Félix María Calleja en La Quemada INI

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Félix María Calleja en La Quemada
Beatriz Rojas
INI
La Quemada, Tuitlan o Chicomoztoc son ahora unas ruinas ar­
queológicas de lo que hace unos mil años se presume fue un centro
ceremonial importante, a la vez que sitio de resguardo, posible­
mente de los Mexicas, quienes en su largo peregrinar se asentaron
aquí por largos años. Se encuentra este sitio en el hoy estado de
Zacatecas a escasos tres kilómetros del poblado de Villanueva. El
nombre de La Quemada le viene de una hacienda del mismo
nombre, colindante con las ruinas.
Los especialistas se siguen interrogando sobre los orígenes y
pertenencias de las ruinas de La Quemada, pero lo que posible­
mente sigue asombrando más es su tamaño y su complejidad arqui­
tectónica. Para algunos estudiosos su parecido con Xochicalco es
notable, pero en realidad hasta el presente los arqueólogos no han
podido sino situar por medio del carbono catorce una fecha
aproximada de ocupación, que abarca unos 500 años que van de
600 a 1100, con una mayor ocupación entre los 900 y 1000.1
Los testimonios que estas ruinas han dejado, pese a haber
llamado la atención de muchos paseantes, no han sido muy nume­
rosos durante el periodo colonial y los pocos con que se cuenta no
han sido muy extensos. Fray Juan de Torquemada dejó una corta
apreciación de su tránsito por La Quemada cuando dice:
acia el Norte, de los quales, vide Y o siete Leguas de Zacatecas, a la
parte de Mediodia, unos Edificios, y ruinas de Poblagones Antiguas
de los maiores y mas sobervios que pueden pensarse...2
En su discurso, Torquemada da por hecho que La Quemada, a
quien no designa por ningún nombre y la identificamos por su
localización, fue una de las etapas del peregrinar del pueblo
Mexica. Igual versión recogió Fray Antonio Tello, quien al referir­
se a La Quemada dice:
y en un valle que llamaron de Tuitlan poblaron una gran ciudad, la
que cercaron de una muralla y torres fuertísimas con cuatro casti­
llos... y estas familias últimas que fueron las mexicanas, quando
fueron a México y salieron de Tuitlan, no pasaron el río grande de
Toluca, que entra en la provincia de Tzenticpac, por que lo dejaron
a m ano derecha, a la banda de m ediodía.3
Según el mismo Tello, Chirinos pasó por Tuitlan, dejando sus
cronistas una descripción de esta antigüedad como
una gran ciudad despoblada, de muy sum ptuossos edificios de cal y
canto, toda terreada, que era m ucho de ver con sus calles y plagas, y
luego saliendo de la ciudad, un quarto de legua, habia una torre o cue
que hacia esquina, de la cual corría una calzada de piedra a otra torre
que estaba en frente, y luego estaban otras dos torres con sus calcadas,
que por todas eran cuatro, las cuales guardaban la ciudad, que estaba
en m edio de ellas; y en la plaga había un cue grandísim o a manera de
torre, y en m edio una fuente de agua muy linda y muy para ver, la cual
dura hasta hoy y durara hasta la fin...'1
Otros testimonios, como los anteriores deben andar regados en
libros y archivos. Del siglo xix se han localizado varios gracias a los
diarios de viaje que muchos extranjeros redactaron durante sus
travesías en nuestro país.
Contamos también con una corta pero interesante descripción,
que nos dejó un testigo de primer orden, el joven capitán Félix
María Calleja. Conocido en nuestra historia por su mano dura y
crueldad inapelable, pero ignorado en muchas de las otras tareas
que desempeñó como joven militar en la Nueva España.
Vale la pena escribir tres líneas sobre este interesante persona­
je. Llegó a la Nueva España en 1789, casi al mismo tiempo que el
virrey Revillagigedo. Pocas semanas después de su llegada, se le
comisionó para que llevara a cabo una revisión detallada de los
cuerpos milicianos, levantados en Colotlán en la Nueva Galicia.
Esta tarea la desempeñó con gran eficacia e inteligencia, lo que le
valió ser calurosamente felicitado por el Virrey, quien a partir de
entonces le dio su confianza y una serie de comisiones de diferente
tipo, siempre dentro del orden militar.
Pero Revillagigedo no fue el único Virrey que depositó su
confianza en Calleja, sus sucesores también usaron sus servicios
para tareas que requerían de gran tacto, esfuerzo y trabajo. Fue
gracias a estas encomiendas que el joven capitán Calleja tuvo que
redactar una serie de informes y mapas, resultado de sus comisio­
nes. Y es a través de estos escritos que podemos conocer otra
faceta del terrible Calleja: la del militar entregado a su trabajo,
cuya curiosidad lo llevó a hacer más de lo que se le pedía. Si no,
¿cómo explicar que nos haya dejado el testimonio que reproduci­
mos sobre las ruinas de La Quemada?
Calleja emprendió su viaje al salir de la ciudad de México el 7 de
mayo de 1790. Para fines de mes llegó a Aguascalientes, el trece de
junio llegó a Villanueva y después de revistar sus milicias decidió
ir a La Quemada, visita que cuenta así:
El quinse y diez y seis los empleé en examinar un edificio anterior a
la Conquista, situado al N. de esta villa sobre tres zerros unidos a los
que circula una muralla de seis pies de espesor, en el dia elevada del
terreno quatro pies en la parte que menos, y diez y dose en algunas;
su perímetro será como de dos leguas y media, su fábrica de piedra
cortada en láminas y colocada del mismo modo que la manpostería de
ladrillo con argamasa de tierra blanca mesclada con paja, en los
parajes mas bajos y accesibles de este recinto están situadas con
mucho discernimiento adaptadas a las miras de defenza pirámides
quadrangulares de diez varas de lado y com o diez y seis de altura, que
se conservan en buen estado; de dos de estas Pirámides salen quatro
calzadas, tres al S.O. y una al E. que corren com o dos leguas y rematan
en el valle, cada una con un torreon, pasada la Muralla, se sube de
mezeta en mezeta por caminos tortuosos estrechos y revestidos de la
misma piedra, a un Zerro que domina a los demas y sirve co m o de
Ciudadela, en cada una de estas mezetas hay unos espacios llanos los
mas de ellos desembarazados de edificios; sus frentes tienen direc­
ción a los parajes m enos defendidos, y todos hasta el último se
dominan y fanquean, las paredes que sostienen el em puje de la tierra
tienen una escarpa muy proporcionada y regular; para subir a la
cúspide del principal zerro, en donde hay otra pirámide de la misma
figura, se pasa por dies mezetas que son otros tantos recintos algunos
con la altura de quince varas: en las dos Plazas Mayores que lo forman
se encuentran dos grandes edificios, en el primero y mas inm ediato a
la subida por el S. que es un quadrilongo de treinta y cinco varas de
lado mayor y diez y o cho del menor se conservan sus paredes en muy
buen estado y a la altura en que parece se fabricaron, por el interior
de este edificio com o a siete varas disstantes de sus paredes corre
paralela a ellas una linea de colum nas circulares de cinco quartas de
diámetro y o ch o varas de altura; sobre ellas y las paredes estribaban
las maderas que cubrían la Galería, quedando descubierto el Patio de
en m ed io, p oco mas arriba por el mismo viento, hay otro edificio
quadrado y fabricado en la misma forma, en m edio del Patio se
conserva mucha parte de una Pirámidey en fren ted e ella una esp a c io ­
sa gradería con ayre en toda su disposisión de haber sido Adora torio;
en uno de los lados de este edificio se descubría una pequeña boca,
por la cual salía un viento fuerte y con bastante ruido, los naturales
contaban de esta que llamaban cueba m uchos cuentos y patrañas y
reselandom e que pudiera ser un subterráneo en el q ue se conservase
algún vestijio del tiem po en que se fabricó, o de la gentes q ue le
havitaron, hize hacer una escabacion y solo encontre unos pedazos de
viga de zedro que cubrían una cañería muy bien formada fabricada
para recoger los derrames de la montaña: en tonces averigüe por los
naturales que hace muy poco tiem po.que han quitado de la tech u m ­
bre de estos edificios las últimas vigas de la misma madera. Los otros
dos cerros mas bajos y m enos cuidadosam ente fortificados conservan
algunas paredes y muchos zim ientos de fabricas de casas.
Ninguna inscripción ni otro monumento se conserba en él pero
puede crerce con bastante fundamento que fue fabricado por los
mexicanos en alguna detención de sus peregrinaciones cuando baxaba del N...”.5
NOTAS
1. H a n db o o k o f M iddle Am erican Indians. Vol. 11, pp. 774-776.
2. Fray Juan de Torquemada, Monarquía Indiana. 5a. ed., México, Porrúa, 1975, vol. I, p.
81.
3. Fray A ntonio Tello, Crónica Misceláneo de la Sancta Provincia deX alisco. Gobierno del
estado de Jalisco, 1968, Lib. 2o. Vol. I, 9, p. 26.
4. Id em , pp. 149-150.
5. Estas páginas forman parte del informe redactado por Calleja al finalizarsu misión y que
está incluido en un voluminoso expediente que sobre Colotlán se levantó a fines del
X V III y que se encuentra en el Archivo General de Indias, R am o Guad-alajara, número
393.
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