LA RAÍZ DEL PROBLEMA POR QUÉ PECAMOS Y CÓMO PODEMOS SUPERARLO FALTA DE AMOR AL PRÓJIMO Uno de los obstáculos a vencer, para superar el problema del pecado, es la falta de amor al prójimo. Muchos pecados que cometemos son contra otros. Cuando hacemos estas cosas, estamos demostrando una falta de amor hacia nuestro prójimo. Pablo escribió a los santos en Roma exhortándoles a amar a los demás, así ellos evitarían muchos pecados. “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Rom. 13:8-10). Si verdaderamente amamos a nuestro prójimo, vamos a procurar su bienestar como un asunto primordial de nuestras vidas. No lo haremos en desmedro nuestro. No vamos a hacernos daño. En su lugar vamos a amarlos como nos amamos a nosotros mismos. Jesucristo dijo que este era el segundo mandamiento en importancia después de nuestro deber de amar al Señor. “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:39). Es interesante notar, que nuestro deber de amar al prójimo se basa en el amor que debemos manifestarnos naturalmente, hacia nosotros mismos. Por lo tanto, si queremos tratar a los demás de la manera en que Jesús nos ha enseñado, debemos manifestar una correcta apreciación de lo que somos delante de Dios. Sin embargo, y obviamente, esto no quiere decir que seremos arrogantes. Después de todo, como ya hemos observado, hemos pecado y por lo tanto somos dignos de muerte (Rom. 3:23; 6:23). No tenemos motivos legítimos para manifestar la soberbia. Simplemente, debemos tener una visión adecuada de nuestra persona, y dicha perspectiva es provista por la palabra de Dios. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gen. 1:27). Hemos sido creados a la “imagen de Dios”. Esto significa que ocupamos un lugar especial en su creación. Llevamos su “semejanza” en nosotros (Gen. 1:26). “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16). Dios nos amó tanto que envió a su Hijo a morir por nosotros. Esto no fue un sacrificio insustancial o sin sentido. Uno no necesita ser un padre para saber lo difícil que sería el ver a su propio hijo sufrir. Dios sabía de antemano los sufrimientos y la muerte que Jesús tendría que soportar para salvarnos – lo cual era parte de su plan eterno. Aun sabiendo esto, el Padre celestial se mantuvo dispuesto a enviar a Jesús para que Cristo derramara su sangre a favor de nosotros. *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 1 LA RAÍZ DEL PROBLEMA POR QUÉ PECAMOS Y CÓMO PODEMOS SUPERARLO “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hech. 10:34-35). Naturalmente, no apreciamos a la gente que no puede mostrarnos la amabilidad, el respeto o la consideración que merecemos. Por lo general amamos a los que nos aman. Pero, Dios no es así. Él es imparcial, sin favoritismos. Dios trata a todas las personas con el mismo estándar. No importa quiénes seamos, ni lo mucho (o poco) que otros nos aprecien. Dios está dispuesto a aceptarnos si le obedecemos. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). Dios nos ama tanto como para expresar de manera muy convincente su deseo de salvarnos. Él sabe que nuestra salvación dará lugar a una eternidad en el cielo con él. Esto es lo que Dios desea, y ha hecho todo lo necesario para que esto sea posible. Para vencer el pecado, no podemos dejar de amar a nuestro prójimo de la misma manera en que Dios nos ha amado. El apóstol Juan escribió: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Jn. 4:11; cf. Rom. 5:8). Debemos tratar a nuestro prójimo como Dios lo hace con él. Debemos tratar con los demás de tal manera que reflejemos la bondad que Dios ha mostrado hacia nosotros. Tratar a nuestro prójimo de la manera en que Dios nos ha tratado En primer lugar, debemos reconocer que nuestro prójimo también es “imagen de Dios” (Gen. 1:27). Nuestro prójimo también llevan la “semejanza” de Jehová Dios (Gen. 1:26). Por lo tanto, nuestro prójimo es especial. En segundo lugar, debemos estar dispuestos a sacrificarnos por nuestro prójimo, así como Dios se sacrificó por nosotros (Jn. 3:16). Esto significa que pondremos activamente los intereses de los otros antes que los nuestros. En tercer lugar, en vez de mostrar parcialidad, debemos tratar a los demás por igual. Nunca debemos tratar a alguien como menos importante que otras personas. En cuarto lugar, debemos trabajar para salvar a todos, así como Dios nos amó tanto como para querer salvarnos e hizo todo lo necesario para que eso fuese posible. Si verdaderamente amamos a los demás como Dios nos ama, nosotros haremos todo lo posible para el beneficio eterno de nuestro prójimo y trabajaremos para salvarle con el poder del evangelio. Hacer estas cosas, obviamente, nos impide el pecar contra otros. Se hace difícil que alguien haga lo malo contra su prójimo cuando está activamente y conscientemente tratando a los demás como Dios lo hace. En todas nuestras relaciones con los demás, hemos de tener la mente de Cristo. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:3-5). *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 2 LA RAÍZ DEL PROBLEMA POR QUÉ PECAMOS Y CÓMO PODEMOS SUPERARLO Jesús es nuestro ejemplo perfecto. Él nunca pecó contra otros. Al contrario, Cristo nos amó con un amor tan grande que estuvo dispuesto a morir por nosotros (Jn. 15:13). Esta es la actitud que debemos tener hacia los demás. Hay que buscar el bienestar de otros primero, aunque ello requiera un doloroso sacrificio personal. Si no manifestamos el “sentir” de Cristo (Fil. 2:5) seguiremos pecando en contra de otros. No obstante, cuando tratemos a nuestro prójimo como Dios lo hace, la injusticia no tendrá cabida en nuestras vidas. 3 Resumen Cuando usted peca contra otros, demuestra una falta de amor por ellos. Para vencer el pecado, usted debe crecer en su amor hacia su prójimo. Para ello, en primer lugar recuerde la manera en que Dios ha demostrado su amor hacia todos, y a continuación, trate a los demás como Dios lo ha tratado a usted. *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com