PRINCIPIOS BÁSICOS DE - Iglesia Bautista Berea de Monterrey

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PRINCIPIOS BÁSICOS DE
CONSEJERÍA BÍBLICA.
POR
LAWRENCE J. CRABB, JR. PH.D.
MINISTRY RESORCES LIBRARY
ZONDERVAN PUBLISHING HOUSE.
GRAND RAPIDS, MICHIGAN. 1975.
TRADUCIDO POR ISAÍAS RODRÍGUEZ ARIZPE.
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A mis padres,
quienes han hecho de 2ª a Timoteo 3:14-15
los versículos claves en mi vida.
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CONTENIDO
CAPÍTULO I.
AMPLIANDO NUESTRA VISIÓN.
CAPITULO II.
CONFUSIÓN EN LA CONSEJERÍA.
CAPITULO III.
ANCLAS SUELTAS.
CAPITULO IV.
UN VISTAZO PANORÁMICO.
CAPITULO V.
ENTENDIENDO NUESTRAS
NECESIDADES. I.
MÁS
PROFUNDAS
CAPITULO VI.
ENTENDIENDO NUESTRAS
NECESIDADES. II.
MÁS
PROFUNDAS
CAPITULO VII.
DONDE LOS PROBLEMAS SE INICIAN.
CAPITULO VIII.
DESENREDANDO HILOS ENREDADOS.
CAPITULO IX.
HAZ A TU CLIENTE RESPONSABLE: ¿DE QUÉ?
CAPITULO X.
LA DISPOSICIÓN Y LA META DE LA CONSEJERÍA.
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Prefacio.
Hace algunos años sentí que Dios me estaba guiando a abandonar mi trabajo secular y a
establecer un ministerio perfectamente definido en el campo de la Psicología Cristiana.
Con apenas suficiente fe como para mover un hormiguero, yo me preguntaba si Dios
podría proveer a las necesidades materiales de nuestra familia en alguna otra forma
diferente a la de un cheque de salario semanal. Otras preocupaciones, espero yo que un
poco más maduras, acerca de la voluntad específica de Dios para mi vida, vinieron a
ser, de una manera como nunca antes lo habían sido, motivo de un intenso interés en la
oración. Durante los meses en que estuve meditando acerca de la dirección que tomaría
mi vida personal, fui ayudado y motivado en gran manera por la cercana amistad y el
sabio y persistente consejo del Rev. David Nicholas, Pastor de la Iglesia Presbiteriana de
Spanish River, en Boca Ratón, Florida. Percibiendo una fe que necesitaba ser animada,
el Rev. Nicholas hizo arreglos para que yo recibiera sostenimiento a lo largo de todo un
año, a fin de poder dejar mi empleo secular y reunir mis ideas respecto de lo que la
Biblia dice acerca de la consejería. Este libro es el producto visible de aquel año de
trabajo.
Deseo expresar públicamente mi agradecimiento para con el Rev. Nicholas por su
desinteresado interés y preocupación en mi ministerio y por animarme constantemente
a través de los meses en que estuve poniendo mis pensamientos por escrito. También
deseo expresar mi deuda y gratitud a las siguientes personas, quienes a través de su
sostenimiento económico hicieron posible que yo dispusiera del tiempo suficiente para
poner mis pensamientos en forma de libro. Me refiero al Dr. Kenneth Fulton y señora,
Sr. William Hallman y señora, Sr, Ford Mason, Sr. John Peachey, Sr. Chuch Perry y
señora, Sr. Lawrence Werch y señora, Sr. Robert West, y Sr. Norman Wymbs y señora.
Mi secretaria, Bebby Weigand, recibe mi especial agradecimiento por mecanografiar,
una y otra vez, pacientemente los manuscritos hasta que llegué a una repulsión por las
revisiones.
Y a mi esposa Rachael, quien cumplió maravillosamente con el papel de ayuda idónea,
que en el caso particular muchas veces incluyó el tener que aconsejar a un consejero, le
expreso mi más profundo amor por su paciencia y apoyo durante los meses en que
estuve sumamente ocupado con la tarea de escribir.
Lawrence J. Crabb, Jr., Ph.D.
Boca Ratón, Florida.
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Introducción.
Cuando recibí mi grado de Doctor en Psicología Clínica, asumí como un hecho el que
yo sabía cómo aconsejar a personas con problemas. La experiencia, pensé, agudizaría mi
técnica y me ayudaría a a entender mejor las dificultades psicológicas de las personas.
Al comenzar a envolverme en la tarea de aconsejar, tanto en un ambiente universitario
como en la práctica privada, poco a poco comencé a percibir una sensación de
incomodidad que se ocultaba tras mi actuación profesional. En momentos de dolorosa
honestidad, tuve que admitir que tenía muy poca confianza en lo que estaba haciendo.
Al principio acallé esta perturbación interna recordándome a mí mismo que yo aún era
joven, y que la experiencia resolvería el problema. Pero la molesta sensación de que
algo estaba mal, algo que demandaba una revolución en mi forma de pensar, seguía
demandando mi atención.
Cerré mi libro de texto y eché hacia atrás mi silla reclinable a fin de preguntarme “¿qué
era exactamente lo que estaba haciendo en mi oficina?” Alejándome tanto como pude
de la teoría y del lenguaje técnico (que muchas veces no es más que un camuflaje a la
confusión), me pregunté ¿qué era exactamente lo que estaba mal con las personas que
venían a mí en busca de ayuda?, y ¿qué tipo de ayuda era realmente la que necesitaban?
¿Por qué me sentía yo incapaz de tragarme, sin ahogarme, las respuestas que me
ofrecían mis libros de texto? Era un hecho que el rango de las posiciones teóricas de
entre las que yo podía escoger era muy amplio (había tantas teorías como libros de texto
en existencia). De seguro que yo podía conectarme cómodamente con una de las teorías
a fin de asumir una orientación profesional fija. Al repasar lo que había aprendido en la
escuela de graduados, una cosa se tornó completamente clara y atemorizante: la mayor
parte de las cosas que yo había creído y aceptado como ciertas, y que yo estaba
practicando profesionalmente, estaban edificadas sobre los inestables cimientos del
humanismo, una ferviente creencia en la autosuficiencia del ser humano. Como
cristiano, comprometido con lo que la Biblia enseña acerca del ser humano, yo no podía
hacer que el pensamiento psicológico en el que yo había sido entrenado se acoplara con
las convicciones básicas acerca de la caída del hombre, su separación de Dios, su
desesperada necesidad de ayuda divina, las promesas de amor, gozo y paz para todos
aquellos quienes aceptaran el don gratuito de la vida eterna a través de la muerte
vicaria de Jesucristo, y aprendieran a vivir en el poder del Espíritu Santo. Las verdades
del Cristianismo parecían tener muy poco qué ver con las actividades de consejería que
tenían lugar en mi oficina, y muchas veces estaban en abierta oposición con mi
comportamiento profesional ortodoxo. Y eso me perturbaba.
Tomé la decisión de que mi creencia en las Escrituras era racional y firme (los escritos
de C. S. Lewis y Francis Schaeffer fueron de lo más útil en persuadirme que el
Cristianismo es intelectualmente apremiante) y que mi teoría y práctica psicológica
tendría que apegarse a la verdad bíblica. En un esfuerzo a fin de definir en qué
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consistía un enfoque a la consejería verdaderamente cristiano, comencé a leer las obras
de psicólogos y psiquiatras cristianos. Mientras más leía, más difícil me era obstruir y
rechazar la impresión de que, salvo unas pocas y honrosas excepciones, la psicología
humanística no estaba reemplazando al Cristianismo, sino que más bien estaba siendo
combinada con ciertas ideas bíblicas. Aunque la adecuación y la supremacía de Cristo
Jesús a menudo era declarada, la discusión de los problemas y su solución parecía
descansar más en la sabiduría y el poder del hombre. Yo deseaba intensamente tener
una apropiada comprensión de los problemas de las personas y de la mejor manera de
manejar esos problemas, y resolverlos de una forma que pudiera considerarse como
totalmente bíblica.
Una profunda meditación y una intensa oración con relación a mis esfuerzos de
consejería han traído como resultado el bosquejo de un modelo preliminar de teoría y
práctica, que yo creo es consistente con la revelación bíblica. He presentado el modelo
tanto a mis clientes en mi oficina de consejería como a cristianos interesados a través de
algunos Talleres de Consejería Bíblica. La respuesta me ha animado a someter mis
ideas a una audiencia más grande, a fin que sean examinadas y obtener sus reacciones.
Hay muchas preguntas que aun no han sido contestadas. Yo considero mi pensamiento
como un embrión, y no un resultado final. Es mi esperanza que este libro sea utilizado
para acercarnos más a una comprensión precisa de, y a la dependencia total en, la
absoluta suficiencia de nuestro Señor Jesucristo, especialmente en la oficina de
consejería.
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1
AMPLIANDO LA VISIÓN
La mayoría de las personas tienen problemas. Algunas de ellas no se llevan bien
con sus cónyuges, otras están tremendamente preocupadas acerca del dinero, o por sus
hijos; muchas están deprimidas o nerviosas; otras simplemente se sienten vacías y
carentes de realizaci6n; hay otras que tienen problemas con el alcohol o con el sexo. No
hay suficientes consejeros profesionales para manejar todos los problemas. Y aún si los
hubiera, pocos podrían afrontar la larga y costosa serie de sesiones que a menudo
implica la consejería profesional tradicional. Habrá que admitir, además, que el
promedio de éxitos de psicólogos y psiquiatras no justifica la confianza en que la
respuesta a nuestros problemas sea la terapia profesional puesta al alcance de todos.
El incremento de los problemas personales y la creciente desilusión con los
esfuerzos profesionales para resolverlos han producido una apertura a otros enfoques.
El momento es justamente el apropiado para que los cristianos que toman a Dios en
serio desarrollen un enfoque bíblico de la consejería que establezca la autoridad de las
Escrituras y la necesidad y la suficiencia de Cristo. La amargura, la culpa, la
preocupación, el resentimiento, la ira, la autocompasión, la envidia y la codicia están
acabando con la vida espiritual (y a menudo con la física) de la gente. En lo profundo
de nuestra mente, nosotros los cristianos hemos meditado en privado que la entrega a
Cristo y la dependencia del poder y la dirección del Espíritu Santo debería realmente
ser lo que el doctor ordene. Pero la Psicología y la Psiquiatría secular nos han
convencido de que los problemas emocionales son el resultado del mal funcionamiento
de nuestra parte psicológica y son, por lo tanto terreno exclusivo del especialista en
psicología. O. Hobart Mowrer, destacado psicólogo, ha acusado a la iglesia de "vender
su primogenitura espiritual”, que le da el derecho de enseñar a la gente a vivir
eficazmente, a su a veces antagónico hermano, la psiquiatría, por un plato de "caldo de
propaganda".
Yo estoy convencido de que la iglesia local debe y puede asumir exitosamente
dentro de su área la responsabilidad de restaurar a las personas con problemas a una
vida plena, creativa y productiva. Un psiquiatra comentó recientemente que todos sus
pacientes están básicamente hambrientos de amor y de aceptación. ¿En dónde debería
ser más evidente el verdadero amor sino en una iglesia local cuyo centro es Jesucristo?
El Señor oró para que Su pueblo fuese uno. Pablo habla acerca de gozarse y de llorar
unos con otros, y de llevar los unos las cargas de los otros. En el grado en que el diseño
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del Señor para su iglesia sea puesto en práctica, la profunda necesidad de amor -- que
al no ser satisfecha genera problemas psicológicos-- será satisfecha dentro de la iglesia.
Tal y como lo discutimos con mayor detalle en páginas posteriores, la gente no
solo necesita amor sino también un propósito por el cual vivir. La vida debe tener
significado, un propósito, una meta que no es auto-producida ni temporal. Una vez
más, la iglesia local está diseñada para satisfacer esa necesidad. El Espíritu Santo ha
distribuido dones espirituales a cada miembro del cuerpo. El ejercicio de estos dones
contribuye a la más importante y continúa actividad en el mundo el día de hoy, la
edificación de la Iglesia de Jesucristo1. ¡Qué magnífico y eternamente significativo
propósito para vivir está disponible dentro del marco de la iglesia local. Más adelante
discutiré a fondo mi convicción de que la iglesia local fue diseñada por Dios en forma
muy singular para ministrar a las necesidades de la gente perturbada emocionalmente.
Si hemos de esperar el éxito en tan inmensa y descuidada responsabilidad, los
pastores necesitan retornar al modelo bíblico no de ministrar a su congregación sino de
equiparla para que se sirvan los unos a los otros mediante el ejercicio de sus dones
espirituales. Las congregaciones necesitan recuperar ese maravilloso espíritu de
"koinonia", ese verdadero compañerismo, y poner en práctica el concepto de verdadera
comunidad. Los pastores también necesitan entender la perspectiva bíblica respecto de
los problemas personales y apoyar los esfuerzos de consejería bíblica desde el púlpito.
Los hombres y las mujeres de la iglesia deben ser entrenados para el singular ministerio
de la Consejería Bíblica. El desarrollo de la iglesia local hacia una comunidad de
consejería que utiliza sus peculiares recursos de compañerismo y servicio es un
concepto interesante que necesita más consideración. Como base a esa consideración se
necesita responder a la pregunta obvia. ¿Cuál es el enfoque bíblico a la consejería? Se
necesita dedicar una urgente, inteligente y amplia atención al desarrollo de un enfoque
para ayudar a la gente, que sea consistente con la Biblia en todos sus puntos.
Todo concepto de consejería bíblica debe edificarse sobre la premisa fundamental
de que realmente existe un Dios personal e infinito que se ha revelado
proposicionalmente en la palabra escrita, la Biblia, y personalmente en la palabra viva,
Jesucristo. De acuerdo al testimonio de ambas expresiones, el problema básico y
fundamental de todo ser humano es su separación de Dios. La existencia de un abismo
entre ambos, que encuentra su explicación en el hecho de que Dios es santo y nosotros
no. Mientras que este abismo no sea salvado, la gente puede resolver sus problemas
personales en forma parcial y temporal aproximándose a los principios bíblicos pero
jamás podrán gozar de una vida plenamente satisfactoria ahora, ni de vida eterna en el
futuro. La única manera de encontrar a Dios y de disfrutar la vida con El es al través de
la persona de Jesucristo. Cuando estamos de acuerdo con Dios en el hecho de que
somos pecaminosos, hemos procedido a arrepentirnos de nuestros pecados y hemos
1
El autor habla aquí del concepto de Iglesia Universal.
12
confiado en la sangre de .Jesucristo como el pago total por nuestra deuda de pecado,
entramos en una íntima relación con Dios (un hecho abrumador) y nos abre la puerta a
una vida plena y eficaz.
Si los cristianos vamos a alcanzar la meta de desplazar a la consejería secular con
un enfoque bíblico que opere dentro del marco de la iglesia local, no debemos tener en
poco estos principios doctrinales fundamentales, ni tampoco debemos darnos por
satisfechos con ellos. Los evangélicos a menudo hacen una cosa o la otra. Simplemente
no es suficiente el informar a una persona deprimida que está en pecado y que debe
confesar su pecado a Cristo y dejar de vivir en pecado. Un enfoque así presenta al
Cristianismo como opresivo en lugar de libertador, un insensible sistema de reglas que
son difíciles de observar. Los esfuerzos más recientes para delinear un enfoque
cristiano a la consejería contemplan el proceso de consejería como si fuera una cacería
de brujas: localiza el pecado y quémalo. Después discutiré el por qué creo que este
enfoque, aunque exacto en lo fundamental, es inadecuado y no es realmente bíblico. Es
un serio error el suponer que Cristo es útil solamente en las cuestiones espirituales, pero
que es irrelevante cuando se trata de resolver problemas personales (como la
depresión), y acudir luego a la psicoterapia secular en busca de respuestas. Aquellos
que en una forma simplista expresan repetidamente que "Cristo es la respuesta",
normalmente no están luchando mano a mano y alma con alma con los tremendos
problemas de los demás. Cuando son confrontados con la realidad de los problemas
personales, emocionales o familiares, ellos dirigen a la persona a confiar más en Dios, a
orar más y a estudiar la Biblia (lo cual constituye un buen consejo, pero usualmente no
más útil que decirle a un enfermo que consiga medicina), o simplemente se van al otro
extremo y dicen: "Tus problemas no son espirituales; son mentales. Yo no puedo
ayudarte. Más vale que busques ayuda profesional."
Debemos desarrollar un sólido enfoque bíblico a la consejería; uno que se nutra
de la psicología secular sin traicionar sus premisas Escriturales; uno que confronte de
manera realista los profundos (y a veces no tan profundos) problemas de la gente y que
evalúe en forma honesta su éxito al manejarlos y, lo más importante, un enfoque que
abrace apasionada e inamoviblemente a la creencia en una Biblia inerrante e infalible y a
un Cristo que es suficiente.
La primera parte de este libro se dirige a aquellos que regularmente aconsejan a
los cristianos "emproblemados" a buscar "ayuda profesional". Aunque la ayuda
profesional secular en la consejería puede ser útil, a menudo opera a partir de
posiciones teóricas básicas que se oponen diametralmente a las Escrituras. Se revisan
algunas de las posiciones representativas del pensamiento psicológico secular, y luego
se critican desde el punto de vista bíblico. El resto del libro introduce mi concepto de lo
que es un verdadero enfoque bíblico a la consejería.
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14
2
CONFUSIÓN EN LA CONSEJERÍA
Antes de que las gentes escuchen a una solución, ellas deber saber que existe un
problema. En este capítulo y en el próximo, quiero definir el problema mediante la
discusión de la situación actual en la psicología secular. Los mejores esfuerzos del
hombre para edificar una torre que llegue hasta los cielos siempre han fracasado. En la
edificación de la torre de la psicología se han invertido habilidad para estructurar, genio
en la teoría, y mucho trabajo, y los resultados han sido impresionantes. Pero hasta que
veamos que esos esfuerzos han fracasado no mostraremos mucho interés en un enfoque
alternativo.
Vivimos en una época en la que las líneas están borrosas: los puntos opuestos se han
integrado formando un algo híbrido que no es ni lo uno ni lo otro, y el compromiso
ecuménico es bienvenido como una demostración de amor y de una mente abierta. Las
distinciones entre masculino y femenino están desapareciendo para dar lugar al unisex
–hombres bonitos y mujeres toscas. Los conceptos del bien y del mal (que anteriormente
se pensaba eran opuestos) ahora se han integrado dando lugar a una moralidad relativa
en la que lo correcto a veces puede estar incorrecto y lo incorrecto a veces puede ser
correcto. Las afirmaciones de verdad religiosa han sido ampliadas para acomodar
puntos de vista antagónicos dentro de un marco único y eclesiástico. Sirviendo de base
a todos estos fenómenos se encuentra la creencia -– ampliamente aceptada -- de que no
hay puntos absolutos, no hay una realidad fija y firme fuera de la persona, la cual -porque es verdad -- simplemente se rehúsa a doblegarse bajo cualquier tipo de presión.
Al abandonar la creencia en los absolutos inevitablemente se ha producido una
confusión masiva. Todo mundo tiene una idea respecto de cómo deben ser las cosas y
no hay un modelo exterior y absoluto en contra del cual pueda ser medida la validez de
una idea. No hay un campo en el cual la proliferación de conceptos que difieren entre sí
y que no son susceptibles de ser probados sea más espantosamente evidente que en el
consultorio del psicólogo.
En 1959 se publicó un libro titulado “Psicoanálisis y Psicoterapia, 36 Sistemas". Si se
escribiera una secuela a este libro el día de hoy actualizando su contenido, se podrían
identificar al menos el doble de ese número de enfoques a la consejería. Cuando uno
considera que cada enfoque sistemático se ve modificado por la personalidad, el estilo,
los antecedentes, y los prejuicios del consejero, uno se encuentra frente a frente con el
perturbador pensamiento (tal vez exagerado, pero sólo levemente) de que hay tantos
enfoques a la consejería como hay consejeros. Y aun así, nosotros seguimos hablando
como si la palabra "consejería" se refiriese a un sistema o proceso fácilmente
15
identificable y razonablemente uniforme. Yo conozco una pareja que fue en busca de
consejo, pero fueron tan lastimados por la experiencia que se han rehusado en forma
absoluta a ver a otro consejero. Lo que quizás ellos no se dan cuenta es que otro
consejero podría pensar y hablar en forma totalmente diferente del primero, de tal
manera que difícilmente se podría establecer un punto de comparación entre ambos.
La necesidad obvia en el campo de la consejería es la de una unidad claramente
establecida dentro de la cual haya espacio para la diversidad. En otras palabras
necesitamos un marco firme y un conjunto de verdades inmutables y significativas que
integran los diversos elementos que caigan dentro de sus límites. Francis Schaeffer
habla de forma y libertad en la iglesia local. La Biblia especifica una forma definida, un
rígido conjunto de límites. Dentro de la forma prescrita, hay espacio para una libertad
considerable dependiendo de las circunstancias del momento, de los participantes, y de
innumerables factores. En la ausencia de forma, la libertad es irrestricta y carece de
dirección, convirtiéndose en un mero azar y una inevitable confusión. (La confusión,
deberíamos de señalar, a veces es curada por el dogmatismo.)
Los Psicólogos a menudo tratan de dar1e dignidad a la confusión poniendo1e la
etiqueta de "ecléctica". Pero sin la base só1ida de un concepto verdadero e inmutable de
lo que es el hombre y sus problemas, el eclecticismo puede llegar a ser un tecnicismo
que cubre el trabajo hecho al azar, o simplemente mal hecho. Simplemente no hay
esperanza de alcanzar una diversidad significativa (o, como un psicólogo le llama,
"eclecticismo técnico") hasta que se haya establecido una unidad. La verdadera libertad
solamente puede existir dentro de una forma cierta y significativa.
Hasta hace poco se pensaba que la unidad necesaria podía desarrollarse por medio de la
investigación científica. Pero muchos admiten ahora que el método de investigación
científica es inadecuado en cuanto a su naturaleza para el trabajo de definir la verdad.
La ciencia no puede proveer ni prueba ni significado. En un ensayo anterior2, señalé que
los modernos filósofos de la ciencia confiesan la incurable impotencia de la ciencia para
decir jamás algo que sea realmente concluyente. La ciencia puede valorar la
probabilidad pero no nos puede llevar más allá. Para poder alcanzar la certeza es
necesario que vayamos más allá de la razón (no negarla, pero ir más allá de ella) y que
ejercitemos la fe. El optimismo humanístico de que el hombre es capaz de resolver sus
problemas se ha desmoronado bajo el peso de la incapacidad de la ciencia para
establecer claramente una proposición cualquiera como verdadera.
Nosotros
necesitamos principios universales demostrados. La ciencia no puede proporcionarlos.
Debemos hacer uso de la fe para ir más allá de nosotros mismos y obtener lo que
necesitamos.
En última instancia la fe tiene dos opciones entre las cuales escoger. Cuando las
preguntas filosóficas son entendidas correctamente, el rango de posibles respuestas es
2
"Data And Dogma As Compatible." en Christianity Today, Volume XV, No. 12, Marzo12 de 1971.
16
muy pequeño. La pregunta final que Sartre planteó, "¿Por qué es que hay algo en lugar
de nada? puede ser respondida finalmente en solo una de dos posibles maneras: o hay
un Dios personal, qué piensa, siente, y decide, o hay un Dios impersonal, algo así como
una cosa más que como una persona, algo que en ausencia de personalidad opera al
azar conforme al principio de la casualidad. Para decirlo en otras palabras, o nuestro
mundo fue diseñado por un diseñador infinito, o simplemente sucedió en forma
accidental y por pura casualidad. Estas son las dos opciones que la fe puede abrazar.
No hay otra. La unidad tan necesaria para traer orden de en medio del caos de los
enfoques a la consejería tiene que depender de Dios o de la casualidad. Si el azar
constituye la realidad final, entonces el orden que se observa es accidental, la predicci6n
se convierte en algo imposible, y los esfuerzos sistemáticos para aconsejar según
patrones previamente observados viene a ser lógicamente (aunque tal vez no
prácticamente) imposible de defender. El aconsejar de una manera que sea consistente
con el rechazo de Dios significa aconsejar de una manera consistente con la creencia en
el azar y en nada más. Si un consejero fuese a hacer eso, su práctica profesional se vería
terminada en forma inmediata. No hay ningún terapeuta, para ser francos no hay
ninguna persona, que se comporte realmente como si el azar fuera la realidad final.
Ahora bien, eso nos deja en una posición muy incómoda, que consiste en vivir como si
Dios estuviese allí pero nos rehusásemos a aceptar instrucciones de parte de Él. Uno de
los Hux1eys dijo una vez que aunque no hay Dios, las cosas funcionan mucho mejor si
creemos que lo hay. La consejería funciona mucho mejor si los consejeros suponen
orden, la posibilidad de predecir, y responsabilidad, fenómenos que no deberían existir
desde el punto de vista de la probabilística, a menos que exista un Dios personal.
Por supuesto que todos los consejeros suponen la existencia de una cierta estructura
ordenada (por ejemplo, las estructuras de funcionamiento mental de Piaget) Y pueden
operar eficazmente en el grado en que su marco supuesto de principios universales
corresponde a lo que realmente está allí. La metodología científica es capaz de
incrementar nuestra confianza en que tenemos dominio de alguna porción de la
realidad porque detectamos experimentalmente lo que parecen ser elementos
invariables en la naturaleza humana. Nadie disputa seriamente el hecho de que exista
alguna clase de orden que es susceptible de ser observado y descrito. La cuestión
importante es si el orden es lógicamente significativo.
Rechazar la existencia de Dios y por lo tanto (al menos implícitamente) aceptar un
universo que en la expresión final es el producto del azar tiene dos resultados
necesarios que a menudo son pasados por alto: uno, nosotros, desde el punto de vista de
la probabilística esperaríamos observar en el mundo mucho menos orden del que
percibimos (orden proveniente del caos es menos probable que el caos proveniente del
caos); dos, cualquier orden que nosotros encontremos debe ser visto como un producto
del azar (aunque sea verdaderamente ordenada). El único significado que un evento
producto del azar (no importa cuán ordenado sea) puede justamente reclamar es un
significado existencial presente: "Esto es lo que existe ahora. Es una experiencia
presente real." Lo más que alguien puede decir acerca de lo que existe en el momento
17
presente es que ello existe en el momento presente3. El orden en un universo casual no
tiene ninguna implicación respecto de cómo deberían ser las cosas, simplemente
describe cómo son las cosas y cómo esas cosas responden a ciertas fuerzas. La mejor
manera de proceder con el orden observado de ninguna manera se ve determinada por
el orden en sí. No obstante, todo consejero desea hacer algo con el orden que él percibe.
Si un consejero va a actuar en una dirección significativa con un cliente, él debe tener
una razón muy fuerte para moverse en una o en otra dirección. Si él ha de defender su
movimiento planeado como "correcto " o "bueno", él debe apelar a algo que esté fuera
del orden dentro del cual o con el cual esté trabajando. Pero si, cuando él ve hacia fuera
de su conjunto de patrones observados, no encuentra nada sino el azar (o como lo
expresa Schaeffer, encuentra que no hay nadie en casa en el universo), él no tiene
ninguna base lógica para recomendar un curso específico de acción. No hay ninguna
razón lógicamente significativa para hacer cosa alguna. El orden en un universo del
azar simplemente es. No nos lleva a ninguna parte. En la última instancia carece de
significado. La psicología separada de Dios jamás puede proveemos de un marco
significativo para movemos en la oficina de consejería.
Para decirlo en una frase, mi argumento es éste: el campo de la consejería necesita de
una unidad cierta y significativa. La ciencia por sí misma no puede proporcionar ni lo
uno ni lo otro. La ciencia puede dar mayor o menor probabilidad a las hipótesis pero
jamás podrá probar una sola proposición. La ciencia puede describir una regularidad
observada en la naturaleza humana pero se queda muy lejos de establecer cualquier
estructura como realmente significativa. En cada caso, el consejero escoge y decide sus
procedimientos conforme a una teoría, a menudo una teoría implícita y pobremente
definida, pero no obstante una teoría. Si esa teoría no está ligada a la realidad última de
Dios, la diversidad en técnicas no se mueve con libertad dentro de una forma cierta y
significativa.
El pensamiento subyacente a este libro es muy sencillo: si realmente existe un Dios
personal, entonces hay una verdad acerca de la gente y sus problemas que puede
proporcionar la base necesaria o el marco necesario para la variedad en la técnica de
consejería. Y la verdad básica separada de Dios no puede conocerse con certeza excepto
al través de la revelación. De tal forma que la tarea de los psicólogos cristianos viene a
ser la de proporcionar una comprensión significativa y universalmente verdadera de la
gente que se derive de la revelación bíblica. Cuando hacemos a un lado la revelación
como fuente de verdad entonces nos limitamos a la incertidumbre. El siguiente capítulo
discute lo que ha sucedido en la psicología debido a que en la revelación de Dios ha
sido ignorada.
3
El énfasis en vivir el momento presente, característico de los modernos grupos de encuentro parece una verdad
actualizada de la antigua filosofía “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. El único significado
disponible está en el ahora mismo.
18
3
ANCLAS SUELTAS
Los cristianos a veces son muy rápidos para apoyar a cualquiera que degrada la
sabiduría del hombre y establece la suficiencia de las Escrituras como la base para todo
razonamiento. El hacer a un lado todo el pensamiento secular considerándolo inútil
niega el hecho obvio de que todo el verdadero conocimiento viene de Dios. Es un hecho
que Dios ha dado mentes a los hombres y que Él bendice el ejercicio mental con un
incremento en el conocimiento de su creación.
Los psicólogos han estado ejercitando sus mentes por años y han producido una gran
cantidad de información provechosa y de técnicas útiles, tales como las pruebas para
medir el cociente de inteligencia y formas para ayudar a uno que tartamudea a que deje
de hacerlo. Ellos han contribuido grandemente a nuestra comprensión de cosas tales
como por qué la gente responde como lo hace a cierta clase de estímulos, de cómo la
gente piensa y de cómo el pensamiento se relaciona con las emociones y las conductas,
así como las etapas de desarrollo por las que pasan los niños. Yo no quiero que nadie
interprete este capítulo como una caballerosa remoción de la psicología secular. Yo creo
que la psicología, como una disciplina totalmente secular (como la odontología o la
ingeniería) tiene un valor real. Mi interés consiste en identificar las suposiciones básicas
acerca de la gente y sus problemas que la psicología secular implícitamente apoya y,
viéndolas a la luz de las Escrituras, mostrar que son totalmente inadecuadas como un
marco fijo y confiable para la consejería. Solamente la Biblia puede proveer la
estructura necesaria. Los esfuerzos de la psicología, si bien han sido de ayuda en
muchas formas, para el consejero que busca una base absoluta son tan útiles como las
anclas sueltas de un barco en medio de una tormenta en alta mar.
El diagrama 1, aunque trata de simplificar al máximo la presentación, es un resumen
exacto de los conceptos esenciales de cinco teorías representativas de la salud mental.
Cada posición explica el problema básico de la personas y sugiere una solución. En el
diagrama, cada círculo representa al hombre. Este capítulo discute cada teoría con
suficiente detalle como para apoyar el juicio de que ninguna de ellas provee una base
para aconsejar que sea compatible con la revelación bíblica.
19
DIAGRAMA 1:
PROBLEMA
SOLUCION
RESULTADO
FREUD
1. Lo mejor: Hedonismo
socialmente aceptado.
2. Lo peor: Sociopatía.
Egoísmo Inconciente.
Conciencia áspera
Conciencia Suavizada
“Id” descubierto.
PSICOLOGÍA DEL EGO
1. Lo mejor: orgullo.
2. Lo peor: frustración.
Ego débil.
“Id” dominante.
Ego. Fuerte
“Id” controlado.
1. Lo mejor: Un
relativismo
temporalmente
práctico.
ROGERS
Bondad Inhibida.
Bondad Liberada.
SKINNER
Control al azar.
2. Lo peor: Hedonismo
desenfrenado y
libertinaje.
1. Lo mejor: Ajuste
Mecánico.
2. Lo peor, Tiranía
tecnócrata, el fin
del hombre como
hombre.
Control Sistemático.
EXISTENCIALISMO
?
Lobreguez racional
y desesperanza.
?
Esperanza no racional.
20
1. Lo mejor: Un
significado autosostenido.
2. Lo peor:
Desesperación.
SIGMUND FREUD.
Es interesante estudiar a Freud por diversas razones. Antes de sus tiempos, los
problemas personales y emocionales eran generalmente atribuidos a posesi6n
demoníaca o a defectos orgánicos no detectados. La responsabilidad por la cura recaía o
en el exorcista o en el médico. Freud levantó la cubierta de la mente y abrió una caja de
Pandora en la que halló temor, envidia, resentimiento, lujuria, agresión y odio. Años de
intenso estudio convencieron a Freud de que en el centro de la personalidad humana
había dos fuerzas básicas buscando su gratificación, la búsqueda del placer sensual
(eros) y la búsqueda del poder y la expresión de la fuerza (thanatos). Cuando estos
deseos del hombre eran destruidos en cuanto a su expresión, decía Freud, se
desarrollaban los problemas emocionales. Dicho en otras palabras, Freud decía que la
motivación fundamental de la persona es su auto-gratifioaoi6n. La gente busca las
satisfacciones propias. El signo de "menos" en el círculo (véase el Diagrama 1)
representa el egoísmo. Pero, añadía Freud (y las rayas inclinadas en el círculo así lo
indican), la mayoría de las personas no saben que son egoístas, o mejor dicho, ellas no
reconocen la motivación egoísta que hay tras sus acciones. Ellas cubren sus motivos
egoístas con ropajes nobles: "Yos sólo quiero lo mejor para él", dice la esposa que se
rehúsa a aceptar a su esposo como é1 es y lo presiona para que cambie. La motivaci6n
real va a nivel subterráneo hacia el inconciente a fin de proteger al "súper ego" (la
conciencia) y que no sea ofendida.
Permítanme decir esto de una manera un poco más técnica. Las redes neuróticas que la
gente teje representan esfuerzos distorsionados para satisfacer sus propios deseos de
una manera que no viole las normas que la conciencia ha incorporado a sí misma (como
principios reguladores de la conducta). La ansiedad, para Freud el factor subyacente en
todo desorden de carácter psicológico, ocurre cuando un impulso inaceptable ("Quisiera
matar a mi padre porque lo odio intensamente") llega ser tan fuerte que el individuo se
ve casi forzado a aceptar concientemente su existencia. Las señales de peligro que
advierten el inminente choque entre los deseos egoístas (colectivamente llamados el
"id") y el propio sistema de valores (la conciencia o el "súper ego") son percibidos
subjetivamente como ansiedad.
Hasta este punto hay un tosco parecido con el punto vista bíblico. Según la Palabra de
Dios, el hombre vive para sí: él insiste en conducir su vida de la manera en la que él cree
le traerá felicidad. "Cada uno hacía lo que bien le parecía" (es decir, lo que él creía que
satisfaría sus necesidades) Jueces 21:25. Las personas están motivadas para llenar sus
vacíos interiores pero lo hacen en la forma que ellos mismos determinan en lugar de
seguir el consejo de Dios. La correspondencia entre el punto de vista Freudiano y el
punto de vista bíblico se ve repentinamente rota cuando se considera la solución al
problema. A fin de curar el problema de las motivaciones egoístas ocultas, Freud
propone un plan de tres pasos. (1) Descubrir las motivaciones subyacentes, (2) suavizar
a la conciencia hasta el punto en que el motivo de auto-gratificación sea aceptable; (3)
21
promover la auto gratificación dentro de los límites de la realidad y de la aceptación
social. Cuando un paciente llega a darse cuenta de que toda su conducta está manchada
por el egoísmo como la motivación fundamental, es posible que llegue a inquietarse. Su
reacción emocional ante el hallazgo de que él es básicamente egoísta es producida por
una conciencia rígida e intolerante. Debilitar la conciencia, bajando sus estándares hasta
el punto en el que el egoísmo sea visto como inevitablemente biológico (el hombre es
meramente un animal movido por impulsos) y por lo tanto sea al menos tolerable,
ayuda al paciente a resolver la tensión entre lo que es y lo que debería ser.
Mowrer ha señalado convincentemente que el aceptar "lo que se es", y hacer a un lado
"lo que se deber ser" lleva a un comportamiento dirigido por el yo sin el freno de los
límites morales, una condición que los psicólogos llaman de "sociópata". Puede verse
claramente que la terapia Freudiana básicamente consiste en promover el vivir para sí
mismo sin la carga de la conciencia. El paso tres cubre este comportamiento, que no
hace caso a la conciencia, con el disfraz de aceptación social. Después de deshacerse de
la conciencia neurótica moralista, el paciente se acepta a sí mismo como un animal que
busca su propia satisfacción, y procede de una manera inteligente y determinada a
buscar la gratificación de sus deseos egoístas en formas que no le creen conflictos con su
mundo. Freud llama a esto ''vivir conforme al principio de realidad" en oposición al
"principio del placer". Como una manera de satisfacer la urgencia sexual, la violación no
es aconsejable porque provoca la ira de la sociedad. Así pues, encuentra una persona
dispuesta a cooperar y paga su precio. Las cuestiones de moralidad son irrelevantes. En
el popular ejemplo del "id -ego- superego", el comportamiento ahora toma en cuenta al
"id" (los deseos internos) y al “ego” (contacto con el mundo) y hace a un lado al
"superego" (contacto con los estándares morales). En el mejor de los casos, Freud
estimula el hedonismo que es socialmente aceptable. En el peor de los casos, la terapia
Freudiana lleva a sus pacientes hacia la sociopatía. Los cristianos deben rechazar
completamente la solución Freudiana por amoral y antibíblica.
LA PSICOLOGIA DEL EGO.
La Psicología del ego opera dentro del marco de la teoría Freudiana pero oree que
Freud (especialmente en sus primeros años) se enfocó demasiado en la parte egoísta y
baja del hombre, y no dio suficiente atención a la capacidad del hombre para conducirse
a sí mismo de una manera inteligente y adaptable. Los problemas se contemplan como
el resultado de fuertes impulsos para buscar la propia satisfacción, sin el freno de un
ego que sea realista y flexible. La diferencia entre un "psicólogo del ego" y la posición
Freudiana clásica es simplemente énfasis. Los psicólogos del ego se preocupan por
desarrollar el potencial de comportamiento sensato y razonable para la toma de
decisiones (estructura del ego), que pueda controlar los impulsos bestiales llevándolos a
canales aceptables y productivos. El círculo en el diagrama 1 incluye un pequeño signo
de "más", que representa al débil pero potencialmente fuerte ego. El trabajo que
enfrenta el psicólogo de esta persuasión consiste en fortalecer esa capacidad de
22
adaptación dentro del hombre (desarrollo del ego) a fin de equiparlo para trazar una
ruta satisfactoria para su vida.
En este momento, algunos cristianos podrían verse inclinados a establecer firmemente
que fuera de la ayuda de Dios el hombre no tiene los medios (no importa qué tan
desarrollado pueda estar su ego) para vivir como debe. Y eso, por supuesto, es cierto;
pero no constituye una objeción relevante para el psicólogo del ego. Él no está diciendo
que la gente puede vivir conforme a los estándares de la conciencia mediante un acto de
su voluntad. Él más bien está diciendo que alguien que tiene una buena auto imagen y
una confianza realista puede decidir el arreglar su vida en tal forma que sus deseos de
poder y placer encontrarán una razonable satisfacción sin entrar en serios conflictos con
su ambiente social. Puede verse que la posición de la Psicología del Ego es culpable del
catastrófico error de Freud de quitar a la conciencia moral cualquier tipo de función de
guía. El énfasis de la Psicología del Ego sobre el comportamiento adaptable, sin
embargo, invita a una más completa respuesta bíblica (una que pudo haber sido
ofrecida a Freud pero que parece más oportuna aquí). Al hablar de satisfacer de una
manera adaptable las necesidades biológicas dentro de un marco social realista, los
psicólogos del ego suponen implícitamente que el hombre es meramente un ser
biológico, y que no tiene otras necesidades primarias excepto las biológicas. (Podríamos
mencionar de pasada que es lógicamente absurdo hablar de verdadera racionalidad el
elemento sine quia non de la Psicología del Ego en un ser biológico desarrollado al
azar. Cómo es que las operaciones mentales se libran de ser asignadas a la categoría de
fenómenos biológicos que suceden por casualidad, [lo cuál debe ser así, si es que vamos
a etiquetarlos como "racionales"] es difícil de concebir en un mundo en el que no hay un
Diseñador personal.)
El cristiano biblicista rápidamente responderá que el hombre es más que un ser
biológico, que de hecho él es también un ser personal, creado a la imagen de un Dios
personal. Como ser personal, él tiene necesidades personales (concepto que
discutiremos más adelante) que desesperadamente demandan satisfacción, si es que él
va a disfrutar --o al menos experimentar -- su status como persona. Debido a que el
hombre es un ser caído, y por lo tanto separado del Dios personal -– quien es el único
que puede satisfacer totalmente sus necesidades personales, el hombre separado de
Dios debe seguir siendo algo menos que totalmente humano (tanto desde el punto de
vista biológico como personal).
Puede verse claramente que el psicólogo del ego enfoca sus reflectores sobre las
necesidades biológicas y estimula la confianza en sí mismo a fin de satisfacerlas. En el
grado en que estos procedimientos terapéuticos son exitosos, se produce un orgulloso
sentido de independencia y el paciente se encuentra más lejos de Dios de lo que estaba
antes de la terapia. Será inevitable, no obstante, puesto que las necesidades personales
reales permanecen insatisfechas, que surja un profundo sentimiento de vacío y
frustración. La conocida queja, "Hay algo que no está bien; no puedo decir exactamente
23
qué es, pero no acabo de sentirme como una persona completa," surgirá, o bien será
suprimida por esfuerzos agresivos diseñados para incrementar la confianza en sí
mismo. Los dos posibles resultados de la consejería centrada en la Psicología del Ego -orgullo o frustración -- realmente no valen la pena como objetivos para un consejero
bíblico.
CARL ROGERS.
El próximo en nuestro repaso es Carl Rogers, el decano del movimiento de los grupos
de encuentro en los Estados Unidos. Según Rogers, Freud, está equivocado: el hombre
no es negativo; los psicólogos del ego también están equivocados; el hombre no es
negativo con un embrión positivo que espera desarrollarse. A Rogers le gusta creer y
firmemente enseña que en el círculo del hombre hay solamente lo positivo. Todo lo que
está dentro es bueno. Lo corrupto viene del exterior. Las personas tienen una tendencia
inherente a la auto actualización, la cual, cuando se ve libre de restricciones o cuando
deja de ser cana1izada de una manera obligada, les llevará a la satisfacción personal y a
la armonía social. Este sueño utópico (que de seguro provoca una risita entre dientes de
parte de cualquier padre honesto) se ve representado en el Diagrama 1 mediante un
grueso círculo que sugiere el ambiente rígido, moralista, opresivo que obstruye la
bondad interna (signo de más) de su libre expresión. Me parece que Rogers curaría la
rebelión eliminando las reglas contra las cuales rebelarse (sin la ley no hay conocimiento
de pecado). Cuando yo sigo ese procedimiento con mis hijos, los resultados obtenidos
no producen una mayor integración personal y unidad familiar. Quizás Rogers
respondería que debo seguir permitiéndoles que se expresen a sí mismos, que cualquier
mal comportamiento que ocurra es en respuesta a una presión ambiental sutilmente
sostenida, y que cuando las limitantes a la libertad total sean removidas, yo podré
observar entonces la verdadera naturaleza de mi hijo. Estoy de acuerdo. Y es justamente
esa expectativa la que me motiva a seguir manteniendo las normas de conducta
vigentes en la casa.
Para Rogers todos los problemas tienen su raíz en el fracaso de no ser uno mismo. La
solución, naturalmente, es la liberación. Afloja las normas, haz flexibles los límites,
confía implícitamente en la persona, estimula la auto-expresión de todo lo que está
dentro ("si lo sientes, hazlo") y eventualmente el impulso hacia la auto-actualización
adecuada se mostrará en sentimientos internos y externos de cercanía. La ansiedad,
vista por la mayor parte de los psicólogos como el centro de los problemas mentales,
resulta cuando a las experiencias viscerales internas (sentimientos a nivel de las
entrañas) les es negada su asimilación al campo de la percepción personal (conciencia)
debido a una evaluación negativa aprendida. Por ejemplo, yo he aprendido que el odio
es malo (evaluación negativa aprendida). Cuando alguien se porta mal conmigo (tal vez
mi padre que me rechaza), yo automáticamente siento odio (experiencia visceral
interna). Pero como yo considero el odio malo, me rehúso a reconocer que estoy
realmente odiando a alguien, y así me "parto" como persona. Separo el yo que puedo
24
aceptar del yo que realmente soy. La tensión provocada al mantener la separación es
experimentada como ansiedad.
B. F. SKINNER.
Skinner es el cuarto de la lista. Según su punto de vista, el hombre no es negativo
(Freud), no es negativo y positivo (Psicología del Ego) ni tampoco es positivo (Rogers).
Según Skinner, el hombre no es nada, es solo un gran cero, totalmente vacío. En su
reciente libro "Beyond Freedom and Dignity", Skinner explícitamente declara y
fervientemente insiste en que el hombre es un ser totalmente controlado. Bien haríamos,
establece él, en decirle adiós al hombre en su calidad de hombre. Su interpretación de
los datos resultantes de sus experimentos de laboratorio nos obligan a rechazar la
ficción de que el hombre es un ser personal, que toma iniciativas, que toma decisiones y
que es responsable. Tales mitos, ya refutados, son los que obstruyen el desarrollo de su
utopía mecanicista. El hombre no es sino un perro un poco más complejo,
absolutamente determinado, hasta el más mínimo detalle de sus pensamientos,
sentimientos y acciones, por su ambiente. Debe notarse que el concepto de
determinismo no es peculiar a Skinner, Freud enseñó que el hombre es determinado por
sus fuerzas internas más allá de su control. Skinner descarta la dinámica Freudiana por
ser sólo una ficción a la que se le pretende dar existencia material, y cambia el sitio del
control a lo físico, fuerzas externas (incluyendo la estructura genética) y fisiológicas
(estados químicos). Los cristianos necesitamos reaccionar con vigor ante enseñanzas
como esas. Skinner esta robando a la persona de todo su significado, ni más ni menos.
El concepto total de la responsabilidad personal es desposeído de significado en forma
absoluta. El problema del crimen es resuelto declarando que no existe. Ya no tenemos
criminales; ahora solo tenemos sabientes criminales. Mientras que Freud busca
reacomodar la estructura interna de la personalidad, Skinner desea modificar el
ambiente de la persona en una forma tal que cambie automáticamente su
comportamiento en la dirección que desea el que lo está modificando.
En el Diagrama 1, las flechas que señalan hacia el círculo representan los insumos
ambientales. Las flechas que señalan hacia afuera del círculo representan el producto
del organismo, respuestas que vienen en forma predecible e inevitable según los
insumos. El problema con las personas consiste en que somos controlados en formas
poco adecuadas, por contingencias no percibidas y no planeadas (la gente hace
cualquier cosa que es seguida da una consecuencia reforzadora). La cura consiste en
identificar los reforzadores que están controlando el comportamiento y manipularlos
sistemáticamente para producir el comportamiento deseado. Medita en esta forma de
pensar por unos minutos. Observa que reduce al hombre a una colección impersonal de
posibles respuestas. Recientemente escuché a un psiquiatra cristiano decir cómo vencía
la "inercia matutina", esa sensación de depresión que hace del levantarse de la cama
para ir a trabajar una tarea pesada y difícil cada mañana. El organizó su mañana de tal
manera que tan pronto y llegara a la oficina tuviera café caliente y un poco de su
repostería favorita como recompensa por ir a trabajar. Yo no tengo ninguna objeción a
25
comenzar el día de una manera agradable, pero sí me preocupa cuando un psiquiatra
cristiano (que se supone sabe discernir) se trata a sí mismo como un objeto manipulable
y no como un hijo de Dios que debe actuar en forma responsable, poniendo su día en
las manos de Dios y dependiendo de la presencia del Espíritu a fin de tener poder para
responder a la dirección divina. Conformarse con una dona como motivación cuando el
propósito y el poder de Dios están disponibles es una verdadera tontería. Mientras que
podamos contar con la voluntad de Dios como base para nuestro día, el café y las donas
pueden ser, por supuesto, un placer matutino legitimo e inclusive algo motivacional.
El pensamiento de Skinner, en el mejor de los casos, resulta en el ajuste mecánico de
una persona que nunca fue hecha para actuar mecánicamente. Eventualmente, la senda
que Skinner nos haría caminar nos llevaría directamente a la tiranía tecnócrata. Un
controlador final (o grupo de controladores) asumiría el control de todos los
reforzadores primarios (comida, vestido, habitación) y los distribuiría a las personas
que se hubiesen comportado conforme al plan maestro.
En un folleto titulado "Retorno a la Libertad y a la Dignidad", Francis Schaeffer señala dos
dificultades básicas con el pensamiento de Skinner. Primera, si todas las personas son
realmente controladas, ¿quién controlará al controlador? La discusión de Skinner acerca
del control recíproco (todos nos controlamos unos a otros) evade el problema. Si va a
haber control planeado de la sociedad, alguien debe estar por encima de ese control a
fin de controlar lo demás de una manera selectiva, de acuerdo al plan. Pero en el
sistema de Skinner no hay agentes libres. Nadie llena los requisitos para el trabajo de
controlador. Todos son controlados. Segunda, suponiendo y aun concediendo que el
control es posible, uno debe determinar en qué dirección deberá de ser cambiada la
gente. Cualquier decisión acerca del cambio implícitamente supone un sistema de
valores. Pero dentro del sistema absolutamente mecanicista y evolucionarlo de Skinner,
no hay base lógica para definir que "esto está bien" y que “aquello está mal". Como
señala Shaeffer, el sistema de valores del ateo necesariamente reduce a la creencia del
Marqués de Sade de que sea lo que sea, está bien. Skinner descarta esta objeción como
inútil polémica, e insiste en que comencemos por establecer el valor evidente de la
supervivencia. Es difícil ver que la supervivencia sea vista en un universo totalmente
mecanicista, en el que las cosas suceden por azar, como algo más que una ocurrencia
casual. Cualquier sentimiento positivo que tengamos respecto a este accidente del
destino (o sentimientos negativos si ese fuese el caso) son en sí mismos el producto del
ciego azar y, por lo tanto, carecen de significado. Aunque no es mi propósito seguir la
exploraoi6n más a fondo, unos cuantos minutos de reflexión sugerirán la complejidad
de los problemas éticos que uno tendría al aún cuando se concediese el valor básico de
la supervivencia.
Los cristianos debemos rechazar las enseñanzas de Skinner en el sentido de que el
hombre no es más que un perro algo más complejo. Cristo murió por las personas
porque ellas han sido hechas a Su imagen y les ha sido concedido verdadero valor como
26
personas. La libertad del hombre para decidir el curso que ha de seguir su vida es un
concepto claramente enseñado en las Escrituras, y es necesario para vindicar la justicia
de Dios al castigar el pecado. En un nivel más práctico (no deseo comentar el asunto de
la soberanía versus la libre voluntad; no importa la posición teológica que uno adopte,
no influye mayormente en el punto que deseo establecer), como consejero cristiano yo
tengo a mis pacientes como responsables del curso que deciden tomar para sus vidas. Si
ellos deciden ignorar las instrucciones de Dios, ellos son culpables. Yo reconozco su
dignidad y su libertad. La responsabilidad por las acciones propias no debe ser
cambiada de la persona al ambiente. El esposo que dice "Mi esposa se rehúsa a tener
relaciones sexuales conmigo, por lo tanto cometí adulterio” ha explicado parcialmente
su comportamiento, pero no lo ha disculpado. La responsabilidad por el pecado debe
ser puesta claramente en el pecador. Nunca debe atribuirse a las circunstancias, no
importa cuán difíciles éstas puedan ser.
Los cristianos estamos en deuda con Skinner no obstante, porque ha sido él quien ha
especificado la manera en la que el comportamiento es inf1uenciado (no controlado) por
las circunstancias. En otro ensayo he desarrollado este pensamiento con mayor
amplitud4. Permítaseme decir nuevamente que el conocimiento no debe ser rechazado
como no cristiano simplemente porque surge de una fuente no cristiana. El trabajo de
Skinner sobre el acondicionamiento incluye verdadero conocimiento acerca de cómo yo
me relaciono con mi mundo (como un agente activo, más que pasivo), y puede ser
usado con ventaja por un consejero cristiano que trabaja estrictamente dentro de un
marco bíblico. Yo no estoy de acuerdo con Jay Adams en descartar totalmente la
tecnología Skinneriana. En su "Manual del Consejero Cristiano" él habla acerca de romper
los hábitos evitando las circunstancias tentadoras. Si eres un glotón, no te acerques a la
pastelería. Skinner ha analizado de una forma muy útil tal tentación en su trabajo sobre
el control de los estímulos. Un consejero cristiano familiarizado con la investigación de
Skinner estaría en una mejor posición para aconsejar a sus clientes acerca de cómo
comportarse, que uno que no está familiarizado con el trabajo de Skinner.
EL EXISTENCIALISMO.
La última posición teórica en el Diagrama 1 es un punto de vista menos unificado; es
más bien una desorganizada colección de ideas agrupadas bajo el amplio rubro del
existencialismo. A mi manera de ver las cosas, es el existencialista quien más se acerca,
de entre las cinco teorías, a confrontar las necesarias implicaciones del naturalismo: si la
causa es impersonal, y por lo tanto un azar, el resultado debe ser también impersonal y
un azar. La materia o la energía, cualquier principio impersonal que uno escoja, jamás
puede elevarse por encima de si misma para producir algo diseñado. No puede haber
diseño sin un diseñador. Y si no hay diseño, no hay nada significativo que la razón
pueda descubrir. El hombre viene a ser inconocible porque no hay nada que pueda ser
racionalmente conocido. Bajo este punto de vista, el hombre es una interrogación.
4
The Scientist and Ethical Decisión; Charles Hatfield, ed., Inter-Varsity Press, 1973.
27
Obviamente él es algo, porque está allí, pero puesto que él no es sino un fenómeno
producido simplemente por el azar, no hay nada que la razón pueda decir de él que sea
significativo. Él es un accidente, un acontecimiento no planeado que no obedece ley
alguna y no lleva ninguna dirección. El psicólogo existencialista no dice nada más
acerca del hombre excepto que "él es". Pero terapeutas como Víctor Frankl son enfáticos
(y al decirlo están en lo cierto) e insistentes en que la gente no puede vivir sin dirección
y propósito. El problema básico con la gente, según Frankl, es lo que el llama "neurosis
noogénica", una crisis de significado. La gente no sabe quién es, o por qué está aquí. El
existencialista no parece notar que al menos es curioso que toda la gente haya
desarrollado (por azar, según ellos) una necesidad de tener significado en un mundo
que no lo tiene. Esto constituye, o un extraño y consistente cruel giro del destino
(aunque el término "cruel" carece de significado valorativo en un universo de azar; lo
que llamamos "cruel" es, simplemente), o es evidencia de un significado objetivo que es
al menos levemente aparente a toda criatura.
Un cuidadoso estudio de la logoterapia de Frankl aclara que él no se alinea con la teoría
del significado objetivo. Él más bien resuelve la neurosis "noogénica" o crisis de
significado persuadiendo a sus víctimas a que arbitrariamente se "agarren" a algo por lo
cual vivir. Puesto que no hay nada objetivo o real que dé significado a la vida, su
solución se ve reducida a la fe ciega: haz algo, siente algo, sé algo, vive para algo y ten
fe de que ésta te proveerá del significado que tú necesitas. Quizás la excitación del sexo,
la euforia de las drogas, el encanto de la música, la experiencia de ser libre de cualquier
tipo de obligación, la recompensa de la educación, de escribir un libro, o de construir un
hospital, proporcionará el significado tan apasionadamente deseado. Pero sea cual fuere
el propósito que tú selecciones para tu vida, éste no tendrá una base racional puesto que
para el existencialismo todo es un absurdo. La solución propuesta claramente viene a
ser un intento irracional para vivir felizmente. La esperanza irracional envolverá a
cualquier cosa que mediante un acto de voluntad pueda proveer significado temporal.
Pero las gentes son insistentemente racionales. Piensan. Formulan preguntas. Buscan
respuestas. El pensar súbitamente hace caer los apoyos de debajo de cualquier
propósito que nosotros hayamos erigido en la vida. Y como todos nosotros
eventualmente pensamos (aún la persona más simplista está conciente del deseo de
conocer racionalmente), la solución existencialista se derrumba de una manera
inevitable hacia la total desesperación: no hay significado, y yo debo seguir siendo por
siempre un signo de interrogación, un inadaptado infeliz producido por un accidente
sádico para tener algo que jamás puedo tener.
Los cristianos debemos establecer clara y vigorosamente que nuestra fe se basa en
hechos, no en sentimientos. La totalidad del sistema cristiano descansa sobre la
historicidad de Jesús, Su identidad literal con Dios, Su muerte real y Su resurrección
corporal. El cristianismo comienza con un Dios personal que da significado objetivo. El
hombre no es un signo de interrogación. De hecho, él ha sido creado a la imagen de
Dios. Él es un ser caído. Sea que él crea estas cosas, o las sienta en su persona, o no, ellas
28
no cambian. Ellas son verdades objetivas que pueden ser discutidas y conocidas
racionalmente. El problema del hombre estriba en que él ha escogido, como persona
moral libre en medio de un universo diseñado, él voluntariamente establecer su propio
derecho a la supremacía y a la auto-determinación. Por tanto, él está realmente
separado de la única fuente de verdadero significado; y la causa de esa separación es el
pecado. Desde el punto de vista cristiano, la "neurosis noogenica" es algo real que
permite solamente una solución en este significativo pero caído mundo nuestro. La
solución al dilema del hombre no está en la expresión de la esperanza en el sentido de
"Caray, espero que esto funcione". La esperanza bíblica nunca constituye un intento
irracional para ignorar las conclusiones del pensamiento. Es más bien, un conjunto de
verdades proposiciona1es, ciertas y comunicables, arraigadas en el nacimiento, vida,
muerte y resurrección de Jesucristo, y que lidia de una manera lógica y racional con el
problema objetivo del pecado. Los consejeros cristianos siempre están manejando una
cantidad conocida. Jamás hay duda alguna respecto a la dirección en que una persona
ha de moverse si es que verdaderamente ha de resolver su problema. Los cristianos no
tienen libertad para recomendar a un cliente que él encuentre su propia solución. Ellos
siempre deben dirigir a sus clientes hacia la conformidad con la verdad de la Biblia.
Freud dijo que el hombre es egoísta y uno debiera primero saberlo y luego aceptarlo
como algo que está bien. La psicología del Ego sostiene que el hombre puede ser
fortalecido a fin de que reencauce eficazmente su egoísmo, llevándolo a expresiones que
sean aceptables tanto desde el punto de vista personal como social. Rogers niega
cualquier rasgo de maldad interior y enseña que el hombre está lleno de bondad y debe
por tanto liberarla totalmente y darle expresión. Skinner sostiene que el hombre no es
bueno ni malo, que es una complicada masa de respuesta que, en términos de valor
intrínseco, es exactamente igual a cero. Puesto que el hombre puede ser controlado,
dejemos a los expertos (Psicólogos Skinnerianos) que lo controlen y lo dirijan hacia los
fines deseados en forma última por el controlador, quien él mismo es controlado
totalmente (un círculo vicioso de azar que no tiene un punto en el que se rompa). Los
existencialistas no saben si el hombre es malo (Freud), bueno (Rogers), ambos
(Psicólogos del Ego), o ninguno (Skinner). El hombre es lógicamente absurdo pero
necesita algo además de la racional carencia de significado, por tanto, deja el
racionalismo atrás y espera ciegamente que alguna experiencia llene el vacío.
La metodología científica no es adecuada para establecer la validez de ningún punto de
vista respecto a la naturaleza básica del hombre. Sin el peso de la certidumbre, cada
sistema es un ancla suelta. El seleccionar una posición básica respecto de la naturaleza
del hombre, el principio universal tan intensamente necesitado en el campo de la
consejería, se asemeja al lanzamiento de un dardo al azar hacia un blanco; a no ser que
haya una fuente de conocimiento a nuestra disposición. Para encontrar la certidumbre,
simplemente no hay otro camino a seguir sino el de la Revelación.
29
30
4
UN VISTAZO PANORÁMICO
Los psicólogos tienen el arte de complicar lo sencillo. Pero los cristianos a veces son
culpables de simplificar en exceso asuntos que en realidad son bastante complejos. Una
discusión provechosa acerca de la naturaleza del hombre, del por qué sus vidas a
menudo están hechas pedazos, de cómo se desarrollan los problemas y de la senda
Cristo-céntrica que nos lleva de una vida poco eficaz a una vida abundante debe
implicar necesariamente algo de complejidad; menos de la que los freudianos piensan
pero posiblemente más que la suposición cristiana de "leer, orar y confiar". En un
esfuerzo por simplificar lo complejo quiero bosquejar el enfoque general que el resto de
este libro desarrolla con mayor detalle.
La gente que tiene problemas normalmente se queja de sus sentimientos. ''Me siento
deprimido(a)". "Mi esposa sí que me hace enojar". "Me siento tan lastimada cuando mi
esposo me ignora". "Siempre estoy preocupado, estoy muy desconcertado". Los
consejeros a menudo estimulan una mayor expresión de sentimientos y abrigan una
optimista esperanza de que si suficientes sentimientos negativos son echados fuera, la
persona se librará de su problema emocional. Escuché a un consejero estimular a su
atribulado cliente a expresar libremente su odio hacia sus padres, para "sacar el veneno
fuera de tu sistema". Otros consejeros buscan la causa de los sentimientos en algunas
circunstancias externas responsables de producir y encerrar una emoción negativa. Un
consejero puede decirle a su cliente, "Tú estás enojado porque tu esposa se negó a
apoyarte en tu decisión", o "Tu sentimiento hostil hacia las mujeres es el resultado de
una madre fría y despreciativa".
Ninguno de los dos enfoques parece ser consistente con las Escrituras. Pablo enseñó que
la transformación no viene por la renovación de sentimientos o de circunstancias, sino
de nuestra mente. El estimular la catarsis como un medio curativo en sí mismo falla al
no reconocer la realidad de la naturaleza pecaminosa del hombre, la cual tiene una
reserva ilimitada de sentimientos negativos. El buscar la causa de un problema
emocional interno en una circunstancia externa despoja al individuo de la
responsabilidad por sus problemas y categóricamente contradice las enseñanzas del
Señor de que no es lo que entra al hombre lo que lo contamina sino lo que sale de él.
Cuando uno experimenta el fruto del Espíritu Santo, seguramente no se sentirá
amargado, contencioso, enojado o celoso. Pablo enseña que estos sentimientos están
31
relacionados con las obras de la carne. El consejero bíblico responderá al problema de
los sentimientos identificando las situaciones en las que estos sentimientos son más
intensos y observando cuidadosamente el comportamiento del cliente en estas
situaciones. Por ejemplo, si un esposo se queja del coraje que siente hacia su esposa, el
consejero le pedirá que especifique cuándo es que se siente más enojado. Puede ser que
con frecuencia la esposa muestre poca "inversión de tiempo" en la preparación de la
cena y ésta sea escasa y poco atractiva. Sin disculpar el comportamiento de la esposa, la
atención se desviaría del comportamiento de la esposa y de la respuesta emocional del
esposo y se centraría en el comportamiento del esposo cuando se sienta frente a una
comida insípida y sin gracia. Probablemente él expresa su irritaci6n abiertamente:
“Gracias, por nada. ¿Por qué no intentas ser una esposa, para variar, y preparas una
buena cena? ". O tal vez sea el tipo de persona callada que simplemente come la cena y
fríamente ignora a su esposa por el resto de la noche. En la mayoría de los casos no será
difícil señalar comportamientos específicos bien diseñados para promover fricciones y
reducir la armonía.
Muchos cristianos que aconsejan piensan que para este momento tanto el sentimiento
como el comportamiento deberían ser identificados como pecaminosos. El cliente debe
reconocer que está violando el principio bíblico de "amar a tu esposa como Cristo amó a
la iglesia" (en otras palabras, no importa qué tan mal te trate, ámala: "Mas Dios muestra
su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, -- absolutamente indignos -Cristo murió por nosotros"). La consejería, bajo esta perspectiva, se convierte en una
exhortación a confesar, arrepentirse y cambiar. Se presume que la transformación
depende de la renovación del comportamiento.
Hay una dificultad con este punto de vista tan limitado en la consejería. Seguramente
que los clientes pueden confesar, arrepentirse y cambiar responsablemente. Delante del
Señor están obligados a hacerlo. El problema con este enfoque surge cuando uno se da
cuenta que el sentimiento pecaminoso, así como el comportamiento pecaminoso de una
persona, revela algo bastante específico acerca de su naturaleza pecaminosa la cual, si
no es motivada al cambio, volverá a causar problemas tarde o temprano. En el capítulo
7 desarrollaré la idea de que el contenido de la naturaleza pecaminosa está en la mente.
Otra manera de decirlo es que el pecado empieza en el mundo del pensamiento. Debajo
del sentimiento y del comportamiento están los pensamientos. Si los sentimientos y los
comportamientos son pecaminosos, la creencia que les sirve de base debe estar
equivocada.
El esposo en el ejemplo anterior puede implícitamente sostener la creencia equivocada
de que, "yo me puedo realizar en mi matrimonio sólo si mi esposa muestra devoción
hacia mi y de esa manera me hace sentir importante". Al pensar así, él le estaría
otorgando a la esposa el poder de hacerlo feliz o infeliz. Porque probablemente él
también piensa (como la mayoría de nosotros) que tiene derecho a la felicidad, él
tomará el comportamiento negligente de su esposa como una violación a sus derechos.
32
De una manera de pensar como esa, fluyen en forma natural sentimientos y palabras
llenas de ira. Aun cuando el esposo pueda ser persuadido a reconocer que su enojo
constituye pecado, a confesarlo y a hacer esfuerzos para cambiar su comportamiento, si
su manera de pensar sigue siendo equivocada, la probabilidad de que se vuelva a enojar
la próxima semana, y la siguiente, y la siguiente, es peligrosamente alta. Creo que el no
identificar y corregir pensamientos equivocados es la causa de los repetidos fracasos de
las personas que sinceramente tratan de vivir la vida cristiana.
En cada caso, el pensamiento equivocado implicará la pecaminosa creencia de que algo
más que Dios (y lo que Él ha decidido proporcionarme) es necesario para la satisfacción
de mis necesidades. Una mente renovada es aquella que renueva el pensamiento que se
abrazó al momento de la salvación. Dios es absolutamente suficiente para mí. Pero
nosotros a menudo decimos, "Yo necesito salirme con la mía -- obtener lo que yo quiero
-- a fin de ser feliz". Mientras que una persona piense así, no será capaz de aceptar con
gratitud sus circunstancias cuando estas sean contrarias a lo que ella quiere. La más
probable reacción de un esposo que piense así sería la de resentimiento (se enoja con su
esposa), agresividad (le dice lo que --cree-- se merece) y se envuelve en una autoconmiseración que le lleva a la depresión. "Ah, pa’ la mujercita que me tocó"). Una vez
que el consejero cristiano identifica y confronta el pensamiento equivocado de donde
provienen las conductas poco amorosas y los sentimientos perturbadores, él debe
estimular un nuevo comportamiento que sea consistente con una forma de pensar
correcta. Él podría decir al esposo, “Mira, Dios dice que Él es suficiente para ti. Tu
necesidad de sentirte importante no depende de la devoción de tu esposa sino de que tú
ejercites tu don espiritual. ¿Estás haciendo eso?" Nuevas conductas, que pueden
involucrar algún tipo de servicio en la iglesia, mostrarse más responsable en el trabajo,
y muestras de cariño hacia su esposa, producirán el fruto del Espíritu Santo, la
maravillosa experiencia de amor, gozo y paz.
33
El proceso completo puede resumirse en un sencillo diagrama que presenta los seis
pasos de la consejería.
(1) Identificar los sentimientos
negativos (pecaminosos), que son
incrementados por los
comportamientos negativos.
(6) Identificar los sentimientos
positivos, satisfactorios (producidos
por el comportamiento adecuado y
la forma de pensar correcta).
(2) Identificar los comportamientos
negativos (pecaminosos), los cuales,
juntamente con los sentimientos
negativos, son causados por
pensamientos equivocados o
incorrectos.
( 5) Planear el comportamiento
adecuado o correcto (producido
por la forma de pensar correcta).
(3) Identificar los pensamientos
equivocados o incorrectos
(pecaminosos).
(4) Promover una forma correcta de
pensamiento.
CAMBIO A TRAVÉS DE LA ENSEÑANZA
En este modelo, el paso crucial implica cambiar la forma de pensar del cliente, renovar
su mente. Si es cierto que nuestros procesos de pensamiento (aquello con lo que
llenamos nuestra mente) determinan en gran manera lo que hacemos y lo que sentimos,
necesitamos dedicar bastante atención a todo este asunto de pensamientos equivocados
o incorrectos. El pensamiento siempre tiene contenido. Siempre pensamos acerca de
algo. A fin de entender los pensamientos equivocados, necesitamos considerar
primeramente las cuestiones básicas
acerca de las cuales la gente piensa
incorrectamente. Y ese es el tema de los Próximos dos capítulos.
34
5
COMPRENDIENDO NUESTRAS MÁS
PROFUNDAS NECESIDADES: I
Después de revisar el pensamiento psicológico secular, sería de esperarse que el
lector cristiano estuviese convencido ya (si es que no lo estaba antes) de que la
confusión puede dar lugar al orden sólo si acude a la revelación divina como la base de
una estrategia de consejería. La revelación escrita de Dios claramente insiste en que
cualquier pensamiento correcto acerca de los problemas de las personas debe comenzar
con el reconocimiento de que el hombre no se encuentra ahora en una condición
normal. El hombre ha caído de la norma, ha errado el blanco; el hombre es pecador.
Pablo inicia su inspirado tratado sobre teología cristiana básica, escrito y dirigido a los
Romanos, estableciendo firmemente la verdad de que el hombre se ha separado de Dios
por rebeldía voluntaria. Él concluye esa primera sección de su epístola insistiendo que
todo el mundo debe cerrar su boca en forma absoluta cuando se enfrente a Dios. Somos
culpables; no tenemos defensa alguna. Una vez que hemos reconocido nuestra
condición de culpabilidad e inhabilidad, nos encontramos en silencio, temblando frente
a Dios, esperando ver qué es lo que Él hará, temerosos de que hará lo que la justicia
demanda y volverá Su rostro de nosotros para el resto de la eternidad. Una adecuada
valoración de la realidad del pecador constituye el punto de arranque, crítico por
necesidad, para la comprensión del punto de vista cristiano sobre cualquier tema. Una
psicología digna de llamarse “Cristiana” no debe ubicar el problema del pecado en una
línea paralela con otros problemas, o redefinirlo como una neurosis o como un capricho
psicológico.
El efecto del pecado es la separación. Cuatro distintos aspectos de la separación
resumen la catástrofe total introducida por la voluntaria rebeldía del hombre. En primer
lugar, el hombre es separado de Dios –- él tiene problemas espirituales. En segundo
lugar, él se ve separado de sus iguales –- tiene problemas sociales o interpersonales. En
tercer lugar, el hombre se encuentra separado de la naturaleza -– tiene problemas
ecológicos y físicos. Y en cuarto lugar, él se ve separado de sí mismo -– tiene problemas
psicológicos. Los cristianos entienden que la causa última de toda dificultad es el
pecado, la decisión de vivir la vida sin consideración alguna para la autoridad de Dios.
En los últimos años, algunos cristianos se han sentido fortalecidos por los escritos
de psicólogos destacados como O. Hobart Mowrer y Thomas Szasz y han declarado
35
audazmente que no existe cosa alguna a la que se le pueda llamar enfermedad mental.
Los problemas mentales son más bien incomodidades, un estado de insatisfacción real a
causa de la culpa provocada por el pecado. Estos autores enseñan que las personas
perturbadas se encuentran a disgusto consigo mismas debido a una culpa real de
carácter moral, producida por el pecado; esas personas están viviendo vidas ineficaces,
cargadas de ansiedad, debido a sus patrones de conducta pecaminosos. La consejería
bíblica está siendo anunciada (y yo quiero ser uno de sus heraldos) como un enfoque
largamente esperado que ciertamente debe reemplazar –- y tal vez lo logre
eventualmente -- a la falsa religión de la psicoterapia profesional que proclama producir
amor, gozo, paz, paciencia y autocontrol en la vida de personas aturdidas, sin conceder
ni siquiera un pensamiento al Espíritu Santo de Dios.
A mí me preocupa que en medio de la grande y entusiasta recepción concedida
al concepto de consejería bíblica pueda perderse esa gentil sensibilidad a las profundas
necesidades humanas. Las declaraciones en el sentido de que la gente está en pecado y
no enferma, pueden producir un áspero enfoque de confrontación que pase por alto a la
persona y a sus necesidades insatisfechas, mismas que le están causando un profundo
dolor interno. Es cierto que los consejeros a menudo necesitan cortar a través de todas
las capas de quejas emocionales a fin de llegar a descubrir y a exponer el problema
fundamental de un patrón de comportamiento pecaminoso que subyace al problema
observable. Tan pronto como estos patrones de conducta pecaminosa han sido
claramente identificados, el consejero se ve fuertemente tentado a proceder de
inmediato con un programa de reproche autoritario (“el patrón de conducta es
pecaminoso”) y de exhortación (“debes arrepentirte, confesar y cambiar”). Con aquél
pensamiento resonando en forma obsesiva en sus oídos “no existe cosa alguna a la que
se le pueda llamar enfermedad mental, sino que solamente existen conductas
pecaminosas”, el consejero a veces modela su esfuerzo de consejería a lo largo de una
línea que más parece una cacería de brujas en la que tarde o temprano algo o alguien
arderá en la pira.
Sin retirarme una sola pulgada de la posición de que las personas son
responsables por los problemas que se causen a sí mismos gracias a sus hábitos
pecaminosos, yo creo que el consejero bíblico necesita examinar más detenidamente los
procesos de pensamiento que sirven de base a la decisión de vivir en pecado. La
posición simplista que adopta Jay Adams, en el sentido de que la culpa personal
específica experimentada por un pecado cometido en forma deliberada es lo que está
detrás de todos los problemas emocionales, pasa por alto el problema de fondo. El
comportamiento siempre se dirige a los resultados. Las personas deciden comportarse
mal con base en un proceso de pensamiento que busca llegar a una meta, pero que
resulta equivocado. A menos que se corrija ese proceso de pensamiento equivocado la
persona que está haciendo uso de él, continuará tomando decisiones equivocadas, que
él o ella equivocadamente piensa satisfarán sus necesidades. La verdadera consejería
consiste en mucho más que mero reproche y exhortación. Cuestiones centrales a este
36
concepto de consejería son las de enseñar una nueva manera de pensar, corrigiendo los
procesos pensantes que están equivocados y que, por lo tanto, conducen a
comportamientos equivocados y sentimientos igualmente equívocos. La consejería que
meramente se limita a exhortar logrará, y esto es posible predecirlo, éxitos de corta
duración y eventuales recaídas (o un mantenimiento de la situación que requiere
constante exhortación y que no produce gozo alguno).
En la discusión que sigue voy a desarrollar el concepto de que toda persona debe
primeramente lograr la meta de la satisfacción personal. El hombre no será libre de
vivir para algo o para alguien hasta que haya logrado esa meta. Las personas tienen
profundas necesidades personales que deben ser satisfechas. En este capítulo y en el
próximo voy a bosquejar lo que yo considero que es el punto de vista bíblico del
hombre y de sus necesidades personales. En el capítulo 7 discutiré el proceso de
pensamiento, y avanzaré el punto de vista de que todos los problemas personales son
realmente problemas de creencia o de pensamiento, pensamientos equivocados acerca
de cómo satisfacer esas necesidades.
LAS NECESIDADES BÁSICAS DE LAS PERSONAS
Un punto de vista cristiano respecto a las necesidades de las personas, debe
siempre comenzar con el entendimiento básico de que el hombre fue hecho a la imagen
de Dios. El identificar claramente lo que eso significa requiere el conocimiento de que el
Dios de la Biblia es infinito y es personal. Un Dios infinito es un ser no contingente, es
decir, Él no depende absolutamente de nada ni de nadie fuera de Sí mismo para Su
existencia. El problema último de la metafísica (¿Por qué existe algo en lugar de la
nada?) exige que se apele a un principio infinito. La pregunta crítica, cuya respuesta
dará forma a todo aspecto de nuestros pensamientos acerca de las personas y sus
problemas, es la de si este principio infinito es personal o impersonal. Si es impersonal,
entonces todo (incluyendo esta oración) es un fenómeno puramente del azar y no puede
reclamar ni importancia ni significado. Si se niega a un Dios personal (como lo señala
Francis Schaeffer) cualquier cosa que exista debe entonces ser vista como el producto de
lo impersonal, más el tiempo, más el azar, y nada más. En el momento en que alguien
insiste en que su pensamiento es verdadero y fiel a lo que realmente existe, o en el
momento en que una persona dice necesitar amor, o un propósito en la vida, se ha
añadido a la fórmula. En ese momento se ha introducido algo de diseño, un trazo de
personalidad, algo más que el azar absoluto. Skinner niega que el principio sea
personal, y por lo tanto él se limita al principio del azar. Y no obstante, él hace dos cosas
muy curiosas. Primera, él lleva a cabo experimentos para discernir las regularidades
que hay en nuestro universo, y luego repite sus experimentos para asegurarse de que ha
encontrado una regularidad estable. Un mundo que está operando bajo la ley del azar
con toda probabilidad no sería un mundo ordenado y sujeto a revisiones repetitivas.
Segunda, él establece que sus teorías son ciertas de alguna manera y deberían ser
puestas en práctica en nuestra sociedad. En un mundo con un principio impersonal no
37
hay verdad conocible. Toda aseveración es un evento producto del azar, basado en
movimientos cerebrales casuales; las aseveraciones de Skinner no son la excepción. El
hacer proselitismo para su propio programa supone que hay una forma correcta o una
mejor manera de hacer las cosas. Pero, lo diremos una vez más, si carecemos de una
verdad exterior y de un patrón predeterminado respecto a cómo deben ser las cosas,
nos vemos abandonados a las preferencias personales (“resulta que yo prefiero dar de
golpes a las gentes en lugar de ser amables con ellas”) sin una razón adecuada para
decir que las preferencias de una persona son un poco mejores que las de otra. La
respuesta de que las cosas funcionan mejor si se sigue cierto modelo supone un juicio de
valor respecto de lo que significa “mejor”. Y solamente puede darse una respuesta
adecuada cuando hay un punto de referencia infinito que es personal. Sin ir más allá en
la discusión de este punto, permítanme insistir en que la creencia en un Dios infinito y
personal es cuando menos una necesidad práctica (y para mi mente, también es una
necesidad intelectual). Una vez que se concede que hay un Dios que es tanto infinito
como personal, puede uno moverse hacia una clara comprensión de las necesidades de
las personas.
Si Dios es tan infinito como personal, y si el hombre ha sido de alguna manera
hecho a Su imagen (lo que daré por supuesto, en lugar de tomar el tiempo para
probarlo), entonces el hombre es un ser no infinito (lo infinito no puede crear lo infinito;
el hecho de la creación define al ser creado como contingente de su Creador) y no
obstante, es un ser personal. Puesto que el hombre no puede ser infinito como Dios,
entonces la expresión “hecho a Su imagen” debe significar que el hombre es personal,
así como Dios es personal. El hombre entonces es un ser físico, contingente y finito por
una parte, y un ser genuinamente personal por la otra. Como criatura finita él tiene
necesidades; por ejemplo, el alimento. Sin comida el hombre muere físicamente. Si el
hombre ha de continuar su existencia como una criatura que vive físicamente, él
necesita alimento en una forma crítica; es una necesidad absoluta. (Es interesante
observar que la libertad en este contexto se define mejor como la habilidad para ser fiel
a lo que verdaderamente existe, adecuarse para acomodarse a la realidad. No hay cosa
alguna como la absoluta libertad. Yo tengo la libertad para saltar de lo alto de un
edificio. Pero estoy sujeto a la ley de la gravedad. La libertad, dentro de un contexto
significativo, consiste en la libre determinación de no saltar de lo alto de un edificio, a
fin de evitar los duros efectos de la gravedad.)
Pero el hombre es más que un ser físico. El es también personal. Y como ser
personal, tiene necesidades personales. Y a menos que estas necesidades sean
satisfechas, él morirá como persona. Muchas veces he escuchado lastimeras quejas en
mi consultorio: “Yo ya casi ni me siento como persona.” Las necesidades físicas a
menudo están bien satisfechas y, no obstante, hay un vacío, un profundo sentimiento de
desconsuelo que muchas veces se trata de apagar satisfaciendo las necesidades físicas al
punto de la glotonería.
38
A fin de entender la consejería bíblica debemos identificar con toda claridad las
más profundas necesidades de las personas. Aquí es donde yace el meollo del
problema. La mayor parte de los síntomas psicológicos, (ansiedad, depresión,
temperamento incontrolable, mentir patológicamente, problemas sexuales, temores
irracionales, etc.) son el resultado directo de necesidades personales insatisfechas o
esfuerzos defensivos para lidiar con ellas. (No obstante, hay casos en los que los
síntomas son orgánicos.) La Palabra de Dios nos da cierta comprensión de lo que son
nuestras necesidades personales al instruirnos sobre la crianza de los hijos: “Padres, no
exasperéis a vuestros hijos para que no se desalienten” (Colosenses 3:21).
“Desalentarse” lleva la idea de “espíritu debilitado o quebrado”, completamente
desilusionado acerca de sí mismo, no teniendo ningún sentido interno de valor
personal. El escritor de Proverbios pregunta, “¿Quién soportará al ánimo angustiado?”
(18:14). Aunque hay un tipo de quebrantamiento que Dios nos inflinge en Su infinita
misericordia, a fin de llevar al hombre a la aceptación de su desesperada condición,
lejos de Dios, Pablo está sugiriendo en su carta a los Colosenses que cuando el hombre
quebranta el espíritu de otro hombre los resultados son desastrosos. Cuando Dios me
quebranta, Él tiene todos los recursos necesarios para “armarme” delante de Él, como
una nueva criatura. Cuando soy quebrantado por otra persona o cuando no vuelvo mi
rostro al Señor en busca de reconstrucción, quedo despedazado, fragmentado, una
personalidad con herida de muerte. La necesidad personal básica de todo ser personal
es de considerarse a sí mismo como un ser humano valioso. No hay nada de
pecaminoso en la necesidad de ser valioso. Dios maravillosamente ha dispuesto todo lo
necesario y lo ha provisto de manera suficiente a fin de satisfacer esa necesidad. El
amarse a sí mismo en el sentido de considerar a Dios innecesario, y al yo como
suficiente, es pecado y trae como resultado la muerte personal. El aceptarse a sí mismo
como una criatura valiosa es absolutamente necesario para vivir una vida espiritual,
eficaz y gozosa.
Aquellos que pacientemente han transitado por las páginas de este libro hasta
este momento tal vez se estén preguntando cuándo llegaré “al aspecto práctico”, como,
¿cómo ayudar a una persona deprimida? ¿Qué se le dice? ¿Qué tan a menudo se debe
hablar con ella?, etc. Debemos recordar que un médico estudia anatomía antes de
meterle mano a una pierna fracturada. Las funciones básicas de la personalidad
dependen todas de la satisfacción a la necesidad central de considerarse uno a sí mismo
como valioso. Una consejería eficaz demanda una clara comprensión de esta necesidad.
Debería mencionar en forma parentética que he cuidadosamente evitado la frase
“las personas necesitan sentirse valiosas”. Es posible que yo examine la evidencia y
llegue a la conclusión de que soy valioso en Cristo, sin sentirme especialmente bien
acerca de mí mismo. Los sentimientos llegan cuando yo inicio mi jornada por fe,
creyendo en la evidencia y actuando con base en la fuerza de mis creencias. Obsérvese
que el orden es el mismo que establecimos en el capítulo 4, corregir los pensamientos,
alinear la conducta con los pensamientos o creencias, y luego disfrutar los buenos
39
sentimientos que resultan de todo ello: hechos – fe – sentimiento. Cualquier variación
de ese orden no va a funcionar.
Si el sentido del valor personal es necesarísimo para una vida eficaz, si todos los
problemas personales que confrontan los consejeros bíblicos son resultado de la
insatisfacción de esa necesidad, debemos entender con precisión cómo es que una
persona puede llegar a considerarse a sí misma como valiosa.
SIGNIFICADO
A fin de experimentar la profunda convicción de que “Yo soy valioso”, cada uno
de nosotros debe estar racionalmente conciente de dos elementos en su vida. El primero
de ellos es el de significado, un propósito para mi vida que me dará un impacto
verdadero y duradero en mi mundo, y un propósito que estoy perfectamente
capacitado para cumplir. Los psicólogos seculares han identificado esta necesidad como
básica. Viktor Frankl habla de esa parte de la personalidad -– que él llama “noética” -–
que anhela una razón para vivir. Él pasó varios años en un campo de concentración y
fue sorprendido por el hecho de que los prisioneros que sobrevivieron sin
desmoronarse psicológicamente eran aquellos que tenían una razón para vivir (tal vez
una familia que los esperaba, o una meta ocupacional, escribir un libro, etc.)
Bruno Bettlheim, quien ha trabajado extensamente con niños autistas, describe
un simple proceso de tres etapas en el desarrollo psicológico. Primera, el niño aprende a
nombrar aquello que le rodea: “silla”, “mesa”, “mami”, etc. Segunda, el niño toma
conciencia de la relación que hay entre estas partes de su mundo: “Cuando la silla es
empujada hacia la mesa, se detiene.” Tercera, el niño busca formas de llegar a ser parte
de su mundo, de ser la causa en una secuencia de causa-efecto. La intencionalidad se
desarrolla. Él observa que su madre consistentemente le pone atención de una manera
ruidosa cuando tira la lecha. Cuando desea atención, aprende a derramar la leche con
una sutil deliberación. Ahora él está impactando su mundo. Él importa. Él causa un
efecto. Tiene ya un principio de significado. Él puede ver que su existencia tiene un
efecto definido y visible en su mundo. Los niños que nunca llegan hasta la tercera etapa
en su desarrollo sufren problemas psicológicos. ¿Por qué? Porque no gozan de
significado y por tanto no tienen bases para considerarse a sí mismos como valiosos.
En “Power and Innocence”, Rollo May sugiere que la necesidad de causar un
impacto en el mundo personal, cuando es frustrada, lleva a agresión y violencia. Los
estudiantes universitarios que han sido despersonalizados por una cultura que respeta
a las cosas más que a las personas, y a los sistemas más que a los estudiantes,
reaccionan con actos de violencia. Su comportamiento es inexcusable y amerita el más
estricto control disciplinario. No obstante, no lograremos nada con llamarles
simplemente rebeldes y pecadores (aunque las etiquetas sean exactas) y pararle allí.
Bajo la pecaminosa confusión de las revueltas estudiantiles de los años 60’s existían
40
profundas necesidades insatisfechas de importancia personal y significado, de un
propósito por el cual valiera la pena morir, por significado que pudiera resistir un
cuidadoso examen racional, por causar un impacto definido, constructivo y duradero.
El poner fuego a un edificio, o perturbar las funciones académicas con una huelga le da
a uno un sentido inmediato de impacto y ofrece el atractivo de luchar por una meta. Los
cristianos deben hacer a las personas responsables de su comportamiento ilegítimo,
pero necesitamos hacer más que eso. Debemos penetrar en lo profundo de su
comportamiento e identificar sus profundas necesidades personales. Luego necesitamos
proporcionarles algunas respuestas reales a sus preguntas legítimas: “¿Cuál debería ser
la razón de mi existencia? ¿Cómo puedo encontrar verdadero significado personal?”
SATISFACIENDO LAS NECESIDADES DE SIGNIFICADO
Los humanistas de corte Rogeriano enseñan que nosotros somos importantes
porque somos humanos. Los Skinnerianos sujetan la aseveración, “Yo necesito ser
valioso”, a un análisis funcional para determinar qué insumos ambientales producirán
la expresión verbal “Yo tengo significado personal”. Ellos no vinculan ninguna realidad
sustantiva a la necesidad interna (recuérdese que en su sistema el hombre es solamente
un ente físico y no personal), de modo que resuelven el problema de hallar significado
personal simplemente negando su existencia. Los Freudianos tienden a tratar el
problema de valor personal como un síntoma de esfuerzos físicos frustrados en la
búsqueda de placer o de poder. En un sistema reduccionista en donde nada es real sino
la materia, las necesidades personales son reducidas a necesidades físicas. Los
Existencialistas como Frankl parecen reconocer la validez de la necesidad personal de
significado (aunque sus impías suposiciones hacen de esta necesidad un accidente sin
significado y sin esperanza racional de alcanzar a satisfacerla), y estimulan a cada
persona a buscar sus propias soluciones.
Toda provisión del hombre secular para satisfacer la verdadera necesidad de
significado personal es lógica y tremendamente inadecuada. Permítanme explicar el por
qué. (Si usted no es orientado a la filosofía, lea esta sección detenidamente, pero por
ninguna razón se la brinque. Los consejeros bíblicos deben ser capaces de establecer y
defender racionalmente la proposición de que Cristo es realmente la respuesta necesaria
y suficiente para las necesidades de las personas. Si no son capaces de ser racionales,
serán percibidos como ciegamente dogmáticos y poco convincentes). En el capítulo 1
sugerí lo que Francis Shaeffer ha discutido en forma más amplia en su libro He is there
and He is not silent (Él está ahí y no está callado), es decir, que la realidad final debe ser
un Dios personal o un dios impersonal.
Si yo supongo que Dios es impersonal, entonces debo dar el siguiente paso y
decir que sin un principio personal no puede haber diseño alguno. Y sin diseño no
puede haber meta o propósito alguno, ningún movimiento planeado en dirección hacia
41
un punto final definido. La posición de que no hay un Dios personal requiere que uno
asevere que la realidad gobernante es, en última instancia, el mero azar.
Jean Paul Sartre ha hecho la observación en el sentido de que un punto finito
requiere la referencia de un punto de vista infinito, si es que va a tener significado.
Dicho de otra manera, un punto finito deriva su significado de su contexto. Ahora bien
(y éste es el pensamiento crítico), si el punto finito de mi vida o cualquier unidad
particular dentro de ese punto existe en el contexto de un dios impersonal (o al menos
no existe en el contexto conciente de un Dios personal), su significado viene a ser
idéntico a su contexto. Mi vida viene a ser una ocurrencia al azar, un accidente que no
va a ninguna parte, un fenómeno del acaso sin verdadero significado. Pero yo no puedo
vivir con eso. Yo tengo necesidades personales reales que deben ser satisfechas o moriré
como persona. De manera que decido no pensar en forma demasiado profunda y fijar
metas a corto plazo (una casa, un auto, una familia, buen sueldo, posición, etc.). Y
procedo a sumergirme completamente en estas cuestiones externas. Todo el tiempo que
yo me mantenga frenéticamente ocupado (o borracho o dormido) y evite formular las
verdaderas preguntas, yo experimento un ‘facsímile’ (una reproducción, mas no el
original) de significado que satisface mis necesidades temporalmente (aunque en forma
incompleta). Los cristianos a veces se ven asombrados por los muchos no cristianos que
parecen funcionar razonablemente bien, mientras que algunos creyentes están
literalmente tronando. A fin de disfrutar de salud psicológica, las personas necesitan
satisfacer su necesidad de significado. Los no creyentes (y también muchos creyentes)
obtienen significado temporal de las metas a corto plazo, y así logran funcionar
razonablemente bien. No obstante, en sus momentos de honesto auto-examen, la
mayoría de ellos admite un sentimiento de que “algo está mal muy adentro”. A falta de
explicación o respuesta, ellos ignoran su profunda pero callada inquietud, y redoblan
sus esfuerzos para obtener significado del logro de metas temporales.
Pablo no se avergonzaba del evangelio porque sabía que era dinamita.
Transformaba a personas muertas en personas vivas, personas débiles en personas
fuertes, y personas vacías que anhelaban significado en personas profundamente
satisfechas, contentas con el verdadero propósito e importancia disponibles a través de
la persona de Cristo. Pablo sugiere los recursos cristianos para satisfacer las necesidades
de significado en su carta a los Romanos. En el capítulo uno, versículo veintiuno, él nos
menciona la primera falla que la gente comete, que los lleva después a una completa
degeneración y a muerte personal: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron
como a Dios…”
Dios es glorificado cuando yo me inclino reverentemente delante de Él,
reconozco el derecho que Él tiene de gobernar mi vida, y me alineo con Su voluntad
cual obediente criatura. El aceptar la muerte de Cristo como la expiación por mis
pecados me coloca en la posición en la que puedo centrar mi vida en el contexto de Su
voluntad. Estoy vivo para Él, el Espíritu Santo vive en mí y “…produce así el querer
42
como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13). Ahora cada momento de mi vida, cada
unidad de mi comportamiento (como el levantarme de la cama, el jugar a la pelota con
mis hijos, el dar un beso a mi esposa) puede verse como parte de un todo mayor que
está lleno de significado. El contexto de mi vida viene a ser el propósito eterno del
soberano Dios del universo. Puesto que un punto finito deriva su significado de su
contexto, mi vida como un todo – y cada detalle de ella – pueden inteligentemente
reclamar el ser verdaderamente significativo como parte del excitante propósito de Dios
mismo. Los consejeros bíblicos deben captar este punto y darse cuenta de su
fundamental importancia.
Cuando alguien dice, “Yo soy un don nadie; a nadie le importo”, el cristiano no
debe responder con expresiones humanistas tales como “Pero sí importas. Tú eres un
ser humano y eso te hace significativo e importante”. Sin una base bíblica, esa frase es
absurda desde todos puntos de vista. Tampoco debe el consejero cristiano ofrecer una
respuesta simplista, que suena a bíblica, como “Mira, deja de sentir lástima por ti
mismo. Lo que tienes que hacer es comenzar a vivir para el beneficio de los demás,
servir a Dios y arrepentirte de esa pecaminosa preocupación contigo mismo y con el
concepto tan pobre que tienes de ti mismo”. Conciente del hecho de que el hombre ha
sido creado a la imagen de Dios, y que es un ser personal, y que realmente necesita ser
significativo, el consejero cristiano responderá diciendo: “Debe ser terrible el pensar
acerca de ti mismo como tan poco importante. Tienes razón en estar preocupado con
este problema. Y te tengo buenas noticias. Dios te diseñó con la necesidad de sentirte
importante, y Él ha proporcionado una forma emocionante para satisfacer esa
necesidad en su máximo nivel de profundidad y en forma total. ¿Quieres conocer la
solución de Dios a tu problema? Echemos un vistazo a lo que es el plan de Dios para ti
en las circunstancias presentes. Si sigues Su plan y haces lo que Él quiere que hagas,
experimentarás el fascinante sentido de ser realmente alguien, un verdadero hijo de
Dios, cuidadosamente diseñado y para quien se ha hecho eterna provisión para la
satisfacción de sus necesidades”.
En Efesios 4 Pablo habla del cuerpo de Cristo, la iglesia, creciendo según la obra
eficaz de cada miembro. Otras porciones de la Palabra de Dios (por ejemplo Romanos
12, 1ª a los Corintios 12) enseñan que todo creyente, toda persona que ha nacido de
nuevo, ha sido dotado por el Espíritu Santo con algún don a fin de que al ejercitarlo el
creyente contribuya al desarrollo de la iglesia. El Señor tiene un propósito definido para
cada individuo, un programa escrito por Él para alcanzar Su propósito soberano a
través de cada miembro de Su cuerpo (Efesios 2:10). En Cristo, Dios ha provisto
significado para cada persona, un significativo propósito para vivir.
Una de las características básicas de la “renovación de la iglesia” como un
movimiento de nuestro día es el énfasis en el ministerio de los dones. El pastor no es la
única persona que tiene dones para trabajar en la iglesia local. La ordenación al
ministerio no es un requisito para el servicio cristiano, o tal vez una mejor manera de
43
decirlo es que Dios ha ordenado a todo cristiano al ministerio. Hablando en términos
reales, no hay cristianos laicos. Todo cristiano es sacerdote y ministro delante de Dios
con el privilegio y la responsabilidad de primeramente adorar a Dios en forma directa,
y después de servirle conforme al don que Él le haya dado. Yo creo que Dios ha
diseñado a la iglesia local como el principal vehículo a través del cual la gente ha de
ejercitar sus dones para proveer de significado a otros. Los pastores necesitan retornar
al modelo de Efesios 4:11-12, y equipar a su gente para el ministerio, de tal manera que
el plomero, la maestra de escuela, el ama de casa y el profesionista puedan disfrutar del
significado de ayudar a edificar la iglesia de Jesucristo. Mientras que los pastores hagan
todo el trabajo en la iglesia local, estarán robando a su gente la oportunidad de
satisfacer sus necesidades de la manera en que Dios quiere hacerlo.
Debemos mencionar dos aspectos más de la respuesta bíblica a la necesidad de
significado. Sea cual fuere el papel que Dios me llama a jugar, Él me capacitará para
funcionar adecuadamente. Yo debo verme a mí mismo como adecuado en Cristo.
Cuando yo vengo a casa por la noche, y mi esposa me recibe con una mirada de
preocupación mientras me dice acerca de un problema con uno de los niños, yo
experimento una repentina sensación de inadecuación. Pero yo soy la cabeza de la casa,
dice Pablo, y yo soy responsable de decidir lo que se ha de hacer. Pero no me siento
adecuado para la tarea. De modo que me pongo a orar, “Señor, dame sabiduría. Amen.”
Aún me siento inadecuado. No estoy conciente de la repentina ola de sabiduría que ha
venido como respuesta a mi oración. En este momento debo hacer a un lado mis
sentimientos y acudir nuevamente a mi convicción. Dios promete darme sabiduría para
desarrollar las tareas que Él me ha llamado a hacer. Lo creo de todo corazón, de manera
que procedo a actuar por fe. Medito por un momento, escucho lo que me dice mi
esposa, luego medito un poco más, y luego decido -– mientras aún tiemblo con mis
sentimientos de inadecuación. Yo debo decidir con la fuerza de mis creencias que Dios
logrará Su voluntad a través de mí, aún si me equivoco en mi decisión. Al seguir
poniendo en práctica mi fe, actuando con base en lo que creo, me llega el sentimiento de
adecuación. Una vez más, obsérvese el orden: hechos, fe, sentimiento, o, para usar los
términos que he usado anteriormente, creencia, comportamiento, sentimiento. Si los
esposos cristianos captaran los pensamientos contenidos en este párrafo, ellos no
renegarían de sus responsabilidades bíblicas consistentes en involucrarse íntimamente
con sus familias como una amorosa autoridad.
Un segundo aspecto de la adecuación y del significado tiene qué ver con la autoaceptación. Muchas personas van por la vida creyendo “Yo podría aceptarme a mí
mismo como una persona valiosa si yo fuera un poco más listo, más bien parecido, más
atlético, más talentoso, etc.” Cuando el cristiano capta la gran verdad de que Dios lo
diseñó de una manera perfecta para adecuarse a Su propósito, y cuando él toma la
decisión de ubicarse en el centro de la voluntad de Dios, la aceptación de sí mismo
viene a ser un desarrollo natural de la gratitud a Dios por SU planeación perfecta. La
cuestión de la auto-aceptación es lo bastante importante como para merecer más
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atención de la que permite este libro. Posiblemente en posteriores volúmenes podrá
tratarse más a fondo la ruta del cristiano hacia la verdadera auto-aceptación.
Resumiendo brevemente, permítaseme decir que las personas deben aceptarse a
sí mismas como aptas para desempeñar un papel verdaderamente significativo si es que
van a considerarse honestamente a sí mismas como valiosas, y disfrutar así el gozo de
ser una verdadera persona. La necesidad de ser significativo sólo puede ser satisfecha al
glorificar a Dios en mi vida, rindiéndome a Él. Cuando yo vivo en el centro de Su
voluntad, Él me proporciona la capacidad para hacer mi trabajo, y yo experimento mi
realización como persona al involucrarme en el propósito eternamente significativo de
edificar la Iglesia de Jesucristo. Quiero enfatizar de nuevo que el ejercicio de los dones
espirituales en la iglesia local es la estrategia más natural para involucrarme en una
actividad profundamente significativa y así satisfacer mi necesidad de significado.
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46
6
COMPRENDIENDO NUESTRAS MÁS
PROFUNDAS NECESIDADES: II
A fin de poder considerarse valiosas, las personas no solamente necesitan tener
significado sino que también deben tener la seguridad de ser amadas. El Cristianismo es
esencialmente el drama de una relación. Es una historia de amor que comienza con un
divorcio. Nuestros primero padres despreciaron el amor de su Creador y Compañero.
Pero eso les dejó vacíos. No solamente quedaron así separados de una vida llena de
propósito y significado sino que se desligaron también del amor que su yo interno
desesperadamente requería. Porque Dios es amor, El que no dejó de amarlos. De
inmediato mostró Su plan a fin de proveer un camino de retorno a El a fin de que la
relación de amor pudiese ser restablecida para siempre. Pablo grita lleno de gozo y
entusiasmo el fascinante hecho de que nada nos puede separar del amor de Dios.
Hace poco hablé con una mujer Cristiana quien estaba segura de que Dios había
dejado de amarla. Ella se sentía desesperadamente insegura. Su comportamiento por los
últimos años seguramente me habría llevado a perder todo interés en ella pero,
afortunadamente, ella tenía Alguien más fiel y amoroso que yo en quien podía confiar.
Le pedí que leyera Romanos 8:32,33. Gruesas y abundantes lágrimas rodaban por sus
mejillas mientras leía y comprendía que Dios jamás dejaría de amarla, aunque ella
dedicara el resto de su vida a buscar que Dios dejara de amarla. (Es interesante y hasta
un poco desalentador el contemplar la riqueza del mandamiento bíblico dado a los
esposos de amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia). Aún y cuando yo era
pecador, espiritualmente muerto y totalmente hostil para con Dios, Él me amó, me
buscó y me constriño -- a través de Su incomprensible amor -- para que viniese a Él, Las
gentes necesitan esa clase de amor. Nosotros necesitamos, realmente necesitamos, ser
amados como somos, aún en nuestra peor condición. Nosotros necesitamos
considerarnos a nosotros mismos como valiosos. A fin de lograr esto, no solamente
necesitamos significado, propósito en nuestra vida, sino que también necesitamos estar
seguros en el amor incondicional de otra persona. Necesitamos relación.
Muchos de nosotros estamos familiarizados con la historia de algo que realmente
aconteció en la sala de cuna de un orfanato. Bebés físicamente sanos se estaban
muriendo. Nadie podía explicar la muerte de estos bebés que físicamente estaban
siendo bien cuidados. Eventualmente alguien hizo la observación de que parecía haber
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una correlación directa entre la atención personal amorosa y la salud física. Los bebés
que estaban sobreviviendo eran los más bonitos, quienes eran cargados en brazos más a
menudo por el personal del orfanato. Se procedió entonces a contratar a “mamás
profesionales” para que cargaran a los bebés, los abrazaran y los acariciaran
tiernamente. Los bebés sobrevivieron. El misterio fue resuelto. Los seres humanos
necesitan desesperadamente ser amados.
Las personas generalmente operan en una de dos maneras a fin de satisfacer sus
necesidades de seguridad. Algunas veces nos comportamos de una manera horrible a
fin de probar la sinceridad de aquellos que dicen que nos aman. Una chica adolescente,
quien tenía un miedo terrible a no ser digna de amor, había desarrollado el
desconcertante hábito de portarse muy mal con cualquier persona que mostraba
simpatía e interés en ella. Al retirarse de ella esas personas, ella confirmaba su temor de
que jamás sería amada. El proceso de consejería la proveyó de alguien que seguía
mostrando interés en ella a pesar de su comportamiento. Aunque yo jamás disculpé su
conducta y me rehusé a aceptar responsabilidad, a través del poder de Dios seguí
amándola en el amor de Cristo y continué recordándole que ella jamás lograría apagar
el amor del Señor.
Un más típico (y más racional) enfoque en busca de satisfacer nuestra necesidad
de seguridad es el portarnos bien a fin de obtener aceptación. Este enfoque parece
funcionar mejor que el primero pero el costo es alto. Después de un poco de tiempo, de
intentar ganar la aprobación a través de ese buen comportamiento, quedamos en la
necesidad de seguir mostrando nuestros puntos aceptables y ocultar cuidadosamente
nuestras debilidades inaceptables. Hace poco, una mujer que había abandonado a su
esposo reveló, en nuestra primera sesión, una historia increíble de desviaciones
sexuales, incluyendo adulterio, incesto y lesbianismo. Yo supe que después de nuestra
sesión ella literalmente temblaba a causa de su inseguridad. Hechos que habían sido
cuidadosamente ocultados por tanto tiempo surgieron como cascada en un borbotón
emocional. Ella temía que una lista así de conductas sexuales inaceptables haría que yo
la rechazase inevitablemente. Demasiado frecuentemente tratamos de ser buenos a fin
de ser aceptados. Los cristianos necesitamos asirnos de la liberadora verdad de que
ahora somos libres para ser buenos porque ya somos aceptados tal cual somos, por una
Persona infinita quien, a través de Su muerte, nos ha dado la aceptación total.
Una vez hablé con una mujer cristiana quien había estado casada por muchos
años con un marido criticón, áspero y poco cariñoso. Ella había quedado “seca” como
persona, hambrienta de la seguridad de ser amada. En su profunda agonía personal se
había vuelto a otro hombre casado en busca del amor que tan desesperadamente
necesitaba. Tan fuerte era su necesidad de ser amada, y tan gratificante la experiencia
nueva de una relación cálida, cariñosa y considerada, que ella había exitosamente
racionalizado su comportamiento declarándolo ser la voluntad de Dios. Después de
todo, ¿No quiere Dios que yo sea feliz? ¿Cómo debería responder a esto un consejero
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cristiano? El decir con gentileza, “Si, tú necesitas amor. Si tú te sientes más segura con
otro hombre, ve a él,” iría totalmente en contra de la enseñanza bíblica y sería
totalmente inaceptable. El fruncir el ceño y reprocharle diciendo “Estás involucrada en
un patrón de conducta pecaminoso. Debes arrepentirte y confesarlo. Regresa a tu
esposo y aprende a someterte”, poco o nada le ayudaría a satisfacer su necesidad real de
amor.
Equipado con una clara comprensión de su naturaleza personal y de su profunda
necesidad personal de amor, el consejero bíblico le diría, en una forma tranquila, firme
y muy cariñosa, “tienes razón en estar preocupada con tu necesidad de amor. Dios te
diseño con esa profunda necesidad y Él tiene la intención de que sea satisfecha. Nuestro
trabajo será el entender cómo planea Dios satisfacer tu necesidad de seguridad dentro de
los límites de Su voluntad revelada en relación al matrimonio y la moralidad. Si tú estás
dispuesta a creer que Dios te ama y desea lo mejor para ti, confiarás en Él lo suficiente
como para arrepentirte de tu conducta pecaminosa y volver a tu esposo. Echemos un
vistazo a lo que Dios quiere que tú seas como esposa y tratemos de entender cómo
satisfará Él tus necesidades a través de tu obediencia a Él”.
SATISFACIENDO LAS NECESIDADES DE SEGURIDAD
Necesitamos una clara comprensión de cómo es precisamente que Dios quiere
satisfacer nuestra necesidad de seguridad. Los cristianos no tienen dificultad alguna
para hablar acerca de la suficiencia de Cristo. Pero el depender totalmente de Él para
que satisfaga todas nuestras necesidades ya es otra cosa. Casi sin percibirlo, los
cristianos sinceros se van alejando de la confianza absoluta en el Señor y, aunque
continúan hablando de la suficiencia de Jesús, comienzan a volver su vista a otros – en
lugar de al Señor – para la satisfacción de sus necesidades personales. La premisa
radical de mi argumento es que literalmente nosotros no tenemos necesidad alguna
excepto del Señor y de lo que Él desee proporcionarnos. En un breve artículo que
analizaba la depresión, un psicólogo cristiano rechazaba esa premisa, asumiendo
implícitamente que la dependencia de otra persona para satisfacer las necesidades de
inseguridad es válida. Él señalaba que las personas depresivas son típicamente
personas dependientes cuyas necesidades de seguridad no están siendo satisfechas por
aquellos de quienes están dependiendo para su aceptación y amor. Cuando las
necesidades no son satisfechas, hay dolor. Cuando hay dolor, ira en contra de la fuente
de ese dolor (un deseo de lastimar al que me lastima) es usual y predecible. Pero la
persona dependiente no expresará su ira porque teme perder la poca aceptación que
pudiera haber. Sin embargo, la ira aún estará ahí, y como tiene que ser dirigida hacia
alguna parte, es re-dirigida hacia sí misma. El resultado es la depresión.
Yo no tengo disputa alguna con este razonamiento básico. Mi preocupación es
con la cura sugerida. Este autor sugiere que como el problema consiste en la ira dirigida
hacia adentro, la cura sería el dirigir la ira hacia afuera. Enséñese a la persona
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deprimida a expresar su ira de una manera aceptable. La expresión Paulina “Airaos y
no pequéis” es sugerida como el sello de aprobación bíblica para esa solución. Ahora
bien, es cierto que la ira expresada a través de esfuerzos bíblicamente dirigidos a la
corrección de una situación equivocada puede ser saludable y constructiva. Pero a mí
me parece que un problema central y de importancia crítica no es manejado en forma
directa con esta estrategia de consejería. El problema no es la ira; el verdadero culpable
(desde un punto de vista bíblico) es la dependencia en la persona equivocada. La
persona que está enojada con otro porque no la ama está suponiendo que necesita el
amor de esa persona para considerarse a sí misma como valiosa.
Por su puesto, es legítimo querer el amor de otra persona, y quererlo de tal
manera que su ausencia nos ocasione verdadero dolor y sufrimiento. Pero yo jamás
debo caer en la suposición de que yo necesito el amor de esa persona a fin de satisfacer
mi necesidad básica de seguridad. Si esa suposición es verdadera, entonces Dios no está
satisfaciendo las necesidades de Su hijo en ese momento. ¿Se ha demostrado alguna vez
que Dios no es fiel? La suposición de la persona deprimida está equivocada. No está en
contacto con la realidad de la existencia de Dios y de Su amor. Yo literalmente no
necesito de otro excepto de lo que Dios me permita tener. Pero, responderán algunos,
Dios no tiene nada qué ver con la libre decisión de la otra persona de rechazarme
pecaminosamente. Si bien es cierto que Dios jamás es el autor del pecado, esa objeción
introduce una objeción aterradora. Ahora resulta que no puedo confiar en Dios para
que ordene de tal manera mis circunstancias, a fin de que todas las cosas obren para mi
bien. Ahora resulta que hombres pecadores pueden frustrar el amoroso propósito de
Dios de proveer a todas mis necesidades. Ahora yo debo confiar en que las personas
que conforman mi mundo decidan cooperar con los planes de Dios, de lo contrario mi
necesidad de amor permanecerá insatisfecha. ¡Que horrible e impensable estado de
cosas!
Cuando yo comienzo a tener una idea, por débil que sea, de lo que es la
omnipotencia y la soberanía de Dios, entonces yo descanso. Dios satisfará todas mis
necesidades. Nadie puede detener Su amor o los planes de Su amor. Yo estoy en sus
manos y ahí descanso seguro. Cuando alguien a quien yo amo me rechaza, yo tal vez
responda con profunda preocupación y tristeza por la ruptura de una relación personal.
Pero si yo respondo con dolor personal, provocado por la amenaza a mi seguridad
básica; si el dolor me lleva a la ira y si en mi interior estoy diciendo, “Tú no has
satisfecho mis necesidades, y eso me hace sentirme furioso” es que estoy creyendo que a
fin de obtener satisfacción a mi necesidad persona de seguridad yo debo tener el amor
de esa persona, algo que por el momento el Señor no me ha proporcionado. Y esa es una
creencia falsa. O Dios me ha fallado o me ha cumplido. O está satisfaciendo mis
necesidades ahora mismo, o no lo está haciendo. El cristianismo demanda que yo crea
que Dios es fiel. Si yo realmente hubiese necesitado del amor de esa persona, el Señor se
habría preocupado de que yo lo hubiese tenido. Si no lo tengo es que no lo necesito,
aunque si ausencia pueda provocar sentimientos profundos de pérdida. (A menos de
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que tú creas con todo tu corazón que Dios realmente existe, este argumento es
totalmente irrelevante para ti). Cuando yo dependo de Dios para la satisfacción de mis
necesidades -- de mis verdaderas necesidades, y no de lo que yo crea que pueda
necesitar, entonces yo puedo responder al rechazo no con ira, sino con gratitud
deliberada en medio de mis tristezas. Y esa expresión de gratitud me será sincera.
Muchos dirán en este punto, “¿Estar agradecido por el rechazo que yo he
experimentado de parte de fulano? Tal vez podría llegar a decir ‘gracias’, pero
realmente no estaría hablando en serio”. Pero si mi mente está centrada en la
sorprendente verdad de que el Dios soberano del universo me ama, y se ha
comprometido a proveerme de todo lo que yo necesito, si realmente creo eso, entonces
yo sinceramente doblaré mis rodillas en gratitud al experimentar el rechazo de otros,
aunque tal vez lo haga con gran dificultad pero lo haré sinceramente. Y no lo haré
simplemente porque el amor de Dios me compense por el rechazo, sino porque el amor
de Dios puede obrar a través de ese rechazo.
Los cristianos a veces tenemos un punto de vista muy irreal en relación al amor
de Dios. Muchas veces es como si dijésemos, “yo voy a creer que tú me amas si puedo
hacer lo que yo quiera, decir lo que yo quiera, tener lo que yo quiera y ser lo que yo
quiera”. Dios no parecer ser un padre, sino un abuelo bonachón, bondadoso e
indulgente. Cuando algo va mal, pensamos que Dios ha dejado de amarnos, porque si
en verdad nos amara no habría permitido que sucediera lo que está sucediendo. Lo
cierto es que, para comenzar, Dios nunca no ha amado con esa clase de amor. Su amor
lucha incansablemente para darnos lo mejor, aunque nosotros con gusto nos
conformaríamos con menos. Dios está decidido a purificarme y a santificarme. Si bien es
cierto que yo ya he sido totalmente perdonado, y disfruto de la relación Padre -- hijo
con Él, la cual nunca cambiará, yo sigo siendo un ser manchado por el pecado. Pero
Dios me ama lo suficiente como para enderezarme, para limar aquellas partes ásperas
de mí, para seguirme esculpiendo hasta que la brillantez de Su Hijo se deje ver en mi
vida. A veces el proceso de santificación es doloroso. Cuando estoy experimentando
problemas en mi vida, y ansío el amor de Dios, a menudo lo que le pido es que atenúe
las circunstancias difíciles. Si yo entiendo el amor de Dios, sabré que en realidad le
estoy pidiendo que me ame menos. “Déjame tranquilo. Ya no quiero ser refinado a
través de la tribulación. Baja la intensidad del fuego de Tu amor que me está
moldeando en busca de la imagen de Cristo Jesús, pero que está causando tremendo
dolor. Acepta mi propuesta de conformarme con menos que lo mejor. Ámame menos.”
Pero Él no puede hacer esto, y no lo hará. El siempre buscará lo mejor para mí, y un día
me presentará puro y sin mancha. El proceso de limpieza es a veces difícil. Podría
incluir el rechazo de parte de los otros. Cuando eso llegue a pasar, yo debo creer por fe
que Dios me está mostrando Su amor a través de ese evento y debo responder con
gratitud, no por el rechazo específicamente, sino por la continua operación del amor de
Dios, que puede hacer que ese rechazo obre para bien mío.
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Job era un candidato para la depresión. Aunque él experimentó pruebas terribles
y sufrió la más profunda angustia en el alma, la crónica sugiere que él jamás
experimentó la clase de depresión que es producida por la ira que se siente para con el
mundo pero que se redirige hacia el interior. Y no obstante, su mundo se había
colapsado totalmente. Riqueza material, salud física y familia, ¡todo lo perdió! Expresar
la ira por las pérdidas, en lugar de guardarla en su interior, sería considerado un buen
consejo psicológico. Aunque Job experimentó la más profunda angustia en el alma, él
nunca se mostró resentido. Él no tenía que preocuparse acerca del manejo del problema
de la ira porque él reconoció que la cuestión central en la vida era la confianza –
dependencia total de Dios -- completa, simple, como la de un niño. Puesto que él no
dependía de nada ni de nadie excepto de Dios, él nunca se llenó de ira o enojo y, por lo
tanto, nunca sufrió de depresión.
El problema central con el consejo de expresar la ira como cura para la depresión
fue involuntariamente señalado por la esposa de Job. Reconociendo que Dios es
soberano, ella se daba perfecta cuenta de que Dios estaba en total autoridad sobre todo
lo que pasaba, incluyendo la actividad de Satanás, (y por su puesto de todas las cosas
que él apoya, como el adulterio, los insultos, un desprecio de parte de alguna persona
de la iglesia). Ella animó a Job a expresar su ira y supuso, correctamente, que en el
análisis final, la ira por el dolor que se nos cause o por las pérdidas personales siempre
va dirigida hacia Dios, quien es el que permite que ocurran estas cosas tan terribles. Sus
palabras “Maldice a Dios y muérete” reflejan el error básico del consejo de expresar la
ira. La ira es al final de todo, ira en contra de Dios por permitir que esto me aconteciese
a mí. No bastará que digamos (como a menudo he oído decir), “Yo no estoy enojado con
Dios, simplemente estoy muy enojada con mi esposo por la manera en que me trata”.
Pero ya no hay nadie a quién culpar más allá de Dios. Y como Él es soberano, yo debo
agradecerle o culparle por lo que me aconteció a mí. Si yo pudiera expresar ira por el
pecado de aquel que me rechaza sin ser personalmente amenazado o lastimado por el pecado,
la ira sería justa. Pero, por definición, la persona deprimida ya lo ha tomado de manera
personal (es decir, “él no me ama, y eso me hace enojar porque yo necesito su amor” o a
mis hijos, o al dinero, o lo que sea).
Aunque habría requerido de fe del tipo de la que mueve montañas para que Job
hubiese dicho “gracias a Dios” en medio de todos sus problemas, yo me inclino a
pensar que él fácilmente podía agradecer a Dios por todo lo que pasó, al contemplar en
forma retrospectiva el maravilloso y amoroso propósito de Dios tras todas sus
dificultades. El libro de Job es una ilustración viva de la verdad de Romano 8:28, “Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados” ¿Cuál es su propósito? Yo fui escogido en él
(Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuese santo y sin mancha delante de
él (Efesios 1:4) Y ahora, con las promesas de Dios y las ilustraciones de esas promesas
ante mis ojos en las Escrituras, yo debo andar por fe y agradecer a Dios todas las
pruebas que vengan en mi vida, incluyendo esos dolorosos momentos en los que me
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rechazan las personas a quienes yo amo. Yo puedo hacer esto siendo muy estricto al
limitar mi dependencia solamente a la persona de Dios.
El que yo restrinja mi dependencia a la persona de Dios no reduce al mínimo la
importancia y la deseabilidad de las relaciones humanas. Es correcto y normal que yo
derive un hermoso sentimiento de seguridad del amor y del compañerismo de mi
cónyuge, o de mis amigos, o de mis hermanos y hermanas en Cristo. Cuando Dios me
bendice con el amor de otras personas, yo debo responder con gratitud disfrutando su
amor y gozándome en la seguridad que ello me produce. Pero yo debo estar
perfectamente conciente de que mi más profunda preocupación por mi necesidad de
seguridad ya está siendo satisfecha, y siempre lo será, por el eterno e inmutable Dios de
amor. Si los amados se alejan de mí, si me encuentro en una situación en la que el dulce
compañerismo no está a mi alcance, yo debo creer firmemente que la ruta bíblica hacia
la satisfacción de mis necesidades consiste en reconocer que el Dios soberano del
universo me ama. Él es todo lo que yo necesito porque Él arreglará mi mundo hasta el
más pequeño detalle (para creer en esto es necesario creer en un Dios muy grande), de
manera tal que mis necesidades más fundamentales serán satisfechas si yo confío en Él.
Por lo tanto, sea lo que sea que me acontezca, insultos, pérdida de amor, rechazo,
desprecios, no ser invitado a ciertos eventos sociales, etcétera. Yo debo responder con la
respuesta racional y confiada de la gratitud.
La mayor parte de nosotros, no obstante, respondemos en forma “automática”
con ira a las circunstancias frustrantes o dolorosas. Yo no estoy sugiriendo que
reprimamos nuestra ira, que pretendamos que no existe, que obliguemos a venir a
nuestros labios las palabras “gracias Señor” en un esfuerzo por demostrar cuánto
confiamos en Él. A menudo las personas disfrazan su resentimiento porque ellos
consideran esos sentimientos como poco dignos de un cristiano. Es claro, no son dignos
de un cristiano. Pero el ocultarlos solamente va a complicar el problema. Hay una
diferencia entre reconocer personalmente y aceptar que estamos enojados, y darle salida
a través de un ataque de ira. Lo primero es necesario. Lo segundo es pecaminoso. La
persona deprimida debe manejar su ira no atacando con resentimiento la fuente de su
dolor o sufrimiento, sino (después de reconocer plenamente la ira experimentada y
confesarla como el pecado que consiste en depender de la persona equivocada)
agradeciendo a Dios por el evento que disparó esa ira, creyendo que Dios está
proveyendo amorosamente en cada circunstancia en mi vida aquello que justamente es
necesario para mi crecimiento espiritual, en la ruta de ser cada día más como Cristo.
¿Maldice a Dios y muérete? ¿Seguir dependiendo de otros para la satisfacción de mis
necesidades de seguridad? ¿Confrontar tu ira expresándola en un ataque abierto?
¿Nunca llegar a ser una persona segura en el amor de Dios, morir como persona,
permanecer sin ser amado? No! No maldigas a Dios y mueras. Agradece a Dios y vive.
Descansa en la seguridad del amor de Dios. Sé profundamente seguro como una
persona que depende enteramente de Dios y de nadie más, confiando en Él aunque te
matare. Él siempre desea lo mejor para nosotros. Agradece a Dios y vive esa vida plena,
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rica, personalmente satisfactoria, de la persona cuyas profundas necesidades de
seguridad están satisfechas en la persona de Jesucristo.
Permítanme ilustrar el punto con un incidente personal algo trivial. Hace como
un año fuimos como familia a pasar un fin de semana a Disney World. Empacamos el
auto, iniciamos el viaje, nos detuvimos en las huertas de naranja a los lados del camino
a comprar jugo de naranja recién exprimida; el viaje duraría unas tres horas y media, y
todos estábamos sintiéndonos de primera. Nuestros dos niños (por esas fechas tenían
tres y cinco años de edad) estaban tremendamente emocionados, mi esposa era todo
sonrisas, y yo estaba rebosante de felicidad por lo que anticipaba que sería nuestro fin
de semana en familia. Quince minutos después de haber salido de casa tuvimos
problemas con una llanta. En lo que espero que cada día sea una conducta menos típica
de mí, reaccioné con furiosa impaciencia, deteniendo impetuosamente el auto a un lado
de la supercarretera, azotando la puerta al salir y luego jaloneando la tapa de la cajuela
para sacar gato, cruceta y llanta de refacción. Mi esposa rápidamente me sirvió una taza
del jugo de naranja que traía en el termo para tratar de que descendiese mi temperatura
emocional. Me tomé el jugo de un solo trago y, con un gruñido, permanecí en el punto
de ebullición. De repente percibí claramente la situación. En ese momento yo no estaba
amando a mi esposa como Cristo amó a la iglesia (en realidad ni si quiera estaba
acercándome al estándar), ni tampoco estaba criando a mis hijos en la disciplina y la
amonestación del Señor. Yo era culpable de la comisión de tremendos pecados en
contra de los cuales yo a menudo había aconsejado, condenándolos y aún había
predicado en contra de ellos. Y no obstante, aún cuando me daba perfecta cuenta de
ello, me sentía atrapado por mi ira. Mi problema en ese momento no era tanto la
dirección que tomaba mi ira sino la presencia de ella. En pocas palabras, yo estaba
sumamente enojado por lo que había pasado. No me estaban saliendo las cosas como yo
quería. Expresar mi irritación es “formas aceptables y saludables” no parecía ser la
solución. Mi meta era echar fuera de mí esa ira, pero el gritar, darle de patadas a la
llanta y azotar la cajuela no parecía ayudarme en nada para la consecución de esa meta.
De hecho, estaban produciendo el efecto opuesto. Una segunda alternativa, tratar de
sonreír forzadamente, parecía totalmente imposible y, en el mejor de los casos, sería
sumamente hipócrita. Yo quería deshacerme de mi ira y gozar de una calma interna real
y profunda. ¿Cómo lograrlo?
Las palabras de Pablo en Efesios 5:20 resonaban en mi mente, “Dando siempre
gracias por todo” ¿Por una llanta ponchada? Pero a mí no me agradan las llantas
ponchadas, y no puedo encontrar ningún beneficio al hecho de tener una. Para acabar
de complicar las cosas me di cuenta de que mi llanta ponchada se había arruinado
completamente. Poco a poco mi mente fue centrándose en el pensamiento de que el
Dios que es soberano y omnipotente pudo haber evitado aquel inconveniente. También
comencé a pensar con gran intensidad que este Dios todopoderoso me ama con un
amor perfecto y eterno. Si yo realmente creía estas cosas y hacía que mi mente pensase
en ellas (lograr que tu mente se centre en las verdades bíblicas en medio de las
54
frustraciones constituye la mayor parte de la batalla), entonces, creyendo que todas las
cosas deben obrar en su conjunto para bien, yo tenía una base racional para dar gracias
a Dios por la llanta ponchada. Yo no me sentía con ganas de dar gracias. Pero los hechos
eran suficiente base para el comportamiento de dar gracias como una expresión de una fe
lógica y racional. (Por favor, observe usted el orden. Comience con los hechos. Por fe,
actúe con base en ellos. Los sentimientos vendrán a continuación)
Yo seguí pensando -- mientras aún me encontraba trabajando junto a mi llanta
desinflada a un lado de la supercarretera -- y considerando la abrumadora y
consoladora verdad de que nada puede jamás sucederme, que mi amante y poderoso
Padre no haya permitido. El que entregó libremente a su Hijo por mí, no me escatimará
ninguna buena cosa, inclusive una llanta ponchada. A fin de apreciar realmente la clase
de “buena cosa” que es, inclusive, una llanta ponchada, vino a ser inmediatamente
aparente que mi vida debe dedicarse completamente a los propósitos de Dios. Una
llanta ponchada de ninguna manera vendría a ser algo bueno si mis prioridades
consistían en metas personales egoístamente determinadas, como el llegar a cierta hora
a Disney World, con una suma determinada en mi cartera. Esta observación me sugirió
un principio general: Siempre que tengo dificultad para dar gracias por algo que me ha
acontecido en mi mundo, es muy posible que mi meta sea en ese momento algo muy
diferente a conformarme a la imagen de Cristo. Si yo he cedido a Cristo todos mis
derechos respecto a lo que yo pueda desear, y he fijado mi voluntad en el vivir para Su
propósito (lo cual me produce significado), estoy en la posición para dar gracias a Dios,
racionalmente, por todas las cosas, porque descanso seguro en el conocimiento de que
cualquier cosa que acontezca puede convertirse en una experiencia de desarrollo
espiritual para mí. Otro principio que también viene a ser obvio es el siguiente: No
importa tanto lo que me pase a mí, lo realmente importante es cómo reacciono ante lo
que sucede. Si yo respondo con ira, porque equivocadamente piense que mis
necesidades se ven amenazadas o porque mis metas han sido definidas en una forma
egoísta, corro el riesgo de caer en la depresión o en el resentimiento. Si yo respondo con
gratitud, aceptando humildemente todo lo que Dios provee, me asemejo más a Aquel
que se sujetó a manos de hombres perversos porque Él se deleitaba en hacer la voluntad
de Su Padre, descansando seguro en una relación que jamás fallaría.
Aunque es una grande y maravillosa verdad la de que Dios nos ama, la cual
satisface nuestras necesidades, es difícil para cada uno de nosotros el echar mano y
apropiarnos de la realidad del amor de una Persona invisible. Jesús nos ordenó el
amarnos unos a otros (Juan 15:12), a fin de mostrar la verdadera imagen de unidad y
comunidad. El entrar en la plenitud del amor de Dios es un proceso de desarrollo que
Dios pretende sea estimulado y nutrido en el amoroso compañerismo de la iglesia local.
Por cierto que yo de ninguna manera estoy sugiriendo el hecho de que, puesto que Dios
me ama, yo puedo convertirme en un ermitaño, sin perder algo hermoso y maravilloso.
En cierto sentido nos necesitamos los unos a los otros. En mi propia experiencia
personal, yo encuentro en el compañerismo cristiano (compartir abiertamente con otros
55
cristianos una conversación sobre temas centrados en la persona de Jesucristo, pasar un
rato alegre, hablar de problemas, compartir nuevas lecciones aprendidas de las
Escrituras) una fuente vital de estímulo. ¿Lo necesito? Sí, y por lo tanto, Dios me lo ha
proporcionado. Si alguna vez yo no pudiese disfrutar del compañerismo cristiano, por
no estar éste disponible a mí, yo creo (aunque necesitaría mucha gracia para implantar
en mi mente esta creencia) que Cristo solamente sería suficiente para satisfacer mis
necesidades personales manteniendo así mi integridad psicológica.
Nosotros no debemos pensar que porque el amor de Dios es suficiente somos
libres de la responsabilidad de amarnos unos a los otros en forma genuina y generosa.
Todo lo contrario. Si yo he sido salvo por Su gracia, ahora es mi privilegio y mi
responsabilidad el ser un vehículo a través del cual Dios pueda mostrar Su amor por ti.
Las iglesias a veces son lugares muy fríos. El calor se limita a una sonrisa congelada y a
un “¿Cómo está usted hoy?” Dios nunca tuvo el propósito de que fuera así. Las
personas necesitan amor. Y Él ha diseñado el amoroso compañerismo de los creyentes
como la manera de demostrar, en forma visible, Su amor unos para con otros y para con
el mundo. Al igual que con las necesidades de significado, la iglesia cristiana local es el
instrumento primario de Dios para satisfacer nuestras necesidades de seguridad.
RESUMEN
Si vamos a entender los problemas de las personas, necesitamos encontrar bajo
los síntomas las verdaderas necesidades personales de seres hechos la imagen personal
de Dios. A fin de comprender bien a las personas, necesitamos reconocer que los seres
humanos necesitamos considerarnos a nosotros mismos como valiosos. A fin de
lograrlo, necesitamos tener verdadero significado y verdadera seguridad. Aunque la
mayoría de las personas en nuestro mundo se conforman con una imitación más o
menos satisfactoria como base para la satisfacción de estas necesidades, estas solo
pueden ser final y plenamente satisfechas en Cristo Jesús. La cosa realmente crítica es la
de considerar esta verdad no simplemente como “lenguaje de iglesia” sino como una
urgente realidad que hace la gran diferencia en la gente entre estar llenos o estar vacíos,
descontentos o profundamente satisfechos, para luego desarrollar los recursos de la
iglesia local (ejercicio de dones y verdadero compañerismo) para responder a estas
necesidades.
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DONDE LOS PROBLEMAS SE INICIAN
Uno de los asuntos más discutidos en la psicología tiene que ver con el papel que
juega el pensamiento en la determinación de la conducta. Todos parecen estar de
acuerdo en que las personas piensan y que de alguna manera lo que piensan es
importante; pero abundan los diversos puntos de vista respecto a qué tan importante es
el pensamiento de las personas y qué es lo que las hace pensar en determinadas formas.
Permítanme justificar la discusión semi-técnica que sigue acerca del proceso de
pensamiento (la palabra “percepción” podría ser más exacta para referirse al concepto
que estoy discutiendo), diciendo que yo creo que las Escrituras enseñan que el punto de
origen de todos los problemas emocionales que no tienen causas orgánicas es un
problema de pensamiento, una convicción equivocada acerca de cómo pueden
satisfacerse las necesidades personales. A fin de entender adecuadamente los problemas
en los que las personas se meten, es imperativo que consideremos algunas ideas acerca
de cómo piensa la gente.
Freud hablaba acerca de un proceso de pensamiento primario. Él se refería a la
clase de pensamiento que se adecuaba al principio del placer (experimenta placer a
cualquier costo) sin consideración alguna para el principio de la realidad (lo que
realmente existe). Si el pecho de la madre le es negado al bebé, el proceso secundario o
pensamiento realista admitiría el retraso, luego intentaría reducirlo o, si eso no era
posible, lo aceptaría. El proceso de pensamiento primario llevaría a la alucinante
experiencia de disfrutar lo que realmente no estaba ahí, lo que no existía. De continuar
el proceso de pensamiento primario, llevaría a la persona a su propio mundo privado e
irreal en el que la gratificación que no esta disponible en la realidad, está a la
disposición del demandante, en el momento en que la desee, a través de la fantasía. El
elemento que yo quiero subrayar aquí es el de que las personas son capaces de tratar de
satisfacer sus necesidades en formas no razonables. Su mundo de pensamiento
comienza a incluir creencias e ideas que no se sujetan a la realidad pero que ellos
perciben les llevarán a la satisfacción de necesidades.
Rogers nos llevó diez pasos atrás al reducir al mínimo la importancia de lo que
las personas piensan centrándose solamente en sus sentimientos. La frase “problema
emocional” refleja el énfasis que se da al mundo de los sentimientos de una persona.
Rogers no cree que, a fin de ayudar a una persona que tiene problemas, uno no necesite
57
hacer más que ayudarle a asimilar sus sentimientos (y Rogers se refiere literalmente a
las reacciones viscerales, no a lo cognoscitivo). Cuando una persona bien intencionada
pero no preparada trata de aconsejar, lo primero que hace es preguntar al aconsejado
“¿Cómo te sientes?”. La pregunta está bien pero, qué va a hacer usted con la respuesta:
“Me siento de la ‘patada‘.” Los consejeros del tipo Rogeriano responderían diciendo “Te
sientes muy mal en este momento, ¿No es así” Cuando el cliente dice: “Sí, me siento
muy mal. ¿Me puedes ayudar?”, el consejero Rogeriano, consistente con su filosofía del
“espejo”, en la que él solo es el reflejo, respondería: “Tú esperas que yo pueda serte de
alguna ayuda”. Yo sé de un Rogeriano de pura cepa que al actuar como consejero
académico a estudiantes de postgrado, cuando el estudiante le hace una pregunta
respecto de algún curso a tomar a fin de poder redondear su horario, ha respondido
diciendo “Tú estás preocupado acerca de qué cursos deberías de tomar a fin de cumplir
los requisitos de la graduación”
Yo estoy fuertemente opuesto a los consejeros cristianos que se rehúsan a dar a
Rogers crédito alguno. No hay nada de malo, y a veces hay mucho de bueno, en tratar
de reflejar los sentimientos de un cliente, haciéndolo de una manera cálida y sensible, a
fin de entenderlo y (a menudo tan importante como que el consejero lo entienda)
ayudarlo a sentirse comprendido. El problema con Rogers no es tanto con lo que hace
sino con lo que no hace. Cuando yo le llevo mi auto al mecánico y le digo que los frenos
no funcionan, supongo que me agradaría mucho si el dijera: “Vaya, eso sí que está serio.
Le apuesto que usted está preocupado” Pero luego, si yo le pido que me los arregle, y él
cariñosamente pone su mano sobre mi hombre, sonríe y me dice: “Usted realmente se
siente ansioso acerca de este problema de los frenos y quiere que se los arregle”
supongo que mi agradable sorpresa se tornaría en incredulidad y frustración. Yo
necesito su comprensión conceptual del problema y la aplicación de sus habilidades
para la reparación de los frenos de mi auto. Su preocupación e interés son grandemente
apreciados, pero no son suficientes. ¿Por qué? Porque el auto está fabricado con base en
un plan racional (aunque cuando uno le levanta la cubierta del motor uno siente fuertes
sospechas de que esta suposición sea correcta), y a fin de repararlo se necesita el
conocimiento y la comprensión de ese plan.
Creo que es bastante claro que la mayor parte de las cosas son producto de algún
diseño, o al menos funcionan con cierta consistencia y regularidad (aunque ésta no esté
especificada). Las cosas no parecen suceder simplemente por azar. Cuando yo siento un
dolor en el pecho, yo supongo que no es una ocurrencia azarosa, que no tiene causa ni
tampoco solución. Es posible que mi médico no pueda diagnosticar la causa, o sea
incapaz de darme la solución correcta pero él supone, y con él toda la ciencia médica,
que hay una causa. Francis Schaeffer ha señalado que la ciencia moderna fue fundada
en la suposición de que hay una ley discernible y predecible en la naturaleza. Yo quiero
más que la mera simpatía de mi médico. Yo quiero que identifique la verdadera causa
de mi problema y que de una manera lógica y científica prediga (con base de la
58
regularidad previamente observada) qué tratamiento funcionará. Yo no supongo, y en
realidad nadie lo hace, que mi síntoma físico sea una ocurrencia meramente al azar.
No hay ninguna razón a priori para suponer que los síntomas psicológicos
(comportamientos inadecuados, temores irracionales, etc) operen de una manera
diferente a los físicos; si en los físicos se habla de diseño, en los psicológicos tenemos
que hacerlo igualmente. En un momento dado, el consejero necesita proporcionar
información respecto de las reglas que gobiernan la vida psicológica eficaz. Pero Rogers
nos haría animar a los pacientes a moverse en cualquier dirección en que los llevaran
sus “sentimientos”. El suponer, como lo hacen los Rogerianos, que no hay leyes
externas que sean aplicables universalmente, mismas que las personas deben obedecer
si es que van a disfrutar la salud personal (en oposición a la salud física) requiere que
uno considere el funcionamiento personal como algo que es totalmente diferente a todo
lo demás que hay en la naturaleza. El punto que yo deseo enfatizar es el de que es
razonable suponer que hay una verdad externa a la cual las personas se deben
conformar si es que han de experimentar un funcionamiento psicológico eficaz.
Permítanme repetir lo dos puntos desarrollados hasta ahora. Primero, las
personas son capaces de dejar atrás la realidad en sus esfuerzos por satisfacer sus
necesidades personales. Segundo, hay una realidad definida que existe y a la cual las
personas deben conformarse si es que van a satisfacer sus necesidades.
La siguiente observación se refiere a la discusión de cómo lo que pensamos afecta
lo que sentimos y lo que hacemos. Los teóricos radicales del comportamiento vacían el
pensamiento de cualquier sustancia y hablan estrictamente en términos de estímulos
externos y respuestas externas. Como ustedes recordarán de nuestra discusión en el
tercer capítulo, Skinner enseña que el hombre es emocional y racionalmente hablando,
un “cero” y que nada que tenga significado causal ocurre dentro de las mentes de las
personas. Él sostiene que lo que una persona hace puede ser explicado totalmente a
través de las fuerzas (y la historia de esas fuerzas) que chocan con esa persona. En una
fascinante revisión de los experimentos al respecto, Don Dulany ha reunido suficiente
evidencia para demostrar que la manera en la que una persona interpreta su mundo, lo
que cree que existe en ese mundo, y los valores que él asigna a los diversos elementos
de su mundo, influyen y de hecho controlan su comportamiento. Él ha dado forma a
sus pensamientos en lo que ha llamado “la teoría del control proposicional”. Las
proposiciones que una persona considere en su mente, es decir, las frases que él se diga
a sí mismo, controlan en forma directa lo que él eventualmente haga. Albert Ellis ha
llevado el argumento un paso más allá y establece que en realidad las frases internas de
una persona (o sea la conversación que tiene lugar en su mente, que es lo que el
pensamiento es finalmente) no solamente controlan su comportamiento, sino que
controlan asimismo sus sentimientos. La manera en la que una persona evalúa un
evento dado (es terrible, es agradable, etc) determina la manera en la que esa persona
reaccionará emocionalmente a ese evento. Por ejemplo, si una persona amada (Persona
“A”) muere, la persona que continua viviendo (Persona “B”) se duele. ¿Qué es lo que
59
causa el dolor? La mayoría de nosotros diría, “Fue la muerte de la persona “A” lo que
hizo que la persona “B” se entristeciera”. Supongamos ahora que esta persona “A”
muere, pero que la Persona “B” no la quería sino que la despreciaba. Ahora el mismo
evento (la muerte de la persona “A”) produce una respuesta de sentimientos positivos,
porque la persona “B” evalúa (se dice a sí mismo frases diferentes) el evento en forma
diferente. En otras palabras, el evento no controla el sentimiento; es la evaluación del
evento la que lo controla. Ellis llama a esto la Teoría A-B-C de la Emoción: A. (lo que te
acontece) no controla a “C” (cómo te sientes); B) lo que te dices a ti mismo acerca de A)
es de hecho responsable en forma directa de C (cómo te sientes)
Aunque las discusiones aún siguen vivas, hay suficiente evidencia psicológica
para fundamentar este tercer punto que deseo expresar: la manera en la que una
persona piensa tiene mucho qué ver con lo que esa persona hace y con la manera en la
que se siente.
La palabra de Dios, la autoridad final del cristiano, apoya la creencia de que los
psicólogos tienen razón cuando enfatizan la importancia del pensamiento. “Porque cual
es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7). En Romanos 12:2 Pablo
ruega que no nos conformemos a este mundo (una realidad que no es, una falsedad)
sino que seamos transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento.
Observe lo que esto implica. (1) Es posible que en mi vida de pensamiento yo crea en
realidad inexistente, una falsedad. (2) Existe una verdadera realidad a la que yo debo
conformarme. (3) Si voy a vivir una vida ordenada y correcta delante de Dios, es
necesario que piense pensamientos correctos. En Efesios 4:17 Pablo dice, “Esto, pues,
digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la
vanidad de su mente. “Luego, en el verso 18 él añade que el entendimiento de ellos está
entenebrecido (oscurecido). El pensar en forma equivocada nos lleva a caminar en
forma equivocada (tanto en la esfera del sentimiento como en la de la conducta). Las
Escrituras abundan en referencias a la importancia de pensar en la forma correcta. Es
obvio, o al menos así lo parece, que lo que nosotros pensemos es tremendamente
importante.
Permítanme resumir lo que hasta ahora se ha dicho, sólo que invertiré el orden de
los puntos para presentarlos en una manera más lógica.
(1) Lo que yo pienso tiene una influencia definitiva en lo que yo hago y en la manera
como me siento
(2) Existe una verdadera realidad acerca de la cual debo tener conciencia (pensar en
ella, creerla) y conforme a la cual debo modelar mi conducta, si es que voy a
disfrutar de un sentimiento de bienestar personal y de una vida eficaz.
(3) Es posible llegar a creer en algo que no es (una realidad inexistente), y llegar a
comportarme, por tanto, y a sentirme en formas que traerán como resultado el
que mis necesidades no sean satisfechas.
60
El tema de este capítulo puede expresarse en una oración. Los problemas personales
se originan en una creencia equivocada que lleva a conductas y sentimientos que nos
niegan la satisfacción a nuestras profundas necesidades personales. Piensa acerca de la
tentación de Eva. Dios dijo que un cierto comportamiento estaba prohibido. Imagínate
un círculo y considéralo como el mundo que el Señor diseño para Eva. Comer del fruto
del árbol prohibido constituía un acto fuera del círculo. Lo esencial de la tentación de
Satanás consistió en animar a Eva a decirse frases falsas a sí misma, a creer en algo que
no era cierto, que era falso: “Mis necesidades personales pueden ser satisfechas mejor,
seré más valiosa, si salgo de los límites del círculo”. Hasta que no comiera realmente del
fruto prohibido, ella tendría un resentimiento muy natural en contra de los límites del
círculo porque ella creía que sus necesidades podían ser mejor satisfechas fuera del
círculo. De manera que ella comenzó a experimentar el problema del resentimiento. Tan
luego y abandonó el círculo de la obediencia (a lo cual le llevó su pensamiento
equivocado) ella violó el estándar de un Dios Santo, quien tenía derecho a su obediencia
y, por lo tanto, ella comenzó a experimentar el problema de la culpa.
Los problemas de resentimiento, culpa y ansiedad parecen ser los tres problemas
principales que subyacen a todo desorden en los problemas personales, y ellos existen
porque nosotros damos lugar a pensamientos incorrectos. (Véase el diagrama 1, en la
página 58))
Nosotros creemos que lo que Dios ha provisto no es lo mejor, sea que estemos
hablando de padres ásperos, una esposa fría e indiferente, un esposo poco amoroso, de
enfermedades, etc. Nosotros resentimos aquello que Dios nos ha dado. Cuando
desobedecemos a Dios a fin de hacernos aquello que Él no nos ha concedido
(divorciarme de un cónyuge desagradable, por ejemplo), estamos en una condición de
culpa. Cuando las cosas de nuestra vida van como nosotros las queremos y estamos
dependiendo de ellas para ser felices, nos preocupa el que mañana o pasado puedan
llegar a faltarnos, que las cosas se pongan mal, y comenzamos a sufrir ansiedad. Todo
tiene su origen en pensamientos equivocados acerca de cómo satisfacer nuestras
necesidades; ello nos lleva a comportamiento pecaminoso (en donde el problema es de
culpa), o a sentimientos pecaminosos (en donde el problema es resentimiento o
ansiedad). La personalidad humana no puede funcionar eficazmente cuando el
resentimiento, la culpa o la ansiedad están presentes. A fin de librar a la persona de
estos problemas, y hacerlo de una manera permanente, será necesario identificar y
corregir los pensamientos equivocados, porque ellos son los que han provocado los
problemas, ya que se han conformado a una manera errónea respecto a cómo satisfacer
las necesidades personales. Y el lograr esto es parte sustancial del trabajo del consejero.
61
Diagrama 1: Las tres raíces de los problemas emocionales
El círculo representa el mundo en el que vivo. A mí me gusta B, (por ejemplo, el
dinero), pero estoy dependiendo de tenerlo a fin de satisfacer mis necesidades.
Como yo no puedo controlar totalmente el si tendré o no “B” mañana, estoy
ansioso. Yo odio el #2 (por ejemplo, un esposo poco cariñoso), y me rehúso a
aceptarlo como la amorosa provisión de Dios porque yo equivocadamente creo que
necesito algo más a fin de ser más valiosa. Por tanto, estoy resentida. Yo creo que
necesito a Y (por ejemplo, otra mujer), de manera que me salgo del círculo de la
provisión de Dios a fin de obtenerla. Luego, siento culpa. La cura básica consiste en
aprender a estar contento con cualquier que sea el círculo en el que Dios me ha
colocado.
62
8
DESENREDANDO LOS HILOS
ENREDADOS
Hasta este momento he desarrollado el concepto de que las personas tienen
necesidades y he discutido unos cuantos conceptos básicos acerca del pensamiento. Mi
propósito en este capítulo es el ver cómo un consejero, armado con estas ideas
fundamentales, puede entender el confuso conjunto de problemas que lo confrontan en
su oficina.
Una madre se lamenta: “Yo amo a mi hija, pero pierdo la paciencia con ella. A
veces las cosas se ponen tan feas que le pego realmente fuerte porque ya estoy
enfurecida. Sé que está mal. El pastor ya me lo ha dicho y me insiste que debo dejar de
hacerlo. Pero aún lo sigo haciendo. Me siento muy mal al respecto.” Un consejero
bíblico comenzaría por decirse a sí mismo mientras escucha aturdida una madre de
familia: “Ella tiene una profunda necesidad de considerarse a sí misma como valiosa. A
fin de satisfacer esa necesidad, le es necesario satisfacer las otras dos sub-necesidades de
significado y seguridad. De alguna manera ella está pensando en forma equivocada
respecto a cómo satisfacer estas necesidades; está dependiendo de las cosas
equivocadas. Ya sé todo eso. Y ahora ¿qué voy a hacer?” La tarea de este capítulo
consiste en llenar los huecos que han quedado entre las premisas y los problemas. El
llenar este hueco requiere primeramente un poco de discusión respecto al desarrollo de
la infancia temprana. En medio de los encantos del “presente radical” que considera
una excursión hacia la historia del desarrollo tan poco necesaria (pero a veces igual de
larga) como los cuarenta años de Israel en el desierto, la investigación de los
componentes genéticos de los problemas personales puede parecer contraria al modelo
bíblico. La mayor parte de nosotros estamos totalmente desilusionados con la
extensísima y tradicional jornada de la terapia hacia la infancia, buscando las fijaciones
infantiles inconscientes que constituyen la calve para nuestros problemas adultos. Los
científicos de la conducta, los de la corriente de la Gestalt, terapistas de la realidad,
Rogerianos, Existencialistas, Mowrerianos, consejeros noutéticos y otros, han
argumentado consistentemente en contra de la tesis psicoanalítica ortodoxa de que sin
un estudio detallado del contenido histórico (que se presume está cargando con
emoción negativa y que está reprimido en el inconsciente), no se podrán lograr cambios
de personalidad significativos. Las Escrituras abundan con referencias a la liberadora
63
verdad que ya no somos esclavos de nuestro pasado; somos esclavos de Cristo, quien
nos ha libertado de las cadenas de una naturaleza pecaminosa. El Señor es
maravillosamente capaz de revolucionar vidas. Él tomó al agresivo e impetuoso Pedro y
lo transformó (hasta donde nosotros sabemos, sin tener que analizar su infancia) en el
aún asertivo pero ahora paciente figura paternal que se evidencia en sus dos epístolas.
El apóstol Juan fue otra notable transformación; de un vengativo (Lucas 9:54),
exclusivista (Lucas 9:49) y ambicioso (Mateo 20:21) individuo, fue convertido en el
gentil apóstol del amor. El cambio de personalidad fue logrado a través del tiempo que
él pasó con Cristo Jesús. La lista de patrones de personalidad pecaminosa que se
registra en 1ª a los Corintios 6:9 y 10 es larga y deprimente. Y Pablo señala, “Y esto érais
algunos” -– tiempo pasado. Aquellas gentes habían cambiado. ¿Cómo? Al venir al
Salvador y hacerse de Su poder para conformarse a Su imagen. Incontables testimonios
podrían darse de parte de borrachos, mentirosos, engañadores, esposos
temperamentales, etc, afirmando la realidad del magnífico poder de Dios para cambiar
una personalidad de manera profunda.
El consejero bíblico entrará a la relación de consejería con una firme convicción
de estas emocionantes verdades. Pero él querrá algo más. Él deseará comprender con
precisión cuál es el problema que está impidiendo a su cliente el experimentar el poder
transformador de Dios. Él sabe que la transformación viene a través de la renovación de
la mente y mediante la consideración de pensamientos correctos que se fundan en la
realidad de Dios. Él necesitará saber con exactitud qué es lo que está pensando el
cliente, pues eso es lo que lo está metiendo en problemas. Y a fin de entender lo que un
cliente está pensando ahora, a menudo es útil entender la forma en la que las personas
aprender a pensar pensamiento específicos acerca de cómo pueden ser satisfechas sus
necesidades. La historia viene a ser importante cuando nos ayuda a entender el
presente; o dicho en forma más precisa, los pensamientos presentes que están
equivocados y que están originando los problemas de conducta o de sentimiento.
En los primeros años de su vida, los niños desarrollan una impresión o concepto
general del mundo, en particular del mundo constituido por las personas. Las personas
son buenas. Las personas lastiman. Las personas aman. Las personas ignoran. AL irse
desarrollando el lenguaje, estas impresiones generalizadas –- que ya se tienen pero que
aún no se han podido expresar por la falta del lenguaje –- comienzan a vestirse con
palabras y así se desarrollan pensamientos o creencias. El mundo es percibido de una
manera más bien global y no diferenciada. Se percibe a todas las personas como
poseyendo atributos similares a los de los adultos que son importantes en la vida del
niño. Es en este mundo de gente, como él lo percibe, que el niño que va creciendo debe
aprender alguna manera de satisfacer sus profundas necesidades de significado y
seguridad. Proverbios 22:15 enseña que “… la necedad está ligada en el corazón del
muchacho.” Los niños estarán buscando en forma natural las maneras de satisfacer sus
necesidades sin tener que volverse Dios. Eso es una necedad. No hay maneras como
ésas. Pero los niños son necios e imprudentes. No hay ninguno que busque a Dios; ni
64
los tuyos ni los míos. Los niños dan por cierta la mentira de Satanás a Eva en el sentido
de que “tu puedes satisfacer mucho mejor tus necesidades actuando por tu cuenta;
determina tu propio curso de acción; preocúpate de ti mismo; insiste en que las cosas
sean como tu quieres si quieres ser feliz”. La naturaleza pecaminosa está produciendo
su efecto mortal en la mente de los niños desde el momento en que nacen. El
comportamiento de los niños revela su manera de pensar: “Yo estaré satisfecho sólo si
tú brincas cuando yo grite”. Al convertirse el niño en un pre-escolar, y al llegar después
a la edad de la escuela primaria, su mente está dando forma a suposiciones respecto a
cómo puede satisfacer mejor sus necesidades a fin de considerarse a sí mismo como
valioso: “Si tengo la bicicleta más padre de toda la cuadra, si puedo lograr que mamá
me dé más atención que a mi hermano, si puedo ganar el juego de damas, etc.” El caso
parece ser que conforme va pasando el tiempo, toda persona desarrolla una creencia
operacional básica y general que gobierna su comportamiento. Adler llama a esto una
ficción guía, o funcional, una creencia acerca de cómo compensar de la mejor manera la
inferioridad sentida, una creencia que tiene gran influencia en lo que hago o dejo de
hacer. Tim LaHaye ha escrito material interesante respecto a los diferentes
temperamentos, reviviendo el concepto Hipocrático de que cada uno de nosotros tiene
un estilo personal relativamente fijo. La mayoría de los padres estarían de acuerdo en
que no importa cuán similar haya sido el trato dado a los hijos durante su desarrollo,
cada uno de ellos se convierte en una personalidad única, altamente individualizada.
Sin querer entrar al debato de “naturaleza-nutrición”, yo me pregunto si parte de la
explicación por los diversos estilos de la personalidad yace en el entendimiento de (1)
cómo el niño percibe su mundo y (2) lo que él cree que es la mejor manera de operar en
este mundo a fin de obtener satisfacción a sus necesidades. Una sola experiencia de
dolor y sufrimiento puede enseñar a un niño sensible que “la gente lastima”. La mejor
manera de moverse en un mundo lleno de personas que lastiman es hacerlo con
precaución. Como resultado de que nunca se relaciona con otros de una manera abierta
y cariñosa, él nunca experimenta el singular gozo que viene de la consideración
interpersonal y de la intimidad. Quizá éste es un tipo del marco que produce a ese
callado, triste y melancólico que LaHaye describe.
Los dos puntos críticos a entender son, primero, que cada uno de nosotros tiende
a percibir -- de una manera inconsciente -– el mundo de las personas (al menos el
mundo de las personas que están cerca a nosotros) de una manera más bien
“estereotipada”, que fue aprendida en la infancia, y, segundo, que nosotros tenemos
una creencia básica acerca de cuál patrón de conducta es apropiado en nuestro mundo a
fin de poder satisfacer nuestras necesidades personales. En el grado en el que esa
creencia esté equivocada nosotros experimentaremos problemas en nuestra vida.
Para ilustrar este pensamiento, permítanme retomar a la madre que pierde el
control sobre su hija. El consejero bíblico sabe, incluso antes de que ella venga a la
oficina, que ella tiene profundas necesidades personales, que esas necesidades
probablemente no están muy bien satisfechas (muy pocas personas vienen a un
65
consejero a decirle cuán satisfechas están con la vida), y que por lo tanto ella debe estar
operando con base en suposiciones equivocadas respecto a cómo esas necesidades
pueden ser satisfechas. Unas cuantas preguntas, simples y directas, que surgen del
conocimiento primario del consejero, podrían revelar la siguiente información, que es
muy pertinente. Su madre era una mujer fría, poco amorosa y del tipo que no muestra
su amor. Su papá era el Sr. Neutral y raras veces estaba en casa. Una conclusión obvia
derivada de estos hechos nos diría que el mundo que esa mujer conoció a muy
temprana edad fue muy poco “recompensante”.
Las siguientes preguntas se referirían a los patrones de conducta que una niña
viviendo en ese mundo consideraría de lo más efectivo para la satisfacción de sus
necesidades. Conforme fue creciendo, podría descubrirse que las únicas cosas que le
ganaron la atención de sus mayores tenían que ver con su habilidad para manejar de
una manera eficaz las actividades de su club, para organizar las fiestas del barrio y,
sobre todo, cuando estudiaba con muchas ganas y sacaba buenas calificaciones. Y así,
ella llega a la convicción de que “Yo me consideraré valiosa si puedo manejar las cosas,
porque la única cosa que me hizo recibir cualquier tipo de reconocimiento de parte de
mis padres fue mi habilidad para “manejar las cosas de una manera eficaz”. Más tarde
ella se casa, aún asida a su suposición equivocada. Tal vez escoja como esposo a un
hombre dócil el cual ella cree que podrá manejar. Por algún tiempo ella parece manejar
su matrimonio con todo éxito, y ella se siente relativamente segura, aunque al no tener
el amor incondicional de Cristo Jesús llenando su corazón, ella se da cuenta de que hay
una constante y molesta presión a seguir demostrando su habilidad y competencia a fin
de mantener su seguridad. Y luego nace una hija. La pequeña se acurruca en los brazos
de la madre, le sonríe más a mamá que a ninguna otra persona (después de todo, la
madre es la fuente de la comida) de modo que la madre se está sintiendo
maravillosamente competente en nuevo rol, así como felizmente segura.
Al pasar unos cuantos años, la madre se comienza a percatar de que cada vez
hay más comportamientos desconcertantes de parte de su hija. No obedece como
debiera. En muchas cosas no se comporta como la madre quisiera que lo hiciera. Es
posible que el padre, de una manera involuntaria pero que resulta de muy poca ayuda,
comente que la niña parece estar fuera de control o bien critica algo que la madre hace.
Mamá se siente amenazada. Ella reaccione exageradamente mostrando pánico,
frustración e histeria. ¿Qué es lo que está en juego? La necesidad que mamá tiene de
seguridad. Toda instancia de mal comportamiento viene a ser un retro para la habilidad
de mamá, y como su seguridad está envuelta en su habilidad, se está en realidad
hablando de sus más profundas necesidades. Todo esto debido a una creencia
equivocada y absurda respecto a cómo llegar a estar realmente segura. Así pues, la
madre redoble sus esfuerzos a fin de controlar a la hija. Como es de esperarse, la hija
resiste la creciente presión cada vez más, llegando a ser cada día más difícil de
controlar. La madre comienza a desmoronarse y se convierte en una mujer histérica,
exactamente lo opuesto de la mujer tranquila, calmada y competente que quería ser. En
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medio de una gran frustración, ella furiosamente golpea a quien obstaculiza la
satisfacción a su necesidad –- es decir, su ingobernable hija; y las cosas se ponen peor.
Mowrer habla acerca de la “paradoja neurótica”. ¿Por qué se comportan las
personas en formas que son obviamente ineficaces para producir los resultados que
ellas desean? La respuesta, creo yo, es clara: porque están dando crédito a una mentira,
a una suposición equivocada respecto a cómo satisfacer sus necesidades y se están
comportando en forma consistente con esa suposición. Puesto que su existencia
psicológica (considerarse a sí mismas como valiosas) está en riesgo, ellas seguirán esa
creencia de una manera inflexible. Pero como están equivocadas en cuanto a su manera
de pensar, su comportamiento no les llevará a la satisfacción de sus necesidades.
¿Qué podría decir el consejero bíblico a la frustración de una madre? “Usted
necesita sentirse segura. Usted ha aprendido que la manera de sentirse segura es
manejar las cosas con eficacia, mostrando su competencia y obteniendo reconocimiento.
Para comenzar, esta creencia está equivocada y después la discutiremos. En segundo
lugar, su creencia es ineficaz, no está funcionando. Le está llevando a usted a esforzarse
por controlar a su hija. Dígame, ¿cuáles necesidades está usted tratando de satisfacer
cuando disciplina o aconseja a su hija? ¿Las de ella o las de usted? Es obvio que las de
usted. Por lo tanto, su hija siente que está siendo usada por usted, y de hecho lo está
siendo. Ella siente que usted quiere que ella sea buena, pero no por su propio bien sino
para el de usted. Y eso está contribuyendo a que ella se sienta insegura. Ella está
aprendiendo a manejar su inseguridad combatiéndola a usted, rehusándose a dejarse
absorber por una relación en la que ella es reducida al nivel de una cosa y no de una
persona. ¿Puede usted ver cómo el operar conforma a su creencia no está funcionando,
y no va a funcionar, a fin de que su hija sea obediente y disciplinada? Pero el que
veamos eso aún nos deja con un problema: si su manera de satisfacer sus necesidades
de seguridad no está funcionando, ¿qué puede hacerse para que sean satisfechas? Y la
respuesta depende de la primera observación que hice, o sea, que su creencia está
equivocada. Uno no llega a sentirse seguro siendo una persona que controla a otros
exitosamente”.
En este momento se impone una discusión de la verdadera necesidad de tener
amor incondicional, a lo que seguiría una presentación del evangelio de amor en Cristo
Jesús. Podríamos decir aquí que está bien decirle a un cliente lo que está mal, y hacerlo
como si le estuviéramos enseñando una lección. Sin embargo, hay al menos dos
problemas en una “mini-conferencia”: (1) El cliente podría desconectarse de lo que le
estamos diciendo, dejando que su atención se desvíe hacia alguna otra cosa y, (2) el
efecto de “escuchar la verdad” proveniente de otro es menor al de “ver la verdad” por
sí mismo. Algunas veces el método Socrático de llevar a un cliente a expresar las
conclusiones correctas por sí mismo tiene más impacto en él. Las cuestiones relativas a
la técnica necesitan discutirse en otra parte.
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Hay tantas variedades sutiles de creencias equivocadas como hay gente en el
mundo. No obstante, el formato básico es invariable. “Yo creo que me sentiré valioso (o
seguro) si…”. Cuando el consejero pueda completar la frase él tendrá una explicación
del problema que presenta el cliente.
Permítanme ofrecer otra ilustración de cómo se tejen las redes con el hilo de las
creencias equivocadas. (Los detalles de los casos de estudios se han alterado lo bastante
como para evitar la posibilidad de identificación. Al leer estas ilustraciones, puedes
estar seguro de que no me estoy refiriendo a quien usted piensa.) Un hombre joven, de
treinta y tres años de edad, me consultó acerca de un problema que llamaremos de
“mentira crónica”. Desde un punto de vista bíblico, yo debo etiquetar la mentira como
pecado y no como un síntoma de enfermedad mental por la cual mi paciente no es
responsable. Pero no se concluye que el proceso de consejería venga a ser uno en el que
simplemente se reprueba el pecado y se exhorta a la honestidad. Por supuesto que
ambos elementos serían incluidos en cualquier esfuerzo de consejería que se fundase en
la Palabra de Dios. Es interesante observar que justo antes de que Pablo nos exhorte a
vestirnos del nuevo hombre y a dejar la mentira (Efesios 4:24, 25), él habla acerca de la
necesidad de ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El consejero bíblico querrá
meterse en la mente de su cliente, determinar qué es lo que está pensando que lo está
llevando a problemas, para luego ayudar a corregir el problema. Si tu personalidad es
lo bastante agresiva, y lo bastante fuerte, es posible que al reprobar el pecado con
suficiente fuerza logres un marcado descenso en el comportamiento mentiroso. Pero
aún no has resuelto el problema. El pensamiento equivocado permanece aún intacto.
Una breve historia obtenida del cliente incluyó la siguiente información: él era el
menor de cinco hermanos, su padre era la figura dominante en casa pero él no podía
recordar interacción cariñosa con su padre. Su madre era una gentil y callada persona
que amaba a su hijo entrañablemente. Es posible que haya mimado un poco a su
pequeño, considerándolo como “su niño especial”. Los estándares perfeccionistas del
padre (y la severa disciplina por cualquier imperfección), combinados con la actitud de
la madre (“mi Juanito no haría nada malo”) le enfrentaban a un mundo en el que la
aprobación y el reconocimiento dependían de una conducta intachable. Si él fallaba, su
padre lo castigaba con arranques de ira y frustración. Si su madre lo veía portándose
mal (y si el mal comportamiento era tan obvio como para permitir la racionalización y
decir que era la culpa de mamá) ella se sentía tremendamente desilusionada, y no lo
ocultaba de ninguna manera. Su creencia-guía vino a ser “Yo seré adecuado si soy
perfecto. Cuando no soy perfecto, puedo mantener un sentido de adecuación no
admitiendo la imperfección evitando así el iracundo rechazo (del padre) o la mirada de
dolorosa desilusión (de la madre)”.
Gracias a su creencia equivocada este hombre estaba ahora experimentando el
problema de culpa. Él tenía que mentir para proteger su sentido de adecuación, y la
mentira está fuera del círculo que Dios ha planeado. Él también tenía el problema de
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resentimiento, especialmente en contra de sí mismo, por no ser perfecto. En lugar de
aceptarse a sí mismo como pecador, quien a pesar de sus pecados es amado por un Dios
que es amoroso y misericordioso, él llego a odiar profundamente cualquier señal de
imperfección porque constituían una amenaza a su sentido de adecuación. La ansiedad
también le estaba causando problemas. Él sabía que era imperfecto y lo resentía, él era
culpable de mentir para ocultar su comportamiento manchado. Él constantemente
temía ser descubierto, de manera que continuamente experimentaba una profunda y
molesta ansiedad. Observe como una creencia equivocada y absurda produjo las tres
raíces de problemas personales: culpa, ansiedad y resentimiento.
Este tipo de análisis no tiene como propósito el reducir la fealdad del pecado,
evocando simpatía para el maltratado pecador. El propósito es más bien el de tratar de
aclarar el pecado total, el de echar un vistazo bajo la punta del iceberg -– la mentira -–
para ver lo que lo está sustentando -– un pensamiento incorrecto y pecaminoso. La
parte de diagnóstico del proceso de consejería descubre las creencias equivocadas que
dan apoyo a los patrones de conducta pecaminosa. El tratamiento implica la enseñanza
de creencias correctas, la exhortación a conducirse de manera consistente con las
creencias correctas, y la identificación de sentimientos gratificantes que resulten del
vivir correctamente.
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8
DESENREDANDO LOS HILOS
ENREDADOS.
APÉNDICE.
De una manera muy breve presentaré ahora tres casos más para estudio. Lea usted el
problema como se presenta, las suposiciones y las historias, y luego, antes de leer el
problema básico y las observaciones, vea si puede usted completar la frase para cada
paciente: “Yo me consideraré a mí mismo como valioso si …” Procure encontrar las
bases para el resentimiento, la ansiedad o la culpa.
A. CASO UNO. PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA.
CONFLICTO CONYUGAL: Comunicación rota.
SUPOSICIONES: El esposo no es cariñoso y la esposa no se somete porque ninguno
de los dos cree que los roles bíblicos los llevarían a encontrar satisfacción alguna. Cada
uno de ellos está tratando de satisfacer sus propias necesidades a través de un
comportamiento frío y hostil. El problema básico está en los pensamientos equivocados.
HISTORIA:
ESPOSA. Criada por un padre alcohólico y una madre dominante. Nunca conoció
la seguridad del amor consistente del padre; le prometía mucho y le entregaba poco.
ESPOSO. Criado por un padre estricto, extremadamente áspero, y por una madre
débil y dócil. Se acuerda de que le dieron varias “palizas” enfrente de sus amigos, por
cosas de menor importancia. Se prometió a sí mismos que “jamas sería controlado por
nadie mientras viviera”.
PROBLEMA BÁSICO.
ESPOSA. PENSAMIENTO EQUIVOCADO. Yo necesito recibir el tierno amor que nunca
recibí. Si mi esposo no hace cosas para mí, ello significa que no soy amada y, por lo
tanto, no soy valiosa.
RESENTIMIENTO. Encadenada emocionalmente a un padre por el fuerte
rencor que sentía en contra de él. Estaba compensando en el presente por los problemas
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pasados – asiéndose fuertemente a los problemas pasados por medio del resentimiento.
Mostraba resentimiento en contra de su esposo por cualquier comportamiento poco
considerado o insensible porque, según su sistema de creencias, era una amenaza a sus
más profundas necesidades.
ESPOSO. PENSAMIENTO EQUIVOCADO. Puedo considerarme un verdadero hombre
(independiente, importante, etc.) solamente si nunca cedo a las demandas de otros.
ANSIEDAD. Temor de ser controlado.
RESENTIMIENTO. En contra de su padre por las “palizas” que le dio, y en
contra de su esposa por tratar de controlarlo (pidiéndole un beso, etc.).
Ambos estaban experimentando culpa al estarse comportando en forma
consistente con sus creencias pecaminosas. Ella continuaba aplicando más presión y se
convirtió en una manipuladora frustrada. Él se resistía a sus demandas alejándose de
ella y mostrándose enojado – eventualmente se involucró en una relación de adulterio
para probarse a sí mismo que su esposa no lo controlaba.
Cada conversación llegó a ser un intento del uno para que su cónyuge cambiara de
forma de actuar, a fin de que satisficiera las necesidades del otro. “Tú deberías ser más
amable conmigo.” “Tú no deberías tratar de controlarme.”
OBSERVACIONES.
1. Un enfoque no cristiano podría ayudar un poco. El esposo podría llegar a
comprender que el ser un poco más amable y cariñoso con su esposa de
ninguna manera significaría que ella lo controlara, sino que constituía más bien
una decisión madura y responsable de parte de él. La esposa podría llegar a
entender que la frialdad e indiferencia de su esposo para con ella no era un
mero rechazo sino más bien constituía una reacción a las propias necesidades de
él. Al cambiar la esposa su estrategia (no hacer demanadas) él estaría libre para
ser más amable.
2. Si un tratamiento así llegara a funcionar, aun nos quedaría un verdadero
problema: ella aun estaría dependiendo de él para su seguridad, y él aun no
estaría dispuesto a someterse a ninguna autoridad. Los pensamientos
equivocados seguirían causando problemas en cualquier ocasión en que uno, u
otro, no pudiesen “salirse con la suya”.
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B. CASO DOS. PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA.
REBELDÍA DE ADOLESCENCIA. Un chico de diecisiete años se muestra beligerante
para con sus padres. Quiere irse de la casa, dejar la escuela, conseguirse un empleo y
vivir en su propio departamento. Ni los razonamientos ni las órdenes han surtido efecto
deseado.
SUPOSICIONES: El joven está luchando por encontrar significado pero utiliza este
comportamiento (desobediente) pecaminoso debido a sus pensamientos equivocados.
HISTORIA: El padre es muy capaz, amoroso, cabeza del hogar. La madre es
bondadosa, gentil, buena. Los padres se mostraron sobre protectores del joven, quien es
el menor de cuatro hijos. Lo han ayudado a tomar todas sus decisiones. El cliente aceptó
a Cristo como su Salvador a la edad de doce años, y era todo consagración desde esa
fecha hasta poco después de cumplir los diecisesis años. La rebeldía fue creciendo
gradualmente hasta llegar a las actuales proporciones; todo ello en los últimos catorce
meses.
PROBLEMA BÁSICO.
PENSAMIENTO EQUIVOCADO. A fin de tener significado, de respetarme a mí mismo,
yo tengo que ser independiente, tomar mis propias decisiones en vez de tener que
seguir la dirección de mi padre.
RESENTIMIENTO. En contra del padre por ofrecer demasiado (y buen) consejo.
CULPA. Por estar actuando en rebeldía para con sus padres. Muchas veces trató de
cambiar pero se enojó mucho cada vez que el padre le daba más consejos (porque ello
amenazaba su significado).
OBSERVACIONES.
1. Para que este joven pueda aceptar a sus padres como los agentes de Dios para
guiarlo a una vida de significado, se necesita de parte de él un criterio diferente
para medir el ‘significado’. El verdadero significado viene de cumplir con la
voluntad de Dios.
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C. CASO TRES. PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA.
DEPRESIÓN: La paciente es una chica de veintitrés años. Ella dice, “Me odio a mí
misma, cómo me veo, mi personalidad, ¡todo!” Ha expresado pensamientos suicidas.
SUPOSICIONES: Ella siente que no es amada tal y como es. Se ha alejado hasta
llegar a una depresión que la lleva a evitar todo contacto con otras personas, a una casi
nula actividad y a una vida de indiferencia. Por tanto, uno debe preguntarse si sus
síntomas son realmente un esfuerzo por ganar la atención de los demás, o tal vez una
respuesta racional de desesperación a lo que ella percibe como un inevitable sentido de
ausencia total de valor.
Comentario en lo referente a los pensamientos suicidas. Cuando un cliente se
encuentra agitado y molesto, él aun no se ha dado por vencido. El intento de suicidio, si
llegara a darse, sería más que nada un gesto de manipulación. Cuando el cliente se
transforma en una persona demasiado tranquila, dócil y cooperadora, el riesgo es
mucho mayor porque esos comportamientos reflejan una actitud de “ya no hay
esperanza”. Esas personas necesitan desesperadamente el mensaje bíblico de la
esperanza (2ª a los Corintios 10:13).
HISTORIA: El “patito feo” desde que nació; tiene problemas con la piel, la
dentadura, los ojos, la figura, el pelo. Tiene dos hermanos, cada uno de ellos
normalmente atractivo. El rechazo de sus iguales (expresado en comentarios, bromas,
etc.) le comunicó que no era aceptada. La genuina aceptación de parte de sus padres era
vista por ella como obligada y no real. Había estado cayendo lentamente en una
depresión cada vez más profunda; no había señales de que pudiera salir de ella, como
los padres habían esperado.
PROBLEMA BÁSICO.
PENSAMIENTO EQUIVOCADO. A fin de ser aceptada por persona alguna, yo necesito
ser más aceptable. Yo estaré segura solamente si soy aceptada con base en mis méritos
personales. Como tengo tantos “deméritos”, yo jamás gozaré de seguridad. No hay
esperanza alguna de que pueda encontrar satisfacción a mis necesidades. Estoy muerta
como persona.
RESENTIMIENTO. En contra de sus “iguales” por su rechazo, y en contra de sus
padres por su “amor a la fuerza”, pero más que todo en contra de su apariencia.
Aprendió a odiarse a sí misma.
OBSERVACIONES.
1. Sin la intervención del Cristianismo, el estimular a alguien a “aceptarse a sí
mismo” no es sino humanismo ineficaz. “Tú eres tan bueno como cualquier
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otro”. Bueno, pero no tan bueno como para lograr la aceptación. “Lo de afuera
no cuenta, es la belleza interna la que cuenta.” Útil idea, pero no cambia el
hecho de que el exterior desafortunado sí produce reacciones de otras personas
que lo lastiman a uno.
2. Sólo el reconocimiento del hecho de que el Dios de amor está al control de todo
puede proporcionar seguridad. El Cristianismo provee la base racional para
decir “gracias” por todo lo que nos parece negativo; proveer de genuina
aceptación de sí mismo.
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9
HAZ A TU CLIENTE RESPONSABLE,
¿DE QUÉ?
En los últimos años, el tema unificador de una variedad de nuevos enfoques a la
consejería ha sido el de un fuerte énfasis en la responsabilidad personal. William
Glasser dedica el capítulo de Introducción de su libro, “Terapia de la Realidad”, a
repudiar el concepto Freudiano del determinismo. Freud enseña que las personas se
ven empujadas de una manera determinante en su conducta por fuerzas intra-psíquicas
que son puestas en movimiento por las experiencias de la niñez temprana, y que las
personas no pueden evitarlo. Según Freud, entonces, es correcto y apropiado hablar de
la aflicción de la enfermedad mental, un desorden psicológico por el que la persona que
lo sufre no tiene responsabilidad alguna. La tarea del terapeuta consiste en mostrarse
dispuesto a aceptar la conducta inapropiada del paciente como resultado necesario de
fuerzas que están fuera del control del paciente, y en proporcionar nuevas influencias
que anularán los efectos negativos de las antiguas. El resultado neto de esta manera de
pensar es la remoción de la responsabilidad personal por el comportamiento. Skinner es
tan determinista como Freud, y a veces lo es más. En lugar de cambiar de lugar la
responsabilidad, llevándola de la persona a su ambiente interno, él ubica la fuente de
todo control en el ambiente externo. Tanto en un caso como en otro, el hombre es
despojado de la dignidad de independencia de movimientos y, lógicamente, no puede
ser tenido como responsable de su comportamiento.
En respuesta a este tipo de manera de pensar, Glasser encabeza el clamor de
unos cuantos psicólogos seculares que piden una reconsideración al concepto de la
importancia de la responsabilidad personal. Haz que tu cliente asuma responsabilidad
por lo que hace. Señlále alternativas, ayúdale a evaluar lo méritos relativos de cada una,
y luego pon la carga de la decisión completamente en tu cliente. Dile a la esposa molesta
que deje de molestar y al esposo criticón que deje de criticar, dile al temeroso neurótico
que deje de estar siendo controlado por sus temores y que haga aquello que teme hacer.
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Los cristianos que han hablado a favor de la responsabilidad personal por la
conducta necesitan estar concientes de un serio pero sutil peligro en esa manera de
pensar. El decir a una esposa enojona y de mal genio que tiene la responsabilidad de
hablar en forma agradable y de hacer cosas bonitas puede fácilmente promover los
esfuerzos en el poder de la carne. “Tengo que dejar de molestar. Ya basta de mal genio.
Esta semana voy a esforzarme por ser la esposa amable y cariñosa que Dios quiere que
sea.” Algunos cristianos aún sugerirían que en lugar de esforzarse tanto, ella
simplemente debería abandonar sus esfuerzos y dejar todas las cosas en las manos de
Dios. ¿Significa eso acaso que no hay lugar para el esfuerzo personal de nuestra parte?
Si ése es el caso, entonces hemos retornado a una posición de no responsabilidad. Si yo
no puedo controlar mi lengua con base en mis propias fuerzas, entonces tal vez no
tenga la responsabilidad de intentarlo. Y aún así, la mayoría de los cristianos, mientras
que por una parte muestran su acuerdo en el sentido de que el hombre no puede hacer
nada con base en sus propias fuerzas, por la otra le hacen responsable de su
comportamiento. A fin de resolver este aparente dilema necesitamos definir con
precisión la esfera de la responsabilidad. Los consejeros bíblicos necesitan hacer
responsables a sus clientes solamente de lo que ellos pueden controlar. Cualquier cosa
que vaya más allá solamente estimulará el desánimo.
Permítanme tomar el hilo del pensamiento del capítulo anterior. El cliente ahora
ya sabe cuáles son sus necesidades porque se le han mostrado. Sus creencias
equivocadas acerca de cómo puede satisfacer sus necesidades han sido cuidadosamente
analizadas desde su inicio hasta su forma presente. La respuesta correcta a la pregunta
fundamental y básica “¿En qué bases puedo legítimamente considerarme a mí mismo
como valioso, teniendo tanto significado, como seguridad?”, ha sido ya presentada (Ver
los capítulos 4 y 5). El cliente ya ha sido ayudado a fin de que vea que sus patrones
pecaminosos de comportamiento y sus problemas emocionales han surgido de su
pensamiento equivocado. Un curso de acción consistente con el pensamiento correcto y
diseñado para promover la interacción eficaz con su mundo ha sido identificado con
precisión.
¿Cuál es el siguiente paso en la consejería? ¿Debería decirse al cliente en este
momento que él es responsable de conducirse de una manera que sea agradable a Dios,
y puesto que es cristiano (suponiendo que en verdad lo sea) él tiene a su disposición
todo el poder que necesita para conducirse correctamente mediante la presencia del
Espíritu Santo en su vida? ¿Deberían formularse planes, asignarse tareas y delinearse
algunos pasos a seguir? En Efesios 4, Pablo nos dice que renovemos nuestras mentes y
que después nos vistamos del nuevo hombre (vv. 22–23), o dicho en otras palabras, que
primero comencemos a pensar correctamente y después enderecemos nuestro
comportamiento. El orden parece ser (1) piensa correctamente, y luego (2) actúa
correctamente. No obstante, mi experiencia en la consejería ha sido la de ver a una
persona que identifica sus creencias erróneas, las modifica conscientemente adoptando
creencias correctas, y luego fracasa en sus esfuerzos aparentemente sinceros de vivir
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una vida transformada. Algo está fallando. El paso que nos falta entre el pensar bien y
el actuar bien es proporcionado cuando entendemos la esfera primaria de la
responsabilidad del hombre.
A través de la escritura, la vida en este mundo manchado por el pecado, siempre
se ve precedida por la muerte.
“De cierto de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere,
queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Juan 12:24)
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin
de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza
de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” (Romanos 6:4,5)
“Y sí morimos con Cristo, creemos que también viviremos con el” (Romanos 6:8)
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en
Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11). El orden es claro y consistente: primero
muerte, después vida. En un cierto sentido, cuando Cristo murió yo también morí. Por
tanto, yo puedo vivir como Él vive, habiendo sido pagada la pena por el pecado. Es
interesante observar que la primera exhortación en la Epístola a los Romanos ocurre en
el capítulo 6:11: “consideraos muertos al pecado.” Tomadlo como verdad. En el versículo
12 Pablo parece estar diciendo que al considerarnos nosotros como realmente muertos,
nosotros implementaremos esta posición escogiendo el no pecar. Aquí está el corazón
de la responsabilidad del (y creo yo, el elemento central en el triunfo sobre la tentación).
Cuando yo me veo confrontado con un patrón pecaminoso de pensamiento (“mis
necesidades de significado pueden ser satisfechas a través del reconocimiento”), y por
lo tanto me veo incitado a comportarme de una manera pecaminosa, yo debo de morir a
ese patrón pecaminoso de una manera experiencial, tal y como ya estoy muerto en
referencia a él desde el punto de vista posicional. Yo debo de hacer actual (real) en mi
experiencia inmediata aquello que Dios dice que es cierto: Estoy muerto al pecado. En
otras palabras, yo he de identificarme con Cristo en Su muerte haciendo con el pecado
exactamente lo que Él hizo con el pecado. Tanto el Padre como el Hijo, en los eventos
relacionados con la cruz, lanzaron un rotundo “NO” al pecado. El Padre volteó Su
espalda a Su amado Hijo cuando Jesús fue hecho pecado por mí. Y Cristo se sometió
libremente a la voluntad de Su Padre, permitiendo a los soldados que lo clavaran a la
cruz, mostrando Su acuerdo con el Padre en que el pecado debía ser castigado. Al
colgar de la cruz, Él estaba proporcionando las bases para gritar un rotundo y eterno
“NO” al pecado.
Dios me hace responsable de gritar un “NO” igualmente resonante al pecado en
mi vida. En palabras bien claras, cuando me vea enfrentado con la posibilidad de ceder
al pecado, yo debo decidir que no cederé, porque yo rechazo al pecado, así como Dios lo
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rechaza. Esa es mi primera responsabilidad en pro de vivir una vida transformada: estar
dispuesto a no pecar existencialmente, momento a momento, cuando la tentación está
ahí, apoyándome en la vida de Cristo como el recurso para vencerla. El hecho actual de
resistir a la comisión del pecado, de resistir la tentación, a menudo implicará lo que yo
subjetivamente experimento como un esfuerzo personal supremo. Sentiré el fragor de la
lucha al moverme en contra de una poderosa corriente. La victoria depende de haber
decidido primeramente no pecar, de haber decidido nadar contra la corriente; y en
segundo lugar, de creer que el poder de Dios es suficiente para resistir el aparentemente
abrumador empuje de los deseos y sentimientos internos.
Habiendo entendido esto, el consejero bíblico discutirá la actitud del cliente hacia
el pecado que ha sido identificado en sus pensamientos y en sus acciones. Es asombrosa
la naturalidad con la que tantas personas reaccionan al pecado que se ha identificado en
su vida personal. Si bajo nuestros esfuerzos sinceros y conscientes a fin de cambiar
nuestro comportamiento, nosotros realmente estamos diciéndonos a nosotros mismos,
“¿Sabes? Yo realmente no debería pecar; tal vez sea mejor que intente ya no pecar”,
jamás habrá un cambio duradero. No ha habido una muerte experiencial, y por tanto no
puede haber vida experiencial. Otra actitud muy común es “Sé que estoy mal, pero él
también lo está. Mi pecado no es peor que el suyo”, o algo que suena más a menos así:
“De acuerdo, mi pecado está mal, pero ¿qué puedes esperar? Mira por lo que estoy
pasando. ¿Podrías pasar por esto sin dejar que surja resentimiento en tu vida, o sin que
sientas lástima o pena por ti mismo?” Sea cual fuere la actitud, sin un “no” decisivo al
pecado en el momento de la tentación, sin considerar la posibilidad seria de muerte a
los patrones equivocados, jamás habrá una experiencia de vida presente en Cristo, una
vida de cambio y de victoria.
El vestirse del nuevo hombre requiere primeramente que nos despojemos del
viejo hombre, expresando con todas nuestras fuerzas un “NO” decisivo y deliberado al
pecado. Y después tenemos que seguir diciendo no, cada día, mientras vivamos, cada
momento de nuestra existencia. (Por supuesto que habrá ocasiones en que
fracasaremos. En ocasiones diremos “Sí” al pecado. La maravilla de la cruz es su infinita
eficacia para restaurarme al compañerismo no importando que tan seguido peque.)
Una vez que mediante el proceso de consejería se han identificado creencias
erróneas y se han enseñado creencias correctas, el paso siguiente implica la decisión del
cliente de dejar la práctica del pecado e iniciar la práctica de la justicia. Sin este paso, la
exhortación a cambiar producirá solamente resultados superficiales y temporales.
Permítanme ilustrar el proceso. Hace algunos meses yo volaba de la ciudad de
Detroit, Michigan, a la de Fort Lauderdale, en Florida. Cuando se sirvió la comida, yo
inmediatamente noté el pastelito de chocolate en la esquina superior izquierda de mi
charola. Me apresuré a terminar con la comida, que aunque estaba tibia estaba mas o
menos sabrosa, porque tenía ansia por llegar al sabrosísimo pastelillo de chocolate que
me estaba esperando indefenso frente a mí. Cuando estuve listo para el pastelito, noté
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con un poco de desánimo que ya me había tomado mi café. Yo soy uno de esos cuyos
placeres en el consumo de los postres dulces se ve inmensamente incrementado al beber
traguitos de un caliente y aromático café. Imagínese mi dilema. La aeromoza estaba
ocupada, y parecía que pasarían unos diez minutos antes de que yo pudiera recibir otra
taza de café. Una distancia de aproximadamente doce pulgadas separaba a mi boca del
pastelito, y yo sabía que debía esperar. Mis pensamientos estaban muy claros: un mayor
placer sería disfrutado si esperaba esos diez minutos. Yo había actuado como mi propio
consejero hasta el punto de haber identificado mi necesidad (puro y simple placer
sensual); me daba cuenta de lo incorrecto que mis creencias en el sentido de que mis
necesidades podrían ser mejor satisfechas mediante el consumo inmediato de mi
pastelillo.
El siguiente paso en mi “auto-consejería” era el de tenerme como responsable de
no comer. Así pues, comencé a revisar la situación mentalmente. “Larry” me dije a mí
mismo, “realmente deberías esperar, es la mejor manera de satisfacer tus necesidades,
deberías ser capaz de esperar simples diez minutos. Sabes que eso es lo mejor, tus
pensamientos están bajo control. Así que espera”. Puesto que yo estaba completamente
persuadido por mis argumentos, me sentí disgustado al notar que mi mano tomaba el
tenedor y comenzaba a moverlo tenaz y deliberadamente hacia la esquina superior
izquierda de mi bandeja. Mi consternación se mezcló con un placer culposo en seguida
mientras yo lentamente saboreaba el pastelito de chocolate y lo llevaba por toda mi
boca. Al darme cuenta que esa mordidita había reducido el tamaño del pastelito en un
tercio, yo volví a mi debate interno. “Larry”, la ‘regaste’. Claro que estaba bueno, pero
no hay café para redondear el placer del momento. Imagínate el gozo del café y espera,
espera, espera”.
Armado de una nueva resolución y sintiéndome sumamente confiado, yo
nuevamente noté alarmado el movimiento de mi mano llevando el tenedor. Después de
haber consumido mi segundo tercio del pastelito se me ocurrió que mi trivial derrota
asemejaba la derrota de tantas personas que saben hacer el bien, que quieren hacer el
bien, pero proceden a hacer lo malo. Yo no podía atribuir mi derrota a falta de fuerza de
voluntad. Si ésa fuera la razón, estaba destinado a continuar en la derrota puesto que no
tenía la menor idea de cómo incrementar mi fuerza de voluntad. Al reflejar acerca de mi
dilema repentinamente me di cuenta de cuál era mi verdadera carencia. Yo había
comprendido mis necesidades, mis procesos de pensamiento, mis creencias eran
correctas, y yo anhelaba fervientemente hacer lo bueno, pero yo jamás había muerto por
lo que se refería al pastelillo de chocolate diciendo “No”; jamás había tomado una
decisión firme, concluyente, afirmativa y enfática diciéndole “No” a la tentación. Debajo
de todo yo aún estaba considerando la posibilidad de ceder.
La ilustración es casi ridícula. Pero el punto es crítico. Antes de involucrarte en
un programa para modificación de conducta, asegúrate de que hay un firme
compromiso para el cambio, basado en un claro voto en contra del pecado. Para
expresar toda la cuestión de una manera sencilla y en el lenguaje más conocido,
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digamos que el arrepentimiento, una decisión deliberada y consciente para dar la media
vuelta y volvernos de nuestro mal camino, todo ello con base en un cambio de mente, es
un requisito indispensable para el cambio de conducta. Casi ni sería necesario
mencionar esto entre los consejeros cristianos, pero digamos de todos modos que parte
de mi asertivo rechazo del pecado incluiría siempre la confesión específica de cualquier
pecado conocido ante la parte ofendida: la confesión siempre tendría lugar para con el
Señor, y a menudo tendría que ser para con la persona o personas específicas en contra
de quienes se cometió el pecado. Aunque estoy dando por sentada la consciencia de la
necesidad de una confesión, quizás algunos consejeros podrían pasar por alto lo que es
obvio. El procedimiento bíblico para el cambio es claro: confesión y arrepentimiento.
Primeramente, reconoce tu pecado frente a la cruz de Cristo, pide perdón y restauración
del compañerismo. Luego, aléjate definitivamente de ese pecado, arrepiéntete de el,
decide agresivamente el rechazarlo como tu estilo de vida, dile “no” al pecado. Y luego,
ocúpate de tu salvación en la práctica de la justicia, andando por decisión propia en las
buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Haz a tu cliente responsable: ¿De qué? De la confesión de su pecado; del alejarse
de ese pecado de una manera voluntaria y firme, y de la práctica del nuevo
comportamiento, creyendo que la presencia del Espíritu Santo proporcionará toda la
fuerza necesaria. La secuencia es crítica. Ahora podemos añadir detalles importantes al
esquema del proceso de consejería que se presentó en el capítulo 4.
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Permítanme ilustrar brevemente la importancia de decidir no pecar. Un hombre
cristiano, casado, estaba siendo acosado por fuertes impulsos homosexuales. Cada tres
o cuatro semanas, el impulso era tan fuerte que el cedía y se involucraba en
comportamiento homosexual. Esfuerzos psiquiátricos seculares habían rastreado el
desarrollo de este anómalo deseo sexual. Como a menudo sucede, el conocimiento
íntimo de la problemática no produjo el cambio. Él simplemente se entendió mejor en
cuanto a su conducta, a la vez que proseguía en buscar a su mejor “amigo” homosexual
cada tres semanas. La consejería pastoral había incluido una fuerte condena de su
comportamiento llamándole abiertamente pecado, recordatorios de que la presencia del
Espíritu Santo en su vida podía proporcionarle todo el poder que necesitaba a fin de
vencer la tentación, oración, exhortación a cesar en su conducta pecaminosa, disciplina
de la iglesia, etc. Y nada había funcionado. Mi paciente me reportó que después de una
sesión de oración con los ancianos de la iglesia él se sentía animado, fortalecido y no
experimentaba su urgencia por varias semanas, pero ésta volvía y volvía con mayor
intensidad.
Cuando trató de dejar de luchar y simplemente ponerse en las manos de Dios,
sus impulsos lo llevaban a su compañero homosexual. Cuando intentó resistir la
tentación por sí mismo, diciéndose a sí mismo en repetidas ocasiones que la fuerza
viene de Dios, los impulsos lo vencían nuevamente y volvía a sucumbir. ¿Por qué es
que Dios no le proporcionaba la fuerza necesaria? ¿Qué es lo que estaba mal?
Al estar hablando con él, fue muy obvio que el estaba buscando que la victoria
proviniese de una de dos fuentes: o el deseo se debilitaría, o le sería concedida mayor
fuerza para resistir la tentación. Ninguna opción dependía de él en manera alguna. Él
no era responsable de nada. Por debajo de su fracasado comportamiento, él estaba
diciendo en forma más o menos pasiva, “Señor, yo realmente no quiero pecar,
Ayúdame.” Al seguir conversando encontramos que su estilo de vida total era más bien
pasivo. Él raramente cogió toro alguno por los cuernos. Yo le señalé que su
responsabilidad era la de decidir de manera agresiva y asertiva el no pecar ahora, y de
tampoco hacerlo en el momento de la tentación. Y luego, confiar en Dios para que Él
obrase tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. El poder del Espíritu Santo
fue liberado en él cuando de una manera firme y voluntaria se comprometió a caminar
por el camino de Dios. La fuerza para resistir estaba ahí en forma abundante. La victoria
dependía de que él asumiese su responsabilidad por lo que él podía controlar: el tomar
una clara decisión de obedecer a Dios dejando su pecado.
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10
LA DISPOSICIÓN Y LA META DE LA
CONSEJERÍA
LA DISPOSICIÓN.
A mí me impresiona mucho el hecho de que Pablo parece más rogar que ordenar.
El Nuevo Testamento está lleno de instrucciones bien claras: No cometas adulterio, no
mientas, llevad los unos las cargas de los otros, dad gracias en todo, no murmuréis, etc.
Pablo nos ruega que nos conformemos a la imagen de Cristo según es presentada en sus
instrucciones. En su discurso de despedida ante los ancianos de Éfeso, Pablo habla de
haber ministrado a la congregación entera con muchas lágrimas. Uno no recibe la
impresión que Pablo ordenaba ásperamente a las personas que “se alinearan”. Algunos
de los libros sobre Consejería que han sido recientemente publicados parece como si
recomendaran, según la opinión de algunos, un trato frío, distante, casi impersonal:
“Mira, esto es lo que dice la Palabra de Dios. SI quieres tomarlo, bien; funcionará. Si no
quieres obedecer, perfecto. Allá tú”
C. S. Lewis, en “El peso de la Gloria”, habla acerca de nunca considerar a ningún
hombre como un simple mortal. SI nosotros pudiésemos ver a la persona más
insignificante según nosotros, en todo el significado de su estado eterno, nuestra
reacción sería una de dos: o nos llenaríamos de terror al ver la corporización de la
maldad, o caeríamos de rodillas con la intención de adorar a uno que presente la belleza
de la conformidad a Cristo Jesús. Cuando yo veo a las personas como seres
maravillosos, a pesar de estar caídos, mi actitud cambia de un “tómalo a déjalo”, a un
“anhelo que lo tomes; el gozo que está aquí a tus disposición es lo que Dios ha
pretendido para ti”. Aunque un consejero bíblico siempre hará responsable a su
aconsejado y jamás “negociará” con los principios bíblicos, su enfoque, aunque a veces
sea firme y definido, nunca será áspero, cínico, sarcástico o indiferente. Su estilo
siempre se verá caracterizado por el tierno amor de un Sumo Sacerdote que puede ser
conmovido con los sentimientos de nuestras debilidades. Cuando una persona no está
dispuesta a caminar por el sendero que Dios le ha marcado, sino que insiste en asirse
del resentimiento, auto-conmiseración y otros patrones pecaminosos, el consejero lo
confrontará en forma directa, pero gentil, en forma firme pero cariñosa. Si no hay
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respuesta, puede decírsele al cliente que lo sentimos mucho pero que no hay nada más
que podamos hacer; que retorne cuando esté listo para entrar en obediencia al Señor.
Las personas que están teniendo problemas están sufriendo. Cuando el
sufrimiento es el resultado necesario de la obediencia a Dios, como la agonía de Jesús en
Getsemaní, un amor que apoya es lo indicado. Cuando el sufrimiento constituye una
rebeldía en contra de las circunstancias decididas por Dios, una amorosa confrontación
es necesaria.
LA META.
Los psicoterapeutas solían insistir en que los valores no cabían en su profesión.
Por muchos años se tomó como un hecho el que la consejería profesional era un
esfuerzo científico similar a la cirugía o a la odontología. Muy pocos cristianos
insistirían en que su dentista compartiese sus creencias evangélicas fundamentales. La
mayoría seguramente preferiría a un dentista agnóstico, con tal que fuese altamente
capaz, en lugar de un dentista regularcito, por muy cristiano que fuese. Si la consejería
es una técnica gobernada totalmente por cuestiones de carácter científico, ¿por qué
deberían los cristianos preocuparse de encontrar un consejero que fuese cristiano? Él se
comportaría de una manera muy similar a la que asumiría un consejero no cristiano.
El paralelo entre la odontología y la consejería se rompe inmediatamente cuando
consideramos la meta de cada disciplina. Ambas profesiones buscan diagnosticar
desviaciones de la norma de salud y restaurar a la persona afligida a esa norma, tanto y
tan rápido como sea posible. La pregunta básica entonces viene a ser “¿Qué es la
salud?” Habría muy poca controversia entre un grupo de dentistas cristianos y un
grupo de dentistas no cristianos respecto de lo que constituye una boca sana. Y
cualquiera que fuere la diferencia entre estos grupos definitivamente no tendría nada
que ver con tu teología. Pero entre un grupo de psicólogos no cristianos y un grupo de
psicólogos cristianos habría muchos más problemas en el logro de una definición de lo
que constituye una personalidad sana. Lo que es “sano” depende en gran parte del
sistema de valores del que diagnostica. Para un consejero secular, un ajuste sano en un
problema conyugal podría ser el divorcio. Para un consejero bíblico, el permanecer
junto a un cónyuge poco agradable podría ser evidencia de un deseo de obedecer y
agradar a Dios, a la vez que un medio para el desarrollo del carácter. Los consejeros
seculares pueden promover el ajuste a una vida de homosexualidad buscando aquietar
el sentimiento de culpa y procurando la auto-aceptación, mientras que un consejero
bíblico insistiría en el reconocimiento de esa actividad como pecado, la confesión ante
Dios y el firme compromiso de alejarse, a dejar totalmente tal inmoralidad. Podría decir
de paso que algunos terapeutas cristianos a veces pierden de vista la meta de llegar a la
imagen de Cristo, y curan un pecado mientras promueven otro.
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Una vez oí a un psiquiatra cristiano reportar su tratamiento exitoso de la
homosexualidad. Un programa de masturbación planeada mientras el cliente
contemplaba las fotografías de las páginas centrales de la revista “Playboy” (por cierto
una técnica estándar de terapia de la conducta) había incrementado el deseo
heterosexual hasta el grado en el que el cliente, que era soltero, estaba ya teniendo
relaciones sexuales con su chica. Esa cura me impresiona tanto como la de enseñar a un
ladrón de bancos el fino de arte del desfalco.
Recientemente aconsejé a una mujer casada con un agresivo marido, quien
establecía claramente que él era la cabeza de familia. Un psicólogo secular le había
informado que su esposo era un “chauvinista” inconfundible, y que necesitaba
actualizar sus puntos de vista sobre el matrimonio. Aunque era muy claro que el
hombre estaba utilizando su hombría como un tiránico garrote, yo decididamente
apoyé su papel como cabeza de la familia, a la vez que reprochaba su desobediencia al
mandato bíblico de amar a su esposa. Yo exhorté a su esposa a someterse a él tal y como
él era, una sugerencia directamente opuesta al pensamiento de mi colega respecto a los
derechos de la mujer. Hablamos acerca de sus necesidades de seguridad y de cómo la
obediencia a Dios (quien requiere sumisión) era el cambio a la realización personal. La
salud, para el consejero secular, implicaba la asertividad. La salud, para el consejero
bíblico, necesariamente implicaba la negación de sí misma y la sumisión motivada no
por temor o debilidad, sino por una amorosa y firme confianza en Cristo Jesús.
Puesto que la meta de consejería depende en forma definitiva de los valores del
consejero, y puesto que hay un considerable segmento de nuestra sociedad
comprometido con la ética cristiana, parece bien claro que un sistema de consejería
bíblica tiene un lugar muy definido que le corresponde en el cuadro de los enfoques
profesionales a la consejería. El cristiano tiene una meta para su vida: ser cada día más
como Cristo. Pablo predicaba a fin de llevar a cada hombre a la madurez de Cristo. Dios
se ha comprometido a Sí mismo a reproducir a Su Hijo en cada uno de nosotros, y
nosotros tenemos ahora el privilegio de colaborar con Él en el logro de este objetivo.
Un consejero bíblico jamás disculpará actitudes o conductas impías.
Resentimiento, auto-conmiseración, inmoralidad, envidia, falta de contentamiento,
luchas en pro de lo material, lascivia, orgullo, mentiras, ansiedad, etcétera, son todos
contrarios a la imagen de Cristo Jesús. La meta del consejero bíblico es la de ayudar a la
persona a cambiar su conducta en dirección de la imagen del Señor.
La interferencia básica con el proceso de maduración es la falta de creencias
correctas. La prueba de que hay un problema es vista en la presencia de emociones y
conductas negativas y destructivas. Es necesario escribir otro volumen que hable
específicamente de las técnicas para cambiar esas creencias equivocadas a fin de
promover conductas y sentimientos “sanos”. No es suficiente el decir que el Espíritu
Santo nos guiará. Si el consejero está más dispuesto a confiar, supuestamente, en el
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Espíritu Santo, a fin de no tener que pensar, reflexionar, estudiar, y planear
cuidadosamente su metodología, el resultado será invariablemente el de una pobre
consejería. El propósito de este libro es el de poner el fundamento teórico para un
enfoque bíblico consistente al proceso de consejería, el proporcionar las bases para un
profundo proceso de pensamiento y para un cuidadoso procedimiento. Mi oración
ferviente y mi firme esperanza es que sirva como ayuda a fin de estimular a los
consejeros y terapeutas cristianos a participar en la emocionante tarea de presentar a
cada hombre maduro en Cristo, así como a aclarar un poco más el papel de la iglesia
local en la satisfacción de las más profundas necesidades de las personas.
Una traducción del Lic. Y Rev. Isaías Rodríguez Arizpe, pastor de la Iglesia Bautista
Berea los Cristales. Monterrey, N.L. México.
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