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ISSN 469-0414
Tres generaciones, una sola memoria
Por Ana Blanco Giacardi, Villa Mercedes (SL)1
La última dictadura militar, ocurrida entre 1976 y 1983, ha dejado sus huellas en la
sociedad argentina y, para dar testimonio de ello, autores como María Teresa Andruetto
apelan a la memoria de los desaparecidos y recuperan -mediante la ficción- la voz de los
hijos, los militantes y los exiliados. Así, el discurso literario como andamio de los discursos
políticos y sociales se encarga de la dificultosa tarea de recrear un pasado que algunos
prefieren ocultar. Entonces, si entendemos por reconstrucción del pasado al proceso de
restaurar los hechos acontecidos en la historia, podemos considerar que la Memoria
ocupa un lugar fundamental dentro de la reescritura del relato colectivo.
Un medio que resulta útil para concretar este proceso es la ficción, por eso, nos
proponemos analizar cómo la ficción aporta para la construcción de la Identidad, la
Memoria y la Comprensión histórica de la última dictadura militar, basándonos en la
novela Lengua Madre, de María Teresa Andruetto (2010), a la luz de las nociones
propuestas por Pablo Dema, Jorge Semprún, Graciela Montes y Juan José Saer,
Palabras clave: Lengua Madre – Andruetto – Memoria – Dictadura – LIJ - Ficción
“... No sé qué pasó ni por qué no pude, pero yo quise ser tu madre y quise
ser muchas otras cosas que no fui, pero lo que quiero decirte, hija, en
realidad es que vos sos todo lo que yo quise ser.”
María Teresa Andruetto
1
Ana Blanco Giacardi es alumna del Profesorado de Lengua y Literatura del Instituto de Formación Docente
Continua de Villa Mercedes, San Luis. Actualmente cursa segundo año de la carrera y es alumna auxiliar en
la cátedra de Alfabetización Digital. Participó como expositora en el II Foro de jóvenes investigadores y en el
Quinto Foro Nacional de Lectura y Escritura. Sus escritos versan sobre la Memoria y la importancia de la
ficción en la misma para la reconstrucción del pasado. Contacto: [email protected].
Aquelarre. Revista de Literatura Infantil y Juvenil. Maestría en Literatura para niños. Res. CONEAU nº 808/14. Facultad de
Humanidades
y
Artes,
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Nacional
de
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Número
2,
abril
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Si entendemos por reconstrucción del pasado al proceso de restaurar los hechos acontecidos en
la historia, podemos considerar que la memoria ocupa un lugar fundamental dentro de la
reescritura de ese pasado reciente. Un medio que resulta útil para concretar este proceso es la
ficción, por eso, nos proponemos analizar cómo la ficción aporta para la construcción de la
identidad, la memoria y la comprensión histórica, basándonos en la novela Lengua Madre, de
María Teresa Andruetto (2010) y a la luz de los aportes de Pablo Dema, Jorge Semprún, Graciela
Montes y Juan José Saer, sobre el hecho histórico de la dictadura militar. Para ello, dividiremos
este artículo en tres apartados: en el primero se realizará una breve explicación sobre el último
golpe de Estado en Argentina, para contextualizar históricamente al lector; el segundo estará
destinado a realizar un análisis sobre cómo la ficción ayuda a la (re)construcción de identidad de
la protagonista, y el tercero -y último- apartado tratará sobre la recuperación de aquello que
perdimos.
I
El 24 de marzo del año 1976 marca un antes y un después en nuestra sociedad debido al más
grande atropello a la Constitución y al pueblo argentino: El golpe de Estado Cívico-Militar que
resuena, 40 años después, clavado en la memoria. En palabras de la escritora Graciela Montes
(1996) un golpe de Estado es “una trompada a la democracia”, en la que un grupo de personas
que ejercen el monopolio de la fuerza toma el control del país; hacen y deshacen a su antojo, sin
importarles el voto del pueblo y gobiernan sin rendirle cuentas a nadie.
En El golpe (1996), Montes expone detalladamente los acontecimientos llevados a cabo por el
plan conocido como “Proceso de Reorganización Nacional” que consistió en secuestrar, torturar y
asesinar en forma clandestina a más de 30.000 argentinos y extranjeros. Estos delitos eran
llevados a cabo en forma secreta, en los sectores más apartados de los cuarteles (centros de
tortura), generalmente, de noche y de manera extremadamente violenta. Los secuestrados,
personas comunes a quienes los golpistas nombraban como “guerrilleros” o “subversivos”,
“rebeldes” que se oponían al sistema y debían ser eliminados, una vez que eran secuestrados
pasaban a ser desaparecidos: nadie sabía nada de ellos, era como “si la tierra se los hubiese
tragado”. La mayoría de los secuestrados eran asesinados o morían luego de ser víctimas de
tormentosas torturas, aunque unos pocos, los que fueron liberados o lograron escapar dieron
testimonio de lo que fue vivir en ese infierno.
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II
La última dictadura militar, ocurrida entre 1976 y 1983, ha dejado sus huellas en la sociedad
argentina y para dar testimonio de ello algunos autores, como María Teresa Andruetto, apelan a la
memoria de los desaparecidos y recuperan -mediante la ficción literaria- la voz de los hijos, los
militantes y los exiliados. Así, el discurso literario, como andamio de los discursos políticos y
sociales se encarga de la dificultosa tarea de recrear un pasado que algunos prefieren negar.
En este sentido, hablar de Lengua madre es hablar de reconstrucción, y no sólo de la
reconstrucción de un hecho histórico sino también de la reconstrucción de identidad del presente:
Julieta, la protagonista, una mujer de aproximadamente treinta años, que vive en Münich e
investiga sobre escritura de mujeres (puntualmente sobre Doris Lessing), regresa a una ciudad de
la Patagonia Argentina (Trelew) a desarmar la casa de su madre que acaba de morir. Al inicio de
la obra se pone de manifiesto la situación central de la obra. La madre de Julieta le ha heredado
una caja con cartas escritas hace más de treinta años: Es la caja que está debajo de mi cama, no
la tires sin leer las cartas (Andruetto, 2010, p. 13). Al pedido de su madre, Julieta lee cartas que no
son sólo de su madre, son también cartas de Otros que la misma recibió clandestinamente,
cuando estuvo escondida en un sótano a causa de las persecuciones políticas durante los años
70. A través de las cartas, Julieta reconstruye (en una suerte de viaje epistolar) la vida de su
madre, la de su abuela y la suya propia, al mismo tiempo que se recompone una etapa de la
historia marcada por la violencia y la intolerancia de los ideales políticos: la dictadura de 1976 y el
de los años posteriores con el renacimiento de la democracia.
En la organización de Lengua madre encontramos tres generaciones de mujeres unidas por la
lectura y la escritura constituyendo una verdad histórica y moldeando parte de su identidad a partir
de la palabra escrita. Las tres mujeres (Julieta, su madre y su abuela) permiten ver desde tres
perspectivas distintas los años de dictadura en la Argentina: por un lado tenemos a Ema (abuela
de Julieta), una mujer dedicada a su casa que se preocupa por la seguridad de su familia y le
reprocha a su hija la militancia y sus ideas políticas:
¿Te acordás de cuántas veces te rogué, te supliqué y hasta te soborné para que
moldearas un poco tus ideas?, ¿Te acordás de las veces que te pedí que te callaras la
boca para que pudieras conseguir algo por acá? (...) Y de pronto perdimos noticias tuyas.
¡Meses esperando! Primero la paciencia, después la preocupación, la desesperación, el
miedo atroz. (Andruetto, 2010, p. 55).
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Pero a la vez conserva esperanzas que la situación política mejore en el país para así poder llevar
una vida normal: En fin, habrá que tener paciencia, y vos tendrás que olvidar un poco tus ideas si
querés empezar de nuevo, si querés arrancar alguna vez. (Andruetto, 2010, p. 35).
Por otro lado, está Julia, la madre de Julieta, una mujer que prioriza sus ideales políticos frente a
la sociedad y está comprometida con los ideales de la época del 70 “fuertemente politizada”,
según palabras del escritor Felipe Pigna (2002), década en la que las agrupaciones políticas
comenzaban a movilizarse combativamente y el espíritu revolucionario estaba a flor de piel.
Y por último, tenemos a Julieta, protagonista de este relato, quien no se ha interesado por la
política pero a partir de las vivencias de las mujeres anteriores comienza un recorrido, una
expedición hacia su propia historia familiar, hacia sus orígenes.
Jorge Semprún (2012) sostiene que la experiencia sólo puede llevarse a cabo mediante la
escritura literaria, es decir, él se vale de lo imaginario para contar su vivencia cuando fue detenido
en el campo de concentración nazi; afirma que actualmente se sentiría incapaz de imaginar una
estructura novelesca en tercera persona, sino que necesitaría de un “yo” de la narración que se
haya alimentado de la vivencia propia y que sea capaz de insertar en ella la ficción.
Ahora bien, existe una relación entre las palabras de Semprún y la narración de Andruetto. Esta
última, si bien utiliza un narrador en tercera persona, se vale de las voces que leemos en las
cartas, especialmente la de la abuela Ema, y del silencio de Julia para narrar una verdad histórica
mediante la escritura ficcional; la estrategia narrativa utilizada por la autora es de extrema
pulcritud ya que su narrador se mantiene en una posición casi neutral, mientras que las
intervenciones de la subjetividad del “yo” se hacen presente (podríamos decir de un modo
indirecto) a través de la escritura de las cartas. A la vez, el narrador de Andruetto nos asiste en la
interpretación del proceso que lleva a cabo la hija a medida que lee sobre la vivencia de su madre,
y las posteriores reflexiones que realiza.
Las cartas no sólo describen las experiencias de su madre y de los personajes que la rodean sino
que son piezas de rompecabezas que se unen para armar su propia vida, su infancia y su
juventud.
La trayectoria de Julieta es interesante porque en ella se pone de manifiesto lo que Paul Ricoeur
(1999) considera esencial para la construcción de una identidad personal, y es la posibilidad de
activar el pasado en el presente, y así para poder comprender el presente es necesario entender
el pasado. De esta manera, Julieta al abrir esa caja de cartas también abre una puerta a un
pasado reciente que le permite conocer que ha sucedido en otros años, en la época más oscura
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que atravesaba nuestro país, y sumado a esto, entenderá la ausencia de sus padres,
especialmente la de su madre, quien pasó parte de su vida encerrada en un sótano. Su madre,
una mujer comprometida que una vez decidió gritar al mundo sus ideales es silenciada en la
estructura narrativa del texto; quizás su exilio interno la obliga a callar.
Aunque la caja llena de cartas que su madre le legó es el portal que tiene Julieta para llegar hasta
ella, le falta una voz para completar la historia, para responder a ciertos interrogantes que la
acechan; se cuestiona qué hubiera sido de su vida si sus padres hubieran tomado otras
decisiones y cambiaran radicalmente el orden de los acontecimientos, porque el eje central por
donde gira la temática de la novela es el reproche de la hija a sus padres (especialmente a su
madre; a su padre no lo conocía, le era prácticamente indiferente) por no haberla criado, por
sobreponer los intereses políticos antes que el cuidado de un hijo: “La revolución”, como su padre
y madre los llamaban… (Andruetto, 2010).
El resentimiento de Julieta hacia su madre ausente es tal que decide no volver a la Argentina
hasta el día de su entierro; entre excusas, frustraciones, el recuerdo de su abuela muerta, ella
interpuso su trabajo, su investigación, el instituto de Romanística, alegando que más adelante iría.
Y ese “más adelante” fue demasiado tarde. En realidad hubiera podido dejar Múnich para
acompañar a su madre pero decidió no hacerlo por la distancia que las separaba; una distancia no
de tierra, sino una distancia emocional. Como supone el narrador del relato: ... si entre las dos
hubiera sucedido algo alguna vez además del vacío y de la ausencia, cree que hubiera podido.
(Andruetto, 2010, p. 14).
Pablo Dema, escritor, docente y crítico literario, en Identidad y memoria (2012) analiza el proceso
de reestructuración de identidad de dos personajes literarios, pertenecientes a las novelas Ni
muerto has perdido tu nombre, de Luis Guzmán y El secreto y las voces de Carlos Gamerro. Para
ello, trabaja una serie de autores unidos por la misma temática: la última dictadura militar vista
desde múltiples perspectivas y sobre la labor de reconstruir la memoria; ambos personajes son
hijos de padres militantes que desaparecieron en dictadura, pero este no es el caso de Julieta,
quien es hija de los sobrevivientes y heredera del exilio de sus padres, pero al igual que Federico
Santoro (protagonista de la novela de Guzmán) y Fefe (protagonista de El secreto y las voces)
sufre la ausencia de quienes debían criarla y protegerla. Dema sostiene que los textos literarios
con este tipo de temática tienden a construir una memoria colectiva y explica, en palabras de
Hugo Vezzetti, que: Esta (la memoria colectiva) no encuentra su sustancia en formaciones
mentales, sino que es una práctica social que requiere de materiales, de instrumentos y de
soportes, entre los que se encuentran los textos literarios. Esa memoria social entendida como
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práctica implica acciones tendientes, no a fijar el pasado, sino a posibilitar preguntas sobre él.
(Dema, 2012, p. 2).
Así, Julieta hace de la lectura de las cartas el centro de su vida, cada una de ellas es un pedazo
de su madre, cuando completa toda la lectura logra trasladarse hacia la perspectiva de aquella
mujer borrosa y comprende más allá de sus recuerdos que la historia de Julia pertenece a un
capítulo doloroso pero vivo llamado Memoria; entonces, logra encontrarse a ella misma y ocupar
su lugar en el relato colectivo.
En rigor, piensa, yo misma soy historia y política y vida. No tengo necesidad de registrarlas
como un fenómeno exterior a mí. A medida que pasan los días le es más fácil comprender
-y aceptar- el lugar central, medular, que la generación de sus padres dio a lo político. No
se trata de que ella haya cejado en sus preocupaciones individuales, lo que sucede es que
empieza a creer que es necesario dar sentido y potencia a la experiencia que los otros no
han podido llevar adelante. Está empezando a creer que la belleza de la vida se debe a
esta refinada conciencia. Recrear las más viejas cosas del mundo para establecer
relaciones entre ellas, solidaridad por sobre todo. La vida ya no solo para sí, ha
comenzado a pensar. La vida para sí y para otros. También ¿por qué no?, la vida por los
otros. (Andruetto, 2010, p. 225).
Y más adelante continúa en un fragmento que presenta eficazmente que las preguntas sobre el
pasado de la protagonista que intenta hilvanar la trama de la que es heredera:
Ha crecido en el corazón de una familia de clase media en la llanura, ha aprendido lo que
se fue transmitiendo de una generación a otra. Y también así aprendió su madre y tal vez
también así aprendió su abuela. Cuando evoca ese traspaso milenario, cuando aparece
esa germinal toma de conciencia, admite que otras circunstancias también influyeron: la
época, el país, las condiciones económicas... ¿Por qué razón sucede todo eso? ¿Por qué
de ese modo y no de otro? ¿Cuánto que creía propio le fue transmitido, sin palabras o con
ellas, desde su nacimiento? Con una escritura más indeleble que la hecha con tinta, le fue
transmitido. (Andruetto, 2010, p. 226).
Dema (2012), retomando a Elizabeth Jeli, señala que tanto en las memorias sociales como en las
individuales hay períodos calmos y períodos de crisis, en estos últimos es necesario reestructurar
la memoria y cuestionar la identidad para construir un compromiso nuevo con el pasado y
reorientar la proyección hacia el futuro. En relación a esto podríamos asegurar que Julieta
reconstruye su identidad con la lectura de las cartas, ya que, más allá de recuerdos de su infancia
y su juventud, todo lo que lee es nuevo para ella como “un trabajo de investigación plagado de
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pequeños descubrimientos”. Fue central en la historia descubrir quién fue su madre: tener a su
madre en la mente, de tener la mente misma en ella, para finalmente dejarla ir (Andruetto, 2010, p.
225). De esta manera, comprende y acepta lo desconocido y lo doloroso de su pasado para
dejarlo atrás y continuar con su vida. Aquí se evidencia lo que sostiene Jelin sobre una nueva
proyección hacia el futuro.
Lengua madre juega entre lo verdadero y lo ficticio para hacer de esos dos efectos uno solo;
combina elementos que hacen parecer a los personajes personas reales y al relato algo verosímil.
Andruetto propone como recurso estilístico el uso de las fotografías personales, el desorden de las
cartas que dan cuenta del desorden emocional de la vida de las tres mujeres, los dibujos de
Julieta, el telegrama y un artículo de la Revolución Conceptual Argentina que Julieta extrajo de la
carpeta que dejó José Guerrero (2010, p. 57) e intensifica el efecto de realidad con la presencia
de Doris Lessing, ganadora del Premio Nobel de Literatura en el año 2007.
Para su tesis, Julieta elige investigar sobre la Escritura de mujeres y a la hora de elegir una
escritora se inclina por Lessing. No es coincidencia que nuestra protagonista haya elegido a esta
escritora y este tema; la escritura de mujeres claramente le recuerda a su madre y a los años en
que, siendo una niña, esperaba ansiosa que llegaran las cartas, que las releía una y otra vez y
que significaban para ella la razón de su vida. En la segunda entrevista (ficcionalizada) que Julieta
le hace a la escritora, en Alemania, Lessing hablaba todo el tiempo del frío. (Andruetto, 2010, p.
189). Y esto es interesante porque ella recuerda los tiempos de guerra cuando los deportados
salían hacia su muerte desde la misma estación en la que estaban en ese momento ellas dos
conversando. Señala la autora: Frente a un hecho como éste, ¿qué importancia tiene haber
pasado frío? (Andruetto, 2010, p. 190).
Inmediatamente, y en relación con ésta última frase, Julieta conecta ese episodio con la vivencia
de su madre en Trelew: Del deseo de ser cobijados sabrán tanto más los refugiados, los que
vivieron como su madre escondidos en pozos o en sótanos, los presos de todo pelaje, los
desaparecidos en medio de la peor intemperie. (Andruetto, 2010, p. 190).
En la novela de María Teresa Andruetto la cuestión de la memoria es fundamental. La autora
recurre a las categorías de verdad/ficción (dos caras de la misma moneda) para construir una
memoria colectiva. Logra unir la memoria de la Alemania dictatorial, empleando el testimonio de
Doris Lessing (ámbito de lo real) con la memoria de la Argentina en los años de dictadura militar,
narrando la experiencia de tres generaciones de mujeres (ámbito de lo ficticio). En otras palabras,
también podríamos afirmar que la ficción necesita de algún elemento verídico para constituirse
como tal, ya que según Juan José Saer la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción
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pues: Verdad y ficción se revitalizan mutuamente: la ficción se vuelve un esqueleto reseco, mil
veces pelado y vuelto a recubrir con la carnadura relativa de las diferentes verdades que van
sustituyéndose unas a otras. (Saer, 1997, página 6). Puesto así, se podría asegurar que la ficción
puede ser tenida en cuenta para la construcción de memoria colectiva y de la misma manera, para
la reconstrucción de identidades sociales.
III
Lengua madre podría considerarse como una novela de reconciliación. De reconciliación de una
madre con su hija, de una nación que sale a la luz de la sombra de un pasado tiránico y quiere
recuperar lo perdido.
Una interrogante que surge luego de la lectura de la obra es ¿por qué Julia no regresa a su pueblo
natal en Córdoba una vez restituida la democracia? En la novela se narra que ella estuvo oculta
en el sótano hasta después de la guerra de Malvinas, en 1983, cuando Raúl Alfonsín asume la
presidencia de la Nación. En ese momento Julieta tenía cuatro años de edad, pero no aparece en
ningún momento algún testimonio o posible explicación de por qué Julia no regresa con su hija.
“¡Ha sido todo muy difícil para las dos!”, dice Lina (hermana de Julia).
Corinne Pubill, en su texto Insilio plantea que existe una categoría de sobrevivientes a los años de
dictadura militar que está al margen de los exiliados: el insilio. Explica que durante los años
sesenta, en los países del Cono Sur se acuñó el término “insilio” para describir la experiencia de
exilio interior experimentada por aquellos que, si bien no habían sufrido la cárcel o el destierro,
habían pasado los años del terror de Estado y las dictaduras militares viviendo como parias,
dentro de sus propios países, en una especie de aislamiento e incomunicación que protegía sus
vidas pero los alienaba de su entorno (2012). Este tema importante y poco desarrollado describe
la situación que vivió Julia en los años que estuvo encerrada en ese pequeño y húmedo sótano en
el Sur de nuestro país. Ocho años fueron los que la joven militante estuvo encerrada sin visibilidad
alguna, obligada a esconder lo que pensaba y viviendo (sobreviviendo) rodeada de tristeza y
miedo de ser descubierta y de poner en riesgo la seguridad de su familia. Este sentimiento
concuerda con lo que sostienePubill: El texto de Andruetto no se detiene sobre el sentimiento de
terror, pero las voces narrativas se ocupan de darle un lugar clave puesto que se reitera a lo largo
de la novela el sentimiento de inseguridades, mientras se alude a los secuestros y a las
delaciones que ocurrían en la sociedad argentina de esa época. (Pubill, 2012, p. 4).
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Para ejemplificar esto basta tomar un fragmento de una de las cartas que la madre de Julia le
envía a su hija:
Quiero contarte algo que me dejó muy impresionada y me hizo pensar mucho en lo bien
que hiciste en irte así de pronto, bien lejos: ayer fuimos con la tía Catalina a Córdoba, la
acompañé porque tenía que hacer unas compras para la tapicería. Resulta que bajamos
en la terminal y fuimos caminando por el boulevard hacia el centro y en eso vemos que
unos tipos arrastraban a una chica hacia un auto y la chica gritaba ¡me secuestran!, ¡me
secuestran!, gritaba desesperada pobrecita, no te imaginas cómo gritaba, hija, pero los
tipos nada, la metieron en un Falcon y arrancaron que se las pelaban para el otro lado del
río. (Andrtetto, 2010, p.171).
Así, es justo afirmar que una vez en democracia, Julia vive con sus recuerdos, “fantasmas” que la
atormentan y no le permiten adaptarse a la nueva vida post-dictadura en un pueblo que la vio
nacer y así mismo le dio la espalda y la criticaba por sus ideales.
Como hemos señalado a lo largo del texto, la negativa de Julieta de regresar a su país natal se
debe a la distancia y al rencor que sentía por su madre, así, la insistencia de Julia a su hija para
que ésta lea las cartas se debe a que se conozca la verdad de una etapa en el tiempo marcada
por la represión y el terror y para que Julieta reconstruya su identidad que, en parte, desconocía.
No creo que fuera la intención de la madre justificarse con su hija por los años de ausencia sino
pedirle perdón por todo lo que no fue. Una reconciliación, un intento de recuperar lo perdido, como
se expuso al comienzo de este apartado.
A modo de cierre puedo decir que la novela Lengua madre permite observar de qué manera la
ficción se presenta como un recurso eficaz que posibilita otras interpretaciones de eventos reales
mediante la construcción de eventos ficcionales. El caso de Julieta es ilustrativo, pero nos muestra
cómo la literatura rompe las barreras del tiempo y concede el deseo de conocer la verdad, de
construir identidad. La memoria se presenta como un conector capaz de unir el pasado con el
presente y hacernos reflexionar acerca de las implicancias y repercusiones que tuvo el período
militar en cada persona afectada, para que el pasado de las múltiples víctimas no quede en el
olvido. Para que, tengamos la ideología que tengamos, alcemos nuestra frente y gritemos
¡NUNCA MÁS!, no como un pedido abstracto sino como un mandato social que exija la Memoria,
Verdad y Justicia que como pueblo hemos construido.
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Referencias Bibliográficas
Andruetto, M.T. (2010) “Lengua madre”, Mondadori, Buenos Aires.
Dema, P. (2012) “Identidad y Memoria: Los itinerarios de dos hijos de desaparecidos en dos
novelas argentinas contemporáneas”, en http://www.teresaandruetto.com.ar/sobre-su-obra.asp,
Córdoba.
Montes, G. (1996) “El golpe” en Página|12, Rosario
Pigna, F. (2002) “La política en los 70”, en www.elhistoriador.com.ar, Buenos Aires.
Ricoeur, Paul (1999). “La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido”. Arrecife, Madrid.
Saer, J. J. (1997) “El concepto de ficción”, Punto de vista, Buenos Aires
Semprún, J. (2012). “La literatura o la vida”. Extraído de Raggio, S.y Otros, La última dictadura
militar en Argentina. Entre el pasado y el presente. Propuestas para trabajar en el aula, Buenos
Aires, Homosapiens, 2012.
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