Una “secta” difamada en todas partes Cuando el apóstol Pablo llegó como prisionero a Roma “convocó a los principales de los judíos” (Hech. 28:17) y con toda confianza les dijo “Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena” (Hech. 28:17-20). A pesar de la infamia que rodeaba a la iglesia del Señor de la cual Pablo era reconocido en varios lados como un “cabecilla” (Hech.24:5), los principales de los judíos en Roma quisieron oír del propio Pablo una defensa. Todo lo que ellos sabían de la “secta” fue la mala reputación que oían de ella (Hech. 28:22). Pero, la actitud razonable para oír a Pablo es digna de alabanza. Notemos lo que ellos hicieron, y luego lo que dejaron de hacer: 1. No aceptaron ciegamente lo que se les dijo. Mucho de lo que escuchamos de otras personas no es verdad, a pesar de que los chismosos esperan que así lo sea. En este caso la infamia que rodeaba a los cristianos era el fruto de una campaña de falsa representación liderada por los judíos (cf. 1 Tes. 2:14-16). Un enemigo no tiene la fama de decir la verdad, y todo aquel que ha sufrido la falsa representación sabe bien a qué nos referimos con esto. A pesar de las apariencias, los líderes judíos de Roma no descartaron inmediatamente a la difamada “secta”, primero quisieron oír a Pablo, y esto es encomiable (Hech. 28:21-22). 2. Buscaron información adicional de la otra parte en el conflicto. Cuando Pablo les citó, ellos quisieron saber más de éste grupo controversial. Ellos procedieron de una manera muy diferente a cómo actúan quienes sólo pretenden defender a sus amigos. A pesar de la mala actitud de los judíos incrédulos y de la controversia que envolvía a “la secta de los nazarenos” (Hech. 24:5) éstos los líderes judíos actuaron honorablemente. Muchas personas no quieren tener relación con la controversia, es cosa de que oigan de algún problema para que busquen como relativizar todo, hacer acepción de personas o simplemente actuar como si el problema no existiera. Nos preguntamos ¿cómo actuarían los tales, frente a un reconocido “cabecilla” de la “secta de los nazarenos”? No lo sabemos, sólo podemos imaginar. Sin embargo, el justo procura apoderarse de la verdad (Prov. 23:23) a pesar de que la verdad pueda ser controversial y estar envuelta en la polémica. Los líderes judíos no descartaron inmediatamente a la difamada “secta”, ellos querían respuestas y estuvieron dispuestos a oírlas. A pesar de lo anterior, cuando Pablo explicó la verdad del caso y les predicó el evangelio “algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían” (Hech. 28:24). Aquí aprendemos que a pesar de contar con una audiencia que quiere informarse de la verdad, y en las circunstancias más favorables, no todos aceptarán el evangelio (Hech. 28:25-29). No debemos desalentarnos en la predicación y defensa de la verdad (Fil. 1:17, 27), debemos estar siempre preparados para hacerlo con todas las fuerzas (1 Ped. 3:15). Algunos se convencerán y debemos esforzarnos por llegar a ellos, a pesar de que carguemos con la infamia de algún enemigo que nos ha etiquetado con malicia. *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com