Eje izquierda/derecha y cambio político

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VII CONGRESO ANDALUZ DE SOCIOLOGÍA
Sociedades imaginadas – Ciudades habitables
Málaga, 6-8 de noviembre de 2014.
Comunicación publicada en ACTAS VII CONGRESO – Grupo de trabajo 7:
Democracia y participación política (pp. 79-92). ISBN: 978-84-697-1685-4.
Eje izquierda/derecha y cambio político
Antonio Antón
Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Correo electrónico: [email protected]
Cuatro aspectos vamos a tratar para acercarnos a la valoración del eje
izquierda/derecha y la posición de Podemos de sustituirlo por otros ejes
(‘democracia/oligarquía’ o ‘ciudadanía/casta’), para explicar mejor el conflicto social y
el proceso de cambio político: El carácter y la orientación del PSOE y su dilema
estratégico; el proceso y los mecanismos que han configurado el electorado indignado;
las características ideológicas del electorado, particularmente el autodefinido como de
izquierdas, y el significado real y simbólico del eje izquierda/derecha. Terminaremos
con la conclusión de la necesidad de reforzar, renovar y superar la izquierda.
1. Carácter y orientación del PSOE: su dilema estratégico
Uno de los problemas más significativos para analizar las perspectivas de este
proceso político es el tipo de estrategia de la dirección del PSOE y, en particular, los
compromisos y la estrategia del aparato socialista respecto de la gobernabilidad y la
garantía de hegemonía institucional de ese bloque de los poderosos. Ello les genera
dependencia para continuar la política anterior, socialmente regresiva: una orientación
socioeconómica liberal, con pequeños matices respecto de la austeridad dominante en
la UE, y una imbricación con el poder institucional que le impide abordar una
significativa democratización del sistema político.
Ya en la literatura sociológica clásica se han analizado las tendencias
corporativas de las élites políticas y los grandes aparatos partidistas (Michels, 2003;
1
Wright Mills, 1957), explicando la contradicción existente entre la élite del poder y la
democracia social y política. La cúpula dirigente del PSOE, como partido de ‘gobierno’,
manteniendo lo fundamental del orden existente y con una larga trayectoria de gestión
del poder institucional, tiene gran capacidad para la distribución de recursos y cargos
institucionales (de gestión y representación en los distintos ámbitos locales,
autonómicos y estatales) y la gestión de las prioridades presupuestarias y la
regulación de la actividad económica y social. Su aparato dirigente es determinante en
la decisión partidista de sus estrategias globales y su configuración interna. Sus
intereses y preferencias son decisivos, aunque la mayoría de sus afiliados se
considere de izquierdas, y muchos mantengan vínculos estrechos con sindicatos,
movimientos sociales y grupos progresistas. Su caracterización es fundamental para
determinar los mecanismos que condicionan su estrategia real, mal allá de su discurso
o su retórica más o menos difusa y ambivalente.
La opinión pública española, mayoritariamente, ha estado en contra de los
recortes sociales y laborales del Gobierno de Zapatero y ha criticado los
incumplimientos de su contrato social y democrático con sus bases sociales y el
conjunto de la ciudadanía. El periodo de oposición con Rubalcaba no ha sido capaz de
alejar esa exigencia popular de responsabilidades y superar la desconfianza en sus
líderes. El actual equipo dirigente, con su renovación generacional y evitando a los
gestores directos de aquella política, pretende que se olvide esa crítica y trata de
recuperar la confianza de parte significativa de su anterior base desafecta. Pero, sin
una autocrítica valiente y una reorientación estratégica, el cierto aire democrático que
le ha conferido las primarias con la participación de sus militantes en la elección del
Secretario General, puede ser insuficiente, más cuando solo consiguió la mitad de los
votos emitidos. Además, el propio Pedro Sánchez solo se encarga de remarcar su
vocación de Gobierno con similar estrategia, el respeto al consenso europeo con la
derecha, la garantía de los pactos de Estado con el PP, o el aseguramiento de la
‘estabilidad’ institucional. Todo ello frente a las demandas de profunda regeneración
democrática y cambio socioeconómico y político de los movimientos sociales y fuerzas
políticas que han surgido a su izquierda, e incluso a las propuestas de una parte
significativa de su militancia representada por Pérez Tapia, de Izquierda Socialista.
En conclusión, su última gestión gubernamental ha sido, fundamentalmente, de
derechas, ha demostrado sus vínculos con el poder oligárquico y su incumplimiento de
sus compromisos sociales y democráticos. El PP y el PSOE no son iguales,
especialmente si hablamos de ‘todo’ el partido, todas sus actividades de base o su
papel histórico. Su estrategia y su gestión gubernamental, socioeconómica y política,
2
en este periodo de crisis, ha sido similar. La diferencia más significativa, si hablamos
del ‘conjunto’ y no de su ‘aparato’, es que sus militantes y sus bases sociales y
electorales son muy diferentes. En el PSOE la distancia entre las posiciones y la
identificación de izquierdas de sus votantes y la gestión liberal y regresiva de su
cúpula es mucho mayor. La dirección, para recomponer su credibilidad ante sus
bases, acude a la retórica de que el ‘Partido es de izquierdas y busca el voto de
centro’. Su desplazamiento estratégico hacia la derecha también ha afectado al
distanciamiento con su base electoral y tras la amplia desafección, sobre todo por la
izquierda, desde las elecciones generales de 2011. Ahora –Barómetro del CIS de julio
de 2014- su composición ha variado: solo la mitad de su electorado se auto-ubica en la
izquierda (39,7%); en el centro se sitúan el 31,9% y en la derecha el 9,6% (del resto
no hay datos).
No obstante, esa declaración retórica queda lejos de la experiencia de su
política y su fundamentación. Fueron la Tercera Vía, del laborista británico Blair, y el
Nuevo Centro, del socialdemócrata alemán Schroeder, quienes decretaron la
‘superación’ y abandono de la izquierda socialdemócrata. Su giro, desde primeros de
los años noventa, era hacia el ‘centro’, en una supuesta sociedad de clases medias,
sin fuerzas políticas y sociales a su izquierda, con una gestión neoliberal de la
economía y el mercado de trabajo y una reestructuración regresiva del Estado de
bienestar. Aparte de su carácter antisocial e injusto, el proyecto falló por lo más
relevante para las nuevas cúpulas dirigentes de la socialdemocracia europea: la
pérdida de apoyo social y, sobre todo, el desplazamiento del poder político y, en esa
medida, su irrelevancia para el poder económico.
La reconversión ideológica y política de los partidos socialistas europeos ha
sido profunda. Ante el emplazamiento de la crisis socioeconómica e institucional, sus
aparatos gubernamentales optaron por los intereses del poder económico-financiero,
sufriendo una fuerte desafección popular. En época de bonanza económica esa
política de centro o socio-liberal, todavía era practicable y mantenía cierta credibilidad.
En esta etapa de crisis la situación se ha polarizado abiertamente por la gestión
liberal-conservadora.
particularmente,
de
Estamos
ante
una
representatividad
de
profunda
las
crisis
cúpulas
de
identidad
partidistas
de
y,
la
socialdemocracia. En este tiempo sus aparatos dirigentes han acumulado todo el
poder interno, utilizan los resortes institucionales que les quedan (y que quieren tener)
y no se dejan influir por las demandas de sus militantes y sus bases sociales, a pesar
de gestos como las primarias internas para elegir al secretario general… que asegure
mejor la vuelta al poder institucional. Son un aparato de acceso y gestión del poder
3
institucional. Los condicionantes más significativos para su proyecto vienen derivados
de las posibilidades de obtención de suficiente representatividad electoral que les
permita mayor o menor capacidad de gestión de ese poder y sus ventajas adicionales.
2. Por qué y cómo se conforma un electorado indignado
La irrupción de un electorado indignado en las elecciones europeas, junto con
el debilitamiento del bipartidismo y la debacle socialista, ha modificado en España el
panorama político y los equilibrios del sistema de partidos políticos. También afecta al
ámbito sociocultural y al debate intelectual, implicando la necesidad de un esfuerzo
analítico y teórico para interpretar las claves e ideas fuerza de este proceso (Antón,
2011, y 2013; McAdam, D., Tarrow, S. y Tilly, Ch., 2005; Thompson, 1977, y 1979).
El ascenso electoral de Izquierda Plural y de otras fuerzas de izquierda y, sobre
todo, la emergencia de Podemos, con nuevos discursos y liderazgos, supone la
aparición de un polo de referencia alternativo a la izquierda del PSOE, con suficiente
representatividad ciudadana. Se ha generado un positivo reequilibrio de fuerzas que
rompe la completa hegemonía socialista anterior. Al mismo tiempo, abre la
oportunidad histórica de un cambio político-institucional sustantivo, de alternativa real
al monopolio de las élites gobernantes del bipartidismo, con sus políticas de austeridad
y su prepotencia. No solo es la justeza sino también la posibilidad real del
desplazamiento del establishment del poder institucional y el avance de una
ciudadanía activa y unas fuerzas políticas alternativas. Puede suponer el comienzo de
un ciclo político progresista que imprima una transformación profunda de las políticas y
estructuras socioeconómicas y una democratización sustancial del sistema político. Es
el temor de las capas dominantes que reaccionan de forma airada y contundente para
neutralizar ese proceso de cambio y descalificar a sus agentes más significativos.
La cristalización de ese electorado alternativo y su fuerte impacto político ha
sido posible por la configuración en estos últimos cuatro años de un campo
sociopolítico crítico, progresista y democrático. Se ha desarrollado un nuevo ciclo de la
protesta social y la movilización colectiva, con la articulación de un amplio y
heterogéneo movimiento popular, con altibajos pero persistente. Ha tenido un papel
destacado del movimiento 15-M (y sus derivados y similares), pero también de otros
grupos y plataformas sociopolíticas, incluido el sindicalismo y las distintas mareas
ciudadanas. Esa ciudadanía activa (Antón, 2013), implicada en la movilización social y
la participación ciudadana, que hemos cuantificado entre cuatro y cinco millones de
personas, es la base social más directa que ha condicionado el desarrollo de esta
4
nueva dinámica de la contienda política. Las ideas fuerza sobre las que se ha
construido esta movilización cívica son dos: 1) frente a la política de austeridad y
recortes sociales y por los derechos sociales y laborales; 2) rechazo a la gestión
antisocial e impopular de las élites dominantes, económico-financieras y gobernantes,
y apuesta por la democracia, la participación ciudadana y la regeneración del sistema
político.
Vinculado con esa ciudadanía activa y sus actores más representativos se ha
conformado una tendencia social más amplia. Se caracteriza por su indignación y
desacuerdo ante la deriva antisocial de la crisis y su gestión política impopular. Hemos
explicado que en torno a dos tercios de la población (entre el 60% y el 70% o más
según los temas), de acuerdo con distintas encuestas de opinión, manifiestan su
disconformidad con los recortes sociales y laborales, desconfían de los líderes
políticos que dirigen la gestión pública regresiva y legitiman la protesta social
progresista. Esa corriente social indignada se define por esas posiciones sociopolíticas
básicas sobre cuestiones fundamentales de la realidad, aunque en el terreno políticoelectoral o en otros aspectos expresen preferencias diversas. Pero es suficientemente
sólida y persistente y con una orientación progresista, basada en valores democráticos
y de justicia social, como para hablar de una tendencia social de fondo positiva frente
a la involución social y democrática promovida desde el establishment.
Esa dinámica colectiva es la que ha posibilitado la conversión parcial de ese
campo sociopolítico crítico en el campo electoral indignado, con el impacto conocido
de debilitamiento del bipartidismo gobernante, particularmente del PSOE, y el
crecimiento de las fuerzas alternativas. Pero para la configuración de ese nuevo
espacio electoral indignado ha tenido un papel específico el liderazgo y el discurso de
Podemos: han conseguido que una parte significativa de esa ciudadanía crítica haya
depositado su confianza y su delegación representativa en sus portavoces,
fortaleciendo su liderazgo público. O dicho de otro modo, los representantes de
Podemos han sabido transmitir unas ideas clave que han sintonizado con la cultura,
las demandas y las opiniones básicas de un amplio sector de la ciudadanía indignada,
más allá de sus votantes directos. El valor de su liderazgo y su discurso no ha sido
‘construir’ ese electorado desde la nada y desde arriba, por su indudable habilidad
comunicativa. Sería sobreestimar la capacidad ‘constructiva’ de las ‘ideas’ y los
líderes. Consiste en haber sabido expresar y dar visibilidad mediática a unas ideas que
sintonizaban con esas aspiraciones de la ciudadanía indignada, conseguir la simpatía
popular por su defensa pública de las mismas frente al establishment y obtener el
5
reconocimiento político y el aval de una parte popular relevante para ejercer como
nueva representación política.
Podemos tiene un gran mérito: haber ‘construido’ un mecanismo político, con
un carácter social y democrático, en un momento adecuado: su específica apuesta
electoral con su mensaje y sus líderes. Ha servido de cauce para que una parte
relevante de esa ciudanía crítica pudiese expresar unas posiciones o identidades
sociopolíticas en el campo electoral e institucional. Por otro lado, la innovación y la
valentía de llevar a cabo una brillante actividad comunicativa, con unos determinados
símbolos e ideas y un hábil liderazgo, no hubieran tenido tanto arraigo si no hubiera
estado creada ya, en el campo sociopolítico y con un amplio tejido asociativo, esa
ciudadanía activa, crítica con el poder y firme y participativa con unos objetivos
transformadores precisos: contra los recortes sociales y las élites dominantes y por los
derechos sociales y la democracia. Junto con su experiencia solidaria, sus actitudes
de cambio y su cultura democrática e igualitaria.
Así, las propuestas fundamentales de su programa (Más democracia; Más
derechos; Más economía al servicio de la gente) han expresado una síntesis de las
demandas del proceso de protesta social durante estos cuatro años y les han dado
una proyección de compromiso público y participación electoral. Han generado la
posibilidad de traducir esas exigencias de la ‘calle’ y desarrolladas en el campo social
en voto en las urnas. El reconocimiento adquirido por sus portavoces y activistas se ha
transformado en el apoyo a una nueva representación ‘política’ y la correspondiente
‘ilusión’ de que su reflejo en la estructura político-institucional coadyuve al avance de
esas aspiraciones.
Esos tres ejes programáticos –democracia, derechos, giro económico-,
expresivos de los objetivos del actual movimiento popular progresista, han sido
suficientes para establecer una vinculación firme de este nuevo liderazgo político con
los movimientos sociales y la gente activa y recoger la simpatía de la mayoría social
indignada. Necesitan mayor concreción y desarrollo. Son ideas fuerza, progresistas y
racionales, que parten del diagnóstico realista de los principales problemas de la
población y proyectan tareas fundamentales de la transformación política y económica.
Se está produciendo una fuerte pugna ‘política y cultural’ y sus dirigentes han
demostrado capacidad explicativa y argumentativa. Han ‘convencido’ a gran parte de
la población en esos dos niveles: apoyo directo en las urnas, y simpatía más amplia
pero (todavía) sin delegación representativa.
En mucha gente de izquierdas (y alguna de centro progresista), al ver
defendidas ‘sus’ ideas, también en ese cerrado ámbito electoral, se han generado
6
emociones ‘positivas’: alegría, por ver en el espacio mediático ‘sus’ ideas y personas
‘afines’; esperanza, por su impacto y su representación; ilusión… por su conquista y la
legitimidad social obtenida. Son actitudes ‘subjetivas’ frente al ‘aislamiento’
institucional y enfrentadas a las emociones negativas que trata de imponer el poder:
frustración, desesperanza, miedo y resignación. No se puede hablar peyorativamente
de un plan basado en el ‘emotivismo’, de estímulo de las (bajas) pasiones de la gente.
Y mucho menos comparado con el abuso que hacen las grandes formaciones políticas
de sentimientos fundamentales y necesidades básicas de la población: de seguridad y
certidumbre si les apoya la ciudadanía; de miedo y caos si no les apoya. Es como si la
‘racionalidad’ o el sentido de la ‘realidad’ estuviese en el establishment, mientras las
fuerzas por el cambio siempre fuesen irracionales e irreales y siempre perjudiciales
para la gente. Se trata también de una pugna en el plano de la subjetividad,
fundamental para reforzar la disponibilidad ciudadana para la indignación ciudadana,
la resistencia cívica y la transformación social. Además, en este caso, supone avanzar
en la conformación de una nueva representación política en el ámbito institucional
(parlamento europeo y después en las instituciones municipales, autonómicas y
estatales) y amenazar su total hegemonía para (su) estabilidad y su ‘gobernabilidad’.
Junto con esos tres ejes programáticos los portavoces de Podemos han sabido
plantear un nuevo marco interpretativo del conflicto político-social. Han establecido las
ideas y polarizaciones claves que definen el nuevo proyecto y sus tareas
fundamentales. Se trata de superar la simple alternancia de izquierda (oficial)/derecha,
para presentar una ‘alternativa’ al establishment o poder oligárquico desde la
reafirmación de la democracia y la ciudadanía, apostando por una transformación
profunda (proceso constituyente) del sistema político y económico.
3. Auto-ubicación ideológica del electorado de PSOE, Podemos e
Izquierda Plural
El Centro de Investigaciones Sociológicas –CIS- viene estudiando desde hace
tiempo la auto-ubicación ideológica de la población sobre el eje izquierda-derecha.
Utiliza una escala de 1 –extrema izquierda- a 10 –extrema derecha-. Los segmentos 1
a 4 se consideran auto-identificados como de izquierda, el 5 y el 6 de centro, y del 7 al
10 de derecha.
Según su Barómetro de julio de 2014 (publicado en agosto), la auto-ubicación
ideológica del conjunto de la población es la siguiente (en paréntesis los porcentajes
de mayo de 2010, cuando cobran fuerza las políticas de austeridad): segmentos 1-2:
7
9,9% (7,4); 3-4: 31,2% (24,7); 5-6: 28,4% (28,9); 7-8: 10,1% (9,5); 9-10: 2,8% (2,2); No
sabe y no contesta: 17,8% (27,3) –lo cual es un porcentaje relevante-. El total de la
izquierda suma 41,1% (32,1), el centro 28,4% (28,9) y la derecha 12,9% (11,7). O sea,
teniendo en cuenta la existencia de un porcentaje significativo que no se posiciona, la
gente auto-ubicada en la izquierda es similar a la suma de la situada en el centro y la
derecha. En estos cuatro años la gente que se sitúa en la izquierda ha crecido nueve
puntos, provenientes, sobre todo, del grupo no sabe-no contesta ya que la suma del
centro –baja medio punto- y la derecha –sube algo más de un punto- prácticamente no
varía. La media está en el punto 4,57. Pero considerando que una parte de las
personas de centro se consideran progresistas y más cercanas a la izquierda que a
‘esta’ derecha, el conjunto de izquierda y centro progresista tendría una ventaja
sustancial frente al centro-derecha (pendiente, claro, de la definición del 17,8%
restante que no se pronuncia).
Respecto del PSOE sumados sus votantes autodefinidos de centro (31,9%) y
de derecha (9,6%) son algo superiores a los de izquierda (39,7%) y la mayoría de
estos son moderados (21,9% del segmento 4). En las elecciones europeas la media
de su base electoral se autodefine de centro (cerca del punto 5) y también es visto de
forma similar por el conjunto de la sociedad (4,68).
Así mismo, el electorado en las europeas de IU-ICV se sitúa en el punto 3,4 de
la escala y el de Podemos en el 3,7, aunque la sociedad los ve más a la izquierda
(2,67 y 2,46, respectivamente). Aunque hay que resaltar que es el electorado
autoubicado de derechas quien más a la izquierda ve a esas formaciones,
desequilibrando las medias. Es decir, la mayoría de los votantes de Izquierda Plural
(para Podemos no hay datos desagregados, aunque la apreciación podría ser similar)
no la ven mucho más a la izquierda que como se autodefinen a sí mismos. O, dicho de
otro modo, sus votantes tienen una posición ideológica cercana a la que perciben que
ocupa esa formación.
Los datos de ese Barómetro de julio también expresan la suma del voto y la
simpatía, para el caso en que se convocasen ahora elecciones generales y según la
auto-ubicación ideológica. En la tabla 1 se han entresacado los porcentajes de cada
segmento ideológico con la distribución para cada uno de los tres agrupamientos.
Como se ve la media de voto + simpatía a Podemos (13,1%) es superior a la de
IU/ICV (7,1%). El PSOE tiene el 14,6% y el PP el 16,1%. Estamos hablando del
conjunto de la población y sólo expresa su opinión un 65,9%. El resto del 34,1% se
pronuncia por Ninguno (25,4%) o por voto en blanco, nulo o no sabe y no contesta.
Por tanto, si consideramos probables abstencionistas la suma de estos votos y los
8
votos válidos en esos casi dos tercios que se han definido por un partido, tenemos los
datos siguientes de tendencia de voto en esas supuestas elecciones generales:
Podemos, 19,9%, casi el doble que IU/ICV, 10,8%; es decir, en total reciben el apoyo
de más del 30% de la población; mientras, el PSOE, recibiría algo más del 22%, y el
PP, el 24,4%. En la distribución por cada segmento (son datos sobre el total) existen
algunas diferencias significativas. Podemos recibe un porcentaje mayor de las
personas que se auto-ubican en los segmentos 1 y 2, más a la izquierda, y en los
segmentos 5 y 6, de centro, así como de los que no saben o no contestan sobre su
identificación ideológica; al mismo tiempo, en los segmentos 3 y 4 o izquierda
moderada, IU/ICV recorta alguna distancia respecto de la media. Y muy pocos de los
que se definen de derechas simpatiza con ninguno de los dos.
Tabla 1: Porcentaje de voto + simpatía según la auto-ubicación ideológica1
Media
1
2
3
4
5
6
Podemos
13,1
30,8 29,3 23,8 16,8
9,5
3,4
IU/ICV
7,1
22,5 19,5 17,7 10,2
1,8
1,9
PSOE
14,6
12,5 10,6 23,0 33,2 13,4 3,4
7
8
3,7 1,7
0
0
3,0 0,9
9
10
Ns/nc
0
3,1
14,6
0
0
2,2
2,8
0
16,1
Fuente: CIS–Barómetro de julio de 2014. 1: izquierda a 10: derecha.
En este plano ideológico, ambos tienen, sobre todo, simpatías ideológicas y
electorados de izquierda, y suman en torno a la mitad de los segmentos 1 y 2 y en
torno al 40% de los segmentos 3 y 4. Supone que entre la ‘izquierda social’ son
mayoritarios respecto del PSOE. La ‘transversalidad’, recepción de voto y simpatía de
los auto-ubicados ideológicamente en el centro (o derecha) es muy limitada y estaría
compuesta, como máximo y entre los dos, por el 11,3% del segmento 5 y el 5,3% del
segmento 6, aunque con una diferencia por debajo de la media en perjuicio de IU/ICV,
particularmente en el segmento 5 (centro-progresista).
El PSOE, alcanza el 14,6% de media, menos que el 20,2% correspondiente a
la suma de Podemos e IU/ICV (y descontando el porcentaje de los que no se han
pronunciado, el PSOE tendría el 22,2%, es decir, menos que el 30,7% de la suma de
1
Hay que advertir que la comparación de los porcentajes hay que hacerla
verticalmente entre los tres partidos; sumadas todas las opciones serían el 100%. Pero no se
pueden sumar horizontalmente, porque cada segmento tiene una dimensión distinta: los
centrales y, por tanto, sus porcentajes contienen mayor población que los extremos.
9
los otros dos grupos a su izquierda). Estos tienen más peso que el PSOE en los
segmentos 1, 2 y 3 y menor en los 4 y 5. Y todos ellos, especialmente IU/ICV, tienen
escaso apoyo en los segmentos de centro-derecha.
Según otros datos complementarios del CIS, la auto-ubicación global del
electorado de IU/ICV es la siguiente: izquierda (1-4): 70,6%; centro (5-6): 7,1%;
derecha (7-10): 0,8%; (el resto no se define). En todo caso, es significativa la
diferencia de la base ideológica de los electorados de ambos, Izquierda Plural y
Podemos, con la del PSOE, partido cuyos votantes que se sitúan en la izquierda no
llegan al 40% del total.
En conclusión, las referencias ideológicas de la población en torno al eje
izquierda y derecha sí tienen relevancia para la orientación del voto electoral. No son
el factor exclusivo. En particular, el PSOE, a pesar de la amplia desafección electoral,
conserva una parte significativa de electorado autoubicado en la izquierda,
especialmente el moderado, y en el centro progresista. Aunque ese sector mantenga
cierto descontento hacia su gestión gubernamental todavía le sigue votando, ya sea
porque considera que es menos malo que el PP y constituye un freno, ya sea porque
su actuación regresiva está compensada por otros componentes progresistas. La
cuestión es que sigue existiendo una ciudadanía descontenta e indignada contra la
involución social y democrática, que constituye una mayoría de la sociedad y demanda
otra orientación socioeconómica y más democracia. Sus referencias ideológicas la
sitúan, fundamentalmente, en la izquierda y el centro progresista, y en sus referencias
electorales, aparte de la configuración del llamado electorado indignado (Podemos,
Izquierda Plural, Primavera Verde…), otra parte –similar- sigue votando al PSOE y otra
-menos relevante- a varias formaciones de ‘centro’ o centro-derecha (a quienes vota,
sobre todo, el sector conformista o conservador).
Para el convencimiento de ese electorado decisivo y la consecución de
mayorías sociales se establecen las distintas estrategias políticas y comunicativas: el
PSOE, intentando que se olvide la gestión de su cúpula gubernamental y con una
retórica ‘centrada’ y ambigua; Izquierda Plural, de acuerdo con su posición en el eje,
intentando hacer ver que el PSOE es de ‘derechas’ y que la alternativa es la auténtica
izquierda, y Podemos que la cúpula socialista es de la casta y la alternativa es la
ciudadanía y la democracia. La incógnita es la eficacia de cada discurso para conectar
con la realidad de la estrategia de cada agrupamiento político, explicar la justeza o no
de su discurso, enlazar con la mayoritaria cultura cívica, social y democrática, así
como la credibilidad de cada formación y su liderazgo para representarla.
10
4. Significado real y simbólico del eje izquierda/derecha
Frente al eje izquierda/derecha la opción de Podemos es crear otro eje real y
simbólico para expresar otra dicotomía: frente a oligarquía y casta propone
democracia y ciudadanía. Veamos, primero, los efectos confusos derivados de la
inclusión de la socialdemocracia en la izquierda política, ya que se generan
dificultades para definir un proyecto político transformador y coherente y se diluyen sus
mejores tradiciones y símbolos.
La representación política y cultural mayoritaria de la izquierda (o mejor,
izquierdas, en plural), en las últimas décadas, ha sido hegemonizada por la
socialdemocracia que, precisamente con su giro al Nuevo centro o Tercera vía, ha
abandonado sus prioridades fundamentales de profundizar realmente en la igualdad y
la democracia, particularmente en los derechos sociales, económicos y laborales.
Además, con la crisis sistémica, económica, político-institucional y europea, sus
aparatos gobernantes han consolidado una estrategia en dirección contraria a la
justicia social y el respeto a los derechos sociolaborales, aplicando unas políticas
regresivas y antisociales e incumpliendo sus contratos con la ciudadanía.
Por otra parte, históricamente se han realizado diversos intentos de conformar
una izquierda nueva o auténtica, diferenciada del giro centrista de la socialdemocracia
o de sus corrientes más economicistas o rígidas. En el terreno social han sido, desde
los años setenta, los nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo,
pacifismo…) quienes han modificado, renovado y ampliado las tradiciones de la
problemática social y los discursos, reivindicaciones, sistemas organizativos y
reconocimientos sociales y políticos de las izquierdas (incluido los partidos verdes). En
el ámbito político-electoral la propuesta de Izquierda Unida es la reafirmación en las
referencias de la izquierda democrática europea, junto con distintas inercias
organizativas y discursivas.
El contenido sustantivo de forjar una mayoría social frente al poder oligárquico,
basado en la participación popular contra la desigualdad y por la democracia podría
ser común entre Podemos e Izquierda Plural. La diferencia sería, sobre todo, de
carácter simbólico y de formas discursivas. Sin embargo, tiene implicaciones por su
impacto en la valoración de las tradiciones, la adecuación de los discursos a las
nuevas realidades y la legitimación de los distintos actores.
El PSOE vuelve a utilizar el rótulo de izquierda, aunque es una retórica
instrumental y no supone un giro a una política diferente a la del periodo anterior. Pero
en esta fase y con la cúpula y la orientación actual del PSOE, utilizar un simbolismo
11
compartido (izquierda) no clarifica esa diferenciación. A no ser que el conjunto del
PSOE y, en particular su aparato, se reconvirtiera hacia una auténtica izquierda, cosa
improbable, o claramente dejara de declararse de izquierda, dejando el símbolo en
manos solo de IU. Ello no impide valorar elementos comunes y llegar a acuerdos
concretos o a la convergencia de posiciones parciales, como a veces ocurre entre
distintas formaciones políticas en foros parlamentarios, entre los sindicatos y las
organizaciones empresariales o entre otros movimientos y grupos sociales con
instituciones diversas, respecto de tal o cual reivindicación o actividad. Pero el hilo
conductor ahora es cómo hacer frente al cambio gubernamental, precisar los acuerdos
necesarios, clarificar las posibilidades para ello y situar el papel de esos símbolos y su
contenido sustantivo.
Han adquirido mayor relevancia graves problemas sociales para la población:
la cuestión social, la desigualdad socioeconómica y la involución democrática y de
derechos. Y, paralelamente, la necesidad de la reafirmación ciudadana en los mejores
fundamentos de la izquierda: igualdad y democracia (o libertades y no dominación),
además de otros como la solidaridad y la laicidad. Se produce una paradoja. Por un
lado, los valores clásicos de la izquierda democrática europea de estos dos siglos
tienen más importancia y vigencia para transformar la realidad de desigualdad,
empobrecimiento y subordinación, mediante la participación popular frente al
establishment. Por otro lado, la marca izquierda no es clara para representarlos y
fortalecerlos y ha sido instrumentalizada y anulada en el ámbito institucional por la
tercera vía (o nuevo centro) socialdemócrata; o bien, ha sido asociada a otras
realidades históricas del llamado socialismo real, con regímenes autoritarios con su
nueva nomenclatura dominadora y sin libertades democráticas, o se vincula con
discursos anquilosados y prácticas burocratizadas.
Por tanto, la contraposición simbólica izquierda/derecha es confusa, ya que en
la marca izquierda coexisten diversas tradiciones, unas buenas y otras menos buenas.
Pero lo significativo para la percepción global de la población es que últimamente la ha
gestionado, sobre todo, la socialdemocracia con un discurso y una estrategia, según
ellos mismos, de ‘nueva vía’ o ‘centro’. Gran parte de la población ve esa
contraposición como la simple alternancia de cúpulas gobernantes, hoy con similares
proyectos en las cuestiones socioeconómicas y políticas fundamentales. Ese eje no
reflejaría una oposición sino una línea de consenso, sin alternativa. Se trata de superar
ese esquema que genera confusión, ya que la dirección de la izquierda mayoritaria
(socialdemocracia española y europea) ha hecho una reconversión ideológica hacia el
centro
social-liberal
y
una
última
gestión
12
gubernamental
e
institucional,
fundamentalmente, de derechas, no igualitaria y con déficit democrático. En este
periodo de crisis económica y política y de consenso básico entre conservadores y
socialdemócratas sobre la austeridad (flexible) y los temas de Estado, a veces puede
haber mucha confrontación mediática, incluso fuerte crispación, entre el PP y el PSOE,
pero no suele obedecer a profundas diferencias estratégicas o de opciones
fundamentales, hoy bastante coincidentes, sino a temas menos relevantes. Pongamos
que la diferenciación pública, cuando no hay consenso de fondo, la establecen entre
una élite de derechas consecuente con las políticas regresivas en todos los aspectos,
que quiere aparecer de centro-derecha, como la mayoría de sus votantes, y otra
cúpula de derechas, que quiere que le consideren de centro-izquierda, como se
identifica su base social, y es consecuente también con la estrategia liberalconservadora; la cuestión es que su retórica de centro no ha tenido credibilidad,
aunque la complemente con algunos aspectos de izquierda, algunos significativos, por
ejemplo en el tema del aborto. Normalmente el conflicto entre ellos no se produce en
temas de Estado, ni en las grandes líneas socioeconómicas o europeas. La
polarización parcial, a veces, es tensa, y se instrumentaliza según las conveniencias
del marketing por el aseguramiento de la legitimidad de sus aparatos respecto de sus
respectivos campos electorales.
Esos giros –discursivo, al centro y ejecutivo, a la derecha- de los aparatos
socialdemócratas no determinan que deba dejarse de utilizar esa expresión izquierda
o que, bien acotada, sea un elemento significativo de la identificación popular. Existen
amplios sectores sociales que se autodefinen de izquierdas, incluida cerca de la mitad
de la base socialista y la gran mayoría de los votantes y simpatizantes de Podemos e
IU/ICV. Mantienen vigentes los valores de justicia social, los derechos socio-laborales,
la redistribución y la democracia. Son actitudes progresistas y de izquierda que les han
llevado a la crítica a los poderosos y el apoyo a la protesta social frente a la política
autoritaria de austeridad. En la sociedad todavía existen esa cultura positiva de
izquierdas y suficientes energías sociales para defender la igualdad y profundizar la
democracia. Ahora bien, aparte de qué política de fondo hay que desarrollar, el
interrogante es qué símbolo es más útil para que se identifique la ciudadanía en su
pugna político-electoral con el establishment: ¿Disputar la marca que se ha vuelto a
apropiar la dirección del PSOE para camuflar su giro al centro, ahora que su marca
centrista con gestión de derechas no ha dado resultados y está asociada a políticas
socioeconómicas liberales sin respeto por la opinión ciudadana? ¿A quién considera la
gente cuando se habla de izquierda política?.
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El PSOE y sus bases sociales tienen un carácter ambivalente. Tienen
componentes de izquierdas, pero lo sustantivo de su aparato, su gestión y su proyecto,
político y socioeconómico, no son de izquierdas. La vocación de la nueva dirección de
volver a gobernar con similares estrategias y las mismas dependencias con el poder
establecido no augura un giro a la izquierda. Su estrategia comunicativa consiste,
sobre todo, en hacer olvidar su última gestión de derechas y mantener la ambigüedad
sobre una política centrada, sin diferencias sustanciales con la dominante en la Unión
Europea y el consenso de la socialdemocracia con el bloque de poder encabezado por
Merkel. La respuesta de la gente sobre quién o qué es izquierda, cuando menos, no es
sencilla y está presa de esa ambivalencia. Se puede resolver parcialmente haciendo
valer los valores en que se asienta la izquierda social y reafirmando el papel de una
izquierda política consecuente y renovada.
5. Refuerzo, renovación y superación de la izquierda
En relación con la izquierda se deben desarrollar tres tareas complementarias y
con una relación compleja entre sí: existen componentes a reforzar, otros a renovar y
algunos directamente a abandonar y superar. Hay que apoyarse en los valores
democráticos e igualitarios de la izquierda social, reforzarlos y representarlos, evitando
diferenciaciones artificiales o a efectos de legitimación particular. Definir los
adversarios reales, el campo de los aliados y el proyecto de cambio es la tarea común
de un polo diferenciado de la socialdemocracia y alternativo a la derecha. Igualmente,
hay que renovar y reelaborar el análisis, los proyectos y las ideas fuerza, junto con
nuevos esquemas analíticos y discursivos que simbolicen e interpreten el contenido
fundamental de los nuevos conflictos sociopolíticos y culturales. Debemos seleccionar
lo adecuado del pensamiento, la acción y los valores de las izquierdas (y otras
corrientes progresistas e ilustradas) y rechazar lo inadecuado. Realizar la
correspondiente valoración crítica de sus tradiciones más negativas, en particular y a
veces, su falta de sensibilidad democrática y de respeto al pluralismo y la existencia de
ciertos dogmatismos.
Por tanto, se trata de cambiar discursos, renovar representaciones y liderazgos
y elaborar nuevos símbolos que expresen mejor las identidades colectivas
transformadoras en un sentido igualitario, emancipador y democrático. Y para ello es
necesario contar con la experiencia en la lucha democrática y social, la
representatividad
y
las
mejores
tradiciones
culturales
de
las
izquierdas
transformadoras. Lo nuevo no puede prescindir de las mejores características de lo
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viejo.
Elementos
tradicionales
en
la
acción
democrática
y
de
izquierdas,
convenientemente renovados, son fundamentales en la nueva época. Pero habrá que
superar la debilidad en el campo simbólico y discursivo para expresar claramente un
proyecto político transformador y democrático, así como sus bases sociales y las
alianzas, abordando el hecho de que una parte de ese sector de centro-izquierda
todavía considera que la dirección socialista les representa políticamente. No obstante,
la consolidación y ampliación del proyecto de cambio, se apoya, sobre todo, en esa
gente de izquierda pero desborda la auto-identificación con la izquierda, su base se
asienta entre la ciudadanía descontenta con el poder establecido por su estrategia
regresiva. Su cultura es progresiva en lo social y democrática en lo político.
Hemos expuesto la polarización o dicotomía entre izquierda y derecha. Por un
lado, con la crisis sistémica y la gestión autoritaria y antisocial de las élites
gobernantes, incluida la socialdemocracia, se han revalorizado los temas y valores
clásicos de la izquierda democrática europea: justicia social (igualdad socioeconómica
y derechos sociolaborales) y democracia (libertades, participación, no-dominación).
Igualmente, en el plano relacional e histórico, se ha configurado una ciudadanía
indignada, de carácter popular, emancipador y democrático. Y junto con la
movilización social de una ciudadanía activa, se ha abierto una pugna de fondo frente
a la gestión regresiva de los poderosos, cuestionando su legitimidad. Por otro lado, la
gran mayoría de votantes de Izquierda Plural y Podemos, así como la mitad de los del
PSOE, se sitúan ideológicamente en la izquierda, es decir, comparten esos valores
básicos. Finalmente, hemos señalado los problemas para la identificación de la
ciudadanía con la izquierda política dada, cuando menos, la ambivalencia de la
pertenencia de la socialdemocracia a ese bloque –diferenciando cúpulas de su base
militante y votante-. El vocablo izquierda no es unívoco y se presta a confusión, pero
dentro de las izquierdas hay experiencias, tradiciones y valores fundamentales para
aportar en la nueva época. Está vigente el conflicto de gran parte de la misma con la
derecha y la involución social y democrática y hay un sentido de pertenencia entre
amplios sectores de la sociedad, basado en esos valores de la igualdad y la
emancipación asociados a la izquierda. Todo ello sigue vigente, no está superado, se
debe realzar y formar parte de la identificación popular.
En resumen, falta por profundizar su contenido, renovar su pensamiento, sus
discursos y sus estructuras organizativas y, específicamente, reelaborar y resignificar
sus signos y sus símbolos. Pero hay que definir de otra forma los polos del conflicto
social, por una parte, las capas dominantes y, por otra parte, el sujeto emancipador, la
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ciudadanía crítica y sus principales actores, con un proyecto transformador por la
igualdad, la libertad y la democracia.
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