El expresionismo y el desnudo: análisis de la pintura de Egon Schiele y la poesía de Gottfried Benn Dra. María Ángeles Chaparro Domínguez Universidad Rey Juan Carlos Resumen: El expresionismo, en sus diferentes variantes —pictórica, literaria, escultórica o cinematográfica—, ha recurrido a diferentes motivos artísticos, entre los que se sitúa el desnudo del cuerpo humano. En este trabajo vamos a estudiar este elemento en la obra de dos artistas expresionistas: el pintor Egon Schiele y el escritor Gottfried Benn. Analizaremos los desnudos masculinos y femeninos en las pinturas del primero y en el libro Morgue y otros poemas (1912) del segundo. De este modo, podremos extraer características comunes con respecto al tratamiento que este motivo artístico recibió en la época expresionista. Palabras clave: desnudo, expresionismo, Schiele, Benn, Morgue. Expressionism and the nude: analysis of the paintings by Egon Schiele and the poetry of Gottfried Benn Summary: Expressionism, in its various forms —painting, literature, sculpture or film—, has used different artistic motives, among which stands the naked human body. In this paper we will study this element in the work of two expressionist artists: the painter Egon Schiele and the writer Gottfried Benn. We will analyze male and female nudes in the paintings of the former and in the book of poems Morgue and Other Poems (1912) of the latter. Thus, we will be able to extract common features in the way of treating that artistic motif during the expressionist period. Keywords: nude, expressionism, Schiele, Benn, Morgue. 1. Introducción Del expresionismo se han escrito miles de libros en todo el mundo1, tanto sobre su vertiente pictórica, que dio origen al movimiento, como sobre su plasmación en la literatura, arquitectura, escultura o en el cine. Sin embargo, son escasos los estudios que han decidido focalizar su atención en un elemento particular: el desnudo, un motivo artístico recurrente desde los orígenes del arte que fue acogido de buen grado por los expresionistas y tamizado de acuerdo a sus postulados. En el presente trabajo vamos a estudiar el desnudo en la obra de dos artistas pertenecientes a este movimiento. En primer lugar, analizaremos las pinturas de Egon Schiele, donde los cuerpos insolentes desnudos, tanto de hombres como de mujeres, cobran especial importancia. A través de sus trazos y colores, comprenderemos qué quería transmitir el artista con estas figuras. En segundo lugar, nos acercaremos a este motivo a través de la literatura expresionista de Gottfried Benn, en concreto, mediante el estudio de las composiciones que conforman Morgue und andere Gedichte (Morgue y otros poemas2), publicado en 1912. En este libro, el cuerpo humano, sin ningún atributo, resulta clave. Confiamos en que esta aproximación multidisciplinar3 nos permita extraer conclusiones significativas en cuanto a este motivo artístico, tan recurrente en el arte de ayer y de hoy. 2. Breve acercamiento al movimiento expresionista La palabra «expresionismo» apareció en el terreno de la estética en 1911, en Francia, para caracterizar la vanguardia europea del cambio de siglo. Fue Paul Cassirer (1871-1926), comerciante berlinés de objetos de arte, quien designó con ellas los expresivos cuadros y grabados del noruego Edvard Munch (1863-1944) para diferenciarlos de las creaciones impresionistas. […] En este sentido, tuvo carácter de pionero el libro que Paul Fechter (18801958) publicó en 1914 con el título de Der Expressionismus (El expresionismo), centrado en la pintura de los grupos Die Brücke (El puente) y Der Blaue Reiter (El jinete azul). El término se impuso también hacia 1911 en el campo literario y un año después se habló del drama expresionista alemán con ocasión de la obra teatral Der Sohn (El hijo), de Walter Hasenclever (1890-1940) (Wolf, 2008, p. 6). Más que un estilo, el expresionismo es un movimiento, una dirección, ya que aglutina a artistas con técnicas y motivos dispares como pueden ser Ernst Ludwig Kirchner, Otto Dix, Wassily Kandinsky u Oskar Kokoschka, cuyos lienzos reflejan tanto el nerviosismo urbano como el recuerdo nostálgico de la inocencia paradisiaca (ibíd., p. 8). Es un movimiento subjetivista, que tiene fe en el sujeto, «en su esencia, que emerge del desmoronamiento de la realidad exterior para guarecerse en el espíritu» (Gómez, 2007, p. 3). Expresionistas, en definitiva, fueron aquellos que participaron de una inteligencia literaria definida por su oposición al mundo de los padres y por su rechazo a la moral convencional burguesa […], auspiciado por Friedrich Nietzsche. Se propugna, en consecuencia, una ruptura con todos los valores vigentes que habría de derivar en un subjetivismo absoluto […] y en la ruptura con todo lo establecido (ibíd., p. 4). Los expresionistas se vieron influidos, en el terreno filosófico, por el pensamiento vitalista de Henri Bergson y, sobre todo, de Friedrich Nietzsche, con su obra Así habló Zaratustra (1883). En el terreno literario, bebieron de autores innovadores como Fiódor Dostoievski, León Tolstói, Charles Baudelaire, Walt Whitman o Henrik Ibsen (ibíd., p. 12), mientras que en pintura tomaron como referencia a Vincent Van Gogh, Paul Gauguin o Henri Matisse. El movimiento, que se desarrolló desde 1910 hasta 1925 en tres etapas condicionadas por el estallido de la Primera Guerra Mundial (1910-1914, 1914-1918 y 1918-1925), intentaba dejar de lado la descripción impresionista de la naturaleza gracias al desarrollo de la capacidad expresiva del sujeto, potenciando el color y simplificando radicalmente las formas. Las leyes de la perspectiva, de la exactitud física y de los colores naturales perdieron su vigencia al mismo tiempo que la exageración deformante pasaba a ser «el equivalente de la penetración espiritual del tema» (Wolf, 2008, p. 9). La sobreexcitación no preside todos, pero sí amplios campos de la creación expresionista. […] Se extendió la estética de la brutalidad, de lo odioso, concebida como incitación a arrancar el arte del gueto de lo «bello», de lo anodinamente pulido, del ambiente de fin de jornada. En este punto se produjo una coincidencia con el impulso hacia lo «elemental»; se entronizaron el aura exótica y radicalmente primitiva y la sexualidad libre, que pasaron por ser la expresión de la «naturalidad» desinhibida y del gozo de vivir de la creación expresionista (ibíd., p. 10). El expresionismo oscila entre las corrientes estéticas modernas de principios de siglo y las vanguardias. Tiene en común con las segundas una fuerte crítica a la civilización moderna, un rechazo explícito de la sociedad y la cultura burguesa y un estilo experimental. En cambio, comparte con las primeras la inexistencia de un manifiesto aglutinador creado por los artistas a priori y la aceptación del arte como institución social (Maldonado, 2006, pp. 14-15). La literatura expresionista, principalmente la de antes de la Primera Guerra Mundial, se basa «en el deseo, en la potencialidad de una realidad nueva producto de la disolución de la anterior», que permite al escritor, a partir de su subjetividad, conceder nuevamente a la palabra «el poder de la transformación, el poder de lo espiritual» (Gómez, 2007, p. 3). En oposición al naturalismo, renuncia a la imitación de la realidad exterior y opta por mostrar la esencia profunda de las cosas. Así, el escritor no analiza ni causas ni hechos; únicamente proyecta su visión particular. Ya no reproduce con fidelidad objetiva el mundo, sino que trata de manifestar un sentir subjetivo y unas vivencias propias que transmitan la auténtica sustancia de lo existente (Maldonado, 2006, p. 34). En el plano formal, los textos expresionistas no están escritos con un estilo bello, sino que llevan cosido un «tono patético, exaltado e incluso extático» y están cargados de intensidad expresiva. Con el fin de que prevalezca la fuerza de la expresión, los escritores renuncian con frecuencia a las normas gramaticales vigentes y a las relaciones sintácticas tradicionales, optando por la crudeza y la concisión en la mayoría de las ocasiones (ibíd., p. 35). Pese a carecer de un programa homogéneo y unitario, el movimiento se caracterizó por sus escritos y su vida literaria, que giraba en torno a los grupos formados en diferentes ciudades (Berlín, Praga, Viena o Múnich) y a sus encuentros en los cafés, donde leían, escribían y discutían. Este contexto de juventud, unido a la precariedad económica de estos jóvenes artistas, propició que las revistas literarias se consolidaran como una perfecta tribuna desde la que poder difundir sus obras (Gómez, 2007, p. 8). 3. La deformidad desnuda de Egon Schiele El artista austriaco Egon Schiele (1890-1918) es uno de los pintores más importantes del expresionismo (Silenzi, 2009, p. 7). Aunque en sus primeros años estuvo muy influido por Gustav Klimt, hacia 1910 encontró su propio estilo, con una técnica muy personal4, con el desnudo como uno de sus motivos predominantes (Wolf, 2008, p. 88). «Frente a la sinuosa elegancia y la fluidez del Eros klimtiano, Schiele compone sus imágenes segmentando abruptamente los planos y fracturando la línea en ángulos agudos, lo que da lugar a figuras huesudas […] con los miembros seccionados o contorsionados hasta el límite de la desarticulación» (Casals, 2003, p. 427). En su colección de desnudos aparecen numerosos autorretratos5, en los que se produce una autoafirmación constante de su individualidad (Silenzi, 2009, p. 8). Ejemplos de estos cuadros serían Autorretrato desnudo, de 1910 (Ilustración 1) y Masturbación, de 1911 (Ilustración 2). «Espasmódicas contorsiones de miembros desnudos, escenas masturbatorias, signos de agresiva autoafirmación… Frente al pudor moralista de la sociedad adulta, Schiele —eterno niño— por definición propia, responde poniendo al descubierto su gestualidad más íntima y compulsiva» (Casals, 2003, p. 431). Sus obras representan su cuerpo y es a través de él como manifiesta sus instintos, impulsos, sentimientos y deseos. En sus pinturas, su cuerpo se vuelve inestable y sus movimientos parecen «erupciones o sacudidas nerviosas» (Steiner, 2005, p. 12). El fondo neutralizado monocromático, la fuerza de los trazos y los ángulos recortados de la figura, en ocasiones mutilada, provocan que esta se convierta en una «expresión de sus estados», alejándose radicalmente de la imagen del espejo (Silenzi, 2009, p. 9). Ilustración 1. Autorretrato desnudo, 1910. Pintura a la aguada, acuarela y lápiz retocado con blanco, 55,8 x 36,9 cm. Ilustración 2. Masturbación, 1911. Pintura a la aguada, acuarela y lápiz, 48 x 32,1 cm. Esto explica que la imagen de Schiele sea muy diferente entre sus distintos autorretratos, poniendo de manifiesto que su interés no es rescatar su identidad superficial sino «expresar sus estados internos», deformando la imagen que el espejo le brinda (ibíd.). Esta experimentación con el propio yo implica un desdoblamiento de la personalidad, pues el sujeto de la experiencia es paralelamente su objeto (Steiner, 2005, p. 14). Dejando a un lado sus autorretratos, sus pinturas sobre desnudos, en general, recogen personas completamente solas, sin entornos paisajísticos, lo que permite que el trazo de Schiele, y la atención del público, se concentre únicamente en el «lineamiento hipersensible de la figura humana» (Wolf, 2008, p. 88). Esto se demuestra en pinturas como Muchacha desnuda con el pelo negro (de pie), de 1910 (Ilustración 3) o Muchacha desnuda tumbada con las piernas abiertas, de 1914 (Ilustración 4). El cuerpo humano adquiere un carácter vegetal, no, desde luego, en la elegancia de líneas del modernismo, sino a través de la capacidad de sugestión nerviosa de sus agitados y quebrados contornos, que transmiten a la forma un carácter rígido, agostado y marchito […]. No sobra ni falta ningún trazo y, en la imagen del ser humano, su naturaleza de criatura se realza de una manera consecuente (ibíd.). Ilustración 4. Muchacha desnuda tumbada con las piernas abiertas, 1914. Pintura a la aguada y lápiz, 30,4 x 47,2 cm. Ilustración 3. Muchacha desnuda con el pelo negro (de pie), 1910. Acuarela y lápiz retocado con blanco, 54,3 x 30,7 cm. Las figuras desnudas de Schiele representan poses que el artista ha compuesto de forma consciente, subyugando la mirada del público, que se convierte en testigo de «poses forzadas que descubren radicalmente a la modelo» (Steiner, 2005, p. 36). Por ello, no son en absoluto desnudos eróticos; en todo caso, pueden estar cargados de un «erotismo herido y replegado sobre sí mismo» (Silenzi, 2009, p. 7). Los cuerpos casi nunca están relajados, en general se arquean casi con poses acrobáticas; se exhiben, lo que quiere decir que se exponen y ofrecen. Schiele encadena a su modelo —dicho de forma metafórica— en la mesa de operaciones de su laboratorio óptico y después examina el objeto, presentado a su mirada clínica, con su lápiz a modo de escalpelo. De ahí que la mayoría de los desnudos no parezcan íntimos y abandonados a sí mismos, sino aislados y forzados (Steiner, 2005, p. 36). Más adelante veremos cómo este símil quirúrgico de Reinhard Steiner (Universidad de Stuttgart) conecta directamente los desnudos del pintor austriaco con los poemas de Gottfried Benn de su obra Morgue. El subjetivismo y antiacademicismo de Schiele provocan que en sus pinturas sobre desnudos renuncie a la perspectiva normal, creando ángulos visuales y puntos de vista inesperados, desde arriba o de perfil, que desfiguran y deforman las figuras, dando lugar a «extrañas poses y movimientos extravagantes» (ibíd., pp. 34-35). El artista concede gran importancia a la expresión gestual a través de convulsiones y muecas, que permiten apreciar en sus desnudos la pasión ligada al sufrimiento. De este modo, el ser humano se transforma en «una marioneta desamparada en el juego de fuerzas afectivas violentas» (ibíd., p. 54). Schiele sabe captar, a través del cuerpo desnudo, el drama de la condición humana. Los cuerpos, representados en posturas desafiantes y torcidas, con gestos excedidos y líneas contorsionadas y sinuosas, sugieren la evocación del espíritu y la búsqueda de la esencia humana, con una fuerte intensidad emocional (Sáenz, 2005, p. 5). La temática y, sobre todo, los agresivos trazos de los desnudos del pintor, cargados de insolencia, deformidad, provocación y bilis, principalmente de mujeres muy jóvenes en posiciones «inmorales», provocaron que en 1912 fuese acusado de difundir dibujos pornográficos y fuese condenado a prisión durante unas semanas, lo que se conoció como el Caso Neulengbach (Steiner, 2005, p. 37). Para una sociedad cuyas ideas morales oficiales eran tan puritanas como mojigatas, los desnudos de Schiele tenían que convertirse en un escándalo. Por un lado a causa de su simple y agresiva desnudez, que no respondía a ningún código místico o histórico, sino que servía simplemente para el estudio obsesivo del cuerpo desnudo; pero quizá más a causa de su extremo estilo representativo, inquietante y abierto, que privaba al espectador de la posibilidad de mantener la distancia (ibíd.). A continuación veremos cómo este «estudio obsesivo del cuerpo desnudo» que aparece en las pinturas de Schiele va a tener en los poemas de Morgue de Gottfried Benn su mejor continuación en la literatura. 4. Los desnudos quirúrgicos de Gottfried Benn «Poeta y narrador, médico de profesión, su obra expresionista incorpora a la literatura lo que la tradición rechaza: la enfermedad, la putrefacción y la muerte» (Maldonado, 2006, p. 229). Así ve Manuel Maldonado (Universidad de Sevilla) a Goffried Benn (1886-1956), una definición completa y concisa al mismo tiempo que nos permite esbozar el perfil del artista alemán a la perfección. En 1912, con 26 años, publicó sus dos primeras obras: Sobre la frecuencia de la diabetes mellitus en el ejército, su tesis doctoral en medicina, y Morgue y otros poemas, un opúsculo con nueve poemas6 del que tan solo se imprimieron 500 ejemplares. Seis de estas composiciones las escribió «de un tirón» tras unas prácticas como forense militar en el hospital de Moabit7 (Benn, 2008, p. 9). El libro, convertido en un hito de la literatura moderna, despertó reacciones vehementes, tanto a favor como en contra, y llegó a ser legalmente confiscado en 1916, a pesar de que la edición se había agotado cuatro años antes, en tan solo una semana (ibíd.). Según el escritor Jesús Munárriz, los precedentes de los poemas de Morgue en la pintura podrían ser el Cristo muerto de Grünewald o las Lecciones de anatomía de Rembrandt, aunque entre ellos y Benn ha ocurrido la «nietzscheana muerte de Dios» (ibíd., pp. 10-11). «La carne descuartizada de los difuntos y la dolorida de los aún vivos son en estos versos las dos caras de una humanidad de la que ha desaparecido cualquier rastro del espíritu, lo que se había venido denominando “alma”. “Habláis de alma… ¿Qué es vuestra alma?”, escribe Benn. El resultado es estremecedor. Y, pese a su violencia, nos incita a la piedad, a la compasión. Esa humanidad es la nuestra» (ibíd., p. 11). Son composiciones en las que se retrata la degradación del ser humano, en las que se describe «con objetivo y frío cientificismo» la enfermedad, muerte y putrefacción del hombre a través de imágenes mórbidas, que enfatizan lo feo y lo repulsivo (Gómez, 2007, p. 14). Son poemas provocadores que rompen con las convenciones de la belleza y manifiestan la «cosificación» del ser humano (ibíd.). Esto último se observa claramente en «Pequeño áster», donde el cadáver de un repartidor de cervezas pasa a ser un mero florero; en «Ciclo», donde la muela de oro de una prostituta es la protagonista de la composición, o en «Hermosa juventud», que reproducimos a continuación: La boca de una joven que había reposado largo tiempo en un juncal parecía roída. Cuando se le abrió el pecho, el esófago estaba agujereado. Por fin, entretejido debajo del diafragma, un nido apareció con crías de rata. Una de las pequeñas hermanitas había muerto. Las otras vivían a base de hígado y riñones, Bebían la sangre fría y habían pasado allí una hermosa juventud. Y rápida y hermosa también llegó su muerte: Las tiraron al agua todas juntas. Sus hociquines, ¡qué grititos daban! (Benn, 2008, p. 15). Podemos observar como el cuerpo de la joven se ha convertido en una madriguera de ratas, a las que Benn humaniza de forma paralela a la cosificación de la muchacha, pues siente pena de los roedores y no de ella. La joven se presenta no como un ser humano sino «exclusivamente en su fragmentación corporal, en su estricta materialidad, que es expuesta con una imparcialidad e impasibilidad médicas no exentas de cinismo» (Maldonado, 2006, p. 84). Este desnudo, por tanto, produce un completo efecto antiestético, perturbador y desasosegante. Otro ejemplo de poema que incorpora el desnudo como motivo central es «La novia del negro», donde Benn nos describe como es el cuerpo de una mujer joven de raza blanca que está en la morgue esperando a que le realicen su autopsia, muy cerca de un varón negro, lo que provoca que exista un gran contraste entre ambos. Tumbada sobre almohadas de sangre renegrida descansaba la nuca rubia de una hembra blanca. El sol devastaba su cabello y los pálidos muslos le lamía y los moreneados pechos contorneaba, aún por vicios y partos no afeados. Un negro, junto a ella, de una coz los ojos y la frente destrozados. Metía dos dedos de su sucio pie izquierdo en la orejilla blanca de ella. No obstante, ella yacía dormida como novia al borde de la dicha de su primer amor y como lista para ascender muchas veces al cielo a impulsos de su ardiente sangre joven. Hasta que se le hincó el escalpelo en la blanca garganta y se desparramó en torno a sus caderas un purpúreo mandil de sangre muerta (Benn, 2008, p. 19). En esta composición encontramos algunos rasgos de erotismo, a través del sol como el único que ha poseído a la joven; de hecho, la está poseyendo en el transcurso del poema. Esta acción, ante la inmovilidad de ella, produce desazón en el lector, ya que parece que el astro rey está abusando de su cuerpo ante la mirada impasible del yo poético. La introducción del hombre negro, con la cara completamente destrozada, provoca un fuerte contraste con la imagen de la joven blanca e impoluta, similar al que se percibe en el poema «Pequeño áster», donde una pequeña flor simboliza la belleza y un camionero, la fealdad. Volviendo al poema anterior, vemos como la belleza de la joven desaparece en el instante en el que el forense comienza a utilizar el escalpelo para practicarle la autopsia, lo que produce que su cuerpo se deforme y se iguale al del negro, convirtiéndose en materia inerte e inútil. En el siguiente poema, pese a encontrar cuerpos desnudos de hombres y mujeres, cualquier huella de erotismo desaparece de forma fulminante. En cada mesa dos: hombres, mujeres, contrapeados. Juntos, desnudos, pero sin ultrajes. Abierto el cráneo. Rajado el pecho. Los vientres paren ahora por última vez. Cada uno tres cubetas: desde sesos a huevos. Tan templo de dios como cuadra del diablo, piel contra piel ahora en el fondo de un cubo del Gólgota y del pecado original se ríen. El resto en ataúdes. Meros fetos: piernas de hombre, pechos de niño, cabellos de mujer. Yo vi lo que de dos que anduvieron follando Allí yacía, como brotado de algún seno materno (ibíd., p. 21). Este es uno de los poemas más provocadores de Morgue, con constantes burlas a la religión cristiana y a las normas morales de la sociedad burguesa de aquella época: al comienzo explica que los cuerpos desnudos no están haciendo nada indecente para después comparar el nacimiento con una autopsia, ya que en ambos casos se extraen cosas del cuerpo humano. El cerebro, templo de Dios, y los testículos, cuadra del diablo, —la separación paulina de cuerpo y espíritu— aparecen revueltos en un mismo cubo, desvalorizados. Tanto la doctrina del pecado original como la salvación en el Gólgota pierden para la modernidad, en el aporte de Benn, su carácter vinculante. También el nuevo nacimiento o resurrección del hombre son objeto de burla cuando a las partes de cadáveres de hombres, mujeres y niños se les llama cínicamente «puros recién nacidos». En lugar del réquiem, o misa de ánima que promete a esta el descanso y la vida eterna, aparece en Benn la confrontación del hombre con su total pérdida de dignidad en la muerte. El destrozo de los cuerpos no es compensado con una regresión extática, […] sino que es imagen de la nada absoluta que espera al hombre tras la muerte (Benn, 2006, p. 22). Vemos como en este y en otros poemas de Morgue se produce una ruptura de la imagen religiosa del hombre como rey de la creación, es más, tiene lugar una ruptura con la cosmovisión occidental, formada por elementos religiosos, humanísticos y filosóficos, que Benn cuestiona en su obra de forma permanente (Benn, 2003, p. 18). Observamos, por tanto, como los desnudos de Morgue son objetos postrados en una camilla, descritos con frialdad médica y entremezclados con imágenes que los ridiculizan o cosifican. Las figuras humanas de las composiciones, inspiradas en la morgue y en los procesos de disección, no invitan al lector en modo alguno al «deleite auditivo-contemplativo» (ibíd., p. 17). 5. Conclusiones Una bofetada tras otra en la cara del público burgués, que no deja de chillar, escandalizado. Esta podría ser una síntesis del efecto que causaron en su época los desnudos descarados y grotescos de Egon Schiele y los poemas mórbidos y fríos de Gottfried Benn. A lo largo de nuestro estudio hemos observado cómo ambos artistas expresionistas consiguieron escandalizar a la sociedad austriaca y alemana, respectivamente, de comienzos del siglo XX, con unas obras que pisoteaban los presupuestos de la moralidad burguesa de la época. Schiele pintaba cuerpos desnudos insolentes, personajes que miraban directamente al público sin ninguna clase de pudor pese a su falta de ropa y sus histriónicas y forzadas posturas. Son pinturas desencajadas, con ángulos escorados y miembros apuntados que retratan a hombres y mujeres, muy jóvenes y delgados, con trazos sinuosos y antinaturales, lejanos a las imágenes referenciales que de ellos mostraría cualquier espejo. A través de sus cuadros, el artista austriaco intenta expresar la oscuridad y la lucha constante que se esconde dentro de cada ser humano, que se encuentra profundamente solo en el mundo, como muestran sus personajes. Son seres que flotan en espacios atemporales, sin referencias de ninguna clase, como satélites perdidos en sus propias órbitas. Gottfried Benn, por su parte, escribió para su obra Morgue composiciones de una frialdad que roza el antihumanismo. Son poemas directos, sencillos y descarados, que retratan el cuerpo humano, de hombres, mujeres y niños, como si se tratara de un simple objeto, como un recipiente de órganos y sangre. El aura sagrada que tienen los cuerpos de las personas fallecidas en la religión católica desaparece en las composiciones de Benn, pues en ellas estos son profanados por los escalpelos de los médicos forenses, personajes sin cara y sin nombre que actúan sin titubeos, como si fuesen auténticos carniceros. El desnudo en su obra, por tanto, pierde cualquier tipo de atributo erótico tradicional, pues pasa a ser simple materia muerta, que carece de valor. Esta circunstancia se magnifica cuando en los poemas aparecen elementos de la naturaleza, como una flor o crías de ratas, que sí que son valiosos para el poeta, en detrimento del cuerpo humano. Se produce entre ambos un claro contraste, una relación desigual en la que se invierten los cánones de la belleza tradicional artística, al equiparar al cuerpo humano con un simple frasco y a un nido de ratas con el símbolo de la pureza y de la vida. En nuestro análisis hemos observado como en la obra artística de ambos artistas se pone de manifiesto un claro abandono de los elementos superfluos, de la ornamentación, una tendencia a la depuración con paisajes monocromáticos, sin atributos, únicamente con figuras solitarias, perdidas, en el caso de Schiele, y con poemas claros y certeros, muy descriptivos, escritos con un estilo quirúrgico en el caso de Benn. Asimismo, hemos visto como los desnudos de ambos ponen en evidencia el carácter animal del hombre, su bestialidad, que llega hasta el umbral de la cosificación en el caso de la obra del escritor alemán. Es una estética de lo feo, de lo deforme, que habita en el interior del ser humano y se expresa sin tapujos en cuerpos desnudos, estén vivos o muertos. Esta atracción por las vísceras humanas, en sentido metafórico en el caso de Schiele y en sentido literal en los poemas de Benn, es propia, como hemos indicado, del movimiento expresionista en el que se enmarca la obra de ambos, una corriente que defiende el subjetivismo, la expresión sin ataduras de lo que se esconde en el interior del artista. A través de sus desnudos, que podemos calificar como antieróticos, ambos autores ponen de manifiesto su pensamiento ante la vida, ante el mundo, ante la humanidad. Tanto para Schiele como para Benn, los postulados tradicionales, burgueses, en todas las esferas de la vida han caducado, carecen de utilidad en una época donde la razón no es capaz de explicar la complejidad y el caos que rodea y en el que habita el ser humano moderno, que se encuentra perdido y solo en el mundo, sin asideros a los que poder agarrarse. Bibliografía Benn, G., Antología poética, Arturo Parada (ed.), Madrid, Cátedra, 2003. Benn, G., Obras Completas. Poesía, vol. I, José Luis Reina (trad.), Palma de Mallorca, Calima, 2006. Benn, G., Morgue, Jesús Munárriz (trad.), Málaga, Zut, 2008. Casals, J., Afinidades vienesas. Sujeto, lenguaje, arte, Barcelona, Anagrama, 2003. Gómez, C., «La Literatura en lengua alemana en el contexto de las vanguardias europeas. Expresionismo y Dadaísmo», Madrid, Liceus, 2007. Maldonado, M., El Expresionismo y las vanguardias en la literatura alemana, Madrid, Síntesis, 2006. Sáenz, M., Egon Schiele. 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Notas 1 A modo de curiosidad, si introducimos la palabra «expressionism» en el catálogo mundial de Google Books, aparecen aproximadamente 430 000 resultados. http://www.google.com/search?tbm=bks&tbo=1&hl=es&q=expresionism&btnG=Buscar+libros#hl=es&tbo=1&t bm=bks&sa=X&ei=CpjnTdDmJtOo8APYn93qCg&ved=0CCkQvwUoAQ&q=expressionism&spell=1&bav=on .2,or.r_gc.r_pw.&fp=318fd7e21857ed28&biw=1280&bih=588 [fecha de consulta: 02/06/2011]. 2 Con el fin de simplificar, a partir de ahora llamaremos a esta obra de Benn Morgue, en lugar de Morgue y otros poemas. 3 Al ser este un estudio modesto, solo vamos a estudiar los desnudos de Schiele y los poemas de Morgue de Benn, dejando fuera el resto de sus respectivas e interesantes obras, así como sus biografías, con el fin de poder profundizar en la medida de lo posible en la temática del desnudo de ambos artistas. 4 «Una de las características más fuertes en la pintura de Schiele es la destreza y la firmeza de su trazo, el cual seguía una vez comenzado sin treguas, hasta el final sin ninguna corrección posterior. Parece que el artista continuaba con su dibujo sin importarle que el modelo se moviera o cambiara de lugar, puesto que la línea seguía su rumbo cargando con toda su dimensión emocional» (Silenzi, 2009, p. 7). 5 «Schiele era un maniático observador de sí mismo, pero además era un pintor que captaba de forma figurativa su personalidad y sus poses, se “autorrepresentaba”» (Steiner, 2005, p. 7). 6 Los títulos, traducidos al castellano, de estos nueve poemas son «Pequeño áster», «Hermosa juventud», «Ciclo», «La novia del negro», «Réquiem», «Sala de parturientas», «Apéndice», «Hombre y mujer caminan por la barraca de los cancerosos» y «Café nocturno». 7 «Cuando escribí Morgue, mi primer libro que más tarde sería traducido a numerosos idiomas, era de noche, vivía en el noroeste de Berlín y había tenido una clase de disección en el hospital de Moabita. Se trataba de un ciclo de seis poemas que surgieron todos a la misma hora, que brotaron de golpe, que llegaron: poco antes no existía nada de ellos; cuando terminó aquel estado de perturbación de la conciencia, estaba vacío, hambriento, tambaleante y me recuperaba dificultosamente del gran agotamiento» (Esta cita de Benn aparece traducida al castellano en Maldonado, 2006, p. 83. Su ubicación original está en Gesammelte Werke in vier Bänden, ed. de D. Wellershoff, vol. 4: Autobiographische und vermischte Schriften. Klett-Cotta. Stuggart, sexta edición, 1989).