Lecciones de los clásicos para mejorar la gestión directiva Julio César, Marco Bruto y la dirección de empresas Siempre se ha dicho que la literatura clásica aporta un conocimiento de la naturaleza humana extremadamente válido y útil en la actualidad, a pesar de los cambios del entorno. Del Julio César de Shakespeare podemos extraer numerosas lecciones para dirigir mejor nuestras empresas. El mundo actual es muy diferente de cualquier otro anterior y, seguramente, posterior. Pero nosotros, los hombres, somos aproximadamente lo mismo que siempre hemos sido, porque la "materia prima" no ha cambiado. Por eso, en la naturaleza del hombre, el ansia de poder continúa siendo uno de los resortes vitales que actúa con mayor fuerza en el comportamiento de las personas, de modo que en la actualidad todavía afecta de modo especial y en sus ámbitos respectivos a empresarios y directivos. La cuestión crucial no radica en si el deseo de poder es o no recto y bueno, sino en cuál es el motivo por el que se desea ser poderoso. Juan A. Pérez López escribió una deliciosa nota titulada “El poder, ¿para qué?”, en la que planteaba, dentro de su esquema general de las motivaciones humanas, una triple razón para desear el poder, que voy a resumir así: para el propio medro, para el propio goce y para el servicio a los demás identificados como alguna causa que no se confunda con las de uno mismo, a pesar de que puedan ser perfectamente legítimas. Me he permitido releer el "Julio Cesar" de Shakespeare e interpretar tres personajes magníficos, enfrentados los tres a un grave dilema: su admiración y respeto por la persona de César frente a las maneras dictatoriales que el emperador había adoptado. Tres personas con tres actitudes diferentes: Marco Antonio, el joven “político”, hábil y traicionero; Casio, el complejo urdidor, agitado y contradictorio, y Marco Bruto, el idealista generoso, siempre pendiente del bien común. El gran dilema: ¿Qué hacer con Julio César? El poder de Julio César ha llegado a ser tal, en el año 44 antes de Cristo, que Antonio y los más de los próceres le obedecen sin rechistar... Antonio va pasando por la vida, como sacando lo mejor de Juan Carlos Vázquez-Dodero Profesor Ordinario, Contabilidad y Control, IESE [email protected] 44 ella. Casio, por su parte, se queja de que nacido tan libre como Julio César y habiéndole salvado la vida en una imprudencia de jóvenes en el Tíber, «ahora [César] se ha vuelto un dios, mientras él es una criatura desgraciada y debe inclinar su cuerpo sólo porque el César le haga un saludo distraído...». Bruto, entristecido, en conflicto consigo mismo, teme que el pueblo vaya a erigir a Julio César en rey, lo que estaría en contra del fundamento de Roma y de lo que él honradamente entiende por bien común. Buen vivir, disfrute de la vida y caso omiso de los problemas institucionales en el primero. Quejas envidiosas en el segundo. Y preocupación y abatimiento en Bruto, que «preferiría ser un aldeano antes que considerarse hijo de una Roma en condiciones tan duras como las que parece que este tiempo nos va a imponer». Tres actitudes distintas ante la misma realidad. La acción Para un romano, la libertad es lo mismo que el honor. Por ello, Bruto decide con Casio y otros prohombres conspirar contra Julio César y quitarle la vida. Planifican todo de la forma que ellos consideran más honrosa, conforme al respeto que los unos y el afecto que otros sienten por la persona del César, manifestados en afirmaciones del propio Bruto: «No tengo motivos personales para oponerme a él...» y «nunca he visto que sus pasiones hayan dominado más que su razón...»; pero «es común experiencia que la humildad sirve de escalera para la naciente ambición, a la que el trepador mira de cara al subir; pero una vez llega al peldaño superior, vuelve la espalda a la escalera y mira a las nubes, despreciando los escalones más bajos por los que ascendió». Bruto concluye que la única manera de liberar a Roma de la dictadura de César es darle muerte. Casio, más astuto que Bruto, le plantea dos cuestiones cautelares: En primer lugar, utilizar a Cicerón para que, con su sabiduría, prestigie al grupo magnicida; y, luego, ejecutar también a Antonio, para evitar a «un astuto conspirador... que si mejorase en su posición quizás alcanzara a perjudicarnos a todos». Bruto, líder indiscutible de la acción, rechaza ambas sugerencias, porque no cree en la docilidad de Cicerón y porque no desea más sangre de la imprescindible. Después de una deliciosa conversación entre Bruto y Porcia, su mujer, preocupada por el mal semblante de su marido, Bruto se pone en marcha con sus secuaces. Julio César, por su parte, avisado por Calpurnia, su esposa, de que un adivino y sus propios sueños IESE OCTUBRE - DICIEMBRE 2006 / Revista de Antiguos Alumnos a fondo «El abuso de la grandeza se da cuando se separa la misericordia del poder.» W. Shakespeare en "Julio César" dicen que las fechas son poco propicias para ir al Senado, decide cumplir con su agenda de compromisos. Una vez allí, Metelo Cimbrio solicita el favor para su hermano desterrado. El César deniega la petición pero Bruto insiste en ella. Ante la nueva negativa se consuma el magnicidio, 23 cuchilladas, al grito de libertad, libertad. «Está pagada la deuda de la ambición.» Enterado de lo ocurrido, Antonio envía quien anuncie a Bruto su disposición para dialogar y someterse. Casio alerta a Bruto: No se fía; pero Bruto no le hace caso, manifestando creer en aquél. En la entrevista, Antonio dice estar dispuesto a morir con Julio César, lo que Bruto rechaza porque no se trataba más que de librar a Roma de lo que era una “desgracia general”. Antonio elogia a Julio César, en lo que coinciden todos, y Casio le pregunta si desea seguir con ellos o prefiere que prescindan de él. Antonio solicita hablar en el funeral, a lo que accede Bruto no sin que Casio le advierta sobre el peligro dialéctico de Antonio; pero, de nuevo, Bruto desoye a Casio. El discurso de Bruto a los romanos está acaballado entre su amor a Julio César y su superior amor a Roma, que le ha obligado a actuar de la manera que lo ha hecho y a ofrecer su vida: «...igual que he matado por el bien de Roma a quien más quería, tengo para mí la misma daga, para cuando a mi nación le parezca tener necesidad de mi muerte». Es aclamado, anuncia la intervención de Antonio y pide retirarse solo. La alocución de Antonio es una obra de arte de la persuasión. Partiendo del hecho del asesinato, de las razones de Bruto y de su honradez personal, contrapone todo ello a la generosidad de Julio César, cuando rechazó la corona de rey, cuando lloraba ante el clamor de los pobres... Antonio llega, entre reconocimientos a la honestidad del magnicida, al momento clave en que descubre un testamento de Julio César a favor del pueblo. De tal modo que consigue que la ciudadanía se vuelva en contra de Bruto. segundo combate y, enterado de la muerte de su mujer, también él se quita la vida. El final de la obra es un canto a la honestidad de Bruto en boca de Antonio: «...fue el más noble de todos los romanos. Todos los conspiradores, menos él, hicieron lo que hicieron por envidia del gran Julio César... Su vida fue mesurada... Éste fue un hombre». Y también de Octavio: «Conforme a su virtud, tratémosle con todo respeto...». Lecciones para los directivos El desenlace Con la llegada de Octavio a Roma, la conspiración se trama en poco tiempo, con pactos para la eliminación de familiares de Antonio y Lépido, tercer triunviro para la sucesión de César, incluida la tergiversación de su testamento... La guerra civil está servida y su final es consecuencia de un error de Casio frente a Octavio, por el que aquél se suicida, quedando Bruto sólo frente a los tres ejércitos de sus oponentes; Bruto pierde un IESE OCTUBRE - DICIEMBRE 2006 / Revista de Antiguos Alumnos Los tres personajes elegidos, Bruto, Casio y Antonio, parecen, como no podría ser menos en una tragedia maestra, tres estereotipos de la humanidad de siempre y singularmente actuales tanto en la empresa moderna como en la política... Para entendernos a nosotros mismos, debemos conocernos. Los hombres somos lo que siempre fuimos. Pero el mundo cambia. El estudio de la historia –parte de nosotros mismos– y de los clásicos –parte de nuestro patrimonio– aportan lecciones para el mundo actual. 45 Nuestra sociedad en general y nuestras empresas en particular, poco generosas y trascendentes, necesitan ejecutivos y asesores perspicaces, pero sobre todo líderes generosos y rectos como Bruto, que, errores de juicio aparte, vibren y vivan para el bien común y no para su propio medro. • Bruto viene a ser la nobleza del ejecutivo convencido de la misión de su compañía y la lealtad a quien manda con un solo límite, el del respeto a lo que sean las reglas de juego fundamentales para el cumplimiento de la misión y la convivencia social entre todos los partícipes. Es, con frecuencia, un profesional entregado, no ruidoso, positivo, eficaz y poco contemporizador con desviacionismos de lo que entiende que es el deber institucional o misión. Bruto era un hombre generoso, pero le costaba escuchar a su equipo y ponerse en el lugar de los demás, características ambas necesarias para dirigir con eficacia y justicia. • Casio es el pensativo, que siempre sospecha de los demás, certero en ocasiones, pero remiso a la acción por la duda sistemática y la necesidad de acertar para conseguir el reconocimiento. Manipulador y poco directo, radical en sus dudas, trama y conspira constantemente. • Antonio, en fin, es el joven mendaz, dispuesto a todo, incluso la mentira, con tal de ganar en poder para su propio disfrute. Su propio triunfo y la acumulación de poder son sus referencias. La generosidad del primero, su sentido del deber y su capacidad de entrega hasta el sacrificio, naturalmente sujeto a errores de apreciación, se enfrenta a los deseos menos nobles del segundo, fruto de una personalidad más compleja y tortuosa, aunque llena de perspicacia, y también al pragmatismo eficaz a cualquier coste del tercero, que sólo piensa en su propia conveniencia. Un fiel retrato de noticias que aparecen todos los días en nuestros medios de comunicación. "La libertad de un romano es lo mismo que su honor." Cualquier sociedad necesita de principios y valores generales por los que regirse todos y cada uno de sus ciudadanos. Y una empresa es una forma de sociedad integrada por el colectivo de personas que dedican su vida profesional a ella. La empresa precisa unas pautas de comportamiento que sean aceptadas por todos y sirvan, en cierta medida al menos, como elemento de identidad común. Gobierno, asesoramiento y ejecución son funciones bien diferentes. Digno de gobernar será quien, con juicio claro, busque sistemáticamente la justicia de las relaciones más allá de la mera eficacia cortoplacista. Eso exige, con frecuencia, sacrificio por el posible descrédito y duda inmediatos que plantean ciertas decisiones que salvaguarden la coherencia. 46 Capaz de asesorar será quien, con tino en el juicio, sepa introducir en el análisis la objetividad que solemos perder al permitir que la pasión optimista nos confunda con respecto a las dificultades reales por venir. Los hombres de acción precisan de carácter (pasión) para superar las dificultades reales. Pero ese mismo carácter es una debilidad a la hora del análisis, cuya principal virtud es la racionalidad. El ejecutivo puro, la acción desenfrenada, el hiperactivismo, no son buenos compañeros de viaje en el arte de la eficacia y para el ejercicio de la justicia. Hoy en día, muchas corporaciones tienden a dejar en segundo plano cuestiones que consideran menos relevantes para la actividad diaria. Sin embargo, una de las funciones más importantes de la actividad de dirigir es asignar cada persona a la posición que le sea más afín, más natural o más fácil, sin olvidar que las competencias y habilidades para asesorar, gobernar o ejecutar no son necesariamente las mismas ni las poseen por igual diferentes personas. La caída de Julio César nos hace ver cuán importantes son la sintonía para el trabajo en equipo y la comunicación transparente entre los partícipes. El liderazgo precisa de acierto a la hora de distribuir las tareas y propiciar la comunicación tanto horizontal como vertical. Con frecuencia confundimos perfiles de personalidad y valores que bien conjuntados hubieran formado un equipo fuerte. Quizá Bruto debiera haber reparado en que algunas de las observaciones de Casio eran acertadas y actuado en consecuencia. Su espíritu de servicio no fue suficiente para conseguir ser eficaz. Quizá Casio debiera haberse anticipado a la por él mismo anunciada traición de Antonio. Su necesidad de evitar su propio dolor envidioso le restó voluntad de sacrificio. Y es posible que Antonio, en su puro pragmatismo, se hubiera unido a los conspiradores si hubieran contado con él. Su sentido del medro se lo hubiera aconsejado... En cualquier caso, la noble intención de Bruto de salvar a Roma de cualquier dictadura no fue eficaz. Al César Julio le sucedió un triunvirato receloso y desconfiado, inicio de la descomposición del imperio. Pero la generosa entrega de aquél dejó un rastro de ejemplaridad y bonhomía, a pesar de sus errores, para el futuro. Nuestra sociedad en general y nuestras empresas en particular, poco generosas y trascendentes, necesitan ejecutivos y asesores perspicaces, pero sobre todo líderes generosos y rectos como Bruto, que, errores de juicio aparte, vibren y vivan para el bien común y no para su propio medro. IESE OCTUBRE - DICIEMBRE 2006 / Revista de Antiguos Alumnos