RESEÑAS Coopersmith, Stanley, The Antecedents of Self-esteem, Consulting Psychologists Press, Palo Alto, California, 1978, 279 pp. El concepto de autoestima es uno de los más ricos de la psicología moderna, y uno de los que más promete ayudarnos a comprender y resolver la amplia gama de los sufrimientos psicológicos que afligen a los seres humanos. Pero más aún que curar la patología psicológica, una buena comprensión del desarrollo de la autoestima nos permitiría, como padres y maestros, tomar actitudes y adoptar relaciones con los niños a nuestro cargo que previnieran lo que Heinz Kohut ha llamado los desórdenes narcisistas de la personalidad. El libro que aquí reseñamos es una distinguida investigación de campo, que incluyó 1,748 niños entre los 10 y los 12 años de las escuelas públicas de Connecticut. Mediante un cuestionario de 50 preguntas se trató de definir la evaluación de estos niños generalmente hacían de sí mismos y que tiende a conservarse de manera permanente. Este juicio expresa una actitud de aprobación o desaprobación, e indica hasta dónde el individuo se considera a sí mismo una persona capaz, significativa, exitosa y valiosa. En pocas palabras, la autoestima es un juicio del valor personal que el individuo expresa en las actitudes que mantiene hacia sí mismo. Es una experiencia subjetiva que el individuo comunica a otros mediante reportes verbales y otras formas de conducta expresiva. La importancia de la autoestima es algo que ya se da por sentado entre psicólogos y pedagogos de diversas orientaciones teóricas. Es bien sabido que quienes buscan ayuda psicológica suelen aceptar que sufren de sentimientos de inferioridad e inadecuación, y que se perciben a sí mismos como incapaces, carentes de valor, e impotentes para dar y recibir amor. Lo que desconocemos, sin embargo, son los antecedentes de la autoestima, es decir, qué circunstancias en la infancia de los sujetos, qué condiciones y experiencias enriquecen o disminuyen la autoestima. Este es precisamente el objetivo que se propone alcanzar Coopersmith: esclarecer, y hasta donde sea posible, definir, qué condiciones y experiencias enriquecen o disminuyen la autoestima. Una vez aplicado el cuestionario a los 1,748 niños, se seleccionaron en 5 grupos, cada uno representante de un tipo particular de autoestima: Alto-Alto, Alto-Bajo, Medio-medio, Bajo-Alto y Bajo-Bajo. Hecha esta distribución se comenzó el estudio intensivo de cada uno de los grupos para determinar las condiciones y experiencias que están asociadas con actitudes positivas hacia sí mismo. Aunque también analiza las condiciones que llevan a una baja autoestima, su esfuerzo principal está encaminado a definir aquellas que la favorecen. Es ésta, pues, una investigación en el desarrollo de la personalidad. La primera etapa de la investigación fue someter a los sujetos a un conjunto de experimentos para medir ciertas conductas relacionadas con la autoestima, como una tarea para medir el nivel de aspiraciones, una variación de los experimentos de percepción defensiva que incluía la presentación de estímulos de alto y bajo afecto, así como el resultado y repetición de experiencias de éxito y fracaso, de susceptibilidad a las presiones hacia la conformidad, y de reacciones motoras y perceptivas al stress. Estos experimentos revelan cómo la autoestima se relaciona positivamente con el nivel de aspiraciones y expectativas, la selectividad de la memoria y la percepción, la constancia y la independencia de juicio, y la habilidad para tolerar y enfrentar la adversidad. En la segunda y tercera etapas de la investigación se entrevistaron a los maestros y las madres de los niños. La parte relacionada con las madres fue la más intensiva y la más fructífera. Aquí se obtuvo una visión bastante clara de la dinámica que prevalece en las familias de los diversos tipos de niños, y de las prácticas educativas que son conducentes a formar niños con buena autoestima. Es imposible, dentro de los límites de una reseña, hacer ni siquiera una descripción sumaria de los descubrimientos de Coopersmith en cuanto a las prácticas educativas que prevalecen en las familias de los niños con buena autoestima, pero podemos decir con seguridad que despeja muchas incógnitas y esclarece muchas dudas en cuanto al papel del padre y de la madre, las relaciones entre ellos así como entre ellos y los niños, y la forma como los padres pueden favorecer la autoestima de sus hijos. Tal vez una de las observaciones más notorias de Coopersmith es en cuanto al papel de la figura paterna en e l caso de los niños con buena autoestima. Un padre activo, que nutre emocionalmente a sus hijos y sabe estimularlos e interesarse en los problemas de su crecimiento y desarrollo, resulta ser un elemento clave en la conformación de la personalidad de estos niños. Visto desde esta perspectiva, el padre deja de ser solamente quien gana el sustento de la familia para pasar a ocupar un papel irreemplazable en la crianza y la educación de los niños. Estas apreciaciones de Coopersmith coinciden plenamente con las que presenta Michael E. Lamb en su famoso libro The Role of the Father in Child Development (New York: John Wiley & Sons, 1981). Edgar Llinás