SS.Francisco.El amor, un signo de la misericordia

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“Un signo de la vida cristiana y de la Misericordia es amar y perdonar”
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El domingo pasado ha sido abierta la Puerta Santa de la Catedral de Roma, la Basílica
de San Juan de Letrán, y se ha abierto una Puerta de la Misericordia en la Catedral de
cada diócesis del mundo, también en los Santuarios y en las Iglesias que los Obispos
han dicho hacerlo. El Jubileo es en todo el mundo no solamente en Roma.
He deseado que este signo de la Puerta Santa estuviera presente en cada Iglesia
particular, para que el Jubileo de la Misericordia pueda ser una experiencia compartida
por cada persona. El Año Santo, en este modo, ha comenzado en toda la Iglesia y
viene celebrado en cada diócesis como en Roma, también la primera Puerta Santa ha
sido abierta en el corazón de África y Roma es aquel signo visible de la comunión
universal. Que esta comunión eclesial sea cada vez más intensa, para que la Iglesia
sea en el mundo el signo vivo del amor y de la misericordia del Padre. Que la Iglesia
sea signo vivo del amor y de misericordia.
También la fecha del 8 de diciembre ha querido subrayar esta exigencia, vinculando, a
50 años de distancia, el inicio del Jubileo con la conclusión del Concilio Ecuménico
Vaticano II. En efecto, el Concilio ha contemplado y presentado la Iglesia a la luz del
misterio, del misterio de la comunión. Extendida en todo el mundo y articulada en
tantas Iglesias particulares, es siempre y sólo la única Iglesia que Jesucristo ha
querido y por la cual se ha ofrecido Él mismo. La Iglesia “una” que vive de la comunión
misma de Dios.
Este misterio de comunión, que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece y
madura en nuestro corazón, cuando el amor, que reconocemos en la Cruz de Cristo y
en cual nos sumergimos, nos hace amar como nosotros mismos somos amados por
Él. Se trata de un Amor sin fin, que tiene el rostro del perdón y de la misericordia.
Pero el perdón y la misericordia no deben permanecer como bellas palabras, sino
realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son el signo concreto y visible que la
fe ha transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la vida
misma de Dios. Amar y perdonar como Dios ama y perdona. Este es un programa de
vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a
andar siempre más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la
presencia paterna de Dios.
Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en tantos otros signos que
son característicos del Jubileo. Pienso en cuantos atravesarán una de las Puertas
Santas, que en este Año son verdaderas Puertas de la Misericordia, Puertas de la
Misericordia. La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: «Yo soy la puerta. El que
entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9).
Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en el Señor Jesús que no
ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr Jn 12,47). Estén atentos eh, que no haya
alguno más despierto, demasiado astuto que les diga que se tiene que pagar, no, la
salvación no se paga, la salvación no se compra, la Puerta es Jesús y Jesús es gratis.
Y la Puerta, Él mismo, hemos escuchado, que habla de aquellos que dejan entrar no
como se debe y simplemente dice que son ladrones, estén atentos, la salvación es
gratis.
Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón.
Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta
también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al
Señor ayúdame a abrir la puerta de mi corazón. No tendría mucha eficacia el Año
Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a andar
hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor. Por lo tanto, como la Puerta Santa
permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así
también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a
ninguno. Ni siquiera aquella o aquel que me molestan. Ninguno.
Un signo importante del Jubileo es también la Confesión. Acercarse al Sacramento
con el cual somos reconciliados con Dios equivale a tener experiencia directa de su
misericordia. Es encontrar el Padre que perdona. Dios perdona todo. Dios nos
comprende también en nuestras limitaciones nos comprende también en nuestras
contradicciones. No solo, Él con su amor nos dice que cuando reconocemos nuestros
pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más,
que cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el cielo,
Jesús hace fiesta en el cielo y esta es su misericordia. No se desanimen. Adelante,
adelante con esto.
Cuántas veces me han dicho: “Padre, no consigo perdonar”, el vecino, el colega de
trabajo, la vecina, la suegra, la cuñada, todos hemos escuchado eso: no consigo
perdonar. Pero ¿cómo se puede pedir a Dios que nos perdone, si después nosotros no
somos capaces del perdón? Perdonar es una cosa grande, no es fácil perdonar,
porque nuestro corazón es pobre y con sus fuerzas no lo puede hacer. Pero si nos
abrimos a acoger la misericordia de Dios para nosotros, a su vez somos capaces de
perdón. Y tantas veces he escuchado decir: pero a esa persona yo no podía verla, la
odiaba, un día me he acercado al Señor, he pedido perdón de mis pecados, y también
he perdonado aquella persona. Estas cosas de todos los días, y tenemos cerca de
nosotros esta posibilidad.
Por lo tanto, ¡ánimo! Vivamos el Jubileo iniciando con estos signos que llevan consigo
una gran fuerza de amor. El Señor nos acompañará para conducirnos a tener
experiencia de otros signos importantes para nuestra vida. ¡Ánimo y hacia adelante!
Audiencia, 16 de diciembre de 2015
(Traducción del italiano, Mercedes De La Torre
– Radio Vaticano).
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