INAMOVILIDAD: ¿GARANTÍA O DERECHO? María Francisca Zapata García1 He sido invitada a esta Jornada que pretende explorar nuevas perspectivas para la organización judicial del Paraguay. Agradezco muchísimo la invitación y espero aportar con un par de reflexiones a esta gran tarea que se han propuesto y en la que les deseo el mayor de los éxitos. La exposición versa sobre la inamovilidad formulando la pregunta ¿garantía o derecho? Por lo que el tratamiento del tema insinúa, ya desde el título, una problemática que trataremos de despejar. Para ello iremos del menos al más y en el siguiente orden: En primer lugar (aunque brevemente) centraremos nuestro análisis en la definición de lo que son los tribunales, lo que hacen y cómo deben hacerlo. Seguidamente nos preguntaremos qué necesitan los jueces para hacer lo que están llamados a hacer, por lo que desarrollaremos las temáticas de independencia judicial y responsabilidad. Recién llegados a este punto analizaremos el papel que juega la inamovilidad en el sistema de administración de justicia. Nuestro primer punto es muy sencillo, pero necesario de dejar establecido y se refiere a QUÉ SON LOS TRIBUNALES, QUÉ HACEN Y CÓMO DEBEN HACERLO (tribunales como sinónimos de jueces) 1 Magistrada de Chile, Presidenta Asociación de Magistrados de Chile .Regional Santiago. Magister (C) Gobierno y Sociedad Universidad H. Hurtado, Santiago, Chile. 1 Diremos con Luhmann que “Los tribunales son sistemas organizacionales, esto es, sistemas sociales constituidos por decisiones y que atan decisiones mutuamente entre sí.2 Lo que distingue a los tribunales de todas las demás instituciones del derecho es el imperativo de decidir. La decisión siempre está referida a una alternativa, uno ó más senderos posibles de elegir. Que los tribunales se vean en la necesidad de decidir es el punto de partida para la construcción del universo jurídico. El segundo nivel es acerca de qué deben decidir y diremos que deciden acerca de la vida, propiedad y libertad de las personas en el contexto de un caso singular. El tercer nivel es acerca de cómo deben decidir y para partir solamente diremos que en las sociedades modernas los tribunales o sus unidades específicas (jueces) deben decidir con sujeción estricta a la ley. Detrás de esta sencilla idea está la noción de autogobierno de los ciudadanos, como todos sabemos. Este tercer nivel, sin embargo, a nuestro juicio, no se agota en la resolución del caso conforme a la ley, pues, a nuestro juicio, la labor del juez posee un horizonte contrafáctico permanente constituido por la excelencia en el ejercicio de la función. En otras palabras, el juez al resolver el caso debe hacerlo sujetándose a la ley y, en el desarrollo este proceso debe orientarse por los principios éticos de la función de juzgar: imparcialidad, integridad, eficiencia, diligencia, entre otros, bienes que deben ser evaluadas como notas ausentes o presentes en su desempeño. 2 Luhmann, Niklas, 1997. Organización y Decisión: autopoiesis, acción y entendimiento comunicativo. Anthropos Editorial en coedición con Universidad Iberoamericana y Universidad Católica de Chile, pág. 14. 2 Para avanzar en nuestro análisis, útil resultaría -tanto a la hora del diagnóstico como a la de las propuestas- una idea que podemos tomar prestado de las reflexiones de Calamandrei en su siempre vigente obra Proceso y Democracia3 que se contiene en la expresión Sin Temor ni Esperanza y que propongo sea, por un rato, nuestro estándar o modelo a seguir. Nuestro estándar Sin Temor ni Esperanza es un patrón valorativo que indica un deber ser consistente en un estado de ánimo que debe embargar el juez(a) al momento de resolver y que fluye de una serie de condiciones institucionales que en su conjunto poseen la capacidad de garantizar que su resolución no sea motivada -en grado alguno- por el temor al castigo ni por la esperanza de un premio, propiciando la expedición de una decisión jurídica imparcial. La relevancia de determinar –como lo hemos hecho- qué función cumplen los tribunales y cómo lo hacen resulta central en todo análisis como el que pretende llevarse a cabo en estas interesantes jornadas, en las que existe la resolución de analizar si la estructura organizacional de vuestros tribunales está al servicio de su función: la decisión jurídica imparcial, con sujeción estricta a la ley. VAMOS A NUESTRO SEGUNDO PUNTO Cómo conseguimos que el juez al resolver lo haga, efectivamente SIN TEMOR NI ESPERANZA? Si el juez debe examinar tan detalladamente como sea posible la configuración peculiar del caso singular que está en sus manos y, éste examen sólo debe ser 3 3 Proceso y democracia. Ediciones Jurídicas Europa América. Buenos Aires. 1960 conducido mirando las propiedades del caso para decidir sobre la correcta aplicación de las reglas legales que concurren a su solución, la pregunta es ¿cómo nos aseguramos que esto efectivamente ocurra? Los intentos de responder a esta pregunta en un estado democrático de derecho han dado lugar a los diversos modelos de organización judicial. No voy a entrar al detalle de los modelos, pero quiero hacer una advertencia: cualquiera que sea el modelo que se elija, sólo de trata de un conjunto de arreglos institucionales que deben estar en sintonía con la función asignada a los tribunales y que ya hemos revisado: la expedición de la decisión jurídica imparcial, con estricta sujeción a la ley. Para empezar a pensar en esos modelos, debemos antes detenernos en los principios inspiradores o características más familiares de la organización judicial en un estado de derecho: independencia- responsabilidad y su soporte estructural, la inamovilidad. La independencia judicial ha de entenderse, básica y sustantivamente como una garantía ciudadana consistente en la sujeción del juez a la ley. Un juez es independiente cuando conoce y juzga un asunto teniendo como motivación exclusiva su resolución conforme a la ley. Es contrario al Estado de derecho, y al principio democrático, toda pretensión de independencia de la ley. La independencia no es un privilegio del magistrado ni es sólo una técnica institucional, sino una garantía política esencial en el estado democrático de derecho, una garantía funcional a la tutela y la realización de los derechos de los ciudadanos. 4 Concluiremos entonces que aquella posición institucional que permite al juez decidir sin temor (al castigo) ni esperanza (de premio) es el estatuto de independencia que exige un estado democrático de derecho. Puesto en claro qué es a lo que se alude cuando nos referimos a la independencia de los jueces, es necesario desplazar la atención hacia su contracara: la responsabilidad. Independencia y responsabilidad parecen antitéticas. De una manera general, la independencia se refiere a la prohibición de que otros poderes interfieran en los casos sometidos a su juicio; la responsabilidad, por su parte se refiere a las consecuencias que las decisiones, falta de ellas o defectos en su expedición puede generar para el juez. El sentido común indica que mientras más mecanismos existan para garantizar la independencia de los jueces, más difícil será hacerlos responsables, y que mientras más independencia se intente tendrán.4 hacerlos Sin responsables embargo, bajo por sus actos, determinadas menos condiciones, independencia y responsabilidad no se contraponen. Lejos de eso, en un estado democrático de derecho son exactamente complementarias. Permítaseme citar a Andrés Bello que en "El Araucano" de 1837, expresaba: “El poder de juzgar es independiente, es decir, no hai autoridad que encadene la libertad del majistrado para conocer, con arreglo a las leyes, en el negocio que se somete a su examen, ni para pronunciar la sentencia que fije los derechos controvertidos. Ni el temor de una desgracia ni la esperanza de una recompensa, deben jamás entrar en la balanza que pesa los intereses más caros a la sociedad; i Rogelio Pérez- Perdomo. “Independencia y responsabilidad de los jueces”. Paper preparado para la reunión Comprehensive Legal and Judicial Development: Toward an Agenda for a Just and Equitable Society in the 21 Century. Banco Mundial. Washington, 5-7 de junio, 2000. 4 5 los que tienen a su cargo esta importante regulación deben hallar en el código político una garantía que los ponga a cubierto de las consecuencias que traiga sobre ellos cualquier paso que no sea una infracción de lei en el ejercicio de su ministerio".5 Con maestría inigualable, Bello definía los ejes del poder de juzgar independiente. Estos ejes: sujeción del juez a la ley / responsabilidad del juez, se enlazan por su mutua atracción como una estrella binaria y han de articularse en un estado de derecho conforme nuestro estándar valorativo SIN TEMOR NI ESPERANZA. Una precisión: Cuando se habla del primer eje de este sistema binario: juez sujeto únicamente a la ley, no se está defendiendo una concepción de aplicación mecanicista de la ley, imagen que rechaza tan ilustrativamente la conocida frase que reza: "el juez no es una máquina automática en la que por arriba se insertan los hechos y por abajo se sacan las sentencias, acaso con la ayuda de algún empujón cuando los hechos no se adaptan perfectamente a ella”, sino que se quiere significar que: "la jurisdicción es el poder de aplicar la ley, aplicarla en un sentido más comprehensivo que la idea peyorativa asociada con la mera aplicación" mecánica de la ley. La aplicación de la que hablamos incluye el poder de adecuar las normas generales cuando éstas son, en términos de Savigny, normas de expresión impropia. Esto es algo que se aprecia atendiendo al caso particular. ¿Y qué quiere decir atender al caso? Significa atenderlo para poder decidir haciendo justicia. Hacer justicia al caso no es resolverlo de acuerdo a lo que el juez crea justo, porque no hay razón alguna para suponer que el juez podrá representar los intereses de todos los involucrados de mejor manera que el 5 Obras Completas de Don Andrés Bello, Opúsculos Jurídicos. Santiago de Chile, 1885, pag 218 6 legislador. Aquí el juez estaría usando el caso como un instrumento para implementar sus creencias y la parte afectada tendría una queja legítima: ¿por qué MI caso está siendo solucionado de acuerdo a SUS creencias? El juez hace justicia en la medida en que decide el caso conforme a una norma justificada (legal), habiéndole prestado previamente la atención necesaria para determinar si es o no un caso típico. Si la justicia es dar a cada uno lo suyo, lo "suyo" de cada parte es esta atención a la singularidad del caso". 6 Cuando se habla del segundo eje del sistema binario: responsabilidad de los jueces, se hace referencia a la determinación de formas apropiadas para enfrentar al juez por sus desviaciones a la sujeción de la ley y por las infracciones que cometa en relación con los deberes propios de la función de juzgar y que orientan su desempeño. La responsabilidad de los jueces puede ser política o jurídica. Dentro de esta última, se encuentran la civil, penal y disciplinaria, según el carácter del ilícito, de la sanción o de los procedimientos aplicados. En consideración al tema que estoy tratando, la dimensión de la responsabilidad que nos hace detener un momento es la responsabilidad disciplinaria que se configura desde antiguo como una actividad sancionadora de conductas que, sin constituir delito, sí infringen deberes profesionales.7 En general, en los modelos continentales la articulación del régimen de disciplina judicial gira alrededor de la predeterminación de deberes respecto de los cuales pueden surgir conductas activas u omisivas no deseadas, asociadas a las cuales se Atria, Fernando. “Jurisdicción e Independencia Judicial. El Poder Judicial como Poder Nulo.”REJ N° 5 2005. 6 González Granda, Piedad “Independencia del Juez y Control de su Actividad.” Ed. Tirant Lo Blanch. Valencia (España) 1993. Pág. 193, citando a Andrés Ibáñez- Movilla Alvarez, El Poder Judicial Madrid, 1986:” 7 7 encuentran preestablecidas diversas sanciones graduadas conforme la mayor o menor gravedad de la falta. Ha habido históricamente ciertos cuestionamientos doctrinarios acerca de la funcionalidad de esta responsabilidad, entendiendo que lo que necesita la independencia judicial es una amplia y estricta responsabilidad civil y penal, sin embargo en la actualidad surge una corriente contraria que aboga incluso por un endurecimiento y mayor utilización de los mecanismos de responsabilidad disciplinaria, pero con supresión de la responsabilidad por conductas personales (únicamente tendentes al decoro o prestigio de la magistratura, medidos con criterios subjetivos, entendiéndose que “un criterio que debe inspirar directamente la interpretación de todas las descripciones típicas, no siempre demasiado precisas en su formulación, es que sólo pueden entenderse en función de bienes jurídicos tales como la imparcialidad, la diligencia y el cuidado que exigen la adecuada prestación del servicio público. Desde luego, este ámbito de control disciplinario no es incompatible con la independencia de los jueces y precisamente el desafío consiste en lograr que sea más bien su complemento indispensable, y ello puede ser posible en la medida se ajuste a un procedimiento apegado a las exigencias de un debido proceso. III.- INAMOVILIDAD GARANTÍA ¿de qué? O DERECHO ¿de quién? Y en este esquema ¿qué rol juega la inamovilidad? Finalmente hemos llegado a nuestro dilema, anunciado desde el título de nuestra presentación, la INAMOVILIDAD ¿es un derecho o una garantía? Si es un derecho ¿de quién sería este derecho? 8 Y si es una garantía, ¿qué es lo que se garantiza con ello? La independencia judicial entendida como una condición necesaria de la expedición de una decisión jurídica imparcial, como hemos dicho, opera como escudo protector de los derechos ciudadanos, es decir, como garantía. Pero un análisis serio del asunto no puede perder de vista que la exigencia de imparcialidad, la constatación de la existencia de jueces dispuestos a fallar sin temor ni esperanza, en otras palabras, la existencia de jueces independientes no puede dejarse al azar, a la civilidad de los afectados por las decisiones o al heroísmo de los magistrados. Esta garantía (de jueces decidiendo casos imparcialmente con estricta sujeción a la ley) puede resultar vacía de contenido si la carga de la resistencia a las presiones o interferencias recae con todo su peso en la persona del juez y en sus condiciones laborales. Es por eso que los modelos de organización judicial contienen entre sus herramientas clásicas la inamovilidad de los jueces, lo cual importa considerar la prohibición de separación de la carrera judicial, salvo proceso sancionatorio. Pero dicho esto, debemos recalcar que esta herramienta, la inamovilidad, es una prerrogativa que no pueden entenderse como las del trabajador en el Código del Trabajo: no miran al interés del juez, sino que miran a que al considerar el caso el juez no deba tomar en cuenta la manera en que su consideración y decisión del caso -tendrán o no- impacto en su empleo. Como afirma el profesor ATRIA todo esto es suficientemente obvio, PERO A VECES ES NECESARIO PRECISARLO. Pero vamos con la inamovilidad 9 La garantía de inamovilidad está consagrada en general en los ordenamientos jurídicos a través de cláusulas más bien implícitas, que disponen que los jueces permanezcan en sus cargos durante su buen comportamiento. De forma explícita, por su parte, se encuentra reconocido como principio en el artículo 14 del Estatuto del Juez Iberoamericano en los siguientes términos: como garantía de su independencia, los jueces deben ser inamovibles desde el momento en que adquieren tal categoría e ingresan a la carrera judicial, en los términos que la constitución establezca. No obstante, podrán ser suspendidos o separados de sus cargos por incapacidad física o mental, evaluación negativa de su desempeño profesional en los casos en que la ley lo establezca, o destitución o separación del cargo declarada en caso de responsabilidad penal o disciplinaria, por los órganos legalmente establecidos, mediante procedimientos que garanticen el respeto del debido proceso y, en particular, el de los derechos de audiencia, defensa, contradicción y recursos legales que correspondan. Queda claro entonces que la posibilidad de “mover” a un juez de su cargo sólo es posible sobre la base de causales específicamente señaladas en la ley asociadas a la evaluación de su desempeño y sobre la base de un procedimiento respetuoso de las garantías del afectado. Esta normativa nos indica con claridad meridiana la relación existente entre los tres conceptos que venimos analizando; independencia responsabilidad e inamovilidad, pues sintetiza el núcleo de la cuestión: 1) Las sociedades modernas necesitan contar con jueces con capacidad de resolver los casos en que se ven comprometidos la vida, la libertad y la 10 propiedad de sus ciudadanos, respetando sus propios términos y con apego a la ley. 2) El estándar Sin Temor ni Esperanza constituye un indicador útil a la hora de diagnosticar si la serie de condiciones institucionales existentes poseen la capacidad de garantizar que la decisión (resolución) del magistrado no sea motivada -en grado alguno- por el temor al castigo ni por la esperanza de un premio. 3) En otras palabras el estándar Sin temor ni Esperanza es el contenido (en su dimensión subjetiva) de la garantía de independencia, por lo que ha de ser tenido en consideración a la hora de las propuestas de un nuevo modelo organizacional de la judicatura. 4) Todo modelo organizacional debe presentar credenciales de sintonía con la función básica del sistema; la expedición de la decisión jurídica imparcial. 5) Para ello todo modelo debe contemplar entre sus ejes centrales la independencia del juez como garantía ciudadana. 6) La sujeción del juez a la ley y los deberes propios de la función de juzgar supone esferas de responsabilidad que según modalidades y gravedad de la infracción seguirán diversas rutas de cobro. 7) Los ciudadanos requieren una garantía (inamovilidad) de la garantía (independencia) que aplica como un bloqueo a las cortapisas a la independencia, una barrera a las interferencias que se atrevan más allá de las meras presiones desestabilizando el sistema al punto de pretender mover al juzgador de su función. En este aspecto la inamovilidad es una supragarantía de la independencia, opera como una doble protección de 11 los ciudadanos, como un doble fondo en el que el juzgador encuentra su fortaleza para fallar lo que en derecho corresponde. 8) Como de lo que se trata con la garantía de inamovilidad es impedir que se mueva de su cargo al juzgador por estar haciendo lo que debe hacer, lo que cabe es levantar diseños de responsabilidad disciplinaria a prueba de trampas. 9) Es decir, los sistemas de responsabilidad para ser consistentes con la garantía de inamovilidad deben poseer importantes niveles de transparencia y debido proceso para los jueces enjuiciados. 10) Y finalmente, como ya todos han podido concluir, haciéndome cargo de la pregunta inicial, digo que la inamovilidad constituye una garantía ciudadana que pretende asegurar la existencia de jueces con capacidad para resolver sobre la vida, libertad y propiedad de las personas en el contexto de casos singulares, expidiendo una decisión jurídica basada en la aplicación de la ley al caso, según sus propios términos. 12