COSECHAS DE COBERTURA En muchas ocasiones, entre dos

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COSECHAS DE COBERTURA
En muchas ocasiones, entre dos cosechas principales, puede obtenerse otra secundaria, y cuando se teme
a la erosión, la tierra debe estar sembrada el mayor
tiempo posible con plantas que la protejan. Esa cosecha, generalmente de forrajes, puede aprovecharse como
tal, o enterrarse y servir para abonar la tierra.
En el Norte encontrará esta práctica poca aplicación, yen las zonas de erosión es difícil encontrar plantas apropiadas para practicarla. Es posible que siembras de leguminosas anuales, para enterrar como abono en primavera, tuviesen aplicación en olivares, viñedos y algún otro frutal, llegando a pagar el coste de la
operación. En América se defiende así el suelo de los
huertos de agrios, con cobertura que, a veces, es permanente, pues cortan la hierba y dejan los cortes en el
terreno, a fin de que sirva para abono.
Conviene insistir sobre este punto, porque nuestra
superficie dedicada a viñedo y olivar es muy grande y
muchas de esas plantaciones situadas en laderas, pierden demasiada tierra. Por otra parte, nada beneficia
más a estas plantaciones que las buenas estercoladuras; sin duda, porque a la aportación que hacen de prin-
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cipios nutritivos, se unen los beneficios de la materia
orgánica para que el suelo absorba más agua. Una cosecha de altramuces, algarrobas, habas sembradas espesas u otra leguminosa, es posible que resolviese el
problema, porque el abono de cuadra no llega para las
viñas y los olivares,
En los Estados Unidos persiguen la solución de este
asunto; emplean al efecto las plantas citadas, a pesar
de lo cual confiesan que no han encontrado solución
satisfactoria. Si existiese solución aceptable, podríamos
aguardar a que nos la diesen como definitiva, aun cuando podríamos correr el peligro con este proceder, de que
si el cultivo del olivo llegaba a ser en dicho país suficientemente remunerador, dejasen de necesitar nuestro
aceite y aunque nos desplazasen de alguno de los mercados. Probablemente, la posibilidad de abonar los olivares con cosechas en verde, estará ligada a la cantidad
de lluvia que ocurra en el lugar donde se practique, pues
ha de ser suficiente para criar esa cosecha y sostener
el olivar. De esta opinión participan los franceses, y
los ensayos que están realizando consisten en sembrar
las calles de olivos perpendiculares a la pendiente alternativamente, empleando el Lotus corniculatus L.,
que siegan cuando llega el momento oportuno, para
abonar con esa. cosecha la calle sin sembrar.
La práctica de abonar la tierra con 'cosechas verdes
pudiera tener aplicación en las comarcas trigueras. Se
deja en ellas de barbecho la mitad o la tercera parte
de la superficie cultivada, la cual podría ser sembrada
con una leguminosa como la algarroba, para enterrar
en verde en primavera, cuando hubiese adquirido el
desarrollo máximo y. aprovechase las últimas lluvias
para incorporarse bien al suelo. Esto que se preconiza
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no es nuevo, lo conoce todo el mundo desde qut empezó a labrar, pero es dudoso que se haya ensayado con
la atención necesaria para que pueda asegurarse qye
no es factible, y sobre todo en todas las circunstancias;
lo mismo en el Norte que en el Sur.
Se ha defendido el barbecho limpio. El barbecho
nos libra de las malas hierbas, lo cual es cierto, pero
una cosecha que crece espesa también ahoga las malas
hierbas, que acaban de matarse cuando se las entierra
en verde. El barbecho aprovisiona la tierra en agua
para la cosecha que ha de sucederle. Análisis de las
cantidades de agua que contienen los suelos a 10 Ó 20
centímetros de profundidad, atestiguan que las tierras
en barbecho contienen más humedad que las tierras que
llevaron cosecha. Sin embargo, el año en que no llueve
y se siembra en seco, si persiste el cielo en no mandar
agua, el trigo no nace ni en las tierras que estuvieron
de barbecho ni en las que se cultivaron, y si se trata
de un año seco, fa. cosecha se pierde en todas por igual.
El barbecho aprovisiona la tierra de nitratos. Pero
una leguminosa para enterrar en verde es el ideal para
este aprovisionamiento. Por último, se dice, que es menester trabajar bien las tierras de tiempo en tiempo y
el barbecho da lugar para ello, sobre todo en las tierras
fuertes, para que las heladas pulvericen los terrones.
Esos efectos también se consiguen cuando un suelo
está bien provisto de materia orgánica, porque esos terrones no se forman y la tierra sale del arado hecha
migas".
La primera condición para que una tierra tenga
agua es que esté en condiciones de tomar la que le al..
canee, como igualmente le es esencial' la materia orgánica para que vivan los microorganismos fijadores de
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nitrógeno, lo que induce a pensar que este viejo procedimiento de hacer siembras, para enterrarlas y mejorar las condiciones de fertilidad del suelo no ha sido
ensayado suficientemente y que debe volverse a tomar
en consideración en nuevas experiencias, con las variedades de plantas corrientes o con otras nuevas.
En California encuentran resultados muy satisfactorios sembrando los huertos de frutales con una leguminosa anual, en cuanto lo permiten las circqnstancias,
para que proteja el terreno durante las lluvias y sirva
de abono al enterrarlas. Y quieren ir más lejos con el
procedimiento, llegando muchos agricultores a establecer una cobertura permanente de leguminosas y gramíneas que les proteja el suelo y sirva de abono, pero
que en definitiva produzca mayores beneficios. Es algo
como nuestras pomaradas del Norte, aun cuando en
éstas se retiran de la parcela la hierba que se produce
y el fruto del arbolado, y para sostenerlas en buena
producción deben abonarse abundantemente.
Las Estaciones Experimentales estudian este procedimiento con atención, sin que se atrevan a pronunciarse hasta ahora en favor, ni en contra, por la trascendencia de las importantes cuestiones que entraña,
como son, las relativas a las producciones mayores o
menores que se logren al pasar el tiempo, la calidad de
los frutos, el mayor consumo de agua que se necesita
cuando el suelo está con abundante hierba, el éxito en
comba tir las plagas que necesariamente han de ser más
intensas, su coste, los perjuicios de los roedores, y las
condiciones de clima y suelo en que la práctica puede ser
de aplicación.
En el carnpo.rel Servicio de Conservación de Suelos
examinó en 1938 veintitrés huertos de frutales, en los
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que el terreno se conserva todo el año cubierto de prado,
práctica que se seguía en algunos desde hacía pocos
años y en otros alcanzaba hasta 22, encontrando los resultados satisfactorios.
En la crítica que hacen del sistema los americanos
citan un caso interesante. A ciento quince millas al
norte de San Francisco, existe un huerto de perales
Bartlett, que se plantó en 1888. Su extensión es de 4,85
hectáreas, en suelo profundo. En 1919 se replantaron
1,62 hectáreas, y hasta 1923 se cultivó procurando tener siempre el suelo mullido y limpio de malas hierbas.
El agricultor observó, que mientras su tierra no tomaba el agua, la del vecino que cultivaba alfalfa la
absorbía con gran facilidad, lo que le determinó a sembrar su huerto con trébol rojo, raygras de Italia y alguna otra especie.
Las producciones obtenidas son asombrosas. En 3,77
hectáreas, la media de la producción de peras vendidas
en los once años, de 1926 a 1937, alcanzó a 44 toneladas por hectárea y año. El año de menor cosecha se
vendieron 38,8 toneladas por hectárea, y el de mayor,
61,8 toneladas. En la misma zona se hizo el estudio de
14 huertos de perales Bartlett, característicos para que
representasen una media, y en los diez años anteriores
a 1936, la producción media de fruta por hectárea fué
de 17,1 toneladas. Los siete menos productores alcanzaron la media de 10,1 toneladas por hectárea, y los
siete mayores productores, 23 toneladas de peras por
hectárea. El huerto modelo en cuestión, resulta que produce tres veces más fruta que la media alcanzada por
los 14 estudiados y el doble de la media de los siete
que producen más. Se agrega, que a la mayor produc-
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ción, correspondían también beneficios netos más considerables.
La zona productora de maíz en Galicia, con tierras
accidentadas y precipitaciones de lluvia grandes y violentas, aun a pesar de ser tierras en las que el agua se
infiltra con gran facilidad, estaría sometida a los efectos de una erosión violenta, si sus prácticas agrícolas
no estuviesen tan perfectamente adaptadas a sus condiciones de clima. Esas tierras se cultivan todos los años
de maíz, con excepción de algunas extensiones que se
dedican a patatas. Cuando llega el mes de agosto, con
las primeras lluvias que empapan la tierra o sin ellas,
se siembran raygras, holco, trébol encarnado o alguna
otra forrajera semejante. Al levantar el maíz, el campo está encespedado y a cubierto de la erosión. En donde el clima es árido, la defensa se hace preciso buscarla
en muchas ocasiones en los rastrojos, conservándolos
el mayor tiempo posible, envolviéndolos lo menos que
permitan las circunstancias. A veces se ha querido hacer uso de la paja que dejan las cosechadoras, para aumentar con ella la materia orgánica del suelo, pero no
se han obtenido resultados satisfactorios, porque se deprime la producción, como pasa con otras sustancias
vegetales en las que predomina la celulosa.
Cuando la topografía del terreno o el clima no consientan contener un suelo con medidas de carácter agronómico o físicas, o estas medidas resulten onerosas, hasta el punto de que el beneficio sería mayor si se dedicase a monte alto o bajo, no hay duda alguna de que
ese debe 'Ser su destino, pues la obligación de su dueño
es tenerlo bien defendido, porque el derecho de propiedad parece que debe obligar a no causar perjuicios a
los que están situados aguas abajo.
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