HOMICIDIOS (PARTE 2)

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HOMICIDIOS (PARTE 2)
TRADUCCIÓN: ALEXIA DELCLAUX
El homicidio se ha convertido en un grave problema para miles de niños y niñas en todo el mundo. Solo en 2012, el homicidio acabó con la vida de casi 95.000 niños y adolescentes de entre 0 y 19 años. En efecto, casi una de cada 6 víctimas por homicidios ese año fueron niños y adolescentes. Resulta pues importante saber cuáles son las variables que afectan al homicidio y el impacto de éste en la vida de los niños. Variables que
homicidio afectan
al
Entre las múltiples variables que pueden influir en la tasa de homicidios en un país, las investigaciones destacan las siguientes: la renta per cápita, las desigualdades sociales y económicas, el acceso a armas de fuego, una educación de baja calidad, un estado de derecho y gobernanza inefectivos, altos niveles de criminalidad y la prevalencia de pandillas. En cuanto a factores meramente culturales, se apunta a las normas sociales que perciben la violencia como una manera aceptable de resolver conflictos o las que dan prioridad a los derechos de los padres sobre el bienestar infantil. En cualquier caso, la relación entre las variables no siempre es clara. Mientras que los datos muestran una tasa de homicidios de niños y adolescentes en países de renta alta por debajo de 5 (por cada 100.000 habitantes), en los países de renta media y baja la relación entre homicidios y renta es más inconsistente. Mientras que en algunos países guarda una alta relación, en muchos otros no. Lo mismo ocurre con la variable de desigualdad: la tasa de homicidios varía significativamente en países altamente desiguales. Fuente: UNICEF/Asselin Impacto en la mortalidad y
morbilidad infantil
Si bien las estadísticas de homicidios ya son dramáticas en sí mismas, solo captan parte de la historia. El impacto real de los homicidios va mucho más allá de la muerte individual, ya que también provocan la pérdida de seres queridos, rompen los vínculos familiares y sociales que sustentan el mundo de un niño. Además, los niños que sobreviven a un homicidio pueden sufrir daños graves o traumas emocionales que perduran en el tiempo. Para entender el impacto real de la violencia en la vida de los niños, es importante estudiar sus impactos en un contexto más amplio, teniendo en cuenta, por ejemplo, cómo las lesiones y enfermedades afectan a la calidad de vida de los niños a largo plazo. En la transición de la infancia a la adolescencia se percibe un cambio importante en la carga de enfermedades de los niños, así como en las principales causas de mortalidad y morbilidad. Los trastornos neuropsiquiátricos y las lesiones voluntarias (especialmente los homicidios en algunas regiones del mundo) comienzan a darse sobre todo durante la adolescencia ( 10 y 19 años). Si bien la violencia afecta cada vez más a los niños según se acercan a la adolescencia, los más pequeños tampoco son inmunes a ella. En efecto, entre los niños y niñas menos de 5 años, el homicidio es la principal causa, entre todas las lesiones intencionadas, de pérdida potencial de años de vida. Por ejemplo, en África Occidental y Central se pierden hasta 7 años de “vida sana” por cada 1000 niños menores de 5 años por causa de homicidios, comparado con 0 años por cada 1000 niños a causa de otras lesiones intencionadas. No obstante, en esta región, el homicidio tiene el mayor efecto en cuanto a carga de enfermedad en niños de 5 a 9 años. En cambio, en otras regiones como Europa, el Sur de Asia o el Norte de África y Oriente Medio, las principales causas de carga de enfermedad en niños de esta edad (5 a 9 años) son el daño autoinflingido y la violencia colectiva, por delante del homicidio. En cuanto a las diferencias por sexo, cabe destacar que en todas las regiones del mundo, tanto el homicidio como el daño autoinfligido o la violencia colectiva afectan sobre todo a los niños, más que a las niñas, con un diferencia muy pronunciada en América Latina y el Caribe. Fuente: UNICEF/ “Ocultos a plena luz”. Así, mientras que se estima que el homicidio lleva a la pérdida de hasta 58 años de “vida sana” entre los niños de 15 a 19 años, causa la pérdida de 9 años de vida en las niñas del mismo grupo de edad. Pandillas juveniles
La pertenencia de adolescentes a pandillas violentas supone un importante problema a nivel global. Los miembros de estas pandillas normalmente tienen edades comprendidas entre los 12 y 24 años, aunque pueden ser mayores. En la mayoría de casos, entran a formar parte de la pandilla en la adolescencia temprana (13 años) pero es a partir de los 15 años cuando son más proclives a admitir que forman parte de estos grupos. Los niños se unen a las pandillas por varias razones. Se ha mostrado a través de varias investigaciones que depende de una interacción compleja de factores de riesgo a nivel comunitario, familiar, individual y de amistades. A nivel comunitario, puede tratarse de la pobreza, exclusión social, falta de empleo y de oportunidades educativas, inestabilidad en los barrios residenciales y acceso a armas de fuego y drogas. A falta de otras alternativas y en condiciones extremas de exclusión, la pandilla puede verse como una oportunidad única de vida. Los miembros de las pandillas ejercen en muchos casos el rol de la familia, al ofrecer apoyo emocional y protección. Otros factores que acentúan el riesgo de unirse a una pandilla son un mal desempeño académico, la asociación con otros jóvenes delincuentes y una educación fallida en casa, como la falta de supervisión. Los niños suelen ser reclutados por fuerza física, intimidaciones o amenazas, y una vez que empiezan a formar parte de la pandilla, no suele haber marcha atrás. Los jóvenes que se unen a pandillas tienen más posibilidades de enfrentarse a problemas de salud, incluyendo ser víctima de actos violentos. Aunque las niñas son menos proclives a sufrir violencia u homicidios por parte de pandillas, pueden encontrarse expuestas a violencia y explotación sexual. Además, las investigaciones han asociado el pertenecer a pandillas con el desarrollo temprano de comportamientos antisociales y delictivos, además del abuso de drogas y alcohol. Fuente: UNICEF/“Ocultos a plena luz”. 
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