Salud mental: ¿ahora una cuestión de postura política? Acerca del manejo político y mediático que se ha dado a la liberación de algunos secuestrados y retenidos por las FARC-EP, las Organizaciones Defensoras de Derechos Humanos que trabajamos el tema de la salud mental con víctimas de violencia política, invitamos serena y firmemente a que se respete el derecho a la privacidad, a la libre expresión, a la opinión y al disentimiento, sin detrimento de su opción libre y responsable de hablar o no ante los medios de comunicación; e instamos a los estamentos gubernamentales, medios de comunicación y en general a la sociedad colombiana a proteger y preservar la salud mental de las víctimas y sus familiares, reconociendo la situación de vulnerabilidad a la que han sido expuestas, rechazando las tentaciones de manipulación de dicha situación Frente al hecho de la liberación de ciudadanos y militares que han sobrevivido con dignidad y fortaleza al flagelo de este crimen, y a la obligación del Estado de proteger su vida, dignidad y honra, vemos con preocupación la instrumentalización desconsiderada que se viene haciendo del dolor de quienes han padecido las consecuencias del conflicto armado, buscando alinear sus declaraciones a favor o en contra de los actores armados o de la versión oficial. En ésta y otras ocasiones similares se ha pretendido desvirtuar ante la opinión pública las declaraciones de familiares, víctimas o líderes que trabajan por la paz, cuando éstas no coinciden con la postura oficial o han sido usadas con fines propagandísticos cuando sirven para acrecentar el discurso guerrerista. En los últimos días hemos presenciado el empleo de la descalificación y deslegitimación de las posturas de los liberados, mediante la estrategia de diagnosticar su condición. No es lícito, que la capacidad mental de éstos sea juzgada, sin mediar un acercamiento personal y calificado, con el fin de señalar que quien habla no es responsable de lo que dice, tampoco que su condición clínica sea establecida a vuelo de pájaro por periodistas o servidores públicos frente a las cámaras de televisión. Reconocemos en estas estrategias, la pretensión intencional de crear un ambiente de “seguridad mediática” que conduce a la intolerancia, el miedo colectivo y la necesidad de justificar la continuidad de la guerra, haciendo concesiones que merman las libertades fundamentales con el argumento de preservar la seguridad. La estigmatización de individuos que opinan contra el ‘estado de cosas’, afirmando que son enajenados de la realidad, obedece a estrategias de control social empleadas por gobiernos totalitarios o a las que, con el mismo fin, ofrecen algunos manuales militares acerca de las operaciones psicológicas, cuya meta consiste en dirigirse a las audiencias para reforzar actitudes y conductas que mantienen la polarización social y son útiles tan sólo a quienes desean mantener la incertidumbre y la insensatez de la confrontación bélica. Es innegable el daño moral y en el proyecto de vida que causa siempre un crimen como el secuestro. Esto no significa que todos los liberados padecen enfermedad mental por trauma psicológico y desconoce la fortaleza y capacidad de resistencia de las víctimas. Quienes han sufrido una experiencia tan dolorosa como el secuestro requieren un acompañamiento, que más allá de las pruebas psicológicas y la asignación de un diagnóstico, les permita elaborar el significado de esta vivencia en el marco de su trayectoria vital. Éste es un proceso que se debe dar en el mediano y largo plazo y no frente a los micrófonos, en la inmediatez de la liberación. La politización del proceso de liberaciones de los secuestrados se hace evidente en el manejo mediático diferencial que se ha dado. Cuando las declaraciones han sido contrarias a la oficialidad se les desvirtúa, banalizando las emociones de los interlocutores e insistiendo en que son producto de la euforia o la confusión; por el contrario, cuando son afines al discurso oficial, son reforzadas y reproducidas constantemente en los medios de comunicación, no sólo en noticieros o programas informativos, sino como propaganda. Queremos advertir que la dinámica agresiva que ha adquirido la polémica sobre las liberaciones, la convierte en un espectáculo mediático que dificulta, por un lado la recuperación de las víctimas, y por otro el acercamiento entre las partes, que permita progresar en el intercambio humanitario y establecer soluciones políticas dialogadas y civilistas, frente al conflicto armado y social que aqueja al país. Estos acontecimientos evidencian que no se está escuchando con respeto y dignidad el testimonio de las víctimas, y no sólo las víctimas del secuestro, sino las miles de víctimas de la violencia política en el país, por ello seguiremos, junto con otros y otras, haciendo lo que esté a nuestro alcance para buscar escenarios en los que todos y todas puedan exponer sus testimonios, donde no sean estigmatizadas, señaladas o rechazadas, sólo así se podrá garantizar verdad, justicia y reparación integra y por tanto, vida y convivencia pacífica. Corporacion AVRE Febrero 9 de 2009.