El analista en la actualidad

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El analista en la actualidad
Dra. Brenda A. Tolosa Castro
El psicoanálisis es un arte un espacio de cambio y de sorpresa, es decir, de vida……
Ante una época donde predomina la tendencia a lo fácil, donde cada vez se pierde el
interés por el contacto personal, donde se quiere la satisfacción inmediata del deseo, sin
la capacidad a la espera, donde hay un vacío y pareciera que nada molesta. Como dice
Kristeva… ¿para qué el psicoanálisis ante un malestar que se autoignora? Considero que
es aquí donde mas sólidos debemos estar en nuestros principios como psicoanalistas, ser
analista no es una forma de trabajar, es una manera de vivir, por eso es que es tan difícil
nuestra profesión, va mas allá de lo que se aprende.
Nosotros como analistas somos los herederos de la experiencia y formalización teórica de
Freud y nos enfrentamos ineludiblemente al dilema de sí ésta es una doctrina, es decir
una serie de preceptos y principios a adoptar, o solamente un lugar a donde acudir para
aprender a pensar. (Creo que es un lugar para aprender a pensar)…. Y como dice
Goethe,….lo que heredas debes apropiártelo para merecerlo.
Ser psicoanalista hoy y aquí, no depende sólo de las filiaciones teóricas o de los fantasmas
inconscientes de cada pensador sino también de los rasgos prevalentes en la cultura
contemporánea que hoy se procesan y cambian a un ritmo vertiginoso. El nudo del sujeto
pensante – uno centrífugo, desde su pensamiento hacia la realidad y otro desde la
realidad hacia su pensamiento es, en cada momento de la historia, una parte constitutiva
de la producción del sujeto. Prioridad del otro y relaciones internas de objeto no son
teorías cuya congruencia lógica sea fácil de articular y tensan la frontera entre lo
endógeno y lo exógeno del psiquismo.
Actualmente muchos de los pacientes que nos consultan pueden complacerse en habitar
personajes eróticos múltiples, de diferente sexo y edad, desde el bunker de su
computadora, es decir anulando o borrando con la maquina el olor y la textura de la piel,
tan esenciales en el encuentro de los cuerpos sensibles. Trabajamos en el intervalo entre
el sujeto de la modernidad y el sujeto contemporáneo, donde se producen códigos
heterogéneos que nos dejan en ocasiones atónitos y nos obligan a una semiología
rigurosa y a una suspensión de juicios de valor, condenatorios o admirativos, en los que
podemos precipitarnos ante el desconcierto. Suspender el juicio para escuchar, decía
Freud.
Lo que llamamos realidad no es más que una síntesis humana, construida a partir de
observaciones diversas y de miradas discontinuas. El universo de creencias y valores de
una época configuran claves interpretativas que cada sujeto acepta como evidentes y
obvias, como justas y verdaderas, y lo obvio coloca a la realidad en el mismo lugar que el
punto ciego. (Marcelo viñar, psicoanalizar hoy). El tipo de percepciones que genera una cultura es
el equipo o dispositivo que construye las actitudes colectivas frente a la vida, la muerte, el
sexo, el bien y el mal; en fin la realidad toda. El problema que tenemos es que cuando la
violencia habitual y rutinaria llega a la intensidad excesiva del terror, la representación,
llevada al paroxismo, provoca su propia anulación. Este efecto destructivo de la función
representativa destruye la dimensión metafórica propia del trabajo de simbolización en
los procesos elaborativos, y genera como reemplazo, una angustia de vacío. Entonces el
analista que se planta como testigo o interlocutor de esa devastación, reacciona a la
destrucción de la metáfora sea con un movimiento de conmoción y simpatía (que no
engendra un dialogo) o huye despavorido en ajenidad e indiferencia. De este modo la
subjetividad disminuye su espesor, la función sujeto se diluye en la anomia
despersonalizada. Hay sufrimiento, pero no sujetos que sufren.
Los que persistimos en la convicción de la vigencia de nuestro oficio y reflexión, los que
pensamos en la actualidad y vigencia del descubrimiento freudiano como una de las vías
privilegiadas de exploración de la producción de subjetividad, tanto en su vertiente
creativa como mórbida; tenemos que tomar en consideración que las coordenadas de
tiempo y espacio del sujeto contemporáneo son diferentes a las de las décadas pasadas.
Los analizados de hoy día presentan una forma de padecimiento o incluso una estructura
psíquica diferente de los estudiados en los primeros cincuenta años de investigación
psicoanalítica. Los pacientes de hoy, con sus - partes psicóticas- , -sus escudos narcisistas-,
sus – selfs grandiosos - , su pensamiento operatorio- y sus defectos alexitimicos-, parecen
muy diferentes de los clásicos neuróticos.
La naturaleza de los síntomas y el modo en que se vivencia y se expresa el sufrimiento
psicológico parece haber cambiado a lo largo de los años. Freud no se habría sorprendido
de esta evolución, ya que predijo que determinadas neurosis, muy extendidas en su
tiempo, estaban destinadas a desaparecer. Esta predicción parece haberse cumplido, en
especial con relación a la aparatosa sintomatología histérica, tan común en la época de
Freud, que estaba directamente ligada a la represión sexual y que actualmente miramos
con menos frecuencia, en lugar de esto nuestros pacientes se quejan de su incapacidad
para amar, de su sensación de profunda insatisfacción en el trabajo y en las relaciones
sociales, de su sensación de alienación respecto a la sociedad y de sus estados imprecisos
de vacío, depresión y angustia. Síntomas aparentemente nuevos.
Este hecho no solo ha cambiado el modo de escuchar el analista a sus pacientes y las
expectativas de la vivencia analítica, sino también la naturaleza del discurso del paciente.
Un periodo más largo permite que se manifieste insospechadas angustias narcisistas y
psicóticas escondidas tras las estructuras neuróticas. En los análisis largos los brotes
caracteriales, neuróticos y psicóticos, la conducta adictiva, las manifestaciones
psicosomáticas, y las pulsiones sexuales aberrantes tienen bastantes posibilidades de
manifestarse, cuando el analizado se enfrenta con un estrés inusitado. El potencial para el
desbordamiento afectivo y la consiguiente perturbación de la economía narcisista, puede
presentarse en cualquier paciente, sin embargo hay pacientes que viven en un estado casi
constante de inquietud psíquica, ya que vivencia las demandas de la realidad externa y la
existencia misma de otras personas como una amenaza continua y potencialmente
traumatizante para su equilibrio psíquico. La vulnerabilidad de la psique humana es tal
que
todos podemos padecer, de vez en cuando, perturbaciones narcisistas de la
personalidad, o inclusive graves hemorragias narcisistas en la autoestima cuando nos
vemos enfrentados a insospechadas catástrofes internas o externas.
La manera de
mantener una homeostasis libidinal narcisista del mejor modo posible frente a las
presiones internas y externas esta en gran parte determinada, por la naturaleza de los
objetos investidos libidinalmente que se han conservado en el mundo psíquico interno.
La dicotomía que Freud necesitó instituir entre la conciencia y la otra Escena, entre el
mundo interno (realidad psíquica) y la realidad social fue necesaria para sacralizar una
causalidad psíquica distinta y definir la especificad del psicoanálisis. Esta distinción debe
ser cuidadosamente mantenida pero reformularse ya que la frontera entre lo íntimo y lo
público tiene ahora características muy diferentes que antaño. La regla de oro la atención
flotante, parece inocente y angelical, pero es bárbara e imposible de cumplir.
Mandatamos esa utopía inalcanzable, para localizar donde es traicionada, y usamos la
trasgresión como puerta de acceso a laberintos interiores inexplorados desmontando la
función sintética del yo y los autoengaños defensivos que se han construido. Esta nos
vuelve detectives más o menos expertos para la exploración de tierras incógnitas.
Con estas herramientas simples y geniales. Freud nos llevó a la sexualidad infantil, navegó
largos años en la teoría de la seducción, hasta sus crisis de mis histéricas me engañan,
descubriendo en el engaño algo más fuerte que la realidad de la conciencia, para que
aparezca la realidad más efectiva- del fantasma. Salto abismal de una clínica naturalista a
un pensamiento estructural; de la reflexión introspectiva a la causalidad fantasmatica que
instala la transferencia, el falso enlace que descubre otros laberintos de nuestro fuero
interior.
Para Freud el síntoma es la piedra angular o pieza clave de la totalidad del funcionamiento
mental, que alberga, contradictoriamente, no solo aspectos mórbidos sino creativos. No
solo lo peor sin o lo mejor de la mente humana se aloja en el conflicto. Trabajábamos y
trabajamos empeñosamente para localizar y designar el conflicto interno, sus ansiedades
y defensas y trocar la repetición en perlaboracion, organizando en transferencia un campo
dialógico, ese relato era y es el núcleo de nuestro trabajo, el blanco de nuestra
interpretación. Un idioma compatible, restablece una sintaxis significativa para ambos
miembros del binomio terapéutico, con sus anhelantes búsquedas de sentido, es el
desafío inicial y la primera hazaña a lograr. Restablecer la dignidad de una palabra
investida y significante que cultive y despliegue el espacio de la transferencia como valor
preferible y veraz, incluso disfrutable, ante la presencia competitiva de terapias
alternativas que prometen la curación ahorrándose esta penuria y con las que con
frecuencia los pacientes provocan.
Algo que no debemos olvidar es que…. LA
EXPERIENCIA DIALOGICA QUE SE DESARROLLA EN EL CAMPO PSICOANLAITICO, NUNCA ES
REPETIBLE. Y si lo fuera NO SERIA PSICOANALISIS. .
No podemos dejar de lado que igual que el otro individuo tenemos un origen igual y que
nuestra lucha constante es aceptar la castración, aprender a renunciar, lucha constante
que se va logrando o se puede ir logrando pero nunca de una vez y para siempre. La
relación psicoanalítica debe hacernos cuestionarnos, volver a pensar las ideas recibidas,
examinar con atención el orden establecido, ya sea el que reina en el interior de uno
mismo, el de la familia, o del grupo social al cual pertenecemos. Durante una relación
analítica evolucionamos nosotros y nuestros analizantes.
El análisis se propone como objetivo hacernos descubrir, todo lo que hemos pasado la
vida ignorando, hacernos afrontar todo lo que hay de penoso, de más escandaloso en el
fondo de nuestro ser, no solamente los deseos eróticos prohibidos, sino también nuestra
avidez por todo lo que no poseemos, nuestra avaricia, nuestro narcicismo y nuestra
agresividad.
Todos somos sobrevivientes psíquicos y nuestro trabajo de analistas nos confirma día tras
día que también nosotros hemos tenido que construir compromisos para afrontar a
nuestros propios traumas psíquicos. Son a menudo esos mismos sufrimientos los que
dieron origen a nuestro deseo de convertirnos en analistas y los que estimulan nuestra
curiosidad ante los misterios del funcionamiento psíquico. A su vez, nuestros pacientes
nos permiten esclarecer y comprender mejor nuestros problemas psicológicos personales.
Con cada análisis y cada analizante vamos más lejos en nuestro propio análisis y es un
descubrir el psicoanálisis en sí, y considero que es lo apasionante de nuestra profesión,
que a su vez conlleva un gran compromiso con uno mismo.
Nosotros no abrimos juicios sobre nuestros pacientes, ni para felicitarlos ni para
condenarlos. Nuestra única meta es entender su experiencia psíquica y comunicarles lo
que creemos haber comprendido, con la esperanza de que ellos asuman la
responsabilidad total de sus elecciones y sus actos. Nuestra practica y nuestra ética
fundamental, se centra en la idea de que el espacio psicoanalítico ofrece a los analizantes
la posibilidad de adquirir conciencia de sus fantasmas y conflictos reprimidos, y sacar a la
luz valores que hasta entonces han ignorado o han aceptado como verdades. Ante esta
toma de conciencia, los analizantes pueden interrogarse sobre creencias religiosas,
políticas, éticas, estéticas, así como su elección y sus prácticas sexuales.
(pág. 294 joyce
Macdugall las mil y una caras de eros).
Freud descubrió que la energía impulsiva de la libido, aunque condenada por los
moralistas, era una parte indestructible del organismo humano, una fuerza que no podía
anularse mientras existiera la vida y que la mejor forma de manejarse con ella era
elevándola a la conciencia. No podemos frenar los impulsos sin antes sacarlos de sus
escondites y mirarlos a la cara con valentía. Y esto no es solo para los pacientes sino para
nosotros como analistas, el paciente solamente puede apreciar en el analista aquello que
el mismo es capaz de sentir, muchos de los problemas del psicoanálisis yacen en un mejor
análisis del analista, llegar a lo más primitivo de nosotros mismo.
El analista, cuya meta no es “socializar” o “ normalizar “ a su analizante, se esforzara por
respetar en todo lo posible el equilibrio sintomático precario construido en otro tiempo
por el niño angustiado. Este enfoque exige que cuestionemos nuestros propios puntos
neuróticos, nuestra fachada social, nuestros núcleos perversos y psicóticos. No hay que
olvidar que nuestra práctica implica inevitablemente dos participantes activos. Freud dijo:
que el valor básico esencial del pensamiento y la práctica psicoanalítica son la búsqueda
de la verdad. El psicoanálisis fue considerado desde sus inicios como disciplina que trata
constantemente de cuestionar la evidencia, reexaminar las creencias establecidas y sacar
a la luz elementos inconscientes que determinan las opciones sociales, políticas, culturales
o religiosas.
A manera de conclusión diré que el reto del psicoanálisis es transformar esta presión del
alma que se ha levantado a manera de supervivencia y protección.
El psicoanálisis tiene dos grandes retos: según Kristeva( pág. 37 las nuevas enfermedades del alma).
El primero es su competencia con las neurociencias: “la pastilla o la palabra”, tal es la
cuestión del ser o no ser. El segundo es la prueba al a que se ve sometido el psicoanalista
por el deseo de no saber que converge con la aparente facilidad que ofrece la
farmacología, y que caracteriza al narcisismo negativo, del hombre moderno.
No con esto desde mi punto de vista es estar en contra de las neurociencias y de todo
avance científico, al contrario las neurociencias no destruyen al psicoanálisis si no que
invitan a reactualizar la noción freudiana de PULSION: bisagra entre el “soma” y la
“psique”, entre lo biológico y la representación.
¿Tarea difícil? …… si…. Recordemos que el análisis es romper estructuras. Y que como
analistas solo podemos acompañar y servir de apuntalamiento, pero para esto debemos
de estar bien posicionados. Estar presentes y a la vez borrados.
RESUMEN
El psicoanálisis es un arte un espacio de cambio y de sorpresa, es decir, de vida... Ante
una época donde predomina la tendencia a lo fácil, donde cada vez se pierde el interés
por el contacto personal, donde se quiere la satisfacción inmediata del deseo, sin la
capacidad a la espera, donde hay un vació y pareciera que nada molesta. ¿Para que el
psicoanálisis ante un malestar que se autoignora? considero que es aquí donde más
sólidos debemos estar en nuestros principios como psicoanalistas, ser analista no es una
forma de trabajar, es una manera de vivir, por eso es que es tan difícil nuestra profesión,
va mas allá de lo que se aprende. Nosotros como analistas somos herederos de la
experiencia y formalización teórica de Freud y nos enfrentamos ineludiblemente al dilema
de sí ésta es una doctrina, es decir una serie de preceptos y principios a adoptar, o
solamente un lugar a donde acudir para aprender a pensar.(considero es un lugar para
aprender a pensar). Lo que heredas debes apropiártelo para merecerlo. Ser psicoanalista
hoy y aquí, no depende sólo de filiaciones teóricas o de los fantasmas inconscientes de
cada pensador sino también de los rasgos prevalentes en la cultura contemporánea que
hoy se procesan y cambian a un ritmo vertiginoso. Trabajamos en el intervalo entre el
sujeto de la modernidad y el sujeto contemporáneo, donde se producen códigos
heterogéneos que nos dejan en ocasiones atónitos y nos obligan a una semiología
rigurosa y a una suspensión de juicios de valor, condenatorios o admirativos, en los que
podemos precipitarnos ante el desconcierto. SUSPENDER EL JUICIO PARA ESCUCHAR
DECÍA FREUD. Trabajábamos y trabajamos empeñosamente para localizar y designar el
conflicto interno, sus ansiedades y defensas y trocar la repetición en perlaboracion,
organizando en transferencia un campo dialógico, ese relato era y es el núcleo de nuestro
trabajo, el blanco de nuestra interpretación. La actualidad invita al psicoanálisis a
reactualizar la noción Freudiana de PULSIÓN, bisagra entre el soma, y la psique, entre lo
biológico y la representación.
BIBLIOGRAFIA
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