Cómo vivir nuestras emociones como energías positivas y devolver

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Cómo vivir nuestras emociones como energías
positivas y devolver a nuestros antepasados las que
les pertenecen
(Conferencia de Marie-Therèse Bal-Craquin en la Universidad
Libre Europea de Ciencias de Enfermería, Déols, 9 de febrero
de 2007)
Marie-Therèse Bal-Craquin es enfermera jefe, especialista
clínica. Después de haber ejercido la psicogenealogía durante
25 años, lleva a cabo talleres de reposicionamiento familiar
según el enfoque llamado “de las constelaciones”.
El tema de la conferencia trató sobre “las emociones, cómo
vivirlas como energías positivas y devolver a nuestros
antepasados las que les pertenecen”.
Para introducir el tema, la conferenciante recordó los
diferentes niveles de conciencia que entran en juego en la
interacción, la relación con uno mismo y la relación con los
demás.
El primer nivel de conciencia en el que se sitúa la
relación es el sensorial. En este nivel encontramos los cinco
sentidos: la vista, que genera representaciones que vemos en
el exterior y representaciones internas: lo que nos
imaginamos, lo que creamos como imagen interna, pero
también aquello de lo que nos acordamos o creemos
acordarnos. Así, podemos proyectar en otra persona una
imagen interna-recuerdo que en realidad no tiene nada que
ver con la persona que tenemos delante. A partir de esta
imagen proyectada, la comunicación solo puede estar
deformada.
Podemos también haber recibido de nuestros padres una
proyección de imágenes que no tiene mucho que ver con lo
que somos y que puede igualmente generar una relación
deformada de la realidad.
El segundo sentido del que disponemos es el oído que, como
la vista, genera percepciones externas (lo que oímos del
exterior) y percepciones internas (diálogos internos que
creamos o de los que nos acordamos o creemos acordarnos).
Aquí otra vez, la proyección de un diálogo interno a partir de
un mensaje externo puede dificultar la comunicación. Cuando
somos “pequeños”, podemos haber grabado de nuestros
padres o de otros “mayores”, secuencias enteras de memoria
auditiva que perturban en gran medida el contacto con la
realidad.
El tercer sentido determinante en la relación con uno mismo y
con los demás es la sensación misma, llamada kinestésica: el
calor, el frío, la tensión y la relajación, la comodidad, la
incomodidad, el dolor, el placer... Como en los otros dos
sentidos anteriores, la memoria se organiza a partir de
experiencias precoces que remontan a veces incluso a la
concepción. Encontraremos en las constelaciones memorias
celulares de reducción de la placenta cuando se ha llevado a
cabo una concepción artificial, memoria que sigue
perturbando la vida en este momento.
El cuarto sentido, el olfato, uno de los más antiguos que
hemos desarrollado, es tanto más determinante en la relación
cuanto que es en gran parte inconsciente, pues se encuentra
reprimido en su expresión. Es poco aceptado socialmente
decir a alguien “¡¡¡apestas!!!” y si se dice lo contrario hay
inmediatamente una connotación de intento de seducción.
El quinto sentido, el gusto, depende del olfato y no deja de
tener relación con nuestra atracción o repulsión por las
relaciones que nos dan asco o, por el contrario, nos atraen.
Este primer nivel de la relación hay que trabajarlo casi
constantemente para limpiarlo de escorias que nos vienen de
la experiencia, de las memorias personales y de las memorias
de nuestros antepasados. Aconsejo vivamente el libro de
Antony de Mello sobre el tema “Quand la consciente s’éveille”
(“Cuando la conciencia se despierta”) y “Un chemin vers Dieu”
(“Un camino hacia Dios”), publicados por Albin Michel,
Espaces Libres. Antony de Melly, jesuita indio,
psicoterapeuta, utiliza su experiencia budista e hinduista para
proponer pequeños ejercicios muy interesantes para “limpiar”
su campo de concienica y ponerlo al servicio de una relación
verdadera. Relación verdadera con un mismo, con los demás,
con lo que la cultura ha llamado Dios.
El segundo nivel de conciencia determinante en la
relación es el nivel de las emociones. Para explicarlo
sencillamente, digamos que disponemos de cuatro grandes
emociones que, durante el desarrollo, se construyen en este
orden:
El miedo, que se manifiesta cuando nos encontramos ante
amenazas o lo que imaginamos como amenazas. En medicina
china, el miedo tiene relación con los riñones, que, en ciertos
modelos, son considerados como el centro de la identidad
(polaridad), la energía del camino, del impulso. La función
útil del miedo es la de aumentar la vigilancia, asegurarse la
protección. Pero si consideramos a otra persona como
amenazadora debido a nuestras representaciones internas,
vemos enseguida que no estamos muy dispuestos a
comunicar con ella. Igualmente, si no hacemos caso a las
señales de alarma que un ser realmente amenazador nos
lanza, nos arriesgamos a estar en peligro. Lo importante, en
este segundo caso, es tener en cuenta nuestras reacciones para
desarrollar una vigilancia sana y comunicar de manera
adaptada. Se pueden recomendar algunos libros sencillos
sobre el tema: “La peur, comment tu peux y faire face?” (“El
miedo: ¿cómo puedes afrontarlo?”) de Molly Wignand y
Robert Alley, éd. Signe Lutin conseil pour enfant; “Max et Lili
ont peur” (“Max y Lili tienen miedo”), “Lili tiene miedo del
control” (“Lili tiene miedo del control”), “Max est timide”
(“Max es tímido”), collection Ainsi va la vie, editado por
Caligram; “Au secours, j’ai peur d’aimer” (“Socorro, tengo
miedo de amar”), de Marion-Catherine Grall Plin; “Pour en
finir avec les tyrans et les pervers dans la famille” (“Para acabar
con los tiranos y los perversos en la familia”), de Yvonne
Poncet-Bonissol, éd. Chiron.
La ira es la segunda emoción de la que disponemos. Es una
energía poderosa que conviene aprender a canalizar. Se activa
mediante violaciones de territorio de las que nos creemos
víctimas. La injusticia es una violación de territorio: es la falta
de respeto a nuestros derechos. Podemos ser víctimas de una
violación de territorio físico, afectivo, intelectual, espiritual...
Todos estos niveles los citamos tan solo a modo de ejemplos,
pues evidentemente hay muchos otros. En medicina china, la
ira tiene relación con el hígado e indirectamente con el
equilibrio glicémico, etc. La función útil (positiva) de la ira es
la de provocar una energía de cambio, teniendo en cuenta que
el primer cambio es el que hay que generar en uno mismo, ya
que no podemos pretender cambiar a los demás. Hay que
trabajar primero en lo que nosotros estimamos que es
“nuestro territorio”. Los demás no forman parte de nuestros
objetos, no tienen el poder de “hacernos esto”: ponernos
tristes, volvernos locos, etc., si nosotros no les damos ese
derecho. Tenemos entonces que desarrollar la conciencia de
ser uno mismo en sus propios límites. Algunos libros sencillos
que recomendamos y que tratan sobre este tema son: “La
colère, y pas de mal à être en colère” (“La ira, no hay nada malo
en sentirla”), de Michaelene Mundy, éd. du Signe; “Un temps
pour s’entendre avec des gens difíciles” (“Un tiempo para
entenderse con la gente difícil”), de Lisa Engelhardt, éd. du
Cerf; “Lili trouve sa maîtresse méchante” (“Lili encuentra a su
maestra mala”), “Lili a été suivie”, (“A Lili la han controlado”),
“Jérémy est maltraité” (“Jeremy es maltratado”), “Lili se dispute
avec son frère” (“Lili está enfadada con su amiga”), “Les parents
ed Max et Lili se disputent” (“Los padres de Max y Lili se
pelean”), “Max est jaloux” (“Max está celoso”), “Max se
bagarre” (“Max se pelea”), “Max est racketté” (“Max es
extorsionado”), collection Ainsi va la vie, éd. Calligram; y un
libro más complicado: “Sainte colère” (“Santa ira”), de Lytta
Basset, éd. Bayard labor et Fidès, 2006.
La tercera emoción de la que disponemos es la tristeza. Es
provocada por las pérdidas, lo que llamamos los lutos. MarieTherèse Bal-Craquin nos ha remitido a su conferencia “Cómo
ayudar a las personas que sufren”, que podemos encontrar en
internet (www.infiressources.ca).
Las pérdidas que nos inflige la vida son numerosas y
variadas:
- Las pérdidas de objetos o de bienes, el luto es tan grave
cuanto que el objeto se encontraba revestido de
afectividad.
- Las pérdidas de de lugar: país, casa, barrio, etc.
- Las pérdidas relacionadas con las etapas de
crecimiento: de esta manera se ha podido describir en
los recién nacidos lutos de placenta o de cordón
umbilical. La llegada de algunos tipos de sexualidad
secundaria en el adolescente se acompaña de cierto
estado de luto, pues se suele decir “enterrar la vida de
niño”. La llegada del primer hijo pueden vivirla los
padres como una manera de luto, el de la vida de los
dos solos.
- Las pérdidas de realidades simbólicas: la lengua, la
nacionalidad, el honor, la confianza, los proyectos, los
ideales, las creencias, la fe. La traición, la pérdida de
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una ideología, la de la libertad o la de la fe generan un
estado de luto.
Las pérdidas relacionadas con las fidelidades a los
antepasados: cambiar de clase social, ser incapaz de
retomar un patrimonio, etc.
Las pérdidas de proyectos o pérdidas ligadas al
desarrollo profesional, el paro, el comienzo de la
jubilación e incluso, curiosamente, un ascenso.
Las pérdidas de las partes de uno mismo o de la
apariencia de uno: volverse gordo, perder la vista,
perder un miembro, perder la fuerza física.
Las pérdidas de animales.
Las pérdidas de generatividad: descubrir que se es
estéril, no poder tener más hijos, perder su inspiración
y su creatividad, ver su obra destruida, ya no poder
seguir transmitiendo lo que se sabe o lo que se hace...
Las pérdidas de dominio de la función o papel que se
desempeña.
Las pérdidas relacionadas con la violencia que se ha
sufrido.
Las pérdidas ligadas a las enfermedades o al
envejecimiento.
Las pérdidas parciales de personas: la persona está
viva, pero nos abandona (es el caso del divorcio), se
vuelve inaccesible debido a la enfermedad, pierde la
razón, se enfada, traiciona...
Las pérdidas parciales en lo que respecta a los hijos: el
niño nace con una malformación o sufre un grave
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accidente que le deja inválido, el hijo se droga, fracasa
en la escuela, cae psíquicamente enfermo, es víctima de
una enfermedad somática grave, etc.
Las pérdidas relacionadas con la desaparición de un
niño o de un adulto: es el caso de pérdidas muy graves,
pues se admite la realidad con gran dificultad, por el
hecho de que no se puede comprobar que el otro está
muerto.
Las pérdidas de un hijo: abortos (naturales o
provocados), los niños nacidos muertos, la muerte
súbita de los bebés... La pérdida de un hijo es un luto
muy difícil de superar, pues a menudo proyectamos en
el hijo la esperanza de sobrevivir a nuestra propia
muerte. Según el tipo de accidente que ha sufrido
nuestro hijo, el luto es más o menos difícil de superar.
Si ha sido secuestrado, torturado, etc., si ha muerto en
un accidente del que era responsable, si ha sido matado
por un tercero, la mayor dificultad es superar el
resentimiento con respecto a otra persona o a uno
mismo. Se puede además haber suicidado, drogrado,
fracasado y el padre o madre se encuentra entonces
confrontado a un sentimiento de pérdida muy fuerte.
Hay que añadir además a estos estados de luto los
casos en los que el hijo pierde su estatus social cuando
se convierte en delincuente.
Las pérdidas de nietos son muy sensibles. Además, hay
que recordar que incluso para una mamá de 90 años su
hijo de 70 sigue siendo su hijito.
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Hay que tener en cuenta estas pérdidas también desde
el punto de vista de los hermanos, que pueden
desarrollar muy graves patologías afectivas tras una
desaparición así. Es bastante habitual conocer a mujeres
cuyo cóyuge representa a su hermano desaparecido o
que proyectan en su hijo la sombra del hermano o
hermana desaparecida. Esto trae consigo muchos
problemas en la pareja o trastornos muy importantes
en los hijos.
Las pérdidas de adultos son del mismo género que las
que he repertoriado sobre los niños. Las más graves las
constituyen las desapariciones, los asesinatos, los
suicidios, las enfermedades y la muerte por vejez, sin
olvidar los decaimientos, por ejemplo la alcoholización
de uno de los cónyuges.
En medicina china, la tristeza se encuentra ligada a los
pulmones y al intestino grueso. La tristeza hace que
entremos en un estado de luto, estado fuente en el que
entramos para hacer frente a las pérdidas. Hablamos de
trabajar con el estado de luto por asimilación con el trabajo
de dar a luz. Se trata pues de un movimiento de la vida y
de cómo sabemos vivir o “sabemos estar de luto”.
La próxima conferencia de Marie-Therèse Bal-Craquin
para nuestro grupo, el 5 de octubre de 2007, tratará sobre
este tema. Algunos libros de lectura sencilla recomendados
para entrar en el tema son: “Le deuil, y pas de mal à être
triste” (“El luto, no hay nada malo en sentirlo”), de
Michaelene Mundy, éd. du Signe; “Le divorce, comment aider
les enfants à passer le cap” (“El divorcio: cómo ayudar a los
hijos a superarlo”), de Emily Menendez-Aponte, éd. du
Signe; “Les parents de Zoé divorcent” (“Los padresde Zoe se
divorcian”), “Grand-père est mort” (“El abuelo está
muerto”), “Le père de Max et Lili est au chômage” (“El padre
de Max y Lili está en el paro”), collection Ainsi va la vie,
éd. Calligram; “Au revoir blaireau” (“Adiós, tejón”), de
Susan Varley Gallimard; “Faustine et le souvenir” (“Faustine
y el recuerdo”), de Sandrine Pernusch, éd. Messidor La
Farandole; “Les deux maisons de Désiré Raton” (“Las dos
casas de Desiré Raton”), de Lydia Devos y Pierre Cornuel
Grasset, Jeunesse 2000; “Quelqu’un que tu aimais est mort”
(“Alguien a quien querías se ha muerto”), de Agnès
Auschitka y Nathalie Novi, éd. Bayard Jeunesse; “Un temps
pour se remettre d’un divorce” (“Un tiempo para recuperarse
de un divorcio”), de Kathryn Lankston, éd. du Cerf.
También recomiendo algunos libros más complicados de
Jean Monbourquette: “Aimer, perdre et grandor: assumer les
dificultes et les deuils de la vie” (“Querer, perder y crecer:
asumir las dificultades y los lutos de la vida”), éd. Bayard
Centurion, 1995; “Grandir ensemble dans l’épreuve: groupes
d’accompagnement de jeunes confrontés au divorce et au deuil”
(“Crecer juntos en las desgracias: grupos de
acompañamiento de jóvenes confrontados al divorcio y al
luto”), éd. Médiaspaul, 1993; “Groupe d’entreaide pour
personnes en deuil” (“Grupo de entreayuda para personas
en luto”), Novalis, 1996; “Comment pardonner: pardonner
pour guérir, guérir pour pardonner” (“Cómo perdonar:
perdonar para curarse, curarse para perdonar”), éd.
Bayard Centurion, Novalis 1992. Tampoco hay que olvidar
las obras de Christine Singer, entre otras “Du bon usage des
crises” (“Sobre el buen uso de las crisis”), Folio.
La última emoción de la que disponemos es la alegría. Es
provocada por la sensación de realizarse. Es interesante
constatar que en medicina china, el órgano que
corresponde a la emoción de la alegría es el corazón y que
las manos que sirven para realizarse están situadas en el
mismo meridiano. La función positiva de la alegría es
compartir. Muchas obras tratan sobre la alegría: podemos
citar, entre otras, las de Christian Bobin y Christiane
Singer.
El nivel de las emociones es muy importante en la
comunicación y en la vida en general, pues, como la
palabra misma “moción” indica, la motivación se
encuentra en las emociones y la inhibición emocional
acarrea enfermedades, depresiones y en cualquier caso
grandes problemas para motivarse a avanzar. Además hay
que aprender a expresar sus emociones de manera que
sean útiles. Está claro que la ira que solo se expresa en
forma de violencia no tiene ninguna posibilidad de
favorecer el cambio. Lo mismo le sucede al miedo, cuando
se convierte en terror, o a la tristeza, cuando sumerge en
un marasmo al que la sufre, o a la falsa alegría que solo
tiene como objetivo esconder el desamparo interior.
El tercer nivel de conciencia determinante en la
relación es el nivel del lenguaje. Las palabras que
utilizamos no dejan de tener consecuencias en los
resultados que obtenemos en la comunicación. La
comunicación creativa que surge de los enfoques de
Marshalll Rosenberg puede enseñarnos más sobre el arte
de tomar la responsabilidad sobre su propia vida y evitar
hacer cargar a los demás con las consecuencias de los
intercambios llenos de violencia verbal. La comunicación
creativa puede también enseñarnos a evitar que carguemos
con lo que los demás quieran endosarnos. Podemos citar
muchos libros, pero entre los más sencillos se encuentran:
“Le respect, y’a pas de mal à éter attentif aux autres” (“El
respeto: no hay nada malo en ser atentos con los demás”),
de Ted y Jenny O´Neal, éd. du Signe; “Les amis, c’est trop
bien! Un guide à l’usage des enfants” (“¡Los amigos es algo
fenomenal! Una guía para los niños”), de Christophe
Adams, éd. du Signe; “Le Bien et le Mal, guide pour les
enfants” (“El Bien y el Mal, guía para los niños”), de Lisa
Engelhardt, éd. du Signe. Algo un poco más desarrollado:
“Bien communiquer en couple et avec ses enfants” (“Para
comunicar bien en pareja y con los hijos”), de Sandra y
Olivier Steller, éd. Jouvence; “Nous arriverons à nous
entendre” (“Llegaremos a llevarnos bien”), de Marshall
Rosenberg, éd. Jouvence; “Plus jamais victime” (“Nunca
más víctima”), de Pierre Pradervand, éd. Jouvence;
“Accepter l’autre tel qu’il est” (“Aceptar al otro tal como es”),
éd. Jouvence; “Les clés de l’harmonie familiale” (“Las claves
de la armonía familiar”), de Christel Petitcollin, éd.
Jouvence; “Comment bien se disputer en couple” (“Cómo
pelearse bien en pareja”), de Sege y Carolle Vidal-Graf, éd.
Jouvence; “Les mots sont de fenêtres ou des murs” (“Las
palabras son ventanas o paredes”), de Marshall Rosenberg.
El cuarto nivel de conciencia determinante en la
relación se articula entorno a la experiencia. Según la
utilicemos hacia la madurez, la experiencia desarrolla el
sentido de las posibilidades. Si utilizamos la experiencia
para encerrarnos en nosotros mismos, llegamos a la
senilidad, que no depende de la edad, sino de la apertura
de corazón y de mente.
El quinto nivel de conciencia en juego es el de los
conocimientos. Si no todo está en la cabeza, tampoco no
todo es instintivo. Aprender a comunicar, aprender a
comprenderse, permite acceder a una inteligencia de la
vida. Esto nos lleva a estructurar el espacio interior y el
espacio exterior, indispensables para la armonía. Hay que
recordar que la palabra francesa connaissance 1 quiere decir
“ir hacia” (con = impulso, movimiento hacia, sinergia) un
“nacimiento” (naissance = nacimiento) y que la palabra
naissance, en su raíz más antigua, significa “luz”. Además,
volvemos a encontrar la raíz de esta palabra en nourrir
(alimentar) y nourrisson (lactante).
1
En español, conocimiento.
El sexto nivel de conciencia determinante en la
relación es el de la significación que cada uno da al
hecho de vivir y entrar en relación con los demás.
Cuando dos personas se conocen tienen que darse cuenta
de que cada una tiene una representación específica del
mundo y propia de ellas mismas. Dicha representación,
más o menos consciente, abarca los seis niveles
precedentes, sin olvidar que estas personas son en sí
mismas el resultado final de toda una ascendencia familiar,
que se encuentra articulada en una historia única.
Comunicar, conocerse, supone, así pues, haber podido
reconocer y aceptar todo lo que con ello entra en juego.
Ahora bien, hemos heredado de nuestros antepasados un
cierto número de reacciones y de comportamientos,
algunas veces de varias generaciones anteriores.
¿Qué hace que nuestra vivencia actual pueda encontrarse
todavía alienada a las problemáticas transgeneracionales o,
para hacer la pregunta de otra manera, qué puede hacer
enfermar un sistema?:
1) Las exclusiones.
2) Las maldiciones.
3) El desequilibrio de los intercambios.
4) Las intrincaciones.
5) La falta de respeto de las leyes de la vida.
6) Los desórdenes.
1) Las exclusiones. Una de las reglas que hemos
constatado cuando analizamos las genealogías es que
todo lo que es excluido (la lengua, el país, la religión, la
ideología, talentos artísticos o intelectuales, personas,
niños, etc.) es llamado a volver se incluido dos o tres
generaciones más tarde. Todo lo que no ha vuelto a su
sitio mediante un reconocimiento, una palabra o una
nominación, sigue errando en el sistema familiar en la
forma de un “fantasma”, una perturbación informe. Es,
entre otras cosas, la problemática de los secretos. La
manera de cuidar esta herencia es reintegrar
lo que ha sido excluido en una forma
simbólica. De ello se ocupan las constelaciones.
Puede leerse “El ángel y el fanstam”, de Didier Dumas,
éd. Minuit.
2) Las maldiciones. Decir mal de si mismo o de
alguien lleva más tarde o más temprano a que se
manifiesten en nuestro cuerpo esos “males dichos”. Y
esto sucede en nuestro cuerpo o en el de uno de
nuestros descendientes. Cuando “maldecimos” a
alguien diciéndole o haciéndole sentir, por ejemplo: “es
culpa tuya si me he casado con tu padre”, “si no hubieras
nacido, habría hecho una carrera profesional”, “si tu padre
nos abandonó, fue por tu causa”, “eres igual que tu tío,
acabarás como él, en el asilo”, “y además, primero de todo,
tú no eres un hijo deseado”; o bien, utilizamos otra
versión como “es un accidente” cuando hablamos de un
hijo (la concepción de un niño no es nunca un
accidente, es un misterio: la vida ha elegido a esos
padres para que se conviertan en los padres de ese
niño) o cuando ocurre un accidente en el que un niño
se ha muerto y decimos al que ha sobrevivido: “hubiera
preferido que hubieras muerto tú”… o cualquier otra
forma de maldición. Una forma más sutil de maldición
consiste en hablarle al niño tan mal de su padre o
madre que la parte de él que proviene de ese padre o
madre maldito tan sólo puede vivirse como un mal
absoluto. Estas formas de maldición matan y una gran
parte del trabajo de las constelaciones consiste en
convertir estas maldiciones en bendiciones.
3) El desequilibrio de los intercambios es una de
las fuentes de problemas en los sistemas familiares y
de las empresas. Por ejemplo, se hace trabajar a
personas sin pagarles. En una familia, uno de los hijos
se sacrifica para educar a los demás. En una herencia,
uno de los hijos es beneficiado en detrimento de los
demás (es el heredero el que arriesga más). Uno es
honorado, otros deshonorado. En una pareja, uno
trabaja, el otro no y lo que él o ella hacen en casa no es
reconocido como válido. En una pareja uno tiene
muchos títulos universitarios y el otro no tiene
ninguno, etc., etc. El reequilibrio de los
intercambios es muy a menudo un trabajo delicado
porque las “reparaciones” que se han de realizar son
difíciles cuando ha habido expoliaciones importantes.
Pero es el precio a pagar para que el sistema familiar se
libere de las deudas que tanto pesan en las
generaciones venideras.
4) Las intrincaciones. Resultado, a menudo, de
problemas precedentes, la intrincación es la situación
en la que se encuentra una persona cuando es
identificada con otra persona: un antepasado, un hijo
fallecido, un verdugo, una víctima, un desaparecido,
una persona que ha sufrido un accidente o que lo ha
provocado, un héroe, un enfermo mental, un gemelo
fallecido, etc. En este caso, la persona “intrincada” se
conduce de manera extraña con ella misma y con los
demás, como si se encargara de vivir lo que otra
persona ha vivido, de representar lo que ha estado
presidiendo su maldición, su exclusión, su deshonor o
la negación de su reconocimiento. El trabajo de las
constelaciones es sin duda el único que permite tratar
este tipo de situaciones. Consiste en volver a
encontrar a la persona con la que se está
enmarañada y en devolverle lo que se ha
creído que se debe llevar en su lugar... por
amor.
5) La falta de respeto a las leyes de vida. Para que
la vida pueda desarrollarse, una cierta cantidad de
normas son necesarias. Son las leyes de la física, de la
biología, etc., pero son asimismo las leyes éticas y
morales. No conocemos todas estas leyes, pero el
patrimonio cultural que nos han dejado nuestros
antepasados nos permite acercarnos a ellas. La base de
las leyes de la vida, aparte de las leyes de la física, de la
biología, etc. es: “no le hagas a los demás lo que no te
gustaría que te hicieran a ti”. Cuando una de estas
leyes no se respeta no somos castigados, pero sufrimos
las consecuencias de esta falta de respeto. Por ejemplo:
si alguien se tira del octavo piso de una torre, se
muere. No es castigado, sino que sufre las
consecuencias de la falta de respeto de una de las leyes
de vida: la gravedad. Si alguien mata a otra persona,
por ejemplo en un accidente de coche, incluso si se
cuestiona su responsabilidad, no es castigado, pero
sufre las consecuencias. Y estas consecuencias son que
a partir de entonces existe un lazo en el destino de su
familia y la del fallecido. Conviene, pues, trabajar el
reconocimiento de las consecuencias para
evitar que éstas se conviertan en una
maldición para la descendencia del que no ha
respetado la ley fundamental de la vida, que en esta
ocasión
sería:
“no
matarás”.
El
trabajo
transgeneracional no es propiamente dicho un trabajo
de orden moral, sino de un acercamiento que permite
asumir en lo posible las consecuencias para no sufrirlas
en uno mismo o en su descendencia.
6) Los desórdenes. En los sistemas de las familias y de
las empresas se manifiesta un cierto orden. Así, los
mayores vienen antes que los medianos, el hombre
está a la derecha de la mujer y los hijos a la derecha de
esta última… Los desórdenes se producen cuando una
persona no está en el lugar que le corresponde. Por
ejemplo, si los padres se han divorciado, la hija mayor
se cree obligada a ocupar el lugar del padre con
respecto a la madre. Éste es uno de los orígenes de la
homosexualidad femenina y es una posición
desesperada desde el punto de vista de la sexualidad.
Otro ejemplo: en una pareja que decidió abortar y en la
que la mujer ha tenido luego tres hijos con otra pareja,
el tercer hijo de la segunda pareja cree
inconscientemente que tiene el deber de ocupar el
lugar del primer niño muerto, su hermano mayor, con
el que está ligado por ser él el cuarto por parte de su
madre. Juega a ser gótico, se automutila, es más
víctima de los demás que verdugo, a menos que se
identifique con los que mataron a su hermanastro, el
primer marido de su madre y ésta misma. En este caso,
se convierte en un violento, un vándalo, incluso en un
asesino. Las constelaciones nos permiten salir de estos
callejones sin salida, que pueden ser tan graves como
para conducir a las personas “desplazadas” a un
psiquiátrico, a la cárcel o a la calle. La
reconstitución
del
sistema
y
su
representación permiten restaurar el orden y
aliviarlo, así como curarlo.
7) Las pertubaciones en el sistema de apegos. La
próxima conferencia del 5 de octubre tratará este tema.
Digamos, para resumir, que: “el apego es la necesidad
vital que tienen todos los seres vivos de crear una
proximidad con otro ser”. Esta proximidad es primero
física, luego, en el ser humano, se hace simbólica. El
sistema de apegos consta de cuatro grandes etapas
fundamentales: el contacto, el mantenimiento del lazo,
la diferenciación y el luto. Si se producen rupturas
demasiado importantes en estas etapas, un trastorno
de la persona puede conducir a problemáticas
individuales y transgeneracionales que tienen que ver
con las constelaciones. Ejemplo: una abuela nunca se
recuperó de la pérdida de su marido durante la guerra
de 14/18. Cuatro generaciones más tarde, su biznieta
no consigue fundar un hogar, pues busca un marido
para su antepasada, no para ella. Cada vez que
consigue empezar una relación, abandona a su
hombre, como si le enviara a otro lugar. Otro ejemplo:
un hombre se ha sentido empujado a la vía del tren por
alguien que intentaba matarlo. Los otros pasajeros lo
han evitado por los pelos, pero nadie lo había
empujado realmente. Este hombre perdió a su gemelo
en el tercer mes de embarazo de su madre. No ha
podido diferenciarse del niño muerto y, por ese
motivo, no encontró tampoco la manera de hablar de
sus emociones y de atravesar el duelo, y encima, nació
en el duelo que su madre vivía en relación con su otro
hijo. Lo que ha perturbado el contacto con ella. El hujo
fallecido se ha convertido en un fantasma amenzador.
Las constelaciones nos permiten unir a la persona
presente con el acontecimiento traumático
para que se libre de este último. Para terminar,
la conferenciante ha tratado la lógica de las
transmisiones o cómo se reciben las herencias.
Según lo que observemos, existen prevalencias de
transmisión en función de los rangos en la línea de los
hermanos, teniendo en cuenta, además, que cualquier
concepción debe considerarse válida. De esta manera,
el mayor se inscribe en la línea del padre.
Simbólicamente representa los fundamentos de la casa.
Está más interesado en los abuelos que en los padres.
El segundo hermano se inscribe en la línea de la madre
y representa simbólicamente las paredes de la casa (es
un niño del interior, mientras que el mayor lo era de
las profundidades). Además, está interesado en los
padres y por eso sufre más que los demás hermanos si
sus padres se divorcian. El tercero es el hijo del
cambio. Hace falta que se haga el “diferente”.
Representa el techo de la casa, el remate, la protección,
pero también la renovación. Está interesado en los
demás hermanos. El cuarto está en la línea del
primero, entonces en la del padre. El quinto en la línea
del segundo, es decir, la de la madre. El sexto en la
línea del tercero, esto es, es un hijo del cambio, etc. Este
esquema tiene que ser más bien un mapa de posible
lectura y no un método en el que encerremos a la
gente. Nos permite comprender un cierto número de
reacciones y de ir más rápido en la identificación de las
herencias transgeneracionales. En lo que respecta a las
emociones, es habitual ver a un niño cargar con la
cólera de sus abuelos o de sus bisabuelos, lo que puede
traducirse
en
trastornos
hepáticos,
alergias
inexplicables o bien una diabetes (conflicto entre dos
abuelas). Efectivamente, hemos de constatar que muy
a menudo un acontecimiento traumático vivido por los
abuelos lo locargan los padres en forma de trastornos
psicológicos y se manifiesta en los niños mediante
trastornos somáticos más o menos graves o menos
accesibles a los tratamientos, entre ellos la psicoterapia.
En conclusión, el trabajo de las constelaciones da por lo
menos una oportunidad de salir de las situaciones de
fracaso para nacer a la vida. Nos da igualmente la
oportunidad de evitar que nuestros hijos carguen con
el problema de los abuelos y a nuestros nietos que
carguen con nuestros propios problemas.
Próximo encuentro el 5 de octubre sobre el tema del apego
y próximo seminario los días 6 y 7 de octubre.
Para saber más sobre el tema, podemos leer también “Les
constellations familiares” (“Las constelaciones familiares”)
de Joy Manné, éd. Jouvence.
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