Vivir y morir. Druva

Anuncio
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
Saber vivir y saber morir. Éste es un tema muy interesante.
Hablar sobre la vida y la muerte es hablar sobre nuestra vida y sobre nuestra muerte, así como evadir hablar
sobre la muerte es también evadir hablar sobre nuestra vida. Y esto de la muerte, además de ser muy interesante,
es el gran misterio, quizás lo más misterioso.
La ciencia no contempla nada que no sea experimentable u objetivable, que no sea comprobable por los sentidos
físicos; por lo tanto la ciencia no contempla con seriedad el tema de que exista una realidad espiritual. En primer
lugar porque no es de su competencia, es decir, hablar del espíritu no es cosa de la ciencia (aunque ¡todo se
andará!, porque muchas de las cosas que han sido consideradas como ocultas, como esotéricas, luego, con el
tiempo resulta que han sido comprobadas, poco a poco). Los científicos, en general, dejan esto del espíritu y del
misterio de la muerte (no les queda más remedio, claro) a la creencia o a la fe de cada individuo y en nuestra
civilización, en la civilización occidental, de alguna manera se evita hablar de la muerte.
Hace poco tiempo, estando yo en un tanatorio, se me acercó un
allegado de la difunta, y me decía que no se atrevía a ver el cadáver de
su familiar, porque temía que le dejara una huella imborrable. En
realidad, la razón principal suele ser que, cuando muere alguien, eso
nos recuerda que nosotros también vamos a morir. Y es que a veces
parece que se nos olvida que somos mortales. Sobre todo cuando
somos jóvenes. Los jóvenes se creen inmortales, y por eso hacen las
cosas que hacen. No ven el riesgo ni el peligro de las cosas, porque
ellos suponen que no va a pasarles nada.
Ya no se muere como antes. Antes se moría en casa: en tu cama,
rodeado de tus seres queridos, con una mano asiendo la tuya. A veces
repitiendo oraciones, si los familiares eran creyentes, o con un
respetuoso silencio si no lo eran.
Hoy en día se suele morir (no siempre, pero de forma
bastante habitual) en los hospitales, con agujas, con
sondas, (eso sí, en un ambiente aséptico, sin microbios)
y oyendo el ruido leve de la gota de suero que cae: tac,
tac...
He asistido a alguna muerte así, en los hospitales y, no
sé por qué, el pausado caer del gotero me recordaba el
repetido eco de las oraciones. Eso sí, de una forma
aséptica y fría.
Evitamos hablar de este tema, hay gente que tiene pánico a hablar de la muerte. Sin embargo, hay que hablar de
ello, a mí me parece que es importante. De alguna manera la muerte es la culminación de la vida y por eso es un
acontecimiento que tiene una importancia trascendental para todos; para todos nosotros. Tememos a la muerte
porque parece que nos despoja de todo, ¿verdad? “Nos libera de todo”, decía el Buda. “Todo lo que tienes, no
eres, y vas a dejarlo aquí”. A veces nos consideramos valiosos en la medida en que tenemos. Yo suelo
preguntarme: Si tú consideras que eres lo que tienes, ¿qué serías si lo perdieras todo? Si consideras que tienes
cuerpo, tienes salud, tienes dinero, tienes hijos... creyendo que eres lo que tienes, y lo perdieras todo, no serías
nada. La muerte tiene esta característica: te despoja de todo y deja sólo lo que es esencial en cada uno de
nosotros. Otra cosa es admitir eso que es esencial, porque cada uno lo ve de una manera.
1/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
Al final se trata de elegir: Cuando tú mueres ¿desapareces para siempre? Porque esa es la idea que algunos
tienen o tenemos. Cuando uno muere parece que desaparece para siempre, deja de existir totalmente, se
esfuma...
Sin embargo para otros cuando uno muere hay algo que permanece. Es decir, que cuando muere el cuerpo (que
efectivamente muere, de eso no hay ninguna duda) queda algo que permanece y trasciende el cuerpo. Tú ¿qué
eliges ser? ¿El cuerpo que se queda y muere o eso otro que trasciende el cuerpo? Porque si eliges ser lo que se
muere, tú te mueres. Si eliges ser eso que queda una vez que el cuerpo muere y se desintegra, tú sigues viviendo.
(De todas maneras, sigues viviendo, pero si crees lo otro, te mueres, en el sentido de que entras en un estado de
inconsciencia, que es lo que suele pasar) Entonces, ¿qué elegís, vivir o morir? Porque hay que elegir. Y cada uno
es libre de elegir lo que quiera. Los que tienen el pensamiento materialista a veces eligen morir. Dicen:”Yo no
creo en nada, no tengo fe en nada”. Lo cual es muy legítimo y está bien.
En realidad todos nosotros somos un conglomerado de mundos paralelos. Tenemos el cuerpo físico, ¿verdad?
Paralelamente al cuerpo físico tenemos un aspecto energético, un aspecto emocional, un aspecto mental y un
aspecto también, digamos que espiritual. Todo eso está aquí, en cada uno de nosotros. Son como mundos
paralelos. ¿Dónde estás en cada momento? Porque nuestra conciencia oscila entre un mundo y otro. Cada vez
que eres consciente del cuerpo, tu conciencia está en el cuerpo, pero cuando tu conciencia pasa a sentir las
emociones, de pronto estás en un mundo paralelo; ya no estás en tu cuerpo, sino en el mundo emocional.
Cuando estás pensando, tu conciencia pasa a otro mundo paralelo: a la mente. Cuando estás meditando, tu
conciencia pasa a otro mundo diferente. Y todos esos mundos están en cada uno de nosotros y la conciencia
oscila entre un mundo y otro, entre un mundo y otro. Siempre está oscilando.
Pero no solamente está en cada uno de nosotros sino que todos los mundos paralelos de todos los que estamos
aquí, de todas las cosas y de todos los seres, a
su vez, están conectados. Es decir, que
cuando tu conciencia está funcionando en la
mente, de pronto te conectas con la mente
de la humanidad, porque todo está
conectado. (Por eso a veces es un error
pensar que si haces daño a alguien no estás
haciéndotelo a ti. Te parece que eso no te
afecta y, ¡qué va! Todo está conectado y eso
te volverá. También al revés: si haces bien las
cosas o ayudas a los demás, eso vuelve
también, por esos hilos invisibles que nos
unen a todos). Vivimos, pues, en una especie
de mundo viviente. Todos los “mundos” de
cada uno de nosotros están conectados entre sí.
Esto de la muerte es algo que debería ser muy conocido para nosotros, porque hemos muerto muchas, muchas
veces. Hemos vivido miles de vidas, cantidad de experiencias y cantidad de situaciones que no conviene recordar.
Algunos se empeñan en recordar experiencias de vidas pasadas, cosa imposible y que no sirve absolutamente de
nada. Recordar el pasado no nos trae nada bueno, aunque nosotros seamos el resultado o la culminación de
todas las experiencias que hemos vivido hasta este momento. No hay que recordar las cosas; hay que vivir desde
aquí, desde el momento presente, desde ahora. Eso es lo importante. No conviene recordar vidas pasadas; ni
siquiera situaciones pasadas de esta vida, porque eso va a generarnos confusión. Hay que vivir desde ahora. Uno
soluciona el pasado ahora, en presente. Si cometiste algún error –que todos hemos cometido, sin duda- eso lo
arreglas ahora, en tu presente. Si dijiste algo que no debías, lo resuelves ahora, en el presente. No hay que volver
2/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
atrás. Hay una frase en uno de los libros que manejamos en Yoga, en la que el Maestro dice: “Oh, discípulo, no
mires hacia atrás o estás perdido”.
La muerte en realidad no nos cambia nada. Cuando mueres
eres exactamente lo mismo que un día antes de morir. Yo
suelo comparar la muerte con el pasar por una puerta.
Cuando nacemos a esta vida, “abrimos la puerta” y llegamos a
este mundo donde nuestra madre dice: “Ha nacido”. Pues
cuando morimos atravesamos la puerta “hacia la otra
habitación”. Quienes estén aquí dirán: “Ha muerto” pero los
que están en la otra habitación dirán:”Ha nacido” Es como
atravesar puertas.
A veces pensamos que la muerte va a hacernos santos, o
ángeles... o demonios. Nada cambia en absoluto. Tú mueres y pasas a “la otra habitación” exactamente como
estás aquí: con tus mismas neuras, si es que las tienes, con tus mismas limitaciones, con tus mismas
identificaciones, con tus mismos sufrimientos... o con tus mismas satisfacciones y felicidades. Exactamente igual.
Sobre lo que pasa después tenemos referencias pero ¿recordáis algo? Seguramente no. ¿Se puede saber en vida
lo que es eso? Sí. Se puede saber en vida lo que es eso porque hemos muerto muchas veces en vida.
En realidad estamos constantemente muriendo. Siempre hay algo que muere para que nazca otra cosa. Así el
niño tiene que “morir” para que nazca el adolescente. Es decir, que la muerte siempre supone la pérdida de algo
pero, a la vez, el nacimiento de otra cosa. Luego debe morir también el adolescente (aunque hay personas
mayores que siguen siendo adolescentes, es decir, dominadas por sus deseos, por sus emociones, por la
efervescencia emocional –y hormonal-) para que nazca el adulto responsable. Es decir, que en nuestra vida
estamos muriendo constantemente.
Pero hay una experiencia en Yoga que se llama la meditación, que es en realidad una experiencia de muerte. No
muerte física, sino algo similar. Cuando entras en ese estado de meditación todo lo demás ha muerto
simbólicamente. No eres consciente de tu cuerpo, no eres consciente de tus emociones, ni de tu mente, y
empiezas a hacerte consciente de ese otro plano, de ese otro nivel de conciencia diferente, que es el nivel de
conciencia en el que tú ERES. Donde tú eres conciencia. Eso es como una muerte. De hecho, se dice que las
técnicas de Yoga y la meditación no son más que una preparación en vida para que puedas morir así, consciente.
Pero no es lo habitual.
Aparte de esta experiencia que uno puede tener en vida, hay
numerosos relatos que están recogidos en diferentes libros, que
algunos de vosotros seguramente conoceréis, y que hablan de
esas experiencias cercanas a la muerte. Es decir, de esas
personas que, por lo que sea, no han muerto pero se han
acercado e incluso han atravesado esa “puerta” hacia el otro
mundo y que han regresado. Algunos dicen que regresan porque
hay algo que les dice que todavía no “les toca” morir. Y a veces
algunos regresan voluntariamente.
Parece que en la vida está todo determinado. Es decir, que
hemos venido a tener determinadas experiencias y a aprender determinadas lecciones y, una vez que las
aprendemos, nos guste o no nos guste, queramos o no queramos, aquí ya no hacemos nada. Sin embargo parece
que hay todavía un espacio para la iniciativa individual porque según estas experiencias relatadas en los libros,
hay quien decide no pasar y tiene la posibilidad de volver.
3/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
Hay un libro que fue muy conocido por los años 70, “Vida después de la vida” de Raymond Moody, que cuenta
cantidad de casos sucedidos a personas de edades diferentes, de lugares diferentes, de niveles culturales
diferentes... quienes, curiosamente, coinciden en su relato; todos dicen que, cuando se produce ese
acontecimiento, se ven como metidos en un túnel, (están pasando de un mundo paralelo a otro; como cuando tu
conciencia va del nivel físico a la mente, también pasa una especie de túnel, aunque no lo percibas con claridad) y
que al fondo de ese túnel ven una luz. Luego describen una sensación de paz profunda, de serenidad y de
felicidad que aumenta en la medida en que se acercan a esa luz.
Hay algunos libros de civilizaciones antiguas que explican lo que es la muerte e
incluso de los fenómenos que ocurren cuando eso se produce. Uno de ellos es “El
libro tibetano de los muertos” de concepción budista, pero también los egipcios
tenían “El libro de los muertos”. Aunque emplean terminología diferente, todos
hablan de lo mismo. Pues bien, en el “Libro tibetano de los muertos” llaman a esa
luz “El resplandor de la luz incolora del vacío” Y dicen que eso es la conciencia, lo
que nosotros somos. Todos relatan eso pero, sin embargo, a pesar de sentir esa
serenidad, esa paz o felicidad, no todo el mundo se atreve a “meterse” en la luz.
Y ¿por qué no nos atrevemos? Pues porque tenemos miedo. Todos los miedos
que sentimos en vida siguen en nosotros después, cuando se produce la muerte.
Por eso decía que, después de atravesar la puerta, nos encontramos exactamente con lo mismo. Y es que
estamos tan identificados con el cuerpo físico, estamos tan identificados con lo que sentimos emocionalmente y
con nuestros deseos, estamos tan identificados con los esquemas mentales, que en la medida en que te acercas a
esa luz y las formas desaparecen, (el cuerpo hace ya un tiempo que desapareció) surge el temor; y eso es lo que
hace que la gente no se aventure a abandonarse, a acercarse y a
introducirse en ese túnel hasta llegar a esa luz.
Entonces lo que ocurre depende del nivel evolutivo de la
persona o, dicho de otro modo, depende del trabajo que haya
hecho en esta vida. Cuando ocurre eso y por temor, decides
darte la vuelta (aunque te hayas muerto de verdad, no me
refiero a cuando el cuerpo todavía vive y tienes posibilidad de
volver, en esos estados que hemos descrito antes, en las
experiencias cercanas a la muerte) entras en un estado de
inconsciencia. Es decir, que quien se muere y no se atreve, lo
normal es que entre en un estado de inconsciencia que durará
todo el período que llamamos muerte y que le obligará a nacer
otra vez y a morir otra vez.
Yo comparo esto con el sueño. De hecho, hay muchas similitudes entre los estados de sueño y el estado de la
muerte. El famoso escritor griego Homero, el de La Ilíada y La Odisea, ya decía: “Hermano de la muerte es el
sueño”. Y es que es algo muy similar. Cuando te duermes estás pasando por diferentes estados de conciencia.
Depende de la profundidad del sueño. Es decir, estás atravesando diferentes mundos paralelos que hay en ti. A
veces te quedas en un sueño superficial, cuando se producen eso que llamamos los sueños que recordamos; pero
en los niveles profundos estás accediendo a veces hasta los planos más internos de ti, hasta el propio espíritu. Lo
que pasa es que somos inconscientes. Salimos del sueño y sólo recordamos, si en que nos despertamos justo en
4/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
esa fase, el sueño que hemos tenido en ese momento; y pensamos que no hemos estado en ninguna parte el
resto de la noche.
Ese estado de inconsciencia que se da en el tiempo que
pasamos dormidos, es el mismo que se produce en la muerte.
Por eso no recordamos nada cuando nacemos de nuevo. No
sabemos dónde hemos estado ni siquiera nos lo preguntamos.
Igual-igual que en el sueño. Es un estado de inconsciencia que
se mantiene durante años y años y años... hasta que tengas la
probabilidad, escasa (al menos en occidente hoy en día, con
tantos anticonceptivos y con lo cómodos que somos...) de que
te construyan otro cuerpo en el cual puedas enfocarte y vuelvas
a encarnar.
A no ser que seas consciente. A no ser que hayas hecho un
trabajo en esta vida. Porque fijaos que en la muerte se nos da
una única y maravillosa oportunidad de realización espiritual.
Podemos llegar a la meta en el momento de la muerte. ¡A la meta! Al objetivo de toda vida, que es realizar lo que
de verdad somos. Podemos llegar al objetivo en ese momento, si nos atrevemos, si no tenemos miedo; si nos
aventuramos y nos dejamos llevar por ese túnel hasta el “el resplandor de la luz incolora del vacío”. Vacío, ¿por
qué? ¿Por qué hay vacío, o da esa impresión? Porque no hay formas. En la conciencia no hay formas. Por eso es
tan difícil a veces identificar lo que es la conciencia. Por eso cuando meditamos nos cuesta identificar la
conciencia porque estamos habituados mentalmente a trabajar con formas, a vivir el mundo de las formas, y
cuando entramos ahí, y no vemos nada, no sentimos nada, no olemos nada, no oímos nada... nos da miedo.
Fijaos que a veces no nos realizamos por miedo, porque no nos dejamos llevar, porque hay algo que, de repente,
te para y vuelve a traer tu conciencia al mundo de la personalidad, al mundo físico, a los deseos, a las emociones y
a los pensamientos. Es decir, que dependes del nivel que hayas alcanzado en esta vida. Por eso, tú mueres como
has vivido, exactamente igual. Dependiendo del nivel que hayas alcanzado en esta vida, eso mismo te vas a
encontrar después. Es lo mismo. Y no hay nadie que te juzgue. Hay religiones que hablan de esto, de que nos está
esperando un dios barbudo con un gran libro de nuestra vida, y que te hace pasar por allí: -A ver tú, tu vida...
¡Que va! Eso no existe. Pero sí que hay un juicio y es el que te haces a ti mismo. Eso sí. Y ese juicio está basado en
el sentimiento de culpa que tienes por lo que hiciste o dejaste de hacer, por lo que dijiste o dejaste de decir... eso
está esperándote. Si lo tienes, si no lo has superado en vida.
No hay que tener culpa de nada, no hay que sentirse culpable de nada. La
culpa es un mecanismo engañoso. Ya sabéis lo que solemos hacer: cometes
un error, algo inadecuado, y luego te sientes culpable por lo que hiciste; y
parece que eso te liberara o te exonerara de la responsabilidad. Pero lo que
hace es todo lo contrario. Puedes pensar: “Bueno, no importa, me siento
culpable y se resuelve. A veces el mecanismo de la culpa nos empuja a volver
a hacer lo mismo. Como cuando nos confesábamos (no sé si os confesáis
todavía). Confiesas tus pecados te sientes culpable, -¡mea culpa!-, cumples la
penitencia y ya está. Pero ¿te quitaba eso volver a pecar, a mentir, a robar, a
sisar, a desear la mujer de tu prójimo, o el hombre...? ¡Qué va! Volvías a
hacer lo mismo, volvías a confesarte, a sentirte culpable, a cumplir la penitencia, y... vuelta a hacer lo mismo. Es
decir, que la culpa no enseña. Sentirse culpable no sirve absolutamente de nada. Lo que hay que hacer es corregir
tus errores ahora, sin culpabilidad. Porque, como te sientas culpable, una vez que atravieses la puerta de la
muerte te encontrarás con ese auto juicio que tú te haces. Porque no hay nadie esperándonos. El único juicio es
el que tú haces de ti mismo.
5/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
Entonces, si morimos como hemos vivido, ¿de qué depende morir bien? Pues de una cosa bien sencilla -y no me
digáis que es difícil-: de no identificarte con lo que no eres.
Si tú te identificas con el cuerpo, si crees que eres el cuerpo, sufrirás y te
morirás. Si tú te identificas con lo que sientes y con las emociones,
morirás identificado con eso y sufrirás. Si tú te identificas con la mente,
sufrirás porque crees que eres lo que piensas. ¿Qué es identificarse con
algo? “Yo me identifico con lo que pienso” Eso no es ni más ni menos que
creer que tú eres tu mente, lo que piensas. ¿Lo veis? Es lo que ocurre
habitualmente. Hay gente que se identifica con su cuerpo y cree que es su
cuerpo y nada más que su cuerpo. En esa medida sufrirá. Si tú te
identificas con las emociones, (hay gente que lo dice así: “Yo soy lo que
siento, lo que deseo”) sufrirás. Si tú te identificas con lo que piensas,
sufrirás.
Ése es el trabajo: no identificarte con lo que no eres. Es fácil, ¿a que sí? Es
muy sencillo. Porque basta que digas: “Es difícil” para que se convierta en
difícil. Esto es muy sencillo. Yo no me identifico con mi personalidad, yo
soy otra cosa. Soy justamente ESO que observa todo lo demás. El observador. Eso que observa tu cuerpo. Tú eres
el observador. Tú no eres lo que sientes, tú eres eso que observa tus emociones y tus deseos. Tú no eres lo que
piensas, tú eres eso que observa la mente.
¿Puedes tú observar tu mente?, ¿puedes observar tus pensamientos? Pues si puedes observar tu mente es que
no eres tu mente, ¿no? Porque la mente no puede verse a sí misma. Si eres capaz de observarla es porque te
sitúas en otro lugar diferente -auque no ocupas ningún lugar, porque la conciencia no ocupa ningún lugar, lo
decimos así para explicarlo- Entonces, ¿qué es lo que suele suceder? Que si tú crees que eres la mente, ella te
maneja; la mente adquiere importancia y protagonismo y te lleva por aquí y por allá. Te hace sentir de una
manera o de otra. Hace que divagues por los mundos mentales, de un pensamiento a otro, normalmente sin
ninguna conexión entre ellos. Eso es lo que generalmente ocurre a la humanidad: que nos identificamos con la
mente y ésta maneja nuestra vida a su antojo.
Eso es lo que tenemos que aprender en la vida: a no identificarnos con lo que no somos. No te identifiques con lo
que no eres, porque si lo haces, te mueres. Cuando llega la muerte, aunque no mueras, es como si lo hubieras
hecho, ya que entras en ese estado de inconsciencia y ahí te quedas.
Entonces, ¿de qué se trata? Se trata de prestar atención. Es decir, tú ¿qué quieres en tu vida? Queréis ser felices,
¿no? Queréis estar en paz, queréis que vuestra vida sea próspera en todos los sentidos, queréis realizaros
espiritualmente, ¿a que sí? Queréis entrar en estados meditativos que os den la auténtica paz que sólo se
produce en esos estados. Y digo la auténtica paz porque no es una paz que dependa de nada exterior, ni de que
las cosas de nuestra vida vayan bien, sino que es una paz que surge de ti mismo. ¿Queréis todo eso? Bueno, pues
entonces tenéis que enfocaros en eso.
Ahora se llama “cambiar de vibración” ¿Cómo cambias de vibración? Pues cambias tu vibración enfocando tu
atención en lo que quieres conseguir. No la enfoques en lo que no quieres conseguir. ¿Lo veis? Si queréis ser
felices tenéis que enfocar vuestra atención en la felicidad. ¿Cómo se hace eso? Si hay alguna pega, está en ti,
porque enfocar la atención en lo que quieres requiere la ayuda de la voluntad. Por eso la voluntad siempre se
relaciona con el esfuerzo, ¿verdad? Se dice: “Hay que tener fuerza de voluntad”, porque es la voluntad la que
permite que la atención se enfoque en lo que tú quieres; en este caso, en cambiar la vibración.
6/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
El mundo es polar y cada cosa tiene los dos polos: por un lado está la felicidad y por otro el sufrimiento, por un
lado está el valor y en otro la cobardía... Tienes que enfocarte en lo que tú quieres y para eso tienes que ejercer
tu fuerza de voluntad. En la medida en que te enfocas en lo que tú quieres, eso ya está poniéndose en marcha; lo
creáis o no lo creáis; si os enfocáis en la felicidad, la felicidad está poniéndose en marcha...
Lo que pasa es que no lo hace inmediatamente. Y ¿sabéis por qué? Porque las cosas transcurren en tiempos
diferentes en los mundos sutiles, en el mundo de la mente, que en el mundo físico. No ocurren a la vez. Es decir:
tú puedes imaginar que te compras una casa, la diseñas y la ves con todo detalle y eso aparece inmediatamente
en tu mente, ¿verdad? Pero el mundo físico tiene otro ritmo. Sin embargo, basta que tú te enfoques en lo que
quieres, en todo lo mejor que puede darte la vida, para que eso se ponga en marcha y esté caminando hasta que
se manifieste en tu vida.
La solución es cambiar de vibración, porque si no cambias, tu vida va a seguir siendo exactamente como es. Si tu
vida es oscura, seguirá siéndolo a no ser que abras la ventana o enciendas la luz. Claro, porque si te enfocas en la
oscuridad, ésta va a seguir. Pero ¿por qué no te enfocas en la luz? Al enfocarte en la luz, la oscuridad desaparece.
Tuvieron una vez un pleito la luz y la oscuridad. Entonces la luz acudió al juicio, pero la oscuridad no se presentó...
No podía. Ganó la luz.
Es decir, en el mundo de las polaridades todo depende de en qué vibración te enfoques. ¿Dónde te enfocas? Eso
vas a tener en tu vida. ¿Os enfocáis en que estamos en crisis? ¿Os enfocáis en que el mundo va mal? ¿En la
enfermedad? ¿En la muerte? Eso tendréis, exactamente eso. Y es que eso funciona automáticamente: te enfocas
en algo y eso ya está caminando hacia ti. Tardará más o menos en manifestarse, pero no os quepa ninguna duda
que se manifestará. Los frutos siempre aparecen, lo que pasa que no siempre lo hacen en el momento en que tú
quieres. Ahora mismo podemos decir: “¡Quiero dinero!” y el dinero no aparece aquí inmediatamente. (Bueno,
¡vete a saber!...) Pero si os enfocáis en eso, aparecerá (A la salida...) Aparece como oportunidades, como
trabajo... ¡qué sé yo! Pero aparece.
Por lo tanto, no os enfoquéis en la enfermedad, no os enfoquéis en el
sufrimiento, en la pobreza o en la muerte; enfocaos en el otro polo
vibratorio, porque si enfocáis toda vuestra atención ahí y la
mantenéis con la fuerza de la voluntad, eso se producirá. Y cuando se
produzca eso que se llama la muerte, entrarás ahí plenamente
consciente y verás ese túnel famoso, verás la luz incolora del vacío y
no tendrás ningún miedo y caminarás hacia él (no con los pies, sino
con la conciencia). Y de pronto, te realizarás espiritualmente.
Se dice que, cuando se produce el momento de la muerte, los yoguis
-y todos los seres de determinado nivel- entran en un estado de
meditación del cual ya no salen. Solamente en ese caso no vuelven a
nacer y no vuelven a morir. Se dice que salen del ciclo constante de
nacimientos y muertes.
Lo que pasa es que algunos ni queréis salir de eso. Es curioso pero la
gente, a veces, aunque lo pase mal, no quiere morir. Aunque esté
sufriendo. Y si nos dieran a elegir volver a nacer, (yo, desde luego que no) muchos elegirían volver a nacer, a pesar
de lo mal que lo pasen. Parece que nos aferramos a las experiencias físicas con una ansiedad terrible; aunque
sean tortuosas, y torturantes, nos aferramos a la vida como a un clavo ardiendo. Eso es lo que produce el
sufrimiento en ese estado transitorio entre la vida y la muerte; es lo que se llama la agonía. La muerte agónica es
aquella en la que hay una lucha. Por un lado está el alma o el espíritu que decide irse y por otro está la
personalidad, con todos sus miedos, que se aferra al mundo físico. Es una lucha agónica que genera sufrimiento.
7/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
No sé si habéis sido testigos de alguna muerte así. Yo, desde luego, sí, y no lo quiero para mí. Porque mueren
rabiando, literalmente. Es, además una lucha inútil, porque al final si el cuerpo físico tiene que morir, muere. He
visto, en cambio, muertes de la otra manera. Cuando tú eres consciente, sabes lo que ocurre y te entregas. Es
decir, que tenemos que “enterarnos” de que estamos muriendo. Hay mucha gente que no quiere enterarse. A
menudo he oído decir: “Yo, si me muero, que no me entere”. Pues si te mueres sin enterarte, cuando pases,
seguirás sin enterarte. No sabes lo que ha pasado. No sabes que estás muerto (¡que no te mueres!, me refiero a la
muerte del cuerpo físico) Entras en un sueño inconsciente y no sabes qué es lo que ha ocurrido, eres
inconsciente.
¿Queréis eso? ¿No preferís ver el túnel y la luz al fondo? Por lo tanto, hay que morir conscientemente, sabiendo
lo que está ocurriendo: “Mi cuerpo se está muriendo”. Entonces todo se facilita. Y una vez muerto estás en un
mundo paralelo.
Otra cuestión importante es que parece que no nos
gusta recordar a los muertos. Pero los muertos siguen
ahí. No os habéis preguntado nunca ¿Dónde voy cuando
me muero? Pues te quedas donde estás, exactamente
donde estás. En otro plano de conciencia pero donde
estás. Es lo que decíamos antes, si tu conciencia va del
cuerpo físico a la mente, ¿dónde estás? Aquí, donde
estabas. No te vas a un lugar lejano, muy alto –si se trata
del cielo- o muy bajo –si se trata del infierno. Los
muertos, (muertos en este sentido físico), se quedan
donde están. Y hay que recordarlos, porque así como
recordamos o echamos de menos a nuestros seres
allegados fallecidos, de igual manera ellos nos recuerdan
y nos echan de menos. Hay que recordar a los muertos y
hay, incluso, que saludarlos todos los días, porque están ahí. Pero sin que eso genere apego o sufrimiento. Hay
que saludarlos, saber que están ahí y desearles lo mejor. En Yoga decimos “Que suban a más altos planos de
gloria” Es decir, que profundicen todo lo que puedan en esos estados de conciencia. Porque a veces reducimos la
vida a los vivos, como que expulsamos de ella a los muertos. Pero están aquí, igual-igual. Y nuestro recuerdo hará
que, si están conscientes, se sientan mejor. Ellos también, seguramente, nos recuerdan y piensan en nosotros.
Por lo tanto, volviendo al principio, tenemos lo mismo al otro lado que a éste. No hay ninguna diferencia. Por eso,
si no aprendes a vivir, luego, en la muerte, vas a encontrarte con más de lo mismo.
Quizá queráis hacer alguna pregunta sobre esto.
-Cuando dices que los muertos siguen estando aquí
en otro plano, ¿te refieres a los que se han
reencarnado? -Me refiero a los que ya no tienen
cuerpo físico. La única diferencia entre la muerte y lo
que llamamos, vida es que allí no tenemos cuerpo,
pero seguimos siendo. Y nos llevaremos grandes
sorpresas. ¿Sabéis cuál es una de esas sorpresas?
Precisamente la de no tener cuerpo. Cuando tú
mueras -¡que tengas una vida larga y dichosa! Pero
te vas a morir; eso no hay que negarlo y hay que
quitarle dramatismo- tendrás la sorpresa de que
seguirás siendo consciente, pero sin la posibilidad de comunicarte con el mundo físico. Por ejemplo: imagina que
mueres en tu cama rodeada de tus numerosos seres queridos. Seguirás siendo consciente y querrás hablar, pero
8/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
te darás cuenta de que no te ven. Querrás tocarles, y te darás cuenta de que tu mano invisible atraviesa su
cuerpo. Y eso va a darnos una verdadera sorpresa. Entonces será cuando quizás, digamos: ¡Anda, si me he
muerto! Esa es la característica de la muerte, que ya no tienes cuerpo y, por tanto, ya no tienes posibilidad de
comunicación física con el entorno físico, con el mundo físico en general. Esa es la única diferencia. Pero tú sigues
siendo consciente, es decir, sigues siendo una unidad de conciencia separada de todo lo demás. A no ser que te
mueras sin enterarte en cuyo caso, como hemos dicho, igual que cuando entras en el sueño cada noche, no te das
cuenta de que te has muerto. La única diferencia entre la muerte y el sueño es que en éste hay un hilo de
comunicación. Hay en realidad dos hilos, digámoslo así, que se conectan con el cuerpo físico: uno es el hilo de la
conciencia y el otro, el de la vida. En ocultismo se dice que el hilo de la conciencia se conecta con el cerebro.
Gracias a que nuestra conciencia se enfoca en el cerebro, somos conscientes de nosotros y del mundo que nos
rodea. El hilo de la vida se conecta con el corazón y es lo que da vida al cuerpo. Una cosa es, pues, lo que te hace
ser consciente y otra lo que permite vitalizar, en este caso el cuerpo físico.
Bien. Pues durante el sueño, el hilo de la vida se mantiene, el cuerpo sigue vivo, pero el de la conciencia se va a
otros mundos, como hemos dicho antes. Cuando por la mañana suena el despertador vuelve al cerebro el hilo de
la conciencia, despiertas y te haces consciente: de tu cuerpo, de la hora, etc.
La diferencia que existe entre el sueño y la muerte es que, si
bien en las dos se va el hilo de la conciencia, en el sueño el hilo
de la vida permanece conectado con el cuerpo mientras que
en la muerte éste también se corta. Eso elimina la posibilidad
de que la vida vuelva a centrarse en el cuerpo físico. Algunos
llaman a ese hilo “el cordón plateado”, y puede verse en
determinadas condiciones de luminosidad, y “dejando perdida
la mirada”, sin enfocarla directamente en un punto. Cuando
alguien está en esos momentos en que todavía no se ha ido
pero ya casi, puede verse que eso que parece un cordón, de
pronto se corta. (Estoy hablando en serio, ¿eh?) Después de
eso ya no hay posibilidad de que la vida vuelva al cuerpo. A
veces ese cordón se mantiene mientras la conciencia se aleja.
Esto pasa en los estados de coma. En muchos de ellos el hilo se
mantiene y, mientras tanto, la persona puede, con su
conciencia, vislumbrar eso que decíamos del túnel y luego
volver. Mientras se mantenga el cordón es posible volver. ¿No
lo habéis visto en películas? Vuelve y se despierta del coma. O
sea que existen esos dos hilos.
Fijaos que el de la conciencia va y viene constantemente. Si ahora estáis pensando en lo que vais a cenar, por
ejemplo, vuestra conciencia está unida al cerebro, pero en otra parte. (Bueno, mientras se mantenga el otro hilo,
¿verdad?) La conciencia, como decimos, se va constantemente. Estoy seguro de que muchos no estáis aquí, -lo
cual es una falta de respeto, porque habéis venido a escuchar. Es lo mismo que si yo estuviera hablando y
pensando lo que voy a hacer luego; sería una falta de respeto para todos vosotros-. Si estáis aquí debéis estar
atentos, escuchando, con la mente abierta, ¿no? La mente se abre cuando no estás pensando en tus cosas. Y
cuando la mente se abre llega a todo. Pero si estás... “¡tortilla de patatas”! la mente se cierra. La mente es como
el diafragma de la cámara de fotos que, cuando se enfoca en un objeto, se cierra dejando una aberturita para
captar sólo ese objeto concreto en el que está enfocándose. Lo que ocurre es que si te enfocas sólo en una cosa,
te pierdes todo lo demás.
Es como cuando vas por el campo y te fijas en un árbol, dejas de ver el paisaje completo. Pero si dejas perder tu
mirada, ves todo el conjunto. Se dice que ésa es la visión del águila que, cuando va buscando comida, no mira a
9/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
un sitio concreto porque, si lo hace, puede que no vea el lugar donde está la posible presa. Cuando deja que su
mirada se pierda, ve el conjunto. Si en alguno de esos rincones del campo que enfoca su mente se mueve el
conejo, lo ve.
Pues así hay que tener la mente, abierta. De ese modo estás en disponibilidad de recibir todo el conocimiento,
toda la información, todo lo que tú necesitas. Y es que a veces no recibimos lo que necesitamos porque nos
enfocamos donde no debemos. Mientras lo hacemos pasa nuestra oportunidad, que no estaba en nuestro foco
de atención sino un poco más allá; a veces, justo al lado. (Te enamoras de alguien y... ¡no era esa! Sino la que
estaba a su lado). Tenemos la mente obcecada, puede que obsesionada con algo, y eso es peligroso, porque
constituye la causa de que no nos vayan bien las cosas.
Abre tu mente y verás el conjunto (y verás moverse al chico o a la chica... Después, sí, enfócate, porque es ése, o
ésa)
- Has empezado diciendo que la muerte es un misterio,
y es verdad que es un misterio la vida, pero hay
personas como tú, que estás desvelando ese misterio,
que saben, o parece que saben, lo que hay después
de la vida. Dan esa impresión, por lo menos.
- Pues tienes una buena impresión. Decía el discípulo al
Maestro: “¡Oh, Maestro! ¿qué hay más allá de la
muerte?” que es como preguntar: “¿Qué hay más allá
de la mente?”
Entonces el Maestro le responde: “Muérete y lo
verás”
Es decir, esto que parece una tontería no lo es,
porque significa que, después de la muerte sigues “viendo”, sigues siendo consciente.
Es la misma respuesta que la que le daría a la segunda pregunta: ¿Qué hay más allá de la mente? Atraviésala y
lo verás. Lo que hay más allá de la muerte es lo que hay más allá de la mente: estás TÚ. ¡Perdón!: ERES TÚ.
Más allá de la mente, ERES TÚ. Más allá de la muerte, sigues siendo TÚ. Es la misma respuesta.
-
-
-
Por lo tanto, ¿por qué es posible saber eso? Porque si tú has tenido alguna percepción más allá de la mente,
(aunque sea mínima) ya sabes lo que encontrarás más allá de la muerte, ya que es lo mismo. Cada vez que
seas capaz de observar tu mente sin identificarte con ella, ya estás más allá de ella, has atravesado la
frontera. Y eso es lo mismo que vas a encontrarte cuando tu cuerpo, tus emociones, tus planes, tus proyectos
y tu mente desaparezcan.
Pero eso tiene que ver con la evolución y el estadio de individuo, supongo...
Efectivamente.
En el estadio en que estamos en esta generación, o das el paso ese y empiezas a...
¡Hay que hacer Yoga! Hay que trabajarlo, hay que tener voluntad, y hay que relajarse; hay que hacer asanas,
y pranayama, y hay que controlar y dominar la mente. Ése es el único secreto. Cuando haces eso tienes la
percepción, y entonces puedes hablar sin ninguna duda y contundentemente, de lo que es la muerte.
Yo la pega que le veo a eso es que es poca la gente que hace Yoga y que, a través de ello, llega a unos
estadios superiores. Es como cuando se decía que sólo los cristianos iban al cielo. Es que, con toda la
población del mundo, son muchos los llamados y pocos los elegidos. ¿Cómo se llega a ese estadio de
consciencia? ¿Cuál es el camino? ¿Es el Yoga o cuál es?
Es Yoga, lo que pasa es que hay otros caminos que llevan al mismo objetivo aunque no se llamen Yoga. Es
decir, Yoga es reconocer lo que somos más allá de lo que parecemos. Se llame Yoga o no se llame.
¿Cómo llega uno a hollar el sendero del auto conocimiento? Pues generalmente se llega después de haber
sufrido mucho, porque el sufrimiento y la frustración es lo que hace que vaya despertando nuestra
conciencia.
10/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
Personalmente hay sólo una pregunta que hoy en día todavía me conmueve, y es cuando alguien, con
sinceridad, me dice “¿Quién soy yo y cómo llego a conocerme?” Cuando alguien hace sinceramente esta
pregunta básica, y busca una respuesta verdadera, está preparado para hacer este trabajo, aunque no lo
llame Yoga.
Cuando tú te preguntes: “¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué sentido tiene todo el sufrimiento, toda la
inconsciencia que vemos a nivel planetario?” estás preparado para hollar el sendero.
Mientras tanto, ¿qué hacemos? Pues vivir
la vida buscando las satisfacciones
siempre fuera. Pero si buscas fuera, tarde
o temprano vas a frustrarte. Y es que, si
no te frustras en vida, te vas a frustrar
cuando te mueras. Porque después de
todos los esfuerzos que hacemos, de todo
el trabajo, de hacer las cosas lo mejor que
podemos, de conseguir cosas... de pronto
te mueres y todo eso se pierde... ¿no es
eso una gran frustración?
También para eso sirve la muerte, para
darte cuenta de que todo lo que tienes,
todo
lo
que
has
conseguido
externamente, lo vas a dejar aquí, y sólo vas a llevarte lo que ERES, que es precisamente lo más valioso. Lo
que pasa es que sólo damos importancia a lo que tenemos; y no sólo eso sino que nos valoramos y valoramos
a los demás en función de lo que tienen, no de lo que son. Por eso preguntamos: ¿Cómo te apellidas? ¿De
qué familia eres? ¿Cuántos años tienes? ¿Qué has estudiado? ¿Qué coche tienes? ¿Qué salud, qué marido, o
qué mujer tienes? No preguntamos a nadie: Tú ¿quién eres? Sólo puedes hacer esa última pregunta cuando
estás enfocado en ti, en tu conciencia. Desde ahí ves conciencia por todas partes y ya las formas externas van
perdiendo importancia, porque eso no es lo valioso.
Lo que pasa es que vivimos valorando lo externo. Seguramente tendremos que vivir así mucho tiempo y sufrir
mucho y frustrarnos mucho hasta que surja de lo profundo de nuestro corazón la pregunta: “¿Qué sentido
tiene la vida? ¿Quién soy yo?” Ahí estás preparado, como dice Krishnamurti, para “hollar el sendero” del auto
conocimiento. Llámese Yoga o llámese lo que sea. El sendero del “conocimiento de ti mismo tal y como eres
en realidad” Ésa es la definición de nuestro Maestro de Yoga: Conocer la más pura esencia de nosotros
mismos. A la mínima percepción que tengas de esto ya sabes que tu identidad no tiene nada que ver con la
personalidad.
Sin embargo no hay que abandonar la personalidad. Porque oyendo esto podrías decir: Si después de la
muerte tenemos una experiencia única de realización espiritual... ya vale. ¡Qué va! Se nos han dado unos
cuerpos para que vivamos unas experiencias. Porque precisamente el cuerpo físico es la entrada a tu YO, es la
puerta de acceso al YO. El cuerpo, las emociones y la mente guardan en su interior lo que tú eres, pero para
acceder a lo más profundo de ti, tienes que ir atravesando estas tres puertas: la física, la emocional y la
mental. En todas partes hay tres puertas. En las pirámides, en las escuelas de los misterios egipcios el
aspirante tenía que atravesar tres portales, el cuerpo, la emoción y la mente, para llegar al “Sancta
sanctorum” o cámara secreta donde, simbólicamente, moraba el espíritu o el Ser. Es decir, que no podemos
abandonar el cuerpo y tenemos que vivir en él, pero también tenemos que atravesarlo.
¿Cómo atravesamos el cuerpo? Relajándolo.
¿Cómo atravesamos las emociones? Haciendo la paz.
11/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
¿Cómo atravesamos la mente? Concentrándola.
Cuando se cumplen estos tres requisitos, te encuentras con lo que eres, más allá de la mente.
-
-
Yo creo que la iglesia católica debería ir más por ahí.
Bueno... No es que el Yoga se base en la religión sino que todas las religiones, en esencia, se basan en el Yoga.
Otra cosa es que se haya perdido o se haya deformado el sentido de las religiones originales –que no siempre,
pero a veces sí, va deformándose-.
Es decir, que cuando viene el Maestro y da la enseñanza, esa enseñanza se mantiene más o menos pura dos o
tres generaciones de discípulos, pero a la cuarta empieza ya a deformarse; ya quieren construir religiones o
sistemas filosóficos... eso es inevitable, pero no importa. En realidad la esencia de la iglesia, del cristianismo,
de cualquier religión es la misma. Lo que pasa es que hablan en su lenguaje. Cuando los cristianos hablan de
la oración están hablando de la meditación. Cuando hablan del purgatorio están hablando de ese sufrimiento
que se genera cuando pasas al otro lado de la puerta de la muerte y estás constantemente juzgándote a ti
mismo, con la culpa, por la pena por lo que has
dejado, por el miedo a lo que va a venir y
desconoces... Ése es el purgatorio. Y el cielo es cuando
has atravesado todo eso y estás ya en el plano de tu
mente.
El infierno es esto. Está aquí. Ya sabéis que infierno deriva
de la palabra latina “infernum”, lo inferior, el mundo
inferior. El auténtico infierno es este mundo, el mundo
físico, donde vivimos todo tipo de experiencias, de
sufrimientos, también de alegrías...
Pero tú haz un balance de tu vida. Sopesa las alegrías y las
tristezas. Si hiciera yo este trabajo, que no quiero hacerlo,
vería que en mí pesan mucho más los sufrimientos. Pero, como no hago caso de mi pasado, me da igual. O
sea que no necesito ni perdonar, porque lo he olvidado. Mi abuela decía: “Yo perdono pero no olvido”. Yo
digo al revés: Olvida y ya está perdonado. Lo que hay que hacer es olvidar; cuando te olvidas del pasado, ya
no necesitas perdonar ni perdonarte nada. Como que no
existiera. Hay que vivir el presente, el momento presente. Sólo el
presente. Y vives el presente cuando no estás pensando en el
pasado, cuando no estás pensando en el futuro, cuando no estás
juzgando. Si juzgas, estás en tu mente; o estás en el pasado o en
el futuro.
-
-
Yo iba a preguntarte, volviendo al tema de la muerte. Yo tenía
una prima que se suicidó. Tuvo una vida tormentosa por lo que
para nosotros fue una tranquilidad pensar que, después de
morir, había descansado. Entonces con lo que has dicho me has
provocado una confusión grande.
No era esa mi intención, evidentemente. Pero en realidad no sé
qué decirte porque cada caso es diferente. Hay suicidios que son
fruto de una emoción transitoria, -pena o desconcierto- pero
también hay suicidios conscientes. Hace unos años se suicidaron
un psicoanalista discípulo de Jacques Lacan y su mujer. Recuerdo que escribieron una carta de despedida
diciendo que lo hacían conscientemente; sin ningún resentimiento, sin ninguna pena, sin ninguna frustración.
Eso es diferente.
12/13
VIVIR Y MORIR. Druva
Zelaieta
Los suicidios que se producen por un arrebato emocional, normalmente de sufrimiento, lo habitual (lo
habitual, ¿eh? porque cada caso es diferente) suele ser que entren en un estado de inconsciencia. Están ahí
hasta que vuelven a encarnar. Lo cual puede ser consolador... o no. Depende. Pero no sé responder
concretamente.
De todas maneras el purgatorio no dura eternamente. También se dice, -pero de esto no puedo dar fe- que
hay seres ya desencarnados, que tienen como ocupación hacerse cargo de los que atraviesan la puerta de la
muerte. Es decir: la divinidad no se olvida de nadie. O sea que, si ha habido sufrimiento, ha sido transitorio.
Pero no he querido confundirte. Tampoco sé detalles de las cosas, sino que tengo una visión general.
-
¿Alguna cuestión más?
¿Vais a soñar esta noche? Cuando vayáis hoy a dormir pensad que el estado en el que entraréis es muy
similar, por no decir igual, al de la muerte. Hay que perderle el miedo.
¿El tiempo existe? Porque el purgatorio no dura eternamente pero en el otro lado ¿existe el tiempo?
No. Como no existe cuando estás dormido. Cuando despiertas de un sueño no sabes cuánto tiempo has
estado dormido. Si no miras el reloj no sabes si has dormido una hora, dos u ocho. Pues para ellos es
parecido. Existe el tiempo para nosotros, en todo caso. Y se dice que el período que hay entre la muerte y un
nuevo nacimiento depende de cada persona. Algunos hablan de quinientos años, otros de mil... pero esto es
desde el punto de vista de esta vida física.
Y es curioso que, después de morir atravesar un túnel y pasar un sueño de... ¿quinientos años?, te despiertes
pasando por otro túnel, el de la madre. Siendo éste segundo mucho más doloroso, porque la muerte no es
nada dolorosa; es precisamente el fin de todo dolor.
Hay muchas supersticiones con el tema de la muerte. Algunos
preguntan: ¿Va a dolerme? ¡Qué va! Es justo lo contrario. Te libera de
todo dolor; es como salir de una prisión. Nosotros pensamos que el
cuerpo y el mundo físico es lo más grande, pero sólo son una
excrecencia pequeñita de todos los demás cuerpos que nos
constituyen. Es lo más pequeño. Si tú te metes en tu mente, en tu alma,
en tu espíritu... ¡el espíritu es infinito! Entonces, es mucho más
doloroso el nacer que el morir. Si nos ocurre igual por la mañana,
cuando despertamos. Estás ahí en un estado de inconsciencia y te
despiertas; entonces sientes la boca seca, dolor en la cadera...... (Un
amigo mío dice que si te despiertas por la mañana y no te duele el
cuerpo, es que estás muerto).
Pues es como nacer. Ya sólo pasar por un túnel estrecho que te ahueva la cabeza... estabas dentro calentito y
te hacen salir, sientes el frío, hambre, a veces hasta te dan un cachete... Es decir, que es mucho más
traumático nacer que morir. Mucho más. Bueno, pues que no os dé miedo.
13/13
Descargar