LA MUSICA Y EL CANTO EXPRESIÓN PROFUNDA DEL ENCUENTRO CON DIOS “La Iglesia necesita también de los músicos. ¡Cuántas piezas sacras han compuesto a lo largo de los siglos personas profundamente imbuidas del sentido del misterio! Innumerables creyentes han alimentado su fe con las melodías surgidas del corazón de otros creyentes, que han pasado a formar parte de la liturgia o que, al menos, son de gran ayuda para el decoro de su celebración. En el canto, la fe se experimenta como exuberancia de alegría, de amor, de confiada espera en la intervención salvífica de Dios.” Juan Pablo II: Carta a los artistas, No. 12 Desde muy antiguo, cuando el hombre desarrolló su religiosidad, el encuentro con Dios se tradujo en expresiones de arte y belleza: Cantos, música, danza, dibujo, escultura, arquitectura, poesía. La belleza sintetiza de alguna manera las experiencias más sublimes de la humanidad y entre ellas, la más sublime de todas: la experiencia de Dios. Si se construyera un museo con todas las muestras de arte relacionadas con la experiencia religiosa del hombre, este tendría que ser inmenso. El arte religioso ocupa casi todo el espacio disponible para lo más representativo de ese virtual museo. Una de las formas artísticas que ha servido no solo como vehículo de expresión del encuentro del hombre con Dios sino de respuesta del hombre a Dios, es la que tiene que ver con la palabra y con la voz. El hombre se siente portavoz de la creación entera y asume un papel universal, a través del canto, en el que se unen expresiones bellísimas de ritmo, armonía, melodía, textura y poesía. No se necesita una gran formación artística ni unas dotes excepcionales para que el hombre exprese su fe y su respuesta a Dios mediante el canto y la música. De la manera más espontánea, dondequiera que un hombre o un grupo humano experimente la acción salvífica de Dios, brota el canto como respuesta de gratitud y de fe. Desde el Antiguo Testamento, y mucho más en el Nuevo, ya que en él Dios mismo se ha hecho “el más bello de los hijos de Adán” (salmo 45,3) el canto y la música expresaron bella y profundamente el encuentro con Dios y la respuesta agradecida del hombre y de la comunidad. El canto se hizo elemento imprescindible de los ritos y de las expresiones cultuales del pueblo de Dios. Además del libro de los Salmos que es la colección de cantos más extensa que se conozca en la antigüedad remota, la Sagrada escritura está llena de himnos, aclamaciones, alabanzas, confesiones de fe, que sirvieron a los ritos litúrgicos de la comunidad. Los cristianos heredaron del pueblo judío esa riqueza lírica y poética y desde los comienzos de la fe unieron a la oración pública de la comunidad el canto, inspirado en la enorme riqueza temática y salvífica de la Sagrada Escritura. Bastaría leer el capítulo 19 del Apocalipsis, por citar un ejemplo de cómo la liturgia cristiana está llena de cantos y aclamaciones inspiradas en los grandes momentos de la Historia de la Salvación. 1. El Canto y la música sagrados Siendo el canto y la música elementos tan importantes en la expresión auténtica de la fe y del culto cristiano, la Iglesia se ha siempre preocupado de cuidar ese tesoro y de dar normas sobre los diversos aspectos relacionados con su conservación, su utilización y su ejecución. Son muchísimos los documentos que desde los padres antiguos, como san Ambrosio, excelente músico, y san Agustín, hasta el Papa Pablo Sexto, han escrito a los fieles para guiarlos en unos criterios comunes a toda la Iglesia, en lo referente al canto y a la Música sagrada. El catecismo de la Iglesia católica sintetiza así toda esa tradición y esa normativa. Ponemos en negrilla aquellas frases que nuestros cantores y animadores del canto deben tener más en cuenta: "La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (SC 112). La composición y el canto de Salmos inspirados, con frecuencia acompañados de instrumentos musicales, estaban ya estrechamente ligados a las celebraciones litúrgicas de la Antigua Alianza. La Iglesia continúa y desarrolla esta tradición: "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef 5,19; cf Col 3,1617). "El que canta ora dos veces" (S. Agustín, sal. 72,1). El canto y la música cumplen su función de signos de una manera tanto más significativa cuanto "más estrechamente estén vinculadas a la acción litúrgica" (SC 112), según tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y de las acciones litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los fieles (cf SC 112): «¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad, y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas» (S. Agustín, Conf. IX,6,14). La armonía de los signos (canto, música, palabras y acciones) es tanto más expresiva y fecunda cuanto más se expresa en la riqueza cultural propia del pueblo de Dios que celebra (cf SC 119). Por eso "foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas", conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las voces de los fieles" (SC 118). Pero "los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica; más aún, deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas" (SC 121). (Catecismo de la Iglesia Católica Nos. 1156-1158) 2. El canto y las expresiones de fe Pero no solamente en las celebraciones litúrgicas y en la oración pública los cristianos se valen del canto para expresar su profundo encuentro con Dios, su salvador. Todos los momentos de la vida, todas las situaciones, todos los ambientes en que el hombre se mueve, suscitan en él un diálogo existencial con su creador, por lo cual el canto religioso no se agota en su expresión litúrgica. En nuestro tiempo es frecuente asistir a reuniones de comunidades, de grupos de jóvenes o de niños, en jornadas, retiros, convivencias, campamentos, en los cuales el canto y la música adquieren otras expresiones, un poco más libres pero no separadas de la vivencia de la fe. Surge así otra categoría o género musical de tipo religioso que conocemos generalmente como “cantos de animación”. Los animadores de canto deben saber discernir y distinguir cada uno de los momentos del canto religioso y elegir del repertorio aquellos que sean más adecuados al tipo de reunión que se está desarrollando. Cuando los grupos no tienen una orientación fácilmente usan el canto de animación en la liturgia y el canto propiamente litúrgico en la animación. Los animadores del canto necesitan por eso ser formados para un mejor ejercicio de su ministerio. 3. El animador de cantos y la “schola cantorum” Para que la liturgia alcance esplendor y belleza se necesita el concurso de los ministros, cada cual haciendo aquello y solo aquello que le es propio. Las comunidades parroquiales deben preocuparse por suscitar la vocación entre sus distintos miembros para que ejerzan en la liturgia el ministerio que les corresponde. Uno es el animador de cantos, otro el salmista, otro el lector, otro el presbítero u obispo que preside. La liturgia resulta muy pobre y muy pesada cuando una o dos personas se encargan de todo. Entonces, es necesario que cada parroquia tenga uno o varios encargados de animar el canto litúrgico, que además de sus conocimientos y aptitudes musicales, tenga la formación cristiana y litúrgica necesaria para llevar adelante su ministerio. Según una antigua tradición, el animador de cantos se ayuda de la “schola cantorum” para conducir a la asamblea cristiana a una mejor participación: Animador, schola y asamblea deben estar en total comunión de sentimientos y de participación. Hay que estar muy atentos para que la schola cantorum no se convierta en un “coro privado” que hace hermosas presentaciones pero impide la participación de la asamblea litúrgica. Tanto el animador como la schola y —a su nivel— la asamblea, deben estar en un permanente proceso de formación para el correcto ejercicio de su ministerio. 4. Algunas indicaciones sobre el canto en las celebraciones de la Iglesia Como el título lo dice, se trata de algunas, no de todas y de indicaciones, no de normas o leyes. Estas indicaciones están inspiradas en lo que la Iglesia nos ha dicho en su magisterio, especialmente después del Concilio Vaticano II y en lo que los liturgistas más estudiosos nos aconsejan en relación con el canto. 4.1 Indicaciones generales Estas indicaciones generales están contenidas en el texto arriba citado del Catecismo de la Iglesia Católica: Tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne de la celebración. Estos criterios deben ser siempre tenidos en cuenta al escoger los cantos para la misa o para cualquier otra celebración sagrada. Además de lo anterior, nos pide el catecismo: La armonía de los signos (canto, música, palabras y acciones): La melodía y las palabras deben ir de acuerdo, por lo cual es preferible escoger cantos compuestos expresamente para la liturgia y para el momento litúrgico que se vive. Las parodias, los cantos acomodados, las melodías de moda forzadas a entrar en una letra religiosa, dejan mucho que desear y pueden distraer a los fieles al evocar en ellos otro tipo de experiencias. Eso no quiere decir que no se utilicen los ritmos y melodías propios de la cultura pero hay que hacerlo con mucho acierto y de acuerdo al género musical que expresa mejor el momento litúrgico (cf SC 119). "Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas", conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las voces de los fieles" (SC 118). Este criterio es también muy importante. El canto popular favorece la participación de los fieles. El canto erudito o no conocido impide la participación del pueblo o por su dificultad de interpretación o por desconocerse su letra y su melodía por parte de la asamblea. Pero "los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica. Esto es muy significativo ya que con frecuencia se oyen en nuestras asambleas católicas y en especial en la santa misa cantos protestantes, cuyas letras, la mayoría de las veces no expresan la fe católica y por otra parte causan desorientación y pérdida de identidad entre los fieles. Más aún, deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas. Las letras de los cantos expresan la fe de la Iglesia y no los sentimientos particulares de una persona o de un grupo. El animador de cantos debe ser muy exigente en este campo y seleccionar los cantos no por el sentimentalismo de su melodía sino por expresión de fe. ¡Qué mejor fuente de inspiración que la Sagrada Escritura y los documentos litúrgicos de la tradición cristiana! 4.2 El Canto en la Liturgia de las Horas Cada vez es mayor el número de comunidades, grupos y reuniones de personas donde diariamente u ocasionalmente se reza con la Liturgia de las Horas. Por eso es importante recordar algunas normas sobre el canto y la salmodia. Salmodiar con los labios y con el corazón. Cuando la comunidad se reúne para recitar los salmos, está orando con la misma oración que hacía nuestro Señor Jesucristo en los diversos momentos de la jornada, de tal manera que, como decía san Agustín, oramos a Cristo, oramos por medio de Cristo y oramos en Cristo, ya que al orar los miembros ora todo el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia. La salmodia. No hay duda de que la oración preferida por la Iglesia es el Padre Nuestro, ya que con esta oración Cristo nos enseñó a orar; pero después del Padre Nuestro, la Iglesia prefiere los Salmos y los cánticos que se hallan en la Sagrada Escritura a cualquier otra oración, por hermosa que sea. Esto mismo vale para los demás himnos en la liturgia y en las celebraciones sacramentales. “Desde el punto de vista literario, los salmos son piezas poéticas hechas para ser cantadas. Esta característica no debe descuidarse en la celebración litúrgica, incluso en aquella que se hace en soledad y en silencio” (J. Gilbert). El rey David, uno de los más grandes salmistas, cantaba los salmos acompañado de instrumentos musicales; muchos otros salmistas colocaban claves de interpretación melódica al inicio de los salmos. Esto quiere decir que los salmos eran cantados con melodías muy escogidas en las liturgias del Pueblo de Israel. Todavía hoy podemos escuchar en Israel el canto de los salmos. Al Igual que el Pueblo de Israel, la comunidad cristiana, desde muy antiguo prefiere la interpretación musical de los salmos, con melodías muy apropiadas al género y al tema de cada salmo. Entre los muchos modos de interpretar musicalmente los salmos, aún hoy se conservan dos muy importantes y muy antiguos: La salmodia rusa oriental y la salmodia gregoriana occidental. Otros autores contemporáneos han compuesto formas de salmodia pero ninguna supera la belleza y majestad del gregoriano. Los himnos y los responsorios. Además de los salmos, en la Liturgia de las horas se pueden cantar también los himnos (incluyendo el cántico evangélico) y los responsorios. El canto de la Liturgia de las Horas ayuda a comprender y vivir la Palabra de Dios y a evitar las distracciones y las carreras. 4.3 El canto en la celebración de la Eucaristía Sin duda es en la Eucaristía, y de manera muy especial los domingos y solemnidades, en donde el canto es más utilizado por nuestras comunidades. ¿Con qué criterios se debe utilizar el canto y la música en la Eucaristía? Primero que todo, el animador, la schola, los ministros y la asamblea deben haber recibido una catequesis adecuada y una formación litúrgica que favorezca la participación de acuerdo al sentido de cada uno de los momentos de la celebración, los que llevan canto y los que no llevan canto. Sucede a veces lo contrario: que cuando debe haber canto se oye silencio y cuando no se debe cantar es cuando se canta. Hace falta mucha formación en este campo. Digamos como mínimo lo siguiente para tener en cuenta: La Eucaristía, especialmente la del domingo, debe ser preparada en conjunto por el equipo litúrgico en el que participan también los lectores, los cantores y los demás ministros. En esa reunión se debería ya saber cuáles cantos se van a utilizar y por qué. Unos minutos antes de comenzar la misa se deben ensayar algunos cantos o respuestas con la asamblea. Así también se va completando un repertorio suficiente. Los cantos se deben escoger teniendo en cuenta factores como el tiempo litúrgico, el tipo de asamblea, las lecturas y sobretodo el ritmo de la celebración. Una eucaristía recargada de cantos se alarga innecesariamente y puede producir rechazo por parte de la asamblea. El canto debe durar, prudentemente, lo que dure el momento que se acompaña. Por ejemplo: el canto de entrada debe durar lo que dure la entrada y la incensación si la hay. No es litúrgicamente bello hacer esperar al presidente hasta que termine al canto. Si el rito termina antes que el canto, se para el canto en el lugar próximo más propicio. Las partes del misal que se acostumbran a cantar (Señor ten piedad, Gloria, credo, Santo, Padre Nuestro, Cordero de Dios, aclamaciones, etc.) se deben cantar con la letra del misal y no con letras parecidas o remotamente parecidas. El animador de cantos debe ser muy sensible a este principio y preferir aquellos cantos que respetan el texto litúrgico. No solo el canto es expresivo. A veces lo es también el silencio o la sola melodía musical sin acompañamiento de voces, por ejemplo un solo de órgano acompañando suavemente algunos ritos. Entonces se puede lograr un buen equilibrio en la celebración sabiendo combinar todas estas posibilidades. Por ejemplo: Una misa llena de cantos para todo impide el silencio interior y la contemplación; una misa en la que se canta la entrada, el Señor ten piedad, el Gloria y la oración colecta, puede gastar casi 15 minutos en la sola introducción; se podría entonces combinar: si se canta el gloria, no se cante el Señor ten piedad, o no se cante la oración colecta, o viceversa. No tiene por qué cantarse siempre en el ofertorio: un silencio o un solo de órgano muy suave ayuda a la meditación de la Palabra. Este mismo criterio debería tenerse en cuenta para la comunión y la poscomunión, ya que allí después de un canto vendría muy bien un tiempo de silencio. Hay partes que son propias del presbítero o del diácono y que los domingos y solemnidades, si se cantan, inyectan mucha solemnidad a las celebraciones. Por ejemplo, las oraciones, el Evangelio, la Plegaria Eucarística o algunas de sus partes. Sería preferible que estas partes se cantaran a que se llenen de canto otros momentos que no necesitan ser cantados. Es importante lograr y mantener un sano equilibrio entre el entusiasmo de la asamblea y la dignidad de la celebración litúrgica, especialmente en la misa dominical solemne celebrada en el templo parroquial. El canto sagrado tiene al respecto sus criterios y sus exigencias de belleza. Evítese todo lo que pueda desdecir de una asamblea litúrgica orante reunida en un lugar sagrado: Instrumentos estridentes, gritos, consignas, movimientos contorsivos que están fuera de lugar y que pueden herir la sensibilidad de algunos hermanos (especialmente los más ancianos o los enfermos): Está primero la caridad que el entusiasmo desmedido. Puede ser que en otros contextos, como convivencias, o misas con jóvenes el entusiasmo se deje andar un poquito más pero sin caer en exageraciones o ridiculeces. Hay que tener prudencia, discernimiento y obediencia a quien dirige la celebración, el cual estará también en perfecta comunión con las normas de la Iglesia. 4.4 El canto en los matrimonios y otras celebraciones sacramentales Aquellas celebraciones que se hacen generalmente con Eucaristía, como la Iniciación Cristiana de Adultos, la Confirmación, el Matrimonio, las Ordenaciones, las exequias, etc., seguirán como criterio general las indicaciones dadas para la Eucaristía, pero teniendo en cuenta la índole de cada sacramento y los ritos propios que requieren de algún canto extra como letanías, bendiciones, etc. Así, en la Iniciación cristiana de Adultos se podrían cantar las letanías o la bendición del agua, y se podrían acompañar de un canto adecuado la profesión de fe o el rito de la luz. Lo mismo vale para las confirmaciones. En relación con el Matrimonio, no hay ningún canto especial fuera de los de la Eucaristía, pero debe cuidarse mucho el sentido del canto litúrgico y lo dicho más arriba sobre la Eucaristía. No es de gusto litúrgico cantar boleros populares u otra música romántica dentro del rito. Esos géneros musicales se dejarán para la fiesta o la recepción u otra ocasión que no sea la celebración del sacramento. 4.5 Los cantos de animación Otros cantos de contenido no estrictamente bíblico ni doctrinal son utilizados con frecuencia en reuniones y encuentros con fines de integración o de distensión del grupo. Estos cantos generalmente acompañados de mímica o de gestos e incluso de danza o de juego, están muy bien para momentos en que los grupos necesiten una pausa de descanso, distensión y animación, pero el sentido común y la naturaleza del culto nos indican que no son los cantos apropiados para las celebraciones litúrgicas. Cada estilo en su momento apropiado: el canto litúrgico para la liturgia y el canto de animación para la animación. 5. La formación de los cantores y de los animadores del canto Las parroquias y las comunidades deben preocuparse por la formación artística, técnica, doctrinal y litúrgica de los animadores de canto y de los grupos de cantores, de la misma manera que se preocupa por formar a otros ministros para el correcto desempeño de su misión. La diócesis viene programando convivencias formativas a las cuales se invita a participar a todos los cantores elegidos y reconocidos por las comunidades y las parroquias. Esperamos con ello dar respuesta a una necesidad hace tiempo sentida en nuestras parroquias y así superar poco a poco las dificultades que actualmente se presentan.