ENCUENTROS EN VERINES 2009 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) EL PERIODISMO CULTURAL Y LA LITERATURA HOY Impresiones desde un suplemento de provincias Nicolás Miñambres En tiempos de intensa globalización se corre el riesgo de olvidar la existencia de ciertos fenómenos humanos, de los que no están ausentes los fenómenos culturales. El periodismo es un campo excelente para observar este peligro. Y lo es de forma especial el mundo de los suplementos culturales, más abundantes de lo que, superficialmente, se pueda considerar. No es una impropiedad ni una visión errónea. Sin entrar en publicaciones mensuales, hablar de suplementos culturales es hablar de una media docena escasa de publicaciones semanales que alcanzan distribución nacional. No es el momento de profundizar en sus características y en sus aportaciones, de calidad contrastada en la mayoría de los casos, pero sin que en ocasiones falten trabajos discutibles y, en ocasiones, censurables. Resulta difícil a veces comprobar el interesado lanzamiento de obras de calidad poco demostrada. O el distanciamiento para con otras de probada calidad. Suplementos de provincias, microcosmos de la literatura y de la vida Paralelo a este fenómeno nacional, subsisten en provincias, de forma esforzada y entusiasta, muchos suplementos culturales, que presentan ciertas peculiaridades. Tal vez la esencial esté en el intento por armonizar la universal con lo particular y, más exactamente, lo nacional con lo provincial. Debo confesar que en la elección de mi material de análisis puedo estar cayendo en los vicios que denuncio, pero es un riesgo inevitable. Para mis reflexiones manejo el material que ofrece el suplemento de cuyo equipo formo parte. Me refiero al suplemento literario “Filandón” del DIARIO DE LEÓN, coordinado por Alfonso García. “Filandón” (término que está alcanzando una notable popularidad en sus significación original como reunión de vecinos que, en las largas noches de invierno narran o cantan muestras de la cultura oral) puede hacer un mínimo alarde en su trayectoria, el de la cronología. Desde su andadura iniciada en 1985, cuando redacto estas líneas “Filandón” ha alcanzado la respetable cantidad de 1.153 semanas, rondando por tanto el cuarto de siglo. Curiosamente, esta extensión cronológica y el reconocimiento con el Premio al Fomento de la Lectura, no parecen ser mérito suficiente para haber sido cuando menos citado por Víctor Moreno en su obra De brumas y de veras (Pamiela, Pamplona, 1994). Más sorprendente resulta que tampoco haga referencia alguna siquiera Javier Aparicio Maydeu en su artículo “De los suplementos y publicaciones literarias”. (Domingo Rodenas –ed.-, La crítica literaria en la prensa, Marenostrum, Madrid, 2003). De entrada conviene recordar ciertas peculiaridades presentes en este tipo de publicaciones, de las que “Filandón” puede ser una muestra. Me refiero a lo que puede denominarse la esclavitud de la diacronía cultural, a los peligros del provincianismo y la falta de medios materiales. El primero, la diacronía cultural, tiene que ver con la necesidad de atender en provincias la rica y variada cultura de la tierra. No hay que olvidar que para muchos lectores, a lo literario se superpone lo tradicional, lo etnográfico, lo histórico y, en muchos casos, lo plástico, especialmente la pintura. Las grandes novedades editoriales literarias o científicas de ámbito nacional son con frecuencia novedades irrelevantes comparadas con estudios concretos de una población determinada, por ejemplo. Todo un cúmulo de aspectos que desbordan el saber, el trabajo y los resultados. No debe, sin embargo, quedar ausente de estas líneas, la referencia a la colaboración de múltiples y rigurosos investigadores leoneses. Sus aportaciones en los campos señalados han sido de gran eficacia para ofrecer excelentes visiones de los aspectos culturales aludidos. Es innecesario advertir que los que nos dedicamos de forma directa a cuestiones culturales, buscamos por todos los medios evitar el inminente peligro del provincianismo. Tal peligro acecha de forma artera a nuestro suplemento (y supongo que a cualquier suplemento de provincias) desde la proliferación de publicaciones de toda condición, representadas en sus extremos cronológicos por los jubilados y los jóvenes creadores. En el primer caso, se trata esencialmente de un fenómeno psicológico, por el valor terapéutico que ofrece la creación literaria, alternativa tantas veces al tedio que lleva implícito la jubilación. No deja de ser curiosa la fe que muchos mayores tienen en la creación literaria, aun cuando ésta no haya supuesto en su vida más que la redacción de unas elementales muestras epistolares. Este convencimiento creativo se afianza además por la facilidad para ofrecer en letra de molde las impresiones de una vida, impresiones tantas veces subordinadas al ¡qué verde era mi valle! Todo este complejo fenómeno tiene una clave social: cualquiera puede escribir, cuestión evidente. Y cualquiera puede publicar, nadie lo discute. La complicación surge cuando ese autor considera que su obra tiene que ser admirable. Estos y otros factores explican la proliferación de una literatura autobiográfica que, con frecuencia, tendrá su reflejo crítico en los suplementos de provincias. Poco importa en muchos casos la calidad de lo escrito. Su presencia será casi inevitable, con el agravante de que una crítica negativa puede ocasionar ridículas, pero airadas protestas por parte del autor. Puedo traer a colación un curiosa anécdota: una reseña de treinta líneas sobre un libro de contenido y forma detestables, provocó la exigencia del derecho de réplica por parte de su autor: seis folios a un espacio y de apretado cuerpo tipográfico que debía aparecer en el periódico al que pertenece el suplemento. La réplica se basaba en algo sucinto y elemental: el autor de la reseña, lógicamente, no tenía idea alguna de literatura y por eso había sido incapaz de captar la calidad de la obra. En el polo cronológico opuesto se sitúa la creación de los jóvenes, tantas veces reducidos a jóvenes promesas. Desgraciadamente, la juventud se pasa y las promesas también. Como en el caso de la senectud, los jóvenes son presentados en más ocasiones de las deseables, no como jóvenes promesas, sino como jóvenes prometedores. No es raro que a alguno de estos autores se le dedique una entrevista de una página completa e imagen llamativa, repleta en unos casos de afirmaciones “rompedoras” e iconoclastas y en otras de obviedades vacuas e inconsistentes. En ambos casos, el de la juventud y el de la vejez, es obvio el fetichismo de la popularidad, de la presencia en letra impresa. Sin olvidar el convencimiento personal del misterio milagroso de la creación, a cuyo secreto la mayoría de los autores tienen privilegiado acceso. Como para algunos creadores, el crítico es sólo un escritor frustrado, no tiene acceso a los mecanismos de la creación y, por tanto, si su opinión es negativa...es que no está capacitado para llegar a las misteriosas claves de la obra. Se puede argumentar que el crítico no está obligado a ocuparse de semejante producción literaria, pero no hacerlo sería caer en una actitud falsamente aristocrática de la creación. A fin de cuentas un periódico de provincias está obligado, por su estructura y difusión, a hacerse eco de este tipo trabajos. Tales actitudes no son exclusivas de los autores aludidos, jóvenes y jubilados. Un cuarto de siglo colaborando semanalmente en un suplemento tiene, entre otros atractivos, la compensación de conocer al ser humano, escritores incluidos. Curiosamente, se observa que la grandeza literaria suele llevar emparentada la grandeza humana. En líneas anteriores he aludido a la falta de medios y sobre ello quiero incidir. No es un secreto que los suplementos culturales son con frecuencia, la hermanita fea de los periódicos, aunque no sea el caso de “Filandón”. Pero sí lo es en cuanto a la falta de medios, especialmente el de la extensión, lo que supone en ocasiones el retraso inevitable en la aparición de ciertos trabajos críticos. Conclusión A pesar de todo, nuestras quejas no son obstáculo para nuestro entusiasmo. Nuestro suplemento nos ha permitido conocer con detalle la cultura, y la literatura y, especialmente, el alma que la obra literaria esconde. Mantenemos viva la esperanza. Tal vez porque sin ella no sería posible ni el trabajo ni la vida. Lo dijo de forma gráfica un viejo profesor de quien esto escribe, refiriéndose al trabajo académico diario: “Y, sin embargo, sigo esperando. Tal vez porque sin esperanza no sería posible la humanísima tarea de enseñar a mis alumnos algo nuevo cada mañana. Nada enseñamos, seguramente, los que escribimos en los suplementos de provincia, pero...¡quién sabe!