DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN NOTA DE PRENSA La Fundación BBVA presenta “El progreso económico de España, (18502000)”, de Leandro Prados de la Escosura La renta per cápita española se multiplicó por 15 en términos reales en los últimos 150 años, con una tasa media del 1,8% anual El consumo privado por habitante, que refleja el nivel de bienestar, se elevó 12 veces entre 1850 y 2000 La inversión por persona ocupada se incrementó 115 veces durante el mismo período El PIB se multiplicó por 40 en términos reales, casi un 2,5 por ciento anual Los resultados alcanzados muestran la continuidad en la tendencia del crecimiento entre 1850 y 1950 y contradicen la frecuente oposición entre un siglo XIX de fracaso y un siglo XX de éxito económico Desde 1950, la economía española crece más que las de los países más avanzados; la aceleración de la economía entre 1958 y 1974 supera en casi un punto a la fijada por los cálculos oficiales 19 de mayo de 2004.- La Fundación BBVA presenta “El progreso económico de España (1850-2000)”, un estudio del catedrático Leandro Prados de la Escosura que muestra, a partir de una cuidadosa reconstrucción cuantitativa, la evolución del progreso material en España desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días. En la obra se aborda, en primer lugar, la construcción de nuevas series históricas del Producto Interior Bruto (PIB), tanto desde la perspectiva del producto (ramas de actividad) como desde la del gasto, para el siglo anterior a la introducción de la moderna Contabilidad Nacional (1954). Estas nuevas series estadísticas del PIB y sus componentes de oferta y demanda han sido enlazadas con una revisión de la Contabilidad Nacional a fin de proporcionar las bases para el análisis de las grandes tendencias de la economía española durante los siglos XIX y XX. La visión que con estas nuevas series se obtiene del crecimiento en el largo plazo de la economía española ofrece, en conjunto, una imagen más nítida de la que se desprendía de estimaciones y evaluaciones anteriores. En el último siglo y medio, el nivel de actividad económica (PIB) aumentó en términos reales cuarenta veces (pasando –a pesetas constantes de 1995- de 2,172 billones en 1850 a 87,580 billones en 2000); la renta per cápita (PIB por habitante) se multiplicó por quince (en 1850 era de 145.900 pesetas y en 2000 ascendió a 2.219.200 pesetas); el nivel de consumo privado por habitante se elevó doce veces y la inversión por persona ocupada se multiplicó por 115. UN AVANCE SIGNIFICATIVO EN EL ESTUDIO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA A LARGO PLAZO El análisis del comportamiento económico de las naciones requiere disponer de series macroeconómicas largas para cada país. En el caso español, la falta de un conjunto de datos homogéneo, coherente y fidedigno ha sido responsable, en buena medida, de la ausencia de un enfoque explícitamente comparativo en su historia económica y de que España no haya estado representada en los estudios internacionales. La debilidad y el carácter incompleto de la base cuantitativa existente hasta ahora para el análisis de la historia económica española se evidencia en las marcadas discrepancias que se observan en las interpretaciones disponibles del crecimiento económico. No existe consenso, por ejemplo, sobre el comportamiento de la economía española bajo distintos regímenes comerciales en el siglo XIX, la magnitud de la depresión de los años treinta, el impacto de la independencia de Cuba o de la Guerra Civil (1936-39), o la intensidad del crecimiento durante las dos Guerras Mundiales en las que España no tomó parte activa. El estudio de Leandro Prados de la Escosura que ahora presenta la Fundación BBVA es un intento de situar a España en el contexto europeo e internacional desde una perspectiva macroeconómica a largo plazo. Las nuevas series del Producto Interior Bruto y de sus componentes que contiene esta obra, construidas a partir de datos muy desagregados, representan un sensible avance sobre anteriores estimaciones históricas, tanto por su cobertura sectorial como temporal; y descansan sobre la detallada y rigurosa investigación cuantitativa que, iniciada bajo el estímulo de pioneros como Gonzalo Anes, Josep Fontana, Jordi Nadal, Nicolás Sánchez-Albornoz y Gabriel Tortella, han llevado a cabo los historiadores de la economía española contemporánea a lo largo del último cuarto de siglo. Tanto en la reconstrucción como en el análisis de estas macromagnitudes españolas se ha intentado reconciliar, de manera sistemática, el conocimiento del comportamiento individual de cada industria con la visión agregada de la economía, lo que ha permitido trazar las grandes tendencias de la economía española durante el último siglo y medio con un grado de satisfacción análogo al de otros países de la OCDE. La obra está organizada en dos partes. En la primera, dedicada a la reconstrucción del Producto Interior Bruto en el largo plazo, tras pasar revista a las estimaciones históricas precedentes, se describen los procedimientos y fuentes empleados para el cálculo de las series anuales del PIB nominal y real para el período 1850-1958, tanto desde el punto de vista del producto como del gasto, y se lleva a cabo un nuevo enlace entre las distintas series de la contabilidad nacional para el período 19582000 y, posteriormente, entre éstas y las estimaciones históricas correspondientes a 1850-1958. La segunda parte se dedica al análisis de las tendencias a largo plazo de la economía a partir de las nuevas series del PIB, y se establece la posición relativa española en el contexto internacional. Por último, se examinan los cambios a largo plazo en la asignación de recursos y su aportación al crecimiento. En el anexo 2 documental de la obra, se recogen las series anuales obtenidas para el siglo y medio considerado. FASES DEL PROGRESO ECONÓMICO El cuadro 1 compara el crecimiento del Producto Interior Bruto con el de la población y cuantifica la aportación del crecimiento intensivo (el correspondiente al PIB por habitante) al progreso de la economía. CUADRO 1: El crecimiento económico en España, 1850-2000 (tasas medias anuales en porcentaje) PIB c.f. Población PIB c.f. per cápita Proporción crecimiento intensivo (%) Panel A. tendencias a largo plazo 1850-2000 1850-1950 1950-1974 1974-2000 2,45 1,34 6,42 3,03 0,65 0,63 0,98 0,43 1,80 0,71 5,44 2,60 73 53 85 86 1,84 1,22 3,54 0,60 6,22 3,03 0,42 0,58 0,99 0,87 1,00 0,43 1,41 0,64 2,55 -0,26 5,22 2,60 77 52 72 Panel B. fases 1850-1883 1883-1920 1920-1929 1929-1952 1952-1974 1974-2000 Nota: 84 86 c.f. : coste de los factores Proporción crecimiento intensivo = PIB c.f. per cápita x 100 / PIB c.f. Destaca, en primer lugar, el incremento sostenido del nivel agregado de actividad económica (PIB), casi un 2,5 por ciento anual durante siglo y medio, lo que implica un coeficiente multiplicador de prácticamente 40. Si de esta cifra se descuenta un crecimiento demográfico del 0,65 por ciento anual (que significó un aumento en más de dos veces y media de la población), se deriva que el PIB por persona era al final del siglo XX alrededor de quince veces superior al de mediados del siglo XIX, cuando se inició de manera irreversible el moderno crecimiento económico en España. Una mejora de tal magnitud en el comportamiento económico no se distribuyó por igual entre las tres grandes fases en que puede dividirse el progreso material de España, como lo atestiguan las marcadas diferencias de ritmo de crecimiento. Es posible señalar, pues, la existencia de tres grandes fases en el crecimiento de España: 1850-1950, 1951-1974 y 1975-2000; se afirma, así, la existencia de continuidad en el crecimiento entre 1850 y 1950. Este resultado contradice la frecuente oposición entre un siglo XIX de fracaso y un siglo XX de éxito económico (gráfico 1). 3 Gráfico 1: El Producto Interior Bruto per cápita, 1850-2000 1000 tendencia segmentada Miles de pesetas 1995 (escala semilogarítmica) 100 1850 1875 1900 1925 1950 1975 2000 Por otra parte, el crecimiento del PIB por habitante determina claramente la aceleración de la actividad económica en España. El PIB per cápita creció en la denominada edad dorada (1950-1974) a una velocidad más de siete veces superior a la de la centuria precedente (1850-1950): mientras el ritmo de crecimiento experimentado durante el siglo que transcurre entre 1850 y 1950 suponía que el PIB por habitante se doblase cada noventa y nueve años, en el período 1950-1974 tan sólo se precisaban trece años para hacerlo. Hoy día, la economía española se halla en una senda más elevada y de un crecimiento tendencial más intenso. No puede inferirse, sin embargo, que el crecimiento del producto por habitante sea atribuible en exclusiva a esta edad dorada, pues se ha documentado un apreciable crecimiento durante los años 1850-1883 y en la década de 1920. Por otra parte, 1884-1920, 1930-1952 y 1975-1986, corresponden a fases de menor pujanza en las que radican gran parte de las diferencias que aún hoy día separan a España de las naciones occidentales avanzadas. Cuando se desciende a períodos concretos se advierten resultados novedosos y, en ocasiones, poco intuitivos. La Primera Guerra Mundial, por ejemplo, fue testigo de un progreso modesto y distó de ser la oportunidad de crecimiento en que tanto ha insistido la historiografía. La pujanza de los años veinte, anotada por los historiadores culturales y políticos y apenas perceptible hasta ahora, sin embargo, en los estudios de historia económica, es subrayada por los nuevos datos del producto interior bruto. Asimismo, el estudio muestra el impacto de la Guerra Civil (1936-1939) sobre el crecimiento a largo plazo, que podría estimarse en dos décimas de punto anual acumulativo (pasando de una tasa anual acumulativa del 2,6 por ciento al 2,4 por ciento); una cuantía nada despreciable pues, en el caso hipotético de que todo lo 4 demás hubiera permanecido igual, el nivel del PIB actual representaría un 75 por ciento del que podría haberse alcanzado. Por último, y aunque lógicamente las nuevas series del PIB no deparan grandes sorpresas en la era de la contabilidad nacional, permiten constatar que la aceleración de la economía entre 1958 y 1974 supera casi en un punto a la mostrada por los cálculos oficiales, y aproxima el crecimiento español de estos años al de Alemania occidental en los años cincuenta o al de los países asiáticos de industrialización reciente durante las últimas décadas. Además, la desaceleración de la economía en la década de la transición a la democracia resultó ser menos dramática de lo que hasta ahora se había considerado. EL CAMBIO ESTRUCTURAL EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA La evolución del producto interior bruto desagregado en sus componentes de producto y gasto proporciona una valiosa información sobre el cambio estructural de la economía. La evolución de los componentes del PIB pone de relieve, por el lado de la demanda, el aumento relativo de la inversión, mientras se reduce el consumo, como resultado del menor crecimiento relativo del consumo privado. Gráfico 2: Proporción del consumo y la inversión en el PIB, 1850-2000 100 consumo privado formación bruta de capital / inversión 10 consumo público % a precios corrientes (escala semilogarítmica) 1850 1875 1900 1925 1950 1975 2000 Destaca el hecho de que, a lo largo del siglo y medio analizado, mientras el PIB per cápita se multiplicaba por 15, el consumo privado por persona, un indicador que, abstrayendo la distribución de la renta y la provisión de servicios públicos, refleja el nivel de bienestar, aumentara 12 veces. Se advierte el estrecho paralelismo entre el comportamiento del producto y del consumo privado Así, puede señalarse que el consumo presente no fue sacrificado en aras de un mayor consumo futuro, como se ha subrayado en el caso de los países 5 asiáticos de nueva industrialización (NICs), lo que significa que los logros de la economía fueron disfrutados por los coetáneos. Las fases de aceleración de la inversión parecen estar asociadas a las de la actividad económica agregada: 1850-1883, la década de 1920 y la época dorada (1950-74). Es digno de mención el hecho de que la formación de capital haya contribuido decisivamente a la mayor eficiencia del factor trabajo al aumentar la inversión por persona activa durante el siglo y medio considerado No obstante, las menores tasas de inversión españolas, comparadas con las europeas, conllevan la predicción de un crecimiento del producto más débil. La composición sectorial del PIB entre 1850 y 2000 refleja las transformaciones que se asocian con el moderno crecimiento económico. En efecto, la aportación de la agricultura experimenta una gradual contracción (sólo interrumpida durante los años cuarenta, cuando recobró la supremacía sobre la industria), que se acentúa a partir de 1960. Mientras, ascienden la industria y la construcción y, una vez consolidada la industrialización, los servicios. Gráfico 3: Composición del PIB por ramas de actividad, 1850-2000 100 servicios industria agricultura 10 % precios corrientes (escala semilogarítmica) construcción 1 1850 1875 1900 1925 1950 1975 2000 CAMBIOS EN LA COMPOSICIÓN DEL EMPLEO A partir de la década de 1880 se aprecia una suave caída del empleo agrario, que se acelera en los años veinte y, tras la reversión de los años cuarenta, se iniciará un declive que abarcará la segunda mitad del siglo XX. El empleo industrial, por su parte, sigue una pauta inversa al agrario: aumenta desde 1880 y lo hace con especial intensidad a partir de 1920 y hasta la Guerra Civil; tras la dramática contracción de los años cuarenta, experimentó un intenso crecimiento hasta la segunda mitad de los años setenta, cuando (y aquí se quiebra el 6 paralelismo inverso con la evolución del empleo en la agricultura) desciende hasta situarse hoy día en una proporción similar a la de mediados de los años cincuenta. En la construcción, el empleo crece entre 1920 y mediados de 1970 para, tras su hundimiento en la primera mitad de los años ochenta, recuperar en el presente niveles similares a los de hace un cuarto de siglo. Por último, el aumento del empleo en el sector servicios fue muy gradual hasta los años sesenta, interrumpido tan sólo por su intensificación en los años veinte y primeros treinta. El empleo en este sector emprendió en la primera mitad de los años setenta una expansión que ya no se detendría y alcanza hasta nuestros días. Gráfico 4: Composición del empleo por ramas de actividad, 1850-2000 100 agricultura servicios industria 10 % (escala semilogarítmica) construcción 1850 1875 1900 1925 1950 1975 2000 Se advierte, pues, una primera fase de cambio estructural en la que se contrae el sector agrario y aumenta el industrial que, en el caso español, se ve quebrado por el retroceso de los años de la posguerra; le sigue otra fase, que abarca el último cuarto de siglo, en la que el declive incluye, además de la agricultura, al sector industrial, mientras asciende, imparable, el empleo en los servicios. En definitiva, la reasignación de recursos supuso una aportación destacada al crecimiento de la economía española. En un contexto de imperfecta movilidad de factores y persistentes diferencias sectoriales de productividad marginal del trabajo, el cambio estructural, entendido como trasvase de mano de obra de sectores de baja a sectores de alta productividad, contribuye a la elevación de la productividad agregada de la economía. En España, el cambio estructural aportó casi la mitad del crecimiento a largo plazo de la productividad laboral, resultado análogo a los obtenidos para Alemania y Estados Unidos. Además, combinado con el aumento de la población en edad laboral, fruto de la transición demográfica, fue responsable de alrededor de 7 la mitad del crecimiento del PIB por habitante en los años 1855-1866, durante la década de 1920, en la segunda postguerra mundial (1944-52) y entre 1978 y 1992. LA ECONOMÍA ESPAÑOLA EN PERSPECTIVA COMPARADA Cuando se sitúa el crecimiento español en perspectiva comparada se advierte, en primer lugar, la similitud de la tasa de crecimiento a largo plazo de la economía española con las de la Europa continental avanzada y los Estados Unidos. Este comportamiento, a primera vista sorprendente, pone de manifiesto que las diferencias de nivel de vida existentes hoy día entre España y los países occidentales desarrollados tienen su origen antes de 1850. Si se desciende a las tres grandes etapas que se han establecido para el progreso económico español (cuadro 2, panel A), se constata que mientras la tasa secular de crecimiento anterior a 1950 es claramente inferior a la de los países avanzados, sucede lo contrario durante la segunda mitad del siglo XX. La diferencia a favor de España resulta más acentuada en la denominada edad dorada (1950-1974), en la que se duplica el ritmo de crecimiento de los Estados Unidos de América y del Reino Unido, y es una vez y media más intenso que en la Europa continental desarrollada. Todo ello, contribuye a subrayar el hecho de que la economía española acortó distancias con las naciones avanzadas durante los cincuenta últimos años, mientras perdió posiciones entre 1850 y 1950. CUADRO 2: El crecimiento del internacional, 1850-2000 (tasas medias anuales en porcentaje) España Europa1 avanzada media ponderada PIB por habitante Europa continental avanzada en España: perspectiva Reino Unido EE.UU . media no ponderada Panel A. tendencias a largo plazo 1850-1998 1,77 1,69 1,73 1,40 1,83 1850-1950 0,71 3,97 1,20 2,70 1,22 2,75 1,06 2,08 1,66 2,19 1,02 0,19 5,44 2,50 1,26 1,22 3,62 1,77 1,27 1,25 3,74 1,76 1,20 0,92 2,25 1,90 1,70 1,59 2,27 2,11 1950-1998 1850-1913 1913-1950 1950-1974 1974-1998 1 Nota: Europa avanzada incluye 12 países: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Italia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza. Europa continental avanzada = Europa avanzada – Reino Unido. La distinción de fases y ciclos en la evolución comparativa de la economía española permite matizar estas afirmaciones. La segunda mitad del siglo XIX representa la consolidación del crecimiento sostenido de la economía española y, simultáneamente, el ahondamiento de su retraso con respecto a los países industrializados. Una consideración más detenida revela que es 8 en el período 1883-1913 cuando España pierde posiciones con respecto a la Europa continental avanzada, Estados Unidos de América e, incluso, Gran Bretaña. En la primera mitad del siglo XX, la Primera Guerra Mundial no fue escenario de un sensible avance de la posición española en Europa. Lamentablemente, el progreso de los años veinte y la menor intensidad de la crisis de 1929 en España fueron compensados con creces por la exclusión de España, tras el estallido de la Guerra Civil, del proceso de recuperación europea que tuvo lugar en la segunda mitad de la década de los treinta. El decenio de 1940 constituyó una fase de postergación de la economía española y, aún a pesar de su posición no beligerante, el crecimiento no alcanzó al obtenido por la Europa occidental en conflicto. La segunda mitad del siglo XX, por el contrario, presenta un balance, en conjunto, superior al de las naciones avanzadas, con la mejora consiguiente de la posición española en el contexto internacional. La comparación explícita entre el comportamiento de la economía española y el de las naciones más avanzadas de Europa occidental pone de manifiesto que, a lo largo del último siglo y medio, España ha tendido a situarse en una posición cercana a las tres cuartas partes del nivel de producto por habitante de los países europeos más avanzados y la mitad del norteamericano. Tras momentos de relativo declive, en torno a 1870 y a 1900, la economía española mantuvo una posición estable con respecto a los países avanzados que, con respecto a Europa, se extendería hasta 1929, y, con respecto a los EE.UU., hasta la Guerra Civil. El marcado descenso de la posición relativa española a consecuencia de la Guerra Civil, mejoraría en los años cincuenta, pero España no logró acortar distancias con las naciones más avanzadas. El progreso de los tres lustros anteriores a 1975 le permitieron recobrar su posición internacional de comienzos del siglo XX. De nuevo, tras el deterioro asociado a la transición de la dictadura a la democracia, se inicia una vigorosa recuperación que en 2000 alcanza una posición que, en términos comparativos con otros países, no es muy diferente de la del año 1975. Así pues, el aumento sostenido del PIB y del consumo por habitante en términos reales a lo largo de siglo y medio fue sólo moderado en comparación con la Europa avanzada y los EE.UU. Pese al indudable progreso de España durante los últimos 150 años, a finales del siglo XX, la posición de España, en comparación con la Europa avanzada, no resultaba superior a la alcanzada hacia 1929 o 1975, y era inferior a la de las últimas décadas del siglo XIX; mientras que, con respecto a los EE.UU., se situaba por debajo del nivel relativo de 1975 o 1890. Sin embargo, la tendencia a acortar distancias iniciada a partir de la integración en la Unión Europea ha permitido a España superar en 2002 (datos de la OCDE de mayo de 2004) su posición relativa de 1975 y recuperar la alcanzada en los años veinte y mediados del siglo XIX con respecto a la Europa avanzada y a los EE.UU., respectivamente. 9 Gráfico 5: PIB per cápita de España en comparación con la Europa avanzada $ de EE.UU. a precios corrientes PPA (Paridad de poder adquisitivo) 100,0 90,0 80,0 70,0 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 10,0 0,0 1850 1860 1870 1880 1890 1900 1913 1925 1929 1933 1938 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1996 1999 2002 % Europa avanzada (8) % Europa avanzada (12) * Europa avanzada (8): Promedio no ponderado de Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Países Bajos, Reino Unido y Suecia ** Europa avanzada (12): Promedio no ponderado de Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Finlandia, Italia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza Gráfico 6: PIB per cápita de España en comparación con EE. UU. $ de EE.UU. a precios corrientes PPA (Paridad de poder adquisitivo) 70,0 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 10,0 0,0 1850 1860 1870 1880 1890 1900 1913 1925 1929 1933 1938 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1996 1999 2002 10 CONVERGENCIA EN NIVELES DE DESARROLLO HUMANO En términos de Desarrollo Humano, que incluye los logros conseguidos en educación, salud y calidad de vida, España ha experimentado una notable convergencia tanto con la Europa avanzada como con Estados Unidos. Respecto a Europa avanzada ha recortado en más de cuarenta puntos el diferencial existente en 1870, llegando a situarse en la actualidad en el 98 por ciento de la media de los países más desarrollados del continente. La evolución frente a EE UU ha sido similar: España, que partía de niveles inferiores al 50 por ciento, se encontraba en a finales del siglo XX a tan sólo tres puntos de EE UU. Gráfico 7: Nivel relativo de Desarrollo Humano. España-Europa avanzada Europa avanzada = 100 Europa avanzada= 100 120,0 100,0 80,0 60,0 40,0 20,0 0,0 1870 1880 1890 1900 1913 1925 1929 1933 1938 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1996 1999 Gráfico 8 Nivel relativo de Desarrollo Humano. España- EE UU Europa avanzada = 100 120,0 100,0 EE.UU. = 100 80,0 60,0 40,0 20,0 0,0 1850 1860 1870 1880 1890 1900 1913 1925 1929 1933 1938 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1996 1999 Si desea más información, puede ponerse en contacto con el Departamento de Comunicación de la Fundación BBVA (91 537 6615 y 94 487 4627) 11