LA ORACIÓN EXPERIENCIA VITAL DE FE Que “todo hombre tiene sed y hambre (necesidad) de Dios”, es algo que no se puede negar. En el silencio e intimidad de su conciencia, todo hombre se confiesa a sí mismo esta realidad, esta necesidad. Esta hambre o necesidad de Dios abre al corazón humano a sus Gracia a la vez que le alegra en su interior y le da ánimo, fuerza, para la vida. Reflexionemos un poco esta experiencia Quien siente sed y hambre de Dios, es como un árbol plantado junto al río, que da su fruto a tiempo y sus hojas no se marchitan y, como dice el salmo, “todo lo hace bien. De lo profundo de su corazón nacen sentimientos nuevos, encuentra razones para existir, para luchar. De lo hondo de su ser brotan plegarias como, “Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, tu nombre merece ser alabado”. “Haz actuado con lealtad, tu proceder es recto, tus sentencias son justas”. (Dn. 3, 26-27). Pienso que a todos nos acompaña el recuerdo o la experiencia, de que en familia aprendimos a “elevar nuestro corazón, nuestro pensamiento”, nuestra esperanza y plegaria a Dios Padre. Este aprendizaje constituyó una riqueza espiritual que viaja con nosotros en la vida y nos anima a imitar a Jesús en su actitud de oración serena y confiada. Los Santos Evangelios conservan numerosos testimonio de Jesús en oración e invitando a orar. Y nosotros mismos ya somos testigos de la necesidad de comunicarnos con Dios, y sabemos que esta necesidad es la base de nuestra fe, de nuestra alegría interior y de nuestra esperanza; nos convencemos también de que la necesidad de Dios es la base de la santidad a la que toda persona está llamada. ¿Cómo desestimar la oración, las ocasiones y los motivos para orar? Pero, querer orar no es sin embargo, esperar pasivamente estar en oración. Hay que procurar los contactos con Dios. Nada germina donde no se ha sembrado la semilla. Hay que buscar los medios de oración y disponerse a los contactos con Dios, a crear los espacios, la atmósfera propicia. Una de ellas, optar decididamente por Dios, por Jesucristo, y pedir su Gracia: Señor quiero firmemente creer en Ti, quiero orar, quiero comunicarme contigo. MODOS DE ORACIÓN Cuando queremos Orar individualmente o en grupo, no faltan los medios de que podemos valernos y las formas como podemos hacerlo. Quien orienta la oración puede prever cantos, motivaciones, algunas otras ayudas. Cuando queremos orar, cuando nos disponemos para orar necesitamos, sencillamente orar, humildemente, con amor de hijo confiado en su Padre que le escucha. A veces necesitamos disponernos, proponernos a orar, es decir, motivarnos nosotros mismos. Aquí tienen 3 sencillos elementos para hacer, entrar, estar, en Oración: 1. La Oración una necesidad vital Leamos atentamente, del Evangelio de San Juan, para que escuchando a Jesús sintamos la gracia de su Espíritu. Juan 15, 1-27. Comentario - Reflexión Es el mismo Jesús quien con la imagen bíblica de la viña plantada nos anima a la Oración si queremos experimentar la Gracia de Dios que habita en nosotros, nos ilumina y fortalece para que con el paso de nuestra existencia por este mundo seamos sus buenos discípulos y produzcamos buenos frutos. Leyendo este Evangelio como que palpamos los sentimientos de Jesús que quiere sembrar en nosotros convicciones profundas de las bondades que adquirimos cuando lo aceptamos en la vida. Qué puede quedar en nosotros al escucharle. “Yo soy la vid y mi Padre es el viñador…Yo soy la vid y ustedes los sarmientos… El que permanece en Mí y Yo en él produce mucho fruto….También ustedes darán testimonio de Mí porque están conmigo desde el principio”. (Juan 15,1- 27). La actitud de querer, de buscar orar….ya es esperar el encuentro con el Señor. Y toda nuestra vida es como un camino de búsqueda de Dios a quien vamos encontrando en cada momento y paso de nuestro peregrinar. Si uno de nosotros se propone silenciar un poco el bullicio de su mucho que hacer, de sus muchas inquietudes, y decide entrar en escucha en su propio ser, en su yo íntimo, en su conciencia profunda, puede escuchar o sentir que su atento silencio se transforma en comunicación con Dios, en oración personal. Es que "La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo. La oración es un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”. (S.Teresa del Ni- Jesús Autobiografía C 25r). El cristiano gana mucho si sabe orar en el nombre de Cristo, si con Él aprende a dirigirse al Padre en toda circunstancia: agradable, dolorosa, triste. Cuando descubrimos y comprendemos que Cristo pasó antes que nosotros por la prueba de la cruz, y que ahora está con Dios Padre, que nos espera y nos prepara un lugar, entonces su Fe se agiganta, su esperanza crece, su entereza en el seguimiento de Cristo le hace fiel, paciente y auténtico. Ahora Oremos el texto sagrado Cada uno hace la lectura silenciosa, atenta; ésta llegará a nuestro entendimiento y a nuestro corazón y producirá progresivamente, misteriosamente pero real, una nueva vida de Fe y de amor a Jesús. Su lectura piadosa, fervorosa nos hará experimentar el amor permanente de Jesús a cada uno de nosotros. Juan 15, 1-27. 2. Jesús, modelo de relación humana Qué bello orar apoyados en los hechos de vida de Jesús. Jesús siempre es modelo de vida. Veamos cómo es modelo en el respeto a la individualidad de la persona. Leamos, meditemos, en el Evangelio de San Juan, 1, 43-51. Elementos de ayuda: El hecho aconteció en Galilea. Natanael recibió la noticia de Felipe y con aire de extrañeza hizo una pregunta con el mismo carácter. Natanael apeló a las apariencias, a lo que había oído de Jesús. Jesús manifiesta tener conocimiento de Natanael. Reacción de Natanael la sentirse conocido por Jesús. ¿Y, tú? ¿Es distinto tu modo de conocer? ¿Qué pasa en ti cuando te sientes conocido por Dios? 3. Dios nos conoce y es una bendición sentirnos conocidos por Dios, amados por Él. Digámosle a Dios autor de la vida, a Dios que nos ama entrañablemente: “Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, Y nosotros creemos y sabemos Que tú eres el Santo de Dios”. “Sí, Señor, yo creo Que tú eres el Cristo, el Hijo de dios, EL Que iba a venir al mundo””. Ahora Oremos con el Salmo 138. Este salmo nos sitúa ante la presencia y la magnificencia de Dios, recordando pasajes del libro de Job. Hagamos nuestras sus palabras y observe cada uno los sentimientos que suscita: SEÑOR, tú me sondeas y me conoces, me conoces cuando me siento o me levanto, De lejos penetras mis pensamientos; Distingues mi camino y mi descanso, Todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi boca, y ya, Señor, te la sabes toda. Es un conocimiento misterioso que me supera, una altura que no puedo alcanzar. ¿A dónde iré lejos de tu espíritu, a dónde escaparé de tu presencia? Si subo hasta los cielos, allí estás tú. Si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Si vuelo sobre las alas de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, Allí me alcanzará tu mano y me agarrará tu derecha. Aunque diga: “que la oscuridad me oculte y la luz se haga noche en torno a mí”, Para ti no es oscura la tiniebla, y ante ti la noche brilla como el día. ¡Señor sondéame y conoce mi interior Ponme a prueba y conoce mis pensamientos; Mira si en mi conducta hay maldad y guíame por el camino recto! ¿Qué es lo que le digo a Dios? ¿Cómo me encuentro, me siento, ante Dios? Al sentirme en las manos de Dios, ¿Qué le suplico finalmente? Conclusión….