Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar LA BUENA FE Y LA PROPIEDAD DE LOS AUTOMOTORES por Luis MOISSET DE ESPANÉS (*) Sumario I.- Introducción. a) Buena fe en sentido subjetivo b) Buena fe en sentido objetivo c) Nuestra opinión II.- Propiedad del automotor e inscripción. a) Generalidad de las cosas muebles. b) Reemplazo de la tradición por la inscripción. c) Buena fe en la inscripción y buena fe en la posesión. III.- Otros derechos sobre el automotor a) Derechos desmembrados b) Leasing IV.- Buena fe, reivindicación y prescripción adquisitiva. a) Nociones b) Prescripción abreviada c) Prescripción contra tabulas. V.- La buena fe en la prescripción adquisitiva de automotores a) Presunción de conocimiento b) Inscripción de un automotor hurtado o robado. c) Adulteración de la identificación d) Adulteración de la documentación del vehículo. e) Sustitución de la identidad del titular registral. VI.- Buena fe y poseedores de automotores no robados ni perdidos. a) Doctrina mayoritaria b) Posición del profesor Lloveras c) Nuestra propuesta. VII.- Buena fe en la tenencia: a) Adquirente sin inscripción y automotores robados. Secuestro. b) Restitución. Depósito judicial. VIII.- Buena fe y embargo. _____________ Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar (*) Doctor en Derecho y Ciencias sociales; Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Córdoba; Presidente Honorario de la Academia Nacional de Derecho de Córdoba. I.- Introducción. Aunque sin duda en otras partes de este libro se habrá desarrollado con mayor profundidad el concepto de buena fe, estimamos indispensable brindar algunas nociones previas, que servirán de base para comprender mejor las posiciones que adoptamos en nuestros análisis sobre el funcionamiento de la buena fe con relación al régimen de los automotores. En efecto, la mayor parte de la doctrina distingue entre la buena fe en sentido subjetivo, y la buena fe en sentido objetivo y, llegado el momento, será menester determinar en cada caso concreto cuál de estas apreciaciones es la que debe predominar para juzgar las conductas del sujeto. a) Buena fe en sentido subjetivo En una de las más recientes obras escritas en nuestro continente sobre la buena fe, por una destacada jurista brasileña1, al ocuparse de la manera en que opera en la dinámica de las relaciones jurídicas, nos dice que: “La expresión ‘buena fe subjetiva’ denota un ‘estado de conciencia’ o convencimiento individual de obrar de conformidad con el derecho aplicable, como regla, al campo de los derechos reales, especialmente en materia posesoria. Se la llama ‘subjetiva’ justamente porque, para su aplicación, el intérprete debe considerar la intención del sujeto de la relación jurídica, o sea estado psicológico o íntima convicción. Antitética con la buena fe subjetiva está la mala fe, también vista subjetivamente con la intención de dañar a otro”2. En líneas generales coincidimos con el pensamiento allí expresado, que parece 1. Judith Martins-Costa: A Tribunais, San Pablo, 1999. Boa-Fé no Direito Privado, ed. Revista dos 2. Obra citada en nota anterior, p. 410. Hemos procurado traducir el texto portugués de la manera más fiel posible. 2 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar encontrar el mayor campo de actividad de la buena fe subjetiva en materia de derechos reales, aunque más adelante procuraremos introducir algún matiz distintivo. Los autores suelen entender, entonces, que la buena fe “subjetiva” tiene como fundamento la ignorancia, o la creencia errónea, siempre que esa ignorancia o error no estén fundados en culpa o dolo del agente que, según De los Mozos, serían los límites internos que encuentra la buena fe para su aplicación3. b) Buena fe en sentido objetivo La apreciación objetiva de la buena fe es aquella que se realiza atendiendo al hecho de que la persona al obrar debe ajustar la conducta a ciertos “arquetipos o modelos”, “actuando como lo haría un hombre recto, con honestidad, lealtad y probidad” 4. Es decir que a la creencia de estar obrando correctamente, debe sumarse que su conducta se ajuste al modelo de conducta que para esos casos exigen los usos sociales, o las previsiones de la ley. Así, por ejemplo, si alguien, para confeccionar un trabajo jurídico, reproduce las ideas de otros autores, a los que se limita a mencionar en la bibliografía de las obras que consultó, aunque “internamente” su ignorancia o error lo impulsen a creer que ha obrado correctamente, está violando claras pautas objetivas de apreciación de la buena fe que, primero en virtud de usos sociales, luego por la consagración en expresos textos legales, imponen una conducta diligente al efectuar citas. En efecto, el modelo de conducta impuesto por los usos sociales le exige usar “comillas” para indicar cuáles son las ideas ajenas reproducidas, como se expresa en el propio Diccionario de la Real Academia5, y esta conducta está refirmada en casi todos los países por las leyes que se ocupan de la propiedad intelectual, que conceden el llamado “derecho de cita”, pero establecen la exigencia del entrecomillado, y fijan el número máximo de palabras que pueden reproducirse6. 3. Ver José Luis De los Mozos, El principio de la buena fe, ed Bosch, Barcelona, 1965 (en especial 10. Límites de aplicación de la buena fe: límites internos - ausencia de dolo o culpa, p. 61 y siguientes). 4. Ver Judith Martins-Costa, obra citada, p. 411. 5. Ver “comilla”, 2ª y 3ª acepción, Diccionario de la Lengua, 21ª ed., Madrid, 1992. 6. Ver Isidro Satanowsky, "Derecho Intelectual" (Tea, Buenos Aires, 1954, 2 tomos), quien al referirse al derecho de cita nos dice: "... tres requisitos condicionan el ejercicio de su derecho: indicar el nombre del autor, hacer la cita entre comillas e incorporarla dentro de un texto personal", agregando a renglón seguido una previsión que estimamos no debe olvidar jamás el investigador: "Las citas pueden constituir, si no la parte esencial de una obra, por lo menos la más interesante y multiplicarse hasta llegar a un aprovechamiento ilegítimo de la producción ajena. Es por eso que la ley ha previsto el caso determinando los límites dentro de los cuales debe mantenerse el que cita. La ley argentina (art. 10), fija en un 3 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar Como bien dice José Luis de Los Mozos, la apreciación objetiva de la buena fe “no se halla basada en la voluntad de las partes, sino en la adecuación de esa voluntad al principio que inspira y fundamenta el vínculo negocial”7. Se advierte con acierto que, necesariamente, la apreciación objetiva de la buena fe presenta múltiples matices, pues las conductas social o legalmente exigidas, varían de acuerdo a las distintas situaciones concretas que deben enfrentarse8, y no aparece como un principio general, sino más bien como un modelo jurídico, “en la medida en que se reviste de variadas formas y de variadas concreciones”9, aunque todas ellas presentan una unidad de sentido: establecer si ha existido una conducta leal, merecedora de protección a pesar de haber incurrido en error. c) Nuestra opinión Mas allá de las distinciones que suele establecer la doctrina, hablando de buena fe “creencia”, buena fe “ignorancia”, buena fe diligencia, buena fe “subjetiva” o buena fe “objetiva”, a veces en nuestros trabajos hemos utilizado la denominación de buena fe interna, para referirnos a un estado de ánimo que es común a todos los casos en que el derecho debe contemplar y apreciar la buena fe. Nos referimos así al “convencimiento íntimo” que anima al sujeto de que procede con lealtad y probidad. Coincidimos en esto con una apreciación de de los Mozos, de que las distinciones que se trazan no son substanciales, sino formales y que hay una “continuidad esencial de la noción de buena fe”10. Pero, resulta que el derecho no se ocupa de los sentimientos íntimos de las personas, salvo que inspiren conductas que trasciendan al mundo exterior. El comportamiento exteriorizado va a presentar siempre un elemento de carácter objetivo. Cuando la conducta del sujeto tenga como fundamento un error sobre la realidad máximo de 1000 palabras, y la italiana (art. 22) tres páginas" (Obra citada, T. I, 198-E, p. 354). 7. Ver José Luis de los Mozos, obra citada, p. 45. Lamentablemente en alguna obra hemos visto reproducidos estos, y muchos otros párrafos del libro a veces con una vaga referencia al autor, otras sin referencia alguna, y siempre sin las comillas, a pesar de ser reproducciones textuales. Esa conducta, de acuerdo a las pautas que fija la ley vigente, vulnera la buena fe objetiva, aunque quien así se haya comportado invoque buena fe “subjetiva”, alegando ignorancia del derecho, pues ese error es inexcusable. 8. “Es una norma necesariamente matizada, cuyo contenido no se presenta como un ‘principio general’...” (Judith Martins-Costa, obra citada, p. 412). 9. Autor y lugar citados en nota anterior. 10. José Luis de los Mozos, obra citada, p. 26. 4 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar de las cosas, o su ignorancia de previsiones legales, el jurista debe determinar si existen excusas que justifiquen su error11. La apreciación de las circunstancias que rodean los distintos casos es tan variada, que -como ya lo apunta de los Mozos- no puede realizarse a priori, ni con el empleo de una lógica de tipo matemático, propia de otras ciencias, sino que es menester recurrir a la “tópica”12 como herramienta de trabajo. Se supera así la jurisprudencia de “conceptos”, e incluso la jurisprudencia de “intereses”, para buscar la justicia en la aproximación a los casos concretos. Mucho ha iluminado este camino, que supone un renacimiento del pensamiento retórico aristotélico y ciceroniano, la obra del jurista alemán Theodor Viehweg, que propicia para el derecho civil una técnica de “pensamiento problemático”, basada en los siguientes presupuestos: “1.- La estructura total de la jurisprudencia solamente se puede determinar desde el problema. 2.- Las partes integrantes de la jurisprudencia, sus conceptos y sus proposiciones, tienen que quedar ligadas de un modo específico con el problema y sólo pueden ser comprendidos desde él. 3.- Los conceptos y las proposiciones de la jurisprudencia sólo pueden ser utilizados en una implicación que conserve su vinculación con el problema.”13 No se piense en manera alguna que esta técnica significa abrir camino al libre arbitrio judicial; muy por el contrario, se trata de que el intérprete busque en cada caso la forma de adecuarlo a las previsiones legales, encontrando una solución que haga posible la justicia del problema que concretamente debe resolver. En materia de buena fe, precisamente, la multiplicidad de valores que se entrecruzan hace necesario aproximarse a cada caso con una visión “tópica”, que supere la visión “axiomática”. Antes de concluir este punto procuraremos brindar un ejemplo de esta manera de pensar. En nuestro sistema jurídico suele darse tratamiento axiomático a la “inexcusabilidad del error de derecho”14, principio que se 11. De aquí en más hablaremos casi exclusivamente de error, porque como muy bien lo señaló Savigny, desde el punto de vista de sus efectos jurídicos, error e ignorancia son equiparables (ver Federico Carlos de Savigny, Sistema de Derecho Romano actual, trad. al castellano, T. II, Apéndice VIII: Del error y de la ignorancia”, ed. Góngora y Cía., Madrid, 1879). 12. De los Mozos, obra citada, p. 15. 13. Theodor Viehweg, Tópica y Jurisprudencia, traducción al castellano de Luis Diez Picazo, Taurus, Madrid, 1964. 14. Ver nuestro: El error de derecho en el derecho civil contemporáneo y en el Código Civil Argentino, Bol. Fac. de Derecho y C. Sociales de Córdoba, año XXV, 1961, Nº 1-2 p. 143, reproducido por la Revista de Derecho Español y Americano, Madrid, año VII, 1962, Nº 20, p. 62). 5 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar remonta al Derecho Romano15, y se suele dar como fundamento la “presunción de conocimiento” de la ley, como lo hace el derecho francés. Nuestro Código también sienta como regla en el art. 20 que la ignorancia de las leyes no sirve de excusa, pero establece un matiz: “si la excepción no está expresamente autorizada por la ley”, y entre esas excepciones encontramos el art. 3428 donde, precisamente, se protege la buena fe del poseedor de una herencia, aunque haya sido causada por un error de derecho. ¿Por qué este matiz diferencial? Creemos que ello se debe a dos razones; en primer lugar nuestro Código “no presume conocido el derecho”, sino que se limita a establecer su obligatoriedad (art. 2). Cuando por error o ignorancia se desobedece un mandato de la ley, ese error será inexcusable, y la buena fe no resultará suficiente para proteger a quien viola el mandato; pero cuando se trata de simple ignorancia de una previsión legal, y no de desobediencia del mandato del orden jurídico, y concurre otra categoría jurídica, la buena fe, nada impide prestar protección a la víctima de ese error, si fuera excusable16. En definitiva, a nuestro criterio, en la vida práctica se presentan múltiples conductas que pueden pretender la protección de la buena fe; al apreciarla siempre habrá un matiz objetivo, desde aquellos casos en que las costumbres sociales sólo requieren un comportamiento normal medio, en los cuales la buena fe se presume, hasta aquellos otros en los cuáles es menester que el sujeto acredite, sea por imperativo de los usos, sea por imperativo de la ley, diligencias especiales. II.-Propiedad del automotor e inscripción. a) Generalidad de las cosas muebles. En el derecho civil codificado del mundo occidental ha prevalecido el concepto de que la “posesión de buena fe” de una cosa mueble equivale a título, desarrollando así la idea contenida en el artículo 2279 del Código Napoleón, que expresa: “En materia de muebles, la posesión vale como título”17, que es repetida insistentemente por la doctrina francesa e, incluso, es recogida por el codificador en varias notas18 y ha pasado a algunos Códigos que tomaron como 15. Ver Neracio, D. 22, 6, 2; Paulo, D. 22, 6, 9; y también el Código 1, 18, 12. 16. En nuestro trabajo mencionado en nota 14 dijimos, hace ya cuarenta años: “Creemos que en todos los casos en que el derecho brinda protección a las personas de buena fe víctimas de un error, esa protección debe extenderse tanto a los errores de hecho como a los de derecho” (trabajo citado, p. 178). 17. “Art. 2279 (Código civil francés).- En fait de meubles, la possession vaut titre”. 18. Ver especialmente las notas a los artículos 2414, 2488, 2594, 3878, 3882, 3892 y 3909. 6 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar modelo al francés, como una referencia al “título formal”19, lo que al parecer es suficiente dentro de sistemas como el del Código francés, que hacen del consentimiento (título) el medio suficiente para transmitir la propiedad20. Incluso en el Código español (artículo 464), se dice que “la posesión de los bienes muebles, adquirida de buena fe, equivale al título”, pero aquí aparecen dos menciones dignas de resaltar, a saber: a) se hace referencia a la buena fe; y b) esa conducta se aprecia con relación a la “adquisición” de la posesión, es decir en vinculación con el modo. Vélez Sársfield, por su parte, aunque haya tenido en vista el modelo francés, fija con mayor precisión el alcance de la norma, al establecer en el artículo 2412: “La posesión de buena fe de una cosa mueble, crea, a favor del poseedor, la presunción de tener la propiedad de ella, y el poder de repeler cualquier acción de reivindicación, si la cosa no hubiese sido robada o perdida”. En la nota a este artículo nuestro codificador, que tantas veces ha seguido a Aubry y Rau, destaca que en este caso se aparta de sus enseñanzas, y prefiere inclinarse -con innegable acierto- por la opinión de Troplong, Marcadé y Duranton21. En resumen, el tercero poseedor de buena fe de una cosa mueble, que no sea robada ni perdida, goza en nuestro derecho de la presunción de propiedad y no olvidemos que la buena fe en la posesión se juzga en el momento de su adquisición (art. 2358). b) Reemplazo de la tradición por la inscripción. El régimen de propiedad de automotores ha cambiado el modo, tradición, por la inscripción; por ello el artículo 2 del decreto ley, con una construcción muy semejante a la del 2412, dispone: 19. José María Miquel menciona al Código de Baden que expresa en alemán algo que podría ser traducido como “en caso de bienes muebles la posesión vale como documento o título formal” (ver “La posesión de bienes muebles”, ed. Montecorvo, Madrid, 1979, p. 154. 20. En realidad aún en nuestro ordenamiento jurídico, que mantiene la exigencia de la tradición, como modo que debe sumarse al título, también la expresión resulta suficiente, porque forzosamente para tener posesión, debe haberse recibido la cosa, y si el título se presume, tendríamos reunidos los dos elementos. 21. “Nota al art. 2412: Aubry y Rau, extensamente en el § 183. La necesidad de la buena fe para que la posesión valga como título, es sostenida por Troplong, Prescript., t. 2, núm. 1061, por Marcadé, sobre los arts. 2279 y 280, por Duranton, t. 4, num. 433; pero Aubry y Rau enseñan en el § 183, nota 26, que aun respecto al poseedor de mala fe, la posesión de las cosas muebles vale por el título”. 7 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar “La inscripción de buena fe de un automotor en el registro confiere al titular de la misma la propiedad del vehículo, y el poder de repeler cualquier acción de reivindicación, si el automotor no hubiese sido hurtado o robado”. Conviene señalar algunas diferencias; en este caso ya no se habla de “presunción de propiedad”, sino directamente de “propiedad”, eliminando las discusiones que se daban en el art. 2412 sobre si la presunción era “iuris et de iure” o “iuris tantum”. En segundo lugar, no se habla de “posesión de buena fe”, sino de “inscripción”, precisamente en razón de que el primer artículo del decreto ley ha reemplazado la tradición como modo constitutivo del derecho de propiedad. Algún autor ha creído encontrar en estas expresiones la adopción de la doctrina germana del “acto abstracto”22, separando de esta forma la “inscripción” del acto causal. En realidad esta afirmación, extraña totalmente al sistema jurídico vigente en nuestro país, se contradice con la afirmación de que la “inscripción” reemplaza a la “tradición”23, pues si se acepta la vigencia de la teoría del “título y modo”, ambos elementos deben estar presentes en toda transmisión, razón por la cual no es posible hablar de un “acto abstracto”, que prescinde de la causa, o sea del título! Más aún, al admitir la ley la reivindicación cuando los automotores han sido robados o hurtados, nos da una muestra clara de que la inscripción no funciona como acto abstracto que se desligue totalmente de sus antecedentes causales, pues quien inscribe de buena fe, si el acto es abstracto, no tendría que esperar dos años para rechazar las acciones de reivindicación. Finalmente, el mismo autor admite la posibilidad de que en materia de automotores funcione la resolución por incumplimiento, no admitida por el Código para las restantes cosas muebles24, y el mencionado incumplimiento nada tiene que ver con la inscripción, sino que se refiere al contrato causal. Si la inscripción de buena fe fuese un “acto abstracto”, no sería admisible la resolución por incumplimiento. c) Buena fe en la inscripción y buena fe en la posesión. El requisito de la buena fe en la inscripción, se exige para que el adquirente pueda 22. Ver Alberto Omar Borella, Régimen Registral del automotor, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1993, p. 51 y ss. (en especial N° 56 y 57, p. 63 y ss). También habla de “acto abstracto de enajenación” Andrés G. Fraga, pero sin dar razón alguna que justifique esta afirmación (ver “Prescripción adquisitiva de automotores”, J.A. 1999-IV, en especial p. 1020). 23. Así lo dice Borella, y en esto acierta, en la p. 52 de su obra. 24. Ver obra citada, N° 46, p. 59. 8 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar convertirse en propietario, y rechazar una acción reivindicatoria, adquiriendo por prescripción el vehículo en el plazo abreviado de dos años. Se trata de una apreciación objetiva de la buena fe, impuesta por los artículos 4 y 16 del decreto ley. Cabe preguntarse: ¿es posible admitir una apreciación subjetiva de la buena fe, con relación a poseedores o tenedores de un automotor, que no han logrado emplazamiento registral? El razonamiento retórico que preconiza Viehweg nos obliga a inclinarnos por la afirmativa, como lo han hecho con acierto algún fallo, aunque será menester un análisis cuidadoso de algunos casos concretos, que efectuaremos más adelante, en el apartado VII de este trabajo. Por ahora nos limitaremos a señalar que no siempre quien consigue a su favor la titularidad registral gozará de buena fe, pues si tuviese conocimiento efectivo que quien le enajena el vehículo lo ha comprometido en venta e incluso -en cumplimiento de ese contrato- ha entregado la posesión25, aunque el primer adquirente no haya obtenido la inscripción, el segundo, no gozará de buena fe en la inscripción. Es aplicable al caso el principio que inspira al art. 594 del Código Civil26, y también lo previsto por el art. 3270: El nuevo titular no pudo recibir del anterior un derecho mejor o más extenso que el que aquel poseía, y el conocimiento efectivo de la promesa de venta priva de buena fe la inscripción, si pretendiese desconocer esa promesa; en cambio, quien contrató con el primitivo titular la adquisición, y recibió la posesión, aunque carecería de la buena fe objetiva para repeler una acción de reivindicación si el coche era robado, tendría buena fe subjetiva, para rechazar la acción de un nuevo titular, que estuviese en conocimiento de la promesa de venta. Más aún, en la hipótesis de que el nuevo titular registral fuese un “sucesor universal”, que ignorase la obligación asumida por su causante, la mera buena fe subjetiva del adquirente, poseedor o tenedor sin inscripción, le permitiría rechazar la acción de reivindicación que éste intentase, y reclamarle el cumplimiento de la obligación de inscribir, en su carácter de heredero del anterior titular registral. III.- Otros derechos sobre el automotor a) Derechos desmembrados Señalaremos brevemente que en teoría es posible que se constituyan derechos 25. Precisamente el hecho de que el nuevo titular registral no obtenga la posesión del vehículo, puede ser un indicio que haga presumir su “conocimiento efectivo” del compromiso asumido por el anterior titular. 26. Esa norma esta dedicada a inmuebles, pero la analogía está dada por el hecho de que lo automóviles son “bienes registrables”. 9 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar reales de usufructo o de uso sobre un automotor, aunque en la práctica es poco frecuente que se lo haga, a punto tal de que nunca hemos visto un caso, ni en el ejercicio de nuestra profesión, ni en las revistas jurídicas que publican la jurisprudencia de nuestros tribunales. De cualquier forma también será menester inscribir esos derechos, y la inscripción tendrá carácter constitutivo27, y deberá ser de buena fe, para poder repeler la acción reivindicatoria en caso de que el automotor fuese hurtado o robado. Así, por ejemplo, si el titular registral fuese de mala fe, y entregase en usufructo el vehículo a una persona que inscribiese de buena fe este derecho real, la acción reivindicatoria del dueño del coche prosperaría contra el titular, pero no contra el usufructuario o el usuario que hubiesen tenido inscriptos esos derechos durante dos años. En cambio, si se tratase de una promesa no inscripta, no podría defenderse, aunque se hubiese recibido la posesión del vehículo, porque no se tendría la titularidad de ese derecho real desmembrado. b) Leasing Esta figura, que comenzó a insinuarse en la práctica de nuestras costumbres comerciales antes de ser acogida por una ley especial28. En esos cuerpos legales se prevé de manera expresa la necesidad de inscribir el derecho de leasing (art. 30 de la ley 24.44129 y art. 8 de la ley 25.24830). La inscripción del derecho de leasing sobre un automotor debe también ser de buena fe, para gozar de la protección registral, pero no se reduce sólo a las hipótesis de reivindicación de la cosa, sino que concede oponibilidad frente a los acreedores del titular registral31. En cuanto a la buena fe para oponer el “leasing”, tiene una doble vertiente de 27. Borella, sin embargo, afirma que la inscripción en estos casos es declarativa, lo que a nuestro criterio es erróneo (ver Régimen Registral del automotor, ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 1993, p. 499). 28. Primero fue la ley 24.441, y luego la 25248. 29. Analizando este cuerpo legal dijimos: “Ya hemos visto que el primer párrafo del artículo 30 indica que la inscripción se hará "en el registro que corresponda a las cosas" que son objeto del leasing, vale decir que un leasing inmobiliario tendrá que registrarse en el folio real correspondiente a ese bien, y cuando se trate de automotores, equinos pura sangre de carrera, barcos o aeronaves, se tomará razón del contrato en el correspondiente registro” (Aspectos registrales del contrato de leasing, Zeus, T. 69, D - 29). 30. Ver nuestro: Aspectos registrales del "leasing" en la ley argentina 25.248, en Libro Homenaje a Javier Vargas Vargas, Academia Peruana de Derecho, y Zeus, T. 84, D - 115. 31. Ver trabajo citado en nota anterior, en especial ap. IV. 10 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar apreciación, objetiva -en cuanto requiere la inscripción-, y se hace efectiva a favor del dador, si el tomador cayese en quiebra, y subjetiva, en cuanto se funda en la ignorancia de que exista un mejor derecho de los acreedores del dador. IV.- Buena fe, reivindicación y prescripción adquisitiva. a) Nociones El primer párrafo del artículo 4 del decreto ley de automotores habla de la posibilidad de “repeler la acción reivindicatoria transcurridos dos años de la inscripción”, sin mencionar la “prescripción adquisitiva”. En el mismo párrafo se exige, además de la inscripción, la posesión “de buena fe y en forma continua”. Algunos autores han creído encontrar aquí una hipótesis distinta a la prescripción 32 adquisitiva y otros, la regulación de una prescripción tabular, mientras que en el art. 4016 bis del código civil se regularía una prescripción “contra tabulas33. Recordemos previamente que VÉLEZ SÁRSFIELD no legisló de manera general la prescripción adquisitiva de cosas muebles, limitándose a establecer la protección a favor de los poseedores de buena fe de cosas que no fuesen robadas o perdidas, contenida en el artículo 2412. Quedaban también excluidos de la protección consagrada en el artículo 2412 los adquirentes de cosas muebles a título gratuito, pues contra ellos podían dirigirse acciones reivindicatorias (argumento a contrario artículos 2767 y 2778) que eran imprescriptibles -según la mayoría de los autores- porque dentro del sistema del Código sólo se regulaba la usucapión de los inmuebles. La ley 17.711 ha llenado la laguna que existía en el Código civil en materia de prescripción adquisitiva de cosas muebles robadas o perdidas, incluyendo el nuevo artículo 4016 bis, que expresa lo siguiente: "El que durante tres años ha poseído con buena fe una cosa mueble robada o perdida, adquiere el dominio por prescripción. Si se trata de cosas muebles cuya 32. Ver en especial, Néstor J. Musto: Derechos Reales, ed. Rubinzal y Culzoni, T. II, Santa Fe, 1983, p. 264 y siguientes. 33. Ver de Antonio Rodolfo Lloveras: Prescripción adquisitiva de automotores, J.A. 1995-II-714 y siguientes, y también su libro: Régimen de propiedad y prescripción adquisitiva de cosas muebles y automotores, ed. Universidad Católica de Cuyo, San Juan 1998 (en especial N° 14, p. 277 y siguientes). Efectuaremos nuestras citas mencionando el trabajo publicado en Jurisprudencia Argentina, por considerar que su consulta es más fácil para la mayoría de los lectores. 11 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar transferencia exija inscripción en registros creados o a crearse, el plazo para adquirir su dominio es de dos años en el mismo supuesto de tratarse de cosas robadas o perdidas. En ambos casos la posesión debe ser de buena fe y continua". Se trata de un plazo reducido de prescripción; los requisitos exigidos son dos: la posesión, durante los lapsos fijados por la ley, y la buena fe. La posesión debe reunir las características de pública, pacífica, continua e ininterrumpida, y no haberse alterado su curso por una situación suspensiva. En el caso de muebles registrables, como lo veremos más adelante, será menester que se haya inscripto la cosa a nombre del que procura prescribir, exigencia que es aplicable a los automotores y, ahora, a los motovehículos que se han incorporado al régimen registral. Los poseedores de mala fe están excluídos de la aplicación de esa norma, pero podrán ampararse en el artículo 4016. b) Prescripción abreviada. La buena fe La distinción entre los plazos de prescripción establecidos por el artículo 4016 bis, que se fijan en tres años para las cosas muebles en general, y en dos para las cosas "cuya transferencia exija inscripción en registros", se justifica plenamente; el requisito es obvio, porque el plazo reducido tiene como único fundamento la mayor publicidad que otorga el haber inscripto el derecho sobre el bien mueble en el Registro respectivo. Agréguese a ello que los principales Registros de cosas muebles que existen en el campo del derecho civil (automotores y equinos de carrera), adoptan el sistema de "inscripción constitutiva"34, de manera que no se transmite -ni adquiere- la propiedad de la cosa, si no se efectúa la registración. En consecuencia, la persona que no cumpla con el mencionado requisito no podrá alegar buena fe en su posesión y, por tanto, no podrá esgrimir ni el artículo 4 del decreto ley de automotores, ni el artículo 4016 bis del Código civil, que incluyen entre sus requisitos la buena fe 35. 34. Hoy tanto doctrina como jurisprudencia están de acuerdo en que la inscripción de los automotores es constitutiva (ver, entre otro, Marina Mariani de Vidal: Automotores: la buena fe como requisito para la adquisición de su dominio, L.L. 1991-B-1141 (en especial ap. b, p. 1142 y 1143); y Leandro S. Picado y Fabián M. Loiza: La acción reivindicatoria en materia de automotores, J.A. 2001-IV-1111 y siguientes; en especial ap. VI-b, p. 1119, donde dicen: “De los diáfanos términos de la preceptiva no puede sino sostenerse que la inscripción registral tiene carácter constitutivo. 35. Con posterioridad vemos que Carlos Alberto DE ROSA ha sostenido también la necesidad de emplazamiento registral para que el usucapiente pueda alegar buena fe y prevalerse del plazo reducido (ver "La prescripción adquisitiva de cosas muebles", L.L. 1989 - A, p. 1003 y ss., en especial p. 1011). 12 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar Insistimos, si no se inscribe la transmisión el poseedor carece de modo, y si no tiene modo no puede haber buena fe. Queremos advertir también que el artículo 4016 bis modificó en cierta medida al artículo 4 del decreto ley 6582/58, ya que dicha norma fijaba un plazo de tres años, a contar de la fecha de la inscripción, como plazo de prescripción para poder repeler la acción reivindicatoria; ese plazo quedó tácitamente modificado y reducido a dos años, pues la ley posterior -en este caso la 17.711- deroga la anterior 36 . Es cierto que el problema suscitó alguna duda en autor tan 37 calificado como MUSTO , pero ella ha quedado disipada con la modificación que la ley 22.977 introdujo al artículo 4, que ahora -de manera concordante con el resto del sistema- habla de dos años 38. Buena fe y cosas muebles registrables. Para que el poseedor de una cosa mueble registrable pueda ser considerado de buena fe, su titularidad debe estar efectivamente inscripta en el Registro, única hipótesis en que será de aplicación el plazo reducido de dos años que prevé el artículo 4016 bis. En materia de automotores esto es muy claro, pues como bien dispone el artículo 4 del decreto ley, para poder rechazar la acción de reivindicación es menester que el vehículo esté inscripto. Por ello he dicho que: "Se estará, entonces, en una situación similar a la del poseedor de un inmueble que tiene justo título y buena fe, que sería verdadero propietario si no hubiese causas de reivindicación y, por tanto, no necesita iniciar un proceso especial, si no aparece alguien a reclamarle la entrega de Se ha dicho también que "como en los automotores, la inscripción es constitutiva, no puede pretender ser considerado poseedor de buena fe quien no registró su adquisición, aunque el enajenante haya sido titular registral" (Mario José CAPÓN FILAS, "La usucapión de automotores en una sentencia", J.A., 1991-III- 303). 36. Conf. BREBBIA, Roberto H.: Problemática jurídica de los automotores, Astrea, Buenos Aires, 1984, T. II, p. 335. En sentido coincidente, adhiriendo a nuestra opinión, se ha pronunciado también ANDORNO ("Automotores. Dominio y responsabilidad", J.A., 1981 - IV, p. 693, en especial punto II del mencionado estudio). 37. MUSTO, Néstor J.: Derechos Reales, ed. Rubinzal y Culzoni, Santa Fe, 1983, T. II, p. 268: "Surge inmediatamente el interrogante de si prevalece la disposición de la norma específica, o si por el contrario, ha sido derogada por el artículo 4016 bis...", y agrega " ...En nuestra opinión debe prevalecer la norma específica ya que no ha sido derogada expresamente por la ley 17.711 que, por ser general, debió referirse expresamente si pretendía el legislador derogar la norma específica". Por nuestra parte, creemos haber demostrado que el artículo 4016 bis contiene una norma especial para la prescripción adquisitiva de cosas muebles (ver nuestro "Usucapión de automotores", en especial su apartado II y las conclusiones, publicado en Zeus, T. 32, D - 69). 38. José María GASTALDI, Dominio de Automotores. Registración y reivindicación (¿conviene reformar el régimen vigente?), E.D. 116 - 477 (en especial ap. II, nota 10, p. 481 y ap. V, conclusión 5, p. 486). 13 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar la cosa, en un juicio reivindicatorio, caso en el cual recién esgrimirá la prescripción adquisitiva, de plazo reducido, como defensa ..." 39. Cosas inscriptas en el Registro. Este poseedor, en realidad, goza de la apariencia de un verdadero propietario, y no se concibe que pueda entablar él la acción de usucapión, pues esa actitud importaría reconocer su mala fe, es decir, que tiene conocimiento de los vicios de su posesión. Tampoco en este caso se justifica la necesidad de organizar un procedimiento especial, aunque aceptemos la posibilidad de usucapir a los 20 años de posesión. En los hechos esta hipótesis de prescripción adquisitiva sólo se esgrimirá como defensa, frente a una acción de reivindicación del verdadero propietario40. En el caso de los automotores está aún más claro el problema, pues el titular registral que posee el vehículo puede al cabo de dos años, en virtud de lo dispuesto por el artículo 4 del decreto ley, rechazar cualquier acción de reivindicación (salvo que se pruebe su mala fe). ¿Para qué intentar un juicio de prescripción, si él "es propietario", mientras no aparezca otro que pretenda reivindicar el automóvil? ¿Qué interés tiene en hacer saber que "conoce" que hay otro propietario, y que su titularidad registral padece de defectos? Recién en caso de que aparezcan esas fallas se defenderá oponiendo al verdadero propietario su "titularidad por más de dos años"; excepcionalmente puede darse el caso de que las fallas aparezcan y la matrícula deba cancelarse, sin que se conozca, sin embargo quien es el verdadero dueño de ese vehículo, como ha sucedido en alguna oportunidad con los llamados autos "mellizos". Nos explicamos brevemente; el dueño de un vehículo, que oportunamente fue registrado en debida forma, y que conserva su posesión, acude al Registro para un trámite y descubre con sorpresa que, aparentemente, su coche ha sido vendido a un tercero. Al investigar el problema se demuestra que la transacción era falsa, al igual que los papeles que se utilizaron para ello, y se localiza a un señor "B" que adquirió "ese coche" y, en realidad, tiene en su poder "otro" automóvil, con sus datos identificatorios (números de motor y chasis) adulterados. Pues bien, el 39. Carta enviada por el suscripto al doctor Luis O. Andorno, el 9 de febrero de 1973. Dejaba allí constancia de que “nunca me había puesto a pensar en el trámite de usucapión de muebles...”, pero que las inquietudes de la Dra. Marcolín de Andorno me habían obligado a reflexionar sobre el tema y mi opinión que se concretó en las palabras que entrecomillo en el texto, es reproducida por la Dra. Marcolín de Andorno en p. 152-153 de su obra. 40. Adhieren a esta doctrina Eduardo Oroño y Marcelo Quiroga, Automotores. Inexistencia de la acción de usucapión breve. Inscripción posesoria, J.A. 1994-III-771 y siguientes (en especial ap. VII, p. 774). 14 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar señor "B" perderá su emplazamiento registral, y se encontrará en la situación de poseedor de buena fe de un vehículo cuyo dueño se desconoce, y que lo ha poseído material y registralmente durante varios años, por lo que puede tener interés en consolidar su situación por vía de la usucapión. c) Prescripción contra tabulas. Quizás sea éste el problema más grave que en un futuro deberá dilucidar la doctrina nacional. En trabajos anteriores hemos dico que si el poseedor de un automotor) no hubiese logrado la inscripción, nos encontraríamos en la única hipótesis en la cual podría presentar cierto interés interponer una demanda de usucapión 41 , para lograr que se realice la inscripción; pero en esta hipótesis no es posible aducir buena fe del poseedor, al menos para obtener el beneficio de la prescripción “secundum tabulas”, pues si no ha logrado inscribir el automotor no puede tener la “creencia sin duda alguna de ser el exclusivo señor de la cosa” que exige el artículo 4006, ni estar persuadido, en razón de ignorancia o error de hecho “de la legitimidad de su posesión”, como dice el artículo 2356. Por tanto no podrá ampararse en el artículo 4016 bis del Código civil, ni en el art. 4 del decreto ley, con sus plazos de prescripción reducida. A lo sumo este poseedor -que va a usucapir contra tabulas- podrá aducir una prescripción veinteañal, sosteniendo que el artículo 4016 ampara a cualquier poseedor que carezca de título y buena fe, incluso en el caso de cosas muebles 42. Esto abre la discusión de si puede admitirse la posibilidad de prescribir contra tabulas, especialmente tratándose de un sistema en el que la inscripción registral tiene carácter constitutivo del derecho de dominio, como ocurre en nuestro país en materia de automotores. Recordemos que para hipótesis similares, en materia inmobiliaria, la doctrina germánica, en un primer momento, se ha resistido a admitir la posibilidad de que un poseedor no inscripto pueda usucapir, pero con el transcurso del tiempo, en el tremendo choque que enfrenta a los formalismos de una pura lógica jurídica, con la fuerza pujante de los hechos que se exterioriza en la posesión, esta última ha salido triunfante y ha obligado a admitir la usucapión contra tabulas 43. Es que el derecho, en su afán de buscar soluciones justas a las necesidades de la vida, 41. Actualmente sabemos que no es la única, pues también hay interés en el caso de los autos "mellizos" que mencionábamos más arriba. 42. Carta citada en nota 39; opinión reproducida por la Dra. Marcolín de Andorno en p. 153 de su obra. 43. Ver artículo 927 del Código civil alemán. 15 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar no puede deformar la realidad, sino que debe ajustarse a ella, buscando regularla de la manera más adecuada posible 44. La posesión representa, por sí misma, un factor de tanta importancia en la vida social que algún jurista ha llegado a afirmar que tiene aún mayor valor y trascendencia que la propiedad y que debería reemplazarse la vieja frase "función social de la propiedad", por "función social de la posesión" 45. Por eso termina derribando todas las barreras e imponiendo la necesidad de que el derecho reconozca y consolide esas situaciones de hecho, por vía de la usucapión 46. Además, en esta hipótesis estamos fuera del marco del artículo 4016 bis, pues la necesidad de consolidar el dominio por usucapión puede darse con respecto a automotores que no han sido robados ni perdidos, sino -por el contrario- entregados al "usucapiente" por el verdadero propietario, inscripto en el Registro, con el fin de cumplir las obligaciones que emergen de una transferencia que todavía no ha sido registrada, problema que analizaremos en el apartado VI. V.- La buena fe en la prescripción adquisitiva de automotores. Tanto el artículo 4016 bis del Código civil, como el artículo 4 del decreto ley 6582/58 hacen referencia a la buena fe del poseedor y ello nos obliga a preguntarnos: ¿en qué consiste esa "buena fe"? ¿Se trata de la simple creencia del titular inscripto de que tiene el derecho a ser dueño? ¿O la ley exige que esa creencia se base además en alguna actividad o diligencia? En otras palabras: ¿es suficiente la llamada buena fe "subjetiva", o se requerirá en este caso una manifestación "objetiva" de la buena fe? 47. 44. Ver, por ejemplo, Diego ESPÍN CÁNOVAS, Derechos Reales, ed. Rev. Derecho Privado, 3ª ed., Madrid, 1968, p. 165: " ... si pretendiese desconocer radicalmente el hecho posesorio consagraría el divorcio entre realidad y Registro, en perjuicio del propio sistema"; y Carmelo DÍAZ GONZÁLEZ, Derecho Hipotecario, ed. Rev. de Derecho privado, Madrid, 1967, T. I, p. 176, quien hablando de los problemas que plantea la usucapión contra tabulas dice que "... su inadmisión equivaldría al mantenimiento de una situación ficticia y una completa discordancia entre Registro y realidad". 45. Antonio HERNÁNDEZ GIL, La función social de la posesión, Alianza Editorial, Madrid, 1969. 46. Conf. Carlos Alberto DE ROSA, quien considera necesario articular una usucapión "contra tabulae", y menciona en su apoyo una ponencia de Grebol y Pouysegur presentada al Tercer Congreso Nacional de Derecho Registral, Mar del Plata, 1979 (trabajo citado, nota 91, p. 1011). 47. Para profundizar la diferencia entre buena fe "subjetiva" y "objetiva", ver José Luis De LOS MOZOS, El principio de la buena fe, ed. Bosch, Barcelona, 1965 (en especial capítulo II, p. 43 y ss.). 16 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar a) Presunción de conocimiento. Sobre el particular es necesario destacar la presunción de conocimiento creada por el nuevo artículo 16 del decreto ley de automotores, con la redacción que la ley 22.977 ha dado a su primer párrafo: "A los efectos de la buena fe previstos en los artículos 2, 3 y 4 del presente, se presume que los que adquieren derechos sobre un automotor conocen las constancias de su inscripción y de las demás anotaciones que respecto de aquél obran en el Registro de la Propiedad del Automotor, aún cuando no hayan exigido del titular o del disponente del bien la exhibición del certificado de dominio que se establece en este artículo ...". Se presume, pues, que quien celebra un contrato de adquisición de un automotor conoce las constancias anteriores del Registro, porque ha tenido a la vista -o debió tenerlo- el certificado que acredite las condiciones de dominio. Es la diligencia mínima que se le exige, y no podrá basar una presunta "buena fe" en la cándida afirmación de que ignoraba los asientos registrales. El legislador impone al sujeto obrar diligentemente; informarse sobre los datos que existen en el Registro; si no toma estas precauciones no podrá afirmar que goza de "buena fe". Pero, ¿cómo puede llegar el poseedor de un vehículo robado o "perdido", a obtener emplazamiento registral, si existen constancias de quién es su verdadero propietario, y puede también estar asentada la denuncia del robo? ¿El solo hecho de la existencia de esas constancias, desconocidas por el nuevo titular registral, bastará para eliminar la posibilidad de su "buena fe"? Para llegar a una conclusión parece necesario indagar sobre las distintas hipótesis que pueden presentarse. b) Inscripción de un automotor hurtado o robado. En primer lugar adviértase que, a diferencia del art. 2412 que se refiere a los muebles en general, robados o perdidos, los artículos 2, 3 y 4 del decreto ley solamente mencionan los automotores "hurtados o robados”, lenguaje que aceptamos porque resulta difícil imaginar que, perdido un automotor, quien lo halle -si no cuenta con la documentación del vehículo- pueda inscribir una transferencia a su nombre, y si encontrase también esa documentación, y adulterase los papeles, falsificando la firma del titular en el formulario 08 de 17 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar inscripción, su conducta ilícita podría asimilarse a la del hurto. En trabajos anteriores hemos dicho que en el campo del derecho civil cuando se habla de "robo" se comprende también al "hurto", sin efectuar las distinciones técnicas que traza el derecho penal entre estas dos formas de apoderamiento de cosas muebles ajenas, por lo que resulta innecesario acudir conjuntamente a los dos vocablos; en cambio la "pérdida" es, en principio, una hipótesis distinta a la del robo o hurto, que debe destacarse. Sin embargo, a los fines de interpretar el artículo 4 del decreto ley, debe recordarse que quien se apodera de una cosa perdida sin efectuar la correspondiente denuncia para que se procure individualizar al propietario comete un acto equiparable a quien la hurta (artículo 2539 del Código civil), razón por la cual la mención del hurto comprende en definitiva la hipótesis de las cosas perdidas de las que se ha apropiado el hallador sin dar noticia. Problema aparte, que dejamos para estudiar en otro momento, es el de los automotores confiados a un tenedor (comodatario, depositario, inquilino, etc.) quien abusando de la confianza del dueño los enajena a un tercero de "buena fe", hipótesis a la que hace referencia algún autor equiparándola a lo que sucede con el resto de las cosas muebles, sin advertir que en la generalidad de las cosas muebles el tenedor puede fácilmente venderlas, sin despertar sospechas al adquirente, pero que en materia de automotores esto es mucho más difícil que suceda porque solamente puede disponer de ellos el titular registral o su representante. El punto que deseamos encarar ahora es cómo se puede llegar, en materia de cosas registrables robadas o perdidas, a una inscripción de "buena fe", destacando por supuesto que el ladrón o el hallador, aunque lograsen emplazamiento registral, jamás tendrían buena fe. c) Adulteración de la identificación. Los ladrones de automotores suelen adulterar los números de identificación del motor y del chasis, para hacerlos coincidir con los de algún vehículo destruído en un accidente, que han comprado como chatarra sin darlo de baja del Registro, para quedarse con sus papeles de identificación. La documentación del vehículo siniestrado está en regla, por lo que no habrá ninguna dificultad para efectuar la transferencia registral; el adquirente, cuando pide que se le exhiba el certificado de dominio, y analiza sus constancias, no encontrará nada que lo alerte, y si no es un experto tampoco podrá advertir que el vehículo que le entregan tiene adulterados los números del chasis o del motor y como en la actualidad no siempre se exige la "verificación" para 18 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar la venta de vehículos usados de fabricación nacional 48, no tiene oportunidad de ser advertido de la alteración dolosa que han sufrido la numeración de chasis y motor. Este "modus operandi" se ve restringido por la necesidad que tienen los delincuentes de obtener los papeles de un vehículo accidentado que sea de la misma marca y modelo; pero, como contrapartida, se ve facilitado actualmente por la aludida supresión de la verificación de los datos del vehículo, como paso previo a la transferencia 49, y alguna doctrina y jurisprudencia consideran indispensable que el adquirente acuda a la verificación, para contar con buena fe merecedora de protección50. Pero, aunque el adquirente ponga la diligencia que puede exigirse a un hombre común, es decir actúe sin culpa de acuerdo a las circunstancias de persona, tiempo y lugar, puede suceder que no advierta que el vehículo es robado y obtenga emplazamiento registral, caso en el que tendrá inscripto a su nombre, de buena fe, el vehículo robado. De esta forma la matrícula originaria del vehículo seguirá figurando a nombre de su verdadero dueño, con la constancia de la denuncia de robo, pero el coche circulará con los datos de otra matrícula, correspondiente a un automotor que se destruyó y no fue dado de baja. d) Adulteración de la documentación del vehículo. El ladrón del automotor adultera la documentación, fraguando certificados y facturas que presentan al coche como nuevo, para lograr de esta manera una nueva matriculación, independiente de la anterior. De esta forma van a existir dos matrículas con iguales datos identificatorios del vehículo: 1) la originaria, donde constará el nombre del verdadero propietario, y la denuncia de robo; 2) la nueva matrícula, generalmente obtenida en otra seccional del Registro, y 48. Ver lo que decimos sobre la verificación en “Automotores y Motovehiculos...”, Capítulo III, punto 11 - a), p. 143. 49. Por eso, como hemos dicho más arriba, los Encargados de Registro suelen aconsejar a los adquirentes de vehículos usados que los hagan verificar, pese a que este requisito no es obligatorio para la inscripción de la venta. Las Disposiciones más recientes de la Dirección Nacional de los Registros parece que tienden a reimplantar paulatinamente la verificación. 50. Ver Mariani de Vidal, trabajo citado, p. 1146, donde estima que la verificación física “es una mínima diligencia obviamente exigible”, y su voto en “Fernández Iriarte, María Isabel c/ Registro Nacional de la Propiedad automotor de la Capital Federal”, Cam. Nac. Civil y Com. Federal, sala 2ª, 19 febrero 2993, donde afirma: “ ... los recaudos que ha de adoptar a los efectos de la excusabilidad de su error son esencialmente dos: verificación física del vehículo y verificación de su situación jurídica”, Informática Jurídica, Documento N° 7.694. 19 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar confeccionada sobre la base de documentos fraguados. El adquirente puede obrar con total buena fe, pues al comprar el vehículo "nuevo", que recién va a incorporarse al parque automotor, no tiene que solicitar datos al Registro, y la falsificación de los documentos puede ser tan hábil que engañe a cualquiera, a punto de que el propio Registro no advierte el hecho. Sin embargo no es la mecánica delictiva más frecuente, porque requiere la complicidad de una "concesionaria", que intervenga en la matriculación de este vehículo como 0Km. De cualquier forma, logrado este emplazamiento por un adquirente de buena fe, pueden producirse otras ventas y, casi con seguridad, los nuevos titulares registrales también serán de buena fe. Acotemos que también puede suceder que simultáneamente se adultere la identificación del vehículo, y se falsifique la documentación. Respecto a los terceros adquirentes la situación será la misma. Creemos que en la actualidad lo más frecuente es la adulteración de la documentación para crear un "mellizo", como lo relatábamos más arriba 51 , de manera que el vehículo que fue objeto del delito "ingresa" a una matrícula ya existente, como si el verdadero titular hubiese realizado un transferencia, aunque -en realidad- sigue poseyendo su coche sin enterarse de esta presunta venta, y el asunto recién sale a luz cuando realmente piensa en transferirlo y se entera que ¡"ya no es más el titular registral de esa matrícula"!, aunque todavía tiene el coche genuino. Por su parte, el poseedor del vehículo robado, que puede ser de absoluta buena fe, recién en ese momento toma conocimiento del origen ilícito de la transferencia y de la adulteración de la documentación que se ha producido. e) Sustitución de la identidad del titular registral. El ladrón o el hallador, que junto con el vehículo se ha apoderado de la documentación correspondiente, se limita a suscribir los papeles de transferencia, aparentando ser el verdadero propietario -o tener mandato para vender el vehículo- y logra que su firma sea certificada por un escribano, un juez de paz u otra "persona con facultad certificante", como dice el actual artículo 13 del decreto ley. Por supuesto que para tener éxito es menester que el propietario no haya efectuado 51. Ver nuestro “Automotores y Motovehiculos, Cap. X, punto 8-a), p. 486. 20 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar la denuncia del robo al Registro, o la complicidad de algún empleado de la oficina que suprima la constancia de la denuncia, sea en el legajo, sea en el certificado de dominio que se expide para la venta, o se haya fraguado una comunicación de "recupero". Por eso, también, la Dirección Nacional de Registros del Automotor ha mantenido la exigencia de verificación para la primera venta que se efectúe después de una denuncia de robo, aunque se haya notificado el recupero 52, pero si estamos frente a un hábil falsificador, también puede adulterar la documentación correspondiente a la verificación. El adquirente, con esa documentación, inscribe la transferencia en la matrícula original del vehículo, tomando el lugar del verdadero propietario que queda de esta forma desplazado. La diligencia del adquirente, reclamando al Registro el certificado o constancias del dominio del automotor, puede no resultar suficiente para evitar la estafa, y un timador hábil llegar a concretar la maniobra. También aquí podemos encontrarnos con un poseedor de buena fe, que tiene inscripto a su nombre el vehículo robado. Los ejemplos que hemos puesto no agotan la gama de delitos que suelen cometerse en materia de falsificaciones para vender coches mal habidos, pero sirven para demostrar la posibilidad de que haya poseedores de buena fe, que tienen inscripto a su nombre vehículos robados o perdidos. VI.- Buena fe y poseedores de automotores no robados ni perdidos. a) Doctrina mayoritaria ¿En qué situación se encuentra el poseedor de un vehículo que lo recibió del titular registral, o de sus sucesores, pero que no ha logrado efectuar la inscripción? Adviértase que aunque en su fuero íntimo llegue a considerarse propietario, con "buena fe" interna, para el ordenamiento jurídico debe dársele el trato correspondiente a un poseedor de mala fe, ya que su creencia está fundada en ignorancia o error de derecho, es decir en el desconocimiento de las normas que exigen la inscripción para convertirse en propietario del vehículo; por tanto jamás podrá ampararse en los plazos reducidos del art. 4016 bis. Destaquemos, sin embargo, que el hecho de la posesión representa una realidad social innegable, y el comportarse como verdadero propietario durante un largo período va a tener consecuencias que el derecho no puede silenciar. Insistimos en que ya Hernández Gil ha señalado 52. Ver artículo 1, inciso f, Disposición D.N. N° 301/85 (texto ordenado por la D.N. 338/85). 21 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar que la posesión cumple una verdadera función social53, y el derecho no puede permanecer ajeno a esa realidad, por lo que deberá terminar admitiendo la usucapión de los automotores, incluso por aquellas personas que no figuran como titulares inscriptos. Por supuesto que mientras no medie una reforma de nuestra ley, el plazo de usucapión será el que corresponde a los poseedores de mala fe, es decir veinte años, y la usucapión -sea que se oponga como excepción, o que se esgrima como acción- deberá tender, en última instancia a brindar al poseedor un "título" (la sentencia del juez), que pueda ser inscripto en el Registro Nacional de Automotores, para que de esta manera quede investido de la plenitud de las facultades que emergen de su derecho de dominio, y pueda incluso disponer de la cosa enajenándola o gravándola, de acuerdo a las exigencias de la ley 54. La doctrina mayoritaria coincide en interpretar la ley de esta manera55, y es también el sentido que se le ha dado en la jurisprudencia dominante, aunque no desconocemos que existen fallos aislados en los cuáles se ha hecho lugar a la prescripción adquisitiva de plazo reducido. b) Posición del profesor Lloveras El profesor sanjuanino Antonio Rodolfo Lloveras realiza un denodado esfuerzo por enmarcar a estos poseedores en el art. 4016 bis56. Afirma que esa norma comprende implícitamente a los poseedores de cosas no robadas ni perdidas, porque están en una situación mejor que aquellos, y que su “acto de adquisición constituye indudablemente un justo título en el sentido del art. 4010"57, puntos en los cuales podemos coincidir; pero debemos señalar que esas normas están protegiendo a quien posee de “buena fe” como “propietario” y que para ello, en nuestro sistema jurídico, es menester agregar al “título”, el “modo”, ya que de acuerdo al artículo 53. Antonio HERNÁNDEZ GIL, La función social de la posesión, Alianza Editorial, Madrid, 1969. 54. Luis O. ANDORNO expresa su conformidad con esta opinión (trabajo citado en nota 10, punto IV, p. 697). 55. Coinciden en esta apreciación, entre otros, Mariani de Vidal, Oroño y Quiroga, Andorno, Kiper y Cerviño Hebry, en trabajos que hemos citado en otras partes de este estudio. 56. Ver su trabajo citado en J.A. 1995-II-725 y siguientes, y también el libro mencionado en nota 33. Expresa el mencionado autor que a su criterio “en el supuesto normado por el segundo párrafo del art. 4016 bis está implícitamente contenido el caso de los terceros poseedores de buena fe de cosas muebles registrables no robadas ni perdidas” (p. 720). 57. Trabajo y lugar citados en nota anterior. 22 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar 2355 la posesión no es legítima “cuando fuere adquirida por un modo insuficiente para adquirir derechos reales”. Este olvido del autor torna infructuoso su esfuerzo, e inconsistentes sus afirmaciones de que la inscripción registral “no es ni puede ser un requisito para la prescripción adquisitiva bienal”58. En materia de prescripción adquisitiva de automotores la buena fe exigida se aprecia de manera “objetiva”; la ley requiere, de acuerdo a lo previsto en el artículo 16, que quien intenta prescribir haya obtenido emplazamiento registral, y si acudimos al Código civil, y concordamos el art. 4016 bis con el resto del plexo normativo, encontraremos una norma de carácter general, el art. 3256, que niega amparo a quien fundamenta su “creencia” en error o ignorancia del derecho, aunque subjetivamente esté persuadido de la legitimidad de su posesión. El profesor Lloveras reconoce que la doctrina mayoritaria sólo admite al poseedor no inscripto la posibilidad de adquirir “contra tabulas” en el plazo de 20 años, y la critica, diciendo que “esta tesis es errónea e inconciliable con el supuesto considerado, y con la doctrina legal que rige la determinación de la buena o mala fe de cosas en general y de cosas muebles en particular”59. En largos desarrollos posteriores se limita a fundar la buena fe de estos adquirentes en la “legitimidad” de la causa, o sea el título de adquisición, y una y otra vez olvida la exigencia inexcusable del “modo” a que hace referencia expresa, como ya hemos dicho, el art. 2356. En apoyo de su posición cita dos casos de jurisprudencia, uno de ellos de hace una docena de años, de la Cámara Civil de la Capital que, efectivamente, adopta esa postura por mayoría60; y otro de la Corte Suprema de Mendoza, al que, en su momento hemos efectuado un comentario61. En el segundo de estos “precedentes”62, las palabras que se reproducen en la reseña, de las que parece deducirse que se puede admitir una prescripción contra tabulas fundada en el artículo 4016 bis63, son nada más que un “obiter dictum”, ya que lo que se reclamaba por el actor 58. Trabajo en J.A. citado, p. 721. 59. Trabajo en J.A. citado, p. 723. 60. Cam. Civil Capital, sala G, 29 mayo 1991, "Varizat, Ernesto J. c/ Benítez, César E.", J.A. 1991-IV-104. 1. La aplicación analógica del art. 4016 bis C.C. para el caso de prescripción adquisitiva de un automotor, realiza correctamente la necesidad de otorgar similar solución a situaciones de indudable identidad. 2. No existe usucapión breve para el adquirente de cosa registrable que no la tenga inscripta a su nombre y que no sea de buena fe (del voto en disidencia del Dr. Greco). 61. Ver nuestra obra “Dominio de automotores y Publicidad Registral”, Hammurabi, Buenos Aires, 1981, p. 133y ss. 62. “Central Automotores S.R.L. c/ Sáenz, José Luis”, publicado en J.A. Reseñas 1974, p. 94, N° 1 y 1975-27-760. 63. “Si no se ha probado que el automóvil motivo de las actuaciones fuera robado o perdido, las reglas que regulan 23 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar eran los perjuicios derivados de “no haber podido inscribir a su nombre dado que se había constatado que el número del motor había sido adulterado”, y no se invocaba la prescripción adquisitiva, a punto tal de que cuando años después la propia Corte mendocina debe resolver un recurso de casación por sentencia contradictoria, en un caso en que no se había aceptado la prescripción en el plazo reducido de dos años y la presunta contradicción se fundaba en ese “precedente”, rechaza el recurso destacando que del caso mencionado no surgía esa doctrina, y sosteniendo, ahora sí, que “el actor no tenía a su favor posesión computable a los fines de la prescripción breve, por no haberse inscripto el vehículo a su favor”64 Sin duda el profesor Lloveras “está persuadido de la legitimidad de su posición”, pero como esta creencia se debe a un olvido o ignorancia de expresas exigencias de la ley, su “buena fe subjetiva” no es suficiente para avalar la doctrina que sustenta. c) Nuestra propuesta No hemos sido ajenos a la preocupación que inspira al Dr. Lloveras; hace ya tres décadas, inspirados por una consulta del matrimonio Andorno, nos ocupamos de este problema en un trabajo publicado en la Revista Notarial de Córdoba65, en el que formulamos una propuesta de reforma a la legislación vigente, y hemos vuelto sobre el tema en nuestras obras sobre dominio de automotores. Hemos dicho en esas oportunidades que la implantación del registro de automotores con carácter constitutivo ha creado en nuestro país un serio problema, pues se aparta del sistema general que sólo exige para la transmisión de la propiedad de las cosas el título y la tradición. El común de las gentes continúa ignorando este hecho, o no le da importancia, y considera que se ha convertido en verdadero propietario del vehículo cuando ha mediado el contrato y la entrega de la unidad, aunque todavía no haya logrado la inscripción de la transferencia. A ello se agrega la distorsión que introduce en el sistema la actitud de los la adquisición del dominio de las cosas muebles registrables por la vía indirecta de la usucapión son perfectamente aplicables”, autos citados en nota anterior. 64. Voto de la Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci en “Manrique, Juan H. p/ Prescripción adquisitiva s/ casación”, Suprema Corte de Justicia de Mendoza, sala I, 20 septiembre 1991 (reproducido en nuestra obra “automotores y motovehículos. Dominio”, ed. Zavalía, Buenos Aires, 1992, p. 516 y ss., en especial p. 525). 65. Ver nuestro: El procedimiento para adquirir por prescripción bienes muebles, Rev. Notarial de Córdoba, 1973-2, N° 26, p. 37. 24 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar comerciantes que se dedican a la intermediación en la compraventa de vehículos usados y, para eludir las cargas fiscales, no colocan a su nombre los coches que adquieren, sino que reclaman al titular que se los vende la entrega del formulario 08 firmado en blanco, para llenarlo recién cuando encuentren un cliente que será el usuario del vehículo, y cuando llega ese momento suelen haber extraviado los papeles, o no se toman la molestia de comprobar que se realice la inscripción. Esto trae como consecuencia que existan numerosos poseedores de vehículos que, pese a que en su ánimo interno obran de buena fe, se encuentran desprotegidos, pues el ordenamiento jurídico les dará el trato de poseedores de mala fe, ya que la ignorancia o error de derecho son considerados en esta materia inexcusables 66. Creemos, sin embargo, que así como el artículo 3428 admite la "buena fe" del poseedor de la herencia, aunque ella se funde en un error de derecho, también debería admitirse la buena fe del poseedor del automotor, aunque repose en el error de derecho de creerse propietario antes de haber logrado la inscripción en el Registro. Estos poseedores, si pretenden consolidar su posición por vía de la usucapión, por ejemplo para defenderse de los acreedores del enajenante, deberán esperar... el excesivo plazo de 20 años, lo que resulta totalmente injusto. El problema adquiere una difusión cada día mayor, y no se ven por el momento las perspectivas de solución, por lo que creemos que el legislador debería acudir en auxilio de estos poseedores, que tienen buena fe "subjetiva" y admitir un plazo reducido de usucapión para los bienes muebles registrables, siempre que la entrega de la posesión haya sido efectuada por el titular registral o sus sucesores, mediante un acto lícito de transmisión. No se justifica que en esta hipótesis a quien tiene el vehículo se le dé el trato de un poseedor de mala fe, sino que debería introducirse una modificación en nuestra ley, para admitir la buena fe subjetiva de este usucapiente contra tabulas, y fijar un plazo de prescripción especial. Lo mismo para todos aquellos a quienes de manera sucesiva se les transmitiera la posesión de este vehículo, que continúan al margen del Registro, pero cuya particular situación deriva del hecho de que su "posesión" emana de un desapoderamiento voluntario que efectuaron el titular registral, o sus sucesores. Se trata de matizar aquí los requisitos que deben exigirse para otorgar protección a la buena fe, y prescindir de la de la previa inscripción como requisito para la usucapión, si la creencia en el derecho que le asiste al poseedor tiene como fundamento el hecho de haber recibido la posesión por un contrato lícito, celebrado con el propio titular registral o sus sucesores. 66. Ver nuestro: El error de derecho en el derecho civil contemporáneo y en el Código civil argentino, Boletín de la Fac. de Der. y Ciencias Sociales, Córdoba, año XXV, 1961, N° 1-2, p. 143 y ss. 25 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar Creemos que para esta usucapión contra tabulas debería fijarse un plazo especial, más prolongado que el de dos años que se establece para el poseedor con buena fe objetiva, ya que figura como titular inscripto del bien, pero muy debajo de los veinte años que necesita el poseedor de mala fe para usucapir. Por eso hemos propuesto que el plazo se fije en cuatro años, a partir del momento en que exista de manera pública, posesión efectiva del usucapiente, que nos parece un plazo razonable y que podría articularse por dos vías: a) Como excepción, contra el titular registral, o sus sucesores que pretendiesen reivindicar el bien, o contra los acreedores del titular registral, que pretendiesen embargarlo; b) Como acción, para lograr la inscripción a nombre del usucapiente 67. Siguiendo esta línea de pensamiento en el H. Senado de la Nación se presentó en 1990 un proyecto de ley por el que se agregaba al Código Civil un artículo 4016 ter, con el siguiente texto: "El que recibió la posesión del titular inscripto, o sus sucesores, y no ha podido inscribir la cosa a su nombre, la adquiere por prescripción a los cuatro años de posesión." En los fundamentos del proyecto su autor, senador Edgardo M. Grosso, decía que con esa norma procuraba solucionar el serio problema que se plantea al adquirente de cosas muebles registrables, como los automotores o los caballos pura sangre de carrera, cuando no logra registrarlas, porque en tal caso la prescripción recién se operará a los 20 años, por aplicación del actual artículo 4016, y agregaba 68: " ... Lamentablemente la realidad del comercio de los automotores usados ha hecho que se multipliquen estas hipótesis y con frecuencia personas que han adquirido el coche al titular registral, o a personas a quienes él se los había entregado, tropiezan con serias dificultades para lograr la inscripción y deben entablar litigios de incierto resultado. Este problema requiere una solución urgente. Se ha dicho con razón que, en estos 67. Conf. CHICO ORTIZ, José María y BONILLA ENCINA, J.F.: Derecho inmobiliario registral, 2ª ed., Madrid, 1967, T. I, p. 305: " ... Para que la usucapión consumada pueda ser inscripta en el Registro es preciso una sentencia en que así se declare y que el procedimiento que termine en dicha sentencia haya sido seguido contra el titular registral...". 68. Ver Fundamentos del proyecto, Diario de Sesiones, período 1989. 26 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar casos, el plazo de prescripción de 20 años resulta excesivo e injusto ...". Con posterioridad el Proyecto de Código unificado de 1998, al tratar de la prescripción adquisitiva en los tramos iniciales del Libro Quinto, destinado a los derechos reales, en el tercer párrafo del art. 1833 dispone: “ ... También adquiere el derecho real el que poseyó durante diez (10) años una cosa mueble registrable, no hurtada ni perdida, que no inscribió a su nombre pero la recibió del titular registral o de su cesionario sucesivo”. No me detendré a efectuar el análisis crítico de la norma que, lamentablemente, se coloca en un mismo artículo junto a hipótesis en que se carece de título, o de buena fe, ya que la exigencia de título, y de buena fe subjetiva surge del último párrafo, que establece como requisito haber recibido la cosa (título) “del titular registral o de su cesionario sucesivo”, conducta que lleva implícita y demuestra la existencia de buena fe; lo que nos interesa destacar en este instante es que se recoge en la norma la protección a estos terceros. Insistimos, pues, en que nuestra propuesta de proteger a quienes con buena fe subjetiva tienen un vehículo que les fue entregado por el titular inscripto o sus sucesores, ha sido escuchada por algunos; lo prueban varios artículos de doctrina69, y también estos proyectos de reforma, aunque el Parlamento no los haya aprobado, e incluso el esfuerzo de Lloveras por lograr una “solución justa”, aunque sea costa de forzar la interpretación del art. 4016 bis. VII.- Buena fe en la tenencia a) Adquirente sin inscripción y automotores robados. Secuestro. En puntos anteriores nos hemos ocupado del adquirente de un vehículo robado, que cuenta a su favor con la inscripción del coche. Debemos ahora tratar el caso de quien compra el automóvil, con buena fe, y lleva la unidad a verificar, encontrándose con la ingrata sorpresa de que los números de chasis y motor han sido adulterados, lo que permite suponer que se trata de un coche robado y motiva la intervención policial y judicial, con el consiguiente secuestro que tiene como finalidad identificar la unidad y, de ser posible, localizar al verdadero propietario. 69. Ver, por ejemplo, una breve nota de Héctor N. Conde titulada: Prescripción adquisitiva de automotores. Buena o mala fe del poseedor. Poseedor inscripto y no inscripto. Usucapión “contra tabulas”, J.A. 1994-III-891 (en especial p. 893) 27 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar A veces, incluso, este adquirente debe afrontar el desagradable trance de soportar una acción penal por supuesta complicidad en el delito de robo de automotores. Superado el mal trago, y contando a su favor con un sobreseimiento de la acción penal, solicita a la justicia se le restituya el coche, cuyo precio ha pagado. b) Restitución. Depósito judicial El problema es espinoso y brinda un excelente ejemplo de cómo los tribunales efectúan una búsqueda de soluciones aplicando el método “tópico”, que por la vía de aproximaciones sucesivas trata de llegar a la solución más adecuada para el caso concreto que se les plantea. Hubiéramos deseado hacer un análisis detenido de varias sentencias, pero la extensión que ha tomado este trabajo obliga a reducirnos a la mención de algunas en nota, y analizar una sola, de la Cámara Penal de Rosario, que reviste particular interés, porque distingue entre apreciaciones de buena fe objetiva, y de buena fe subjetiva70. Recordemos que los Códigos de Procedimiento Criminal suelen regular la restitución de las cosas muebles secuestradas con motivo de un delito, a la persona a quien se la sacaron. Así, el Código de la Nación, prevé en su art. 238: “Devolución: Art. 238.- Los objetos secuestrados que no estén sometidos a la confiscación, restitución o embargo, serán devueltos tan pronto como no sean necesarios, a la persona de cuyo poder se sacaron. Esta devolución podrá ordenarse provisionalmente, en calidad de depósito, e imponerse al poseedor la obligación de exhibirlos cada vez que le sea requerido. Los efectos sustraídos serán devueltos, en las mismas condiciones, al damnificado, salvo que se oponga a ello el poseedor de buena fe de cuyo poder hubieran sido secuestrados”. En otros Códigos provinciales, como el de Santa Fe, tratándose de cosas muebles, se hace una referencia expresa al poseedor de buena fe (art. 231, párrafo tercero). Por esa razón muchas veces los tribunales han interpretado, tratándose de automotores, que el “poseedor de buena fe” es solamente el que cuenta a su favor con inscripción registral, y se niegan a devolverle el vehículo71, o se limitan a hacerlo de manera “condicionada”, por si apareciera el dueño, a quien 70. Ver “Alianak, Ricardo M.”, Cam. Penal Rosario, sala 2ª, 5 agosto 1991, J.A. 1991-IV-219. 71. Cam. Penal Rafaela, 4 marzo 1994, "Incidente devolución en autos ' ... Policía de Tostado s/ secuestro camioneta'", Zeus, T. 65, J - 92 (9763). III.- No corresponde acceder a la entrega a quien sólo resulta adquirente por boleto de compraventa. "La 28 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar -sin duda- debería serle entregado72. En el caso que comentamos el comprador del vehículo había entregado la documentación a un gestor, quien le informó que resultaba imposible registrar la transferencia porque estaban alterados los números de identificación. Solicitó y obtuvo en el juzgado de instrucción que se lo designara depositario judicial del vehículo, sin autorización para circular. Transcurrido un año, sin que la situación se hubiese alterado, el fiscal comparece, pide que se desapodere del automotor al adquirente, y que se lo procese73 imputándole “estafa procesal” (por el hecho de haber pedido el depósito), y encubrimiento del delito de robo. La Cámara se preocupa en señalar, por una parte, que es común que los automotores se vendan sin que se efectúe la transferencia registral exigida por la ley y en segundo lugar que cuando ha mediado el secuestro de un automóvil robado, la posterior entrega en depósito al poseedor, no significa indiscutida complicidad de los jueces penales, agregando que la posible negligencia en la compra de un usado “no convierte en sospechoso del robo del rodado y de la adulteración de las numeraciones”, por lo que resulta desmesurado pedir que se procese por estafa procesal a quien ha pedido se lo designe depositario judicial del vehículo. Encontramos algún párrafo que creemos conveniente reproducir textualmente: naturaleza registrable del bien cuya restitución se pretende, torna aconsejable que el órgano jurisdiccional que decidiera el secuestro lo devuelva a la persona que ostenta la titularidad del dominio conforme el decreto-ley; con ello puede evitarse que el depósito judicial desvirtúe las obligaciones que la normativa sustancial impone a los tenedores de vehículos automotores”. Hechos: El vehículo tenía adulterada la numeración del chasis y del motor, la tarjeta verde era apócrifa, la chapa patente no correspondía con los datos proporcionados por el Registro de Mar del Plata, que tenía registrado ese número de chapa patente para un vehículo distinto, que seguía circulando y había sido motivo de transferencias registrales con posterioridad al secuestro de la camioneta de autos. En resumen, no se podía individualizar el vehículo secuestrado, ni tampoco su titular registral. Comentario: Ninguno de estos ilícitos se imputaban al tenedor del vehículo, que si bien no podía argumentar "buena fe" a los efectos de la usucapión, la había adquirido con "buena fe subjetiva", y -si se la restituían- podía llegar por su uso durante 20 años a la prescripción adquisitiva correspondiente a los poseedores de "mala fe". Esa "mala fe" da derechos al titular del vehículo, para reclamarlo durante un largo lapso, pero no al Estado para desapoderar oficiosamente al poseedor o tenedor de la cosa! 72. Cam. Penal Santa Fe, sala 3ª, 5 mayo 1989, "M., J.A. y otros s/Inc. devolución efectos", Zeus, T. 52, R - 42 (12.202). II.- Habiéndose acreditado la buena fe y no existiendo controversia alguna sobre la propiedad del automóvil, y no resultando el vehículo necesario a los fines de la investigación, la petición de reintegro puede prosperar, en la forma dispuesta en la segunda parte del artículo 231 de la ley formal, es decir provisoriamente y en forma de depósito judicial, con las obligaciones que tal cargo impone. 73. Posiblemente motivado por la frecuencia y gravedad de los robos de automotores y que el tema de la entrega en depósito de vehículos robados había provocado el enjuiciamiento de varios magistrados. 29 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar “El interrogante se plantea respecto de los poseedores de mala fe y de los poseedores no inscriptos: ¿No cuentan con ningún derecho residual? ¿Debe interrumpirse oficiosamente su tenencia presumida de mala fe? Señala entonces que ni el Código civil, ni la ley de automotores prevén la hipótesis de automóviles con su numeración original destruida y “frente a esta laguna no parece prudente afectar a quien pudo ser defraudado por una operativa irregular”. Continúa luego analizando los artículos 230 y 231 del Código de Procedimientos Criminales de Santa Fe, y estima que cuando para solicitar la restitución de la cosa quien la peticiona debe “acreditar derechos legítimos sobre el bien”, no se reduce al derecho de dominio perfeccionado con la inscripción registral, y -siguiendo a Carlos y Sebastián Creus74-, considera que la mención de la ley santafesina del poseedor de buena fe abarca a “quien cree estar legítimamente en la tenencia del bien”, aunque el automotor no se encuentre a su nombre en el Registro, y culmina su razonamiento diciendo que “la exclusión de tales hipótesis proviene de confundir la buena fe del poseedor para inscribir, recortada por el art. 16 decreto ley 6582/58 para los efectos de los arts. 2, 3 y 4 del mismo cuerpo legal, y la buena fe de quien tiene para poseer, que es la que requiere el art. 231 del Código de Procedimientos Criminal, en su párrafo 3". Estos razonamientos del tribunal, posiblemente inspirados en la obra de Creus, están destacando que pueden efectuarse apreciaciones de la buena fe objetiva con distinto alcance, incluso referidas al mismo sujeto, en razón de que la situación que se juzga requiere mayor o menor diligencia. Así, quien pretende adquirir o usucapir un automotor, objetivamente sólo será considerado de buena fe si lo ha inscripto a su nombre; pero cuando se trata meramente de poseerlo, o tenerlo, el módulo para apreciar la buena fe se satisface con requisitos menores. Pese a todo lo dicho, como todavía se encontraba en trámite el procesamiento del adquirente, y debían efectuarse pericias complementarias en el automóvil, para ver si podía identificarse su numeración originaria, decide mantenerlo en custodia de la Gendarmería, hasta tanto se definiesen esos otros aspectos procesales. VIII.- Buena fe y embargo. En la mayor parte de nuestro estudio nos hemos ocupado de analizar la existencia 74. De estos autores cita un trabajo que no hemos podido consultar: “Secuestro y entrega de automotores”, Santa Fe, 1991. 30 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar o inexistencia de buena fe en quien es o pretende ser dueño del automóvil y, de a cuerdo a lo prescripto en el art. 16 del decreto-ley, advertimos que esa buena fe encuentra sustento en el conocimiento de las constancias registrales. Por su parte, a los acreedores del enajenante les bastará, como regla general, verificar que el vehículo se encuentra inscripto a nombre de su deudor, para solicitar se lo embargue en garantía de sus créditos y el adquirente, que sólo cuenta con un derecho personal, pero todavía no ha logrado emplazamiento registral, deberá soportar las consecuencias de esa medida cautelar. Hemos dicho ya en alguna oportunidad75 que en este caso es muy difícil que el adquirente pueda probar su “mejor derecho” frente al embargante, pues su falta de diligencia, su demora en dar publicidad al acto, lo perjudica. La llamada “seguridad del tráfico” se inclina a proteger a los acreedores del titular registral, que al concederle crédito confiaron en la existencia de los bienes registrados en el patrimonio de su deudor. Quizás la única posibilidad de éxito del adquirente se vincule con aquellas hipótesis en las cuales pueda demostrar que el acreedor que hoy embarga, al conceder crédito al titular registral conocía de manera efectiva que había vendido el automotor, aunque la transferencia todavía no se había inscripto. En tal caso el principio de buena fe que inspira la vida íntegra de las relaciones contractuales (art. 1198), exigiría que en la colisión que se produce entre los derechos del adquirente que no publicitó su transferencia, y el acreedor embargante que conocía el acto de venta, se de preferencia al adquirente. Se trataría de una solución análoga a la que prevé el Código en los artículos 593 y siguientes para la colisión entre los derechos de varias personas que son acreedoras a la entrega de la misma cosa. Supongamos uno de esos casos tan frecuentes de transmisiones del vehículo sin que se hayan registrado las sucesivas transferencias, y que quien dirige el embargo contra el titular registral, sea uno de los que habían ocupado un lugar en la cadena de adquirentes del vehículo que, por esa misma causa, tiene perfecto conocimiento de que la unidad había sido enajenada. Ese “embargante”, no podría sustentar su “buena fe” en las constancias del Registro, y frente al conocimiento concreto y fehaciente de que existía la obligación de transferir, deberá concederse preferencia al adquirente, frente al embargante. 75. Ver nuestro: “Embargo y secuestro de un automotor”, en Temas de Derecho en Homenaje al Dr. Antonio Castiglione, Col. Abogados de Santiago del Estero, 1985, p. 53. 31 Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina) http://www.acader.unc.edu.ar Conclusión Nuestro propósito originario era incluir otros puntos en este trabajo, pero la extensión que ha adquirido el desarrollo de los que aquí estudiamos nos obliga a ponerle fin. 32