; Albert Levet, Le bénéfice de compétence, pp. 191-197 y Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, pp. 99-101. Ver también S. Solazzi, quien duda que la restricción se impusiese desde la Ley Julia, precisando que la disposición de C. Th. 4, 20, 1, por la que sólo se admiten a la cesión los deudores que devienen insolventes por fuerza mayor es nueva, mientras que la Ley Julia, en todo caso, fijaría el límite en la culpa (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 140-145). Pakter se cuestiona que realmente constituyese un requisito para la cesión el infortunio del deudor y se negase a los deudores desafortunados tal y como se sostiene por Wlassak —cuyas teorías gozaron de gran difusión en Inglaterrra—. Así esta condición no aparecía ni en el Código, ni en el Digesto, sino que la evidencia directa de su existencia se contiene en C. Th. 4, 20, 1 y no hace del infortunio un prerrequisito de la cesión con carácter general, sino que tan sólo iría referido a una cierta categoría de deudas. Pese a que concluye que no se exige —para llevar a cabo la cesión— que se pruebe que la insolvencia tenía su origen en la mala fortuna, no cabe duda de que en la práctica estos deudores desafortunados tendrían mayores facilidades para solicitar la cesión, ya que apartarían la sospecha de fraude si conseguían probar la causa de su situación [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), pp. 328-330 y 333-334]. De todas formas no debemos perder de vista que una cosa es el simple descuido o la negligencia del deudor que puede desencadenar su insolvencia y otra su actitud dolosa. Pakter sí estima la ausencia de fraude como requisito de la cesión, afirmando que una actuación fraudulenta no es compatible con la quiebra - 174 - MENU SALIR deudor337 tanto si la causa de su insolvencia es fraudulenta como si es fortuita, ya que la buena fe iría referida a la declaración de insolvencia ante el magistrado y no ocultación de su situación por parte del deudor, y el que la oculta sería conducido a una prisión pública. Así, indica X. d’Ors que no son imputables al deudor «las actitudes negativas que provocan su empobrecimiento una vez decretada la missio in bona». De todos modos los actos fraudulentos del deudor anteriores a la missio in bona pueden dar lugar al interdicto fraudatorio, mientras que los posteriores no serían —según Xavier d’Ors— actos fraudulentos, sino «sancionados por la actio in factum»338. El auténtico problema radica en dilucidar quien puede ser admitido al beneficio de la cesión de bienes. Los que sostienen que sería aplicable a cualquier deudor parten de que la normativa romana no establece distinción entre deudores y no tiene sentido establecer categorías donde la ley no lo hace y más aún en un aspecto tan vital que no debería haber pasado desapercibido para el legislador. Esta es la opinión mantenida en un principio por Emmanuel Voron siguiendo a Ulbricht, Tambour, Zimmern, Garraud, Giraud y Maynz, entre otros339. Recordemos que en los orígenes de la cesión se encontraba el juramentum bonae copiae que iba referido a una gestión diligente por parte del deudor, permiténdole evitar la prisión pero no la infamia. Cuando Augusto —sin entrar en discusiones— introdujo la cesión suprimiría todo requisito de buena fe, aumentando, al mismo tiempo, las ventajas para el deudor al eximirle de la infamia y otorgarle el beneficium competentiae, exigiéndole simplemente que entendida como liquidación ordenada del patrimonio de un deudor que debe contar con su diligencia y cooperación (pp. 334-336). 337 Jules Sporck, De la venditio bonorum, p. 18; Léon Huguet, Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs en droit romain examinées principalement dans le “pignus in causa judicati captum”, pp. 22-23 y Raoul Bloch, De la venditio bonorum, pp. 28-30. Louis Sadoul indica que todos los argumentos a favor de restringir la cessio bonorum al deudor de buena fe pueden ser fácilmente refutados, aunque la razón de peso radica en que en toda la compilación justinianea no aparece ni una sola referencia a una restricción tan importante (De la bonorum venditio, pp. 43-46). 338 Xavier d’Ors, El interdicto fraudatorio en el derecho romano clásico, p. 118. 339 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 31. Posteriormente en el desarrollo de su trabajo Voron cambiará de opinión estimando que la cesión tan sólo debe concederse al deudor de buena fe (pp. 42-43). - 175 - MENU SALIR manifestara sin lugar a dudas que tenía los bienes y que los cedía. Sin embargo, llegado a este punto, Voron se pregunta cómo se puede librar de la infamia y de la ejecución personal un deudor de mala fe que poco tiempo antes era sometido a las penas más rigurosas. De hecho resulta difícil explicar un cambio tan brusco, no ya en la legislación sino también en la mentalidad, teniendo en cuenta el momento histórico340. Por otra parte, nos recuerda como la ejecución personal subsistía en algunos casos —como se deduce de cierta normativa— lo cual es difícilmente compatible con una manera de evitarla, al parecer, al alcance de todos, aunque, siguiendo a Jules-Édouard Tambour341, era posible que se aplicase a todos aquellos que quedaban forzosamente apartados del beneficio de cesión de bienes porque no tenían bienes para ceder, apareciendo, en consecuencia, una diferenciación a nivel ejecutivo determinada en base a la clase social y a la existencia o no de patrimonio, pese a que la ejecución personal tendía cada vez más a desaparecer por su escasa aplicación práctica. En relación a este requisito de buena fe en el deudor creemos necesario acudir al Código Teodosiano342 donde aparece contemplada la cesión de bienes como una excepción a la práctica 340 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 31-33. 341 Ver Des voies d’exécution sur les biens des débiteurs dans le droit romain et dan l’ancien droit français, avec une appendice sur les effets de la saisie-arrêt dans le droit actuel, 2 vols., Paris, 1856. En cuanto a la subsistencia de la ejecución personal, W. Pakter, “The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), pp. 327-328. 342 «Qui bonis ex lege Julia cedere possunt. «IMPPP. GRAT(IANUS), VALENTIN(IANUS) ET THEOD(OSIUS) AAA AD BASILIUM COM(ITEM) S(ACRARUM) L(ARGITIONUM). Ne quis omnino vel fisci debitor vel alienae rei in auro atque argento diversisque mobilibus retentator ac debitor bonorum faciens cessionem liberum a repetitione plenissima nomen effugiat; sed ad redhibitionem debitae quantitatis congrua atque dignissima suppliciorum acerbitate cogatur: nisi forte propriorum dilapidationem bonorum aut latrociniis abrogatam aut fortasse naufragiis incendioque conflatam vel quolibet maioris inpetus infortunio atque dispendio docuerit adflictam. P(RO)P(OSITA) PRID. ID. OCTOB. ROM(AE) AUXONIO ET OLYBRIO CONSS. Interpretatio. Nullus, qui aut fiscali debito aut privato probatur obnoxius, si aurum, argentum vel mobile quodcumque debuerit, ob hoc se credat a debito excusandum, quod dicat de rebus suis se facere cessionem, sed poenis adflictus quaecumque debuerit, cogatur exsolvere: nisi forte eiusmodi persona sit, quae se probet omnem substantiam suam aut naufragio aut latrocinio aut incendio aut cuiuslibet maioris violentiae inpetu perdidisse» (C. Th. 4, 20, 1). - 176 - MENU SALIR habitual en Roma que consistía en la ejecución personal, salvo que la ruina del deudor tenga su origen en un robo, naufragio, incendio o cualquier otro caso fortuito, en cuyo caso se admitiría la cesión. Sin embargo, no debemos perder de vista que la norma va referida a los contribuyentes —fisci debitor—, y entendemos que por deudas tributarias343. Pese a todo se estan diferenciando categorías diversas de deudores. Según algunos el hecho de que esta norma no fuese posteriormente aludida en el Código de Justiniano podría ser indicativo de que estuvo en vigor durante poco tiempo, aunque no ve clara la derogación de la misma344. Otro texto relacionado con el requisito de la buena fe del deudor es el contenido en D. 42, 8, 25 (Ven. 6 de interd.). La cuestión radica en la posibilidad de seguir la acción pauliana contra el fraudator que había sufrido la bonorum venditio, porque —de una parte— no caben acciones ex ante gesto, y —de otra— puede resultar un tanto absurdo seguirla contra quien ha sido privado de la totalidad de sus bienes. Para Voron, en esta situación se pueden considerar perdidos todos los bienes del deudor y no se le concede ninguna vía para recuperarlos porque el pretor parece tener menos en cuenta el beneficio que puede procurar la acción contra aquél que ha sido desposeido de su patrimonio que la pena de prisión que le sería aplicable tras la inejecución probable de la supuesta condena. Así la acción pauliana parece reconducir de manera forzosa a la pena. Para algunos autores no cabría aquí cesión de bienes porque existía mala fe por parte del deudor y para otros por la inexistencia de bienes345. Al respecto también interesa la Novela 135 que ha sido objeto de las más diversas 343 Resulta interesante consultar el libro de Laura Moscati, Il carteggio Hänel-Baudi di Vesme per l’edizione del Codice Teodosiano e del Breviario Alariciano, Roma, 1987, p. 143 donde recoge una carta de Carlo Baudi di Vesme a Gustav Friedrich Hänel del 19 de enero de 1838 sobre Codex Theodosianus, 4, 18, 2, y la respuesta que le da Hänel desde Leipzig el 23 de febrero de 1838, poniendo en conexión ese fragmento con la Lex Romana Burgundionum. También, ad casum ver carta de Hänel a Baudi di Vesme de 5 de septiembre de 1839, en particular p. 258. Baudi di Vesme es autor de una edición del Codex Theodosianus, publicada en Torino en 1839, mientras que la edición de Hänel del Codex, se publicó en Bonn, en 1837-1842. Sin embargo, se considera como mejor edición crítica la de Theodor Mommsen y Paul M. Meyer publicada en Berlín en 1905. 344 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 36. - 177 - MENU SALIR interpretaciones con la particularidad de que ninguna de ellas llega a dilucidar su auténtico sentido partiendo de la dificultad que supone la redacción originaria en griego y la ausencia de traducciones latinas fiables. Parece contemplarse una cesión de bienes forzada que algunos interpretan como un nuevo beneficio, mientras que para otros habría dos clases de cesión de bienes, la propiamente dicha y la forzosa que consistía en el derecho concedido en ciertas condiciones al acreedor de exigir al deudor por vía de un procedimiento regular, un informe detallado de su situación patrimonial y el consiguiente abandono de sus bienes. Esta segunda institución produciría como efectos la vergüenza del deudor y su pobreza. Por ello Justiniano parece querer poner término a esta costumbre ordenando el restablecimiento de la cesión de bienes voluntaria con un juramento de abandono de sus bienes346. Según Voron la cesión impuesta dista mucho de ser una cesión ordinaria porque al entrañar cierta infamia estaría en contradicción con la esencia misma de la institución. Por ello intenta una traducción literal del texto griego para llegar a sus propias conclusiones: Zosario de Misia ha cedido sus bienes tras un acontecimiento fortuito sin negligencia alguna por su parte. En estas condiciones puede ejercitar la excepción in id quod facere potest para rechazar cualquier persecución de acreedores anteriores a la primera cesión. Esto le permite eludir la prisión y evitar la indigencia absoluta reservándose lo necesario para vivir. No obstante, si esta excepción fuese rechazada será desposeido de todo y se vería sometido de nuevo a una vida vergonzosa en la más completa ruina viéndose privado acaso del sustento cotidiano y del vestido. Estas serían las duras consecuencias que se impondrían al deudor si se le obliga a hacer nuevas cesiones todas la veces que haya conseguido crear nuevos recursos para satisfacer sus necesidades cotidianas y la única manera de forzar al insolvente a recurrir por segunda vez al beneficio es rechazando la excepción aludida a la cual tiene derecho porque sin ella se verá amenazado a una bonorum venditio con la consecuente prisión e infamia, de modo que el deudor preferiría perderlo 345 De la cession de biens en droit romain, pp. 36-37. 346 Las diferentes opiniones son recogidas por E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 38-39. - 178 - MENU SALIR absolutamente todo a caer en la infamia de por vida. Considera Voron que si Zosario quisiera oponer el beneficium competentiae no habría nada de extraordinario en que Justiniano le obligase a prestar un juramento en el sentido de que no guarda absolutamente nada para satisfacer la deuda aparte de lo que le es estrictamente necesario para vivir. Para nuestro autor, éste es el verdadero sentido de la norma de modo que los acreedores tendrán el derecho de apoderarse de todo lo que corresponda a su deudor por donación, sucesión, o de cualquier otra forma, aunque todavía no lo haya adquirido pudiendo ejercer las acciones en su nombre347. Pese a todo la interpretación de Voron quitaría parte de sentido al derecho del cedente a oponer excepciones y por supuesto a la esencia última de la cesión. Quizás la norma sólo pretenda dejar claro que nadie puede ser reducido a la más absoluta miseria a causa de la cesión de bienes. Sin entrar en mayores discusiones, lo que realmente nos interesa es que la cesión inicial tuvo lugar como consecuencia de un situación fortuita sin que hubiese culpa alguna por parte del deudor —que más bien era objeto de una situación abusiva—, pero cuando Justiniano ante la solicitud de Zosario trata de poner fin a los abusos que se estaban cometiendo no distingue entre deudor de buena o mala fe, ni restringe el beneficio a los insolventes exentos de fraude, ya que se considera igualmente injusto reducir a la miseria a cualquier clase de deudor, ni parece que se estuviese abriendo paso a una nuevo procedimiento paralelo a la cesión, entre otras cosas, porque del mismo no aparece mención alguna en textos posteriores348. Recoge Guenoun otras interpretaciones de la Novela 135 en el sentido de que la distinción establecida en el texto trata de dispensar la cessio bonorum al deudor que cae en la insolvencia sin su culpa para concederle un beneficio mayor cual es el juramento de imposibilidad de satisfacer a sus acreedores que reciben como compensación el derecho de reivindicar al deudor todo lo que adquiriese más 347 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 39-40. 348 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 40-42. Viene a concluir que el beneficio concedido por Justiniano sería un juramento accesorio a la cesión o simplemente el beneficio de competencia. - 179 - MENU SALIR tarde por sucesión o donación349. Si admitimos de todas formas que la Ley Julia fue dictada en favor de los deudores desgraciados y de buena fe es necesario delimitar las características de cada categoría pese a que no existen indicaciones precisas en la legislación romana al respecto. Así lógicamente se podría conceder este beneficio al deudor que cae en la ruina como consecuencia de un incendio, naufragio u otro caso fortuito y se le denegará a los pródigos y a los que se dedican al juego y a la corrupción con el capital de sus acreedores (dilapidadores). Como es lógico, también debe excluirse de la cesión al deudor que, viendo disminuir su fortuna, efectúa actos de disposición fraudulentos perjudicando los derechos de los acreedores. Es indiferente el momento en que sobrevenga el acto fraudulento ya que, incluso si tiene lugar después del concurso, puede llegar a privar al deudor del beneficio de competencia en cuanto efecto ventajoso de la cessio bonorum. Otras opiniones caminan por otros derroteros, partiendo de que la cesión de bienes no acaba de forma definitiva con la ejecución personal y, prueba de ello es que continúa siendo aludida por Séneca, Quintiliano, Aulio Gelio, Gayo, 3, 199 (recordemos que se refería al adjudicado por sentencia), entre otros350. Esto implicaría que en la cesión de bienes sólo se admitiría a una categoría de deudores, aquellos cuya insolvencia resultaba de caso fortuito, reservándose la ejecución personal para el resto. Por otra parte encontramos un texto de Séneca donde se distinguen dos clases de deudores351. Sin duda el 349 La cessio bonorum, p. 81, nota 2. Ver además Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, pp. 88-89. 350 Lucien Guenoun, La cessio bonorum, p. 49 y Henri Silvestre, De la bonorum venditio, pp. 20- 351 «Quid tu tam imprudentes judicas majores nostros fuisse, ut non intelligerent iniquissimum 21. esse eodem loco haberi eum, qui pecuniam, quam a creditore acceperat, libidine aut alea absumpsit et eum, qui incendio aut latrocinio aut aliquo casu tristiore aliena cum suis perdidit?» (Séneca, De benef. 7, 16, 3). Ver los comentarios de Wlassak, “Cessio bonorum”, en PaulyWissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1996-1997 y de Von Woeb, “Personalexekution und cessio bonorum in römischen Reichsrecht”, en Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), pp. 505-510. Pakter considera que el texto ofrece poca luz respecto a la cesión de bienes afirmando que no hay razón - 180 - MENU SALIR primer testimonio positivo de que la cesión de bienes no era accesible a toda clase de deudores se encuentra en la referida Constitución de Graciano del año 379352 y la cuestión radica en si supone la introducción de un derecho nuevo o si tan sólo ordena la aplicación de uno ya existente al caso particular de los deudores del fisco aunque, a propósito de estos últimos, es necesario recordar que la Lex Julia no recogía para todo deudor el beneficio de la cesión353. En todo caso si se estima que la disposición del texto de Graciano constituye una innovación, no debería limitarse a los deudores del fisco, sino que la restricción que recoge tendría que hacerse extensiva en interés de todos los acreedores. En esta línea se decanta la interpretatio de C. Th. 4, 20, 1 y si el legislador en principio no se mostró lo suficientemente preciso como para limitar de forma clara el beneficio a aquéllos para suponer que se refiere a nuestra institución, sino más bien a una remisión de la deuda [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), p. 329]. 352 C. Th. 4, 20, 1. 353 Guenoun, en La cessio bonorum, pp. 52-53, como ya hiciera Wlassak, intenta encontrar la solución a este problema en una interrelación entre el aludido texto de Séneca y la citada Constitución por contener expresiones concordantes en cuanto a los accidentes que pueden desembocar en la insolvencia del deudor con independencia de su voluntad. Semejante coincidencia podría proceder de una fuente común, cual es la Lex Julia. Pakter critica el intento de Wlassak de buscar la conexión entre ambos textos para probar que ambos tendrían como fuente la Ley Julia —que sería seguido por Von Woeb— afirmando que las similitudes son tan sólo superficiales [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), p. 331]. Sergio Sotgia precisa que «el presupuesto fundamental para la admisibilidad de la “bonorum cessio” consistía siempre en la ausencia de fraude» (La cesión de bienes, trad. y notas de G. Gambón Alix, p. 8). Por su parte Gambón Alix aclara que «los intérpretes entendieron sin embargo que no gozaban de tal posibilidad los que en fraude de acreedores disiparon o enajenaron su patrimonio, quienes esperanzados en la cesión contrajeron deudas superiores, los menores de edad que se fingieron mayores al endeudarse con la idea de acogerse al beneficio de la “restitutio in integrum”, aquellos que dilapidaron sus bienes pródigamente, los que despojaron a otros tomando depósitos o huyendo con caudales ajenos expropiados, los deudores que no hubieran reconocido o confesado sus deudas sino que fueran condenados a su pago —discrepamos con esto último en base a lo ya señalado respecto al reconocimiento de la deuda—, ni los deudores por causa criminal de tributos u otros débitos semejantes» (p. 26). En el capítulo correspondiente veremos como la mayor parte de los comentaristas del Digesto y del Codigo exigen el requisito de la buena fe para proceder a la cesión de bienes. - 181 - MENU SALIR que verdaderamente lo merecían, la experiencia habría probado sin duda que una limitación se hacía necesaria354. Nosotros somos partidarios de que el beneficio debía limitarse únicamente al deudor de buena fe, precisamente por su condición de beneficio, sin embargo nada nos demuestra que no se hubiese aplicado, al menos en un principio a cualquier clase de deudor por la falta de precisión en las leyes, aunque en caso de laguna legal debería acudirse a una aplicación analógica de las normas existentes teniendo en cuenta los intereses de las partes afectadas, y, en este supuesto, habría que atender al interés concreto de un acreedor frente a un deudor de mala fe. Tampoco debemos perder de vista que la insolvencia puede tener su origen en una acción dolosa del deudor o en una simple imprudencia y lógicamente ambas circunstancias no debían ser tratadas de igual forma. Otro problema es que la Constitución de Graciano no fue luego reproducida por Justiniano, preguntándose Guenoun si esto implica que quiso suprimir la distinción entre deudores arruinados sin culpa y los que provocan de forma voluntaria su insolvencia. Pese a que no pueden encontrar argumentos decisivos su respuesta es negativa ya que, por pura lógica, Justiniano reservaría sólo a los que lo merecieran el uso de una institución a la que califica en varias ocasiones de beneficio355. Idénticas conclusiones son extraídas por Wlassak partiendo de la misma rúbrica que parece limitar la posibilidad de hacer cesión a una determinada categoría de deudores356. A nuestro parecer no tiene demasiado sentido una transformación tan radical en la concepción de la institución y debería seguir aplicándose a los deudores desgraciados y de buena fe. 354 Guenoun, La cessio bonorum, pp. 52-54. Apunta aquí Guenoun que hay autores que consideran que la Constitución teodosiana sólo se aplica a los deudores del fisco como Godofrey o Tambour y otros como Puchta o Bethmann-Hollweg la estiman extensible a todos. Para C. Accarias la consideración de que estamos ante una regla general encajaría mejor con la doctrina que otorga la acción pauliana contra el fraudator (Précis de droit romain, vol. II, p. 763, nota 2). Girard indica que esta Constitución parece restrigir por primera vez el derecho a la cesión, en interés del fisco y al mismo tiempo, en interés de todos los acreedores a los deudores que devienen insolventes por accidentes independientes de su voluntad (Manuel élémentaire de droit romain, p. 1097, nota 2). 355 La cessio bonorum, pp. 78-79. - 182 - MENU SALIR Problema diferente es si la cesión de bienes puede ser opuesta a toda clase de acreedores. Sostenemos que en principio es indiferente la clase de acreedor357. En cuanto a si se requiere para la validez de la cesión la aceptación por parte del acreedor podemos distinguir dos clases de cesión, la convencional, resultado de un acuerdo entre acreedor y deudor donde lógicamente consienten ambas partes y la legal en cuanto beneficio que la ley concede al deudor de buena fe a pesar de cualquier oposición no fundada de la otra parte y siempre que se cumplan los requisitos prescritos358. En realidad la cesión que nos interesa es la legal ya que la contractual (si es que admitimos su existencia a la que no parece oponerse ningún argumento y que se sometería a las reglas generales de cualquier contrato) en virtud del principio de libertad de pactos entre las partes puede cambiar a voluntad de los contratantes y llegar incluso a pactarse una datio pro soluto. La cesión extrajudicial recogida en D. 42, 3, 9 (Marcian. 15 instit.) no se trata de una cesión contractual, ya que aunque es cierto que los acreedores pueden oponerse a la misma, siempre queda la posibilidad de que el juez la confirme si reune todos los requisitos legalmente establecidos aunque no cuente con la adhesión de los acreedores359. Pese a que en el sistema romano de la cessio honorum, ésta se contempla, según hemos deducido, como un beneficio para el deudor, se introduce en un determinado momento360 una opción más beneficiosa para éste, cual es la posibilidad de que los acreedores le concedan una «espera», una tregua de cinco 356 “Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1996. 357 Ver al respecto las posibles excepciones respecto a los deudores del fisco que fueron oscilantes según cada momento político en el sentido de que si no se permitía a éstos la cesión lógicamente no cabría oponerla a los acreedores tributarios (E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 44-45). 358 Sobre la ausencia de necesidad de aceptación de los acreedores volveremos a efectuar alguna referencia al comentar las formalidades exigidas para llevar a cabo la cesión. 359 Esta es la opinión mantenida por E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 46. 360 Aclara Solazzi que en la época clásica los acreedores no podían impedir la cesión, y el derecho justinianeo les permite elegir entre la misma y una moratoria de cinco años (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 160). - 183 - MENU SALIR años para satisfacer sus deudas, quedando en manos de los acreedores la decisión de aceptar la cesión o de conceder al aplazamiento (este último, entiéndase, siempre que no vaya a perjudicar a los acreedores). Por tanto, la voluntariedad de la cesión a instancia del deudor y la innecesariedad de aceptación por los acreedores, que antes apuntábamos, quedaría difuminada aquí por la necesidad de que los acreedores la acepten, ya que pueden optar por una solución más «humana» en el sentido de otorgar el mencionado aplazamiento. Todo esto se complica en el supuesto en que no haya un solo acreedor, encargándose, el propio Código de Justiniano, de dilucidar a quien corresponde la elección en el caso en que no haya acuerdo teniendo en cuenta la cuantía de las deudas361 —aunque en un principio se requería unanimidad de los acreedores, no bastando con la mayoría establecida desde Justiniano362—. De todas formas 361 «Cum solito more a nostra maiestate petitur, ut ad miserabilis cessionis bonorum homines veniant auxilium et electio detur creditoribus vel quinquennale spatium eis indulgere vel bonorum accipere cessionem, salva eorum videlicet existimatione et omni corporali cruciatu semoto: quotidie dubitabatur, si quidam ex creditoribus voluerint quinquennales dare indutias, alii autem iam nunc cessionem accipere velint, qui audiendi sunt. In tali itaque dubitatione minime putamus esse ambiguum, quod sentimus et quod humaniorem sententiam pro duriore elegimus. et sancimus, ut vel ex cumulo debiti vel ex numero creditorum causa iudicetur. Et si quidem unus creditor aliis omnibus gravior in summa debiti inveniatur, ut omnibus in unum coadunatis et debitis eorum computatis ipse alios antecellat, ipsius sententia obtineat, sive indulgere tempus sive cessionem accipere desiderat. Si vero plures quidem sint creditores, ex diversis autem quantitatibus, et nunc amplior debiti cumulus minori summae praeferatur, sive par sive discrepans numerus est creditorum, cum non ex frequentissimo ordine feneratorum, sed ex quantitate debiti causa trutinatur. Pari autem quantitate debiti invenienda, dispari vero creditorum numero, tunc amplior pars creditorum obtineat, ut, quod pluribus placeat, hoc statueretur. Sin vero undique aequalitas emergat tam debiti quam numeri creditorum, tunc eos anteponi, qui ad humaniorem declinant sententiam non cessionem exigentes, sed indutias. Nulla quidem differentia inter hypothecarios et alios creditores quantum ad hanc electionem observanda: in rebus autem officio iudicis partiendis suam vim singulis creditoribus habentibus, quam eis legum praestabit regula. Nullo praeiudicio creditorum cuidam ex quinquennii dilatione circa temporalem praescriptionem generando» (C. 7, 71, 8). 362 Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 160-161 y Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. y notas de G. Gambón Alix, p. 10. - 184 - MENU SALIR parece claro que la cesión era obligatoria para los acreedores a los que la única opción que les quedaba era la elección entre dicho instituto y la espera de cinco años363. Opina al respecto Benoît Courtois que es posible que el deudor ofrezca ceder todos sus bienes pero los acreedores hayan acordado previamente conceder un plazo en virtud de un pacto de no reclamación (non petendo) limitado a un cierto periodo temporal. En principio la moratoria consentida por un cierto número de acreedores no compromete más que a los que voluntariamente hayan demostrado su adhesión y conformidad con la misma. Pese a ello la mayoría de los acreedores, sobre todo hipotecarios, prefieren al abandono de sus bienes ofrecido por el insolvente, la concesión de una prórroga no superior a cinco años, una suspensión de pagos que obligue a todos. El cálculo de la mayoría requerida se efectúa en base a la suma de deudas y no del número de votos con el fin de evitar que un acreedor considerable sufra las pérdidas a consecuencia de la voluntad del resto de acreedores menos interesados por tener una cuantía de deudas inferior. Por tanto, en caso de desacuerdo la suma de créditos prevalece sobre el número de acreedores, es decir se atenderá al valor de los créditos y a sumas iguales (créditos de igual valor), la preferencia corresponde al número de acreedores, y a número igual se tendrá en cuenta la dignidad de los votantes. Si hay igualdad en todos los aspectos considerados se adoptará la decisión más humanitaria, entendiéndose por tal la más favorable al deudor (que normalmente será la concesión del aplazamiento). El voto de los acreedores hipotecarios no hace incurrir en prescripción y del mismo modo el plazo de cinco años no debe causar perjuicios a los créditos privilegiados364. Por su parte, Emmanuel Voron tampoco descubre en esta norma la necesaria aceptación por parte de los acreedores, sino que apunta que se trata más bien de una opción ejercida entre dos proposiciones ante la solicitud del deudor sin que tengan la posibilidad de rechazar ambas, por tanto, la cesión les puede ser impuesta pese a cualquier 363 Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. y notas de G. Gambón Alix, p. 10. 364 De la bonorum venditio en droit romain et de la liquidation judiciaire en droit français, pp. 336-339. Consultar también Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 49. - 185 - MENU SALIR oposición de su parte365. Era frecuente que los insolventes recurriesen a la potestad del emperador solicitando aplazamientos en sus deudas que se concedían a través de letras moratorias por una duración que no excedía los cinco años. En principio los acreedores no eran consultados, sin embargo el uso introduciría la costumbre de consultarles su parecer y el emperador cuando se le solicitaba una espera remitía la cuestión a decisión de los acreedores señalando simplemente que se impondría la decisión de la mayoría. Recoge en esta línea Voron366 la opinión de Jules-Édouard Tambour aunque no deja de lado la postura contraria de Sigismond Vainberg367 en cuanto señala que el deudor podía sin autorización alguna someter a los acreedores a la alternativa de optar por un aplazamiento o aceptar la cesión368. Sin embargo, de la literalidad de la norma — C. 7, 71, 8— se entiende necesaria la intervención del emperador al que los deudores deben dirigir su solicitud ya que de lo contrario la decisión adoptada por la mayoría no vincularía a la minoría. Los acreedores hipotecarios estarían en deliberación con los otros sin ninguna distinción y una vez transcurrido el plazo, que nunca puede exceder de cinco años, nada indica que el deudor incapaz de hacer frente a sus obligaciones haya sido excluido del beneficio de la cesión a menos que su incapacidad se deba a su actuación dolosa y del mismo modo una primera cesión no impide hacer una segunda369. Respecto a los requisitos formales, parece que con Teodosio se trata de evitar cualquier clase de formalismo eliminándose la mayor parte de la antiguas exigencias, y siendo suficiente para la eficacia de la cesión la simple declaración de voluntad370. Sin embargo, no está claro cuáles son las formalidades concretas 365 De la cession de biens en droit romain, p. 46. 366 De la cession de biens en droit romain, p. 47. 367 Ver de Vainberg, La faillite d’après le droit romain, Paris, 1874. 368 Esta opinión también es sotenida por C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 781. 369 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 47. 370 «Apud acta imp Theodosius A. dixit: In omni cessione bonorum ex qualibet causa facienda scrupulositate priorum legum explosa, professio sola quaerenda est. Idem dixit: in omni cessione sufficit voluntatis sola professio» (C. 71, 7, 6). - 186 - MENU SALIR que se exigían con anterioridad y que fueron suprimidas con Teodosio371. Aventuran algunos autores que posiblemente se produciría la intervención de magistrado que sería el encargado de determinar si la cesión era o no admitida e incluso era posible que se le aplicasen las formalidades procedimentales de otras instituciones similares como por ejemplo la cesión de créditos o la in iure cessio372. Nosotros entendemos que si el magistrado debía decidir en este punto la cesión no sería tan voluntaria; todo lo más correspondería a dicha autoridad la comprobación de los requisitos, mientras que a partir de Teodosio se admitiría sin más y serían los acreedores los encargados de manifestar su oposición por no concurrir los elementos necesarios para que tuviese lugar la cesión sustrayéndose del magistrado la calificación. Las fuentes no dejan demasiado claro cuáles eran las exigencias de las primeras leyes. Se apunta que esta escrupulosidad podía consistir en que el deudor efectuase su declaración para ceder los bienes ante el pretor en Roma y ante el gobernador en las provincias, de forma solemne y ante sus acreedores que habrían sido citados previamente al tal efecto373. Entonces el pretor o el gobernador debían determinar, como hemos dicho, sobre la admisión del deudor a la cesión y rechazarlo en caso de no reunirse las condiciones necesarias. La declaración exigida por Teodosio debía ser judicial374, ya que más adelante Justiniano ni siquiera mantiene la necesidad de la judicialidad, admitiéndose la cesión hecha a través de mensajero o por carta375. Para Guenoun en C. 7, 71, 6 se exige que la cesión se haga judicialmente ya que no se habla de la posibilidad de una declaración extrajudicial y los términos voluntatis sola professio se deben entender como una declaración ante el magistrado. Por ello 371 C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 763, nota 1. 372 Ver E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 48-49. 373 Guenoun, La cessio bonorum, p. 58. 374 Para E. Voron la palabra professio aludía normalmente a las declaraciones hechas ante la autoridad (De la cession de biens en droit romain, p. 50). Sobre este término y las formalidades para proceder a la cessio bonorum, consultar Jules Sporck, De la venditio bonorum, pp. 15-18 y Gustave Pinta, De la venditio bonorum en droit romain, pp. 32-33. 375 D. 42, 3, 9 [Marcian. 15 instit.]. - 187 - MENU SALIR concluye —en relación al texto del Digesto— que Elio Marciano376, que escribía a comienzos del siglo III, no pudo contemplar una cesión extrajudicial sino que los compiladores han debido interpolar el texto para ponerlo en armonía con una reforma de su tiempo377. Otros apuntan que al final de la época clásica «la declaración por cualquier medio emitida de querer ceder los bienes era vinculatoria respecto a los acreedores. Verificada la oferta y comprobada por parte del magistrado la realidad de la cesión, éste le prestaba su autorización por medio de un decreto de “missio” de los acreedores en los bienes del cedente»378. Por tanto la única formalidad era la comprobación de los requisitos por la autoridad competente, aunque no queda claro a quien correspondería este cometido en la cesión extrajudicial, no existiendo ningún dato en las fuentes que permita afirmar que eran los acreedores los que podían manifestar la ausencia de buena fe en la insolvencia del deudor379. Obviamente la configuración del instituto de la cesión de bienes tenía como finalidad última satisfacer a los acreedores (aparte de las ventajas para el deudor). Para ello éstos debían proceder a la venta de los bienes cedidos, siendo necesario que el deudor hiciese una indicación precisa de los bienes que cedía. Se 376 W. W. Buckland ha estudiado las Instituciones de Elio Marciano en “Marcian”, Studi in onore di Salvatore Riccobono, Palermo, 1936, vol. I. 377 La cessio bonorum, pp. 55-57. No olvida que autores como A. Bethmann Hollweg opinan que la cesión podía hacerse extrajudicialmente desde los tiempos de la ley Julia, admitiendo, por contra, la interpolación Jacques Godofrey, G. W. Zimmern, M. Wlassak o P. Krueger, entre otros (p. 57, nota 2). Ver de Wlassak “Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, vol. III/2, col. 1997. Discrepa de algunas opiniones de Guenoun el doctor Siro Solazzi, quien reflexiona sobre las formalidades de la cesión en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 153-160, aunque se muestra partidario de la interpolación. No la admite, por contra, Walter Pakter, en “The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), p. 324. 378 Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. y notas de G. Gambón Alix, p. 9, siguiendo lo expuesto por Solazzi en cuanto a la existencia de un único decreto. Gambón Alix en sus comentarios refiere también la necesidad de aprobación del pretor quien podía denegar la cesión en caso de ilegalidad o fraude, pero «a diferencia de lo que constituye rasgo esencial que caracteriza al instituto en la época moderna, no se requería aceptación de los acreedores» (p. 26). - 188 - MENU SALIR requeriría una especie de inventario donde figurase el activo y una relación detallada de las deudas, y con ello se podría determinar con precisión si la cesión afectaba a la totalidad de los bienes, siendo aplicables al respecto las reglas contenidas en C. 6, 30, 22, 10 para el heredero380. En relación con la Novela 135 se duda sobre la posible exigencia de un juramento que ratificase el inventario y acompañase de forma natural a la cesión. Considera Voron que exigir al deudor que afirme al mismo tiempo su insolvencia puede resultar problemático ya que puede suceder que no sea totalmente insolvente sino que se encuentre en una situación de simple iliquidez ya por dificultades a la hora de realizar los bienes o para cobrar los créditos que tiene a su favor. Si en estas circunstancias realiza un juramento de insolvencia estaría cometiendo perjurio. Si por el contrario renuncia a la cesión se estaría exponiendo a la addictio con lo que recibiría un tratamiento más estricto el deudor simplemente «apurado» respecto al insolvente total, aun cuando el primero pudiese tener patrimonio suficiente para satisfacer a sus acreedores, lo cual sería ilógico381. Por otro lado, no podemos olvidar una ley del Código donde se permite al deudor evitar los efectos de la cesión si se declara dispuesto a pagar con lo que no se admite una cesión sin que sea insolvente382. Consideramos, de todas formas, que no se le puede exigir al deudor un juramento de insolvencia, previo a la cesión de bienes, si interpretamos la insolvencia en sentido estricto, ya que, en tal caso, no tendría bienes que ceder. Todo lo más el juramento iría referido a que cede la totalidad de sus bienes y no dispone de nada más para hacer efectivas las deudas. Según Guenoun, en la época clásica, no se dispone de ninguna información que permita concluir la exigencia al deudor de un 379 Lucien Guenoun, La cessio bonorum, p. 89. 380 De la cession de biens en droit romain, p. 51. 381 De la cession de biens en droit romain, pp. 51-52. 382 Equivoca aquí Emmanuel Voron la norma referenciada aludiendo a la ley 3 cuando en realidad se trata de C. 7, 71, 2 (De la cession de biens en droit romain, p. 52). - 189 - MENU SALIR juramento de que abandonaba todos sus bienes sin reservarse nada383 por lo que en todo caso se exigiría con posterioridad384. Una vez efectuada la cesión de bienes, no nos queda ninguna duda de que se produciría una missio in possessionem385. Recordemos que entre los casos de missio que iban seguidos de venta se encontraba el supuesto del que cedía sus bienes386. La cesión de bienes, en sí misma considerada, no supone una transmisión de la posesión sino más bien un acto de renuncia a los bienes que lleva implícita la autorización a los acreedores para que procedan a su venta. En consecuencia para satisfacer a estos últimos es necesaria la realización del patrimonio y este acto no puede tener lugar de cualquier manera sino que se exigen ciertas garantías que serán conferidas por la missio in possessionem. En cuanto a quien puede solicitar la puesta en posesión se alude a aquellos acreedores cuyos créditos han sido reconocidos por el cedente (recordemos la necesidad de reconocer la deuda para proceder a la cesión), aunque no podemos perder de vista que una vez hecha la cesión se modificaban considerablemente 383 La cessio bonorum, p. 59. 384 Para E. Cuq, a partir de la Novela 135 el deudor sólo evitaba la ejecución personal si juraba sobre el evangelio que no se reservaba ningún bien. No entra en mayores discusiones (Manuel des institutions juridiques des romains, p. 907). Sobre la interpretación de la novela 135 ver Guenoun, La cessio bonorum, p. 85, nota 2 (mantiene una línea similar a la de Voron) y Louis-Adrien-Gabriel Michaut, Ius Romanum: de cessione bonorum, pp. 5-6. S. Solazzi (que obvia a Voron) no encuentra diferencia sustancial entre el juramento de la Novela 135 y el que se contenía en la Lex Iulia municipalis (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 158-159). Para Pakter la Novela constituye un intento de Justiniano de evitar que los deudores más desafortunados pudieran ser forzados a la cesión, quedando privados de sus últimos recursos. Contempla ésta la cessio bonorum como una forma de quiebra involuntaria, ofreciendo poca información sobre la misma, sin que constituya ninguna evidencia de que el infortunio fuese un prerrequisito de la quiebra voluntaria [“The mistery of cessio bonorum”, en Index, 22 (1994), p. 333]. 385 Sobre la necesidad de la missio en caso de cessio bonorum y las opiniones divergentes al respecto ver Guenoun, La cessio bonorum, p. 61, nota 1. Giménez Anzola señala que la opinión dominante es que se requería la missio «pero era profundamente diferente a la missio ordinaria» ya que no se pretendía coaccionar al deudor [“Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 22]. 386 Gayo, 3, 78. Ver Otto Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 153. - 190 - MENU SALIR los derechos de los acreedores a los que se impedía continuar el procedimiento ejecutivo. Ambas ideas son difíciles de encajar para Emmanuel Voron y por ello concluye que la missio no siempre tendrá lugar ex causa judicati, sino que a veces se producirá causae cognitio387. La doctrina actual se muestra partidaria de que sólo había un decreto que disponía la missio in possessionem a la vez que autorizaba la cesión388. Por demás se aplicarán las reglas antes analizadas para la bonorum venditio (cuando esta vía ejecutiva estaba en vigor) con la modificación de sus efectos que implica la cesión y las de la bonorum distractio cuando fue introducida con sus respectivas diferencias de plazos389. El problema radica en si se debía dar publicidad a la misma ya que de los anuncios podría deducirse cierta infamia para el deudor que es precisamente lo que se trata de evitar con la cesión (aunque la infamia se derivaba principalmente de la capitis deminutio sufrida por el deudor a consecuencia de la bonorum venditio) y, por otra parte, las medidas de publicidad resultarán de gran utilidad para todo aquel que desee oponer cualquier derecho390. Sobre la liberación de infamia volveremos seguidamente al tratar los efectos. 387 De la cession de biens en droit romain, pp. 53-54. Al respecto de la causae cognitio, ver Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, p. 137. Sotgia apunta que llega un momento en que se permite que «pudiera ser también obtenida la “cessio” por los acreedores que solicitasen la “missio” presentando al magistrado la “epistula” del deudor o probando testificalmente su consentimiento manifestado respecto a la propia cesión» (La cesión de bienes, trad. y notas de Gambón Alix, p. 10). Esta idea es tomada de las reflexiones de Solazzi, vol. IV, pp. 159-160. 388 Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. I, pp. 48-50 y vol IV, p. 159 y Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. y notas de Gambón Alix, p. 10. Guenoun recoge un conjunto de opiniones a favor y en contra, en La cessio bonorum, p. 61, nota 1. 389 Lucien Guenoun constrasta lo manifestado por Accarias en vol. I, p. 1318, nota 2 estimando poco probable que la ley que introdujo la cessio bonorum reglamentara también la venta que seguía a la misma, por el contrario sostiene que remitiría a las reglas ya existentes (La cessio bonorum, p. 64, nota 1). Sin embargo, no tiene en cuenta que el mismo Accarias en el vol. II, p. 767 sólo apunta una modificación de los efectos de la venta. 390 E. Voron no duda sobre la exigencia de publicidad (De la cession de biens en droit romain, p. 54). Por el contrario Juan Antonio Alejandre García, sin más aclaraciones, señala al hablar del carácter del procedimiento de la cesión de bienes que «la publicación o pregón del estado de insolvencia no es exigido en el derecho romano» (La Quiebra en el Derecho Histórico Español - 191 - MENU SALIR Sólo nos queda por analizar en relación a los requisitos si el deudor debía solicitar la cesión en algún momento concreto. La cesión iba destinada a evitar la cárcel y la infamia y no a conseguir la salida de prisión o a restaurar la buena fama perdida y por ello hay quien considera que sólo se puede solicitar mientras está pendiente el plazo de ejecución391, aunque otros sostienen que, en el derecho del siglo V, sólo sería inadmisible tras el «decreto autorizando la “missio in bona”, en vista de que de otro modo los acreedores tendrían que haber soportado los gastos tanto por la ocupación de los bienes que hubiera sido preciso revocar, cuanto por la efectividad de la segunda inmisión en los mismos, realizada por virtud de la “cessio”»392. Además las ventajas que implica la cesión se conceden como un intento de “premiar” la actitud del deudor que cede de forma espontánea sus bienes con lo que liberaba a los acreedores de los inconvenientes y numerosos gastos que implicaba el inicio del procedimiento ejecutivo para lograr la missio in bona debitoris393. En cuanto a los efectos de la cesión no descubrimos ninguna idea que no hayamos ya referido con anterioridad394. Así, cediendo voluntariamente sus anterior a la Codificación, p. 37). 391 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 54. 392 Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. y notas de G. Gambón Alix, añade que en ningún momento podría solicitarse antes del plazo de treinta días desde la «sentencia de condena o confesión del débito pecuniario» (p. 9). Siro Solazzi no encuentra justificación para negar la cesión transcurrido el aludido plazo de 30 días, sino, en todo caso, una vez iniciada la ejecución personal, y nunca podría tener lugar tras el decreto que autorizaba la missio in bona (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 150-153). 393 Sergio Sotgia, La cesión de bienes, trad. y notas de Gambón Alix, p. 11. 394 Georges Bonnans resume en cuatro las principales ventajas de la cesión de bienes: 1º el deudor evita la prisión; 2º la venta no entraña infamia; 3º a cada acción ejercida por un crédito anterior, el deudor puede oponer la excepción nisi bonis cesserit; 4º el deudor no se condena más que in quantum facere potest. En cuanto a la acción pauliana y a sus efectos sobre la bonorum venditio se proyecta en un aumento del número de bienes sobre el que tendrá lugar la misma. Así, la puesta en posesión y la venta sólo se aplica a aquellos bienes que se encuentran en el patrimonio del deudor en el momento mismo de efectuarse y la acción pauliana tendrá como efecto principal hacer entrar aquellos bienes que habían salido fraudulentamente favoreciendo a los acreedores (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. - 192 - MENU SALIR bienes, el deudor se libraba de la infamia (pérdida del buen nombre del deudor insolvente) que llevaba aparejada la bonorum venditio395 y al mismo tiempo evitaba la ejecución personal. Sin embargo, debe quedar claro que este efecto no va referido a la infamia en el sentido de mala fama tal y como la podemos entender hoy día. Hay que tener en cuenta que el que cedía la totalidad de sus bienes quedaba sumido en una situación de pobreza que lógicamente habría de reflejarse en todas las esferas de su vida afectando a su reputación. En esto incidía además la publicidad que debía acompañar a la missio in bona para garantizar los derechos de cualquier posible acreedor396. Así cuando hablamos de infamia nos referimos a las principales clases o al menos las más apreciadas a nivel social. De esta forma, conllevaba la pérdida del ius suffragii y del ius honorum, cerrando la privación de este último derecho todas las posibilidades de acceso a las magistraturas romanas, a las dignidades municipales o a la posibilidad de figurar en la lista de los jueces397. Además, la infamia implicaba otras consecuencias menos importantes como por ejemplo la pérdida del ius accusandi, salvo que se tratase de vengar la muerte de un pariente o una injuria personal398, así como la imposibilidad de dar o recibir un mandato ad litem399 o la prohibición de contraer matrimonio entre el ingenuus y la mujer gravada con la infamia400. La infamia entre los romanos tenía la consideración de pena extremadamente rigurosa401. Pese a todo y como hemos apuntado, la mayor parte de la doctrina coincide en señalar que el cedente no conservaba su estima del todo intacta lo cual se concibe como un efecto natural de 49). 395 C. 2, 11 (12), 12. Lucien Guenoun, ponía en duda que este efecto estuviese ligado a la Ley Julia con base en Basílicas, 21, 3, 10 sin optar por una solución definitiva (La cessio bonorum, pp. 68-69, nota 2). 396 Guenoun señala que cuando Gayo, 2, 154 atribuye la infamia a la venta habla con vaguedad ya que en realidad se derivaba de la fijación de anuncios ex edicto, según se deduce de la Tabula Heracleensis (La cessio bonorum, p. 67, nota 1). 397 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 61. 398 D. 48, 2, 11 (Mac. 2 de iud. pub.). 399 Institutiones, 4, 13, 11. 400 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 62. 401 Louis Sadoul, De la bonorum venditio, p. 77. - 193 - MENU SALIR la insolvencia que se solía traducir en determinadas señales de menosprecio como la obligación de ocupar ciertas plazas en el teatro, medida que se establecía en una ley Roscia para los decoctores y que no está del todo claro que se aplicase también al insolvente que hacía cesión de bienes402. Algunos autores opinan que la cessio bonorum tuvo en realidad bastante poco que ver con la exención de la infamia ya que ésta fue el resultado del derecho común. El punto de partida se sitúa en un momento histórico difícil de precisar y que probablemente versaba en torno al reinado de Diocleciano cuando la antigua bonorum venditio desapareció dejando paso a la bonorum distractio o venta en detalle403. Sin embargo, para Voron esta teoría no encaja demasiado bien en los textos que integran la normativa justinianea de donde resulta claramente que la cesión de bienes tenía como efecto evitar la infamia, deduciendo que aparte de este beneficio no había otra forma de que la infamia quedase excluida por lo que pone en duda que la distractio tuviese el efecto previamente comentado404. 402 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 62. De «cierta humillación» habla Raoul Bloch, en De la venditio bonorum, p. 31 y de «atentado humillante a la existimatio», Albert Fourcade, en De la “bonorum venditio”, pp. 101-102. 403 C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 768. 404 De la cession de biens en droit romain, pp. 63-65. Los principales textos a los que se refiere son C. 7, 71, 8: «... salva eorum videlicet existimatione et omni corporali cruciatu semoto» y C. 2, 11 [12], 11, y Gayo, 2, 154. Argumenta que no tendría sentido que, en un momento histórico en el que la venta en detalle había sustituido prácticamente a la venta en bloque, se siguiese haciendo referencia en los textos legales a que la cessio bonorum liberaba de infamia si este efecto ya se conseguía con la distractio. De todas formas debemos tener en cuenta que la cesión tenía además otros efectos y que no está de más que se recordasen a nivel legislativo los principales y además que la distractio nació para cierto tipo de personas y es presumible pensar que uno de sus fines fuese librarlas de infamia. Idéntica opinión es sostenida por S. Solazzi, aduciendo que la infamia no sería en el derecho justinianeo resultado de la possessio y la proscriptio sino de la misma distractio (Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 213-215). Alejandre tampoco considera que la distractio liberase de infamia (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 26). En sentido contrario en cuanto a que la distractio liberaba de infamia, C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, p. 768; Antonio Guarino, Diritto privato romano, p. 239; Raoul Bloch, De la venditio bonorum, p. 74; Marc Michon, De la venditio bonorum en droit romain, p. 58; Louis Sadoul, De la bonorum venditio, p. 97; Jules Sporck, De la venditio bonorum, p. 69; Paul-François-Charles Duval, - 194 - MENU SALIR Un aspecto de interés en el tema de la cesión es el referente al derecho que adquieren los acreedores una vez que les han sido cedidos los bienes, considerando el derecho romano que, con la cessio bonorum, el deudor no transmitía el dominio sino que implicaba únicamente la posibilidad de que los acreedores vendiesen los bienes para resarcir sus créditos405, de forma que el deudor no se ve privado de los bienes que ceda hasta que tenga lugar la venta de los mismos y por ello si está dispuesto a defenderse la venta no se llevará a cabo406 y lógicamente tampoco si paga a sus acreedores407, recuperándolos en ambos casos. Por tanto lo que surge para los acreedores es tan sólo un derecho de venta. En esta misma idea insiste Provinciali al examinar las ventajas de la cesión408, destacando que el deudor no pierde la propiedad de los bienes que cedía. Igualmente Voron había indicado con anterioridad, a la hora de analizar los De bonorum venditione en droit romain, p. 45 y Albert Fourcade, De la “bonorum venditio”, p. 123. 405 «Legis Iuliae de bonis cedendis beneficium, constitutionibus divorum nostrorum parentium ad provincias porrectum esse, ut cessio bonorum admittatur, notum est: non tamen creditoribus sua auctoritate dividere haec bona et iure dominii tenere, sed venditionis remedio, quatenus substantia patitur, indemnitati suae consulere permissum est. Cum itaque contra iuris rationem res iure dominii teneas eius qui bonis cessit creditorem te dicens, longi temporis praescriptione petitorem submoveri non posse manifestum est. quod si non bonis eum cessisse, sed res suas in solutum tibi dedisse monstretur, praeses provinciae poterit de proprietate tibi accomodare notionem» (C. 7, 71, 4). 406 «Is, qui bonis cessit, ante rerum venditionem utique bonis suis non caret: quare si paratus fuerit se defendere, bona eius non veneunt» (D. 42, 3, 3 [Ulp. 58 ad ed.]). «Quem paenitet bonis cessisse, potest defendendo se consequi, ne bona eius veneant» (D. 42, 3, 5 [Paul. 56 ad ed.]). Indica Sotgia que «la defensa, que igualmente podía ser ejercitada a través de un representante procesal, tenía como presupuesto necesario la obtención de la revocación por parte del magistrado del decreto de la “missio”, y esto, según el Derecho justinianeo, no precisaba producirse simultáneamente con la “restitutio in integrum”. El deudor que se declarare dispuesto a oponerse judicialmente a los créditos de los cesionarios, dejaba de quedar vinculado por la cesión concluída, si su defensa resultaba fundada» (La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, p. 8). 407 «Si quantitatem, quam (licet rei publicae) condemnatus debebas, inferre paratus es, frustra vereris, ne verbum bonorum cessionis temere a te prolatum privare te necdum distractis facultatibus iuris rationibus possit» (C. 7, 71, 2). 408 Manuale di diritto fallimentare, p. 75. - 195 - MENU SALIR efectos de la cesión respecto a los acreedores, que al producirse la missio in bona que seguía a la cesión, éstos no adquirían ni la posesión ni la propiedad de los bienes, quedando ambas en manos del deudor409. En base a ello, no podrán ni repartir el activo ni invocar ninguna prescripción basada en la posesión, es decir no podrían adquirir por usucapión410. Sin embargo, hay un supuesto en el que los derechos de los acreedores en cuanto a los bienes cedidos serían considerablemente diferentes. Se trata de la posibilidad de una datio in solutum efectuada por acuerdo entre las partes cuyos efectos se regularían por lo libremente acordado entre ellas. Aquí nos encontramos con una figura jurídica diferente donde se admite la posibilidad de un pago efectuado con bienes en lugar de con dinero con un efecto liberatorio de las deudas con independencia del importe líquido de los bienes adjudicados. La dación podría implicar una transmisión de la propiedad411. No obstante, encontramos un tipo de dación en pago obligatoria412. Era el supuesto de un deudor apremiado por un acreedor que no deseaba recibir en pago más que el dinero que le era debido, pero el obligado poseía únicamente un patrimonio inmobiliario. El acreedor podía recibir los bienes en pago con la finalidad de venderlos. Podía ocurrir que existiesen serias dificultades para realizar los bienes 409 De la cession de biens en droit romain, p. 55. Ver igualmente también Guenoun, La cessio bonorum, pp. 60-61 y Georges Bonnans, quien indicaba que la cesión impedía al deudor el ejercicio de sus derechos pero al conservar la propiedad y posesión puede recuperar en cualquier momento sus bienes con la condición de que va a satisfacer las cantidades debidas. Por su parte, los acreedores no tienen ni la propiedad ni la posesión sino tan sólo un derecho de vender los bienes (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 4748). Sergio Sotgia, apunta que «la “cessio” operaba como causa de la “missio”, por lo que durante ésta conservaba el cedente la propiedad y disposición de sus cosas y venía solamente a perder la legitimación procesal frente a los acreedores, negándosele el ejercicio de las acciones de defensa en juicio» (La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, pp. 10-11). Esta idea había sido expuesta por S. Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 165. 410 411 C. 7, 71, 4. Jean Rous, De la bonorum venditio et de ses rapports avec quelques autres voies d’exécution, p. 89. 412 Novela, 4, 3. De este texto intuye Guenoun la existencia de un cierto efecto humillante derivado de la cesión de bienes, pese a que posteriormente en la Novela 135 se impone lo - 196 - MENU SALIR porque el acreedor había hecho público que los inmuebles estaban gravados y con ello dificultaba su adquisición por un tercero. En estas condiciones el juez estaba autorizado a valorar el patrimonio del deudor, entregando al acreedor los mejores bienes y obligándole a recibirlos en pago y el deudor sería liberado por lo que debiese a los que acudiesen al concurso estando forzado a proporcionar fiadores para garantizar la evicción. Con esta dación el emperador pretendía simplemente evitar largos y lentos procedimientos y lograr un resultado tal que no sería necesario volver a sufrir de nuevo las mismas dificultades e inconvenientes. De lo contrario, el deudor, al no poder pagar, habría recurrido a la cesión de bienes que vendría seguida de la venta del patrimonio; los compradores no habrían concurrido y los acreedores se habrían visto obligados a aceptar los bienes a falta de poder ser pagados en especie consiguiéndose el mismo resultado que en el supuesto anterior, pero con mayor dilación en el tiempo. De esto se deduce que una vez efectuada la cesión si no aparece ningún comprador para los bienes cedidos los acreedores disponen del derecho a quedarse con los mismos y repartirlos entre ellos413 — suponemos que de modo proporcional al importe de los respectivos créditos—. Por otra parte, sobre un posible derecho de los acreedores a administrar los bienes la doctrina suele negarlo respecto a los actos reservados al curador, pero duda sobre aquéllos para los que no se exige legalmente la presencia del curator en base a que al deudor no se le puede negar el ejercicio de los actos dirigidos a la conservación de los bienes o de los de carácter urgente y por analogía tampoco a los acreedores quienes están revestidos de cierta oficialidad como consecuencia de la missio in possessionem414. En realidad los acreedores adquirirían un derecho nuevo con la cesión consistente en hacer la puesta en posesión y proceder a la venta y en la mayoría de los casos las ventajas que de ello se derivan no son demasiado considerables porque no hay que perder de vista que, en todo caso, la contrario (La cessio bonorum, pp. 92-93, nota 1). 413 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 54-56. 414 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 56-57. - 197 - MENU SALIR cesión se concibe como un beneficio en interés del deudor y a pesar de ello los acreedores suelen con frecuencia sacar provecho415. En cuanto al carácter irrevocable o no de los derechos conferidos a los acreedores, si partimos de que la cesión es un beneficio conferido al deudor del que puede usar a su antojo éste tendría en sus manos el derecho de hacer cesar los efectos —pagando o defendiéndose— en tanto que no se haya producido aún la venta de los bienes y esto porque —como hemos visto— el deudor no pierde la propiedad de sus bienes416. Respecto a la posibilidad del deudor de evitar la venta de los bienes recordemos que el Digesto menciona que debe defenderse (se defendere, defendendo se) mientras que el Código se refiere a que debe estar dispuesto a pagar la cantidad debida. Pese a la vaguedad de la expresión utilizada por el Digesto, Voron apunta que la situación será diferente según la categoría de acreedor de que se trate. Así en C. 7, 71, 2 se contempla el caso de un deudor condenado por lo que la única forma de evitar la venta de los bienes cedidos es mediante la satisfacción a los acreedores, ya que no le queda otra posibilidad de defenderse y el mismo tratamiento se aplicaría en relación a los acreedores que disponen de un título ejecutivo. Por su parte, los restantes tendrían idénticos derechos y acciones que antes de producirse la cesión de bienes417. Por otra parte, todos los acreedores posibles beneficiarios de la cessio bonorum pueden tomar 415 Argumenta Voron que la situación inicial de los acreedores es la imposibilidad de cobrar sus créditos y la cesión les abre una puerta a la satisfacción de los mismos, ya que el abandono de su patrimonio hecho por el deudor, previo a cualquier condena y ante el temor de verse excluido por su posible mala fe, permite a los acreedores una ejecución rápida y probablemente ventajosa al proyectarse sobre unos bienes aún existentes que podían perfectamente haber sido dilapidados o malgastados habida cuenta de la situación del deudor. Del mismo modo, si la cesión tiene lugar después de un juicio permitirá eludir los plazos que debían preceder la ejecución y les protegerá de todas las medidas dilatorias a disposición del deudor propias de la bonorum venditio. Por tanto, para Voron la cesión no supone un mandato de venta en lugar del deudor sino más bien una simple dispensa de ciertas formalidades contradiciendo su en este punto planteamiento inicial (De la cession de biens en droit romain, pp. 57-58). 416 D. 42, 3, 3 (Ulp. 58 ad ed.), D. 42, 3, 5 (Paul. 56 ad ed.) y C. 7, 71, 2. 417 De la cession de biens en droit romain, pp. 58-59. - 198 - MENU SALIR parte en el concurso, incluso cuando el deudor no ha hecho la cesión más que a uno de ellos418. Otro de los efectos (ya referido) de la cesión de bienes —tal vez el principal— es evitar la prisión al deudor419. La privación de libertad ha estado siempre presente en la legislación concursal romana y, según vimos, a partir de la Lex Poetelia se trata de mejorar la situación del insolvente encarcelado prohibiendo su tratamiento como esclavo sometido a trabajos forzosos y mediante la interdicción de las prisiones privadas. Algunos autores sostienen que el apremio personal sólo podía ser acordado subsidiariamente a la venta de los bienes en caso de insuficiencia de los mismos. Sin embargo, otros consideran que al no existir ninguna derogación expresa en las fuentes romanas de la regla que hacía de la ejecución personal el modo principal, se permitía a los acreedores elegir entre los dos modos de ejecución: la personal o la patrimonial420. Además no es sostenible que sea sólo, partir de la Constitución del Emperador Alejandro (C. 7, 71, 1), cuando se reconoce este favor por lo que con carácter previo el apremio corporal habría tenido lugar siempre contra el deudor ya que entonces la sustracción de la persecución personal establecida por la Ley Poetelia para aquellos deudores de buena fe no tendría mucho sentido. De otro lado, de la interpretación de la norma parece deducirse, no una innovación, sino más bien un intento de zanjar dificultades relativas al hecho de que el que hace cesión de bienes no se libera hasta que no haya satisfecho la totalidad421. Por nuestra parte entendemos que el non sunt liberati no va referido al deudor en sentido físico sino al carácter pro solvendo y no pro soluto de la cesión de bienes porque la norma a continuación señala que el beneficio auténtico de la cesión va referido a que 418 D. 42, 5, 12, pr. (Paul. 59 ad ed.); Lucien Guenoun, La cessio bonorum, p. 63. 419 «Qui bonis cesserint, nisi solidum creditor receperit, non sint liberati. In eo enim tantum hoc beneficium eis prodest, ne iudicati detrahantur in carcerem» (C. 7, 71, 1). Ha advertido Cuq en su Manuel des institutions juridiques des romains, que «le débiteur est conduit devant le magistrat, puis attribué au demandeur, qui est autorisé à l’emmener, ou à l’enfermer dans une prison privée jusqu’à ce qu’il ait payé ou désintéressé son créancier par le produit de son travail» (p. 901). Sobre este efecto, S. Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 166. 420 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, pp. 60-61. 421 De la cession de biens en droit romain, pp. 60-61. - 199 - MENU SALIR el deudor pueda evitar la prisión. Otra cuestión es si el deudor podía hacer uso del beneficio cuando ya había sido encarcelado o cuando el envío a prisión era inminente, concluyendo Guenoun al respecto que en la época clásica no se dispone de ninguna información al respecto422. En el Bajo Imperio la evitación de la prisión seguía siendo la principal ventaja de la cesión ya que la ejecución personal seguía existiendo. Aunque una Constitución del año 388 suprime las prisiones privadas423, el apremio corporal tendría lugar en prisiones públicas424. Finalmente nos queda por analizar el denominado beneficium competentiae425. El deudor cedente no puede ser nuevamente ejecutado salvo 422 423 La cessio bonorum, p. 66. «IMPPP. VAL(ENTINI)ANUS, THEOD(OSIUS) ET ARCAD(IUS) AAA. ERYTHRIO PRAEF(ECTO) AUGUSTALI. Si quis posthac reum privato carceri destinarit, reus maiestatis habeatur. DAT. PRID. KAL. MAI. THESSAL(ONICAE) THEOD(OSIO) A. II ET CYNEGIO V. C. CONSS.» (C. Th. 9, 11, 1). 424 Lucien Guenoun, en La cessio bonorum, pp. 91-92, indica que la prisión privada siguió utilizándose, particularmente en Egipto, para perseguir los créditos y una Constitución de Zenón del año 486 (C. 9, 5, 1) volvería a prohibirlas. Al respecto indica E. Cuq que, a partir de Teodosio, sólo el magistrado podía enviar a prisión a un ciudadano y si algún acreedor usurpaba esta prerrogativa estaría cometiendo un delito de lesa magestad. Pese a ello el encarcelamiento se seguía practicando porque los magistrados no se atrevían a actuar contra los más poderosos. Por esta razón Zenón intentaría renovar esta norma extendiendo las penas a los magistrados que hubiesen permitido su violación. Justiniano condenará a los acreedores a permanecer en prisión pública el mismo tiempo que hubiesen tenido a su deudor en la privada (C. 9, 5, 2) (Manuel des institutions juridiques des romains, pp. 906-907). 425 Un completo estudio sobre este beneficio nos lo ofrece la tesis doctoral de Albert Levet, Le bénéfice de compétence, tesis doctoral, Université de Grenoble, Paris, 1927, XXX+292 pp. Se defendió el 25 de junio de 1927 ante un tribunal integrado por Regnault, profesor de Historia del Derecho quien actuaba en calidad de presidente, y los profesores de derecho romano y procedimiento civil respectivamente, Grandclaude y Légal. La aplicación de este beneficio al que cede sus bienes es desarrollado en pp. 212-214. Según Sergio Sotgia —que no cita a Levet y sin embargo parafrasea a Siro Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 171— este beneficio «aparece como complemento lógico de la cesión “ex lege Julia”, dado que no es cierto que fuera introducido por ésta» (La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, p. 11). Consultar también Louis-Adrien-Gabriel Michaut, Ius Romanum: de cessione bonorum, p. 3; F. Von Woeb, “Personalexekution und cessio bonorum in römischen Reichsrecht”, en Zeitschrift der - 200 - MENU SALIR que le sobrevengan nuevos bienes de cierta entidad y siempre que le sea reservado lo necesario para vivir (beneficium competentiae)426, impidiéndose, por tanto, «que la ejecución realizara el patrimonio en su integridad»427. Esto aparece también reflejado en el Digesto428. Emmanuel Voron enfoca su estudio de este Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Romanistische Abteilung, 43 (1922), p. 527 y Otto Karlowa, Römische Rechtsgeschichte, vol. II, pp. 1410-1415. Paul Fréderic Girard recoge los diferentes supuestos en los que tenía lugar y, entre ellos, cuando hay cesión de bienes (Manuel élémentaire de droit français, p. 1051, nota 1). De interés son también las tesis doctorales de F. Casteil, Du bénéfice de compétence en droit romain, tesis doctoral, Université de Paris, Paris, 1885, 101 pp.; G. Saint Planzat, De l’exception “quod facere potest”, tesis doctoral, Université de Toulouse, Toulouse, 1893, 112 pp.; O. Gérard, De l’exception “de eo quod facere potest”, tesis doctoral, Université de Paris, Corbeil, 1886, 60 pp.; A. Dobriceanu, De l’exception “quod facere potest”, tesis doctoral, Université de Paris, Paris, 1881, 53 pp. y Z. Fière, Du bénéfice de compétence ou exception “quod facere potest”, tesis doctoral, Université de Paris, Paris, 1881, 75 pp. 426 «Is, qui bonis cessit, si quid postea adquisierit, in quantum facere potest, convenitur. Sabinus et Cassius putabant eum, qui bonis cessit ne quidem ab aliis, quibus debet, posse inquietari» (D. 42, 3, 4 [Ulp. 59 ad ed.]). Sobre la excepción id in quod facere potest y los supuestos en los que tiene lugar, ver C. Accarias, Précis de droit romain, vol. II, pp. 1124-1133. Parte, en su explicación, de que toda condena judicial debe medirse en base al derecho del demandante. Como excepción, hay ciertas personas que no van a ser condenadas más que hasta donde alcanza su haber y dado que la insolvencia no es una causa de liberación, los textos apelan a un beneficio que se conoce doctrinalmente como beneficio de competencia que intenta evitar la prisión a la que se vería irremediablemente conducido el que, sin negar el derecho de su demandante, no puede hacer efectiva la condena. El acreedor renunciaría a utilizar las vías de ejecución personales (p. 1125). Entre los casos en los que se puede oponer esta excepción recoge el del deudor que cede sus bienes a los acreedores (p. 1128). 427 F. J. Orduña Moreno, La insolvencia, Valencia, 1994, p. 79, nota 61. En torno a la necesidad de que la cesión se proyectara o no sobre la totalidad del patrimonio ya nos hemos pronunciado anteriormente. Diferente es el hecho de que con independencia de que hubiese que ceder todos los bienes, la ejecución se limitara a una parte de los mismos. 428 «Qui bonis suis cessit, si modicum aliquid post bona sua vendita adquisivit, iterum bona eius non veneunt. unde ergo modum hunc aestimabimus, utrum ex quantitate eius quod adquisitum est an vero ex qualitate? et putem ex quantitate id aestimandum esse eius quod quaesiit, dummodo illud sciamus, si quid misericordiae causa ei fuerit relictum, puta menstruum vel annuum alimentorum nomine, non oportere propter hoc bona eius iterato venundari: nec enim fraudandus est alimentis cottidianis. idem et si usus fructus ei sit concessus vel legatus, ex quo tantum - 201 - MENU SALIR beneficio desde el, ya aludido, carácter pro solvendo de la cesión, es decir, desde la perspectiva no liberatoria respecto al deudor que continúa obligado por la parte de deuda no satisfecha. En nuestro derecho actual, como veremos en páginas posteriores, la cesión de bienes no libera al deudor de la totalidad de su deuda, sino sólo hasta donde alcance el importe líquido de los bienes cedidos429. Según hemos indicado, el deudor que realiza la cessio bonorum tampoco se libera de su deuda hasta que el acreedor haya cobrado la totalidad de lo que le debía430 y consecuentemente siempre existe la posibilidad de que los créditos no satisfechos le sean nuevamente reclamados quedando protegido con el antedicho beneficio y de ahí la utilidad del mismo431. El segundo punto de mira de Voron es la aparente contradicción entre D. 42, 8, 25 7 (Ven. 6 de interd.), que señala que no se concede ninguna acción ex ante gesto contra el deudor tras la venta de los bienes respecto a lo hecho con anterioridad, por lo que éste quedaría liberado, y Gayo, 2, 155 donde se permiten nuevas persecuciones sobre bienes adquiridos con posterioridad432. El intento de conciliación pasa por negar a los acreedores toda acción que no hayan ejercitado con anterioridad a la venta sobre derechos anteriores no deducidos ex ante gesto y permitirles cualquier otra respecto a los bienes adquiridos por el deudor percipitur, quantum ei alimentorum nomine satis est» (D. 42, 3, 6 [Ulp. 64 ad ed.]). Ver también D. 42, 3, 4 y 7 y Institutiones 4, 6, 10. 429 430 Código Civil [1889], art. 1175. C. 7, 71, 1. En el Digesto también se recoge esta idea: «Si debitoris bona venierint, postulantibus creditoribus permittitur rursum eiusdem debitoris bona distrahi, donec suum consequantur, si tales tamen facultates adquisitae sunt debitori, quibus praetor moveri possit» (D. 42, 3, 7 [Modest. 3 Pand.]). 431 Tampoco aporta nada demasiado nuevo Georges Bonnans al señalar que la cesión no es suficiente por sí sola para liberar al deudor si éste no ha satisfecho íntegramente sus deudas. La glosa que Denis Godefroy hace a D. 42, 3, 4 (Ulp. 59 ad ed.) le sirve de apoyo a sus consideraciones sobre la inextinción de las obligaciones civiles. En tanto que el deudor adquiere nuevos bienes para afrontar el pago de aquellas deudas a las que no alcanzó la liquidación hecha tras la cesión puede oponer a sus acreedores la excepción nisi bonis cesserit. Nada comenta en cuanto al beneficium competentiae (Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, p. 47). - 202 - MENU SALIR con posterioridad sobre derechos determinados de nuevo. Sin embargo, Voron estima que esto supone una cierta confusión entre la venta precedida de cesión y la bonorum venditio en sentido estricto. Apunta que hay un sector de la doctrina alemana, como G. W. Zimmern433, que distingue la excepción in id quod facere potest del beneficio de competencia en el sentido de que la primera supone un límite a la condena extinguiendo la deuda por el resto, mientras que el segundo prohibiría la ejecución sobre la parte del patrimonio de deudor que éste necesita para vivir, permitiéndola sobre el resto, sin extinguir la deuda no satisfecha, aunque estas diferencias acabarán desapareciendo al menos en cuanto al efecto liberatorio. Sin embargo, Voron considera que no tiene mucho sentido establecer distinciones donde el derecho romano no lo hizo y la prueba estaría en que ni siquiera se recoge la expresión beneficium competentiae434. Tampoco se muestra partidario Guenoun del aludido intento de conciliación en el sentido de negar las acciones ex ante gesto y permitir la persecución inmediata sobre los bienes nuevamente adquiridos, por cuanto no se aplicaría más que a los acreedores provistos de un título ejecutivo (judicatum o confessio in iure). Al respecto estima preferible seguir la interpretación de Lenel435. Continúa Voron preguntándose si habría una excepción sobre la acción 432 De la cession de biens en droit romain, pp. 65-66. Sobre la contradicción, Guenoun, La cessio bonorum, pp. 70-71, nota 1. 433 Es autor de una importante obra de conjunto, Geschichte des römisch. Privatrechts bis Iustinian, 3 vols., Heidelberg, 1826-1829. El tercer tomo está dedicado al derecho procesal civil. 434 De la cession de biens en droit romain, pp. 67-68. Tampoco S. Sotgia distingue entre ambos (La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, p. 11). 435 La cessio bonorum, pp. 70-71 en nota. Ver Lenel, Das Edictum, trad. francesa de F. Peltier, vol. II, p. 171. Recuerda Lenel que la bonorum venditio tenía como consecuencia hacer perder al deudor todas las acciones nacidas de contratos anteriores, pero no le protegía de las acciones ex ante gesto. Por el contrario los textos presentan como un privilegio para el deudor que hace la cesión de bienes el que sólo pueda ser perseguido ex ante gesto sólo in quantum facere potest. En D. 42, 8, 25, 7, según Mela, la acción nacida de una alienación llevada a cabo en fraude de acreedores sólo era posible frente a terceros y no frente al defraudador. Para Lenel, Mela rechaza la acción porque no produciría efectos y, precisamente por ello, Venuleyo invoca la opinión contraria argumentando que: «praetor non tam emolumentum actionis intueri videtur in eo, qui exutus est bonis, quam poenam». - 203 - MENU SALIR y otra sobre la ejecución para lo cual compara dos textos de Paulo: D. 42, 1, 19, 1 (Paul. 6 Plaut.) y D. 50, 17, 173, pr. (Paul. 6 Plaut.)436. Del estudio comparativo — basado en la interpretación de las expresiones nec extorquendum est y non totum extorquendum— concluye que de la excepción id in quod facere potest no resulta para el deudor la ventaja de ver paralizada la ejecución sino solamente de ser condenado a la suma fijada tras la estimación de su patrimonio y la condena debe hacerse en el caso que nos ocupa teniendo en cuenta lo que pueden pagar a fin de que no se vean privados de todo recurso. Esto se confirma con D. 42, 1, 30 (Pomp. 7 var. lect.). Dicha apreciación debía ser efectuada por el juez en la época formularia y por el magistrado durante el procedimiento extraordinario, durante el juicio y no en la litis contestatio teniendo en cuenta los cambios que pueda experimentar el patrimonio en este intervalo437 y el cálculo del activo se haría sin deducir las deudas438, añadiendo los bienes perdidos dolosamente siempre que no se trate de un dolo de entidad suficiente como para rechazar la excepción439. Por su parte, Sergio Sotgia simplifica la cuestión y mantiene, siguiendo a Solazzi, que en el Derecho clásico los acreedores podían reclamar la parte de la deuda no satisfecha sólo cuando el deudor adquiría nuevos bienes una vez llevada a cabo la bonorum venditio, mientras que en el «Derecho justinianeo este derecho de los acreedores quedaba subordinado a la efectiva adquisición de considerables bienes, es decir a la adquisición de un “idoneum emolumentum” de tal entidad que fuera susceptible de 436 De la cession de biens en droit romain, p. 68. Guenoun apunta que el texto D. 50, 17, 173 (Paul. 6 ad Plaut.) ha sido interpolado, extendiendo los compiladores a todos los casos el beneficio de competencia que Paulo sólo refería al donante contra el que se dirigía una acción en pago de la donación (La cessio bonorum, p. 76, nota 2). 437 C. Accarias, Précis de droit romain, p. 1129. 438 E. Voron, De la cession de biens en droit romain, p. 69. C. Accarias, Précis de droit romain, p. 1129. Recoge Guenoun la opinión de cierto sector que apunta que el beneficio de competencia, en el derecho justinianeo, implicaba, en cuanto a la condena, el derecho a no ser condenado más allá del montante de los bienes y en cuanto a la ejecución el derecho a reservar lo necesario para vivir. Según Guenoun esta idea carece de validez al contrastarla con D. 50, 17, 173, pr. (La cessio bonorum, p. 95, en nota). 439 C. Accarias, Précis de droit romain, p. 1129, nota 3. - 204 - MENU SALIR dar lugar a hacer presumible a favor de los acreedores una acción ventajosa»440. Para Accarias la excepción id in quod facere potest no excede nunca del activo bruto del deudor pero puede agotarlo salvo en dos hipótesis, de un lado el del cedente que no podría ser objeto de nuevas persecuciones hasta que los nuevos recursos adquiridos tengan cierta entidad y vayan más allá de lo necesario para satisfacer las exigencias de la vida cotidiana y el del donante cuyo acto de liberalidad nunca puede dejarlo en la miseria441. Es obvio que el beneficio de competencia podía oponerse a todos los acreedores que habían tomado parte del concurso. Más problemático es establecer si era oponible a los posteriores. Las opiniones al respecto son variadas y contradictorias. Los que contestan afirmativamente se basan en D. 42, 3, 4, 1 donde se indica que el que hizo cesión de bienes no debía ser inquietado por otros acreedores. Según Voron esto no es del todo exacto ya que la expresión ne quidem ab aliis puede referirse más que a los acreedores posteriores a los que no se ha dirigido la cesión a aquellos anteriores que no han hecho valer sus derechos durante el procedimiento. Caso distinto sería el de una cesión contractual donde los acreedores en virtud de lo acordado no podrían perseguir más al deudor (C. 7, 72, 3). Ahora bien, lógicamente si el deudor se obligaba con posterioridad a la cesión se podrían dirigir nuevas acciones contra el mismo ya que la cesión es un beneficio acordado en virtud de una situación determinada y si ésta cambia dejará de ser aplicable442. En otro orden de cosas, el beneficio de competencia tendría como efecto principal hacer durar las ventajas proporcionadas por la cesión y ello porque si, una vez cedidos sus bienes y tras la venta de los mismos, el deudor, que había logrado evitar la infamia y la prisión, era objeto de nuevas persecuciones perdería todos los beneficios ya que no podría volver a acudir a la cesión por carecer de bienes que ceder. Por ello la excepción id in quod facere potest le permite sustraerse a la persecución de los acreedores. Como segundo efecto, el beneficio de competencia garantizaría al deudor aquello que necesita para vivir, porque, de lo 440 La cesión de bienes, trad. castellana y notas de G. Gambon Alix, p. 11. Ver S. Solazzi, Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, p. 177. 441 C. Accarias, Précis de droit romain, pp. 1130-1131. - 205 - MENU SALIR contrario, podría quedar condenado a una situación de pobreza perpetua dado que obviamente existe la posibilidad de que adquiera nuevos bienes y si estuviese obligado a cederlos continuamente para evitar la cárcel y la infamia nunca saldría de la miseria más absoluta. Por tanto, el deudor cedente que adquiere nuevo patrimonio sólo puede ser demandado por aquello que pueda satisfacer hecha deducción de lo que necesite para vivir443. En base a todo lo anterior, resulta lógico que sólo pueda oponer la señalada excepción el deudor de buena fe. En cuanto a la valoración de los bienes para determinar la cuantía concreta a ejecutar se preguntaba Ulpiano si había de considerarse la cantidad o la calidad de lo nuevamente adquirido respondiendo —en términos poco precisos— en el sentido de que la apreciación debía tomar en consideración la cuantía444. Siguiendo a Bartolo, apunta Voron que se tendrá en cuenta la ganancia efectivamente obtenida, es decir que habrá que apreciar no el valor intrínseco sino, más bien, el provecho conseguido. En todo caso lo que sí resulta claro de la norma es que si una pensión anual o vitalicia le ha sido dejada al deudor en concepto de alimento o bien se le ha legado un usufructo y la ganancia no excede de lo que es básico para cubrir las necesidades cotidianas no habrá causa suficiente para proceder a una nueva ejecución445. La forma de evitar nuevas persecuciones del deudor hasta tanto no haya adquirido bienes en cantidad suficiente se hacía efectiva a través de la excepción nisi bonis cesserit446 que al 442 De la cession de biens en droit romain, pp. 69-70. En igual sentido Guenoun, La cessio bonorum, p. 74, nota 1. 443 Se trata simplemente de lo recogido en D. 42, 3, 4 y 6. Ver además las diferencias entre ambas instituciones referidas por Voron, De la cession de biens en droit romain, en pp. 71 y 72 y en las que no vamos a entrar dado que contemplamos el beneficio de competencia como efecto de la cesión y no como institución independiente. 444 D. 42, 3, 6 (Ulp. 64 ad ed.). 445 De la cession de biens en droit romain, p. 73. 446 «Ecce enim debitor si bonis suis cesserit et cum eo creditor experiatur, defenditur per exceptionem “nisi bonis cesserit”: sed haec exceptio fideiussoribus non datur, scilicet ideo quia, qui alios pro debitore obligat, hoc maxime prospicit, ut, cum facultatibus lapsus fuerit debitor, possit ab his quos pro eo obligavit suum consequi» (Institutiones, 4, 14, 4). Según C. Accarias, esta excepción protege al deudor que cede sus bienes frente a toda persecución en tanto no se produzcan nuevas adquisiciones y no tiene necesidad de la excepción in id quod facere potest que - 206 - MENU SALIR parecer sólo podía hacerla valer frente a acciones nacidas del judicatum o de la confessio in iure447. De otra parte, cuando una nueva venta era posible, el cedente disponía respecto a las acciones ex ante gesto del beneficio de competencia448. Por último, efectuaremos un repaso a la cesión llevada a cabo para evitar las funciones municipales. Estos cargos eran ocupados por los que poseían una cierta fortuna, de modo que era frecuente que los que tenían una situación económica desahogada cediesen sus bienes para eludir dichos cargos. El problema está en determinar si en estos supuestos tenía lugar una verdadera transmisisón del dominio, lo cual no encajaría demasiado bien con la cesión propiamente dicha. Este recurso a la cesión sería prohibido por los emperadores Honorio y Arcadio y, tras algunas vicisitudes, Justiniano reprodujo esta disposición prohibiendo totalmente desertar de la curia mediante el completo abandono de los bienes449. Según Voron en C. 7, 71, 6 —suponemos que por error alude a la ley 6 y no a la 5 que es la que, en realidad, regula la materia a la que se refiere— se reproduce la anterior ley 12 y la cesión prohibida constituye una transmisión de bienes en plena propiedad a la curia o a un individuo encargado de figurar en el lugar del cedente. Sin embargo, le resulta dudoso que los compiladores hayan podido confundir este abandono con la cesión de bienes al incluirla en el mismo título por carecer de las mismas características y para no imputarle semejante descuido habla de una cesión aparente hecha a sus acreedores para simular una insolvencia y consecuentemente la imposibilidad de acceder a las funciones municipales y que estas argucias habrían sido prohibidas por los emperadores Diocleciano y Maximiniano. No obstante, Voron aclara que su sólo tendrá sentido cuando estas adquisiciones tengan lugar. Son razones humanitarias y de estricta lógica las que imponen esta regla ya que en caso contrario el deudor perdería los beneficios derivados de la cesión, en concreto su libertad personal (Précis de droit romain, vol. 2, p. 1128). 447 Guenoun, La cessio bonorum, pp. 71-73 en nota, siguiendo a Wlassak, “Cessio bonorum”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, III/2, col. 1999. Los argumentos contrarios son expuestos por S. Solazzi, en Il concorso dei creditori nel diritto romano, vol. IV, pp. 172-173. 448 La cessio bonorum, pp. 74-77. Ver opiniones a favor de conceder este beneficio a los acreedores posteriores a la cesión y la negativa de Guenoun en pp. 74-75, en nota 1. - 207 - MENU SALIR conclusión es una simple conjetura que no ha encontrado apoyo en ninguna norma450. Nosotros somos partidarios de considerar que lo que se recoge en C. 7, 71, 5 no es una cesión de bienes en el sentido en que hemos contemplado la institución y que la norma ha sido incluida en el título de la cesión por las similitudes formales con la misma451. Plantea algún autor la posibilidad de que un acreedor que hubiere alcanzado la condena del deudor mediante un procedimiento ejecutivo, podía recurrir a la cesión de bienes mediante una denegación o excepción de la acción civil solicitada al Pretor, y que en el Decretum Caesaris se admite esa posibilidad. El tema se centraba en el momento procesal oportuno de la cessio bonorum. El problema partía de cuestionarse cómo tenía lugar la oferta en el seno del procedimiento ejecutivo, considerando el caso de que uno de los acreedores hubiese obtenido la condena del deudor y además se hubiese resuelto acudir a la vía ejecutiva intentando la actio iudicati. Así refiere que algunos autores indican que el deudor dispone tan sólo de dos remedios de carácter técnico para paralizar la iniciativa del acreedor, la exceptio y la denegatio actionis solicitada al pretor, haciendo referencia a lo dispuesto con carácter general en el Decretum Caesaris. Sin embargo, hay otros que habían propuesto otro remedio, en principio plausible: 1º) Que el pretor hubiese previsto en el edicto la circunstancia por la cual podría ser concedida una excepción en el supuesto aludido y 2º) Que el Decretum Caesaris contuviese una prohibición expresa de conceder acciones en dicho sentido. De este modo, la cuestión quedaba centrada en si la posibilidad del pretor de conceder excepciones se limitaba exclusivamente a que estuviese previsto en el edicto anual, concluyéndose de forma tajante que la doctrina común reconoce que el magistrado podía conceder cualquier excepción al hilo del procedimiento particular452. 449 C. 1, 3, 12. 450 De la cession de biens en droit romain, pp. 74-75. 451 «Propter honorem municipalem vel munus bonis cedentium invidiosam admitti cessionem minime convenit, sed his obnoxios pro modo substantiae fungi» (C. 7, 71, 5). 452 Vincenzo Giuffrè, “Sulla cessio bonorum ex decreto Caesaris”, en Labeo, 30 (1984), pp. 90- 93. Discrepa Vincenzo Giuffrè de Paolo Pinna Parpaglia, “La lex Iulia de pecuniis mutuis e - 208 - MENU SALIR En cuanto a la realidad de la utilización de la cesión ha afirmado Edouard Cuq, siguiendo a A. Segrè, que la cesión de bienes se aplicó en Egipto, y ya «desde el año 5 a. J. C., la cláusula ejecutoria se pone en relación con la Ley Julia»453. Otro tema diferente es el relativo a la prohibición contenida en el Digesto de enajenar los bienes que se encuentren en controversia o sobre los que exista cualquier tipo de conflicto454 con que cual se trata de garantizar su conservación l’opposizione di Celio”, en Labeo, 22 (1976), pp. 30-37. Recogiendo la idea de Pinna Parpaglia, precisa Giuffrè que dicho autor admite esta posibilidad con tal «1) Che il pretore avesse già previsto nel suo editto le circostanze, in base alle quali potesse essere concessa una exceptio nel senso ipotizzato; 2) che nel decretum Caesaris si esprimesse un esplicito divieto di concedere actiones nel medesimo senso» (p. 90), pero Giuffrè que parece distanciarse de su oponente doctrinal, luego da la impresión de terminar aceptando parcialmente algunos de sus puntos de vista: «Sciolte cosí le riserve del Pinna Parpaglia, è vero perciò quanto egli ha affermato, giocando dialetticamente (non dico capziosamente) sulla fiducia riposta nelle sue osservazioni, vale a dire la “fondatezza” della ipotesi del ricorso all’exceptio e alla denegatio actionis per indurre il creditore ad acconciarsi alla nomina di “arbitri” ai fini dell’attuazione della cessio bonorum proposta? Non mi illudo. Mi limito a constatare soltanto che le obiezioni dell’amico contradditore non sono atte provarne l’infondatezza» (p. 92). Volverá a referir este enfrentamiento en “A margine di tre scritti recenti”, en Labeo 27 (1981), pp. 253-258, en concreto p. 254, donde comenta el trabajo de Maria Pia Piazza, “Tabulae novae: osservazioni sul problema dei debiti negli ultimi decenni della repubblica” realizado con motivo del II Seminario romanístico de Gargnano organizado por el Istituto di Diritto Romano de la Universidad de Milán los días 12-14 de junio de 1978, publicado en Milano, 1980. Recoge algunas ideas de Piazza como la relativa al carácter novedoso del procedimiento ejecutivo introducido por César como anticipo de la cessio bonorum. Maria Pia Piazza introducía su trabajo efectuando algunas someras referencias a la manus iniectio y a la Lex Poetelia (pp. 47-48), aunque mayor interés revisten sus precisiones finales relativas a la missio in bona, a la cessio bonorum o a la posibilidad de una ejecución sobre bienes singulares como resultado de la evolución del procedimiento ejecutivo romano tendente a evitar al deudor la ejecución personal y la infamia (pp. 106-107). 453 Edouard Cuq, Manuel des institutions juridiques des romains, p. 927, nº 901. 454 «Res, quae in controversia sunt, non debent a procuratore Caesaris distrahi, sed differenda est eorum venditio, ut divus quoque Severus et Antoninus rescripserunt, et defuncto maiestatis reo, parato herede purgare innocentiam mortui, distractionem bonorum suspendi iusserunt, et - 209 - MENU SALIR mientras se resuelve el concreto problema por el que se ven afectados para evitar las consecuencias nefastas que podrían deducirse de una pérdida de los bienes como resultado de una decisión vinculante al respecto. Sería aplicable una vez efectuada la cesión, antes de la venta, si surge algún problema. generaliter prohibuerunt, rem distrahi a procuratore, quae esset in controversia» (D. 49, 14, 22 [Marc. libr. sing. de delat.]). - 210 - MENU SALIR 3. HISTORIA EXTERNA E INTERNA DE LA CESIÓN DE BIENES EN LOS DERECHOS PENINSULARES El Liber Iudiciorum IV, 3, 4 contiene una ley que habla de la cesión, aunque no parece referirse, en este caso, a la cesión de bienes, ya que lo que contempla este texto legal es una fuerte intervención judicial en el caso de la tutela, que exige al tutor una rendición de cuentas ante el juez, manifestada en un principio publicístico, también propia del derecho franco. La misma intervención judicial se observa en el propio texto del Liber V, 6, 51. Se trata de una ley de Chindasvinto que incide en que el pago de las deudas tenga lugar ante el juez y corresponde a éste recibir las cantidades y llevar a cabo el pago a los diferentes acreedores según el orden de prelación establecido (suponemos que si hubiese cesión de los bienes en lugar de abono del importe líquido, sería también el juez el encargado de vender los bienes, aunque nada se precisa al respecto). Tampoco parecen referirse a la cesión de bienes en sentido estricto otras leyes del mismo cuerpo legal, II, 5, 15; V, 6, 6; VII, 2, 19 ó VII, 5, 82. Hay otra Ley de Chindasvinto3, que prohibe que alguien pignore la 1 «Si una persona plurimis rea vel debitrix maneat, qui prior in petitione precesserit et aut per placitum aut per probationem sive professionem eius eum sibi reum vel debitorem esse docuerit, ipsi nihilhominus aut iuxta qualitatem debiti satisfacere conpellendus est, vel damnandus a iudice. Quod si, quibus reus vel debitor manet, uno eodemque tempore contra eum agere ceperint, secundum quantitatem debiti vel reatus aut reddat omnibus, aut omnibus addicendus est serviturus. Querere tamen a iudice ad liquidum oportebit, cui magis reus vel debitor maneat, ut ipsi maiorem partem reddi precipiat; et de reliquo, quod de facultate rei vel debitoris remanserit, quantum reddatur ceteris iudex ipse manifeste perpendat. Certe si non fuerit, unde conpositio exolvi debeat, cum id saltim, quod videtur habere, pro debito vel reatu perpetim serviturum iudex petentibus tradere non desistat» (Liber Iudiciorum, V, 6, 5). En la Lex Romana Visigothorum se recoge una ley del Código Teodosiano relativa a la cesión de bienes, 4, 18, 1 (ya fue comentada en el capítulo correspondiente, C. Th., 4, 20, 1). Ver Haenel, ed. de Lex Romana Visigothorum, reed. anastática, Aalen, 1962, pp. 126-127. 2 Sobre las leyes del Liber relativas a la prisión por deudas, a la protección que concede al deudor la Iglesia por su carácter sagrado, ver Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 254256 [este trabajo ha sido también incluido en el vol. IV de sus Obras Completas, editado por el Centro - 211 - MENU SALIR totalidad de sus bienes y su persona para garantizar el cumplimiento de una obligación, siempre que se trate de una sola deuda. Para algunos esto implicaba la abolición de la servidumbre contractual por motivo de deuda, pero otros consideran que tan sólo prohibe la promesa de servidumbre junto a la entrega de todos los bienes para el caso de incumplimiento de un contrato y no, con carácter general, la esclavitud contractual. De todas formas, la pérdida de libertad en caso de incumplimiento solía ser temporal, hasta el pago y normalmente la sanción consistía en el abono del doble de la cantidad4. El tratamiento es distinto si hay varias deudas, según se recoge en Liber Iudiciorum, V, 6, 55. Resulta obligado comenzar con una reflexión sobre la norma que nos interesa empleando la versión castellana de la forma conocida como Vulgata del Liber o Fuero Juzgo6 —en concreto V, 6, 57—. Según esta ley, el deudor pasaba a ser siervo de sus acreedores, en el caso de que no les satisfaciere los créditos que contra él tuviesen dentro de un tiempo determinado con lo cual se volvió, en cierto de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, pp. 2727-2884]. 3 Liber Iudiciorum, II, 5, 8. Para Tomás y Valiente «a Chindasvinto no le parece justo que por una sola deuda quede vinculada la persona del deudor, ni siquiera todos sus bienes», por ello en estos casos no cabría la prisión y «la responsabilidad personal queda tajantemente prohibida» [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 257]. 4 Ver Karl Zeumer, Historia de la legislación visigoda, trad. castellana de Carlos Clavería, Barcelona, 1944, pp. 202-204. 5 Argumenta Tomás y Valiente que la diferencia entre ambas leyes puede encontrarse en la presunción de un ánimo fraudulento en la existencia de varios acreedores. Resume en cuatro características la responsabilidad personal del deudor con arreglo a las leyes de Chindasvinto: subsidiariedad, pluralidad de acreedores, servidumbre y carácter perpetuo de ésta [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 269]. 6 7 Empleamos la edición de la Real Academia Española de 1815. «Si algún omne es culpado de muchas debdas o de muchas culpas, aquel omne que primeramientre ge lo demandare, o mostrare o por iuyzio, o por prueva, o por su confesión, a aquél deve primeramientre fazer paga. E si vinieren muchos demandadores de so uno, deve fazer paga a cada uno segund quel deve; e si non, sea siervo de todos, hy el Juez deve saber a quién devie más, o a quién menos; e segund aquelo faga pagar a cada uno, e daquello que fincar faga, pagar a los otros cuemo viere. E si non oviere onde pague a los otros debdores, deve seer siervo daquellos por la debda» (Fuero Juzgo, V, 6, 5). - 212 - MENU SALIR modo, al rigor y a la dureza de normas anteriores. Se trata de una posible «redención de la responsabilidad del deudor a través de la prestación de sus servicios, quedando de esta forma como siervo de los acreedores ejecutantes»8, aunque para otros la norma es un reflejo de la existencia en la época visigoda de la prisión por deudas9. Establece que, aún en el caso de tener muchas deudas, debe satisfacer a cualquier acreedor que le demande en juicio, siendo obligación del juez conocer las cantidades que adeuda a cada uno, para que si se presentan todos los acreedores ordene el pago a prorrata, disponiendo para el supuesto de insolvencia el que se convierta en siervo de todos ellos. Nos encontramos con un sistema judicial y una primitiva prelación de créditos basada en el principio prior tempore, potior iure; aquél, que primero demanda es el primero que debe cobrar. Si demandan varios —y, en base a lo anterior, entiéndase que al mismo tiempo— es el juez el que debe averiguar la cantidad que se debe a cada uno, atendiéndose a la cuantía de créditos, cobrándose primero los mayores, y pagándose al resto con lo que quede hasta donde alcance. El derecho a cobrar, según se deduce del texto, surge de la presentación de la demanda, de ahí el carácter claramente judicial que se refleja en esta primitiva fuente legal10. Sobre la regulación contenida en el Fuero Juzgo hay opiniones contradictorias de la doctrina11. De todos modos, no se regula 8 F. J. Orduña Moreno, La insolvencia, p. 80, nota 62. 9 Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 4. 10 En el Fuero de Brihuega, 111 el criterio es la fecha de constitución del crédito, aunque se pueden establecer excepciones en el sentido de primar a un acreedor posterior si es vecino de la localidad (Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 45-46). 11 Parte de esta controversia doctrinal, sobre todo entre Ramírez y Apodaca, la muestra Hernán Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 30, de la separata. Así Ramírez considera que este cuerpo legal no recoge la institución de la quiebra (La quiebra. Derecho concursal español. La quiebra, vol. I, 2ª ed., pp.108-109). Giménez Anzola concluye: «Ante esas autorizadas y contradictorias opiniones me atrevo a pensar que, vista la vigencia del derecho romano y su influencia preponderante aun bajo Eurico, Leovigildo y Recesvinto y el texto de la ley del Fuero Juzgo mencionada, es cierta la opinión de Apodaca y para la regulación detallada del concurso había que acudir al procedimiento de la cessio bonorum» (p. 30). Por su parte, Germán Gambón Alix en sus comentarios a la obra de Sotgia indica que «el Fuero Juzgo contempla la cesión de bienes como un - 213 - MENU SALIR expresamente la cesión sino más bien el problema del deudor moroso frente a una pluralidad de acreedores. Otro aspectos recogidos dentro del mismo título VI, De los pennos e de las debdas, y que no vamos a desarrollar por apartarse del núcleo de nuestra investigación, apuntan a las garantías de las deudas a plazo12 o a la transmisión mortis causa de los débitos siempre que queden perfectamente demostrados sin lugar a duda alguna y según si el deudor tuviese o no descendencia13. Si simplemente hubiese una deuda, se prohibe el sometimento personal al acreedor y el embargo de la totalidad del patrimonio castigándose el incumplimento de la obligación duplicando la cosa debida o incluso triplicando la cantidad si se trata de dinero14. medio o instrumento para eludir la ejecución recayente sobre la propia persona del deudor» (La cesión de bienes, trad. y notas G. Gambón Alix, p. 27). Para Alejandre la norma parece indicar que le deudor quedaría «vinculado a su acreedor para toda la vida, pero no aclara en qué forma ha de prestar su servicio» quedando este extremo «al arbitrio» de los acreedores, «pero en todo caso la perpetuidad de la prestación personal supone una medida excesiva, que no guarda proporción con las obligaciones del deudor a las que viene a sustituir», por este motivo concluye que el límite estaría, en todo caso, en la cuantía de la deuda (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 19). 12 Fuero Juzgo, V, 6, 3 y 4. 13 Fuero Juzgo, V, 6, 6. 14 Fuero Juzgo, II, 5, 8. Para Alejandre esta norma sería aplicable a las hipótesis en que el deudor no es insolvente de forma completa ya que, caso contrario, no ofrecería ninguna garantía al acreedor de que va a poder cobrar su deuda, poniendo en duda «la eficacia y la estricta observancia de esta disposición». Indica además que «la razón de que el trato al deudor de un solo acreedor sea distinto del que la ley dispensa al deudor de varios, puede ser debido al hecho de que en el segundo supuesto se trata de castigar la contumacia, pero también es posible que el legislador tenga especial interés en sancionar al deudor que se encuentra debiendo a varias personas por intuir o entender que en este caso existe en cierto modo una actividad económica o semicapitalista» (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 5-6). Sobre la finalidad preventiva de la prisión, por ejemplo en el Fuero de Brihuega, para asegurar la comparecencia en juicio, ver Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 277-278. No obvia que a veces también se contempla en este fuero la privación de libertad «en defecto de prendas reales y de fiador» y la ejecución forzosa del patrimonio del deudor si no paga en los plazos establecidos eliminando «la prisión personal de éste», es decir la prisión no aparece como medio para forzar al deudor a vender sus bienes y a pagar sino que directamente se interviene el patrimonio sin necesidad de prisión, que sólo se limitaría a los - 214 - MENU SALIR En la mayoría de nuestros fueros aparecen recogidos diversos preceptos relacionados con el incumplimiento de obligaciones por parte de un deudor y sus consecuencias. Casi todos prevén la prisión por deudas15 —normalmente en la misma casa del acreedor— conteniendo además disposiciones relativas a la exigencia de fianzas o a la concesión de esperas o moratorias en casos especiales, por ejemplo cuando el deudor se encuentra ausente por razones de negocios o está enfermo. Efectuaremos un repaso de los que hemos tenido acceso y observaremos como la cesión de bienes se muestra ausente en la práctica totalidad de los casos. En Aragón, el Fuero de Jaca del año 1064 recoge la prisión por deudas aplicable a cualquier deudor siempre que medie la intervención del merino real. La privación de libertad tendrá lugar en una prisión pública bajo custodia y el acreedor tiene la obligación de alimentar al deudor a los tres días de que se inicie el encarcelamiento, debiendo ser puesto en libertad en caso contrario16. casos en que el deudor careciese de bienes. Sería no la cárcel coactiva sino la prisión servidumbre (pp. 279-281). 15 Se apunta que la finalidad de esta prisión era servir de castigo al delincuente o por el contrario coaccionarle a que efectuase el pago con lo que implícitamente se estaría presumiendo la existencia de bienes ocultos o la posibilidad de llegar a obtenerlos (aunque sea por la bondad de terceros) o incluso asegurar su comparecencia en juicio con un carácter claramente preventivo (Juan Antonio Alejandre García, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 16-18). Aclara Tomás y Valiente que casi todos los fueros extensos o semiextensos suelen regular la prisión por deudas con detenimiento, guardando silencio absoluto al respecto los fueros de Calatayud, Guadalajara (de 1133), Madrid , Molina, Nájera y Salamanca, aunque sí aparece en el Fuero de Guadalajara, 83 (de 1219), dudando de que en la práctica no se aplicase en las restantes localidades [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 261-262]. 16 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 438-440. El texto de este fuero lo podemos consultar en Muñoz y Romero, Colección de Fueros Municipales y Cartas Pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, 1847, reed. anastática, Madrid, 1972, pp. 233238. Apunta Tomás y Valiente que en las Constituciones de Cortes de Huesca del año 1188 se contienen preceptos similares (pp. 440-441) y en cuanto a si pasan estos textos a redacciones posteriores, ver pp. 441-444. Para Alejandre es acertado el razonamiento de Tomás y Valiente relativo a que las Cortes de Huesca, más que una prisión, contemplaban «una forma de servidumbre como resarcimiento al acreedor» (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 22). - 215 - MENU SALIR El sentido meramente penal de la quiebra, distinta del castigo civil, se observa en el Fuero de Logroño de 109517 al exigirse fianza al deudor del señor y, caso que no pudiera ofrecerla se le condena a prisión y multa18. Se discrimina por razón de la vecindad del deudor, de modo que al vecino de la villa se le ofrece la posibilidad de fianza, mientras que al foráneo se le condena directamente a la cárcel19. Por tanto, la prisión por deudas aparece recogida en este Fuero con independencia del origen de la deuda y de si hay o no algún elemento delictivo, siempre que no se presente fiador, concediéndose al deudor la posibilidad de que encuentre uno efectuando la correspondiente petición por la villa. El Fuero de Miranda de Ebro20 recoge de forma explícita la prisión por deudas en caso de que no se presente por parte del deudor fianza21. 17 Hay algunos autores, como G. Martínez Díez, que atribuyen este Fuero al año 1092 aunque luego manifiesten dudas al respecto. Lo hace por referencia a las campañas bélicas del Cid y a la alianza que en 1092 concertó Alfonso VI con Génova y Pisa. También parecen seguirlo, en este sentido, Ana María Barrero y María Luz Alonso Martín quienes asignan, igualmente, la fecha de 1092. Isabel Murillo le otorga como fecha la del año 1093. Un planteamiento general sobre todos los problemas que el Fuero plantea puede verse en el Coloquio El Fuero de Logroño y su época, organizado por el Ayuntamiento de Logroño y la Universidad de la Rioja, los días 26 al 28 de abril de 1995. Barrero ha escrito “Los enigmas del Fuero de Logroño”, en El Fuero de Logroño, pp. 41-53, que resume con mayor profusión lo publicado en “El Fuero de Logroño”, en Historia de la ciudad de Logroño, Logroño, 1995, pp. 169-233. El padre Gonzalo Martínez Díez en “El Fuero de Logroño y la tradición jurídica riojana”, en El Fuero de Logroño, pp. 231-255 modifica algunas de las conclusiones a las que había llegado en su anterior y ya clásico artículo “Fueros de la Rioja”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XLIX (1979), pp. 411-417. En ninguno de los trabajos presentados al Congreso hay la más mínima mención a la cesión de bienes en el Fuero de Logroño. 18 «Et si illo senior habuerit rancura de alicuius homine istius ville demandet eis fidanza, et si non potuerit habere fidanza levet eum de uno caput ville ad alio, et postea fidanza si non invenerit, mittat eum in carcere, et quando exierit de illa carcere donet de carceratgo III medallas» (Fuero de Logroño, 24). Seguimos la edición crítica de Ana María Barrero (sin indicar la autoría de la misma en la versión impresa), Logroño, 1995. 19 «Et si illo senior habet rancura de homo de foris et non potuerit directo conplire mittat eum in carcere, et quando exierit de illa carcere non pectet de carceratgo nisi XIII dineros et medalla» (Fuero de Logroño, 25). 20 Fue concedido por Alfonso VI en el año 1099, confirmado por Alfonso VII, aumentado por Sancho III en 1157 y por Alfonso VIII en 1177 [Francisco Cantera Burgos, “Fuero de Miranda de Ebro”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XIV (1942-1943), pp. 461-462]. Este fuero sería - 216 - MENU SALIR Los Fueros de Borja y Zaragoza22 incluyen algunos artículos dedicados a la materia crediticia referente a fianzas, aplazamientos de deudas, reconocimiento de las mismas23 o deudas de clérigos24. Si el deudor niega su débito se le exige fianza aunque si no consigue probarlo se le duplicará la deuda25. Al margen no descubrimos ningún otro precepto de nuestro interés. Si examinamos el Fuero de Estella26, observamos que allí se establecen algunas precisiones relativas al deudor, más bien referidas a materia probatoria en caso de negar su deuda27 o a la prisión para el deudor en el supuesto de que no presente fianza suficiente y los correspondientes plazos para hacer efectiva su obligación28. La misma línea a la hora de exigir fianza es planteada por el Fuero de Guadalajara de 121929. Además limita temporalmente la obligación de dar alimentos también recogido por Tomás Muñoz y Romero, Colección de Fueros Municipales y Cartas Pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, pp. 344-353. 21 «Et si aliquis populator habuerit quaerelam de alio populatore, ostendat ei sigillum de sajone; et si trasnoctaverit sine fidejussore, pectet quinque solidos, et alia die ostendat ei alium sigillum; et si trasnoctaverit sine fidejussore, pectet alios quinque solidos, et merinus tradat eum coram alcalde: et det suos fidejussores quarelloso, populatores vel vicinos qui habeant casas et haereditates in villa quantum valeat praetium quaerellosi; et si noluerit fidejubere, portent eum de una parte villae usque ad aliam; et si non venerint fidejussores, ponatur in carcerem» (Fuero de Miranda de Ebro, 29; Muñoz y Romero, Colección de Fueros Municipales y Cartas Pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, p. 349). 22 El texto se sitúa entre los años 1144 y 1151 (Juan José Morales Gómez y Manuel José Pedraza García, eds. de Fueros de Borja y Zaragoza, Zaragoza, 1986, p. 7). 23 Fueros de Borja y Zaragoza, 16 y 35. 24 Fueros de Borja y Zaragoza, 108. 25 Fueros de Borja y Zaragoza, 35, in fine. 26 Se debe a Sancho el Sabio en el año 1164 y hay una segunda edición entre los años 1266-1269 [José María de Lacarra, “Fuero de Estella”, en Anuario de Historia del Derecho Español, IV (1927), pp. 404-405]. 27 Fuero de Estella, 19. 28 Fuero de Estella, 22. 29 Hayward Keniston, Fuero de Guadalajara (1219), New York, 1965. En particular, Fuero de Guadalajara, 109. En este fuero se castiga al deudor que afirma haber pagado su deuda faltando a la verdad con pena pecuniaria (Fuero de Guadalajara, 58). - 217 - MENU SALIR al preso por deudas derivadas de delito, hasta el punto de que transcurrido el plazo establecido se le debe dejar morir30. Introduciéndonos en el “Santo Reino” se descubre el Fuero de Sabiote31 que prohibe que el demandado por deudas salga de la villa y si es encontrado fuera será emplazado para que comparezca ante el juez en un plazo de tres días con el fin de que preste fianza suficiente32. La existencia de la prisión por deudas se deduce del mismo texto articulado estableciéndose que, si un fiador se encuentra en prisión por culpa del deudor y éste es hallado, debe ponerse en libertad al fiador y encarcelarse al deudor hasta que pague su deuda33. Aquí parece referirse al caso del que pretende eludir el cumplimiento de sus obligaciones. En la misma se señala un posible aplazamiento de nueve días en favor del deudor y si no concurre a término se duplicará su deuda incrementándose en un maravedí más por cada día que transcurra desde el vencimiento (se trata del cobro de unos intereses de demora)34. A la prisión en caso de impago también se refiere en otros momentos cuando se permite además al acreedor demandar al fiador, si el deudor no paga en el término establecido y tiene temores fundados de que huya35, debiendo concederse al fiador demandado el mismo plazo de nueve días36. También alude a la prisión por deudas cuando se condena a pagar el doble al que niega su deuda y ésta consigue ser 30 Fuero de Guadalajara, 83. Indica Alejandre, sin especificar cuáles son, que hay otros fueros en los que la obligación del acreedor de alimentar a su deudor preso se encuentra limitada temporalmente a un plazo que suele oscilar entre nueve o diez días y que, una vez pasados, o bien se obliga al deudor a ceder sus bienes o es entregado al servicio del acreedor. Añade que en los Fueros extensos la prisión suele ser pública y se detecta una mayor intervención judicial (Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 7-8). 31 Su concesión se sitúa entre 1227 (ó 1230) y 1233 siendo su otorgante Fernando III. Ver Pedro A. Porras Arboledas, “El Fuero de Sabiote”, en Cuadernos de Historia del Derecho, 1 (1994), p. 246. Del mismo afirma que «procede del de Baeza, copiado teniendo delante un texto sistemático de Cuenca, con el que rellenar las lagunas de aquél, o bien procede directamente de ese texto sistemático» (p. 250), estableciendo las concordancias con este último en pp. 429-441. 32 Fuero de Sabiote, 470. 33 Fuero de Sabiote, 482. 34 Fuero de Sabiote, 490. 35 Fuero de Sabiote, 491. 36 Fuero de Sabiote, 492. - 218 - MENU SALIR probada por el acreedor37. Parece recaer la carga de la prueba en el demandante, aunque lo contrario se deduce a continuación al obligarse al deudor «que dixere que pagó» a probar este extremo y, si no pudiere será condenado a pagar el doble, recomendándose que el que pague en lugar del deudor lo haga ante testigos para que quede constancia de este hecho38. Por otro lado, cuando se le otorga un aplazamiento al deudor se prohibe conceder uno nuevo39 y cuando llegue el vencimiento puede ser prendido por su acreedor hasta cobrar la totalidad de la deuda40. No se perseguirá al deudor que haya acudido ante rey, a una romería, «o a venar» o «en hueste o en requia» hasta su regreso41. Y si no regresa el acreedor puede tomar de la casa del deudor lo que estime justo en proporción a su crédito42. Si la mujer del deudor afirma que éste se encuentra cautivo o preso, se le concede una espera de treinta días pasados los cuales responderá por él43. Se permite hacer presa a la mujer por deudas propias o del marido aunque en condiciones diferentes a los hombres44. Se recogen además los castigos correspondientes al que ayude a huir de la villa al preso por deudas, permitiéndose que cualquier persona se ofrezca a ocupar el lugar del deudor, pero sin que pueda abandonarlo hasta que la deuda se satisfaga por completo45. Observamos, por tanto, que pese a ser un fuero muy detallado y extenso (un total de 887 capítulos) no contempla la posibilidad de la cesión de bienes aunque regule la materia crediticia en numerosas ocasiones (a veces de forma repetitiva) coincidiendo en la prisión para el deudor y en el plazo de nueve días. No obstante, en las mejorías de Fernando IV, concretamente en el número XXIII, se prohibe la prisión por deudas para los cristianos con bienes raíces eximiéndoles de la obligación de presentar fiador si se entregan sus bienes y se venden como el fuero manda. Descubrimos aquí la posibilidad reconocida al deudor 37 Fuero de Sabiote, 504 y 508. 38 Fuero de Sabiote, 512. 39 Fuero de Sabiote, 551. 40 Fuero de Sabiote, 553. 41 Fuero de Sabiote, 554 y 555. 42 Fuero de Sabiote, 556. 43 Fuero de Sabiote, 557. 44 Fuero de Sabiote, 559. 45 Fuero de Sabiote, 560. - 219 - MENU SALIR cristiano de ceder sus bienes, evitando de este modo la prisión aunque no aparece ningún desarrollo de la norma. No hace alusión alguna a la cesión de bienes el Fuero de Zamora46. Regula la prenda como forma de garantía de las obligaciones y la duplicación de la deuda del que la niegue y luego resulte vencido en juicio47. Se exceptúa a la mujer de ser hecha prisionera y responder por las deudas del marido cuando éstas tuviesen su origen en el juego48. No cabe la prisión cuando el deudor tenga un capital de cien maravedís o bienes raíces de igual valor49. El Fuero de Fuentes de la Alcarria50 recoge la obligación de hacer frente el pago de un préstamo a término51. Al igual que en otros fueros se condena al que niega su deuda y no consigue probarlo con el pago duplicado52. Los plazos para llevar a cabo el abono, según la cuantía de la deuda, se deducen de la disposición que establece además el embargo de bienes en caso de que no se hiciera efectivo53. 46 Fue confirmado por Alfonso IX en el año 1208 y antes de este fuero extenso existió probablemente uno breve del que sólo hay noticias indirectas (Pilar Carrasco, Estudio Lingüístico del Fuero de Zamora, Málaga-Salamanca -Zamora, 1987, pp. 27-28). 47 Fuero de Zamora, 27, del manuscrito de propiedad particular legado a la Biblioteca de la Real Academia Española (Pilar Carrasco, Estudio Lingüístico del Fuero de Zamora, p. 25). 48 Fuero de Zamora, 92 del Códice de la Biblioteca Nacional de Madrid (Pilar Carrasco, Estudio Lingüístico del Fuero de Zamora, p. 25). 49 Fuero de Zamora, 82 del manuscrito de propiedad particular legado a la Biblioteca de la Real Academia Española y 49 de los tres manuscritos aludidos por Pilar Carrasco, Estudio Lingüístico del Fuero de Zamora, p. 25. Ver los comentarios de Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 271-273 quien apunta la similitud con lo dispuesto en el Fuero de Ledesma y de Alba de Tormes (pp. 273-274). 50 Sería entre los años 1280 y 1299 cuando tuvo que concederse este fuero por el arzobispo de Toledo Gonzalo Gudiel que fue quien hizo villa a Fuentes [Luis Vázquez de Parga, “Fuero de Fuentes de la Alcarria”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XVIII (1947), p. 6 de la separata]. 51 Fuero de Fuentes de la Alcarria, 134. 52 Fuero de Fuentes de la Alcarria, 133. 53 «Por toda debda fasta dos moravedís metan alcaldes en IX días et de dos arriba metanlo en tres IX días et si aquestos plazos non pagare vayan los alcaldes a dar entrega atal de que el querelloso pueda aver lo suyo et peche medio moravedí a los alcaldes et si los alcaldes non quisieren dar entrega al querelloso los iurados den entrega en casa de los alcaldes et si los iurados non quisieren dar entrega vayan buenos omes de conceio et den entrega en casa de los iurados et los alcaldes no - 220 - MENU SALIR Nuevamente en el Fuero de Béjar54 se infiere la existencia de la prisión por deudas en sus párrafos 28, 650, 654, 655, 656, 740 y 434. Así, en este último se castiga con una multa de diez maravedís al preso por deudas que saliese, siempre que lo atestiguasen dos vecinos de aquel que lo tiene preso. Se concede la posibilidad de que la mujer o el hijo del deudor acepten ocupar el lugar de éste, aunque no podrán evitar la cárcel hasta que se haya satisfecho la deuda en su totalidad55. La prisión se prevé en caso de negativa del deudor a dar fiador a instancia del demandante; si lo presentaba sería emplazado el viernes ante el alcalde para satisfacer a su acreedor y caso contrario, era apresado56. Sería una prisión destinada a garantizar la comparecencia en juicio y se impondría siempre en defecto de garantías57. El deudor confeso entrará «en prisión del querelloso» y, a partir de ese momento, tendrá un plazo de «tres IX días» para hacer efectiva su deuda, pasados lo cuales, sin abonarla ésta se duplicará58. Por tanto, si el deudor reconoce su deuda la prisión actúa con una finalidad coactiva para que pague, y se presupone que no es insolvente59. Si el deudor niega su deuda debe probarlo y den entrega ante de XX días nin día domingo ni otro día ante de missa nin después de vísperas et si oviere mueble den entrega en mueble et si mueble non oviere den entrega en rayz et esta entrega téngala IX días y si fuere raíz pregónela en conçeio et si fuere mueble delo al corredor...» (Fuero de Fuentes de la Alcarria, 126). 54 La duda en cuanto a su fecha exacta la pone de manifiesto Juan Gutiérrez Cuadrado, Fuero de Béjar, Salamanca, 1974, aunque indica que la mayor parte de la doctrina lo sitúa a finales del siglo XIII y principios del XIV atreviéndose a señalar como «momento probable» entre 1290-1293 (pp. 2027). Las similitudes y diferencias de la prisión por deudas en este fuero y en los de Zorita, Béjar, Plasencia, Cuenca y Teruel son detenidamente analizadas por Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 289-323. 55 Fuero de Béjar, 735. 56 Fuero de Béjar, 613 y 614. En el párrafo 615 se insiste en la prohibición de apresar al deudor que presenta fiador. Ver también el párrafo 617. 57 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 296. Indica asimismo que el fiador responde con su persona y sus bienes (p. 297). 58 Fuero de Béjar, 736. 59 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 297-298. Si el deudor confeso no está en manos del acreedor, el fiador dispone de un plazo de «tres IX» días para localizarlo y caso contrario - 221 - MENU SALIR prestar las oportunas garantías y caso contrario será apresado hasta que pague60. Si hay varios acreedores, el que tenga derecho a mantener preso al deudor no podrá defenderlo de los demás fuera de su casa «maguer muestre sennal de prisión»61. El confeso que escapa de la prisión de su acreedor y se esconde en la Iglesia debe ser sacado de allí y el que lo defendiese responderá en lugar de aquél62. Con esto intuimos la posibilidad de cárceles privadas en el sentido de que sea el mismo acreedor —u otra persona, ya que, a veces, nada se especifica— el que mantenga preso a su deudor63. Otra posibilidad es que el acreedor tome directamente prenda en casa del deudor si éste se ausentase de la villa sin presentar fiadores64. Si la mujer afirma que su marido no se encuentra en el término municipal y efectúa un juramento en tal sentido ante el alcalde, añadiendo que la ausencia no se funda en el temor a la deuda, se le concedía un plazo de nueve días para localizar a su esposo para que compareciera65 y si no lo encuentraba debía repetir su juramento cada nueve días66. En caso de que no acudiese podía el acreedor tomar prenda en su casa hasta que cobrase su deuda si la mujer confiesa67 y en el supuesto de que no lo hiciera respondería por su esposo68. Cuando el deudor careciese de esposa se actuaría de igual manera frente a sus hijos y si no tiene mujer ni hijos responderá quien posea sus bienes69. Es decir se establece la posibilidad de proceder contra ascendientes y colaterales del deudor en cuanto tengan en su haber los bienes de deberá pagar por éste (Fuero de Béjar, 620, 621, 622 y 623). Especifica Tomás y Valiente que el plazo es el mismo en los Fueros de Cuenca, Zorita y Teruel y de XXX días en el de Plasencia (p. 298) y se aplica cuando aún no hay sentencia. 60 Fuero de Béjar, 646, 647 y 650. 61 Fuero de Béjar, 738. 62 Fuero de Béjar, 739. 63 Sobre los fueros que prevén que la prisión tenga lugar en casa del acreedor, ver Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 19, nota, 45. 64 Fuero de Béjar, 711. 65 Fuero de Béjar, 712. 66 Fuero de Béjar, 713. 67 Fuero de Béjar, 714. 68 Fuero de Béjar, 715. 69 Fuero de Béjar, 716. - 222 - MENU SALIR éste, sin que se les pueda meter en prisión para obligarles al pago70. Cuando el acreedor descubre a su deudor fuera de la aldea o villa o llegase a su conocimiento que carece de vivienda en la localidad, tiene derecho a citarlo para que comparezca en un plazo de tres días ante el juez exigiéndole una garantía del cumplimiento de su obligación71. Se prohibe al acreedor tomar prendas en determinados días, como el domingo, el jueves, por ser día de mercado, navidad, pascua de resurrección, San Miguel, San Juan, Asunción, etc., bajo apercibimiento de multa72. Se admite un aplazamiento de nueve días con motivo de las ferias y si no paga entonces se duplicará la deuda73. El plazo de nueve días que se repite constantemente a lo largo del Fuero es un margen de benevolencia que se concede al deudor prohibiéndose al acreedor que lo reciba pasado este periodo temporal y duplicándose la deuda a partir de este momento74. Si bien son numerosas las veces que se recoge la prisión por deudas y el tratamiento al deudor, en el Fuero examinado no hemos descubierto ninguna referencia a la cesión de bienes. Más recientes parecen ser el Fuero de Usagre75 y el Fuero de Cáceres76. Se contempla la posibilidad de un aplazamiento de la deuda por nueve días ante tres testigos en periodo de ferias, duplicándose la misma si no se abona transcurrido el 70 Aclara Tomás y Valiente que la prisión no se aplicaría a la mujer e hijos del deudor cuando éste ya había sido vencido en juicio pero no tendría lugar la excepción en el caso en que huyese antes de ser juzgado [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 314-316]. Todo ello al margen de que voluntariamente acepten ocupar el lugar del deudor, según hemos indicado. 71 Fuero de Béjar, 609. 72 Fuero de Béjar, 802. 73 Fuero de Béjar, 806. 74 Fuero de Béjar, 950. 75 Fue otorgado a la villa de Usagre entre los años 1242 a 1275 cuando fue Maestre de la Orden de Uclés Don Pelay Correa durante el reinado de Fernando III el Santo [Rafael de Ureña y Smenjaud y Adolfo Bonilla y San Martín, eds. de Fuero de Usagre (siglo XII). Anotado con las variantes del de Cáceres, Madrid, 1907, p. XIII]. 76 Fue concedido el 23 de abril de 1267 y confirmado el 12 de marzo de 1269 [Rafael de Ureña y Smenjaud y Adolfo Bonilla y San Martín, eds. de Fuero de Usagre (siglo XII). Anotado con las variantes del de Cáceres, p. XIV]. Las coincidencias de este fuero con el de Coria las manifiesta Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 282-289. - 223 - MENU SALIR plazo y terminadas las ferias77. La prisión por deudas o al menos la pérdida de la libertad personal, se establece de forma expresa en el Fuero de Usagre78. El apresamiento correspondía al acreedor, el cual debía asegurarlo con hierros en manos y pies y llevarse consigo a su servidumbre como único medio de defender su derecho sobre el deudor frente a otros posibles acreedores y de conseguir prioridad a la hora de cobrar, debiendo pasar de unos a otros acreedores a medida que fuesen cobrando. La compensación como forma de extinción de las obligaciones se contempla también en el Fuero de Usagre79. En ninguno de los dos se recoge nuestra institución. Otros fueros como el de Belorado, Medinaceli o Daroca establecen también la prisión por deudas y diversas circunstancias del encarcelamiento del deudor, siendo necesaria la autorización del acreedor en la mayoría de los casos, prohibiéndose en el de Belorado al deudor que pueda presentar un fiador, o permitiéndose la captura por el acreedor con la colaboración del juez en el de Daroca o Medinaceli80. En el de Medinaceli y el de Alfambra se prevé la prisión no en defecto de fiador sino de 77 Fuero de Usagre, 242 y Fuero de Cáceres, 242. 78 Fuero de Usagre, 261. Se corresponde con el Fuero de Cáceres, 246. Para Tomás y Valiente la prisión es tan sólo aparente y en realidad lo que se produce es un descrédito del deudor por el uso de los hierros, aunque se convertiría en prisión efectiva si se reitera la voluntad de no pagar [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 286 y 288]. A nuestro entender la limitación de libertad, pese a que pudiese realizar negocios o moverse por la localidad es suficiente como para entender la medida tan inhumana como la prisión propiamente dicha. 79 «Todos ommes que auer se ouieren a dar unos ad otros, ueniat ille qui demanda et contense unus con otros et cumplanse unus ad alius per directum» (Fuero de Usagre, 371. Coincide con Fuero de Cáceres, 349). 80 Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 6-7. No obstante, obvia los fueros anteriormente reseñados pese a que también recogen de forma expresa la prisión por deudas. Sobre los Fueros de Daroca y Belorado ver igualmente Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 263-264. Estos fueros se recogen por Tomás Muñoz y Romero, Colección de Fueros Municipales y Cartas Pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, el de Belorado de 1116, concedido por Alfonso I el Batallador, en pp. 410-412 y el de Daroca, otorgado por Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, en noviembre de 1142, en pp. 534-543. - 224 - MENU SALIR «prendas que aseguren el cumplimiento»81. Dentro de los Fueros de la familia del de Cuenca, el de Alcalá ordena la prisión del deudor cuando no ofrece fiador una vez solicitado por su acreedor dentro del derecho que le asiste82. En sentido similar, el Fuero de Brihuega —al que ya nos hemos referido en nota anterior— donde el deudor insolvente pasaba a ser siervo del acreedor cuando realmente carecía de bienes83; el de Sepúlveda o el de Soria84. En el Libro de los Fueros de Castiella se endurece el tratamiento al deudor preso debiendo estar sujeto con cepos y cadenas en pies y garganta y alimentado de forma mínima (pan y agua) salvo que pueda procurarse más alimentos con sus propios medios y caso contrario el importe de su 81 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 265-267. El deudor irá a prisión si es insolvente, es decir si no paga o no tiene bienes, ya que si los tiene deberá entregarlos en prenda. Aquí la entrega de los elementos patrimoniales no reviste las características propias de la cesión en pago de la deuda, sino sólo como garantía de que éste tendrá lugar. De más complejo califica Tomás y Valiente el régimen de la prisión por deudas en el Fuero de Uclés, a la que se acude una vez agotada la ejecución sobre los bienes muebles sin que haya previa ejecución forzosa sobre inmuebles, pudiéndose evitar presentando fiador. Además no es necesario que el deudor sea insolvente sino sólo moroso (pp. 267-271). 82 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 275-277. Aclara que la prisión podría aplicarse al simple demandado sin necesidad de que hubiese sentencia condenatoria y si era condenado entraría en prisión o en casa del acreedor, debiendo entregar el fiador todos los bienes. Opina Tomás y Valiente que, aunque el fuero no lo aclara, una vez entregados los bienes, el deudor sería puesto en libertad y la prisión sólo proseguiría si estos eran insuficientes. Así aunque no partiese de la voluntad del deudor, la entrega de los bienes por el fiador como único medio de evitar la fianza surtiría los mismos efectos en cuanto a la prisión que la cesión de bienes propiamente dicha. 83 Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 21. 84 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 324-334. En el de Soria aparece la prisión como subsidiaria de la ejecución patrimonial y de la presentación de fiador. Si el deudor es insolvente la privación de libertad tendrá lugar en casa del acreedor y no en la prisión del concejo y deberá darle pan y agua los primeros días. Si pasados nueve días no paga puede resarcirse el acreedor con su trabajo y si no tiene trabajo usarlo como siervo (pp. 328-329). Sin embargo, Alejandre discrepa señalando que en los nueve primeros días «el deudor estaba en la prisión de la villa y sólo después pasaba a la casa del acreedor» (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 20). - 225 - MENU SALIR alimentación se incrementará a su deuda85. En el Fuero Viejo de Castiella, además de recogerse en diversas ocasiones la prisión por deuda86, se obliga al alcalde a conceder una moratoria de treinta días al deudor enfermo87 y se exime de prisión a los hijosdalgos, siendo sus disposiciones coincidentes con las del Libro de los Fueros de Castiella88. En Aragón una ley de Jaime I dictada en Teruel el 9 de octubre de 1259 negaba la posibilidad de conceder letras moratorias cuando la deuda tenía su origen en el matrimonio o en la compra de una heredad o cuando el que solicitaba el aplazamiento tenía bienes muebles suficientes con los que hacer frente al pago. En los restantes casos se podía otorgar la mora, exigiendo al deudor alguna garantía de que iba a hacer frente al pago. Se niega del mismo modo una segunda moratoria89. Posterior en el tiempo, pero igualmente dirigida al Reino de Aragón, es una ley de Carlos I, promulgada en Zaragoza en 1528, que condena a penas corporales a los mercaderes que se alzan y ocultan dejando a terceras personas defraudadas y en la miseria. El castigo se aplicará a instancia de cualquier interesado sin que ningún lugar pueda ofrecerle asilo, siendo puestos a disposición judicial. Sus bienes serán 85 Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 8. Tomás y Valiente analiza la prisión por deudas en el Libro de los Fueros de Castiella precisando que exigía la intervención de la justicia, teniendo lugar en la misma casa del juez con los aludidos cepos y régimen alimenticio, estando obligado el juez a responder si se evadía [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 347-355]. 86 Fuero Viejo, III, 4, 6; III, 4, 10; III, 6, 5 (ed. Colección de Códigos y Leyes de España, vol. I, Madrid, 1865). 87 Fuero Viejo, III, 4, 7. 88 Cfr. Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 347-355. Ver Fuero Viejo, III, 4, 2. 89 Fueros de Aragón, I, 35 (manejamos la primera traducción castellana completa a cargo de Luis Parral y Cristóbal de Fueros, Observancias, Actos de Corte, Usos y Costumbres con una reseña geográfica e histórica del Reino de Aragón, Zaragoza, 1907). Sobre la prisión por deudas en los Fueros de Aragón en las ediciones manejadas por Tomás y Valiente y las diferencias entre las mismas ver, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 445-459. Concluye que la prisión como garantía de la comparecencia del demandado sólo tenía lugar en los casos de rebeldía, aunque también se recogía para el deudor que no aportaba fiador y para el vencido en juicio e insolvente y en ningún caso desembocaba en servidumbre sino en «renuncia de bienes y compromiso de pago futuro» (p. 459). - 226 - MENU SALIR embargados e inventariados a solicitud del que tenga un interés legítimo hasta el punto de que cualquier acto de disposición sobre los mismos hasta un año antes del alzamiento será declarado nulo de pleno derecho90. Hay quien señala que sólo se puede hablar de cesión de bienes en nuestro derecho histórico a partir de la Baja Edad Media y en concreto desde la recepción del derecho romano, generalizándose en el siglo XIII aunque algunos trámites de la cesión aparecen en textos anteriores91. Por su parte, el Fuero Real92, ya influenciado por el Derecho común, va a recoger nuevamente el principio anteriormente mencionado —prior tempore, potior iure—, pero ahora partiendo de que el derecho surge no del momento en que se presentó la demanda, sino del momento en que se contrajo la deuda93. Existe 90 Fueros de Aragón, IV, 638. 91 Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 27. Esta misma idea es sostenida por Sergio Sotgia que señalaba que en el Derecho medieval la cesión quedaba absorbida y sustituida por la ejecución sobre la persona (La cesión de bienes, trad. y notas G. Gambón Alix, p. 12) 92 «Sy alguno fuere deudor a muchos, primeramientre debe pagar a aquel con quien fizo el primer debdo; y desí a los otros, segund que cada uno fue primero en los debdos: et si el postremero dellos, o alguno dellos quisiere pagar al primero, sea apoderado de los bienes del debdor, fasta que sea entregado del su debdo e de lo que pagó al primero, e si los bienes no cumplieren, sea apoderado del cuerpo del deudor, así como manda la ley» (Fuero Real, III, 20, 17. Seguimos la edición de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1836). Ha aparecido una edición crítica de Gonzalo Martínez Díez, José Manuel Ruiz Asencio y César Hernández Alonso, Fundación Sánchez Albornoz, Ávila, 1988. Sobre la misma se ha pronunciado con algunas observaciones Aquilino Iglesia Ferreirós, “En torno a una nueva edición del Fuero Real”, en Anuario de Historia del Derecho Español, LIX (1989), pp. 785840. Bibliografía abundante y un estado de la cuestión sobre aspectos externos de publicación de la fuente y de lo referente al tema de la jurisdicción plural, nos lo ofrece Jesús Vallejo, “Relectura del Fuero Real”, en ... Colendo iustitiam et iure condendo... Federico II legislatore del Regno di Sicilia nell’Europa del Duecento. Per una storia comparata delle codificazioni europee publicado en las Actas del Congreso Internacional celebrado en Messina-Reggio Calabria, 20-24 de enero de 1995, Roma, 1997, pp. 485-510 y litografías en pp. 511-514. 93 El mismo criterio es mantenido en el Fuero de Soria, 427, salvo que la deuda proceda de delito, en cuyo caso se atenderá a la fecha de demanda y si todos demandan al mismo tiempo se distribuirá de forma proporcional. Añade que si todos tienen la misma fecha de constitución se distribuirá el patrimonio en base al importe de cada débito (J. A. Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 46). En la misma línea Francisco Tomás y Valiente, “La prisión - 227 - MENU SALIR también la posibilidad de que alguno de los acreedores quiera ocupar el lugar del preferente y hacerle él el pago; en tal caso puede apoderarse de los bienes hasta que pague al de mejor derecho. Igualmente, en caso de insolvencia, cuando los bienes del deudor no sean suficientes para pagar a todos los acreedores, se vuelve a establecer el mismo rigor de leyes anteriores, hablándose de que «sea apoderado el cuerpo del deudor». Según Francisco Javier Orduña Moreno, en realidad, «se contempla la entrega del deudor que no podía pagar al acreedor ejecutante para que éste se cobrara la deuda con los rendimientos de su trabajo»94. En Fuero Real, III, 20, 1295 se matiza el principio de prelación de créditos que se contemplaba en el Fuero Juzgo, ya que parte de la regulación de un supuesto concreto, a saber, que el deudor haya huído antes de satisfacer sus deudas. En este caso aquel acreedor que fuera a buscarlo, será el que gozará de un crédito más privilegiado respecto a los bienes que el deudor llevase consigo, pese a que su deuda no fuera la primera en contraerse96. Realmente, lo que estas normas contemplan es un sistema de prelación de créditos, sin que aparezca regulada la cesión de bienes —que es el instituto jurídico que nos interesa— y ni siquiera la institución de la quiebra. Aparecen en el Fuero Real otras normas relativas a la ejecución de los bienes del deudor en caso de impago de las deudas contraidas a plazo y que estimamos necesario analizar —al menos las que, a nuestro parecer, son más trascendentes— para poseer una visión completa de la regulación ofrecida por este cuerpo por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 330-332. 94 La insolvencia, p. 81, nota 62. 95 «Sy ome que es debdor a muchos, fuxiere de la tierra ante que pague, e alguno daquellos a qui debe lo fuer a buscar, e lo aduxiere, aquel sea primeramientre entregado del cuerpo e de las cosas que troxiere del debdor, maguer que el su debdo non sea el primero: mas de las cosas que se fallaren en otra parte, que él non troxiere, sean entregados aquellos a qui es debdor cada uno segund que el debdo fue primero: et otrosí sean entregados del cuerpo del debdor e de las cosas que él troxo después que aquel quel troxo fuere entregado de lo suyo, maguer quél aya traido asegurado a él e a sus cosas de los otros; pero si el quel troxo le enbiare o lo defendiere, no sea tenido de responder a los otros por él, si nol enbió, o nol defendió, devedandogelo el alcalle». 96 Idéntica disposición se contiene en el Fuero de Soria, 433 (Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 47). Consultar también Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 332. - 228 - MENU SALIR legislativo, pese a que —como hemos indicado— no se traten de supuestos concretos de cesión de bienes. De este modo, una vez cumplido el periodo temporal establecido para el pago sin que el deudor haya hecho efectiva su deuda, se dispone que el merino le embargue los bienes muebles y los bienes «de rayz» y los entregue al acreedor —entendemos que en calidad de depósito—. A continuación se diferencia según la categoría del bien. Si los bienes embargados eran muebles, el deudor tenía hasta ocho días para satisfacer el crédito y caso contrario los bienes serían ejecutados mediante venta por el corredor, el cual entregaría al acreedor el importe de la venta y el resto al propietario de los bienes. El plazo de ocho días para proceder a la venta se amplía a treinta si los bienes eran «de rayz» obligándose al dueño a la entrega de la correspondiente carta de venta97. También se concede al acreedor del deudor a plazo la posibilidad de tomar los bienes, para proceder a su venta, en caso de impago una vez vencida la deuda98. Por su parte, al merino o sayón que actúe como ejecutante sólo corresponde el diezmo de la cantidad que deba entregar al acreedor. Si se apropia más de dicho porcentaje pierde todo derecho a recibir nada, siendo además condenado a entregar el doble de lo que tomó indebidamente. Si del pleito no resulta condenada ninguna parte, ambas deben pagar el diezmo señalado. La multa aplicada al merino o sayón que no cumpla con su obligación de forma adecuada según mandato del alcalde se establece en 10 maravedís —si el pleito tuviese una cuantía de 50 maravedís, cantidad que se modificará proporcionalmente según cuantía— que debe hacer efectivo a aquél que perjudique con su actuación negligente99. Aparte de lo que ya señalamos anteriormente, la prioridad temporal entre acreedores se establece según la cronología y el origen de la deuda concreta, de forma que la deuda contraída primeramente tiene preferencia de cobro aunque el acreedor de la segunda demande primero, siempre que se trate de una deuda por préstamo o por venta y si todas fuesen contraídas al mismo tiempo y el caudal del deudor no alcanza lo suficiente para satisfacer a todos los acreedores, cada uno verá reducida la cantidad a cobrar en proporción a la cuantía de la deuda. Por el contrario, si se trata de una deuda por homicidio, hurto o cualquier otro delito, tendrá prioridad el que primero 97 Fuero Real, III, 20, 1. 98 Fuero Real, III, 20, 2. 99 Fuero Real, III, 20, 4. - 229 - MENU SALIR demande y si demandan conjuntamente, cada uno cobrará en función de la cuantía de su deuda, aunque unos sufriesen el daño antes que los otros100. Por otra parte, cuando un deudor tiene varias deudas con una misma persona dispone de la facultad de elegir cuál quiere pagar primero, pero si en el momento de hacer el pago no especifica a qué deuda se refiere, es el acreedor el que goza de la facultad de aplicar la cantidad recibida a la deuda que prefiera101. La transmisión de las deudas mortis causa se recoge en Fuero Real, III, 20, 6. Así los herederos deben hacerse cargo de las deudas del causante siempre que éstas queden suficientemente probadas aunque el fallecido no hubiese sido demandado en vida. Es interesante la aplicación automática del beneficio de inventario en la medida en que los herederos responderán sólo hasta donde alcance el patrimonio del causante sin que se haga extensivo a sus propios bienes. También se regula en el Fuero Real la fianza de las deudas a plazo —estando el fiador obligado a pagar la deuda si no lo hace el deudor principal, aunque luego repercuta en el deudor102— y la problemática de la cancelación anticipada o parcial de una deuda a plazo103 o de que un tercero haga frente a una deuda aunque no se lo haya encargado el deudor, estando facultado para ejercer acciones contra éste, salvo que se lo prohibiese de forma expresa104. La 100 «Quando alguno es debdor por enprestido, o por vendida, o por otra cosa semeiable a dos o a más, el primero sea entregado primeramientre maguer que el otro le demandare ante, e si en un tiempo fue fecha la debda, todos los debdores que de un tiempo son, sean entregados comunalmientre, cada uno segund que es el debdo, e si la buena daquel que debe non cumpliere a todas las debdas, mingue a cada uno segund la quantía de su debda; et si el debdor a dos o a más, por omecilio, o por furto, o por otra caloña, el que primeramientre demandare, aquel sea ante entregado, maguer que sea dante tenido a alguno de los otros: et si todos en uno demandaren, todos sean entregados, cada uno segund que fuer su debdo, maguer que el daño sea fecho ante a los unos que a los otros» (Fuero Real, III, 20, 5). 101 Fuero Real, III, 20, 8. 102 Fuero Real, III, 20, 10. 103 «Todo ome que fuer tenido de pagar debda a plazo so pena, si pagare alguna parte del debdo ante del plazo o en el plazo, nol pueda después demandar aquel a qui avie de pagar toda la pena por lo que fincó de pagar; mas puedal demandar la pena a la razón de lo que fincó por pagar del debdo: et si aquel que avie de recebir el debdo non quisiere recebir parte dello, si non todo, non sea costreñido de lo recebir, e puédalo después demandar con toda la pena: mas si el debdor quisiere pagar parte del debdo, salva toda la pena, el recibidor sea tenudo de recebirla, e pueda en esta razón demandar toda la pena» (Fuero Real, III, 20, 9). 104 Fuero Real, III, 20, 11. - 230 - MENU SALIR mujer casada necesita del consentimiento del marido para contraer deuda105 y las previas al matrimonio son privativas de cada uno de los cónyuges106. Cierta inmunidad goza el deudor que se refugia en la Iglesia que sólo puede ser reclamado por su acreedor sin herirlo ni atarlo, caso contrario su actuación sería calificada de sacrílega107. Ya hemos reiterado que la cesión de bienes en sentido estricto no se contempla en el Fuero Real. No obstante, sí descubrimos una especie de dación en pago en la Ley 16 del mismo libro y título que analizamos, cuando se establece que si el deudor entrega a su acreedor «bestia u otra cosa» en concepto de pago de su deuda es válido dicho pago y la deuda no puede ser reclamada. Hablamos de dación en pago por su efecto pro soluto, a diferencia de la cesión de bienes que tiene un efecto pro solvendo, en el sentido de que, en esencia, no extingue la totalidad de la deuda sino sólo hasta donde alcance el importe líquido de los bienes cedidos, quedando subsistente la deuda en cuanto al resto, mientras que con la dación en pago quedaría extinguida totalmente la deuda. En la misma ley se regulan además los problemas relativos al pago a terceros por mandato o representación108. Lo que sí se recoge es la prisión por deudas —suponemos que en caso de que no existiesen bienes para ejecutar—, estando el acreedor obligado a mantenerlo por espacio de nueve días y si en este plazo no paga, ni presenta fiador, puede el acreedor aprovecharse de los resultados de su trabajo a cuenta de la deuda (hecha deducción de la cantidad necesaria para ropa y alimento) y si no tuviera trabajo podrá utilizarlo como siervo109. Las Leyes Nuevas y las Leyes del Estilo no aportan nada significativo en cuanto a la cesión de bienes110. 105 Fuero Real, III, 20, 13. 106 Fuero Real, III, 20, 14. 107 Fuero Real, III, 20, 15. 108 «Sy aquel que es tenudo de pagar algún debdo a otro diere en paga bestia o otra cosa de que el otro sea pagado, vala tal paga, e más non gela pueda demandar. Otrosí si él diere otro su debdor por manero quel pague aquel debdo et el otro lo recibiere, non sea tenido de responderle más por este debdo, maguer que el otro non gelo pague: et si el debdor pagare el debdo a otre, quier en nombre de aquél a qui lo deve, quier non, si aquel cuyo es el debdo non lo otorgare, puedal demandar su debdo si el otro non lo recibió por su mandado» (Fuero Real, III, 20, 16). 109 Fuero Real III, 8, 2. Observamos las coincidencias con el Fuero de Soria, 363. Para Tomás y Valiente esta norma estuvo vigente hasta la Novísima Recopilación [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 379380]. En cuanto a los comentarios de Díaz de Montalvo en sus Glosas al Fuero Real, respecto a la - 231 - MENU SALIR Por el contrario, en las Partidas sí nos encontramos con una ley que va a regular en concreto la cesión de bienes111 —Partidas V, 15, 1— junto con otras costumbre de que el deudor fuera alimentado con pan y agua, y la ampliación del plazo a cuarenta días para encontrar fiador, ver p. 402. Por el contrario, según Alejandre, estará vigente tan sólo hasta la ley de Enrique IV de 1458 (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 21). Lo que sí está clara es la ausencia de derogación expresa. 110 Sobre su carácter interpretativo y complementario del Fuero Real, ver Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 356-363. 111 «Fue en el texto de Partidas, sin duda el exponente más logrado de la recepción del Derecho romano culta o “boloñesa” del siglo XII, donde de un modo diáfano se contempló la consecución estrictamente patrimonial de la ejecución, permitiéndose la salvaguarda de la libertad personal mediante el beneficio de la “cessio bonorum”» (F. J. Orduña Moreno, La insolvencia, p. 81, nota 62). Sobre este particular de las fuentes de inspiración de las Partidas y los redactores de las mismas se pueden consultar, entre otros (nuestra relación no es exhaustiva), los trabajos de Pío Ballesteros Álava, “Algunas fuentes de las Partidas”, en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales, 1 (1918), pp. 542-547; Fermín Camacho Evangelista, “Acursio y las fuentes romanas de las Partidas”, en Atti del Convegno Internazionale di Studi Accursiani (Bologna, 21-26 de octubre de 1963), Milano, 1968, pp. 1067-1081 y “De las fuentes romanas de las Partidas: I-Primera Partida”, en Revista de Derecho Notarial, 52 (1966), pp. 7-67; Aquilino Iglesia Ferreirós, “Cuestiones alfonsinas”, en Anuario de Historia del Derecho Español, LV (1985), pp. 95-149, especialmente pp. 110-114; José Giménez y Martínez de Carvajal, “El Decreto y las Decretales, fuentes de la primera Partida de Alfonso el Sabio”, en Anthologica Annua, 2 (1954), pp. 239-348; Rafael Gibert y Sánchez de la Vega, “Jacobo el de las leyes en el estudio jurídico hispánico”, en Glossae, 5-6 (1993-1994), pp. 255-277 y “Acusaciones y maleficios o Derecho Penal en las Partidas”, en Orlandis 70: Estudios de Derecho Privado y Penal Romano, Feudal y Burgués, Barcelona, 1988, pp. 299-347; nuevamente, Antonio Pérez Martín, “Fuentes romanas en las Partidas”, en Glossae. Revista de Historia de Derecho Europeo, 4 (1992), pp. 215-246; Pérez Martín, “Jacobo de las Leyes: datos biográficos”, en Glossae, 5-6 (1993-1994), pp. 279-331, con la publicación de 25 documentos que prueban la relación de Jacobo de las Leyes con Alfonso X y con la ciudad de Murcia, aunque lamentablemente sólo cuatro de los documentos sean originales (IV, pp. 290-291; V, pp. 292-293; XXIII, pp. 314-315 y XXV, pp. 317-326); J. Roudil, “La edición de las Flores de Derecho”, en Glossae, 5-6 (1993-1994), pp. 351-363. De todos modos no podemos olvidar que se trata de una obra legislativa y doctrinal que ha motivado numerosos comentarios y glosas, junto a valoraciones en los últimos cincuenta años. Así, Alfonso García-Gallo ha cuestionado en diversas ocasiones que las Siete Partidas fueran una obra de la época del reinado de Alfonso X el Sabio. El autor ha llegado incluso a situar su redacción en torno al año 1310, en algún trabajo. Sus teorías, que han sido muy contestadas, pueden verse expuestas, entre otros lugares, en “El Libro de Leyes de Alfonso el Sabio: del Espéculo a Las Partidas”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXI-XXII (1951-1952), pp. 345-528; “Nuevas observaciones sobre la obra - 232 - MENU SALIR legislativa de Alfonso X”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XLVI (1976), pp. 609-670; “La obra legislativa de Alfonso X. Hechos e hipótesis”, en Anuario de Historia del Derecho Español, LIV (1984), pp. 97-161 y en Los Libros de Leyes del rey Alfonso el Sabio, Madrid, 1984. Sobre este particular también se ha pronunciado el ya citado Aquilino Iglesia Ferreirós, “La labor legislativa de Alfonso X el Sabio”, en España y Europa. Un pasado jurídico común. Actas del I Simposio Internacional del Instituto de Derecho Común (Murcia, 26/28 de marzo de 1985), pp. 275-599, en concreto ver pp. 385-386. Consultar asímismo, Iglesia, “El poder de facer leyes de Alfonso X”, en Federico II legislatore del Regno di Sicilia nell’Europa del Duecento, pp. 397-409. Entre otros estudiosos clásicos y no tan clásicos de las Siete Partidas podemos destacar: Gaspar de Hermosilla, Additiones, notae et resolutiones ad 7 Partitarum glossas Gregorii Lopetzii, Sevilla, 1634; José Pérez Monzún, Diccionario alfabético y ortográfico de las voces que en sus siete célebres Partidas usó el rey Don Alfonso el Sabio, Madrid, 1790; J. Muro Martínez, Las Siete Partidas comentadas y anotadas, Valladolid, 1875; S. Bosch, “Les Partidas i els textos catalans didàctics de cavalleria”, en Estudis Universitaris Catalans, XXII (1936), pp. 655-680; Joaquín García Goyena, “La promulgación de las Partidas”, en Revista General de Legislación y Jurisprudencia, 68 (1886), pp. 141-166; Alfonso Otero, “Las Partidas y el Ordenamiento de Alcalá en el cambio del ordenamiento medieval”, en Anuario de Historia del Derecho Español, LXIII-LXIV (1993-1994), pp. 451-547, artículo duramente criticado por José Antonio Escudero en la nota que lleva por título “Sobre los cuentos de Grimm y otros cuentos”, en Ius Fugit. Revista Interdisciplinar de Estudios Histórico-Jurídicos, vol. 3-4 (1994-95), pp. 469-483; Jerry Craddock, “La Cronología de las obras legislativas de Alfonso X el Sabio”, en Anuario de Historia del Derecho Español, LI (1981), pp. 365-418; Ángel Luis Molina Molina, “Aspectos de la vida cotidiana en las Partidas”, en Glossae. Revista de Historia del Derecho Europeo, 5-6 (1993-94), pp. 171-185; Juan M. Dihigo, “Las Siete Partidas: Estudio lingüístico”, en Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, 33 (1923), pp. 1-71; José de Azevedo Ferreira, “Dois Fragmentos da Terceira Partida de Alfonso X”, en Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, 5 (1980), pp. 101-141; José Luis Bermejo Cabrero, “Sobre la influencia de las Partidas”, en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, 41 (1971), pp. 351-362; Miguel Aguilera, “Séptimo centenario de las Siete Partidas”, en Boletín de la Real Academia Colombiana, 13 (1963), pp. 241-257; Juan Antonio Arias Bonet, “Manuscrito de las Partidas de la Real Colegiata de San Isidoro”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXV (1965), pp. 565-568 y —además de otros estudios referentes a la obra en general y a la regulación particularizada de instituciones concretas— “Las «Reglas de Derecho» en la Séptima Partida”, XLVIII (1978), 165-191; Antonio García y García, “Un nuevo códice de la primera Partida de Alfonso X el Sabio”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIII (1963), pp. 267-343 y “La enseñanza universitaria en las Partidas”, en Glossae. Revista de Historia de Derecho Europeo, 2 (1989-1990), pp. 107-118; Alfonso María Guilarte, “Capítulos de concierto para la primera edición de las Partidas, con glosa de Gregorio López”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XVI (1945), pp. 670-675; Jaime Iturrioz, “Fundamentos sociológicos en las Partidas de Alfonso X el Sabio”, en Estudios de Historia Social de España, 3 (1955), pp. 3-100; Mildred E. Johnson, “Las Siete Partidas as a University Catalogue”, en - 233 - MENU SALIR instituciones características del derecho concursal: el convenio preventivo 112 extrajudicial o actual beneficio de espera , el beneficio de la quita o reducción de la deuda, en relación con la graduación de créditos113 —aspectos ambos que más adelante comentaremos junto con la fuga del deudor114—, la retroacción115, o la formación de la mayoría y de la masa116. Respecto a la retroacción y a la conservación de la masa de los bienes la Ley 7ª establece que cuando el deudor, condenado en juicio, enajena sus bienes ocasionando con ello daño a sus acreedores dicha enajenación puede ser revocada, extendiéndose la revocación a todos los actos fraudulentos realizados en el plazo de un año anterior al momento en que se tuviese conocimiento de la enajenación por parte de los interesados. Dicha revocación sólo puede ser instada por los acreedores. La norma presume que el deudor ha actuado de mala fe. Igual sucede en el caso de transmisión a título gratuito, ya sea inter vivos —por donación— o mortis causa —por testamento—117. Se señala la necesidad de probar que aquel que recibe la cosa conocía el engaño y, según Gregorio López, no basta con que sepa sólo que tiene acreedores, sino que conozca también que carece de bienes suficientes para pagar a los mismos118. La ley dispone, además, una excepción: que Hispania, 36 (1953), pp. 91-93; Jaime Ferreiro Alemparte, “Recepción de las éticas y de la política de Aristóteles en las Siete Partidas del Rey Sabio”, en Glossae. Revista de Historia de Derecho Europeo, 1 (1988), pp. 97-133. Las glosas más eruditas y conocidas son, sin duda, las de Gregorio López (eds. 1555, 1565, 1587, 1757, 1767 y 1789) y Alonso Díaz de Montalvo (ed. Sevilla, 1491 y reed. anastática, Valladolid, 1988), pero Vicente Vizcaíno Pérez en su Compendio del derecho público y común de España, Madrid, 1784, 4 vols., también aporta numerosas referencias de interés. Sobre Vizcaíno ha escrito Rafael Gibert y Sánchez de la Vega en “Compendio de Partidas por Vizcaíno Pérez (1784)” en Europäisches Rechtsdenken in Geschichte und Gegenwart. Festschrift für Helmut Coing zum 70. Geburtstag, vol. I, München, 1982, pp. 77-91. 112 Partidas,V, 15, 5. Manejamos la ed. de Salamanca, 1555, glosada por Gregorio López. 113 Partidas,V, 15, 5; Partidas,V, 15, 6. 114 Partidas,V, 15, 10. 115 Partidas,V, 15, 7, Partidas,V, 15, 8; Partidas,V, 15,11. 116 Partidas,V, 15, 5; Partidas,V, 15, 6. 117 Sobre las enajenaciones a título lucrativo y su posible revocación sin necesidad de que el adquirente conozca el fraude y atendiéndose sólamente al resultado para los acreedores, ver la glosa de Gregorio López a esta Ley. 118 «In alienatis titulo oneroso tria requiruntur, f. fraus ex parte alienantis et scientia ex parte recipientis: et euentus fraudis in damnum creditorum... Item si quis in fraudem, neque sufficeret quod - 234 - MENU SALIR la persona que recibe el bien concreto fuese huérfano. En este caso no se vería obligado a devolverlo salvo que le entregasen lo que hubiese pagado por el mismo y ello aunque se probase que conocía el engaño119. En sentido similar se pronuncia la Ley 8ª, aunque aquí, al parecer, el acreedor había advertido al comprador del fraude «maguer que lo defiendan aquellos que han a recebir las debdas» con lo que ya no se exigiría probar este extremo120. La devolución del bien debe hacerse en el estado en que se encontraba antes de ser enajenado con los frutos que tuviese en ese momento y los producidos desde que fuese demandado en juicio, mientras que los frutos desde la enajenación hasta la demanda corresponden al comprador, el cual además debe ser indemnizado de todas las mejoras que haya hecho en la cosa enajenada así como las realizadas en razón de los frutos121. La condonación de deudas hecha por un deudor a sus propios deudores en perjuicio de sus acreedores de forma maliciosa también puede ser revocada siempre que quien recibe el perdón sea consciente del fraude122. Otra excepción a la revocación la establece la ley 9ª. Se trata del caso de un deudor con muchos acreedores, que paga sólo a uno de ellos. Aquí los restantes acreedores no pueden exigir la devolución, con tal de que no haya acreedores emens sciret vendentem habere creditores...» «Videtur esse in fraudem, ex quo scit se habere creditores, et bona sua non esse soluendo» (Gregorio López, glosa sabia ad Part., V, 15, 7). 119 Siguiendo la glosa de Gregorio López, Sancho Gargallo, en su comentario a esta ley distingue dos supuestos. En primer lugar que la enajenación tenga lugar cuando el juez ha dado orden de hacer entrega de los bienes a los acreedores. En este caso se presume la mala fe y no es necesario que los acreedores la prueben. En segundo lugar, si es anterior al mandato de ejecución se requiere probar la mala fe del deudor y del adquirente. En cuanto a la revocación por fraude en Cataluña aclara que se seguían aplicando las disposiciones del Digesto y que en el plano legislativo tan sólo merecía la atención una Pragmática de Pedro III el Ceremonioso en Gerona de 18 de octubre de 1384 que declaraba nulas y en fraude de acreedores ciertas enajenaciones realizadas por los deudores reteniendo la posesión, uso y disfrute de los bienes para evitar la ejecución de los acreedores. Se presume una simulación (La Retroacción de la quiebra, pp. 144 y 146-147). 120 «Licet non constet aliter de participatione fraudis ut in ait praetor...» (Gregorio López, glosa como ésta ad Part., V, 15, 8). 121 Partidas,V, 15, 11. 122 Partidas,V, 15, 12. - 235 - MENU SALIR privilegiados123. Ahora bien, si el deudor hace cesión de bienes, ya sea voluntaria u obligada judicialmente, en tal supuesto, si después entrega algún bien a alguno de sus acreedores debe ser devuelto para unirse al resto de los bienes cedidos y distribuirse en la forma establecida en la Ley 2ª. Respecto a esta distribución se hará por el juzgador repartiendo el producto obtenido de la venta de todos los bienes entre los acreedores (pago a prorrata), según la cuantía de la deuda de cada uno, salvo que alguno tenga un derecho preferente, en cuyo caso cobrará primero y a continuación los demás según la fecha de constitución que ha de ser el criterio a tener en cuenta para determinar la prelación. Antes de la venta de los bienes cedidos, el deudor puede pedir que le sean devueltos ya sea para pagar a sus acreedores o para defenderse legítimamente contra ellos. En tal caso, los bienes no se venderán hasta que el deudor no sea oído124. De todo lo anterior lo que verdaderamente nos interesa —sin menospreciar el resto de las instituciones— es la regulación de la cesión de bienes que se contempla en la Ley 1ª125. Se recoge un sistema judicial y voluntario. Puede desamparar sus 123 Aclara Gregorio López: «Limita et intellege nisi alii creditores essent magis priuilegiati...» (glosa que torne ad Part., V, 15, 9). 124 Partidas,V, 15, 2. Indica E. Clemente Meoro que la situación es diferente cuando no hay cesión de bienes, sino que son los acreedores los que instan el pago de las deudas; en tal caso, el acreedor que obtenga sentencia a su favor debe cobrar aunque su crédito sea posterior. Si son varios, el pago se hará a prorrata, es decir en proporción a su crédito si los bienes son insuficientes [“Término y vencimiento anticipado: antecedentes históricos”, en Anuario de Derecho Civil, XLIV (octubrediciembre/1991), p. 1582]. Ver al respecto Partidas, V, 14, 11. Concluye Clemente Meoro que en el Derecho histórico castellano se contemplaron supuestos de vencimiento anticipado aunque «no existió un principio general en virtud del cual la insolvencia del deudor diera lugar al vencimiento anticipado de la obligación...» y «especialmente las Partidas del Rey Sabio, contempló casos en que la situación patrimonial del deudor o su conducta ponían en peligro el crédito a término, facultando al acreedor para que pudiera exgir el cumplimiento de la obligación anticipadamente» (p.1595). 125 Que los debdores pueden desamparar sus bienes, quando non se atreuen apagar lo que deuen, e ante quien, e en que manera. «Desamparar puede sus bienes todo ome, que es libre, e estuuiere en poder de sí mismo, o de otri non auiendo de que pagar lo que deue. E deuelos desamparar ante el judgador. E este desamparamiento, puede fazer el debdor por sí, o por su personero, o por su carta, conosciendo las debdas que deue, o quando fuere la sentencia dada contra él, e non ante. E si de otra guisa los desamparare, non valdría el desamparamiento. E deuelos desamparar a aquellos aquien deue algo, diziendo, como non han de que faga pagamiento. E estonce el judgador deue tomar todos los bienes - 236 - MENU SALIR bienes todo hombre libre126 que no tenga suficiente para pagar lo que debe y el desamparo lo debe hacer ante el Juez. En cuanto qué debe entenderse por «todo ome» aclara Gregorio López que han de incluirse, siguiendo a Alberico da Rosciate, ciertas colectividades «collegio, universitate, vel societate, puta mercatorum». Respecto al menor, el problema radica en si puede ser encarcelado por deudas ya que, en caso afirmativo, se le debería permitir la cesión, aunque según Baldo, no cabría en ningún momento esta posibilidad. Se negaría el beneficio al que dilapida su fortuna o actúa de forma fraudulenta o al deudor solvente y se admitiría al deudor del fisco. Por tanto, vuelve aquí a incidirse en la restricción del beneficio al deudor de buena fe. Si no se cumplen los requisitos establecidos —libertad127 e insolvencia del deudor—, la cesión no se reputa válida. Se siguen los principios romanos y se contempla la cesión como beneficio. A pesar de ello, no aparece, expresamente, la posibilidad que se recoge en el Digesto 42, 3, 9 (Marc. 5, Institut.) de cesión extrajudicial. A nuestro parecer esto no implicaba que los deudores no pudiesen del debdor, que desampara lo suyo, por esta razón: si non los paños de lino que vistiere; e non le dee otra cosa ninguna dexar. Fueras ende, si tal debdor como este, fuesse padre, o auuelo, o alguno de los otros ascendientes, que ouiessen algo adar, alguno de aquellos que descendiessen dellos. O si fuesse fijo, o alguno de los otros descendientes, que ouiessen algo a dar, a alguno de aquellos de quien descendiessen. O si fuesse ome que deuiesse algo a su muger, o ella a su marido. O si fuesse ome que deuiesse algo a aquel aquien auía aforrado, o el aforrado a él. O si fuesse compañero de aquellos que firman compañía entre sí, auiendo, o trayendo, sus bienes de so vno, que deuiesse algo al otro, o el compañero a él. O si fuesse ome a quien demandassen en juyzio sobre donadio, que ouiesse fecho a otro. Ca entonce, el judgador deue dexar a cada uno destos sobredichos, tanta parte de sus bienes, de que puedan biuir guisadamente. E lo otro todo deue mandar vender en almoneda, e entregar el precio destos bienes a los debdores sobredichos». 126 Añade Alejandre la mujer como cedente y manifiesta la opinión de Scaccia, según la cual no se permite ceder sus bienes al deudor que conociendo su insolvencia contrae una deuda nueva o al que se endeuda pensando únicamente en el beneficio de la cesión (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 29-30). 127 Para Alejandre la norma se refiere a una libertad jurídica y no física, ya que no tendría sentido impedir la cesión al deudor encarcelado cuando la prisión tendría como fin coaccionar al deudor a ceder los bienes (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 29). Sin embargo, esta idea está extraída de la glosa de Gregorio López «debitor liber sui iuris», aunque seguidamente se permitiría también la cesión a los alieni iuris, con lo que la restricción inicial dejaría de tener sentido (p. 29, nota 64). De todas formas la disposición aparece suficientemente clara cuando indica «en poder de si mismo, o de otri». - 237 - MENU SALIR ceder de forma extrajudicial sus bienes a los acreedores, ya que no encontramos ninguna prohibición legal al respecto. Lo que sucede es que dicha cesión se sometería a lo meramente convenido entre las partes sin que tuviese ninguna cobertura por ley y sin que se reconociese como derecho al deudor; por tanto, dependería casi exclusivamente de que los acreedores estuviesen dispuestos a ello. García Goyena128, comentando esta norma, añade como requisito el que la cesión sea total y además distingue dos clases de cesiones, una voluntaria —teniendo en cuenta que dicha voluntariedad radica en la aceptación por parte de los acreedores129 y no únicamente en la iniciativa del deudor— y otra judicial. Por tanto, reconoce también una cesión al margen de la esfera judicial basada en un contrato entre acreedores y deudor que conlleva mayores ventajas que la judicial ya que permite el juego de la autonomía de la voluntad y por ende la posibilidad de llegar a un acuerdo «tanto respecto de la extinción total o parcial de las deudas, cuanto acerca de la adjudicación o enajenación de los bienes del cedente», sin olvidar que de haber varios acreedores será necesario «el unánime consentimiento de todos ellos, pues al que disienta sólo se le puede obligar por la vía judicial, y en los casos prescritos por la ley, para que pierda él todo o parte de sus derechos». Respecto a la judicial la presenta como un «beneficio concedido por la ley al deudor desgraciado y de buena fe» y además esta categoría de cesión «no confiere al acreedor la propiedad de los bienes del deudor, sino sólo el derecho de percibir los frutos que los bienes cedidos produzcan, hasta que verificada judicialmente la enajenación de éstos se extingan en parte o en todo las deudas» al cobrar sus créditos con el producto de lo obtenido en la subasta130, siendo sus principales efectos, la 128 Sobre este insigne jurista, ver el amplio trabajo, parte de su tesis doctoral, que ha publicado María Repáraz Padrós, “García Goyena: biografía de un jurista liberal (una aportación al estudio de la codificación civil española)”, en Anuario de Historia del Derecho Español, LXVI (1996), pp. 689-827. 129 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, Madrid, 1812, vol. V, pp. 5-6, § 4005. 130 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 7, § 4015. Añade que no existe posibilidad para el juez de inadmitir la cesión judicial, salvo en el supuesto en que ésta se haga a personas o en situaciones prohibidas por ley —en este caso hará referencia tanto al texto de las Partidas como a la Novísima Recopilación—, enumerando las siguientes: «1º A los arrendadores de rentas reales y sus fiadores (Ley 9, título 32, lib. II, Nov. Recop.), 2º Al que en fraude de sus acreedores dilapidó, enajenó - 238 - MENU SALIR imposibilidad de ejecución al deudor mientras se esté tramitando el correspondiente juicio de cesión; la acumulación de acciones, dando lugar a un «juicio universal»; el hecho de que «por el juicio de cesión no se causa décima, ni el juez puede exigirla de los bienes del deudor» y, por último, «rematados los bienes y pasado el término, se debe admitir la puja de mejor postor»131. También Gregorio López en su glosa a Partidas, V, 15, 1 admite la posibilidad de una cesión extrajudicial, pese a que no se indica nada al respecto. En cuanto al momento para llevar a cabo la cesión se establece que puede hacerse antes (tras la confesión o reconocimiento de la deuda) o después de que exista sentencia contra el deudor132 y respecto a las formalidades bastaba con que el deudor entregase materialmente los bienes a sus acreedores manifestándoles que no tenía con qué pagar, es decir su situación de insolvencia, sin que parezca exigirse —a diferencia de lo que veremos en el derecho aragonés o catalán— ningún juramento, ni publicidad. Según Gregorio López no se precisa ninguna solemnidad y basta con la manifestación oral, «de palabra»133. En cuanto a qué sucede con los bienes una vez cedidos tan sólo se especifica que tendrá lugar su venta en almoneda para entregar el precio obtenido a los acreedores del cedente. Otra característica en la que va a insistir García Goyena respecto al beneficio de la cesión de bienes es su carácter irrenunciable o la nulidad de un posible u ocultó sus bienes en todo o en parte, a no ser que diere fianzas de volverlos a su anterior estado (Ley 4, tit. 15, Part. 5), 3º A los alzados (Leyes 1 y 2, tit. 32, lib. II, Nov. Recop.), 4º A los deudores por deudas procedentes de delito o cuasi-delito, en cuanto a la multa o pena pecuniaria que por él se les imponga» (Ley 8, tit. 32, lib. II, Nov. Recop. Precisa esta norma que no por lo que corresponda a los intereses particulares del agraviado) [pp. 7-8, § 4016]. 131 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 8, § 4017. 132 Partidas, V, 15, 1. Apunta Alejandre que cuando se declara no válido el abandono de los bienes, realizado previamente a la sentencia, «no supone que se niegue la posibilidad de hacer cesión antes de iniciarse el juicio. Lo que se prohibe es la cesión realizada como garantía y condicionada por tanto a la conclusión del juicio» (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 35). 133 «Item quaeritur de iure nulla solennitas requiritur: sed sufficit fieri verbo, vt ibi per eum» (Gregorio López, glosa diziendo ad Part., V, 15, 1). Antes había aclarado, en base a Baldo, que en todo caso, en cuanto a la forma, se estaría a la costumbre del lugar y que no se debía permitir una forma reprochable. - 239 - MENU SALIR desestimiento, basándose en que «si a tales renuncias se les diera valor, inutilizarían el benéfico objeto que la ley se propuso al conceder el beneficio de la cesión, y de ello se seguirían considerables perjuicios tanto al deudor como a las personas que con él tuvieran identificada su suerte»134. La cesión vuelve a aparecer como un medio del deudor de librarse de la prisión135 y de tener que responder en juicio ante sus acreedores —con excepción, claro está, de los fiadores que continúan estando obligados— por suspenderse las acciones que pudiesen ejercitarse contra él por la parte no satisfecha al menos hasta que mejorase su fortuna136. 134 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 6, § 4007. 135 La pena de prisión sería la correspondiente a aquél que no paga sus deudas ni desampara sus bienes, cuando fuese demandado por el acreedor y en prisión debe mantenerse hasta que pague o haga la correspondiente cesión. Por tanto el fin de la prisión es obligar al deudor a efectuar el pago o a ceder, cuando, una vez condenado ni paga, ni cede sus bienes (Partidas, V, 15, 4). Gregorio López en su glosa a esta norma indica que la prisión sería aplicable con carácter subsidiario, es decir, «debet ergo prius fieri executio in bonis et si non sufficiant tunc devenitur ad capturam» (glosa en prisión ad Part., V, 15, 4). Sobre este particular García Goyena afirma que «uno de los objetos que principalmente podía tener antes de ahora el que hacía cesión de sus bienes era el de liberarse de la prisión a que estaba sujeto el que no quería pagar ni desamparar sus bienes; pero en la actualidad apenas hay quien no esté exento de prisión por deudas civiles: y aun puede decirse, que si las leyes no han concedido a los deudores una absoluta libertad sobre este punto, la práctica la ha concedido; en efecto, a pesar de las excepciones consignadas, tanto en las leyes de Partidas cuanto en las recopiladas, nadie sufre en el día prisión por sus deudas civiles» (Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 6, § 4006). Tomás y Valiente opina que no se ejecutaba directamente el patrimonio del deudor porque se trataría de una enajenación de la totalidad por superar las deudas a los bienes y se permite que el deudor «opte entre la cesión voluntaria de todos sus bienes (miseria absoluta) o la prisión indefinida en manos del juez» [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 373]. En cuanto a la prisión por deudas en las Partidas señala que la del demandado se sustituye por «su juramento de estar a derecho, la del deudor solvente por la ejecución patrimonial forzosa, y la del deudor insolvente de un solo acreedor, por la responsabilidad patrimonial futura» (pp. 330-332). 136 Partidas,V, 15, 3. - 240 - MENU SALIR Ya hemos indicado cómo la Ley 1ª exigía que el deudor entregase la totalidad de sus bienes con excepción de la ropa de uso137, y, por tanto, un requisito para la validez de la cesión es que ésta fuese total, como ya señalaba García Goyena. Sin embargo, según este eminente jurista, «los autores y la práctica con sus opiniones han mitigado algún tanto la rigidez de la ley de Partida, exceptuando de la cesión de bienes aquéllos que sirven para el ejercicio de la profesión, arte u oficio del deudor, fiándose para ello en la filantrópica razón de que privado el deudor hasta de los bienes que acabamos de referir, no podría procurarse su subsistencia, y mucho menos adquirir otros bienes para completar el pago de sus deudas»138 e incluso se atreve a hacer un listado mucho más amplio de bienes que quedarían excluidos como, por ejemplo, «las cosas sagradas y destinadas al culto divino, los animales y aperos de labranza, los sembrados y barbechos, los granos no entrojados, los libros de los abogados y estudiantes, los instrumentos de los artistas y artesanos para el uso de sus profesiones y oficios, los caballos, armas y sueldos de los militares, las casas, mulas, caballos y armas que usaren los nobles, los vestidos, camas y demás cosas necesarias para el uso diario, las yeguas destinadas para la cría de caballos de casta, y las naves que vengan de fuera del país»139. Además, en las leyes de Partidas se establece una excepción a la que García Goyena —coincidiendo, según reconoce, con la mayoría de juristas— ha denominado «beneficio de 140 competencia» , pese a no aparecer esta denominación en la legislación que comentamos —recordemos que este beneficio se recogía en Derecho romano en relación a que al deudor le fuese reservado lo necesario para vivir una vez que obtuviese nuevos bienes a la hora de satisfacer sus restantes deudas—. Consiste, según la Part. V, 15, 3, en que si el deudor hace abandono o cesión de sus bienes, y tras la correspondiente venta, el importe obtenido no resulta suficiente para cubrir la totalidad de sus deudas; si mejora su fortuna, debe entregar a los acreedores 137 Gregorio López precisa: «qui cedens bonis retinebit suis pannos conuenientes, quos habet in dorso» (glosa si no los paños de lino ad Part., V, 15, 1). 138 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, pp. 6-7, § 4009. 139 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, pp. 6-7, § 4009. 140 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, pp. 6-7, § 4008, 4010 y 4011. - 241 - MENU SALIR restantes todo lo que obtenga siempre que se reserve lo necesario para vivir. Para García Goyena este beneficio compete «al que por una calamidad o desgracia inevitable se ha visto obligado a hacer cesión de bienes»141 y lo hace extensivo a un conjunto de personas en virtud de la relación de parentesco o de otro tipo que pueda presentarse entre acreedor y deudor: los ascendientes respecto a los descendientes y viceversa, cónyuges, aforados, socios142, a una serie de deudores en función de su particular estado: «los títulos, los militares, los demás empleados públicos y los clérigos»143 y finalmente «por razón de la liberalidad de aquél a quien se concede»144. El maestro Jacobo de las Leyes, de quien se ha dicho que colaboró en la redacción de las Partidas, en su obra Las Flores del Derecho145, ley segunda del título cuarto, contempla un plazo de cuatro meses para el cumplimiento de una sentencia que condene a pagar una deuda a contar desde que fuese dictada. La ejecución se proyecta en primer lugar sobre los bienes muebles del demandado; si no fuesen suficientes para cubrir la totalidad de la deuda se accionará contra los inmuebles y, si tampoco hubiere, contra los derechos, acciones y créditos. A continuación se establece un plazo para que el demandado pague la deuda y si no lo llevase a cabo en ese tiempo determinado, serán vendidos los bienes embargados. Ahora bien, en el supuesto de que no se pudieren vender las cosas, el demandante podrá adquirir la propiedad de los bienes en pago de la deuda haciendo una estimación de su valor y devolviendo lo que reste a su dueño. No se contempla 141 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 7, § 4011. 142 Partidas, V, 15, 1. García Goyena incluye además a los hermanos entre sí, los suegros y los patronos en relación a los esclavos a los que concedieron la libertad (p. 7, § 4013). 143 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 7, § 4014, según la Part. I, 6, 23 y la práctica de los tribunales. 144 Florencio García Goyena, Febrero o librería de jueces, abogados y escribanos, comprensiva de los Códigos civil, criminal y administrativo, vol. V, p. 7, § 4012 y 4014. 145 Ver Rafael de Ureña y Smenjaud y Adolfo Bonilla y San Martín, Obras del Maestro Jacobo de las Leyes, Madrid, 1924. Indican que se trata de un «compendio de derecho procesal» que guarda «evidente analogía con las correspondientes leyes de la Partida III» aunque no es absoluta «la correspondencia entre unas y otras» (pp. XII-XIII). Luego, sobre este particular, se ha escrito en abundancia por Antonio Pérez Martín, pero es materia ajena a lo que aquí nos preocupa. - 242 - MENU SALIR la posibilidad de cesión de bienes para evitar el embargo, sino tan sólo una especie de datio pro soluto en caso de que no fuese posible (o provechosa) la venta de los bienes embargados. En otra obra, el Dotrinal146 se establece, en el libro sexto, título cuarto, cap. 7, la conservación de las cosas embargadas en almoneda hasta el transcurso de los plazos legales para su venta en pública subasta al mejor postor. Si no hubiese comprador se entregarán en pago de la deuda al demandante. Tampoco se contempla la cesión de bienes. La cesión de bienes es minuciosamente analizada por Juan de Hevia Bolaños147 en su Curia Philípica148. Curiosamente la define, interpretando las Partidas y la Recopilación como «un remedio que el derecho introduxo en favor del deudor preso por deudas, para salir de la prisión, y evadirse de la molestia de ella»; por tanto, parte de un beneficio que sería aplicable a un deudor que se encontrase ya en prisión para poder abandonar la misma y no como un medio de evitar el temido ingreso penitenciario149. Siguiendo a Salgado de Somoza y la misma Recopilación, excluye del beneficio de la cesión a los arrendadores de rentas reales y sus fiadores, aunque no a otros deudores del monarca o de la Hacienda Pública150. En los casos excepcionados el deudor se verá obligado a permanecer en prisión hasta que efectúe el correspondiente pago. Si la deuda procede de delito o cuasidelito, le está permitida la cesión en cuanto a los intereses que corresponden a la parte afectada; sin embargo no puede librarse de una pena pecuniaria haciendo la correspondiente cesión de bienes —aunque siempre cabe la posibilidad del perdón del juez151—, sino que en el supuesto que no pueda hacer frente a la misma, se 146 De ella se critica su escasa originalidad y sus numerosas coicidencias con las Partidas constituyendo «una copia casi literal» hasta el punto de que «a veces se le escapa la misma palabra “Partida”» (Rafael de Ureña y Smenjaud y Adolfo Bonilla y San Martín, Obras del Maestro Jacobo de las Leyes, pp. XIV-XV). 147 Sobre el personaje y su obra, consultar Guillermo Lohmann Villena, “En torno de Juan de Hevia Bolaños. La incógnita de su personalidad y los enigmas de sus libros”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXI (1961), pp. 121-161 y Jesús Rubio García Mina, “La doctrina del fletamento en Hevia Bolaños”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XV (1944), pp. 571-588. 148 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, 2 vols., Madrid, 1793, párrafo 25, n. 1-19, pp. 165-168. 149 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 1. 150 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 2. 151 «Quando alguno es condenado por delito en pena pecuniaria, aunque sea aplicada al Fisco Real, siendo pobre, que no tiene de que pagarla, constando de ello, puede el Juez remitírsela, y - 243 - MENU SALIR transformará en pena corporal, con una excepción altamente discriminatoria por razón de la clase social, cual es que la conmutación no tendrá lugar en «personas nobles» ni en el clero152. Además se encuentran también exceptuados del beneficio de la cesión de bienes los defraudadores, entendiéndose aquellos deudores que ocultan y enajenan sus bienes —tanto si efectúan el fraude antes como después del ingreso en prisión— para evitar pagar a sus acreedores. Por tanto, Hevia Bolaños contempla la figura de la cesión de bienes en fraude de acreedores, que para ciertos sectores de la doctrina no tiene un carácter independiente, aunque cabrían numerosas interpretaciones al respecto, interviniendo con mayor fuerza si cabe la vertiente penal de la institución. No obstante, para que tenga lugar el fraude se establece como requisito sine qua non —según las Partidas y la glosa a la misma de Gregorio López—que los bienes ocultados o vendidos no puedan ser recuperados153. Una última excepción a la cesión recogida en la Curia Philípica es la del deudor que haya utilizado el beneficio de la espera154. El carácter irrenunciable de la cesión de bienes155 —a diferencia, como veremos, del beneficio de quita y espera— lo justifica Hevia Bolaños, partiendo de la misma interpretación que le llevó a definir la cesión de bienes. Recordemos que él consideraba la cesión como beneficio para salir de prisión y no para evitarla, pues bien en esta línea interpretativa, si un deudor que se encuentra en prisión por quitársela, no siendo el yerro porque se impone grave, como expresamente lo dice una ley singular de Partidas» (Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 4). Se refiere a Partidas, III, 22, 4. 152 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 3. En este punto Hevia Bolaños sigue la Recopilación y a Gregorio López, entre otros y respecto a las excepciones hace mención expresa de Covarrubias —en concreto la de la nobleza—, Bernardo Díaz de Lugo y Salcedo —el clero—. No obstante, Gregorio López exige buena fe en el cedente, lo cual no sería demasiado compatible con una deuda procedente de delito o falta. 153 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 5. 154 «El deudor, que usó del remedio de la espera, no puede usar después del de la cesión de bienes, ni la puede hacer, sino que ha de estar preso hasta que pague, como alegando otros, lo dicen Gregorio López y Paz» (Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 6). 155 Recordemos que sobre esta irrenunciabilidad ya se había pronunciado García Goyena. - 244 - MENU SALIR deudas renuncia al beneficio de la cesión se estaría obligando a permanecer en la cárcel de forma «perpetua»156. El siguiente paso de Hevia Bolaños es precisar los requisitos de la cesión de bienes. En primer lugar es necesario que el deudor confiese sus deudas o sea condenado en juicio y dicha confesión puede hacerla personalmente o por medio de representante —Procurador— y puede tener lugar judicial —ante el juez— o extrajudicialmente, siempre que esta última sea ratificada posteriormente ante el juez, debiendo igualmente renunciar a la prisión157. A continuación vuelve a insistir, como segundo requisito, en la necesidad de que el deudor se encuentre en la cárcel, bastando con la denuncia de un solo acreedor, de modo que la cesión afectará a todos los demás sin que sea necesario citarlos, aunque advierte que hay parte de la doctrina que considera obligado «que se les notifique, y se pregone por tres pregones en nueve días, cada tres el suyo, y se pongan tres edictos en la Audiencia, a cada pregón el suyo, en que se haga saber como se hace la cesión de bienes, y renunciación de prisión, para que el que a ello tuviere derecho lo venga mostrando dentro de dicho término; donde no, se procederá en su ausencia con señalamiento de estrados, y esto parece se confirma por una ley de la Recopilación, y es conforme a ella»158. El plazo para efectuar la cesión a instancia del deudor desde el ingreso en prisión y liquidación de la deuda es de seis meses y en caso que no tenga lugar a su iniciativa, la ley la entiende hecha ipso iure159. Los efectos de la cesión comentados por Hevia Bolaños no resultan demasiado novedosos. Se sitúan en que el deudor no estará obligado a responder en juicio a 156 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 7. En este punto sigue a Covarrubias, aunque precisa que Gutiérrez sostiene lo contrario alegando una ley de la Recopilación. 157 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 8. 158 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 9. 159 «La cesión de bienes ha de hacer el deudor, juntamente con la renunciación de la prisión, dentro de seis meses de como fue preso, y liquidada la deuda; los quales pasados, aunque no lo haga, la ley la tiene por hecha ipso jure, como si él mismo lo hiciese; así lo dice una ley de la Recopilación. Y nota que en esta prisión el acreedor tiene obligación de mantener al deudor nueve días y no más, según otra ley de ella» (Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 10). Según veremos esto aparecía impuesto en una Pragmática de los Reyes Católicos de 18 de octubre de 1501. - 245 - MENU SALIR sus acreedores, aunque la liberación no es completa, ya que su obligación no se va a extinguir sino que debe hacer frente a sus deudas si mejora su situación económica y siempre que reserve aquello que necesite para vivir160. Es igualmente significativa la regulación contenida en la Ley 5ª161 donde aparece el acuerdo de los acreedores concediendo un plazo al deudor para que efectúe el pago de sus deudas, lo que se conoce en nuestro derecho actual como el beneficio de espera y, que según se establece en el artículo 1139.6 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, requiere las dos terceras partes de votos de los acreedores que tomen parte en la votación, y que los créditos de los que formen esa mayoría importen, cuando menos, las tres quintas partes del pasivo. El convenio será obligatorio para todos los que concurran a la votación y para los que, citados y notificados en forma, no hubiesen protestado en tiempo162. En la mencionada Ley 5ª, que analizamos, se contempla el problema de que no todos los acreedores estuviesen de acuerdo en conceder la espera, en cuyo caso decidirá la mayoría, que no tiene porque ser cualificada, aunque debe entenderse que dicha mayoría abarca a aquellos acreedores que representan las deudas de mayor cuantía y si todos tienen la misma cuantía se atenderá al número de acreedores. En caso de 160 A esto añade «...porque los bienes adquiridos después de haber hecho la cesión, no puede ser convenido en más de lo que puede hacer, sin que por esta cesión se libre al fiador que hubiere dado, ni goce de su privilegio, como lo dice una Ley de Partida» (Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 165, párrafo 25, n. 2). Se refiere a Partidas, V, 15, 3. 161 «Como quando alguno es debdor de muchos, e les ruega que le esperen por el debdo, e los vnos lo otorgan, e los otros non, qual razón deue ser cabida. Debdor seyendo vn ome de muchos si ante que desamparasse sus bienes, los juntasse en vno, e les pidiesse, que le diessen vn plazo señalado, aque les pagasse: si todos non se acordassen en vno a otorgarselo, aquel plazo deue auer, que otorgare la mayor parte dellos, maguer los otros non gelo quisiessen otorgar. E aquellos, dezimos que se deue entender, que son mayor parte, que han mayor quantía en los debdos. E si fuesse desacuerdo entre los vnos, queriendo otorgarle el plazo; e los otros, diziendo que gelo non otorgarían, mas que pagasse, o desamparasse los bienes; estonce si fueren yguales en los debdos, e en quantidad de personas, deue valer lo que quieren aquellos quel otorgan el plazo, porque semeja, que se mueuen a fazerlo, por piedad que han de él. E si por auentura fuessen eguales en los debdos e desiguales en las personas aquello que quisiere la parte, do fueren más personas, esso deue valer». 162 Se exceptúan los acreedores privilegiados de los artículos 1922, 1923 y 1924 del Código Civil siempre que hubiesen hecho uso de su derecho de abstención. - 246 - MENU SALIR desacuerdo entre los acreedores, siempre que fuesen iguales en número y en cuantía de créditos, debe optarse por la solución más favorable al deudor, cual es la concesión del plazo. Si las deudas son iguales, decide, nuevamente, la mayoría. El criterio es el mismo tanto si el desacuerdo radica en la concesión de la espera como en el aplazamiento concreto que se debe otorgar. El beneficio de la quita se recoge en la Ley 6ª del mismo título163, la cual remite a las reglas contenidas en la Ley 5ª relativas a la espera —y anteriormente comentadas— de modo que en caso de desacuerdo se atenderá a la solución que pueda resultar más favorable al deudor. Cuando los acreedores acuerdan conceder la quita dicha decisión obligará a todos los que no estuviesen presentes, exceptuando aquéllos cuyo crédito fuese de una cuantía superior a la de «todos los otros» en cuyo caso, pese a su ausencia, lo acordado, no le vincula y tampoco es vinculante para los acreedores privilegiados, y, según Gregorio López, tampoco para los hipotecarios a los que no puede perjudicar el acuerdo de la mayoría. Indica también que ambos beneficios deben ser solicitados por el deudor164. En Partidas, III, 18, 33 se recoge la posibilidad de que la moratoria sea concedida por el rey cuando el deudor, a causa de su pobreza, no puede hacer frente al pago en el plazo establecido para ello, exigiéndose que presente un fiador. Comenta Alejandre esta norma indicando que al no precisarse nada al respecto 163 Como quando alguno es debdor de muchos, e les ruega que le esquiten algo, e los vnos lo otorgan, e los otros non; qual razón deue ser cabida. Rogando el debdor, a aquellos aquien deuiesse algo, ante que les desamparasse sus bienes, que le quitassen alguna partida de lo que les deuía, e que les pagaría lo otro; si por auentura fuesse desacuerdo entre ellos, queriendo los vnos quitarle alguna cosa, e los otros non, aquello deue valer, e ser guardado, en razón del quitamiento, ques en todas las cosas que diximos en la ley ante desta, en razón del plazo, que pidiesse. E avn dezimos, que maguer alguno de aquellos aquien deuiesse algo non estuuiesse delante; quando los otros le quitasen alguna partida del debdo, que con todo esso deue valer lo que fizieren, e non lo puede reuocar aquel solo. Fueras ende, si la quantía que el deuía auer del debdo fuesse mayor que la de todos los otros, ca estonce non empecería lo que sin él fiziessen. E otrosí dezimos que si algunos que ouiessen a recebir algo de su debdor, le quitassen alguna partida del debdo, e non fuesse y presente, quando fiziessen este quitamiento, alguno otro, a quien fuesse obligada señaladamente, alguna partida de los bienes del debdor, o touiesse alguna cosa suya señaladamente en peños, que non empecería el quitamiento, que los otros le fiziessen. Ca en saluo le finca todo su derecho, en aquellos bienes que fuessen obligados, o empeñados». 164 «Et sic hoc fit ad petitionem debitoris, non vero favore creditorum...». - 247 - MENU SALIR podía ser potestativo para el deudor solicitar la espera del monarca o de sus acreedores, aunque tal vez el recurso al monarca constituía una última instancia ante la negativa de los acreedores165. La quita y la espera serán igualmente comentadas por Juan de Hevia Bolaños en su Curia Philípica. La espera puede ser concedida por el Príncipe o por las Audiencias Reales, siempre que haya una causa legítima y el plazo de espera sea de seis meses y con fianza. También puede ser solicitada por el deudor a sus acreedores como paso previo a la cesión de bienes y ser acordada por todos ellos, una vez citados debidamente los que se encontrasen ausentes. Si no hay acuerdo, decide la mayoría de personas, de número de deudas, o de cantidad de las mismas. Y si son iguales el número de personas y de deudas se toma la decisión que resulte más beneficiosa al deudor tal y como señalan las Partidas. Añade Hevia Bolaños que, pese a que —según el derecho común— el plazo de espera no podía exceder de cinco años, predomina la autonomía de la voluntad y si los acreedores han acordado un plazo superior habrá que atenerse a éste, sin necesidad de fianza — siguiendo lo establecido por las Partidas y por la glosa de Gregorio López—, aunque aquí va a diferenciar al deudor comerciante del que no lo es, ya que si se trata de un mercader o tratante, habrá de tenerse en cuenta el plazo de cinco años, y será obligada una fianza para conceder la espera166. Respecto a la quita la presenta como otra posibilidad que tiene el deudor antes de hacer la cesión de bienes a sus acreedores, prevaleciendo —como en el caso anterior— la solución más beneficiosa para el que debe, en caso de desacuerdo, de modo que aquellos acreedores que no quisiesen conceder la reducción de la deuda deberán pasar por la decisión de los que sí acordaron concederla, siempre que éstos representen la mayoría de la deuda, no sean familiares —consanguíneos— 165 La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 56. Respecto a los abusos que se podían cometer, en las Cortes de Nieva del año 1473 se solicita al rey que se limiten las moratorias a los casos de auténtica necesidad exigiéndose un informe previo de la situación del deudor. Al mismo tiempo se limitaba el plazo a dos años (p. 57). Al parecer las moratorias empezaron a ser concedidas también por los Oidores de las Audiencias, quedando terminantemente prohibido por los Reyes Católicos en 1489 (p. 57). Por último, señala Alejandre que respecto a los beneficios de la quita y la espera, el derecho valenciano no difiere de las Partidas (pp. 58-59). 166 Ver Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, pp. 163-164, párrafo 24, n. 1-4. - 248 - MENU SALIR del deudor y la quita no suponga la totalidad del débito167. Cuando haya disconformidad es el deudor el que debe presentar ante el juez la decisión de los acreedores que han concedido la quita o la espera para que compela a los demás a otorgarla168. A continuación recoge una serie de supuestos en los que no se admite la quita y la espera, siguiendo para determinar las excepciones la normativa contenida en la Nueva Recopilación169. El beneficio de la quita y espera es renunciable por el deudor170. Finalmente, Juan de Hevia Bolaños, determina la jurisdición competente para conocer de las solicitudes de espera171 y remite a Salgado de Somoza «en su Laberynto» para todo aquello que pueda surgir en esta materia y que no haya recogido él mismo172. 167 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 164, párrafo 24, n. 5. En este caso también sigue la correspondiente ley de Partidas y la glosa de Gregorio López. 168 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 164, párrafo 24, n. 8. 169 Se trata de los «Cambiantes, Mercaderes o Tratantes, que se alzan con sus bienes o libros, siendo hechos después de alzados, según una ley de la Recopilación, ni las que se le hicieren después de haber quebrado, y faltado de sus créditos, metiéndose en las Iglesias, aunque no alcen bienes o libros, según otra ley de la misma Recopilación. Y no han de ser admitidos ni oidos en razón de ellas, sino es estando presos con prisiones, hasta la conclusión de la Causa, sin ser dados en fiado; y manifestando los bienes que tuvieren, entregándolos con Memorial jurado de ellos, y de lo que se les debe y debieren, y se ha de depositar; y encubriendo algo, o haciendo algún fraude, poniendo acreedor fingido, o pagándole porque consientan, no gozan de este beneficio. Y lo mismo, si se probare haber tomado algo fiado en los seis meses próximos que quebraren, o empezaren estos pleytos, como lo dice otra ley de la Recopilación». Idénticas excepciones serán aplicables aunque el deudor no sea banquero, mercader o tratante (Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 164, párrafo 24, n. 6). 170 171 Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, p. 164, párrafo 24, n. 7. «Las esperas que se piden en el Consejo por los deudores, se despachan en la Sala de Justicia, las que son de Justicia; y las que son de Gracia, en Sala de Gobierno; y aunque antes se despachaban por encomienda, hoy no se puede hacer, sino es dando cuenta en una de las dos Salas, como se dispuso por un Auto acordado. Y estas esperas no se pueden conceder en las Chancillerías, como consta de una ley Real, y lo resuelven Bobadilla, Velasco y Salgado, ni los del Consejo de Hacienda pueden concederlas a los deudores del Fisco, sin consultar primero sobre ello al Rey, según una ley real». No obstante, se recoge una excepción relativa al Tribunal de la Contaduría Mayor de Cuentas, que tiene facultad para otorgar esperas moderadas siempre que la deuda no exceda una cantidad determinada prevista en una ley real (Juan de Hevia Bolaños, Curia Philípica, pp. 164-165, párrafo 24, n. 10). 172 Curia Philípica, p. 165, párrafo 24. - 249 - MENU SALIR Un problema diferente es el de la fuga del deudor, que será desarrollado en la Ley 10ª173 del mismo título de Partidas, recogiendo el caso de quien no alcanza a hacer frente a las deudas que tiene contraídas, por imposibilidad, lo que parece deducirse de los términos «porque no pudiese pagar las deudas que debe», aunque el enunciado de la ley se formula en términos no tanto de poder como de voluntariedad de asumir sus compromisos económicos, ya que se indica el caso del deudor que huye, «porque no se atreue a pagar lo que debe», aunque luego la regulación concreta sea más específica al incidir en la imposibilidad material y la eventualidad de ser retenido judicialmente o a iniciativa de alguno de los acreedores, siempre poniendo en conocimiento de la autoridad la acción que ha llevado a cabo. Si en el lugar donde se encuentra no hay juez o merino, el acreedor puede retenerlo con todo lo que tuviese, pero si hubiese autoridad judicial debe ponerlo en su conocimiento y corresponde a ésta la detención. El acreedor que llevase a cabo esta acción cobrará su deuda con los bienes que encontrase y que el deudor llevaba consigo y sólo lo que exceda de ésta irá destinado a los demás acreedores. En el Ordenamiento de Alcalá174 no encontramos la regulación específica de la cesión de bienes. Sólo aparecen algunas normas relativas a los embargos por 173 «Del debdor que se fuye de la tierra porque non se atreue a pagar lo que deue Fvyéndose algún ome de la tierra, porque non pudiesse pagar las debdas que deuía; si alguno de aquellos aquien deuía algo, sabiendo que se yua assí, fuesse en pos él con entención de recabdarle, e de tomarle lo que lleuaua; si se fallassen como en yermo, o en logar que non ouiesse merino, o juez; estonce bien lo podría él por sí mismo recabdar, a él, con todo quanto leuasse consigo. Mas si los fallase en logar do ouiesse juez, o merino; estonce non lo deue recabdar él por sí, mas deuelo dezir al juez del logar, que gelo recabde, e deuelo fazer. E todo aquello que le fallaren, puédelo retener para sí, por razón de la debda que le deuía, fasta en aquella quantía que montaua lo que auía a dar. E non es tenudo de recodir con ello, a los otros debdores. Mas si fallasse más, de quanto montasse su debdo; estonce, lo demás déuelo dar a los otros, cuyo debdor era». Hevia Bolaños, siguiendo a Surdo y a Felino, señala que no cabe conceder espera al deudor en fuga y la concedida no surte efecto por estar viciada, aunque la concesión provenga del príncipe (Curia Philípica, p. 164, párrafo 24, n. 9). 174 Sobre la regulación de la quiebra en este texto Hernán Giménez Anzola no comparte la opinión de Apodaca al señalar que contiene disposiciones sobre el procedimiento concursal español, ya que considera que «no suministra datos ni siquiera de menor importancia en relación con la quiebra» [“Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 34, de la separata]. - 250 - MENU SALIR deudas y a las garantías para su correcta realización. Así, por ejemplo, se dispone que los animales y aparejos empleados para las labores de la tierra no deben ser embargados por deudas del señor175, ni los caballos y armas por deudas de los caballeros176. En el Ordenamiento sobre Administración de Justicia dado por Pedro I a Sevilla en 1360, la Ley XXI177 limitaba de forma considerable la prisión por deudas a los supuestos recogidos en la misma por estimar que no era una medida útil ya que al prolongarse en el tiempo sólo se consiguía que el deudor muera de hambre en las prisiones sin darle ninguna posibilidad de hacer frente a sus deudas. Refiere la cesión de bienes entre los supuestos que tiene el deudor de dar satisfacción a sus acreedores y evitar la prisión, exigiéndose un juramento —sobre el Evangelio— en presencia del juez encargado del pleito de que pagará cuando tenga bienes suficientes. Se establece la aplicación retroactiva de la norma178. 175 Ordenamiento de Alcalá, 18, 2. 176 Ordenamiento de Alcalá, 18, 4. 177 Juan Antonio Alejandre, suponemos que por un error, atribuye a la ley el número XIX en lugar del XXI (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 9). 178 Que ningund omme por debda que deva non sea preso, salvo en casos çiertos que en esta ley se contienen. «Otrosí, porque es contra derecho detener un omme a otro preso en carçel o en otras prisiones por debda quel deva, tengo por bien e mando que ningund omme nin muger cristianos non [sean] encarçelados sus cuerpos por cosa que ayan a dar nin a fazer nin por debda que devan a qualesquier personas, quier sean de diezmos, de pan o de vino, o de otra debda qualquier, maguer que ayan fecho obligaçiones que los encreedores por sí mesmos les puedan prender e tener en prisiones, salvo si fuere por las mis rentas e por los mis pechos e derechos, o por aver de guarda o de encomienda o otra debda que nazca de malefiçio e de dannos, e sobre fecho de mayordomadgo o almoxarifadgo que un omme tenga de otro, o por debda que deban a los mercadores estrangelos de las mercadorías que conpran de que pagan derecho en la mi aduana, o por tutoría de huérfanos, o los carniçeros o los atahoneros o taverneros que deven alguna cosa a los vezinos e merchantes por cartas o pan o vino que dellos conpran, o carpenteros o albannies o los otros maestros o collaços que toman dineros o otra cosa para fazer algunas obras o otro serviçio por mar o por el río e por tierra, e por las rentas e derechos del concejo; e maguer que en el contrabto que una persona fiziere con otra se obligue a fuero e uso e costunbre de almoxarifadgo, tengo por bien que aun por tal obligaçión non sea preso su cuerpo, salvo en las cosas que dichas son en esta ley, e cada uno que vende o conpra o fizier otro contrabto cate primero si es abonado aquel con quien lo faze e si non tomen del buen fiador quel pague e le cunpla lo que le prometió e si non tórnesse a su culpa, ca el cuerpo del omme que es libre non es derecho que sea preso nin encarcelado por tales debdas todavía dando el debdor - 251 - MENU SALIR Nos recuerda Alejandre como en el derecho aragonés se prohibe de forma expresa la cesión de bienes en caso de comenda y al mutuatario insolvente pudiendo, en ambos casos, el acreedor optar entre la prestación personal del deudor o esperar a que mejore su situación para resarcir su crédito179. Al parecer, el procedimiento revestía carácter judicial ya que ante el juez el deudor prestaba, sobre la Biblia y un Crucifijo, un juramento relativo a su situación económica180 y debía comprometerse por escrito a pagar cuando ésta mejorase, siendo dicho juramento trámite legal obligatorio181. Se prohibía la prisión por deudas al que desamparaba sus bienes182. En cuanto a la graduación de créditos se adoptaba la distribución proporcional con carácter subsidiario al criterio de la fecha de constitución de los lugar a sus bienes que quiere çedo bonis, pero el juez ante quien fuere el pleyto reçiba jura del debdor sobre Santos Evangelios que cuando oviere de que, que pagará la debda que deve o fará e conplirá lo que era obligado a fazer e a conplir, e esto tenga por bien que non enbargue la ley del fuero en que diz que quando algund omme es culpado de muchas deddas o de muchas culpas que si non oviere de que pagar que sea siervo fasta que pague, ca por esto non cobran los omes mas aina sus debdas e los debdores mueren e piérdense de fanbre en las prisiones e enbargase por ello muchas vezes mi serviçio que avría de los que están así presos, e tengo por bien que esta ley aya lugar non tan solamente en las debdas que fueren fechas de aquí adelante mas en todas las otras debdas que son fechas fasta aquí, maguer que algunos ommes e mugeres cristianos están presos por ello e sea dada sentençia contra ellos en que sean siervos o presos fasta que paguen, nin aunque la sentençia sea consentida o pasada en cosa judgada» [Anuario de Historia del Derecho Español, XVII (1946), pp. 731-732]. Para Tomás y Valiente esta medida no es humanitaria sino que dictó por razones demográficas (“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, pp. 381-384). 179 La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 32. La finalidad de estas excepciones —a las que se añade el pago de pensiones derivadas de los censales, «los albalas de los mercaderes» y «las cédulas de los mercaderes» era evitar fraudes. La consecuencia era la prisión o la entrega al acreedor a su servicio, siendo alimentado por éste [Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 477-479]. 180 La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 34. 181 La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 35-36. 182 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 456-457. La edición que maneja en este caso de los Fueros de Aragón, al igual que la seguida por Alejandre, es la Tilander y transcribe el párrafo 99 y el 100, así como el Vidal de Canellas, apuntando que «los párrafos II, 20 y II, 21 del “Vidal Mayor” son casi idénticos a los párrafos 99 y 100 de los Fueros de Aragón (Tilander)» (p. 458). - 252 - MENU SALIR créditos183. El Fuero de Alcañiz de cessione bonorum intentaba adoptar ciertas medidas de precaución ante la facilidad con la que solía llevarse a cabo la cesión perjudicando los intereses de los acreedores. Al quedar el deudor en libertad volvía a contraer nuevas obligaciones que difícilmente se verían satisfechas. Por esta razón el fuero trató de envolver el hecho de la cesión dentro de la mayor publicidad posible: el cedente debía ir por la ciudad sobre un asno con una cadena al cuello y una falsa mitra en la cabeza184. La situción humillante que para él se producía no requiere mayores comentarios. Sobre las formalidades de la cesión se exigía que el deudor careciese de toda clase de bienes y que se llevase a cabo en instrumento público inscrito en el «libro Curiae» donde debía comprometerse a pagar en caso de mejorar su fortuna. El juramento debía repetirse semanal o mensualmente. Si había varios acreedores se atendía a la fecha de constitución185. La cesión de bienes aparece recogida con carácter expreso en las Costumbres de Tortosa donde se hace una recopilación de sus carácterísticas más significativas. Incide en su carácter no liberatorio de la deuda, sino hasta donde alcance el valor de los bienes cedidos y en su efecto principal de evitar la prisión al deudor. En cuanto a su objeto debe abarcar la totalidad de los bienes quedando obligado a entregar al acreedor todos los que vaya adquiriendo y exceptuándose, en un principio, tan sólo la ropa que llevara puesta186. El acreedor está facultado para exigirle un juramento 183 Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 49. 184 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 465. Hace notar la semejanza con los Fueros de Aragón, 99 y 100 (p. 466) y la radical diferencia con el derecho castellano donde el deudor quedaba al servicio del acreedor, mientras que en el derecho aragonés quedaba en libertad. Además en Aragón tampoco se exige que el cedente estuviese previamente preso para poder hacer la cesión y por ello supone Tomás y Valiente que era posible que el deudor llevase a cabo la cesión sin necesidad de proceso previo para evitar molestias futuras (pp. 468-469). En cuanto a las particularidades del proceso ejecutivo en Aragón y la posibilidad de prisión coactiva para el deudor solvente que no aporta sus bienes a su debido tiempo para la ejecución, ver pp. 469-477. 185 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 465-466. 186 «Tro sus a la camisa» (Costums de Tortosa, VII, 8, 1). Al no darse publicidad a la cesión de bienes el deudor debería presentar también un inventario detallado de sus acreedores y de sus deudas ya que no habría otra forma de conocer estos extremos (Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 39). - 253 - MENU SALIR —que puede ser repetido mensualmente hasta que pague toda la deuda— de que no tiene con que pagar (aunque se le permite reservarse lo más imprescindible para vestir y comer)187. Por tanto en el derecho catalán está presente el juramento de insolvencia sobre el que ya reflexionamos en el capítulo anterior188. El deudor debe manifestar su intención de llevar a cabo la cesión ante el veguer y cualquier juramento posterior se hará por providencia del veguer y de los jueces, en forma pública, a instancia de cualquiera de los acreedores, si es que hay varios y aunque ya haya jurado con carácter previo189. Así los acreedores podían estar al corriente de la situación económica del deudor en cada momento. Por tanto la cesión se encuentra marcada por un principio de fuerte intervención judicial. Una vez presentada la solicitud de cesión, el veguer o los jueces, previo requerimiento, llevarán a cabo un inventario de todos los bienes del deudor presentándose en su 187 «D’aquels qui abandonen lurs bens o poden abandonar o lexar. Aquels qui lurs bens abandonen a lurs creedors, per aquel abandonament no son deliurats ne desobligats dels deutes que no’ls agen a pagar totes hores que o agen, ne hom los o pusca trobar. Mas val a aço, que pus abandonat han, que hom per aquel deute, en aquela sao que abandonara, no’l pot hom ne deu metre en preso, ne pujar en la Çuda; e feyt l’abandonament en la Cort, tots quants bens li pusca hom trobar, tro sus a la camisa, deuen esser liurats al creedor. E si’l creedor se vol, de continent deu jurar que no ha de que pagar, e totes hores que o aja, ne Deus lo y do a guaaynar, leuat son vestir e son menjar, que o pagara al creedor, y depus aquest sagrament aura feyt, tots meses ne pot lo creedor auer d’eyl un sagrament, segons que desus es dit; e aquest sagrament deu se fer, per sentencia dels Ciutadans, en mig de la Cort, denant tuyt» (Costums de Tortosa, VII, 8, 1. Manejamos la ed. de Bienvenido Oliver que reproduce el texto en vol. IV de su Historia, Madrid, 1881). 188 Este juramento aparece también referido en Costums de Tortosa, I, 3, 17. Su fórmula era la siguiente: «vos jurat que no avets de que pagar lo deute ne partida d’aquel; e quan deus vos o dara, levat vostre menjar e vostre vestir, ne vos o porets aver per nenguna rao, quan pagartes vostre creedor o vostres creedors, si molts son aqules qui s’en clamen». En este mismo libro y rúbrica se establecen algunas prescripciones relativas al pago de deudas y al orden de prelación de acreedores que se establece en base al momento de constitución de los diferentes créditos (Costums de Tortosa, I, 3, 15 y 16). Según Alejandre el juramento sería declarado de aplicación general a toda Cataluña por una Ley de Cortes del año 1311 de Jaime II, relativa a la cesión de bienes que, a su vez, exigía dar publicidad al estado de insolvencia por medio de pregones para que nadie conceda al deudor nuevos créditos (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 36 y 38). En Aragón las Cortes de Zaragoza del año 1300 y las de Alcañiz de 1436 disponen pregones con la misma finalidad (Ignacio Sancho Gargallo, La Retroacción de la quiebra, pp. 138-139). 189 Bienvenido Oliver, Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, Madrid, 1879, vol. III, p. 567. - 254 - MENU SALIR domicilio o en todos los lugares donde éste tuviese bienes, los cuales —una vez inventariados— se constituirán en depósito, a satisfacción del Tribunal, para ser vendidos en pública subasta —intervenida por corredor— el primer domingo o día festivo, si se trata de muebles y si son inmuebles cuando establezca el Tribunal190. Se exige, antes de llevar a cabo la venta, que el deudor sea requerido mediante tres citaciones para que pague o participe en la subasta y en caso de que manifieste su intención de pagar podrá hacerlo en un plazo de diez días191. Con esto se manifiesta que la cesión no hacía perder la propiedad de los bienes al deudor, sino que éste podía recuperarlos si efectuaba el pago y la propiedad tan sólo se perdía tras la venta de los mismos en las condiciones prescritas. Si no pagaba tendrá lugar la subasta adjudicándose el remate al mejor postor al que el veguer y los jueces deberán entregar la escritura de venta surgiendo los mismos efectos que si la venta hubiese tenido lugar en forma ordinaria192. Problema diferente es que el deudor finja su insolvencia para obligar a sus acreedores a realizar algún convenio o que huyan de forma oculta. En este caso, si el acreedor descubre con porterioridad la falsedad de lo afirmado por el deudor, el convenio no tendrá ninguna validez y el deudor estará obligado a pagar la deuda en las mismas condiciones y cuantía que antes de llevar a cabo el convenio193. Si el deudor se ausenta de la ciudad de Tortosa de forma maliciosa sin dar noticia de su paradero, los acreedores deben acudir al veguer, el cual junto a tres prohombres acudirá al domicilio del deudor llevando a cabo el inventario de sus bienes, derechos y acciones. Seguidamente se cita por edictos a los que tengan créditos contra el deudor para que comparezcan en un plazo de diez días y, transcurrido éste, se venderán los bienes en pública subasta, siendo esta venta firme y teniendo los mismos efectos que si el deudor hubiese estado presente, sin posibilidad de revocación. Con el precio obtenido se pagará a todos los acreedores por orden de prelación, siendo preferidos los que dispongan de 190 Costums de Tortosa, I, 3, 9. 191 Costums de Tortosa, I, 3, 9. Bienvenido Oliver, Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, vol. III, p. 568. 191 Bienvenido Oliver, Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, vol. III, pp. 567-568. 192 Bienvenido Oliver, Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, vol. III, p. 568. 193 Costums de Tortosa, VII, 8, 2. - 255 - MENU SALIR escritura. El sobrante se deposita en un Banco y se entregará al deudor, a sus herederos o viuda, siempre que concurra en el plazo de un año y un día, caso contrario corresponderá a la Señoría y si la adjudicación se hubiese hecho al Fisco se permite que los parientes del deudor puedan reclamarlo en cualquier momento194. Bienvenido Oliver en sus comentarios a las Costums de Tortosa indicaría en cuanto a la cesión de bienes —abandonament— que tenía lugar cuando el deudor carecía de bienes suficientes para poder hacer frente al pago de sus deudas permitiéndoles librarse de la «prisión o apremio personal», siendo, por otra parte, éste su único objetivo ya que en modo alguno quedan liberados de la totalidad de «las deudas y responsabilidades contraidas anteriormente» que deberían satisfacer con las «sucesivas adquisiciones»195. Señala que comprende bienes presentes y futuros, «o sea todos los muebles e inmuebles, derechos y acciones» y aquí radica la necesidad del oportuno inventario196. En Cataluña existía también la prisión por deudas. En el capítulo quinto de las Cortes de Barcelona del año 1300 se establecía que el que quebrase sería declarado infame «por medio de público pregón» tanto en Barcelona como en los lugares donde hubiese hecho uso de su profesión. Además tenía que ser encarcelado hasta que hiciese efectivo el pago de su deuda siendo, mientras tanto, alimentado sólo con pan y agua197. Con mayor rigor se manifiestaron las Cortes de Gerona de 1321 que en su Capítol de Cort decimotercero disponen, además de la infamia para los quebrados, «la pena de ser decapitados sin concesión de gracia por parte del rey, del infante así como de sus sucesores, si antes no hubiesen satisfecho las deudas contraídas con sus acreedores»198. En el año 1359 Pedro el Ceremonioso, en las Cortes de Cervera, promulgaba un capítulo aprobado por las Cortes de Gerona que a su vez confirmaba uno decretado en las de Lérida de 1301 194 195 Costums de Tortosa, I, 3, 18. Bienvenido Oliver, Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, vol. III, pp. 566-567. 196 Bienvenido Oliver, Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, vol. III, pp. 567-568. 197 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), p. 578. 198 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), p. 580. - 256 - MENU SALIR añadiendo que «si en adelante alguna ciudad, villa o lugar perteneciente a prelado, barón, caballero u otros acostumbrados a sostener expulsados, a requerimiento del rey o de sus oficiales, aquella persona que en su jurisdicción se hallare recogido el cambista abatido debía prenderle y decapitarle» y la remisión del fallido no era posible hasta que pagase la totalidad de sus deudas199. Como demostración práctica de la aplicación de estas medidas destacamos el caso del mercader fallido Tomàs Juglar con sus acreedores. El 10 de marzo de 1463 obtendría la libertad provisional con la condición de que, en el plazo de un mes desde su puesta en libertad, hiciera efectiva sus deudas, caso contrario volvería a prisión en diez días de donde no saldría hasta la completa satisfacción de sus obligaciones. En el plazo concedido se comprometía a no abandonar la ciudad constituyéndose su esposa en carcelera200. En el Libre del Consolat de Mar se recoge el supuesto del patrón que ve impedido su viaje en el momento mismo de partir como consecuencia de las deudas contraídas con sus acreedores (cap. 278). Si el patrón ha permanecido en el lugar donde contrajo la deuda y con los citados acreedores un espacio largo de tiempo sin que éstos nada le reclamasen, no tendrán derecho a impedirle el viaje con una demanda interpuesta en el momento justo en que tenga lugar la partida, ya que han tenido tiempo suficiente para hacerlo con carácter previo y todo lo más pueden obligarle a prestar fianza, sin que quepa ejecución hasta su regreso. No cabrá ejecución frente a la fianza a no ser que no haya bienes suficientes para satisfacer la deuda, es decir, se recoge el beneficio de excusión, de modo que el fiador sólo responde de la deuda —salvo acto contrario— cuando se haya procedido contra el deudor principal. Los acreedores con la autoridad judicial correspondiente del Consulado de Mar de Barcelona, de Perpignan, de Valencia, de Sant Feliu de Guíxols, de Ciudad de Mallorca o de Tortosa o con la de las Cortes de los vegueres determinarían el montante de la deuda del patrón y si disponía de bienes suficientes para hacer frente a la misma. Si los bienes que oferta ceder el patrón del buque son suficientes, no hay obstáculo para que se pueda llevar a cabo la correspondiente 199 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), pp. 581-582. 200 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), pp. 591-592. El convenio suscrito con sus acreedores se recoge en pp. 643-646. - 257 - MENU SALIR cesión; aunque, según hemos visto, también puede recurrir a un fiador, que le salga como garante. Por tanto, en el supuesto de suficiencia de bienes, no se deben vender los mismos, ni enajenarse hasta el regreso del patrón de su viaje y que pueda llevar a cabo las operaciones económicas para responder ante sus acreedores201. Lo que se argumenta en el LCM es que sería además una grave irresponsabilidad, si ya el buque está cargado o se han estipulado los correspondientes contratos fletamentarios, las exigencias de los acreedores impidiendo la partida del barco en perjuicio de los mercaderes que se exponen a perder las mercancías ya embarcadas y el posible beneficio derivado de la venta en otro puerto y todo ello por la negligencia demostrada por los acreedores en el retraso al entablar la correspondiente acción contra el capitán de la nave. En este sentido Carlo Targa en sus Ponderazioni describe cómo se lleva a cabo la detención, por orden del juez competente, del correspondiente bajel como consecuencia de un 201 «Si alcun senyor de nau o de leny deurà deuta o deutes a alcun o alcuns, e lo senyor de la nau o del leny haurà estat en aquell loch on lo deuta deurà e ab aquels a qui lo deuta daurà ensemps I mes o dos o quantitat de temps, si aquell o aquells a qui eyl la deurà no li demaneran e ab senyoria no.l ne destrenyaran dementre que eyl està aquí ab eyls ensemps, tro que eyl serà espeegat de tot per vela a fer per anar guanyar ves alscunes parts. E quan eyls veuran que eyl és espeegat de partir de la terra, los dits deutors se n’hiran a la senyoria e clamar-s’an d’eyl, aquels deutors aytals ne clamaters no.ls deu escoltar ne hoir la senyoria ni aquell qui lo deuta los deurà destrènyer ne destorbar de son viatge, pus que eyl haurà estat ab los dits deutors axi com dessús és dit, sinó tant solament aytant que si eyl és hom qui puscha haver fiansa, le.y feu donar en aquesta guisa. Emperò, que aquella fiansa que eyl darà no sia destreta per la senyoria tro aquell qui lo deute deurà serà tornat en la terra. Es axí a entendra, que sia tornat en aquell loch on lo deuta daurà ne encara serà estat affiansat. Si donchs la fiansa per tot obligar no si volrà, e encara més que la dita fiansa qui per aytal rahó serà donada no sia destreta per los dits deutors ne encara la senyoria, tro que los dits deutors ab la senyoria ensemps sien passats per lo principal o per los béns d’aquell. E si los béns de aquel principal no bastaran a aquel deuta o deutes a pagar a aquel a qui serà degut ladonchs los dits deutors ab la senyoria ensemps deuen e poden anantar contra aquel qui fiansa serà e encara contra aquels béns d’aquell qui fiansa se obliga. Emperò, si los béns d’aquel principal abasteran, la dita fiansa ne los béns d’aquel no deuen ésser venuts ne alienats per neguna rahon, si donchs per lo tot no si obliga. Emperò, si lo dit senyor de la nau o del leny no trobarà fiansa, la senyoria no.l ne pot ne.l ne deu destrigar de son viatge si no aytant que.l deu fer urar qu.él no ha fermansa ni la pot trobar; e encara que.l deu fer jurar, que quant qu’el sia tornat a aquel loch on lo deute deurà qu’él que.s deja avenir ab aquels a qui eyl lo deute deurà be et planament...» (Llibre del Consolat de Mar, c. 278, ed. Germà Colon, Barcelona, 1892, vol. II, pp. 130-131). - 258 - MENU SALIR acreedor de un buque que ha denunciado a su deudor, colocando una cadena de hierro atada a la nave y un escrito sellado colgado del palo mayor que impide que el buque pueda proceder a su salida del puerto202. Incluso si el patrón no encuentra fianza, la autoridad judicial no puede impedirle el viaje, sino sólo hacerle jurar que ni la tiene ni la encuentra pero que a su regreso alcanzará un acuerdo satisfactorio con sus acreedores. Si el patrón muere antes de regresar y sin haber pagado su deuda, el fiador debe hacer frente a la misma si se comprometió a ello e igualmente si hubo acuerdo en tal sentido deberá afrontar la deuda aunque no muera el patrón. Juan Pedro de Fontanella reafirmaría el criterio —ya aludido— de que la corte judicial correspondiente no debe impedir el viaje ya acordado con los mercaderes, cuando no encuentre fiador, que le preste la correspondiente caución, aunque sí debe exigir el juramento de responsabilizarse con sus bienes o con el barco a su regreso a puerto203. Sobre la ejecución de sentencias el capítulo 23 del LCM delimita el ámbito competencial al señalar que corresponde dicha ejecución a los cónsules204 tanto respecto a sus sentencias como en relación a las dictadas por el juez. La ejecución tendrá lugar sobre los bienes muebles (cualquier bien mueble y no sólo las naves) del condenado y el procedimiento tiene lugar a instancia del acreedor —vencedor en juicio—, debiendo concederse al deudor —vencido— un nuevo plazo de diez días para efectuar el pago o para indicar sobre qué bienes muebles libres de toda carga puede ejecutarse la sentencia, y si no indicase nada el señalamiento corresponderá al acreedor. Una vez hecho el señalamiento tendrá lugar la subasta a cargo de un corredor público en el plazo de diez días, pasados los cuales se venden al que 202 Ponderazioni sopra la contrattazione marittima. Ricavate dalla Legge Civile e Canonica, dal Consolato di Mare, e dagli Usi Marittimi, con le Formole di tali Contratti, profittevoli non solo a Praticanti nel Foro, ma ancora ad ogni sorta di Mercadanti e Marinari, Genova, 1692; Livorno, 1775; Genova, 1787; Venezia, 1802; Trieste, 1805; Genova, 1883; Torino, 1972 en reed. anastática de la de 1787; trad. castellana de J. M. Girón, Madrid, 1753; cap. 78, p. 182. Expone a continuación y de forma minuciosa cada una de las formalidades a seguir y requisitos a cumplimentar ilustrando sus comentarios con un documento notarial donde se refleja un secuestro de nave, fechado el 13 de diciembre de 1681 (ver pp. 183-187). Seguimos la ed. de Torino, 1972, reed. anástática de la de 1787. 203 J. P. Fontanella, Decisiones Sacri Regii Senatus Cathaloniae, Lyon, 1668, Vol. I, Dec. 236. 204 Recordemos que los cónsules tiene plena jurisdicción sobre todos los contratos que se rigen por los usos y costumbres del mar (LCM, cap. 31). - 259 - MENU SALIR resulte mejor postor. Con el precio obtenido se satisface al acreedor la cantidad que la sentencia indicó que debía corresponderle y los gastos y costas del juicio. Sin embargo, se exige al acreedor que preste fianza por si aparece alguien primero en el tiempo y con mejor derecho a ello (cap. 24). Si se da la situación de que el acreedor (ya sea extranjero o del lugar) no pudiese prestar dicha fianza, el cap. 25 del LCM obliga al corredor a hacer público dicho evento para que —en un plazo de treinta días— comparezca el que se crea con mejor derecho siempre que lo pruebe debidamente. Como hemos comprobado, la ejecución tiene lugar primeramente sobre los bienes muebles y sólo en el caso de que el condenado no los posea se procederá contra los bienes inmuebles aunque en este caso la ejecución no es competencia de los cónsules sino de la justicia del lugar según la costumbres y fueros vigentes (cap. 26). La prelación de créditos respecto a una embarcación nueva, que aún no ha efectuado ningún viaje, vendida a instancia de los acreedores, el cap. 32 del LCM dispone un derecho preferente de los operarios y dueños del material aunque no tengan documentos probatorios frente a cualquier otro acreedor del que encargó su construcción o frente al que prestó el capital necesario para construirla. Si con el precio obtenido de la venta de dicha nave no se alcanza lo suficiente para satisfacer a todos los acreedores preferentes —entiéndase trabajadores y propietarios del material— se reparte el capital conseguido proporcionalmente entre ellos sin que quepa aplicar aquí el principio prior tempore, potior iure porque se consideran todos iguales en derecho (cap. 33). Distinto es el supuesto que se presenta cuando la nave es ejecutada después de haber realizado algún viaje (cap. 34); entonces, el derecho preferente lo tendrán los marineros y el personal para satisfacer sus salarios, en segundo lugar los que hubiesen hecho algún préstamo relacionado con la embarcación teniéndose en cuenta el orden temporal con documentos probatorios de todo ello y finalmente el resto de acreedores, por ejemplo, los operarios, exigiéndose en este caso prueba documental de su crédito ya que de lo contrario carecerán de prioridad alguna. Si la participación que tiene el patrón en la nave no es suficiente para satisfacer sus deudas, responderán proporcionalmente los restantes partícipes, siempre que estuviesen obligados a ello con carácter previo. La esposa del patrón que, por cualquier motivo, ha obtenido sentencia favorable contra su marido es primera en el tiempo y mejor en derecho frente a cualquier otro acreedor del mismo en relación al precio obtenido - 260 - MENU SALIR con la venta de la nave y en proporción a la participación que a éste corresponde, siempre que se haya efectuado excusión de los restantes bienes de su esposo y se demuestre por la escritura dotal ser anterior en el tiempo (LCM, cap. 35). Por otra parte, para reclamar la deuda de un patrón respecto a su prestamista no se exige demanda escrita —siempre que la deuda conste en escritura— sino que basta con la comparecencia del acreedor ante el cónsul exhibiendo la escritura correspondiente. Si la deuda está vencida, el cónsul concederá al patrón un plazo temporal de hasta diez días para efectuar el pago o, en su caso, señalar bienes muebles libres de cargas para ejecutar la deuda (LCM, cap. 24). Cuando el demandante solicita que su demandado preste fianza y éste es extranjero se verá obligado a prestarla y, caso contrario, será encarcelado a no ser que preste juramento de que no tiene con qué pagar. Si es de la ciudad y los cónsules saben que tiene bienes bastantes se le dará un plazo para prestar fianza, pero si los cónsules no lo obligan y finalmente resulta que no tiene bienes suficientes serán los mismos cónsules los obligados a efectuar el pago, entendemos que por haber actuado sin la debida diligencia y precaución (LCM, cap. 30). Además hay un privilegio de Alfonso el Magnánimo de 25 de mayo de 1432 que venía a establecer la pena de prisión por deudas para el quebrado, hecha la salvedad de que llegara a poder demostrarse que ésta acaeció debido a un accidente fortuito. Mucho mayor interés revisten las Ordenanzas de los Consellers y Prohombres de Barcelona de 3 de marzo de 1436 sobre cesión de bienes. Su objetivo principal era evitar los abusos cometidos en la utilización de la cesión de bienes de forma «ficticia con dolo y fraude en contra de Dios y de la justicia». Para ello establecían las formalidades que debía revestir, exigiéndose «la obligación de la firma de escritura de tercio, carta de comanda u otra clase de compromiso, tanto en escritos como sin ellos, antes de que la oferta por dicho deudor le fuese admitida». El deudor debía llevar a cabo la cesión por escrito y personalmente sin permitirse procurador ni ningún otro intermediario y declarar de forma inventariada todos sus bienes muebles e inmuebles, acciones y deudas, jurando que no posee más patrimonio y comprometiéndose a pagar si mejoraba su fortuna en el futuro y adquiría nuevos bienes. Seguidamente uno de los acreedores, designado por el cedente o por el acuerdo de la mayoría en número y crédito, se constituirá en curador de los - 261 - MENU SALIR mencionados bienes debiendo prestar garantía suficiente de guardarlos y administrarlos en beneficio de todos los acreedores hasta el momento en que sean distribuidos según la sentencia de graduación o conforme a lo acordado entre deudor y acreedores205. Se exige que el acto de la cesión esté revestido de cierta publicidad. Así, tendrá lugar en la plaza del Blat en las horas de tercia o vísperas y el deudor a cara descubierta deberá permanecer allí por espacio de dos horas manifestando, en voz alta y tres veces, tras decir su nombre y apellidos que ha llevado a cabo una cesión de bienes206. Además hasta que tenga lugar la ejecución sobre los bienes cedidos, el deudor permanecerá en prisión y el acreedor —a instancia del cual se encuentra preso— estará obligado a proporcionarle lo que necesite para vivir, dado que el deudor no puede trabajar ni obtener nada207; sin embargo no establece con carácter expreso el beneficio de competencia. Recoge una excepción a la liberación de la prisión al deudor cedente208. 205 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), pp. 586 y 602-605. Entre los documentos recogidos destacamos además la quiebra del mercader Gabriel Joan en 1444, donde se pacta con los acreedores la entrega de sus bienes con el fin de venderlos en almoneda pública y adjudicarlos al mejor postor (pp. 587-591 y 626-627 —documento 14—). 206 El fin de la disposición es, según Alejandre, dar a conocer la situación del deudor a sus acreedores para que acudan con sus respectivos créditos, aunque al mismo tiempo se estaría exponiendo a la vergüenza pública, aunque el texto no diga nada al respecto. Sin embargo en las Cortes de Tudela de 1558 (Novísima Recopilación de Navarra, II, 32, 2) se exige que el deudor haga la cesión con las «vergüenzas, e ignominias, que por el Derecho está ordenado» debiendo pregonarse durante tres días por tres pregones en lugares públicos (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 37). El texto de las Cortes de Tudela de 1558 ha sido editado en Actas de las Cortes de Navarra (1530-1829), Pamplona, 1991, lib. I, pp. 281-313. 207 La obligación del acreedor de alimentar al deudor encontrará una limitación temporal en diez días en la Novísima Recopilación de Navarra, II, 33, 1 (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 37-38). 208 «E per tal cessió, pecant o fallint en los casos ja dits, lo deutor no sie deliurat de la presó llà hon la natura de la obligació ho sofferis, como lo deutor obligat ab scriptura de terç per privilegi special de aquella, encara ab legítima cessió, non puixe ne dege esser deliurat de presó, ans deu star pres fins lo creador a instància del qual es pres, sia, pagat o satisfet, ans si de aquella era tret o desliurat, sia decontinent tornat en aquella, axi con sino hagués feta alguna cessió» - 262 - MENU SALIR Cierta originalidad reviste la regulación de la cesión de bienes en el Ordenamiento de Montalvo de 1484209 al precisar que el deudor que hace cesión de bienes deberá permanecer en la cárcel un periodo de nueve días durante los cuales debe hacerse la conveniente publicidad de la situación para que llegue a conocimiento de sus acreedores. Una vez acuda el acreedor para recibir los bienes se le exigirá que preste un juramento en el sentido de que le son entregados en pago de sus deudas sin lugar a fraude ni simulación alguna210. Para evitar que los deudores puedan alegar maliciosamente excepciones para eludir el pago de sus débitos o reducir su verdadera cuantía, se remite a lo dispuesto en las Cortes de Toledo de 1480, así como a lo establecido en las mismas Ordenanzas en el título dedicado a las excepciones (Título VIII del libro IIIº)211 que establece un sistema de ejecución y prueba de la legitimidad de la excepción por un plazo de diez días ampliables según el lugar de procedencia de los testigos, de modo que si el deudor paga a sus acreedores y luego consigue demostrar que la excepción era legítima éstos se ven obligados a restituirle el doble de la cantidad recibida y si no consigue prueba de dicha legitimidad deberá entregar igual cantidad que pagó inicialmente en concepto de pena —de dicha cantidad la mitad será para el erario público, concretamente para ser invertida en obras o en aquello que el juez considere más necesario—. La existencia de la prisión por deudas la deducimos en principio a sensu contrario del precepto que exime de la misma a la mujer por las deudas del marido212, aunque la siguiente norma establece, ya de forma expresa, que el preso por deudas debe ser privado de su libertad un cierto tiempo —nueve días— mientras no salde su deuda o al menos presente fianza adecuada a sus acreedores y, una vez transcurrido este tiempo sin pagar ni prestar fianza será entregado a los acreedores, los cuales se apropiarán del dinero que gane, a cuenta de su deuda, 209 Se trata de una labor recopilatoria efectuada por el jurista castellano Alonso Díaz de Montalvo (1405-1499) que recoge material jurídico disperso, procedente de diversas fuentes —entre ellas el Fuero Real y el Ordenamiento de Alcalá— y cuya oficialidad ha sido objeto de polémica —en la que nos mantenemos al margen— por parte de la doctrina tanto en el sentido de su iniciativa —real o privada—, como de su posterior sanción y promulgación. Pese a todo, alcanzó una gran difusión. 210 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, ed. facsímil, Valladolid, 1986, V, 12, 6. 211 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, V, 12, 6. 212 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, V, 12, 4. - 263 - MENU SALIR dándole lo que necesite para comer o bien, si lo prefieren, podrán usarlo para su servicio personal213. La ley primera del título XII condena a los acreedores que maliciosamente ejecuten a sus deudores por bienes que importen una cuantía superior a la deuda real con la obligación de pagar a los demás acreedores214. Además se precisa que la ejecución sólo debe tener lugar una vez vencida la deuda y oído el deudor, con lo cual se salvaguarda el principio de audiencia215. En garantía de los derechos de los acreedores se establece que la ejecución sea llevada a cabo por alguaciles y merinos y, para evitar cualquier tipo de fraude, se dispone que los bienes muebles embargados no queden en poder del deudor ni tan siquiera del alguacil o merino que efectúe la ejecución, sino que deben inventariarse ante escribano y ser custodiados por un vecino de la localidad. Al mismo régimen quedan sometidos los bienes entregados en prenda de la deuda principal con la prohibición expresa de ser sacados del lugar216. Aquel que impida con la fuerza la ejecución de una sentencia firme será condenado —acumulándose a la pena principal— con la pérdida de la mitad de sus bienes217. Volviendo al derecho catalán en el capítulo séptimo de las Cortes de Monzón del año 1510 se prohibía la cesión de bienes a los que quebrasen o se ocultasen estableciéndose para ellos una ejecución personal y patrimonial «rigurosa y prontamente» siendo declarados «ladrones públicos e ipso facto fuesen habidos por expulsados de paz y tregua»218 y, en el capítulo octavo de las del año 1585, Felipe II reputaba infames y quebrados a los que durante seis meses dejasen de pagar a sus acreedores aunque no se ocultasen219. 213 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, V, 12, 5. 214 Pensamos que debían ser muy frecuentes los actos de fraude por parte de los acreedores intentando cobrar —a la hora de ejecutar a su deudor— mayor cantidad de la debida ya que la Ley VII del título XIII del mismo libro les exige juramento ante el juez de que «quanta qantía es la que verdaderamente se le deue». 215 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, V, 13, 2. 216 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, V, 13, 3. 217 Copilación de leyes del Reino de Alfonso Díaz de Montalvo de 1484, V, 13, 6. 218 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), p. 584. 219 Madurell i Marimon, “Quiebras en la vida mercantil catalana”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXIX (1969), pp. 584-585. - 264 - MENU SALIR La Nueva Recopilación de 1567 recoge una serie de disposiciones relativas al Derecho Concursal que más adelante en el año 1805 serían reproducidas, en su mayoría, por la Novísima Recopilación de la que nos ocuparemos a continuación220. El Título XVI del libro V de la Nueva Recopilación, De los contratos, obligaciones, y fianças, y deudas, y cessión de bienes que hazen los deudores, contiene un conjunto de leyes, concretamente de la cuarta a la octava (ambas inclusive) donde se determina el régimen legal aplicable en estos supuestos. Así se establece que el acreedor debe mantener al deudor preso durante un lapso temporal que abarca un total de nueve días y, si en este periodo no le paga ni le presenta fiador alguno, «sea entregado al acreedor, de guisa que pueda usar de su menester y oficio»; por tanto, el deudor continuará ejerciendo su oficio y el acreedor recibirá a cuenta de la deuda las ganancias obtenidas, dándole lo que necesite para su sustento (la norma especifica «que coma razonablemente»)221. En el supuesto en que el deudor carezca de oficio (y es probable, a nuestro parecer, que así fuere teniendo en cuenta su precaria situación) puede el acreedor conservarlo en su poder y servirse de él222. Una Ley de Enrique IV de 1458 establece que si el deudor hace cesión de bienes, permanecerá en prisión nueve días durante los cuales se pregonará su situación — es decir se hará público que se encuentra en la cárcel a petición del acreedor, especificando quién es este último—. Transcurrido este plazo será entregado al acreedor y éste debe jurar en la forma establecida que lo recibe en calidad de deudor sin fraude alguno, limitando el juez el tiempo que ha de permanecer al 220 Si nos atenemos a las fechas de ambas Recopilaciones, entendemos que debe tratarse de un error la afirmación efectuada por Ramírez en su obra La Quiebra, concretamente en la nota 77 de la página 118 al señalar: «El Tít. XIX, Lib. V de la misma (se refiere a la Nueva Recopilación) lleva el siguiente epígrafe: “De los cambios, y mercaderes, que se alzan” y se limita a reproducir las leyes 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª y 7ª del Tít. XXXII, Lib. XI, de la Novísima Recopilación)». Por otra parte, no debemos perder de vista que la Nueva Recopilación fue objeto de varias reediciones y cada edición incorporaba las nuevas leyes en su lugar correspondiente. 221 Nueva Recopilación, V, 16, 4. Recordemos que esta norma coincide con Fuero Real III, 8, 2 y con las Ordenanzas Reales de Castilla, V, 13, 4. Tomás y Valiente al señalar las coincidencias alude, por error a Nueva Recopilación, V, 16, 6 [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), p. 380 y nota 243]. 222 Nueva Recopilación, V, 16, 4, in fine. - 265 - MENU SALIR servicio de cada acreedor si es que hay varios223. Una Pragmática de los Reyes Católicos promulgada en Córdoba el 26 de julio de 1490 prescribe además que el deudor que hace cesión, mientras no tenga lugar la liquidación de sus bienes o no preste fianza suficiente, debe llevar al cuello una argolla «de hierro tan gorda como el dedo y abiertamente sobre el collar del jubón, y sin cobertura alguna sobre ella» y si se le encuentra sin la misma o la lleva encubierta será encarcelado sin que goce del beneficio de la cesión llevándose a cabo la ejecución sobre su persona y sus bienes224. Los acreedores que soliciten esta ejecución serán preferidos en derecho al resto, incluso respecto a aquél a quien fue entregado en un principio al hacer la cesión de bienes225. Esta última norma es aplicable a cualquier deudor, «mercader, o cambiador o otra qualquier persona que hiziere cessión de bienes, y renunciare la cadena»226; por tanto, es indiferente que sea comerciante o no comerciante y la categoría del acreedor. La cesión con carácter obligatorio se impone a partir de una Pragmática de los Reyes Católicos promulgada en Granada el 18 de octubre de 1501, según la cual el preso por deudas debe hacer pago de las mismas en seis meses a contar desde el momento de la liquidación y en el supuesto de incumplimiento «sea obligado a renunciar la cadena, y sino la renunciare, nos la 223 Nueva Recopilación, V, 16, 5. Para Tomás y Valiente esta ley pondría en contacto por vez primera en el derecho castellano la cesión de bienes regulada en las Partidas y la servidumbre del deudor insolvente contenida en el Fuero Real [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 384-385]. 224 Nueva Recopilación, V, 16, 6. Con esto se trataban de evitar los numerosos abusos cometidos por los deudores que simulaban un acreedor al cual se entregaban sin que realmente estuviesen en servidumbre, siendo tanto la cesión como la servidumbre aparentes e ineficaces ya que con las medidas impuestas el deudor era reconocido y nadie contrataba con él [Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 387-388]. 225 Nueva Recopilación, V, 16, 6, in fine. 226 La expresión «renunciar a la cadena» es explicada por Tomás y Valiente indicando que el deudor con un patrimonio insuficiente para pagar a sus deudores era encarcelado hasta que pagaba o cedía sus bienes. Con la cesión pasaba de la prisión coactiva a la prisión servidumbre (en manos de los acreedores) y este tránsito se conocía como “renuncia a la cadena” y era posibilitado por la cesión de bienes. Esto resultaba beneficioso para el deudor, pues le permitía trabajar y obtener lo suficiente para pagar sus deudas y recuperar su completa libertad [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 388389]. - 266 - MENU SALIR avemos por renunciada» siendo entregado al servicio del acreedor al que corresponda cobrar en primer término y más tarde a los demás, aplicándose lo dispuesto en la ley anterior respecto a la obligación de llevar la argolla de hierro «como si ellos mismos ouiessen renunciado a la cadena de su voluntad»227. Una vez hecha la cesión de bienes, si hay pluralidad de acreedores, el primer acreedor en derecho dispone de un plazo de seis días desde que fue requerido para solicitar que le sea «echada la argolla» al deudor con el fin de que éste la lleve tal y como manda la ley y con esto se dé a conocer que se encuentra a su servicio y si no efectúa su solicitud la Justicia lo entregará al siguiente en grado y así sucesivamente a los demás hasta que sean pagadas la totalidad de las deudas y satisfechos todos los acreedores228. Con la «renuncia a la cadena» se indica que le deudor a través de la cesión abandonaba la cárcel229. Observamos como la cesión de bienes sólo resulta beneficiosa en parte y, más bien de cara a las consecuencias futuras, porque el deudor que incumple sus obligaciones de pago, aunque haga cesión no se libra totalmente de la prisión, sino que ésta se sigue aplicando aunque sea con carácter preventivo, primero durante nueve días hasta que la situación sea dada a conocer a todos los posibles acreedores para que puedan hacer valer su derecho y, posteriormente, mientras se sustancia el pleito o concluye el convenio con sus acreedores, según dispone la ley VII, del Título XIX, De los cambios, y mercaderes que se alçan, del Libro V de la 227 Nueva Recopilación, V, 16, 7. Esta norma surge porque el deudor prefería estar en la cárcel, donde le daban de comer, a ser entregado en servidumbre a sus acreedores. Aquí el paso de la prisión coactiva a la prisión servidumbre es automático y obligatorio [Cfr. Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 390-391]. 228 Pragmática de los Reyes Católicos dictada en Sevilla el 12 de febrero del 1502 (Nueva Recopilación, V, 16, 8). Esta pragmática y las dos anteriores son reproducidas de forma íntegra por Tomás y Valiente siguiendo El Libro de las Bulas y Pragmáticas de Juan Ramírez [“La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 386-392]. Ninguna de ellas, ni tampoco la de Enrique IV de 1458, serían incluidas en la Novísima Recopilación por lo que se podría intuir que a principios del siglo XIX la prisión servidumbre habría desaparecido, aunque es dudoso que se aplicase hasta este momento (pp. 400 y 409). En cuanto a las duras condiciones en prisiones privadas y públicas, pp. 421-431. 229 Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, p. 51. - 267 - MENU SALIR Nueva Recopilación, más tarde reproducida en la ley VII, Título XXXII, Libro XI de la Novísima, y que más adelante comentaremos. Se trata del doble carácter de la prisión como castigo por el incumplimiento del deudor y como medida coactiva para forzar al deudor a que pague su deuda o, en este caso, haga cesión de bienes. Además con la cesión no recuperaba su libertad de forma total sino que entraba al servicio de los acreedores. Una nueva y diferente posibilidad de cesión de bienes es la que recoge una Pragmática del Emperador Carlos y Doña Juana (Valladolid, 18 de junio de 1538) respecto a los que se encuentren en prisión condenados como consecuencia de un delito de hurto y no disponen de bienes suficientes para satisfacer los intereses de la deuda procedente de dicho delito. En este caso se les permite la cesión con las mismas formalidades dispuestas en las leyes anteriores, siempre que se haya ejecutado la correspondiente pena corporal230. Esta norma se incluirá posteriormente en la Ley VIII, del Título XXXII, Libro XI de la Novísima Recopilación. En otra línea, cuando una sentencia confirma o revoca otra de los Jueces Ordinarios en favor de los acreedores y sea nuevamente recurrida, éstos deben ser pagados por adelantado siempre que presten fianza suficiente de devolución de la cantidad cobrada para el caso de que la sentencia que les favorece sea revocada en revisión231. Por otra parte, se prohibe ocultar los bienes propios poniéndolos en manos de terceros en perjuicio de la Hacienda estableciéndose diferentes penas desde el punto de vista subjetivo, es decir según el cargo público ocupado por el defraudador que normalmente consisten en la pérdida de los bienes en favor del Tesoro Público y el abono de un tanto por ciento de los mismos o de una cantidad pecuniaria, aplicándose idéntica sanción al que recibe los bienes. Ahora bien, si el 230 Nueva Recopilación, V, 16, 9. Esto no es demasiado compatible con la exigencia de buena fe en el cedente. Ver las opiniones, previamente aludidas, de Hevia Bolaños y de Gregorio López. 231 «En los pleytos de acreedores, que en el nuestro Consejo, Chancillerías, y Audiencias se sentenciaren en primera instancia o en segunda, confirmando, o revocando la sentencia o sentencias dadas por los juezes Ordinarios inferiores, que en tal caso, sin esperar tercera sentencia de graduación, y sin embargo de suplicación que de ellas se interpusiere, sean pagados los acreedores por su antelación, dando fianzas depositarias de restituir lo que así cobraren, si la tal sentencia se revocare en grado de revista» (Felipe II, petición de Cortes número 14, en las Cortes de Madrid en 1598, publicada en 1604 por Felipe III, Nueva Recopilación, V, 16, 12. Se corresponde con la Novísima Recopilación, XI, 32, 10). - 268 - MENU SALIR que «cede sus bienes a un tercero» es un particular que actúa en fraude o perjuicio de otro la pena impuesta será de «quinientos dineros para nuestra Cámara», destinándose dicha cantidad a la «satisfacción de las personas defraudadas» debiendo pagar los intereses y la indemnización por daños el que hubiese recibido los bienes además de «cien mil maravedíes para nuestra Cámara». Se trata de una caso de cesión de bienes en fraude de acreedores que se aparta del núcleo central de nuestro estudio que es la cesión de bienes como forma de extinción de las obligaciones, es decir la cesión en favor de acreedores232. Al finalizar el Título XVI del Libro V de la Nueva Recopilación se incluyen un conjunto de normas del mismo cuerpo legal que guardan relación con lo expuesto previamente. De ellas destacamos las relativas a la prohibición del acreedor de tomar por sí mismo preso al deudor233, o de que la mujer se vea obligada por deudas o fianzas del marido234, ni pueda ser hecha presa por deuda que no descienda de delito235 o el hecho de que el deudor que se oculta en la Iglesia con sus bienes no puede ser obligado a salir de la misma —salvo algunas excepciones en las que exista delito de alzamiento—236; sin embargo el que huye a una fortaleza será remitido a sus jueces237. Del mismo modo no cabe prisión por deudas para los hijosdalgos238, ni para los procuradores respecto a los débitos del Concejo pero sí por las propias239. Como hemos indicado, el título XIX del libro V de la Nueva Recopilación se ocupa del alzamiento de bienes. La primera de las normas de este título es la 89 del Ordenamiento de Cortes de Toledo de 1480 de los Reyes Católicos y determina que se tenga por ladrón público al mercader o cambiador que se ausenta del Reino con 232 Pragmática de Felipe IV, Madrid, 9 de mayo de 1622 (Nueva Recopilación, V, 16, 13). La edición que manejamos de la Nueva Recopilación erróneamente la sitúa en el año 1612, hecho del todo imposible ya que Felipe IV comenzaría su reinado en 1621. Esta norma se contendrá posteriormente en Novísima Recopilación, X, 9, 2. 233 Aquí remite a las leyes V y VI del Título XIII, Libro IV. 234 Remite a la Ley VII, Tít. III, Lib. V. 235 Remite a la Ley VIII y X, Tít. III, Lib. V. 236 Remite a la última ley del Tít. II, Lib. I. 237 Remite a las Leyes primera y segunda del Tít. XVI, Lib. VIII. 238 Remite a la Ley IV, Tít. VII, Lib. VI. 239 Remite a la Ley XI, Tít. VII, Lib. VI. - 269 - MENU SALIR caudales ajenos debiendo ser procesado y castigado en cuanto tal y entregado a la justicia por aquél que lo encuentre o conozca su situación quedando terminantemente prohibido bajo amenaza de la misma pena que correspondería al deudor ausente además de la obligación de pagar las deudas en sustitución de éste. Igual pena corresponderá al que defienda y no entregue al alzado, aun cuando el alzamiento hubiese tenido lugar antes de la entrada en vigor de la norma240. La Novísima Recopilación dedica el título XXXII del libro XI a la materia concursal, De los juicios de acreedores; alzamientos, quiebras y cesión de bienes de los deudores. En concreto, nos interesa una Pragmática de Felipe II dictada en San Lorenzo del Escorial el 18 de julio de 1590241. La norma resulta aplicable a los mercaderes y hombres de negocios que intervienen en operaciones de cambio, sus agentes y factores, con independencia de su nacionalidad —«qualquier persona natural, y estrangera destos Reynos, de qualquiera condición que sea, que tenga el trato de mercader, y qualquiera hombre de negocios que trata en dar y tomar cambio y qualquier cambio público o sus agentes y factores de todos los susodichos, o de qualquiera dellos»— que intentase alcanzar un acuerdo relativo a la quita o espera o iniciase de oficio un concurso de acreedores cediendo sus bienes a los mismos. Como observamos equipara en regulación dos situaciones en principio muy diferentes —aunque normalmente tengan un mismo punto de partida— por una parte la cesión de bienes y por otra la remisión —quita— o espera de las deudas. Pues bien, en todos estos casos, la norma dispone una medida preventiva en el sentido de que aunque el deudor no huya, ni lo intente, ni se esconda en lugar sagrado, ni oculte sus bienes, será encarcelado en una prisión pública, sin que se admita fianza de ningún tipo para evitarla, donde permanecerá hasta que concluya el correspondiente pleito —en todas las instancias— o convenio, es decir hasta que el acuerdo o concierto con los acreedores y lo que tuviesen que decir los tribunales sobre el mismo devenga en decisión judicial firme, tras agotar las pertinentes 240 241 Nueva Recopilación, V, 19, 7 y Novísima Recopilación, XI, 32, 1. Novísima Recopilación, IX, 32, 7. Se corresponde con Nueva Recopilación, V, 19, 7, Los hombres de negocios, y cambios públicos y sus factores, que trataren de hazer compromissos para remissión, o espera de lo que deuen, estén presos, hasta que los pleytos se acaben, llevando por título en la Novísima, Los deudores, que hicieren cesión de sus bienes, o compromisos para remisión o espera de sus deudas, estén presos hasta que se acaben los pleytos. - 270 - MENU SALIR instancias; sin que ningún Tribunal —ni ordinario ni superior— pueda disponer su excarcelación. Además, una vez concluidos, se le exige fianza para garantizar el pago de las deudas (no para evitar la cárcel) en el plazo —que no puede exceder de cinco años— y cantidad acordada. La norma es estricta y quizás excesivamente garante de la seguridad jurídica en interés de los acreedores en el sentido de que no se permite oír al deudor mientras no se encuentre en prisión pública exigiéndole el cumplimiento de una serie de requisitos relativos a la entrega previa de todos sus libros y un inventario jurado de sus bienes, derechos, acciones y créditos a su favor que será depositado en manos de persona «lega, llana, y abonada que beneficie los dichos bienes, y cobre las deudas que le deuieren». En caso de que el deudor omita en el inventario algún bien o deuda, añada un acreedor ficticio o pague cierta cantidad a un acreedor para que vote a su favor a la hora de alcanzar un acuerdo, siempre que quede suficientemente probado, será tenido como alzado incurriendo en las penas previstas para el alzamiento de bienes sin que se le permita pedir quita ni espera —suponemos que si ya no lo ha hecho—, ni, a nuestro entender, cesión de bienes, ni tampoco continuar sustanciando los pleitos donde debe decidirse en torno al aplazamiento o remisión de sus deudas —si es que ya formalizó la correspondiente solicitud—. La misma consideración tendrán en el caso en que se probare que han recibido en préstamo mercancías o dinero seis meses antes de que quebraren o dejaren de pagar sus créditos. Además de la pena correspondiente al alzamiento quedarán inhabilitados para el ejercicio de su profesión como mercaderes, realizar operaciones de cambio o hacer uso de factores. Si ya hubiese sentencia concediendo la espera no podrán disfrutar de la misma a no ser que presten fianza suficiente para garantizar el pago de sus deudas una vez transcurrido el aplazamiento concedido —que como hemos ya indicado nunca podrá exceder los cinco años—242. En realidad, la norma sólo establece respecto a la cesión de bienes el encarcelamiento del deudor que hiciere uso de la misma mientras se sustancia el pleito y el resto de disposiciones resultan más bien aplicables a los supuestos de quita y espera; por tanto, pese a encabezar el enunciado de la ley —en la Novísima Recopilación—, ésta se limita al establecimiento de una medida de carácter 242 Al final de este título XIX de la Nueva Recopilación se remite a la ley final del Tít. II, del libro I del mismo cuerpo legal referente a los cambios que se alzan y huyen a las iglesias con sus bienes, determinando cómo carecen de inmunidad y la forma en que pueden ser sacados de las mismas. - 271 - MENU SALIR preventivo sin entrar en requisitos, formalidades o efectos de la institución. La ley IX del mismo libro y título prohibe hacer cesión de bienes a los arrendadores, fiadores y abonadores de rentas Reales, debiendo permanecer en prisión hasta que paguen lo que deben y esta prohibición no se extiende a otros deudores del rey o del fisco243. Sin embargo, en otra disposición se imponía —según hemos indicado— con idéntico carácter preventivo, la obligación de llevar la argolla al cuello y no la prisión. De todas formas el fin primordial de esta disposición es evitar los abusos. El resto de las leyes que integran el título XXXII no se refieren expresamente a la cesión de bienes pero creemos necesario un repaso de las mismas para completar el tratamiento que la Novísima Recopilación efectúa del Derecho Concursal y que viene a ser (como hemos indicado) una fiel reproducción del contenido en la Nueva Recopilación. Así, la Ley 1ª coincide con la primera de las leyes del libro V, título XVI de la Nueva Recopilación, ya comentada. Una Pragmática de los Reyes Católicos, dictada en Toledo el 9 de junio de 1502 y de Carlos I en Madrid en 1537, determina la pena correspondiente a los que se alzan con la hacienda ajena, la nulidad de sus negocios y acuerdos y el procedimiento a seguir contra los mismos. Así, además de quedar inhabilitados para el ejercicio futuro de su profesión —el precepto especifica «para toda su vida»— serán considerados públicamente como ladrones de forma que si vuelven al ejercicio podrán perder la totalidad de sus bienes, en favor del tesoro público, además de sufrir la pena que correpondería a los particulares que ejercen oficios públicos sin tener poder para ello. Como hemos indicado, tras el alzamiento, cualquier acuerdo al que lleguen con sus acreedores o con otra persona en perjuicio de estos últimos será nulo de pleno derecho. La ejecución de las penas tendrá lugar en el patrimonio del alzado y deben buscarse todos sus bienes, allí donde se encuentren para hacer 243 «Por quanto muchos arrendadores y recaudadores mayores, que arriendan las rentas Reales, las cobran, y no pagan lo que deben dellas, antes gastan y distribuyen, lo que cobran de las dichas Rentas, en otras cosas, y si los prenden por ello, hacen cesión de bienes, diciendo, que no tienen que pagar lo que deben; que por evitar esto, se entienda, que las nuestras Rentas se arriendan con condición, que ningún arrendador que las arrendare, ni sus fiadores ni abonadores, ni alguno dellos no puedan hacer ni hagan la dicha cesión de bienes, y juren de no la hacer, ni pedir relaxación del juramento, y si la hicieren, que no les valga; y que hayan de estar presos, hasta tanto que cumplan y paguen lo que deben, y fueren obligados a pagar de las dichas Rentas» (Novísima Recopilación, XI, 32, 9. Se corresponde con la Nueva Recopilación, IX, 9, 1, cond. 5). - 272 - MENU SALIR pago de sus deudas; por ello cuando dichos bienes se encuentren «receptados en algunas Iglesias o Monasterios, o hospitales, o fortalezas, o en qualesquier partes, y lugares» serán recuperados para pagar a los acreedores. De igual manera se ordena a los deudores del alzado o a los que tuviesen por cualquier motivo mercancías de los mismos que ni las entreguen, ni paguen las deudas, debiendo manifestar este hecho en un plazo de treinta días a contar desde el momento en que tuviesen conocimiento del alzamiento. Así, los bienes y la cantidad correspondiente al pago de las deudas se entregarán a la justicia para aplicarlas a la satisfacción de los acreedores y caso contrario se les puede sancionar con volver a pagar las deudas o con la pérdida de «otro tanto de sus bienes como encubrieren o no descubrieren, sabiendo quien lo tiene, para la nuestra Cámara y Fisco, y otro tanto para pagar a los acreedores del que así estuviere alzado»244. A continuación se dispone que lo establecido para el deudor que se alce con sus bienes debe aplicarse aún en el caso en que no se ausenten ni oculten, siempre que los acreedores prueben el alzamiento, es decir se castiga el alzamiento de bienes con independencia de que «no alcen las personas»245. Se prohibe expresamente que ciertos privilegios como la hidalguía o la condición de recaudador o mayordomo de Concejos puedan ser alegados para evitar la pena del delito de alzamiento «ni para otra cosa»246. Hasta aquí lo dispuesto para los supuestos más graves de insolvencia de carácter delictivo, es decir cuando el deudor alzare su persona o sus bienes. Otros preceptos son aplicables al deudor que quiebra por su culpa dolo o malicia, pero sin alzamiento, estableciendo sin más que «se haga justicia conforme a Derecho y leyes destos reynos, y la calidad de los negocios»247. Por su parte, respecto a los mercaderes, cambiadores y factores que quiebran o no pagan sus deudas y se ausentan, aunque no se pruebe ni haya constancia alguna de alzamiento de sus bienes o libros Felipe II dispondría que los acuerdos que concluyan con los acreedores relativos a la quita, espera o con cualquier otro 244 245 Novísima Recopilación, XI, 32, 2. Se corresponde con la Nueva Recopilación, V, 19, 2. Carlos I, Madrid, 1528, petición de Cortes, número 24 (Novísima Recopilación, XI, 32, 3. También en Nueva Recopilación, 5, 19, III). 246 Carlos I, Segovia, 1532, petición de Cortes número III (Novísima Recopilación, XI, 32, 4. Se corresponde con la Nueva Recopilación, V, 19, 4). 247 Carlos I, Valladolid, 1548, petición de Cortes número 76 (Novísima Recopilación, XI, 32, 5. Se corresponde con la Nueva Recopilación, V, 19, 5). - 273 - MENU SALIR contenido que pudiesen perjudicar a dichos acreedores no tendrán ninguna validez ni eficacia jurídica. Los acreedores podrán continuar ejerciendo sus acciones contra el deudor, tanto si intervinieron en dichos acuerdos como si no lo hicieron. Si, llegados a este punto, el deudor no pudiese pagar sus deudas se tendrá como alzado y se le aplicará la normativa pertinente excepto en lo que respecta a la consideración pública de ladrón y su procesamiento criminal en cuanto tal248. De todas formas la Novísima Recopilación contempla la cesión de bienes desde una perspectiva más bien penal que civil al regularla en el título relativo a los juicios de los acreedores donde se recogen básicamente los casos de alzamientos, fugas del deudor y quiebras culpables o fraudulentas, mientras que los aspectos civiles stricto sensu de las ejecuciones aparecían en títulos previos donde no se encuentra referencia expresa a la cesión, según veremos más adelante. Por el contrario la Nueva Recopilación recoge las disposiciones referidas a la cesión básicamente en el título XVI relativo a los contratos, obligaciones, fianças, y deudas, y cessión de bienes que hacen los deudores, es decir junto a instituciones civiles, dedicando un título independiente, el XIX, a la normativa penal y más concretamente al alzamiento de bienes. Sobre las esperas o moratorias vamos a referir un total de cuatro leyes, donde se exige fianza suficiente que asegure el cobro para su concesión, se prohibe el otorgamiento de moratorias de gracia por el Consejo de Guerra249 y, además, éstas no impiden la ejecución contra los deudores del Maestrazgo, por gozar este último del privilegio de la Real Hacienda250. Cuando se remita al Consejo alguna instancia 248 Felipe II, petición de Cortes número 20 Cortes de Córdoba de 1570 y petición de Cortes número 11, en las Cortes de Madrid de 1573 (Novísima Recopilación, XI, 32, 6 = Nueva Recopilación, V, 19, 6). Pese a que la ley lleva por enunciado, Orden con que se ha de proceder contra los mercaderes y cambiantes que quebraren o faltaren de sus créditos, no establece orden alguno. 249 «Sin embargo de lo que me propone el Consejo de Guerra en consulta de 30 de Noviembre, he resuelto a la que me hace el de Castilla, no se concedan moratorias u esperas de gracia por aquel Consejo; y le mando, se abstenga de la regalía de conceder semejantes esperas de gracia, dando sólo aquellas que, por causas legítimas y con conocimiento, se debieren conceder en justicia» (San Lorenzo, Felipe V a consulta de 30 de Noviembre de 1722, Novísima Recopilación, XI, 33, 2 = Nueva Recopilación, VI, 4, aut. 17). 250 «El Consejo de Hacienda en consulta de 31 de Marzo de este año nos manifestó, que por el Tesorero de Maestrazgos se había representado, que en el año pasado de 733 prestó a diversas - 274 - MENU SALIR de moratoria para su estudio ésta no suspenderá la tramitación del procedimiento. Hay que tener en cuenta que la concesión de moratorias se hizo muy frecuente y en ocasiones perjudicaba a los acreedores que podían ver seriamente afectada su situación económica llegando incluso a la ruina por dilatarse demasiado en el tiempo el cobro de sus deudas. En esto incidía especialmente el hecho de que cuando el deudor solicitaba al monarca la concesión de una moratoria se suspendía el procedimiento contra el mismo mientras el rey enviaba el asunto a consulta al Consejo y tomaba una decisión y con ello el deudor ganaba tiempo, en perjuicio del acreedor. Por esta razón las solicitudes de moratoria se incrementaron considerablemente dando lugar a numerosos abusos que fueron los que determinaron la necesidad de dictar una norma que evitase la suspensión del procedimiento por el simple hecho de pedir una prórroga del tiempo establecido para pagar la deuda. Nos referimos precisamente a una resolución de Fernando VI de 18 de abril de 1747, publicada el 1 de abril de 1748, En las instancias de moratoria, que S. M. remita al Consejo para consulta, no se suspendan las diligencias judiciales que correspondan contra los deudores, aunque siempre puede el monarca decidir lo villas y particulares del territorio de Órdenes diferentes porciones de dinero, granos y minucias procedidas de la referida renta de Maestrazgos, para que pudiesen sembrar; de cuyas partidas otorgaron escrituras de obligación a favor de nuestra Real Hacienda, y del citado Tesorero: que cumplidos sus plazos sin haber dado satisfacción, por los Contadores, Jueces conservadores de la Mesa maestral, en virtud de nuestra Real cédula se habían despachado executores para su cobro, a que se negó el cumplimiento por las dichas Justicias, motivando las moratorias concedidas por los del nuestro Consejo a los labradores de las provincias de la Mancha, Extremadura y Jaén, no obstante estar declarado, que aquel beneficio no se entiende con los que fuesen deudores a nuestra Real Hacienda, y a los particulares subrogados en su derecho; sobre lo que había hecho el citado Tesorero recurso al nuestro Consejo, alegando, que los Maestrazgos tenían la propia naturaleza que las demás rentas Reales, y aun el privilegio de diezmos, como se había declarado en las moratorias de los años 1724 y 725 por el Consejo de las Órdenes; y que sin embargo de estas circunstancias se le había negado por el nuestro Consejo este recurso por auto de 7 de octubre de 734; y en vista de todo, por deliberación a la consulta expresada, ha resuelto nuestra Real Persona, que no siendo las rentas Reales comprehendidas en las pragmáticas expedidas por el nuestro Consejo, tampoco lo debe ser la de Maestrazgos, ni impedirse al Tesorero, con el pretexto de las moratorias, el procedimiento a la cobranza de las cantidades de maravedís y granos que de la expresada renta se le estuvieren debiendo, ni el despacho de executores a los Jueces conservadores, arreglándose unos y otros a lo prevenido en la última Real instrucción» (Felipe V a consulta de 31 de marzo de 1735, Novísima Recopilación, XI, 33, 3 y Nueva Recopilación, IX, 8, aut. 12). - 275 - MENU SALIR contrario251. Ya, anteriormente se había previsto que cuando se solicite moratoria se debe dar traslado a los acreedores para que éstos se pronuncien en torno al asunto, lo cual es del todo lógico ya que les afecta directamente y, en el supuesto de que el Consejo acuerde su concesión se debe exigir —como hemos apuntado— la correspondiente fianza para asegurar el cobro de los créditos252. Otros aspectos de interés hacen referencia a la prohibición de cualquier particular de apoderarse de los bienes de su deudor aunque tenga derecho a ello, es decir, aparece la interdicción de tomarse la justicia por su mano, debiendo quedar sometido a un procedimiento regulado a nivel legislativo — juicios de despojo, y su restitución—253. Destacamos un total de seis leyes en las que no vamos a entrar en profundidad, por apartarse del epicentro de nuestro trabajo, sino que nos limitaremos a esbozar el contenido de algunas. Tan sólo apuntamos que, en la ley primera —Fuero Real, IV, 4, 4—, se castiga con la pérdida de derechos al que por la fuerza tomare bienes que otro posea254 ya que —según establece la Ley dictada por Enrique II en Toro en el año 1371— nadie puede ser «despojado en su posesión sin antes ser oído y vencido por Derecho»255. Por su parte, la Ley 61 dictada por Juan II en Valladolid en 1447; confirmada por Enrique IV en Ocaña en 1469, petición de cortes 26 y en Nieva en 251 «El Consejo en Sala de Justicia me hace presente, que quando algunos deudores recelan ser, o son demandados por sus acreedores, acuden a mi Real persona, pidiendo les conceda espera o moratoria, y mande, que por ciertos meses o años no se les moleste ni a sus bienes; y que remitidas estas súplicas al Consejo, para que me consulte lo que se le ofreciere y pareciere, para poderlo hacer, da traslado a los acreedores, a quienes oye, y examina si es cierto lo que se propone por el deudor; e ínterin, en grave perjuicio de los acreedores, no se procede a diligencia alguna judicial, y suspende las empezadas o executoriadas, hasta que se me consulta y resuelvo, por el debido respeto a mi Real Persona, que admitió y remitió el memorial: y es de parecer, que para evitar los daños que ocasionan, siendo de mi Real agrado, mande, que por la remisión no se dexen de hacer y proseguir las diligencias judiciales que correspondan conforme a la naturaleza de las acciones, excepto en los casos que por mí se mande lo contrario: y conformándome con su parecer, mando al Consejo, que así lo practique en todas las instancias de moratoria, que en adelante se le remitan, y no llevaren la prevención que propone» (Novísima Recopilación, XI, 33, 4) 252 Felipe V, Madrid, 29 de enero de 1716 (Novísima Recopilación, XI, 33, 1 y Nueva Recopilación, II, 4, aut. 79). 253 Novísima Recopilación, XI, 34 y Nueva Recopilación, 4, 13. 254 Novísima Recopilación, XI, 34, 1 y Nueva Recopilación, 4, 13, 1. 255 Novísima Recopilación, XI, 34, 2 y Nueva Recopilación, 4, 13, 2. - 276 - MENU SALIR 1473, petición de cortes 27 regula el procedimiento y pena contra los que prenden a sus deudores, y toman por fuerza sus bienes256, reforzándose con suficientes garantías el cumplimiento de esta norma en la ley dictada por los Reyes Católicos en Madrigal en 1476, petición de Cortes 22257. 256 Reproducimos su contenido como muestra de lo que sucedía al acreedor que no seguía para el cobro de sus deudas el procedimiento legalmente establecido: «Porque en tanto es venido el atrevimiento de algunas personas, y el poco temor que han de las nuestras Justicias, que algunos por su propia autoridad prenden a aquél que algo les debe, si menos puede que él; y quando a su deudor no pueden haber, prenden a su hijo; y quando pueden entrar en los bienes y heredades agenas, lo hacen por su propia autoridad sin mandamiento del Juez; y el que así es despojado no cobra lo suyo, y si lo ha de cobrar por pleyto, cóbralo tarde, y con grandes costas y trabajos; y otros muchos, de que esto ven que así pasa, se atreven, sin les ser debida cosa alguna, de prender y rescatar a los hombres, y se entregan en los bienes agenos, y los defienden hasta que les den alguna parte dellos; por que la nuestra justicia peresce: y Nos proveyendo y remediando cerca dello, y siguiendo la ley que es hecha y ordenada en las Cortes de Valladolid por el señor Rey Don Juan nuestro padre año de 1447 años, ordenamos y mandamos a los Concejos y Justicias de los lugares donde esto acaesciere, que luego restituyan y hagan restituir a los tales despojados, y saquen de las prisiones a los que así fueren presos, sin llamar a las partes, habida solamente sumaria información de como las tales personas fueron presas, y les tomaron sus bienes sin mandado de Juez legítimo; y qualquier persona o personas de qualquier estado o condición, o preeminencia o dignidad que sean, que por su propia autoridad lo suso dicho hicieren, que por el mismo hecho incurran en las penas en tal caso establecidas por leyes de nuestros reynos, así de cárcel privada como en otra manera; y sean executados por nuestras Justicias en los tales y en sus bienes, habida solamente información, como dicho es; y prendan los cuerpos a los culpantes, y los envíen ante Nos presos y bien recaudados con la tal información, porque por Nos vista, mandemos a proveer como cumple a nuestro servicio, y a la execución de la nuestra justicia: y queremos y mandamos, que estos tales y semejantes casos sean habidos por casos de Corte, así en lo pasado como por venir, porque aquí en la nuestra Corte sea sobre ello proveido, y los tales atrevimientos sean punidos y castigados» (Novísima Recopilación, XI, 34, 5 y Nueva Recopilación, IV, 13, 5). 257 «Mandamos, que el remedio de la ley anterior haya siempre cumplido efecto, y aunque los tales forzadores opongan y aleguen qualquier cosa para impedir nuestras cartas, para conseguir el remedio de la dicha ley, o para que no sea executada: pero que si pendiente la liquidación de la dicha expoliación o prisión del despojado, la parte que despojó hasta el tercero día, contando el día en que se opusiere, mostrare clara o abiertamente en el nuestro Consejo, o ante otro Juez competente donde la dicha liquidación se hiciere, por pública o auténtica escritura, o por testigos dignos de fe, que por mandado de Juez competente tomó la posesión de los dichos bienes, o prendió al querelloso, que en tal caso se impida la execución de la dicha ley; en otra manera mandamos, que la dicha ley sea guardada según que en ella se contiene, sin ninguna dilación, y sin embargo de la tal oposición» - 277 - MENU SALIR La mujer solía estar exenta de la prisión por deudas, en principio sólo por deudas del marido tal y como se establece por Juan I en las Cortes de Briviesca de 1387, ley confirmada por Enrique II en las Cortes de Toro de 1422. Se establecía que en ningún caso la mujer podía ser hecha presa ni responder con sus bienes de las fianzas o deudas de su marido258. La ley 62 de Toro hace extensivo el privilegio a la mujer por deudas propias, salvo que la deuda proceda de delito o que aquella dama «fuere conoscidamente mala de su persona»259. La Ley 61 de Toro limita los casos en los que la mujer puede ser fiadora de su marido260 y la Ley 66 determina que para efectuar reclamación de una deuda se exige información suficiente de la misma por medio de testigos o escritura auténtica261. Una Ley de Felipe II dictada en Madrid el 9 de marzo de 1594 y confirmada por Felipe IV en 1633 establece en cuanto al orden de prelación de créditos que siempre se consideran preferentes, respecto a los frutos de la tierra, los propietarios de la misma frente a cualquier otro acreedor262 y se declara privilegiado el pago de los créditos de artesanos o menestrales, jornaleros, criados y acreedores alimentarios263, demandas cuyo conocimiento será competencia del Juzgado (Novísima Recopilación, XI, 34, 6 y Nueva Recopilación, IV, 13, 6). 258 Novísima Recopilación, X, 11, 2 y Nueva Recopilación, V, 3, 7 y 8. La norma tenía su origen en una petición en las Cortes de León de 1349 a la que accedería Alfonso XI. 259 Novísima Recopilación, X, 11, 4 y Nueva Recopilación, V, 3, 10. Esta ley sería comentada por Sancho de Llamas y Molina, Comentario crítico-jurídico a las ochenta y tres leyes de Toro, 2ª ed., Madrid, 1852, pp. 470-472. Tras recoger opiniones contradictorias, sigue la de Covarrubias afirmando que la mujer soltera que renuncia a este beneficio podrá ser hecha presa por deudas, «por no haber razón alguna que impida que esta renuncia sea válida». Por el contrario, si la mujer esta casada necesitará del consentimiento del marido para que la renuncia tenga efectos. Entiende que la ley es aplicable tanto a la mujer casada como a la soltera y la excepción se aplica igualmente a ambas sin que quepa reducirla exclusivamente a la mujer soltera. 260 Novísima Recopilación, X, 11, 3 y Nueva Recopilación, V, 3, 9. Amplias son las reflexiones sobre esta norma de Sancho de Llamas y Molina, Comentario crítico-jurídico a las ochenta y tres leyes de Toro, 2ª ed., pp. 461-470. 261 Novísima Recopilación, X, 11, 5 y Nueva Recopilación, V, 16, 3. Consultar, Sancho de Llamas y Molina, Comentario crítico-jurídico a las ochenta y tres leyes de Toro, 2ª ed., pp. 503-505. 262 Novísima Recopilación, X, 11, 6 y Nueva Recopilación, IV, 21, 25, cap. 3, 4 y 5. 263 Resolución de Carlos III, en San Ildefonso, a consulta de 25 de noviembre de 1782 y Cédula del Consejo de 16 de septiembre de 1784 (Novísima Recopilación, X, 11, 12). - 278 - MENU SALIR ordinario aunque se proceda en forma ejecutiva264. Se prohibe a los labradores la renuncia a su fuero por deudas y constituirse en fiadores de los señores del lugar donde vivieren, ni unos de otros, aunque se les admiten fianzas para asegurar los intereses de la Real Hacienda265. Las normas referentes a la administración y pasos a seguir en la liquidación de bienes litigiosos, incluidos los supuestos concursales se determinan en el Título XXV del libro XI de la Novísima Recopilación. Se trata de disposiciones concretas dirigidas a los administradores y que tan sólo apuntamos por no creer necesario desarrollar su contenido. Entrando en materia procesal, cuando se inicia un juicio ejecutivo por deudas, el ejecutado dispone de un plazo de diez días para plantear sus legítimas excepciones. Se busca la protección frente a los deudores maliciosos que alegan «excepciones y razones no verdaderas por alongar las pagas, por no pagar lo que verdaderamente deben», exigiéndose que las prueben suficientemente (disponiendo para ello de un plazo de diez días que empezará a contar desde que opone la correspondiente excepción266) y que juren que actúan de buena fe y si logran demostrar su razón se castigará al acreedor con el doble de la cantidad debida y, caso contrario, igual pena se aplicará al deudor267. Frente a las obligaciones, 264 Resolución de Carlos III, en Aranjuez, a consulta de 30 de enero y Cédula del Consejo de 19 de junio de 1788 (Novísima Recopilación, X, 11, 15). 265 Novísima Recopilación, X, 11, 6, 7 y 8 y Nueva Recopilación, IV, 21, 25 y 28. 266 Resolución de los Reyes Católicos en las Ordenanzas de Madrid de 1502, cap. 9 y ley 64 de Toro (Novísima Recopilación, XI, 28, 2 y Nueva Recopilación, IV, 21, 3). 267 «... ordenamos y mandamos... que cada y quando los mercaderes, o otra qualquier otra persona o personas de qualesquier ciudades, y villas y lugares de nuestros reynos, que mostraren ante los Alcaldes Justicias de las ciudades, y villas y lugares de nuestros reynos y señoríos cartas y contratos públicos, y recaudos ciertos de obligaciones que ellos tengan contra qualesquier personas, así cristianos como judíos y moros, de qualesquier deudas que les fueren debidas, que las dichas Justicias las cumplan y lleven a debida execución, seyendo pasados los plazos de las pagas, no seyendo legítimas qualesquier excepciones que contra los tales contratos fueren alegadas, en tal manera que los acreedores sean pagados de sus deudas, y que las Justicias no dexen de lo así hacer y cumplir por paga o excepción que los dichos deudores aleguen; salvo si dentro de diez días mostraren la tal paga o legítima excepción, sin alongamiento de malicia, por otra tal escritura como fue el contrato de deuda, o por albalá que haga fe, o por confesión de la parte, o por testigos que estén en el arzobispado o obispado donde se pidiere la execución, tomados dentro del dicho término: y para probar la tal paga y excepción, si por testigos lo hobiere de probar, es nuestra merced que el deudor nombre luego los testigos, quién son, y dónde viven, y jure, que no trae malicia: y si nombrare - 279 - MENU SALIR contratos, sentencias y escrituras que llevan aparejada ejecución no se admitirán excepciones «salvo paga del deudor, o promisión o pacto de no lo pedir, o excepción de falsedad, o excepción de usura, o temor o fuerza, y tal que de Derecho se deba rescebir»268. No se puede admitir mandamiento de ejecución si el acreedor no jura previamente que la cantidad que reclama es la debida, para evitar malicias269 y, obviamente, no se puede proceder a la ejecución de contrato o escritura sin mandamiento de la autoridad judicial competente al respecto270 y para la ejecución de obligaciones se exige que el Juez efectúe un examen previo para determinar su carácter ejecutivo y el cumplimiento de los requisitos relativos a la forma y al plazo271. Cuando un acreedor tiene varios deudores se seguirá proceso de ejecución independiente para cada una de las deudas sin que quepa acumulación272. Una los testigos aquende los puertos fuera del arzobispado o obispado, haya plazo de un mes para traer sus dichos; y si allende los puertos por todo el reyno, que haya plazo de dos meses; y si los nombrare en Roma, o en París, o en Jerusalén fuera del reyno, que haya plazo de seis meses: pero es nuestra merced, que el deudor que alegare la tal paga o excepción, no la probando dentro de los dichos diez días en la manera que dicha es, y dixere, que los testigos que tiene están fuera del arzobispado o obispado, como dicho es, que pague luego al mercader o al acreedor, dando el tal mercader o acreedor luego fianzas, que si el deudor probare la paga, o otra excepción que le pueda excusar, que le tornará lo que así pagare, con el doblo por pena en nombre de intereses; y el reo asimismo de fianzas, que si lo no probare en dicho término, que pagará en pena otro tanto como lo que pago; la qual pena es nuestra merced, sea la mitad para la parte contra quien maliciosa e injustamente se alegó la paga, y la otra mitad para reparos de los muros, o para otras cosas pías o públicas, donde el Juez viere que es más necesario: y esto mismo mandamos, que se guarde, pidiéndose execución de sentencia pasada en cosa juzgada». Ver Pragmática de Enrique III pronunciada en Ávila el 20 de mayo de 1396 y posteriormente por los Reyes Católicos en Toledo en el año 1480 (Novísima Recopilación, XI, 28, 1 y Nueva Recopilación, IV, 21, 2). 268 Ley de Enrique IV, Madrid, 1458 (Novísima Recopilación, XI, 28, 3 y Nueva Recopilación, IV, 21, 1). 269 Ordenamiento de Cortes de Toledo, Ley 51 de los Reyes Católicos (Novísima Recopilación, XI, 28, 6 y Nueva Recopilación, IV, 21, 9). 270 Isabel la Católica, Valladolid, 1503, visita cap. 21 y Carlos I, Toledo, 1525, visita, cap. 53 (Novísima Recopilación, XI, 28, 7 y Nueva Recopilación, IV, 29, ley única, cap. 13). 271 Nueva Instrucción de leyes para los Alcaldes mayores de los Adelantamientos dictada por Carlos I y Doña Juana en Alcalá el 3 de marzo de 1543 (Novísima Recopilación, XI, 28, 8 y Nueva Recopilación, III, 4, 34). 272 Nueva Instrucción de leyes para los Alcaldes mayores de los Adelantamientos dictada por Carlos I en Alcalá el 3 de marzo de 1543 (Novísima Recopilación, XI, 28, 9 y Nueva Recopilación, III, - 280 - MENU SALIR Pragmática de Felipe II del año 1566 determina el orden en los embargos de bienes. Así, si alguien dispone de un contrato público u otra escritura que lleve aparejada ejecución, solicitará del juez el preceptivo mandamiento; éste examinará la solicitud y ordenará la ejecución si lo estima oportuno sin necesidad de citar, en principio, a la parte ejecutada. Se procederá en primer lugar frente a los bienes muebles del deudor y si no hubiere frente a los bienes inmuebles con fianzas de saneamiento. En defecto de dichas fianzas, el deudor ingresará en prisión. En caso de que la ejecución se dirija sobre los muebles deberá darse la suficiente publicidad mediante pregones durante nueve días, de tres en tres y si es sobre bienes raíces los pregones serán tres cada nueve días. Dados los pregones, se citará al deudor para remate (sea admite que la citación se notifique a la mujer, hijos o criados del deudor, si éste no se encuentra, e incluso a los vecinos más cercanos para que puedan ponerlo en su conocimiento)273. A partir de la citación dispone de tres días para 4, 39). 273 Novísima Recopilación, XI, 28, 12 y Nueva Recopilación, IV, 21, 19. Hay una Ley que regula expresamente el modo y tiempo en que se deben dar los pregones en las execuciones, y emplazar a las partes para el remate. «Mandamos, que de aquí adelante el primero pregón de las execuciones se dé en el lugar donde residiere el executado, y los demás donde residiere el Audiencia; y todos los pregones se den en la dicha Audiencia: y mandamos a los Escribanos, que de los autos y pregones que se renuncian y no se asientan, no lleven derechos so pena que los restituyan con el quatro tanto: y porque en el Adelantamiento de León de cierto tiempo a esta parte se acostumbra de no emplazar a las partes, después de dados los pregones para el trance y remate, y se contentan los Jueces con otro mandamiento, que dan juntamente con el mandamiento executorio, para emplazar a los executados, de que el Escribano y el Juez llevan otros derechos, el qual se les notifica al tiempo que les hacen la execución, y otras veces no; y por no entender lo que se les notifica, quando los tales deudores vienen a alegar de su derecho, y a oponerse a las execuciones, hallan sus bienes rematados y vendidos, y transportados, de que se han seguido grandes daños e inconvenientes; y en los partidos de Burgos y Palencia, aunque no se da el tal mandamiento para emplazar para el remate, dicen que los emplazan y esto quando no hubo oposición, y quando la hay, después de sentenciado por el Juez, se da nuevo mandamiento, en que se manda ir por la execución adelante, y rematar los bienes, y hacer pago a la parte, y entonces los mandan citar para el remate, de lo qual asimesmo se siguen muchos inconvenientes; por ende mandamos, que en todos los mandamentos executorios, que de aquí en adelante se dieren en los dichos Adelantamientos, se mande, que la parte sea emplazada para el remate, y que el tal emplazamiento se haga después de dados los pregones, como se requiere de Derecho; y que después, un día antes que se haga el tal remate, se dé otro mandamiento para emplazar la parte para el dicho remate; y que si hobiere oposición después della, - 281 - MENU SALIR oponerse y plantear la excepción legítima y diez días para probarla y, caso contrario, el juez ordenará el remate y pago a la parte274. Aunque no se diga expresamente, entendemos que es dentro de los tres días que se concede al deudor para oponerse cuando debe plantear la cesión de bienes al acreedor, en tanto que se admitía como excepción el pago y la cesión constituye una forma de extinción de las obligaciones asimilable, en algunos aspectos —no olvidemos su carácter pro solvendo— al pago, debiendo ser hecho preso con carácter preventivo, según hemos visto, mientras se sustancia el asunto. En el supuesto en que apareciese un tercero para oponer su mejor derecho a la ejecución se dispone que no se emplace expresamente a los acreedores para dicha oposición para evitar gastos a los opositores que normalmente, según la norma, «son mugeres pobres»; además se trata de ahorrar tiempo ya que «entretanto están los executados presos, y a veces se mueren en las cárceles» y los acreedores suelen ser «merchantes, o personas que no se pueden fácilmente hallar». La solución es que los acreedores sean emplazados en un primer momento por el escribano para todos los autos y oposiciones que pudiesen tener lugar, para que éstos, si lo estiman oportuno, dejen nombrado procurador con quien deban entenderse las sucesivas actuaciones275. En cuanto a los órganos competentes para proceder a las ejecuciones276 y los derechos y décimas derivados de las mismas277, se ordena —para evitar fraudes— que los Alguaciles y Merinos no no se dé otro mandamiento para el dicho remate» (Nueva Instrucción de leyes para los Alcaldes mayores de los Adelantamientos dictada por Carlos I en Alcalá el 3 de marzo de 1543, Novísima Recopilación, XI, 28, 13 y Nueva Recopilación, III, 4, 36). Además dispone la siguiente norma que «el remate se haga con vista de todo el proceso; y éste se entregue al Escribano originario por los que hicieren las diligencias de execución» (Nueva Instrucción de leyes para los Alcaldes mayores de los Adelantamientos dictada por Carlos I en Alcalá el 3 de marzo de 1543, Novísima Recopilación, XI, 28, 14 y Nueva Recopilación, III, 4, 37). También se ordena que no se haga remate sin mandamiento del Juez; ni se den cartas de los bienes rematados sino por el Escribano originario de la Audiencia (Nueva Instrucción de leyes para los Alcaldes mayores de los Adelantamientos dictada por Carlos I en Alcalá el 3 de marzo de 1543, Novísima Recopilación, XI, 28, 15 y Nueva Recopilación, III, 4, 38). 274 Novísima Recopilación, XI, 28, 12 y Nueva Recopilación, IV, 21, 19). 275 Nueva Instrucción de leyes para los Alcaldes mayores de los Adelantamientos dictada por Carlos I en Alcalá el 3 de marzo de 1543 (Novísima Recopilación, XI, 28, 17 y Nueva Recopilación, III, 4, 42). 276 Novísima Recopilación, XI, 29. 277 Novísima Recopilación, XI, 30. - 282 - MENU SALIR obtengan nada de la ejecución al menos hasta que no se haya satisfecho al acreedor. Además si la ejecución se dirige contra los bienes muebles, estos no quedarán en manos del deudor sino que se deben inventariar y depositar «en poder de persona llana y abonada del lugar donde se hicere la dicha execución»278. Los derechos de ejecución no deben superar las cantidades legalmente establecidas. El ejecutado no estará obligado a abonar estas cantidades si paga su deuda dentro de un día natural, a contar desde la hora en que se le notifique la ejecución279. Tampoco deberá pagar «décima ni otro derecho de execución, mostrando contento de la parte dentro de veinte y quatro horas»280 o si en el mismo plazo deposita la deuda «en persona lega y abonada ante un Alcalde, y en su ausencia, ante un Regidor»281. La norma no regula qué sucede si en lugar de pagar la deuda hace cesión de bienes. Entendemos que en este caso el asunto se complica, ya que no es lo mismo el pago en metálico que la entrega de los bienes, pues el Juez debería pronunciarse sobre su conveniencia y más tarde sería necesario llevar a cabo la liquidación oportuna para dar satisfacción a los acreedores, todo lo cual conllevaba una serie de gastos añadidos a tener en cuenta. Por otra parte, se prohibe ejecución, con carácter general, que recaiga sobre las bestias de arar, aperos de labranza, sembrados y barbechos de los agricultores, salvo que se trate de deudas en favor del Rey o del dueño de la tierra, siempre que no dispongan de otros bienes y que el embargo no afecte a la totalidad. Como ya indicábamos se establecían algunas excepciones a la prisión por deudas; así, una Ley de Felipe II de 9 de marzo de 1594, confirmada por Felipe IV en 1633, imponía que los labradores no pueden ser encarcelados por deuda que no proceda de delito desde Julio a Diciembre, hasta el punto que si el Juez lo ordena será suspendido por 278 Juan I, Valladolid, 1385, petición de corte 25; Ley 48 de los Reyes Católicos, Toledo, 1480; Reina Isabel, Segovia, 1503, visita cap. 22 y Carlos I, Toledo, 1525, visita cap. 53 y 54 (Novísima Recopilación, XI, 30, 1 y Nueva Recopilación, IV, 21, 7). 279 Disposición de Felipe II en las Cortes de Madrid de 1573, petición de Cortes 32 (Novísima Recopilación, XI, 30, XIV y Nueva Recopilación, IV, 21, 21). 280 Disposición de Felipe II en las Cortes de Madrid de 1579, petición de Cortes 50 (Novísima Recopilación, XI, 30, 15 y Nueva Recopilación, IV, 21, 22). 281 Disposición de Felipe II en las Cortes de Madrid de 1579, petición de Cortes 51 (Novísima Recopilación, XI, 30, 16 y Nueva Recopilación, IV, 21, 23). - 283 - MENU SALIR un año y si el acreedor lo solicita perderá su derecho a cobrar la deuda282. La Pragmática de 18 de mayo de 1619, dictada en Evora por Felipe III, trata de reforzar las garantías recogidas en la norma anterior respecto a los cultivadores de la tierra, ampliando su aplicación a todo el año y asegurando, de este modo, su cumplimiento283. Además, para alentar a los labradores a la cría del ganado lanar lo cual era, al mismo tiempo, altamente beneficioso para fertilizar las tierras, se establece que a la hora de ejecutarlos se reserven siempre cien cabezas de ganado «salvo lo que debieren de diezmo o del sustento del mismo ganado»284. Suponemos que igual número debería quedar exento de una posible cesión de bienes. Tampoco pueden ser embargados los instrumentos habituales de uso de los fabricantes de seda —«tornos, telares y demás instrumentos precisos para su labor»— siempre que el embargo tenga su origen en una deuda civil285. Con ello se trata de garantizar el comercio y la prosperidad de las fábricas de seda. Finalmente se establece por Pragmática de Carlos III de 27 de mayo de 1786 que no se arreste a los artesanos y labradores por «deudas civiles, o causas livianas, ni se les embargue ni venda los instrumentos de su labor, oficios y manufacturas»286. A nuestro parecer esta norma 282 Novísima Recopilación, XI, 31, 15 y Nueva Recopilación, IV, 21, 25. 283 «Mandamos, que lo dispuesto por la ley precedente, en que se prohibe, que los labradores no puedan ser executados en sus sembrados, sino es en los casos en ella expresados, sea y se entienda también, que no lo puedan ser en el pan que cogieren de sus labores, después de segado, puesto en los rastrojos o en las eras, hasta que lo tengan entroxado; y entonces, quando por alguna execución se les hubiere de vender alguna parte del pan, no se les pueda tomar ni vender a menos precio de la tasa; y no habiendo comprador, se haga pago con ello al acreedor: que lo que por la dicha ley se ordena, que las personas de los labradores en los meses de Julio y los siguientes no puedan ser presos por deuda alguna que no descienda de delito, lo extendemos, que tampoco lo puedan ser en ningún tiempo del año, sino es que las deudas sean contraidas antes de ser labrador; y el Juez o executor, o acreedor que contraviniere a lo suso dicho, incurra en las penas della» (Novísima Recopilación, XI, 31, 16 y Nueva Recopilación, IV, 21, 28. Un auto del Consejo de Castilla de 30 de julio de 1708 mandó observar puntualmente lo establecido en esta ley). 284 Felipe IV, Madrid, 1633 (Novísima Recopilación, XI, 31, 17 y Nueva Recopilación, IV, 21, 29). El capítulo 56 de la Instrucción de Corregidores y la Cédula de 15 de mayo de 1788 ordenan que se garanticen los privilegios concedidos a los labradores por las leyes y se fomente la agricultura por todos los medios. 285 286 Cédula de Carlos II de 16 de mayo de 1683 (Novísima Recopilación, XI, 31, 18). «Habiendo hecho ver la experiencia el beneficio y utilidad común de la observancia de lo dispuesto por el señor Don Carlos II en la anterior Real cédula de 16 de Mayo de 1683, cuidadoso el - 284 - MENU SALIR podría aplicarse de forma analógica a la supuesta cesión de bienes que pudiese hacer cualquiera de estos deudores. En cuanto a los órganos competentes para conceder los correspondientes aplazamientos al deudor y la responsabilidad de los mismos en caso de impago debido a su negligencia, destacamos las reflexiones de Jerónimo Castillo de Bobadilla en su Política de corregidores, al señalar que: «Tampoco pueden los Regidores, remitir, ni moderar ni hazer composición sobre las penas aplicadas a la ciudad, si ya por estatuto, o costumbre, no se permitiese en poca cantidad, o con causa, por aver duda en ellas, o por pobreza de los deudores, y no de otra manera: ni pueden hazer otras gracias, sueltas y franquezas de la hazienda, y deudas de la ciudad, aunque sea a nuevos vezinos, no embargante que Paolo de Castro287 tuvo lo contrario; ni pueden dar plazos de más de tres meses a los deudores; y si por no cobrar en tiempo las dichas condenaciones, y lo que se debe a la ciudad, se hizieren de peor condición los deudores, y vinieren en quiebra, es peor riesgo del Corregidor y de los Regidores»288. Además incidirá en la prohibición de hacer cesión de bienes mi Consejo de promover todo lo que conduce al bien del Estado, me representó la necesidad de extender la exención y privilegio de ella a todas las demás fábricas, artes y oficios del reyno; y he tenido a bien expedir esta mi pragmática sanción, por la qual ordeno y mando, que a los operarios de todas las fábricas de estos reynos, y los que profesen las artes y oficios, qualesquiera que sean, no se les pueda arrestar en las cárceles por deudas civiles o causas livianas, ni embargarles ni venderles los instrumentos destinados a sus respectivas labores, oficios o manufacturas; lo que quiero se entienda también para con los labradores y sus personas, así como por la ley 14 de este título se eximen sus aperos y ganados de labor; exceptuando todos los casos en que se proceda contra ellos por deuda del Fisco, y las que provengan de delito, o quasi delito en que se haya mezclado fraude, ocultación, falsedad u otro exceso de que pueda resultar pena corporal: y prohibo a los Tribunales, Jueces y Justicias el que puedan interpretar o alterar de ningún modo esta mi disposición, por la utilidad y conveniencia que de su observancia resulta a mis vasallos, y dirigirse a evitar su decadencia» (Novísima Recopilación, XI, 31, 19). 287 Sobre las teorías y comentarios de Paolo di Castro sobre la cesión hablaremos en el capítulo siguiente. 288 Política de Corregidores y señores de vassallos en tiempo de paz y de guerra, y para juezes eclesiásticos, y seglares, y de sacas, aduanas, y de residencias, y sus oficiales; y para regidores, y abogados, y del valor de los Corregimientos, y Goviernos Realengos, y de las Órdenes, Medina del Campo, 1608; Barcelona, 1616; Barcelona, 1624; Madrid, 1649, vol. II, lib. III, cap. VIII, p. 181, nº 81. La figura de este personaje ha sido estudiada por Francisco Tomás y Valiente, “Castillo de Bobadilla (c. 1547-c. 1605). Semblanza personal y profesional de un juez del Antiguo Régimen”, en Anuario de - 285 - MENU SALIR para los menores de veinticinco años, los cuales tampoco podrán ser hechos presos por deudas ya que «assí como no pueden contratar, no pueden causar contumacia que justifique la prisión...»289. Añade ciertas consideraciones de interés sobre la prisión por deudas mostrando la tendencia a evitar la misma hasta el punto de obligar a hacer cesión al deudor que lleve preso un determinado periodo de tiempo, mostrando ciertas actitudes benevolentes en el sentido de llegar a pagar por el deudor preso que se encontraba en la miseria —y lógicamente no podía recurrir a la cesión— hasta un total de tres veces prefiriéndose, llegada la cuarta, su entrega como esclavo al acreedor —con lo que ello implica de privación de libertad— en lugar de la cárcel290. En sus comentarios a las Leyes de Toro, Antonio Gómez analizaría respecto a la materia que a nosotros nos interesa la ley 79 que disponía una excepción al privilegio del que gozaban ciertas personas como los hijosdalgos en cuanto a no ser hechos presos por deuda291. Así si el débito procedía de delito o cuasidelito se procedería Historia del Derecho Español, XLV (1975), pp. 159-238. 289 Política de Corregidores, vol. II, lib. III, cap. XV, p. 360, nº 29. Sigue a Tommaso Dotti, en sus Consilia, 184, cap. 76. 290 «Que los pobres que están presos por deudas y son hombres viles, sean compelidos passado el medio año, a hazer la cessión de bienes y renunciación de la cadena, conforme a la ley y premática. Del Emperador Antonio Pío se lee en su vida, que dó quiera que se hallava, ora fuesse en Roma, o en otra parte, cada semana yva a visitar la cárcel, y a los pobres, que hallava presos por deuda mandava pagar por ellos; y como ya tres vezes hubiese pagado por uno, y tornasse la quarta a hallarse preso por deudas, mandó que le entregassen a su acreedor por esclavo» (Castillo de Bobadilla, Política de Corregidores, vol. II, lib. III, cap. XV, p. 373, nº 76). 291 La exclusión de la pena de prisión por deudas para la nobleza se establece en diferentes normas como una Ley de Pedro II de Aragón en las Cortes de Barcelona de 1283 que la exceptúa para los caballeros y hombres francos o el Fuero Viejo de Castiella, III, 4, 2. Se convierte en ley por Alfonso XI en las Cortes de Alcalá de Henares de 1348 que la aplica a cualquier clase de nobles con independencia de quien fuese el acreedor exceptuando a los recaudadores de los tributos reales, siendo esta norma confirmada por los Reyes Católicos en 1480 y pasando ambas a las Ordenanzas Reales de Castilla IV, 2, 4 y IV, 2, 5 y la de 1348 a la Nueva Recopilación, VI, 2, 4 y Novísima Recopilación, VI, 2, 2. El Fuero de Vizcaya también excluye la prisión —salvo que la deuda proceda de delito— a los hidalgos aunque señala que allí todos son hijosdalgos (Juan Antonio Alejandre, La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 10-12). Esta norma sería igualmente comentada por Sancho de Llamas y Molina, en Comentario crítico-jurídico a las ochenta y tres leyes de Toro, 2ª ed., pp. 569-573. En cuanto a otras excepciones de la prisión por deudas - 286 - MENU SALIR contra ellos mediante prisión sin tener en cuenta su condición. En realidad más que un comentario a la ley efectuaría un estudio poco novedoso sobre la cesión de bienes. En esta línea Gómez se preguntaría si los nobles podrían ser encarcelados por deuda civil. De la interpretación de la norma deduce una respuesta negativa. A sensu contrario el deudor común podía ser hecho preso por deuda a no ser que efectuase cesión de bienes con objeto de venderlos y satisfacer a sus acreedores, en cuyo caso el efecto sería la exención de pena según se desprende de C. 7, 71, 1, o de las Partida V, 15, 1 y V, 15, 4, entre otras disposiciones, aparte de las glosas de Bartolo y Alberico que reproducen el sentir común de la doctrina292. En cuanto a los efectos de la cesión se limita a considerar la norma contenida en C. 7, 71, 4 o Partidas, V, 15, 3, en cuanto al beneficio de competencia. No duda Gómez del carácter pro solvendo de la cesión ni tampoco de que si el deudor enajena sus bienes de modo fraudulento no podrá gozar del beneficio, conclusiones que extrae de las glosas de Baldo, Alberico y Bartolo al Codex. El carácter no liberatorio de la cesión se manifiesta igualmente en el hecho de que con la misma no se garantiza por completo la libertad del deudor sino que éste puede ser encarcelado de nuevo y ser retenido en prisión mientras no pague la totalidad o se mantenga al servicio del acreedor en compensación de su deuda293. Concluye Gómez que cuando se trata de una deuda procedente de delito no cabe cesión de bienes ni consecuentemente se podrá gozar de los beneficios que de la misma se derivan en el sentido de evitar la prisión y mantener una buena consideración social294. Por su parte el privilegio de que los nobles no puedan ser encarcelados en virtud de deuda —entendemos siempre que no proceda de delito— tiene un carácter irrenunciable. Ahora bien, si el deudor rechazase su condición noble no gozaría de la exención y podría ser encarcelado porque niega la cualidad de su respecto a las épocas de ferias y mercado o en relación a procuradores, abogados clérigos, etc., ver Juan Antonio Alejandre, La Quiebra, pp. 15-16, aunque más amplio es el listado ofrecido por Francisco Tomás y Valiente, en “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 420-421 y respecto al derecho aragonés, pp. 482-486. Quizás mayor interés revista la selección ofrecida por Alonso de Villadiego Vascuñana y Montoya, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, Madrid, 1656, cap. II, n. 86-105, fols. 20v-21r. 292 Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Madrid, 1758, Ley LXXIX, p. 691, n. 1. 293 Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Ley LXXIX, pp. 691-692, n. 2. 294 Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Ley LXXIX, p. 692, n. 3. - 287 - MENU SALIR persona por la que se otorga el antedicho privilegio. Esto es aplicable cuando la renuncia se hace a sabiendas y consecuentemente, pero si se realiza ignorando el noble su cualidad no tendrá lugar la pérdida del privilegio. Si niega su condición, pero la otra parte la conoce, sufrirá las consecuencias de forma que el noble no podrá ser encarcelado porque ambos contratan conociendo la condición del otro, pero si la otra parte contrató de buena fe no gozará el noble de su privilegio295. En otro orden, el deudor no perteneciente a la nobleza ni exento que se refugia en la Iglesia dispone de ciertos privilegios de tal modo que si reclama juez eclesiástico y se le otorga juez secular, una vez prestada una fianza ante este último, no se le puede aplicar pena corporal y si el juez eclesiástico no procediese en este sentido el mismo juez civil puede liberarlo sin escándalo. Del mismo modo se procederá cuando contra la persona del deudor exista un derecho real o cualquier clase de servidumbre porque debe servir como esclavo del acreedor en virtud de su deuda. Se pregunta nuevamente el aludido autor, aún a riesgo de ser repetitivo, si un noble puede ser encarcelado cuando su deuda proceda de un delito a lo que responde que cuando el sujeto de elevada condición deba alguna cosa como consecuencia de un robo u otro acto violento; cuando del delito se deduzca una responsabilidad civil estimada en juicio o cuando de cualquier delito público o privado como homicidio o falsedad, entre otros, se derive además de la pena corporal una pena pecuniaria, el deudor puede ser capturado por la otra parte en litigio o ser detenido a pesar de su condición noble296. Finalmente Antonio Gómez se cuestiona quiénes son susceptibles de gozar de los privilegios anteriores, es decir, quiénes tienen a los efectos legales la consideración de nobles señalando aquellos que lo son por nacimiento porque descienden de los que desde antiguo han estado exentos de las cargas y tributos a los que se ha visto sometida la plebe, lo cual se basa en las consideraciones a las que había llegado el derecho común de la mano de Odofredo y Bartolo da Sassoferrato. Por su parte, siguiendo a Baldo degli Ubaldi, señala que aquél que desciende de madre plebeya y padre noble seguirá —a todos los efectos— la condición del padre. De aquí deduce que en caso contrario —madre noble y padre plebeyo— el hijo será tenido como plebeyo sin disfrutar de ninguno de los beneficios de la nobleza. Todo esto es aplicable al hijo natural ya que el origen del privilegio radica en la línea sanguínea y también al que nace de la única concubina del 295 Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Ley LXXIX, p. 692, n. 4. 296 Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Ley LXXIX, p. 692, n. 5. - 288 - MENU SALIR señor, pero si es espurio no, por la misma incertidumbre que le rodea, es decir se requiere certeza en la paternidad. Por el contrario, el hijo sigue la condición materna a la hora de ser manumitido, de modo que si la madre es libre y el padre siervo el hijo será también libre y viceversa y todo ello porque se trata de lograr lo más beneficioso para el hijo. Por último y como complemento, señala que si bien la mujer que contrae matrimonio con un noble sigue la condición del marido, conservándola tras la muerte de éste, el hombre que se casa con mujer noble no goza de los privilegios de su mujer297. El libro quinto de la Nueva Recopilación también sería objeto de comentario por Juan Matienzo. La mayor parte de sus consideraciones suponen un repaso a las opiniones de grandes comentaristas o glosadores a lo establecido a nivel legal. Nos detendremos en las glosas a las leyes que integran los Títulos XVI y XIX y básicamente en lo relativo a la cesión de bienes que se contiene en el Título XVI, ya que el XIX se ocupa más bien de aspectos penales en relación con la cesión. Recordemos que la Ley IV del Título XVI se refería a la obligación del deudor de permanecer preso durante nueve días y si no disponía de bienes suficientes sería entregado al acreedor. Pues bien, esta disposición motivaría tres glosas. La primera de ellas se interroga si el deudor encarcelado debe ser alimentado por el acreedor que, con motivo de su reclamación, lo llevó a prisión. Esta cuestión es respondida en sentido afirmativo, siempre que el deudor con su arte u oficio no pueda mantenerse y no alcance a obtener alimentación de ninguna otra parte; ya que —en este supuesto— es de ahí de donde debe conseguir lo necesario para su sustento. Por tanto, la obligación del acreedor sólo se circunscribe a los casos más extremos en los que el deudor no tenga recursos ni posibilidad de obtenerlos298; sin embargo, al ser en la práctica muchos los supuestos en los que el acreedor mantendría al deudor, considera Matienzo que el sustento prestado debe ser devuelto acumulándose a la deuda inicial299. Desde nuestro punto de vista esto podría originar un círculo difícil de romper, aunque quizás una solución diferente resultaría 297 298 Antonio Gómez, Ad leges Tauri commentarium, Ley LXXIX, pp. 692-693, n. 6. Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, Mantua Carpetanorum, 1597, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa I, n. 1, fol. 424v. 299 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa I, n. 2, fol. 424v. - 289 - MENU SALIR demasiado gravosa para el acreedor que, en lugar de ver satisfecha su deuda, la vería aumentada considerablemente, además de implicar su intento de saldarla un gasto adicional para su economía. La segunda de las glosas es mucho más amplia y versa en torno a la «entrega al acreedor» dispuesta por la norma. Se trata de lo que Matienzo califica como entrega «en prenda», que se contrapone a lo dispuesto por el Derecho común en el sentido de que el hombre libre no puede ser entregado en prenda al acreedor, ni tampoco como esclavo, ni siquiera en el supuesto en que faltasen bienes para satisfacer sus deudas. A su parecer y siguiendo a Bernardo da Imola, Diego de Covarrubias o Francesco de Ripa, tampoco se puede admitir como lícita la entrada del deudor al servicio del acreedor como consecuencia de un pacto. Sin embargo, no obvia la existencia de opiniones contrarias como las de Enrico da Susa, Cardenal de Ostia, y Felino300. Opina que merece la pena tratar sobre el origen y los efectos de la cessio bonorum. Se remonta, en términos generales, a la antigüedad donde se permitía a los acreedores tomar a sus deudores después de que se hiciere constancia de la deuda mediante sentencia o confesión. Remite igualmente a las Doce Tablas cuyos rigores serían aplicados frecuentemente por el pueblo romano contra el deudor no solvente que —tras su juicio o confesión— era adjudicado al servicio del acreedor como esclavo —sigue en este recorrido histórico los comentarios de Budeo al Digesto—. Apunta a la Ley Poetelia —a la que, sin dudar, sitúa en el año 428 siguiendo la tradición de Tito Livio— como punto de partida de una considerable mejora en la situación del deudor, de forma que se comienza a sustituir la ejecución personal por la patrimonial y no va ser la persona sino los bienes del obligado los que queden en manos del acreedor de forma que, a partir de este momento, el deudor no podía ser entregado al acreedor ni a su servicio, ni en prenda o garantía del pago de sus deudas301. No obstante, esta regulación no aseguraba por completo los intereses de los acreedores; por ello se estableció el ingreso del deudor en prisión hasta que pagase sus débitos302 y es 300 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 2, fol. 425r. 301 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 3, fol. 425r. 302 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 4, fols. 425r-425v. Al aportar esta idea se basa, entre otros, en Baldo degli Ubaldi y en Diego de Covarrubias. - 290 - MENU SALIR precisamente la cesión de sus bienes lo que le permitía liberari a carcere303. A continuación relaciona los requisitos para que la cesión se entienda válidamente efectuada como, por ejemplo, la necesidad de sentencia o confesión en juicio, según dispone el Codex o las Partidas o los comentarios de Azzo o Diego de Covarrubias. Apunta a la necesidad de que preceda a la cesión un instrumento público de los que llevan aparejada ejecución y afirma que basta con la solicitud de uno de los acreedores, si es que hay varios, lo cual prejuzga y obliga a los demás. Se basa en el hecho de que es suficiente con la demanda de un solo acreedor para que el deudor ingrese en prisión y la misma regla debe aplicarse a la admisión de la cesión, de forma que no es preciso citar a todos los acreedores304. Matienzo habla de cesión a instancia de acreedor, aunque creemos que sus comentarios son igualmente aplicables a la aceptación de la cesión una vez efectuada. Respecto a la forma de la cesión tan sólo insiste en que puede admitirse incluso la efectuada oralmente y ello porque remite a la normativa romana donde se disponía que podía hacerse por mensajero, por carta o por la sóla expresión oral (recuerda los comentarios de Bartolo al Codex en esta norma concreta). Por otra parte, en cuanto al objeto de la cesión debe abarcar la totalidad de los bienes poseidos por el deudor en el momento de efectuarla, excepto los vestidos —paños de lino— (Partida V, 15, 1 y comentarios de Baldo y de Cino da Pistoia al Codex) y los instrumentos necesarios para obtener el sustento siempre que sean pertinentes para el oficio ejercido; lo cual es más lógico que reservarle simplemente lo necesario para vivir porque permite al deudor conservar una esfera de su vida laboral que le sirve de punto de partida para continuar su trabajo y de esta forma liquidar de una vez por todas la deuda con el producto de su propio esfuerzo —aunque sobre este particular hay opiniones contrarias a la hora de diferenciar el fuero externo e interno, según veremos más adelante—. Concluye, como consecuencia de todo lo anterior, que no será válida la cesión de bienes cuando el deudor se reserva arbitrariamente una cantidad o parte de su patrimonio, por ínfima que sea, pudiendo, incluso, incurrir en pena305. El que 303 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa I, n. 5, fol. 425v. Aquí remite al Codex y a Partidas V, 15, 4. 304 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 6, fol. 425v. 305 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva - 291 - MENU SALIR cede sus bienes debe prestar una fianza jurada de que pagará a sus acreedores una vez que mejore su situación económica, deduciendo siempre lo necesario para su sustento ya que de lo que se trata en realidad es de que el deudor no vuelva a encontrarse en una situación de ruina absoluta306. El cedente no se libera de las obligaciones contraídas con anterioridad, ya sean civiles o naturales, según señalaban Covarrubias o Cino da Pistoia siguiendo a Baldo, pudiendo oponer las oportunas excepciones impidiendo la litis contestatio307. Si la cesión está motivada por un hecho ignominioso o deshonroso —entendemos que debe referirse a deuda derivada de delito— según la costumbre del lugar, el cedente no se libera de su deuda aunque su fortuna fuese superior a la misma, de modo que, aparte de la deshonra, será castigado con la pena correspondiente a un hecho delictivo y sólo cuando esta pena sea suficientemente vergonzante puede sustituir a la liquidación o pago de la deuda. Por otra parte, cuando la pena corporal procede en defecto de patrimonio con el que saldar la deuda, si adquiere bienes posteriores no tendrá que pagar la pena pecuniaria ya que se entiende que esta última se ha transformado en la corporal, siguiendo los razonamientos de Baldo y Diego de Covarrubias. Cuando la cesión ignominiosa no sucede por razón de una deuda pecuniaria, ésta se mantiene sin transformarse en otra pena, de modo que las obligaciones civiles y naturales serán exigidas íntegramente debiendo aplicarse a su pago los bienes sobrevenidos tras la cesión. Sólo cuando la pena está impuesta por ley, costumbre o de forma estatutaria sustituye al débito pecuniario, liberando al deudor308. Según el derecho real la cesión libera al deudor de la cárcel, pero no de la totalidad de la deuda. Se trata del consabido carácter pro solvendo de la cesión. Remite aquí Matienzo a la permanencia del derecho antiguo al señalar que, conforme al mismo, el deudor que carecía de bienes para satisfacer a sus acreedores pasaba a su servicio, correspondiendo al juez establecer el tiempo —suponemos que en función de la cuantía de la deuda—. También podía entrar en prisión, a petición de los Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 9, fol. 425v. 306 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 10, fol. 425v. 307 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 11, fol. 425v. 308 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 12, fols. 425v-426r. - 292 - MENU SALIR acreedores, hasta que cediese sus bienes en condiciones atentatorias a su dignidad e integridad al existir la posibilidad de que permaneciese encadenado y si renunciase a la cadena (es decir, hace cesión), se informará de este hecho a los acreedores y será entregado a su servicio con una cadena de hierro al cuello hasta que con el producto de su trabajo se libere de la deudas respectivas remitiendo Matienzo, en este punto, a la prelación entre acreedores establecida en las leyes posteriores. En el momento que el deudor era llevado al servicio del acreeedor con la argolla al cuello se libraba de la cárcel —aunque obviamente la alternativa ofrecida no era demasiado satisfactoria—309. De todo esto deduce Matienzo la existencia de un derecho de servidumbre sobre la persona del deudor a pesar de que, en teoría, el hombre libre no puede ser dado en prenda ni retenido en cárcel privada de forma perpetua; justificándose legalmente al interpretarse no como un derecho a tener un esclavo, sino a obtener el trabajo y servicio del deudor sin constituir una esclavitud propiamente dicha, de forma que el «quoniam servuus non efficitur debitor qui bonis cessit, sed traditur creditori ut serviat»310; obviamente no es más que un juego de palabras y la realidad era bien distinta. Insiste nuevamente Matienzo en que no se trata de una servidumbre civil sino de un mero servicio, es decir la realización de un trabajo «solitas, non insolitas» para el acreedor, poniendo como ejemplo el que ingresa en una orden monacal y debe realizar «honestas operas»311. Nosotros seguimos insistiendo en el hábil empleo del lenguaje para intentar mostrar como situaciones distintas lo que en la práctica es una misma realidad, consistente en el sometimiento del deudor al acreedor perdiendo su esfera particular de libertad. La tercera de las glosas de Matienzo a esta misma ley vuelve a hacer hincapié en la frase «manténgalo e sirvase del», es decir, en la calidad y cantidad del trabajo que ha de prestar el deudor al acreedor, afirmando que éste debe dejar al deudor el tiempo necesario para el cuidado de su persona y para prestar a su esposa el débito conyugal312, sin olvidar que de lo que gane debe 309 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 13, fol. 426r. 310 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 14, fol. 426r. 311 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa II, n. 15, fol. 426r. 312 Génesis II y Mt XIX, 5 - 293 - MENU SALIR reservar una parte para su sustento313. Mucho más breve es la única glosa que efectúa Matienzo a la ley V, del Título XVI del Libro V de la Nueva Recopilación reflexionando únicamente sobre la necesidad de que el juez limite el tiempo que el deudor debe permanecer al servicio de cada acreedor, tasando el trabajo a desempeñar314. Por el contrario la ley VI, relativa a la obligación del que cede sus bienes o renuncia a la cadena, de llevar una argolla al cuello, sería objeto de un total de cinco comentarios. El primero tan sólo especifica el significado de la expresión «renunciar a la cadena» en el sentido de evitar la prisión mediante la cesión315. En la segunda glosa detalla que la cesión de bienes puede ser hecha por cualquier clase de deudor, sea o no privilegiado, incluyendo los del fisco, pese a que algunos sectores doctrinales —Bartolo y Baldo— la hayan negado a estos últimos316. El tercero de los comentarios desarrolla con mayor amplitud la obligación de llevar al cuello una argolla de hierro. En primer lugar, apunta que la ley permite la cesión de bienes «per actum ignominiosum» en contra de lo que el propio Matienzo señalara en comentarios previos, ya que lo verdaderamente importante es llegar a satisfacer al acreedor317. Indica que el deudor que realiza cesión de bienes será llevado por los acreedores con un collar de hierro al cuello, aunque los bienes cedidos pertenezcan a la dote de la esposa, analizando a continuación el orden de prelación entre acreedores al señalar que son preferentes los que instaran las ejecuciones318. En la glosa siguiente comenta la prohibición de gozar del beneficio de la cesión al que no cumpla con la obligación de llevar la argolla, incluso cuando los bienes entregados 313 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 4, glosa III, n. 1 y 2, fols. 426r-426v. 314 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 5, glosa I, a), fol. 426v. 315 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 6, glosa I, a), fol. 426v. 316 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 6, glosa II, b), fols. 426v-427r. 317 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 6, glosa III, n. 1, fol. 427r. 318 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 6, glosa III, n. 2 y 3, fol. 427r. Insistirá sobre esta prelación en glosa V, e), fol. 427r. - 294 - MENU SALIR son los parafernales de la esposa o los integrantes de la dote319. Pese a todo, la ley que más comentarios suscitaría a Matienzo sería la VII, referente a la actuación a seguir cuando el deudor se encuentra preso y no quiere pagar ni renunciar la cadena. En primer lugar, se pregunta cuándo comienza a contar el plazo de los seis meses a partir de los cuales el deudor debe cumplir sus obligaciones, respondiendo —tal y como señala la misma norma— que desde el momento en que estuviese liquidada la deuda en su totalidad —entendemos que se refiere al vencimiento de la deuda con la correspondiente liquidación de posibles intereses—, indicando que es en este periodo cuando debe el deudor ceder sus bienes, aunque también puede éste decidir no llevar a cabo la cesión y permanecer en la cárcel dos o tres años hasta que liquide todos sus débitos, respetando siempre la correspondiente prelación entre acreedores320. A continuación apunta Matienzo que la cesión de bienes —tal y como aparece regulada por las leyes del reino— no pretende constituir un beneficio únicamente para el deudor sino también para los acreedores321. Así, según hemos visto, y siguiendo el tenor literal de la norma, si el deudor, en principio, hace la cesión se libera de la cárcel pero debe llevar una argolla de hierro al cuello y servir a sus acreedores —recordemos la ley VI—. Si transcurridos seis meses de la liquidación, el deudor se encuentra en prisión (es decir, no ha efectuado, en un primer momento, la cesión) tiene una nueva posibilidad de ceder sus bienes y, caso contrario, será entregado al servicio de los acreedores con la correspondiente argolla, siempre que éstos no hayan actuado de forma fraudulenta, ni hubiesen concedido un aplazamiento en el pago, o la deuda hubiese estado completamente saldada. Por tanto, los beneficios para el deudor sólo se producen si, con anterioridad a los seis meses, cede voluntariamente sus bienes y sólo en el sentido de evitar la prisión y no volver a ser molestado por la misma deuda. Si mejora su fortuna solamente se le exigiría «quatenus facere possint deducto ne egeant», porque si rechaza hacer la cesión y elige permanecer en la cárcel dispone de un 319 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 6, glosa IV, d), fol. 427r. 320 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa I, a), fol. 427v. 321 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 1, fol. 427v. - 295 - MENU SALIR plazo de seis meses para hacerla, siendo tratado de forma deshonrosa con el hierro al cuello y al servicio de los acreedores. Esto sería una interpretación literal; sin embargo, deducimos que Matienzo realiza una exégesis de la norma en el sentido de que sólo se verá obligado a llevar la argolla el deudor que efectúa la cesión tras el antedicho plazo y no el que la realiza voluntariamente antes del mismo, a tenor de su condición de beneficio322. Siguiendo las conclusiones de la mayor parte de la doctrina y remitiendo de forma expresa a Baldo y Bartolo niega este favor al que dilapida sus bienes o cae en la ruina de forma dolosa o culpable, precisamente por tratarse de un recurso para los desgraciados y desafortunados y no para los que de manera consciente despilfarran su fortuna323. Se cuestiona seguidamente si es posible la renuncia al beneficio de la cesión contestando en sentido negativo, según la opinión común mayoritaria (Bartolo, Alberico da Rosciate, Giovanni da Imola, Cino, Saliceto, Diego de Covarrubias, Andrea Alciato, Fernando Vázquez), por el hecho de que no se puede obligar al deudor a permanecer indefinidamente en prisión por razón de sus deudas. No obstante, no ignora doctrina contraria permisiva de dicha renuncia siempre que se exprese de forma contundente que no deje lugar a duda alguna324 estando en manos de los acreedores no conceder valor a la renuncia325. Recuerda a continuación los bienes que quedan excluidos de la cesión y que ya se indicaban en Partidas V, 15, 1326. Comenta además Matienzo (sin decir nada nuevo) que la cesión es un beneficio para el deudor, voluntario en sus orígenes, pero según el derecho real puede llegar a ser obligatorio por constituir también un favor para los acreedores de modo que transcurridos los seis meses el deudor puede verse en cierto modo forzado a llevar a cabo la cesión327. En rentas reales derivadas de 322 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 2, fols. 427v-428r. 323 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 3 y 4, fol. 428r. 324 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 5, fol. 428r. 325 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 6, fol. 428r. 326 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 7, fol. 428r. 327 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva - 296 - MENU SALIR arrendamientos no se admite la cesión, salvo que haya transcurrido el plazo de seis meses desde la liquidación de la misma328. Si pasado este periodo el deudor encarcelado no ha saldado sus deudas debe renunciar a la cadena y ceder sus bienes, pero si se niega, se verá obligado ipso iure a llevar a cabo la cesión — suponemos que aquí, lo que no dice Matienzo, tendría lugar un embargo de sus bienes que entrarían a formar parte de la masa concursal— y de forma inmediata le será colocada la argolla al cuello y entrará al servicio del acreedor, viéndose afectada su estima329, precisamente porque no quiere hacer aquello a lo que se encuentra obligado por ley330. En cuanto a los requisitos de la cesión simplemente remite a lo dispuesto en leyes anteriores, insistiendo en la necesidad de la previa liquidación de la deuda y de citar a todos los acreedores, por pregón o por edicto, si estuviesen ausentes para establecer la prelación y determinar el tiempo que debe estar al servicio de cada uno331. La quinta glosa a la ley séptima se encarga de reflexionar sobre la prelación entre acreedores, refiriendo diferentes supuestos como por ejemplo, el depositario332, los gastos funerarios333, acreedores hipotecarios —ya sea la hipoteca expresa o tácita—334, la dote debida a la mujer335, deudas Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 8, fols. 428r-428v. Esta misma idea es expuesta por Juan Gutiérrez, Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae, Madrid, 1606, lib. I, q. 149, n. 29-31, p. 291. 328 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa II, n. 9, fol. 428v. 329 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa III, n. 1, fol. 428v. 330 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa III, n. 2, fol. 428v. 331 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa IV, n. 1, fol. 428v. 332 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7 glosa V, n. 1, fol. 428v. 333 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa V, n. 2, fols. 428v-429r. 334 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa V, n. 3, fol. 429r. Sobre los supuestos en los que procede la hipoteca tácita hará hincapié en n. 10, fol. 429v, y sobre la hipoteca constituida en instrumento público en n. 11 y 12. 335 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa V, n. 4, fol. 429r. - 297 - MENU SALIR tributarias336, deudas procedentes de operaciones de compraventa337, acreedores quirografarios y personales privilegiados338. Por último vuelve a precisar que esta cesión obligatoria de bienes no se concibe como un beneficio concedido al deudor, sino como favor a los acreedores339. Los comentarios de Matienzo a la ley VII los entiende aplicables a la ley VIII relativa a los supuestos en los que existe una pluralidad de acreedores340. Para concluir con el título XVI señalamos las dos glosas a la Ley 9 relativa a la posibilidad de cesión de bienes en relación a ciertas deudas derivadas de delito, siempre que se haya ejecutado previamente la pena corporal — normalmente consistente en azotes— ya que, caso contrario, no podrá tener lugar. Si la pena era el servicio de remo en galeras no se admitirá la cesión hasta el regreso del deudor341 y quien no tenga bienes sufrirá un castigo corporal342. También sería comentado por Matienzo el título XIX del libro V de la Nueva Recopilación referente al alzamiento de bienes. De estas glosas tan sólo nos interesa, por encontrarse en relación directa con la cesión de bienes, que lleva el nº II a la ley II del antedicho título, donde se interroga sobre si el dilapidador puede disfrutar del beneficio de la cesión de bienes, señalando —como ya hiciera previamente y sin aportar ningún elemento nuevo— que carece del mismo, equiparándose al que actúa de forma fraudulenta o dolosa, por ser un recurso previsto para el deudor desgraciado343. El resto de comentarios se ocupan 336 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa V, n. 5, fol. 429r. 337 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa V, n. 6, 7, 8 y 9, fol. 429r. 338 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa V, n. 13, 14 y 15, fol. 429r. 339 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 7, glosa VI, n. 2, fol. 429v. 340 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 8, glosa I, n. 1, fol. 430r. 341 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 9, glosa I, n. 1, fol. 430r. 342 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación V, 16, 9, glosa II, n. 1, fol. 430r. Ver también n. 2 y 3 sobre si se admite la cesión cuando la deuda corresponda a una pena pecuniaria. 343 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva - 298 - MENU SALIR básicamente de la figura del decoctor o de los receptadores del anterior pero desde un punto de vista esencialmente penal en consonancia con el contenido de las leyes que referimos previamente, aunque no obvia determinadas consecuencias de su conducta en la esfera civil como, por ejemplo, la pérdida de algunos privilegios. Juan Gutiérrez, al abordar cuestiones prácticas relativas a la aplicación de las leyes, realiza algunas consideraciones en torno a la cesión de bienes, remontándose a la legislación justinianea para presentarnos el beneficio como el último remedio para el deudor condenado a la ignominia que no cumple con sus obligaciones344. Sólo compete al deudor encarcelado345 y alude a la obligación de jurar que no posee liquidez para hacer frente al pago exigiéndose fiador y un listado de sus bienes y créditos346. Sobre la renuncia al beneficio la admite siempre que medie juramento solemne el cual reforzaría dicha renuncia347. Plantea el cese de la pobreza del deudor como término de los beneficios concedidos en virtud de la misma (cesión, quita o espera) ya que si desaparece la causa deben eliminarse también sus consecuencias348. Desde el punto de vista procesal enfoca Alonso de Villadiego lo que denomina «pleito de cesión de bienes» dentro de los procesos en vía ejecutoria. Constituye el último recurso para el deudor a quien se le exige solicitud con un «memorial de sus acreedores y de los bienes que tiene», manifestando claramente su voluntad de ceder y «renunciar a la cadena» y de que esta decisión sea notificada a los acreedores. La publicidad necesaria se consigue mediante tres pregones y tres edictos cada tres novenas. Transcurrido este periodo de tiempo, y con independencia de que aparezcan o no todos los acreedores, se recibe el pleito a prueba, mandando el juez a depósito los bienes cedidos que serán vendidos «en Recopilación V, 19, 2, glosa II, n. 8, fol. 452v. 344 Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae, lib. I, q. 149, n. 18, p. 289. 345 Juan Gutiérrez, Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae, lib. I, q. 149, n. 19, p. 289. 346 Juan Gutiérrez, Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae, lib. I, q. 149, n. 20, p. 289. 347 Juan Gutiérrez, Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae, lib. I, q. 149, n. 21, pp. 289-290. 348 Juan Gutiérrez, Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae, lib. I, q. 149, n. 44, p. 294. - 299 - MENU SALIR almoneda» para pagar a los acreedores, reservándose el deudor sólo «el vestido ordinario y las herramientas de su oficio»349. Alude a la prescripción legal de que tras la venta de los bienes el deudor fuese entregado como siervo a los acreedores para terminar de satisfacer la deuda con el producto de su trabajo, aunque reconoce que no tenía aplicación práctica350. Niega el beneficio para las deudas procedentes de delito transformándose la pena pecuniaria en corporal351. Tampoco se concede para «arrendadores de rentas», ni al que actúe fraudulentamente (salvo que recupere sus bienes) o al que haya gozado del beneficio de la espera352. Al igual que Gutiérrez admite la renuncia con juramento, exigiendo que el que use de este beneficio se encuentre en prisión353. Refiere además la cesión obligatoria transcurridos seis meses y el carácter pro solvendo de la institución, debiendo saldarse las deudas no satisfechas con los nuevos bienes adquiridos, a salvo el sustento del deudor. Precisamente por ello se le exige fianza y juramento en tal sentido. El carácter personalísimo del beneficio impide que sea extensible a los fiadores como tampoco les aprovecha la quita acordada por la mayoría de acreedores, aunque sí la espera354. Observamos que no aporta ninguna idea que no hayamos previamente referido de la mano de Hevia Bolaños, García Goyena o Matienzo siendo esto una constante en la mayor parte de nuestra literatura jurídica. 349 Alonso de Villadiego Vascuñana y Montoya, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, cap. II, n. 173, fol. 24v. 350 Alonso de Villadiego, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, cap. II, n. 174, fol. 24v. 351 Alonso de Villadiego, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, cap. II, n. 175, fol. 24v. 352 Alonso de Villadiego, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, cap. II, n. 176, fol. 24v. 353 Alonso de Villadiego, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, cap. II, n. 177, fol. 24v. Aclara que es suficiente que la solicitud de prisión provenga de un solo acreedor que estará obligado a mantener al deudor nueve días. 354 Alonso de Villadiego, Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias, y Tribunales de Cortes, y otros ordinarios del Reyno, cap. II, n. 178, fols. 24v-25r. Sobre el «pleito de espera de acreedores», n. 165-172, fols. 24r-24v. - 300 - MENU SALIR Es de suponer que la prisión por deudas estuvo vigente hasta la Ley de Enjuiciamiento Civil ya que no hubo ninguna derogación expresa de las normas contenidas en la Novísima Recopilación referidas a la misma, aunque no está clara su aplicación efectiva355. Entre los escasos documentos de aplicación del derecho que hemos encontrado en relación a nuestra institución apuntábamos la existencia, en el Catálogo del fondo documental de las MM Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín (1511-1990) del Monasterio de Santa Ana (Santa Ana Monastegia) publicado por Mª Rosa Ayerbe Iríbar en Gipuzkoa en 1998, de algunos expedientes interesantes como el relativo, en materia de ejecuciones (al margen de otros procedimientos ejecutivos, requerimientos diversos de pago y embargos), al concurso de acreedores de los bienes heredados por Leonor de Ibarra Jaoloza, de su padre Francisco de Ibarra Yguria356, o al concurso de acreedores formado a los bienes de Gregorio de Ibarra como consecuencia de una deuda de 6200 Ds.357. También referimos el memorial de los bienes del concurso de Francisco de Aguirresarobe358, o el concurso de acreedores a los bienes dejados por Ignacio de Anguiozar y Mariana de Sagasta Orbe hecho a petición de su hijo que presentaría al respecto memorial de sus bienes359. Por otra parte, destacamos la cuenta de las deudas de Gregorio de Ibarra presentada en el referido concurso de acreedores a sus bienes360 o la relación de la deuda del Convento de Santa Ana con Pedro de Azcárate que ascendía a 804 reales361. En particular sobre la cesión —aunque no se trate de cesión de bienes propiamente dicha, sino más bien de una compensación de deudas— aparece la declaración de Juan Antonio de Alzola con firma autógrafa 355 Francisco Tomás y Valiente, “La prisión por deudas en los derechos castellano y aragonés”, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 431-435. Apunta que estas disposiciones fueron expresamente derogadas por la Ley de Enjuiciamiento Civil, pero «no la eliminó de la práctica, puesto que ya no se aplicaba» (p. 435). 356 Figuraban como acreedores Pedro de Unzueta, Domingo Abad de Orbea, Juana de Urquizu, Gracia de Sagasta, Marina de Urruxolaegui y Marina de Loyola (sig. 16.36, 1934, p. 234). 357 Sig. 17.02, 1654-1656, pp. 237-247 y Sig. 17.13, 1696-1716, pp. 252-255. 358 Sig. 17.17, 1710, p. 257. 359 Sig. 17.19, 1710, pp. 257-258. 360 Sig. 5.04, 1665, p. 46. 361 Sig. 5.14, 1730, p. 52. - 301 - MENU SALIR de la cesión que hizo de 1796 reales de vellón «del alcance que tenía contra la villa, para satisfacer otra de igual cantidad que tenía a favor de la misma el Convento de Santa Ana de Placencia»362. Quizás se encuentre más relacionado con nuestro tema —aunque tampoco descubrimos las características definitorias que nos permitan identificarla con una auténtica cesión de bienes— la cesión y traspaso de «24 Ds. de oro de derecho y acción que tenía contra Martín de Arizaga (Pacencia) hecha por su suegro Juan Ibáñez de Ondarza (Placencia, habitante en Vergara) a favor de Domenja de Ondarza, su hija (mujer del citado Martín Arizaga), para en parte del pago de la dote que le prometió para con García de Izaguirre, difunto de su primer marido»363, con su correspondiente carta de pago364. De hecho, como consecuencia de su deuda había sufrido la prisión365. Dentro del expediente relativo a los títulos de compra de las casas de Martín Sáez de Gaona y su mujer aparece una sentencia de graduación entre los acreedores a los bienes de Martín Sáez de Gaona y Mª Joan de Ugarte, su mujer, dada por el alcalde de Vergara366, además del auto de ejecución de dichos bienes367. Finalmente aludimos la venta, cesión y traspaso de un censo de 200 Ds. plata de principal y 10 de renta anual hecha por Miguel de Garitano, escribano de Ollate a favor de Lucas de Yarza Biain y su mujer, y de Magdalena de Yarza Biain, su hermana368 y la cesión gratuita de una huerta perteneciente al Convento de Santa Ana a favor del Ayuntamiento de Placencia de las Armas369. Las Ordenanzas de Bilbao de 1737 establecían el arresto del quebrado con carácter preventivo abandonando el trato vejatorio370. Vuelven a recoger la distinción entre deudor comerciante y no comerciante, reservando la quiebra en exclusiva para 362 Sig. 6.24, 1829, p. 60. 363 Sig. 14.13, 1556, p. 188. 364 Sig. 14.14, 1556, p. 188. 365 «Se dice que por una parte le debía 103 Ds. y 6 Rs. y medio por escritura de obligación de mayor cantidad, y que había sido ejecutado y preso en la cárcel pública de la villa; y por otra, 18 Ds. de principal y 26 Rs. y medio de costas que por deudas de Martín y como su fiador pagó a Domingo de Alzola (Elgoibar), cesionario de Pedro Pérez de Urquizu (Elorrio)» (Sig. 14.13, 1556, p. 188). 366 Sig. 14.15, 1604-1634, n. 9, p. 190. 367 Sig. 14.15, 1604-1634, n. 10, p. 190. 368 Sig. 14.20, 1683, pp. 192-193. 369 Sig. 15.12, 1979, pp. 205-206. 370 Ord. Bilbao, 1737, cap. XVII, art. 6. - 302 - MENU SALIR los primeros. Se ha dicho que es a partir de este momento cuando «cristaliza en España una legislación especial sobre quiebras, con exclusiva aplicación a los comerciantes». La regulación se comprende en el capítulo XXVII, De los atrasos, fallidos, quebrados o alzados, sus clases y modos de proceder en sus quiebras. No parece contenerse en los 56 artículos que integran este capítulo la institución que nos interesa sino que, en todo caso, quedaría relegada a una esfera estrictamente civil para el deudor no comerciante, dedicándose a una regulación de la quiebra, aunque, como veremos, aún no están plenamente perfiladas las líneas definitorias, ni hay una separación radical si contemplamos la situación desde la perspectiva de la regulación actual371. De todas formas, intentaremos profundizar en las 371 «Si se hallare que algún Instrumento que presentare qualquiera Acreedor (aunque sea Carta de pago de dote de la muger del fallido) se huviere otorgado en tiempo inhábil, por presumirse haverse hecho en dolo, y fraude de los Acreedores personales; como es, quando se halla próximo a quebrar, o que por otras reglas de Derecho se conozca tal malicia, se deberá dar por nulo, y ninguno, reputando a los tales Acreedores como de derecho personal: Y todos los demás, que resultaren por instrumentos públicos que no padezcan vicio, ni sospecha de fraude, ni dolo, serán graduados con preferencia, según sus antelaciones, en la forma acostumbrada, y debida por Derecho» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 53). «Por quanto se ha experimentado, que las mugeres de algunos Comitentes que han quebrado, o sus herederos en representación de ellas se han opuesto a los concursos, y cobrado sus dotes; y después volviendo los tales Comerciantes a tratar, y comerciar de nuevo, quebraron segunda, o más veces, y se ha repetido la misma acción por sus mugeres, o quienes la presentaban, diciendo haver quedado la dote cobrada en primera, o segunda quiebra en poder de sus maridos, y la han vuelto a sacar: Para evitar el perjuicio, y fraude que en esto puede haver contra los demás Acreedores que han tratado a la buena fe, y ignorantes de semejante derecho; se ordena, y manda, que siempre que sucediere la quiebra de alguno, y se sacare por su muger, o sus herederos, dote, se entienda, que en adelante, aunque lo vuelvan a dexar en su poder, y comercie con ello, no se haya de poder pedir, ni tener acción por su muger, ni quien la represente; pues haviendo experimentado antes el mal cobro que le dio el marido de su dote, no debe fiarle otra vez de su administración, y gobierno» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 54). «Si no huviere ajuste, y convenio de espera, y quita entre Acreedores, y fallido, puesta la causa en estado (procurando la mayor brevedad) se dará la sentencia de graduación, y conforme a ella se harán los pagos a los Acreedores privilegiados, y de Hypoteca, si huviere, por el orden de sus grados, y lo que quedare en efectos, ditas, y otros qualesquiera bienes del fallido se repartirá entre los Acreedores personales, sueldo, a libra, ya en los mismos efectos, o ya en lo que huvieren procedido, si antes estuvieren rematados: Y si sucediere, que algunos de los tales Acreedores personales tuviere derecho contra otro, o otros por el importe de Letra, Vale o Libranza que tenía en virtud de - 303 - MENU SALIR Ordenanzas para poner de manifiesto cómo constituyen un momento crítico para nuestra figura que empieza a quedar al margen de la legislación mercantil viendo considerablemente reducido su ámbito de aplicación. De entrada nos parece llamativa y digna de comentario la unificación contenida en el artículo primero relativa a los supuestos que pueden dar lugar a incumplimientos de obligaciones por parte del comerciante372 para proceder seguidamente y en la misma norma a una Aceptación, o Endoso del fallido, sea visto que no porque tome, y cobre la parte que le correspondiere en semejante juicio universal, pierda el tal derecho contra Libradores, Aceptantes, y Endosantes, para cobrar de ellos, y qualquiera, in solidum, lo que se les quedare debiendo; pues ha de poder pedirlo a los tales contra quienes tenga derecho, y hacer sus diligencias hasta que enteramente haya cobrado todo el valor, o importe de las tales Letras, Vales, o Libranzas, según lo que acerca de esto queda prevenido en el número 43 del capítulo de Letras de cambio, Vales, Libranzas, y Cartas de crédito» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 55). «Y por quanto también ha sucedido muchas veces, que personas, que se mantenían en su sano crédito recibían en esta Villa, de estos Reinos de España, y de los Dominios de los demás Estranjeros porciones de Lanas, y otras Mercaderías para venderlas, de comisión, o de su propia cuenta; y las personas remitentes pedir cantidades de dinero, o otros efectos, por vía de anticipación sobre las tales Lanas, y demás Mercaderías que remitían; y después de haverlos socorrido, padecían atrasos, o quiebras, y entonces sus Acreedores con éstos, u otros motivos pretendían preferencia en las dichas Lanas, o Mercaderías alegando no havérseles pagado su valor por la tal persona que las remitió, y pidiendo, que la cantidad, o cantidades de dinero, con que el tenedor socorrió sobre éllas, acuda al remitente, y sus bienes; todo en conocido perjuicio de los que hacen semejantes anticipaciones, sobre que ha havido muchos pleytos, y diferencias: Y para que en adelante se eviten, se ordena, y manda que la cantidad, o cantidades que en la forma dicha se anticiparen sobre Lanas, u otras Mercaderías existentes, han de ser privilegiadas en ellas mismas como Hypoteca especial, que se declara ha de ser para su seguridad, y reembolso, sin que los más acreedores puedan pretender más que el residuo que de ellas quedare, haviéndose pagado lo que el tenedor tuviere que haber; pero si los tales acreedores quisieren satisfacer al tenedor todo su haber en dinero; en este caso, se les hayan de entregar las tales Lanas, y demás Mercaderías, precedida para todo la justificación, y título de su pertenencia» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 56). 372 «Respecto de que por la desgracia de los tiempos, e infelicidad, o malicia de algunos Negociantes, se experimentan muchas veces atrasos, falencias, o quiebras en su crédito, y comercios, no pudiendo, o no queriendo cumplir con los pagamentos de su cargo, unos ausentándose, y otros refugiándose en las Iglesias, sin dexar de manifiesto sus Libros, Papeles, y Cuentas con la devida claridad, de que resultan notorios daños a otros Negociantes, y demás personas acreedoras, por cuyos motivos se forman disensiones, y pleytos largos, y costosos, sin poderse justificar los procedimientos de los tales fallidos, ni la naturaleza de sus quiebras en común, y conocido perjuicio de la causa pública de este Comercio...» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 1). - 304 - MENU SALIR clasificación de los mismos, según intervenga o no la culpa del deudor y según sea ésta grave o leve con la única finalidad de dar celeridad al procedimiento judicial que pueda llegar a incoarse evitando posibles confusiones373. De esta forma el precepto trata de dejar claro desde el principio quién es el destinatario de la norma — «negociante»— con independencia de su actitud y diligencia ante los negocios. Se recogen tres clases de quebrados —aunque, a nuestro entender, no se trataría en los tres supuestos de una quiebra propiamente dicha sino que en los dos primeros se recoge la institución de la espera y de la quita respectivamente—, de un lado aquellos que poseen bienes suficientes para pagar pero que se retrasan en el pago «por accidente» necesitando una «espera de breve tiempo» y conservando —tal y como va implícita en la esencia originaria de la institución de la cesión de bienes, aunque no sea el caso— su buena fama374. A la segunda categoría le golpeó más duramente la mala fortuna, su actuar fue prudente e inculpable, pero el infortunio les hizo naufragar o negociar con personas que luego no cumplieron sus obligaciones, de modo que su desgraciada situación les obligó a solicitar quita a sus acreedores, comprometiéndose a pagar parte de sus deudas dentro de ciertos plazos; sin embargo, se deduce de la norma que la quita no es definitiva y el pago parcial efectuado no tiene un carácter pro soluto, sino que «hasta que satisfagan el total de sus deudas no tendrán voz activa, ni pasiva en este Consulado»375. Por tanto, hasta el momento lo que se contempla son dos figuras que actualmente son de aplicación al deudor no comerciante, y, en consecuencia, en el ámbito civil íntimamente relacionadas con el concurso de acreedores y por ende con la cesión de bienes. La quiebra propiamente dicha se corresponde con la tercera categoría, aunque el supuesto recogido haría necesaria la intervención del Derecho Penal ya que se refiere a los Comerciantes que conocen su mala situación económica y, pese a ello, realizan una serie de actuaciones que resultan perjudiciales para el Comercio en 373 «...Para cuyo remedio, y que se proceda en semejantes casos con la mayor claridad, y brevedad en la administración de justicia, y que se camine en sus determinaciones con la justificación posible, y sin confusión; se previene, que los atrasados, quebrados, o fallidos en su crédito, se deberán dividir en tres clases, o géneros, de que pueden resultar inocentes, y culpados, leve, o gravemente, según sus procedimientos, o delitos» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 1, in fine). 374 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 2. En este supuesto es posible un convenio con los acreedores donde se pacte la existencia o ausencia de intereses. 375 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 3. - 305 - MENU SALIR general arriesgando caudales ajenos, perdiendo capital e incluso llegando al alzamiento —ocultando bienes o libros— o a la fuga. Serán considerados como ladrones públicos con la consiguiente mala fama y en cuanto tales se les juzgará y aplicará el derecho376. A partir de aquí la regulación contenida en las Ordenanzas se ocupa básicamente de aspectos procedimentales sobre los que haremos un breve repaso. Así se obliga al comerciante en situación límite a presentar al Prior o a los Cónsules una memoria donde se haga constar el balance de su activo y pasivo377. Suponemos que esta norma sería de aplicación en el caso en que el deudor — independientemente de su calidad de comerciante o no— pretenda realizar una cesión de bienes. Cuando se conozca el estado de «falencia o quiebra» de algún comerciante —ya sea a iniciativa de éste o de cualquier otra forma— se adoptarán una serie de medidas preventivas, además de inventariar los libros, papeles, alhajas, dinero, mercaderías y otros bienes solicitando, a cambio de recompensa, mediante edictos públicos que se entreguen los que puedan faltar378. Desde que se adopten estas medidas se intervendrá el correo del afectado379. Los bienes inventariados no 376 «La tercera, y última clase de quebrados, es aquella, que debiendo saber los Comerciantes el estado de sus dependencias, que el abanzo que de ellas deben hacer según, y como queda ordenado en el número trece del capítulo noveno de esta Ordenanza, conociendo su mal estado; no obstante él arriesgan los caudales agenos con dolo, y fraude, compran Mercaderías a plazos por subidos precios, y las venden a de contado a menos de su justo valor, en perjuicio común de todo el Comercio, prosiguiendo en continuos giros de Letras de Cambio, perdiendo conocidamente muchos caudales, continuando en esto en mucho tiempo, haciendo cada día de mayor entidad su quiebra; y alzándose finalmente con la hacienda agena que pueden, ocultando ésta, y las demás alhajas preciosas que tienen, y con los Libros, y Papeles de su razón, ausentándose, o retirándose al sagrado de las Iglesias, sin dar, ni dexar cuenta, ni razón de las dichas sus dependencias, reduciendo a la última confusión a sus Acreedores, de que resultan notables perjuicios a los demás Comerciantes de buena fe; por lo qual a estos tales Alzados se les ha de tener, y estimar como infames ladrones públicos, robadores de hacienda agena, y se les perseguirá hasta tanto que el Prior, y Cónsules puedan haber sus personas; y haviéndolas, las entregarán a la Justicia Ordinaria con la causa que se les huviere hecho, para que sean castigadas por todo el rigor que permite el Derecho, a proporción de sus delitos» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 4). 377 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 5. 378 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, arts. 6, 7, 8 y 9. 379 «El Escribano pasará el mismo día que se huviere entrado en la casa fallida a la Estafeta de esta Villa, y notificará al Correo Mayor de ella, y sus Oficiales, que no entreguen carta alguna a la - 306 - MENU SALIR podrán ser entregados, bajo ningún pretexto, a los acreedores380. El siguiente paso es el nombramiento de depositario interino a quien se entregará lo embargado e inventariado hasta que en junta de acreedores se decida mantenerlo o nombrar a otra persona381. La convocatoria a los acreedores, el nombramiento de síndicoscomisarios y sus obligaciones y plazos para cumplirlas se contemplan en los tres artículos siguientes382. Se aplicarán a la masa del consurso todos aquellos bienes de los acreedores que se encontrasen en la casa del fallido y que éstos no hubiesen persona fallida, ni a ningún dependiente de su casa, sino a uno de dichos Prior, y Cónsules, para que abiertas, y leídas las pasen a manos de los Comisarios que fueren nombrados, de quienes adelante se tratará» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 11). 380 «El Prior, y Cónsules no podrán entregar Acreedor alguno al tiempo del embargo, e inventario, efectos ningunos que digan, y representen haverlos tenido en poder del fallido por vía de depósito confidencial, o en comisión, en trueque, o por próxima compra, efectuada con él, ni por otra qualquiera razón, ni pretexto, que con juramento, y justificación, y cotejo de marcas quieran dar; hasta, y en tanto que precedan las Juntas de Acreedores, su consentimiento, formal determinación, y demás circunstancias, que irán prevenidas en este capítulo, a los números diez y seis, y veinte y ocho» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 10). 381 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 12. 382 «El Prior, y Cónsules juntarán los Acreedores que fueren conocidos por tales en esta Villa, y a otros que representaren a los ausentes (con poderes, o prestando caución por ellos) lo antes que se pueda, y haciéndoles primero presente el contenido de este capítulo (para procederse en la causa arreglado a él, y que no pretenda ignorancia), les manifestarán lo obrado, y harán que también se nombren entre ellos una, o más personas (que lo podrán ser si les conviniere los mismos Depositarios) por Síndicos-Comisarios, para que haciéndose cargo de los libros, y demás papeles del fallido reconozcan en ellos por sí mismos, o por personas prácticas de quien necesitaren valerse, no sólo el número, y calidades de los Acreedores, sino también los efectos, y créditos que tenga dicho fallido» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 13). «Los tales Acreedores conocidos de esta Villa, así privilegiados, como personales, serán obligados a presentar las Escrituras, y cuentas corrientes que tuvieron con el fallido, dentro de ocho días primeros siguientes a el en que se hubiere hecho, y publicado el nombramiento de los Comisarios; con apercibimiento, de que siendo remisos, serán por su cuenta qualesquiera perjuicios, y daños, que de su omisión se causaren» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 14). «Nombrados que sean dichos Síndicos Comisarios, será de su obligación el dar a los Acreedores de fuera aviso del estado de aquella persona fallida, y pedir que, por lo más largo, quince días después de el en que corresponda la respuesta, remitan sus Poderes, con las cuentas por menor que tuvieren; apercibiéndoles, que de no acudir dentro del término que se les prefinieren, les parará el perjuicio que hubiere lugar por Decreto» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 15). - 307 - MENU SALIR reclamado en la forma y tiempo debidos383. Corresponde a los Comisarios tratar de hacer efectivos los créditos a favor del fallido384 y una vez cumplimentados estos trámites se avisará a todos los acreedores o a sus representantes si no se encuentran en el lugar y se procederá para la celebración de una Junta General385. Las obligaciones de los Comisarios se centran en la comprobación del estado de los libros y el cumplimiento de las formalidades requeridas con la finalidad de proceder a la determinación del orden de prioridad entre los acreedores y dilucidar sobre la necesidad de la asistencia del fallido para aclarar dudas386. Los posibles 383 «Los Acreedores que tuvieren efectos existentes en la casa del fallido, así remitidos en comisión, como de propia cuenta, o recibidos de otra mano, ya sea por no haberse hecho cobrados de su importe, o ya por otra causa, intentaren tener derecho a ellos, deberán acudir a formar su pretensión con recados justificativos; es a saber, los que fueren de esta Villa, dentro de ocho días primeros siguientes al en que se huviere hecho el embargo, y Inventario de los Bienes, Libros, y Papeles de la casa del fallido, y los Acreedores de fuera, dentro del término señalado en el número antecedente respectivamente, según las distancias de sus residencias, para que sobre ello se determine arreglado a la forma que adelante se contendrá, con apercibimiento, de que pasados dichos términos, si maliciosamente no acudieren, no tendrán recurso a los tales efectos existentes, sino que serán estimados los créditos de dichos Acreeedores, como de masa común del concurso; y en él se les aplicará sueldo a libra, como a los demás personales la prorrata que les tocare» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 16). 384 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 17. 385 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 18. 386 «Los dichos Comisarios tendrán también obligación en quanto a dichos libros; en primer lugar, especular, y ver si se hallan con la formalidad, y puntualidad de asientos, prevenida en esta Ordenanza al capítulo noveno de ella, y avisar de su estado a la Junta, para poderse venir en su vista en conocimiento de la naturaleza de la causa, y resolver sobre las providencias conducentes a ella; y después de lo referido, procederán a la formación de una memoria general de las deudas, haberes, y efectos de la casa, y negocios del fallido, con separación, y distinción de los Acreedores privilegiados, y personales si la pudieren arreglar formalmente por dichos libros, sin la asistencia, y noticias que pueda dar el fallido, de sus dependencias, y en defecto, necesitando de su persona para alguna mayor claridad, lo harán también presente a la Junta, y si entonces se determinare por ésta, o su mayor parte, y consintiere en que dicho fallido asista, aprobándose por Prior y Cónsules, se le podrá llamar (con el salvo conducto necesario) al parage, o lugar que señalaren dichos Prior y Cónsules, pudiendo ser habido para que allí dé razón de las dudas que haya; y si independientemente de todo lo referido, se hiciere por parte de dicho fallido alguna proposición de ajuste, la manifestaran igualmente los Comisarios, para que enterados los Acreedores de ella, y de lo demás que necesitan saber, acerca del estado, y negocios del fallido, resuelvan lo que hallaren por más conveniente en - 308 - MENU SALIR desacuerdos entre acreedores previos a la causa se decidirán por mayoría —«... se deberá tener por tal, las tres quartas partes de Acreedores, con las dos tercias de créditos, o al contrario, las dos tercias de Acreedores con las tres quartas de créditos, bien entendido, que en esta regulación para hacer mayoría, no han de entrar los Acreedores, que por Escrituras, o en otra forma puedan ser privilegiados a los personales»—387. Por su parte las divergencias entre acreedores y quebrados deberán notificarse al Prior y a los Cónsules por parte del Comisario, no admitiéndose ningún ajuste o acuerdo entre ambas partes sin consentimiento de los Comisarios y demás acreedores388. Más cercano a nuestro interés es el artículo 23 donde se contempla la posibilidad de una cesión de bienes fraudulenta, junto a otras disposiciones patrimoniales como pagos efectuados por aquel que se encuentra próximo a la quiebra y antes de publicarse la misma. Dicha cesión será declarada nula y los bienes cedidos se retrotraen a la masa del concurso además de las penas en las que pueda incurrir el cedente en caso en que la concreta operación aparezca tipificada legalmente como delito389. Por su parte, en caso de alzamiento de bienes no sólo se sanciona al deudor quebrado que tendrá la consideración de fraudulento, sino que la persona que intervenga, colabore o encubra el mismo «además de obligarla a que restituya lo en su poder guardado y puesto (entregándolo en manos de los Comisarios del concurso para la masa común con lo demás de él sea multada quanto a sus derechos respectivos, y lo deduzgan ante Prior, y Cónsules, para que procedan a lo que haya lugar sobre su aprobación» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 19). 387 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 20. 388 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, arts. 21 y 22. 389 «Quando algunas personas hallándose próximas a quebrar, antes de publicarse su falencia anticiparen pagamentos de Letras, y demás débitos, ya sea en dinero, traspasos, o cesiones, o ya en ventas, donaciones de bienes muebles o raíces, de plazos, que no estén cumplidos para el día en que se publicare su quiebra, aunque las tales cosas cedidas, o vendidas sean pagaderas a más largo término que el de la obligación del quebrado, será visto quedar los tales pagamentos nulos, como fraudulentos, y que la tal cantidad, o cantidades, que dieren, cedieren, o vendieren, de dinero, u otros bienes, hayan de volver y vuelvan los que las recibieren a la masa común del concurso, sin escusarles ningún pretexto, ni razón que quieran dar para lo contrario; y que además se tendrá a la tal, o tales personas quebradas, que así hicieren semejantes pagamentos, por fraudulentos, y incursos en las penas, y cominaciones prevenidas, e impuestas por Derecho» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 23). - 309 - MENU SALIR en otra tanta cantidad como la que importaren los bienes, así ocultados, con más en cien escudos de plata, que se le deberán sacar irremisiblemente, aplicados en beneficio del concurso...»390. El fraude puede también proceder de algún acreedor ficticio o que pretenda cobrar cantidades mayores a las debidas en cuyo caso será apartado del concurso en beneficio de los demás391. Igualmente se ordena que el que tenga cualquier deuda a favor del quebrado debe hacer efectivo el pago al Comisario ya que de lo contrario puede verse obligado a pagar de nuevo la cantidad debida392. Las normas que siguen se ocupan de reglamentar la formación de la masa del concurso dependiendo de la concreta situación de los bienes tanto desde el punto de vista físico como respecto a los derechos que sobre ellos puedan ostentar los acreedores. Nosotros entendemos que esta normativa resultaría aplicable por vía analógica en el caso de un deudor no comerciante que pretendiese llevar a cabo una cesión de bienes para solventar sus deudas, respecto a la imposibilidad de ceder algunos por quedar afectos al acreedor que ostenta un derecho preferente sobre los mismos. Así aparece contemplado el supuesto de que el deudor tenga en su casa mercancías que no ha abonado en todo o en parte393 o que espera recibirlas394 o el 390 391 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 25. «Quando en caso de quiebras supusiere alguna persona ser Acreedor del quebrado, no siéndolo, será visto quedar condenado, por vía de multa, en la misma cantidad que pretendiere debérsele, y si otra alguna, debiéndosele efectivamente cierta cantidad, supusiere dolosamente otra mayor; a ésta se le condenará a no ser oída, ni admitida al concurso para la cobranza, ni aún de lo que legítimamente se le debía, en castigo del fraude intentado, y las cantidades, que resultaren en uno, y otro caso, han de agregarse a beneficio del concurso, y de sus legítimos Acreedores; y siempre que se justificare haber cooperado el quebrado en cosa, o parte de las simulaciones arriba expresadas, será tenido por infame fraudulento (aunque por otros títulos antes no lo hubiere sido), y castigado como tal con las penas correspondientes a los alzados» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 24). 392 393 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 26. «Si en la casa del quebrado se hallaren algunas Mercaderías, que hubiere recibido de su cuenta por Mar, o compradas en Tierra (ya sean en Fardos, Barricas, o Caxones enteros, o empezados a vender, constando no haber pagado su valor al remitente, o vendedor en el todo, o en parte; será visto debérsele, como se le deberán volver hasta la concurrente cantidad que tuviere que haber del fallido, pero si alguna parte de ellas fue vendida por el fallido, las ditas que de esto resultaren, entrarán en la masa común del concurso, por haber pasado a tercera mano» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 30). - 310 - MENU SALIR caso en que haya vendido o cedido mercaderías que ni siquiera estaban en su poder. En este último supuesto la disposición patrimonial efectuada será nula y las mercancías cedidas o vendidas deben ser remitidas a la masa común del concurso395. Más complejo es el problema planteado en el siguiente artículo por aparecer identidad de acreedores respecto a mercaderías en dos partidas, una primera abonada, subsistiendo las mercancías y una segunda sin abonar, habiendo desaparecido las existencias por una venta ulterior. Los acreedores carecerán de derechos sobre las que aún se encuentran en poder del deudor, las cuales pasarán a integrar la masa del concurso396. Para gozar de preferencia en géneros o mercancías los acreedores deberán cumplir una serie de requisitos relativos a la presentación de la demanda en el plazo establecido al efecto397. La determinación de los bienes que integrarán la masa del concurso cuando el quebrado sea un almacén o tienda donde se realizan ventas al por menor se efectúa en base a lo dispuesto en el artículo 35 del texto que analizamos398, del mismo modo 394 «Si huviere recibido el fallido conocimientos de Mercaderías que sin llegar a su poder estuvieren navegando, se declara, que en caso de que no haya satisfecho su valor, han de entregarse a la persona que representare al remitente enteramente, o hasta la parte de ella que no se huviere hecho pago, sin embargo de que el quebrado haya cedido o endosado los conocimientos a otras personas» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 31). 395 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 32. 396 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 33. 397 «Ningún Acreedor será preferido en géneros, o Mercaderías que se hallen pertenecientes a él en la casa del fallido, si después de cumplido el plazo a que se las vendió, y otros seis meses más, no constare haverle demandado judicialmente su importe, sino que serán aplicadas a la masa común del concurso, respecto de la negligencia, que tuvo en la solicitud de la cobranza, y sólo se le estimará su pretensión, por lo tocante a su importe, sueldo a libra, como a los demás Acreedores no privilegiados» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 34) 398 «Quando la quiebra sucediere en persona de Lonja, o Tienda donde se vendiere por menor; se declara, y ordena, que todas las Mercaderías que se hallaren enfardadas, encaxonadas, o embarricadas, enteramente, con sus marcas, y números como las recibió el quebrado, se deberán volver a sus dueños que fueren Acreedores a ellas, debaxo de las condiciones, justificaciones, y limitaciones expresadas en los números precedentes: Y porque regularmente sucede, que en semejantes Lonjas, y Tiendas deshacen los Fardos, y abren las Barricas, y Caxones, para sacar parte, o el todo de su contenido, para vender por menor: También se declara, y ordena, que en este caso han de volverse a sus dueños vendedores las piezas, que se hallaren enteras, siendo géneros - 311 - MENU SALIR que el artículo 36 se ocupa de aquellas mercancías que carecen de distinción de marcas o números399 y el 37 del caso en que medie alguna letra de cambio400. Problema diferente es el contemplado a partir del art. 38 relativo al destino que deben tener respecto a la formación de la masa concursal las mercancías pagadas en todo o en parte pero que en lugar de encontrarse en casa del quebrado, como hemos visto hasta el momento, se hallan embarcadas401, o cuando media un comisionario o un tercero402. de ropa, y otras cosas que se varean, y también lo que se hallare, y justificare pertenecerles de las Mercaderías líquidas, y otras vendibles por peso; pero las piezas empezadas, y demás pedazos, y cosas menudas, así de quinquillería, como de otra naturaleza, que se hallaren sueltas de los paquetes, fardos, y caxones, en que se recibieron, se han de aplicar al concurso para la masa común de él, y sus Acreedores» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 35). 399 «Y porque acontece muchas veces, hallarse en casa de los quebrados, Mercaderías que se venden y reciben sueltas, sin distinción de marcas, ni números, como son, Bacalao, Cereal, Granos de todos géneros, Legumbres, Cobre, Plomo, Sal, y otras de esta especie; pudiendo suceder que algunas estén pagadas, en parte, o en el todo, y otras no: Por evitar las dudas, y diferencias que en estos casos se suelen suscitar; se ordena, que todas aquellas Mercaderías que conocidamente por los libros del quebrado, o en otra forma se averiguare pertenecer a alguno, o algunos de los Acreedores que no huvieren cobrado su valor, se les entreguen, y si huvieren cobrado parte, se les han de dar las que correspondan al resto de su crédito; pero si se hallaren mezcladas algunas Mercaderías de las expresadas, que sean de varios Acreedores, con otras de la misma naturaleza, que conste haverlas pagado el quebrado a otro, u otros, que no lo sean, será visto, que los tales Acreedores (regulando las partidas que cada uno vendió, con sus haberes respectivos, y con las que así huviere pagado el quebrado a otros, que no son tales Acreedores) lleven los que lo fueren, y los Comisarios Síndicos del concurso en representación de él, sueldo a libra, las que a cada uno correspondieren de las así halladas» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 36). 400 «Si un vendedor de Mercaderías tomare en pago alguna Letra a cierto término, dentro del qual, el Comprador de los Géneros, Librador, o Endosador de ella, faltare a su crédito; en este caso, se ordena, que hallándose existentes sus géneros en casa del quebrado, hayan de quedar, y queden en depósito, hasta, y en tanto que la tal Letra recibida en pago sea satisfecha; y si lo fuere, han de quedar libres las dichas Mercaderías para el concurso; y al contrario, si no se pagare en el todo, o en parte, se le entregarán las correspondientes a la porción que no pudiere cobrar; presentando en tiempo (según va prevenido en el capítulo tocante a las Letras en esta Ordenanza) los Testimonios, y recados de su protexto, y demás diligencias de esta razón; con cuyas circunstancias quedará la acción de dicha letra al beneficio del concurso» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 37). 401 «Quando huviere Acreedores privilegiados, se declara, y ordena, que los que lo fueren por rentas de casa en que hayan vivido los fallidos, sólo tengan derecho como tales, por la del año último antecedente, y el que fuere corriendo hasta que se les desembarace la casa de los bienes muebles, y - 312 - MENU SALIR De otra parte, si los bienes que integran la masa del concurso han sido objeto de otro embargo, se declara el carácter atrayente del juicio universal403. Las Ordenanzas de San Sebastián contemplan también la quiebra de los comerciantes en su capítulo XVI con la finalidad principal de que se proceda con la mayor claridad y brevedad posible. Distingue tres clases de quiebra, la primera no culpable cuando el comerciante dispone de bienes suficientes para efectuar el pago pero no lo hacen a su debido tiempo por falta de liquidez fortuita, sino con posterioridad y con intereses. Se califica como un simple atraso conservando estos deudores su buen honor y fama404. El segundo tipo se circunscribe a los comerciantes desafortunados. Se trata de una quiebra inculpable que permite pactar quitas o esperas con los acreedores y mantener el honor del quebrado405. El último caso sería el de los que deben su situación a una actuación dolosa o fraudulenta, se alzan u ocultan ocasionando la ruina y desgracia de terceros de buena fe. Es la quiebra culpable. El quebrado se considera ladrón público e infame y con efectos, removiéndose si pareciere necesario, y de mayor beneficio del concurso por los Depositarios a otro parage: Los criados por su salario, o sueldos de aquel año, y el antecedente: Y los Boticarios, Médicos, Cirujanos, y Barberos, por lo que se les deba de la enfermedad última del fallido, si huviere muerto durante el concurso; y otra qualquiera cosa que les deba atrasada a unos, y otros, se reputará sólo por derecho personal, y han de entrar por ello sueldo a libra como los demás Acreedores personales» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 52). Ver además arts. 34 a 48 del cap. XXVII. 402 «Sucediendo, que Mercaderías remitidas por el fallido de su propia cuenta en comissión, sea por Tierra, o por Mar se hallen existentes en poder del Comisionario, a quien fueron dirigidas; será visto que la persona, o personas por quienes se vendieron al fallido serán privilegiadas en ellas de toda la cantidad que por su valor tuvieren que haber; pero si el Comisionario huviere celebrado venta del todo, o de alguna parte, en el producto que de ellas se estuviere debiendo, no tendrán preferencia, ni acción, por haverse transferido el dominio, mediante la segunda venta, porque en tal caso pertenecerá á la masa común del concurso» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 49). «Y si el fallido comprare Mercaderías por cuenta, y orden de otro, y se las remite (sea por Tierra o por Mar) y sucediendo que al tiempo que declaró su Quiebra, le esté debiendo la persona por cuya cuenta fueron el todo, o parte de su valor: Se ordena, que lo que así se debiere, se traerá a la masa común del concurso, sin que el vendedor al quebrado pueda pretender derecho de Prelación sobre dicho crédito, ni contra la persona deudora á quien se remitieron, por haverse transferido el dominio de los efectos en tercera persona» (Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 50). 403 Ord. Bilbao, 1737, cap. XXVII, art. 51. 404 Ordenanzas del Consulado de San Sebastián, cap. XVI, núm. II. 405 Ordenanzas del Consulado de San Sebastián, cap. XVI, núm. III. - 313 - MENU SALIR independencia de que haga cesión de bienes o se vea forzado a hacerla, su caso se remite a la jurisdicción ordinaria conociendo el Consulado tan sólo de los dos primeros supuestos406. De aquí se deduce que la cesión tan sólo se admite para el deudor de buena fe. El quebrado de segunda clase no será enviado a prisión407. Por demás tan sólo se regulan en estas ordenanzas aspectos procedimentales de los que ya creemos que constituyen un ejemplo significativo lo ya expuesto respecto a las Ordenanzas de Bilbao, a salvo de algunas diferencias que se puedan apreciar y en las que no vamos a entrar por no afectar al instituto que nos interesa, además de contenerse precisiones en torno a problemas concretos de retroacción de la quiebra o privilegios entre acreedores. Igualmente relacionado con la materia crediticia se encuentra el precepto que impide la detención de capitanes, pilotos o marineros por deuda anterior al viaje si están a bordo; ahora bien, si la deuda se contrae por razón de dicho viaje, serán detenidos y obligados a efectuar el pago408. Las Ordenanzas Consulares de Málaga de 1825/29 siguen la tradición plasmada en las Ordenanzas de Bilbao de 1737 de aplicar la quiebra tan sólo al deudor comerciante409. Antes de que tuviese lugar la calificación de la quiebra el primer efecto que seguía a la apertura del procedimiento era «el arresto del fallido en su propia casa (si presenta fiador abonado de cárcel segura) o, en su defecto, e una cárcel pública»410. Si la quiebra se declara de primera (suspensión de pagos), segunda clase (no culpable) o tercera (culpable) se levantaba la prisión y el deudor podía pactar quitas o esperas con sus acreedores y en los dos primeros casos continuar con sus actividades comerciales411. Si se declara la quiebra fraudulenta o el alzamiento el fallido será trasladado a una prisión pública correspondiendo a la jurisdicción ordinaria la depuración de responsabilidades penales412 y estando 406 Ordenanzas del Consulado de San Sebastián, cap. XVI, núm. IV. 407 Ordenanzas del Consulado de San Sebastián, cap. XVI, núm. VII. 408 Ordenanzas del Consulado de San Sebastián, cap. XXIII, núm. LV. 409 Ordenanzas Consulares de Málaga, art. 1043. 410 Mercedes Cordones Ramírez y Adolfo Aurioles Martín, La quiebra en las Ordenanzas Consulares de Málaga, pp. 106-107. Califican esta medida de carácter preventivo para evitar una posible fuga del quebrado. Sobre esta medida, en cuanto efecto personal de la quiebra, consultar igualmente pp. 124-127. 411 Ordenanzas del Consulado de Málaga, IV, 2, arts. 1068 y 1069. 412 Ordenanzas del Consulado de Málaga, IV, II, art. 1070. - 314 - MENU SALIR obligados a abonar la integridad de su deuda aún con los bienes adquiridos con posterioridad413. El siguiente efecto es la intervención de los bienes del fallido con el consiguiente desapoderamiento, aunque en ningún caso llega a perder la propiedad de los mismos414. El procedimiento se caracteriza por un marcado carácter privado que trata de eludir la intervención del órgano jurisdiccional415. De todas formas, lo que realmente nos interesaría en la regulación contenida en estas Ordenanzas es la posibilidad de terminación de la quiebra mediante un convenio entre el deudor y sus acreedores que es lo que permite la rehabilitación del quebrado ya que es, en sede de convenio, donde se podría incluir la posibilidad de una cesión de bienes de carácter contractual, aunque ésta más bien suele ubicarse, como veremos, en un convenio de carácter preventivo anterior a la quiebra y cuya principal finalidad es evitar la misma. No obstante, esta hipótesis no se recoge en las Ordenanzas malagueñas donde el único contenido del convenio parece ser la concesión de una quita o espera al deudor. El convenio sólo se permite si el deudor pertenece a las tres primeras clases de quebrados, procediendo la invitación del Tribunal en los dos primeros supuestos416. Como hemos observado, tanto las Ordenanzas de Bilbao como las de Málaga —al preverse para el deudor comerciante— no suelen recoger de forma explícita, ni mucho menos desarrollar la institución de la cesión de bienes que solía reservarse para el deudor no comerciante. 413 Ordenanzas del Consulado de Málaga, IV, II, art. 1074. Según este artículo los quebrados de primera, segunda y tercera clase tan sólo estarán obligados a satisfacer íntegramente a sus deudores si no han conseguido una quita de los mismos, pudiendo reservarse los de primera y segunda «de esas posteriores adquisiciones lo que necesiten para su moderada subsistencia». Se trata de una reminiscencia del beneficio de competencia. 414 415 Ordenanzas del Consulado de Málaga, IV, 3, arts. 1081-1102. Mercedes Cordones Ramírez y Adolfo Aurioles Martín, La quiebra en las Ordenanzas Consulares de Málaga, p. 110. 416 Ordenanzas del Consulado de Málaga, IV, 2, arts. 1068 y 1069. - 315 - MENU SALIR 4. LA CESIÓN DE BIENES EN EL DERECHO COMÚN EUROPEO Las elaboraciones del Derecho común romano son importantes en su conjunto partiendo de los comentarios al Digesto y al Codex, respecto a lo que allí se estableció sobre la cessio bonorum, y que ya vimos en el correspondiente capítulo. En esta sede trataremos de recoger una selección de dichas glosas llevadas a cabo por algunas significadas autoridades de la literatura jurídica, para pasar, en el capítulo siguiente, a reflejar las principales características de nuestra institución en el derecho precodificado de diferentes países, siendo conscientes de la imposibilidad de abarcar en su totalidad la normativa existente al respecto y que el derecho de dichos territorios está igualmente influenciado, en buena parte, por los criterios del derecho romano. En su hoy cuestionada, aunque no del todo demostrada su no paternidad, Summa Codicis, Irnerio (el maestro de artes liberales, fundador de la Escuela de Derecho de Bolonia)1 comenta C. 7, 71, qui bonis cedere possunt refiriendo la posibilidad de que la cesión sea judicial o extrajudicial de tal modo que no se exigen formalidades para llevarla a cabo bastando, una vez que el deudor haya confesado la deuda o haya sido condenado en juicio, con la sola declaración de voluntad2. Igualmente señala que, si antes de la venta de los bienes el deudor se defiende, no se verá privado de los mismos3. Añade que no es el honor, ni el 1 Trata de resolver algunos interrogantes que se generan con la figura del jurista y la leyenda que le ha rodeado, Enrico Spagnesi, Wernerius bononiensis iudex. La figura storica d’Irnerio, Firenze, 1970. No se ocupa, salvo tangencialmente, de los problemas que plantea su obra. 2 «Cedere bonis sive in iure sive extra ius potes, ante quam debitum agnoscas vel condemneris vel in iure confitearis, professioque voluntatis sola sufficit» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, ed. de Hermann Fitting, Berlin, 1894, p. 260, n. 1). 3 «Set ante rerum distractionem, si te defendere paratus sis, non carebis bonis tuis» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, p. 260, n. 1). - 317 - MENU SALIR cargo desempeñado por el deudor, ni su nombre lo que determina la admisión del beneficio sino la existencia de acreedores4. Hecha la cesión el deudor evita la cárcel, aunque no se libera hasta que no pague la totalidad5. Por mucho que el deudor permanezca obligado por el resto se puede oponer la excepción pertinente por parte de aquellos que se obligaron antes de la cesión, mientras se producen nuevas ganancias que van siendo apartadas por el juez6. No duda en afirmar lo que luego será un lugar común en la doctrina —como tantos otros señalados— y es que con la cesión los acreedores no adquieren la posesión de las cosas cedidas, sino tan sólo un derecho de venta sobre las mismas, sin hacer mayores precisiones sobre las facultades concretas que implica este derecho de venta7. Finaliza con la posibilidad que se concede al acreedor de elegir entre conceder al deudor un aplazamiento de cinco años o de admitirle sin más la cesión, no llegando a reflexionar en torno a la problemática de las mayorías exigidas para adoptar la correspondiente decisión8. La Littera fiorentina y la Vulgata o boloñesa complican relativamente la interpretación que se lleva a cabo de D. 42, 3, 8 como consecuencia de la 4 «Non autem honorum seu munerum nomine potest admitti cessio, set propter creditores» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, p. 260, n. 1). 5 «Prodest autem ad hoc ne traharis in carcerem, non ut etiam libereris, nisi creditores solidum consequantur» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, p. 260, n. 1). 6 «Set quamvis in reliquum permaneas obligatus, exceptio tamen tuetur te, etiam adversus alios qui tecum ante cessionem contraxerunt, donec acquisieris idoneum emolumentum quod merito iudicem moveat» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, p. 260, n. 1). Esta cuestión de la valoración del idoneum emolumentum de cara a establecer cuándo se pueden reiniciar las persecuciones por parte de los acreedores sería analizada con posterioridad a propósito de Institutiones, 4, 6, 40 por Antoni Oliba, Commentariorum de actionibus in duas summas partes, Barcelona, 1606, reed. anastática con estudio introductorio de Carlos J. Maluquer de Motes i Bernet y Antoni Vaquer Aloy, 2 vols., Barcelona, 1998, vol. I, lib. II, ad Institutiones, 4, 6, 40, p. 370; 380 de la reed. anastática, n. 1. 7 «Nec vero prodest haec cessio creditoribus ad rerum possessionem iustam, set ad venditionem» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, p. 260, n. 1). 8 «Alia est a principe postulata cessio, qua permittitur creditoribus electio vel indutias quinquennii dare (si[ne] prescriptionis preiudicio), vel cessionem accipere» (Irnerio, Summa Codicis, 7, 39, 1-2, ad C. 7, 71, p. 260, n. 2). - 318 - MENU SALIR introducción de una partícula non9. Rogerio es partidario de mantener el non, lo que da un sentido totalmente contrario al texto y Francesco Accursio (c. 1182 — c. 1260) en su lectura y en su glosa mantiene que debe prescindirse de este término10, y no perdamos de vista la gran autoridad científica y moral con que era visto este último que le llevaba a Castillo de Bobadilla a tenerlo por “opinión común” superior a la de muchos otros11. Recoge también Accursio la necesidad de que el cedente esté condenado o confeso y plantea la cesión como recurso ante el temor a la prisión, analizando la posición de los créditos privilegiados12. El beneficio de competencia es igualmente objeto de comentario relacionándolo con el carácter no liberatorio de la cesión13 respecto a la totalidad de la deuda, aunque no se detiene demasiado en la posibilidad de una cesión extrajudicial14. En sus comentarios al Código interpreta la palabra professio como la simple expresión oral de la intención de ceder los bienes, sin necesidad de escritura15. Reconoce la cesión de los filiifamilias siempre que se haga la oportuna separación de los bienes destinados a satisfacer las deudas del fisco y en conexión con el objeto de la cesión en el sentido de que abarcase no sólo bienes corporales, sino también incorporales16. No parece mostrarse muy acorde con la posibilidad de ceder los bienes cuando al deudor le ha sido concedido el aplazamiento de cinco años por parte de los acreedores y, transcurrido dicho periodo temporal, no efectúa el pago17. 9 Sobre el particular hicimos algunos comentarios en el capítulo correspondiente. 10 F. C. Savigny, Storia del diritto romano nel medio evo, trad. Emanuele Bollati, Torino, 1857, vol. III (reed. anastática, Roma, 1972), p. 353, nº 287. Ver Accursio, Glossa in Digestum Novum, reed. anastática, Torino, 1968, ad D. 42, 3, 8, p. 176. 11 Política de corregidores, vol. II, lib. V, cap. III, p. 696, nº 28. 12 Accursio, Glossa in Digestum Novum, ad D. 42, 3, 2, p. 176. 13 Accursio, Glossa in Digestum Novum, ad D. 42, 3, 6, p. 176. 14 Accursio, Glossa in Digestum Novum, ad D. 42, 3, 9, p. 176. 15 Accursio, Glossa in Codicem, reed. anastática, Torino, 1968, ad C. 7, 71, 6, p. 477. 16 Accursio, Glossa in Codicem, ad C. 7, 71, 7, p. 477. 17 Accursio, Glossa in Codicem, ad C. 7, 71, 8, p. 478. - 319 - MENU SALIR En la Summa Aurea18, Azzo se cuestiona en qué consiste la cesión — concepto—, quién puede ceder —sujetos—, cómo se lleva a cabo — procedimiento— y cuáles son sus efectos —consecuencias—19. Además indica que puede tener lugar entre presentes o entre ausentes y si se trata de ausentes, comunicarse por emisario o por carta20 y, en cualquier caso, deberá extenderse a la totalidad de los bienes. También se contempla la posibilidad de un aplazamiento de cinco años en relación a C. 7, 71, 8 y a quién correspondería tomar la decisión en caso de desacuerdo entre los diversos acreedores. Así, en primer lugar decidirían aquellos con una deuda de mayor cuantía, y en segundo término la mayoría numérica, debiendo tenerse siempre en cuenta la decisión más humana21 —aspectos estos que ya hemos observado como lugares comunes en capítulos precedentes y que recoge la práctica totalidad de los comentaristas de la norma—. 18 Azzo, Summa Aurea, Lyon, 1557 [reed. anastática, Frankfurt am Main, 1968], In Sep. Lib. Cod. Rub. “qui bonnis cedere possunt”, pp. 202-203, núms. 1-7. Hay otra edición de la Summa Aurea en Lyon, 1596. 19 «Effectus autem cessionis hic est ut creditores venditionis, remedio consulant indemnitati suae, quatenus patitur substantia; excuso debitore usque ad ultimum quadrantem, et usque ad subligamentum; nisi sit de personis, quae damnatur, in quantum facere possunt» (Azzo, Summa Aurea, In Sep. Lib. Cod. Rub. “qui bonnis cedere possunt”, p. 202a, nº 5). «Est autem remedium cessionis maximum, quia si postea conveniantur a creditoribus, in quantum facere potest solummodo damnatur» (nº 6). Precisará que la persecución al deudor, cuando mejore su fortuna, se hará atendiendo al momento en que merezca la pena por los gastos que conlleva inquietar a la justicia. 20 «Fit cessio in iure, et extra, inter praesentes et absentes per nuntium, vel per epistolam» (Azzo, Summa Aurea, In Sep. Lib. Cod, Rub. “qui bonnis cedere possunt”, p. 202a, nº 4). 21 «Quid autem si debitor dicat creditoribus, cedam bonis, vel date mihi dilationem quinquennii. Siquidem creditores consentiendo eligant unum, bene est. Si autem dissenserint inter se, statur iudicio maioris partis: ut maior pars primo intelligatur secundum cumulum debiti. Secundo secundum numerum personarum. Tertio humanior sententia est praeferenda eorum, qui dant inducias quinquenii et cessione respuunt. Neque distinguuntur hypothecarii creditores a chirographariis, quantum ad hanc electionem. Secus si tractetur inter creditores, ut contenti sint certa debiti portione: tunc enim per chirographarios, licet praeponderent in cumulo debiti, vel numero personarum, non praeiudicatur hypothecariis. Nec est praetermittendum, quam si creditores dederint dilationem quinquennii, non praeiudicatur eis in praescriptione temporali» (Azzo, - 320 - MENU SALIR En otro momento refiere la necesidad de que, en la cesión judicial, el juez garantice los derechos de los acreedores para evitar cualquier tipo de perjuicio y permitirles realizar sus derechos; por ello puede resultar necesaria la exigencia al deudor de un juramento en sede judicial sin que sea suficiente la mera cesión. Aborda también la posibilidad de que el deudor recupere los bienes cedidos si lleva a cabo una defensa adecuada consiguiendo probar el conjunto de sus alegaciones, y siempre que no se haya procedido aún a la venta, impidiéndose en tal caso la misma. Sin duda triunfaría si demuestra la inexistencia de la obligación; y la simple incertidumbre no sería obstáculo para la venta22. Minucioso es el análisis de Odofredo quien cuestiona el caso planteado en D. 42, 3, 1 sobre el privilegio de los acreedores que efectúan un préstamo para la reparación de un edificio aunque el crédito sea posterior en el tiempo23. Plantea la posibilidad de que un sujeto con muchos acreedores solicite prestada una cantidad de dinero para pagar a los primeros, subrogándose los posteriores en el lugar preferente que ocupaban los ya satisfechos24. Ninguna idea novedosa aporta en cuanto a que el cedente, si adquiere nuevos bienes, sólo podrá ser condenado in quantum facere potest aunque la mejoría de su situación económica vendrá determinada no sólo por la cuantía sino también por la calidad de las nuevas adquisiciones25, ni respecto a la posibilidad de que la cesión sea revocada antes de que se lleve a cabo la venta de los bienes, insistiendo en que el momento temporal debe ser siempre antes de la venta y nunca con posterioridad a la misma26. Cuando un deudor niega su débito al ser reclamado por los acreedores y ante el temor de un juicio decide ceder los bienes no se le debe admitir este abandono, a no ser que confiese o que tenga lugar el proceso y resulte condenado Summa Aurea, In Sep. Lib. Cod, Rub. “qui bonnis cedere possunt”, p. 202v, nº 5). 22 Brocarda, Napoli, 1568, reed. anastática, Torino, 1967. Esta idea también la apuntaba en sus comentarios al Código. 23 Odofredo, Lectura super Digesto Novo, ad D. 42, 3, 1, fol. 85v. 24 Odofredo, Lectura super Digesto Novo, ad D. 42, 3, 2, fol. 85v. 25 Odofredo, Lectura super Digesto Novo, ad D. 42, 3, 4 y D. 42, 4, 6, fol. 85v. 26 Odofredo, Lectura super Digesto Novo, ad D. 42, 3, 3, fol. 85v. - 321 - MENU SALIR ya que no es compatible la cesión con el no reconocimiento de la deuda27. Finalmente admite distintas modalidades de cesión: judicial, extrajudicial, entre presentes o ausentes28. Cino da Pistoia (c. 1270-1336) sí hace aportaciones especialmente significativas y bastante novedosas en sus comentarios a C. 7, 7129, obra que escribió entre 1312 y 1314; de hecho sus consideraciones son frecuentemente tenidas en cuenta y recogidas por los diferentes postglosadores particularmente por el más significado de todos ellos, Bartolo da Sassoferrato. Las fuentes de inspiración de Cino por lo que al comentario a C. 7, 71 se refiere son Azzo, Accursio, Odoardo, Jacques de Révigny (en cuanto al beneficio de la cesión para evitar la prisión), Iacopo d’Arena30 y Dino da Mugello pero no Pierre de Belleperche en este caso. Al igual que la mayor parte de los comentaristas, comienza su estudio con el efecto principal de la cesión en cuanto que permite al deudor —con independencia de quienes sean sus acreedores— evitar la cárcel. Es, en este momento, y en relación a la categoría de los créditos donde se plantea la debatida cuestión de si a los deudores del erario público se les permite el beneficio de la cesión. Distingue dos situaciones dependientes de la actitud del deudor, de un lado, cuando éste no se muestra rebelde ni abusa de sus acreedores y de otro, cuando su postura es obstinada. En el primer caso, admite la cesión a cualquier clase de deudor, incluso a los del fisco, mientras que en el segundo distingue entre el deudor público y privado. El público, a causa de su obstinación, es hecho prisionero, aunque opina Cino que no será llevado a la cárcel sino detenido en su propia casa en una situación de aperta et libera 27 Odofredo, Lectura super Digesto Novo, ad D. 42, 3, 8, fol. 85v. la misma idea era apuntada por Azzo. 28 Odofredo, Lectura super Digesto Novo, ad D. 42, 3, 9, fol. 85v. 29 In Codicem et aliquot titulos primi Pandectorum tomi, id est, Digesti Veteris doctissima commentaria, Frankfurt am Main, 1578, fols. 476v-477v y reed. anastática, Torino, 1964, 2 vols. Hay ediciones de sus comentarios al Código anteriores publicadas en Pavia, 1483; Venezia, 1493; Lyon, 1517 y 1547. 30 La mejor edición de su obra más conocida Commentarii in universum ius civile, es la de Lyon, 1541. - 322 - MENU SALIR custodia, sin que pueda evitarla mediante la cesión de bienes siempre que sea solvente —entendemos que carece de liquidez—, aunque si no lo es considera admisible el beneficio (aquí parte de una cesión de bienes que no tiene como requisito previo una situación de insolvencia plena del deudor, sino que se admite —sin más— como forma de pago en el caso en que el deudor tenga un activo superior al pasivo, pero carezca de liquidez momentánea para atender el pago de sus obligaciones). Por el contrario, el deudor privado, pese a su actitud obstinada, evitará, en todo caso, con la cesión la cárcel y cualquier clase de retención31. O sea que sólo niega el beneficio a los deudores tributarios obstinados y que no son plenamente insolventes. Interpretamos que cuando Cino habla de contumacia se refiere a una mera actitud terca del deudor contraria a llevar a cabo el cumplimiento de sus obligaciones una vez que las mismas son exigibles, sin entrar en actuaciones dolosas o negligentes que le ocasionan la imposibilidad de pago. A continuación, y siguiendo con la determinación del sujeto activo de la cesión, cuestiona no ya la categoría del crédito, sino del concreto débito del deudor, distinguiendo entre obligaciones de dar y de hacer. En cuanto a las primeras, no hay duda de la procedencia de la cesión de bienes. Respecto a las obligaciones de hacer subdistingue según la voluntad a la hora de constituir la misma, de forma que si ésta se contrató teniendo en cuenta las cualidades personales del sujeto obligado, no se admite la cesión de bienes, y caso contrario sí, siempre que se consulte a los acreedores. Explica que, cuando el sujeto se obliga a hacer algo, la cesión de bienes no le resulta útil por cuanto no cumple con el objeto de la obligación contraída y no satisface a los acreeedores. Del mismo modo, se admite la cesión cuando la obligación de hacer se constituye ad interesse, es decir, cuando se puede hacer una estimación económica de la prestación y abonando la misma se satisface el interés del acreedor, no admitiéndose cuando se contrae ad factum y el acreedor puede exigir la concreta prestación a la que se obligó el deudor, sobre todo en el caso en que se concertase intuitu personae, permitiéndose —como hemos indicado— cuando sólo le interesa el hecho en cuestión con independencia de quien lo realice, siempre que el acreedor esté de 31 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 476v, n. 1. - 323 - MENU SALIR acuerdo, y ello porque se podría contratar a un tercero que cumpliría con el objeto de la prestación de hacer a costa del importe de los bienes cedidos32. En cuanto al momento temporal en que se pueden ceder los bienes, señala Cino tres corrientes, por un lado la doctrina canónica que exigía simplemente que constase que el deudor no era solvente; de otro los que indicaron la necesidad de que hubiese sido condenado y enviado a prisión y, finalmente, la tendencia encabezada por Azzo que exige además que el deudor haya confesado en juicio, es decir, reconocido la deuda y en base a ello condenado33. Recoge la opinión doctrinal que apunta a la obligación del deudor de ceder la totalidad de sus bienes usque ad ultimum quadrantem; sin embargo, Cino no considera lógico este criterio por cuanto que, si incluso al condenado por delito que es conducido a cumplir su pena se le autoriza a reservar para sí artículos de primera necesidad como los vestidos de uso común, con más razón se le debe permitir al que tiene una obligación de origen contractual y no delictiva y por ello son razones de humanidad las que toleran conservar los antedichos bienes34. Respecto al modo de hacer la cesión, indica el jurista de Pistoia que basta con el consentimiento expresado oralmente sin que se exija ninguna solemnidad. Apunta además que cierto sector doctrinal canonista exige al cedente que preste garantías de que efectuará el pago, en el caso en que mejore su situación económica; entendiendo Cino que sólo es posible esta exigencia si potest, ya que, si no le es posible, basta con la garantía que aporta con su palabra. Continúa comentando la norma contenida en D. 42, 3, 9 que permite la cesión por mensajero o carta, así como la costumbre vigente en ciertos lugares, recogida —como veremos— incluso en el derecho municipal, de que el cedente era obligado a subir a la columna marmorea de leones al pie del capitolio y pronunciar allí de forma pública y solemne su intención de ceder los bienes y con posterioridad era lapidado; sin embargo, Cino estima esta práctica y los estatutos que la han consagrado contraria, no sólo a las 32 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 476v, n. 2. 33 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 476v, n. 3. 34 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 476v, n. 4. - 324 - MENU SALIR buenas costumbres sino también a la ley35. Otro asunto abordado es el posible arrepentimiento del deudor, una vez hecha la cesión, antes de la venta de los bienes que Cino admite en su interpretación de D. 42, 3, 3 y 5, pese a haber opiniones contrarias, sin entrar en mayores comentarios36. Un problema que simplemente plantea es el relativo a la obligación del deudor de identificar a los acreedores de sus bienes, existiendo opiniones que consideran que corresponde a los jueces37. Tampoco presta demasiada atención al tema de si es requisito previo para la cesión que los acreedores denuncien al deudor, considerando la mayor parte de la doctrina que no, porque el beneficio de la cesión se concibe para evitar al deudor el deshonor de la cárcel de donde éste tiene dos posibilidades, o pagar a los acreedores de forma inmediata o cederles los bienes y no tendría demasiado sentido hacer depender esta situación de la instancia del acreedor, lo cual no impide que luego se busquen todos los acreedores que puedan haber sido perjudicados por la cesión ya efectuada38. Mayor atención dedica al tema de los efectos de la cesión de bienes, insistiendo, de nuevo, en el principal que es que el deudor cedente no será enviado a la cárcel, donde —caso contrario— debía permanecer en principio 40 días hasta que alguien se apiadara y pagase por él y transcurrido este periodo era entregado a los acreedores. Como segundo efecto indica que el cedente es liberado por vía de las excepciones (y no por derecho propio) de cualquier obligación civil permaneciendo las naturales pero esta liberación no alcanza a los fiadores. De las obligaciones naturales no se libera ni siquiera mediante excepción, ya que toda excepción presupone la correspondiente acción de la que carecen las obligaciones naturales. Como último efecto apunta que, tras la cesión, no se le puede exigir al deudor más que in quantum facere possit —suponemos que siempre que no haya adquirido nada nuevo de entidad con posterioridad—, ya que se pretende que —con la misma— quede el deudor 35 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 476v, n. 5. 36 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 476v, n. 6. 37 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 477r, n. 7. 38 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 477r, n. 8. - 325 - MENU SALIR protegido frente a todos los acreedores39. Sin lugar a dudas su comentario más profuso es el que dedica a la posible renuncia por parte del deudor al beneficio de la cesión. En principio, su respuesta es negativa por considerarla contraria a las buenas costumbres ya que no debe ser considerado válido el pacto de renuncia cuando a causa del mismo el deudor es detenido y reducido a la condición de servidumbre. Caso distinto es que su única consecuencia sea la permanencia en prisión que sí puede admitirse a diferencia de la servidumbre que el derecho prohibe expresamente. Añade Cino que cuando se le planteó esta cuestión siendo juez en Roma, por llamamiento de una de las partes, le fue presentado el parecer de Iacopo d’Arena que había elaborado, en otra ocasión, en la la misma ciudad, un dictamen a favor y en contra de la renuncia. Así afirmaba en principio, de forma categórica, que el beneficio de cesión era irrenunciable y la simple renuncia sin más era inválida porque la cesión sólo es posible tras la condena o confesión y la renuncia sería de un acontecimiento futuro y además, con la encarcelación, el deudor sufre el deshonor que sólo puede evitar con la cesión y lógicamente, si fuese válida dicha renuncia, sería expuesto a ser deshonrado. El pacto de futura iniuria debe rechazarse y con la antedicha renuncia el deudor estaría pactando su propia infamia futura. Al mismo tiempo, con la entrada en prisión se atenta contra la libertad del hombre y prohibiendo la renuncia se previene dicho atentado. Por otra parte, dentro de las razones a favor, indicaba que podría admitirse por las reglas generales sobre la validez de los pactos o acuerdos entre partes, en las cuales se contienen supuestos donde se prohiben ciertas clases de renuncias y, sin embargo, no aparece recogida ésta en particular en las aludidas enumeraciones. No es obstáculo lo afirmado sobre el carácter futuro de la renuncia, ya que, en algunas ocasiones, se admite el desistimiento a derechos futuros teniendo fuerza el pacto cuando se concluye con los acreedores presentes, una vez hecha una declaración pública con carácter oficial de no usar ciertos derechos. No se admite el razonamiento de que el acuerdo podría atentar contra las buenas costumbres ya que el pacto sería aplicable cuando el deudor delinque, actuando de forma contraria a la buena fe y al compromiso adquirido y no 39 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 477r, n. 9. - 326 - MENU SALIR pagando sus deudas. En este supuesto no sería injusto mantener al deudor en prisión ya que con el temor a la pena podría mejorar su condición personal y manifestar una actitud favorable al pago. Tampoco es obstáculo lo dicho en cuanto a que se atenta a la libertad con la encarcelación, ya que se llega a prisión a causa de una actitud contraria al pago y constitutiva de delito. Al respecto de lo manifestado por Iacopo d’Arena, Cino apunta a la necesidad de que la renuncia, en todo caso, se haga mediante contrato que no perjudique a las partes implicadas y que sea útil y legítimo, distinguiendo, según se concluya al tiempo de la condena o de la reclamación. Siempre que exista cualquier género de duda habrá que atenerse a la solución más justa y humana, teniendo en todo momento en cuenta la actitud personal del deudor a la hora de llevar a efecto el pago de sus deudas40. Dentro de sus comentarios al mismo título del Código, pero en sección aparte, Cino se pregunta a quién corresponde la elección de que se cedan los bienes o se conceda una espera. Si es a los acreedores podrían verse los deudores defraudados en cuanto al beneficio que le reporta la cesión que, aunque quisieran, no podrían usarlo en el caso en que los acreedores opten por el aplazamiento. Por ello, la doctrina más moderna permite al deudor hacer la cesión si lo desea y, caso contrario, puede manifestar a los acreedores que está dispuesto a ceder o a esperar los cinco años previstos por ley sufriendo las penas si no paga transcurridos los mismos. Y si no quiere ceder —y no se le concede el aplazamiento— será directamente enviado a la cárcel41. El jurista de Sassoferrato (1314-1357) realiza ciertos comentarios marginales a propósito del libro segundo del Código, concretamente al título De negotiis gestis, en relación a la posibilidad de que la cesión hecha por un tercero que gestiona los negocios del deudor puede o no liberar a éste42. Sin embargo, nos 40 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fols. 477r-v, n. 10. 41 Cino da Pistoia, In Codicem... commentaria, fol. 477r, n. 1. 42 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, Basel, 1562, p. 214, nº 7. No entramos en la exégesis del nemo iurista nisi sit Bartolista y en la alta consideración en que ha sido tenido por la doctrina, fundamentalmente italiana, que lleva al que fuera catedrático de la Universidad de Roma, Francesco Calasso a considerarlo el más grande jurista de todos los tiempos («il più grande giurista, forse, che sia mai vissuto») (Medio Evo del Diritto, Milano, 1954, p. 369). - 327 - MENU SALIR interesan básicamente sus reflexiones en torno a C. 7, 71, qui bonis cedere possunt. Insiste en la idea de que el que hace cesión de bienes no se libera porque la institución de la cesión, en sí misma considerada, no implica, desde el punto de vista jurídico, una plena liberación sino lleva implícita una excepción que pueda ser opuesta por el deudor y solventar de modo definitivo sus débitos. Todo lo más que consigue, en principio, el deudor con la cesión es evitar la prisión. Pone en conexión el tema de la liberación con la regulación específica del derecho estatutario de la región de Tuscia (pero sin especificar a qué ciudades se refiere) en el sentido de que se establece la posibilidad de evitar la cárcel y la esclavitud respecto al acreedor, mediante el pago o la cesión, mientras que del citado derecho estatutario parece deducirse lo contrario. Por otro lado, se pregunta Bartolo si aquél que cede sus bienes debe indicar cuáles son los mismos, cuestión en la que no entra por considerarla suficientemente clara43. Admite la posibilidad de que la cesión de bienes tenga lugar antes de que haya sentencia. No permite que el deudor se libere de la prisión si no se hace con carácter previo excusión de la totalidad de sus bienes y derechos44. Respecto a la C. 7, 71, 2, señala que el que puede satisfacer a sus acreedores está facultado para revocar la cesión de bienes realizada45. Recoge también el supuesto de la hija cuyo padre llevó a cabo la cesión de bienes por razón de cargas civiles y la repercusión que la misma tiene sobre el patrimonio aplicable a la descendiente en el caso de que estuviera emancipada y dicho conjunto de bienes muebles e inmuebles se considere como integrante del patrimonio acumulado en relación a esta última46. Hecha la cesión, los acreedores no podrán perseguir más bienes si ésta se realizó con carácter pro soluto (se trataría del supuesto de una dación en pago)47. Como complemento de lo indicado en su comentario a C. 7, 71, 3, precisa que en relación a los hijos no cabe ejecución sobre sus bienes mientras se encuentren sometidos a la patria potestad, ni tampoco pueden ser encarcelados; sin embargo, se les permite hacer 43 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 1, p. 742, nº 5. 44 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 1, p. 742, nº 1-5. 45 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 2, p. 742, nº 1. 46 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 3, p. 742, nº 1 y nota a). - 328 - MENU SALIR cesión de bienes, aunque es distinto el caso o supuesto de que el deudor sea un hijo a que lo sea su padre y que además el hijo ya haya sido condenado judicialmente por deudas contraídas con anterioridad y que exista, por tanto, contumacia y reiteración en el incumplimiento a la hora de hacer frente a los pagos respecto a sus acreedores48. Finalmente comenta la facultad que se concede al acreedor de elegir entre aceptar la cesión de bienes o una espera de cinco años. Advierte, sin embargo, Bartolo que C. 7, 71, 8 no aclara, a su juicio, que esta elección sea otorgada a los acreedores, mientras que el criterio que Azzo había establecido en su comentario era que dicha elección es dada a los acreedores por el mismo deudor, si lo desea y no de otra forma. El beneficio de cesión admite Bartolo que pueda ser ampliado. En este punto manifiesta algunas diferencias de interpretación con respecto a lo que sobre el particular indicaron Bartolomeo da Saliceto, Baldo degli Ubaldi y Angelo da Imola49. Baldo degli Ubaldi (1327-1400) y Angelo degli Ubaldi efectúan interesantes lucubraciones en torno a la naturaleza jurídica de la cesión de bienes, recurriendo a los desarrollos doctrinales en sus comentarios al Digesto y al Codex (en concreto en el caso de Baldo en la cuarta parte de sus comentarios al Código que recogen los libros 7 al 10 y cinco títulos del 11), lo mismo que Angelo Gambiglioni d’Arezzo, en el sentido de estudiar los sujetos de la cesión de bienes, la figura del deudor y la posibilidad de la exclusión de la cárcel en el supuesto de que se proceda a poner los bienes en manos de los acreedores y los efectos con respecto a terceros, para culminar con el problema de la forma en la cesión de bienes o los supuestos excluidos. Se trata de lugares comunes en la doctrina. Angelo degli Ubaldi en sus comentarios al Código, que no incluyen en sus versiones el libro primero, recoge unas observaciones que no avanzan excesivamente en la materia objeto de nuestra tesis, aunque sí recoge las formalidades previstas en los estatutos italianos para llevar a cabo la cesión en su glosa a D. 42, 3, 9 o la 47 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 4, p. 742, nº 1. 48 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 6, p. 742, nº 1-2. Equivoca aquí su comentario. Por un error tipográfico o del propio Bartolo lo que es C. 7, 71, 7 se identifica como C. 7, 71, 6. - 329 - MENU SALIR imposibilidad de ceder si la deuda se deriva de delito o si el deudor es indigno. De Raimundis tampoco aporta novedad cuando afirma que el deudor no llega a perder la propiedad de sus bienes, aunque sí difiere con cierto sector de la doctrina al afirmar que el deudor puede ejercitar sus acciones y demandar en juicio a sus deudores50. Por su parte —al margen de lo reseñado en sus glosas al Digesto y al Código y con similitud en las ideas—, Baldo degli Ubaldi contempla la cesión de bienes en su obra Consiliorum sive responsorum, publicada en Venecia en 1575. Aporta la idea de que el que hace cesión no transmite el dominio útil ni directo, de forma que los acreedores no tienen derecho a repartirse los bienes cedidos —en cuyo caso estaríamos ante una datio pro soluto51—, lo cual constituye una garantía tanto para el deudor como para los acreedores que no han intervenido en el procedimiento52. Establece comparación entre la cesión de acciones y la cesión de derechos53 e incluso la cesión de dote según Matteo 49 50 Bartolo da Sassoferrato, In duodecim libros Codicis, ad C. 7, 71, 8, p. 742, nº 1-2 y nota b). La formazione dei dogmi di diritto privato nel diritto comune. (Diritti reali e diritti di obbligazione), p. 358. Hemos de indicar que la construcción de Bussi, aunque da la impresión de no avanzar especialmente en este punto, sin embargo, sí, en estas cortas páginas del número 77 de su monografía, hace un planteamiento general sumamente atractivo con respecto a los comentaristas italianos, aunque, lamentablemente, muy escueto en su contenido. 51 Cuando examina Bussi la naturaleza jurídica de la cessio bonorum, no considera que se trate de una cessio pro solvendo argumentando que en ésta la propiedad de los bienes se transmite de forma inmediata a los acreedores para garantizar el buen éxito de la operación. Acaba sosteniendo que su naturaleza jurídica es la de un mandato a vendere [La formazione dei dogmi di diritto privato nel diritto comune. (Diritti reali e diritti di obbligazione), p. 359]. No compartimos la opinión de Bussi al respecto y estimamos que en la cessio bonorum el fin es pro solvendo y no tiene por qué transmitirse la propiedad, sin que, por otra parte, podamos descubrir dos instituciones distintas y sin que esto sea incompatible con la idea de mandato implícito en la cesión. 52 Baldo degli Ubaldi, Consiliorum sive responsorum, Consil. 285, in 2 parte, nº 3. Esta idea es común a Azzo en sus Comentarios al Código. 53 Baldo degli Ubaldi, Consiliorum sive responsorum, Consil. 139, in 2 parte, nº 2 y Consil. 139, in 2 parte, nº 3. En concreto sobre la cesión de acciones ver las consideraciones de Baldo en Ad tres priores libros decretalium commentaria. Collatione vetustissimorum exemplarium nunc recens summo labore suae integrati restituta et ab innumeris mendis vindicata; quibus accesserunt Francisci a Parona et Petri Crassi adnotamenta, Lyon, 1585; reimp. anastática, Aalen, 1970, en - 330 - MENU SALIR Bruno. De mayor interés es la prelación entre diferentes cesionarios54. Indica como efecto inmediato de la cesión evitar la prisión al deudor y una vez producida la excarcelación se hará la pertinente convocatoria para que acudan todos aquellos a los que interese55. No considera admisible la cesión que vaya más allá de la cantidad debida y sólo se permite en los casos de insolvencia, es decir, cuando el deudor no puede realmente satisfacer a sus acreedores ya que sólo entonces es cuando tiene lugar la prisión que es lo que se pretende evitar56. Debe tener por objeto la totalidad de los bienes aunque el deudor puede retener los vestidos de uso cotidiano, además de otros bienes necesarios y aquellos recibidos por herencia cuya transmisión prohibe el testador. Se pronuncia además sobre la posibilidad de pedir la cesión en ejecución de sentencia, siempre que confesase su deuda a posteriori y enfoca el problema de los créditos condicionales, según si la condición depende o no de la voluntad del deudor57. Al hilo de su comentario a C. 7, 71, 7 hace extensiva la cesión a los filiifamilias, tras el paterfamilias, y en cuanto a la facultad del cedente de retener un castillo como vivienda atendía a la condición social de la persona (aquí Bartolo mantenía que se le debía permitir si constituía su único lugar donde vivir). En el conjunto de sus trabajos, Baldo interpreta la normativa romana en torno a la cesión de bienes, sin apartarse de la tónica generalizada de recoger las principales características de la institución en cuanto a elementos personales, formales y efectos. Sus ideas han servido, al igual que las de Bartolo da Sassoferrato y Cino da Pistoia, como principal punto de referencia para los glosadores posteriores. No son de mayor enjundia, e igualmente de poca extensión, las consideraciones realizadas por Bartolomeo da Saliceto (1363-1412) en sus Commentaria in Codicem58, quien glosó el libro séptimo durante su estancia en particular el comentario ad lib. Secundum Decretal., C. ex literis, p. 108, nº 6. 54 Baldo degli Ubaldi, Consiliorum sive responsorum, Consil. 105, in 3 parte, in fine. 55 Baldo degli Ubaldi, Consiliorum sive responsorum, Consil. 301, in 5 parte, nº 4. 56 Baldo degli Ubaldi, Consiliorum sive responsorum, Consil. 470, in 5 parte, nº 3. 57 Baldo degli Ubaldi, Consiliorum sive responsorum, Consil. 109, in 3 parte. 58 Hay ediciones en Perugia, 1474; Venezia, 1483; Lyon, 1549 y Frankfurt am Main, 1615. En la edición de Lyon de 1560 se recogen los comentarios sólo a los libros I-IX del Codex. - 331 - MENU SALIR Ferrara, casi al término del siglo XIV, aunque la obra no se terminó de redactar hasta el año 1401 en la ciudad de Padua59. Francesco Accolti d’Arezzo (c. 1418 — c. 1486) no hace comentarios al libro séptimo del Codex en las ediciones que se han recogido de sus lecciones dadas en la Universidad de Ferrara entre 1448 y 1451, pero sí aporta algunos elementos por lo que se refiere a su glosa a D. 42, 360. Angelo Poliziano (1454-1494) llevó a cabo una serie de comentarios al Digestum Novum entre los que se encuentran algunas apostillas de no excesiva relevancia sobre la cesión de bienes en el Derecho romano61. Mayor trascendencia tienen las consideraciones que sobre la cesión de bienes efectúa Matteo Bruno62, pese a ser con frecuencia —aunque no siempre— ignorado por buena parte de la doctrina. Llega a plantearse un total de veinticuatro cuestiones como el concepto de cessio bonorum a la que califica de acerba, injuriosa y terrible63, la intervención de eclesiásticos en la cesión de bienes, las formalidades de la realización de la cesión y a quién beneficia, la posibilidad de que la mujer pueda ceder sus bienes64, si la Iglesia puede ceder sus bienes65, si 59 60 F. C. Savigny, Storia del Diritto romano nel medio evo, vol. II, pp. 688-689. De sus Consilia et Responsa, se hizo una edición en Lyon en 1546. Hizo también comentarios a los libros primero, segundo y quinto de las Decretales que se publicaron en Venezia en 1581. 61 62 Fueron editados en Venezia, 1485. De cessione bonorum, en Tractatus illustrium in utraque tum pontificii, tum caesarei iuris facultate Iurisconsultorum universi iuris, Venezia, 1575; Venezia, 1584, tomo III, part. 2, fols. 179204. Sorprende, y lamentamos decirlo, que estudioso tan conspicuo como Juan Antonio Alejandre lo cite las dos veces que lo menciona como Ariminen (La Quiebra en el Derecho Histórico Español anterior a la Codificación, pp. 27 y 29), sin haberse dado cuenta de que se ha inventado un jurista, ya que es Matteo Bruno, natural de Rimini, arimiensis. Alejandre, directamente lo refiere cual si de un francés o de un alemán se tratase. Lo llamativo del caso es que el trabajo publicado de Alejandre fue previamente defendido como tesis doctoral en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla y que juristas tan renombrados como Manuel Olivencia Ruiz y Alfonso de Cossío y Corral y, sobre todo, historiadores del derecho como Alfonso García-Gallo, Rafael Gibert y José Martínez Gijón, tampoco supieron apreciar dicho error. 63 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 179, q. 1, nº 2. 64 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 182r, nº 1-5. - 332 - MENU SALIR puede hacerlo el menor, distinguiendo entre pupilo e infante66, el beneficio que obtiene el mercader quebrado con la cesión, en base a la doctrina de Bartolo da Sassoferrato67; la cesión realizada por los herederos, exigiendo como requisito previo el inventario de los bienes de la herencia, caso contrario la cesión no sería válida68; si los doctores en leyes pueden hacer cesión y el caso concreto de quienes son o han sido durante más de veinte años profesores de Universidad69; el «beneficium cessionis et miserorum subvidium, et non dolorosum praesidium»70; el hecho de que el deudor que hace uso de la cesión no debe perjudicar a sus acreedores, ni ser molestado por éstos71; la autorización especial o privilegio que requeriría el soldado para efectuar la cesión72 y el usurero73. Se cuestiona si el que ha sido expoliado a consecuencia de una guerra debe ceder sus bienes74; el caso concreto del condenado por un delito75 o si el marido que cede sus bienes ha de proceder a la restitución de la dote76, así como la mujer «in solutione dotis an cedat bonis»77; los casos de fraude78; aspectos procesales79; la posible renuncia al 65 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 182v. 66 M. Bruno, De cessione bonorum, fols. 182v-183v. 67 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 184r, nº 1. 68 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 184r, nº 1. 69 M. Bruno, De cessione bonorum, fols. 185v-186r. 70 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 184r, nº 3. 71 «Debitor non molestatus a creditoribus an bonis cedere valeat» (M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 184v). 72 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 186r, nº 1. 73 M. Bruno, De cessione bonorum, fols. 188v-189r, q. 18. 74 M. Bruno, De cessione bonorum, fols. 188r, nº 1, q. 14. 75 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 188v, nº 1, q. 17. 76 M. Bruno, De cessione bonorum, fols. 189r-190v, nº 1-35. 77 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 189v, nº 1, q. 21. 78 «Debitor bona in fraudem creditorum dissipans an bonis cedere possit» (M. Bruno, De cessione bonorum, fols. 192r-192v, nº 1-6, q. 28). 79 «Litis contestatio an requiratur in causa cessionis bonorum» (M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 197v, nº 1-4, q. 16 princ.). - 333 - MENU SALIR beneficio de la cesión80 y finalmente si la «cessio bonorum post appellationem ab interlocutoria habente vim deffinitivae an per revocari possit»81. No aporta tampoco valoraciones de relieve sobre la cesión Bartolomeo Soccini (1436-1507)82. Sigue el Digesto, indica que la misma se puede llevar a cabo tanto por hombres como por mujeres y comenta brevemente la posibilidad de efectuar algunas de las operaciones que forman parte de la cesión en lugar sagrado, sin especificar si ha de hacerse delante del obispo. Alberico da Rosciate comenta el Código en lo referente a la cesión de bienes, aunque sigue en extremo los resultados a que había llegado hasta entonces el resto de la glosa83. Giasone del Maino ha hecho algunas digresiones no muy relevantes en sus comentarios al Digesto mientras que en relación al Código no entra en este problema ya que se centra en otros libros del mismo e ignora el séptimo. Giovanni Nicoletti da Imola comenta el Digestum novum84 haciendo breves aportaciones por lo que se refiere a la cesión de bienes. No son demasiado singulares los comentarios de Iacopo Bottrigari a propósito de C. 7, 71, de los que destacamos la incidencia en las excepciones basadas en la cesión de bienes realizada y en la personalidad de las mismas, así como la exclusión de la cárcel y la paralización de las acciones de los acreedores85. Apenas un par de líneas dedica a C. 7, 71, 2 y C. 7, 71, 3 y ninguna 80 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 199r-v, q. 21. Esta cuestión es también analizada someramente por Antoni Oliba indicando que se admite con ciertas formalidades aunque no profundiza en las mismas (Commentariorum de actionibus in duas summas partes, vol. I, lib. II, ad Institutiones, 4, 6, 40, p. 371; 381 de la reed. anastática, n. 5). 81 M. Bruno, De cessione bonorum, fol. 203v, nº 33. 82 Regule cuius suis ampliationibus et fallentis, e toto iure delecte, Lyon, 1519, 1533; Köln, 1663, fols. XXVIIIr-XXIXv. 83 Hay ediciones en Milano, 1492; Lyon 1534, 1545 y 1548. En su Dictionarium iuris tam civilis quam canonici, Venezia, 1573, reimp. anastática, Torino, 1971, no se ocupa del tema, ya que se centra en la cesión de la sede episcopal y de los bienes que pudiera tener en el palacio cuando es trasladado de la diócesis (p. 103) y de la cesión de los ingresos que se generan en una Iglesia como fruto de las limosnas y donativos a la misma (p. 103). 84 Super prima et secunda parte Digesti Novi, Milano, 1501-1502. 85 Iacopo Bottrigari, Lectura super Codicis, reed. anastática, Bologna, 1973, ad C. 7, 71, 1, fol. - 334 - MENU SALIR a C. 7, 71, 4, extendiéndose en la prohibición de la cessio bonorum para evitar las funciones municipales, aprovechando este contexto para aludir a la imposibilidad de cesión respecto a las obligaciones de hacer con la problemática que rodea estos supuestos86. Igualmente obvia C. 7, 71, 6 y C. 7, 71, 7 y se ocupa de la dilación de cinco años que puede ser concedida por los acreedores y el papel de los hipotecarios a la hora de llevar a cabo la correspondiente elección, cuestionando que, tras el transcurso del periodo, se pueda admitir la cesión87. El profesor de la Universidad de Pavia, Giacopo de Puteo, es autor de algunas reflexiones sobre los libros del Digesto y dedica unas breves líneas en su glosa a la rúbrica sobre la cesión de bienes contenida en el Digesto 42, 388. La Ley Julia sobre cesión de bienes la comenta Andrea Alciato (1492-1550) que también se ocupa de los beneficios que pueden derivarse de la misma, en glosa a C. 7, 71 en relación a las partes, la liberación sin ir a la cárcel, y las posibilidades respecto al beneficio de no incurrir en infamia en el derecho romano frente al desprecio para el cedente en el derecho medieval. En este sentido, en el derecho estatutario italiano, para Alciato, a través de algunas de sus leyes municipales, con el criterio establecido en la Ley Julia de que el beneficio de cesión permite liberar de la prisión al cedente, parecía favorecerse en ocasiones la desidia y el lujo de los dilapidadores que acudían a la cesión habiendo causado ellos mismos su situación de insolvencia. No obstante, para conceder este beneficio se exigían una serie de requisitos. Así la cesión debía hacerse de forma pública y el deudor tenía que declarar su falta de recursos y las razones que le hicieron quebrar y dar su palabra sobre la tribuna de piedra que se usaba para subastar esclavos, una vez convocada la asamblea y de este modo era difícil que pudiese evitar la temida infamia dado que su situación sería conocida por todos. Efectúa Alciato una comparación con el supuesto que relata Plutarco concerniente a las mujeres sorprendidas en adulterio que eran conducidas a la plaza pública y LXv. 86 Iacopo Bottrigari, Lectura super Codicis, ad C. 7, 71, 5, fols. LXv-LXIr. 87 Iacopo Bottrigari, Lectura super Codicis, ad C. 7, 71, 8, fol. LXIr. 88 Recollecta super quibusdam titulis librorum XLII Digestorum, ms. 128, Archivo del Colegio de - 335 - MENU SALIR una vez allí eran soltadas y lapidadas por infieles de forma que todo el mundo conocía sus actos y podía despreciarlas y, a consecuencia de ello, tendrían la consideración de necias en toda la ciudad mientras eran trasladadas hacia la “gran piedra” y su misma deshonra las hacía incurrir en necedad. Interpreta que Justiniano estableció en la nueva Constitución CXXXV —Novela 135— que aquellos que sin desidia, ni lujuria, sino simplemente por razones fortuitas, equivocan sus posibilidades, es decir que no merecen reproche alguno por encontrarse en situación de insolvencia, no les conviene llevar a cabo esta cesión de bienes —como se refería también en el Código Teodosiano—, entendemos que para evitar ver afectada su reputación89. Han señalado la clásica diferenciación que debe hacerse entre la cesión de bienes propiamente dicha y la promesa de cesión, que son cosas bien distintas Fabiano de Monte y Francesco Zoannetto90. Sus reflexiones son básicamente atinentes a la cesión de derechos negando, por ejemplo, la posibilidad de ceder aquellos que se encuentran ligados a la persona como un todo indisoluble91 o los supuestos en los que se deriva un perjuicio para un tercero92. De mayor interés son sus consideraciones a la hora de diferenciar la venta, de la dación en pago con pacto de retroventa, basándose en que en esta última se exige la existencia de una deuda previa que no fue abonada en su momento, mientras que el contrato de compraventa tiene un carácter voluntario y el precio se fija al tiempo de concluir el contrato. Por ello estiman que en la dación hay menos posibilidades de simulación y se alejan consecuentemente las sospechas de actuación dolosa93. España de Bolonia, siglo XV, fols. 215r-218r. 89 Parerga Iuris, Basel, 1571, vol. II, col. 246-247, cap. XLVII. 90 Fabiano de Monte y Francesco Zoannetto, Tractatus de emptione et venditione eorumque omnium quae ad eandem materiam pertinent, Venezia, 1575, p. 408, nº 74. 91 Fabiano de Monte y Francesco Zoannetto, Tractatus de emptione et venditione eorumque omnium quae ad eandem materiam pertinent, p. 365, nº 12. 92 Fabiano de Monte y Francesco Zoannetto, Tractatus de emptione et venditione eorumque omnium quae ad eandem materiam pertinent, p. 364, nº 10. 93 Fabiano de Monte y Francesco Zoannetto, Tractatus de emptione et venditione eorumque omnium quae ad eandem materiam pertinent, p. 404, nº 69. Refieren en este punto las opiniones - 336 - MENU SALIR Dentro del pensamiento accursiano se admite la posibilidad de una cesión de bienes extra ius94, estableciéndose una clara diferenciación entre la cesión de acciones y la datio pecuniae. Se incide en la liberación de la infamia respecto al cedente95, añadiéndose la idea de que «facta per debitorem contra creditorem non liberat ipsum fideiussorem»96. Coincide Accursio con la doctrina mayoritaria al negar la cesión al decoctor97 y a los deudores del fisco98. Mayor atención presta a la posibilidad de renunciar a este beneficio admitiéndose sólo si al tiempo de llevar a cabo el contrato, donde se pacta la renuncia, el deudor sabía que no era solvente99. Con remisión al pensamiento de Guy Pape se establece la cuestión de si es admisible una renuncia con juramento respondiendo, este último, que no se permite en cuanto tenga como consecuencia la permanencia del deudor en prisión —son de la misma opinión Cino da Pistoia y Bartolo—, admitiéndose cuando se buscan bienes para hacer la cesión y no se encuentran. Se siguen, igualmente, las consideraciones de Guy Pape que también se pregunta si el deudor del fisco puede ceder, concluyendo que no, aunque reconoce que hay ciertos sectores doctrinales que distinguen, en este punto, si la deuda tributaria procede de una conducta delictiva, no admitiendo la cesión tan sólo en este último supuesto según la teoría de Felice Cappello. Se recogen además las reflexiones de Cino, quien niega la cesión en numerosas situaciones, por ejemplo, si existe dolo, culpa, fraude, dilapidación de los bienes, o si media engaño, procediendo incluso multa en estos casos. Es Paolo de Castro quien sirve de inspiración para afirmar que si el deudor promete pagar —bajo juramento— cuando transcurran ciertos meses y de Rafael Fulgosio. 94 Novus sextus tomus in quo haec sequentia extant, Thesaurus Accursianus: dictiones et sententias, Venezia, 1621, n. 559. 95 Novus sextus tomus Thesaurus Accursianus, n. 559. 96 Novus sextus tomus Thesaurus Accursianus, n. 1082. 97 Novus sextus tomus Thesaurus Accursianus, n. 625. 98 Novus sextus tomus Thesaurus Accursianus, n. 641. 99 Novus sextus tomus Thesaurus Accursianus, n. 160. - 337 - MENU SALIR miente, porque al tiempo de la promesa sabía que no podía saldar sus deudas debido a su pobreza, se le niega el beneficio de la cesión100. Precisa Giovanni Domenico Gaito que aquellos bienes o útiles necesarios para la supervivencia no le son sustraídos al que cede sus bienes, ni se integran en la masa de los mismos: «utensilia necessaria non auferuntur cedenti bonis»101, en criterio coincidente con el de Bartolo da Sassoferrato, sin que —en ningún caso— pueda retener nada más de lo estrictamente necesario a riesgo de perder el beneficio, advirtiendo sobre las restricciones que deben establecerse en los mecanismos y en función de las obligaciones contraídas por los deudores, en cuanto a la posibilidad de acudir a la cesión de bienes102. Una categoría apuntada por Gaito es la cesión obligatoria de modo que el deudor puede verse compelido a efectuarla cuando el cesionario ostenta un título oneroso —debe referirse a un título ejecutivo válido—, cuando es fiador, tercer poseedor o tiene cualquier otro interés; en este caso «petere poterit cessionem, etiam contra cedentem invitum»103. Previamente, había manifestado que la confesión o reconocimiento de deuda efectuada por el cedente no podía perjudicar al cesionario, apoyándose en las consideraciones de gran parte de la doctrina aunque no obvia opiniones contrarias como la de Giacomo Menochio104. Son los diferentes aspectos, 100 Novus sextus tomus Thesaurus Accursianus, ad C. 7, 71,1, p. 106. 101 Giovanni Domenico Gaito, Tractatus absolutissimus de credito ex libris, epistolis, cambiis, apocis, instrumentis publicis, obligationibus penes acta, omnique alia publica inter vivos scriptura, pignore, et hypothecis: in quatuor principaliora capita distinctus, quibus omnia, quae ad contrahendum, probandum, dissolvendumque creditum, in foris dubitari frequentius solent aut possunt, non minus clare quam accurate disputantur, et enucleantur, Genève, 1669, cap. 4, tit. 2, quaesitum 4, p. 298, nº 115 (hay una edición anterior en Venezia, 1641). 102 «Et tamen bonis cedentes, ob cumulum creditorum affliguntur generalibus, et specialibus obligationibus, imo contra eos armantur leges, quibus coguntur indicare omnia et eorum bona, non valentes, nec unum retinere denarium fortiori enim relinqui debent bona haec debitori non utenti beneficio cessionis bonorum» (G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tit. 2, quaesitum 4, p. 298, nº 115). 103 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, quaesitum 11, p. 387 en ed. de 1641 y p. 436 en ed. de 1669, nº 1849-1850. 104 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 421- - 338 - MENU SALIR modalidades y criterios doctrinales en torno al reconocimiento de deuda por parte del cedente los que van a ocupar gran parte de la atención de Gaito. Así, afirma que cuando los doctores dicen que la confesión del cedente no perjudica al cesionario presuponen que la misma tiene lugar una vez efectuada la cesión, cuando el cesionario no puede ya proceder contra el cedente y siempre que la cesión se haya realizado en provecho y beneficio del cesionario. En este punto sigue a Giuseppe Mascardi en sus Conclusiones105. Entendemos que hace referencia a que la cesión, a pesar de ser un beneficio pensado para el deudor — cedente—, acaba siendo también provechosa para los acreedores —cesionarios— , ya que, de otro modo, es difícil que pudieran ver saldada su deuda aunque sólo sea en la parte a que alcance el valor de los bienes cedidos. Insiste en que cuando la doctrina afirma que la confesión del cedente perjudica al cesionario, suponen los autores una cesión en provecho exclusivo del cedente, aunque la confesión sea previa a la cesión106. Igualmente presupone que cuando la cesión se efectuó con promesa de evicción, el posible daño repercutiría sobre el cedente107. En línea similar, la confesión del cedente no perjudica al cesionario cuando éste se encuentra en el lugar del cedente (entendemos que respecto a los bienes y una vez hecha la cesión) y cualquier otra cláusula que se establezca debe ser en provecho del cesionario y conforme a derecho, observándose los requisitos básicos aunque algunos sectores doctrinales no admiten ninguna cláusula añadida en la cesión, ni ninguna modificación que contravenga lo habitual y acostumbrado108. Considera que las reflexiones doctrinales en torno al posible 422. Se trata de la obra de Menochio, Consiliorum, sive responsorum Liber Primus, Venezia, 1580; Consiliorum, sive responsorum Liber Secundus, Venezia, 1577; Consiliorum, sive responsorum Liber Tertius, Venezia, 1582. 105 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 423- 425. Se refiere Gaito a la obra de Mascardi, Conclusiones probationum omnium quae in utroque foro quotidie versantur, 3 vols., Venezia, 1554-1558. 106 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 426. 107 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 427- 428. 108 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 429- - 339 - MENU SALIR perjuicio que pueda ocasionar la confesión del cedente a las partes implicadas han sido objeto de interpretaciones diversas y confusas y particularmente por las diferentes situaciones que pueden llegar a presentarse: a) que el cedente, con anterioridad a la cesión, llevase a cabo un acuerdo o reconociese una deuda mediante confesión, o asumiese el pago; cualquiera de estos actos beneficiaría al deudor cedente; b) que el cedente ceda derechos y acciones en su exclusivo beneficio, sin pretender ninguna utilidad para el cesionario; c) que ceda en beneficio del cesionario, pero sin perjuicio para él mismo; d) que ceda con la intención de procurar beneficios a todos; e) que, tras la confesión, el cedente concluya un pacto liberatorio gratuito que redunde en su beneficio109. El primer caso perjudicaría al cesionario y siempre que no haya fraude ni simulación debe entenderse, tanto el pacto como la confesión, con plena validez jurídica110. Para Gaito, siguiendo a Saliceto, tampoco existe ningún género de duda en que el segundo supuesto perjudicaría al cesionario porque se entiende que las acciones cedidas no reportan ninguna utilidad en tanto no sean ejercidas111. El tercer caso permite dos observaciones, primera cuando el cedente queda plenamente liberado con la cesión (suponemos que cuando los bienes cedidos son suficientes para cubrir las deudas) en cuyo caso, lógicamente el cesionario se vería beneficiado, según las opiniones de Bartolo, Baldo, Iacopo d’Arena y Bartolomeo Saliceto; y segunda cuando no consigue la plena liberación con la cesión, en cuyo caso beneficiaría totalmente al cesionario y de forma parcial al cedente que continuaría siendo deudor por la parte no satisfecha112. Seguidamente se ocupa de los supuestos de cesión en exclusivo provecho del cesionario113, del cedente114 o de 432. 109 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 433. 110 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 29 (ed. de 1641), nº 434. 111 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, pp. 29-30 (ed. de 1641), nº 435-438. 112 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 30 (ed. de 1641), nº 438- 443. 113 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 30 (ed. de 1641), nº 445- 447. - 340 - MENU SALIR ambos, y, en este último caso, el beneficio para cada parte puede tener un carácter principal o secundario —a modo de consecuencia—, no aportando ninguna novedad al respecto sino que remite a las explicaciones ofrecidas en los números precedentes por no constituir situaciones nuevas sino que guardan identidad con las contempladas anteriormente115. Vuelve a efectuar observaciones en torno al tercero de los casos examinados, según si las partes conocen o no la liberación —total o parcial— del deudor mediante la cesión116 o si éste, en perjuicio del acreedor, se reserva algunos bienes, no pudiendo quedar plenamente eximido de la deuda117. Recordemos que el cuarto de los supuestos analizados por Gaito era el de una cesión que beneficiase a todos los implicados remitiendo, igualmente, a los números previos donde se contemplaban situaciones provechosas para todos118, aunque sí recoge opiniones doctrinales que contradicen lo aportado hasta el momento, entre otros, los ya aludidos Baldo, Iacopo d’Arena, B. Saliceto, y Bartolo119, así como los casos de denuncia del deudor por parte del acreedor120. El quinto y último caso era el relativo a un pacto liberatorio concluido por el deudor, que debía tener los mismos efectos solutorios que el pago efectivamente realizado, pudiendo ser opuesto como excepción, aunque algunos sectores doctrinales no lo admiten si perjudica al cesionario, exigiéndose que sea satisfactorio para todos los acreedores121. En otra sede, 114 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 30 (ed. de 1641), nº 444- 445. 115 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 30 (ed. de 1641), nº 448- 451. 116 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 30 (ed. de 1641), nº 452- 453. 117 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 30 (ed. de 1641), nº 454- 455. 118 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, pp. 30-31 (ed. de 1641), nº 456-457. 119 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 31 (ed. de 1641), nº 458. 120 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 31 (ed. de 1641), nº 463- 467. 121 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 2, tít. 3, p. 31 (ed. de 1641), nº 471- - 341 - MENU SALIR contempla la cesión voluntaria y la necesaria, de forma que en esta última —a diferencia de la anterior— se aplican al cesionario las normas generales sobre privilegios en la prelación de créditos sobre todo si existe controversia en torno a la misma; y de igual modo, se aplican cuando la cesión se hace principalmente en beneficio del cedente y cuando se ceden derechos se transmiten, en ambos supuestos, al cesionario los privilegios de prelación intrínsecos a los mismos122. Estima que la cesión será necesaria «quando solutio fit per secundum creditorem, aut per quemlibet possessorem, vel qualitercunque interessatum»123. Cuando se lleva a cabo una cesión de bienes, tras las subasta de los mismos, se reparte el precio obtenido entre los acreedores (cesionarios) en proporción a los respectivos créditos124. Problema diferente es la concurrencia de varios cesionarios, dependientes del mismo cedente, pero con sus respectivas cesiones efectuadas en momentos distintos. Se cuestiona Gaito cuál sería el preferido125. En favor del primer cesionario existen importantes argumentos, en el sentido de que el que obtiene en primer lugar la cesión adquiere un primer derecho contra el deudor, siendo el momento concreto a tener en cuenta el de la traditio126, porque si un deudor constituye una hipoteca y luego vuelve a hipotecar el mismo bien, no hay duda del carácter preferente de la primera hipoteca y, en consecuencia, el primer cesionario también tendrá derecho a obtener el pago de sus deudas con preferencia a los demás, siendo ineficaz la segunda cesión en la medida en que el 473. 122 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. 1, q. 11, p. 374 (ed. de 1641), nº 1671-1674. Suponemos que la diferencia de tratamiento opera en que la cesión voluntaria es contemplada como aquella acordada por el acreedor y el deudor de forma que habrá que atenerse a lo pactado por las partes, aunque si hay conflicto se recurriría a las normas generales. 123 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 376 (ed. de 1641), nº 1713. 124 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1835-1836. 125 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1837. 126 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1838. - 342 - MENU SALIR cesionario posterior tan sólo cobrará una vez deducidas las cantidades destinadas a satisfacer las obligaciones previas127. Si el objeto de la segunda cesión son derechos, hay doctrina autorizada que estima que entrarán a concurso con los del primer cesionario128. Por otra parte, si cualquiera de los cesionarios tuviese ya la posesión de los bienes cedidos, tendrá mejor derecho la condición de poseedor129. Otras restricciones al principio prior tempore, potior iure, tenidas en cuenta por Gaito son las relativas a la cuantía del crédito130 o al acuerdo en favor del acreedor posterior131. Dejando a un lado los privilegios, afirma Gaito que el cesionario no puede liquidar los títulos ejecutivos a no ser que cuente con la intervención favorable del cedente132, quien también puede verse compelido a liquidar a instancia del acreedor133. Niega la posibilidad de que el cesionario adquiera privilegios personales —de prelación— a través de la cesión, por la misma negativa previa a que los mismos sean cedidos; y ni siquiera en la cesión necesaria puede usar los privilegios del cedente, ya que éstos no se le transfieren, sino que sólo son transmisibles —según vimos— aquellos inherentes a los bienes y derechos cedidos134. Expone las opiniones de Bartolo en cuanto al carácter privilegiado de los créditos a favor del fisco, así como los criterios contrarios de 127 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1839-1840. 128 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1841. 129 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1842-1846. 130 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1848. 131 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 387 (ed. de 1641), nº 1852. 132 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 3, tít. I, p. 246 (ed. de 1641), nº 1156- 1159. 133 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 3, tít. I, p. 246 (ed. de 1641), nº 1160- 1161. 134 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, pp. 374-375 (ed. de 1641), nº 1681-1683. - 343 - MENU SALIR Pedro Barbosa de Luna135. Distingue, en cuanto a privilegios personales, los concedidos por razón de la persona de aquéllos otorgados por otra causa136. En el primer supuesto coincide la doctrina, en contra de Bartolo, en que no se pueden traspasar al cesionario ya que el privilegio se otorga con base a las cualidades personales y en consideración exclusiva a las mismas137, mientras que en el segundo no hay que perder de vista —con independencia de su transmisibilidad— que si cesa la causa concreta por razón de la cual se concedió el privilegio también debe finalizar éste138. Por su parte, Savelli efectúa interesantes incursiones en materia crediticia e hipotecaria139, así el nombre del deudor es consignado al acreedor en función de 135 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 375 (ed. de 1641), nº 1684-1692. 136 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 375 (ed. de 1641), nº 1693. 137 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 375 (ed. de 1641), nº 1694-1696. 138 G. D. Gaito, Tractatus absolutissimus de credito, cap. 4, tít. I, q. 11, p. 375 (ed. de 1641), nº 1697-1703. 139 Marco Antonio Savelli, Summa diversorum tractatuum in quibus quamplurimae universis iuris selectiores, methodicae, practicae et decisivae conclusiones circa iudicia, contractus, ultimas voluntates, et delicta ad omne forum saeculare, ecclesiasticum, et conscientiae spectantes habentur, tomo III, Bologna, 1685. «Nomina debitorum veniunt in tacita hypotheca, ac etiam in expressa, quando fuit simpliciter facta obligatio bonorum, secus autem si fuerit dictum mobilium, et immobilium, quia tunc non continentur, cum faciant tertiam speciem» (p. 314, nº 4). «Nomen debitoris datum, et consignatum creditori in riguardo del suo credito, videtur tantum datum pignori, et non cessum, cum illa verba in riguardo pignus tantum, et cautionem, non autem cessionem praeseferant, quo casu non tenetur creditor exigere, nec aliquam diligentiam adhibere, sed potest ad libitum contra ipsum debitorem agere, vel contra nomen sibi obligatum, etiam sine excussione ipsius principalis debitoris... ubi tamen in casu suo ostendit huiusmodi traditionem non fuisse simplex pignus, sed cessionem, ex qua sequitur alia conclusio infrascripta, bene docet num. 39 et per tot., quando dicitur nomen datum pignori, vel obligatum, sive cessum» (p. 316, nº 7). «Nomen debitoris quando fuit traditum creditori, et ab illo acceptatum, licet non solutum, nec in praesentia ipsius debitoris, ex quo excluditur novatio, et delegati liberans debitorem tradentem, vel cedentem, tamen dicitur simpliciter cessum, ita ut quamvis non faciat solutionem, nec liberet - 344 - MENU SALIR su crédito, y respecto a la jurisdicción, es decir, tribunal competente y el fuero, cabía contemplar dos posibilidades, pudiéndose tener en cuenta tanto el del cedente —o deudor— como el del acreedor. A título indicativo creemos necesario aclarar, aunque ya hemos dicho algo al respecto, que no debe confundirse la cesión de bienes, con la categoría que, elaborada en un principio por el Derecho romano, en el Derecho intermedio se le dio nueva configuración. Nos referimos a la cesión de derechos o a la cesión de acciones procesales y ello a pesar de que, en ocasiones, al abarcar la cesión la totalidad del patrimonio también se ven implicados ciertos derechos y la posibilidad de ejercicio de determinadas acciones140. cedentem, sed actio primaeva remaneat in suo robore, ac cedens teneatur praestare debitorem cessum locupletem, et solvendo; alias contra ipsum cedentem detur regressus et periculum nominis debitoris cessi spectet ad cedentem non ad cessionarium, tamen haec omnia debent intelligi cum moderamine, nempe si cessionarius diligentiam adhibuerit pro exactione nominis debitoris cessi illiusque statim diligentem excusionem fecerit, ita ut ei non possit aliqua negligentia imputari, quo casu, ut dixi periculum, et deterioratio spectat ad cedentem, secus autem si cessionarius dictus diligentiam non adhibuerit, nam tunc periculum spectat ad illum, eique propria imputatur culpa, et negligentia, et ideo ut cessionarius possit redire ad cedentem, debet duo probare, primo quod usus fuerit sollicita diligentia, et illam ad finem perduxerit, impetraveritque a iudice declaratoriam excussionem legitime factam fuisse, tam quo ad bona, quam quo ad personam quibus non adimpletis, et non probatis cessionarius non potest ad suum debitorem redire» (p. 316, nº 8). «Privilegium fori competens cedenti competit etiam cessionario agenti ex persona, et ad commodum cedentis, secus autem si ex persona sua, et ad proprium commodum, quia tunc tanquam personale non transit in cessionarium, sed extinguitur in ipso transitu, et mutatione personae... «...Competens autem cessionario, illi non suffragatur contra debitorem cessum, sed illum convenire debet ipsius debitoris cessi foro, maxime in cessione ex titulo lucrativo ad evitandas fraudes, secus autem in cessione, ex titulo oneroso, in qua quia cessat praesumptio fraudis potest cessionarius uti suo privilegio» (p. 576, nº 34). 140 Ver Alfonso de Olea, Tractatus de cessione iurium et actionum, Valladolid, 1652; Roma, 1658; Venezia, 1660; Venezia, 1664; Lyon, 1699; Venezia, 1752; Venezia, 1778, donde efectúa una diferenciación al comienzo, en sus precisiones terminológicas entre ambas instituciones: «Tractatus de cessione bonorum nihil habes commune cum materia de cessione iurium» (tit. I, p. 4, n. 9). Sobre la cesión de acciones ver también Iacopo d’Arena, De cessione actionum, publicada en Tractatus universi iuris, illustrium in utraque tum pontificii, tum caesari iuris facultate Iurisconsultorum, Venezia, 1584, tomo III, part. 2, fols. 74v-77v; y además Jan van den Sande, - 345 - MENU SALIR La Escuela de Orléans precede en el tiempo a los comentarios de Cino y de Bartolo que como hemos recordado, y volvemos a hacerlo a continuación, parten de sus resultados. La hemos ubicado después en nuestro comentario, ya que estamos procediendo, como puede verse, a una agrupación por países. Dentro de la doctrina francesa, Jacques de Révigny141 poco avanzó en su momento en la Commentarius de actionum cessione, en Opera omnia, Antwerpen, 1674 que ha merecido una valoración y un estudio con traducción del texto por parte de P. C. Anders, Commentary on Cession of Actions by Johannes à Sande, Grahamstown, 1906. Sande es autor también de un Theatrum practicantium, hoc est decisiones aureae sive rerum in suprema Frisiorum Curia judicatarium, Köln, 1684. La problemática de la evicción cuando hay una cesión de acciones ha sido abordada por Juan Bautista Larrea en Novarum Decisionum Granatensium, 2ª parte, Lyon, 1679, concretamente en Dec. LXXIII, pp. 127-128, n. 1-9. Sobre la cesión de derechos y de créditos, dentro del capítulo de la naturaleza y alienación de bienes eclesiásticos, consultar F. J. Wernz y Pedro Vidal, Ius canonicum ad Codicis normam exactum, tomo IV, vol. II, Roma, 1935, pp. 222-234, nº 757-764, con dos scholios, para la cesión, p. 222, nº 757. De interés es la obra, ya referida, de Antoni Oliba, donde aprovecha sus comentarios a las acciones para efectuar algunas consideraciones sobre la cessio bonorum aunque no profundiza en demasía en nuestra institución sino que repasa sus principales características al hilo de Institutiones 4, 6, 40. En este sentido, se ocupa de la no liberación de la totalidad de la deuda; efectos relativos sobre todo a la infamia y exclusión de la prisión —a la que sin duda era condenado el insolvente—, tanto si la cesión tenía lugar antes o después de la sentencia; no concesión a toda clase de deudor y discusión sobre la renuncia (Commentariorum de actionibus in duas summas partes, vol. I, pp. 370-371; 380-381 de la reed. anastática, n. 1-5). Efectúa breves apuntes en el derecho catalán (sin ninguna novedad respecto a lo que ya indicamos) con base siempre en la normativa romana (vol. I, lib. III, pp. 585589; 595-599 de la reed. anastática, n. 15-26) desarrollando más los aspectos relativos a la cesión de acciones (dado que éstas constituyen su principal objeto de estudio), sobre todo en la parte segunda (vol. II) que cuenta con adiciones de Hipólito Montaner. 141 Sobre este autor ver los trabajos de Bezemer, “A Repetitio by Jacques de Révigny on the Creations of the Ius Gentium”, en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, 49 (1981), pp. 287-321 y “Les Quaestiones disputatae orléanaises dans les commentaires de Jacques de Révigny”, en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, 58 (1990), pp. 5-38; “French Customs in the Commentaries of Jacques de Révigny”, en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, 62 (1994), pp. 81-112 y What Jacques saw. Thirteenth century France through the eyes of Jacques de Révigny, professor of law at Orléans, Frankfurt am Main, 1997 y Anne M. Halley, Arts, law and other studies in Orléans in the twelfth, thirteenth and fourteenth centuries, tesis doctoral, City University of New York, New York, 1979, pp. 146-153. - 346 - MENU SALIR consideración de los medios de reacción contra la ejecución personal de los deudores y la regulación jurídica al respecto. El embargo de bienes es analizado en varios de los comentarios, que en forma de quaestiones disputatae, escribió Révigny, pero Kees Bezemer se ha detenido sobre este particular142 y no sobre la cesión de bienes. Es a Jacques de Révigny, obispo de Verdún, a quien se debe atribuir la obra que, bajo presunta autoría de Pierre de Belleperche (fallecido en 1308 en Auxerre), lleva por título Lectura insignis et fecunda super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis143. Comenta la rúbrica del Codex relativa a la cesión de bienes. Refiere la consabida obligación del deudor de completar el pago de sus deudas si viene a mejor fortuna y el efecto liberatorio de la prisión de forma que si decide no pagar, ni ceder sus bienes será enviado a la cárcel donde 142 What Jacques saw, pp. 25, 33, 55, 60, 70, 91, 98, 104, 105, 112 y 134. 143 Cfr. E. M. Meijers, Études d’histoire du droit, Leiden, 1959, vol. III, pp. 73-74 (ver también el conjunto de las pp. 59-80). Anne M. Halley, Arts, law and other studies in Orléans in the twelfth, thirteenth and fourteenth centuries, pp. 149-150, siguiendo Meijers. Sobre Pierre de Belleperche ver pp. 153-154, donde apunta que gran parte de su pensamiento sería recogido por Bartolo al que Baldo reprochaba que se hubiese apropiado de sus ideas sin referirlo entre sus fuentes. Kees Bezemer en “The Law School of Orléans as school of public administration”, publicado en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, LXVI, nº 3/4 (1998), pp. 247-277, muestra a su vez la influencia de Belleperche, profesor en Orléans, que también estuvo en Bolonia y fue deán de la Catedral de Paris y Obispo de Auxerre, en Cino da Pistoia. Ni Halley, ni Bezemer nada dicen sobre las glosas de Belleperche a C. 7, 71 y D. 42, 3. Pierre Legendre había ya mostrado la relación de deuda que Cino da Pistoia tenía respecto a Révigny y Belleperche, indicando que aquel citaba a los dos maestros de Orléans y que Cino fue el intermediario a través del cual Bartolo tuvo conocimiento de los franceses (“La France et Bartole”, en Bartolo da Sassoferrato. Studi e documenti per il VI Centenario, Milano, 1962, vol. I, pp. 131-172). En los dos volúmenes del espléndido homenaje a la figura de Bartolo sorprende que los estudios institucionales, salvo los referentes a la teoría estatutaria, el origen del derecho internacional privado, la soberanía y una contribución sobre los pactos sucesorios, brillan por su ausencia. La cesión de bienes no existe en las mil doscientas sesenta páginas dedicadas al que fuera profesor del Studium de Perugia. La suerte de Révigny está asociada tan directamente a Bartolo, que la ed. de sus Lecturae super Institutionibus de Milano, 1506, aparece bajo el nombre del profesor perusino, error que también puso de manifiesto Meijers, vol. III, p. 68. Sobre el particular consultar igualmente, Peter Weimar, “Die Erstausgabe der sogenannten Lectura Institutionum des Pierre Rechtsgeschiedenis, 35 (1967), pp. 284-290. - 347 - de Belleperche”, en Tijdschrift voor MENU SALIR es mantenido y durante cuarenta días lacerado y difamado y pasados los cuales se entregaba a los acreedores —aunque recoge opiniones contrarias a la entrega—. Sobre la necesidad de que el deudor estuviese condenado o confeso sigue a Azzo. Plantea también la discusión en cuanto al objeto de la cesión y la posibilidad de reservarse los vestidos de uso ordinario, estimando poco verosímil que el deudor pudiese aparecer públicamente desnudo, lo que resultaría bastante irreverente. Aborda el problema relativo a si la cesión puede resultar liberatoria de una obligación de hacer, por ejemplo, cuando un sujeto se obliga contractualmente a escribir un libro y no lo hace, siendo enviado a prisión por tal incumplimiento. Concluye que no es admisible, en este caso, que ceda sus bienes, ya que entre autores hay diferencias sustanciales y se contrata en virtud de las características particulares del que debe hacer la obra. Niega, con carácter general, la cesión en las obligaciones de hacer144. El deudor puede arrepentirse de la cesión efectuada y decidir pagar aunque Révigny no admite la posibilidad de que cambie nuevamente de decisión y vuelva a ceder145. Una vez cedidos los bienes no se permite que los acreedores lleven a cabo el reparto por sí mismos sino que el juez debe ordenar la venta y hasta ese momento el deudor puede recuperar sus bienes pagando la deuda, salvo que se haya realizado una dación en pago146. Prácticamente inexistente es el comentario a la cesión de bienes efectuada con la finalidad de eludir las funciones municipales147. Respecto a las formalidades precisa que, en Lombardía, existía la costumbre de que el cedente manifestara su voluntad de ceder sin camisa, golpeado en la espalda y recibiendo el rechazo de 144 Jacques de Révigny [Pierre de Bellerperche], Lectura insignis et fecunda super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, Paris, 1519 (reimp. anastática, Bologna, 1967), ad C. 7, 71, 1, fol. 369v. Nada comenta sobre la cesión de bienes, y responde más a un planteamiento general sobre el comentario al Codex, H. Kiefner, “Zur gedruckten Codexlectura des Jacques de Révigny”, en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, 31 (1963), pp. 5-38. 145 Jacques de Révigny, Lectura super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, ad C. 7, 71, 2, fol. 369v. 146 Jacques de Révigny, Lectura super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, ad C. 7, 71, 4, fol. 369v. 147 Jacques de Révigny, Lectura super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, ad - 348 - MENU SALIR todo el pueblo148. Analiza igualmente la cesión de los filiifamilias149 y las mayorías exigidas para el acuerdo entre acreedores atinente a la concesión de la moratoria de cinco años, teniendo en cuenta los créditos privilegiados, negando, con carácter general, la cesión al deudor que ya ha gozado del beneficio de la espera salvo que, una vez transcurridos los cinco años, no pague y los acreedores decidan admitirle la cesión dado que pueden obtener más beneficio de ésta que del envío a la cárcel del deudor150. Dentro de la doctrina francesa, de mayor entidad y complejidad son los comentarios de Denis Godefroy (1549-1622) al Digesto y al Código. Usa como referencia obligada Varron y Aulio Gelio para remontarse a la crueldad implícita en la ejecución de los primeros tiempos; analizando el nexum, hasta llegar a la introducción del beneficio por la Ley Julia. No considera que la estima y la honra del cedente queden totalmente a salvo en base a que no podía ocupar ciertos lugares en el teatro lo que les señalaba de cara a la sociedad. A la misma conclusión llega en su interpretación de la Novela 135 entendiendo que plantea una alternativa a la cesión más beneficiosa para el deudor consistente en una especie de juramento de insolvencia151. No cree muy adecuada la ubicación de la primera norma de D. 42, 3 y plantea otras posibilidades152. La cesión de bienes tiene carácter individual, no extingue las obligaciones civiles y no se puede llevar a cabo de forma parcial, sino que ha de hacerse extensiva a la totalidad de los bienes153. Admite que la deuda pueda ser reconocida extrajudicialmente, mediante C. 7, 71, 5, fol. 369v. 148 Jacques de Révigny, Lectura super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, ad C. 7, 71, 6, fol. 369v. 149 Jacques de Révigny, Lectura super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, ad C. 7, 71, 7, fol. 370r. 150 Jacques de Révigny, Lectura super prima parte Codicis et super secunda parte Codicis, ad C. 7, 71, 8, fol. 370r. 151 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad Novela 135, col. 288. 152 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, Frankfurt am Main, 1663, ad D. 42, 3, 1, col. 1420. 153 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad D. 42, 3, 4, col. 1420. Sobre la inextinción de las obligaciones civiles ver Antoni Oliba, Commentariorum de actionibus in duas summas partes, vol. I, lib. II, ad Institutiones, 4, 6, 40, p. 370; 380 de la reed. anastática, n. 2. - 349 - MENU SALIR confesión o sentencia154. Refiere las formalidades exigidas en Francia por la Ordenanza de Luis XII frente a lo dispuesto en D. 42, 3, 9 y en C. 7, 71, 6155. Se pregunta quién puede ceder bienes planteando la cuestión —como ya hiciera Matteo Bruno, al que menciona expresamente— respecto a la mujer, la Iglesia, el menor, el obligado a hacer, el delincuente, etc., negándola en todos estos supuestos sin mayores explicaciones156. Pese a que la cesión sólo libera de la prisión y no de la totalidad de la deuda existe la posibilidad de que las partes acuerden lo contrario157, ya que, aunque no transmite la propiedad de los bienes a los deudores, se puede convenir una datio pro soluto158. Del mismo modo en su glosa a la Novela 135 insiste en el sujeto activo de la cesión, en su inadmisión en caso de que la deuda proceda de delito o cuando el deudor se endeuda voluntariamente o en la inextensión al fiador del cedente. Parece admitir la renuncia jurada al beneficio159. Recuerda como el beneficio de la cesión se extendió a las provincias; sin embargo, en Francia no se permite a los extranjeros160. Reitera la idea de que la cesión no extingue ipso iure la obligación, salvo pacto en contrario que nunca podrá admitirse si ha mediado fraude161. Enfoca la cesión de bienes el jurista de Lyon Guy Pape (1402-1476) desde el efecto no liberatorio de la deuda total hasta que mejore la situación económica del deudor. Más que un estudio del derecho romano efectúa ciertas incursiones en la práctica de Lyon, donde era costumbre golpear al cedente —quien se encontraba expuesto al público sobre una piedra especialmente destinada al efecto— al igual que en otras localidades. Esta categoría despreciable de cesión —de la que muchos reniegan— sí tenía efectos plenamente liberatorios, según indica Pape, aunque posteriormente el deudor prosperase económicamente. Recoge el 154 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad D. 42, 3, 8, col. 1420. 155 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad D. 42, 3, 9, col. 1420 y ad C. 7, 71, 6, col. 687. 156 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, a la palabra qui, C. 7, 71, col. 687. 157 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad C. 7, 71, 1, col. 687. 158 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad C. 7, 71, 4, col. 687. 159 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad Novela 135, col. 288. 160 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad Novela 135, col. 288. 161 Denis Godefroy, en Corpus Iuris Civilis, ad Novela 135, col. 289. - 350 - MENU SALIR pensamiento de Matteo Bruno en cuanto a no admitir la cesión en caso de fraude, dolo o solvencia del deudor o cuando éste ha disfrutado de la moratoria quinquenal. Refiere además la necesidad de que se lleve a cabo personalmente y no mediante procurador162. En otro panorama, Jacques Cujas (1522 -1590) aporta nuevas ideas con respecto a lo que en relación a la cesión se había escrito, en sus comentarios al Digesto y al Codex. En sus observaciones en torno a C. 7, 71 recoge la doctrina italiana de la diferenciación entre decoctor y fraudator163; también se plantea los modos en que se puede llevar a cabo la cesión de bienes tanto por la vía judicial como extrajudicial, la evitación de la infamia y el contraste en relación al Digesto y a las Basílicas. La cesión se hace extensiva a todos los bienes no sólo presentes, sino también futuros y ello por su carácter pro solvendo, precisando que el deudor no realiza una datio pro soluto sino que cede sus bienes para su venta pública aplicando el precio obtenido a prorrata entre los acreedores164. Establece la diferencia entre la cesión regulada por la Ley Julia que se hacía conforme a derecho y dotada de una notable solemnidad, de la que se impondría más tarde donde predominaba, por contrapartida, el elemento meramente voluntario desprovisto de formalismos legales que sí existían en un principio pero que más tarde se prefiere dejar a la simple discrecionalidad de las partes165. Entiende con Accursio que el aplazamiento quinquenal llevaba implícita la renuncia a la cesión166. Comenta con carácter general D. 42, 3 incidiendo en que la cessio bonorum, con independencia de que sea judicial o extrajudicial, libera de la infamia comparándola con el idéntico efecto obtenido mediante la distractio bonorum167. 162 Guy Pape, Commentaria in statutum Delphinale, Lyon, 1507, q. 343, pp. 595-596. 163 Jacques Cujas, Paratitla in Libros novem Codicis Iustiniani, vol. VIII de Opera, Prato, 1839, cols. 1212-1214. 164 Jacques Cujas, Paratitla in Libros novem Codicis Iustiniani, vol. VIII de Opera, cols. 1213. 165 Jacques Cujas, Paratitla in Libros novem Codicis Iustiniani, vol. VIII de Opera, col. 1213. 166 Jacques Cujas, Paratitla in Libros novem Codicis Iustiniani, vol. VIII de Opera, cols. 1213. Completa sus comentarios a C. 7, 71 en In Librum VII Codicis Recitationes solemnes, vol. IX de Opera, Prato, 1839, cols. 1709-1712. 167 Jacques Cujas, Paratitla in libros L. Digestorum sive pandectarum, vol. III de Opera, Prato, - 351 - MENU SALIR Aprovecha el comentario a la Novela 135 para apuntar que el cedente no se encontraba del todo exento de cualquier atentado a su estima, refiriendo, por ejemplo, los lugares que se veía obligado a ocupar en el teatro. Estima que se le impone la obligación de jurar que no es solvente, identificando este juramento con juramentum bonae copiae y sustituyendo (como ya indicamos en su momento) en el pasaje de Varron el término jurarunt por ejurarunt168. En otro momento alude a la universalidad patrimonial como objeto de la cesión y a la facultad de revocación del deudor recuperando sus bienes si se defiende o si satisface a los acreedores resultando evidente que la mejor defensa es el pago169. En cuanto a D. 42, 3, 8 interpreta que sólo existen dos vías de reconocimiento de la deuda, de un lado, la confesión judicial y de otro, la condena, negando la cesión en cualquier otro supuesto y criticando la interpretación accursiana que permitía una tercera posibilidad de reconocimiento extrajudicial170. La relación entre bancarrotas y cesiones y las condiciones en las que la mujer puede llevar a cabo la cesión se plantean por parte de un autor tan clásico del derecho francés, aunque más conocido por su producción literaria que como abogado, como Gabriel Bounyn, quien se ocupa también de la obligación impuesta al que hacía cesión de bienes de llevar un gorro verde. La cuestión es si la mujer estaba o no exenta de la misma171. Son muy numerosos los intentos de conceptualización por parte de la doctrina, aunque la mayoría no aporta demasiados elementos nuevos. Señalamos 1837, col. 253. 168 Jacques Cujas, Ad tres postremos Libros Codicis Justiniani commentarii, vol. X de Opera, col. 752. 169 Jacques Cujas, In librum primum Pauli ad edictum commentarii seu recitationes solemnes, vol. V de Opera, Prato, 1838, col. 1221. 170 Jacques Cujas, In librum primum Pauli ad edictum commentarii seu recitationes solemnes, vol. V de Opera, cols. 1221-1222. 171 Les cessions et banqueroutes; et les causes qui ont meu le sage et souverain Sénat et Parlement de Paris de confirmer le jugement du juge de Laval, sur ce qu’il aurait condammé un cédant aux biens de porter le bonnet ou chapeau verd; et sçavoir s’il se peut donner à tous cédants indiféremment; et si aux femmes, au susdit cas, l’on peut donner le chapperon verd ou autre marque, Paris, 1586. - 352 - MENU SALIR así, a Philippe Vicat172, que sigue a Alexander Scott, Johann Kahl, Barnabé Brison (1531-1591) y Johann Christian Gottlieb Heinecke (más conocido como Heineccio). Como ideas principales señala que entre los beneficios que produce la cesión estaba la restitución de la fama perdida por el deudor, evitar el ingreso en prisión y no ser perseguido por los acreedores. También valora el daño emergente que se puede producir con la entrega de bienes a los acreedores mediante el expediente de la missio in bona173. En apenas unas líneas reproduce los momentos históricos en el Derecho romano, no en el intermedio, más significativos sobre la cesión de bienes, reducida sólo a Roma y luego a Italia, en tiempos de Julio César, para extenderse con Diocleciano a las distintas provincias del Imperio. Dentro de la literatura jurídica catalana ha dedicado parte de su atención a la cessio bonorum Tomàs Mieres, quien lejos de comentar el derecho del Principado, del que tan sólo recoge la necesidad de juramento —sin el que no se admite el beneficio—, analiza la cuestión desde la perspectiva del derecho común. Así, se ocupa de aspectos generales como su concesión tanto al hombre como a la mujer insolventes. La liberación de la prisión no es inmediata y mientras se resuelve el procedimiento donde debe probarse la insolvencia, corresponde al acreedor suministrar alimentos al deudor encarcelado174. Al mismo tiempo, el deudor debe prestar una garantía de que efectuará el pago cuando mejore su fortuna, a salvo siempre de los vestidos y alimentos cotidianos, ya que la cesión no extingue la 172 «Cessio bonorum est actus, quo obaerati si per fortunae injurias solvendo non sint, bona sua omnia creditoribus permittunt, ut inde, in quantum sufficiant, satisfiat. Nimirum Lege XII Tabularum cautum fuerat, ut condemnati, vel confessi, si intra justum tempus non solverent, creditoribus addicerentur et ab his in vinculis haberentur». «Eius porro bonorum cessionis beneficium amplius est, ut famam cedentem non sugillet... ut idem nec in carcerem detrahi... nec de reliquis urgeri possit... nisi ad meliorem fortunam pervenerit, quamvis, et tunc gaudeat beneficio competentiae» (Vocabularium iuris utriusque ex variis ante editis, praesertium ex Alexandri Scoti, Jo. Kahl, Barn. Brissonii et Jo. Gottl. Heineccii accessionibus, Napoli, 1760; Venezia, 1767; vol. I, p. 143 de la ed. de 1767). 173 174 Philippe Vicat, Vocabularium Iuris utriusque, vol. I, p. 225. Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Barcelona, 1533, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 93r, n. 1-4 y fol. 95v, n. 45. - 353 - MENU SALIR deuda sino que tan sólo suspende las acciones175. Se plantea la debatida cuestión relativa a las deudas tributarias, siguiendo en este punto a Baldo degli Ubaldi, distinguiendo, a su vez, si el el origen de la insolvencia del deudor común es o no doloso, equiparando al dolo una posible actitud rebelde176. Apunta brevemente a la problemática de las deudas del clero177. La impotencia de hacer es lo que justifica la cesión, no admitiéndose en el caso del que puede hacer, y no hace, apreciándose dolo en su negativa a actuar178. Respecto a las obligaciones de hacer propiamente dichas admite la liberación cuando el interés del acreedor puede ser satisfecho, dependiendo también si se ha contratado o no atendiendo a las particulares características del obligado179. Si en caso de delito, se condena a una pena pecuniaria y el condenado cede los bienes, dicha pena se transformará en corporal siempre que consienta el acreedor, aunque esta posible conversión le resulta dudosa si los acreedores aceptan la cesión180. No considera admisible, con carácter general, la renuncia al beneficio de la cesión181. Pierde el privilegio el que oculta bienes o el que niega su deuda y luego es condenado182. Reconoce el 175 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 93v, n. 5; fol. 95r, n. 34 y n. 40-41. 176 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 93v, n. 7-11. Sobre la imposibilidad de ceder bienes al deudor del fisco, ver también fol. 94v, n. 21 177 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 93v, n. 11. 178 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fols. 93v-94r, n. 14. 179 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 93, n. 15. 180 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 94v, n. 16. 181 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 94v, n. 18 y fol. 95v, n. 44. La renuncia con juramento (fol. 96v, n. 56) y las opiniones a favor de la renuncia, según si implica o no un atentado a las buenas costumbres, se recogen en fols. 96r-96v, n. 57-59 182 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 94v, n. 19 y 94r, n. 25 y fol. 96r, n. 58. - 354 - MENU SALIR beneficio a la mujer por cuanto puede ser encarcelada pero no al menor con base en la misma argumentación183. Sólo se puede hacer cesión de bienes cuando no hay otra solución alternativa, hablándose de una situación de pobreza notoria184. La posibilidad de una segunda cesión de bienes respecto a deudas posteriores constituye para Mieres una negativa absoluta, descubriendo aquí un probable fraude a los acreedores185. Entendemos que se refiere al que contrae nuevas obligaciones tras la cesión sin haber satisfecho por completo a sus primeros acreedores. Sigue el pensamiento de Baldo a la hora de rechazar las formalidades infamantes con las que se acostumbraba a rodear la cesión186, estimando necesario un inventario de los bienes en presencia de los acreedores187. También se pronuncia sobre la cesión de bienes futuros llevada a cabo por los hijos y las hijas, con el fin de eludir la prisión, debiendo los emancipados —siempre que dicha emancipación no sea fraudulenta— evitar cualquier perjuicio al padre188. Niega a los acreedores la facultad de dividir los bienes cedidos, correspondiendo a la autoridad la liquidación y posterior venta189. Nada comenta sobre la inadmisión de cesión para eludir cargos públicos sino que tan sólo hace mención del asunto190. 183 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 94r, n. 26-27. 184 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 95v, n. 42 y n. 46-47. 185 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 95v-96r, n. 49. 186 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 96r, n. 51 y n. 57. 187 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 96r, n. 52. 188 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 97r, n. 62 y 64. 189 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 97r, n. 63. 190 Tomàs Mieres, Apparatus super Constitutionibus et Capitulis Curiarum Cathaloniae, Iª Pars, IVª Collatio, c. 20, fol. 97r, n. 63. - 355 - MENU SALIR La distinción de la cesión de bienes de figuras afines como la datio in solutum, o la venta es establecida por Joan Pere de Fontanella quien, a su vez, diferencia entre cesión de bienes y derechos, incluyendo en esta última categoría la posibilidad de ceder a los acreedores el derecho a reclamar ciertas cantidades que, una vez cobradas, serían aplicadas a la satisfacción de los créditos, aunque no implica la extinción de la obligación a semejanza de lo que sucede en la datio in solutum, asimilable a la venta191. En caso de cesión de derechos el cesionario puede accionar en vía ejecutiva del mismo modo que lo haría el cedente192 como si del acreedor principal se tratase193. Se puede ceder el derecho a cobrar una renta o directamente las cantidades percibidas, distinguiendo claramente entre las dos posibilidades, en base a que la primera suele prohibirse mientras que la segunda no, teniendo un carácter vitalicio, al extinguirse a la muerte del cedente194. En esta categoría de cesión de derechos se permite acción contra el cedente si el cesionario no puede recuperar en todo o en parte la cantidad adeudada al que cedió su derecho a cobrarla195. En relación a la datio in solutum sigue las consideraciones de Paolo de Castro y Barbosa, afirmando que extingue cualquier garantía, de modo que si se había entregado algún bien en prenda, puede permanecer en poder de los acreedores en virtud de la dación efectuada a los mismos196. 191 Joan Pere de Fontanella, Decisiones sacri regii Senatus Cathaloniae, Genève, 1662, vol. I, Dec. 167, p. 342, nº 1. Hay otra ed. en Köln, 1735, además de la que referimos en el capítulo anterior de Lyon, 1668. 192 Joan Pere de Fontanella, Decisiones sacri regii Senatus Cathaloniae, vol. I, ed. de 1662, Dec. 166, p. 341, nº 10. 193 Joan Pere de Fontanella, Decisiones sacri regii Senatus Cathaloniae, vol. I, ed. de 1735, Dec. 166, p. 315, nº 14. 194 Joan Pere de Fontanella, Decisiones sacri regii Senatus Cathaloniae, vol. I, ed. de 1662, Dec. 167, p. 342, nº 6-7. 195 Joan Pere de Fontanella, Decisiones sacri regii Senatus Cathaloniae, vol. I, ed. de 1735, Dec. 167, p. 315, nº 3. 196 Joan Pere de Fontanella, Decisiones sacri regii Senatus Cathaloniae, vol. II, ed. de 1735, Dec. 446, p. 318, nº 10. - 356 - MENU SALIR La concesión del beneficio de cesión de bienes al deudor desgraciado y miserable excluye al excomulgado, salvo que le sea levantada la excomunión y preste fianza suficiente de que efectuará el pago si mejora su situación económica. Estos son algunos de los aspectos analizados por Jaume Càncer197. Su exposición se basa en el Digesto y el Codex, sin efectuar sustanciales aportaciones, siguiendo básicamente las consideraciones de Matteo Bruno, Bartolo, Alberico da Rosciate, Guy Pape, Baldo, Odoardo, Paolo de Castro, etc. Recoge, entre los efectos de la cesión, el beneficio de competencia que protege las sucesivas adquisiciones del cedente198 y el derecho a reservar los los bienes inmuebles que produzcan renta suficiente para vivir honestamente199. Entre las escasas referencias al derecho catalán, además de la prohibición de ceder bienes en algunos supuestos, y de la necesidad de juramento, precisa la obligación de que la cesión se contenga en instrumento garantizado con escritura para que pueda eximir de la prisión200. Se admite para deudas civiles, según el derecho común y la autorizada opinión de Bartolo201 a quien también toma como referencia para puntualizar que la cesión puede ser llevada a cabo ante el juez, extrajudicialmente, por carta, mensajero o a acreedores ausentes202. Tan sólo recoge un caso de cesión de bienes judicial con sentencia de 19 de julio de 1597 de la Real Audiencia de Barcelona atinente a la posibilidad de ejecución contra el deudor mientras está pendiente la resolución judicial sobre la cesión203. Al ser un 197 Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathalonie, Lyon, 1711, Pars II, cap. IX, nº 1-55, pp. 166-170, en concreto, pp. 166-167, nº 1-3. 198 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 167, nº 4. 199 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 167, nº 5. 200 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 167, nº 9. 201 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 167, nº 11. 202 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 168, nº 34. 203 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus - 357 - MENU SALIR recurso de los deudores miserables nunca se puede tolerar para ayuda de los que actuaron dolosamente, ni al que niega su deuda, incluso tras la condena204, es decir no se concede si la causa de la deuda es delictiva y tampoco la admite para las deudas tributarias205. Cambiando de plano, la obra de Francisco Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum concurrentium ad litem per debitorem communem inter illos causatam206 se considera el primer tratado doctrinal sobre la quiebra de gran influencia en el resto del mundo, particularmente en Italia y en Alemania, por lo que hemos considerado oportuno incluirlo en este capítulo de Derecho europeo. Lo que se recoge básicamente es el supuesto de la quiebra voluntaria cuando el deudor hace cesión de sus bienes originando el concurso por su propia iniciativa. Sistematiza el procedimiento a seguir que ya había sido configurado a nivel práctico sobre la base de la cesión de bienes207. Salgado no distingue entre deudor comerciante y no comerciante y todo el procedimiento tiene un marcado carácter judicial, ya que es el propio juez el que se encarga de nombrar al administrador de los bienes, de venderlos y de repartir entre los acreedores el importe de la venta. Para que se admita la cesión exige que el deudor esté en prisión208, evitándola con la misma. Indica como requisitos que éste acuda ante el órgano judicial correspondiente, hasta el punto que todo el procedimiento puede declararse nulo si existe un defecto de jurisdicción por falta de competencia. Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 170, nº 55. 204 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 169, nº 47. 205 Jaume Càncer, Variarum resolutionum iuris caesarei, pontificii, et municipalis Principatus Cathaloniae, Pars II, cap. IX, p. 169, nº 40. 206 Manejamos la edición de Lyon de 1665. 207 Xavier Añoveros Trías de Bes, pese a no detenerse en las particularidades de la cesión de bienes, sí la identifica con el procedimiento contemplado por Salgado de Somoza en el que, «a cambio de intensificar las formalidades y garantías, no hay previo encarcelamiento del deudor, ni necesidad de que éste reconozca sus deudas con efectos de confesión o esté condenado por una sentencia...» (“Salgado de Somoza, un precursor de la moderna doctrina del Derecho Concursal”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, vol. III, p. 3475). 208 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I, p. 3, nº 10. - 358 - MENU SALIR Seguidamente debe presentar un inventario detallado, bajo juramento, de todos sus bienes, derechos y acciones, sin ocultar nada209 y una relación de sus acreedores que serán citados para la graduación de sus créditos. Señala las diferencias entre la simple cesión de bienes y el concurso propiamente dicho, en base a las formalidades, donde parece seguir a Marco Antonio de Amatis210. La simple cesión no se admitía al quebrado que huía, mientras que el concurso no se impide, llevándose a cabo el embargo de sus bienes211. Recogiendo el sentir clásico señala la existencia de la cesión a realizar tanto judicial como extrajudicialmente y, en este segundo caso, mediante un mensajero o por carta, mientras que el concurso sólo se podía llevar a cabo judicialmente212. Otro lugar común es la negativa de cesión cuando la deuda corresponda a una condena pecuniaria, en el caso de que una parte de la misma vaya destinada al fisco213. La cessio bonorum no es una bonorum distractio sino una transmisión universal (aunque el deudor no pierde la propiedad hasta la venta214) de bienes en la que además se integran la totalidad de los mismos tanto muebles como inmuebles del patrimonio del deudor, sus derechos y acciones en lo que coincide en su comentario con lo expresado por Matteo Bruno215, de lo que se deduce que se trata de un juicio universal, no particular, que afecta a la universalidad del patrimonio. Esta idea, sin embargo, no es original suya ya que él mismo indica que era resaltada por Bartolomeo Rebello, Marescoto, Juan García e incluso Giacomo Menochio216 y Pietro Barbosa, aunque sobre el particular señala las discrepancias 209 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I, p. 3, nº 12-13. 210 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I, p. 7, nº 51-52. 211 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I, p. 7, nº 46-48. 212 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I, p. 8, nº 55-56. Sobre la innecesariedad de instancia de los acreedores, Pars I, cap. III, p. 28, nº 10. 213 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, p. 46, nº 2-3. 214 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, cap. V, p. 691, nº 31 y cap. XI, p. 723, nº 17. 215 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I § 2, p. 11, nº 17-19. Insiste en la universalidad referida a la simple cesión y al concurso en Pars III, cap. V, p. 690, nº 9. 216 Consiliorum sive responsorum Liber primus, Liber secundus et Liber tertius, Venezia, 1577- 1582. - 359 - MENU SALIR doctrinales sostenidas por Burgos de Paz y Molina217. El cedente renuncia implícitamente a la administración de sus bienes quedando en manos del juez nombrar a la persona adecuada para cumplir esta función218, careciendo, igualmente, de la facultad de disposición, de forma que cualquier transacción realizada se entenderá nula y en fraude de acreedores219. Cuestión diferente es si puede ejercitar sus acciones, mostrando Salgado de Somoza la opinión contraria de la mayoría de la doctrina220. La posibilidad de la reiteración de la cesión de bienes en cuanto tal es admitida. Esto no le impide precisar que es diferente la cesión, individualmente considerada, como acto repetible, frente a la posibilidad de que en un mismo concurso se pueda llevar a cabo dos veces cesión de bienes, no admitiéndose esto último, ni tampoco el concurso tras la cesión221. Tiene oportunidad de comentar además la cesión de bienes efectuada con infamia y con ignominia222 y su prohibición cuando la situación tuvo su origen en el dolo o culpa del deudor. El cedente lo asimila Salgado al decoctor y al fallido en el sentido de que, cedidos los bienes, tiene lugar la apertura del concurso, aunque la idea no es suya sino de Filippo Paschale223, por tanto el procedimiento concursal participa de la naturaleza de la cessio bonorum224. Contempla igualmente la cesión llevada a cabo por el menor indicando que se prohibe, con carácter general, al que tiene menos de catorce años porque no puede ser enviado a prisión y se admite al menor de veinticinco, siempre que se cumplan dos requisitos básicos: instancia de los acreedores y orden judicial225. El fiador no queda liberado de la obligación en 217 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. III, p. 24, nº 1-2. 218 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. XIV, p. 130, nº 1 y Pars III, cap. V, nº 32. 219 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. XIV, p. 130, nº 6; p. 131, nº 19; p. 132, nº 21 y nº 28. 220 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. XIV, p. 132, nº 22-28. 221 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. XVI, p. 218, nº 2; p. 220, nº 22 y p. 221, nº 32. 222 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, cap. XVI, p. 771, nº 67-68. 223 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. XIV, p. 130, nº 3. 224 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. XVII, p. 240, nº 5. 225 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars I, cap. I, § II, p. 12, nº 24-37. - 360 - MENU SALIR virtud de la cesión de bienes realizada por el deudor principal226. El arrepentimiento del cedente sólo puede tener lugar antes de la venta de los bienes y la recuperación de su patrimonio iría ligada al pago o a una justa defensa, estando los acreedores obligados a la restitución227, aunque hay quien sostiene que esto sólo es posible en la cesión extrajudicial228, pero Salgado de Somoza lo hace extensivo al concurso. En cuanto a la debatida cuestión de la renuncia a la cesión sólo la admite mientras esté pendiente el procedimiento229, pudiendo imponerse esta decisión a los acreedores230. Las posibilidades del cesionario de ejercer acciones que resulten útiles para la masa concursal en nombre propio —por sí mismo o legitimando a otro— o del cedente son analizadas por el también hispano Tomás Carleval a la hora de enfrentarse a diferentes cuestiones jurídicas del derecho común, aunque sus consideraciones en esta materia se refieren a la cesión de acciones y derechos231 más que a la cesión de bienes propiamente dicha, razón por la cual efectuaremos tan sólo un breve repaso a las mismas. Plantea el ejercicio de acciones cedidas por parte del cesionario232. Coincide con lo que apuntaría, entre otros, Giovanni Domenico Gaito a la hora de afirmar que con la cesión se trasmite la acción en sí misma y no el ejercicio directo233. Por otra parte, delimita las diferencias entre el cesionario que se constituye en administrador de los bienes cedidos, que al fin y al cabo es gerente de sus propios intereses, y el administrador ordinario234. Indica 226 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, p. 626. 227 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, cap. XVI, p. 766, nº 2-3. Es una idea común a la práctica totalidad de los que han tratado la materia. 228 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, cap. XVI, p. 767, nº 13. 229 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, cap. XVI, p. 767, nº 7-8. 230 Salgado de Somoza, Labyrinthus creditorum, Pars III, cap. XVI, p. 767, nº 9. 231 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, ad interpretationem regiarum legum regni castellae, & illis similium, tam ex iure neapolitano, quam ex utroque communi, civili, & canonico, vol. I, De judiciis, t. 2, d. 4, n. 12-16, Lyon, 1745 (hay ediciones de esta obra en Napoli, 1634 y 1641, en Madrid, 1656, en Venezia, 1660, 1666 y 1683; Lyon en 1668 y en Valencia, 1768). 232 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 2, d. 4, n. 12. 233 Tomás Carleval Disputationes iuris variae, t. 2, d. 4, n. 15. 234 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 2, d. 4, n. 16. - 361 - MENU SALIR que no puede ser cedido aquello que no es transmisible al heredero235 y seguidamente efectúa una relación de derechos excluidos de la cesión. Así, por ejemplo, el derecho de alimentos en general porque se solicita y concede en función de la relación de filiación236; el derecho del señor a los alimentos percibidos de la Iglesia que lo ampara; el derecho de prelación del dominio directo en la enfiteusis237 o el derecho de retracto por razón de consanguinidad238. Reflexiona sobre el sujeto activo en la cesión indicando además que, una vez cedidos los derechos, el cesionario se subroga, respecto a los mismos en el lugar del cedente239, y lo mismo sucede en la cesión de acciones240. No olvida el tema de la prelación en caso de varios acreedores, cesionarios o cesiones realizadas en diferentes momentos, determinando la preferencia entre los distintos acreedores del cedente respecto al cobro de los créditos o entre los distintos derechos a la hora de ser ejercidos, según la categoría de los mismos241 e igualmente enfoca el conflicto entre cedente y cesionario en cuanto al ejercicio de dos acciones igualmente potiores, directae y utiles242. Plantea además el problema de la cesión efectuada primero en el tiempo pero de derechos o acciones posteriores, en relación a la cesión ulterior de derechos o acciones que pueden, en teoría, ser exigidos con anterioridad, además de la preferencia entre dos acciones cedidas correspondientes a momentos temporales distintos243. En la cesión de créditos no se exige el consentimiento de los deudores, sino que el acreedor puede ceder las acciones contra los mismos cuando quiera244. En el caso de que medie precio en 235 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 20, n. 2. 236 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 20, n. 3. 237 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 20, n. 3. 238 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 20, n. 3. 239 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 26, n. 1. 240 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 2, 8 y 21. 241 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 33, n. 2 y 3. 242 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 1, d. 26, n. 8. 243 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 33, n. 4 y 5. 244 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 2. - 362 - MENU SALIR la cesión la califica de compraventa245 y precisa que la cesión de derechos no supone ninguna alteración en la naturaleza de los mismos ni un aumento de su fuerza jurídica a la hora de hacerlos efectivos246. Considera imposible e incompatible la cesión y la conservación de los derechos y acciones cedidos ya que es en el mismo momento del contrato cuando se extinguen dichos derechos y acciones del cedente, aunque hay ciertas excepciones no obviadas por Carleval247. Contempla también la posibilidad de que el cedente pueda ejercer acciones para exigir a sus deudores el abono de las cantidades debidas con la finalidad de liberar a estos, determinando el momento preciso para llevarlas a cabo248. La cesión de acciones en sí misma no puede tener un carácter liberatorio para el deudor si ninguna acción prospera249. No admite la cesión realizada por el deudor solvente, extranjero o cuando un fiador avala al deudor250. Comenta las Instituciones de Justiniano y en el libro IV, título VI Johann Harprecht (1560-1639) se ocupa de la cesión de bienes contemplándola como el último recurso del deudor miserable251. Viene a efectuar un resumen de sus principales características sin aportar sustanciales novedades. La define como un acto por el cual el deudor insolvente entrega todos sus bienes a sus acreedores evitando la cárcel, además de otros inconvenientes. Recuerda como desde antiguo se establecía que el que no podía satisfacer una deuda era encarcelado y castigado, según se recoge en las Noctae Aticae de Aulio Gelio, XX, 1 o contemplan Cujas, o Covarrubias, entre otros. Para él, cuestión en la que no dice nada especial, la Ley Julia vino a mitigar las asperezas al establecer que el deudor que cedía sus bienes 245 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 4. 246 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 38. 247 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 39. 248 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 26, n. 2, 3 y 10. 249 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 5. 250 Tomás Carleval, Disputationes iuris variae, t. 3, d. 35, n. 11. 251 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis divi Justiniani, Imperatoris Sacratissimi; multis insignibus quaestionibus adauctus, atque omnibus non solum Jurisprudentiae Alumnis, Interpretibus, Consulentibus, Advocatis & Judicibus, sed aliarum etiam facultatum Studiosis & Professoribus, propter varias in illis materias dilucide ac diligenter - 363 - MENU SALIR se libraba de la cárcel y de la infamia252. En cuanto a la forma de efectuar la cesión recoge lo dispuesto en D. 42, 3, 9 en cuanto a la posibilidad de una cesión judicial y extrajudicial. De esta misma norma, así como de C. 7, 71, 6, deduce la innecesariedad de ningún rito o solemnidad para llevar a cabo la cesión al bastar únicamente con la declaración de voluntad. Además se exige cierta garantía al que hace la cesión, ya que si mejora su situación económica deberá satisfacer cuanto pueda (D. 42, 3, 4)253. Se permite la cesión a cualquier deudor con independencia de su sexo y condición, tanto si se trata de una deuda tributaria como de cualquier otro tipo254. Sin embargo, hay excepciones y encontramos algunos casos en los que no se concede el beneficio. Nos hallamos frente al supuesto en el que el deudor llegaba a la insolvencia debido a su actuación dolosa o el caso recogido en C. 7, 71, 5 relativo al que cede sus bienes para eludir un cargo público o el pago de impuestos255. Por otra parte, tampoco se permite liberación de pena mediante la cesión de bienes cuando la obligación del deudor procede de delito256, ni se admite el beneficio de la cesión respecto a las obligaciones de hacer257. Otra excepción va referida al deudor que, consciente de su insolvencia, se obliga mediante contrato258, o el que previamente ha renunciado al beneficio o acordado con sus acreedores que no iba a cederles los bienes259. Señala además Harprecht que nadie puede, en virtud de una deuda monetaria, ser condenado a cadena perpetua, salvo que renuncie al beneficio de la cesión que es el único que le permite evitar la prisión (C. 7, 71, 1) y por ello es opinión común de la doctrina que la renuncia a la cesión —aunque mediase juramento— podría ser considerada inválida ya que el deudor libre se pertractatas, oppido quam utilis atque fructuosus, 4ª ed., Lausanne, 1748, vol. IV, p. 782, n. 1. 252 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 782, n. 2. 253 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 782, n. 3. 254 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 782, n. 4. En este punto refiere, entre otras, las consideraciones de Matteo Bruno. 255 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, pp. 782-783, n. 5. 256 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 783, n. 6. 257 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 783, n. 9. 258 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 783, n. 10. - 364 - MENU SALIR estaría condenando a prisión perpetua (coincide en este punto con Covarrubias y Matteo Bruno). Nuestro autor cambia su argumento inicial, aunque llegando a una conclusión similar, al indicar que el que renuncia a la cesión no se condena a la prisión, al menos en principio, ya que la renuncia en sí misma considerada no puede dar lugar a la privación de libertad, sino que lo que le llevaría a la cárcel es el hecho de que —tras la mencionada renuncia— el deudor ni pagase, ni fuese solvente para hacerlo260. En teoría no se admite la renuncia ni el pacto sobre derecho futuro, pero esta regla no se aplica a la cesión de bienes si se ha reconocido en juicio o existe condena261 porque, en efecto, se permite renunciar a un derecho futuro si no hay mínima duda sobre su existencia. Una cosa es la cesión misma y otra diferente el derecho a ceder ya que este último lo tiene desde el principio el deudor que no hace frente a sus pagos, mientras que la cesión sólo se permite cuando la deuda es manifiesta y clara (sigue aquí a Iacopo d’Arena entre otros)262. Por otra parte, el deudor que niega en un primer momento la deuda puede disfrutar más tarde del beneficio de la cesión, siempre que la confiese con posterioridad. Opina Harprecht que si bien puede parecer un tanto indigno conceder este beneficio al que niega la deuda y luego la confiesa, la solución adoptada se extrae de C. 7, 71, 1 que permite librar de la cárcel al deudor que, una vez juzgado y condenado, hace la cesión y ello porque la condena se debe a que, lógicamente, el deudor ha negado previamente la deuda ya que, si confiesa ab initio, no hay partes enfrentadas, ni necesidad de sentencia condenatoria. Además el que declara en juicio y se arrepiente de su declaración puede corregirla antes de que haya sentencia263. La pérdida del privilegio por el hijo de familia a causa de engaño y sus consecuencias respecto a posibles excepciones serán también comentadas por Johann Harprecht264. La 259 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 783, n. 11. 260 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 783, n. 12 y 13. 261 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 15. 262 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 17. 263 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 18 y 19. 264 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 20 - 365 - MENU SALIR posibilidad de una moratoria de cinco años es analizada en el sentido de que si la mayoría de acreedores, respecto a la cuantía de la deuda, estuviesen de acuerdo en conceder al deudor un aplazamiento de cinco años, transcurrido este quinquenio, y sólo entonces, deben satisfacer la deuda y no hacer cesión. Ahora bien si lo que se concede, en base a las mayorías anteriores, es el beneficio de cesión, entonces no cabe prórroga. En el supuesto de que no todos los acreedores otorguen el aplazamiento, bastará la decisión de los que tuviesen los créditos mayores en cuantía, ya que si el que tiene el crédito mayor puede condonar la parte que aún no ha cobrado en su totalidad, con mayor motivo podrá aplazar temporalmente el pago. De todas formas habrá que atenerse a la decisión más benigna y humanitaria que normalmente será el aplazamiento y cuando el deudor al que se le ha prorrogado el plazo para pagar se recupere económicamente deberá satisfacer a sus acreedores265. Otra posibilidad es que la moratoria sea concedida por el Príncipe y, tanto en este supuesto como en el anterior, se le exigen al deudor ciertas garantías de que —transcurridos los cinco años— efectuará el pago. Reflexiona, siguiendo en este punto, entre otros muchos, a Matteo Bruno, sobre la necesidad de que incluso se ofrezcan en caso de cesión ya que lógicamente, si el deudor presenta fiadores, los acreedores estarán más predispuestos a concederle las mayores facilidades para la satisfacción completa de la deuda266. Por otra parte, insiste de nuevo en que el deudor que cae en la indigencia por propia culpa no puede gozar del beneficio de la cesión, ya que éste corresponde sólo al que por fuerza mayor, mala fortuna, vicio oculto o accidente, perdiese sus bienes y no es aplicable cuando esta situación tiene su origen en la negligencia, prodigalidad, culpa, o dilapidación de bienes en la diversión o el juego267. Sin embargo, si de una acusación calumniosa resulta la aplicación de una pena por la que el sujeto se ve privado de sus bienes, no entiende Harprecht que su estado le sea imputable268. Tampoco se admite a este beneficio al y 21. 265 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 22 y 23. 266 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 24. 267 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 25. 268 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 26. - 366 - MENU SALIR que cae en la ruina en parte por su culpa y en parte por la mala fortuna ya que su intervención culpable le hace incluso indigno de compasión. Por esta misma razón al mercader fallido —en caso de que la quiebra le sea imputable— no se le permite gozar de la cesión ni puede el Príncipe concederle el aplazamiento de cinco años269. Plantea la debatida cuestión de que si el deudor cede la totalidad de sus bienes, en tal caso, qué le restaría para vivir cotidianamente. Siguiendo a Accursio, y a Hugues Doneau (1527-1591) en esta ocasión, señala que una vez hecha la cesión no le quedaría nada, solución novedosa que sería confirmada por Oswald Hilliger, aunque considera más humana y equitativa la opinión de los críticos según la cual al cedente debe concedersele de forma graciosa la posibilidad de conservar lo necesario para su sustento270. En esta línea comenta el derecho municipal de Wittemberg vigente en su época señalando que efectivamente el deudor que cede es despojado de la totalidad de sus bienes con excepción del sustento y vestido cotidiano y de lo necesario para mantener a su familia, ya que con la cesión se ve afectada la totalidad del patrimonio de la esposa (vestidos, joyas, dote) e incluso de las personas mayores dependientes del deudor y cualquier argumentación contraria además de dificultosa se opondría a la humanidad y equidad271. Recoge los efectos y utilidad de la cesión, siguiendo el Codex sin mayores comentarios, en el sentido de evitar la prisión y otros inconvenientes al deudor. Apunta igualmente que, con la cesión, los acreedores no adquieren inmediatamente el dominio de lo bienes cedidos sino que el deudor puede recuperarlos si paga con ulterioridad o si se defiende antes de la venta272. Indica el carácter no liberatorio de la cesión cuando los bienes no resultan suficientes para satisfacer a los acreedores273. Apunta finalmente al beneficium competentiae respecto a los bienes adquiridos después de la cesión, haciendo referencia a un deudor que ve mejorar su fortuna y adquiere ganancias dignas, lo cual haría que el pretor aplicase los nuevos bienes a la satisfacción de los restantes 269 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, pp. 784-785, n. 27. 270 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 28. 271 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 29. 272 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 785, n. 30. 273 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 784, n. 31. - 367 - MENU SALIR créditos, pero no por completo, sino hecha deducción de lo suficiente para cubrir las necesidades familiares cotidianas, siendo inhumana cualquier solución contraria, tal y como es lugar común en la doctrina274. Las Institutiones de Justiniano serán el objeto de las reflexiones en materia de cessio bonorum llevadas a cabo por Arnold Vinnen. Cualquier deudor que no dispone de excepción y, obligado a pagar, se niega, será enviado a prisión, a no ser que ceda sus bienes. No evita la cárcel el que ha actuado de forma dolosa o fraudulenta. Refiere también la obligación de completar el pago con sucesivas adquisiciones con el límite correspondiente a la deducción de lo necesario para llevar una vida digna acorde con sus posibilidades y su condición. Insiste en el carácter personal del beneficio de modo que no es transmisible mortis causa, ni tampoco pueden disfrutar de él los fiadores, dado que se basa en la relación entre el deudor principal y sus acreedores y no entre éstos y el fiador275. La introducción de la cessio bonorum por la Lex Iulia es el punto de partida de los comentarios al Código, Digesto y Novela 135 de Johann Kahl. A propósito de esta última indica como al deudor de buena fe, que debe su situación a la adversidad de la fortuna, Justiniano libera de la necesidad de la cesión de bienes si efectúa el juramentum bonae copiae. Se remonta a la ley de las XII Tablas y a los comentarios de Varron para encontrar el origen de este juramento interpretándolo en el sentido de «jurar no ser solvente» cuyos efectos principales son la liberación de la prisión y de cualquier otra ejecución personal, así como de la infamia que podría derivarse de la cesión. A cambio los acreedores pueden dirigirse contra los que tuviesen bienes del deudor reivindicándolos, y también contra los deudores de su deudor, asegurándose siempre antes de iniciar 274 275 Johann Harprecht, Commentarius in IV Libros Institutionum Iuris Civilis, vol. IV, p. 785, n. 32. Arnold Vinnen, In librum tertium Institutionum imperalium commentarius academicus et forensis cum notis ad textum, Venezia, 1726, ad Institutiones 4, 6, pp. 905-906, n. 1 y 2. La necesidad de atender a las circunstancias personales para determinar cuando tiene el deudor que entregar sus nuevas adquisiciones a los acreedores es una idea que, según Vinnen, es defendida por Tiraquello, en su De nobilitate, cap. 20, n. 143 y ss. El Tiraquello que menciona el texto es André Tiraqueau (1488-1558), y su obra Commentarii de Nobilitate et jure primigeniorum, de la que hay eds. en Lyon, 1559, 1573, 1579, 1584 y 1602 y en Paris, 1543. - 368 - MENU SALIR cualquier acción276. Cifra, siguiendo el Codex, el máximo efecto de la cesión en que el cedente no es enviado a prisión y si, cuando cede, ya se encontraba en la cárcel, debe ser puesto en libertad277. En cuanto a la consabida diferencia entre cesión de bienes y datio in solutum sigue el Codex. En sus comentarios a las Pandectas, Jan Voet proporciona cantidad de detalles y referencias concretas sobre la aplicación de la cessio bonorum romana en el derecho holandés y, en general, de los Países Bajos que referiremos en el lugar oportuno278. En primer lugar se ocupa de las razones por la que se introdujo el beneficio de la cesión (básicamente para evitar las molestias de la prisión); su diferencia con la cesión de acciones y con la llevada a cabo de forma solemne en juicio donde se efectuaba una transmisión del dominio; mientras que en la cesión de bienes de la que se ocupa el cedente no pierde la propiedad hasta la venta279. La controvertida cuestión de quién puede ceder los bienes le lleva a afirmar que es indiferente que el cedente sea o no extranjero (contradiciendo la opinión de gran parte de la doctrina); padre o hijo (pudiendo el hijo ceder bienes futuros); hombre o mujer (al imponerse la posibilidad de que puede ser también presa por deudas, derogándose la normativa civil al respecto)280. La mayor parte de sus argumentaciones son favorables a la concesión del beneficio. Así, sobre la necesidad de juramento no se muestra demasiado estricto al respecto; la renuncia del beneficio no impediría el recurso posterior al mismo, ya que con dicha renuncia no cesa la causa que justifica el procedimiento de cesión. Tampoco estima que deba negarse al que ha obtenido el aplazamiento y por una mala fortuna no ha visto cumplido su objetivo de mejorar su situación en dicho periodo y, consecuentemente, no está capacitado para hacer frente al pago, sin que pueda 276 Johann Kahl, Lexicon iuridicum: iuris caesarei, simul et canonici, feudalis item, civilis, criminalis: theoretici ac practici, Köln, 1612, pp. 527-528. 277 Johann Kahl, Lexicon iuridicum: iuris caesarei, simul et canonici, feudalis item, civilis, criminalis: theoretici ac practici, p. 530. 278 Commentarius ad Pandectas, vol. V, Leiden, 1704; Venezia, 1852 (manejamos la edición de Venezia). 279 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 470-471, n. I. 280 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 471-472, n. II. - 369 - MENU SALIR presumirse que el deudor solicitaba la espera con la intención de renunciar tácitamente al beneficio. No impide la cesión la sentencia de los acreedores contraria al deudor, ya que tanto la confesión, equivalente a la cosa juzgada, como la cosa juzgada, en sí misma, no excluyen la facultad de ceder. Ni siquiera es obstáculo el que el deudor hubiese efectuado una cesión previa, aunque se exigen ciertas condiciones281. Se ocupa, igualmente, de la situación particular de los herederos del cedente y si gozan del beneficium competentiae en caso de que no acepten la herencia a beneficio de inventario, negándoselo por su carácter personal y debiendo el heredero, en todo caso, llevar a cabo una nueva cesión respecto a las deudas no satisfechas del causante282. Niega la cesión, en consonancia con la opinión generalizada de la doctrina, al que ha sido condenado a pena pecuniaria a causa de un delito, aunque nada impide que el fiador del delincuente pueda hacer uso de la cesión, ya que éste no se obliga por delito propio, sino por efecto del acuerdo con el deudor. Exige, sin mayor novedad, buena fe en el cedente. Censura la costumbre de impedir la cesión por deudas tributarias en aras del interés público, aunque comparte la prohibición de ceder para eludir una obligación de hacer, o respecto al precio de las cosas adquiridas en un mercado público, mostrándose indeciso, sin mayores comentarios, en cuanto al tutor en relación a las deudas del pupilo283. El objeto de la cesión es la totalidad de los bienes del deudor (presentes y futuros) a excepción del vestido de uso cotidiano, concesión que se hace, por razones de estricta honestidad, incluso al condenado por delito. Incluye las rentas vitalicias que tienen su origen en un contrato o en un acto de última voluntad y los derechos procedentes del usufructo o la enfiteusis. Sin embargo, no se pueden ceder los bienes del hijo emancipado284. Entre los efectos figura el derecho de los acreedores —que en todo momento conservan su prelación— a vender los bienes cedidos, sin que éstos puedan repartirlos, ni obtener la propiedad de los mismos, ni tan siquiera por 281 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 472-473, n. III. 282 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 473-474, n. IV. 283 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 474-476, n. V. 284 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 477-478, n. VII. - 370 - MENU SALIR usucapión, ya que una cosa es la cesión de bienes que no libera de la deuda, sino tan sólo de la prisión y otra distinta la cesión (dación) en pago285. Hasta que tenga lugar la venta el deudor puede en cualquier momento recuperar sus bienes, si satisface a sus acreedores y cualquier excedente de la venta debe restituirse al deudor286. El cedente evita la infamia “jurídica” ya que su “buena fama” o consideración social se ve afectada. Así no pierde la administración de los bienes de sus hijos, ni la tutela o curatela que le fue confiada, siempre que la cesión tenga su causa en un hecho fortuito y no en actos fraudulentos. Le niega Voet el ejercicio de las acciones que le correspondían antes de la cesión que en todo caso podrían ejercitarlas los acreedores, aplicando el producto obtenido al pago o disminución de la deuda, salvo que estas acciones tengan su origen en una salvaguarda del honor del cedente287. El beneficio de la cesión es personal y no aplicable al fiador288. Recoge la normativa romana atinente a la determinación de las mayorías exigidas para conceder al deudor la moratoria por parte de los acreedores, reflexionando sobre la obligación del deudor de ofrecer garantía suficiente289. Otro asunto es que la mayoría de los acreedores hayan concedido, por acuerdo privado, un aplazamiento al deudor, lo cual no puede perjudicar a los restantes acreedores pero no tienen derecho a reclamar el pago con lo que fuese adquiriendo el deudor, ya que no está garantizada su restitución en caso de que prevalezca el título de otro acreedor. Tampoco pueden instar la venta inmediata de los bienes; del mismo modo, la remisión de la deuda realizada por una parte de los acreedores no perjudica a los que no están de acuerdo290. Nunca el aplazamiento puede hacerse extensivo a las deudas contraidas durante el mismo291. 285 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 478-479, n. VIII. En esta misma sede se ocupa del beneficio de competencia. 286 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 479-480, n. IX. 287 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 480-481, n. X. 288 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, p. 481, n. XI. 289 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 483-485, n. XIV. Ver también sobre la moratoria, las controversias que plantea, y la cuestión de los intereses, pp. 485-486, n. XV. 290 291 Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, pp. 481-482, n. XVI. Jan Voet, Commentarius ad Pandectas, vol. V, p. 489, n. XVII. La discusión sobre la - 371 - MENU SALIR En cuanto a Heinecke, en sus Elementos de Derecho Romano, recoge diferentes formas de extinguirse las obligaciones sin hacer mención, entre las mismas, a la cesión de bienes. Así habla de la paga, compensación, confusión, consignación, destrucción de la cosa y novación como comunes a toda clase de contratos además de los específicos de cierto tipo como la aceptilatio que extingue la obligación contraída mediante estipulación y el mutuo disenso que pertenece a los contratos consensuales. De hecho, cuando habla del pago como forma de extinción se ocupa del pago propiamente dicho, es decir la entrega de lo que verdaderamente se debe, aunque admite la posibilidad de que se dé una cosa diferente con el consentimiento del acreedor, o sea lo que entendemos por dación en pago. Todo lo más contempla una cesión de créditos consistente en un cambio en la persona del acreedor aún contra la voluntad del deudor distinguiéndola de forma precisa de la novación292. Entre otros comentaristas de la normativa romana que han llevado a cabo ciertas incursiones en las leyes relativas a la cesión destacamos a Ludwig Arndts en su Trattato delle Pandette, en la versión italiana de Filippo Serafini, quien realiza algunos comentarios sobre nuestra figura jurídica al afirmar, con base en C. 7, 71, y D. 42, 3, que el deudor insolvente —siempre que en su situación no haya mediado culpa alguna— puede liberarse de la acción judicial de sus acreedores cediendo la totalidad de su patrimonio. Esto le permite defenderse de cualquier pretensión mediante la oportuna excepción, siempre que no se trate de un crédito posterior a la cesión, hasta que mejore su situación patrimonial (D. 42, 3, 4, 1)293. Sin mayores aportaciones estima la cesión como un beneficio introducido por la ley Julia que evitaba al deudor las consecuencias lógicas de su insolvencia294. Recoge también algunas consideraciones sobre el beneficio de competencia que considera aplicable con base en D. 42, 3, 4, 1 y, a nuestro parecer, con menos lógica, en D. 42, 3, 3, al aplicación de la espera al fiador, pp. 489-490, n. XIX. 292 Heinecke, Elementos de Derecho romano, Granada, 1839, lib. III, tít. XXX, pp. 323, 331. 293 Ludwig Arndts Ritter von Arnesberg, Trattato delle pandette [versión de Filippo Serafini], vol. II, 3ª ed., Bologna, 1880, p. 72, § 224. De su famosísima obra Lehrbuch der Pandekten, hay muchas ediciones. La 7ª en Stuttgart, 1877, 983 pp., y la 10ª, 1879, 1008 pp. 294 Ludwig Arndts, Trattato delle pandette [versión de Filippo Serafini], p. 72, § 224, en nota. - 372 - MENU SALIR deudor que ha cedido todos sus bienes y no ha adquirido otros nuevos respecto a sus primitivos acreedores. Indica que no hay fundamento en D. 42, 3, 4, 1 para aplicar este beneficio a los créditos contraídos con posterioridad a la cesión. Admite también un beneficio de competencia fundado en un acuerdo entre las partes y siguiendo a Thibaut un beneficium competentiae ex iure tertii, por ejemplo, a favor del obligado a dar alimentos al deudor295. En otra línea, comenta la cesión de bienes como uno de los supuestos que puedan dar origen a un procedimiento concursal. Así habla de un decreto del magistrado emanado en virtud de una decisión espontánea del deudor (cesión de bienes) o de una propuesta de los acreedores como consecuencia de una insolvencia manifiesta del deudor que abre el procedimiento y constituye formalmente el concurso. Entonces el deudor pierde la disponibilidad de sus bienes que entran a formar parte de la masa concursal nombrándose un administrador (curator bonorum) encargado de tutelar los intereses del deudor y de los acreedores. El acreedor no puede obtener el pago sobre el patrimonio del deudor si no participa en el procedimiento. No obstante, se puede separar una parte del patrimonio en favor de algún acreedor y abrir un concurso particular296. Finalmente hace mención a que el Código civil italiano de 1862 abolió el privilegio concedido al constructor o arquitecto contemplado en D. 42, 3, 1297. Más recientes son los comentarios al Digesto y al Código de otros significados pandectistas como H. Dernburg298, J. A. Seuffert299 y Karl A. von Vangerow300, aunque con las características propias que hacen de estos comentarios más un derecho construido con criterios racionales que otorgando una respuesta al pasado histórico y a como fueron los hechos y como se regularon jurídicamente. C. F. Mühlenbruch sale al paso del concurso de acreedores y a las modalidades de entrega de los bienes. Señala que el que está abrumado por 295 Ludwig Arndts, Trattato delle pandette [versión de Filippo Serafini], p. 75, § 225, nota 6 y 7. 296 Ludwig Arndts, Trattato delle pandette [versión de Filippo Serafini], p. 76, § 226. Ver también sus comentarios sobre la acción pauliana en pp. 80-81, § 228. 297 Ludwig Arndts, Trattato delle pandette [versión de Filippo Serafini], p. 482, § 373, nota 5 a). 298 Pandekten, 3 vols., Berlin, 1892, 730+398+369 pp. 299 Praktisches Pandektenrecht, 3 vols., Würzburg, 1848-1849, 300+363+367 pp. 300 Lehrbuch der Pandekten, 3 vols., Marburg, 1863-1869, 900+582+740 pp. - 373 - MENU SALIR deudas y no tiene la liquidez suficiente para satisfacer a los que adeuda, puede solucionar su problema simplemente cediendo sus bienes a los acreedores, declarándose en quiebra y siendo necesario que se produzca la bonorum possessionem (referida a la formación de la masa concursal). Mühlenbruch se limita a repasar sin mayores interpretaciones las principales características y efectos de la cessio bonorum, respecto a la nota de infamia, prisión, adquisición posterior de nuevos bienes por el cedente, con la necesaria reserva de lo indispensable para vivir y categoría de deudores que pueden recurrir a este beneficio. Sigue a Varrón y Cicerón, al margen del apoyo inexcusable que le ofrece la normativa concreta del Digesto, del Codex y la Novela 135. Alude a los derechos de los acreedores chirographarii y a la exclusión de los deudores que ocultan bienes o actuan de forma dolosa o fraudulenta, esperando con ello conseguir mayores beneficios301. Seguidamente reflexiona sobre el modo en que se hace el abandono de los bienes y la constitución de la masa concursal con los derechos que ello implica para los acreedores. La simple constitución de la comunidad de acreedores, una vez cedidos los bienes, no les da derecho a poseer los mismos, ya que para que se adquiera la posesión de las cosas se requiere el transcurso de dos años entre presentes y cuatro entre ausentes. Pese a todo, reconoce que «vero tamquam per universitatem successio defertur creditoribus, sed custodiam tantummodo rerum actionumque ad debitorem pertinentium illi quidem consequuntur, et post aliquod tempus etiam ius, debitoris bona ex magistratus auctoritate vendendi; cuius utriusque rei expediendae causa curatores bonis ex plurium sufragiis constituendi sunt», a lo que añade que se suele conceder a los acreedores la administración de los bienes que ejercerán, según su prudente arbitrio, tratando de conseguir los máximos frutos de los mismos302. Pese a que, según hemos visto y es opinión mayoritaria de la doctrina, el deudor no pierde la propiedad de sus bienes, Mühlenbruch le niega la posibilidad de hacer arrendamientos, quedando reservada a los acreedores, hasta el momento de proceder a la venta y, una vez vendidos, se repartirá el producto en función de la 301 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, Bruxelles, 1838, § 170, pp. 160-161. 302 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, § 171, p. 161. - 374 - MENU SALIR cuantía de los créditos y lo que sobre se restituirá al deudor303. Como vemos son pocas —por no decir prácticamente ninguna— las novedades aportadas por el referido autor quien también se ocupa de los supuestos en los que puede evitarse la venta de los bienes, en relación a la posibilidad de defensa contemplada en D. 42, 3, 3 y 5; a la concesión indulgente de la espera de cinco años por los acreedores, según C. 7, 71, 8; o la remisión convencional de una parte de la deuda, hecha exclusión de los acreedores hipotecarios304. No se olvida de recoger, en su escueto repaso a la materia concursal, el orden de prelación entre los concurrentes al concurso, partiendo de la identificación entre los hypotecarii y los chirographarii efectuada por C. 7, 71, 8, distinguiendo diferentes clases de acreedores, sin olvidar en ningún momento el principio prior tempore, potior iure y las cuantías de los diferentes créditos305. Recoge finalmente los supuestos de fraude a los acreedores, ya sea antes o después de la formación de la masa concursal, la acción Pauliana y el interdicto fraudatorio306 y, en última instancia, la separatio bonorum, que puede ser solicitada en ciertas ocasiones por los acreedores307, aspectos que no desarrollamos por ser, en este instante de la exposición, circunstanciales y no esenciales a la cessio bonorum. 303 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, § 171, p. 161. 304 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, § 172, pp. 161-162. 305 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, § 173, pp. 162-163. 306 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, § 174, pp. 163-164. 307 C. F. Mühlenbruch, Doctrina Pandectarum, § 175, p. 165. - 375 - MENU SALIR 5. LA CESIÓN DE BIENES EN ALGUNOS DE LOS DERECHOS NACIONALES ANTERIORES A LA CODIFICACIÓN En el derecho estatutario italiano en la época medieval se recogen disposiciones encaminadas a reglamentar el procedimiento en caso de insolvencia y moratoria en el pago. Debemos tener en cuenta que el principal medio de vida era el comercio y que las transacciones mercantiles suelen ser el punto de partida de la búsqueda de formas crediticias para facilitar el pago que, muchas veces, no puede llegar a hacerse efectivo por falta de capacidad económica del deudor o por voluntad maliciosa de eludir el mismo. Sin embargo, en los Estatutos de las ciudades italianas no se va a distinguir entre deudor comerciante y no comerciante, sino que se trata de proteger al acreedor con independencia del origen de la deuda y de la condición profesional del endeudado. Hay sectores doctrinales que consideran que es en estos Estatutos donde aparece por vez primera reglamentada la quiebra, aun cuando otros opinan que ya aparecía con carácter previo, aunque no con tal denominación en España, en las Partidas. El procedimiento se efectuaba ante la autoridad judicial y tenía un marcado carácter penal —que se mantendría en el tiempo1—, pudiendo incluso castigarse al deudor fugado con la pena de muerte, siendo la fuga del deudor uno de los presupuestos para iniciar de oficio las actuaciones y existiendo una clara presunción de fraude en el deudor insolvente o sospechoso de serlo. Los quebrados podían recibir las siguientes denominaciones: fuggitivi, aggravanti di debiti, cessanti, rotti o rompenti, falliti o fallentes2 y la quiebra se conocía como decoctio, decozione, más tarde 1 Alberto Sciumè, Ricerche sul fallimento nel Diritto moderno, vol. I, Il momento settecentesco, Milano, 1985, pp. 55-96. 2 Umberto Santarelli, Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, Padova, 1964; Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de - 377 - MENU SALIR fallimento y bancarrota, de la costumbre de romper el banco en la plaza pública por parte del comerciante que no cumplía con sus obligaciones3. En este derecho estatutario —en su mayor parte— encontramos la institución de la cesión de bienes4 como el punto de partida para el inicio del procedimiento concursal y con ello se conseguían evitar graves sanciones penales —aunque en cualquier momento ambas partes en conflicto podrían realizar un acuerdo, normalmente de quita o espera, en virtud del principio de autonomía de la voluntad— y a continuación se nombraba un curator para inventariar, administrar los bienes, venderlos y repartir el importe de dicha venta entre los acreedores5. Por tanto, no solía aparecer la cesión como institución independiente de la quiebra propiamente dicha ya que, cuando el patrimonio no era suficiente para satisfacer a la totalidad la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), p. 25 de la separata. 3 Ver José A. Ramírez, La quiebra. Derecho concursal español. La quiebra, vol. I, 2ª ed., pp. 98- 99. Cfr. Guido Rossi, Il fallimento nel diritto americano, con “Prólogo” de M. Rotondi, Padova, 1956, p. 6. Normalmente se reserva el término bancarrota para hacer referencia a una quiebra prevista y castigada por la ley penal, frente a la quiebra que sólo tenía efectos civiles (Georges Bonnans, Étude sur la bonorum venditio en droit romain et la banqueroute en droit français, pp. 58-59); no obstante, en un principio, la quiebra era un procedimiento de naturaleza penal, y la diferencia entre quiebra y bancarrota se establecería posteriormente y precisamente su carácter penal motivó la intervención del poder real para imponer severas penas a los quebrados. En sentido similar, Alberto Sciumè, Ricerche sul fallimento nel Diritto moderno, vol. I, Il momento settecentesco, p. 84. Sobre la historia de la quiebra en Italia resulta de interés el aludido trabajo de Umberto Santarelli, Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia. Precisa con claridad que el objeto de estudio no es la cesión de bienes ya que, pese a ciertas analogías, se diferencia netamente de la quiebra por tener su fuente básica en la voluntad del cedente (debe referirse a la cesión voluntaria y no a la judicial), mientras que la quiebra tiene su razón en la protección del interés público (pp. 3-4). Respecto a los orígenes de la quiebra, ver pp. 21-47. 4 Por ejemplo, se recoge en el capítulo 69 de las Costumbres de Brescia de 1225, en el art. 551 de los Estatutos de Padova del año 1231 o en los Estatutos de Treviso, II, 1, 69. No se admite en Pistoia (Cfr. Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 385, notas 2 y 4). 5 Ver Giménez Anzola, “Notas sobre los orígenes históricos de la ejecución singular y de la quiebra”, en Revista de la Facultad de Derecho, Caracas, nº 31 (junio/1965), pp. 25-29 de la separata. - 378 - MENU SALIR de acreedores, con el fin de actuar de forma equitativa, se hacía necesario declarar al deudor en estado de quiebra abriendo el correspondiente concurso de acreedores, sin establecer —como acabamos de indicar— ninguna diferencia según que el deudor fuese o no comerciante6. En los Estatutos de Spoleto de 1296 hay una referencia a la posibilidad de ejecución personal sobre el deudor, en caso de haberse comprometido a pagar en un determinado plazo a través de documento o si no opusiere excepción en tiempo y forma. Se faculta al juez para proceder contra la persona del deudor o contra sus bienes según voluntad de los acreedores7. En los Estatutos de la Comunidad de Onzo aparecen ciertas prescripciones sobre la materia crediticia como la relativa a la imposibilidad de reclamar una deuda si se demuestra que ya está pagada pudiendo corresponder la oposición al cesionario8; disposiciones relativas al deudor extranjero o al plazo para hacer el pago de una deuda confesa y embargo posterior en caso de impago9. Nada se regula sobre la cesión de bienes en sí misma considerada, pero intuimos que se debía admitir su existencia por la alusión antedicha al cesionario (aunque puede referirse a otro tipo de cesión)10. Recoge la prisión por deudas y la niega a la mujer siempre que la causa del débito sea civil11. 6 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 392. Sobre el desarrollo del procedimiento concursal que no libraba de la prisión a no ser que hubiese cesión, ver pp. 392-409 y en particular en torno al concordato, p. 400. 7 Statutum Communis Spoleti, cap. LX, ed. Giovanni Antonelli, Statuti di Spoleto del 1296, Firenze, 1942, p. 29. 8 Statuta civilia et criminalia loci et communitatis Untii, Lib. II, art. 36, ed. Enrico Bensa, “Gli Statuti del Comune di Onzo”, en Atti della Società Ligure di Storia Patria, LIV, nº 2 (1929), p. 40 (manejamos la separata en tirada aparte que se hizo de estos Estatutos). 9 Statuta civilia et criminalia loci et communitatis Untii, Lib. II, art. 34, ed. Enrico Bensa, “Gli Statuti del Comune di Onzo”, en Atti della Società Ligure di Storia Patria, LIV, nº 2 (1929), p. 39. 10 Statuta civilia et criminalia loci et communitatis Untii, Lib. III, art. 77, ed. Enrico Bensa, “Gli Statuti del Comune di Onzo”, en Atti della Società Ligure di Storia Patria, LIV, nº 2 (1929), p. 56. 11 Statuta civilia et criminalia loci et communitatis Untii, Lib. II, art. 23, ed. Enrico Bensa, “Gli Statuti del Comune di Onzo”, en Atti della Società Ligure di Storia Patria, LIV, nº 2 (1929), p. 33. - 379 - MENU SALIR Una visión más amplia sobre nuestra institución en el Derecho histórico italiano haría hincapié en la difusión del derecho romano que permite atemperar en Italia el rigor de las leyes antiguas hacia el deudor insolvente, introduciéndose, entre otros beneficios, el de la cesión. Cesare Nani y Antonio Pertile confirman la presencia de la prisión por deudas en los estatutos de los siglos XIII y XIV, pese a que se fue atemperando la ejecución personal contra el deudor y a veces tenía lugar un arresto personal en casa del acreedor, siendo preferible que el encarcelamiento se llevase a efecto en una cárcel pública, lo que impedía al acreedor atormentar a su prisionero12. En el Constitutum usus de Pisa se recoge el supuesto de un deudor de varios acreedores que no dispone de liquidez para pagar a los mismos reconociéndole la posibilidad de hacer cesión de la totalidad de sus bienes —sin efecto liberatorio— y extendiendo la obligación a los hijos del deudor principal en su calidad de herederos y en virtud del derecho sucesorio, respondiendo sólo de la deuda y no de la pena que se derivase de la insolvencia13. En materia de cesión de bienes, el estudio de Pertile del derecho estatutario resume las principales características atribuidas a la misma. Un repaso a sus consideraciones nos permite una perspectiva acabada de sus particularidades, al margen de lo reseñado por los comentaristas del Codex y el Digesto que aprovechaban sus glosas a la normativa romana para mostrar las singularidades nacionales. Una Pragmática del año 1458 obligaba, al que demandaba la moratoria quinquenal de cinco años prevista en el Codex, a ofrecer al mismo tiempo la cesión de sus bienes, aunque en Venecia en lugar de la cesión se preveían otras medidas alternativas14. Sin embargo, para evitar los abusos a que podía dar lugar la utilización de esta facultad, los Estatutos italianos se manifestaron con mayor dureza que las leyes romanas15 de forma que la cesión 12 Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, Torino, 1902, reed. anastática, Milano 1972, pp. 457-458. 13 Umberto Santarelli, Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, pp. 26-27. 14 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 385, nota 5. 15 Precisa Cesare Nani que la cesión de bienes estuvo lejos de constituir un auténtico beneficio - 380 - MENU SALIR no impedía cualquier otra ejecución personal ni evitaba totalmente la infamia —de hecho se sometía al desprecio del pueblo—16, ya que se rodeaba de cierta solemnidad debiendo llevarse a efecto en la plaza pública con una serie de requisitos rituales y exigiéndose que manifestara el deudor su voluntad de viva voz (siendo esta condición, junto con la colocación del deudor sobre la piedra, común en la mayor parte del derecho estatutario italiano), descalzo y semidesnudo, obligándose a llevar de por vida un gorro de un determinado color. Si era descubierto sin el mismo perdía el beneficio y era llevado a prisión, pudiendo en Roma y Nápoles ser condenado a azotes o a galera17. Incluso en algunos estatutos no era admitida la cesión de bienes, y donde había sustituido a la prisión podía pactarse una limitación de libertad del deudor, siempre que tal acuerdo se rodease de cierta solemnidad y en presencia del juez. No obstante, pronto dicho pacto sería declarado ilícito y se prohibiría expresamente la renuncia al beneficio para el deudor insolvente (Storia del diritto privato italiano, Torino, 1902, reed. anastática, Milano 1972, p. 459). 16 Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, p. 459. En igual sentido, Francesco Schupfer, Il diritto delle obbligazioni in Italia nell’età del risorgimento, 3 vols., Milano-Torino-Roma, 1920, reed. anastática, Milano, 1972, vol. I, p. 244. En pp. 241-243 se ocupaba de la datio in solutum. 17 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, pp. 385-387. En los Estatutos de Vercelli de 1241 se prescribía que el deudor estuviese completamente desnudo durante el acto. Para Santarelli los acreedores podían eximir al deudor de estas formalidades. Precisa que en estos estatutos hay que destacar tres elementos principales: la verificación oficial del estado de insolvencia y la publicidad que debe darse a la misma; la pérdida por parte del deudor de su capacidad para llevar los negocios y el concordato como posibilidad de los interesados de resolver entre ellos el conflicto. Aquí los efectos de la insolvencia se extendían al hijo del deudor en cuanto tal y no como heredero (Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, pp. 26-27). Ver también, sobre las formalidades similares a las referidas anteriormente, en los Estatutos de Belluno o Torino, Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, pp. 459-460. Indica además que en Roma el color del gorro era verde y en Ferrara blanco con un dibujo amarillo, y, a veces, el deudor debía cambiar de vivienda o abandonar la ciudad (p. 460). Esta forma «ignominiosa» de llevar a cabo la cesión es levemente comentada por Bussi (La formazione dei dogmi di diritto privato nel diritto comune, pp. 353-354). Con base en Baldo degli Ubaldi atribuye estas costumbres a una doble razón, histórica y jurídica al tiempo, que tienen un marcado carácter ejemplificador. - 381 - MENU SALIR de la cesión, ofreciendo como garantía la persona o la propia libertad, por ser inalienables y exentas de la contratación privada, aunque esto no implicó la desaparición del arresto personal del deudor que quedaba como último recurso cuando no podía hacerse la cesión18. Por costumbre existían ciertas formas de actuación que atentaban a la honra del deudor pero que no solían ser observadas; así, por ejemplo en Pavía se burlaban del cedente y lo apedreaban mientras expresaba su voluntad de ceder los bienes, lo cual contrasta con el sentido último de beneficio atribuible a la cesión y en Roma era ascendido a los leones de mármol que se encontraban al pie de las escaleras del capitolio y allí debía pronunciar las palabras, cedo bonis, según recoge, por ejemplo, Cino da Pistoia, tal y como hemos indicado en el capítulo precedente. Para Matienzo tales costumbres no fueron ratificadas por decreto, ni se solía observar, en la práctica, ninguna formalidad que resultase infame o deshonesta o fuese desagradable para los ojos de los testigos19. Una Constitución de 8 de julio de 1743 de Benedicto XIV para la reforma del Tribunal de Bolonia establecía que la cesión era acordada sólo si había un motivo suficientemente justificado y rara vez eximía de la infamia al quebrado, sino que su único efecto era librarle de la prisión y dispensarle —en ocasiones— de llevar el gorro verde, pero no de la incapacidad para ejercer su oficio, ni de las otras consecuencias de la infamia20. Por tanto, uno de los principales efectos que prescribía el derecho romano para la cesión de bienes empieza a mostrarse ausente en la recepción. Incluso había ciertas disposiciones 18 Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, pp. 460-461. 19 Juan Matienzo, Commentaria in librum quintum recollectionis legum Hispaniae, ad Nueva Recopilación, V, 16, 4, glosa II, n. 7, fol. 425v. 20 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 385, nota 8. La no liberación de infamia se prescribía también de forma expresa en los Estatutos de Piacenza de 1346. Señala Umberto Santarelli que en los anteriores Estatutos de los Mercaderes de Piacenza se imponía una especie de sanción de naturaleza penal-personal al que llevaba a cabo la cesión y al deudor fugitivo. Así, en caso de cesión, se publicaba y se prohibía a otros mercaderes entablar relación con el cedente. Califica de parcialmente análogos los Estatutos de los Cambiadores de Bolonia de 1245 donde se asimilan los supuestos de robo, fraude y cesión de bienes (Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, pp. 31-33). - 382 - MENU SALIR que ni siquiera le atribuían el efecto liberatorio de la prisión dado que el deudor no se había mantenido encarcelado un tiempo mínimo21. Sin embargo, la cesión impedía nuevas persecuciones al deudor hasta que mejorase su fortuna22. En otros casos se exigía fianza o un juramento de pagar en el futuro con sucesivas adquisiciones para salir de la cárcel23. Entre las consecuencias de la cesión se encontraba la pérdida de la condición noble y la inhabilitación para cargo público, precisando los Estatutos de Padua la imposibilidad de portar armas o vestidos de un cierto valor e incluso la obligación de abandonar la ciudad so pena de volver a ser conducido a la piedra del deshonor24, aunque otras leyes tan sólo condenaban al exilio a los quebrados fraudulentos25. Cuando los bienes cedidos eran insuficientes para cubrir la totalidad de las deudas, el acreedor estaba autorizado a apoderarse de todo lo que fuese adquiriendo el deudor, sin que éste pudiese recibir nada prestado sin autorización de sus acreedores. Éstos incluso podían recibir lo que adquiriesen los hijos del deudor (u otros parientes) durante toda su vida aunque estuviesen emancipados, excepto lo que procediese de la madre o de la liberalidad de un tercero26. A veces la cesión de bienes se imponía con carácter coactivo27. En los estatutos de la región piamontesa se prescribía que el insolvente 21 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 387. Aclara Pertile que el periodo de prisión exigido era variable según los estatutos, unos lo fijaban en 60 días, otros en 20; otros ponían el requisito liberatorio de la prisión en la ausencia de dolo (p. 387, nota 16) y un tercer grupo tan sólo exigía que la solicitud fuese efectuada desde una prisión pública (nota 18). 22 Francesco Schupfer, Il diritto delle obbligazioni in Italia nell’età del risorgimento, vol. I, p. 245. 23 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, pp. 387-388, nota 19. 24 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 388. 25 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 389. 26 Antonio Pertile, Storia del diritto italiano dalla caduta dell’impero romano alla codificazione, 2ª ed., vol. VI, part. II, § 243, p. 389. 27 Se trata del Estatuto municipal de Siena de 1262 donde se obliga tanto al deudor que incumple sus obligaciones como al insolvente a llevar a cabo una cessio bonorum correspondiendo - 383 - MENU SALIR debía ser admitido en primer lugar a la cesión de bienes y ésta podía ser ignominiosa o salva l’onestà. De la forma ignominiosa de llevar a cabo la cesión y de sus consecuencias estaban exentos los oficiales públicos, vasallos del rey, nobles, soldados, abogados, médicos, notarios y cualquier otra persona que pudiese obtener la dispensa del príncipe, así como en caso de deuda civil que no superase las 200 liras28. En los restantes casos la cesión era ignominiosa y cuando, ni siquiera ésta tenía lugar, seguía el arresto personal del deudor en cárcel pública, correspondiendo su alimentación al acreedor si el deudor demostraba su extrema pobreza. De este arresto estaban dispensados los pupilos, mujeres, nobles y otros privilegiados29. El derecho estatutario solía negar el beneficio, entre otros, a los extranjeros, a los que han disfrutado de la espera30, al que oculta parte de sus bienes y al que no lograba probar que su imposibilidad de pagar era debida a un caso fortuito posterior a la asunción de la obligación31. Estas excepciones eran por razón de circunstancias particulares que rodeaban a la persona del deudor. También había otras que encontraban su causa en la naturaleza particular del crédito y en la protección especial de la que estaba rodeado o en la entidad del acreedor por ser privilegiado32. Por otra parte, la al juez regular el concurso de acreedores (Umberto Santarelli, Per la storia del fallimento nelle legislazioni italiane dell’età intermedia, pp. 41-42). 28 Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, p. 461. 29 Cesare Nani, Storia del diritto privato italiano, pp. 460-461. Bussi estima que la mujer podía ser encarcelada y disfrutar del beneficio de cesión para evitar la prisión; sin embargo, no la admite para el pupilo (La formazione dei dogmi di diritto privato nel diritto comune, p. 355). 30