TEMA 12. EL TEATRO ESPAÑOL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX. LA DRAMATURGIA DE ANTONIO BUERO VALLEJO. El teatro español de la segunda mitad del siglo XX va a seguir, más o menos, la misma trayectoria que la narrativa o la poesía. Frente a manifestaciones oficiales o tradicionales, surgirán nuevas propuestas escénicas, nacidas de la insatisfacción social o del afán de experimentación. Tras la profunda renovación y la extrema genialidad de dos de los dramaturgos españoles más importantes, Valle-Inclán y Lorca, llegamos al teatro de posguerra, época gris, en la que se van a seguir dos líneas: 1. La comedia burguesa, evolución de la alta comedia, cumplió la función de entretener al público y educar mediante el elogio de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción de las obras y por su intrascendencia, con dosis de humor, ternura y amabilidad. Sobresale el tema del amor para exaltar otros valores como el matrimonio, la familia, el hogar... Ideológicamente suele hacer gala de neutralidad, con fines moralizadores. Sus personajes, como su público, pertenecen a la burguesía. Los autores más destacados de la comedia burguesa fueron: Jacinto Benavente (Su amante esposa), José M. Pemán (El testamento de la mariposa), Juan Ignacio Luca de Tena (¿Dónde vas, Alfonso XII?) y Joaquín Calvo Sotelo (La muralla). 2. El teatro de humor, alejado de la realidad inmediata, floreció de la mano de dos importantes autores: -Enrique Jardiel Poncela: en sus obras predomina la despreocupación, la evasión ante una realidad adversa. Su producción teatral se caracteriza por la incorporación de lo inverosímil, con ingredientes de locura o misterio. Sus personajes, numerosos, pertenecen a la burguesía y responden con frecuencia al esquema de criado/amo. Entran y salen constantemente de escena creando un dinamismo que provoca la risa, a lo que contribuye también el humor verbal de los diálogos y el de las disparatadas situaciones. Son famosas sus obras Eloísa está debajo de un almendro (humor negro), Cuatro corazones con freno y marcha atrás o Los ladrones somos gente honrada. -Miguel Mihura: sus obras no pretenden reflejar, sino idealizar la vida por medio de la humanización de sus personajes y el triunfo de la bondad y de la ternura. Su humor es producto de la asociación inverosímil de elementos, de la exageración y de la distorsión de la causalidad lógica. Su obra más representativa, Tres sombreros de copa, se estrenó en 1952, veinte años después de ser escrita. El teatro del exilio, desarrollado sobre todo en México y Argentina, presenta diferencias estéticas con el cultivado en España. En este teatro fue especialmente relevante la tarea escénica y la didáctica de directores e intérpretes. Autores exiliados como Rafael Alberti (El adefesio, entre lo grotesco y lo poético), Max Aub (San Juan, empleo de personajes corales) o Alejandro Casona (La dama del alba, drama poético) optaron por incluir en sus obras novedades vanguardistas. TEATRO SOCIAL, AÑOS 50 A principios de la década de los 50, los dramaturgos, a pesar de las limitaciones de la dictadura, intentan franquear la censura y exponer su visión crítica de la realidad para que el espectador adopte una actitud de protesta. Alfonso Sastre y Antonio Buero Vallejo son los máximos exponentes de este teatro social, comprometido: Alfonso Sastre estaba convencido de la capacidad de agitación social del teatro y creó varios grupos de teatro disidente, por lo que fue encarcelado en varias ocasiones y también excluido de los circuitos comerciales de teatro. Destacaremos su obra Escuadra hacia la muerte, donde se muestra el drama existencial de cinco soldados ante la muerte de un cabo en la que todos han participado. Obra de principios pacifistas y antimilitaristas, fue prohibida rápidamente. El teatro testimonial representado por la figura de Antonio Buero Vallejo busca reflejar la realidad, para, al tiempo, denunciar la injusticia y la desigualdad social. Le gusta incorporar a sus textos elementos simbólicos y aunar lo existencial y lo social. Obras de esta década son Historia de una escalera (1949) y En la ardiente oscuridad (1950). ANTONIO BUERO VALLEJO (1916-2000) Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara en 1916, lector voraz desde la adolescencia, su primera vocación fue la pintura y cursó estudios de Bellas Artes en Madrid. Tras una crisis religiosa crecen sus inquietudes políticas y en 1936 se alista en el ejército republicano. Al término de la guerra es condenado a muerte, pero se le conmuta por la pena de treinta años de cárcel. En esta etapa se despierta su vocación de dramaturgo. En 1947 es indultado y comienza su producción dramática, con la que cosecha numerosos éxitos y premios, entre ellos el Cervantes en 1986 y el Premio Nacional de teatro. Murió en Madrid en el año 2000. Su trayectoria resume los pasos que ha seguido el teatro español desde 1950, con sus preocupaciones existenciales, sociales y estéticas. Las obras de Buero Vallejo presentan a un hombre que intenta luchar contra las limitaciones que impone la sociedad y que le impiden ejercer su libertad, alcanzar sus deseos o proclamar la verdad. De este enfrentamiento nace el conflicto existencial que deberá resolver el espectador: en muy pocas ocasiones el autor plantea el desenlace en escena, prefiere los finales abiertos para que el lector realice su propia aportación. Sus dramas constituyen una síntesis de realismo y simbolismo, siendo posible abstraer a los personajes de su entorno, con lo cual sus problemas adquieren una dimensión universal. Toda su obra gira en torno a la tragedia del individuo, sin embargo, es posible dividir su producción: Teatro de crítica social: Se analiza la sociedad española con todas sus injusticias, mentiras y violencias: o o Historia de una escalera (1949), plantea la imposibilidad de algunos individuos de mejorar materialmente debido a la situación social y a la falta de voluntad. El tragaluz (1967) revive la trágica historia de una familia en la España franquista. Es un drama sobre el compromiso social para transformar una sociedad injusta. Teatro simbolista: A través de la ceguera, Buero simboliza las limitaciones humanas en su drama En la ardiente oscuridad. Dramas históricos: Son obras en las que el trasfondo histórico es un pretexto para reflexionar sobre la realidad contemporánea. Destacan: o o o Un soñador para un pueblo (1958), que plasma el fracaso del marqués de Esquilache (siglo XVIII). Las meninas (1960), que refleja la ocultación de la verdad y la corrupción moral. El sueño de la razón (1970) sobre Goya. Buero Vallejo dominó la técnica teatral y supo aprovechar los recursos escénicos: el lenguaje dramático es de una gran calidad literaria y expresividad; la ambientación y el espacio escénico presentan en ocasiones un significado alegórico; posee una gran maestría a la hora de caracterizar a los personajes, que muchas veces presentan taras (ceguera, locura…) que son reales y, a la vez, simbólicas. TEATRO EXPERIMENTAL, AÑOS 60-75. De un lado tenemos un teatro que continúa la temática social (miseria, emigración, injusticia) mediante diálogos muy precisos que reflejan las formas populares y coloquiales de las clases bajas. Destacan Carlos Muñiz y Lauro Olmo. De otra parte tenemos un teatro poético que llega de la mano de Alejandro Casona. Su regreso del exilio se celebró con la representación en 1962 de La dama del alba, una obra humanista que trata problemas humanos universales desde una perspectiva lírica e idealizadora, con diálogos muy cuidados. Por otro lado, la experimentación llega a la escena bajo la influencia de las propuestas vanguardistas de autores extranjeros como Artaud y del teatro del absurdo de Beckett y Ionesco. Es un teatro renovado que se basa en el espectáculo, la escenografía y lo audiovisual, puesto que el teatro se concibe no sólo como texto, sino como espectáculo. Ahora, los autores se sirven de símbolos, alegorías, sueños, alucinaciones... como elementos de denuncia, dejando de lado las descripciones realistas. Más que nunca, el teatro se concibe como espectáculo y no solo como texto: de ahí la importancia de las técnicas audiovisuales, la escenografía, la expresión corporal, el mimo, etc. El desarrollo de este teatro fue difícil, pues solo tuvo éxito entre una minoría intelectual. Dos grandes nombres son: Francisco Nieva: Pelo de tormenta. La producción dramática de Nieva conecta con el teatro del absurdo, pero se diferencia de éste en que en sus obras siempre hay una posibilidad de salvación. Para Nieva el teatro ha de ser catártico y liberador. Además del erotismo, abundan en su obra las referencias a una España negra y también a la religión, a las que Nieva critica. Partiendo del lenguaje popular, Nieva realiza una elaboración cuidadosa, con técnicas del absurdo y del surrealismo y consigue un estilo particular y original. Fernando Arrabal: Obligado a desarrollar su obra fuera de España. Su teatro fue calificado como "teatro pánico", es provocador, se rebela contra el mundo al que ve como cruel e inhumano. Sólo a partir del cambio democrático se pudieron estrenar obras como EI cementerio de automóviles, EI triciclo, Oración, EI gran ceremonial. El teatro pánico de Arrabal se caracteriza por la confusión, el humor, el terror, el azar y la euforia, así como por la incorporación de elementos surrealistas en el lenguaje y por la elementalidad escénica (decorados sucintos, personajes primitivos, lenguaje ingenuos...) Se trata de un teatro de seres indefensos, víctimas de opresores ocultos, en el que priman la desazón y la inquietud. Los temas más recurrentes de su teatro son la religión y la sexualidad, junto a la política, el amor y la muerte. Entre sus obras más conocidas figuran El cementerio de automóviles (1957), Pic-Nic (1952) y El Arquitecto y el Emperador de Asiria (1966) Las experiencias más interesantes en el terreno de la innovación surgieron durante los diez últimos años de la época franquista, con la creación de grupos de teatro independiente, que representaron obras de los autores europeos más importantes, difundieron el teatro a nuevos sectores de la población y, sobre todo, demostraron que el teatro era algo más que un pasatiempo para gente distinguida. EL TEATRO A PARTIR DE 1975 La llegada de la democracia, con la supresión de la censura y otros cambios, abría nuevos horizontes para el teatro. Se podía hacer, por fin, un teatro en libertad, con representaciones de autores malditos, con ayudas institucionales, etc. Sin embargo, sorprendentemente, el público preferiría otros espectáculos (televisión, fútbol) y las obras que se estrenan responderán a los cánones del teatro comercial. Incluso se llega a hablar de crisis en el teatro, situación que afortunadamente ha ido cambiando en estos últimos años. Autores de éxito han sido: Antonio Gala, cuyos temas preferidos son el amor, la soledad, la frustración. Sus obras más destacadas son Anillos para una dama y ¿Por qué corres, Ulises? José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro. Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano. José Sanchís Sinisterra, con jAy, Carmela! Por su parte, los teatros independientes siguen su trayectoria y muchos llenan las salas donde estrenan. Destacaremos Els Comediants, Els Joglars (encabezado por Albert Boadella, creadores del teatro del silencio, que potenciaba la expresión corporal), Los Goliardos, La Fura dels Baus, Dagoll-Dagom, Tábano, La cuadra, La cubana... que, ante todo, juegan con la implicación del espectador en la obra. Las salas de teatro comparten hoy reposiciones de obras clásicas, creaciones nuevas sobre los problemas del momento, obras cómicas o musicales.