d. pedro montañés villalonga menorquín ilustre

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D. PEDRO MONTAÑÉS VILLALONGA
MENORQUÍN ILUSTRE
Francisco Tutzó Bennasar
Acto institucional del Ayuntamiento de Mahón
3 de septiembre de 2014
Teatro Principal
D. PEDRO MONTAÑÉS VILLALONGA
MENORQUÍN ILUSTRE
En no poques ocasions he pensat que sóc una persona
afortunada, perque al llarg de la meva vida he tingut la immensa
fortuna de tractar i conèixer a persones d'una gran talla humana
i professional i la seva actitud i compromís amb la societat han
estat sempre un referent i un exemple a seguir per la meva part.
Precisament, una d'aquestes persones, pot ser que la més
important, donada la meva llarga relació i proximitat amb ell, ha
estat Pedro Montañés Villalonga. És per açò que agraesc molt
sincerament als seus fills Mercedes, Matías i Ana María i a
l'Excm. Ajuntament de Maó el que m'hagin ofert la possibilitat
d’intervenir en d'aquest acte per reflectir les caracteristiques més
definitoris de la biografia de dony Pedro i abordar en paral·lel
les fets més rellevants de la història d'Industrial Quesera
Menorquina.
De totes maneres vull precisar, d'inici, que em preocupa assumir
aquest compromís perquè no resulta fàcil, almenys per a mi,
sintetitzar en unes poques quartilles, lo que realment va donar de
si la notable trajectòria vital de Pedro Montañès.
Primer de tot, vull posar de manifest que dony Pedro va ser, en
primer lloc, una persona extremadament familiar, que juntament
amb la seva esposa donya Pilar varen formar un matrimoni basat
en el respecte i l’estimació mútua que es va mantenir unit fins al
final de les seves vides. Don Pedro, a més, va estar dotat d'una
personalitat i bonhomía natural molt poc freqüent.
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A estas cualidades habría que añadir su inteligencia, amor al
trabajo (al trabajo en equipo), su austeridad, su compromiso con
la sociedad, su interés por estar al día de los acontecimientos
políticos, sociales y culturales de la época (recuerdo, durante mi
etapa al frente del Ateneo, su presencia habitual, con 80 años
cumplidos, en los ciclos de conferencias que celebrábamos
regularmente) y, sobre todo, su talante emprendedor gracias al
cual fue capaz de poner en marcha un proyecto empresarial de la
envergadura y trascendencia de El Caserío, que transformó el
sector primario de Menorca y coadyuvó decisivamente al
bienestar y crecimiento económico de la Isla durante la segunda
mitad del siglo pasado.
Es por todo ello que me parece muy acertada la iniciativa del
equipo de gobierno, respaldada por la oposición, (circunstancia
que importa significar porque demuestra el amplio grado de
consenso que inspira la figura de Pedro Montañés), de llevar a
cabo este homenaje y reconocimiento a su persona, en el marco
estas fiestas de la Mare de Déu de Gràcia, homenaje que estoy
seguro le gustaría compartir con todos los extrabajadores de la
gran familia de El Caserío (algunos de los cuales están hoy aquí
presente) que a lo largo de los años colaboraron eficazmente al
éxito de la empresa.
Precisamente, quiero significar, que no es la primera vez que el
Ayuntamiento de Mahón lleva a cabo un acto de reconocimiento
al fundador de El Caserío. Con motivo del cincuentenario de la
fundación de la empresa, el Consistorio nacido de las primeras
elecciones democráticas presidido, a la sazón, por Ramón Homs,
ya ejemplarizó con la entrega de una placa a don Pedro Montañés
la gratitud de la ciudad a la labor empresarial de quién, por
méritos propios, fue el artífice del proyecto industrial más
importante que conoció la Menorca del siglo XX.
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Considero, además, que proceder ahora a la proclamación de
Pedro Montañés como Menorquín Ilustre, cuando ya
vislumbramos la salida de la peor crisis económica que hemos
conocido las personas de mi generación, que desgraciadamente
nos ha dejado como herencia una altísima tasa de paro que afecta
fundamentalmente a nuestras generaciones más jóvenes, repito,
es, en cierto punto pertinente este acto, porque la iniciativa de don
Pedro, con poco más de 23 años, de presentarse delante del
Consejo de Administración de la empresa Bel (La Vache que rit)
para proponerles construir una fábrica de queso fundido en
Menorca demuestra una gran dosis de personalidad y un espíritu
emprendedor encomiable, que debería servir de ejemplo para las
jóvenes generaciones que buscan afanosamente una salida
profesional a su precaria situación laboral.
Pongámonos en su lugar. Muy seguro de sí mismo debía estar
Pedro Montañés para tomar esta decisión. Muy seguro de sí
mismo y con las ideas muy claras. Conocedor, por la propia
experiencia familiar, de la dificultad que había entonces en
Menorca para dar salida comercial al queso artesanal que se
producía en las explotaciones ganaderas de la Isla, atisbó la idea
de que los excedentes de este queso podrían ser una excelente
materia prima para la fabricación de los populares quesitos que
había descubierto en Francia y que en aquel entonces no se
comercializaban aún en el mercado español.
Perseverar en la idea fue la otra gran virtud de Pedro Montañés.
Ante la negativa de Bel de montar una fábrica de queso fundido
en Menorca con la excusa de que ésta era una sociedad familiar
donde no cabían otros accionistas, (Don Pedro había solicitado
participar en el proyecto) hizo reaccionar al joven Montañés para
intentarlo en solitario.
Rápidamente se puso manos a la obra para llevar a cabo el
proyecto con sus propios y, en aquel momento, muy limitados
recursos. Una buena idea y un gran hombre. He aquí el germen
del éxito. Primero, Queserías Flor de Menorca, después, a partir
de 1944, Industrial Quesera Menorquina, S.A.
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De todas formas, los inicios, como siempre suele suceder, fueron
extremadamente difíciles y complicados. Además, a los pocos
años de iniciado el proyecto empresarial aconteció el drama de
nuestra contienda fraticida, que no tardó en paralizar la actividad
en la fábrica. La segunda guerra mundial y el período autárquico
que siguió a nuestra guerra civil, hasta el Plan de Estabilización
de 1959, paralizó la importación de maquinaria y materias primas
que eran necesarias para el normal desarrollo del negocio en
aquellos años.
Sobrevivir a todas estas adversidades, amén de los problemas
técnicos y de fabricación que se suscitaron, en parte, como hemos
dicho, por falta de materias primeras, fue, sin duda, una lucha de
titanes que pudo superarse gracias al empuje y visión del negocio
de Pedro Montañés y a la colaboración inestimable de sus socios
de primera hora: Domingo Massanés, Manuel Grau, Francisco
Orfila y Patricio Piris. Éste último se salió del proyecto al poco
tiempo y su participación fue adquirida por D. Juan Mir Llambias,
quién ya había iniciado su inestimable colaboración técnica con la
empresa.
Todas estas personas, sobre todo Juan Mir y Domingo Massanés,
fueron determinantes y colaboraron eficazmente a que el proyecto
empresarial, como digo, saliera adelante.
La fecha del 7 de Enero de 1931 debería figurar con letras de
molde en la historia de la compañía. Ese día se inició la primera
producción de los famosos triángulos de queso fundido. Entonces
los trabajadores de la empresa eran únicamente 6 personas
repartidos a partes iguales entre mujeres y hombres. A partir de
aquí nace la historia de un éxito empresarial que finalizará, como
empresa de carácter familiar, en julio de 1992 cuando se venderá
la sociedad a la multinacional americana Kraft General Foods.
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Nunca antes en Menorca se había producido una operación
societaria de la envergadura y trascendencia que tuvo la venta de
El Caserío. La noticia fue titular destacado en los periódicos
económicos de tirada nacional de la época lo que prueba, sin
duda, el nivel de notoriedad que tenía entonces IQM y sobre todo,
su buque insignia, El Caserío, marca líder del mercado de los
quesos fundidos en España.
Conseguir esta liderazgo dentro de un mercado tan competitivo
como el del queso procesado no fue un camino de rosas, sino el
resultado de un trabajo en equipo, tenaz, eficiente y con visión de
futuro que llevó a cabo el fundador y su equipo de colaboradores
más próximos y que, posteriormente, culminó su hijo Matias
cuando éste recibió el testigo de manos de su padre.
Otra característica que refleja muy bien el talante de Pedro
Montañés fue su buen juicio, llegado el momento, de saber dar un
paso atrás y dejar el gobierno y la iniciativa de la compañía en
manos de su hijo Matías. Una sabia decisión que, por otra parte,
guarda un enorme trasfondo de humildad que no todas las
personas tienen la fortaleza y el ánimo de saber adoptar.
No me cabe ninguna duda de que la grandeza de las personas se
mide y visualiza a través de estos gestos que entrañan una gran
generosidad y que, a su vez, ponen de manifiesto la altura humana
de quién entiende que la paternidad de un proyecto, por
importante que haya sido, no sólo no se debilita, sino que se
fortalece y expande, cuando de una forma responsable y
consciente se transfiere el testigo a quién ha acreditado
conocimiento, compromiso y liderazgo. Éste fue el caso de don
Pedro Montañés.
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Pedro Montañés nace en Alaior, cuna de destacados empresarios
menorquines, en el seno de una familia acomodada con
importantes propiedades agrícolas en la Isla. Es el mayor de seis
hermanos. Sus padres, Marcos Montañés Mercadal, natural de
Mahón y Mercedes Villalonga Sintes, de Alaior.. Su padre fallece
relativamente joven, concretamente en 1930. Tenía a la sazón su
progenitor, 64 años. La desaparición de su padre trastoca los
planes de Pedro Montañes, quien en aquellos momentos está
realizando un stage en la fábrica de alpargatas de suela de goma
que tiene en Toluse otro gran empresario menorquín y alcalde que
fue de nuestra ciudad: José Codina Villalonga.
Pero antes de trasladarse a Toulouse, Pedro Montañés, con veinte
escasos años ya tiene su currículum. En el año 1917 la família
traslada su residencia a Mahón para que su hijo mayor pueda
cursar el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de la
ciudad. Una vez concluida su primera etapa de formación se
desplaza a Barcelona para cursar la carrera de ingeniero
electricista en la Escuela Industrial de la Mancomunitat de
Catalunya. Los avatares políticos, como consecuencia de la
dictadura de Primo de Rivera, le obligan a trasladar su matrícula a
la vecina población de Terrassa donde el año 1926 obtiene el
título de Perito Industrial Electricista en la Escuela Superior de
Industrias de Terrassa.
Por cierto su proyecto de fin de carrera fue un ascensor
panorámico que enlazaba el puerto de Mahón con la Plaza
Miranda. No me negarán que también en esto, nuestro personaje,
fue un adelantado a su tiempo.
.
Dicho lo cual, y analizada esta anécdota con la perspectiva que
nos dan los años trascurridos desde entonces considero
personalmente que fue una pena que el proyecto de Pedro
Montañés, por falta de financiación, (10.000 pesetas de la época
tuvieron la culpa), no se llevara a cabo. Sobre todo, teniendo en
cuenta la buena aceptación que ha tenido el ascensor instalado, 90
años después, en el muelle de Llevant.
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Sigamos. Terminados sus estudios inicia su vida laboral en la
multinacional Standard Eléctrica que a la sazón realizaba el
montaje eléctrico del edificio de la Compañía Telefónica en la
Plaza de Catalunya de Barcelona. En 1928 regresa a Mahón y
trabaja durante un tiempo con Rafael Roselló, otro importante
hombre de negocios mahonés del siglo pasado. Muchos años
después ambos participarían, juntamente con otros empresarios
menorquines, en la incipiente actividad turística con la promoción
de los hoteles Port-Mahón, Agamenón, Carlos III y Santo Tomás.
No obstante, su incursión en el mundo turístico fue más bien
testimonial ya que por encima de otras inversiones de índole
económica, su principal objetivo empresarial fue siempre el
crecimiento y consolidación de Sa Formatgera.
A la negativa de los franceses a su propuesta de ir de la mano en
la construcción de la fábrica responde, como he dicho
anteriormente, con su valiente y arriesgada decisión de lanzarse
en solitario en pos de la materialización de su proyecto.
Visita Suiza para entablar contacto con la empresa Kustner,
importante fabricante de maquinaria para la elaboración de queso
procesado. Será necesario realizar unas pruebas previas para
evaluar el resultado de la materia prima menorquina. El resultado
positivo significará el pistoletazo de salida.
Posteriormente la ayuda económica de su madre, el contacto
satisfactorio en Barcelona con Massanés y Grau, el asesoramiento
burocrático y jurídico del abogado Francisco Orfila y la
incorporación de Patricio Piris, comerciante mayorista de queso
de Mahón, afincado en la Ciudad Condal, harán el resto. El 25 de
Noviembre de 1930 nace la sociedad en comandita Queserías Flor
de Menorca.
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Los inicios en el taller de la calle San José de Mahón son duros,
pero se consigue al fin el objetivo propuesto. La técnica de fundir
el queso y su conservación posterior es un proceso complicado.
La incorporación de D. Juan Mir, dada su formación académica,
químico y farmacéutico, será un gran acierto. Poco a poco se van
solucionando los problemas técnicos. La comercialización se
realiza a través de Massanés y Grau y se define de esta forma la
praxis operativa que, a nivel interno de compañía, presidirá sin
variación el funcionamiento de la empresa hasta el día de su venta
en 1992.
A medida que la fábrica absorbe carga de trabajo se incrementa el
número de empleados y se hace necesario trasladar sus
instalaciones y equipos a un nuevo emplazamiento que cubra las
necesidades de espacio que exige la dinámica creciente del
negocio. La ubicación elegida es la calle Vasallo.
El año 1936 se llegaron a producir en torno a las 400.000 cajitas
de porciones, pero, como ya se ha dicho, la guerra civil paró en
seco la tónica ascendente que se había iniciado.
Tras la guerra, en 1944, se reordena jurídicamente la sociedad que
pasa a ser una mercantil anónima: Industrial Quesera Menorquina,
S.A. En este período el Sr. Montañés adquiere también
participaciones accionariales en distintas empresas del sector
lácteo, siendo la más importante Massanés y Grau, fabricante de
los quesos MG.
En la década de los años 50 la empresa ya camina a velocidad de
crucero.
En este período la sociedad pone en marcha una importante
campaña en los medios de comunicación con el propósito de crear
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su imagen de marca. La inversión en publicidad y marketing será,
a partir de este momento, una constante en el tiempo.
Al inicio de los años sesenta se dará con el famoso slogan “De El
Caserío, me fío” que popularizó la marca y que todavía hoy se
sigue utilizando. Por cierto, la paternidad de este slogan, que es
motivo de estudio en muchas escuelas de negocios, es una
genialidad más en el haber de Pedro Montañés.
Otra de las preocupaciones de nuestro homenajeado de hoy fue
asegurarse de que los ingredientes para elaborar el queso fundido
fueran siempre de primera calidad. La utilización del queso de
Mahón daba un bouqué característico a El Caserío que lo
diferenciaba claramente de la competencia y aseguraba su
posición hegemónica en el mercado.
En este sentido, su compromiso con el campo de Menorca le llevó
a realizar distintas actuaciones que supusieron una modernización
importante para el sector ganadero como, por ejemplo, el Centro
de Inseminación Artificial de Ferrerias que significó un avance en
la producción lechera de la cabaña de vacuno de la Isla o la
compra de las dos primeras cosechadoras con las que contó el
sector ganadero menorquín.
A mediados de los años 60 y con la incorporación de su hijo
Matías a la empresa, se empezó a pensar en una nueva ubicación
para la fábrica que a la sazón ya contaba con una plantilla en
torno a los 150 trabajadores.
Aprovechando la iniciativa del entonces alcalde de Mahón,
Gabriel Seguí, de construir un Polígono Industrial a semejanza del
existente en el polígono de la Victoria de Palma, la idea de la
construcción de la nueva fábrica tomó cuerpo.
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Industrial Quesera Menorquina adquirió una parcela de 45.000
m2. y su hijo Matías fue el encargado de diseñar el proyecto
técnico de la nueva factoría que resultó todo un éxito. La
construcción se inició en 1970 y en Abril de 1971 estaba ya del
todo operativa.
Los años siguientes fueron de un crecimiento espectacular. En
1980 la plantilla era de 293 trabajadores, se trabajaba a dos
turnos, la producción anual superaba los 40 millones de cajitas y
El Caserío estaba presente en más de 110.000 puntos de venta en
toda España. Contaba con una cuota de mercado, a nivel nacional,
de casi el 80 por ciento.
En aquel momento la fábrica de Mahón era, con toda seguridad, la
planta de queso fundido más importante de España y una de las
primeras del continente europeo. Nunca antes se había dado un
caso igual en el sector productivo de la Isla y, sin duda, será
difícil que este hecho pueda repetirse en el futuro.
Fueron años felices para don Pedro. En la empresa reinaba un
buen clima de trabajo y una paz social envidiable. La compañía
no dejaba de crecer y lucía una cuenta de resultados de muchos
dígitos. El cambio generacional se había producido a plena
satisfacción y tengo la seguridad de que en su fuero interno el Sr.
Montañés se sentía orgulloso del trabajo que estaba desarrollando
su hijo Matías y el resto del equipo directivo.
Don Pedro estaba al tanto del día a día, pero intentaba interferir lo
menos posible. Seguía yendo a la fábrica mañana y tarde. Éste era
el lugar de encuentro obligado con Don Juan y con sus
colaboradores de primera hora: Lorenzo Orfila, gerente de la
sociedad Talleres ROMP, persona clave para la empresa cuando
en los años difíciles supo construir los equipos y máquinas que no
era posible importar, Juanito Barber, su mano derecha y hombre
de confianza de toda la vida; Pedro Pons, tocayo, amigo y
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colaborador. Luis Barca y Abelardo Oleano, personas a las que
siempre tuvo una consideración muy especial por su gran e
inestimable contribución al éxito de la empresa.
Pedro Montañés participo también en otros proyectos industriales
y empresariales (Talleres Romp, Pieme, Náutica Menorquina,
ect.) En su faceta pública fue concejal del Ayuntamiento de
Mahón de 1958 a 1964. Presidente de la Cámara de Comercio
Industria y Navegación de Menorca durante 12 largos años (19621976)
En 1992 le fue concedida la Medalla de Oro de la Comunidad
Autónoma.
Unes reflexions finals.
Com he dit al principi de la meva intervenció, don Pedro
va ser una persona austera. Aquesta característica de la
seva personalitat la va aplicar també al govern de
l'empresa mitjançant un control rigorós dels recursos
financers. Aquest nivell d'exigència, amb el pas dels anys,
va consolidar una estructura patrimonial molt sòlida que
va fer possible afrontar amb molts pocs recursos externs
els importants projectes d'inversió i modernització que es
van succeir en el temps i que eren imprescindibles per
mantenir la competitivitat de la companyia. En definitiva,
una encertada política que va reportar importants rèdits a
IQM, duita a terme per un empresari de raça.
Un altra caracteristica definitoria del seu caràcter va ser
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el seu esperit jove que el va acompanyar tota la vida. Ho
va demostrar en moltes ocasions, compartint reunions
amb el cercle d'amistats dels seus fills. Ho puc afirmar per
pròpia experiència. Es trobava bé i a gust en aquests
ambients.
Mai va fer ostentació de la seva privilegiada posició
econòmica. El seu únic signe extern rellevant va ser
disposar d'una embarcació per satisfer la seva gran afició
marinera. Era un enamorat del mar. Va practicar amb
assiduïtat la pesca i la navegació fins a pràcticament el
final dels seus dies.
En definitiva, un hombre muy de su tiempo que tuvo la
grandeza de conjugar una vida más bien reservada,
discreta, muy orientada a la familia y sin grandes
pretensiones de notoriedad, con la clarividencia
emprendedora de quién fue capaz de crear la empresa de
queso fundido más importante de Espanya y la primera
empleadora de mano de obra de la Isla. Podemos afirmar,
en definitiva, que a la persona don Pedro le asistió siempre
a lo largo de su vida, como a los grandes hombre, la moral
de la convicción y la responsabilidad. Sólo por eso bien
merece la distinción de Hijo Ilustre de Mahón.
Gracias
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