opinión Revista de la Agrupación de Miembros La labor del Consejo de Dirección ANTONIO HIDALGO PÉREZ MASTER 2002. S ECRETARIO GENERAL DE LA FUNDACIÓN SAN TELMO Dirigir una empresa es un conjunto de tareas que, en palabras de los Profesores Valero y Lucas1 “consiste en conducir la empresa de una situación presente a una situación futura mejor en términos relativos”. Y ese conjunto de tareas implica tomar decisiones, de tal modo que si bien la adopción de decisiones no es la única tarea de un directivo, sí que se convierte en algo específico de su misión: “la adopción de decisiones es la tarea más importante de un directivo”, han llegado a afirmar algunos autores2 . La adopción de decisiones es una tarea en la que influyen distintos aspectos, y que exige distintas competencias directivas: capacidad de discernimiento, apertura a la realidad, rigor mental, intuición, creatividad, conocimientos técnicos adecuados… Sin embargo, en la base de todas esas competencias, existe algo que las dota de unidad y las fundamenta, lo que podríamos denominar “metacompetencias”, entre las que juega un papel esencial lo que los clásicos llamaron prudencia, y que en la literatura moderna de gestión empresarial se suele denominar como “buen juicio”, traduciendo el término inglés “wisdom”3 . No es objeto de este artículo ilustrar como esa metacompetencia prudencial fundamenta el proceso de toma de decisiones, sino centrarnos en uno de sus aspectos, intentando mostrar una herramienta que puede ayudar a “hacer operativo“ ese aspecto. con más seguridad por varios” 4 . Son muchos los caminos que permiten, sin duda, alcanzar esa meta y, asimismo, son variadas las herramientas que se pueden utilizar para ello. Entre estas se encuentra la que seguidamente analizaremos: el Consejo de Dirección. El Consejo de Dirección Efectivamente, uno de los aspectos que los clásicos señalaban como constitutivo de la decisión prudencial es la docilidad, entendida como la actitud humilde que busca conocer cómo es la realidad. Por eso implica una búsqueda activa de la verdad de las cosas, a través del estudio y de la petición de consejo a las personas que razonablemente puedan dárnoslo. Entre los autores que han tratado de la prudencia es corriente hallar apreciaciones acerca de la importancia de este último aspecto: “el tratar de lo particular y contingente exige, para conocer algo con certeza, tener en cuenta muchas condiciones y circunstancias, difícilmente observables por uno solo, que pueden, en cambio, ser percibidas Un Consejo de Dirección no es más que un órgano ejecutivo, compuesto por un pequeño grupo de altos directivos de una empresa, que ayudan al máximo responsable ejecutivo de aquella a dirigir la marcha del negocio. Con diversos nombres, ha sido utilizado durante el pasado siglo, con distinta amplitud en cuanto a sus objetivos, uso efectivo, carácter, e incluso aceptación en los ámbitos empresariales. Los argumentos que suelen emplearse para apoyar la existencia de este órgano de gobierno son variados: >> La complejidad de los diferentes aspectos que comporta la tarea directiva puede ser mejor manejada por un grupo que por una persona sola. >> La existencia del Consejo de Dirección puede dejar más tiempo y libertad al máximo ejecutivo de la compañía para centrarse en algunos retos críticos que toda empresa tiene, por ejemplo, el enfoque de la estrategia y la gestión de la configuración institucional. >> El Consejo de Dirección puede 1. Valero y Vicente, Antonio, y Lucas Tomás, José Luis. “Política de empresa. El gobierno de la empresa de negocios”. Pags. 29 y ss. IV Edición. EUNSA. Pamplona. 1999. 2. Hammond, John S.; Keeney, Ralph L.; y Raiffa, Howard. ”Las trampas ocultas de la adopción de decisiones”. Artículo recogido en “Harvard Business Review: La toma de decisiones”. Ed. Deusto. Bilbao.2002. Traducción al castellano de la obra “Harvard Business Review on decisión making”. El artículo a que nos referimos fue publicado originalmente con el título “The hidden traps in decision making” en septiembre-octubre de 1998. 3. Gragg, Charles I. “Because wisdom can’t be told”. Publicado por primera vez en el Harvard Alumni Bulletin de 19 de Octubre de 1940. Harvard Business School 9-451-005. 4. Aquino, Tomás de. “Summa Theologiae” 1-2, q. 14, a. 3. 20 Nº 10. SEPTIEMBRE 2003 Revista de la Agrupación de Miembros opinión «Un Consejo de Dirección no es más que un órgano ejecutivo que ayuda al máximo responsable ejecutivo de aquella a dirigir la marcha del negocio». gestionar determinadas necesidades puntuales que se presenten en las empresas, y que no forman parte de las tareas habituales de dirección, por ejemplo, el desarrollo del próximo máximo responsable ejecutivo. No obstante esas ventajas, tampoco faltan detractores de esta herramienta que señalan algunos inconvenientes: >> Existe un riesgo en el funcionamiento del Consejo de Dirección si el máximo ejecutivo tiene el poder de recompensar o penalizar sobre los otros miembros del Consejo. >> La propia dirección del funcionamiento adecuado del Consejo presenta un reto complejo en sí mismo. >> Los problemas que surjan del funcionamiento del Consejo pueden interpretarse como falta de liderazgo por parte de los altos directivos. En un estudio realizado en 1999, comprensivo de las compañías incluidas en el índice “Fortune 1000 U.S.”, se pudo constatar que sólo el 30% de dichas compañías contaban con un Consejo de Dirección, y que sólo dos tercios del citado grupo manifestaron que dicho Consejo era un órgano de gobierno formalmente constituido5 . Con las apreciaciones recogidas más arriba podemos adelantar una conclusión: el Consejo de Dirección no es una panacea que arregle los problemas que dirigir una empresa comporta. Pero no solucionamos una pregunta que cabe hacerse: ¿ayuda en esa tarea? La respuesta es simple: depende. ¿De qué? De múltiples factores. En las líneas que siguen intentaremos arrojar algo de luz sobre ellos. Finalidad y composición del Consejo de Dirección El primer aspecto que debiéramos analizar para poder dar respuesta a las preguntas formuladas es el de la finalidad del Consejo de Dirección. Es éste un aspecto “político”, ya que si “política es el campo del saber que se ocupa de la conducción de las organizaciones hacia sus propios fines y que estudia como guiar a los grupos humanos para alcanzar sus objetivos de grupo”6 , la finalidad del Consejo de dirección estará relacionada con la idea de cual sea el mejor modo de llevar a la práctica la tarea directiva. Así, el Consejo de Dirección puede ser una herramienta que se justifique por la finalidad del máximo ejecutivo de una empresa de contar con un medio de coordinar y dirigir a sus inmediatos colaboradores, de tal modo que se posibilite una gestión articulada de todas las áreas de la empresa, dotando a esos colaboradores de una visión global de la realidad concreta que deben manejar, y evitando de este modo que cada responsable funcional haga “la guerra por su cuenta”. Otro posible enfoque del Consejo de Dirección sería justificar su existencia como cauce para recibir información contrastada, formulada bajo distintas ópticas, que permitan al máximo ejecutivo hacerse una idea cabal del estado de la situación empresarial en cada momento dado, y le faciliten la toma de decisiones. En esta línea, el alcance y el carácter del Consejo puede ser diversamente modulado, desde un carác- ter meramente de facilitador de datos, hasta una función de consejo, proponiendo soluciones concretas a problemas planteados. Adicionalmente, el Consejo de Dirección podría articularse, al menos teóricamente, como un auténtico órgano de gobierno, si se le dotara de esa capacidad. En este caso, la dirección de una empresa estaría encomendada no a una sola persona, sino al Consejo en sí mismo. Es posiblemente el caso menos frecuente, si es que se da alguno, y su articulación es, ciertamente, compleja. Es indudable que también podrían otorgarse otras finalidades al Consejo: desde el ánimo de tranquilizar a los que en el ámbito anglosajón se conocen como “stakeholders” –accionistas, miembros del Consejo de Administración, inversionistas, etc.-, que podrían estar interesados en controlar el poder del máximo responsable ejecutivo de la empresa; hasta su concepción como mecanismo para la dilución de la responsabilidad en decisiones que fueran difíciles de aceptar para los restantes componentes de la organización. Aunque puede que no falten ejemplos de este tipo en la práctica empresarial, nos parece que estas orientaciones del Consejo de Dirección desvirtúan su carácter propio y desenfocan sus mayores potencialidades. Por lo que se refiere a la composición del Consejo, puede ser enormemente variada. Lo usual es que esté compuesto por el máximo responsable ejecutivo y por los altos directivos al frente de los principales departamentos de la compañía: Director de Operaciones, Director Financiero, y algunos otros altos directivos con responsabilidades simila- 5. Kramer, Robert J. “The Office of the Chief Executive: Current Patterns and Challenges”. The Conference Board, Conference Report 1264-00-RR. 6. Valero y Vicente, Antonio, y Lucas Tomás, José Luis. Ob. cit., pág. 34. Nº 10. SEPTIEMBRE 2003 21 opinión Revista de la Agrupación de Miembros «Deben ser objeto de debate en el Consejo todos aquellos asuntos que guarden relación con la marcha de la empresa, y que tengan cierta importancia» res. Parece, pues, conveniente que formen parte del Consejo aquellos altos directivos cuya gestión es crítica en la marcha de la compañía. Su número no debe ser muy elevado –no suele sobrepasar los ocho miembros-, pero para un correcto funcionamiento no debiera haber ninguna área de la empresa cuyos asuntos no tuvieran cauce directo para ser tratados en el Consejo. Esto se puede conseguir mediante la participación en el Consejo de modo esporádico de aquellos altos ejecutivos cuya presencia, en función de los asuntos que manejan, no haga necesaria su presencia habitual en las reuniones de aquel. En algunos casos, el Consejo de Dirección cuenta entre sus miembros con asesores que, sin tener una responsabilidad ejecutiva o directiva en la empresa, ayudan con sus consideraciones a la toma de decisiones directivas que puedan ver la luz a partir de la labor realizada por el citado Consejo. Estos asesores deben ser personas que conozcan bien la organización, y que cuenten con amplia experiencia práctica en tareas directivas. Puede tratarse tanto de asesores internos -determinadas personas que han trabajado, o incluso aún trabajan en la empresa, que han tenido responsabilidades directivas en ella, pero que ya están alejados de la primera línea directiva-; como de asesores externos a la propia empresa, siempre que en este último caso mantengan un contacto cercano a las realidades y circunstancias prácticas que afectan a aquella. Obviamente, la cuestión de la composición del Consejo guarda una estrecha relación con la finalidad que se otorgue al mismo, de tal modo que, en función de los miembros que lo compongan, podremos obtener una información relevante acerca de los objetivos reales que persigue la creación o actuación del citado órgano. En éste, como en tantos otros temas, la observación de los distintos aspectos de una realidad nos puede dar más luces para su comprensión, que la mera declaración de intenciones realizada en relación con 22 Nº 10. SEPTIEMBRE 2003 la justificación de su existencia. Método de trabajo y dinámica procedimental Pero si queremos extraer conclusiones certeras acerca de la utilidad de un Consejo de Dirección, deberemos pasar de los aspectos políticos a los aspectos de índole más práctica, si bien éstos últimos siempre estarán condicionados por los enfoques previos que se hayan hecho en el ámbito de los principios. En este sentido es importante tratar tres aspectos que nos dan la verdadera dimensión de lo que es un Consejo de Dirección, y que permiten que su existencia se oriente realmente como instrumento eficaz en la tarea directiva. En primer lugar es necesario que se determine cómo adopta sus decisiones el Consejo. Aquí las posibilidades son también múltiples, y éstas guardan estrecha relación con la finalidad perseguida a la hora de constituir un Consejo de Dirección, y con los estilos de dirección imperantes en la organización. Y no sólo se trata de determinar si las decisiones se adoptan por consenso, por mayoría de votos, por señalamiento del máximo responsable ejecutivo tras escuchar las distintas opiniones… Se trata de algo más. La contestación a algunas preguntas nos dará la pauta de comportamiento real por la que se rige la adopción de decisiones en el seno del Consejo: >> ¿Se utiliza el Consejo para dar un viso de legitimidad, consenso, y objetividad, a decisiones previamente adoptadas por el máximo responsable ejecutivo? >> ¿Se aprovecha la reunión del Consejo para justificar decisiones tomadas por los distintos responsables ejecutivos en el ámbito de funciones propias? >> ¿Se convierte el Consejo en un zoco dónde los distintos componentes del Consejo apoyan determinadas medidas, en función de los beneficios que puedan obtener para sacar adelante sus propuestas? >> ¿Se produce un debate constructivo en relación con los distintos aspectos de la marcha del negocio, buscando la mejor solución para el global de la organización? >> ¿Se posibilitan las condiciones para que todos los miembros del Consejo puedan expresar sus opiniones en relación con los temas debatidos? Como hemos indicado, las posibilidades son múltiples, y las preguntas que podríamos formular para acotar esas posibilidades, también. Pensamos que con las ya expuestas se pueden tener elementos de juicio suficientes para adoptar el enfoque adecuado a cada caso. El segundo aspecto de índole práctica que convendrá determinar es el tipo de asuntos que son debatidos en el seno del Consejo, así como quién decide su inclusión entre los que se tratarán en una reunión concreta. Nuevamente, la relación de este aspecto con el enfoque y los componentes del Consejo es determinante. En líneas generales se puede afirmar que deben ser objeto de debate en el Consejo todos aquellos asuntos que guarden relación con la marcha de la empresa, y que tengan cierta importancia: tan inútil será hurtar a la consideración del Consejo de temas que puedan afectar significativamente a la marcha de la empresa, como someter a debate cuestiones insustanciales que pueden ser resueltas entre el máximo responsable ejecutivo y los directivos encargados de gestionar determinadas áreas de funcionamiento de la organización. Por otra parte, la determinación de los temas que se tratarán en cada reunión deberá ser convenientemente supervisada por el máximo responsable ejecutivo para asegurar esa finalidad, dejando abierta la posibilidad a que los restantes miembros del Consejo puedan someter a su consideración determinados temas que no hayan podido ser previamente tratados. Para esto puede ser conveniente reservar un tiempo, al final de cada reunión, para que brevemente opinión Revista de la Agrupación de Miembros cada miembro esboce esos asuntos, recabando la opinión de los restantes miembros en cuanto a la necesidad de tratarlos en mayor profundidad o no. Por último conviene determinar claramente cuál va a ser la dinámica procedimental, señalando aspectos tales como: >> Frecuencia y duración de las sesiones. >> Organización del orden del día, y del levantamiento de actas que recojan los temas tratados y decisiones adoptadas. >>Adopción de pautas de funcionamiento: organización de los asuntos por temas, orden de intervenciones… En esta línea se ha demostrado útil la articulación de temas por áreas de gobierno, según el modelo desarrollado por los Prof. Valero y Lucas, distinguiendo entre asuntos de Negocio, Convivencia Profesional, Estructura Directiva y Configuración Institucional. Experiencias prácticas recomendables Con independencia de las conclusiones que cada cual pueda extraer de lo expuesto hasta este momento, nos parece interesante añadir, a modo de colofón final, algunas reflexiones y recomendaciones personales que se han mostrado válidas en nuestra experiencia práctica: >> Utilidad del Consejo de Dirección como instrumento para lograr la cohesión de la Alta Dirección en su tarea, 24 Nº 10. SEPTIEMBRE 2003 ayudando a que todos sus componentes tengan una visión global de las circunstancias que afectan a la entidad en cada momento. >> Necesidad de que estén claras, tanto la finalidad perseguida con la institución de este órgano, como su carácter: deliberativo, consultivo, ejecutivo… >>Necesidad de que el máximo responsable ejecutivo de la entidad esté firmemente convencido de su utilidad, y quiera realmente servirse de este instrumento como eficaz herramienta en la tarea directiva. >> Compromiso de todos los miembros del Consejo en su funcionamiento, acudiendo a las reuniones con ánimo de tomar las mejores decisiones para toda la entidad, sin enrocarse en su propia visión o en la postura más favorable para su Departamento, perdiendo la visión de conjunto. >> Necesidad del rigor en el funcionamiento del Consejo. A nuestro juicio, esto implica: Periodicidad en las reuniones: día fijo y a hora fija, de tal modo que todos los miembros del Consejo puedan adecuar sus agendas a las reuniones. Conveniencia de fijar un límite horario máximo a las reuniones. Si se sobrepasa ese límite, la tentación de pasar por encima de asuntos importantes, que no han sido suficientemente estudiados, se incrementa exponencialmente. Existencia de un responsable de centralizar la información para la elaboración del Orden del Día, Actas, re- misión para estudio a los restantes miembros del Consejo, etc. Articulación y ordenación de los temas objeto de estudio y debate en función de pautas claras, conocidas y aceptadas por todos. Como hemos señalado, el modelo de los Profs. Valero y Lucas se ha mostrado particularmente útil en este punto. Fijación de tareas concretas a los distintos miembros: el seguimiento de las decisiones adoptadas debe suponer que previamente se han designado responsables y fijado plazos de cumplimiento. >> Importancia de examinar semanalmente las claves del Negocio, buscando aquellos indicadores que mejor reflejen la marcha del mismo. >> No perder de vista que las decisiones de Negocio las implementan las personas: la atención a las circunstancias subjetivas debe ser objeto de atención especial en el seno del Consejo. «El Consejo de Dirección no es una panacea que arregle los problemas que dirigir una empresa comporta».