Página 0 de 46 LA ORALIDAD EN LOS PROCESOS CIVILES SUMARIO: INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I.- MARCO CONCEPTUAL Y MARCO JURÍDICO INTERNACIONAL 1. El derecho a “ser oído”: el derecho a una audiencia justa. 2. Elementos sustantivos del derecho a “ser oído”. 3. Instrumentos internacionales que regulan la oralidad como elemento del debido proceso. 4. Fundamento constitucional de la oralidad. CAPÍTULO II.- PROCESO CIVIL VIGENTE 1. El paradigma del juez lector y sentenciador. CAPÍTULO III.- LA ORALIDAD EN LOS PROCESOS JUDICIALES 1. Oralidad y escritura en los procesos judiciales. 2. Esencia de los principios de la Oralidad. 3. Delimitación del Contenido Esencial de la Oralidad. CAPÍTULO IV.- ASPECTO GENERALES EN LA ORALIDAD CIVIL 1. La oralidad y la sentencia CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA INTRODUCCIÓN Página 1 de 46 El artículo 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos dispone como hipótesis que la oralidad es un elemento esencial del debido proceso en la justicia civil, que se deriva del “derecho a ser oído”. Este supuesto contenido en el instrumento internacional citado, se fundamenta en tres argumentos esenciales: a) la necesidad de garantizar el principio de inmediación en el proceso civil, b) el reconocimiento del derecho a la audiencia como parte del debido proceso en otros instrumentos internacionales de derechos humanos, y c) algunos pronunciamientos de organismos e instituciones del sistema internacional e interamericano derechos humanos. La justicia civil fue considerada históricamente como toda aquella que no fuese penal. Con el paso de los años, sus materias fueron independizándose en los distintos países de las Américas y por ello no es fácil obtener una concepción unívoca. Sin embargo, para efectos de la Convención Americana de Derechos Humanos se adopta un concepto amplio de justicia civil, es decir, toda aquella no penal, ni contencioso administrativa, ni constitucional especializada. De igual forma, la justicia civil, de esta forma vista, involucra asuntos altamente heterogéneos, tales como: las cobranzas de deudas, las relaciones sobre controversias laborales, entre otros. Desarrolla asuntos relacionados con varios derechos humanos, tales como, la vida, la integridad personal, el debido proceso, el acceso a la justicia, la salud, el trabajo, la educación, el medio ambiente, los derechos de infancia, la protección a la familia, la propiedad privada, entre otras. Página 2 de 46 Asimismo, durante la segunda mitad del siglo XX los sistemas judiciales civiles de las Américas emprendieron distintas reformas, y varias de ellas fueron diseñadas para incorporar los cambios históricos que acontecieron internacional y nacionalmente como consecuencia del desarrollo y consolidación de los derechos humanos. En ese período de tiempo se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), la Convención Americana de Derechos Humanos (1969) y el Protocolo Adicional a la Convención Americana Sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales ‘Protocolo De San Salvador’ (1988), entre otros. Estos instrumentos internacionales reconocieron distintos derechos humanos y generaron un cambio en la forma tradicional de “concebir la justicia” y los sistemas judiciales. Por esto, los Estados tienen la obligación de ajustar, en mayor o menor medida, sus sistemas judiciales para respetar los derechos y libertades reconocidos en dichos instrumentos, garantizar a las personas el libre y pleno ejercicio de los mismos y, en caso de que su ejercicio no estuviere garantizado, adoptar medidas legislativas para hacer efectivos los derechos reconocidos en ella. Con relación al derecho al debido proceso, los Estados están obligados a garantizarlo de conformidad con las disposiciones internacionales. Pero, surge la Página 3 de 46 siguiente interrogante ¿acaso está absolutamente claro el alcance de todos los elementos centrales del debido proceso, y más aún, de su interpretación adecuada? El presente trabajo de estudio parte de una inquietud: la interpretación del derecho a ser oído, como elemento central del debido proceso, no ha sido incorporada en la mayoría de las legislaciones de América Latina. Por este motivo, se consideró necesario analizar la interpretación adecuada del “derecho a ser oído”, contenido en el artículo 8.1 de la Convención Americana, referido al derecho a una audiencia justa, y por ello, existe una condición de oralidad en los procesos civiles. La reforma del modelo procesal civil mexicano es una necesidad que debe afrontarse con la misma responsabilidad demostrada a propósito de la reforma procesal penal. El deficiente funcionamiento de la justicia civil, maniatada por un modelo procesal profundamente escrito, así lo viene exigiendo, principalmente atendiendo al excesivo e injustificado tiempo que de ordinario debe transcurrir desde el comienzo del proceso hasta el logro de una resolución eficaz, vale decir, con capacidad de producir transformaciones reales en las vidas de quienes han acudido a los tribunales. La reforma procesal civil nacional debe saber introducir el modelo de proceso civil por audiencias, donde el predominio formal sea de la oralidad. Identificamos en el modelo oral una serie de facilitadores formales que permitirían superar la situación actual. Página 4 de 46 Ahora bien, hemos advertido también sobre la necesidad de proceder en esta materia esquivando los excesos puramente teóricos que han solido acompañar a la "idea símbolo" de la oralidad. Tanto los mitos como las utopías, desgraciadamente, han estado "a la orden del día", olvidando la realidad práctica y mezclando una cuestión de carácter técnico con consideraciones de carácter político. Uno de los puntos más relevantes a abordar en esta señalada reforma procesal civil liga con la necesidad de terminar con la extendida imagen de una justicia lejana y distante, donde el juez aparentemente figura y se sitúa al final de los dilatados trámites que comprende el proceso civil. El modelo oral estructura el trabajo jurisdiccional, de modo que cada asunto puede ser mejor seguido y conocido por el tribunal desde su inicio, cuestión especialmente relevante en lo que se vincula con la práctica y valoración de la prueba. El modelo de proceso por audiencias se sostiene en la inmediación efectiva e inexorable del juez, lo que en gran medida permitiría cambiar el modelo de juez vigente. En los últimos años, el término oralidad ha entrado en un uso cada vez más habitual, aun en sectores que anteriormente no habían manifestado mayor curiosidad al respecto. En este sentido, se trata de una adición contemporánea a nuestro repertorio cultural y lingüístico, aunque por intuición se sabe que la oralidad es tan vieja como la humanidad parlante. Página 5 de 46 De todos modos, conceptos tales como literatura oral, tradición oral, narración, lenguaje y discurso hablados, se han convertido en moneda corriente no sólo para los estudiosos de la cultura, del lenguaje y la comunicación, sino igualmente para la intelectualidad genérica más o menos consciente de los temas que maneja. Tema importante que va de la mano con la "eficacia procesal" contrastada con la "oralidad procesal", por lo que el derecho a la justicia tiene su primera expresión formal en la garantía de libre acceso a la jurisdicción y esta, a su vez, en la estructuración de un procedimiento cuya sencillez no debe afectar los principios fundamentales que en conjunto conforman el debido proceso legal. Por lo que importa para el presente trabajo el conocimiento de la esencia de los principios de oralidad y escritura, son las dos formas externas que pueden adoptar las actuaciones procesales. En consecuencia, los principios de oralidad y escritura podrían definirse como aquellos en función de los cuales la sentencia debe basarse sólo en el material procesal aportado en forma oral o escrita, respectivamente. Sin embargo, en la actualidad, no existe un proceso totalmente oral u escrito, por lo que se hace necesario buscar un elemento que permita determinar cuando un proceso está inspirado por el principio de oralidad o el de escritura. En la doctrina, suele ser frecuente entender que estamos ante un proceso oral cuando existe un predominio de la palabra hablada como medio de expresión, si Página 6 de 46 bien puede atenuarse por el uso de escritos de alegaciones y de documentación, por lo que debemos analizar la concreta regulación de cada procedimiento para advertir la vigencia del principio de oralidad y, especialmente, la existencia de audiencias en las que exista un contacto directo del juez con las partes tanto para debatir oralmente cuestiones jurídicas o fácticas, como para apreciar directamente los elementos sobre los que deberá fundamentar su sentencia. Más allá de lo comúnmente admitido por la doctrina desde hace más de un siglo, según lo cual los principios de oralidad y escritura no son posible en toda su plenitud y que ambos principios tienen sus ventajas e inconvenientes, por lo que dependiendo del concreto acto procesal de que se trate será preferible la oralidad o la escritura. La reflexión precedente nos lleva a examinar cuales son los alcances a considerar, para determinar la aplicación del método de ponderación ante la colisión del Principio de Oralidad y el Principio de escritura frente al desarrollo del proceso constitucional específicamente el proceso de amparo, pues el objetivo es el avizoramiento del nuevo horizonte de una sociedad cuya realidad política, económica y cultural avanza hacia estadios y concepciones acordes con la dinámica del naciente homo universales. CAPÍTULO I Página 7 de 46 MARCO CONCEPTUAL Y MARCO JURÍDICO INTERNACIONAL 1. El derecho a “ser oído”: el derecho a una audiencia justa. El debido proceso en materia civil está regulado en el artículo 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos, que contempla de manera clara y expresa la aplicabilidad de este derecho en materias civiles. Al respecto, el citado numeral señala: “Artículo 8. Garantías Judiciales: 1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.”1 Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha entendido que la aplicación de las garantías judiciales contenidas en el artículo 8, no solo se tramitan en el sistema judicial, sino también a aquellas instancias estatales que ejercen jurisdicción, en especial si estas emplean el derecho sancionatorio. 1 Convención Americana sobre Derechos Humanos, (Suscrita en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos) http://www.hchr.org.co/documentoseinformes/documentos/html/pactos/conv_americana_derechos_humanos.h tml Página 8 de 46 Por esto, los elementos centrales del debido proceso aplican no solo a procesos judiciales, sino también a aquellos que se desarrollan en sede administrativa, en especial, si ellos imponen sanciones a las personas. 2. Elementos sustantivos del derecho a “ser oído”. De acuerdo con la Convención Americana, para considerar que a una persona se le han determinado sus derechos y obligaciones civiles conforme a esta garantía fundamental, el sistema de justicia debe garantizar al menos cuatro elementos centrales: 1. Que la persona sea oída. 2. En un proceso que cuenta con las debidas garantías. 3. En un plazo razonable. 4. Ante un juez o tribunal competente previamente establecido. El análisis de los elementos centrales del debido proceso y la lectura integral del artículo 8.1 de la Convención trae consigo un debate fundamental para el derecho procesal moderno: ¿es la oralidad un elemento central del debido proceso? En el siguiente apartado de este capítulo se analizan los instrumentos internacionales de derechos humanos y los pronunciamientos que en este sentido han realizado los organismos que conforman el sistema internacional e interamericano de los derechos humanos. Página 9 de 46 3. Instrumentos internacionales que regulan la oralidad como elemento del debido proceso. La Convención Americana de Derechos Humanos, en su artículo 8.1 está directamente vinculada con las siguientes disposiciones contenidas en los instrumentos internacionales que a continuación se enlistan: Artículo 10º de la Declaración Universal de Derechos humanos: Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.” Artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: “Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil. La prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por consideraciones de moral, orden público o seguridad nacional en una sociedad Página 10 de 46 democrática, o cuando lo exija el interés de la vida privada de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del tribunal, cuando por circunstancias especiales del asunto la publicidad pudiera perjudicar a los intereses de la justicia; pero toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las acusaciones referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores.” Artículo 6.1 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales. “Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa, públicamente y dentro de un plazo razonable, por un tribunal independiente e imparcial, establecido por la ley, que decidirá los litigios sobre sus derechos y obligaciones de carácter civil o sobre el fundamento de cualquier acusación en materia penal dirigida contra ella. La sentencia debe ser pronunciada públicamente, pero el acceso a la sala de audiencia puede ser prohibido a la prensa y al público durante la totalidad o parte del proceso en interés de la moralidad, del orden público o de la seguridad nacional en una sociedad democrática, cuando los intereses de los menores o la protección de la vida privada de las partes en el proceso así lo exijan o en la medida considerada necesaria por el tribunal, cuando en circunstancias especiales la publicidad pudiera ser perjudicial para los intereses de la justicia.” Página 11 de 46 Ahora bien, aunque todos estos instrumentos contemplan el derecho a ser oído como elemento central del debido proceso, lo consagran de otra manera pues lo establecen como el derecho a ser oído públicamente. De esta manera, cabe preguntarse ¿cómo se garantiza la publicidad del derecho a ser oído? La respuesta a esta pregunta debe partir del sentido común: no puede ser oído públicamente quien es leído a través de escritos que entrega al juez de conocimiento en desarrollo del proceso judicial, salvo que estos sean leídos públicamente por el tribunal, en cuyo caso se necesita realizar una audiencia pública para leerlos. No obstante, esta última opción no tiene en cuenta el derecho que tiene la persona a hablar públicamente frente al tribunal que decide su causa y únicamente se limita a “ser oído” a través de la lectura de sus escritos. La publicidad implica que la actuación procesal mediante la cual se escucha a la persona debe ser abierta al público, y en esta, debe permitirse que ella se dirija ante el tribunal o juez competente, por lo cual usualmente implica la realización de una audiencia oral. La publicidad es una forma de control de las decisiones judiciales. Adicional a lo anterior, es importante destacar que en otros instrumentos internacionales se consagra de manera directa el derecho a una audiencia o a una audiencia justa como parte del debido proceso. Un ejemplo de esto lo constituye la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, que establece que cuando se alegue que un niño o niña ha infringido las leyes penales se le debe garantizar que “la causa será dirimida sin demora por una autoridad u órgano judicial Página 12 de 46 competente, independiente e imparcial en una audiencia equitativa conforme a la ley, en presencia de un asesor jurídico u otro tipo de asesor adecuado y, a menos que se considerare que ello fuere contrario al interés superior del niño, teniendo en cuenta en particular su edad o situación y a sus padres o representantes legales”. Los distintos instrumentos internacionales citados anteriormente contemplan la necesidad de garantizar el “derecho a ser oído” a través de una audiencia. Unos, lo hacen de manera directa estableciendo el derecho a la “audiencia justa o equitativa”, y los otros lo hacen exigiendo la publicidad del derecho, cuya forma óptima de garantía es a través de una audiencia pública. 4. Fundamento constitucional de la oralidad. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 17, párrafo quinto, establece: “Las sentencias que pongan fin a los procedimientos orales deberán ser explicadas en audiencia pública previa citación de las partes.” Como se observa, el principio de oralidad se encuentra intrínsecamente contenido en el artículo 17 de la Carta Magna mexicana, cuya garantía efectiva se realiza a través de la oralidad. En efecto, la lectura integral del artículo en mención permite concluir que el principio de oralidad está incluido pues la persona tiene derecho a Página 13 de 46 ser oída por un juez o tribunal competente, es decir, tiene derecho a la interacción directa e inmediata con el juez. De forma implícita, del procedimiento oral, se deriva el principio de inmediación, y por lo tanto del derecho a ser oído directamente por el juez, implica la existencia de mecanismos orales, tradicionalmente establecidos como audiencias, en los que la presencia del juez es ineludible y es quien debe recepcionar la prueba (interrogatorio) de manera directa. Los procesos escritos no favorecen la inmediación y por ello se considera que esta solo se garantiza a través de la oralidad. Lo anterior se complementa con el principio de contradicción, es decir, el derecho de la persona a interrogar a los testigos presentes en el tribunal y solicitar la comparecencia de otras personas como testigos o peritos. En efecto, su efectividad implica la realización de una audiencia oral, en la que la parte pueda interrogar a los testigos y los peritos con la presencia del juez y no de sus delegados, para aclarar o controvertir la información que lo afecta de manera directa, y así intervenir en la formación de convicción judicial. De esta manera, la interpretación del “derecho a ser oído” como el derecho la audiencia que integra el debido proceso se fundamenta también en la creación de juzgados y tribunales que proporcionen al justiciable el derecho a una audiencia oral, en la que se le permita comparecer en persona o a través de representante Página 14 de 46 legal y donde pueda presentar las pruebas que estime pertinentes e interrogar a los testigos. De la lectura integral del artículo en estudio, en relación con los derechos humanos contenidos en los artículos 14 y 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, permite concluir que la persona tiene derecho a acceder ante un tribunal competente para manifestar su opinión acerca de sus derechos y obligaciones en juego. Ahora bien, ¿se cumple este requisito con la sola manifestación escrita del involucrado ante el tribunal, en otras palabras, el derecho a ser oído puede surtirse con la sola “lectura” que el tribunal realiza de los escritos de la parte? Una respuesta a esta pregunta debe activar el sentido común: el derecho a ser oído no es lo mismo que el derecho a ser leído. Pero aún en aras de discusión, si se admitiera que el derecho a ser oído puede surtirse con la presentación escrita de documentos ante el tribunal y que no es necesario dirigirse oralmente ante este, cabe preguntarse si la interpretación de un mismo artículo puede generar unos derechos para personas que están sometidas al texto constitucional, en especial cuando a estos últimos se les garantiza con esa disposición el principio de inmediación. Página 15 de 46 CAPÍTULO II PROCESO CIVIL VIGENTE 1. El paradigma del juez lector y sentenciador. El diseño del vigente modelo procesal civil mexicano claramente se sostiene en la escritura como regla formal casi exclusiva. De hecho, el vocablo jurídico quod non est in actis est in mundo (Lo que no consta en actas, no es de este mundo) es decir, que en los expedientes judiciales necesariamente debe constar en autos, porque todo lo alegado y probado debe ser objeto de la sentencia y el protagonismo del expediente no cuentan con unos contrapesos efectivos, ni aún en aquellas instancias o procedimientos en los cuales el legislador ha pretendido la introducción de mayores grados de oralidad. Así las cosas, la marcada estructura escrita del proceso civil y la arraigada cultura de la escritura han supuesto un obstáculo derechamente insalvable para la introducción de cambios con incidencia real. Es más, los operadores y sujetos jurídicos han sabido acomodar su actuación a las reglas conductuales propias del modelo escrito, facilitando de esta manera el surgimiento y la consolidación de los importantes problemas que han caracterizado el funcionamiento del sistema procesal civil mexicano. Página 16 de 46 A esta deficiente situación no han podido escapar nuestros jueces, quienes se han visto inmersos en un modelo procesal que por un lado claramente privilegia la excesiva acumulación de papeles y actas y por el otro minusvalora la concentración procesal y pone cortapisas prácticamente insalvables a la inmediación judicial. Esta situación, que puede calificarse de estructural, vale decir, proveniente del diseño formal escrito que recoge el Código de Procedimientos Civiles, debe entenderse como la causa fundamental del modelo de juzgador que tenemos, "visible" en la mayoría de los casos sólo al momento de dictar la sentencia. Efectivamente, el carácter profundamente escrito del procedimiento civil criollo, su innegable disgregación y desconcentración y su excesiva duración han generado el fenómeno de la "desaparición" del juez durante el curso del mismo, salvo en lo que se relaciona con la dictación de las resoluciones. En esta dinámica formal se ha impuesto la intermediación y la delegación, incluso con el apoyo de expresas normas legales que así la autorizan, resintiendo de esta manera actividades procesales tan centrales como la prueba, donde paradójicamente el destinatario es el juez. En definitiva, la situación es bastante delicada, por no decir derechamente grave. La forma escrita no se ha mostrado como una buena compañera cuando se trata de la actividad de la prueba, y no lo ha sido porque un proceso civil tan escrito como el que recoge el Código de Procedimientos Civiles apunta en la dirección contraria a la Página 17 de 46 que aparece como la más razonable, conveniente y útil tratándose de la actividad probatoria, la que exige un contacto directo y frontal del juez con las partes y sus distintos medios de prueba. En un sistema escrito que tiende a la desconcentración y dispersión de los actos, también de las actuaciones probatorias, la inmediación judicial en la práctica probatoria suele no tener un correlato efectivo con aquello que disponen las normas legales. Digámoslo con toda rotundidad. El hecho de que la actividad probatoria se lleve a cabo en un escenario procesal tan escrito y desconcentrado ha demostrado ser fuente de importantes dificultades y, sobre todo, de claro desaliento para el concurso efectivo de la presencia del juez en la actividad relativa a la práctica de las pruebas, ello no obstante normas que así expresamente lo exigen. Con todo, por extraño que pueda resultar, ha sido la propia normativa procesal la que ha terminado evidenciando la incompatibilidad existente entre un sistema escrito y la posibilidad de una efectiva inmediación judicial. Por ejemplo, frente a normas en principio favorecedoras de la inmediación como las contenidas en los artículos 365 (prueba testimonial) o 388 (absolución de posiciones) se pone a disposición otras como la norma del artículo 390 COT, claramente legitimante de la extendida mediación impuesta en la práctica, especialmente perjudicial tratándose de las pruebas personales, seriamente desperfiladas en su importancia, actualmente a cargo de los receptores o, en cualquier caso, bajo responsabilidad de otros funcionarios distintos del juez que actúan como ministros de fe. Página 18 de 46 El modelo escrito que tenemos no incentiva la efectiva presencia del juez en la práctica probatoria. Lo contrario en realidad, el sistema facilita la rápida extensión de la intermediación, con la consiguiente invisibilidad del juez en esta importante actividad. Debe existir en nuestros jueces un sentimiento de inutilidad respecto a la inmediación, motivado por la dispersión y desconcentración existente a propósito de la práctica de pruebas, empero también por el prolongado y excesivo tiempo que transcurre desde esta práctica probatoria dispersa y la dictación de la sentencia. De hecho, por el diseño que impone la estructura escrita y desconcentrada de nuestro proceso, resulta prácticamente imposible que los jueces puedan dictar la sentencia con el recuerdo cercano de la prueba rendida (suponiendo que haya efectivamente asistido a dicha práctica probatoria). Todo transcurre lentamente, en los tiempos que requiere el proceso escrito, de forma tal que cuando la causa llega al estado de dictar la sentencia, el juzgador que, prescindiendo de intermediarios, sí se ha dado el trabajo y tomado el tiempo de presenciar la práctica de las pruebas habrá debido fallar entretanto ya varios casos de variada complejidad, razón por la cual la mayoría de las veces habrá olvidado lo que ha presenciado y escuchado directamente en persona, quedando constreñido a la constancia escrita que figura en las actas. A lo anterior debe sumarse otra cortapisa contra la inmediación judicial, cual es que el sistema existente no impide la sustitución del juez durante la substanciación del juicio. En tal eventualidad, es uno el juez ante el cual se rinden las pruebas y otro Página 19 de 46 aquel que finalmente debe resolver el asunto. Esta posibilidad atenta contra la inmediación en su sentido estricto que, como se sabe, bien exige que el juez que resuelva al asunto sea el mismo que haya presenciado la práctica de las pruebas, única manera, por lo demás, de que la regla procesal no sea vaciada de contenido. En definitiva, el dominio estructural de la escritura hace surgir en los jueces el convencimiento de la inutilidad o inoportunidad del contacto directo con los elementos que componen la causa, especialmente con los medios de prueba, ya que todos sus resultados deben ser consignados en actas y serán éstas las únicas que deban utilizarse para pronunciar la decisión. El juez renuncia a presenciar la práctica de las pruebas, de lo cual se hace cargo un intermediario, tomando conocimiento de ella posteriormente por la transcripción escrita que dicho intermediario ha realizado en las actas. Así planteadas las cosas, la delegación, la mediación, la intermediación y la validación de referencias ajenas surgen como la alternativa ofrecida desde la práctica, apoyada como vimos en la propia Ley. Se posterga así la actividad más trascendente del proceso, entregándola a sujetos intermediarios cuya actuación, por mayor esfuerzo que pongan, genera importantes defectos en la integridad del convencimiento judicial, especialmente en lo que liga con las denominadas pruebas personales, dado el alejamiento o el desconocimiento mismo de la fuente de prueba. Los indudables límites de la transcripción escrita contenida en las actas levantadas por los intermediarios terminan reflejándose al momento de la formación de la convicción judicial y de la valoración de las pruebas. Página 20 de 46 El juez debe resignarse "escarbando" entre los generalmente numerosos escritos acumulados en el "sagrado" expediente, donde -añadidas- figuran las actas en las cuales se recogen las pruebas rendidas ante otros sujetos delegados. En este lamentable esquema de trabajo el juez chileno acostumbra fallar sólo leyendo el expediente que se pone a su disposición; de allí que hablemos del paradigma o modelo de juez lector. Claramente, la "visibilidad" del juez, esto es, de aquel tercero imparcial llamado a resolver el conflicto que enfrenta a las partes, se encuentra debilitada bajo el actual régimen escrito recogido por nuestra Ley procesal civil. Prácticamente el juicio entero, desde la demanda hasta la sentencia, puede transcurrir en primera instancia sin que las partes, ni siquiera sus abogados, se enfrenten en ningún momento con el juez ni éste por consiguiente los vea ni escuche. Así las cosas, el juez nacional constriñe su actividad prácticamente a la de dictar las sentencias y resoluciones (de allí que hablemos también del paradigma o modelo de juez sentenciador), que se convierte en el momento procesal en el cual el juez, tras la solitaria lectura del expediente, adquiere el conocimiento del proceso y su concreto objeto. De ordinario se culpa de esta situación al exceso de carga de trabajo, también a la tradicional pasividad de la Magistratura, pero lo cierto es que el verdadero culpable de estos problemas debe buscarse en la estructura del sistema escrito que hace inviable una compaginación real con la inmediación judicial. Página 21 de 46 CAPÍTULO III LA ORALIDAD EN LOS PROCESOS JUDICIALES 1. Oralidad y escritura en los procesos judiciales. En el proceso mixto, se contemplan una fase de proposición escrita (demanda y contestación) luego una o dos audiencias (orales) y después con apelaciones también escritas. En este proceso lo esencial es la comunicación entre el juez y las partes. Reconociendo que dentro del procedimiento no puede despreciarse un medio de comunicación tan preciso como la escritura. Lo que se rechaza es el proceso escrito y secreto, sin la concentración e inmediación que proporciona la celebración de la audiencia de pruebas y del debate oral. En todas las épocas se ha pedido una aceleración del proceso con el fin de ahorrar ese tiempo durante el cual se producen los gastos que demanda el procedimiento. Según Couture “la justicia lenta no es justicia... la excesiva demora contradice la esencia de la función jurisdiccional que se ha erigido en principio constitucionalobtener la decisión de la causa en un plazo razonable- pues se considera que la demora excesiva de la justicia implica la violación de derechos humanos de los justiciables”. 2 2 Eduardo Couture; Fundamentos de Derecho procesal Civil Página 22 de 46 No obstante, en la búsqueda de la justicia rápida no se debe olvidar las debidas garantías procesales debiendo existir un límite en la supresión o disminución de trámites, constituidos por aquellos que son imprescindibles para garantizar los derechos de las partes en juicio. En general se proclama la garantía del debido proceso legal que requiere que las partes sean oídas, o sea, que tengan la posibilidad del contradictorio y un plazo razonable para ofrecer y producir sus pruebas y esgrimir sus defensas. En la aplicación de soluciones concretas para cada caso debemos tener en cuenta los principios de aceleración y mantenimiento de las garantías indispensables para que pueda entenderse que existe el debido proceso legal. 2. Esencia de los principios de la Oralidad. El proceso oral se entiende en la aplicación de los siguientes principios: Predominio de la palabra como medida de la expresión contemplada con el uso de escritos de preparación y documentación. Si se mira sólo el elemento exterior de la oralidad y de la escritura puede conducir a equívocos en cuanto a la índole del proceso pues es difícil concebir un proceso escrito que no admita algún grado de oralidad y un proceso oral que no admita algún grado de escritura. Página 23 de 46 El principio de oralidad no puede entenderse como una discusión oral en la audiencia. Para Chiovenda3, la oralidad, atenuada por los escritos que preparan el debate, garantiza, por el contrario, una justicia intrínsecamente mejor; la misma hace al juez partícipe de la causa y le permite dominarla mejor, evitando los equívocos tan frecuentes en el proceso escrito, en que el juez conoce por lo general la existencia de un proceso en el momento en que es llamado a decidirlo; la misma excita el espíritu del magistrado y del abogado y lo hace más sagaz, más rápido, más penetrante. El desarrollo del procedimiento civil viene condicionado por la exigencia de mayor sencillez en los actos procesales dada la naturaleza de las cuestiones que son objeto de debate en esta jurisdicción, por la necesidad del incremento de la oralidad en los debates civiles a fin de aumentar la publicidad del proceso, el acceso de las partes y el impacto social de estos. Como desventajas al proceso oral se oponen: a) La falta de actuación escrita provoca que el tribunal de instancia superior tenga que reproducirlas. b) La posibilidad de errores u omisiones es mayor por la falta de registro escrito de las actuaciones. 3 Chiovenda, José. Principios de Derecho Procesal Civil. Instituto Editorial Reus, Madrid, Pág. 257 Página 24 de 46 c) Otro de los argumentos que se plantea contra el proceso oral es su costo (que es mucho más caro que el escrito); sin embargo, esto no es exacto pues no se trata de comparar dos extremos diferentes: un mal sistema escrito con un régimen oral ideal, en el que se deberían contar con todos los medios y un sinnúmero de jueces. Se plantea que este sistema es más propenso a sentencias superficiales y precipitadas, que es proclive a las sorpresas porque se permite a las partes hasta la última hora modificar y cambias sus pretensiones; además que requieren un gran aumento de personal en los órganos jurisdiccionales. Es cierto que se necesitan más jueces, sin embargo se requieren de menos funcionarios, menos burocracia, lo que representa un notable avance. Dentro de las ventajas reconocidas a la oralidad podemos mencionar: 1. Menor formalidad. 2. Mayor rapidez. 3. Propicia la sencillez. 4. Aumenta la publicidad del proceso. 5. Al concentrarse las actuaciones se reducen las notificaciones, citaciones y otras diligencias. Página 25 de 46 6. Permite la relación directa del tribunal y las partes, lo que conduce a profundizar en cualquier aspecto que suscite duda. 7. El juez se convierte en un verdadero protagonista dentro del proceso. Mediante el principio de inmediación en la práctica de pruebas permitiéndole al juez captar con facilidad a quien le asiste la razón en el debate. 8. En la oralidad se suprimen incidentes (que se resuelven, en su mayoría, en una misma audiencia), hay menos recursos, se logran mucho más acuerdos y transacciones que eliminan procedimientos. El principio de la oralidad no excluye la escritura. En el proceso por audiencia la oralidad se complementa armónicamente con la escritura. Los sistemas procesales más avanzados tratan de combinarlas, tomando las ventajas que cada sistema posee. La oralidad es importante en la práctica de pruebas, alegaciones y fallo; sin embargo, la escritura es útil para preparar la substanciación (demanda y contestación), todo depende del tipo de proceso de que se trate. El proceso oral requiere de jueces y abogados de gran capacidad mental, experiencia y preparación jurídica. La preparación radical del sistema escrito sería un grave error por las deficiencias ya apuntadas, por ello lo que se trata es de acoger gradualmente algunos principios del sistema oral como la inmediación, concentración; distribuyendo el proceso entre actos orales y actos escritos, según resulte más conveniente para el buen desarrollo del proceso y una eficaz aplicación de la justicia. Página 26 de 46 Actualmente en el proceso penal y en el proceso laboral se viene aplicando el principio de oralidad como mecanismo para el desarrollo del proceso judicial en estas materias, denotando una atención más pronta de las pretensiones solicitadas e investigaciones realizadas con respecto a la comisión de un delito; motivo por el cual cabe la pregunta, si es posible y razonable integrar este mecanismo dentro del desarrollo de otros procesos como son los procesos civiles y los procesos constitucionales. Tenemos la certeza que sí se puede aplicar como ya se viene aplicando en otras legislaciones de Latinoamérica, si bien es cierto no tiene amplia aplicación para todos los procesos judiciales civiles, se podría considerar su aplicación en el caso de los procesos ejecutivos, procesos sumarísimos, procesos de familia, proceso en los cuales la etapa postulatoria seria determinante para establecer la procedencia y aceptabilidad de la pretensión formulada por el litigante de igual modo ocurre con la parte demandada que en su oportunidad deberá ofrecer los medios probatorios pertinentes que permitan amparar los extremos sostenidos y formulados en su defensa técnica, por lo que el desarrollo de los actos procesales se limitaría a la audiencia de conciliación y la audiencia de juzgamiento y sentencia de ser el caso, con lo que según los medios probatorios aportados en el proceso y las defensas orales se lograría alcanzar una justicia más real y plena en el desarrollo de los procesos civiles. Página 27 de 46 Respecto a los procesos constitucionales, aun con mayor razón, si bien la legislación existente establece plazos cortos para el desarrollo de los procesos constitucionales; sin embargo la realidad de la articulación de los procesos es otra, pues en el caso de los procesos de habeas corpus es el único proceso que se desarrolla rápidamente; pero qué sucede con el proceso de amparo en los cuales se ventilan la defensa y respeto de los derechos fundamentales de la persona contenidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, generando una sensación de justicia que no es oportuna y eficiente por lo que el proceso de amparo debe contener en su desarrollo el principio de oralidad, el mismo que se estructura se desarrolla en audiencias, lo que debe primero regularse, estableciendo dos etapas que constituyen: Audiencia Preliminar: Es uno de los momentos fundamentales, porque es allí donde se realiza la sustanciación del proceso, en resumen esta etapa tiene cuatro claras finalidades, a saber, la conciliadora –al inicio y al final del acto-, la subsanadora de defectos procesales, la delimitadora de las cuestiones litigiosas, y la probatoria -proponiéndose y admitiéndose las pruebas. Audiencia de Juicio: Es el elemento central del proceso y consiste en la realización oral del debate procesal entre las partes, es en esta etapa se incorporan al proceso las pruebas; y tiene lugar la inmediación efectiva por parte del Juez, quien atendiendo a diversos grados de esta se impone de los actos del proceso; y esta de decidir el conflicto en tiempo breve. En resumen se articula una "vista" en la que, Página 28 de 46 tras la demanda sucinta escrita del actor, el demandado formula oralmente su contestación, se procede de igual modo a discutir y resolver los defectos procesales, a fijar los hechos relevantes en que las partes fundamenten sus pretensiones, proponer, admitir (o denegar) y practicar toda la prueba, y formular las conclusiones. Como puede verse las ventajas y beneficios de la aplicación del mecanismo procesal o el principio de oralidad en el desarrollo de los procesos civiles y constitucionales, pues constituye un elemento de calidad de la justicia, caracterizada por el contacto directo entre el juez y el justiciable, es preciso que se den unas condiciones objetivas mínimas que deben respetarse. En primer lugar, debe existir el necesario número de jueces para hacer efectiva la oralidad, pues ésta exige tiempo para la adecuada dedicación al estudio de las causas en todos aquellos trámites en los que existe un contacto directo del juez con las partes. En segundo lugar, debe haber un cambio de mentalidad, una plena concienciación de las ventajas de la oralidad, en los diferentes sujetos que deben hacerla efectiva, esto es, los jueces y los abogados. Éstos son los que hacen vivir al proceso, por lo que la comodidad que les puede reportar el no cambiar de hábitos puede frustrar la oralidad. Página 29 de 46 Y, finalmente, en tercer lugar, es preciso establecer mecanismos de control y sanción que permitan disuadir la infracción de la oralidad, como puede ser, por ejemplo, la grabación de las audiencias o la nulidad de actuaciones cuando se vulnere la oralidad. 3. Delimitación del Contenido Esencial de la Oralidad. Para determinar el contenido esencial de la Oralidad, deben establecerse pautas mínimas de entendimiento sobre dos conceptos básicos: a) El primero es el concepto de "eficacia procesal": Sobre el mismo, debe distinguirse del concepto o de la noción de "eficiencia", muchas veces utilizados como sinónimos, cuando en realidad son términos diferentes o se hace alusión con ellos a diferentes aspectos del proceso. La eficacia, siguiendo al profesor Adolfo Alvarado Velloso constituye uno de los "principios procesales". En efecto, dentro de éstos y entendidos como aquellas directivas fundamentales que deben ser imprescindiblemente respetadas para lograr el mínimo de coherencia que supone todo sistema, se ubica la "eficacia de la serie procedimental". Página 30 de 46 Expresa el citado profesor: "para que el proceso pueda funcionar como adecuado medio de debate es imprescindible que la serie consecuencial que lo instrumenta sea apta para que en ella se desarrolle armónicamente el diálogo querido por el legislador. Para que una serie procedimental sea eficaz a este efecto debe estar constituida por los pasos... de: afirmación, negación, confirmación y evaluación". Faltando uno de ellos estamos ante un trámite que no puede ser catalogado como "proceso" y por ende es una serie "ineficaz". La eficacia de la serie procesal comparte con otros la calidad de principio procesal, es una de las directivas fundamentales sin las cuales no podemos hablar de proceso o mejor dicho de "debido proceso". Es uno de los principios procesales junto con la "igualdad de las partes litigantes", "la imparcialidad del juzgador", la "transitoriedad de la serie procesal" y la "moralidad en el debate". La eficiencia, que como se adelantó no es sinónimo de eficacia, no hace a la esencia del proceso en sí mismo; sino que esta vinculada al resultado que las partes puedan obtener de ese proceso. En efecto, si se tuvo éxito en lo reclamado se podrá decir que el proceso utilizado fue "eficiente" para satisfacer el interés de aquel y en caso contrario, si no obtuvo su satisfacción –sin importar los motivos (ausencia de prueba; prueba contraria; o frustración del trámite)- el proceso no fue eficiente. Siguiendo al profesor Alvarado Velloso"para comprender la diferencia que existe entre ambas categorías, se debe tener presente que para lograr las partes una Página 31 de 46 adecuada y efectiva heterocomposición del litigio debatido en el proceso, deben obrar al mismo tiempo en una doble línea paralela: a) la línea de eficacia, que se presenta dentro del marco estricto de la pura actividad de procesar; b) la línea de eficiencia, que tiende a la solución del litigio de tal modo, la línea de eficacia se relaciona con el desarrollo del proceso, en tanto que la línea de eficiencia lo hace con la emisión de la sentencia". En consecuencia, la eficacia procesal hace al concepto de "debido proceso de la garantía constitucional" y es uno de los principios del Derecho Procesal. B) El segundo concepto que debe precisar es el de "oralidad": La oralidad constituye uno de los principios procesales como aquellas directivas fundamentales y necesarias para la existencia de un proceso, los mismos no permiten la aplicación de ninguna alternatividad. En efecto, no puede pensarse que se pueda catalogar como "proceso" o "debido proceso", aquel en donde no se respeta la igualdad de las partes, en el cual el juez actúa en forma parcial, dependiente o partial, donde no se tienda a la transitoriedad de la serie procesal y ésta no sea eficaz y por último, en el cual las partes puedan actuar bajo la forma de aviesa artería o traición. Es evidente la conclusión a la cual se arriba: donde se presentan tales particulares circunstancias no estamos ante un proceso. Página 32 de 46 Por ello los principios son reducidos a los cinco ya anticipados: la igualdad de la partes; la imparcialidad del juzgador; la transitoriedad de la serie; la eficacia de la serie y la moralidad en el debate. En este entender la esencia del principio de oralidad es de aplicación netamente procesal viabiliza el desarrollo procesal pretendiendo la aplicación de celeridad, busca la atención personal del Juez con las partes, su vinculación con los hechos, las pruebas que le permiten emitir una sentencia en realización y desarrollo conjunto de todas estas etapas. Al respecto Giuseppe Chiovenda distinguió el valor de la oralidad en tres hipótesis que son las siguientes: a) Un proceso en que los hechos son incontrovertidos y no hay que resolver mas que cuestiones de derecho; b) un proceso en el que existen hechos controvertidos pero se debe resolver con fundamentos en una prueba documental y c) Un proceso en que los hechos son controvertidos y se requieren elementos de convicción no solo documentales (confesión, declaración de parte, pericial, testimonial, etc). Página 33 de 46 CAPÍTULO IV ASPECTO GENERALES EN LA ORALIDAD CIVIL 1. La oralidad y la sentencia La estructura del proceso tiene íntima relación con su resultado final que es la sentencia. Esta, en su núcleo estará integrada por el par, hecho-derecho, al que tendrá que abordar el juez desde las presentaciones de las partes y conforme los elementos de juicio que se hubieran aportado. Se insiste actualmente en la importancia de que la decisión sea justificada, acorde con las nuevas exigencias del mundo jurídico. De ello se deduce la importancia de la interpretación jurídica a cargo del magistrado, que debe dar una respuesta a los justiciables, en aras de la protección judicial efectiva. a) Plano fáctico. De lo que se trata entonces, es la forma por la cual el juez toma conocimiento del caso. No hay duda que en el plano fáctico, la inmediación garantiza una versión de primer agua acerca de testimonios y versiones de las partes en juicio. Página 34 de 46 En este sentido Cappelletti, sostiene la necesidad de que la sentencia tenga, “debida cuenta de la verdad, o sea de la realidad”. En ello concuerdan todos los defensores de la oralidad y aún muchos detractores que ponen el acento en costos, demoras o problemas de organización. No obstante, la ventaja no termina en este plano. b) Plano axiológico. El contacto con las partes y testigos, humaniza el proceso y permite una mejor evaluación de los valores en juego. Como dice Cueto Rua “El sentido axiológico del caso puede ser complejo, porque son posibles numerosas combinaciones de valores positivos y negativos”. Siempre hay competencia entre los valores que otorgan sentido al caso pendiente y la inmediación es la mejor herramienta de acercamiento del juez a la realidad de las partes. El contacto directo de los protagonistas con el juzgador, les permite explicar y justificar los hechos, lo que permite dictar una sentencia que realice todos los valores jurídicos positivos de una manera equilibrada. c) Plano del conocimiento no jurídico. En el plano del conocimiento no jurídico, el proceso oral supone el contacto directo con los peritos y las partes que conocen las modalidades que afectan a los hechos. Página 35 de 46 El magistrado tiene entonces la oportunidad de conocer los aspectos oscuros de aquello que tendrá que resolver. Es el momento de conciliar el leguaje técnico con el natural propio del mundo jurídico . En suma, el proceso oral resulta funcional a la formulación de una sentencia justa y adecuadamente fundada. Otorga al juez las mejores herramientas para elaborar su pronunciamiento. d) La oralidad, el proceso y el juez. Desde el punto de vista del proceso en sí, el sistema oral otorga una participación más efectiva del juez, permitiendo un juicio más justo y objetivo, que asegure la igualdad de las partes. Entiende De la Rua, que la verdadera fórmula para aproximar la justicia al pueblo, para hacerla más realista, más justa, es a través del aumento de los poderes de los jueces, de modo que estos puedan suplir las dificultades de la parte más débil y que el objetivo solo puede encontrar su plena realización, en el sistema oral. “Nos enseña CHIOVENDA que la trascendente finalidad de la actividad jurisdiccional es hacer justicia y para la consecución de ese logro, el juez "no debe asistir pasivamente en el proceso, para pronunciar al final una sentencia, sino que debe participar en la lite como fuerza viva y activa". Página 36 de 46 El juez del procedimiento oral, no puede encerrarse en su despacho. Da la cara a los interesados y resuelve frente a la comunidad. Es el verdadero protagonista, acorde al mandato constitucional, sin intermediarios burocráticos. Sostiene Guimaraes Ribeiro que vivimos en el mundo de la apariencia, donde la oralidad “presupone una mayor credibilidad, confianza en la persona del homen– juez, dado que un proceso predominantemente oral significa aproximar el juez del hecho, permitiendo un análisis fenomenológico.” e) La oralidad y las partes. Para las partes, el sistema oral brinda la oportunidad de ser oídas por quien va a resolver. El beneficio de la oralidad no es solo para mejor resolver el magistrado, sino que importa la oportunidad-derecho de que el justiciable sea escuchado por este. El art. 8-1 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, dispone que “toda persona tiene derecho a ser oída...por un juez o tribunal competente”, comprendiéndose en esta parte los casos civiles. En el mismo sentido, la Carta De Derechos De Las Personas Ante La Justicia En El Ámbito Judicial Iberoamericano, dispone que las audiencias “se celebrarán siempre con presencia de Juez o Tribunal de acuerdo con lo previsto en las leyes”. Página 37 de 46 En definitiva, el proceso oral es el único que garantiza a las partes, la efectiva posibilidad de ser oídas y cumple con la normativa supranacional. Conjuga adecuadamente el derecho de audiencia condensado en el aforismo anglosajón day on court (día en la corte). f) Concentración. Se invoca a favor del juicio oral, que cuenta con la ventaja de acortar el tiempo para la práctica de los actos procesales, reduciéndolos a una o pocas oportunidades. Como se dijo arriba este no es necesariamente un beneficio de la oralidad, aun cuando se la vincule a la celeridad. La concentración resulta en realidad un beneficio para todo tipo de proceso y un requisito de la naturaleza de la oralidad, en tanto el debate debe ser continuado, bajo el “principio de integridad de la vista”. Requiere igualmente el dictado de la sentencia, sin dilación y por los mismos jueces que han recibido la audiencia. En su correcto cumplimiento, garantiza los beneficios de la inmediación y alienta la obtención de soluciones consensuadas del litigio. Página 38 de 46 g) La oralidad y las reformas judiciales. La decisión de aplicar un sistema oral, aun en su fase mixta que se propone como juicio por audiencias, debe tener presente la necesidad de nuevos formatos de organización. La instauración del proceso oral, no debería ser un proyecto en sí mismo. No es adecuado considerar aisladamente un nuevo código. El proceso oral debe asumirse solo como una parte, de un programa de reforma judicial y por ello debe ser funcional al mismo. En este punto no caben principios absolutos. Debe insistirse que la oralidad no es el modelo, sino una herramienta más de la reforma necesaria. Esta debe ser gradual y modulada, dentro de un proceso que implica aprendizaje para las partes, los abogados y el tribunal. Los aspectos presupuestarios o de recursos necesarios para su puesta en marcha y las implicancias estrictamente procesales, suelen concitar la mayoría de las discusiones. Se debate la ventaja de tribunales colegiados o monocráticos, cantidad de audiencias, instancias recursivas etc. y solo en menor medida se tratan las reformas necesarias de la organización judicial y la capacitación específica que requiere un sistema oral. Página 39 de 46 Lo recomendable resultaría una cartera de proyectos coordinada en distintos ámbitos, como “el jurídico, el económico, el fortalecimiento institucional o la creación de nuevas instituciones, la evaluación del impacto en el medio, la incorporación de tecnologías de información, la formación y capacitación de recursos humanos y, eventualmente las nuevas relaciones contractuales con el personal.” h) El paso de un sistema de plazos a uno de agenda. Con el proceso oral se pasa de los plazos procesales vigentes en la actualidad, a la administración de una agenda. Esta agenda no es la del juzgado, sino la de los jueces. El manejo preciso de la agenda, administrada acorde la complejidad de las causas, carga general del tribunal y posibilidades reales de cumplimiento de las diligencias, garantiza el aprovechamiento del tiempo que en el proceso oral es vital y no pertenece al juez, sino a todos los involucrados. Por el lado de los abogados, el problema es similar. Su presencia resulta inexcusable y los interrogatorios exigen conocer el caso. Por ello, también se imposibilita la delegación dentro de los estudios jurídicos. Tanto jueces como abogados deben aceptar el cambio de las reglas de juego, que implica entre otras cosas rigurosidad en los horarios. En este punto habrá que agregar la responsabilidad administrativa de los magistrados que incumplan; y el decaimiento de derechos para las partes. Página 40 de 46 i) Gerenciamiento de los tribunales. Se requieren algunas soluciones imaginativas, o cuanto menos novedosas para los actuales operadores jurídicos. Resulta necesario revisar las leyes orgánicas de los poderes judiciales y toda la reglamentación que responde al modelo burocrático. Como sostiene Piaggi, “Pocos aspectos gravitan tan a favor de la ineficiencia como los reglamentos judiciales”. “La organización innovadora no puede confiar en ninguna forma de estandarización para la coordinación”. Los reglamentos deben ser abiertos, propender a la descentralización, poca formalización de los comportamientos y alta especialización horizontal. En los tribunales colegiados, resulta necesaria la delegación en los vocales de las audiencias preparatorias y la firma de los actos judiciales de impulso. La estructura tradicional de reservar las fases escritas al presidente, provoca recarga en uno de los magistrados, en una función para la cual todos los integrantes están legitimados constitucionalmente. Los actos procesales no jurisdiccionales en sentido estricto, son delegables en el secretario. Sería igualmente de buen efecto práctico conservar en el legajo solo los actos relevantes, guardando copias de oficios cédulas y actos solo relevantes durante el proceso, en un segundo legajo. De esta manera el expediente adquirirá mayor Página 41 de 46 claridad a la lectura, asumiéndose igualmente que no se contará con las declaraciones vertidas oralmente. El secretario en la audiencia resulta innecesario, agregándole una carga de tiempo útil para otras tareas que pueden desarrollarse simultáneamente. En ese sentido se debe tener en cuenta que por medio de grabaciones de las audiencias desaparece la necesidad de la actividad actuarial. j) La oficina judicial. La oficina judicial frente al juicio oral debe ser concebida de forma novedosa. Por ejemplo, la de un juez norteamericano es de menor tamaño y con una composición más profesional. El juez está comprometido con la decisión del litigio y muy poco con la administración del expediente. Los colaboradores, (Law clerks), son formados por las universidades, con el perfil adecuado para la labor judicial, conforme indicaciones de los mismos jueces. La profesionalización de la oficina, va en orden con la eliminación de la delegación oculta de las actuales estructuras. Es posible entonces, la distribución de tareas con roles procesales autónomos, reservándose al personal administrativo, solo funciones de tal carácter. Página 42 de 46 CONCLUSIONES PRIMERA.- La implantación de la oralidad en los procesos civiles y constitucionales forma parte de la modernización del estado para superar los graves problemas que se presentan en la resolución de los conflictos dotando a los despachos judiciales de las modernas tecnologías entre ellas procesador de palabras, reformar como en el caso nuestro el Código de Procesamiento Civil, para transformarlo en audiencias donde predomine la Oralidad dejando por escrito la demanda y su contestación, de esta forma el usuario de la justicia obtendría una pronta y cumplida justicia, sin necesidad de tener que esperar largos años para obtener respuesta del estado, por conducto del poder jurisdiccional que mediante una sentencia definitiva se le resuelva el conflicto de intereses objeto de tutela efectiva de sus derechos, como un clamor de los pueblos para que se les reivindique sus derechos en la justicia y obtener la paz social y acabar la violencia, la justicia por mano propia, por el desprestigio en una recta administración de justicia que corroe a nuestra sociedad. SEGUNDA.- El instrumento procesal moderno donde prevalezca la oralidad sobre la escritura, con un compromiso efectivo de todos los intervinientes en el proceso, cambia automáticamente el rol del juez que entra en contacto directo con las partes y de esta forma se humaniza la justicia, procurando una efectiva y ágil solución a los planteamientos, jurídico y social que se van a dilucidar en los estrados judiciales, obtendremos el ideal para la solución de los problemas, que aquejan a la comunidad en general, del orden civil , con una pronta y cumplida impartición de justicia a que Página 43 de 46 se refiere nuestra Constitución política con la creación del Estado Social de Derecho. TERCERA.- Mediante la concentración y la inmediatez, aspectos inherentes a la oralidad, se pueden aumentar los poderes del juez para buscar la verdad, lograr la simplicidad y lealtad del contradictorio, la reducción de los formalismos y la aceleración de los procesos. 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