Ser percibido es existir - Centro de Estudios Filosóficos Tomás de

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CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS TOMÁS DE AQUINO
GEORGE BERKELEY
Ser percibido es existir
“Esse est percipi”
Nayeli Gizeh López Reyes
08/08/14
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………..…… Pág. 2
1.- ANTECEDENTES……………………………………………………………… Pág. 3
1.1.- CONTEXTO………………………………………………………………….. Pág. 3
2.- SER ES SER PERCIBIDO…………………………………………………... Pág. 5
3.- CORRECCIÓN A LOCKE…………………………………………………….. Pág. 7
4.- EL INMATERIALISMO DE BERKELEY……………………………………... Pág. 8
CONCLUSIÓN………………………………………………………………….... Pág. 10
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………Pág. 10
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INTRODUCCIÓN
Para la elaboración de esta monografía, se decidió escoger a George
Berkeley, ya que es interesante conocer más sobre la afirmación acerca de su
cometido Ser es Ser Percibido. Si los individuos nos inclináramos a la búsqueda
acerca del conocimiento de los empiristas, tanto como lo hacemos con los
racionalistas, seríamos capaces de tener una visión más profunda del mundo que
nos rodea. Fue muy importante su doctrina y por eso es valorada, en su época se
pensaba mucho en el ateísmo y Berkeley dio un giro en aquel entonces, exponiendo
a Dios como centro del universo en sus doctrinas, no por nada fue considerado
como el padre del idealismo.
Primero se abordarán algunos antecedentes junto con el contexto del autor, y
posteriormente el entrar al tema en cuestión: el ser percibido, seguido de la crítica
que Berkeley le hace a Locke, para finalmente abarcar las ideas básicas de su
inmaterialismo.
De igual manera es necesario advertir que se repetirán mucho las palabras
percibido, ser, experiencia y algunas otras, porque no existen sinónimos adecuados
para reemplazarlas.
El objetivo de este trabajo es que se pueda llegar a conocer, valorar y apropiarse
de las ideas de George Berkeley en nuestro ser y actuar. Comprender y asociar la
información que se recogió en libros y algunas fuentes de internet, para de esa
manera ampliar en medida de lo posible, el conocimiento sobre este autor.
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1.- ANTECEDENTES
George Berkeley toma como base una filosofía empirista, experimental. Este
autor afirma que no podemos conocer la realidad de un objeto, a menos que dicho
objeto pueda ser percibido por un sujeto.
Al hablar del mundo empíricamente, todo conocimiento existente se logra obtener
por medio de la percepción sensible. Pero se cae en un error al considerar en detalle
dichas percepciones. Asimismo, nuestro conocimiento del mundo empírico puede
ser purificado y además perfeccionarse, eliminando por completo el pensamiento y
quedándose sólo con las percepciones puras. De aquí se deduce que: un
conocimiento del todo ideal, se obtiene al orientarse hacia las percepciones puras,
sin que intervenga el intelecto (Vidal, 2012: 68). Berkeley lleva al empirismo al
extremo, dado que niega todo aquello que no se perciba.
Se puede decir, entonces, que la realidad de las cosas radica en su condición de
ser percibidos por un sujeto. Y el que las percibe debe, por tanto, de existir.
En este punto también se logra hacer referencia a la influencia de Dios, es decir, el
mundo material termina por ser la percepción que Dios nos hace tener. Pero dado
que Dios mismo no puede ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo son.
Al hablar del conocido ejemplo del árbol que llega a caerse en un bosque, y que
únicamente se considera como verdadero este hecho, si algún individuo lo percibe.
Más allá de esto, Berkeley afirma que la percepción del árbol es una idea en Dios:
mediante la percepción de Dios el árbol sigue existiendo y el hecho sigue dándose
por verdadero, aún cuando aparentemente ningún sujeto lo percibe, ¿y esto por
qué? Porque la simple observación constante del árbol por parte de Dios, garantiza
su existencia. Dios es, para Berkeley, el garante del orden que se halla entre todas
las ideas. (Abbagnano, 1964: 100).
1.1 CONTEXTO
Para logar un buen análisis de la obra de este pensador, otra cosa que es
necesaria recalcar es su situación intermedia entre dos grandes filósofos empiristas,
Locke y Hume, no sólo en cuando al desarrollo de su teoría sino también por su
ubicación cronológica, entre los siglos XVII y XVIII.
Durante los siglos XVI y XVII, Europa experimentó una gran crisis que se
corresponde con el nacimiento de la burguesía y con la necesidad experimentada
en aquella época, de una nueva concepción del mundo basada en la razón.
Por otra parte, sale a flote un desarrollo en el capitalismo comercial, que fue
favorecido por la expansión del comercio marítimo y también por la abundancia de
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metales preciosos de las minas europeas y americanas, lo cual logró provocar el
aumento de precios y una recesión económica.
El capitalismo industrial surgió en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVII.
Y para este entonces, se advirtieron indicios de lo que luego se convirtió en la gran
Revolución Industrial del siglo XVIII.
La burguesía se vinculó con la monarquía absoluta, lo cual propició que prosperara
el capitalismo, convirtiéndose en un tipo de eje que dirigió las empresas productoras
y agrícolas, además de que orientó los negocios de Inglaterra.
Igualmente, precisamente en Inglaterra tomó forma la primera monarquía
constitucional de Europa, en un ambiente poblado de libertades políticas y de
tolerancia religiosa. Y con el pasar del tiempo, va ganando terreno un pensamiento
racional debido a la influencia de los avances científicos y del cartesianismo. Se
modifica la concepción del mundo totalmente, que pasa de ser finito y geocéntrico,
a considerarse infinito y heliocéntrico.
La Iglesia, no obstante, [y teniendo en cuenta que Berkeley era un individuo
extremadamente religioso] estuvo en contra de esta corriente científica innovadora,
ya que ponía en entredicho la mayoría de los dogmas fundamentales de la religión
(Verneaux, 1984: 201).
El Racionalismo y el empirismo se situaron en medio de este contexto, aquí
replantearon los problemas de la filosofía desde un nuevo marco cultural y social,
sobre todo prestando máxima atención a los problemas acerca de los alcances y
las limitaciones del conocimiento.
Comenzando el siglo XVIII, la oposición al absolutismo o gobierno absoluto, llega a
su punto culminante. Se convierte en una época de equilibrado optimismo, de
bienestar que se desarrolla en un clima de libertad y progreso.
En Inglaterra se cimentaron las bases de un nuevo movimiento que entra en crisis
con el siglo anterior, al extenderse la idea de una religión natural o deísmo. Y dentro
de esto se tiene una de las razones por cuales Berkeley luchó ferozmente.
El parlamentarismo inglés se adhirió también a lo largo de este siglo, considerado
como digno de ser imitado por los demás países, gracias a su equilibrio de poderes.
Equilibrio que se rompió cuando, a mediados del siglo XVIII, se inició en Inglaterra
la tan conocida Revolución Industrial.
2.- SER ES SER PERCIBIDO
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Su pensamiento, o al menos lo más significativo y lo primero de lo que se
escucha hablar cuando se menciona a Berkeley, suele resumirse en una frase
famosa: esse est percipi, es decir, ser es ser percibido (Berkeley, 1968: 59). La
concepción de Berkeley naturalmente lo ha llevado a un insalvable solipsismo.
Como todos los empiristas, piensa que el conocimiento procede de la experiencia,
y la experiencia consiste en captar las cosas por medio de los sentidos. Si la esencia
de las cosas es ser percibidas y la del espíritu es percibir, [semejante al sujeto
cognoscente y el objeto conocido en epistemología] ¿qué ocurriría entonces, si un
espíritu deja de percibir? ¿Dejarían de existir las cosas en el mismo instante en que
dejemos de percibirlas?
Esto nos hace pensar que estamos solos en el mundo; sólo sabemos de nuestra
propia existencia, y que las cosas existen en la medida en que sean percibidas por
un espíritu.
Nos encontramos ante un problema, dado que si nuestro espíritu fuese aniquilado,
la existencia de un mundo fenoménico debería inevitablemente desaparecer junto
con nuestra mente, con nosotros.
La única manera de evitar esto, sería la suposición de que existen otros espíritus
(sujetos) que percibirían las cosas aunque no estuviera el nuestro propio, aunque
nosotros no las percibiéramos. Pero aún así habría otro conflicto, porque dado que
todos los hipotéticos espíritus existieran, lo harían pero de forma limitada, finita. Y
se llega a la conclusión de que alguna vez dejarían de existir (Berkeley, 1990: 105).
Termina por no asegurarse supervivencia del mundo material, sino más bien queda
sujeta a los límites de los espíritus.
Podemos llegar a suponer la existencia de un cúmulo de espíritus finitos. ¿Acaso
podría nuestra mente conocerlos?, podemos conocer a los espíritus por las ideas
que nos producen. Hacerlo no es inmediato, es más bien dependiente de la
intervención de las ideas que el sujeto posee acerca de espíritus distintos de él.
No se ve a un individuo que actúa, piensa, se mueve, entre otras cosas. Ya que esto
sería materializar un espíritu. Sino que, de acuerdo con Berkeley, simplemente se
repara una colección de ideas que nos lleva a pensar en la existencia de otros
principios de pensamiento semejantes al nuestro.
Y entonces, ¿qué sucedería con los espíritus finitos, que por su naturaleza en algún
momento dejarán de existir? Se ha llegado a un punto en tenemos necesidad de
algo que de una consistencia sólida al mundo percibido, de otra manera éste sería
completamente efímero. Precisamos que ese algo mantenedor del mundo,
garantice su existencia (Berkeley, 1989: 19).
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Pero la concepción empírica del universo no puede garantizar racionalmente la
existencia de un mundo que permanezca siempre fijo e invariable. El futuro se
vuelve tan contingente como un juego de azar; no hay más que una continua
sucesión de fenómenos.
Por lo que este autor, como ya se ha mencionado, parte del principio de que todo
lo que percibimos o conocemos ya sea por la percepción exterior o interior, ya sean
cualidades primarias o secundarias, ideas simples o compuestas, no es más que un
fenómeno de nuestra conciencia. Es aquello que se nos da como un estado de
nuestro espíritu. No hay razón alguna para hacer distinción entre cualidades
primarias y secundarias. Éstas, de cualquier forma, sólo existen en el espíritu que
las percibe, por lo que fuera de él no son nada. Berkeley menciona que una cosa
no es más que la suma constante de sensaciones en nuestra conciencia. Y que
además, las cosas al margen de nuestra conciencia no existen.
El filósofo irlandés abarca un aspecto controversial: la existencia de Dios deducida
a partir del esse est percipi. (Abbagnano, 1964: 113). Hay, en este punto, una
pregunta fundamental: en el sujeto, ¿cuál es realmente el origen de sus ideas?
De este aspecto habrá que se remitirse a Dios. Sin embargo, ¿cómo es Dios
concebido por Berkeley? Como una especie de espíritu infinito, el cual da por
sentado que lo que sea percibido, exista. Que las ideas puedan conformar una
unidad ordenada y con sentido. Gracias a ello, los individuos establecemos una
sucesión de fenómenos que guarden cierto tipo de relación. Lo empírico se vuelve
posible debido al orden que Dios proporcionó en los fenómenos.
La presencia de este ser inmutable, se deduce realizando un análisis de nuestras
percepciones. Esto se refiere a la comprensión de que las cosas sensibles no
necesariamente terminan por depender de nuestra mente, sino que dependen de
una mente infinita. La existencia del mundo material, de las ideas y de los espíritus,
es un reflejo y fundamento de la existencia de Dios (Berkeley, 1968: 33).
Lo que argumenta Berkeley, es que si lo empírico son las ideas que no dependen
de mentes finitas, es seguro que sí se sustentan en la mente de Dios. Y dándose el
caso de que dejaran de existir los espíritus finitos, las ideas seguirían existiendo,
por supuesto, en la mente de Dios.
Asimismo, la relación entre los entes sensibles y los espíritus, es posible debido al
espíritu infinito, que es quien garantiza la constante renovación del mundo, sin que
éste pierda su unidad.
Berkeley se refiere a Dios como aquel que le da sentido a todo lo real. Sin embargo,
aquellas conexiones entre los hechos que percibimos, llamadas leyes naturales, no
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implican un carácter necesario. Puesto que Dios no está obligado a hacer crear
siguiendo un orden racional y todo depende de su voluntad.
De igual manera, la existencia de las ideas en la mente de Dios es naturalmente
distinta de la existencia de las ideas en las mentes finitas. La similitud radica en que,
de manera arquetípica, las ideas finitas son copias de las ideas infinitas, y dependen
de que las percibamos o no. (Vidal, 2012: 50). Pero dichas ideas arquetípicas,
externas a las mentes finitas, existen realmente en Dios.
Y aún así, esta concepción trae consecuencias. Nosotros participamos de las ideas
de Dios de una forma imperfecta e inclinada a lo sensible; lo mutable y poco perfecto
de todo esto, y en sí cualquier mal, no puede ser atribuido a Dios sino a las
deficiencias del alma humana. Por lo que la causa del mal es atribuida a la voluntad
de los hombres, a su capacidad de elegir.
La filosofía idealista de Berkeley, buscaba conservar y darle una consistencia sólida
a la religión que defendía, evitando así el ateísmo y el escepticismo que
predominaba como consecuencia de la modernidad. Además, proporciona diversas
ventajas a la religión: menciona que Dios no sólo es el garante del mundo, sino su
causa y la causa de los espíritus finitos y de las ideas que tenemos sobre la
naturaleza. Lo cual Berkeley seguirá afirmando más adelante.
3.- CORRECCIÓN A LOCKE
Berkeley sostiene que la reducción de los contenidos del consciente, se da
simple y únicamente gracias a la experiencia; aquí también se habla del ser igual a
ser percibido. Es lo empírico [aquello que el sujeto experimenta] y sólo esto, lo que
adquiere la tarea de fijar los hechos. La teoría del filósofo en cuestión, radica en que
tenía una idea muy diferente a la de Locke, de la forma en que experimentamos los
objetos. Su creencia se dirige hacia un estilo más idealista del pensamiento y su
principal meta en este aspecto, era probar que el materialismo y la creencia en una
substancia física era completamente falsa, dado que los objetos son realmente de
una substancia mental. (Berkeley, 1990: 36).
Y hay mucho que abarcar sobre este tema, puesto que Berkeley hace una crítica a
la teoría de Locke acerca de las cualidades primarias. El autor analiza los casos de
la subjetividad de percepción entre las personas; afirma que un individuo puede
experimentar directamente un color, por ejemplo, el naranja de una corbata,
mientras que otra persona lo vea más como rosa por alguna u otra razón. Esto nos
muestra que nuestras experiencias de cualidades primarias pueden variar mucho
entre diferentes personas, y que en realidad las cualidades de un objeto no tienen
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constancia a través de la percepción. En este caso, Berkeley concluye que no hay
evidencia de una substancia física que provenga de nuestra experiencia directa.
(Berkeley, 1990: 49).
Resulta preciso recalcar la afirmación berkeliana de que el mundo procede del
espíritu de Dios. Lo que conocemos son ideas; además de las ideas, sólo tiene
existencia la mente por la cual son percibidas, y Dios nos permite percibirlas.
4.- EL INMATERIALISMO DE BERKELEY
Buscando que lo anterior quede concluyentemente abarcado, se hablará de
toda una teoría. Sí, Berkeley propuso lo que él denominó inmaterialismo.
Dicho inmaterialismo estaba orientado a la negación de la realidad de las
substancias materiales, no importando cuáles fuesen. Y a través de esta teoría,
Berkeley estaba seguro de que sacaría a la luz los principales argumentos
irrefutables de la existencia de Dios.
El mundo material únicamente tiene existencia mientras que [si se habla de lo divino]
la mente infinita o Dios, lo crea, y cuando [remitiéndose a lo humano] la mente finita
lo percibe. Esse est percipi. El ser del mundo es ser percibido.
El mundo sensible es conocido a través de la experiencia, como un mero conjunto
de objetos materiales. Pero entonces ¿a qué se hace referencia con lo directamente
aprehendido?, esto son las ideas; todo conocimiento recae en nuestros los
contenidos mentales (los colores, olores, texturas, percepciones en general). Y el
mundo material no es ni más ni menos que aquello que se nos hace presente en la
percepción y del cual, mediante las sensaciones que evoca, logramos formar
pensamientos (Abbagnano, 1964: 115). No, de aquí no se pueden derivar razones
que supongan la existencia de dos mundos: el percibido, y la propia representación
mental del individuo, es decir, el no-percibido [que en teoría es existente ya que
podemos pensarlo a causa de sensaciones que hemos experimentado]. Sino que
más bien al captar las sensaciones que el mundo evoca, éstas se convierten en
pensamientos.
Galileo, Locke, e incluso físicos de aquella época, habían dado por sentado que las
ideas que posee el sujeto, como por ejemplo del frío, de la variedad colores, de los
sonidos, no tienen ninguna semejanza con lo que acontece en el mundo, como
tampoco lo tiene la impresión de cosquillas en uno u otro sujeto, si un suave mechón
de cabello se desliza sobre la piel del mismo; el pensar que sentir esto reside en el
mechón y no en el sujeto, se considera erróneo desde estas posturas. Llegando a
la conclusión de que dichas sensaciones en realidad dependen claramente del
individuo que las perciba.
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Por ejemplo, los colores se perciben de manera distinta si tenemos daltonismo, o si
llevamos lentes de color u obscuros. Incluso existe un tipo de obstrucción visual en
la que no se puede observar el color verde, como la deuteranopia, entre otras
alteraciones. Y por otra parte se tiene que las cosas no poseen color en la oscuridad.
Hablando del tacto, los objetos pueden parecernos fríos o calientes de acuerdo con
la temperatura de nuestras manos al tocarlos.
El experimentar un calor sofocante que llega a convertirse en dolor. Si el dolor no
existe en el mundo exterior a nosotros, tampoco se puede suponer que el calor
realmente exista, dado que nada existe en el mundo que pueda equipararse a la
experiencia de cada individuo acerca del color, de las temperaturas, etc.
Haciendo un poco de referencia a Locke, él daba por hecho que las ideas acerca
de las cualidades primarias, por ejemplo, las que se refieren a la extensión, a la
longitud o a la dimensión, tienen semejanza con cosas que sí existen en el mundo.
Y Berkeley afirma que dar cabida a la extensión, por ejemplo, sin el tacto, es en
efecto es imposible. Por lo que las ideas que hacen referencia a cualidades
primarias, no se pueden concebir si no van de la mano con un sujeto cognoscente
que las interprete (Verneaux, 1984: 237). Guía esta teoría al extremo, al dar como
inimaginable cualquier cualidad que llegue a tener existencia fuera del espíritu.
Llegando de nueva cuenta a la conclusión que Berkeley sostiene: no es posible la
existencia de los objetos fuera del sujeto pensante. Si no se piensa al objeto no se
puede afirmar su existencia en la realidad, y si se hiciera daría paso a una
contradicción, pues “al concebir cualquier objeto como existente, en realidad
estamos contemplando nuestras propias ideas" (Berkeley, 1968: 63).
De aquello se derivan dos consecuencias. Las cualidades sensibles, ¿no deben
acaso formar parte de alguna substancia material?, ¿no se consideran sujetas a
ella? Porque el mundo no consiste en una figuración desprovista de todo
fundamento, de colores, fragantes olores y sonidos flotantes. Entonces las
cualidades han de depender necesariamente de los objetos. Ante esto, Berkeley
afirma que los objetos terminan por no ser más que un conjunto de ideas.
CONCLUSIÓN
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De todo lo anteriormente afirmado, se concluye que conocemos el mundo a
través de los cinco sentidos, y es imposible que el conocimiento se dé sin ellos. Si
analizamos, por ejemplo, qué es una manzana, no hay nada más que la imagen de
ella, la sensación de ella, su sabor y olor, y el ruido que hace cuando la probamos.
Dicha manzana es la experiencia sensorial de la misma. Por lo tanto, Esse est
percipi - para ser o existir, es ser necesario ser percibido.
Cada ser humano es único e irrepetible porque nuestra mente percibe nuestro
mundo de manera sensible subjetiva, ¿si un objeto no es percibido por mí, puede
serlo por alguien más? Podemos incluso no tener sentido de la existencia, aparte
de nuestra experiencia sensorial de la misma. Quizás nuestro ser y hacer posee
una trascendencia que va dejando huella y camino al andar.
BIBLIOGRAFÍA
Abbagnano, Nicolás (1964). Historia de la filosofía, Barcelona: Editorial Montaner y
Simón.
Berkeley, George (1989). Comentarios filosóficos. Introducción manuscrita a los
principios del conocimiento humano, (Trad. José Antonio Robles). México:
Universidad Nacional Autónoma de México
------------------------ (1968). Principios del conocimiento humano, (Trad. Pablo Masa).
Argentina: Editorial Aguilar.
----------------------- (1990). Tres diálogos entre Hilas y Filonús, (Trad. Concha
Cogolludo). Madrid: Alianza Editorial.
Gonzales Méndez, Vidal (2012) Direcciones filosóficas. Bolivia: Editorial Bolivia
Unida.
Verneaux, Roger (1984). Historia de la filosofía moderna, (Trad. Emilio Rodríguez
Sadia). Barcelona: Herder.
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