el imperio bizantino - De nobis fabula narratur

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EL IMPERIO BIZANTINO
Mientras en Occidente la invasión de los bárbaros terminó con la unidad política, en Oriente, el Imperio Romano se
mantuvo intacto y sobrevivió durante mil años más. Constantinopla, su capital, emplazada en la antigua colonia griega de
Bizancio, contaba con una excelente situación económica que le permitió mantener un ejército bien dotado y una administración
eficaz. Con estos elementos consiguió superar y desviar los ataques exteriores. La historia del Imperio Romano de Oriente
comenzó en el año 395, cuando Teodosio el Grande dividió el imperio entre sus dos hijos, y a Arcadio le asignó el que luego
sería conocido como bizantino. En el siglo VI surgió un emperador que soñó con unificar el antiguo Imperio Romano y dedicó
sus esfuerzos a lograrlo.
Justiniano: la “renovación imperial”
Justiniano (527-565), que pertenecía a una dinastía de origen macedónico, considerada a Bizancio como la única
sucesora legítima de la grandeza de Roma. Intentó recuperar la unidad romana y para ello atendió dos aspectos
fundamentales: la reconquisto de los territorios occidentales y el fortalecimiento del poder real.
Justiniano pertenecía a una humilde familia de campesinos macedónicos, pero poseía gran talento: era sumamente culto
y de gran inclinación artística, aunque carecía de energía suficiente. Estaba casado con la célebre TEODORA, mujer de fama
escandalosa, pero dotada de extraordinario talento e indomable voluntad. A ella debió Justiniano gran parte del éxito de su
gobierno. Apenas llegados al trono, el sueño de la pareja imperial fue volver a resucitar el antiguo Imperio Romano. Y para
integrarlo, Justiniano planeó numerosas campañas, sirviéndose de los dos militares más grandes de su época, los generales
BELISARIO y NARSES.
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Comenzó invadiendo el norte de África y apoderándose, en el año 533, del reino que allí habían establecido los
Vándalos.
Luego sus tropas cruzaron el estrecho y atacaron a los Visigodos, adueñándose de toda la zona sur de España.
Después emprendió lo más difícil: la reconquista de Italia, dominada en ese entonces por los Ostrogodos. La guerra fue
larga y costosa, pero en el 553 los orientales eran dueños de toda la península.
Así estuvieron a un paso de reconstruir el antiguo Imperio: todo el Mediterráneo era nuevamente un ‘lago
romano”, y sólo faltaba reconquistar las Galias y las provincias del Danubio.
Pero este sueño no pudo realizarse: en él otro extremo del imperio se habían levantado, una vez mas, los eternos
enemigos de los romanos: los persas.
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Los Persas:
Los Persas estaban viviendo un período de esplendor, y acaudillados por su rey CÓSROES, obtuvieron varios triunfos frente a
los generales de JUSTINIANO. La lucha se suspendió cuando el emperador se comprometió a pagarles un tributo anual.
Además, por ese mismo tiempo, a través de la Macedonia se venía abriendo paso nuevas tribus asiáticas: los Avaros y los
Búlgaros; en algunas oportunidades llegaron casi basta las murallas de la capital, y costó mucho hacerlos retroceder.
Todos estos contratiempos impidieron que JUSTINIANO realizara su proyecto. Sin embargo tuvo aún mayor mérito al fijar
definitivamente las leyes romanas: el Derecho Romano.
EL CODIGO JUSTINIANO
En cuanto a la organización interna, Justiniano dispuso una gran codificación del derecho romano, que contribuía,
además, al basamento de su poder. En el año 528 ordenó elaborar un Código que recogía todos los decretos imperiales que se
habían redactado a partir del Edicto Perpetuo de Adriano. A poco de subir al trono, el emperador encargó a su amigo el
gran jurista TRIBONIANO que revisara todas las Leyes Romanas a partir del Edicto Perpetuo de Adriano, las armonizara con el
cristianismo y finalmente las ordenara por materias. Y en el año 530 promulgó el famoso CÓDIGO que de inmediato se
transformó en la base jurídica del Imperio y de todo el Occidente. Poco después, esta obra se completó con una
colección de opinión y sentencias de los más famosos jueces romanos, las PANDECTAS, Digesto, y además un manual para los
estudiantes de abogacía, INSTITUTAS. Finalmente, le añadió las NOVELAS, es decir las leyes nuevas promulgadas durante su
gobierno. Así, por obra de Justiniano, Roma continuó rigiendo al mundo sus leyes, casi hasta nuestro siglo. También tuvo tiempo
este gran emperador para dar un fantástico impulso a las artes: en Constantinopla se multiplicaron los palacios los templos más
espléndidos del mundo, y su Corte Imperial fue más fastuosa y brillante que hasta entonces se había conocido.
Pero entre todas las obras sobresalió, sin discusión, la Catedral Santa Sofía: su lujo y su esplendor en mármoles,
mosaicos y pedrería constituyeron el símbolo de la gloria del Imperio.
En Bizancio el poder del emperador era absoluto, no tenía ningún límite de carácter constitucional. La Iglesia también
estaba halo su autoridad, existía el cesaropapismo. En Occidente, en cambio, la Iglesia mantuvo, en esta época su
independencia respecto del Estado.
En azul, territorios ganados por Juistiniano.
Los territorios recuperados por Justiniano se perdieron para el imperio luego de su muerte. Y a fines del siglo VI,
los lombardos invadieron Italia y los visigodos restablecieron su poderío en las costas de España.
En el siglo VII, un nuevo poder, el de los árabes y el Islam, le arrebató extensos territorios (Egipto, Siria, Palestina y
África). A partir del siglo IX se instalaron en los Balcanes pueblos de origen eslavo (croatas y serbios).
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El Imperio Bizantino quedó limitado al dominio del Asia Menor; su límite Norte era Tracia. Igualmente, con
períodos de esplendor y decadencia, Constantinopla fue la única gran ciudad de la Edad Media; heredera del esplendor y la vida
animada de Roma, logró mantenerse independiente hasta el siglo XV, cuando fue conquistada por el poder turco.
Constantinopla: “un gran centro comercial”
La actividad básica de la economía bizantina fue agricultura, complementada con una importante actividad artesanal. En
las ciudades del imperio se desarrollaron las industrias textiles, la cerámica, la orfebrería, el mosaico Constantinopla, por su
privilegiada situación geográfica comerciaba con el Norte, Oriente y Occidente. Actuaban en realidad, como intermediaria
comercial, compra de productos de Oriente, generalmente de luto (especies piedras preciosas, oro) y los vendía en Occidente.
Constantinopla se convirtió de este modo en un centro comercial muy importante; su moneda de oro, bezante, fue muy
utilizada.
La cultura bizantina, punto de unión entre Oriente y Occidente, podríamos definirla como una cultura síntesis en la que
confluyeron diferentes aportes: los grecorromanos, los cristianos y los orientales. Constantinopla fue el centro de una
civilización que perduró hasta el siglo XV y que actuó como depositaria y salvadora de la tradición de la
antigüedad clásica. En Bizancio se preservó gran parte de las obras literarias de griegos y romanos. El Imperio Bizantino
desempeñó además un papel importante en la difusión del cristianismo y la cultura grecorromana en la zona de los Balcanes y las
estepas rusas. En suma, fue “el punto de unión” entre Oriente y Occidente.
Las artes.
En ellas podemos advertir las influencias griegas (en el equilibrio y la armonía de las formas orientales y en el
predominio del gusto por la decoración) y cristianas (en la elección de temas como la glorificación de Cristo, la Virgen y los
apóstoles).
La arquitectura bizantina fue su más bella expresión. Los ejemplos más importantes son la catedral de Santa Sofía,
de Constantinopla y la iglesia de San Vital, en Ravena. Su particularidad es el uso de la cúpula en la construcción de las iglesias.
La pintura y la escultura fueron concebidas en Bizancio como artes accesorias o
complementarias de la arquitectura. Trabajaron sobre todo los mosaicos para la
decoración (paredes y bóvedas). En cambio, se destacaron en las llamadas artes
industriales’: la fabricación de joyas y toda clase de objetos suntuarios, realizados con
oro, plata y piedras preciosas; los tejidos de seda; los bordados y las encuadernaciones,
muy apreciadas en las regiones con las que comerciaban.
EL ESCUDO DE EUROPA
Uno de los grandes méritos del Imperio de Oriente fue que durante toda la
Edad Media, mientras las jóvenes naciones europeas completaban su formación, Bizancio
les sirvió de escudo parando los golpes de los pueblos de Asia, que vuelta a vuelta se
lanzaban contra el Mediterráneo: persas, búlgaros, árabes y turcos. Estos últimos fueron
sus más feroces enemigos.
Al final, tras ocho siglos de lucha, la decadencia de Bizancio se fue acentuando.
Hacia el año 1400 se presentía el desenlace: los emperadores Paleólogos se
reconocieron vasallos de los Sultanes Turcos, y medio siglo después, en 1453, las tropas de Mahomet
II (imagen) entraron a tomaron en Constantinopla. Así concluyó el Imperio de Oriente. Pero para entonces, Europa, estaba
preparada para hacer frente a los ataques provenientes del oriente.
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