El mito y la leyenda

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El mito y la leyenda
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1 Lee el siguiente texto.
El tesoro del Zipa
Hasta las guacamayas hablaban ya del tesoro oculto del Zipa, aunque nadie había logrado verlo. Se decía
que el Gran Señor había acumulado tantas riquezas, que no se podía mirar de un lado al otro de su reino,
por la montaña de oro que amenazaba opa car el sol. Su pueblo lo amaba a tal punto que para demostrarle
su admiración y su afecto, se echaban mantas rojas al hombro, cargaban panes de sal, moldeaban aderezos
de oro con esmeraldas parpadeantes y corrían a depositar el fruto del trabajo a sus pies. El Zipa se había
reservado los pectorales, las narigueras, los brazaletes, las orejeras y las canilleras más originales. Usaba los
adornos especialmente para las fiestas de la cosecha, del sol, de la luna o para el día de los sacrificios y el
perdón. A su mujer, a sus hijas y a la corte también los hacía adornar con oro y esmeraldas pues debían estar
tan resplandecientes como él, no solo en esta vida, sino en el viaje a la eternidad.
Otras ofrendas iban a parar al Templo del Sol, en donde los sacerdotes se encargaban de guardarlas en
baúles de maderas olorosas, o apilonarlas con sumo cuidado. El soberano había ordenado ya que cuando
muriera, desviaran el río, cavaran un hoyo grande y lo sentaran allí sobre el butaco de cuero bruñido de oro.
Estaba previsto que lo encasquetarían en láminas doradas y para pasar mejor al otro mundo, haría el viaje
con sus mejores diademas y collares, mas una esmeralda luminosa en el hueco del ombligo. Así, bien adornado, deseaba partir en las barcas de telaraña que lo llevarían hasta anunciadas praderas, acompañado de
su mujer y los más fieles vasallos. Había recomendado además, no olvidar el mecato para el viaje por los ríos
que se internaban en el corazón de la tierra.
Las vasijas deberían desbordar chicha; las armas afiladas, los vasos de oro lustrosos y las mantas rojas muy
bien dobladas. Por ningún motivo pensaba llegar al corazón de la tierra desnudo o con envolturas de hebras.
Deseaba que su espíritu tintineara y resplandeciera por caminos y trochas de tierra amarillenta y por barbechos de tierra negra. Muy adornado se le antojaba llegar a las sementeras prometidas, erizadas de maíz,
algodón, papas amarillas y adornadas con flores de borrachero.
El Zipa había recibido la iluminación de Bochica para dictar mandatos de protección a la familia. Sobretodo,
se interesaba en amparar a las mujeres para que los hombres no las descuidaran al nacer los hijos. Ordenó la
preparación para la guerra obligatoria, declaró indignos a los cobardes, que además serían castigados con
el uso de guayucos femeninos y el encargo de los oficios caseros. Organizó la administración de su pueblo
repartiendo los poderes materiales y espirituales. En el Templo del Sol instaló el primer gran sumo sacerdote
que en adelante tendría el encargo de cuidar los tesoros y ser orientador de almas.
Flor Romero. Tomado de El tesoro del Zipa, en Mitos y leyendas de América, colección Dos mil tres lunas,
Vol. 9, Bogotá, Editorial Uneda, 2006, pp. 22-27.
2 Responde. El texto anterior, ¿es un mito o una leyenda? Justifica tu respuesta.
3 Explica cómo suele hacerse presente el elemento fantástico en los mitos y las leyendas.
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Mito
Leyenda
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