Juliano el apóstata : 30 de Mayo de 1900

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JULIANO EL APÓSTATA
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Cuando por fortuna mía tocóme disparar contra tres Ministros, cogiéndolos enrasados, como dirían los discípulos de
Diana, alisté mi desprecio á recibir la tunda que el periódico de
Zuleta hubiera de darme. No podía ser para menos; los pája~'os arcabuceados eran Ministros, y Zuleta está cebado á defenderlos desde los tiempos de La Voz de Antioquia, por razones
que el Plí.blico conoce.
Primeramente saltó contra mí J. M. S., .y me mostró toda
su saña porque he sido tan osado que me he atrevido á estrellarme con las alturas; me tomó, pues, por rayo. Creí que esas
iniciales correspondieran al acaudalado negociante señor D. José
María Sierra, pero me convencí del error al caer en la cuenta
de que el amigo D. Pepe como que no tiene muchas afinidades
con el periodismo y de que con persona de su confianza me
había mandado felicitar calurosamente por la actitud asumida
por mÍ.
Luégo escribió el señor Restrepo B. para decir que una
Resolución que yo di por consultada no lo había sido. El señor
Restrepo B. olvidó que nadie le podía creer eso, porque tratándose de un memorial que no requería estudio de ninguna especie, sino únicamente consultar la voluntad del Ministro, no
cabía la iniciativa del Jefe de Sección, á menos que éste en esas
cosas de mera voluntad, se adelantara á sugerir al superior lo
que por delicadeza le estaba vedado al subalterno.
Por fin llegó el ataque de El Orden Público. Algo más de
la segunda página me ha sido ded.ioada, como quien dice toda la.
parte editorial. El artículo es bien insultante, y tan lo es, que
viene sin firma, ya que hay hombres que carecen hasta del
valor de suscribir lo que dicen contra otro.
Hallábame en mi escritorio en la amena compañía:de Manuel María Mallarino y Leonardo Cárdenas P. cuando llegó el
papel semioficial. Leer el título y devorar el ~artículo conmigo
relacionado, todo fué uno. Por la maldad que encierra y por la
argumentación sutil que exhibe se me ocurrió inmediatamente
el nombre del autor. l Apostemos:á que esto es de D. J ulián
Restrepo 1 dije á mis dos amigos.
-Debe ser por el latinajo, repuso Oárdenas.
-No debe ser, porque J ulián Restrepo no defiende Ministros caídos, replicó Mallarino.
Aunque inmediatamente me vino á la memoria aquel lastimoso incidente que marcó el nivel moral de D. J ulián, cuando
después de vociferar contra el señor Caro delante del señor Martínez Silva, inmediatamente escribió contra éste y á favor del primero, no podía convencerme de que D. J ulián pudiera reincidir
en faltas de tamaña naturaleza, que acusan la perversión moral
más absoluta. Era imposible para mí que D. Julián Restrepo,
aquél que espontáneamente se había presentado á mi oficina á
felicitarme por los escritos míos relacionados con el señor Carlos Calderón, fuera el autor del escrito de El Orden Público.
y que me felicitó, es hecho que les consta á los señores Rafael
Barrera, Belisario Ayala, Fernando Gaitán, Domingo Esguerra,
Gabriel Roldán y Augusto Torres. Y si D. J ulián no lo recuerda habrá de recordarlo porque entre otras cosas le manifesté
que por lo mucho que me quería el señor Palacio esperaba me
nombrara Ministro de Hacienda ó una cosilla así por el estilo,
á lo cual, creyendo que yo hablaba en serio, su · espíritu descendió de las alturas de la contemplación y vino á reposar sobre
apetitos y bienes terrenales. Me habló por lo pronto, ¿ sabe el
público de qué 7 Pues de otra codificación! la de las disposiQiones de Aduana.
Para convencerme, pues, de si D. Julián era el verbo de
Zuleta resolví dirigirle una notica verbal "inofensiva y aun
respetuosa," como dicen es la del señor Calderón, notica que
decía, salvo error ú omisión, lo siguiente: Guillermo Torr'es da
las g'racias alse'Jior D. Julidn Restrepo po,- el articulo que se
ha servido dedicarle ¡¿ay en El Orden Fúblico. Me acordaba de
que el señor Restrepo B. decía que mi actitud provenía de la
influencia de la guerra sobre los ánimos, y resolví hacer un
movimiento estratégico envolvente contra el otro señor Restrepo.
Tenía por seguro que si D. J ulián no era el autor del escrito
lo habría de manifestar así con aquella sencillez y aquella seguridad que da la inocencia; y si lo era habría de conocérselo
por más que lo negara, ya que la farsa y la mentira le impiden
al hombre mirar sin pestañar. Y aconteció como yo lo deseaba;
la notica verbal fué una irresistible carga á machete; D. J ulián
vino inmediatamente á mi oficina con el aire compungido
que sabe poner en las ceremonias del culto externo. ¿ Y vino
á qué 7 Pues á decirme que él no había tenido la más lige ra
mala intención para conmigo; que el artículo no decía nada
contra mí y que lo que había hecho era sencillamente lucubrar
en el campo especulativo en que lo aconstumbraban sus compadres Gayo y Modestino y sus abuelos Ulpiano y J ustiniano ;
que él no podía decir nada contra mí, porque yo era acreedor á
su gratitud á virtud de un servicio que le había prestado en
época muy difícil para él, servicio que yo no recuerdo pero que
debió de ser grande á juzgar porque me da las gra~ias en toda s
partes, salvo en El Orden Público.,· y que si quería daría en el
periódico la correspondiente explicación satisfactoria para mÍ.
L Qué es esto '? me decía. ¿ Estaré yo realmente conversando
con D. J ulián Restrepo 7 ¿ O es el alma de Juliano el Apóstata
encarnada en la ascética figura del Jefe de la Sección de
Aduanas 7 ¿ Qué clase de lucubraciones son éstas que si hubieran de traducirse por el garrote, á no dudarlo me andarían
molidas las costillas 7 Z Las codificaciones son hoy, como en
otro tiempo lo fueron para el cerebro los libros de caballería,
más dañinas que el ajenjo 7
Salí de mi estupor, y lo que sentí fué lástima, lástima pro ...
funda. Pensé en qué cosa sería mejor para el hombre en presencia de espantoso dilema, si perder la razón ó perder la vergüenza ....
En el campo de la prensa pasa cosa igual que en 10i
Tribunales: se conocen los abogados, y por los abogados se
conocen 10B asuntos. De aquéllos unos no defienden sino eOlias
justas, y otros por el honorario se hacen cargo de sobreponer
el delito á la justicia mediante toda clase de argucias, de sutilezas y de transacciones indignas con la conciencia. Hay, sin
embargo, una diferencia: en los Tribunales es lo más común
que alternen ante un mismo Crucifijo y ante los mismos jueces
el desalmado rábula con el honrado vocero del derecho ó de la
inocencia j en la prensa nó, porque teniendo por juez al público puede uno callar cuando el decoro personal obligue el
silencio. El público me hallará razón, pues, si no discuto ni
con D. J ulián ni con Zuleta.
GUILLERMO TORRES.
Bogotá, Mayo 30 de 1900.
IllPBBNTA DB LUIS lI. HOLGuf •
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