por qué hacer investigación cualitativa

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POR QUÉ HACER INVESTIGACIÓN CUALITATIVA
Rosario Arias Quincot
No podemos cambiar lo que no conocemos, y es difícil conocer sin investigación. Sobre
todo si aquellos que deciden políticas se mueven en un medio heterogéneo y
pluricultural como nuestro país.
¿Por qué encargar una investigación cualitativa? Porque se quiere conocer lo que
piensa la gente con respecto a un tema. Sin embargo, para responder eso que parece
la respuesta lógica a esa pregunta tenemos que estar convencidos de dos cosas: Lo
primero es que ninguna acción que se realice desde un programa de desarrollo puede
tener éxito sin la colaboración de la población beneficiaria. Y lo segundo es que los
mensajes son siempre interpretados desde los propios parámetros de los receptores,
del público. Son recreados. Es decir, para dar sentido a lo que se está escuchando, las
persona usamos nuestros conocimientos, nuestros preexistentes “modelos mentales”
sobre la realidad, nuestros temores y mitos. El “otro” no es nunca una página en
blanco. Usualmente decimos “no sabe”, “es ignorante” y pensamos que allí, en la
casilla cerebral relativa al tema del que vamos a informarle, por ejemplo lo positivo
para la salud que es contar con letrinas, o los beneficios de la vacuna si estamos en un
programa que la promueve, pensamos que allí, en esa casilla, no hay nada. Entonces
nosotros vamos a escribir en ese espacio vacío, vamos a poner información “correcta”
como llenando una pizarra.
He mencionado los modelos mentales, pero ¿qué son?; según Roy D`Andrade (1995):
•
Son mapas de significados compartidos por grupos sociales que tienen
características comunes; en muchos casos regulan la toma de decisiones y las
acciones de los individuos.
A la gente que trabaja en salud le costó entender, que en temas como el sida, la
desnutrición infantil e inclusive en el cuidado de la hipertensión las construcciones
mentales de la población objetivo sobre la sexualidad, sobre la limpieza y la suciedad o
sobre lo que es la enfermedad son determinantes. Las creencias y actitudes de la
población influyen en sus decisiones. Y sin la participación y convencimiento de las
poblaciones, los programas de desarrollo no funcionan. La gente tiene más hijos de los
quiere porque desconfía de los métodos modernos de planificación familiar: por
ejemplo la mayor aceptación de la inyección anticonceptiva frente a la píldora en
algunas poblaciones tiene que ver con una construcción cultural profunda del cuerpo
como un conjunto de fluidos, de ahí que la idea de que la píldora, elemento sólido,
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puede producir tumores porque se va acumulando, sea verosímil para algunos. Los
jóvenes se contagian de enfermedades de transmisión sexual o se embarazan sin
desearlo porque sigue vigente, el modelo mental de la “ruleta rusa” por el que la
suerte es, en mayor medida, la responsable de lo que les ocurre y no sus propias
acciones: “yo pensaba que no me iba a pasar” dicen muchas adolescentes
embarazadas con incredulidad. Esta incredulidad de que a “ellas les haya tocado”
supone una idea profunda de un destino misterioso guiado por la “casualidad” que las
exime de responsabilidad. El que algunas familias no protejan adecuadamente a sus
hijos de la DIARREA, tiene que ver también con modelos mentales sobre suciedad y
limpieza por ejemplo, ¿qué es lo más sucio? Lo oscuro, la mancha. Cosa tan promovida
por la publicidad de detergentes. O aquello que puede ser peligroso para la salud y que
de repente no se ve, ni siquiera huele mal. Si al comunicarme no conozco la existencia
de estos dominios de organización del sentido no podré predecir el efecto del mensaje
que quiero difundir. En este mismo tema se encontró que el “descuido” de la madre
podía ser visto como fuente de fortaleza para el niño. Recuerdo una informante que
hablaba del “buen cholito”, el niño que demuestra su fortaleza natural sobreviviendo
entre la suciedad. Esta creencia afecta el modelo de madre que se pretende difundir
en un mensaje publicitario por ejemplo.
La investigación cualitativa nos permite aproximarnos a los modelos mentales de la
población. Sin embargo, algunos miran con desconfianza este tipo de investigación.
Comúnmente se opone la investigación cualitativa a la cuantitativa y se dice que
mientras una es “ligth”, la otra es seria y rigurosa. Esto se basa en la falta de
representatividad estadística de la investigación cualitativa. Lo que nos lleva a pensar
que los resultados obtenidos en un determinado contexto son válidos sólo para ese
contexto. Sin embargo, a través de los años trabajando dentro de este campo he
comprobado que la teoría de los “modelos mentales” tiene razón en afirmar que éstos
son poderosos, por lo que podemos encontrarlos una y otra vez en diferentes
localidades dentro de un medio cultural determinado. Ideas como que “el hombre se
vuelve loco si no tiene relaciones sexuales”, porque necesita “desfogarse”, mientras
que la mujer no necesita hacerlo porque para desfogarse tiene la regla, las
encontramos una y otra vez en diferentes contextos de nuestro país. Ese modelo
mental está por ejemplo detrás de las justificaciones de las conductas violentas
masculinas. Recuerdo las declaraciones de un profesor de Ayacucho hace algunos
años. Al justificar un pleito entre dos alumnos el profesor dijo: “mejor es con sangre”,
es decir mejor le pegas a un compañero y así te “desfogas” y no andas por ahí violando
a tus vecinas. Estos modelos mentales poderosos tienen que ser tomados en cuenta en
las estrategias comunicativas. Si desarrollo una estrategia para disminuir la violencia
en el hogar y no tomo en cuenta el modelo mental que está detrás, pues mi campaña
seguramente no tendrá tanto impacto. Si quiero promover el ahorro de agua es
necesario conocer las percepciones de la población sobre el futuro ¿cómo será el
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mundo dentro de 10, 20 o 50 años? En un estudio en Lima encontramos que la gente a
pesar de que veía como posible la escasez de agua, confiaba en la tecnología, pero en
una tecnología desarrollada por otros, que ellos no entendían. Este modelo mental
promueve la inacción y la falta de compromiso. Yo no tengo que participar ni importa
mucho finalmente lo que haga o deje de hacer, porque depende de otros el futuro.
Conocer lo que las poblaciones piensan es importante. Sin embargo, para que la
investigación cualitativa funcione y no se convierta en una recolección de lo obvio,
tiene que usar una metodología rigurosa para el análisis del discurso. Que va desde
tomar en cuenta todo lo manifestado por los informantes, hasta encontrar los sentidos
y valores que los hablantes le imponen a su discurso. La investigación cualitativa se
aproxima a la subjetividad del público objetivo. Si bien es cierto como investigadores
solo podemos ver con nuestros ojos, una buena metodología de análisis del discurso
nos va a permitir reducir las interferencias de parte del investigador. Una buena
metodología de análisis cualitativo debe ponernos los anteojos de nuestros
informantes y permitirnos ver por sus ojos. Cómo debe ser una buena metodología:
•
Por ejemplo debe saturar el discurso con búsquedas temáticas; o léxicas
•
Tomar en cuenta todo lo manifestado
•
Tener claro que para todo análisis es necesario considerar el plano de la
descripción o, en términos semióticos, de la denotación, para a partir de ahí
llegar a los valores o connotaciones
•
Por último, es necesario tener en cuenta que el discurso no es solo lenguaje y
significados; en tanto el discurso es “lenguaje en uso” también tiene que ver
con el contexto. Y no solo se trata del contexto del momento de recojo de
información, sino de un contexto más amplio que involucra los mensajes que
coexisten en el país y los sucesos que han ocurrido recientemente y que limitan
y encasillan el sentido de lo manifestado.
En un contexto de desconfianza es posible creer por ejemplo que hay potencias
extranjeras interesadas en dañar a los niños peruanos para que no sean líderes como
se encontró en la zona de Bagua en una investigación para promover la vacuna.
Quiero terminar con una cita que expresa el temor frente a un poder sobre humano
contra el que los habitantes de la zona de influencia de una explotación minera en los
andes peruanos se sienten indefensos. Cuando se le pidió que imaginara cómo sería la
empresa minera si fuera una persona, un informante dijo:
La mina no sería una persona… sería como un espejo, un espíritu, porque uno lo
quiere tocar y desaparece. Es un espíritu negativo, subjetivo, como un muerto
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andando. Ese espíritu sería enviado por los pragmáticos que quieren lucrar con
esos recursos. (Profesor de matemáticas)
En resumen los programas e intervenciones sociales ya sean estatales o privados
deben evitar ser esos fantasmas inasibles, poderosos y lejanos que actúan guiados por
intereses que la población no llega a comprender.
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