Dossier de prensa - Cartuja de Miraflores

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DOSSIER DE PRENSA
Cartuja de Santa María de Miraflores, único
Monumento Nacional en España que fusiona arte,
arquitectura y espiritualidad en el corazón del silencio
• El antiguo palacio de caza de Enrique III es hoy monasterio de
monjes cartujos y panteón real de Juan II e Isabel de Portugal
• Visitantes de todo el mundo acuden a La Cartuja atraídos por sus
joyas artísticas y el misterio que se desprende de la vocación de los
monjes
• Custodia obras cimeras del arte gótico burgalés como los sepulcros
de los reyes o el infante Alfonso y el retablo mayor, creados por Gil
de Siloé. También alberga La Anunciación de Pedro Berruguete, la
talla de san Bruno de Manuel Pereira y un conjunto de vidrieras
traídas ex profeso desde Flandes
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1. Siglos de arte, poder e historia en La Cartuja de Miraflores
La silueta de La Cartuja de Miraflores se alza inconfundible y bella recibiendo
a todo aquel turista y curioso que desee visitarla y sumergirse en los múltiples
tesoros artísticos que custodia. Este monasterio de origen gótico, ha sido
enriquecido desde sus orígenes con la vida espiritual y recogimiento de los
monjes cartujos que hasta nuestros días lo habitan y protegen.
La Cartuja de Miraflores está situada a unos tres kilómetros de la ciudad de
Burgos, en la orilla izquierda del río Arlanzón, dentro de un parque natural
protegido llamado Fuentes Blancas, y próximo al Camino de Santiago que
atraviesa la ciudad de Burgos de oeste a este.
Su origen se remonta al año 1442, cuando el rey Juan II de Castilla decidió
donar un palacio de recreo, erigido por su padre Enrique III en 1401, a la
Orden Monástica de La Cartuja para que lo habilitaran como monasterio. De
esta manera, cuarenta años después, el rey cumplía la voluntad de su padre
señalada en su testamento. El nombre de Miraflores proviene del frondoso
valle que se extendía a los pies de la colina del emplazamiento.
Sin duda, esta Cartuja reúne en sí misma un gran valor, tanto en su atractivo
arquitectónico como en el de las obras que alberga en su interior: los
sepulcros reales y un espectacular retablo; obras estas que se completan con
las sillerías de los coros, las vidrieras y un largo etcétera que más adelante se
referirá.
Cuando el visitante accede al monasterio, tres espacios son claramente
perceptibles desde el exterior: la iglesia, las capillas laterales, de menor altura y
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adosadas a la iglesia, y un pórtico formado por tres arcadas por el que se
accede al espacio del monasterio.
La iglesia consta de una sola nave con cinco tramos rectos separados por
contrafuertes. En cada uno de estas divisiones se ubica una vidriera, traída ex
profeso desde Flandes. Por su parte, la cabecera se cierra con un ábside
poligonal formado por siete paños, también rasgados por unos ventanales.
El hastial de la iglesia se encuentra rematado con un frontón triangular que
acoge en el centro un vestigio de la presencia de los Reyes Católicos, en
concreto, de la intervención capital de la reina Isabel la Católica en la
construcción y embellecimiento del monasterio. Se trata de su escudo que es
sostenido por un ángel. Es significativo puesto que es el único signo que, en
todo el edificio, puede dar pistas sobre la protección que quiso dar a este
monasterio y a su orden la mismísima reina Isabel.
Un palacio de caza convertido a monasterio de monjes cartujos
Para que el palacio se convirtiera en monasterio lo antes posible, y de este
modo se satisficieran los deseos del rey, se dispuso una iglesia provisional
en una de las salas altas de edificio y se convirtieron en celdas parte de las
habitaciones altas. El primer prior fue Juan Vermeo quien junto con tres
monjes y un lego -hermano que se ocupa de labores manuales y de los asuntos
seculares del monasterio- y comenzaron a plantar las semillas de lo que se
convertiría con el paso de los siglos en una enorme comunidad de monjes
cartujanos.
El proceso de conversión de palacio de caza a monasterio, harto difícil, se
desarrolló durante diez años. En 1452, un pavoroso incendio redujo a
cenizas parte de lo construido, lo cual posibilitó cambiar la planta y
advocación inicial del monasterio de San Francisco a Santa María de
Miraflores, ya que aunque Enrique III deseara que fuera un monasterio para
franciscanos fue desde un principio ofrecido y habitado por los cartujos. El
año de 1454 fue decisivo por dos motivos: el maestro Juan Colonia comenzó
las trazas de la iglesia pero desafortunadamente muere el rey Juan II,
produciéndose un retraso en la construcción debido a convulsiones políticas
de la época. Habrá que esperar hasta 1474, cuando muere el rey Enrique IV y
le sucede en el trono su hermana la reina Isabel la Católica, para que las obras
de este monasterio cobren de nuevo impulso, convirtiendo así a la reina
Isabel, sin lugar a dudas, en la gran promotora de La Cartuja.
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En 1477 Garci Fernández de Matienzo asume de nuevo las obras y concluye
parte del alzado de la iglesia. A su muerte, al año siguiente, Simón de Colonia
continúa la construcción, enriquecida por un conjunto de vidrieras traídas de
Flandes en 1484 y realizadas por uno de los vidrieros más famosos de los
Países Bajos de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, Nicolas
Rombouts. Pero no será hasta 1489 y por indicación de la reina Isabel la
Católica, cuando uno de los mejores maestro de la península, Gil de Siloé, talle
uno de los panteones reales más espléndidos y únicos en su planta de la
escultura gótica funeraria de finales del siglo XV: el sepulcro de Juan II e
Isabel de Portugal. Asimismo, él será el encargado de realizar el sepulcro del
infante Alfonso, ambos panteones reales no se verían concluidos hasta 1493.
Este gran patrimonio artístico se verá enriquecido pocos años después, en
1496, por la construcción del retablo mayor de la mano, de nuevo, de Gil de
Siloé. Una obra que fue policromada y dorada portentosamente por Diego de
la Cruz mediante una extraordinaria y compleja técnica denominada el
brocado aplicado (aplicar láminas de pan de oro sobre otra de estaño
utilizando una plantilla que se grava sobre un soporte líquido).
Sin embargo, hasta el primer tercio del siglo XVI la iglesia no adquirirá su
aspecto final, en 1538, cuando Diego de Mendieta reconstruya el tejado y
coronamiento de la iglesia, debido a las fuertes nevadas de ese año, dotando al
edificio de la altura y esbeltez que hoy se puede contemplar. Seis años antes se
había iniciado la construcción de las capillas laterales que recaen hacia la plaza.
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2. Un monasterio de referencia internacional
La Cartuja de Santa María de Miraflores fue declarada Monumento Nacional
el 5 de enero de 1923, en lo que se refiere a su iglesia y capillas,
posteriormente esta declaración fue ampliada a “varias edificaciones y anejos
del mismo conjunto arquitectónico”, el 30 de noviembre de 19721.
Estas dependencias anexas se trataban, en cuestión, del Claustro mayor, sala
capitular, patio de la hospedería, claustro de conversos, patio grande y anexos
menores.
La Cartuja acoge cada año en torno a 80.000 visitantes procedentes de más
de 55 nacionalidades. Los datos medios muestran que los turistas nacionales
representan el 65% mientras que los extranjeros un 35.
En cuanto a la procedencia de visitantes nacionales, Castilla y León, Madrid,
Andalucía y País Vasco arrojan el mayor número de turistas que vienen al
monumento. En el plano internacional, los países de Europa que más acuden
a este monasterio son Francia, Italia y Alemania. Entre los tres, asumen la
mitad de las visitas internacionales. El porcentaje restante hasta completar el
total, se divide entre América y EE.UU., Asia y África.
La suma de estos hitos y cifras, revela el importante valor histórico-artístico
que atesora fruto de siglos de andadura. Una riqueza simbólica que confirma
la importancia de este monasterio cartujo como una figura capital para
atractivo y disfrute de visitantes durante más de cuatro siglos.
Debido a sus amplias dimensiones y hasta que fue acogida bajo esta
protección de Monumento Nacional, y a pesar del gran cariño que siempre le
han manifestados todos los burgaleses, las diversas dependencias del
monasterio incluyendo la iglesia, sufrieron serios reveses a lo largo del siglo
XIX. Durante la invasión francesa, en 1808, los cartujos tuvieron que
abandonar su monasterio para que este se convirtiese en un improvisado
cuartel, sufriendo el expolio de valiosas piezas de arte por parte de las
tropas lideradas por el general D´Armagnac. Otro infortunio tuvo lugar
durante la Desamortización (1835-36) cuando los cartujos debieron
abandonar de nuevo su casa.
Estos motivos y el inevitable paso del tiempo, la situación en la que se
encontraba el monasterio, a principios del siglo XXI, motivó que se
1
Boletín Oficial del Estado. Nº. 299. Decreto 3400/ 1972. 14 de diciembre, pp. 22308-22309.
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comenzase una completa labor de restauración: en 2005, se intervino de
emergencia la cubierta de la iglesia y al año siguiente, en 2006, también las
capillas laterales junto con la restauración de la ornamentación de la cornisa
del presbiterio de la iglesia. En ese mismo año, se decidió acometer arduos
trabajos de restauración en el conjunto monumental que incluía los dos
sepulcros reales (Juan II e Isabel de Portugal, así como el sepulcro del infante
Alfonso), el retablo mayor y las vidrieras, consideradas todas ellas obras
cimeras del arte gótico burgalés.
Estos trabajos fueron posibles gracias a la colaboración de la Junta de Castilla
y León, de la World Monuments Funds España, de la Fundación del Patrimonio
Histórico de Castilla y León y de la Fundación Iberdrola. Esta última publicó
tres completos cuadernos de restauración titulados: La Cartuja de Miraflores. I.
Los sepulcros II. El retablo III. Las vidrieras.
Esta gran campaña de restauración concluyó a principios del 2007, después de
diecinueve meses de ardua dedicación que han permitido asegurar su
conservación y recuperar gran parte de su belleza primitiva para el disfrute de
venideras generaciones.
Por último, en 2009 se adecuó el espacio de acceso al templo restaurando el
claustro de la portería que recibe al visitante, y en 2010, se reformaron los
pavimentos de las capillas laterales. También en este último año, se restauró el
hastial, frontispicio y cubierta del atrio de la iglesia. Más cercana en el tiempo,
en 2011, tuvo lugar la restauración de la portada de la iglesia.
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3. Piezas únicas de atractivo internacional
Sepulcros de los reyes Juan II e Isabel
de Portugal.
Gil de Siloé y taller.
1489-1493.
Joya del Gótico final y único en la
escultura funeraria española por su
forma estrellada. Destaca por su
preciosismo, profusión de decoración
y particular programa iconográfico,
todo ello tallado en alabastro.
Sepulcro del infante Alfonso.
Gil de Siloé y taller.
1489-1493.
Sepulcro al estilo gótico, con
tipología en forma de arcosolio y
figura orante, fórmula que alcanzará
gran fama posteriormente en
Castilla. Realizado con gran
virtuosismo en alabastro y decorado
con motivos vegetales y figurativos
alusivos a la redención y salvación
del alma del difunto.
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Retablo mayor.
Gil de Siloé y taller.
Policromado y dorado por Diego
de la Cruz.
1496-1499.
De extraordinaria riqueza y
detalle, abandona el tradicional
esquema de cuerpos y calles pero
recurrir a la forma del círculo
como base compositiva. Su
iconografía alude al misterio de
la redención y fue desarrollado
por Siloé en su plena madurez.
Vidrieras.
Nicolaes Rombouts.
1484.
Traídas ex professo de Flandes. En
total, conjunto de 13 vidrieras: 3 en
el ábside y 5 a cada lado de la nave
central. Las 5 del lado izquierdo
representan escenas de la Pasión de
Jesús, y las de lado derecho, la
Resurrección y Gloria. Destaca en el
ábside la dedicada al
Descendimiento, por ser una de las
mejores conservadas y llevar la firma
del vidriero.
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Coro de los Hermanos
Simón de Bueras.
1558.
Sillería renacentista compuesta por
14 sillas de madera de nogal
decoradas con motivos italianizantes
al estilo clásico. En la parte central
del asiento aparecen representados
diferentes santos penitentes y
ermitaños en diversas actitudes
aludiendo a las funciones de los
cartujos dedicados a la oración y al
silencio.
Coro de los Padres.
Martín Sánchez.
1486-1489.
Está formado por cuarenta sillas
talladas en nogal y cuya decoración
de influencia mudéjar está realizada
a base de un encaje de motivos
geométricos. Forma conjunto con la
silla del celebrante y el facistol. A su
lado, en la puerta que da acceso a la
sacristía, destaca la conocida como
Virgen del Coro.
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Anunciación.
Pedro Berruguete.
1495-1500.
Considerada una de las obras
maestras del pintor de Paredes de
Nava. Siguiendo fórmulas inspiradas
en el arte flamenco de Roger van der
Weyden, refleja un meticuloso
estudio de la luz, y un tratamiento de
ropajes y rostros de extraordinaria
belleza y pericia.
San Bruno.
Manuel Pereira.
1634-1635.
Escultura barroca, una de las
mejores tallas del escultor portugués
que se conservan. Representa a San
Bruno, fundador de la orden de los
Cartujos y vestido con el habitual
hábito cartujano. Se trata de una
lograda representación cargada de
un gran realismo y que acoge con su
mirada al visitante en un acto de
entrega y meditación.
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4. “De lo bello a lo divino”: una exposición temporal que recoge
piezas únicas antaño guardadas en la clausura del monasterio
Con el fin de mostrar al visitante la increíble riqueza histórica y artística que
posee La Cartuja de Santa María de de Miraflores, en las capillas laterales del
monasterio tiene lugar la exposición temporal “De lo bello a lo divino”, donde
se muestran piezas de gran valor en otro tiempo depositadas dentro de la
clausura. Sin duda, una oportunidad única de poder disfrutar de un
patrimonio insuperable conservado humildemente y desde siglos por los
monjes cartujos.
Vista de la planta del la iglesia y las capillas laterales adosadas al muro norte
Antigua Capilla de San Bruno
La Cartuja de Miraflores alberga una gran cantidad de tesoros artísticos, fruto
de siglos de historia y que hoy día se pueden contemplar en parte en esta
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capilla. Desde una copia de época del retrato de la propia reina, original del
afamado pintor flamenco Juan de Flandes; un cáliz del siglo XV, llamado de
Juan II por su supuesta donación por parte del monarca a esta cartuja; hasta
obras de grandísima finura y calidad, como la Anunciación del siglo XV de
Pedro Berruguete. Todo ello recibiendo al visitante para embarcarle en un
viaje emocionante que nos habla de arte, poder e historia.
Si su belleza sobrecoge al que la contempla, más si cabe lo hace la gran
espiritualidad de los monjes cartujos reflejada en los diversos utensilios
litúrgicos que diariamente usaban: preciosísimas casullas barrocas y variados
cálices, custodias y patenas del siglo XX, que revelan de nuevo el gran
esplendor alcanzado por esta cartuja burgalesa. También destaca el supuesto
palio con el que la reina Isabel la católica entró en Burgos.
Capilla de Santa María de Miraflores
Entrar en esta capilla significa deslumbrarse por su espectacular decoración
al estilo barroco, profusa en su alegre colorido y engalanada con una singular
iconografía mariana, bajo cuya advocación está destinada. Fue mandada pintar
por Fray Nicolás de la Iglesia, prior de La Cartuja entre 1653-1660, para
albergar la conocida como Virgen de la leche, una preciosa figura tallada por Gil
de Siloé para el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal de esta cartuja. Fruto
de la devoción que le profesaba y ante el enorme fervor que por esta imagen
sentían los fieles de Burgos, decidió entonces escribirle un libro llamado Flores
de Miraflores. Se da así la excepcional y única circunstancia de que un conjunto
pictórico originó así una bellísima obra escrita.
Capilla de las reliquias
Esta sala acoge en sus vitrinas ejemplares de manuscritos, códices e incunables
conservados en la biblioteca cartujana y símbolo del gran saber custodiado
durante décadas por los monjes cartujos. Destaca por su fuerza expresiva el
imponente cuadro de la Elevación de la cruz pintado por Joaquín Sorolla; y,
una réplica del apóstol Santiago, una pequeña escultura que formaba parte del
conjunto de los santos tallados por Gil de Siloé para el sepulcro de los reyes
Juan II e Isabel de Portugal. A principios del siglo XX la pieza salió de La
Cartuja y hoy se expone en The Cloisters en el Metropolitan Museum de Nueva
York.
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5. Piezas de arte únicas dispersas en museos del mundo
El deslumbrante patrimonio artístico que encierran los sólidos muros de La
Cartuja, nos pueden hacer pensar, que sus tesoros han llegado de forma
íntegra hasta nuestros días. Es difícil imaginar que lo que vemos, aunque
importante, sea solo una parte de lo que hubo y, sin embargo, así es:
incendios, pérdidas, expolios y desamortizaciones han mermado su riqueza.
Algunas obras se destruyeron, otras salieron para no volver.
Un desgraciado día del año 1808 y en el contexto de la Guerra de la
Independencia, un general de ejército de Napoleón, el vizconde D´Armagnac,
detentaba en ese momento la máxima autoridad militar en Castilla la Vieja,
también era un hombre de fino olfato artístico. Poco antes de su llegada, se
habían confiscado en España todas las propiedades del clero y las órdenes
religiosas, La Cartuja no escapó a este expolio, D´Armagnac se hizo dueño
improvisado, junto a un descomunal patrimonio artístico, de las tablas del
altar de san Juan Bautista, obra del flamenco Juan de Flandes, conocido por
su virtuosismo y pintor de corte de la reina Isabel la Católica. Estas tablas se
encuentran en la actualidad dispersas por varias colecciones y museos del
mundo.
Junto a las cinco tablas que conformaban este altar y que adornaban el retablo
situado en el Coro de los Hermanos, también fue expoliada una tabla
flamenca que representaba la Adoración de los Reyes Magos; y el
conocido como Tríptico de Miraflores del flamenco Roger van der Weyden
y conservado hoy día en el Staatliche Museum (Berlín).
Tríptico de Miraflores conservado en Staatliche Museum (Berlin)
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Durante la Desamortización, en 1835, salieron del monasterio otras obras
dedicadas a la vida de San Juan Bautista. En concreto, se trata de seis tablas
del conocido como Maestro de Miraflores y que tras pasar por el Museo de la
Trinidad, ha ido a parar hoy día al Museo Nacional del Prado en Madrid.
Desgraciadamente, el expolio sufrido por los monjes cartujos no terminó ahí,
ya que en 1914 un particular se brindó a costear varias reformas en esta
Cartuja. Se interesó especialmente por los sepulcros reales. De hecho, llevó
varias imágenes de alabastro a Madrid con el pretexto de que fueran
restauradas. Una de estas piezas, la talla de Santiago Apóstol que formaba
parte del sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal ha terminado en The Cloisters
en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Réplica de la figura de Santiago Apóstol que se exhibe en la
Capilla de las Reliquias en la iglesia del Monasterio
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6. Los cartujos: una comunidad de solitarios con más de once siglos
de historia y presencia en tres continentes
La Orden Monástica de los Cartujos fue fundada por san Bruno de Colonia en
1084, siendo las palabras “silencio” y “soledad” las que sintetizan a la
perfección sus fundamentos.
La primera comunidad cartujana se introdujo en España en el año 1163, con
La Cartuja de Scala Dei (Tarragona). Tres siglos más tarde, en 1442, se funda
La Cartuja de Miraflores.
San Bruno, iniciador de una orden centenaria
San Bruno nació en Colonia en 1030. Joven aplicado y dedicado al estudio,
pronto resultó canónigo de Reims hasta que, a pesar de su nombramiento a
arzobispo, abandonaría todo en busca de una vida más solitaria dedicada
por completo a Dios.
Así, en 1084 y a los 54 años de edad, fundó la primera Cartuja en Chartreuse
al pie de los Alpes, en la diócesis de Grenoble. Junto con seis compañeros que
participaban de su mismo ideal eremítico, formó una pequeña comunidad de
solitarios. Más que fundador de una Orden religiosa, san Bruno es el iniciador
de un género de vida que pronto daría lugar al nacimiento de la Orden
Monástica de La Cartuja. Pocos años después de establecerse en Chartreuse
tuvo que trasladarse a la corte pontificia, donde el Papa Urbano II requería sus
servicios como consejero. Sin embargo, san Bruno sentía profundamente la
llamada al desierto y suplicó al Papa le dejara volver a su vida de oración y
silencio. El Papa accedió a sus ruegos pero no le permitió volver a Chartreuse
sino que san Bruno tuvo que fundar un nuevo eremitorio en Calabria, al sur
de Italia.
El 6 de octubre de 1101 Bruno deja la morada terrestre para pasar a la visión
inmediata de Dios. El 6 de octubre se celebra la festividad de san Bruno.
Hay tres únicos textos que con seguridad, fueron escritos por san Bruno: la
Carta a los Hermanos de la Gran Cartuja, Carta a Raúl Le Verd, profesión de
fe en presencia de sus hermanos de Calabria antes de su muerte.
Una vida monástica con cierta radicalidad
Un monje cartujo podría decirse que es un ermitaño que vive en comunidad y
que ha recibido una vocación única de Dios: la búsqueda del Señor como lo
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único importante y definitivo en la vida, compartiendo su soledad con otros
ermitaños.
Los monjes Cartujos viven su consagración a Dios en la vida monástica con
una cierta radicalidad, pero siempre dentro de unas reglas y con un sentido
común que han permitido a La Cartuja llegar hasta nuestros días después
de casi mil años de andadura.
El silencio y la soledad no es una simple norma o imposición ni mucho menos
una penitencia sino un ambiente adecuado para una vida de oración y trato
íntimo con el Señor.
El monje renuncia a todo lo exterior que haría vana la clausura del
monasterio: evita visitas y salvo en caso de necesidad, no se relaciona por
carta o teléfono con las personas del exterior. Su ermita es para él el puerto
resguardado donde reina la paz, el silencio y la alegría que son el ambiente
más adecuado para la oración y la mirada contemplativa. La familia puede
visitar al monje cartujo dos veces al año.
Los días de un monje cartujo se suceden muy parecidos unos a otros. Esa
regularidad puede parecer austera y monótona pero en realidad libera de
muchas preocupaciones para que puedan centrarse en lo Esencial.
Los momentos de vida comunitaria de los monjes, les permiten conocerse
mejor y crecer en caridad, aspirando a ser un solo corazón y una sola alma
como indican sus estatutos.
Dentro de la vida comunitaria es muy importante el paseo semanal por la
naturaleza y la recreación de los domingos: si algún tipo de información llega
al monje, se abstiene de comunicarla a los demás, dejando los rumores donde
los oye. Es el Padre Prior quien informa a los monjes sobre temas que él
crea conveniente no ignorar, en especial sobre la vida de la Iglesia, la Orden y
las necesidades del mundo... Estas dos formas de vida comunitaria, dan a la
vida eremítica un ambiente familiar, humano, evangélico y les ayudan a
conservar un sano equilibrio.
Los monjes cartujos siguen un método especial de oración, la “Lectio divina”.
Este método de oración, tradicional en los monasterios, sintetizado por Guigo
II el Cartujo, consiste en leer pausadamente un pasaje de la Sagrada Escritura.
Después, en silencio, uno se sirve de los sentimientos de inspiración,
agradecimiento, alabanza...que dicho texto provoca en el interior para hacer de
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ello oración al Señor. Cuando ese texto deja de aportar, o sobreviene la
distracción, se vuelve a leer otro pequeño fragmento de la Sagrada Escritura y
se le deja calar en el corazón: rumiar la palabra.
Básicamente, hay dos modos de vivir el carisma de La Cartuja: los que son
Padres y los que son Hermanos. Los Padres son monjes que pasan
prácticamente todo el día en sus ermitas y son también sacerdotes.
Los Hermanos son también monjes que llevan una vida de auténtica soledad
dedicada a la oración y al estudio. Además, emplean parte de su jornada en
trabajos del monasterio fuera de la ermita. En concreto, trabajan en la cocina,
sastrería, los talleres de carpintería, el campo, etc. Tanto Padres como
Hermanos visten el mismo tipo de hábito.
Única Orden del mundo que corta el sueño en dos ciclos: la
Comunidad se reúne a media noche en la iglesia para rezar por las
necesidades del mundo
El cartujo pasa 20 de las 24 horas del día en soledad. Su día a día comienza
media hora antes de la media noche -a las 23:30 horas-, cuando se levanta
después de unas cuatro horas de sueño. Entonces una campana convoca a
todos los monjes a la oración en la iglesia: los Maitines y los Laudes. Estas
oraciones, muy apreciadas por los monjes, se alargan hasta las 2:15 o 3:00
de la madrugada. Se trata de actos de comunidad que alternan cantos
gregorianos de los salmos y la lectura de las Sagradas Escrituras o Padres de la
Iglesia, tiempos de silencio y preces de intercesión por las necesidades de toda
la humanidad. El cartujo siente predilección por estas horas de alabanza
nocturna, cuando el silencio de la noche convida a una oración más
fervorosa.
Tras las oraciones, el cartujo regresa a su ermita, reza brevemente a la Virgen
María y se acuesta de nuevo. A las 6:30 de la mañana, apenas tres horas y
media después de haberse acostado, vuelve a levantarse y dedica el tiempo a la
oración (Prima - Ángelus y oración).
A las 8:00 se reúne la comunidad en la iglesia para asistir a la Misa conventual,
que siempre es cantada. Después, los monjes se retiran a sus celdas y dedican
el tiempo al estudio, la lectura meditada de la Sagrada Escritura y el trabajo
manual. A las 10 horas rezan la Tercia y a las 11:00 la Sexta. Sobre las 11:30 el
cartujo come en la soledad de su celda. A las 13:00 tiene lugar el Ángelus del
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mediodía y a continuación, rezo de nona. Hacia las 16 horas, la Comunidad se
reúne de nuevo para el rezo de las Vísperas.
Para terminar su jornada, cenan a las 17:45 (en tiempo de ayuno pan y agua o
vino. Este periodo abarca de septiembre a marzo). Por último, y antes de
acostarse a las 19:30, tiene lugar a las 19:00 el rezo del Ángelus - Completas.
Asimismo, en la Orden de La Cartuja hay una gran devoción a la Virgen María
y, tradicionalmente, antes del rezo de cada hora, se ora su correspondiente
rezo a la Virgen. Se le llama el oficio de Beata.
Como excepción a este régimen de vida, los domingos y otros días de
festividad litúrgica su vida se hace más comunitaria. Esos días comen todos
juntos, aunque en silencio, en el refectorio (comedor). Después disponen de
un tiempo de recreo donde se reúnen todos y charlan.
Los lunes por la tarde, además, los padres y los hermanos salen fuera del
convento a pasear en grupos durante unas horas.
Artesanía única realizada con esmero y paciencia cartujana
Casi todo el tiempo de un monje está dedicado a rezar. Además de los tres
rezos comunitarios en la iglesia, los cartujos pasan muchos ratos orando en
sus celdas y dedican otra parte de su tiempo a la lectura de libros espirituales y
al estudio de la teología para alimentar la mente y disponer al corazón para
vivir centrados en Dios.
Los monjes cuidan de sus celdas, cultivan un pequeño huerto, realiza trabajos
de artesanía o colaboran en las tareas comunitarias necesarias, tanto materiales
como espirituales. Los monjes dan a este trabajo un sentido muy concreto:
identificarse con Cristo, en su vida de trabajo oculto en Nazareth.
Entre su artesanía, realizan una laboriosa tarea que requiere de la paciencia y
espiritualidad cartujana: rosarios de pétalos de rosa con más de 3000 pétalos
de rosa cada uno molidos y prensados y engarzados a mano o sus afamadas
velas de pura cera de abeja diseñadas para perfumar. Ambos se pueden
adquirir en la tienda del monasterio. Se trata de productos artesanales
únicos que atraen por su exclusividad a millones de visitantes.
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Anexo 1: Hitos cronológicos.
Vista de La Cartuja en Burgos, 1847. Estampa realizada por Domingo de Aguirre
1401 Se erige el palacio y alcázar de Miraflores del rey Enrique III de Castilla.
1442 La Orden Monástica de La Cartuja toma posesión de los palacios de
Miraflores, cerca de la ciudad de Burgos, donados por el rey Juan II de Castilla
para convertirlo en monasterio bajo la advocación de San Francisco.
1452 Un incendio reduce a cenizas el monasterio. Se cambia la advocación
siguiendo la costumbre cartujana y se dedica a la Santísima Virgen María de
Miraflores.
1454 El maestro de obras Juan de Colonia hace las trazas de la iglesia y
monasterio, siguiendo las costumbres arquitectónicas de los cartujos. El 22 de
junio muere el rey Juan II en Valladolid.
1455 Juan II es trasladado a La Cartuja de Miraflores, su morada final,
siguiendo su voluntad testamentaria.
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1468 El 5 de julio muere en Cardeñosa (Ávila) el infante Alfonso, hijo de
Juan II y que será enterrado en La Cartuja.
1474 Al fallecer el rey Enrique IV de Castilla, le sucede en el trono su
hermana la reina Isabel la Católica, la gran benefactora de La Cartuja.
1477 Garci Fernández de Matienzo asume las obras del monasterio que
comenzó Juan de Colonia. Un año después muere dejando concluidas las
paredes de la iglesia y continúa las obras Simón de Colonia, hijo del primer
maestro de obras que tuvo el monasterio.
1483 La reina Isabel visita a su difunto padre y supervisa las obras del
monasterio.
1484 El mercader Martín de Soria trae desde Flandes un conjunto de
vidrieras encargadas por la reina para decorar la iglesia. Se coloca además en el
frontón de la iglesia la figura del ángel que sostiene el escudo de la reina Isabel
la Católica.
1486 Gil de Siloé delinea el sepulcro de los reyes y el del infante Alfonso. El
tallador Martín Sánchez acuerda la realización de la sillería del Coro de los
Padres, que serán colocadas en 1489.
1486 Se lleva a cabo la actual portada de la iglesia.
1488 Se acaba el abovedamiento de la iglesia.
1489-1493 Gil de Siloé y su taller tallan los sepulcros de los reyes y el del
infante.
1492 Llega a La Cartuja el cuerpo del infante Alfonso, hijo de Juan II y
hermano de Isabel la Católica. Se coloca en su sepulcro en el presbiterio de la
iglesia, en el lado del evangelio.
1496 El 15 de agosto fallece en Arévalo Isabel de Portugal, segunda esposa
de Juan II, madre de la reina Isabel y del infante Alfonso, y que será enterrada
en La Cartuja, en el panteón real, en 1505. También, entre 1496-1499, Gil de
Siloé y Diego de la Cruz llevan a cabo el retablo mayor.
1504 Muere el 26 de noviembre en Medina del Campo la reina Isabel la
Católica.
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1506 Muere en Burgos el rey Felipe el Hermoso, esposo de la reina Juana de
Castilla (Juana la loca). Su cuerpo estuvo depositado durante unos meses en
La Cartuja.
1532-1539 Construcción de las capillas laterales de la iglesia, adosadas al muro
norte.
1538-1539 Diego de Mendieta reconstruye la techumbre y coronamiento de
la iglesia debido a las fuerte nevadas acontecidas ese año.
1558 Simón de Bueras talla la sillería del Coro de los Hermanos.
1657-1659 Se realiza el trasaltar, pintado por el monje cartujo Cristóbal
Ferrando. Policarpo de la Nestosa y Bernardo Elcarreta realizan el retablo
barroco situado en el Coro de los Hermanos. Se traslada la portada del lado
recayente en el campo, a los pies de la iglesia.
1808 Los franceses invaden la Península Ibérica. Se suprimen los Institutos
religiosos. Los Cartujos se refugian, en parte, en La Cartuja del Paular
(Madrid), para luego dispersarse. La Cartuja de Miraflores se convertirá en
cuartel y será saqueada y profanada. Además, se destruye parte del patrimonio
artístico que albergaba.
1814 FernandoVII reestablece las comunidades monásticas y vuelven los
cartujos a Miraflores.
1820 Nueva supresión de prácticamente todas las Casas de las Órdenes
monacales en España. En el Paular pudieron reunirse algunos Cartujos. Los
bienes serían vendidos en subasta pública. La Cartuja pasaba a ser propiedad
del Estado.
1821 Asalto y profanación del monasterio por gentes armadas de Burgos que,
entre otras vicisitudes, rompen la corona y el cetro de la estatua de Juan II en
el sepulcro real.
1823 Restablecimiento de los Institutos monásticos. Los cartujos vuelven a
Miraflores y recuperan en parte sus bienes.
1835-36 Decreto de extinción de las Órdenes regulares en España y
desamortización de los bienes. Salida de los monjes del monasterio a las
cartujas francesas. La Cartuja pasa de nuevo a ser propiedad del Estado.
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1845 Pequeñas reparaciones: se pavimenta en parte la iglesia, se rehacen las
verjas de los sepulcros, se enjabelga (blanquear las paredes con yeso, cal y
arena) el templo.
1864 D. Fernando de la Puente, arzobispo de Burgos, consigue que la
propiedad de La Cartuja pase del Estado a la Mitra burgalesa como casa
religiosa, como templo venerado y como monumento histórico. Durante un
tiempo había sido almacén de carne para el ejército durante las guerras e
improvisado museo.
1880 Cesión del monasterio a la Orden de san Bruno. Vuelven los monjes
cartujos a ocupar sus dependencias, a restablecer la clausura y formalizar la
observancia hasta hoy.
1931 Arreglos en la crestería y el tejado.
1952 Se terminó de arreglar la entrada al monasterio y los locutorios (estancias
donde los monjes reciben las visitas de sus familiares).
1965 Se arreglan los tejados de las capillas laterales.
1967 Pavimentación de las capillas laterales.
1969 Renovación del enlosado original de la iglesia.
1974 Sustitución de vigas de madera por vigas de cemento en el tejado de la
iglesia. Desde 1975, trabajos de restauración, mantenimiento y remodelación
de diferentes partes del monasterio (atrio de la iglesia, zaguán, portería,
locutorios…).
2003-2006 Restauración del conjunto de vidrieras de la iglesia.
2005 Se restaura la cubierta de la iglesia.
2005-2006 Se devuelve el esplendor al sepulcro de los reyes, sepulcro del
infante Alfonso, retablo mayor y pinturas del trasaltar.
2006 Rehabilitación de las capillas laterales.
2009 Se reconstruye y habilita al público el claustro de la portería.
2010 Se restaura la portada de acceso a la iglesia y se habilitan las tres capillas
laterales como zona expositiva.
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Anexo 2: Grandes artistas al servicio de La Cartuja
A continuación, se cita una pequeña lista por orden alfabético con los
nombres de los grandes escultores, pintores y arquitectos que durante
siglos fueron adornando La Cartuja, convirtiéndola hoy día en el único
monumento nacional donde arte y espiritualidad se unen para recibir al
visitante.
Pedro Berruguete: pintor nacido en la villa de Paredes de Nava del que se
conocen pocos detalles autobiográficos. Sí se sabe que viajó a Italia para
completar su formación. Cuando regresa a Castilla, alrededor del 1483, sus
encargos y obras en la Corte de los Reyes Católicos demuestran la alta estima
que tuvo su arte entre sus contemporáneos. Sus trabajos, encargados por altos
dignatarios de la Iglesia o de la Corte, culminarán con los tres retablos para la
iglesia dominica de Santo Tomás de Ávila. En tierras abulenses y palentinas, se
conservan obras suyas en la provincia de Burgos, como las tablas de Santa
María del Campo, o en este caso particular, la Anunciación de La Cartuja de
Miraflores, considerada por los expertos como una de sus obras maestras.
Juan de Colonia: su nombre quedará grabado en la historia de La Cartuja por
ser el primer arquitecto de la misma y a quien se le encomendó, en 1454, el
diseño y las trazas de la iglesia y monasterio, siguiendo las costumbres
arquitectónicas de los cartujos. Además, Juan de Colonia es una figura de
capital importancia puesto que introdujo en Burgos las formas germanas del
último gótico, -impregnadas del gusto flamenco- lo que supuso la renovación
del gótico francés imperante hasta entonces en la obra catedralicia; destacando
como ejemplo de ello y de su mano las obras del cimborrio y las agujas de la
Catedral de Burgos.
Simón de Colonia: hijo del primer arquitecto Juan de Colonia y tercer artífice
en asumir las obras de La Cartuja, lo cual sucede en 1478 cuando fallece Garci
Fernández de Matienzo, enfermo de peste. En 1484, consiguió acabar el
abovedamiento del templo aunque no se podía utilizar la iglesia porque
faltaban obras únicas e importantes como son: el impresionante retablo
mayor, los monumentales sepulcros reales y las bellas sillerías de coro. Otra de
sus obras más conocidas es la capilla del Condestable de la Catedral de
Burgos.
Diego de la Cruz: Pintor hispanoflamenco conocido por su actividad en la
región de Burgos en el siglo XV. Gracias a su mano conservamos la delicada y
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a la vez extraordinaria policromía realizada sobre el retablo mayor, un proceso
arduo y lento que exigía de gran pericia, hoy todavía palpable pasados más de
siete siglos.
Simón de Bueras: artista cántabro, natural del lugar que lleva su nombre y
que trabajó en Burgos desde el año 1550 al servicio del Cabildo de la Catedral
como arquitecto y escultor. Para La Cartuja de Miraflores elaboró una finísima
sillería para el coro de los Hermanos con motivos renacentistas y figuras de
santos y ermitaños; todo ello en gran consonancia con la dedicación a la
oración de los monjes cartujos tras más de once siglos.
Garci Fernández de Matienzo: destaca por ser el segundo arquitecto de
nuestro monasterio, asumiendo las obras del mismo en 1477. Sin embargo, es
quizás la figura que durante menos tiempo participó en la historia de este
templo, ya que murió al año siguiente. En cualquier caso, años antes con la
llegada al trono de Isabel la Católica (1474) se dinamizaron las obras, en
general, y en particular se retomó la construcción de la iglesia. Garci
Fernández de Matienzo aprovechó, sin duda, esta época de bonanza dejando
concluidas las paredes de la iglesia.
Juan de Flandes o Juan Flamenco: pintor de origen flamenco, considerado
como uno de los más importantes representantes del Renacimiento en
España. Para La Cartuja de Miraflores le fue encomendado un ambicioso
retablo con escenas de la vida de San Juan Bautista. Esta magna obra se
considera, al carecer de documentación sobre el políptico de Isabel la Católica,
la primera pieza que se conserva de la mano de Juan de Flandes y es de gran
importancia para ayudar a dilucidar cómo era su estilo durante esos primeros
años de su estancia en Castilla, mientras era el pintor de corte de la reina
Isabel la Católica. Desafortunadamente, el expolio en el contexto de la Guerra
de la Independencia (1808) se llevó este preciado conjunto que hoy se
encuentra disperso en varios museos y colecciones particulares alrededor del
mundo. Sin embargo y felizmente, aún hoy se conserva en La Cartuja una
pequeña tabla de su mano que representa un “Ecce Homo”.
Diego de Leyva: pintor riojano conocido por sus escenas de martirio, santos
y vírgenes; y cuya obra fue muy prolífica en la provincia de Burgos. Nació en
la villa de Haro (La Rioja) en 1580. Tras enviudar, tomó el hábito de Lego en
La Cartuja a los 53 años de edad, donde siguió pintando numerosos cuadros
con santos y mártires. Desgraciadamente, y debido a las desamortizaciones y
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al expolio sufrido durante la Guerra de la Independencia (1808), se conservan
pocos de sus cuadros.
Diego de Mendieta: el último de los arquitectos de La Cartuja y responsable
del excepcional aspecto final del monasterio. Será en 1538 cuando realice el
nuevo coronamiento de la iglesia dotando de más altura al templo mediante la
colocación de pináculos y agujas, y un cuerpo calado decorado con una
crestería muy airosa con guiños renacentistas que recorre todo su perímetro.
Manuel Pereira: este gran escultor portugués destacaba con una categoría
estelar de entre la abigarrada nómina de escultores que pululaban por Madrid
durante todo el siglo XVII, y su hacer era comparable con el de los grandes
artistas de su época, Gregorio Fernández y Martínez Montañes. A la estatua
de san Bruno de su mano realizada para La Cartuja siempre le ha acompañado
una anécdota y es que ante su realismo al parecer dijo uno de los
acompañantes del rey Felipe IV en una visita al monasterio: “sólo le falta
hablar”.
Nicolaes Rombouts: este artista flamenco fue uno de los vidrieros más
famosos de los Países Bajos de finales del siglo XV y principios del siglo XVI.
La fama de su pericia se extendió por toda Europa gracias a la calidad de las
piezas salidas de su taller, motivando que se exportasen a numerosos países
europeos. A pesar de su fama, es escasa la producción de la obra de
Rombouts que ha sobrevivido. Esto confiere a las vidrieras de La Cartuja una
importancia mucho mayor puesto que, se trata de las más antiguas conocidas y
conservadas de toda su producción.
Martín Sánchez: escultor artífice de la sillería del coro de los Padres entre
1486-1489, siendo considerada una de las obras maestras realizadas en su
género. Sin duda, muchos investigadores la parangonan con la del Monasterio
de San Salvador de Oña por su magnitud. Sirvan las palabras de un monje
poeta sobre las obras de otra cartuja española que bien pudieran aplicarse a la
sillería de nuestra cartuja: “Hizo el ingenio cuanto supo en ellas, pues las dejó
tan graves y tan bellas que son retrato de celeste coro”.
Gil de Siloé: Sin lugar a dudas, uno de los mejores artistas en el siglo XV en
Castilla. De origen flamenco, muy pronto supo adaptarse a los gustos
españoles aportando los temas y calidad traídos de los Países Bajos. Su pericia
en los pequeños detalles unido a la monumentalidad realizada en los
panteones reales de esta Cartuja, queda reflejado en la frase enunciada por
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Felipe II, quien tras ver los sepulcros exclamó: “no hemos hecho nada en El
Escorial”.
Roger van der Weyden: contemporáneo de Jan van Eyck, fue el pintor más
célebre e influyente de la escuela flamenca en el período gótico. Hereda el
sentido plástico de las formas de su maestro, Robert Campin, y realiza un arte
de notable expresividad emotiva en trípticos como el que realizó para esta
Cartuja conocido como el “Tríptico de Miraflores”, hoy conservado en
Staatliche Museen de Berlín. Isabel la Católica quedó tan prendada de esta
pieza que mandó realizar una copia al también afamado maestro Juan de
Flandes, destinada para la Capilla Real de Granada.
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