Homilía del 14 de Agosto de 2016 De un primer vistazo el Evangelio de hoy no nos suena a nosotros como la buena nueva. Jesús dice que ha «venido a traer fuego a la tierra y [desea] que ya estuviera ardiendo». Dice que no ha «venido a traer la paz, sino la división». ¿Cómo puede decir Jesús tales cosas cuando los ángeles anunciaron, «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!» (San Lucas 2:14); y cuando, al final de su ministerio, preparó a sus discípulos por su salida diciéndoles a ellos, « Les dejo la paz, les doy mi paz . . . ?» (San Juan 14:27). Cuando Jesús se les apareció a sus discípulos después de la resurrección, además, dos veces les saludó con «¡La paz esté con ustedes!» (San Juan 20:19,21). Quizás una manera de entender al Evangelio de hoy es pensar sobre el mundo en el cual Jesús fue nacido. Fue, como el nuestro, un mundo desgarrado por miedo, ira y odio. Piensen en lo que la vida de Jesús era como. No debemos olvidar el atentado en la vida del niño Jesús por Herodes, que masacró a los inocentes (San Mateo 2:16). Ni debemos olvidar que después de compartiendo una comida con Jesús, «. . . los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación» (San Lucas 11:53-54). Y no debemos olvidar que los escribas y fariseos «se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús» (San Lucas 6:11). Finalmente, como saben ustedes, los enemigos de Jesús tuvieron éxito en causar su muerte, una horrible muerte, por crucifixión. En el Evangelio de hoy Jesús refiere a su inminente muerte cuando dice, « Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!» A aquellos que frente la opresión, violencia, y desesperanza, las palabras de Jesús suenan como las buenas nuevas. Como les he mencionado a ustedes en otras homilías cuando me referí a la turbulencia social durante mi juventud, las palabras de Dr. Martin Luther King, aunque palabras de no-violencia, eran palabras de oposición y división, y experimenté esa oposición y división en la casa de mis padres. Como ha escrito Padre Campion Gavaler, un monje Benedictino, Un sistema opresivo no se arregla a sí mismo por sí mismo. Jesús entendió que él había sido enviado a un mundo caído en esclavitud–una humanidad sin esperanza atrapada en un sistema de valores morales falsas de codicia, violencia, y idolatría.1 1 Campion P. Gavaler, O.S.B., homily por 14 de Agosto de 2016, Saint Vincent Archabbey, Latrobe, Pennsylvania. saintvincentarchabbey.org -1- Homilía del 14 de Agosto de 2016 Y todos nosotros somos pecadores, como escribió San Pablo, aún esclavos de pecado (Romanos 3:23, 6:17), y todavía vivimos en ese mundo caído. No importa cómo intentamos, no podemos librarnos nosotros mismos del fango. Jesús reveló su poder a librarnos de los poderes de todo mal por expulsando los demonios, curando el enfermo, y perdonando los pecadores. Mi pregunta a mí mismo y a todos de ustedes es, ¿Hemos hecho una elección a dar a nosotros mismos para vivir completamente en la libertad de Cristo, porque él es el único que puede librarnos de la esclavitud al pecado. Otra vez en las palabras de Padre Gavaler, Jesús, ahora Señor Resucitado, está presente entre nosotros no solo a provocar una crisis de la decisión, pero posibilitarnos actualizar la realidad del reino de Dios en nosotros. En esa realidad, aunque nos costará algo, nosotros también podemos entrar situaciones de opresión con la compasión y el poder curativo de Jesús. Con la gracia de Dios, nosotros también podemos a veces ser instrumentos de liberación y esperanza por la gente que son retenidas en esclavitud.2 Pero para ayudar a los demás, en primer lugar nos debemos mirar a nosotros mismos con los ojos de Cristo, admitimos nuestros pecados, pedimos su perdón, y resolvemos a permitirlo a él a librarnos de nuestros pecados y a darnos el valor a enfrentar la división y oposición de aquellos que nos habrían quedar en silencio en la cara de injusticia y abuso. Tenemos no solo la promesa de Cristo del perdón y apoyo, pero también tenemos el apoyo y asistencia de los grandes santos que nos apoyan en nuestra promesa renovada a Cristo y a su reino: Rodeados, como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, dejemos todo lo que nos estorba, librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fijala mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Que nos libremos a nosotros mismos de esas cargas del pecado y, como la gente de la libertad y esperanza, que seamos los instrumentos de Cristo a traer libertad y esperanza a los otros. 2 Ibid. -2-